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Pedro Mir

Historia y literatura en Cuando amaban las tierras comuneras.

Miguel Ángel Fornerín

Esta obra de Pedro Mir parece un esfuerzo


intelectual del autor por participar de la gran oleada
de novelas que, con suficiente éxito, se publicaron
desde la década del sesenta en todo el continente y
parte de Europa. Mir había expresado a la prensa de
su país su decisión de escribir novelas. Argumentó
que éste era el género del futuro. Se dirigió a los
jóvenes incentivándolos a producir en ese género.
Había expresado anteriormente que no tenía dotes
de narrador. Cuatro años antes de publicar esta
novela, Mir decía en una entrevista concedida a
Guillermo Piñas Contreras: “La novela es un género de análisis: toma un
pequeño aspecto de la realidad y lo desmenuza en pequeños fragmentos.
Esto se puede ver en cualquier novelista, el deleite prolongado de describir
un acontecimiento minúsculo que puede llevarse decenas de páginas.”[1]
No hay la menor duda que en esta teoría de lo que es la novela y de lo que
ésta debe ser, Pedro Mir se adscribe a la novela realista. La relación entre la
escritura y el reflejo de la realidad es bien clara. Cuando Mir enuncia esos
principios, ya la novelística ha pasado por unos procesos creativos donde
la escritura se dirige a crear la realidad de la propia
novela. No es “la novela de aventura sino la aventura de
la novela”, como señalara Céspedes en uno de sus
estudios. El ritmo de la novela y el ritmo de la poesía
son diferentes por la tensión en que es puesto el sentido
en cada una de ellas. Hoy las barreras entre la poesía y
la prosa se reduce más y más por el trabajo que con el
sentido de la escritura realiza el sujeto escritor, como
demostraremos en la práctica de la novela que realiza

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Pedro Mir. Tiempo y espacio son dos categorías que pueden ser
introducidas dentro del análisis de la novela, pero dentro de una dialéctica
del sentido. Cuando trabajamos el espacio-página y el tiempo novelístico,
nos encontramos con una realidad extraliteraria y una puramente literaria.
Para una crítica materialista del lenguaje, esta relación revela una
importancia capital. El gran ausente en esta teoría que esboza Mir es el
lenguaje. Éste es la materia prima de la escritura, en él y por él se realiza la
tensión histórica que es la escritura.

Cuando Mir teoriza la novela como el relato detallado, minucioso de


la realidad, se está refiriendo a la novela precursora de la novelística actual.
Ésta fue analizada desde su
perspectiva metafísica por
José Ortega y Gasset. Pero
la novela no puede
reducirse al relato o a la
dramatización, pues éstos
son parte de una serie de
elementos significantes.
Antes de Mir enunciar
estas ideas sobre la novela,
había demostrado su
carácter de narrador y en
cierto sentido de novelista en sus obras históricas. Como el objetivo de Mir
al trabajar la historia es el rescate del tiempo histórico, el relato es la forma
más adecuada para acercar el sentido de un texto al sentido de la realidad.
A menudo, los escritores realizan mejor teoría cuando escriben que cuando
teorizan. A continuación vamos a plantear la teoría que sobre la novela
tiene este escritor a través de su propio trabajo novelístico.

Estructura y sentido histórico. Todo lo que está en la obra es parte de su


sentido. El campo semántico que la obra crea se debe al carácter del
lenguaje que en ella está trabajado con una intención simbólica. El
simbolismo expande su significado y lo hace cada vez menos racionalizable

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y reducible a cualquier situación real e histórica. Este sentido de la escritura
la hace transhistórica, transocial y transideológica, como bien se ha
establecido.[2]

El ritmo como significante mayor organiza todo el sentido de la


escritura. En Noción de período en la historia dominicana de Mir hay muchos
elementos que se convierten en sentido de ella por la forma y la reiteración
con que, el autor los trabaja. El autor ha organizado su trabajo de manera
que al terminar cada apartado, coloca unos versos de Antonio Machado.
Estos versos tienen un valor importante en la obra porque hay una
constancia de sentidos
dialogantes que vienen a
actuar de forma paralela y
nueva en su sentido. Una cita
de Diderot al iniciar el libro,
remite al sentido de la obra:
“¿Quieres conocer la historia
de todos nuestros sinsabores?”
Se podrá llegar a conocer algo
a través de la obra. Ya hemos
aceptado que no se conoce
nada a través de la obra
porque ella no es
conocimiento, sino
semantismo infinito del
trabajo que realiza un sujeto con el lenguaje en contra o a favor de las
ideologías de unas épocas.

El tiempo es parte fundamental del sentido. El autor introduce lo


temporal para dar constancia al sentido del texto. Al principio, aparece con
una acción detenida que dura 40 segundos, y éstos dan la base para una
descripción y acontecimiento que no pasan en el tiempo del texto.
Romanita frente al vertedero a punto de lanzar el paquete se convierte en
una acción simbólica detenida y que el autor va a retomar en otros espacios

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textuales. Además, en torno a la concepción cíclica
que tiene Mir sobre la historia, el tiempo significa que
la historia se repite como ha señalado Vico, pero con
la salvedad de que esa repetición se da en un estadio
superior de su desarrollo. En el texto Mir trabaja la
historia en su repetición de lo “real” a “lo histórico” y
de éste a lo recuperable.

Señala el yo narrador de la novela que: “si es


verdad que la historia se repite aunque sea en un
grado superior de desarrollo entonces el viejo además
de un viejo viene a ser un depósito maravilloso de
repeticiones de la historia y una especie de fuente
donde beber no solamente el pasado sino también el porvenir puesto que
ese pasado habrá de repetirse”.[3] El tiempo histórico está trabajado en el
texto, así como también el tiempo del texto y la teoría de la Historia. Cada
uno forma parte del sentido de la obra que se dirige al sentido de la
historia. Sin embargo, esta dirección es utópica, ya que el tiempo histórico
es irrecuperable. Sólo nos queda el valor dado por los sujetos a esa historia.
Por lo tanto, toda búsqueda se queda en el discurso, en la ideología, en el
terreno de los relatos.

[1] Piña Contreras, Guillermo. Doce en la literatura dominicana. Santiago de


los Caballeros: Universidad Católica Madre y Maestra, 1981.

[2] Céspedes, Diógenes. Estudios sobre literatura e ideología. San Pedro de


Macorís: Universidad Central del Este, 1983.

[3] Mir, Pedro. Cuando amaban las tierras comuneras. México: Siglo XXI, 1978,
pág. 282.

(Véase, Miguel Ángel Fornerín: Ensayos sobre literatura puertorriqueña y


dominicana. Santo Domingo: Ferilibro, 2004).

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