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El Velatorio de la Madre de mi amigo El Extranjero

(Mi tributo a la obra del imprescindible Albert Camus)

He dormido solamente dos horas en los tres últimos días, pasando


vertiginosamente de un avión a un tren, del tren a un barco y desde
el barco he saltado al asiento trasero de un incómodo taxi. El
conductor ni siquiera se ha molestado en preguntarme a dónde debe
ir. Ha hecho un gesto de despreocupada interrogación, mirándome a
través del espejito que lleva delante, arriba del cristal, y he tenido
que responder mostrando un sencillo mapa en el que he marcado la
ciudad de destino. Sin apenas mirar ha pisado ligeramente el
acelerador y girado a su izquierda, cambiando la dirección que
llevábamos.
Me tranquilizo un poco e intento descansar de la fatiga acumulada
en estos días y pienso vagamente en lavar mi cara para refrescarla
del calor y la alta humedad de este lugar . Me reconforta pensar que
podré tomar un café, y reposar dos horas en la habitación del hostal
que cuidadosamente me alquiló mi amigo.
Voy al velatorio de la madre de mi amigo El Extranjero. Y Argelia
queda muy lejos de la ciudad donde vivo actualmente. Pero en una
antigua conversación habíamos acordado que si a uno de nosotros le
sucedía algo doloroso de consecuencias trágicas, lo Re-Viviríamos
juntos para espantar , con la presencia del otro, todo el influjo de lo
trágico, de lo inevitable. Vamos a volver al velatorio, juntos,
acompañándonos .
El taxi frena ante un edificio mediano, con paredes blancas y una
puerta de antigua y aviejada madera, muy alta para la baja altura del
lugar a donde debo encontrar a mi amigo.
Me siento tan cansado que mi mente comienza a recordar palabras
que usábamos en los tiempos del verdor. Gruta de nuestros juegos ,
Manantial para acercar los labios a beber, Lienzo tendido al aire,
Azul de las noches de agosto, Pecado sonrojante y Tiempo
multiplicado.
Pastora G
Julio 2009

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