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Ser judío supone ser parte de una historia.

No sólo de un Historia con mayúscula, como


disciplina, sino de una simple historia con minúscula, como una narrativa; un cuento. Ser
judío supone haber escuchado esta historia, y sentirse parte de ella. El momento en que
dejamos de contarnos la historia, comenzamos a desandar el camino de lo judío; en una
generación o dos no estaremos incluidos en esa narrativa; será de otros: los judíos.
Podemos escuchar de muchas maneras. Podemos contar la historia de muchas maneras.
Entre el contador del cuento y el oyente surgirán aún más opciones de la misma historia.
Esto no es exclusivo de “lo judío”, pero sí es una herramienta que como judíos hemos
tomado y usado hasta el abuso: “dos judíos, tres opiniones”. Siempre alguno de nosotros
quiere contar historias, y siempre encuentra audiencia que la quiera escuchar. Hay historias
para todos los gustos.Hay historias para contar en la escuela. Hay historias para estudiantes.
Hay historias para quienes suben a las mitzvot. Hay historias para quienes acceden a la
jupá. Hay historias para dolientes. Hay historias para movimientos juveniles, e historias
para contar en la sinagoga; las primeras tratan de pioneros e ideales, las segundas de
rabinos y moralejas. Hay historias para la mesa: Shabat, Pesaj. Hay historias para los actos
de recordación.
Hay historias para contarles a los niños antes de dormir. Hay historias para dibujar. Hay
historias para jugarlas. Hay también un desafío: contar la historia de una manera diferente,
una vez más. También así preservamos nuestro ser judío.
Nuestras principales instituciones tienen su razón en ser portadoras de historias: hacer
tzedaká es contar la historia a los más necesitados; administrar cementerios, crear escuelas,
contratar rabinos, y organizar actos, son todas acciones que desembocan en contar historias.
Nada más fácil que pensar en las escuelas judías, no importa su perfil o ideología; nada más
fácil que pensar en los movimientos juveniles, cada cual portador de sus historias e
interpretaciones; nada más fácil que pensar en nuestras sinagogas, en nuestros rabinos, a
quienes acudimos a escuchar historias, y con ellas, reflexión, compasión, e incluso
instrucción. Nos contamos historias cuando nos reunimos socialmente en una casa, un café,
o una fiesta.

Somos el pueblo del libro. Somos palabra. Somos diálogo. Somos discusión. Somos
argumentación. Somos, sobre toda otra razón, porque decimos. Nuestro carácter nómade,
desde aquél momento fundacional de “lej lejá” (Génesis 12, 1), esta signado por la palabra.
El acto de la creación, tal como lo entiende nuestro libro, es mediante la palabra. Mediante
la palabra construimos proyectos: cuando contamos nuestros sueños, convencemos al otro
de sumarse y ser parte; parte de nuestra historia común. En nuestra mitología, Dios dialoga
con nosotros; no es parte de nosotros, pero podemos dialogar con él; aún hoy podemos,
dondequiera que uno lo ubique. Cuando nuestro patriarca Abraham emprendió su camino
hacia la Tierra Prometida, llevó consigo a su familia, sus bienes,  y una promesa. La
promesa es palabra. Aún hoy, los judíos hemos emprendido caminos inciertos con nuestras
familias, nuestros bienes (cuando hemos podido), y la promesa, la palabra. Esta última es lo
que queda, aún cuando todo el resto desaparece por las fatalidades de la Historia.
tumeser.com  es un intento más de contar la historia, y sobre todo, pensarla. Si hay historias
para todos los gustos, desde este lugar inubicable que es la red queremos animarnos a un
poco más. Si hay historias de abuelas en torno al guefilte-fish, historias de heroísmo en
torno a la shoá, historias de sabiduría desde un púlpito, nuestra intención aquí es reunir
historias que desafíen y re-signifiquen las historias.
Es más que conocida la anécdota  del gentil que quiere ser judío y le pregunta a los dos
grandes rabinos de la época, Shamai e HIllel, acerca de “ser” judío en una sola frase,
“mientras estas parado en una sola pierna”. Shamai se niega a asumir el desafío, porque
entiende que la Torá no puede resumirse de esa manera. Hillel dice: “amarás a tu prójimo
como a ti mismo”, “el resto es comentario, ve y estudia”. Lo que nos llega a través de los
siglos no es la no-palabra de Shamai, sino la palabra de Hillel. En Hillel, dos conceptos:
“ser” judío es una cuestión moral, “ser” judío es comentario.

Este sitio en la red se llama tumeser por varios motivos: el más banal es una cuestión de
registros. A otro nivel, tiene que ver contigo, lector; conmigo, lector; con él, lector. Es un
sitio para aprehender. La idea original, sin embargo, surge de la raíz hebrea MSR (Mem-
Samaj-Resh), de la cual surgen varias palabritas fundamentales y fundacionales. Elegimos
tres:
•    Musar, que es ética.
•    Meser, que es mensaje.
•    Masoret, que es tradición.
Las razones para estas tres palabras podrían pensarse como obvias. ¿Lo son? ¿Estamos
moralmente a la altura de las circunstancias de nuestro tiempo y lugar en la Historia y el
mundo? ¿Desarrollamos acaso todo el potencial del mensaje, de lo “entregable”, lo que
podemos dar? Nuestra tradición, que lava tanta ignorancia, ¿está vigente? ¿Sabemos acaso
cómo actualizarla? Claramente, la respuesta desde tumeser.com es que no. Por suerte hay
muchos quienes se ocupan de estas preguntas. Hay muchos que hacen una búsqueda
permanente para encontrar respuestas actuales a las realidades de hoy, nutriéndose desde
las fuentes, la filosofía, el midrash, y los simples y contundentes hechos de la Historia. A
algunos de ellos los hemos invitado a sumarse a este sitio. Otros se sumarán más adelante.
Algunos son pensadores reconocidos; otros somos pensadores cotidianos y anónimos.
Todos tenemos algo que decir.
Si el mundo judío está lleno de dogma y fanatismo, también florecen espíritus inquietos y
cuestionadores. Hombres de fe y mitzvot que quieren ir un paso más allá del precepto en sí.
Si la forma y el cómo esta tan claro, el desafío es que ese precepto se convierta en algo
actual. Es volver a leerlo, entenderlo, tomarlo o dejarlo, porque el mundo avanza, y
querámoslo o no, nosotros avanzamos con él. Podemos ser una isla en el mundo, una “luz
para los gentiles” que sólo nosotros percibimos; o podemos iluminarnos con una luz
renovada, a nosotros mismos, para luego arrojar más y más nueva luz sobre el mundo que
nos rodea.

El desafío es hacer nuestros musar, meser, y masoret; ética, palabra, y tradición. El sitio
está abierto para todo aquel que no crea que haya una última, absoluta palabra final. El sitio
está abierto para el midrash, la reflexión, la provocación, la introspección, desde un
auténtico lugar de búsqueda. Bienvenidos.

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