El pasado 12 de abril, el recién investido presidente del Gobierno, José Luís
Rodríguez Zapatero agitó el panorama universitario con la conformación de
una nueva estructura ministerial. El presidente optó por la transferencia de la Secretaría de Estado de Universidades del ministerio de Educación al recién creado Ministerio de Ciencia e Innovación, administrado por Cristina Garmendia.
Este movimiento se justifica desde el discurso oficial por la necesidad de crear
un “ministerio más ligado al conocimiento y a los sectores de mayor valor añadido”, de aumentar el gasto en Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), muy escaso en el caso del Estado español, que desarrolle una economía más competitiva y puntera. Además, se recomienda la mayor coordinación entre la universidad, sus centros de investigación y la empresa privada, para integrar los resultados del conocimiento académico al sistema productivo y a la iniciativa privada.
En el sistema capitalista, el desarrollo tecnológico ha supuesto la aparición de
nuevos sectores económicos o dinamización de otros ya existentes. Este modelo de desarrollo (cada vez más dependiente de conocimientos científico- técnicos), ligado a las políticas privatizadoras neoliberales, amenazan gravemente la neutralidad y objetividad de la actividad académica pública. Por tanto, no podemos sino prever que la universidad se transforme todavía más en un espacio privado de compra y venta (a no muy módico precio, por cierto) por parte de personas inversoras (literalmente con las becas-préstamos) y empresas privadas, de ciertas mercancías denominadas capacidades, habilidades y destrezas o innovaciones, ambas económicamente útiles en el sistema productivo. La función principal universitaria pasa de ser educativa a ser meramente productiva.
Ante ello, no podemos sino certificar que la maniobra de Zapatero representa
un impulso más hacia la mercantilización y privatización de la educación superior promovida por el EEES, suponiendo un grave peligro de sometimiento de la actividad académica al principio de rentabilidad económica. Por lo menos ya lo han conseguido en el ministerio, Cristina Garmendia, fue vocal de la Junta Directiva de la CEOE, la patronal.