Está en la página 1de 2

UN GORDITO EN MI CABEZA

Es la burla del barrio, la mofa de un pueblo, el payaso del circo, pero aseguro, es

un amigo perfecto, de esos que te dan risa y a la vez ternura, mi amigo el OBESO,

el gordito de la cuadra, mi parcero del alma, se llama Joseph… el gordito Joseph.

En uno de sus fantásticos viajes, que hace normalmente, dentro de su

descomunal mente, se encontraba escuchando, una pequeña, pero muy deleitable

OBERTURA, si no estoy mal, creo que era de Mozart, la verdad no sé bien, lo que

si se, es que la utilizaba para calmar sus insaciables y permanentes nervios, que

por cierto le causaban mal y dolor, dolores del alma, de esos que te hacen morir,

sin poder hacerlo. Su imaginación impredecible, lo poso dentro de pastos verdes,

rodeado de aves exóticas y manantiales puros y cristalinos, en un hermoso y

alucinante OASIS. En el centro de aquel mágico lugar, se encontraba empotrado

un gigante y viejo OBELISCO, la verdad era extraño, y a su lado un OBISPO, cuya

misión u OBJETO, era OBEDECER y responder a las preguntas de Joseph, se

llamaba Alberto, un anciano de canas blancas como la plata, con ojos

adormilados, y según me conto mi amigo Joseph, muy sabio.

Joseph le dijo tranquila y pausadamente: “amigo Alberto, dígame usted, pues yo

no sé la verdad” y mirando pensativo al cielo, continuo diciendo: “más bien

respóndeme ¿Cuál es el OBJETIVO de la humanidad? Porque todos parecen

estar perdidos y son como zombies en un pantano oscuro, y yo no quiero ser uno

de ellos.”

Oscar David Rojas Aguilar – Santa Marta, Colombia


Todos los derechos de autor reservados.
El sabio OBISPO Alberto, miro a mí querido OBESO, y con una sonrisa humilde y

carismática le contesto: “pequeño sagaz, pues veras, primero quisiera OBJETAR,

contra todo eso disque del amar, que ha tomado un rumbo OBLICUO y apartado

de Dios, se ha dividido como el mar y el cielo” entonces, tomándolo del hombro,

de manera especial, como se ¡merece el gordito!, caminando por aquel paisaje

paralizante, continuo diciéndole: “muchas veces el amor nos hace parecer

incoherentes y tontos, pero no es para mas, aquel sentimiento es tan perfecto, que

no sabemos ni actuar, es tan inentendible para nosotros, que no sabemos qué

pensar, y eso, amigo Joseph, es precisamente lo que nos trae mal.”

Joseph me dijo, que la verdad no entendió nada, ni una coma, pero que la paso

muy bien, ya que al final, el gran Alberto le resumió diciendo: “¡Mira!, el fin general

de la humanidad, es crear amor, pasión e ilusión, porque eso tiene una energía

tan grande, que hace girar al mundo día tras día, y tu mi amigo, tienes de basta y

sobra, y créeme que es tan fuerte tu energía, que puedes atraer todo lo que tú

quieras, siempre y cuando no interrumpa el curso natural de la voluntad de Dios,

tu creador”

Las lagrimas que rosaban los rosados cachetones de Joseph, brillaban por si

solas, lo sorprendente, es que yo, si encontrarme presente en el sueño, en el

sueño de Joseph, pude ver la claridad de sus gotas puras y deslumbrantes. Luego

de contarme su historia Joseph durmió, en su permanente habitación, en la mente

del escritor que propuso hacer de esta una pequeña inspiración.

Oscar David Rojas Aguilar – Santa Marta, Colombia


Todos los derechos de autor reservados.

También podría gustarte