primavera, llegaste de la mano de la verdad. Compañera de días lejanos, del alba, de la luz de Jehová. Te miro dormir descalza, cubierta de sueños y hojas de otoño. La luz de tu rostro no se ha ido, permanece besando tu encanto. Belleza inerte, traspasando formas, derrotando al tiempo. ¿Quién puede apagar este fuego que arde en mi pecho, las brasas de este amor de otoño? Será cuando muera el sol, cuando agonice el viento...