Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
Llegué a la Comunidad nerviosa. Los usuarios esperaban a “la profesora”. “¿Les gusta
leer?”, pregunté, “¿Alguno escribe?”, insistí. Las respuestas fueron contundentes. “No. Ni un
poquito. Me aburre. No logro concentrarme. No me gusta.” Uno, en voz bajita acotó, que
escribía muy de vez en cuando; y otro, que leer le apasionaba antes de la enfermedad, pero
ahora ya no. “No importa”, me dije, con el tiempo les va a gustar, se trataba de lograr
motivarlos en eso que me resultaba una pasión. “Por suerte traje algo divertido”, pensé.
Había elegido como texto de presentación, un breve cuento de Mario Levrero, que a mi
parecer es muy cómico, y luego de las presentaciones de los participantes y del método con
el cual íbamos a trabajar, lo leí. Al terminar, el silencio fue profundo. Nadie se reía, ni
siquiera sonreían. Los rostros eran de aburrimiento o de franca preocupación. El cuento relata
un viaje en ómnibus y las peripecias confusas, después descubrí que también ambiguas, a las
cuales el protagonista se debía enfrentar. Qué más puedo contarles de este comienzo, me vi
envuelta en tener que explicar el texto, que al igual que sucede con los chistes, si hay que
aclararlos pierden gracia, encanto. Destripé el relato de Levrero, y fue tan engorroso que
desistí. Frustrada y a medio derrotar, propuse una consigna. Para mi sorpresa, casi todos
escribieron.
Salí de la Comunidad cuestionándome si quería regresar. No estaba Joyce allí, y era bastante
evidente que sería muy difícil que algún día acudiera a la cita. ¿Pero había algo para hacer?,
¿qué entonces?, ¿cómo posicionarme en el taller?
Dos años después de esta primera experiencia, se armó un nuevo grupo. La propuesta
está incluida dentro de un programa de diferentes Cursos y, está enfocada a pacientes que
han transitado alguna vez, un proceso de rehabilitación. Es el interés por la escritura y la
lectura lo que motiva la integración al grupo; y ya no el tratamiento en sí mismo. Me
interesó, me planteaba un desafío personal y profesional. Fue también ésta experiencia la
1
que me ha hecho pensar más algunas cuestiones teórico- técnicas, que hacen a mi quehacer
como coordinadora del taller.
Era distinto estar a cargo de un grupo de escritura enmarcado dentro de una Comunidad
Terapéutica; que de otro en el que sus participantes buscaban escribir más y mejor. Necesité
entender la nueva tarea, para poder sostener mi lugar. Se requería más de la escritora y
menos de la psicóloga. Pero, si bien al menos a mi parecer, la psicóloga y la psicoanalista
estaban habilitadas a ser; la escritora, estaba aún en proceso de construcción.
Cuestionamientos como si era la persona indicada, si tal vez no se requeriría de más
conocimientos en lo que a lectura y reglas de escritura, me tomaron. Debía recrear la tarea y
también mi rol. Acepté el reto, me interesaba verdaderamente la experiencia. Al formular la
propuesta de trabajo, el énfasis lo puse en intentar transmitir mi pasión por la lectura y la
escritura, a la vez que habilitar un espacio en el que decir contando …en definitiva un taller
literario.
En principio la estructura de los talleres que coordino, tiene mucho en común con los
talleres en los que he participado. La mejor síntesis (a mi criterio), de lo que me resulta
productivo y habilitante para motivar a escribir. El taller dura dos horas aproximadamente. Y
tiene una rutina que hemos ido instaurando, y que se respeta, con pequeñas modificaciones
que el grupo ha solicitado o variaciones que he necesitado introducir. En la primera parte se
lee algún texto y se analiza, y una segunda parte, en la que facilitando una consigna como
punto de partida, los participantes escriben y comparten con el grupo después. Pocas veces
se corrige, pero la lectura hace surgir comentarios y sugerencias de los compañeros y de mí. A
veces el material que sostiene la primera parte, son creaciones escritas a lo largo de la
semana por ellos mismos, y los autores consagrados ocupan cada vez menos espacio. El taller
no es un grupo terapéutico, los objetivos planteados tienen que ver con la escritura y la
creación, a la vez que con la conformación de un grupo como espacio de referencia. Pero
desde el momento en que uno lee lo que ha escrito, expone su punto de vista, el producto de
su fantasía, la intimidad del efecto de la mirada interior, se muestra. Efecto grupal,
conocerse a través del otro, conocerse a través de la propia escritura.
El primer año eran cuatro los participantes de este nuevo taller y éramos dos las
coordinadoras, la continuidad no era buena. El segundo año se incrementó el número y la
asistencia. Hoy por hoy son diez, algún pasante de psicología y yo.
El formato del taller ha ido variando. Primero, al igual que en el grupo de la Comunidad
Terapéutica, era mi criterio el que ordenaba temas u autores. Pero luego el grupo empezó a
reclamar determinadas lecturas, y también temas. Decidimos funcionar con ciclos temáticos.
Ciclo de ciencia ficción, ciclos de cuentos de amor, me animé a proponer un ciclo de humor,
resultó un poco mejor que aquella primera lectura del cuento de Levrero, pero a decir
verdad, la única que se carcajeaba era yo. Luego vinieron los reclamos acerca de que nunca
se trabajaba con poesía, y que gran parte de los participantes escribían versos, leímos y
disfrutamos con la poesía. Al año siguiente plantearon que sería bueno trabajar ciclos de
autor, ya que si no conocían un poquito de cada quien. Cada vez escribían y leían más. Al
mismo tiempo, el grupo se afianzaba y los proyectos como sueños conjuntos crecían.
Fantaseábamos sobre publicar nuestro libro, o poder editar mensualmente una revista, o
escribir teatro y poner una obra con actores a funcionar…
Se comenzaron a festejar cumpleaños, hicieron una lista de teléfonos, avisaban si no podían
venir al taller, primero al Centro, luego a mí, y actualmente al compañero con quien tienen
más afinidad, empezaron a contactarse también para desarrollar algunas consignas de a dos,
poesías, o cuentos en los que cada uno escribía su texto en compañía del otro y que
compartían entre ellos, antes de mostrarlo en el taller. Era muy claro que éramos un grupo.
Un lindo grupo. A mí me gusta mucho coordinar este taller.
Es un espacio que funciona como puerto al cual llegar y desde el cual partir. Una tarea con la
que se comprometen, ya que tanto los ejercicios semanales, como el comentario de las
producciones de sus compañeros, son disfrutadas. Hay buen clima. El intercambio es rico y
productivo. Llevamos mate, a veces galletas, se prende incienso, nos reímos, hacemos planes,
charlamos, pasamos un buen rato. El grupo en sí mismo es referente y sostén, sus vehículos
son la lectura, la escritura, los vínculos.
La creación es el medio para mostrar y decir.
2
A principio del 2008, el grupo insiste en el tema de tener nuestra primera publicación.
E incluso comienzan a pensar cómo podríamos hacer para financiarlo. Me piden que consiga
algún presupuesto de imprentas para hacer un pequeño tiraje. Con la cifra aproximada del
costo, deciden que cada uno de ellos pondrá dinero. Adriana la pasante de psicología que nos
acompañaba en ese momento y yo, también nos ofrecemos a poner plata. Seremos una
cooperativa. Vamos a hacer el intento de convertir en realidad lo que hacía años soñábamos.
Como estrategia, debido a la escasez de recursos, decidimos que parte de los libros los
venderíamos por anticipado. Venderíamos una promesa, para recaudar fondos. Éste fue el
momento en que el proyecto peligró, ya que tuvieron muchas dificultades, para ofrecer
siquiera el libro y los temores acobardaban. Decidí salir del problema, haciéndome cargo de
esta venta anticipada y dejando a cargo de ellos, la venta con el objeto concreto en la mano.
El proyecto comienza a verse como realidad y posibilidad. La emoción que a veces nos
desbordaba, volvía a ser disfrutable y manejable. La cooperativa que armamos, funcionaba
también para decidir qué textos irían de cada quien. Cada uno de los participantes traía
varios cuentos o poesías de su autoría y el grupo votaba por los que más les gustaban. Me
pidieron que publicara en el libro. Acepté. Llevé un cuento, creyendo que sería suficiente,
que me lo aprobarían de primera. A casi ninguno le gustó. Muy comunista, sentenciaron.
Llevé otro. No mucho, dijeron, era un cuento cómico y no los hacía reír. El tercero lo
aceptaron por unanimidad. Fue un alivio.
El resto de las ganancias, que no son muchas monetariamente hablando, pero que
representan nuestra gran fortuna, aún pensamos en que destinarla. Una nueva publicación es
la propuesta que cuenta con más aceptación.
Cuando surgió la necesidad en el grupo de mostrar lo que veníamos haciendo desde hacía
años, insistía una pregunta que luego una amiga, la formuló y me costó responder. ¿Por qué
debería comprarte el libro, para hacerte un favor, o porqué está bueno? Hacía rato que me
planteaba, ¿para qué mostrar?
¿Mostrar porque el libro es bueno como producto? ¿Mostrar porque son psicóticos los
escritores, a modo de exhibición de locura? ¿Mostrar por el beneficio que implicaría el logro
para ellos? ¿Mostrar para exhibir mi trabajo? ¿Mostrar para los lectores?
Otra vez el fantasma de Joyce me visitó. ¿Tenemos a Joyce en el grupo? ¿Entre todos lo
hacemos o nos acercamos? ¿La publicación nos inscribirá como grupo de alguna manera?
Por otra parte, muchos talleres literarios publican libros de corto tiraje que no persiguen
objetivos grandilocuentes. En los que se trata de mostrar un cierto trabajo y compartir una
apuesta. Nadie se cuestiona los porqué o los para qué.
Nuestro libro responde a un largo recorrido que hemos hecho como grupo, en el cual,
se refleja el trayecto de cada quien. Además, para ser honesta, creo que existe, tanto en el
estilo, como en el orden establecido, un lindo ramillete de textos, que no tendrían porque
defraudar al lector.
El prólogo fue escrito por mí, pero al igual que la selección de textos, debió lograr la
aprobación del grupo. El primero que escribí, a modo de presentación, decía que éramos un
taller de escritura dentro de un Centro de Rehabilitación. Algunos se molestaron. Discutimos
acerca de la pertinencia o no de poner esa información en el libro. ¿Eran escritores o eran
locos? ¿Eran escritores locos? Finalmente decidimos que la información era necesaria, pero no
como forma de presentación.
3
Esa ambigüedad muchas veces se desata también en relación a mi profesión, saben que soy
psicoanalista, saben que escribo ficción. A veces, frente al temor de descompensación me
consultan, otras escriben sobre ideas delirantes, o sobre los momentos que han vivido en las
internaciones. El grupo tolera, sostiene. Se preocupan por los compañeros cuando a alguno se
lo ve mal, me comentan. Apelan a mi saber acerca de la locura, y muchas veces eso les da
cierta tranquilidad.
En las obras psicóticas hay un nivel que tiene que ver con lo clínico y otro que tiene
que ver con lo estético. La manera en que se resalta una u otra vertiente también tiene que
ver con el lector y/o coordinador en este caso.
Me pregunto si todo el arte o la artesanía creada por psicóticos es psicótica en el sentido de
reflejar locura. O si se trata del recorte que se hace para mostrar desde las instituciones
psiquiátricas. Ya que la locura seduce. No en vano el surrealismo se esforzó por recrear los
discursos locos de todos los tipos de psicosis. Descubrir el lenguaje de la locura. El supuesto
poder creador del loco, la libertad absoluta, la gran ilusión.
Hasta aquí el relato de una experiencia. Anécdotas que conforman el tránsito de los
siete años de trabajo dentro de una Comunidad terapéutica.
Los cuestionamientos que he ido cosechando tienen básicamente dos vertientes: la primera
está relacionada con la escritura y su función; la segunda línea de preguntas se centra en los
objetivos que implica un taller de estas características.
Entonces ¿Cuál es la función de la escritura? ¿Se trata de un medio para, o de un fin en sí
mismo? ¿Es la escritura siempre sublimación? ¿Y si no es sublimación de qué se trata? ¿es
diferente un taller literario ordinario, de los que ofrecen los escritores consagrados a los
noveles; de un taller literario ofrecido en el seno de un centro de rehabilitación para
pacientes psicóticos? ¿Qué se busca en los talleres literarios? ¿Qué se encuentra? ¿Es distinta
su función dependiendo de la estructura psíquica?
4
Lacan, plantea en el Seminario 7, que sublimar “es elevar el objeto al lugar de la Cosa”. Y del
objeto de la sublimación nos dice: “es inseparable de las elaboraciones imaginarias y muy
especialmente de las culturales. …La sociedad encuentra alguna felicidad en los espejismos
que le proveen moralistas, artistas, artesanos, hacedores de vestidos o sombreros, los
creadores de formas imaginarias. Pero el mecanismo de la sublimación no debe buscarse en la
sanción que la sociedad les aporta al contentarse con ellos. Debe buscarse en la función
imaginaria, muy especialmente… la forma en la que se apoya el deseo del sujeto.”
También Lacan afirmará que la sublimación es el goce propio al rodeo de un vacío, un agujero
que pone en evidencia la falta que habita al objeto a. Entonces es por las vías contrarias al
goce, vías de desvío que el goce sublimado es alcanzado.
La segunda línea de cuestionamientos tiene que ver con los objetivos del trabajo que
llevo a cabo. ¿Qué es rehabilitar? ¿El taller, se trata de un grupo terapéutico que se articula
sirviéndose de la lectura y escritura o se trata de un espacio literario propiamente dicho,
cuyo objetivo es la transmisión de un saber hacer con la palabra escrita? ¿Son distintas las
relaciones que se establecen entre ellos y conmigo?
5
El trabajo con las psicosis, también en un taller literario, requiere de un
posicionamiento distinto que en las neurosis. Un lugar que se parece al de la amistad, en el
sentido del semejante, y no de sujeto supuesto saber, ya que no hay supuesto saber posible,
si no certezas. Certezas también en torno a la escritura, cada cual escribe a su manera y las
correcciones u opiniones, son aceptadas de tanto en tanto y muchas veces a regañadientes.
A la vez que los objetivos de la labor también se transforman. El trabajo de rehabilitación
tiene que ver con intentar aligerar el goce al cual su estructura los somete, al quedar
ubicados como objeto del goce del Otro. Por lo tanto las intervenciones se sitúan en lo real,
con intentar propiciar que en lo real del Otro, campo social, el psicótico se inscriba, haga
lazo y participe. Que despertando algo del orden de las ganas, mejore su calidad de vida.
Mi manera de coordinar los talleres, tiene obviamente mis particularidades, ya que al igual
que cuando uno se sienta a escuchar a un paciente, lo hace con lo que uno es, y no con el
manual del buen psicoanalista.
6
¿Qué es un artista? ¿Qué es un escritor? Tal vez artistas sean quienes sostienen su
identidad a través del arte. Pero, ¿la motivación para escribir es igual en quienes escriben,
qué en los que hacen de la escritura su columna vertebral?
Se les ha preguntado a escritores reconocidos, cuál es la motivación que los impulsa a escribir
ficción:
Juan Carlos Onetti: “¿Qué si escribir ayuda a vivir? Si, sin duda. Siempre he tenido la
sensación de que escribiendo uno está agarrado a la cola de la vida.”
Mario Vargas Llosa: “Para mi la vocación es como una adicción, no es sólo una profesión… Yo
necesito escribir para funcionar.”
Paul Auster: “Yo hago lo que hago por necesidad, guiado por el deseo, por un impulso que
tiene que ver con mis obsesiones. Lo importante es escribir, tener algo que contar y
contarlo.”
Rosa Montero: También eres eterno mientras inventas historias. Uno escribe siempre contra
la muerte.
Elegí a estos autores por que me gustan. Pero en otros, se repite lo mismo uno y otra
vez. La escritura responde a una necesidad. La fantasía es la maravillosa alternativa frente a
la realidad. Hay “locura” en el acto de escribir. Resulta terapéutico su ejercicio, como efecto
y consecuencia, sin buscarlo, como algo que sucede.
Los participantes del taller también han respondido a la pregunta ¿Por qué escribo?
Para ser infinito; Porque me alivia; Porque me ayuda a aflojar tensiones; Porque me
divierte; Para expresar mis sentires; Por que es terapéutico….
La escritura es una posibilidad que algunos tomamos al sentir que es una puerta que se nos
ofrece, o tal vez por ser la única que somos capaces de abrir.