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VISION MUNDIAL PARA LA FAMILIA

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COMO HACER Y RECIBIR CRITICAS

Usando casos bíblicos y de la vida real, la autora da algunas directrices para manejarnos en
la crítica de tal forma que esta resulte de edificación.

¿Has recibido una crítica últimamente?

Cuando nuestros hijos eran chicos, una joven vivía con nosotros. Nos dio gusto abrir nuestro
hogar para ella, pero un buen día un incidente familiar insignificante la perturbó mucho. Ella me vio
hacer algo que en realidad uno de mis hijos debería haber hecho. Como resultado, descargó un
montón de críticas contra mí y contra mis pequeños.

Inmediatamente reaccioné y saqué mis garras, buscando una justificación a cada una de las
críticas. A decir verdad, no supe sobrellevar la situación, y me tomó un buen rato calmarme. Más
tarde yo misma pensé: «sería tonto de mi parte seguir molesta y rehusar recibir la crítica de esta
joven».

Es cierto que su actitud fue completamente equivocada y que lo que dijo e hizo fue un error.
Pude haberle pedido explicaciones. Sin embargo, las razones que ella me dio fueron correctas y su
evaluación de los hechos resultó parcialmente cierta.

No es fácil recibir correcciones. A mucha gente no le gusta y no quieren saber nada sobre
ellas. Pero tenemos que aprender a recibir y a hacer una crítica. Si prestamos atención, la
corrección nos anima a vivir vidas más consagradas y, al mismo tiempo, marca nuestras
debilidades.

Quizás alguien no esté de acuerdo y pueda decir: «Tengo el Espíritu Santo dentro de mí. Y
tengo la Palabra de Dios escrita que me ha sido dada para mi propia corrección. Si Dios quiere
corregirme, El me hablará a través de Su Palabra».

Eso es cierto. Pero también Dios ha dado otra forma de ser corregidos, y es por intermedio
de otros cristianos interviniendo en nuestras vidas.

Si supiéramos aceptar una corrección, no sería necesario que otros intervinieran. Pero
cuando ignoramos ese susurro apacible dentro de uno, que no es otro sino el Espíritu Santo a
través de las Escrituras, Dios interviene usando a un hermano o hermana para darnos una
disciplina con amor, una crítica constructiva, que nos dará ánimo para vivir una vida más
consagrada.

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En 2ª Samuel 12 vemos un ejemplo de cómo se puede dar una corrección en la forma
correcta. David era el rey de Israel. Él amaba y adoraba a Dios, y lo seguía con todo su corazón.
Pero David cometió adulterio con Betsabé y causó la muerte del esposo de ésta.

Dios intervino y mandó a Natán a enfrentarse a David (2ª Samuel 12:1). Natán tenía la
actitud correcta cuando habló con David. El no fue con enojo ni ira. No fue al palacio y dijo: «Amigo,
tú eres un adúltero, un tramposo, has fallado y eres un asesino». Pudo haberlo dicho y hubiera
estado en lo cierto. Pero el Espíritu Santo guió a Natán a que le hablase como si fuera la historia de
otra persona, y así preparar el corazón del rey.

Conforme Natán hablaba, David se ponía más furioso con el hombre de la historia, tanto así
que lo interrumpió y le dijo que ese hombre merecía la pena de muerte. David no comprendió el
significado de las acciones de ese hombre y, por lo tanto, no se dio cuenta que él había hecho lo
mismo con Betsabé. Natán se aseguraba de que David entendería cuando le dijera: «Tú eres ese
hombre» (2ª Samuel 12:7).

Recuerde: David era el rey, Natán, un simple profeta. Era muy arriesgado corregir a un rey.
Natán pudo haber perdido su cabeza. Seguir en sus propios asuntos hubiera sido más fácil para él,
pero Natán obedeció a Dios.

Vivimos en una sociedad donde muchas veces dejamos caer algunas indirectas, las cuales
más bien irritan a la otra persona, y esperamos que ésta comprenda nuestra intención y cambie. No
vamos a verla y le decimos: «Tú eres ese hombre». Nos parece que el riesgo es demasiado
grande, y podemos perder una amistad.

Sin embargo, no es tan traumático dar y recibir críticas, si las hacemos con el amor y el
poder del Espíritu Santo. La corrección pasa casi desapercibida, pues la relación entre el que la
recibe y el que la da está guiada por el Espíritu Santo. Debemos hablar la verdad con amor (Efesios
4:15), en tal forma que evite toda confrontación o resentimiento, con palabras que toquen
corazones deseosos de aprender.

Me gusta comenzar con la frase: «Tal vez has pensado que...?» En un sentido, es casi como
pedir permiso a la otra persona para abordar un tema.

Las amigas que más quiero y respeto son aquellas que me han corregido con amor. Mi mejor
amiga me corrige, pero a la verdad no podría decirles cuándo fue la última vez que lo hizo, pues lo
hace de tal forma que ni me doy cuenta. Gozamos de una mutua confianza, así que ella no tiene
que ser dura para atraer mi atención.

Para emitir una crítica con amor es importante esperar que Dios suavice nuestros propios
corazones hasta que lo hayamos pensado detenidamente, a fin de que no estemos hablando con
resentimiento sino en el poder del Espíritu Santo.

Algunas de las razones por las cuales a menudo hacemos una crítica destructiva son porque
dejamos pasar meses e, incluso, años antes de decir algo y, mientras tanto, el disgusto se hace
cada vez más grande. Cuando estamos molestos es cuando damos rienda suelta a nuestra lengua
y, entonces, la crítica se vuelve dura y de mal juicio.

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Si decimos la verdad en un momento en que estamos alterados, será rechazada porque es
dura, cruel y está dicha con resentimiento. La honestidad y la crueldad están separadas por una
línea muy fina. Tenemos que ser sensibles en cómo decir las cosas y saber decirlas con amor.

Nuestra meta es practicar una madurez cristiana, no probar que estamos en lo cierto.
Debemos ofrecer nuestras críticas para ayudar al crecimiento espiritual de una persona.

La respuesta de David a Natán se encuentra en el Salmo 51:1-2: «Ten piedad de mí, oh


Dios, conforme a tu misericordia: Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado».

David respondió correctamente. No dio excusas ni se vengó enojado. No dijo: «Señor, no


pude hacer otra cosa. Tú sabes mi debilidad por las mujeres». Lo único que hizo fue arrepentirse
ante Dios.

David miró más allá del mensajero Natán y recibió el mensaje, porque él supo que venía de
Dios. Esta reacción es difícil de imitar. Es muy fácil decir: «El tampoco es perfecto. Quién es él para
decirme eso. ¿Quién le ha nombrado mi jefe?»

Siempre habrá algo que aprender de las críticas. Mucha gente, cuando critica,
accidentalmente habla la verdad. Aun en críticas negativas, las cuales son dichas con
resentimiento, se encuentra algo de cierto. Necesitamos ser maduros y preguntarnos a nosotros
mismos: «¿Dios diciéndome algo que quizás, de otra forma, no escucharía?» Debemos buscar el
mensaje que está detrás del mensajero.

Aceptar sugerencias o correcciones es difícil. Existe algo como una reacción innata que nos
hace estar a la defensiva cuando escuchamos comentarios sobre nuestra vida personal o nuestros
hijos.

Antes de casarme fui maestra por un año. Un día llamé a una de las madres para tener una
conversación extraoficial con ella. Era mi último recurso para tratar con un niño testarudo, agresivo,
desobediente y de carácter muy fuerte. La mamá entró apresuradamente, se sentó y empezó a
hablar: «Estoy muy contenta de que usted me haya llamado. Paco es tan sensible... ». En ese
instante me dije a mí misma: «si algún día tengo un hijo voy a tener mucho cuidado en no cegarme
a los hechos debido a mis sentimientos de madre.»

Por eso es tan importante aprender a escuchar la voz de Dios hablándonos a través de
familiares y amigos, aunque a veces no quisiéramos aceptar esas críticas.

Muchas veces la gente dice cosas un poquito pasadas de tono, pero lo que pasa es que no
comprenden la situación. No debemos resentimos, porque al final de cuentas ellos se preocupan lo
suficiente por nosotros como para tomarse la molestia de corregimos. En la sociedad actual, a las
personas no les preocupa el resto de la gente como para hacer algo por ellos, aunque sea una
simple corrección. Mi esposo, el evangelista Luis Palau, dice que es muy difícil reprimir a alguien
que queremos, o que nos importa (Proverbios 27:5). Su punto de vista es: si alguien se preocupa lo
suficiente por nosotros como para tomarse la molestia de corregirnos, necesitamos aceptar esa
corrección humildemente. El Señor quiere que apliquemos esa corrección a nuestro corazón para
nuestro bien.
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Cuando mi esposo viajó por primera vez a los Estados Unidos, llevaba puesto un traje negro,
nuevo, hecho a medida en América del Sur. El compró ese traje porque sólo podía comprar uno, y
no tenía la menor idea de cómo se vestían los californianos.

Sin embargo, el pastor que ayudó a Luis a superar los primeros obstáculos, y en cuya casa
se hospedó, usó ese traje negro para corregir a Luis por su gran orgullo: «Estás tan confiado en ti
mismo, que el orgullo te sale por los poros», le dijo. «Aun el traje con el que llegaste fue diseñado
para hacer creer a la gente que eres un muchacho espiritual. Déjame decirte que Dios no usa gente
orgullosa, y El no te va a usar hasta que dejes tu orgullo de lado. Serás un don nadie y no irás a
ningún sitio».

A Luis le chocó mucho y le avergonzó que el pastor hubiera mal interpretado el traje negro.
Con el pasar del tiempo, me afirmó varias veces que no había habido ningún motivo en especial
para comprar ese traje negro, así se usa en América del Sur. Pero eso no desacreditaba lo dicho. Y
Luis sabía que el pastor estaba en lo correcto.

Algunas veces las críticas son injustas, fuera de sitio, y no tienen nada de cierto. Quizás son
dichas en un momento de cólera, celos o ignorancia. No debemos dejar que la amargura eche
raíces en nuestro corazón cuando esto pasa. En vez de eso, debemos seguir los pasos de nuestro
Señor Jesús. 1ª Pedro 2:21-23 dice: «Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo
padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni
se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando
padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente».

Algunas veces tenemos que ir a la cruz y decir: «Señor, dejo a tus pies esta crítica injusta
que he recibido. No voy a guardar ningún rencor, porque sigo las pisadas de Aquel que no protestó
cuando fue insultado y criticado».

Jesús conoce nuestras debilidades. Antes de ir a! cielo, Él oró por nuestras flaquezas «para
que todos sean uno; como tú oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros;
para que el mundo crea que tú me enviaste» (Juan 17:21), porque El sabía que tendríamos
conflictos con otros creyentes, quizás críticas no merecidas, y que trataríamos de vengarnos con
resentimiento y amargura.

Esas críticas destructivas son las que separan al mundo de creer en Jesús. Pero si tratamos
de convertir una crítica negativa en una crítica constructiva vamos a mantener la unidad y crecer
espiritualmente.
Apóstol Daniel Márquez

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