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La literatura científica pone el acento en los adolescentes difíciles, con problemas, o con
dificultades. A tal punto que parecería como si los problemas de inadaptación social,
inestabilidad emocional, comportamientos violentos entre otras características fueran
una tendencia de la edad adolescente.
Aparecen diferentes enfoques acerca de los problemas de los adolescentes:
1) Unos consideran que en el marco de un desarrollo normal se insertan trastornos
graves (Erikson) es decir los síntomas como expresión de los compartimientos de un
psicología normal.
2) Otros interpretan los síntomas como manifestación patológica.
3) Para algunos la noción de síntoma es el resultado de un juicio de disonancia (criterio
social) y su aspecto psicológico se asocia a la relación entre el individuo y su entorno.
La consideración de un síntoma está determinada por el contexto social particular.
Al referirnos a los adolescentes con problemas no entendemos que todos los
adolescentes sean difíciles, o que esta sea una etapa en la que esos problemas sean
¨normales¨ o ¨típicos¨ sino que concebimos los mismos como señales de que el
adolescente está en dificultades y necesita ayuda, o dicho de otro modo, estas
manifestaciones no son condiciones necesaria, ni indispensables en el desarrollo. En
realidad, sólo entre el 20 y el 30 % de la población adolescente experimenta dificultades
graves.
En consecuencia, todo indica que hay conductas observables en la adolescencia que por
la frecuencia particular de aparición en esta edad y porque las necesidades del desarrollo
de los adolescentes no siempre son canalizadas adecuadamente en los espacios de
socialización (familia, escuela) ni se producen los cambios en los sistemas de actividad
(estudio, tiempo libre, tareas en las organizaciones, tiempo libre etc.) y ni de
comunicación (con los adultos y los padres) obstaculizando frenando la necesidad de
autonomía, independencia y generando inseguridad ante la nueva posición social que
ocupa el adolescente.