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Boletín N°6 (2004).

Páginas 42 - 63
Museo Gabriela Mistral de Vicuña
ISSN 0718-1116

ARQUEOLOGÍA PÚBLICA Y COMUNIDADES


RURALES: UN PROCESO DE PUESTA EN VALOR
EN EL VALLE DE CODPA, REGIÓN DE TARAPACÁ1
Álvaro Luis Romero Guevara 2 , Rolando Ajata López 3 ,
Gustavo Espinosa Valdebenito 4 & Luis Briones Morales 5

1
Resultado de los Proyectos FONDART 168341 y FONDECYT 1020491.
2
Licenciado en Antropología – Arqueología. Alumno becario MECESUP, Programa Magíster en
Antropología UCN-UTA. aromero@uta.cl
3
Licenciado en Antropología – Arqueología. Programa Magíster en Antropología UCN-UTA.
guatanave@gmx.net
4
Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá, Arica. gespinos@uta.cl
5
Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá, Arica. lbriones@uta.cl
Boletín del Museo Gabriela Mistral N°6 (2004)

Resumen
Se presenta el proyecto de puesta en valor del yacimiento de arte rupestre de
Ofragía, ubicado en el valle de Codpa, Región de Tarapacá. El proyecto completó
un trabajo de registro, planteó un diseño museográfico, ejecutó una puesta en
valor y efectuó un taller cultural a la comunidad para el cuidado y manejo del
yacimiento. Se muestra esta experiencia como la primera parte de un proceso
largo en donde la comunidad local va identificando el recurso arqueológico como
parte de su patrimonio cultural, y por otro lado, los especialistas del pasado
intentan deshacerse de una larga tradición de manejo monopolizado de los
recursos arqueológicos.

Introducción
En el actual contexto de las políticas sociales de educación y cultura en
Chile, el patrimonio arqueológico se inserta sólo tangencialmente. Tales fondos
públicos, sin duda, no permiten financiar la investigación arqueológica científica,
aquella que gira en torno a temas teóricos y metodológicos de la antropología
mundial. A primera vista, esto es negativo para gran parte del recurso
arqueológico, siendo difícil resguardar yacimientos en inminente peligro de
destrucción sólo mediante objetivos patrimoniales (Ayala 2003). Bajo tal requisito
sólo los yacimientos que satisfacen necesidades científicas tras la perspectiva
teórica metodológica de un investigador competente pueden potencialmente ser
registrados y conservados.
Pero esta política nacional de cultura también ha permitido que los
arqueólogos nacionales hayan ampliando su ámbito de acción, ya sea, trabajando
en conjunto con las comunidades rurales e indígenas, estableciendo alianzas con
las autoridades locales y desarrollando proyectos multidisciplinarios con otros
gestores culturales, y en definitiva, saliendo del restringido ámbito científico para
situar el recurso arqueológico como un componente más del patrimonio cultural
(Romero 2003). De este modo, la arqueología debe participar activamente en el
proceso de formulación de este imaginario que la sociedad, como un todo diverso,
crea constantemente para comprender el presente (Tilley 1998), que
denominamos patrimonio cultural, memoria e identidad.

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Para quienes trabajamos en el norte de Chile, debemos considerar que


existen factores adicionales que se suman a los procesos de formación identitaria.
Los cuales son la organización de comunidades indígenas mediante la Ley 19.253
de Pueblos Indígenas, y la génesis de sentimientos étnicos (Gunderman 2000).
Una de las maneras para que la arqueología y las comunidades trabajen en
conjunto es mediante la creación de museos locales (Ayala et al. 2003) y la puesta
en valor de yacimientos. En este último caso, las experiencias en Chile sólo se
limitan al área atacameña (Bravo 2003), donde las comunidades indígenas desean
disputar acceso al mercado turístico de San Pedro de Atacama (Región de
Antofagasta). Anteriores experiencias de puesta en valor de yacimientos
arqueológicos, sin conexión alguna con la comunidad, no tuvieron un programa de
manejo a largo plazo, quedando las iniciativas sujetas a la buena voluntad de
autoridades y organismos públicos (Barón 1986; Chacama et al. 1992).
Dentro de ese contexto social, se invitó a la Municipalidad de Camarones a
concursar al Fondo del Arte y la Cultura (FONDART), del Ministerio de Educación,
para iniciar una actividad de puesta en valor integral, que conllevara investigación
científica, museografía y manejo sustentable de un yacimiento de arte rupestre. El
presente artículo resume nuestra experiencia, mostrándose como la parte inicial de
un proceso de largo aliento en donde la comunidad local va identificando el
recurso arqueológico como parte de su patrimonio cultural, y por otro lado, los
especialistas del pasado intentan deshacerse de una larga tradición de manejo
monopolizado de dicho recurso.

La Arqueología en Sociedad
Aunque desde un inicio la arqueología basó buena parte de su desempeño
en el rol que podía jugar su conocimiento en la sociedad, ya sea sustentando
nacionalismos o colonialismos (Trigger 1992), es sólo recientemente que se han
propuesto planteamientos teóricos y epistemológicos concretos.

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En general, la práctica arqueológica tradicional al enfatizar el método y la


teoría científica, olvida constantemente el diálogo con los distintos estamentos de
la sociedad. Según Tilley (1998) esta arqueología es en gran medida la
responsable del permanentemente distanciamiento de la comunidad con su pasado
remoto. Sin embargo, dentro de dicha práctica tradicional hay ciertos contactos
con el mundo exterior fuera de la burbuja científica. Por ejemplo, buena parte de
la denominada “educación patrimonial” sirve para señalar la línea divisoria entre
una manera legal de entender el pasado y el saqueo y el vandalismo. En el mismo
tenor, la “administración de recursos culturales” suele ser una forma de legitimar a
una serie de especialistas encargados de gestionar un conjunto de recursos no
renovables dentro de un esquema capitalista de oferta y demanda.
Por otro lado, la arqueología aplicada, tal como la antropología del
desarrollo, se planteó utilizar el conocimiento adquirido mediante la aplicación del
método científico, en beneficio de las comunidades locales. En los Andes tales
trabajos fueron desarrollados principalmente en los camellones agrícolas del
Titicaca (Erickson 1998) y los andenes del Cuzco (Kendall 1994) y Puno (Mujica
1997). Sin negar que todas estas experiencias se hayan transformado con el paso
del tiempo, podemos señalar que se iniciaron desde un punto de vista asimétrico,
donde la ciencia occidental ayudaría a las comunidades a “redescubrir” sus
tecnologías y organizaciones sociales pasadas. Desde este punto de vista es el
modo de conocimiento occidental el que daría forma a su historia, y sobre todo la
interpretaría, señalando los aspectos que es necesario revalorar y ocultando otros
que no integrarían su memoria (Tilley 1998).
Con la llegada de las corrientes postmodernas en las ciencias sociales, la
perspectiva de la arqueología aplicada estaría siendo cuestionada, porque pese a
las buenas intenciones nunca se salió del esquema colonialista, es decir, nunca
cuestionó la aparente superioridad del conocimiento occidental. Los postmodernos
relativizaron el valor del conocimiento científico y plantearon que su actual estatus
sólo se debía a la circunstancia histórica de supremacía del capitalismo en el

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mundo. Se planteo, entonces, una arqueología postcolonial que sea conciente de


tales circunstancias y que valore las otras perspectivas culturales para producir
conocimiento y formular memorias particulares (Preucel y Hodder 1996).
Una de las formas de elaborar esta arqueología postcolonial es a través de
una serie de estrategias que han sido denominadas arqueología pública. Para
Green y colaboradores (2003) la arqueología pública no sólo comprende objetivos
y actividades adicionales a la investigación, sino que significa un enfoque
radicalmente distinto a la práctica tradicional generándose a partir de preguntas de
investigación que son igual de beneficiosas para la comunidad local y para la
comunidad científica. Asimismo, la producción del conocimiento incorpora
elementos y métodos de la sabiduría local.
Los párrafos precedentes dan cuenta del reciente recorrido de nuestra
disciplina para dejar de lado la inocencia y tomar plena conciencia del contenido
político de nuestras prácticas (Uribe y Adán 2001). En nuestro caso, hemos
logrado una visión similar, no sólo inspeccionando la historia de la disciplina, sino
sobre todo a través de nuestra propia experiencia con la comunidad del valle de
Codpa. Este proceso ha dejado al descubierto las falencias de una formación
especializada tradicional y los supuestos epistemológicos que limitaron nuestro
esfuerzo por entender la situación, la perspectiva y los intereses locales.
A continuación se expone la contextualización sociocultural del valle y las etapas
más relevantes de nuestro proyecto. Finalmente discutimos nuestro planeamiento
inicial a la luz de los resultados y las perspectivas teóricas resumidas.

Espacio Geográfico y Humano


El yacimiento de Ofragía se ubica en el valle de Codpa, como se le
denomina al sector medio de la cuenca del río Vítor, la tercera cuenca más
septentrional de la Región de Tarapacá (Figura 1). El valle de Codpa se caracteriza
por un estrecho y escarpado cajón regado por un curso más o menos permanente
de agua, que ofrece la mayor fertilidad de la hoya. Sólo en años muy lluviosos este

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curso de agua alcanza a escurrir hacia los sectores más bajos de Chaca y Caleta
Vítor, como ha ocurrido en los últimos años. El clima es seco casi todo el año, pero
en verano alcanzan algunas precipitaciones desde el altiplano.
Lo anterior genera un microclima que favorece una rica producción agrícola,
orientado en mayor medida a frutales, y en menor medida hortalizas. Los frutos
más importantes son principalmente exógenos, tales como uvas, naranja,
membrillos, duraznos e higos. En tanto que frutos nativos de América son la palta,
el mango y la guayaba.
Según el Censo de 1992 el valle de Codpa concentra un poco más de 200
personas principalmente en los pueblos de Codpa, Guañacagua y Chitita. Estos
núcleos de población están rodeados por diversas estancias o campamentos
unifamiliares de producción agrícola. La población mantiene un sistema de doble
residencia generalizado. De esta forma un alto número de integrantes de la familia
pasan una importante parte del año viviendo en la ciudad de Arica y la otra parte
en el valle (González 1990). Esta realidad, que puede provenir de tiempos
prehispánicos, en la actualidad es producto de la falta de diversos servicios
públicos a disposición de la comunidad en el valle, que si bien han aumentado
enormemente en la década de 1990, no han sido suficientes para contrarrestar la
atracción de las ciudades.

Desarrollo Histórico
Recientes hallazgos arqueológicos en el valle de Codpa (p.e. Guatanave,
Amazaca) han permitido sostener que la vida agrícola se iniciaría hacia comienzos
de nuestra era, profundizando su antigüedad más allá del Período Intermedio
Tardío (1.000 a 1.400 d.C.), como se proponía en los primeros trabajos
arqueológicos en la zona (Muñoz et al. 1987).
Sin embargo, es durante el Período Intermedio Tardío donde se observa una
ocupación más intensiva, con presencia de densos poblados en los sectores altos
del valle, que dan cuenta de una dinámica interacción de poblaciones locales,

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costeras y altiplánicas basada en una agricultura de terrazas y ganadería de


camélidos (Muñoz et al. 1987).
Es muy probable que a lo largo del curso medio del valle de Codpa
poblaciones contemporáneas a las del curso alto se hayan distribuido de manera
similar al actual patrón disperso de estancias. Junto a éstos asentamientos existieron
poblados más complejos encumbrados en los cerros de Palca, Chitita y Guañacagua
(Ajata 2004), y seguramente en sectores extensos y bajos como en los actuales
emplazamientos de Codpa y Guañacagua.
Hacia el final de la época prehispánica se hace notoria la presencia de
influencias Inka (1.400 a 1.500 d. C.). En el extenso asentamiento de Incauta se
instaló un centro administrativo para que poblaciones altiplánicas, como
representantes del Estado Inka, distribuyeran los recursos locales dentro y fuera del
valle (Muñoz et al. 1987). Tierras abajo, en el límite occidental del curso medio, en el
sector de Cachicoca se estableció una importante colonia altiplánica con arquitectura
y bienes atípicos para la zona (Muñoz et al. 1987).
La llegada española al valle de Codpa no fue distinta al resto de los Andes en
cuanto a sus resultados finales. De este modo la sociedad nativa fue rápidamente
desestructurada en los ámbitos ideológicos, sociales y políticos. La riqueza agrícola
en estos parajes desérticos llamó la atención rápidamente del conquistador. De este
modo se observó un rápido decaimiento agrícola del curso alto y una transformación
de los cultivos en el curso medio.
Las diferencias con el proceso de conquista de la precordillera de Arica
sirvieron para crear una “leyenda blanca”, donde los actuales habitantes del valle
serían herederos directos de colonos del viejo mundo. Visión que contrasta
rápidamente con los datos históricos, ya que hasta finales del s. XVIII la presencia
hispana en el valle no superó el 5 % (Hidalgo y Durston 1998).
Un episodio reciente y dramático fue la incorporación del Norte Grande al
Estado chileno. Al igual que muchos valles, la comunidad local fue dividida entre
miembros que se quedaron al norte de la Línea de la Concordia y los que

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permanecieron en el sur. Los efectos coercitivos de este episodio aplicados por los
organismos de la chilenización (instituciones políticas y de orden) permanecen y aún
no decantan completamente. Se consiguió destruir una identidad tradicional
articulada regional y localmente para imponer una nueva identidad chilena.
En la actualidad una serie de prácticas tradicionales cotidianas y religiosas
que adscriben al valle de Codpa al mundo andino. Sostenemos que sin necesidad
de un cambio poblacional, la población indígena del valle fue receptiva a formas
económicas y organizativas occidentales que les sirvieron para insertarse de mejor
forma en el mundo moderno y capitalista que se estaba formando.

Petroglifos de Ofragía
El área arqueológica de Ofragía se ubica a 7 km aguas abajo del pueblo de
Codpa (Figura 2). Hacia el oeste de este sector el valle se encajona y terminan los
caminos vehiculares, continuando senderos que llegan al último sector agrícola del
valle de Codpa: Cachicoca.
En el área se han reconocido 2 yacimientos (Cabezas et al. 1984). Se
reconoce como Ofragía 2 (OFA2) al conjunto de petroglifos ubicados en la ladera
norte del valle. En OFA2 predominan los motivos geométricos compuestos. Pero en
el sector oeste del conjunto estos motivos forman composiciones complejas, en
tanto que hacia el este, los motivos geométricos se presentan en forma aislada y
en paneles de menor tamaño. Además, en el sector este se registra mayor
frecuencia de figuras naturalistas.
Ofragía 1 (OFA 1), en cambio, se ubica en la ladera sur, junto al camino
vehicular. Se compone de 57 unidades dispuestas principalmente en bloques
aislados de diferentes tamaños que se han desprendido desde las partes altas de
la ladera. Los grabados se disponen en los bloques de mayor tamaño, y también
en aquellos pequeños dispuestos cerca de los grandes. Esta área de la ladera con
bloques disgregados está limitada por dos pequeñas quebradas.

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Tanto OFA 1 y OFA 2 poseen muy pocos materiales arqueológicos dispersos


en superficie, que corresponden principalmente a fragmentos de cerámica sin
decoración. Se pueden observar además algunos débiles estratos de depósito de
basuras orgánicas que corresponden a breves eventos de refugio junto a los
bloques.
En OFA 1 se completó un trabajo de registro anterior efectuado en la
década de 1980, mediante fichas, dibujo y fotografía digital (Figura 3 y 4). En las
57 unidades, se contabilizaron 82 paneles y 1.028 motivos, donde el más frecuente
corresponde a camélidos de tamaño mediano a pequeño (Tabla 1).

Tabla 1: Resumen de motivos de petroglifos en Ofragía 1


Motivos Total % Total
Antropomorfo 170 16.5%
Camélido grande 64 6.2%
Camélido pequeño y mediano 686 66.7%
Otro Cuadrúpedo 9 0.9%
Ornitomorfo 13 1.3%
Otro zoomorfo 22 2.1%
Indeterminado 23 2.2%
Geométrico 41 4.0%
TOTAL 1028 100.0%

Otro aspecto que se constató con el registro fue el grave deterioro que el
yacimiento ha sufrido desde 1983 hasta el presente. Diversos atentados realizados
por visitas irresponsables, proselitistas políticos e incluso ejecutores de obras
civiles, han pintado y grabado sobre diversos paneles (Figura 5). Lo más grave es
que la gran mayoría correspondería a graffiti hechos por menores, familiares o
amigos de la comunidad. Estos jóvenes arriban al valle con ocasión de ciertas
festividades o simplemente por vacaciones.

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Diseño Museográfico
Una vez completado el registro de las evidencias rupestres y demás restos
culturales se procedió a la elaboración de un Plan de Manejo general del
yacimiento (Romero et al. 2003). Aunque el financiamiento sólo contemplaba
ciertas tareas de infraestructura se pensó que era indispensable formular un
diseño general, que sirviera de base para esta puesta en valor y en forma modular
a nuevas iniciativas estatales o comunales. Además, este documentó sirvió de
solicitud ante el Consejo de Monumentos Nacionales 6 para intervenir en el
yacimiento.
Debemos señalar que este Plan de Manejo no fue participativo, es decir, no
hicimos participes de nuestras propuestas a la comunidad para que las conocieran
y se discutieran. Fue un documento elaborado técnicamente que no sale del
ámbito especializado de la conservación y utilización desde la perspectiva
occidental.
En específico, para esta etapa del proyecto, se solicitó autorización para la
limpieza del sitio, estabilización de senderos, creación de estaciones interpretativas
e instalación de señalética. Se requirió la limpieza del yacimiento, no por la
existencia de basuras orgánicas, sino por una gran cantidad de fragmentos rocosos
sueltos a lo largo de la pendiente que conforma el sitio arqueológico. Esta
presencia de bloques es algo frecuente en todas las laderas del valle, producto de
la erosión y movimientos sísmicos producidos por milenios. Con una recolección
manual de estos bloques fue posible obtener una superficie más limpia, donde se
pudieron destacar mejor los bloques con grabados, y además facilitar los
siguientes trabajos de estabilización de senderos.

6
La Ley 17.288 de 1970 del estado chileno crea el Consejo de Monumentos Nacionales, organismo
técnico, único organismo que administra, cuida y declara el patrimonio de la nación. A partir de
esta Ley el patrimonio arqueológico pasa a ser Monumento Nacional en su totalidad, sin necesidad
de ser declarado, como ocurre con los monumentos históricos, naturales y típicos.

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El sistema de senderos fue seleccionado a partir de senderos previos,


privilegiando aquellos que permitieran mayor visibilidad de los paneles sin tener
acceso directo a los bloques. Los senderos fueron estabilizados en forma de
empedrados utilizando la misma piedra del lugar, una piedra blanda sillar de color
blanco.
Se diseñaron 4 estaciones para facilitar la interpretación del yacimiento,
delimitados por pequeños muros pircados y señalética. La señalética contempló
información y recomendaciones. Además, el diseño museográfico consideró
acciones, que en el futuro, con nuevos financiamientos podrían concretarse, tales
como, estacionamiento de vehículos, cerco perimetral y limpieza de bloques
rayados sin petroglifos.

Taller Cultural
El sitio arqueológico se ubica en un lugar relativamente distante de los
principales centros urbanos de Arica e Iquique, por lo que, sólo excepcionalmente,
especialistas, investigadores y guías de turismo profesionales acompañarán a
turistas. Estas visitas guiadas siempre se realizarían desde una perspectiva del
conocimiento estático, sirviendo a las demandas del turista.
Sin embargo, la cercanía al pueblo de Codpa hace conveniente contar con
apoyo permanente de personal local preparado para cuidar y dirigir las visitas en el
sitio. No sólo es interesante para la comunidad por un asunto de recursos
económicos, sino porque es la posibilidad de expresar y difundir una interpretación
del yacimiento arqueológico, que proviene desde la memoria local y puede ser
opuesta o complementaria a la visión de la ciencia.
Se realizó un taller cultural donde se produjo el primero de una serie de
“encuentros de conocimientos” entre investigadores del patrimonio cultural y la
comunidad general, logrando crear una instancia de reflexión sobre el respeto y
cuidado del amplio patrimonio cultural presente en estas localidades. De este
modo, en el taller cultural se presentaron herramientas básicas sobre el

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conocimiento, cuidado e interpretación del yacimiento, dentro de un contexto más


amplio de conceptualización de patrimonio, legislación de patrimonio, patrimonio
arqueológico e interpretación cultural.
Se convocó a toda la comunidad, lográndose la asistencia de 20 adultos y
unos 40 alumnos de la Escuela Internado. El taller se desarrolló con clases
expositivas, con la ayuda de un aparato multimedia, y posteriormente se realizó
una visita al yacimiento para hacer un ejercicio de interpretación cultural.
Originalmente el proyecto buscaba organizar y asesorar a la comunidad en
el cuidado y manejo del yacimiento arqueológico. La escasa relación que tenía la
comunidad con su patrimonio y con las formas de protegerlo y utilizarlo como
recurso sustentable, impidieron llegar hasta ese nivel de compromiso. Sin
embargo, este primer proyecto sirvió para disponer de una base de conceptos e
inquietudes al interior de la comunidad local.

Resultados
Con la puesta en valor y la realización de talleres culturales, el proyecto
buscó valorizar de manera completa la identidad cultural de la comunidad, no sólo
desde su base prehispánica, sino sobretodo a partir de la gran continuidad cultural
en su entorno desértico. Nuestro supuesto básico era que las expresiones de arte
rupestre entregan mensajes fácilmente interpretables para todo el público y que
llama la atención no sólo en términos históricos sino también estéticos. Por tanto,
el arte rupestre constituye un buen punto de partida para establecer relaciones
con nuestro pasado, valorando y protegiendo el patrimonio cultural en su totalidad.
Otro objetivo de este proyecto era aportar desde la investigación y la ciencia
tradicional al desarrollo planificado de las sociedades rurales. En este caso, no nos
alejábamos mucho de la denominada arqueología aplicada, recalcando que el
recurso turístico debía ser protegido, pero también interpretado responsablemente.
En todas esas etapas el apoyo y la asesoría de especialistas pensábamos que eran
indispensables, formulados a través de un Plan de Manejo (Romero et al. 2003).

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Esta actitud ciertamente podría servir a la protección circunstancial del recurso


arqueológico, pero nos alejaba de la comunidad y su manera de conformar su
memoria, estableciendo una clara línea entre conocimiento occidental y los otros
conocimientos.
Sin embargo, al trabajar en el registro del yacimiento nos dimos cuenta que
existía una urgencia de educar y valorar el sitio de manera efectiva. En menos de
20 años el yacimiento había sido alterado irremediablemente, mediante grabados y
pinturas. Todo esto por la acción de diversos agentes, principalmente locales, que
en última instancia no consideraban tales representaciones rupestres como parte
de su patrimonio. La situación frente a un contexto de globalización mundial se
vuelve particularmente compleja en las comunidades tradicionales. Aunque una
buena parte de ellas están valorando su patrimonio cultural frente a la demanda
creciente del denominado Turismo Cultural (Nielsen et al. 2003), otro importante
sector, como los jóvenes, se ven enfrentados a la carencia de referentes reales
para conformar una particular memoria e identidad.
El trabajo realizado en el valle de Codpa, de talleres culturales y puesta en
valor, ejemplifica como la educación del patrimonio y el encuentro de distintas
visiones son un primer paso frente al complejo contexto cultural globalizante que
se esta desarrollando. Como investigadores de las ciencias sociales lo que
podemos ofrecer son trabajos integrales de estudio, educación y encuentro,
presentados como herramientas para proteger, valorar y ofrecer desarrollo en los
diversos ámbitos y escalas sociales.

Conclusiones: Memoria y Patrimonio Cultural en Codpa


El trabajo de valoración en Ofragía se planteó inicialmente, casi
inocentemente, como un trabajo de arqueología aplicada. Nuestras expectativas
fueron sobredimensionadas, especialmente por la suposición que la organización
social actual de la comunidad trascendía históricamente y poseía una memoria
plenamente establecida. Pero el particular contexto social e histórico de la

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comunidad nos señaló que era necesario trabajar previamente con ellos en la
consolidación de una identidad cultural, hoy en día, desdibujada.
Tampoco podemos señalar que en la comunidad local existe una completa
desidia de aspectos identitarios, sino más bien, un desapego notorio hacia ciertos
componentes relevantes de su patrimonio cultural, tales como yacimientos
arqueológicos, prácticas tecnológicas tradicionales e incluso eventos de la historia
reciente. Tal situación responde a los dramáticos procesos históricos relacionados
principalmente con el cambio de jurisdicción política desde el dominio peruano al
chileno, donde las poblaciones fueron despojadas de las articulaciones con la
comunidad y su historia, necesarias para conformar una identidad.
Cualquier intento por cambiar tales aspectos de la memoria pasa por
comprender estos eventos recientes, alejados de los temas que usualmente los
arqueólogos enfocamos en nuestras investigaciones. Este proyecto se nos presentó
como una oportunidad para enfrentar estos problemas culturales desde una
perspectiva diferente, no intentando construir una memoria desde una visión
paternalista, sino que motivando a la comunidad a participar activamente en los
procesos de educación, valoración y fortalecimiento de identidad.
Sin embargo, diferente de lo que suponíamos al comienzo de la puesta en
valor, esta experiencia constituye sólo un primer acercamiento entre los distintos
agentes y el patrimonio cultural, siendo necesaria la implementación de nuevas y
sucesivas estrategias para complementar las actividades de valoración iniciadas
(Ajata y Briones 2004). Cualquier proceso que implique el fortalecimiento de
identidades requiere de trabajos sucesivos, constantes y de largo plazo, que
permita el desarrollo de la educación y difusión de diferentes estamentos de la
comunidad y distintas actividades enfocadas a los diferentes grupos sociales
internos.
Al compartir nuestra visión y experiencia sobre patrimonio con la
comunidad, que también posee su propia memoria, permitió una primera conexión
de conocimientos. Si bien, en el mejor de los casos, las propuestas sobre

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valoración del patrimonio cultural deberían surgir en estas instancias de diálogo y


enfrentamiento de ideas, no debemos descuidar a otro tipo de agentes, como las
instituciones vinculadas con el tema patrimonial, especialmente los municipios
locales (Gordillo 2001).
A estas alturas en un país con políticas culturales renovadas el reto no es
elaborar proyectos que en el papel sean adecuados a las comunidades o gestionar
recursos dentro de las sensibilidades entrecruzadas del desarrollo, el etno-turismo
y el patrimonio. El verdadero desafío es lograr de forma efectiva reunir y
confrontar en un plano de equivalencia prácticas y visiones opuestas, generadas
desde la comunidad local y la comunidad de especialistas. En el caso expuesto,
aún estamos lejos de lograrlo.

Agradecimientos: Se agradece a la comunidad del valle de Codpa, por haber


participado en ciertas etapas del proyecto y lograr la reorientación de nuestros
planteamientos iniciales. Al FONDART, que mediante el proyecto 2002 Nº 168341,
a cargo de la Municipalidad de Camarones, financió completamente el proyecto.
Las labores de puesta en valor estuvieron a cargo de Javier Albarracín. El señor
Álvaro Vásquez, del municipio, activó los aspectos financieros y logísticos del
proyecto. Nuestro nexo con el Internado de Codpa fue el profesor Fernando
Fernández. En el marco del proyecto FONDECYT 1020491 se ha desarrollado la
reflexión teórica y metodológica acerca la arqueología pública y arte rupestre.

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Figuras
Figura 1: Ubicación del valle de Codpa en las Provincias de Arica y Parinacota, Región de
Tarapacá.

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Boletín del Museo Gabriela Mistral N°6 (2004)

Figura 2: Vista general del valle de Codpa en el sector de Ofragía.

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A. Romero et al. / Arqueología pública y comunidades rurales...

Figura 3: Panel OFA1-01-02: en la parte superior grandes camélidos; en la parte inferior


grabados muy pequeños y erosionados de personajes enfrentándose con arcos.

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Boletín del Museo Gabriela Mistral N°6 (2004)

Figura 4: Detalle de panel OFA1-09-01: Destaca figura antropomorfa con un tocado


similar a un sombrero occidental, rodeado por camélidos.

Figura 5: Detalle de panel OFA1-39-01: A la izquierda un panel donde se observan


figuras de aves; a la derecha vista actual que muestra el mismo panel completamente
arruinado por rayados políticos.

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