INVESTIGACION Y ANALISIS

los mas vulnerables. Un matrimonio con su perro, al que alguien abrigó de rojo, en una vereda de Congreso, asistido por un voluntario de Red Solidaria, una Organzación No

Cómo vivieron los sin techo la

la ola polar en las calles de la capital

noche del día más frío en 10 años

PERFIL recorrió anoche las calles de la Ciudad de vivienda y duermen en las veredas. PERFIL también también los alimenta. Historias de argentinos que
Buenos Aires junto con voluntarios de la Red Soli- visitó los refugios de la Municipalidad de Buenos viven en la capital del país y son los más vulnerables
daria, que distribuyen frazadas, camperas, alimen- Aires, cuyo personal recoge gente sin techo en ve- en esta ola de “aire frío de origen polar”, como des-
tos y donaciones entre las personas que no tienen hículos públicos y los aloja en esos lugares, donde cribió el Servicio Meteorológico Nacional.

Daniel Guebel*
¿Tiene el ojo una función que
permite evitar los efectos de
una mirada? ¿Escapaz el ojo
de parpadear y quitar, como
una basurita de la conscien-
cia, aquello que salta a la vista?
Quizá tengan razón los que di-
cen que un fascista no es más
que un burgués asustado.
En un libro de entrevis-
tas impecable y monumen-
tal, Albert Speer, su lucha
con la verdad, la periodista
Gitta Sereny arrancó una
respuesta reveladora al arqui-
tecto favorito y ministro de ar-
mamentos de Hitler.
Preguntado por el punto en
que se quebró su conciencia
moral, el punto que le permitió
amar al Führer y entregarse a
su desenfreno criminal, Speer
recordó que a la mañana si-
guiente de la Kristallnacht,
aquella noche en que las SS
salieron a romper las vidrieras
de los comercios de los judíos
berlineses, él, Albert Speer, un
buen burgués ilustrado, él iba
camino a su trabajo y lo que
le molestó no fue la destruc-
ción y la barbarie implícita en
los atentados sino el efecto de
desorden que producían los
cristales desparramados en la
acera.
Los que viven en la calle son
los judíos de un mundo que
pocas veces nos libra de la
impresión de estar gobernado
por criterios bestiales. Gente
a la que otra gente quiere que
desaparezca de su vista.
Datos, números, personas.
En la Ciudad de Buenos Aires
hay censadas alrededor de
1.400 personas que no tienen
dónde vivir y rotan.
Permanecen en la calle o
buscan refugio –o son lleva-
dos– a los siete paradores pro-
pios o los diecisiete que fun-
cionan bajo convenio con el
Gobierno de la Ciudad, y que
tienen lugar para una pobla-
ción total de 1.700 personas.
Esos centros se abren a las
seis de latarde, se cierran a eso
de las ocho de la noche y se
vuelven a abrir a las seis de la
mañana, porque no se puede
permanecer en ellos durante
el día.
Pero desde que comenzó lo
que los asistentes sociales de-
nominan el “horario polar”; es
decir, cuando la temperatura
baja de los ocho grados, están
abiertos durante todo el día.
Muchas de las personas que
los ocupan durante la noche
tienen trabajos diurnos, pero
otros no.
No es extraño encontrarse
con algunos que han sufrido
accidentes y que ya no están
en condiciones de seguir den-
tro del circuito laboral.
En el parador Azucena Villa-
flor, situado en Piedras 1583,
sólo se recibe a mujeres solas
y a madres solteras.
Es una especie de enorme
mansión venida a menos, lle-
na de escaleras y habitaciones
pequeñas, que ahora tiene el
aspecto a la vez voluntarioso y
descuidado de un geriátrico.
Cada habitación tiene el
nombre de una famosa actriz
o cantante del pasado: Tita
Merello, Azucena Maizani, Li-
bertad Lamarque. No veo que
figure Mirtha Legrand.
El parador tiene lugar para
albergar a unas sesenta muje-
res, que reciben alimentación
preparada por nutricionistas y
que contempla las necesidades
 Perfil - Sábado 17 de julio de 2010
Gubernamental. Y hombres sin vivienda en un refugio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde anoche comieron y durmieron, en Parque de los Patricios.
hipercalóricas de una pobla-
ción que pasa la mayor parte
del tiempo en la calle. María
Laura Alonso y Rosario de
Bonis, coordinadoras del área
social, me transmiten informa-
ciones.
De la totalidad de los que vi-
ven en la calle, se alojen o no
en los paradores, el 80% son
hombres.
La mayoría ingresaron en
ese circuito al perder su fuen-
te de ingresos y no poder re-
incluirse en algún circuito la-
boral.
La miseria, la imposibilidad
de remontar, quiebra la lógica
de sus circuitos familiares, los
lleva a buscar oportunidades
cada vez más lejos del hogar,
hasta que simplemente ya no
pueden regresar.
Algunos mienten que han
encontrado trabajo en provin-
cias, y están parando allí. A
algunos los arrasa el alcoho-
lismo y las drogas.
El 20% de mujeres está cons-
tituido en su mayor parte por
personas solas, que soportan
mucho menos que los hom-
bres la inclemencia de vivir a
la intemperie, y que a los tres
o cuatro años de esa errancia
terminan convertidas en casos
psiquiátricos.
Incluso aquellas que sólo
piensan en conseguir un techo
propio y armar una familia.
Los paradores reciben a per-
sonas individuales que oscilan
entre los dieciocho y los sesen-
ta años.
Quienes pasan la escala, van
a hogares de tercera edad.
En los paradores que regen-
tea el Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires hay personal es-
pecializado, equipos interdis-
ciplinarios que intentan evitar
la cronicidad del circuito calle-
parador-calle, acompañando
a las personas a que realicen
sus trámites ciudadanos para
en accion. Manuel Lozano, en el centro y voluntarios de Red Solidaria, en el barrio de Congreso.
obtener documentos, base in-
dispensable para conseguir un
trabajo en el circuito legal.
Es algo difícil. Muchos en-
tre quienes están en la calle se
acostumbran a todo, se ubican
en una situación de dependen-
cia del Estado; sólo esperan
que esa providencia no deje
de funcionar.
Existe algo que se llama Plan
de Prevención y que articula al
SAME con Defensa Civil y el
Ministerio de Desarrollo de la
Ciudad.
En esa articulación, se reco-
rre la Ciudad buscando a los
que ya ni siquiera acuden a los
refugios: son aquellos que han
aceptado su situación precari-
zada, armaron su propia red
social, y no aceptan las limita-
ciones horarias y de hábitos de
cada refugio, porque duermen
y comen distinto, y se bañan
o no.
Han armado otro circuito,
están fuera de los hábitos so-
ciales colectivos.
En esos casos, el Plan de
el observador - 57
fotos: silvina von lapcevic
Prevención contempla inter-
venciones cuando las personas
que permanecen en la calle
sufren hipotermia o están en
estado confusional o no pue-
den acudir al refugio por sus
propios medios.
Sin embargo, como todos sa-
bemos, hay gente que muere
de frío en la calle.
El parador de Herminio
Massantonio 2970 en Parque
de los Patricios tiene lugar pa-
ra setenta varones. Es una es-
tructura también enorme, pero
con estilo de galpón.
El director del centro, Mi-
guel Berdulani, comenta que
en los últimos años ha crecido
la población matrimonial que
acude a esos refugios.
En el que él dirige sólo hay
varones, lo que desde luego
no excluye homosexuales ni
travestis.
Estos últimos, antes de que
se decida su destino, pasan
por una evaluación psicológi-
ca, para ver si arriban a uno de
hombres o mujeres.
¿Qué dirá Bergoglio de ese
discernimiento? ¿Habrá en la
Iglesia algún debate sobre la
opción?
Ya es de noche y es la noche
más fría del año cuando reco-
rro Plaza Congreso. 
Desparramados en los ban-
Sigue en pág. 58
t
58 - el observador Sábado 17 de julio de 2010 - Perfil

luis micou

t Viene de pág. 57 ro no de la rama de los millo-

narios.
cos y sobre los escalones de La gente de la red recorre la
símil mármol de los bancos y noche y da comida y los acom-
los ministerios, los que no tie- paña a hacer los trámites para
nen techo ni comida. Ya pasó sacar el DNI porque con el DNI
la ronda de combis del gobier- no se tiene solo una identidad:
no de la ciudad y se llevó a se tiene el derecho a ingresar a
quienes pudo a losparadores un parador nocturno y a sacar
nocturnos. ¿Por qué estos no una asignación por hijo y a re-
fueron? No sé, no puedo pre- gresar al mercado del trabajo.
guntar. ¿Qué decir? ¿“Estoy en La estructura del Estado na-
nota y quisiera saber por qué cional parece confundir la pro-
no eligió techo…”? tección social con la condición
La gente de la Red Solidaria de votante.
liderada por Juan Carr se des- En una novela de un escritor
parrama por la zona. argentino se contaba un episo-
Son una multitud de volun- dio extraído de Últimos días de
tarios que entregan frazadas, Emmanuel Kant, de Thomas
camperas, sopa caliente, do- de Quincey.
naciones. Cuando fui a buscar el episo-
Han tramado, ellos sí tienen dio en el libro citado, la cita no
derecho al habla, al cruce de estaba. Decía la novela que en
palabras. “Si vos te les acercás, sus últimos días, este filósofo
tal vez te contesten agresiva- alemán, sentado en su sillón y
mente. Están acostumbrados ya sin fuerzas, recibió la visita

El pibe se despierta,
sonríe, recibe
un paquetito de
marmoladas de
chocolate. “Qué
bueno”, dice y come.
El perro raza perro se
endereza también y
huele. Esta cubierto
por una funda roja
a ser maltratados, por eso re-
accionan así. El otro día una
compañera nuestra vio como
un policía pateaba a uno de
ellos, a una mujer embaraza-
da, y le partió la pierna”, me
dice Manuel Lozano, director
de la red.
Lozano es alto, atildado, tie-
ne los dreadlocks que difundió
Bob Marley para beneficio de
peluqueros perezosos.
Se acerca a una pareja que
duerme en una esquina, tapa-
dos por decenas de trapos y
restos de razadas. ¿Cómo, por
qué? No.
Tal vez haya una dimensión
de responsabilidad en el des-
tino personal, pero formulada
en la via. Un grupo sin techo ayer en la avenida 9 de Julio. Fue el día más frío en diez años.
como pregunta periodística
por un tipo bien abrigado se
convierte en una acusación.
El pibe se despierta, sonríe,
recibe un paquetito de mar-
molados de chocolate. “Qué
bueno”, dice y come.
El perro raza perro se ende-
reza también y huele.
Está cubierto por una espe-
cie de funda de duvé o algo
así, parecida, en su escala, a
aquellas con la que las viejas
locas de clase alta abrigan a
sus perros lanudos concheros
de peluquería para protegerlos
del frío que no sienten.
“Me desperté y vi que el pe-
rro estaba envuelto en esto”,
dice el pibe.
La fotógrafa toma imáge-
nes del perro enfundado y el
perro descubre los dientes y
avanza hacia ella ladrando. La
fotógrafa retrocede y la mujer
acostada le dice al marido:
“¿Ves? ¿Para qué dejás que le
saquen fotos?”.
Pasamos al lado de otros que
también reciben y agradecen.
Están tomando mate al des-
campado mientras TN asegura
que nieva en Mar del Plata y en
ocho provincias del norte.
Ellos dicen que no tienen
ningún problema en pasar la
noche al aire libre, tomando
mate.
Una mujer se acerca. La gen-
te de la Red le da una frazada
polar, nueva, le dicen que no
pudieron traerle la campera
todavía.
Ella dice, en una jerga rara,
que siempre está en el ombú
–¿adentro, entre las raíces, so-
bre las ramas como un pájaro
alucinado?–, que pasan y no la
ven, que la busquen en el om-
bú, que pasan y no la ven, que
la busquen en el ombú, que
pasan y no la ven, por qué no
la ven cuando pasan, si ella,
cuando pasan, los ve.
La fotógrafa le apoya la ma-
no en el brazo para sacarla de
la repetición y explicarle lo
que le están diciendo y ella se
sacude, se encrespa, dice que
no la toquen. La gente de la
red le explica las buenas in-
tenciones, fotógrafa y mujer
terminan abrazándose. Se me
acerca alguien al viejo estilo
“anarquista y atorrante”. Me
habla de Enrique III y Enrique
IV, de la independencia france-
sa, de curas.
Tiene la barba en punta, una
barba que parece arrastrarlo
y llevárselo en dirección de
otros hundimientos del pen-
samiento.
Lozano me cuenta que el
otro día hablaron con uno que
decía llamarse Rockefeller,
que insistía en llamarse Roc-
kefeller. Ellos, los de la red, se
rieron, amistosos, y el tipo se
irritó y sacó un DNI que decía
clarito: “Rockefeller”. Era, pe-
La fotógrafa le
apoya la mano en el
brazo para sacarla
de la repetición y
explicarle y ella se
sacude, se encrespa.
La gente le cuenta las
buenas intenciones,
y fotógrafa y mujer
terminan abrazándose
de su médico.
Kant intentó ponerse en pie
para saludarlo, pero no pudo
hacerlo. El médico, conmovi-
do, le pidió que por favor de-
sistiera del esfuerzo. Kant alzó
la mano y dijo: “El sentimiento
de pertenecer a la humanidad
aún no me ha abandonado”, e
hizo un nuevo intento.
No recuerdo el resultado,
pero algo de ese relato res-
plandece con una luz que no
entibia el frío de la noche pero
que ilumina algo cuando escu-
cho que alguien le dice a otro:
“Tomá que está recién hecho,
calentito”, y el otro sonríe y di-
ce: “Calentito”.  n
*Escritor y periodista

“Por ahora, aguantamos”

adrian stelhik

PEDRO YLARRI fierros y vidrios. “No hacemos núme-

Oscar tiene 30 años, una hija de diez
y un varón por nacer. Vive con su es-
posa debajo de una de las bajadas de
la Autopista 25 de Mayo y atiende a
PERFIL como quien recibe amigos
en casa. “Está de ocho meses, así que
nos aguantamos por ahora el frío pa-
ra irnos a un hotel en un mes, cuando
nazca, para eso tenemos algún billete
ahorrado”, explica, señalando la rús-
tica casilla en la que su mujer duerme
y se refugia del frío. Es cartonero, pero
esta tarde se ha quedado en casa para
cuidarla y ver si necesita algo.
La escena sucede a espaldas de la
iglesia de la Inmaculada Concepción,
la segunda levantada en Buenos Aires,
hace más de dos siglos, donde ahora
otros tres chicos conversan en la mesa,
a metros del lugar en el que en un par
de horas habrá otra decena de perso-
nas, todas dedicadas a juntar cartón,
ros, todos traen lo que pueden, junta-
mos 5 pesos cada uno y hacemos una o
dos ollas de puchero, o una parrillada
los fines de semana”, dice Oscar. No
tuvo suerte y sólo le alcanzaron un par
de frazadas por el frío, aunque asegura
que el cartón, que es lo que abunda,
abriga de maravillas.
En el otro extremo de la 9 de julio, cru-
zando por el puente peatonal, el que
atiende es “El Viejo”, quien reconoce
que el gobierno porteño ha traído su
kit de supervivencia e incluso le han
ofrecido a algunos de sus compañeros
un lugar para pasar la noche y salvarse
del frío. Sus amigos son cinco, entre
niños y adolescentes, y un hombre fla-
co de barba larga, pelo ondulado por
la mugre, que tapado hasta la pera con
cartones, sábanas y bolsas de arpille-
ra, fuma un cigarrillo sin tocarlo con
PRECARIEDAD. Sandra Baiza, sobreviviendo bajo la autopista en Constitución. la mano. n