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EL SER HUMANO: LA ESPECIFICIDAD DE LA NATURALEZA HUMANA

TEXTO 1:

Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales.

Cuando a éstas les llegó, marcado por el destino el tiempo de la génesis, los

dioses las modelaron en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y

cuantas materias se combinan con fuego y tierra. Cuando se disponían a

sacarlas a la luz, mandaron a Prometeo y a Epimeteo que las revistiesen

de facultades distribuyéndolas convenientemente entre ellas. Epimeteo

pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución. "Una vez yo

haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas". Con este permiso

comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les proporcionaba fuerza, pero no

rapidez, en tanto que revestía de rapidez a otras más débiles. Dotaba de

armas a unas, en tanto que para aquéllas, a las que daba una naturaleza

inerme, ideaba otra facultad para su salvación. A las que daba un cuerpo

pequeño, les dotaba de alas para huir o de escondrijos para guarnecerse, en

tanto que a las que daba un cuerpo grande, precisamente, mediante él las

salvaba

De este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades. Y las

ideaba tomando la precaución de que ninguna especie fuese aniquilada.

Cuando les suministró los medios para evitar las destrucciones mutuas ideó

defensas contra el rigor de las estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con

pelo espeso y piel gruesa, aptos para protegerse del frío invernal y del

calor ardiente, y, además, para que cuando fueran a acostarse, les sirvieran

de abrigo natural y adecuado a cada cual. A unas les puso en los pies cascos

y a otras piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró alimentos

distintos a cada una: a unas, hierbas de la tierra; a otras, frutos de los

árboles; y a otras, raíces. Y hubo especies a las que permitió alimentase con
la carne de otros animales. Concedió a aquéllas escasa descendencia, y a

éstos, devorados por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así salvar la

especie.

Pero como Epimeteo no era del todo sabio gastó, sin darse cuenta, todas las

facultades en los brutos. Pero quedaba aún sin equipar la especie humana y

no sabía qué hacer. Hallándose en este trance, llega Prometeo para

supervisar la distribución. Ve a todos los animales armoniosamente

equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme.

Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre debía

salir de la tierra a la luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de

salvación para el hombre, Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría

de las artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquélla

fuese adquirida por nadie o resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al

hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar su vida, pero

no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus y a

Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la

Acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero, entró

furtivamente al taller común de Atenea y Hefesto en el que practican

juntos sus artes y, robando el arte del fuego de Hefesto y las demás de

Atenea, se las dió al hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los

recursos necesarios para la vida, pero sobre Prometeo, por culpa de

Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo de robo.

El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de

los animales que, a causa de este parentesco divino, primeramente reconoció

a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes de dioses. Luego, adquirió

rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e inventó

viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la tierra. Equipados de


este modo, los hombres vivían al principio dispersos y no había ciudades,

siendo, así, aniquilados por las fieras, al ser en todo más débiles que ellas. El

arte que profesaban constituía un medio, adecuado para alimentarse, pero

insuficiente para la guerra contra las fieras, por que no poseían aún el arte

de la política, del que el de la guerra es una parte. Buscaron la forma de

reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se

ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que, al

dispersarse de nuevo, perecían. Entonces Zeus, temiendo que nuestra

especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase

a los hombres el pudor y la justicia, a fin de que rigiesen las ciudades la

armonía y los lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus

la forma de repartir la justicia y el pudor entre los hombres: ¿Las

distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?.

1. ¿Cuál es el tema fundamental que trata el texto? ¿Te parece un tema

fundamental para nosotros?

2. El tema que trata el texto es enfocado desde una perspectiva

diferente a la del conocimiento científico, ¿cuál es?. Señala en el texto,

alguna de sus características.

3. Basándote en el texto, haz un listado exhaustivo de las características

que diferencian al ser humano del resto de los animales.

4. ¿Son todas ellas del mismo tipo que las que distinguen, por ejemplo, a un

elefante y una hormiga, o hay un tipo de características cualitativamente

diferentes, que son distintivas del hombre única y exclusivamente? Intenta

clasificarlas.

5. ¿Cómo llamarías al primer tipo de características? ¿Y al segundo?

Explica los rasgos que definen a cada uno de estos dos tipos.
TEXTO 2:

El origen del hombre en los quiches

"Dijeron los dioses: Probemos ahora a hacer unos seres obedientes,

respetuosos, que nos sustenten y alimenten (...)De tierra y barro hicieron la

carne del hombre. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía,

estaba blando, no tenía movimiento ni fuerza, no movía la cabeza, la cara se

le iba para un lado, tenía velada la vista (...). Al principio hablaba, pero no

tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se

pudo sostener. (...) Los dioses consultaban a sus mayores y acordaron elegir

otro material para hacer el hombre. Al instante fueron hechos muñecos

labrados en madera. Se parecían al hombre, (...) se extendieron y se

multiplicaron. Pero no tenían alma ni entendimiento. No se acordaban de su

creador, andaban a gatas, su cara estaba enjuta, sus pies y manos no tenían

consistencia, no tenían sangre (...). Los dioses decidieron castigarlos (...).

Fueron golpeados; a todos les fueron destrozadas las bocas y caras. Y dicen

que la descendencia de aquellos son los monos que existen ahora en los

bosques (...). Y por esta razón el mono se parece al hombre.

(...) y dijeron los creadores: Ha llegado el tiempo de que se termine la

obra y que aparezcan los que nos han de sustentar y nutrir, los vasallos

civilizados: que aparezca el hombre (...) De maíz amarillo y de maíz blanco se

hizo su carne. De masa de maíz se hicieron sus brazos y piernas. Únicamente

masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los hombres que fueron

creados."

(Popol Vuh: Las antiguas historias del Quiché.) (Pueblo del Yucatán)
TEXTO 3

El origen del hombre en la Biblia

"Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; domine los

peces del mar, las aves de los cielos, los animales y la tierra...

"Entonces formó Dios al hombre de barro de la tierra e inspiró en sus

narices aliento de vida (...). Y dijo Dios: No es bueno que el hombre esté

solo, (...) e hizo caer Dios sobre el hombre un sueño profundo; y el hombre

se durmió. Tomo una de sus costillas y cerró aquel lugar con carne. Y de la

costilla que había tomado del hombre la hizo Dios mujer y la puso junto al

hombre."

TEXTO 4

El origen del hombre en el brahmanismo

"Nos habla de un gigante que tenía mil ojos, mil cabezas, mil pies. Era

llamado Purusa. Pero los dioses se reunieron y creyeron, para ofrecérselo a

sí mismos en sacrificio, que había que matarlo. Pero el gigante, al morir, se

rompió en mil pedazos. De cada uno de éstos se fue formando todo cuanto

de natural hoy conocemos: Los cantos e himnos sagrados del Veda, los

animales que pueblan la tierra, las cuatro castas de hombres, el cielo, la

tierra, el mar, el sol, las nubes, los puntos cardinales..."

(Franz Konig : Cristo y las religiones de la Tierra, Biblioteca de Autores

Cristianos, t III, págs. 94-95, Madrid, 1960.)


Cuestiones:

1. ¿Estas historias son creíbles? ¿Por qué?

2. ¿Qué razones crees que podían tener estos pueblos para inventar

estas historias?

3. ¿Qué diferencias y cosas comunes encuentras en las tres historias?

4. ¿Qué motivos tienen cada uno de los dioses para crear al hombre?

5. ¿Podrías definir lo que es un mito?


TEXTO 5:

Precedentes de la teoría evolucionista: Anaximandro.

“Anaximandro dijo que los primeros seres vivientes nacieron en el húmedo,

envueltos en cortezas espinosas (escamas), que, al crecer, se fueron

trasladando a partes más secas y que, cuando se rompió la corteza (escama)

circundante, vivieron durante un corto tiempo, una vida distinta.”

(Aecio, V, 19, 4)

“Dice además que el hombre, en un principio, nació de criaturas de especie

distinta, porque los demás seres vivos se ganan la vida enseguida por sí

mismos y que sólo el hombre necesita de una larga crianza; por esta razón,

de haber tenido su forma original desde un principio, no habría subsistido.”

(Plutarco, Strom, 2)

“El milesio Anaximandro creyó que del calentamiento del agua y de la Tierra

nacieron peces o animales muy semejantes a ellos; en su interior se

formaron hombres en forma de embrión, retenidos dentro hasta la

pubertad; una vez se rompieron dichos embriones, salieron a la luz varones y

mujeres, capaces de alime

(Censorio, de die naturae 4, 7)


TEXTO 6:

Teoría evolucionista de Lamarck.

Para llegar a conocer las verdaderas causas de tantas formas diversas y

tantas costumbres diferentes, cuyos ejemplos nos ofrecen los animales que

conocemos, es preciso considerar que las circunstancias infinitamente

diversificadas, pero todas lentamente cambiantes, en que se han encontrado

los animales de cualquier raza, determinaron para cada uno de ellos nuevas

necesidades y sucesivos cambios en sus costumbres. Una vez reconocida

esta verdad innegable, será fácil observar cómo pudieron satisfacerse

nuevas necesidades y adquirirse nuevas costumbres, si se presta atención a

las siguientes leyes de la Naturaleza que la observación siempre ha

comprobado.

Primera Ley. En todo animal que no haya superado el término de su

desarrollo, el empleo frecuente y continuo de un órgano cualquiera fortifica

poco a poco dicho órgano, lo desarrolla y lo agranda, confiriéndole una

potencia proporcional a la duración de su uso; de igual modo, la ausencia

constante de uso de dicho órgano lo debilita, lo deteriora, hace disminuir

progresivamente sus facultades y acaba por hacerlo desaparecer.

Segunda Ley. Todo cuanto la Naturaleza ha hecho perder o ganar a los

individuos por influencia de las circunstancias a las que desde hace tanto

tiempo se encuentra expuesta la raza y, consecuentemente, por efecto del

uso predominante de un órgano o de su constante no utilización, se conserva

a través de las generaciones transmitiéndose a los nuevos individuos


derivados de él, con tal de que los cambios adquiridos sean comunes a los

dos sexos o, cuando menos, a quienes produjeron estos nuevos individuos.

A nivel de organización general, a los reptiles, como al resto de los

vertebrados, les corresponde tener cuatro patas dependientes de su

esqueleto. Así pues, las serpientes deberían tener cuatro patas. Sin

embargo, y puesto que adquirieron la costumbre de arrastrarse por el suelo

y esconderse entre las hierbas, su cuerpo, por esfuerzos repetidos una y

otra vez para alargarse y poder pasar por sitios estrechos, adquirió una

longitud notable y totalmente desproporcionada a su anchura. Ahora las

patas ya no les servían para nada, así que no las emplearían. Porque unas

patas largas impedirían su necesidad de arrastrarse, y unas patas cortas, al

no ser más que cuatro, resultarían incapaces de mover al cuerpo. Por lo

tanto, la no utilización de estas partes, constante en la raza de estos

animales, las hizo desaparecer a pesar de figurar en el plan de la

organización de los animales de su clase.

Veamos así que la falta de uso de un órgano hace que éste se modifique, se

reduzca y, por fin, acabe por desaparecer.

Paso ahora a demostrar que la utilización continua de un órgano, juntamente

con los esfuerzos realizados para sacarle el mayor partido posible y las

circunstancias que exigen esto, fortifican, extienden y agrandan dicho

órgano, y crean otros nuevos que pueden ejercer funciones que han llegado a

ser necesarias.

El ave, a quien la necesidad lleva sobre el agua buscando la presa necesaria a

su supervivencia, separa los dedos de los pies cuando golpea el agua para

desplazarse sobre la superficie. La piel que une estos dedos en su base va

extendiéndose progresivamente; de este modo, con el tiempo, se formaron


esas amplias membranas que unen los dedos de los patos y de las ocas, tal

como vemos hoy día. Los mismos esfuerzos realizados para nadar, es decir,

para empujar el agua a fin de avanzar y moverse en el líquido elemento, han

distendido las membranas que tienen entre los dedos las ranas, las tortugas

marinas, los castores etc.

Por el contrario, el pájaro, que por su modo de vida está obligado a posarse

sobre los árboles, cosa que ya hicieron sus predecesores, tiene

necesariamente los dedos de los pies más largos y conformados de forma

diferente a los animales acuáticos citados anteriormente. Con el tiempo las

uñas han crecido, puntiagudas y en forma de gancho, para aferrarse mejor a

las ramas sobre las que se posa.

TEXTO 7:

Teoría evolucionista de Darwin

La lucha por la existencia es inevitable debido a la rapidez con que todos los

seres orgánicos tienden a multiplicarse. Todo ser que durante el tiempo na-

tural de su vida produce varios huevos o semillas, debe ser destruido en

algún período de su existencia o durante alguna estación, ya que, de otro

modo, habiéndose determinado el principio del aumento geométrico, el

número de sus descendientes sería tan considerable que ningún país podría

alimentarlos. De ahí que, al nacer más individuos de los que pueden vivir

deba haber en todo caso una lucha por la existencia, ya sea contra

individuos de la misma especie, de especies diferentes, o bien contra las

condiciones físicas de la vida. Es la doctrina de Malthus aplicada con una


intensidad mayor al reino animal y al reino vegetal, ya que en ellos no existe

ni la producción artificial de alimentos ni la restricción prudencial que lleva

consigo el matrimonio. [...] No existe ninguna excepción a la regla de que

todo ser orgánico se multiplica naturalmente con tanta rapidez que, si no

fuera destruido, pronto la tierra se vería cubierta por la descendencia de

una sola pareja. Incluso el hombre, que se reproduce con tanta lentitud, ve

doblado su número cada veinticinco años, y con estos índices, en menos de

mil años no habrá literalmente sitio sobre el globo para estar de pie.

[...] Gracias a esta lucha, las variaciones, por pequeñas que sean y cualquiera

que sea la causa de la que procedan, tienden a preservar a los individuos de

una especie y se transmiten ordinariamente a su descendencia, dado que son

útiles a estos individuos en sus relaciones infinitamente complejas con los

demás seres orgánicos y con las condiciones físicas de la vida. Los

descendientes tendrán, a su vez, en virtud de este hecho, una mayor

posibilidad de persistir; ya que, entre los individuos de una especie

cualquiera, nacidos periódicamente, sólo un pequeño número puede

sobrevivir. He dado a este principio, en virtud del cual una variación, por

más insignificante que sea, se conserva y se perpetúa si es útil, el nombre

de selección natural, para indicar las relaciones de esta selección, con la que

el hombre puede cumplir. Pero la expresión que emplea a menudo H.

Spencer, «la persistencia del más apto», es más exacta y a veces igualmente

conveniente. Hemos visto que el hombre, gracias a la selección, puede

ciertamente obtener grandes resultados y adaptar los seres orgánicos a sus

necesidades, acumulando sus pequeñas variaciones, pequeñas pero útiles, que

le ofrece la Naturaleza. Pero esta selección natural, como veremos más

tarde, es una potencia siempre dispuesta a la acción; potencia tan superior a


los débiles esfuerzos del hombre como las obras de la Naturaleza lo son a

las del arte.

[...] La gran importancia de la selección consiste en los efectos consi-

derables producidos por la acumulación, en una misma dirección, durante

generaciones sucesivas, de diferencias absolutamente inapreciables para

ojos inexpertos, diferencias que, por mi parte, he tratado en vano de

apreciar.

[...] Hasta ahora he hablado de variaciones como si fueran debidas al azar.

Esta es, indudablemente, una expresión muy incorrecta; no obstante, quizá

tiene una ventaja en cuanto que sirve para demostrar nuestra absoluta

ignorancia acerca de los causas de cada variación particular.

(Darwin, El origen de las especies)

TEXTO 8:

Teoría evolucionista del neodarwinismo

Así pues, en realidad, el neodarwinismo es pura y simplemente un

darwinismo que ha incorporado los adelantos científicos de la última

centuria, en particular los conocimientos acerca de la herencia y el ADN.

Luego, ¿qué es la teoría neodarwiniana de la evolución? El quid del

darwinismo y del neodarwinismo es la selección natural, o la «supervivencia

del más apto», la idea de que las especies pueden surgir por la diferente

supervivencia de las criaturas en una lucha por la existencia. La selección

natural aparece como resultado inevitable de tres hechos básicos de la vida:

superpoblación, variabilidad y herencia.


El primero, la superpoblación: los animales y las plantas tienden a producir

más descendientes que los que pueden sobrevivir. Una pareja de ratones,

por ejemplo, es capaz de engendrar una camada de unas seis crías, cinco o

seis veces por año. A las seis semanas del alumbramiento, las crías están en

condiciones de procrear. Si cada una de ellas encuentra compañero fuera de

su familia y se reproduce con éxito, una simple pareja puede tener decenas

de miles de descendientes anuales. Idéntico principio vale para todas las

criaturas: una misma planta llega a producir, literalmente, millones de gra-

nos de polen; los organismos unicelulares, como las bacterias, se reproducen

geométricamente (2, 4, 8, 16...) muchas veces al día. Así pues, ¿por qué el

mundo no está invadido de ratones, o de dientes de león? Está claro, porque

no todos sobreviven: la superpoblación entraña mortalidad forzosa.

El segundo, la variabilidad: en toda especie existe variabilidad de

estructura y función corporal. Sin ir más lejos, fijémonos en el hombre: aun

dentro de una misma familia no hay dos niños iguales (excepto, por supuesto,

en el caso de los gemelos univitelinos). Hay diferencias en caracteres más o

menos triviales, como el color del cabello o las huellas digitales, pero

existen también diferencias importantes, hasta tal punto que podrían

condicionar la supervivencia, como la agudeza visual o la capacidad de

digerir convenientemente ciertos alimentos.

El tercero, la herencia: muchos caracteres del individuo pasan a su

descendencia por transmisión genética. En el ratón, se hereda el color del

pelaje; en el hombre, se transmiten muchas irregularidades digestivas. De

hecho, se cree que la mayoría de los caracteres están supeditados a la

genética en mayor o menor extensión.

Si ponemos estos tres ingredientes juntos, obtendremos una lucha por la

existencia. Dado que el mundo no puede sustentar un número infinito de


ratones, o de dientes de león -o de hombres, si a eso vamos-, unos morirán y

otros sobrevivirán. O, dicho más delicadamente, unos sobrevivirán con un

poco más de éxito que otros: pueden dejar algunos descendientes más, por

ejemplo. Dicha supervivencia dependerá, en parte, de las aptitudes del ser

vivo: un ratón con un carácter que le ayude a conseguir pareja, o a luchar

por el territorio, o a obtener alimento con más eficacia que sus com-

petidores, tendrá mayor probabilidad de supervivencia. Puesto que muchos

de esos caracteres son heredados (o, como mínimo, dependen de la

herencia), el ratón que sobreviva mejor contribuirá con más crías a la

generación siguiente que su competidor menos eficaz, y esas crías serán

automáticamente portadoras de los genes que determinan la eficacia. En

consecuencia, al cabo de muchas generaciones, los caracteres con éxito

aumentarán, mientras que los ineficaces desaparecerán y, con suficiente

tiempo, la población se habrá modificado en respuesta a un medio ambiente

cambiante, o a las variables exigencias del «éxito»: esto es la llamada

selección natural. El neodarwinismo sostiene que un proceso de esta índole

puede conducir a la creación de nuevas especies.

Para hacernos una idea de la «evolución en marcha», imaginemos una

población grande de osos viviendo en Norteamérica antes de la llegada del

hombre. Si los osos tenían, por lo general, éxito en la lucha por la

supervivencia -si por ejemplo, encontraron escasa competencia por parte de

otras especies-, lo más probable es que se dispersaran para ocupar nuevas

regiones. En tal dispersión habían de encontrar, en el transcurso del tiempo,

nuevas fuentes de alimento, nuevos competidores, nuevos climas, etc. Si por

un momento pensamos sólo en el clima, es evidente que a un oso de las

montañas Rocosas, el ártico canadiense le debía parecer bastante frío,

mientras que el sur de California le resultaría un tanto caluroso. Si existía


variabilidad de caracteres, tales como el grosor de la piel, o el color de

ésta, entonces cabría esperar que la selección natural favoreciese

diferentes caracteres en los distintos ámbitos de la zona de distribución;

en otras palabras, esperaríamos que ciertos osos sobrevivieran mejor que

otros según su aptitud para responder a los cambios de clima. Así, con

tiempo suficiente, sería de prever que los osos del lejano norte se

diferenciaran mucho de los del sur -los presumiríamos de mayor tamaño

(para así conservar mejor el calor), con un espeso pelambre blanco (que sa-

bemos «abriga» con más eficacia). En realidad, ésta es la situación que se da

en América del Norte: el oso de Alaska, pardo, más pequeño, vive en las

montañas Rocosas, templadas, mientras que el oso polar, blanco, más grande,

está restringido a las costas del océano Ártico.

Los neodarwinistas argüirían que, dado un lapso de tiempo harto prolongado,

esas dos criaturas, dispares en lo físico, quedarán también aisladas en

cuanto a la reproducción, lo que originará dos especies genuinas. Estos osos

se hallan a pocos pasos de la especiación de la aparición de nuevas especies,

y sólo con que acumulen unas cuantas diferencias más ya no serán capaces

de cruzarse entre ellos.

El neodarwinismo también admite la existencia de otros mecanismos de

aparición de nuevas especies. En muchas plantas, pueden presentarse de

golpe -en una generación, no en miles-, mutantes originales que son a un

tiempo física y genéticamente “especies nuevas”.

Sabemos ahora que la variabilidad sobre la que puede actuar la selección

reside en su mayor parte en los genes. La aportación crucial de Mendel al

darwinismo fue el descubrimiento de que muchos caracteres (como la altura,

el color o la textura de los guisantes) se heredan de los padres en

«paquetes» pequeños. La mayoría de las veces, estos paquetes son


dominantes (como los ojos castaños en el hombre) o recesivos (ojos azules),

si bien en el caso de caracteres complejos, como la estatura del hombre, se

observa a menudo una especie de herencia «mezclada» (p. ej., en general,

los niños son de estatura variable en comparación con los padres). Claro

está, si en las poblaciones humanas todos los genes del color de los ojos

fueran idénticos, no existiría variabilidad: la causa de ésta son mutaciones

aleatorias, es decir, «errores» moleculares en la estructura del gen, que

modifican su efecto en el ser vivo. Así, el color «azul» de los ojos puede

haber surgido como mutante del «castaño», o viceversa.

La mayoría de las mutaciones son perjudiciales, porque es probable que

cualquier cambio aleatorio, fortuito en el funcionamiento del gen, sea más

perjudicial que beneficioso. Si diéramos en cambiar la rosca de un tornillo

de nuestro automóvil elegido al azar, es muy posible que el resultado fuera

más desventajoso que útil, porque nuestro vehículo ha sido ideado para

realizar ciertas tareas de una manera determinada: el cambio aleatorio

provocará, de seguro, una avería. Pero, cada cierto tiempo, un cambio de

esta índole podría, de hecho, mejorar las prestaciones del automóvil como

un todo. Mutaciones así son las que determinarán las diferencias en las

«prestaciones» de las criaturas de la naturaleza, al permitir que la selección

natural actúe sobre ellas.

(Brian Leith, El legado de Darwin. Biblioteca Científica Salvat )

1. Realiza un esquema que refleje las ideas básicas de la teoría de Darwin, y

las aportaciones de la teoría neodarwinista tal y como las explica este

texto.

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