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La niña llama a su padre «Tata, dadá».

La niña llama a su madre «Tata, dadá».


Al ver las sopas
la niña dijo
«Tata, dadá».
Igual al ir en el tren,
cuando vio la verde montaña
y el fino mar.
«Todo lo confunde» dijo
su madre. Y era verdad.
Porque cuando yo la oía
decir «Tata, dadá»,
veía la bola del mundo
rodar, rodar,
el mundo todo una bola
y en ella papá, mamá,
el mar, las montañas, todo
hecho una bola confusa;
el mundo, «Tata, dadá».

Pedro Salinas. Presagios, 4.

Muy interesante es observar el juego de la gallina ciega: ¿Cómo se


comporta una persona con los ojos vendados? ¿Qué podemos decir de
una lengua cuando ignoramos sus significados? [...] De esta manera nos
percatamos aún mejor de que nuestra meta máxima consiste en la
observación de la lengua en toda su complejidad. Parafraseando a
Terencio, podríamos decir: “Linguista sum, linguistici nihil a me
alienum puto”.

Roman Jakobson “Antropólogos y lingüistas” En Ensayos de


lingüística general, p. 15

“La historia en general, y la historia de las revoluciones en particular, es


siempre más rica en contenido, más variada, más multilateral, más viva y
sutil que de lo que incluso el mejor historiador y el mejor metodólogo
pueden imaginar”. “Accidentes y coyunturas y curiosas yuxtaposiciones
de eventos” son la sustancia misma de la historia, y la “complejidad del
cambio humano y el carácter impredictible de las últimas consecuencias
de cualquier acto o decisión de los hombres”, su rasgo más sobresaliente.
¿Vamos a creer verdaderamente que un racimo de simples e ingenuas
reglas sea capaz de explicar tal “red de interacciones”? ¿Y no está claro
que una persona que participa en un proceso complejo de esta clase
tendrá éxito solo si es un oportunista sin contemplaciones y si es capaz
de cambiar rápidamente de un método a otro?

Paul Feyerabend. Contra el método, p. 11.


ÍNDICE

ÍNDICE p. ii

INTRODUCCIÓN p. v

CAPÍTULO 1: HIPÓTESIS Y MARCO TEÓRICO p. 1

1.1. Hipótesis p. 3

1.2. El conocimiento gramatical y las limitaciones del formalismo p. 6

1.3. Naturaleza simbólica del lenguaje p. 17

1.4. Semántica y cognición p. 25

1.4.1. Saber lingüístico y extralingüístico en las teorías semánticas p. 26

1.4.2. Semántica cognitiva: identidad entre el significado y la estructura p. 31


conceptual

1.4.3. Implicancias teóricas de la identidad entre saber lingüístico y p. 39


extralingüístico

1.5. Lingüística cognitiva y gramática cognitiva: aspectos fundamentales p. 42

1.5.1. Lingüística cognitiva p. 43

1.5.1.1. Orígenes p. 43

1.5.1.2. Importancia de la teoría de categorización por prototipos p. 44

1.5.1.3. Premisas fundamentales de la lingüística cognitiva p. 48

1.5.2. Gramática cognitiva p. 54

1.5.2.1. Definición de gramática p. 55

1.5.2.2. Habilidades cognitivas básicas para la gramática p. 56

1.5.2.3. Análisis gramatical y uso de gráficos p. 60

1.5.2.4. Alternativas a la distinción gramatical-agramatical: sanción cognitiva y p. 64


eventos de uso

ii
1.6. Resumen y conclusión del capítulo 1 p. 68

CAPÍTULO 2: LA DEFINICIÓN NOCIONAL DEL SUSTANTIVO p. 71

2.1. ¿Qué representa un sustantivo? El esquema conceptual detrás de la p. 72


categoría gramatical

2.1.1. Los rasgos de la delimitabilidad p. 79

2.1.2. Contables frente a no contables: la estructura interna del esquema p. 82


sustantivo

2.1.3. Los casos no centrales y el cuestionamiento de los rasgos de estructura p. 86


interna

2.1.4. Conclusiones sobre la estructura de la distinción contable/no contable y p. 97


su motivación conceptual

2.2. ¿Qué clasificamos y cómo clasificamos al usar un sustantivo? Los p. 103


sustantivos en tanto términos de clase

2.2.1. Noción de clase o tipo como parte de la definición de los sustantivos p. 105

2.2.2. Tipo e instancia p. 108

2.3. Frases nominales predicativas, genéricas y abstractas p. 115

2.4. Los sustantivos abstractos y los problemas de la determinación p. 119

2.5. Resumen y conclusión del capítulo 2 p. 122

CAPÍTULO 3: CONCEPTUALIZACIÓN, REFERENCIA Y p. 125


DETERMINACIÓN

3.1. Conceptualización y referencia p. 125

3.1.1. Llevando la noción de representación hacia la intersubjetividad p. 127

3.1.2. Referencialidad y no-referencialidad en las frases nominales p. 132

3.2. La determinación: lo cognitivo y lo pragmático p. 138

3.2.1. Dimensión cognitiva de la determinación: introduciendo la definitud e p. 139


indefinitud

3.2.2. Dimensión discursiva de la determinación definida e indefinida p. 145

3.2.3. Bases para la asignación de la referencia definida: conocimientos p. 146


disponibles para el oyente frente al discurso

iii
3.2.4. Organización de la mente del individuo frente a la organización del p. 152
diálogo: dos cuestiones fundamentales sobre la determinación

3.3. La determinación y los modos proposicionales p. 155

3.3.1. Modalidad fáctica, no-fáctica y referencia p. 157

3.3.2. Formas lingüísticas, modalidades no fácticas y referencia p. 161

CAPÍTULO 4: FRASES NOMINALES DEFINIDAS, INDEFINIDAS Y NO p. 170


DETERMINADAS: ANÁLISIS DE CASOS GENÉRICOS
DESDE UNA PERSPECTIVA COGNITIVO-DISCURSIVA

4.1. Frases nominales definidas genéricas p. 170

4.1.1. Espacios mentales y la noción de contacto mental p. 170

4.1.2. Definidos genéricos singulares p. 175

4.1.3. Frase nominal plural definida genérica p. 185

4.2. Frases nominales indefinidas genéricas p. 193

4.2.1. La función del artículo indefinido y su origen diacrónico p. 193

4.2.2. Indefinidos específicos frente a los no específicos p. 196

4.2.3. Acerca de las restricciones en el uso de los indefinidos genéricos p. 203

4.3. Frases nominales no determinadas p. 208

4.3.1. Sustantivos contables singulares p. 209

4.3.2. Sustantivos plurales y no contables p. 219

4.4. Conclusiones del capítulo 4 p. 231

CONCLUSIONES p. 238

BIBLIOGRAFÍA p. 244

iv
INTRODUCCIÓN

El mundo puede considerarse un todo; y, paradójicamente, esto solo se descubre en la aprensiva

segmentación que hacemos de él. Un lápiz no es un lápiz, sino todos aquellos objetos que lo

conforman, sus partes. Ni siquiera una piedra o un grano minúsculo de arroz escapan de esta forma

de aprehensión: ellos son sus bordes, límites, volúmenes, anversos y reversos y aun formas mucho

más sutiles, pero no por eso menos reales a nuestro entender. Así, el mundo —esa bola confusa que

rueda y rueda en el poema de Salinas que me sirve de epígrafe— se ilumina gracias a nuestra

percepción y, preso ya del discernimiento, nos parece compuesto por una infinidad de objetos, más

iguales o más distintos entre sí.

Tal es la forma en la que nos involucramos con el mundo: sabemos de un escritorio donde estamos

sentados mientras escribimos, sobre él hay distintos lapiceros y, más allá, los cuadernillos de

apuntes con los que he venido trabajando en este proyecto, que ahora se presenta de una forma que

lejos de pretender ser definitiva, aspira, por lo menos, a la coherencia y explicitud. Me gustaría que

mi tesis se viera como un aporte al mejor entendimiento de la relación entre la cognición y el

lenguaje, y espero que semejante pretensión se vea refrendada por las ideas que he trabajado en

estos cuatro capítulos que aquí presento. Solo podremos entender plenamente el lenguaje último si

asumimos como punto de partida que la relación entre la gramática de una lengua y la cognición

—es decir, las formas en la que los hablantes se representan la realidad— es constructiva. Hablar es

hacer de la realidad una forma de conciencia y es, a la vez, interpretación, porque le sirve al otro, al

oyente, para (re)crear en su conciencia la realidad que se le propone. La gramática es el mecanismo

primario con el que tanto hablante como oyente construyen cualquier interpretación posible en el
mundo: mediante el hablar, gracias a la gramática que lo conforma, podemos llegar a un mejor

entendimiento de la realidad como fenómeno psicológico y sus complejas manifestaciones.

Una vez que el lenguaje se ha instalado en nosotros —en buena parte por factores biológicos, y en

igual medida por factores del entorno y la cultura— nos vemos ante una perspectiva distinta de la

de los niños más pequeñitos. Si entonces era confuso ese afán de segmentación de la realidad que

nos rodeaba en tantas formas individuales, iguales y distintas, ahora nos parece que el mundo no

puede ser un todo, que su estado natural es la dispersión de formas caprichosa y sutilmente unidas

entre sí por el vago recuerdo de la totalidad. La idea del mundo como un tótum revolútum parece

salido de una ficción o artificio digno de Borges: preferimos ver la mano en sus cinco dedos y su

palma antes que en el puño mismo. Sin embargo, el lenguaje no ha olvidado que es el todo lo que

nos precede, y que es el pensamiento el que sobre aquel se extiende para representarlo. La

conciencia de esta representación requiere de diversas formas que permitan distinguir cada una de

las partes u objetos en los que se ha segmentado (y se sigue segmentando) la realidad. Este proceso

parece seguir una escala como la siguiente:

1. El mundo se compone de cosas.

2. Las cosas se componen de partes.

3. Las cosas se parecen entre sí y esto las hace formar clases.

4. Las cosas se diferencian entre sí y esto permite distinguir individuos distintos dentro de la

misma clase o, más en general, clases distintas.

5. Hay una distinción fundamental entre las cosas: hay algunas que se pueden contar por tener

delimitación; otras, por carecerla, no se pueden contar.

6. Las cosas pueden existir con precisión en el mundo (son conocidas en tanto individuos).

7. Las cosas pueden existir sin ninguna precisión en el mundo (son conocidas en tanto

ejemplares de una clase).

vi
8. El mundo puede ser concebido desde perspectivas diferentes: algunas más objetivas, otras

más subjetivas.

9. Es posible pensar en la clase como un individuo; otras veces, como algunos individuos o

partes que la representan.

10. Asumimos que aquello en que pensamos puede ser compartido con los demás: ellos pueden

descubrir en nuestros enunciados no solo cosas, eventos y propiedades, sino la manera en la

que pensamos la realidad.

Estas diez ideas son para mí hechos cruciales que un estudio de la definitud e indefinitud de la frase

nominal debe tener en cuenta al querer explicar la construcción de frases nominales. En vista de que

una teoría formalista no me permitía entender por qué el lenguaje parece recoger estos hechos en la

interdependencia de forma y contenido, decidí que una teoría diferente podría ayudarme a alcanzar

la explicación que buscaba. Gracias a las ideas propuestas por la semántica cognitiva y,

específicamente, al modelo de Ronald W. Langacker, llamado gramática cognitiva, he podido

enmarcar y justificar numerosas intuiciones que, de otra manera, pueden sonar como

especulaciones sin mayor fundamento. Es probable que eso sea cierto: todo lo que he escrito son

especulaciones que, peor aún, tienen la pretensión de mostrarse como una evidencia de la unidad

entre el lenguaje y la cognición. Sin embargo, si el lector solo me concede la virtud de haber sido

coherente, entonces este trabajo quedará justificado. Pero si lo planteado aquí se considera

suficientemente inquietante y lleva a otro a atar los muchos cabos sueltos que debo de haber dejado,

entonces mi trabajo habrá recibido la mejor recompensa.

Esta tesis quedará dividida en cuatro capítulos distintos. El primer capítulo presenta en extenso la

fundamentación de una teoría lingüística no formal y no objetivista que no separe la semántica de

otras partes de la gramática. Es decir, se necesita superar los dogmas de la arbitrariedad del signo

lingüístico y la autonomía de la gramática (y más específicamente, la autonomía de la sintaxis). En

vii
vista de que una teoría así se encuentra, aún hoy en día, en franca contradicción con las asunciones

más aceptadas entre los lingüistas, mi primer capítulo argumenta a favor de una concepción

simbólica de la gramática. La suma de las partes siempre supera, en su contenido, la mera

derivación que se logra a partir de las partes. Al tener el lenguaje propiedades gestálticas, se hace

necesario buscar los fundamentos de la estructuración gramatical en los principios generales de la

cognición. Si la semántica no es veritativa-formal, sino cognitiva-funcional, el paso siguiente es

presentar una teoría gramatical que explote dicha hipótesis. Tal teoría es la gramática cognitiva.

El segundo capítulo entra en materia con el problema de la definición nocional del sustantivo. Una

caracterización semántica de una de las categorías gramaticales más importante solo puede lograrse

con un aparato descriptivo mucho más sutil que el usado por las gramáticas tradicionales. Si los

sustantivos son palabras que hablan de cosas, entonces se necesita una concepción de cosa, un

esquema conceptual, que permita representar tanto objetos contables como no contables (y formas

abstractas derivadas de verbos o adjetivos). Una vez propuesto un esquema capaz de representar las

distintas realidades “cosificables” para el intelecto, se necesita un esquema que ilustre las

capacidades clasificatorias que están detrás de todo sustantivo: dichas palabras instauran una clase

compuesta por ejemplares. Una teoría de conjuntos objetivista no bastará para entender cómo se

forman las clases, pues somos sensibles al parecido entre las cosas que están incluidas en la misma

clase. De este modo, no todas las clases son iguales y su comportamiento gramatical variará.

El capítulo tres discutirá cuestiones relativas a la relación entre conceptualización, referencia y la

determinación de las frases nominales. En primer lugar, propondré que la referencia no está basada

tanto en una relación con el mundo exterior como en una representación mental que identifica

ejemplares únicos en ciertas formas de conocimientos disponibles para el hablante y el oyente

durante el discurso. De este modo, la noción de referencia debe ser intersubjetiva, una construcción,

antes que la selección de un objeto aislado e independiente en el mundo exterior. En consecuencia,

viii
las nociones de definitud e indefinitud, las principales formas de determinación, no se reducen a la

referencia definida e indefinida, sino que se establecen en función de la clase a la que aluden (como

se definió en el capítulo 2).

Por último, el capítulo cuatro es mayormente la aplicación de las ideas de los capítulos anteriores.

El fenómeno que quiero examinar detalladamente es el de los sentidos genéricos de distintas frases

nominales. Una vez que se entiende la importancia de ciertos entornos generales dentro de los que

es posible la enunciación de referentes llamados espacios mentales se podrá llegar a explicaciones

más satisfactorias para el fenómeno de las predicaciones genéricas. En particular, critico que se

consideren iguales, por tener sentido genérico, frases nominales muy diferentes. Las frases

definidas singulares, frases indefinidas singulares, frases definidas plurales, frases no determinadas

singulares, frases no determinadas plurales y los sustantivos no contables determinados definidos y

los no determinados representan el tipo al que alude una predicación genérica de maneras muy

diferentes. Al final de ese capítulo, extenderé los diagramas langackerianos con los que se

representó el sentido de clase propio de los sustantivos para explicitar las diferencias conceptuales

entre todas esas construcciones. Mi objetivo es establecer qué zonas del esquema que permite la

concepción de los sustantivos poseen mayor relevancia al producirse una interpretación genérica.

Esto explica por qué ciertos contextos oracionales facilitan o prohíben esas interpretaciones para los

sustantivos según estos sean contables, no contables o plurales, o según estén determinados de

modo definido, indefinido o carezcan de determinación. En conclusión, hablar de sentido genérico

esconde formas muy distintas por las que un sustantivo accede a su tipo o clase.

Esta introducción no puede estar completa sin agradecer a numerosas personas que han influido en

mí a lo largo de los años. En primer lugar, agradezco a todos mis profesores, de quienes siempre

intenté aprender lo mejor. Encabeza esta lista mi maestro, el Dr. Luis Jaime Cisneros, por influencia

de quien, como muchos otros, he terminado dedicándole mi vida a las letras y a la educación.

ix
Espero que este trabajo esté a la altura de lo que él merece. En segundo lugar agradezco al Dr. Jorge

Iván Pérez Silva: sin sus consejos, sin su insistencia tanto en lo teórico como en lo práctico no

habría llegado hasta aquí (“Haz tu tesis, ya está lista, no le falta nada”, eran las palabras que tantas

veces me repitió en estos años que he dilatado mi proyecto). Sinceramente, Jorge debe ser la

persona a la que más le debo mi interés por hacer algo bueno y/o útil con mis conocimientos: la

ponderación, el compartir y tratar de estar siempre cerca de las personas que requieren de ayuda o

de una recomendación son actitudes que en Jorge Iván son la norma. Es un ejemplo para cualquiera

que haya sido alumno (y amigo) suyo.

Tres personas que formaron definitivamente mi perspectiva sobre el lenguaje han sido los doctores

Alfredo Arnaiz, Marcos Herrera y Liliana Sánchez. A Alfredo le debo el curso de sintaxis que me

abrió los ojos acerca de la tremenda importancia del formalismo como parte del análisis gramatical.

De Alfredo, de su peculiar sentido del humor, de sus diatribas cada vez que deslizaba alguna

explicación funcionalista o semántica en sus legendarias asignaciones domiciliarias, siempre

recordaré que me dijo que si una persona habla del lenguaje como objeto de estudio y no sabe

gramática, pues está diciendo cualquier cosa. No fueron esas sus palabras exactas, los que lo

conocen saben que ahí faltan un par de adjetivos más gruesos. Pero no deja de ser estrictamente

verdad: he intentado ver la gramática como la medida de todos los hechos del lenguaje. Sé que no

congeniará con el espíritu cognitivista y funcional de mi tesis, pero quiero decirle que él es

responsable en buena parte de este interés por unir la sintaxis y la semántica.

Marcos Herrera significó, para un “semántico” como yo, saber que hay teorías serias y con un

desarrollo pujante como la gramática cognitiva que brindan herramientas precisas para abordar

problemas que el formalismo generativista no privilegiaba. A él le debo su apoyo en mi trabajo, su

paciente lectura de mis primeros esperpentos en los que enfrentaba a Fodor con Lakoff y mezclaba

Jackendoff con Langacker bajo la guía del texto de Frawley que trajo de su doctorado en Alemania.

x
Gracias a él encontré mi lugar en el espacio teórico de la lingüística contemporánea. Sabe que lo

aprecio enormemente y que le agradezco la confianza que me ha brindado en numerosas ocasiones.

He intentado que este trabajo sea para él una muestra de lo que significa su presencia en la facultad:

espero no defraudar esa ambición.

Liliana Sánchez es una de las personas más inteligentes, congruentes y trabajadoras que he

conocido en mi vida. Un verdadero modelo de seriedad y compromiso para quienes llevamos con

ella el Taller de Trabajo de Campo y luego el curso de Seminario de Adquisición de Segunda

Lengua. Por ser ella una crítica tenaz de muchas de las ideas que estoy por presentar, esta tesis

también la he escrito pensando en lo que me ha enseñado. De ahí que este trabajo sea también para

ella, que nos cuidó firme pero discretamente a 3800 metros sobre el nivel del mar.

Asimismo, los doctores Rodolfo Cerrón-Palomino y Beatriz Mauchi en numerosas ocasiones me

han mostrado interés y apoyo desinteresado en mi desarrollo profesional y académico. Espero

corresponderles lo mejor posible con este proyecto de investigación. Para ellos todo mi

agradecimiento.

Agradezco también a mis compañeros de especialidad: José Riqueros, Paola Cépeda, José Manuel

Rodríguez, Aysa Mondoñedo, Omar Beas, Milagros Lucero y Carla Barrionuevo. Todos ellos

siempre me han mostrado un aprecio que espero haber podido corresponder de la mejor manera

posible.

Pero el agradecimiento más importante está reservado para mi familia. Mis padres, Norma y Raúl,

me lo dieron todo, aun a costa de los sacrificios que ello implicase. Para mí han sido excelentes

padres, como cualquier padre que ama a sus hijos. Ahora les ofrezco esto como resultado de

muchos momentos, unos buenos, otros no tanto, por los que hemos pasado juntos en mi formación

xi
profesional. A mi Papá Mateo, el padre de mi mamá, le debo saber leer. Esta tesis es, en ultima

instancia, la mayor consecuencia hasta el momento de ese maravilloso momento en el que las

palabras tenían sentido en los papeles y carteles cuando era muy niño. Nunca podré agradecerle

suficientemente ese don. Por último, mis hermanos, Alonso y Claudia, y mi sobrino, Sebastián,

reciben también este trabajo como muestra de lo mucho que los quiero.

xii
CAPÍTULO 1
HIPÓTESIS Y MARCO TEÓRICO

Meaning is what language is all about; the analyst who ignores it


to concentrate solely on matters of form severely impoverishes
the natural and necessary subject matter of the discipline and
ultimately distorts the character of the phenomena described.
Ronald W. Langacker (1987a: 12)1

A pesar de lo que el título de esta tesis parece establecer, el tema de mi investigación no es, en

sentido estricto, la semántica de la definitud e indefinitud de la frase nominal. Más bien, en este

trabajo quiero proponer una explicación de la estructura de la frase nominal (circunscrita

mayormente, eso sí, a los aspectos señalados en el título) distinta a las que se han venido

presentando dentro de la corriente mayoritaria de investigación lingüística. Consecuentemente, este

trabajo no hace “sintaxis”, si por sintaxis se entiende un proceso de derivación formal-algorítmico

(cf. Chomsky 1986 y 1995). Tampoco se hace en él “pragmática”, si por esta se entiende un

conjunto de reglas de interacción (conversacionales o de relevancia) dependientes del contexto, que

en buena medida subvierten el sentido de las expresiones gramaticales lineales, o el “significado

literal” (cf. Grice 1975 y Sperber & Wilson 1986). Inclusive, puede decirse que ni siquiera hace

“semántica”, si por ella entendemos la relación que hay entre un enunciado y sus condiciones de

verdad respecto de la situación del mundo que describe, así como una subordinación composicional

de estas interpretaciones a la estructura sintáctica de la frase (cf. Chierchia & McConell-Ginet

1991).
1
«El significado es todo acerca de lo que es el lenguaje; el analista que ignora esto para concentrarse
únicamente en cuestiones de forma empobrece severamente el natural y necesario asunto central de la
disciplina y definitivamente distorsiona el carácter de los fenómenos descritos» [Todas las traducciones de
citas en inglés son mías].
Lo que sí hace esta tesis es proponer un análisis de la frase nominal donde se integra lo sintáctico,

semántico y pragmático en una teoría que unifica el lenguaje con los demás aspectos de la

cognición humana. Por esta razón, más que una tesis de semántica, es una tesis de gramática,

porque ese es el término que no distingue los distintos ámbitos del saber lingüístico de los

hablantes. No obstante, creo justo afirmar que es también una tesis acerca de la cognición humana,

ya que se apoya continua y firmemente en las distinciones, procesos y organizaciones que dan

cuenta de nuestro modo de concebir la realidad.2 En suma, el trabajo que se presenta aquí es una

tesis de gramática cognitiva, nombre específico de la teoría lingüística de la que me valdré

mayormente a lo largo de mi investigación.3

Esta opción no es gratuita: la hipótesis que propondré establece que la organización sintáctica de

una frase debe explicarse a partir del contenido conceptual de las unidades lingüísticas que la

conforman; y el contenido conceptual depende en gran parte de las situaciones de uso real. Dicho

de modo simple, se busca entender la sintaxis no “por sí misma”, esto es, tan solo por sus sutilezas

combinatorias, sus categorías vacías y sus patrones distribucionales, sino porque ella expresa algo:

es una construcción simbólica. En cuanto tal, articula conceptos de nivel más complejo:

2
Sé que esta última afirmación puede sonar sumamente pretenciosa a las puertas de una tesis que debe
someterse a la aprobación de un jurado. Más todavía cuando el autor probablemente no sabe nada acerca de
psicología cognitiva, y no ha llevado ningún curso en el que se haya analizado al detalle los numerosos
procesos cognitivos humanos. No obstante, puedo afirmar que las intuiciones que componen mi análisis se
encuentran refrendados (como tantas otras tesis) por trabajos que han encontrado fructíferos resultados al
motivar al lenguaje en los principios que ordenan el pensamiento como representación del mundo.
3
La presentación definitiva de esta teoría (que en sus primeras formulaciones se llamó Space Grammar, cf.
Langacker 1982, Tuggy 1981) se encuentra en los dos volúmenes de Foundations of Cognitive Grammar
(Langacker 1987b y 1990). Con el paso del tiempo, esta obra se ha constituido, según palabras de Cruse
(2000: 142), en «the ‘bible’ of the cognitive approach» (“la ‘biblia’ del enfoque cognitivo”). La gramática
cognitiva es uno de los modelos que coexisten dentro de la tendencia teórica conocida como lingüística
cognitiva (probablemente el más influyente, junto a la gramática de construcción de Goldberg 1995). El
texto de fundamentación epistemológica unánimemente reconocido por los lingüistas dentro de esta corriente
es Women, Fire, and Dangerous Things (Lakoff 1987). Otros nombres que pueden describir el tipo de tesis
aquí presentado, si bien más neutrales en cuanto a lo teórico, son “semántica lingüística” (Frawley 1992) o,
sencillamente, “semántica gramatical” (Saeed 1997 y Cruse 2000).

2
esquemas o patrones simbólicos cuyo significado va más allá de la mera suma de los contenidos

de las unidades léxicas sobre las que operan (i.e. las partes configuran una gestalt o representación

emergente). Por consiguiente, y en tanto se asume que las estructuras semánticas son idénticas a las

estructuras conceptuales, no tiene sentido separar la gramática y la semántica como componentes

autónomos. Si la sintaxis y la morfología permiten una organización donde invariablemente el todo

supera a la suma de las partes, ese modo de organización es también un símbolo, o dicho en

palabras de Langacker, la asociación de una forma y un significado (1987a: 2.2.).

1.1. Hipótesis

La hipótesis principal de esta investigación consiste en que las construcciones gramaticales con las

que los hablantes expresan tanto la definitud como la indefinitud de una frase nominal (en

adelante FN), así como los usos específicos o genéricos (que pueden considerarse derivados y

complementarios de los primeros), no son mecanismos formales arbitrarios y aislados del resto de

experiencias y procesos cognitivos humanos. Propongo, por el contrario, que la interpretación de

la definitud o indefinitud del sustantivo se construye simbólicamente en las frases nominales.

Para esto, es necesaria la interacción de las propiedades conceptuales que conforman la definición

nocional del sustantivo y las condiciones cognitivo-discursivas (i.e. mentales y contextuales a la

vez) de la determinación. Como manifestación fundamental de estas condiciones, se encuentran

los distintos tipos de modalidades proposicionales, ya que es en el universo del discurso que un

enunciado es definido o indefinido, referencial o genérico, etc.

El sustantivo se considera en este trabajo como una clase conceptual a la par que como categoría

gramatical. Gracias a sus rasgos nocionales se construyen los sentidos definidos e indefinidos.

Dicho en otros términos, el modo en que los hablantes representamos los sustantivos para que

podamos hablar de ciertos elementos de la realidad a los que consideramos “cosas” es fundamental

para poder entender la definitud o indefinitud de las frases nominales. Al mismo tiempo, es

3
necesario indagar sobre la relación de la definitud e indefinitud en las frases nominales con sus usos

específicos (llamados también, de modo poco preciso, referenciales) y los genéricos (o no

referenciales, y que, erróneamente a mi entender, muchos confunden con las formas predicativas).

En lo tocante a la determinación, me centraré únicamente en sus manifestaciones que usan el

artículo definido, el indefinido, así como en las FN no determinadas (conocidas también como

“escuetas”). Por último, respecto de las modalidades proposicionales, se incidirá en la distinción

fundamental entre usos referenciales y usos no referenciales de los enunciados lingüísticos dentro

del discurso.

Uno de los principales problemas para la formulación de la hipótesis estaba en conciliar la

información que proponen autores funcionalistas, en un sentido amplio del término,4 y otros más

afines a la lingüística cognitiva. Los primeros sostienen la preponderancia de los contextos

oracionales o los modos de predicación en los que aparecen las frases nominales. Los segundos

hacen hincapié en que el lenguaje refleja en gran medida la cognición humana, de modo que,

cualquier enunciado lingüístico debe construir su sentido mediante operaciones análogas (por no

decir idénticas) a las que usamos para concebir la realidad, en tanto una representación mental.5

He decidido inclinarme más por la segunda propuesta; sin embargo, esta no es una decisión basada

en que “una teoría es correcta y la otra no lo es”. Más bien, obedece a que la lingüística cognitiva

puede integrar los problemas que los funcionalistas proponen al plantear que la mayoría de las

4
Bajo el término “funcionalista” agrupo a los lingüistas que ven la gramática como la expresión sistemática
de funciones comunicativas y representacionales. Dicho de modo más simple, un funcionalista es quien
piensa que la gramática tiene que entenderse en relación directa con el uso que se hace de ella. Entre estos
puede contarse con Coseriu (1989), Seiler (1976 (ed.) y 1986), Iturrioz (1986), Heine, 1997 y, sobre todo,
Givón (1984, 1990 y 2001).
5
Una explicación general de los postulados y fundamentos de la lingüística cognitiva serán parte de la
sección 1.3 de este capítulo.

4
construcciones gramaticales, así como las discursivas, basan sus significados en principios

cognitivos que operan, fundamentalmente, al nivel de las categorías gramaticales. Así, la

preeminencia de los aspectos cognitivos frente a los discursivos se traduce en una cuestión más bien

de orden: primero es necesario haber creado la representación de un mundo que pueda comunicarse.

De inmediato, casi paralelamente a este proceso, se han de producir las estrategias más indicadas

para transmitirlo al receptor. Este inicia un proceso de interpretación, ya que no es el caso que lo

transmitido por el emisor llegue con su significado a la mente del receptor: siempre hay mucho más

significado en lo comunicado que aquello que simplemente se ha codificado gramaticalmente, bien

por la presencia del contexto (un modelo gramatical realista debe basarse en el uso), o por las

múltiples interconexiones que se despiertan con nuestro conocimiento sobre cualquier categoría (un

modelo gramatical debe basarse en una noción enciclopédica, antes que veritativo-formal del

significado).6 De este modo, una explicación coherente de la semántica de la determinación no

excluye lo discursivo, sino que le da el lugar que le corresponde en el orden de los hechos

lingüísticos.

En resumen, a lo largo de esta tesis se irán examinando datos concernientes a distintos usos de los

sustantivos en frases nominales definidas, indefinidas y escuetas. Algunos de estos casos se

caracterizarán como centrales o prototípicos. Es decir, se organizan dentro de marcos cognitivos

bastante homogéneos y básicos. Por el contrario, otros casos serán propuestos como marcados; es

decir, que implican un mayor esfuerzo constructivo en el que diferentes marcos interactúan para

producir un sentido cada vez más abstracto (y por ende, más sutil). Mi aporte será postular para esta

diversidad de usos sus respectivos esquemas conceptuales, es decir, patrones que permitan al

hablante / oyente categorizar los sustantivos como instancias definidas (El niño está llorando),

6
Sobre este punto son especialmente importantes Langacker 1987: 161-166 (crítica a la “metáfora del
conducto” como expresión del proceso comunicativo frente a la visión enciclopédica de la semántica), Lakoff
1987: 292-294 (propuesta del significado y el entendimiento como una construcción en la mente de los
hablantes) y, en términos más generales, Palmer 2000 [1996]: 61-66 (relación entre el significado emergente,
construido pragmáticamente, y el significado situado, codificado gramaticalmente).

5
indefinidas (Nadie soporta ver un niño triste) o tipos genéricos (Nadie que tenga niño puede

alquilar cuarto en este edificio). La caracterización de este esquema debe ser capaz de dar razón de

los usos lingüísticos compartidos convencionalmente por una comunidad de hablantes. Por esta

razón, la descripción del fenómeno debe enmarcarse en una perspectiva basada en el uso, que

enlace lo sintáctico, lo semántico y lo pragmático dentro de un continuo. De este modo, puede

decirse que una frase nominal debe entenderse como una representación simbólica que se

construye y organiza más cercanamente a nuestro modo de ver la realidad de las cosas que nos

rodean, y no tanto a partir de especificaciones puramente formales e inmotivadas.

En lo que sigue de este capítulo, mi intención es establecer que una teoría gramatical que analice

los principios lingüísticos dentro del marco general de la cognición humana y de su interacción con

la realidad no solo es posible, sino deseable. En este sentido, debo discutir, primero, por qué no

considero suficientemente útiles las teorías formales; segundo, por qué la gramática debe

entenderse como un sistema de construcciones simbólicas; y, tercero, por qué la semántica debe

entenderse como idéntica a las estructuras que permiten el conocimiento humano. Luego de haber

discutido los puntos anteriores, resultará más sencilla la exposición de los fundamentos teóricos de

la lingüística cognitiva, en general, y de la gramática cognitiva, en particular.

1.2. El conocimiento gramatical y las limitaciones del formalismo

Pienso que si se pretende analizar exhaustivamente cualquier fenómeno gramatical, el lingüista

debería guiarse por lo que es el conocimiento de una lengua natural. En este sentido, me adhiero a

una perspectiva mentalista de la naturaleza del lenguaje: este es una forma de conocimiento.7 No

es suficiente —pero sí importante— una descripción empírica de las lenguas, ya sea como un

inventario de unidades y reglas atestiguadas por la investigación de campo, o bien como acervo

7
El sentido de conocimiento es “conocimiento inconsciente”, en la línea de la separación entre “saber qué”
(consciente) y “saber cómo” (inconsciente) (cf. Chomsky 1986: cap 2).

6
lingüístico compartido en una comunidad de hablantes (idea ya expuesta por Saussure). Es

necesario que las descripciones conduzcan a las explicaciones. Dicho en términos de Chomsky

(1970 [1965], 1986), una teoría que pretenda hacer explícita la capacidad de los hablantes para

producir infinitos enunciados (creatividad lingüística), es una teoría sobre el conocimiento

humano. De este modo, la gran mayoría de lingüistas sostenemos que una gramática mental debe

verse como una teoría (un conjunto de principios que se abstraen a partir de los hechos observados

y que logra predecir el comportamiento de estos) que quiere proponer de la manera más coherente y

exhaustiva el porqué de la capacidad creativa de los hablantes en todas las lenguas naturales.

Si queremos resumir la historia de las ideas detrás de las teorías gramaticales, el mentalismo es la

hipótesis dominante en los estudios lingüísticos desde la segunda mitad del siglo XX. No obstante,

es una cuestión bastante controversial la naturaleza del conocimiento gramatical en la mente de los

hablantes. De este modo, las teorías pueden dividirse en:

(a) Formalistas: que postulan un conocimiento lingüístico puro aislado y uniforme.

(b) Funcionalistas: que asumen un conocimiento lingüístico indesligable de sus usos, tanto

como representación cuanto herramienta comunicativa.

En general, sostener que el lenguaje es un conocimiento implica, dentro de cualquier perspectiva

teórica, tres tipos específicos de habilidades en los hablantes-oyentes:

(i) Conocen la estructura de su lengua (y, sirviéndose de este saber, construyen e

interpretan palabras, frases y secuencias fonológicas aceptables)

7
(ii) Conocen los contenidos o conceptos que se asocian de modo no marcado con las

unidades lingüísticas que emplean8 (una palabra o una frase puede interpretarse de

modo nítido, al menos, asociándose con un valor convencional de los elementos

léxicos).

(iii) Conocen la separación o desviación posible entre los usos convencionales y las

posibilidades creativas (metafóricas, figuradas, estilísticas o puramente situacionales)

de sus mismos enunciados.

Las teorías lingüísticas que ven al lenguaje como un conocimiento autónomo, con principios

propios no generales, y separado del resto de capacidades mentales humanas han decidido

circunscribir su campo de análisis formal o estructural al conocimiento (i). La gramática

generativa puede considerarse como el modelo más coherente y desarrollado del tipo de teorías

lingüísticas ya mencionadas. Este modelo de investigación asume que los hablantes poseen un

conocimiento cerrado, autónomo, capaz de operar impecablemente sobre un número cerrado de

unidades representacionales:

[...] llamo gramática generativa a un sistema de reglas que de manera explícita y bien
definida asigna descripciones estructurales a las oraciones. Es obvio que cada hablante
de una lengua ha llegado a interiorizar y dominar una gramática generativa que expresa su
conocimiento de su lengua (Chomsky 1970 [1965]: 10 Énfasis mío)

8
Los sonidos lingüísticos están en un área límite: la entonación y otros rasgos suprasegmentales son
reconocidos por su contribución al significado de construcciones morfológicas y sintácticas (cf. Hilferty
2003). Pero, por otra parte, es obvio que, p. ej., una consonante aislada no tiene asociado ningún contenido
conceptual. ¿Debe deducirse de ahí que la fonología es diferente? Es decir, ¿es un sistema de unidades y
reglas intrínsecamente diferentes a las de la sintaxis o la morfología? Pienso que la diferencia entre la
fonología y el resto de áreas de la gramática radica en que la primera no representa los conceptos básicos que
manejamos (referentes, propiedades y eventos) y sus múltiples relaciones (labor más acorde con la sintaxis y
la morfología), exceptuando los contados casos de iconicidad fonológica (p. ej. onomatopeyas). Su
arbitrariedad es una cuestión intrínseca e indiscutible: se necesita de formas fonológicas mayormente
inmotivadas para poder hacer un uso amplio de un sistema comunicativo con las especificidades del lenguaje.
No obstante, en tanto que las unidades lingüísticas son conceptuales, puede afirmarse que la organización de
estas representaciones fonológicas utiliza los mismos principios cognitivos generales (cf. Bybee: 1994 y
Palmer: [1996] 2000).

8
[...] subrayaremos de nuevo que el conocimiento de una lengua supone la habilidad
implícita de entender infinitas oraciones. De ahí que una gramática generativa tenga que ser
un sistema de reglas capaz de reiteración para generar un número infinito de
estructuras. Este sistema de reglas puede ser dividido en los tres componentes principales
de una gramática generativa: los componentes sintáctico, fonológico y semántico (Chomsky
1970 [1965]: 17 Énfasis mío).

Chomsky observa que la irrelevancia de los criterios de tipo lineal es un hecho generalizable
al estudio de cualquier fenómeno gramatical en cualquier lengua natural. El contenido de
esta observación se puede expresar a través del denominado “Principio de Dependencia
Estructural”. Podemos entenderlo del siguiente modo:
«Principio de Dependencia Estructural:
Todas las operaciones gramaticales dependen de la estructura» (Lorenzo 2001:
90. Énfasis mío)

FL [facultad del lenguaje, considerada dentro del programa minimista] es un sistema


especializado en el almacenamiento y manipulación de datos relacionados con el sonido, el
significado y la organización estructural de los ítems léxicos manejados por los miembros
de una determinada comunidad lingüística. Ahora bien, en opinión de Chomsky este
módulo (FL) debe ser cuidadosamente diferenciado de de los módulos de la mente a
cargo, respectivamente, de la articulación y percepción de sonidos y la formulación de
pensamientos en términos conceptuales e intencionales. Chomsky considera a cada uno
de estos módulos (a los que conjuntamente denomina “sistemas de actuación”) como
“externos” a FL. Es decir, FL no tiene la capacidad de producir/captar sonido o pensamiento
propiamente dichos. Lo propio de esta facultad mental consiste, más bien, en proporcionar
secuencias abstractas de datos que “instruyen” a los sistemas de actuación. (Lorenzo 2001:
119-120. Énfasis mío)

Sintetizando el espíritu de estas citas al máximo, el lenguaje es un sistema gobernado por reglas

específicas: su objetivo es organizar únicamente secuencias lingüísticas posibles en la mente de los

hablantes y prohibir automáticamente aquellas combinaciones no posibles.

De este modo, el conocimiento gramatical de los hablantes puede reducirse exitosamente a un

manejo de estructuras recursivas, para las cuales el conocimiento de las funciones comunicativas

que realizan las unidades léxicas o las mismas construcciones gramaticales, a partir de sus

significados, son irrelevantes (cf. Lorenzo 2001: 91). Así, para iniciar un análisis gramatical, basta

que cualquier lingüista, en su condición de hablante-oyente ideal (Chomsky 1970 [1965]: 5-6),

lleve a cabo un proceso introspectivo-evaluativo que ponga de lado cualquier situación contextual o

interpretación general sobre lo que significan sus enunciados. Dicho de otro modo, lo que importa

9
saber no es por qué hay ciertas oraciones en una lengua, sino cuáles son las reglas que, en la propia

lengua, prohíben la elaboración de un número infinito de oraciones imposibles.

Por su parte, el funcionalismo —la teoría opuesta, que ve al lenguaje como un todo no separable de

los conocimientos generales y las estrategias comunicativas— se vio arrinconada por mucho tiempo

frente a los avances del generativismo. Explicar la estructura del lenguaje a partir de sus usos

comunicativos parecía un contrasentido: los mecanismos gramaticales albergan un número de

distinciones y sutilezas tan fuertemente inmotivadas que no parece haber relación de necesidad

entre una forma lingüística y una función comunicativa.

Ente las numerosas reglas que inconscientemente empleamos los hablantes de una lengua como el

español podemos nombrar: concordancia de género y número (las niñas lindas), concordancia de

tiempo y modos verbales entre oraciones principales y sus subordinadas (que gobierna la diferencia

entre Juan me dijo que irá y Juan me dijo que iría), la invariabilidad morfológica de adverbios etc.

¿Es necesaria la existencia de todas estas reglas para posibilitar la comunicación? En sentido

estricto, la respuesta debe ser no. Los seres humanos podríamos comunicarnos sin la necesidad de

reglas tan precisas y redundantes. Puede concluirse que la gramática posee rasgos fundamentales de

organización tan intrínsecos que no es coherente guiarnos por su función de comunicar. Al parecer,

la función primera del lenguaje es servir como un sistema representacional que sirva para

transformar pensamientos en sonido y viceversa.

Así, pues, desde el formalismo generativista se han esgrimido muchos argumentos para fustigar las

perspectivas funcionales. Con seguridad, los más críticos han sido el de la creatividad lingüística

y, en especial, el llamado problema lógico de la adquisición del lenguaje.9 Si una teoría funcional

9
En su momento, el argumento para la creatividad de las lenguas humanas a partir de mecanismos
representables matemáticamente (un modelo) fue el punto central en la agenda del generativismo lingüístico.

10
quiere competir exitosamente con el generativismo (u otras teorías formalistas actualmente

presentes), tiene que poder dar cuenta de estas dos cuestiones.10

Puesto que mi interés se ubica ahora en la naturaleza de la gramática como un conocimiento

creativo, me centraré en el problema de la creatividad lingüística. En las líneas que siguen sugeriré

que una explicación formal para las estructuras gramaticales no consigue dar cuenta

satisfactoriamente del conocimiento lingüístico de los hablantes. Como resultado de este análisis,

pienso que quedará el camino abierto para proponer una gramática capaz de explicar la creatividad

de usos de las lenguas naturales sin apelar a un modelo matemático autónomo; es decir, una

gramática regida, más bien, por patrones simbólicos y construcciones antes que por reglas y

principios y parámetros.

Para comenzar, es necesario hacer hincapié en los conocimientos (ii) y (iii). Estos pueden

identificarse respectivamente como semántica y pragmática y se tienen por poco sistematizables.

Por esta razón, dan la impresión de relacionarse solo externamente con el conocimiento (i), al que

generalmente se le llama gramática, o más específicamente, sintaxis. Parecen estar ligados, en el

mejor de los casos, a convenciones culturales que rigen la interacción; en el peor, a una suma de

conocimientos enciclopédicos poco relevantes para un sistema gramatical (p. ej., a nadie le interesa

saber que hay perros sin pelo en el Perú para saber que perro es un sustantivo).

Dado el auge de las posturas mecanicistas-conductistas en Norteamérica, los generativistas ya tenían


suficiente trabajo tratando de demostrar que la sintaxis ofrecía regularidades notorias, tantas que se prestaba a
una representación formal de su estructura y sus procedimientos derivativos. De ahí la premisa básica de
postular modelos explícitos del conocimiento gramatical de los hablantes de una lengua. Por medio de estos
se daría solución al viejo postulado de Humboldt sobre la creatividad lingüística: “la lengua es la forma de
producir infinitos enunciados mediante medios finitos” (cf. Chomsky 1970 [1965]: 3). Posteriormente fue
cediendo paso a lo que es hoy día el punto más importante de la agenda: el problema de la adquisición del
lenguaje.
10
El problema de la adquisición del lenguaje será tocado brevemente en la sección 1.5. Ahí puede verse la
bibliografía sugerida que enfoca el problema sin apelar a un cerrado innatismo, como el que Bickerton
([1990] 1994), Lightfoot (1983) o Pinker (1995) propugnan siguiendo a Chomsky.

11
En consecuencia, una de las técnicas favoritas para demostrar que la gramática debe ser

independiente de este tipo de conocimientos es proponer un lenguaje en el que las palabras no sean

reales, sino puros galimatías, aunque, eso sí, con marcas sintácticas bastante claras. Por ejemplo,

tomemos esta oración del “español”:

(1) La gela palata las amésitas golundamente por amblastes.

Cabe afirmarse que cualquiera que reconozca los rasgos sintácticos presentes dirá que gela es un

sustantivo femenino; además, es definido y sirve de sujeto a esta “oración”. Ante la pregunta “¿por

quién son palatadas golundamente por amblastes las amésitas?”, la respuesta inmediata será: “por la

gela”. Todo apunta a que hemos operado vacíamente sobre elementos léxicos sin significado, y aun

así hemos obtenido valiosa información gramatical respecto de la concordancia entre sujeto y

predicado y la formación de voces pasivas. Por el contrario, una frase como “La amblastes amésita

las por golundamente gela palataba” nos parece mal articulada, es decir, “agramatical” con respecto

de las reglas de buena formación de la gramática castellana, es decir, el conocimiento (i).

¿Tiene alguien conocimiento de la lengua española si es capaz de reconocer que la oración (1)

pertenece al español y además puede reaccionar mecánicamente ante preguntas por la pura

estructura que ese enunciado muestra? Si revisamos las anteriores citas de Chomsky y Lorenzo nos

veremos en la obligación de aceptar que este hablante domina la gramática generativa del español y

posee juicios de gramaticalidad o intuiciones sobre las estructuras posibles de esa lengua.

Supongamos, para beneficio de mi argumentación, que Chomsky y Lorenzo están absolutamente en

lo cierto. ¿En qué momento sabemos de qué se trata una oración como (1)? Dada nuestra rapidez y

seguridad para saber tanto sobre la sola estructura de las oraciones, parece necesario que los

conocimientos sobre los que estas informan sean obtenidos en un momento posterior a la derivación

puramente gramatical. Así, una vez que tenemos una estructura convenientemente armada, esta

12
debe pasar a los conocimientos (ii) y (iii) para que allí ese “esqueleto” sea llenado de contenido. El

argumento para los generativistas queda servido: hay una derivación sintáctica previa a lo

“conceptual” como los pasos de diferentes procesos computacionales. Pero esto no puede ser así (o

al menos, podría ser de otra forma).

Observemos otra oración, pero del español (sin comillas):

(2) La cebra transita las praderas tranquilamente por temporadas.

Si comparamos (2) con (1), creo que todos notaremos que tienen la misma estructura. Ni siquiera

podremos decir que el orden jerárquico que garantiza el principio de la teoría de X-barra (cf.

Lorenzo y Longa 1996 Cap. 2) sea diferente en ambas. Pero cualquiera que sepa castellano sabe

que (2) tiene efectos muy diferentes a los que tiene (1). Para comenzar, el más obvio: (2) representa

algo; (1), nada. Esto no es, en lo absoluto, una perogrullada. Piénsese que la oración (3) también

tiene la misma estructura que (1) y no es tan aceptable:

(3) La niña castiga las monjas tranquilamente por momentos.

Para saber que (3) no es aceptable tengo que saber que las monjas son seres humanos animados y,

por más inusual que suene que “una niña castigue monjas”, pues ahí definitivamente falta algo: la

preposición a, con lo que queda: “La niña castiga a las monjas tranquilamente por momentos”, que

sí es claramente aceptable. En consecuencia, la estructura de (1) es, por decir lo menos, engañosa

como una forma que representa una oración del español. En efecto, representa menos de lo que una

gramática realmente logra representar aun en oraciones tan sencillas como (3). Todo señala que esa

carencia solo se subsana con el contenido de las palabras.

13
En segundo lugar, nunca sabremos en (1) si hablamos de la gela como un individuo o como una

clase completa de individuos. En cambio en (2), la cebra puede entenderse claramente como una

cebra en particular o como la clase de animales africanos a los que llamamos “cebras”. Más aun, la

frase preposicional “por temporadas” nos remite a un comportamiento constante, de modo que

refuerza la lectura de la cebra como una clase de animales (si bien no impide la lectura particular).

Nada de esto puede decirse de una “oración” como (1).

Todavía puede argüirse que la estructura preexiste a cualquier conocimiento de tipo semántico o

pragmático, y que la prueba es que (1) siempre es intuitivamente, para los hablantes del español,

una frase más cercana a esa lengua que, por ejemplo, al quechua. Ciertamente, eso es innegable;

pero no es necesario que esta intuición obedezca al dominio de estructuras sintácticas abstractas y

automáticas. Una combinación que se inicia con el artículo La, con una “palabra” terminada en –a

con un “verbo” terminado en –aba entre otras marcas reconocibles y escrupulosamente ordenadas

con el orden SVO (que es el no marcado) terminará invariablemente pareciendo la estructura

gramatical de una lengua a la que llamamos español, pero eso no tiene que ser así. De hecho,

podría ser una lengua x de tipo VOS con modificadores de distinto tipo movidos. En pocas

palabras, reconocer un objeto como la combinación de “palabras” en (1) como miembro de una

clase es un proceso de categorización a partir de algunas señales para llegar a una conclusión lo más

convencional posible. Eso no puede ser prueba de una sintaxis autónoma.

Es necesario que los hablantes, para dominar su lengua y no permanecer en el nivel de las

seudooraciones como (1), hagan uso simultáneo de (i), (ii) y (iii). El conocimiento de (i) en

aislamiento solo garantiza maestría en un juego lógico, no en el conocimiento de una lengua

natural.11 No se pueden dejar de lado los conocimientos (ii) y (iii) en una descripción del

11
Este postulado resulta ser el mismo que guía la famosa crítica del “cuarto chino” en Searle (1994 [1980]).
En resumen, este filosofo se opone a la idea de que la inteligencia tiene como una base una codificación

14
conocimiento del lenguaje en toda su complejidad. Decir que ellos son “fenómenos

extralingüísticos” o parte de la “periferia de la gramática” (cf. Chomsky 1986: Cap. 2) con el fin de

garantizar la creatividad lingüística sobre la base de la recursividad algorítmica de sus reglas solo

puede considerarse un a priori difícilmente sostenible.

Por otra parte, los conocimientos (ii) y (iii) como entidades distintas tampoco se hallan exentos de

críticas. En efecto, estos podrían subsumirse en un solo conocimiento: el conocimiento semántico

es la base de los usos contextuales del lenguaje. No obstante, quisiera mantener esta separación por

una cuestión de matiz (y no es este un matiz débil, debe decirse). En (ii) se afirma que el

conocimiento de lo que significa una unidad lingüística (i.e. su contenido) suele entenderse como

un valor estable o convencionalizado (si no como una suerte de lista de propiedades-rasgos

necesarios y suficientes). En contraste, (iii) afirma que frente a estos valores más o menos fijos,

existe toda una gama de variaciones admitidas por la estructura conceptual (base de cualquier

proceso lingüístico). Estas desviaciones suponen un mayor esfuerzo constructivo (cf. Langacker

1987a: 57-58) y los hablantes de una lengua son en mayor o menor medida conscientes de dicho

añadido.

Esta noción es, a mi entender, extremadamente importante para una teoría gramatical; pero no se ha

considerado valiosa dentro del generativismo por la tendencia que el formalismo tiene a encontrar

unidades lingüísticas universalmente válidas y nítidamente distinguibles. Las construcciones

gramaticales pueden admitirse o no según el esfuerzo requerido para plantear la representación que

las unidades lingüísticas reconocibles proponen. Por ejemplo, es claro que el esfuerzo constructivo

para extraer un sentido de la expresión “la su estrella al vio hija norte” es intolerable y, muy

importante, no hay contexto posible que la licencie. No obstante, existen muchos otros casos en los

estrictamente formal (una máquina de Turing). En resumen, para Searle, nuestro razonamiento no es solo
“sintáctico”, es también “semántico”.

15
que el esfuerzo constructivo permite “acomodar” los enunciados que desafían los usos

convencionales.

Por este motivo, debe desecharse la concepción dualista de que las oraciones están bien o mal

formadas (gramaticalidad o agramaticalidad), propia del generativismo (al menos en sus versiones

preminimistas), por ser en extremo reduccionista. Los juicios de aceptabilidad de los hablantes (por

los cuales el lingüista asigna un “” a cada secuencia prohibida por las reglas generativas de una

gramática) no son una cuestión de “todo o nada”. La aceptación de una estructura gramatical puede

verse más adecuadamente como un asunto gradual, que se corresponde con el particular juicio del

hablante sobre lo que una combinación podría representar dentro de un posible uso convencional

dentro de su comunidad lingüística. Por ejemplo, perro es prototípicamente un sustantivo contable,

sin embargo, con un poco de esfuerzo constructivo (y una situación claramente descrita en el

mismo enunciado) es posible licenciar su uso no contable:

(4) El camión aplastó al pobre animalito... Era horrible ver que había perro esparcido por
toda la calle.

Usando este esfuerzo constructivo podemos alterar las formas básicas o prototípicas. De este modo,

podemos pasar de verbos intransitivos a transitivos (“La cometa vuela muy bien” / “En agosto los

niños vuelan cometa en el parque”), de aspectos verbales perfectivos a imperfectivos (“Los

soldados rodearon el castillo” / “El foso rodea el castillo”), etc.

En este sentido, las posibilidades de los hablantes para construir mentalmente una representación

lingüística de cualquier hecho real pasarán por diversos eventos cognitivos (cf. Langacker 1987a:

100). Mientras más complejo sea este evento, mayor esfuerzo constructivo supone, con lo que la

frase no resultará enteramente convencional, será más desviante de un patrón usual y recurrirá a un

contexto cada vez más sutil para entenderse con naturalidad. En consecuencia, si el esfuerzo no

16
produce una representación por lo menos acorde con la situación (o, en sus casos más felices, una

representación que enriquece connotativamente lo denotado, como es el caso de la poesía), puede

considerarse que la representación es un fracaso. Por ello, la diferencia entre lo gramatical y lo no

gramatical está en la correspondencia entre una serie inagotable de enunciados y una serie muy

amplia de situaciones. Habrá mejores situaciones para unos enunciados y peores para otros. A los

primeros usos se les llamará prototípicos (no marcados) y a los segundos no prototípicos (o

marcados).

1.3. Naturaleza simbólica del lenguaje

Si se propone que el conocimiento lingüístico no es autónomo, sino un producto de los diversos

procesos cognitivos con los que representamos la realidad, entonces queda abierta una cuestión

crucial: ¿cuál es la naturaleza de la gramática? Para una mejor comprensión de las explicaciones

que se presentarán a lo largo del trabajo —donde lo sintáctico, semántico y pragmático van de la

mano—, es indispensable esbozar una concepción de la gramática construccionista y basada en el

uso, que sirva de alternativa al formalismo.

Toda expresión lingüística es una construcción simbólica de tipo conceptual. Por ende, el saber

gramatical es susceptible de descripciones y explicaciones basadas en una teoría de la

conceptualización en la que la memoria, la percepción, la atención y la imaginación se integran para

explicar el potencial creativo del lenguaje humano. De este modo, la gramática (sus unidades y sus

estructuras) conforma una construcción gestáltica que se articula en el uso: ella requiere de un

contexto y de un organismo capaz de verse rodeado de experiencias múltiples, antes que de solo

unidades y reglas.12

12
Este es, con seguridad, el principio epistemológico clave de la lingüística cognitiva: la hipótesis de la
mente corporalizada (Lakoff y Johnson 1980, Lakoff 1987). Ella nos dice que los seres humanos pensamos
solo gracias a la interacción del cuerpo con el entorno. Somos mentes corporalizadas: lo perceptual, guiado
por la experiencia física, no se distingue radicalmente de los demás procesos cognitivos. Así, no es sostenible

17
El lenguaje es, fundamentalmente, una forma de representación del pensamiento. En tanto que el

lenguaje no es lo mismo que el pensamiento (en un sentido restrictivo y reduccionista como el de la

hipótesis Sapir-Whorf),13 debe afirmarse que aquel evoca nuestras diversas ideas. He ahí la

naturaleza simbólica del lenguaje. Quiero proponer, a continuación, los fundamentos para

considerar que la forma en la que se organizan las unidades lingüísticas —i.e. la gramática— está

en estrecha relación con los conceptos que representa. Por esta razón, las unidades gramaticales

deben ser consideradas propiamente simbólicas; es decir, el lenguaje usa formas que simbolizan

la realidad a la que se refieren, y aquellas no son ajenas a esta.

Las gramáticas están en la mente de los hablantes; pero estos no podrían utilizarlas para representar

sus pensamientos si estas no poseyeran mecanismos adecuados para ello. Por definición, sea cual

sea la teoría de la que uno provenga, se puede aceptar que hay dos formas de representación: las

motivadas y las arbitrarias. Para el primer caso, hablamos de iconicidad, para el segundo

hablamos de arbitrariedad de los signos o de las estructuras que los organizan en un sistema. No

la noción de mente desencarnada propia de la inteligencia artificial clásica y en sus manifestaciones


modulares.
13
De ahí que tome con reservas posturas como las del relativismo lingüístico. El lenguaje no puede ser
aquello que dé forma al pensamiento; por la sencilla razón de que existe pensamiento no lingüístico y que
muchos animales sin lenguaje puedan mostrar un grado notable de inteligencia e, incluso, representaciones
conceptuales (cf. Pinker 1994, Cap. 5, Jackendoff 1994). Sin embargo, tampoco considero justo satanizar el
relativismo desde la perspectiva formalista de Pinker, quien apela a la hipótesis fodoriana del “lenguaje del
pensamiento” (1995: Cap. 5). El pensamiento, la cultura y el lenguaje se entremezclan lo suficiente como
para postular, por lo menos, que la estructura gramatical es un producto de nuestro conocimiento (i.e. la suma
de nuestros principios cognitivos y el uso cultural). A su vez, el lenguaje se constituye en una herramienta de
intercambio de ideas que tiñe con sus particularidades los razonamientos cotidianos (a eso se le llama
retórica, y es la contribución, subordinada por cierto, que hace el lenguaje al pensamiento: un relativismo
débil). Al respecto, Lakoff (1987: Cap 18) presenta una ponderada evaluación de los aspectos positivos del
relativismo lingüístico. Sin duda, un aspecto fundamental de las lenguas naturales es que nos permiten
observar la organización conceptual de los hablantes (cf. Jackendoff 1994: Cap 14). Esto lleva a Lakoff, al
comparar el sistema de preposiciones de lenguas indígenas norteamericanas (cora, mixteca y atsuwegi) con
las del inglés, a la siguiente conclusión (a la cual me adhiero sin duda alguna): “[...] I view the organization of
a conceptual system as part of what characterizes the system. For me, conceptual systems with different
organizations are different systems” (“[…] Veo la organización de un sistema conceptual como parte de lo
que caracteriza al sistema. Para mí, sistemas conceptuales con diferentes organizaciones son sistemas
diferentes”).

18
obstante, es necesario asumir un punto intermedio: las representaciones simbólicas. Dentro de esta

clase se incluirán aquellas formas que encuentran una notable motivación en el objeto que quieren

representar. Sin embargo, la representación tiene una carga clara de artificialidad, puesto que la

relación no es directa sino construida convencionalmente dentro de una cultura. Dicho en términos

más simples, hay muchos aspectos en los que uno puede motivar la representación, pero se eligen

solo algunos, pudiéndose haber tomado otros.

Observemos, por ejemplo, la noción ‘paz’. Muchos concordarían en decir que una simbolización

adecuada estaría en la ya tradicional imagen de la paloma blanca con una rama de olivo. Dicha

imagen es analizable: la naturaleza del animal (su mansedumbre), su blancura, la rama misma de un

árbol que se asocia con lo útil y el progreso de la civilización, o simplemente la historia bíblica de

Noé que envía a una paloma blanca para saber si las aguas se habían calmado, etc. Por supuesto, no

es necesario que uno sepa todo esto sobre la paloma blanca y la rama de olivo: el símbolo seguiría

funcionando, pero ya arbitrariamente, es decir, como un signo. Sin embargo, para los que

conocemos la relación entre los elementos del símbolo y otros conceptos relativos a la paz, pues

resulta claro el lado motivado.

Ahora bien, pese a la ya aceptada adecuación de este símbolo, uno siempre puede preguntarse si no

es que la idea de un animal implicaría la irracionalidad de la paz, o tal vez la costumbre de las

palomas de ensuciar con su excremento las construcciones y monumentos pueda llevarnos a pensar

que la paz es algo pernicioso y sucio, o tal vez la idea de la paloma como tórtola nos guíe por una

concepción romántica y cursi de la paz. Es lícito hacernos estas preguntas, y en tanto son posibles,

vemos que hay una cuota de arbitrariedad en las características señaladas, del mismo modo como

hay una gran dosis de convención. Esto indica que el símbolo es también parcialmente arbitrario.

19
Es sencillo ver la naturaleza simbólica en figuras como la anteriormente analizada. Sin embargo,

cabe preguntarse si hay alguna ventaja en suponer que el lenguaje emplee símbolos en vez de

signos. En otros términos, ¿es posible que la gramática sea solo parcialmente arbitraria y que buena

parte de su organización se motive en aquello que quiere representar? Tradicionalmente, la

respuesta a esta pregunta ha sido un rotundo no: las principales teorías lingüísticas han abrazado la

idea de que la gramática es un mecanismo esencialmente arbitrario. El estructuralismo saussureano

lo hizo desde la noción de signo lingüístico y el sistema de oposiciones funcionales; el

distribucionalismo bloomfildeano, desde la descripción estructurada del inventario de unidades

lingüísticas ajeno a cualquier influencia de lo semántico; y, finalmente, el generativismo

chomskiano, desde reglas y principios gramaticales estrictamente formales con base innata y

universal. Perspectivas como estas han conducido invariablemente a asumir la especificidad y / o la

autonomía de la facultad del lenguaje. Sin embargo, un análisis cuidadoso de la noción de símbolo

y su relación con el lenguaje puede poner en entredicho esta creencia tan profundamente arraigada

en la teoría lingüística.

Dentro del lenguaje, pienso que un símbolo debe verse como análogo a las onomatopeyas. Se nos

dice en Saussure ([1916] 1964) que ellas son arbitrarias porque toman la forma sonora que es parte

de una lengua, de modo que lo que debería representarse igual en chino, español o inglés, terminan

teniendo palabras distintas (recordemos lo gracioso que es comprobar que en inglés el gallo canta

cock-a-doodle-doo, pero en español hace quiquiriquí). Pero no podemos ignorar algo absolutamente

incontestable: nos parece que así es como el lenguaje representa el sonido del canto del gallo,

porque así es como puede sonar en nuestra lengua. No estamos traicionando al canto del gallo para

hacer que tenga una forma ajena por completo a como se nos muestra perceptivamente: la

acomodamos a lo que convencionalmente puede resultar análogo. Esto es lo que se hace en toda

unidad lingüística; de este modo, las onomatopeyas no son una excepción dentro de las

representaciones lingüísticas: son la regla.

20
Sin duda, esta afirmación puede sonar no solo osada, sino totalmente errónea. Sin embargo, hay que

reflexionar primero sobre lo siguiente: el canto del gallo es parte de la realidad tal y como la

percibe el ser humano, y como tal ha recibido una representación que forma parte del lenguaje, de

su gramática:

a. El gallo hizo quiquiriquí.


b. Al tercer quiquiriquí el gallo sufrió un síncope y, en fin, ya no más quiquiriquís.

Si el quiquiriquí es tan cosa como las sillas, las personas, y a un nivel derivado, la sociedad o la

democracia, ¿por qué decir, entonces, que el procedimiento que construye la respectiva unidad

representacional para quiquiriquí es diferente al que se emplea en sillas, personas, etc.? Toda

unidad lingüística debe considerarse una suerte de “onomatopeya mental” de lo que se percibe en la

realidad (formas, colores, relaciones, etc.).

En este sentido, hablar de “onomatopeyas mentales” se refiere a una forma de representación que

no es ajena a aquello que quiere representar, exactamente lo que se había definido anteriormente

para la noción de símbolo. Por consiguiente, cada vez que se hable de símbolos como unidades

lingüísticas, debe tenerse en cuenta su naturaleza afín a la de las onomatopeyas: no enteramente

arbitrarias, sino más bien fuertemente motivadas dentro de las convenciones de una comunidad.

Analicemos el siguiente caso. Si vemos que un lobo se acerca a un cordero para comérselo, estamos

construyendo, en la realidad que nos alcanza el campo visual, una figura que progresivamente se

hace más próxima respecto de otra figura inmóvil. Además, damos a ambas figuras dos papeles

convencionalizados: cazador y víctima. Estamos frente a una distribución de actores y eventos que

resultan corresponder con aquello que entendemos como teniendo lugar ante nuestros ojos. ¿Cómo

21
“dibujamos” esto en nuestra mente?14 En primera instancia, eso no lo podemos decir acá. El

pensamiento es previo al lenguaje, de modo que el lobo que se acerca al cordero termina siendo esa

“imagen” que todos podemos apreciar (o imaginar). Pero si así se quiere, ese pensamiento puede

hacerse consciente mediante el lenguaje. De hecho, eso es lo que se está haciendo ahora. Leer una

frase como El lobo se acerca al cordero ha desencadenado una imagen —bastante general, muy

imprecisa, por cierto, pero reconocible como tal— en la mente. Si quiquiriquí recrea el sonido del

canto del gallo, El lobo se acerca al cordero de alguna forma también crea esa situación posible de

la realidad.

En tanto símbolo, la oración que analizamos debe tener propiedades que sean análogas o motivadas

según lo que nos parece que compone el mundo que experimentamos y sobre el que razonamos. La

realidad que podemos pensar es la única realidad de la que podemos hablar. Esto quiere decir que

es posible tener un punto en común entre los objetos de la realidad y sus representaciones

lingüísticas: ambos son formas conceptuales.15 De esta forma, los medios para construir la realidad

en la mente, los principios cognitivos, son el aspecto no arbitrario que subyace a las unidades

lingüísticas en su labor de representar el pensamiento. Por cierto, estos principios deben subyacer al

14
El término dibujar está usado deliberadamente en sentido figurado. No obstante, aun así, puede sonar
“herético” a los seguidores de las teorías formalistas en semántica. Sin embargo, debe recordarse que un
concepto es entendido como una representación; es decir, como una figura abstracta en la que confluyen
numerosas características y sus interrelaciones, de modo que puede resultar una información suficiente sobre
algún estado de la realidad tal y como la pensamos (cf. Barsalou 1992, Jackendoff 1990). Un dibujo, o una
ilustración esquemática puede ser mejor representación muchas veces que un sistema formalizado de
variables y operadores. Una buena defensa del uso de las imágenes como mecanismos descriptivos (y no
reduccionistas: ¡nadie dice que haya “figuritas” en nuestras cabezas!) la brinda Tuggy (1981: Cap 1).
15
Este es el postulado de la representación mental de la realidad. Se rechaza, así, el acceso directo del
entendimiento humano al mundo objetivo o realidad externa. La realidad tal y como se nos presenta, es decir,
aquella a la que tenemos acceso es una construcción de la mente sobre los estímulos que nos brindan los
sentidos. Esta postura puede considerarse “psicologista”, en tanto explica los fenómenos a partir de principios
cognitivos innatos o primitivos conceptuales que guían la organización de los estímulos. Un detallado análisis
de esta hipótesis, así como una crítica a otras posturas filosóficas, se encuentra en Jackendoff (1991).

22
lenguaje, es decir, ser el pensamiento, ya que alguien que no puede hablar, puede darse cuenta de

que un lobo se acerca a una oveja o algo similar.16

Pese a la motivación que haya en nuestras frases con respecto de lo que ellas expresan, hay que ser

demasiado extremistas para decir que ellas son iguales a lo que representan. De hecho, en El lobo se

acerca al cordero, se pierde el olor, la temperatura, la tranquilidad del cordero, el rostro hambriento

del lobo, así como mucho de la tensión del momento (ya desde un plano más subjetivo), etc. Sin

embargo, lo mismo ocurre con quiquiriquí. Esa palabra es la que, dentro de las unidades

representativas convencionalizadas en nuestro lenguaje, mejor puede representar ese sonido que

hace un gallo. Lo más curioso es que se parece a lo que canta el gallo (en gran parte, gracias a que

es un sonido, y el lenguaje representa sonidos en su estructura fonológica). El parecido con lo

representado es lo crucial para entender el valor de una expresión lingüística. Piénsese en una

película en donde un lobo acorta distancias respecto de un cordero y alguien nos dice: “El lobo se

aleja del cordero”, o “El cordero se acerca al lobo” o “Paola le da de comer a Daniela”,

sencillamente diremos que esa oración no se parece a lo que vemos.17

La estructura lingüística puede simplificar la representación, y lo hace lo mejor posible, para darle a

nuestras mentes otro objeto más sobre el que podemos operar con los principios cognitivos hasta

darle una dimensión semántica que le haga justicia a lo que busca representar. Como expresan

Fauconnier y Turner, dos destacados lingüistas cognitivos:

The world of human meaning is incomparably richer than language forms. Although
language has been said to make an infinite number of forms available, it is a lesser infinity
than the infinity of situations offered by the very rich physical mental world that we live in.

16
De hecho, las ovejas, y muchos otros animales, carecen de lenguaje; pero pueden darse cuenta de que un
lobo, o cualquier depredador, se acerca a ellas y pueden advertir su presencia o emprender la huida.
17
Deliberadamente hablo de parecido y no de adecuación a un valor de verdad, en tanto que la semántica que
necesita esta teoría gramatical rechaza la noción de verdad o falsedad para la referencia de una expresión en
un mundo posible como aspecto básico para determinar su significado. Por consiguiente, rechaza también el
uso de la lógica como criterio de análisis válido (cf. infra. 1.4.).

23
To see that, take any form, such as “My cow is brown,” and try to imagine all the possible
people, cows, and shades of brown to which it may apply, as well as all the different uses of
the phrase as ironic or categorical or metaphoric, including its use as an example in this
paragraph (2002: 178).18

Así, para decirlo en palabras de Fauconnier: «[...] visible language is only the tip of the iceberg of

invisible meaning construction that goes on as we think and talk. This hidden backstage cognition

defines our mental and social life. Language is one of its prominent external manifestations» (1997:

1-2).19 Así, el lenguaje no es todo el iceberg, ciertamente, pero es parte del iceberg y representa

con suficiencia todo el iceberg.

Sin embargo, las teorías lingüísticas más difundidas modernamente han partido de la creencia de

que el lenguaje representa una realidad externa que es mayormente, sino por completo, ajena a las

unidades lingüísticas y a su estructura. Del mismo modo, también consideran que todo en el

lenguaje es arbitrario en vista de que su parte expresiva (significante, estructura fonológica, etc.) es

inmotivada frente a su parte conceptual (significado, estructura de forma lógica, etc.). Sin duda, es

fácil notar el parecido en las onomatopeyas genuinas, las sonoras, con lo que representan; pero es

complicado verlas en otras palabras que quieren representar situaciones, movimientos, figuras, etc.

Así, pues, el divorcio entre la gramática y la representación mental de la realidad —es decir, la

separación entre lo que representa y lo representado— llevó a la lingüística postsaussureana a

enarbolar la arbitrariedad del signo, primero, y, luego, la autonomía de la gramática (y de la

sintaxis) como una premisa irrefutable. Del mismo modo, la compleja naturaleza del lenguaje llevó

18
«El mundo del significado humano es incomparablemente más rico que las formas lingüísticas. Si bien se
ha dicho que el lenguaje hace disponibles un número infinito de formas, es menos infinita que las situaciones
ofrecidas por el muy rico mundo físico y mental en el que vivimos. Para ver eso, tome cualquier forma, tal
como “Mi vaca es marrón”, y trate de imaginar todas las posibles personas, vacas y matices de marrón a los
que esta se les puede aplicar, así como todos los diferentes usos de la frase sea irónico, categórico o
metafórico, incluyendo su uso como ejemplo en este párrafo».
19
“[…] el lenguaje visible es solo la punta del iceberg de la construcción del significado invisible que avanza
conforme pensamos y hablamos. Esta cognición oculta entre bastidores define nuestra vida mental y social. El
lenguaje es una de sus prominentes manifestaciones externas”.

24
a privilegiar las soluciones formalistas, simplificaciones que no son más que la extensión de la

premisa de la arbitrariedad. Consecuentemente, el siguiente paso de la argumentación será mostrar

cómo la relación entre la gramática y los conceptos que representa corre por vías paralelas que se

juntan únicamente en las llamadas interfaces (Chomsky 1995: Cap. 2).

Si proponemos que el lenguaje es una capacidad autónoma, distinta del resto de la cognición,

tenemos que refutar primero la hipótesis contraria. Esta dice que el lenguaje, al ser una forma de

representación de la realidad que se construye en la mente de los hablantes, debe guardar una

relación muy estrecha —en pocas palabras, debe fundamentarse— en los mismos procesos

constructivos con los que la cognición humana se acerca a la realidad. Esta es la hipótesis nula

(Taylor 2003: 17): la idea de que no hay capacidades lingüísticas intrínsecas. Resulta una idea

bastante simple y hasta obvia; tanto así que, por parecer una ilusión del sentido común, la

lingüística formal la ha descartado. Solo si esta hipótesis falla en explicar los mecanismos con los

que el lenguaje se organiza y permite la creatividad y el uso de cualquier hablante oyente en una

situación real, no ideal, entonces podemos proponer que el lenguaje se compone de principios

específicos y diferentes que el resto de los componentes de la cognición. Partiré pues, de la

presunción de que gramática y cognición comparten, fundamentalmente, los mismos mecanismos

representacionales. De este modo, al lado de un razonable grado de arbitrariedad, existe una gran

motivación conceptual. Por consiguiente, la gramática es simbólica.

1.4. Semántica y cognición

El punto anterior, en donde se propuso una concepción simbólica de la gramática, puede resultar

sumamente polémico para muchos lingüistas. Al postularse que una teoría gramatical necesita

motivarse de modo explícito en las representaciones conceptuales que transmite, se nos presenta

una seria crítica. Si la estructura lingüística se entiende a partir de los conceptos que transmite, ¿no

se cae en la imprecisión de pensar que los conceptos lingüísticos y los conceptos extralingüísticos

25
(o el conocimiento sobre el mundo) son iguales? Para las teorías semánticas dominantes en nuestro

medio académico —me refiero, directamente, a la semántica estructural y a la semántica formal o

de “condiciones de verdad”— existe una división clara y necesaria entre categorización

conceptual y categorización lingüística. Dicho de otro modo, lo lingüístico es una forma de

conocimiento y organización que corre paralela a lo propiamente conceptual. Decir que ambos

ámbitos confluyen o, mucho peor aún, que son iguales es sumirse en una descripción aleatoria de

fenómenos, a imprecisiones y a una completa incapacidad de hacer generalizaciones sobre los

aspectos más regulares del lenguaje (i.e. la gramática).

1.4.1. Saber lingüístico y extralingüístico en las teorías semánticas

La distinción entre “lingüístico” y “extralingüístico” debe verse como la que se hace entre aquello

que es “relevante en la organización del sistema lingüístico” y aquello que “solo es pertinente

dentro del saber general sobre el mundo” o saber enciclopédico. La motivación que origina esta

distinción, tanto para el estructuralismo como el generativismo, se puede trazar a partir de sus

respectivas apuestas teóricas sobre la naturaleza del lenguaje y el campo de estudio propio de la

lingüística.

La semántica estructural (como puede apreciarse en Coseriu 1981 [1977] o en Geckeler 1994)

demanda que el sistema lingüístico sea diferente del conocimiento conceptual de los hablantes. En

tanto un sistema oposicional, el significado es también un conjunto de diferencias organizadas en

campos léxicos. De esta manera, la semántica es “lingüística” porque permite hacer distinciones

entre los elementos del sistema, y no “cognitiva”, lo que significaría confundir lo lingüístico con el

conocimiento de la realidad, amplio y asistemático (Coseriu 1998: 85-86).

Por su parte, la semántica formal considera que su estudio se centra en las relaciones que hay entre

lo que los hablantes dicen (sus enunciados) y su correspondencia con la realidad a la que ellos

26
aluden; justamente, estos enunciados pueden organizarse de modo general y sin ambigüedades

gracias a las inferencias que se desprenden de sus condiciones de verdad (cf. Chierchia y

McConell-Ginet 1991: Cap. 1). Visto así, es claro que la semántica formal está guiada por una

perspectiva objetivista de los fenómenos lingüísticos, ya que se pueden relacionar unívocamente

con la realidad. Esta relación referencial es la que brinda una sólida base para el estudio de la

semántica,20 y permite relacionar composicionalmente este tipo de conocimiento con las

derivaciones sintácticas sin suponer una intromisión en la autonomía de estas.

En franca oposición a las teorías previas, una semántica cognitiva propugna, en palabras de

Langacker (2003: 252) que «[a]n expression’s meaning is not just a matter of the conceptual

content it evokes, but is equally dependent on the construal it imposes on that content».21 Esta

construcción cognitiva o conceptualización (construal) produce las representaciones que

constituyen el contenido (o semántica) de las lenguas naturales. Sobre este respecto, el aporte

fundacional de Talmy (1978) es muy valioso:

A sentence (or other portion of discourse) is taken to evoke in the listener a particular kind
of experiential complex —here to be termed a "cognitive representation" or "CR". There
appears to be a significant way in which different portions of the language input specify, or
code for, different portions of the CR (1978:14).

Our term “cognitive representation” is similar in purport to Fillmore's (1975) "scene" but is
chosen over that more specifically visual term. The linguistically evoked complex can have
much from other sense modalities (notably som/kinesthetic and auditory) as well as meta-
modal aspects (1978: 22, nota 1).22

20
Y es bien sabido que este campo ha recibido los denuestos de la lingüística estructural norteamericana por
lo menos desde Bloomfield (1964 [1933]), y Chomsky (especialmente 1970 [1965]) no hizo mucho por
remediar este vacío de investigación a pesar de haber retomado la perspectiva mentalista.
21
“El significado de una expresión no es solo cuestión del contenido conceptual que evoca, sino que es
igualmente dependiente de la concepción [o construcción cognitiva] que impone sobre tal contenido” (énfasis
mío).
22
“Se considera que una oración (o cualquier otra porción de discurso) evoca en el oyente un tipo particular
de experiencia compleja —que aquí se llamará una ‘representación cognitiva’ o ‘RC’. Parece haber una forma
significativa en la que diferentes porciones del input lingüístico especifica, o codifica a, diferentes porciones
de la RC”.

27
Talmy propone que el significado o “representación conceptual” evocada por el oyente posee

elementos de otros procesos cognitivos (específicamente el de la percepción y el movimiento). En

consecuencia, la semántica de las lenguas naturales no puede reducirse a la caracterización objetiva

de la situación descrita por el enunciado: involucra la posibilidad de los hablantes para construir

una situación mentalmente y representarla lingüísticamente para los fines que requiera. El

significado es un fenómeno mental, un proceso constructivo, que debe describirse como tal. Por

esta razón, contra lo generalmente admitido, la semántica de las lenguas naturales, supera

ampliamente, los modelos de base lógica.

Esta contraposición entre el significado lógico y el significado conceptual amerita, por lo menos,

unas líneas algo más detalladas.23 Un importante motivo para sostener que la semántica de las

lenguas naturales debe ser un conocimiento específico y analizable en términos exactos (como los

de la lógica o cualquier otra descripción formal) es que la única alternativa aparente resulta

antieconómica. Si el concomimiento semántico se basase en un conocimiento in extenso de la

realidad, no habría límites para lo que se puede considerar propiamente el conocimiento semántico.

En pocas palabras, el saber lingüístico de los hablantes estaría invadido por conceptos propios de

sus profesiones, experiencias vitales, caprichos, etc. Por ejemplo, saber que “los perros orinan en

los árboles” formaría parte de una lista de datos casi inagotable de nuestros particulares

conocimientos sobre la palabra perro. Bajo este punto de vista, por extensión, se sostiene también

“Nuestro término ‘representación cognitiva’ es similar en propósito a la ‘escena’ de Fillmore (1975), pero
está elegido a partir de ese término visual más específico. El complejo lingüísticamente evocado puede tener
mucho de otras modalidades de sensación (notablemente de tipo somato-kinestésicas y auditivas), así como
otros aspectos metamodales”.
23
El lector interesado puede encontrar en Frawley 1992: Cap. 2 una extensa y detallada discusión sobre las
cinco principales formas de entender el significado dentro de la lingüística: significado como referencia,
como forma lógica, como contexto y uso, como cultura, y como estructura conceptual. Pese a que este autor
mantiene la distinción entre lo que es un saber sintáctico y uno semántico, sus conclusiones sobre la
preeminencia de la noción del significado como estructura conceptual (inspirada mayormente en Jackendoff
1983) sirven como apoyo a la perspectiva teórica que aquí se propone.

28
que los conceptos, en general, deben distinguirse claramente de los conceptos lingüísticos (o

significados) en particular.

Contra esta idea, Zoltán Kövecses (1993: 258-259) —recogiendo las investigaciones de Fillmore

(1985) y el desarrollo de Lakoff (1987)— sostiene que la semántica cognitiva no lleva a un tipo de

conocimiento semántico inabarcable. Más bien, debe conducir a una descripción realista y

maximalista del significado dentro de específicos parámetros cognitivos fundados en la

experiencia, es decir, dentro de un modelo cognitivo idealizado (MCI). Dicho de otro modo, estos

parámetros conforman un marco o bosquejo general contra el que se comparan las experiencias

particulares con el fin de categorizarlas. No es una lista enorme de características puntuales, son

más bien un número de condiciones especificadas, en palabras de Kövecses (1993: 258) por: «[…]

not more and not fewer features than ordinary people use for the understanding of a given area of

experience […] this number is neither minimal nor infinite, but occupies a region between the two

(of course closer to the minimal end)».24 La idea de distintos marcos (frames) o dominios

cognitivos —que son otros términos con los que se nombran los MCI— como organizaciones

coherentes de la experiencia compartidos por miembros de una misma comunidad se aprecia en el

análisis del concepto “madre” que hace Lakoff (1997: 74-76).

Una descripción basada en rasgos mínimos para entender (y usar lingüísticamente) el concepto

“madre” requeriría de los siguientes rasgos: humano, femenino, adulto y procrea un descendiente.

No obstante, Lakoff sostiene que para entender el concepto de madre se requieren de, al menos,

cinco modelos:

24
“ […] ni más ni menos rasgos que los que la gente común usa para entender un área dada de la experiencia
[…] este número no es ni mínimo ni infinito, sino que ocupa una región entre los dos (de hecho más cerca del
extremo de lo mínimo)”.

29
(a) El modelo genético: una madre es el ser que contribuye con su carga genética a la

existencia del niño.

(b) El modelo de nacimiento: una madre es la mujer que da a luz a un niño.

(c) El modelo del sustento: una madre es la mujer adulta que sustenta y cría a un niño.

(d) El modelo genealógico: La madre es el más cercano ancestro femenino.

(e) El dominio marital: La madre es la esposa del padre.

La “madre prototípica” será aquella que se ajuste al mismo tiempo a estos cinco modelos. Hay que

recalcar que ellos no se han elegido al azar, es un todo estructurado que puede considerarse el

“marco conceptual dentro del que se define el concepto ‘madre’”. Si hablamos de una “madre

soltera”, una “madre que ha dado a su hijo en adopción”, una “madre desnaturalizada” que dejó

morir de hambre a sus hijos, e incluso el hombre que se sube a los autobuses con un niño y dice

“soy padre y madre de esta criaturita”, el concepto que nos formamos de madre para cada una de

estas situaciones no cubre los cinco dominios mencionados. Pero, más importante aun, no se

fundamentan en la definición mínima, y no podría entenderse el término si nos basamos en esa sola

definición.

La noción de madre, entonces, se usa dentro de varios marcos que resumen lo que, dentro de una

comunidad occidental, se cree que es el rol de una mujer como parte de la familia y como individuo

con la capacidad de gestación. Incluso, estas creencias distintas, pero resumidas en los cinco

modelos anteriores, explican las extensiones metafóricas de “madre”. Por ejemplo (Lakoff 1987:

76), decir La necesidad es la madre de la invención se funda en el modelo de nacimiento: la

invención nace debido a la necesidad, lo que no es más que una metáfora de la relación causa

(madre)-consecuencia (hijo).

30
Podemos preguntarnos, en un afán de cuestionar todo lo que se ha venido diciendo acerca de la

imposibilidad de separar los conceptos lingüísticos de modo definitivo de los conceptos en general,

si este conjunto de marcos son realmente necesarios para poder usar la palabra madre.

Definitivamente lo son si nos valemos del conocimiento asociado con las palabras para entenderlas

dentro de cualquier enunciado lingüístico que forme parte de la experiencia. Pero es más importante

aún cuando descubrimos que estos modelos cognitivos se fundan en capacidades de representación

genuinamente humanas, corporalizadas y experienciales. Dentro de la visión langackeriana de la

gramática, el conocimiento que forma parte de las unidades lingüísticas (llámense palabras, frases,

oraciones o textos) puede ser visto como más central (es decir, compartido por un grupo mayor de

hablantes) o más periférico (compartido por un grupo menor). No es esta una cuestión de

conocimiento relevante o esencial frente a conocimiento irrelevante o accidental. Esta diferencia es

muy importante, pues se funda en una variación gradual. En este sentido, se puede afirmar con

Langacker que una gramática convencionaliza ciertos patrones abstractos, los cuales representan,

hasta cierto punto, coordenadas de conceptualización comunes a una comunidad de hablantes lo

más amplia posible (i.e. aquellos en los que el principio de mutua inteligibilidad se sostiene).25

1.4.2. Semántica cognitiva: identidad entre el significado y la estructura conceptual

La relevancia de la semántica cognitiva —entendida como aquella que propugna que los contenidos

conceptuales que transmite el lenguaje son los mismos que se encuentran en las estructuras

conceptúales más generales— está en que abre una coherente y productiva visión sobre la

naturaleza del lenguaje humano, al enfocar directamente su función más esencial: transmitir los

pensamientos. Si se logra establecer plausiblemente que los contenidos transmitidos por el lenguaje

no dependen tanto de condiciones de verdad o de restricciones propiamente lingüísticas, sino más

bien de nuestra particular forma de concebir la realidad (una postura subjetivista), es posible,

25
En este caso mi definición de comunidad de habla no se fundamenta en un criterio histórico-cultural, si
bien este juega un papel importante en la autoconcepción de los hablantes. Para una discusión desde la
sociolingüística, que es compatible con la postura de la lingüística cognitiva, consúltese Hudson 1996.

31
entonces, replantear la relación entre forma y contenido. No se requiere de una forma que se pueda

utilizar arbitrariamente, sino de una forma que, en su mismo diseño, tiene marcados sus posibles

usos, unos mejores (o más evidentes) y otros peores (o forzados).

Para entender mejor esta necesidad de una semántica cognitiva, será apropiado revisar un artículo

de David Tuggy (1985) en el que se caracteriza un tipo de significado claramente cognitivo. Tuggy

distingue en su artículo tres significados básicos (entre otros más) con los que nos vemos

involucrados en nuestros usos cotidianos del lenguaje.

El primero es el significado funcional. Cada vez que uno emplea una expresión lingüística en una

situación dada, existe otra que puede cumplir con dar a entender lo mismo de un modo más que

aceptable. Por ejemplo:

(5) Aventamos al agua a Pepe.

(6) Lanzamos dentro del agua a Riqueros.

(7) A la fuerza hicimos que el profesor de Teoría general del lenguaje en Estudios Generales
Letras del horario 107 en el ciclo 2004-2 ingresara al agua.

Este tipo de significado va desde la identidad absoluta hasta una traducción aproximada. En las

oraciones anteriores, Pepe, Riqueros y el profesor de Teoría general del lenguaje en Estudios

Generales Letras del horario 107 en el ciclo 2004-2 representan al mismo individuo de la realidad,

por tanto han de considerarse idénticas. Por su parte, las frases aventamos al agua, lanzamos dentro

del agua y a la fuerza hicimos que [...] ingresara al agua son representaciones lingüísticas posibles

de una misma situación, si bien existen matices distintivos (la violencia con la que se realiza el acto,

el énfasis del hundimiento del cuerpo en el agua, etc.) que impiden decir que sean expresiones

idénticas. Como apunta Tuggy (1985: 3), esta diferenciación obedece a una cuestión de grado y es

relativa a la situación y el propósito.

32
El segundo es el significado de valor de verdad. Toda expresión lingüística puede asociarse

específicamente a un estado del mundo real: puede ser un enunciado verdadero o falso. El

conocimiento semántico es el que permite reconocer cuándo un evento, cosa o situación objetiva es

la misma para dos enunciados lingüísticos abiertamente distintos. Un ejemplo clásico es el de las

oraciones activas y pasivas.

(8) a. El niño golpeaba el tambor.

b. El tambor era golpeado por el niño.

Según el significado de valor de verdad ambas oraciones tienen un idéntico significado, siempre y

cuando, claro está, hagamos referencia al mismo niño y tambor. Ello obedece a que describen

exactamente el mismo estado del mundo. El significado, entonces, se reduce a la referencia y la

semántica se encargará de asignar valores de verdad a las expresiones sintácticas mediante

inferencias. Así, las relaciones entre los contenidos (referenciales) de una lengua pueden describirse

de modo general (universal) mediante modelos lógico-formales (cf. Frawley 1992: 14-18).

El tercer tipo es el significado imaginístico (imagic meaning). En este significado los hablantes

construyen descripciones de la realidad a partir de un punto de vista subjetivo. Esto quiere decir

que, si bien los usos lingüísticos sí pueden referir a entidades, eventos, propiedades o situaciones de

la realidad, esto no ocurre como el reflejo de algo externo u objetivo, sino como una construcción

interna o subjetiva. El que dos o más enunciados puedan describir un mismo objeto no los hace

tener el mismo significado: solo comparten el mismo referente; y este se construye usando diversas

estrategias. Tuggy lo pone en los siguientes términos:

Briefly, Imagic meaning takes into account not only reference but perspective, not only
what entity is designated but what cognitive route was taken to arrive at that designation,

33
not just what Thing or Event is viewed, but how it is viewed, what aspects of it are singled
out and portrayed most saliently (1985: 5).26

Un ejemplo de cómo el significado es una construcción alternante sobre lo que se considera una

realidad objetiva sería una expresión como:

(9) Bush no ganó las elecciones: Gore las perdió.

Objetivamente daría lo mismo decir que Bush ganó o que Gore perdió, habida cuenta de que ambos

competían por el mismo cargo y no puede haber más de un ganador en una elección presidencial.

No obstante, no hay que ser muy avisados para darnos cuenta de que la victoria electoral no es

responsabilidad del ganador, como suele ser el caso (“que gane el mejor”), sino del derrotado. De

este modo, se consigue minusvalorar el triunfo de Bush y, de paso, se expresa el fastidio por la

incompetencia de Gore. No cabe duda de que esta información está más allá de los valores de

verdad asociados a (9).

Otro ejemplo notable que permite dejar sentada la cuestión del significado como construcción

cognitiva es el de la distinción mostrada en (10):

(10) a. El vaso está medio lleno.

b. El vaso está medio vacío.

Tal y como señala Tuggy (1985: 6-7), la cantidad de líquido que señalan ambas expresiones es

exactamente la misma: se ha llenado el 50% de la capacidad del vaso y se ha dejado libre el 50%

restante. Por ende, cada vez que sea verdad que algo esté medio lleno, debe ser verdad también que

26
“Brevemente, el significado imaginístico toma en cuenta no solo la referencia, sino también la perspectiva;
no solo qué entidad es designada, sino también qué ruta cognitiva se tomó para llegar a esa designación; no
solo qué cosa o evento es visto, sino cómo es visto, qué aspectos de este son elegidos y representados más
salientemente”.

34
esté medio vacío. Aparentemente, ambas expresiones son, entonces, sinónimos exactos. No

obstante, no tienen el mismo significado porque existe un contraste semántico motivado por

distintas construcciones mentales impuestas sobre una misma totalidad de contenido conceptual.

Dicho en términos langackerianos, se perfilan distintos elementos desde la misma base (Langacker

[1991] 2002: 5-7).27

En la figura 1 pueden apreciarse las diferentes zonas que se perfilan para cada expresión. El dibujo

en la figura (a) representa el equivalente gráfico del análisis de condiciones de verdad en el que

todas las partes de la imagen tienen el mismo estatus. Las figuras (b) y (c) grafican, por su parte, las

construcciones cognitivas subjetivas de ejemplos (10a) y (10b), respectivamente.

(a) (b) (c)

Figura 1. Significado imaginístico de medio vacío y medio lleno (Tomado de Hilferty: 2003)

Como puede verse, la frase (10a) destaca lo contenido en el vaso, mientras que (10b) prefiere

enfocar la porción vacía. De ahí que, en términos de su significado imaginístico o conceptual, nos

encontramos frente a dos frases claramente distintas. En resumen, afirmar que la semántica es

imaginística es una manera muy sencilla y sugerente de decir algo mucho más crucial: la semántica

27
La distinción entre perfil y base es, dentro de la gramática cognitiva, una habilidad cognitiva fundamental
en la descripción de las estructuras gramaticales. Si bien se volverá sobre estos términos en la sección 1.5,
puede adelantarse que la base es el dominio cognitivo dentro del cual es posible caracterizar un concepto,
mientras que el perfil es una parte del dominio que posee una mayor relevancia o foco de atención.

35
es cognitiva o conceptual. Así, los análisis funcionales o de valor de verdad (referenciales) del

significado serán solo una parte de la construcción del sentido de los enunciados.

Así, pues, hablar de conceptos dentro de una “estructura semántica” exclusivamente lingüística y de

conceptos en la “estructura conceptual” (llamada también “saber general o enciclopédico”) es un

asunto, por decir lo menos, bastante cuestionable. Existen suficientes razones para considerar que la

semántica de una lengua cualquiera toma sus contenidos y organización de la cognición general. Si

hay que hacer una distinción entre ambas, esta no será una de naturaleza, sino solo terminológica.

En palabras de Langacker (2002: 108-109):

I make a terminological distinction between “semantic structure” and “conceptual


structure”. Conceptual structure is the ongoing flow of cognition: any thought or concept,
whether linguistic or non linguistic. Semantic structure is specifically linguistic, referring to
the semantic pole of linguistic expressions […]. Semantic structures are conceptual
structures established by linguistic convention —the form thoughts must assume for
purposes of ready linguistic symbolization. Thus semantic structure is conventionalized
conceptual structure. (Énfasis mío)28

En tanto que está convencionalizada, la estructura semántica es idiosincrásica, esto quiere decir

que, en gran medida, es específica para cada lengua. Esto se puede apreciar en el sencillo hecho de

que las lenguas codifican estructuras conceptuales que describen realidades objetivamente idénticas

usando imágenes distintas.29 Un claro ejemplo está en el siguiente par de oraciones, en inglés y

español, respectivamente:

28
«Hago una distinción terminológica entre “estructura semántica” y “estructura conceptual”. La estructura
conceptual es el flujo continuo de la cognición: cualquier pensamiento o concepto, ya sea lingüístico o no
lingüístico. La estructura semántica es específicamente lingüística, y se refiere al polo semántico de las
expresiones lingüísticas […]. Las estructuras semánticas son estructuras conceptuales establecidas por
convención lingüística —la forma que los pensamientos deben asumir para propósitos de una simbolización
lingüística lista. De este modo, la estructura semántica es la estructura conceptual convencionalizada».
29
La noción de imagen debe entenderse como una representación en la que se ha optado por una manera,
entre otras posibles, de estructurar una situación concebida. No se refiere a “figuras” o “dibujos”, por decirlo
más directamente, como las únicas representaciones. De hecho, lo sonoro forma también una imagen, por
ejemplo, en un concierto para violín, la orquesta construye una “imagen sonora de fondo” para contrastar con
el instrumento solista (que configura una “imagen sonora relevante”).

36
(11) Politicians never want to tell the whole truth.

(12) Los políticos nunca quieren decir la verdad completa.

Ambas oraciones pueden considerarse idénticas en cuanto a la descripción que hacen de un hecho;

no obstante, la forma plural de la FN sujeto en ambas oraciones difiere en que la primera no

requiere de determinación; mientras la segunda, sí. Como se explicará más adelante (cf. capítulo 4,

sección 4.3.2), la representación conceptual asociada con la pluralidad de los sustantivos no es la

misma en inglés que en español; no obstante, esa ligera diferencia conceptual es suficiente para

generar una diferencia en la estructura lingüística (aunque la descripción objetiva siga siendo,

esencialmente, la misma).30

Sin embargo, no debe pensarse que la condición idiosincrásica de la estructura semántica justifica

separarla de lo conceptual. Como bien expone Jackendoff (1983: Cap. 1 y 2), si una teoría

semántica quiere tener un lugar en la parte interpretativa del conocimiento lingüístico de los

hablantes, esta debe ser una teoría psicológica del “mundo mentalmente proyectado” o

representación conceptual de la realidad. La razón está en que el contenido de las expresiones

lingüísticas versa sobre una realidad a la que solo tenemos acceso dentro de los límites de nuestro

específico modo de procesar las percepciones. Dicho más sencillamente, la realidad de la que se

habla es el resultado de un proceso mental de construcción de la realidad al imponer

inconscientemente sobre los estímulos varios principios de organización (Jackendoff 1983: 23-29).

Según el punto de vista de Jackendoff, es necesario que el lenguaje posea información compatible

con la de otros sistemas periféricos (i.e. que permiten la interacción con el entorno) como la visión,

30
Y, de hecho, la distinta conceptualización que se hace del plural en inglés, es responsable de que “The
politicians never want to tell the whole truth”, sea también semánticamente distinta (i.e. conceptualiza en
inglés una imagen diferente) que la oración (7).

37
la audición no verbal, la kinestesia, etc. Si no se contase con niveles que relacionen este tipo de

conceptos con los lingüísticos, sería imposible hablar de aquello que percibimos o de cómo

actuamos (1983: 16). Por ello, propone la hipótesis de la estructura conceptual: «There is a single

level of mental representation, conceptual structure, at which linguistic, sensory, and motor

information are compatible» (1983: 17, cursivas del autor).31

Es exactamente en este punto donde Jackendoff se separa de la ortodoxia generativista. Esta asume

la semántica como un nivel autónomo-formal encargado de las inferencias lingüísticas deducibles

composicionalmente desde la estructura sintáctica. La única relación que este nivel semántico tiene

con las estructuras conceptuales (o “sistema conceptual-intencional”) se da mediante la pragmática.

Por su parte, Jackendoff defiende la postura de que la semántica puede verse como un subconjunto

de esa estructura conceptual general para toda la especie humana.32 Esto puede apreciarse

claramente en la siguiente cita:

[...] There is not a form of mental representation devoted to a strictly semantic level of word
meaning distinct from the level at which linguistic and nonlinguistic information are
compatible. This means that if, as it is often claimed, a distinction exists between dictionary
and encyclopedic lexical information, it is not a distinction of level; these kinds of
information are cut from the same cloth. (Jackendoff 1983: 110)

La información semántica (que es información de la estructura conceptual) es la que permite

realizar inferencias lingüísticas y hacer uso del lenguaje según el contexto (pragmática). A su vez,

se relaciona con la sintaxis (un módulo independiente) por medio de un nivel de interface: las

31
«Existe un único nivel de representación mental, la estructura conceptual, en la cual la información
lingüística, sensorial y motora son compatibles».
32
Jackendoff sigue a Fodor y a Chomsky contra el constructivismo piagetiano: la experiencia es incapaz de
formar capacidades cognitivas tan complejas en tan corto tiempo. De este modo, las “reglas para la buena
formación de conceptos” (una suerte de sintaxis de los conceptos) deben tener un origen semejante a la de las
reglas de la sintaxis: las dimensiones conceptuales de las que dispone el niño para ordenar los estímulos están
disponibles desde que nace y se desarrollan (“crecen”), gracias a un rico entorno (un desarrollo bastante
didáctico de esta postura, que incluye sus consecuencias para áreas extralingüísticas, es Jackendoff 1994) .

38
“reglas de correspondencia”. Estas deberán seleccionar (“ajustar” sería un término más preciso) la

información conceptual a los patrones sintácticos en gran medida inmotivados desde el punto de

vista funcional. Esta arquitectura de la facultad del lenguaje coincide con los puntos de vista de

Langacker y de Talmy en que la semántica de las lenguas naturales forma parte integral de las

estructuras conceptuales generales que articulan la representación de la realidad. La diferencia

radica en que Jackendoff mantiene la arquitectura modular, en la que los procesos se desarrollan

estrictamente arriba-abajo (top-down);33 mientras que Langacker, Talmy (así como la mayoría de

lingüistas cognitivos cf. Goldberg 1995, Hudson 2003 y Croft 2002) proponen que no hay una

separación nítida entre las partes de la gramática: todas forman un continuo de relaciones que se

influyen mutuamente (así, el procesamiento sería una combinación de flujo arriba-abajo y abajo-

arriba), y donde solo los casos extremos son perfectamente disociables uno de otro.34

1.4.3. Implicancias teóricas de la identidad entre saber lingüístico y extralingüístico

El análisis que se ha presentado acerca del problema de la división entre el saber lingüístico

(estructura semántica exclusiva autónoma) y saber enciclopédico (estructura conceptual general)

muestra que tal separación es, a lo sumo, una cuestión de grado o convencionalidad, en términos de

Langacker, una cuestión de grado más que de compartimientos estancos.35 Cada vez que se ha

intentado sostener que existe un área específica del conocimiento que es relevante en sí y por sí

para las construcciones gramaticales, no se ha logrado aislar por completo los valores gramaticales

de aquellos de conocimiento del mundo o “enciclopédicos”.

33
Tradicionalmente representada como una serie de “cajas”, o conjunto de unidades y reglas, y “flechas”, o
flujos de entrada (input) y salida (output) de información pertinente para cada nivel computacional.
34
Ello hace a la lingüística cognitiva más afín con una arquitectura conexionista, tal como está propuesta por,
Rumelhart y McClelland (1986).
35
Cf. Bolinger 1965, Chafe 1970, Fillmore 1985, entre las críticas clásicas a las divisiones fijas; y Jackendoff
1994, Cruse 2000 y Hilferty 2003 para excelentes síntesis más actuales del problema.

39
Para comenzar, es difícil hacerlo en las categorías léxicas, que son indispensables para la expresión

lingüística; más aun, ni siquiera parece ser posible para las llamadas categorías cerradas o

funcionales.36 El marco teórico en el que nos ubicamos, la lingüística cognitiva, nos advierte sobre

los riesgos de la atomización del significado con el objetivo de convertirlo en un tipo de

información lo suficientemente manejable para así justificar su presencia en una gramática simple

que un infante pueda adquirir.

En principio, suponer que lo lingüístico es conceptualmente distinto a lo enciclopédico es proponer

que existe una cognición específicamente lingüística y una cognición general. Esta propuesta,

conocida como la hipótesis de la modularidad, se defiende dentro de modelos de la mente que se

basan en la arquitectura computacional de Von Neuman y en las famosas máquinas de Turing (cf.,

Fodor 1983). A mi entender, proponer esta duplicidad de la cognición puede tener ventajas como la

eficiencia de las computaciones, a partir de la especificidad de dominio, el encapsulamiento de la

información y la velocidad (según las características más saltantes de los módulos o “sistemas de

input” planteadas en el ya clásico trabajo de Fodor 1983).

Sin embargo, si existiese un modelo computacional capaz de describir el funcionamiento de la

mente sin tener que apelar a esta multiplicidad de “niveles autónomos”, tendría una gran ventaja

como hipótesis por ser más sencilla. Esta es, justamente, la hipótesis conexionista (Rumelhart y

McClelland 1986). A partir de este modelo, los tipos específicos de conceptualizaciones no son más

que asociaciones paralelas y masivas de nodos o “unidades mínimas de conceptualización”. Así,

formar un concepto “enciclopédico” como “presidente de la república” utilizará más nodos dentro

de un proceso asociativo que conceptos como “por” o “cual”, que son más estrictamente

36
Sobre este respecto es iluminadora, aunque no exento de críticas, la postura de Hudson (1997): en ella se
aboga por la desaparición de la noción de categoría funcional dentro de una cualquier descripción sintáctica a
partir de la incompatibilidad de una categoría de este tipo con los principios más simples de la categorización
humana.

40
lingüísticos. Pero lo importante es que en ambos casos se han usado los mismos tipos de

computaciones, lo que nos conduce a una diferencia de grado antes que a una distinción de tipos

mutuamente excluyentes.37

En segundo lugar, una gran cantidad de investigación en lingüística cognitiva se ha empeñado en

mostrar (con bastante éxito, según Fauconnier 1999) que cada vez que se cree que una estructura

sintáctica puede explicarse tan solo en términos de un número fijo de características sintácticas,

sencillamente numerosos conceptos fácilmente identificables como “saber sobre el mundo” o, dicho

sin más, pragmáticos son cruciales para garantizar la “buena formación” de esos enunciados. En

este sentido, Langacker, al igual que muchos otros lingüistas cognitivos, proponen que cualquier

división entre semántica y pragmática es inútil:

The distinction between semantics and pragmatics (or between linguistic and extralinguistic
knowledge) is largely artifactual, and the only viable conception of linguistics semantics is
one that avoids such false dichotomies and is consequently encyclopedic in nature.
(Langacker 1987a: 154. Énfasis del autor)38

Tal división solo se ve justificada si se asume una semántica no cognitiva, como la de condiciones

de verdad. En ese caso, es necesario separar un tipo de conocimiento sobre el significado de uno

que solo contemple los usos. Pero si vemos el significado como una estructura fundada en los

conceptos, y a su vez, estos se basan en la experiencia y en relaciones de tipo metafórico y

metonímico que apelan a la imaginación (Lakoff y Jonson 2000 [1980], Lakoff 1987), entonces no

hay ningún motivo para separar semántica de pragmática. Una vez más, es solo una cuestión

gradual entre lo que está más ligado a estructuras abstractas y aquello que lo está más a las

37
No es mi objetivo dilatarme en una revisión de temas que quedan en este momento bastante fuera de mi
alcance (tanto por conocimientos como por acceso a la bibliografía). Sin embargo, baste esto como soporte
primero para postular el mismo origen para los llamados conceptos lingüísticos y los enciclopédicos.
38
“La distinción entre semántica y pragmática (o entre conocimiento lingüístico y extralingüístico) es
mayormente artificial, y la única concepción viable de la semántica lingüística es la que evita tales falsas
dicotomías y es consecuentemente enciclopédica en su naturaleza”.

41
estructuras inmediatamente activadas en un acto lingüístico explícito. Visto esto, hacer distinción

entre categorización conceptual y categorización lingüística es ocioso dentro de la lingüística

cognitiva.39

1.5. Lingüística cognitiva y gramática cognitiva: aspectos fundamentales.

En esta sección, con la cual concluye el primer capítulo, se presentará un lineamiento teórico que

respalde las ideas que proponga sobre la definitud e indefinitud de la frase nominal castellana. Este

lineamiento es el conocido como lingüística cognitiva. Si bien varias veces ya hemos aludido a

este en páginas anteriores, he reservado esta última parte para exponer sus principios de modo más

uniforme y con algún detalle.

Sin embargo, la lingüística cognitiva no debe considerarse un marco específico de trabajo; por el

contrario, es la suma de varios postulados acerca de la relación entre la estructura lingüística

(gramática), la cognición y sus múltiples usos. En este sentido, esta sección también se dedicará a

proponer las características y terminología básica de la gramática cognitiva, propuesta

inicialmente por Ronald W. Langacker. Esta teoría en particular me servirá de modelo para gran

parte de mis análisis en los capítulos posteriores. Sin embargo, en más de una ocasión, y es justo

reconocerlo desde el principio, muchas de las soluciones que se propondrán estarán inspiradas en

teorías funcionalistas, especialmente la de Talmy Givón (1984 y 2001).

39
Y para la semántica conceptual de Jackendoff (1983, 1990 y 2002), más afín al programa generativista
propuesto por Chomsky, suponer la distinción entre lo lingüístico y lo enciclopédico es también problemático
y sin sentido. Tanto así que en su última obra (Foundations of Language, 2002) se propone un nivel de
interface entre la sintaxis modular y el sistema conceptual (el depositario de la “semántica” y de todo el
conocimiento representacional sobre la realidad) mucho más amplio: no solo hay reglas sintácticas, sino
también construcciones al estilo de las propuestas construccionistas dentro de la lingüística cognitiva (sobre
todo en el modelo de Goldberg 1995).

42
1.5.1. Lingüística cognitiva

1.5.1.1. Orígenes

Como un conjunto de propuestas diversas, pero plenamente conscientes de su cohesión, la

lingüística cognitiva aparece durante la segunda mitad de los años ochenta. Puede decirse que el

punto de partida oficial, es decir, como un pensamiento ya maduro, está en dos obras

fundamentales: Women, Fire and Dangerous Things de George Lakoff (1987) y Foundations of

Cognitive Grammar Vol. 1 de Ronald W. Langacker (1987a).

No obstante, ya durante fines de los años setenta y principios de los ochenta, estos dos lingüistas,

junto a otros más, de modo independiente, comenzaron a desarrollar un acercamiento al lenguaje en

el que se respiraba una clara insatisfacción con las tendencias dominantes en el medio académico

norteamericano. De modo particular, puede decirse que la lingüística cognitiva, tal y como la

conocemos hoy en día, es el resultado de una larga reflexión sobre las relaciones entre sintaxis y

semántica dentro de la llamada “teoría estándar” (Chomsky 1970 [1965]) y, especialmente, de la

“teoría estándar extendida” (Chomsky 1973 y 1975). Las principales críticas que se levantaron

contra la primera dieron origen al movimiento conocido como semántica generativa —cuyas

principales cabezas fueron el mismo Lakoff, John R. Ross, James D. McCawley y Paul Postal—.

Una vez que la llamada “guerra de la lingüística” (cf. Newmeyer 1986 y Harris 1995) terminó con

la “derrota” y desaparición de investigaciones dentro de la semántica generativa, muchos de los que

abrazaron esa teoría decidieron moverse en direcciones opuestas. Sin embargo, como bien apuntan

Cuenca y Hilferty (1999: 21), la idea de que la sintaxis no debía separarse de los elementos

interpretativos, la tendencia a analizar los enunciados dentro de una “lógica natural” antes que una

43
lógica formal y la concepción continua y no discreta de los fenómenos lingüísticos sirvió de germen

para los lineamientos posteriores de la lingüística cognitiva.40

1.5.1.2. Importancia de la teoría de categorización por prototipos

Uno de los elementos claves para entender la lingüística cognitiva es el desarrollo de la teoría de

categorización por medio de prototipos. Esta teoría, trabajada principalmente por Eleanor Rosch

(1975, 1977 y 1978), propuso en su momento una alternativa revolucionaria a la concepción clásica

de categorización. En pocas palabras, mediante un conjunto de encuestas y experimentos, Rosch

encontró que las categorías con que las personas organizan los elementos que forman parte de la

realidad no se basan en criterios absolutos para asignar pertenencia o no pertenencia a una clase.

Más bien, la organización de elementos dentro de una clase es un asunto de grado: existen

ejemplares más centrales, o mejores; mientras que otros se consideran malos ejemplos o casos

periféricos dentro de la categoría. A los casos centrales, Rosch los llamó prototipos. Estos se

caracterizan por tener una relación más directa con las experiencias de los individuos, por compartir

más características con el resto de los ejemplares de la clase y distinguirse más nítidamente de

miembros de otras categorías.

Las consecuencias de esta teoría sobre la categorización humana fueron tremendas. En primer

lugar, se puso en entredicho la tradición filosófica aristotélica que afirmaba que las categorías

pueden definirse por una serie de rasgos necesarios y suficientes que determinan de modo preciso

cuándo algo está dentro o fuera de una categoría. En efecto, no hay ningún patrón fijo o lista de

atributos (tal y como en las categorías aristotélicas) por el cual un elemento de la categoría deba

establecer su validez como miembro. En segundo lugar, dio a los lingüistas que estaban en

desacuerdo con el generativismo lingüístico un fundamento psicológico para replantear la

40
Debe decirse que, dentro del mismo generativismo, la teoría estándar extendida sufrió una revisión radical.
En pocos años, Chomsky y sus seguidores propusieron una nueva encarnación de la teoría: el modelo de
principios y parámetros, con el que se dejaba atrás el modelo de reglas transformacionales.

44
naturaleza de la semántica. Si las palabras expresaban categorías, ¿qué impedía que estas no

estuviesen organizadas en torno a prototipos y no como unidades claras y distintas, perfectamente

definibles de manera operacional?

No obstante, aún quedaban problemas con la teoría de prototipos que debían analizarse con mayor

detalle. Los más importantes cuestionamientos estaban relacionados con la naturaleza de los

prototipos. En primer lugar, ¿existen los prototipos como unidades en la mente de los hablantes?

Como segundo punto, ¿todos los conceptos tienen que organizarse en torno a un prototipo?

Para la primera pregunta, Lakoff propuso que el reconocimiento de prototipos como mejores

ejemplares es un efecto superficial que puede derivarse de muchos factores adyacentes. Por

ejemplo, la categoría “hombre alto” es por definición difusa. Se necesita de un punto de referencia

externo para entender quién es alto y quién no dentro de un grupo. Por ejemplo, podemos entender

la ironía de que un hombre de 1.50 de estatura sea “el enano más alto del mundo” porque

recurrimos a otro concepto (en este caso “enano” como “humano de baja estatura”) para establecer

la inclusión de ese hombre en una clase particular de “hombres altos” (en este caso, la de los

“enanos altos”) y no en una clase absoluta. En cambio, muchas clases naturales, como “pájaro”

muestran condiciones más fijas para permitir a un elemento formar parte de esa clase. De ahí que el

efecto prototipo, a diferencia del ejemplo anterior, se deba solamente a aspectos de la estructura

interna de la clase “pájaro” (Lakoff 1987: 45).

Los factores adyacentes a los que se refiere Lakoff están articulados en teorías sobre la realidad.

Estas teorías son modelos cognitivos idealizados (MCI) o esquemas de conocimiento simplificado.

Son, dicho a grandes rasgos, bosquejos muy generales sobre cómo se organiza la realidad. De este

modo, si algo encaja perfectamente en el modelo que tenemos sobre un aspecto de la realidad,

podemos decir que ese elemento aparece a nuestro entendimiento como un prototipo. Mientras que

45
los casos especiales, por la naturaleza enciclopédica de los MCI, aparecen como manifestaciones

extrañas, que no encajan fácilmente en las coordenadas de dicho modelo. Si los modelos fueran

específicos para cada tipo de concepto, entonces no se producirían los efectos de prototipicidad

estudiados por Rosch.

La segunda pregunta, sobre si la categorización solo se realiza por medio de prototipos, ha tenido

numerosas respuestas (cf. Barsalou 1992). Si la categorización de un elemento a partir de su

semejanza con el prototipo de la clase a la que se quiere adscribir es, propiamente dicha, una

extensión del prototipo queda todavía una cuestión de fondo: ¿cómo es que podemos llegar a

abstraer los elementos comunes que subyacen a los miembros de una misma clase? Debe tenerse

presente que tener un prototipo, como se señaló líneas antes, es tan solo una manifestación dentro

de la compleja organización mental. Por esa razón, no puede dejarse de lado que a la vez que vemos

los parecidos entre los miembros y el prototipo para formar categorías graduadas (i.e. en donde los

miembros no participan dentro de una distinción estricta de lo que está “dentro” o “fuera” de la

clase), existe también una especie de patrón abstracto dentro del cual el prototipo es solo el mejor

ejemplo. Este patrón abstracto es lo que Langacker llama esquema; es decir, una estructura

conceptual que, complementariamente con la categorización por prototipos, nos permite organizar

diferentes elementos en cuanto a sus características comunes:

A schema […] is an abstract characterization that is fully compatible with all the members
of the category it defines (so membership is not a matter of degree); it is an integrated
structure that embodies the commonality of its members, which are conceptions of greater
specificity and detail that elaborate the schema in contrasting ways. The two models of
categorization [se refiere al modelo de categorización por prototipos y al que él propone por
medio de esquemas] are nonetheless inherently related and describable as aspects of a
unified phenomenon. (Langacker 1987a: 371)41

41
«Un esquema […] es una caracterización abstracta que es totalmente compatible con todos los miembros de
la categoría que define (de modo que la pertenencia a la clase no es una cuestión de grado); es una estructura
integrada que incorpora los rasgos comunes de sus miembros, los que son, a su vez, concepciones de mayor
especificidad y detalle que elaboran el esquema de maneras contrastantes. Los dos modelos de categorización
están, no obstante, inherentemente relacionados y son describibles como aspectos de un fenómeno unificado».

46
Un esquema es una herramienta de categorización. Debe entenderse, entonces, que los esquemas se

producen a partir de la experiencia de diversos objetos. Poco a poco se van refinando los elementos

comunes y se tiene una representación bastante general de una clase. Esta forma de clasificar es

dinámica. Una vez que se tiene un esquema, este no se usa como un compartimiento en el que se

incluyen elementos y se dejan fuera otros. Esto significa que un esquema no es coercitivo respecto

de los elementos a los que puede incluir. Y tampoco podría serlo, puesto que es obvio que los datos

que tenemos sobre los efectos de prototipicidad niegan la idea de que una clase es siempre

perfectamente cerrada. De hecho, la idea del “parecido de familia” (cf. Wittgenstein 1953) que

permite extender el alcance de una categoría hasta incluir miembros que muy poco tienen que ver

con aquellos que se consideran más prototípicos negaría una concepción fija y exclusiva del

esquema.

Más bien, el esquema obedece a una capacidad distinta, pero igualmente crucial: los seres humanos

podemos imponer una clasificación en elementos que son diferentes. Podemos elegir ver algo de

una forma o de otra según el esquema que le apliquemos. Esto es lo esencial de una forma dinámica

de categorización: no tenemos las categorías tan solo para ir llenándolas según aquello que se

parezca al prototipo; mucho menos para esperar pasivamente a que los objetos “muestren sus rasgos

fundamentales” y que esta forma podamos sin el menor esfuerzo sumarlos a categorías

preexistentes. Por el contrario, categorizar mediante esquemas es poder aplicar un concepto

bastante abstracto sobre otros más particulares, de modo que podamos manipularlos dentro de las

especificaciones de ese esquema. Justamente, la idea de especificidad es consubstancial a la de

esquema. Un elemento más específico es una instancia o elaboración del esquema, que a su vez es

siempre menos detallado que sus manifestaciones.

47
The notion of schematicity pertains to level of specificity, i.e. the fineness of detail with
which something is characterized. The notion always pertains, primarily if not solely, to
precision of specification along one or more parameters, hence to the degree of restriction
imposed on possible values along these parameters. A schema is thus abstract relative to its
[…] elaborations in the sense of providing less information and being compatible with a
wider range of options […] The difference is akin to that between representing a structure
by plotting it on a fine grid (where even minor features show up) and on a coarse grid
(where only gross features are preserved). […] Our cognitive ability to conceptualize
situations at varying levels of schematicity is undeniable. It is manifested, for instance,
[…] linguistically in the existence of terms for superordinate as well as subordinate
terms […] The linguistic significance of this ability is hard to overstate. (Langacker 1987a:
132-135. Énfasis mío)42

Consecuentemente, como queda apuntado en la cita anterior, la importancia de la noción de

esquema dentro de una teoría gramatical resulta indispensable, puesto que el uso lingüístico es por

naturaleza una aplicación dinámica de conceptos (en este caso superordinados) sobre numerosos y

muy diversos elementos más específicos (cosas, eventos, propiedades, etc.) con los que nos

encontramos diariamente (i.e. los subordinados). Poder manipularlos de modo coherente implica

poder disponer de estos dentro de un número fijo de coordenadas. Estas coordenadas vendrán dadas

por las categorías gramaticales, a las cuales, dentro de la terminología de Langacker, se

considerarán esquemas sumamente abstractos.

1.5.1.3. Premisas fundamentales de la lingüística cognitiva

Luego de haber hecho una sucinta revisión de la categorización humana y reconocer su importancia

para el desarrollo de una lingüística que motive las estructuras gramaticales en las facultades

cognitivas, queda pasar revisión a las premisas que guían los trabajos de diversos investigadores.

42
«La noción de esquematicidad tiene que ver con el nivel de especificidad, i.e. la finura del detalle con el
que algo es caracterizado. La noción siempre se relaciona, principalmente si no únicamente, con la precisión
de la especificación a lo largo de uno o más parámetros, con lo que compete también al grado de restricción
impuesto en posibles valores a lo largo de esos parámetros. Un esquema es así abstracto en relación con sus
[…] elaboraciones en el sentido de proveer menos información y ser compatible con un rango más amplio de
opciones […] La diferencia es similar a aquella entre representar una estructura diagramándola en una
cuadrícula fina (donde incluso rasgos menores aparecen) y en una cuadrícula amplia (donde solo los rasgos
más gruesos se conservarán). […] Nuestra habilidad cognitiva de conceptualizar situaciones en varios niveles
de esquematicidad es innegable. Se manifiesta, por ejemplo, […] lingüísticamente en la existencia de
términos para términos superordinados así también como para subordinados […] Es difícil pasar por
alto la significación lingüística de esta habilidad».

48
Puede considerarse como premisa teórica fundamental de los estudios cognitivos la noción de

mente corporalizada, llamada también experiencialismo psicológico (Johnson 1987; Lakoff

1987; Lakoff and Johnson 1980, 1999). Las categorías o conceptos no pueden considerarse puras

abstracciones, ajenas a los cuerpos y experiencias humanas. Como muestran los procesos de

categorización humana, entender la realidad y organizarla depende más de una disposición abierta,

no fija sobre cómo pueden relacionarse los objetos. Ver el parecido entre dos cosas no es evidente,

sino que depende de la utilidad, frecuencia, saliencia, etc. Es decir, una representación no puede

darse aislada, como un símbolo puramente operacional. Es, más bien, una red de asociaciones de

diverso tipo, pero que conservan entre sí un equilibrio o estructura ecológica. La eficiencia del

procesamiento cognitivo humano, su adaptabilidad y consubstancial irregularidad, se fundamentan

en la estructura global del sistema global, no solo en operaciones entre símbolos (Cuenca y Hilferty

1999: 15).

Si esto es cierto, entonces, la mente no puede ser un “espejo de la naturaleza”, sino que sus

construcciones deben estar fundamentadas en las restricciones propias de nuestro sistema

perceptual y en la organización de nuestras redes nerviosas. Sin embargo, esto no es todo, puesto

que el pensamiento es, además, imaginativo. Esto quiere decir que siempre podemos ir más allá de

lo que percibimos —y de las relaciones de verdad lógicamente posibles— para encontrar relaciones

no evidentes entre objetos, con las que podemos continuar organizando nuevas experiencias. El

mejor ejemplo de esta capacidad es la importancia de la metáfora conceptual (Lakoff y Johnson

[1980] 2000) como uno de los principios de estructuración del pensamiento. Como se verá a lo

largo de esta tesis, la percepción, las creencias que tenemos acerca de cuán abstracto o cuán

específico es un objeto, la capacidad de entender algo más general en vistas de algo más particular

(analogía, metáfora) —en una palabra, la experiencia física y social— son cruciales para

comprender el funcionamiento de las estructuras conceptuales implicadas en nuestros enunciados.

49
El segundo punto central en la lingüística cognitiva es el rechazo a las teorías objetivistas del

significado. Es decir, aquellas teorías que proponen un tipo de semántica ajena a los contenidos

conceptuales generales y relacionada a la sintaxis en tanto una forma lógica. Sobre este punto ya se

ha discutido lo suficiente en este capítulo, tanto en la sección 1.4. como en 1.5.1.2, de modo que no

tendré que agregar nada aquí.

Finalmente, según Hudson (2003), las siguientes premisas pueden verse como asumidas en general

por quienes practican la lingüística cognitiva, pese a la saludable diversidad de modelos que existen

—y compiten— dentro de ese rubro:

1. El conocimiento del lenguaje no posee límites específicos frente a los demás sistemas

de conocimiento. No hay formas exclusivas para el lenguaje en tanto que obedece a los

mismos principios que organizan el conocimiento general. Las diferencias evidentes entre

lo “lingüístico” y lo “extralingüístico” solo pueden ubicarse en los puntos más extremos de

un continuo.

2. El lenguaje es una red de interconexión simbólica. Al igual que el resto de

conocimiento, se organiza dentro de redes; pero estas no son distribuidas solamente, a la

manera de las redes conexionistas, sino también son simbólicas. Quiere decir que para cada

“nodo” o “punto” de la red se tiene un elemento lingüístico (una palabra, un morfema, un

fonema, una característica conceptual simple o compuesta, etc.) y la activación de una

activa otras, con lo cual se evocan los conocimientos (en este caso las representaciones

lingüísticas y aquello que simbolizan).

3. El lenguaje está compuesto por categorías y estas muestran efectos de prototipo. Esto

quiere decir que el sistema lingüístico no puede entenderse si no se reconoce en él la

diferencia básica entre elementos típicos y otros atípicos. La organización del lenguaje debe

50
dar cuenta de que los límites entre categorías es difuso y siempre es posible dar un paso

hacia la variación de usos y creaciones novedosas gracias a esta propiedad de los

conceptos. En resumen, las unidades del lenguaje no son bloques de construcción como en

un juego de “Lego”, más bien deben concebirse como pedazos de plastilina (cf. Rosch

1975, 1977 y 1978)

4. El conocimiento del lenguaje no se debe al dominio de reglas para elaborar secuencias

bien formadas, sino al de patrones abstractos o esquemas que unen el significado con

la sintaxis, la fonología, etc. No se trata de conocer “procedimientos”, se trata de comparar

patrones almacenados convencionalmente con aquello que queremos expresar. Así,

establecemos cuál es el patrón que más se ajusta a aquello que pensamos y lo aplicamos.

Gracias a este conocimiento declarativo, podemos entender que el uso del lenguaje muestra

partes que encajan perfectamente con el patrón, mientras que otras encajan menos bien.

Estos “desencajes” pueden producir efectos creativos. De hecho, los esquemas son

representaciones simbólicas o gestálticas que modifican el significado —es decir, se pasa

de lo prototípico a lo marcado (cf. Langacker 1987a, 2002: Cap. 4, Lakoff 1987: Book II,

case study 3)—.

5. La gramática (morfología y sintaxis) no está separada del léxico. La tradicional

separación entre estos se debe a una visión procesal del lenguaje (también llamada proceso

derivacional). Se requiere de una fuente de elementos computables (el léxico) y de los

respectivos procesos (los módulos gramaticales). Si se asume la postura declarativa basada

en patrones y la organización de redes, la diferencia entre las unidades léxicas y las reglas

gramaticales desaparece. Más todavía, distinguir entre gramática y léxico como la

diferencia entre lo que puede derivarse regularmente por reglas y lo que es un listado de

formas idiosincrásicas y por ende “excepciones” o “frases hechas” (idioms) en una lengua

es insostenible. Todos los niveles del lenguaje están llenos de irregularidades, de

creatividad y de unidades fijas. El léxico existe como una forma de tratar información

51
lingüística (en particular como almacenamiento de datos); pero esto no lo convierte en un

espacio cerrado frente a la morfología y a la sintaxis. En el fondo, ahí está lo más

convencionalizado; pero en la gramática, como veremos, todo esta convencionalizado. Así

que la diferencia no es de tipo, sino de grado (cf. Bates y Goodman 1997)

6. Conocer el significado de una palabra no difiere del concepto culturalmente

establecido para dicho término. De este modo, puede argumentarse que todas las palabras

(incluso las más “lingüísticas”, como conjunciones, determinantes o preposiciones) son

conceptos culturales insertos en nuestro conocimiento general del mundo (i.e. es un tipo de

saber idiosincrásico). De este modo, conocer una lengua depende mucho del conocimiento

de la cultura, si bien haya elementos que parezcan no ser nada culturales, p. ej. el

ligamiento de anáforas, etc. (No obstante estas ya han recibido explicaciones cognitivas no

modulares. Cf. Langacker 2000: Cap. 9).

7. Finalmente, el lenguaje está basado en el uso. No hay conceptualización posible si no se

atiende a las condiciones particulares y reales en las que puede producirse. Debido a esta

premisa, la lingüística cognitiva es una teoría maximalista antes que minimalista (como es

la gramática generativa). Desde la misma adquisición, nuestra relación con el lenguaje no

es pasiva; no activamos o desarrollamos un “órgano mental” como sustentan Pinker (1995)

o Lightfoot (1983). El cerebro es el único órgano mental, y el lenguaje es solo una de las

funciones que este puede desarrollar. Aprender el lenguaje no es cuestión de imitación o de

analogía (solamente), es más un proceso masivo de interconexión de datos de modo

inductivo. No se niega que existan elementos genéticamente determinados que incidan en la

rapidez de este desarrollo, pero es difícil establecer cuáles son estos y si producen patrones

lingüísticos específicos. Sin embargo, se puede postular que el lenguaje es una facultad

emergente, derivada de capacidades simbólicas y cognitivas específicas de la especie

humana (cf. Bates 2003, Bates et. al 1997, Karmiloff-Smith 1994, Mac Whinney 2002 y en

prensa).

52
En conclusión, comprender que la gramática es simbólica debido a su indesligable relación con la

cognición implica proponer una lingüística distinta a la que se ha practicado mayoritariamente

desde el siglo XX. En particular, deben quedar de lado premisas como la de la autonomía de la

sintaxis. Según esta, las representaciones sintácticas no tienen ninguna relación con el uso que

reciben: son puros constructos formales, deducibles por principios innatos. De esta manera quedará

garantizada la eficiencia computacional de la mente.

Sin embargo, eso no es del todo cierto. Es muy sencillo proponer que, en tanto no hay una relación

clara entre la representación conceptual —variable e irregular en cuanto a los elementos que la

componen— y la gramática guiada por reglas y entendida como un cálculo de símbolos abstractos

sumamente eficiente, cualquier dato que evidencie tal relación será solo un “seudoproblema” o un

“epifenómeno”.43 En cualquier ciencia, son los detalles incómodos que se decide enfrentar, aun a

sabiendas de que pueden poner en riesgo la estabilidad de todo lo que se ha conseguido, los que

hacen la diferencia entre el progreso y el estancamiento. Ver a toda la gramática como análoga a las

onomatopeyas, es decir, como símbolos, no más como signos o como reglas inmotivadas debe

replantear los términos de la investigación lingüística. A mi entender, la ventaja de la lingüística

cognitiva es que permite dejar de ver fenómenos genuinamente lingüísticos como parte de la

“periferia de la gramática”, como fenómenos “extralingüísticos” o como “incómodas excepciones

que se esconderán debajo de la alfombra”, y brinda herramientas muy útiles para encararlos en un

marco cohesionado.44

43
Términos con los que se han despachado las intuiciones de los funcionalistas y de otras corrientes ajenas al
dogma chomskiano (cf. Langacker 1990: 4-9).
44
El mismo Chomsky reconoce la importancia de los aspectos periféricos de la gramática para una completa
comprensión de la facultad del lenguaje (cf. Lorenzo y Longa 1986: Cap. 2); es más, el programa minimista
(Chomsky 1995) pone gran énfasis en las relaciones entre los llamados sistemas articulatorio-perceptual y el
conceptual-intencional con sus interfaces, forma fonética y forma lógica, respectivamente. Sin embargo, el
punto que critico es que la separación entre un tipo de sistema lingüístico, cuyas computaciones no son
compartidas por los demás sistemas conceptuales, es tajante. La impermeabilidad de lo lingüístico frente a lo
conceptual se ha justificado como una “adecuada delimitación del objeto de estudio” o como una

53
1.5.2. Gramática cognitiva

La lingüística cognitiva, y en particular el modelo llamado gramática cognitiva, han tratado de

entender desde numerosos ángulos la relación de dependencia que hay entre la gramática y las

estructuras conceptuales que dan forma y contenido al pensamiento. El aspecto más polémico de la

teoría de Langacker es su propuesta de que la gramática refleja la cognición. Es decir, no hay

aspecto gramatical que no pueda ser analizado desde una perspectiva conceptual. Si bien esto puede

sonar extremo, en primer lugar, no resulta una propuesta más extrema que la de la gramática

generativa (para la cual ninguna construcción sintáctica depende de la cognición general, sino de

mecanismos lingüísticos autónomos); en segundo lugar, y espero que los siguientes capítulos sirvan

de aval, permite explicaciones elegantes, motivadas en aspectos más amplios de la naturaleza

humana y no simplificaciones reduccionistas (que pueden, inclusive, pasar por alto hechos tan

obvios como que toda expresión lingüística es significativa, que está necesariamente atada a su

contexto de uso y que su buena o mala formación es una cuestión de grado y no de una dicotomía

entre “gramatical” y “agramatical”).

“idealización común a todas las ciencias naturales”. Como respuesta a esto, la crítica de Feyerabend se ajusta
perfectamente. Solo basta cambiar la palabra historia por lenguaje:

Tal y como hoy se conoce, la educación científica tiene este propósito [hacer la historia de
la ciencia más simple, más uniforme, más monótona, más “objetiva” y más accesible al
tratamiento por reglas “ciertas e infalibles”], que consiste en llevar a cabo una
simplificación racionalista del proceso “ciencia” mediante una simplificación de quienes
participan en ella. Para ello se procede del siguiente modo. Primeramente, se define un
dominio de investigación. A continuación, el dominio se separa del resto de la historia [...] y
recibe una “lógica” propia. Después, un entrenamiento completo en esa lógica condiciona a
aquellos que trabajan en el dominio en cuestión para que no puedan enturbiar
involuntariamente la pureza (léase esterilidad) que se ha conseguido. En el entrenamiento,
un parte esencial es la inhibición de las intuiciones que pudieran llevar a hacer borrosas las
fronteras. La religión de una persona, por ejemplo, o su metafísica o su sentido del humor
no deben tener el más ligero contacto con su actividad científica. Su imaginación queda
restringida e incluso su lenguaje deja de ser el que le es propio (2002 [1988]: 15).

54
1.5.2.1. Definición de gramática

Langacker define la gramática como un inventario estructurado de unidades lingüísticas

convencionales organizadas como pares de forma y contenido (Langacker 1987a: 57-58). No se

considera una descripción generativa que provee la enumeración de todas las frases, y solo las

frases, bien formadas de una lengua natural; más bien, la productividad de la gramática queda

garantizada por modelos esquemáticos (i.e. esquemas. Cf. 1.5.1.2) que representan patrones

establecidos en el ensamblaje de estructuras simbólicas complejas (compuestas por otras unidades

más simples) (cf. Langacker 2002: 16). Desarrollemos estos conceptos fundamentales.

La asociación simbólica entre las estructuras fonológicas y las semánticas (las que, ya se ha visto,

son idénticas a las estructuras conceptuales) producen unidades simbólicas (figura 2). Este

concepto incluye en la gramática cognitiva las estructuras léxicas y gramaticales (sintáctico-

morfológicas). El morfema es la unidad simbólica mínima, ya que en ella se combina una estructura

fonológica con una semántica para formar un todo. Lo simbólico radica en unir sonidos y

conceptos, una relación afín a la del signo lingüístico —significado y significante— de Saussure.

Figura 2. Unidad simbólica simple

Las unidades simbólicas más simples se combinan entre sí para formar otras más complejas. No

obstante, estas combinaciones no son aleatorias, ya que la gramática no es una cuestión de azar: no

toda combinación es representacional. Langacker plantea que estas obedecen a unidades simbólicas

55
esquemáticas, que son el equivalente de los “patrones gramaticales”. Como ya se había señalado,

los esquemas se distinguen de las demás unidades simbólicas no por su tipo, sino por ser más

abstractas; es decir, cuentan con un menor grado de especificidad. En resumen, una unidad

gramatical, sea una palabra, un morfema, una oración simple, compuesta o un texto entero, es

simbólico en tanto que une dentro de una misma forma (estructura simbólica) a una expresión

fonológica (polo fonológico) con ciertos contenidos semántico-conceptuales (polo semántico) que

pueden construir diferentes conceptos complejos a partir de relaciones de esquematicidad.

Por ejemplo, para el término “cosa”, tenemos el polo fonológico /kosa/ y el polo semántico [COSA]

(el concepto de lo que es una “cosa”),45 que en conjunto forman una unidad simbólica. Si esta apela

o privilegia las características físicas de la cosa, su delimitación, etc., entonces construye un

sustantivo. La noción de sustantivo, es, por ende, simbólica y máximamente esquemática: es una

forma específica de entender el concepto de [COSA] (es decir, no equivale a todo lo que puede ser

el concepto [COSA], pero necesariamente se basa únicamente en lo que sabemos sobre lo que es

una “cosa”) que necesita, al mismo tiempo, de una forma específica de pronunciar /kosa/ para

hacerla comprensible a un oyente.46

1.5.2.2. Habilidades cognitivas básicas para la gramática

Puesto que hablar de la realidad a partir de nuestra capacidad para concebirla presupone una especie

de ontología, Langacker asume tres clases fundamentales de objetos como partes de la

representación mental de la realidad: regiones (cuyo esquema más abstracto sería [COSA], lo que

definirá a los sustantivos), relaciones temporales (cuyo esquema [EVENTO] sirve para definir a

45
La notación para estructuras conceptuales esquemáticas usa altas entre corchetes.
46
Recuérdese que la relación de esquematicidad resulta igual a la que hay entre un nudo superordinado y uno
subordinado en una taxonomía jerárquica; el primero es el esquema y el segundo es la instanciación o
elaboración. Así, pues, la relación de esquematización entre unidades simbólicas es una forma de
categorización complementaria a la extensión del prototipo.

56
los verbos) y relaciones atemporales (que incluyen manifestaciones diversas, tales como

adposiciones, adjetivos y adverbios).

Toda estructura semántica o predicación se encuentra caracterizada al interior de ciertos dominios

cognitivos. Estos dominios son, básicamente, equivalentes a las nociones de marco y modelo

cognitivo idealizado (MCI) que se presentaron al inicio de la sección 1.5.1.2. Así, cualquier noción

básica o primitivo conceptual (p. ej., nuestra experiencia del tiempo o del espacio), cualquier

concepto nuevo derivado de otros por medio de mecanismos metafóricos u otros, la experiencia

perceptual e incluso un sistema de conocimiento completo pueden servir de dominio de una

predicación.

Basado en una semántica conceptual, la gramática cognitiva se aboca a la posibilidad de reducir la

gramática a configuraciones de estructuras simbólicas, entendidas estas como concepciones

alternativas (construal) de una misma “realidad exterior”. En pocas palabras, la capacidad de

manipular conceptos más básicos con el fin de crear una descripción mental cada vez más elaborada

de una misma situación (como en el ejemplo del “vaso medio lleno” frente al “vaso medio vacío”)

es fundamental para la construcción de enunciados que encierran esos cambios de punto de vista

(cf. Langacker 1990: 6).47

Una de las capacidades cognitivas más importantes que permiten la alternancia conceptual

mencionada en el párrafo anterior es la organización figura/fondo (Langacker 1987a: 120-121). Es

bien sabido que la mente organiza dos objetos siguiendo un patrón de mayor relevancia o saliencia

para uno de ellos (la figura) y otro de permanencia o contraste fijo para el otro. Por ejemplo, la

47
Langacker deja muy en claro que su teoría no quiere solo “explicar la sintaxis a partir de la semántica”,
como muchos parecen entender, sino que la gramática es un conjunto de configuraciones simbólicas
establecidas por el uso y la convencionalidad. La gramática es un mecanismo de representación que depende
de los procesos de conceptualización. Así, una estructura semántica es una estructura gramatical cuando
queda codificada fonológicamente, es decir, cuando es capaz de manipularse como símbolo.

57
distinción entre los verbos ir y venir estaría en que ambos toman exactamente al revés las figuras y

fondos. En el primer caso, ir, la figura es el objeto que se desplaza en contraposición con el punto

de partida fijo, el cual sirve de fondo a la figura que se desplaza. Por su parte, en el verbo venir, la

figura está en el punto fijo de llegada, es la persona que se encuentra en la meta, mientras que el

fondo lo brinda el objeto que se aproxima. Una extensión dentro de esta distinción es la separación

entre trayector (trayector) e hito (landmark) (cf. infra p. 60). El primero es la figura, pero en una

relación dinámica con el fondo, que en tanto hito, posee solo una saliencia secundaria. De este

modo, el contraste entre X está cerca de Y e Y está cerca de X se fundamenta en si X es el trayector

(o figura relacional) y se ubica con relación a Y, o viceversa. (Langacker 1990: 7).

Otros conceptos afines a trayector e hito, y también centrales en la teoría, son base y perfil respecto

de un dominio cognitivo. La base de una predicación es su dominio en general (es decir, las

estructuras conceptuales que presupone); el perfil es una estructura secundaria que obtiene nivel

distintivo o prominencia en tanto es la entidad que la expresión designa. Esto quiere decir que la

base actúa como un contexto para el perfil. Por consiguiente, una expresión lingüística designa a

una entidad gracias a los aspectos conceptuales más relevantes en esta, no por aquello a lo que se

refiere en la realidad. Por ejemplo, las expresiones nacimiento y muerte comparten la misma base:

puntos dentro del lapso de vida de un ser; pero perfilan distintos momentos; a saber, nacimiento, el

inicial y muerte, el final.

Importante es también la noción de alcance de una predicación. Esta alude a la porción relevante

de dominios específicos que se requieren para la caracterización de un concepto. Por ejemplo, las

nociones de “barrio” y “urbanización” pueden compartir dominios físicos semejantes: un conjunto

de viviendas ubicadas en una misma zona y, por extensión, sus habitantes, lo cual sería el alcance

máximo de la predicación; pero se distinguen en que perfilan dominios distintos: en el primer caso

es más importante el conocimiento de que las viviendas pertenecen a un área circundante así como

58
el tener algún tipo de relación con los que por ahí viven (desde el simple saludo hasta la amistad);

en el segundo ejemplo, lo que se perfila es una cuestión de división político-administrativa (por

ejemplo, el lugar donde uno tiene su dirección dentro de un distrito y donde adquirió el terreno de

una compañía urbanizadora). En consecuencia, ambas predicaciones se distinguen en el valor que le

dan a sus dominios: para barrio el dominio primario48 es el área circundante y la relación entre los

vecinos.

Es sabido ya que el proceso de abstracción —o agrupar conceptos diferentes gracias a un esquema

que reduce las diferencias y resalta los rasgos comunes— tiene, para Langacker, preponderancia

para dentro de las capacidades cognitivas que organizan las representaciones gramaticales. En este

sentido, el principal objetivo de la gramática cognitiva es proponer una descripción gramatical que

únicamente se base en aquello que está implicado en el concepto que transmite un enunciado

cualquiera en un uso lingüístico real. Por ello, el polo semántico de las unidades simbólicas no es

más que una construcción nocional basada en los principios cognitivos anteriormente señalados.

Esta construcción o representación esquemática se aplicará sobre cualquier otro concepto que tenga

propiedades afines a las que esta establezca (recuérdese lo dicho sobre la naturaleza dinámica de los

esquemas).

Uno de los rasgos distintivos de la gramática cognitiva es que todo fenómeno sintáctico es

explícito. No hay transformaciones a partir de movimientos, trazas, categorías vacías, principios de

gobierno o comando de constituyente, elementos expletivos, filtros, restricciones semánticas, etc.

48
Es decir, el dominio primario será el aspecto más relevante entre los que conforman lo que sabemos
acerca de un término. Cabe destacar que esta noción está plenamente justificada en la naturaleza
enciclopédica de la semántica, de modo tal que no hay distinción relevante entre esta y la pragmática (cf.
Langacker 1987b: 55).

59
como forma de explicar la organización gramatical. Esto es apelar al mínimo indispensable de

elementos (símbolos) y a la relación integral del lenguaje con el resto de los sistemas cognitivos.49

1.5.2.3. Análisis gramatical y uso de gráficos

Como en cualquier teoría lingüística, la gramática cognitiva debe recurrir a una forma de

representación clara para las operaciones que asume como fundamentales en la construcción de

enunciados. La cognición humana es algo difícil de representar, en tanto que muchos de sus

procesos son muy abstractos y, obviamente, tan sutiles como inconscientes. Langacker utiliza para

sus análisis esquemas imaginísticos. Estos gráficos o bosquejos bastante generales quieren

representar las relaciones entre las partes de un enunciado y el valor gestáltico que toman en cuanto

conjunto. Para eso, han de hacer explícito el valor conceptual de cada elemento que participa en una

construcción gramatical, así como servir de indicio para entender de qué manera se relaciona cada

parte de un esquema complejo (que equivaldría a una frase o a una oración). De este modo, los

gráficos no solo describen situaciones, sino que organizan explícitamente sus partes según los

principios conceptuales que están involucrados para señalar lo que un hablante construye al

momento de representar una expresión lingüística.

Por ejemplo, una expresión como el gato sobre el tapete (ignoraré el valor de los artículos para

simplificar) se produce a partir de una representación esquemática que cuenta con los siguientes

elementos: un trayector (trajector), que se encuentra encima y en contacto con otra entidad que le

sirve de hito. Entre ambos queda definida la relación que esquematiza la preposición sobre. Esta

relación queda esquemáticamente señalada por la figura 3, en donde la línea gruesa representa la

49
Ha de considerarse, entonces, que la teoría cumple así con los principios de economía y naturalidad. Una
cerrada defensa de esta postura como convenientemente científica y ajena a simplificaciones extremas de la
realidad está en Tuggy (1981: Cap 1, 11-12, 16-18).

60
posición de un elemento respecto del otro.50 Estos elementos, representados con círculos equivalen

a entidades,51 las cuales se instanciarán, respectivamente, con los términos gato y tapete (ver figura

4).

Figura 3. Esquema de la preposición sobre

50
Aunque hay que señalar que la relación que establece la preposición sobre está muy lejos de ser tan simple
como la que aquí se señala. Recuérdese que no es un problema para la teoría, dado que una categoría siempre
alberga entre sus miembros formas que se desvían de lo que se considera el prototipo (en lo que se conoce
como “relación de parecido de familia”), con lo que es más certero hablar de una categoría radial (cf. Lakoff
1987: Cap. 4 y case study 2).
51
Entidad es un término máximamente esquemático que incluye a las nociones de “cosa” y “relación”. La
primeras, como se verá al detalle en el capítulo 2, sirve de esquema a la categoría sustantivo; la segunda, a la
categoría preposición, si no es una relación temporal, y a los verbos, si es una relación marcada
temporalmente. Una presentación general al tratamiento de las categorías gramaticales en la gramática
cognitiva se encuentra en Langacker 2000: 19-23.

61
Figura 4. Esquema de la expresión El gato sobre el tapete
(tomado de Grush 1995: 109)

La representación esquemática de la figura 4 puede parecer, por decir lo menos, extraña e incluso

muy poco seria para quienes esperan un análisis lingüístico más profundo. Valgan verdades, esta

representación podría ser mucho más compleja en tanto que estamos dejando de lado fenómenos

como la presencia de la marca de género y las operaciones que establecen sobre los sustantivos los

artículos definidos. No obstante, cumple con el propósito de sugerir una representación que puede

emplearse exitosamente ante una relación entre dos objetos del tipo “el gato sobre el tapete”.

62
Se suele creer que las relaciones y las unidades lingüísticas deben ser lo más formalizadas posibles,

que deben expresarse en un lenguaje cuasilógico (como pueden ser los marcadores de frase de la

teoría de X-barra) o explícitamente lógico (como en el cálculo de predicados empleado para

describir la forma lógica de una oración). Sin embargo, los sencillos dibujos (figuras geométricas,

bordes resaltados, flechas, etc.) que se emplean en la gramática cognitiva tienen la intención de ser

un formalismo más adecuado a las premisas teóricas que la guían. En vista de que la gramática es

simbólica y manipula las representaciones conceptuales siendo sensible al contenido de estas, pues

de nada nos sirve despojarlas de sus contenidos y mostrarlas como puras relaciones jerárquicas (un

marcador de frase) o como variables en un mundo posible (forma lógica). Necesitamos ver cómo

están hechos estos conceptos para tener una idea clara de cómo se agrupan siguiendo los esquemas

almacenados en el inventario gramatical.

Obviamente, soy consciente de que con dibujos las explicaciones tendrán límites infranqueables.

Por ejemplo, la patria está sobre los intereses demanda un análisis similar al de gato sobre el

tapete. Sin embargo, ¿cómo graficamos patria e intereses? Si bien los conceptos no son dibujos en

las cabezas de las personas, ellos pueden emplearse como recursos mnemónicos para que en el

análisis se resalten rasgos que pueden ser cruciales para entender las representaciones, es decir, los

conceptos con los que contamos. Creo que el dibujo o esquema imaginístico para sobre resulta una

mejor explicación para la relación espacial que esta preposición instancia que una descripción

lógica en la que se establece una función entre dos elementos. Esto obedece a que el lenguaje

parece estar diseñado a partir de aspectos análogos a los de la cognición visual: «Grammatically

specified structuring appears to be similar, in certain of its characteristics and functions, to the

structuring in other cognitive domains, notably that of visual perception». (Talmy 1978: 22)52

52
«La estructuración gramaticalmente especificada parece ser similar, en ciertas de sus características y
funciones, a la estructuración en otros dominios cognitivos, notablemente el de la percepción visual».

63
Por consiguiente, cada vez que exista algo que no podamos dibujar y se considere que es relevante

tener una imagen en la mente para comprender la estructura gramatical en la que participa; pues se

recurrirá a otro recurso mnemónico, más engorroso quizá, pero de probada eficacia para evocar

conceptos a lo largo de los últimos siete mil años: la escritura. Y al respecto, baste con la

advertencia que Tuggy emplea en su tesis (la primera que se hizo dentro del marco de la gramática

cognitiva):

In short, diagrammatic representations, with or without pictures, are another explanatory


device (like verbal explanation or logical formulae) of the sort we should expect from SG
[i.e. cognitive grammar]: useful for understanding but partial; representing better than other
media certain important aspects of the structure under consideration but falling far short of
an exhaustive accounting of it. They are not a sine qua non for SG analysis, but they are
serious and important, and, I believe, helpful. The best representations of meaning are but
shadows; I do not think that these are any worse, “if imagination mend them” (Tuggy 1981:
31)53

1.5.2.4. Alternativas a la distinción gramatical-agramatical: sanción cognitiva y eventos de

uso

Tal y como se ha presentado, el principio de esquematicidad es crucial para una teoría simbólica de

la gramática. En primer lugar, permite dar cuenta de las relaciones de inclusión (taxonómicas) entre

conceptos, con lo cual complementa una teoría de categorización por prototipos. En segundo lugar,

sus manifestaciones más abstractas sirven de patrones de organización para símbolos más

complejos. Las reglas gramaticales no son más que esquemas o modelos de composición de otros

elementos abstractos que simbolizarán relaciones generales, tal como es el símbolo-frase gato sobre

(el) tapete. Los esquemas pueden ser extremadamente complejos; pero siempre son estructuras

53
«En breve, representaciones de diagramas, con o sin figuras, son otro mecanismo explicativo (como una
explicación verbal o una fórmula lógica) del tipo que esperaríamos de la GS [gramática espacial, más
adelante llamada gramática cognitiva]: útil para entender, pero parcial; representa mejor que otros medios
ciertos aspectos importantes de la estructura bajo consideración, pero en mucho no alcanza una explicación
exhaustiva de esta. Estos no son una condición sine qua non del análisis de SG, pero son serios e importantes,
y, creo, útiles. La mejor representación del significado no es sino sombras; no pienso que estas sean peores,
‘si la imaginación las arregla’».

64
convencionales dominadas por los hablantes a partir de su extensión sobre casos particulares (en

donde lo que prima, una vez más, es la noción de parecido).

Obsérvese con cuidado que la esquematicidad determina que una expresión sea “bien formada” o

gramatical; es decir, no se justifican juicios dicotómicos del tipo “gramatical vs. agramatical”

basados en el cumplimiento estricto de los pasos de una derivación formal. La idea de límites

borrosos que impregna la categorización humana, así como la naturaleza gradual de las clases son

parte importante del uso de esquemas gramaticales: «[…] categorizing judgements either sanction

them [grammatical constructions] as elaborations of schematic units or recognize them as departing

from linguistic convention as currently established» (2002 [1986]: 16).54

Esto significa que durante un evento de uso el hablante se encuentra en la necesidad de representar

lingüísticamente algún concepto. De este modo, busca entre las unidades convencionales y procede

a emplear alguna que se ajuste lo más posible a aquello que busca dar a entender. Si la unidad

simbólica empleada consigue abarcar la mayoría de características del concepto meta (target),

podemos decir que esa categoría sanciona plenamente el concepto que representa. La sanción o

adecuación de un concepto a una forma lingüística es un proceso de categorización por esquemas

llevado a cabo por el hablante.

Hacer uso de una estructura simbólica pasa, muchas veces, por un proceso de automatización. Esto

quiere decir que los hablantes dejan de percibir como relevantes las unidades simbólicas que

componen a otras más complejas y bastante empleadas. La división entre unidades y no unidades

no implica que dentro de cualquiera de estos conjuntos los componentes hayan de ser fácilmente

54
“[…] los juicios de categorización dejan establecidas [las construcciones gramaticales] en tanto
elaboraciones de unidades esquemáticas o las reconocen como desviantes de la convención lingüística tal
como actualmente se halla establecida”.

65
distinguibles u homogéneos. Cualquier estructura lingüística puede apreciarse más realistamente

como miembro de un continuo entremezclamiento (invasión mutua) en la organización cognitiva.

No contamos con un punto de corte claro y no arbitrario para decidir cuándo es que las relaciones

superpuestas entre las diversas unidades de una lengua se separan.

Vale la pena dejar sentado que el sentido del término técnico evento de uso implica más que la

adecuación deliberada del hablante a usar su conocimiento lingüístico en situaciones novedosas

para representar la realidad. En realidad, Langacker (1987a: 46-47) toma postura por una teoría

gramatical en la que todas aquellas construcciones irregulares, usos metafóricos o de lenguaje

figurado, frases idiomáticas, etc. encuentren un lugar al lado de todas las regularidades (es decir,

“nada queda debajo de la alfombra” o nada entra en un cajón de sastre lleno de “excepciones” o

“irregularidades”). No partimos de reglas en el análisis de las gramáticas: los enunciados

particulares son la matriz de donde los enunciados generales (o reglas) son extraídos. En

consecuencia, sostiene Langacker, en el conocimiento de los hablantes coexisten los enunciados

particulares (formas específicas) y los enunciados generales (reglas que explican las anteriores). Es

claro que los hablantes acumulan inmensas cantidades de expresiones específicas (y estas no son

solo expresiones idiomáticas). Cualquiera se da cuenta de que aprender una lengua no pasa solo por

el hecho de conocer las reglas, sino de memorizar y usar automáticamente las unidades

convencionalizadas del repertorio gramatical. Las generalizaciones que pueden emerger de esa

ingente cantidad de usos particulares es grande; pero no es suficiente para organizar

homogéneamente todo el conocimiento gramatical de los hablantes: la irregularidad es innegable y

universal. En consecuencia, asumir que la gramática se compone plenamente de reglas o principios

universalmente aplicables se estrella con la evidencia de formas absolutamente idiosincrásicas y

reglas de alcance limitado o contextual. Esto significa que la gramática cognitiva es una teoría

absolutamente basada en el uso: no deja de lado el uso o actuación para promover reglas

66
generativas, ni mucho menos postula la universalidad de estructuras lingüísticas a partir de las

cuales todas las lenguas son “dialectos” de una “gramática universal”.

Volviendo a la discusión sobre las implicancias del proceso de sanción, se ha propuesto que las

unidades simbólicas nos proveen de los medios para expresar lingüísticamente cualquier idea. Si

una de estas coincide lo suficiente con la estructura semántica de una unidad simbólica, no se

requiere de un mayor esfuerzo de construcción (constructive effort). Si no se cuenta con una

estructura simbólica que permita la expresión de una idea, entonces se pone en marcha la búsqueda

de una expresión novedosa que extienda el uso de los esquemas.

Una importante consecuencia sobre el alcance que pueden tener los contenidos de los esquemas

gramaticales está basada en su naturaleza convencional. Al ser estos esquemas parte de un

repertorio convencionalizado, Langacker sostiene que pueden incluir dentro de sus especificaciones

aspectos propios del uso y del estatus de los hablantes. Esto se debe a que las unidades lingüísticas

poseen una semántica relativa a muy diversos dominios cognitivos, así como una

conceptualización enciclopédica.

Otro aspecto crucial del uso de los esquemas gramaticales es su aprendizaje dentro de un proceso

de descontextualización (1987a: 63). Esto quiere decir que cualquier unidad posee valores básicos

que persisten más allá de lo contextual. Me refiero a que una unidad lingüística posee una

semántica suficientemente estable como para permitir regular distintas construcciones; pero al

mismo tiempo tiene que ser suficientemente flexible como para permitir expresar la totalidad del

pensamiento. Por esta razón, una gramática basada en construcciones que sirven como modelos de

categorización esquemática es mejor que una generativa: se rige por los principios de agrupamiento

por prototipos, que a su vez es producto de una experiencia corporalizada. No se puede acceder a la

complejidad de las estructuras cognitivas que se quiere representar sin un contacto fundamental e

67
integrado de estas: solo eso garantizaría la creatividad lingüística. Sin embargo, el uso de los

esquemas no puede depender enteramente del contexto, i.e. no puede ser guiado solamente por este,

porque eso impediría cualquier regularidad (es decir, no habría ninguna forma desviante).

1.6. Resumen y conclusión del capítulo 1

En conclusión, la gramática cognitiva es un modelo coherente que aplica de modo radical las

propuestas de la lingüística cognitiva: el lenguaje es describible solo de modo explícito, sin reglas

intralingüísticas, como un sistema integrado con el resto de la cognición humana o saber

enciclopédico. En su afán de austeridad conceptual y naturalidad, esta forma de ver la gramática se

restringe a los siguientes elementos: (i) estructuras semánticas, fonológicas y simbólicas (la unión

de lo semántico y lo fonológico, en donde cada uno de estos polos tiene la función de evocar al

otro), (ii) estructuras que sean esquemáticas para las mencionadas en (i); y (iii) relaciones de

categorización (muy señaladamente las que se conocen como extensión del prototipo y más

importante aún, esquematización) que involucren a las estructuras en (i) y (ii). La creatividad y

productividad del lenguaje humano está en la mismísima creatividad y productividad de la mente

humana para resolver problemas o imaginar relaciones analógicas basada en sus capacidades

perceptivas, experiencia y finalidad guiada por el contexto. El siguiente diagrama (figura 5) pondrá

en orden los elementos y relaciones entre los componentes de la gramática.

Las líneas puntuadas representan la correspondencia entre unidades distintas, mientras que las

flechas continuas están por la relación de esquematización. Por su parte, las abreviaturas sim y cod

están por simbolización y codificación. La primera es, como ya se dijo, la relación entre una

estructura en el espacio semántico y otra en el espacio fonológico. La codificación tiene lugar entre

la convención y el uso. Esto significa que uno codifica una estructura simbólica en relación con una

estructura meta para sancionar su uso, dentro de un grado aceptable de tolerancia. Así, la

codificación no es más que otro nombre para la aplicación del proceso de sanción.

68
Espacio
semántico
Gramática
(convención lingüística)

Unidad simbólica Evento de uso

cod
Unidad
semántica Conceptualización

cod
... sim sim
Espacio
simbólico Espacio
fonológico

cod
Unidad
fonológica Vocalización

Estructura Estructura
sancionadora objetivo

Figura 5. Unidad gramatical simbólica y su aplicación en un


evento de uso (Langacker 1987a: 77)

A lo largo de estas páginas he presentado numerosas ideas sobre la naturaleza del lenguaje y la

importancia de un enfoque integral del fenómeno lingüístico como parte de la cognición. Se ha

asumido que la función representacional del lenguaje, manifestada en sus unidades y estructuras

gramaticales, es indesligable de la percepción, la experiencia y la imaginación que usamos para

crear esas mismas representaciones. Puede parecer, frente a las teorías formales sobre el lenguaje,

que se está cayendo en una falsa concepción de lo que debe ser el lenguaje. Sin embargo, los

análisis que los capítulos siguientes harán de la noción misma de sustantivo y, posteriormente, de su

interacción con otros elementos dentro de la FN para establecer su definitud o indefinitud, así como

69
el significado y esquemas que corresponden a los usos de frases nominales escuetas (i.e. las que no

utilizan ningún determinante) servirán de evidencia en favor de una teoría cognitivo-funcional

como la que aquí se ha sostenido.

70
CAPÍTULO 2
LA DEFINICIÓN NOCIONAL DEL SUSTANTIVO

Todo concepto es una forma esquemática mediante la cual autorizamos a un objeto o evento de

nuestra experiencia (los cuales, en el fondo, no son más que la interrelación de diversos tipos de

entidades) a ser (re)conocido dentro de una clase. Sin embargo, al mismo tiempo, también lo

incorporamos o ubicamos como parte de la red de nuestros conocimientos.1 Las categorías

gramaticales no son la excepción a esto, ni tampoco tendrían por qué serlo. En efecto, la

gramática cognitiva tiene como uno de sus presupuestos más firmes la naturalidad de la

descripción del lenguaje. Por ende, cualquier estudio funcional, basado en los objetivos

comunicativos del lenguaje, es plenamente compatible. En efecto, la labor de descripción de las

lenguas es tan amplia que el funcionalista alemán Seiler (1976: 14) afirma que uno de sus

objetivos debe ser: «the orientation towards a theory of language, not toward a theory of

grammar».2

Una categoría gramatical es un esquema abstracto mediante el que se codifican las propiedades

fundamentales de significación de todo un conjunto de palabras. De ahí que no se codifique

1
Una visión construccionista de la gramática es, al mismo tiempo, un compromiso con el postulado teórico
de que la mente humana no es más que la suma de diversas rutinas cognitivas (expresadas en distintos
estados neuronales) mediante las que se ponen en relación diversos elementos para formar unidades cada
vez más complejas. Esto significa que la realidad es para los humanos un sinnúmero de partes y de
relaciones, no solo en lo concerniente a lo concreto, sino también a diversos constructos culturales.
2
“la orientación hacia una teoría del lenguaje, no hacia una teoría de la gramática”. Esta declaración está
claramente en pugna con los postulados de la gramática generativa, que se considera una teoría de las
gramáticas posibles en cualquier lengua, por lo menos desde el Chomsky de Aspectos de la teoría de la
sintaxis (1970 [1965]: cap. 1), hasta el de El conocimiento del lenguaje (1986: cap. 1 y 2).

71
solamente el comportamiento gramatical, como proponen las teorías formales de la gramática,

sino también lo que en términos generales una palabra puede expresar.

¿Por qué habría de ser importante postular una definición nocional de estas categorías?

Sencillamente, porque, como se propuso en el capítulo anterior, el lenguaje es por naturaleza

simbólico: asocia un plano fonológico y otro semántico para formar distintas unidades dentro de

un continuo de formas morfológicas, sintácticas y discursivas. De este modo, una gramática se

concibe como el conjunto estructurado de unidades lingüísticas convencionales. Entre estas se

cuenta con numerosos patrones esquemáticos, algunos de los cuales corresponden a las

categorías gramaticales. Estos esquemas, debe recordarse, no son distintos en tipo al resto de

representaciones semánticas, especialmente las léxicas. La diferencia entre una categoría o patrón

gramatical y una unidad léxica como flor es sencillamente el nivel de especificidad, menor en el

esquema que determina la primera y mayor en el de la última. El objetivo de este capítulo es

presentar, de la manera más exhaustiva que permite un trabajo de esta naturaleza, los elementos

que conforman el esquema de la clase gramatical sustantivo.

2.1. ¿Qué representa un sustantivo? El esquema conceptual detrás de la categoría

gramatical

Todos hemos aprendido, gracias a las gramáticas de tipo tradicional, que algunas categorías

gramaticales pueden tener una definición en la que es central el significado que se les asigna. De

este modo, un sustantivo puede definirse como aquella categoría por la que se designa a una

persona, animal, cosa o lugar. Entre los múltiples problemas que tiene una definición de este

tipo se encuentra que no distingue el significado de la designación; es decir, entre aquello que se

entiende por una palabra, el concepto al que esta nos remite, y el objeto de la realidad al que se

nombra. Por otra parte, existen palabras que, siendo sustantivos, no encajan en ninguno de los

términos que comprende la definición antes dada. Por ejemplo, pesadez o explosión no parecen

72
representar a unas cosas en el sentido concreto que esta palabra tiene. Por esta razón,

modernamente se ha venido diciendo que la caracterización de una categoría gramatical a partir

de lo que esta representa es errónea, ya que no hay patrones semánticos constantes que se asocien

a las funciones de morfemas, sustantivos, verbos y otros elementos de la gramática. De esta

forma, se ha propuesto enfáticamente que una definición estrictamente formal es lo más

justificado y teóricamente coherente (cf. Lyons 1977 y Newmeyer 1983). Así, pues, el sustantivo,

al ser una pieza de la armazón sintáctica, puede definirse a partir de las otras categorías que

coocurren con él: un sustantivo es la palabra que puede ser el sujeto de la oración (y por tanto se

halla en concordancia con el núcleo de la frase verbal), o la que puede tomar como determinante a

un artículo definido (como el y la).

Este punto de vista, tan aceptado entre los lingüistas, contrasta claramente con la premisa de que

la gramática, y por ende sus categorías, deben describirse a partir de los conceptos que ellas

representan. Al desecharse las definiciones nocionales de las categorías, se les cierra la puerta a

explicaciones coherentes de varios fenómenos relacionados con la interpretación plena de

enunciados. Sobre este respecto, Frawley (1992: 63) observa que, si bien un sustantivo no

siempre es el nombre de una persona, animal, cosa o lugar, resulta que siempre una persona,

animal, cosa o lugar se nombra mediante un sustantivo. Este hecho está más allá de ser una

tendencia de uso, contrastada, como ya se mencionó, por excepciones aparentemente

inexplicables para una definición nocional. Por el contrario, si se asume una caracterización

semántica que emplee los principios cognitivos presentados en el capítulo anterior (p. ej.,

fondo/figura, perfil y base, dominios cognitivos, etc.) la separación radical entre significado y

forma gramatical deja de tener sentido: la forma y los significados son mutuamente dependientes.

Si los significados dependen más de procesos para elaborarlos que de un conocimiento estático

sobre lo que significa algo, entonces, para que un concepto sea considerado un sustantivo, lo que

73
hacemos es construirlo de una manera específica en la que prima el criterio espacial.3 A partir de

esto será posible mostrar cómo la división entre los nombres contables (por ejemplo disco) y los

no contables (como carne o harina) guarda estrecha relación con la marca gramatical de número:

esta se explica a partir de la representación asignada a un sustantivo y no solo a motivaciones

estrictamente formales.

Si bien se asume que los objetos físicos (como los ya mencionados personas, animales, cosas o

lugares) son referentes prototípicos para la categoría sustantivo, es necesario notar que un

esquema basado solo en los prototipos no se podrá aplicar a los otros miembros de la categoría

(aquellos sustantivos que no se corresponden con entidades físicas) si es que no tiene

modificaciones. Así, pues, la caracterización esquemática que incluya como sustantivos tanto a

los casos centrales como a los que no lo son puede enunciarse de la siguiente manera:

• Un sustantivo perfila una región en algún dominio cognitivo (un espacio

conceptual). (cf. Langacker 1991: 15)

Por ende, un sustantivo cualquiera elabora un esquema sustantivo abstracto. Así, el sustantivo

queda definido como una estructura simbólica que instancia un esquema abstracto de entidades;

en términos más simples: un sustantivo designa a una cosa. Este último término se emplea de la

manera más abstracta posible; no hace referencia solo a objetos físicos, sino que cubre todo

aquello que puede concebirse o referirse: objetos, relaciones entre entidades, sensaciones,

3
En contraste, cuando entendemos algo como verbo, lo que hacemos es darle una construcción temporal.
Puede consultarse Frawley 1992, Cap. 2; Langacker 1987b pp. 68 y ss.; y, desde un punto de vista
complementario, Jackendoff 1991.

74
interconexiones, estados, puntos en una escala, ubicaciones en el campo visual, etc. (cf.

Langacker 1987a: cap 5, 1987b: 58-63 y 1991: cap. 1).4

Esta definición de sustantivo supone el uso de un importante principio cognitivo: la conexión que

se establece entre distintas partes que se asumen de algún modo relacionadas. Esto es lo que

permite determinar una región, que es un rasgo principal de la caracterización de un sustantivo.

Frawley (1992: 67), quien sigue a Langacker, indica que «the simplest way to think of a region is

to imagine an array of points in “continuous extension along some parameter” a space of

phenomenal continuity».5 Los principales criterios que mantienen unidas a las entidades que

conforman una región son los de interconexión y densidad.

El primer criterio, interconexión, puede definirse como la simple coocurrencia de un conjunto de

entidades que, de esta manera, definen el espacio que ocupan. Por ejemplo, disco puede referirse

a un objeto físico (un conjunto de unidades físicas dispuestas en una superficie),6 del mismo

modo que al contenido sonoro (o informativo) que este contenga en su extensión física (un

conjunto de unidades a lo largo del parámetro de la música o la información). En términos de

Langacker, la interconexión ocurre al momento que «the cognitive events that constitute them are

coordinated as components of a higher-order event» (1987b: 61-62).7 Por ejemplo, mientras que

4
El sentido del término designar dentro de la Gramática cognitiva no debe confundirse con la designación
en las teorías de la referencia. Se usa este término como sinónimo de perfilar o dar relevancia cognitiva a
una construcción o parte en contraste con su base o fondo.
5
«la manera más simple de pensar en una región es imaginar una agrupación de puntos en una “extensión
continua a lo largo de algún parámetro”, un espacio de continuidad fenomenal».
6
Al decir unidades físicas nos estamos refiriendo a las partes perceptibles de cualquier entidad. No hay
aquí nada que exceda las creencias de una “teoría popular” (folk theory) sobre la física. Así, un objeto
concreto puede tener partes perfectamente visibles y distinguibles (el borde del disco, un agujero en el
centro si es un vinilo, o disco compacto, etc.). Sobre la importancia de las “teorías populares” en la
formación y organización de categorías, cf. Lakoff 1987: cap. 8 y Palmer 2000 [1996]: 118-120.
7
«los eventos cognitivos que los constituyen están coordinados como componentes de un evento de mayor
orden».

75
estrella designa a una entidad luminosa en el cielo nocturno, la noción de constelación asume la

interconexión de estrellas, no por una motivación objetiva, sino porque el observador lleva a cabo

un evento cognitivo por el que las estrellas conforman una entidad distinta: la imagen de varios

puntos unidos en el diseño de un esquema cerrado. En alfabeto ocurre algo semejante, las letras

se encuentran interconectadas mediante el conocimiento que tenemos de que una letra es seguida

(o se sigue) de otra.

El segundo criterio que define una región, la densidad, se da gracias al nivel de cercanía entre los

elementos que se conciben como parte de una misma región determinada en cualquier dominio.

Esto se entiende como la cohesión que se percibe entre las partes de una región.8 Mientras más

densidad tenga la región, el sustantivo que designe estará más cerca al prototipo. Por ejemplo,

Langacker compara isla y archipiélago con el fin de hacer notar que el dominio que le

corresponde al primero —un espacio geográfico rodeado de agua— es mucho más denso que el

correspondiente al segundo, que designa (en el sentido de perfila) una región discontinua: un

conjunto de islas que, no obstante, se conciben como una unidad gracias a la propiedad de

interconexión. Así, el dominio primario en el segundo es una comunidad según criterios

geográficos o geopolíticos. A pesar de que ambos términos tengan como base regiones de tierra

rodeadas por agua, el primero es el que resulta siendo no marcado (es decir, el prototipo).9 En

8
Si bien los objetos del mundo físico son las instancias prototípicas del esquema [COSA], nociones como
densidad e interconexión pueden darse entre entidades muy lejanas a las concretas. Por ejemplo, en el
concepto de [ABECEDARIO] las letras que lo componen poseen densidad en cuanto a región, puesto que
suponen un ordenamiento bastante cerrado en el que es fácil establecer el inicio (la a) y el final (la z). En un
sentido más complejo, pero para nada artificial, puede decirse lo mismo (y así se discutirá más adelante) de
las regiones que esquematizan conceptos como [AMOR], [LIBERTAD], [FE], etc.
9
Entiéndase que la comparación entre isla y archipiélago sirve para señalar cuál de los miembros de la
clase “cuerpos de tierra rodeados por agua (en el ámbito geográfico)” resulta más central o prototípico.
Nadie diría que archipiélago es el ejemplo más característico, del mismo modo que continente cuerpo de
tierra también rodeado de agua, tal y como se nota en cualquier mapa ni siquiera cuenta como miembro
de esa clase.

76
resumen, podemos considerar que una región es un conjunto de entidades interconectadas con un

nivel mayor o menor de densidad.

No es posible entender por completo la definición nocional de un sustantivo si no consideramos

que las regiones que estos determinan en un dominio cognitivo suelen estar delimitadas. Así,

pues, la propiedad de la delimitación es central para la comprensión de un sustantivo, a tal punto

que la clase más extensa de estos, los sustantivos contables, se define a partir de este rasgo:

• Un sustantivo contable perfila una región que está delimitada dentro del alcance de

predicación en su dominio primario.

En contraste, es posible presentar la definición de la otra clase mayor de sustantivos: los no

contables:

• Un sustantivo no contable perfila una región que no está específicamente

delimitada dentro del alcance de predicación en su dominio primario.

La delimitabilidad consiste en la forma en la que una región es construida espacialmente; es decir,

qué tan claros son los lindes dentro de los cuales concebimos a una asociación de entidades.10 En

el caso de los objetos concretos, la delimitación parece imponerse naturalmente, ya que estos

suelen estar delimitados dentro del espacio que ocupan. De este modo, así como las cosas

concretas eran consideradas las instancias prototípicas de la categoría sustantivo, también lo son

de la clase de los contables (p. ej., dame dos caramelos, alcánzame todos mis zapatos, etc.). No

obstante, hay muchos otros sustantivos contables que se definen a partir de otros tipos de

10
Esto significa que la delimitación ocurre desde la perspectiva tomada en una escena, o lo que es decir, el
alcance de predicación (cf. supra 1.5.2.2.).

77
dominios. Por ejemplo, dice Langacker (1987: 58), momento, instante, minuto, etc. designan

regiones delimitadas en el tiempo. Por otra parte, términos como calendario, semana, mes o año

no están delimitados en el dominio estrictamente temporal, sino dentro de constructos abstractos

concebidos como el ciclo del calendario.

En cuanto a los sustantivos no contables, estos son aquellos que designan una masa homogénea,

una región cuya composición interna se concibe como uniforme. Al no presentar un límite

preciso, dicha región se concibe típicamente no como un objeto, sino como una sustancia.

Justamente por ser no contables, se caracterizan por no poder ser enumerados o precedidos por

cuantificadores de tipo distributivo como cada. Compárese el uso del contable aceituna y del no

contable mantequilla:

(1) a. Si le pones dos aceitunas más al pan puede ser demasiado.

b. ?? Si le pones dos mantequillas al pan puede ser demasiado.

Los sustantivos no contables designan masas o sustancias que, como parece ser evidente, no están

delimitadas dentro de un dominio espacial (aunque sí estén instanciadas en el espacio: la

mantequilla es un objeto que ocupa un lugar en el espacio, por ejemplo, en una vasija). Sin

embargo, una sustancia necesita de una forma de delimitación que permita diferenciarla de las

otras. En ese sentido, cabe decir que una sustancia física o masa ocupa una región específica

dentro de un espacio de cualidad. Por ende, aun cuando, por ejemplo, una sustancia como agua

se manifieste en dominios físicos distintos y no necesariamente conectados (por ejemplo, en un

vaso de agua, en un lago, en una gota de lluvia o en una lágrima), podemos notar que sus

manifestaciones, por más discontinuas que sean están ligadas como partes de una misma región

abstracta o espacio de cualidad (Langacker 1991: 17-18).

78
2.1.1. Los rasgos de la delimitabilidad

Para Langacker, la delimitabilidad también posee sus propias características (cf. Frawley 1992:

81-83). En primer lugar las entidades solo pueden estar delimitadas dentro de su dominio

primario o el universo de discurso que es neutral al momento del habla (Frawley 1992: 81).11 El

concepto “arroz”, como veremos más adelante, está delimitado cuando se habla específicamente

de un grano de arroz. Uno puede decirle a su vecino en la mesa: oye, tienes un arroz en la

solapa; pero cuando se habla del arroz en tanto componente de una comida ya preparada (es

decir, el arroz ya cocido), se impone el empleo no contable:

(2) a. Me han servido muy poco arroz.

b. ?? Me han servido muy pocos arroces.

Además, la delimitación puede ser tanto virtual como concreta. Por virtual entendemos la

delimitación que tiene un término como pensamiento, el cual no es considerado como parte del

mundo exterior y por lo tanto no está delimitado en ese ámbito, no obstante puede contarse (p.

ej.: “una acción desinteresada puede ser más valiosa que mil pensamientos nobles”). Esto

contrasta abiertamente con la delimitación que asumimos para silla, concepto que consideramos

correspondiente a un objeto del mundo exterior, y que por tanto debe delimitarse de modo

concreto. Cualquier tipo de delimitación virtual resulta ser un añadido a lo que suponemos

previamente como la naturaleza intrínseca de una entidad. Así, pues, la noción de variedad

(como una subclase) —respecto del espacio de cualidad en el que se manifiestan las diferentes

sustancias concretas— es la que se suele derivar de la delimitación virtual que se impone sobre

los sustantivos no contables. El sustantivo leche, en tanto sustancia, es considerado no contable.

Compárese las siguientes oraciones:

11
Por “neutral” se alude a la comprensión no marcada, esto en el sentido de que el dominio primario se
deriva directamente de la situación en la cual nos encontramos hablando. He aquí una muestra del
porqué de la imprecisión en los límites entre la semántica y la pragmática para la gramática cognitiva.

79
(3) a. ?? En el desayuno mi hermano y yo nos tomamos algunas leches.12

b. Para hacer su arroz con leche, mi mamá necesita usar cuatro leches:
evaporada, fresca, condensada y en polvo.

A diferencia de (3a), (3b) resulta aceptable sin necesidad de apelar a un proceso metonímico,

pues las cuatro leches aluden a clases o tipos. Es decir, se añade la delimitación sobre una

sustancia no delimitada; pero como esta no se fundamenta en lo que se concibe como la realidad

del concepto leche (un no contable prototípico, como veremos posteriormente), entonces solo

puede ser virtual.13

En tercer lugar tenemos que la delimitación (o su ausencia) es una propiedad inherente en las

entidades, es parte de su conceptualización. En términos de Langacker: «[...] the bounding that

defines a count noun cannot be merely the default-case limitation resulting from a limited scope

of predication» (1987b: 59).14 Para comprobar esto, da un ejemplo muy efectivo (1987b: 60):

supongamos que tenemos delante de nosotros, a unos cinco metros, un muro blanco con una

mancha roja perfectamente distinguible. En este contexto es perfectamente posible decir: Veo una

mancha roja en la pared. El alcance de predicación el campo visual incluye la delimitación

de la mancha roja en contraste con la pared blanca. Si la delimitabilidad como característica

semántica se desprendiera del alcance de predicación local coincidente con el campo visual que el

12
Es perfectamente aceptable si se asume que leche sustituye metonímicamente a la taza de leche o al vaso
que la contiene, y estos últimos son considerados unidades de medida (de donde la interpretación sería
igual a algunas tazas de leche). Compárese con Nos tomamos algunas cervezas, pero no muchas.
13
Desafortunadamente, el uso del término variedad se asemeja a la acepción, mucho más abstracta, de los
términos tipo y clase que usaré en este mismo capítulo. Téngase en mente, para evitar confusiones, que la
variedad es una forma de tipo o clase al interior de una categoría ya dada. Es decir, para la categoría
“leche”, hay varias clases de leche (evaporada, en polvo, fresca, de soya, etc.). No es una clasificación a un
nivel superior, como lo que me permite distinguir entre “leche” y “agua”, por ejemplo, que es lo que se
analizará más adelante al hablar de la relación entre la definición nocional del sustantivo y la
categorización de clases concretas y abstractas.
14
«[...] la delimitación que define a un sustantivo contable no puede ser solamente la limitación por defecto
que resulta de un limitado alcance de predicación».

80
verbo ver impone sobre el sustantivo en posición de objeto directo en Veo un(a) FN, entonces la

siguiente situación debería también perfilar un contable.15 Si me acerco a la pared al punto de

“darme de narices con ella” y estoy exactamente frente a la zona de la mancha roja, entonces será

imposible decir: Veo una mancha roja en la pared. Más bien, uno dice: Solo veo (puro) rojo. La

sensación de color rojo sí se ve limitada por el campo de mi visión; en efecto, el campo visual

siempre establece un área mínima de visión, salvo cuando un objeto cae en el conocido “punto

ciego”. No obstante, estar delimitado por algo, no es lo mismo que estarlo dentro de algo, lo

cual es básico en la definición de los contables.

Por último, tenemos que la delimitación es difusa. Langacker lo enuncia de la siguiente manera:

«[...] the bounding implied by a count noun need not be precise or sharply defined» (1987: 60).16

Esto es perfectamente esperable a partir de lo observado sobre las definiciones dentro de la

semántica: las categorías son en general difusas y en gran medida pueden pasarse por alto. Por

ejemplo, semana es una palabra cuyo concepto está claramente delimitado en el mundo

occidental por siete días; pero temporada no posee especificación alguna sobre el punto hasta el

que se puede extender, no obstante tiene un límite (que varía convencionalmente, claro está):

(4) a. Hace cuatro temporadas que no se había puesto la Sinfonía Fantástica de


Berlioz.

b. Hace cuatro temporadas el equipo es dirigido por el mismo entrenador.

Lo que puede apreciarse es que en (4a) y en (4b) temporadas no se refieren al mismo tipo de

eventos: en el primer caso se refiere a la temporada de conciertos de música clásica; en el otro a

la duración de un torneo deportivo. Más revelador sobre el grado de autonomía que tiene la

15
En adelante por contable y no contable haré alusión a los sustantivos contables y no contables
respectivamente.
16
«[...] la delimitación que implica un sustantivo contable no necesita ser definida precisa o rigurosamente»

81
construcción del significado sobre las especificaciones cerradas es la posibilidad que tenemos de

dejar de lado el rasgo de delimitabilidad al concebirlo de la manera más difusa posible. Por

ejemplo, si un camión repleto de botellas de gaseosa se voltea en medio de la avenida uno puede

decir cualquiera de las siguientes oraciones:

(5) a. El camión repartidor se volteó y quedaron regadas puras botellas en la calle.

b. El camión repartidor se volteó y quedó regada pura botella en la calle.

Hay que notar que (5a) evoca con más precisión que muchas de las botellas no se han roto,

mientras que en (5b) es más probable la suposición de que estén rotas. “Botella” es una noción

claramente delimitada, es un objeto concreto, de ahí que origine un contable prototípico; pero ni

bien se pierde la delimitación esta se vuelve una sustancia homogénea, por tanto puede

enunciarse como un no contable.17

2.1.2. Contables frente a no contables: la estructura interna del esquema sustantivo

Tanto los contables como los no contables se han definido a partir de la presencia o ausencia del

rasgo de delimitabilidad. No obstante, todavía es posible notar que entre estas clases de

sustantivos hay marcadas diferencias con respecto a lo que se puede asumir como la estructura

interna de las regiones. De este modo, junto al rasgo de la delimitabilidad, Langacker propone

estos tres: heterogeneidad/homogeneidad, expansibilidad/contractibilidad y replicabilidad.

Él afirma lo siguiente: «These factors are interdependent, and can, in fact, be regarded as

17
Es posible decir que al perderse la delimitación de botella en tanto objeto lo que queda es vidrio (“quedó
puro vidrio regado”). En realidad el uso de botella como no contable obedece a que podemos construir un
concepto como no delimitado y sigue siendo el mismo concepto: no es obligatorio que el no contable que
se deriva de este proceso sea la sustancia que objetivamente hace una botella. Por otra parte, si decimos que
en una fiesta había puro viejo o puro chiquillo no hay que suponer que esas personas se vuelvan una
sustancia, sino que se consideran elementos iguales entre sí e indistinguibles que conforman una región
cognitiva específica (los viejos o los chiquillos de la fiesta).

82
manifestations of the same fundamental contrast» (1987: 64).18 El “contraste fundamental” al que

se alude es el de la delimitabilidad o no delimitabilidad. A mi juicio, estos tres rasgos que

Langacker menciona no dependen solo de la constitución interna de las entidades, sino que están

subordinados a la presencia o ausencia de la delimitabilidad. Creo que estos rasgos tienen una

función secundaria o más especializada, la cual mostraré más adelante, luego de proponer la

reducción de estos tres rasgos a solo dos, diferentes de los que aquí se presentan, pero capaces de

subsumirlos.

El rasgo interno de heterogeneidad típico de los contables es aquel por el cual se considera

a una entidad delimitada como formada de distintas partes. Por su lado, los no contables se

conciben con una estructura interna que no consta de partes; estas son irrelevantes o

insignificantes como para poder distinguirlas: su composición es homogénea. Así, “cuaderno” es

una noción donde las partes que la componen están claramente diferenciadas (la cubierta, las

páginas, los renglones, etc.); mientras que “agua” no posee ninguna parte que se distinga de otra,

es una sustancia homogénea: una gota de agua sigue siendo igualmente “agua”; en cambio un

pedazo del cuaderno, como una de sus páginas, no es un “cuaderno”. Un caso interesante es el

concepto relacionado al término arena: esta posee granos muy pequeños pero perceptibles, de

modo que debería considerarse como compuesta de partes, pero estas son absolutamente

irrelevantes en la conceptualización:

(6) a. ?? Luego de un paciente conteo, hay 248 arenas en la cama.

b. Hay un poquito de arena en la cama.

c. ?? Lo que más me disgusta de la playa es que haya muchas arenas.

d. Lo que más me disgusta de la playa es que haya mucha arena.

18
«Estos son interdependientes y pueden, de hecho, considerarse manifestaciones del mismo contraste
fundamental»

83
Como puede verse, arena cumple perfectamente con las características de los no contables: no

puede enumerarse ni aparecer con marca de plural, a pesar de que podamos notar que es una

sustancia compuesta por diminutos granitos.19 Es necesario decir que el rasgo de heterogeneidad

no implica que las partes sean diferentes entre sí, más importante es que las partes sean

separables con el mayor grado de precisión. Necesariamente, si las partes se ven distintas,

como en “bicicleta”, la heterogeneidad es máxima; pero en el caso de “arena”, donde cada parte

se ve igual y son muy pequeñas, la heterogeneidad es mínima (y la homogeneidad aumenta

inversamente). De este modo, un objeto tiene partes distinguibles entre sí a partir de su

visualización o de la interacción que se tenga con el objeto.

La expansibilidad/contractibilidad se sigue de la diferencia entre homogéneo y heterogéneo.

Cuando la noción que está en juego es una homogénea (y comúnmente no delimitada) como

barro, la única manera en la que esta aumenta es expandiendo su cantidad, exactamente como

una masa. Un poco de barro más otro poco de barro no da dos barros, solo da más barro.

La replicabilidad se sigue de lo anteriormente presentado: la única manera en la que aumenta

algo que se concibe como heterogéneo (y generalmente delimitado) es replicando los ejemplares.

Cuando uno junta un gran número de automóviles lo que típicamente se tiene son varios

automóviles y no ??mucho automóvil (sin embargo, la pérdida de delimitación elimina también la

replicabilidad. Cf. supra n. 17). Las unidades delimitadas aumentan en unidades discretas porque

ese rasgo sirve para demarcar a una instancia de otra. Es interesante ver que no es lo mismo

hablar de más caramelo y de más caramelos. En el primer caso el caramelo es una sustancia no

19
Sin embargo, siempre es posible establecer una lectura de arena dentro de la delimitación virtual de clase
o tipo. Así tenemos que “esta arena es la que más me gusta de las 248 en las que me he asoleado a lo largo
del mundo” es perfecta con arena como contable (pero delimitada gracias a la noción de variedad).

84
delimitada, en el otro es un dulce (que viene en su respectiva envoltura y que tiene una forma

compacta). De este modo tenemos en (7) lo siguiente:

(7) a. ¡Rápido!, ¡Ponle más caramelo a la crema volteada para que no se pegue al
molde!

b. ?? ¡Rápido!, ¡Ponle más caramelos a la crema volteada para que no se pegue


al molde!

La única lectura que se permite en (7b) es algo absurda: hay que poner caramelos (los contables)

para que no se queme el postre. En (7a) es claro que hablamos del líquido dulce que se hace

calentando el azúcar con un poco de agua. Una vez más, la experiencia que tenemos del objeto

caramelo como contable es la que se manifiesta en su concepto. Es contable por mostrarse en

piezas separadas y con envolturas que distinguen cada elemento. Lo mismo ocurre con chocolate

y chocolates, uno sustancia y el otro una pieza separada (como un bombón, por ejemplo. Cf.

Wierzbicka 1985: 317-319).

Estas características de estructura interna determinarían lo que puede considerarse como la

caracterización de los prototipos de contables y no contables. Paso a presentarlos:

• El prototipo contable, es decir, aquel sustantivo que está delimitado dentro de una

región en un espacio conceptual, queda bien representado por bicicleta. Se entiende

por bicicleta un objeto compuesto por partes diferentes entre sí; cuando aumenta en

número lo hace de manera discreta. Puede combinarse perfectamente con numerales

(En mi casa hay seis bicicletas), y el cuantificador distributivo (Cada bicicleta fue

reparada en el taller). Del mismo modo, acepta la marca de plural (Necesito más

bicicletas para ejercitarme).

85
• El prototipo no contable, un sustantivo que no está específicamente delimitado

dentro de un espacio cognitivo, puede representarse perfectamente por mantequilla.

Entre los fenómenos gramaticales relacionados con la no contabilidad se encuentra el

no poder tomar el artículo indefinido (“?? Una mantequilla es lo que quiero”);

tampoco puede tomar numerales (“?? Si les pones dos mantequillas a tus tallarines

quedarán mejor”) ni cuantificadores distributivos o partitivos (“?? Me demoré en

recoger cada mantequilla que había manchado el mantel”).

2.1.3. Los casos no centrales y el cuestionamiento de los rasgos de estructura interna

Si bien parece ser que los contables solo pueden llevar marca de singular o plural (según el

número de entidades que se estén contando), y que los no contables solo aparecen en singular,

aún pueden verse otros sustantivos que presentan variaciones en cuanto a la posibilidad de ser

contables o no y cómo presentan la marca de número (una caracterización detallada de este tipo

de sustantivos se encuentra en Wierzbicka 1985). Veamos, pues, cuáles son los casos que se

consideran problemáticos para, de inmediato, a partir de la observación conjunta de ellos,

proponer que la constitución interna de un sustantivo no se da por su homogeneidad,

expansibilidad o replicabilidad, sino por la posibilidad de distinguir partes diferenciadas y

establecer la igualdad o no de las partes que lo componen.

El primer caso no prototípico es el que proponen sustantivos como el inglés oats (avena). Es un

nombre no contable que solo puede darse con forma plural (los que se conocen desde las

gramáticas latinas como pluralia tantum). En español tenemos los siguientes no contables que

cumplen con aparecer solo en plural: hojuelas, ravioles,20 heces, Andes, Apeninos, inmediaciones,

20
Si bien es cierto que la palabra hojuela y ravioles pueden usarse en singular (aunque en esta última eso
no resulte tan claro), el sentido que aquí se propone es el de palabras que designan sustancias. Cuado se
usan para señalar una cantidad indeterminada (y que no vale la pena determinar mediante enumeración) se
privilegia su uso en plural, a pesar de que podrían ser análogas a otras sustancias como arena o arroz. De

86
alrededores, vacaciones, condolencias, instrucciones y modales. Pruébese con modales el hecho

de que no puede contarse: “?? Tu hermano tiene cuatro buenos modales a la hora de comer”. Pese

a la evidente diferencia que hay entre objetos como ravioles y vacaciones, propondré que la

estructuración de ambos conceptos y su manifestación lingüística en plural responden al mismo

proceso.

Otro caso que debe explicarse es el de los no contables que pese a darse únicamente en

singular no cumplen con las características de sus prototipos. Este es el caso de mobiliario,

vajilla, gente, educación (y su equivalente instrucción).21 Estos sustantivos no pueden

pluralizarse pese a que internamente son heterogéneos así como claramente separables. Nótese

que en este caso el único de los rasgos de estructura interna al que hemos aludido es el de

heterogeneidad, los otros sencillamente no pueden aplicarse porque se asume que, al no ser

regiones delimitadas, no pueden expandirse en unidades discretas. La expansibilidad, por el

contrario si es posible: si al mobiliario de mi sala le añado más y más sillas no tengo más

mobiliarios, sino un mobiliario más grande, es decir más mobiliario.

En tercer lugar, existen contables que solo ocurren con forma plural. Tal es el caso de

anteojos, gafas, esposas, y tirantes. No es lo más usual hablar de “?? un anteojo” o de “?? una

esposa para sujetar al sentenciado”.

este modo, una caja de “hojuelas de maíz” o una bolsa de “habitas” no dicen hojuela de maíz o habita. En
contraste, una bolsa de arena o de azúcar usan términos singulares: arena y azúcar. Por otro lado, es
curioso que para el maní, las bolsas están rotuladas como maní. Al parecer es la forma plana de las hojuelas
y las habas frente a la esférica del maní (que es análoga a la del azúcar y la arena) la que lleva a preferir el
uso singular para este, como sustancia comestible, aun cuando se pueda contar (¿Cuántos maníes hay en
esta bolsita?).
21
Nótese que instrucciones es una forma plural no contable análoga a modales, que se analizará más
adelante.

87
El último caso es el de las sustancias con una unidad mínima. Esto significa que hay

sustantivos no contables que designan cosas que pueden verse de maneras alternas: en un caso,

aparecen como compuestas de pequeñas partes diferenciadas; en otro, se consideran como masas

donde las partes son insignificantes y, por ende, no se distinguen.22 Sustantivos que cumplen con

esta suerte de doble naturaleza son los siguientes: arroz, pelo, cabello, paja y grano.23 Muestra de

esta doble conducta son las siguientes frases: Mi novia tiene cabello castaño/ cabellos castaños;

Tienes el pelo muy lindo/Lo agarraron de los pelos. Sin embargo, sería un error considerar que

todos estos sustantivos actúan de la misma manera.

Sustantivos como pelo, cabello, paja y grano pueden contarse en cuanto unidades y en

número pequeños; p. ej., un pelo, dos cabellos grises, solo quedan tres granos en tu plato. Por

otra parte, arroz, si se contabiliza, se prefiere hacerlo en cuanto unidad, y no se usa con otras

formas plurales; p. ej. Hay un arroz en el mantel. Del mismo modo, si se usan diminutivos

como arenita, tierrita, pelito o hierbita —es decir diminutivos de no contables compuestos por

partes minúsculas, normalmente irrelevantes— se apreciará el mismo fenómeno. Por ejemplo: Me

ha entrado una tierrita / ??? dos tierritas en el ojo, Se me ha metido una arenita / ??? dos

arenitas a los ojos, ¡Me salvé por un pelito/ ???dos pelitos!

A mí parecer, los tipos de sustantivos presentados anteriormente no deberían existir si es que solo

se necesitasen los tres rasgos de constitución interna (heterogeneidad, replicabilidad y

expansibilidad) para definir a un sustantivo. Debe tomarse en cuenta que la replicabilidad no se

22
La diferencia más importante entre estos sustantivos y los anteriormente presentados (p. ej. hojuelas o
heces) radica en que los primeros, al aumentar su cantidad, se hacen masas singulares; mientras que los
segundos actúan como masas plurales.
23
Debe recordarse que existen otros sustantivos estrictamente no contables que se perciben como
sustancias compuestas por pequeñas entidades discretas. Por ejemplo, arena, pasto, hierba, grava, tierra,
etc. Estas formas bien pueden considerarse como más cercanas al prototipo no contable mantequilla. Una
explicación a preferir su uso puramente no contable es que son objetos que se presentan en contextos
expansivos, como partes del terreno (Wierzbicka 1985: 330).

88
aplica si es que se carece del rasgo de delimitabilidad; y la expansibilidad, tampoco, si aquel

rasgo está presente. En conclusión, esto es algo que no tiene ninguna utilidad para entender los

casos no centrales, ya que dichos rasgos internos no son más que corolarios del rasgo básico de

delimitabilidad. Por el contrario, soy de la idea de que el rasgo de heterogeneidad resulta mucho

más adecuado para explicar los casos no prototípicos mencionados:

1. Para sustantivos como hojuelas, ravioles, etc. (es decir, los equivalentes a oats), la

heterogeneidad, entendida como clara diferenciación de las partes, se manifiesta

visualmente en la superposición de partes distintas, con separaciones claras, pero

siempre presentes como un mismo conjunto. Eso se aprecia en un plato de ravioles.

Cada parte es suficientemente grande para ser vista como diferente a la otra, pese a que

son virtualmente idénticas. Lo mismo puede decirse de las heces, los intestinos, los sesos

y las hemorroides. Como objetos son masas con partes claramente visibles

(circunvoluciones, por ejemplo), pero que no se separan nítidamente para ser contadas de

algún modo (i.e. en la práctica, carecen de delimitabilidad).24 Por su parte, la no

contabilidad en sustantivos como modales, alrededores y vacaciones obedece a que no

están claramente delimitados: no puede saberse cuántos hábitos, lugares o actividades de

descanso o diversión conforman de modo preciso unos modales, unos alrededores o unas

vacaciones, respectivamente. Vistos de modo muy general, los elementos que conforman

aquello que concebimos como modales deben ser heterogéneos (no sorber la sopa, ceder

24
Y en un sentido claramente afín, términos como Andes o Apeninos, a gran escala, o escaleras y gradas
también designan objetos con clara heterogeneidad entre sus partes, pero escasa diferenciación y separación
entre ellos. Por ejemplo, la idea de escaleras en plural alude mejor a una parte de un edificio; mientras que
escalera contable se usa mejor cuando nos referimos a una escalera de tijera o de pared. En este caso, la
idea de Wierzbicka (1985) de que somos sensibles a concebir de modo diferente objetos que están fijos en
un mismo lugar, tendiendo a ver más claramente su composición múltiple, a la vez que su irrelevante
contabilidad, se cumple. Esto se ve en una oración como Sube por las escaleras y alcánzame mi chompa.
Solo hay una escalera en las casas y cuando hay más de una suelen ser de distinto tipo. Por eso, las
escaleras fijas se ven como una sustancia compuesta por partes claramente distinguibles, pero inseparables
(los escalones), con lo cual o hay una delimitación clara.

89
el asiento a los mayores, no fumar mientras se baila, etc.). Así, la naturaleza de estos

términos es inclusiva, pero difusa.

2. En el caso de mobiliario se vio que los miembros de este grupo de no contables no tenía

partes homogéneas, tal y como sí ocurría con mantequilla, y que en este respecto se

parecen más a bicicleta. Así, pese a haber una patente heterogeneidad en sus partes,

todavía se considera no contable.

3. Para mobiliario y educación ya hemos adelantado la respuesta: son claramente objetos

heterogéneos; pero no están delimitados. La educación de un individuo consta de

numerosos conocimientos de muy distinto tipo; pero solo puede tener más o menos

educación, no una o dos educaciones.

4. En cuanto a anteojos y esposas tenemos que, por el mero hecho de poder contarse, deben

ser delimitados. Ahora bien, la forma en la que se componen sus partes internamente es

heterogénea: uno puede distinguir partes en unos anteojos (las lentes, el marco, las patas

con las que los colocamos en las orejas, etc.). Esto trae un grave inconveniente: si es

delimitado y heterogéneo, entonces debería coincidir completamente con bicicleta y tener

forma singular.

5. El caso de arroz, en tanto forma solo contable como unidad, es más complicado de

establecer que todos los anteriores. Es un concepto que solo puede enumerarse una vez;

es decir, solo es lícito decir algo como: “¡Ay de ti como me dejes un solo arroz en el

plato: te lo comes todo!”. El concepto de “arroz” que se enumera solo puede ser el de un

grano de arroz. Podemos considerar que es un concepto delimitado (puede

anteponérsele el numeral uno), y por ello una sola unidad es diferenciable de todas las

90
demás; pero su heterogeneidad es pobre (no tienen partes que se distingan claramente

entre sí). Si comparamos un arroz con un guijarro, se tiene que la palabra guijarro resulta

un perfecto contable (un guijarro, dos guijarros, etc.), pese a que tampoco posee una

estructura interna claramente heterogénea. Sin embargo, la delimitación de cada guijarro

se mantiene de modo más claro que para cada arroz: cada guijarro, uno junto a otro se

mantiene como una instancia delimitada e independiente. Esto no ocurre con arroz. Basta

poner un puñado de arroz para hablar de un poquito de arroz y nunca de ??diecisiete

arroces o ??algunos arroces.

De lo que he venido mostrando hasta ahora, pueden extraerse dos conclusiones muy sencillas. (i)

La delimitación es un rasgo anterior a cualquier otro que se proponga: por sí mismo

determina que un sustantivo sea contable o no contable. (ii) El rasgo de

heterogeneidad/homogeneidad, si bien explica en algo los casos no prototípicos, no resulta

suficiente para determinar el porqué del comportamiento de anteojos y arroz.

Según Frawley (1992), Wierzbicka propone que los casos no prototípicos pueden explicarse

mediante lo que ella llama situación de incremento:

She shows (though not in these specific terms) that once the locale of
incrementation is understood as the controlling property of singularity and
plurality, not internal homogeneity per se or continuousness, then, the
aforementioned irregularities disappear. (1992: 87)25

Por situación de incremento entiendo las características de las que depende cómo se incrementa

un término y la propiedad de singularidad o pluralidad que posee. Quedan de lado cuestiones

como la heterogeneidad/homogeneidad y la continuidad (que debe referirse a la ya descartada

25
«Ella muestra (aunque no en estos términos) que una vez que se ha entendido a la situación de
incremento como la propiedad que controla la singularidad y pluralidad, y no a la homogeneidad interna
per se o a la continuidad, entonces las irregularidades mencionadas anteriormente desaparecen»

91
distinción entre replicable y expansible). Atendamos a la manera en la que se explica el caso de

ravioles y modales (los equivalentes a oats en inglés).

La situación de incremento para este caso está determinada por la presencia de constituyentes

distintos que no son relevantes para una distinción clara entre unidades. En el caso de ravioles y

hojuelas tenemos sustancias que siempre se presentan como conjunto (por experiencia, en un

plato), pero cada uno de sus elementos, por separado, no son relevantes para la percepción. Si

uno ve un plato de ravioles o de hojuelas, puede notarse que las hojuelas son diferenciables unas

de otras; pero todas se ven exactamente iguales, tienen la misma forma, el mismo tipo. Por eso la

delimitación no se mantiene. En tanto que modales, vacaciones y alrededores son términos más

bien abstractos, no es tan fácil notar esta idea. No obstante, aún puede verse que todos los

componentes de estos conceptos pertenecen a lo que podemos llamar un mismo tipo de

entidades: todo lo que hacemos en tanto que son modales responde a la misma idea de buenas

costumbres y urbanidad. Es decir, en modales lo que se concibe es un conjunto de

constituyentes individuales muy semejantes, pero todavía considerados lo suficientemente

diferentes para distinguirse unos de otros. Al carecer un solo elemento de delimitación clara

frente a otro por la concepción conjunta que prima sobre los diferentes componentes, la no

contabilidad aparece.

Si utilizamos la palabra vacaciones, estamos designando un conjunto de acciones intrínsecamente

diferentes; sin embargo, por más diferentes actos que sean, redundan en el descanso y la

diversión (o en tres palabras: en no trabajar). Asimismo, por más que los alrededores se vean

como lugares diferentes, todos ellos están circundando por igual una zona. De este modo, si la no

contabilidad estaba en la no delimitación, la pluralidad se fundamenta en la individualidad de

los constituyentes: «[...] plurality follows from their plurality-in-principle, because of the

92
unitization of their constituents, but mass follows from the basic irrelevance of actually counting

the pieces» (Frawley 1992: 87).26

Lo más importante del modo en el que se ha enfocado el problema de modales es que Wierzbicka

tal como lo muestra Frawley introduce la distinción entre los constituyentes que pueden

distinguirse entre sí y aquellos que son del mismo tipo. Esto significaría que la

heterogeneidad/homogeneidad no es una característica cerrada, sino que se relaciona

intrínsecamente con la delimitación en tanto que ambas conforman la estructura interna de un

sustantivo. De este modo, poder concebir las partes de un objeto cualquiera como diferentes

requiere de una doble dimensión: una interna (cómo son las cosas individualmente) y una

externa (cómo se relacionan con otras entidades iguales). Mientras más heterogénea es una cosa

internamente, es más fácil distinguirla de las demás (es decir, delimitarla); y mientras más

homogénea sea internamente, pues es más probable que no se pueda delimitar al estar en contacto

con otras entidades iguales. Sin embargo, debemos añadir a esto que la interacción entre objetos

viene determinada en gran medida por la forma de usarse. Los ravioles se usan de modo “masivo”

varios a la vez, lo cual es aun más notorio para el arroz. Pero los ravioles, por separado, tienen

más partes diferenciables que un simple grano de arroz.

Sin embargo, creo que tanto Frawley como el mismo Langacker no enfatizan mucho esta

distinción al analizar los casos no prototípicos ni indagan por sus implicancias. Esto puede verse

desde el momento en que plantea que la pluralidad depende exclusivamente de la primera de estas

distinciones, es decir, de la heterogeneidad entre las partes. Veamos ahora la explicación que se

da para el caso de mobiliario y educación, los no contables que tienen una estructura heterogénea.

26
«La pluralidad se sigue de su contabilidad-en-principio, debido a la singularidad de sus constituyentes,
pero la no contabilidad se sigue de la irrelevancia básica que hay en contar efectivamente las piezas».

93
Frawley señala que mobiliario es considerado como una entidad cuyas partes son marcadamente

diferentes unas de otras: podemos distinguir entre las sillas, los sofás, las mesas, etc. Sin

embargo, algo que no menciona Frawley es que los elementos también son funcionalmente

diferentes. No usamos las sillas, mesas y cómodas para lo mismo, si bien las podamos incluir

dentro del mismo grupo. Además, él indica que lo que Wierzbicka llama contabilización (i.e. el

marcado numérico plural) se da mediante la enumeración de los constituyentes internos (es

decir, que puedan diferenciarse entre sí) solo si estos son del mismo tipo. De este modo, la

pluralidad no se debe solamente a la diferenciabilidad o heterogeneidad entre las partes (tal y

como se dijo en la explicación de modales), sino también a que estas sean del mismo tipo. Así,

mobiliario y educación no poseen unidades que sean del mismo tipo, es decir, no hay identidad

entre las partes.27 En efecto: dentro del mobiliario, una silla es un tipo de mueble distinto a una

mesa o a un sofá; por su parte, en la educación, los conocimientos sobre matemáticas se

consideran de muy distinto tipo de los que tenemos sobre geografía. Por lo tanto, estos

sustantivos solo pueden presentarse en singular.

En conclusión, luego de haber examinado las propuestas de Langacker, Frawley y Wierzbicka,

puedo afirmar que lo que explica los casos no prototípicos no es el mero criterio de

heterogeneidad, sino la posibilidad de incluir los rasgos de diferenciabilidad e identidad

entre las partes junto al de delimitabilidad como los que componen el esquema abstracto

sustantivo. De este modo, las explicaciones de las clases faltantes se hacen bastante más

evidentes. Para el caso de anteojos lo que tenemos es un objeto que se concibe en principio

delimitado, pero cuyas partes son consideradas diferenciables unas de otras; pero, al mismo

tiempo, son vistas como del mismo tipo. En el caso de estos sustantivos resulta claro que pese a

que poseen partes, estas se agrupan de modo tal que la impresión que nos queda es la de un objeto

27
Recuérdese que en el caso de modales se asumía que las unidades eran consideradas en última instancia
como del mismo tipo, pese a ser efectivamente diferentes entre sí (cf. supra. p. 89)

94
con dos partes simétricas e idénticas. Lo mismo puede decirse para esposas (dos brazaletes

idénticos atados por una cadena). En vista de esto, la palabra anteojos debe estar en plural (tiene

diferenciabilidad e identidad entre sus partes); y por ser delimitado puede contarse.

Acerca de arroz hemos visto que presentaba un problema distinto al de todos los demás casos: no

podía decirse si fuera, en tanto un grano de arroz, un concepto que se caracterizase por algún tipo

de homogeneidad o heterogeneidad. Ahora podemos presentar la siguiente caracterización para

arroz: en tanto un único objeto, un grano puede concebirse como un todo compacto, es decir

como perfilando una región con densidad máxima (cf. supra 2.1). Para que esto se vea así, es

necesario que no posea ninguna diferenciabilidad en su interior y, a la vez, que no presente

ninguna variación en la apariencia o las funciones que puedan cumplir los elementos que lo

conforman. Esto quiere decir que no consideramos que las partes que pueda tener un grano

de arroz sean de alguna manera relevantes.

Un arroz solo puede contarse en singular; y, si observamos entre los casos no prototípicos ya

analizados, veremos que no es análogo a ninguno de estos. No obstante, eso no representa un

problema cuando se piensa en la definición del prototipo no contable, mantequilla: es una

sustancia que no está delimitada, no posee ningún tipo de diferenciabilidad entre sus partes

(es imposible distinguir algún tipo de seccionamiento en la mantequilla, no parece tener ningún

tipo de partes) y estas son en todo idénticas entre sí (un poco de mantequilla tiene el mismo

sabor, color, olor y contextura que otro poco de mantequilla). Ahora descubrimos que el término

arroz es, por la irrelevancia de sus partes, análogo a mantequilla, salvo por la delimitación en el

primero y la ausencia de este rasgo en el segundo; en consecuencia, la singularidad que es

inherente a los no contables también le pertenece.

95
Por otra parte, uno puede percatarse de lo siguiente: si el criterio de densidad, tal y como se

enunció en páginas anteriores, es el que permite distinguir a los contables prototípicos, entonces

arroz (que posee una densidad extrema) también debería ser contable en todos sus aspectos. Pero

esto no ocurre. Como posible explicación propongo que no es del todo cierto que a mayor

densidad una entidad está más cerca del prototipo contable; por el contrario, demasiada densidad

hace que en ciertos contextos de experiencia un objeto pueda perder su delimitación y se

convierta en un no contable. Obsérvese que, en última instancia, aquello que se ha venido

llamando delimitación a lo largo de este capítulo no solo se define por la interconexión y la

densidad, como ya se ha planteado, sino que y apelando a una pizca de sentido común es

fácil descubrir que también se define por la posibilidad de establecer suficientemente dónde

termina una entidad y dónde comienza otra. Así, pues, decir que una entidad con densidad

extrema es no prototípica pasa por establecer si es que a causa de esa densidad puede ocurrir que

sea imposible establecer alguna delimitación que diferencie una entidad de otra del mismo tipo.

De esta manera, arroz se concibe típicamente como una entidad que posee un grado de

delimitación tan precario, que apenas se encuentra en presencia de otro miembro de la misma

categoría pierde su delimitación, con lo que se vuelve exactamente igual que un no contable

prototípico:

(8) a. Tienes un arroz en la barbilla, sácatelo.

b. ?? Tienes muchos arroces en la barbilla, sácatelos.

c. Tienes (mucho) arroz en la barbilla, sácatelo.

La oración (8a) muestra el caso de arroz como contable; (8b) y (8c) presentan cómo se ha pasado

a concebir la misma entidad ahora sin ningún límite: el primer caso presenta la fuerte dificultad

96
para pluralizar a un no contable; el segundo, la noción de arroz como una sustancia homogénea

que puede cuantificarse mediante el indefinido mucho.28

2.1.4. Conclusiones sobre la estructura de la distinción contable/no contable y su

motivación conceptual

En la sección anterior del trabajo he planteado varias observaciones puntuales acerca de cómo

debe estar constituida la estructura interna del sustantivo, de modo que se pueda dar cuenta de los

casos no prototípicos y del extraño comportamiento que tiene la marca de número en dichos

casos. Gracias a las observaciones de Wierzbicka (1985) y el análisis de Frawley (1992), en las

que la pluralidad depende de qué tan diferenciables e idénticas sean las partes de una entidad, y a

la definición básica que presenta Langacker (1987b) de los sustantivos (una región perfilada

dentro de su dominio primario, que puede estar o no delimitada), ha sido posible desarrollar la

siguiente lista que puede considerarse en sí misma una definición esquemática de la clase

sustantivo:

a. Contable prototípico: +delimitabilidad


bicicleta +diferenciabilidad entre las partes
- identidad entre las partes

b. No contable prototípico: - delimitabilidad


mantequilla - diferenciabilidad entre las partes
+identidad entre las partes

c. No contable plural: - delimitabilidad


modales +diferenciabilidad entre las partes
+identidad entre las partes

28
Compárese esto con ?? Hay un poco de bicicleta en el garaje, donde el contable no puede tomar un
cuantificador indeterminado. En cambio, Hay pocas bicicletas alude siempre a un número plural.

97
d. No contable singular: - delimitabilidad
mobiliario +diferenciabilidad entre las partes
- identidad entre las partes

e. Contable plural: +delimitabilidad


anteojos +diferenciabilidad entre las partes
+identidad entre las partes

f. Contable singular: +delimitabilidad


arroz - diferenciabilidad entre las partes
+identidad entre las partes

En este cuadro llama la atención que los casos no prototípicos (de (c) a (f)) están obligados a

usar un tipo de marcado numérico, más allá de que estos puedan o no enumerarse de modo

efectivo. Este hecho es una evidencia de que un elemento como la marca de número puede

explicarse a partir de una combinación de rasgos nocionales. Dado que sabemos qué estructura

interna dar a las entidades que categorizamos mediante el esquema abstracto de sustantivo, parece

ser que la singularidad y la pluralidad son reflejos gramaticales de ese tipo de conocimiento.

Con lo anterior no estoy afirmando que la marca de número tenga que darse

obligatoriamente. Muchas lenguas del mundo carecen de dicha marca (en el quechua, sin ir muy

lejos, el empleo del plural es muy relativo), lo que no quiere decir que en estas no se pueda dar

cuenta de las distinciones conceptuales que aquí se han venido haciendo. Más bien, creo que

emplear la marca de número como parte de las reglas de una gramática es parte de un mecanismo

de selección arbitraria por el que se consideran a ciertos tipos de conocimientos como relevantes

para la organización de los enunciados. En español y muchísimas otras lenguas más se ha elegido

la marca de número como uno de los componentes de la estructura del discurso. Bien podría

98
haberse elegido otro tipo de distinción;29 pero el hecho es que, fuera de la arbitrariedad en este

tipo de elección, lo demás —es decir, la forma como empleamos y entendemos muchas

distinciones lingüísticas— parece motivarse en lo que nocionalmente se asigna como el

significado de un elemento lingüístico. Así, pues, la arbitrariedad no es del todo arbitraria, tal

y como se postula en la lingüística formal a partir del principio saussureano de la “arbitrariedad

del signo”.

Un análisis de los rasgos presentados como parte de la definición nocional del sustantivo y su

distribución en la lista anterior me ha permitido llegar a las siguientes conclusiones, ausentes en

las explicaciones de Langacker, Frawley y Wierzbicka:

a. El rasgo de delimitabilidad es el único que determina que algo pueda enumerarse o no. Por su

parte, los rasgos de diferenciabilidad y de identidad entre las partes son los que mediante una

combinatoria muy simple determinan la manera en la que ha de marcarse el sustantivo: si

ambos signos son [+] se marca como plural, si son diferentes, se marcará singular.

b. Si bien pueden distinguirse estos rasgos gracias a la función que cumplen, ellos se encuentran

fuertemente interrelacionados: la delimitabilidad es un rasgo definitorio, mientras que los

otros dos son especificadores y, en cierto modo, derivados del anterior. Esto puede verse en

que la enumeración (que es el mecanismo por defecto por el que se puede establecer que

existe más de un ejemplar de una misma entidad) depende única y exclusivamente de la

delimitabilidad. Por ejemplo, ¿cuál es la diferencia entre anteojos y modales? Sencillamente

que el primero está delimitado y el segundo no, en consecuencia aquel puede enumerarse y el

otro no. ¿Qué es lo que hace tan extraño a mobiliario? Pues que, si fuera solo por el parecido

29
Por ejemplo, la animación o no animación de las entidades, como en efecto se marca en el yagua (cf.
Frawley 1992: 90).

99
que tienen sus rasgos con los de bicicleta entonces debería poder contarse,30 tal y como

ocurre en el contable anteojos, en el que también ha habido variación en un solo rasgo: este

tiene [+] en identidad entre las partes, mientras que el prototipo no contable tiene [-]. No

obstante, no es cuestión de que por parecerse más al prototipo, mobiliario se comportará más

parecido a él: su falta de delimitación es la que determina que no pueda enumerarse de

ningún modo, con lo que la combinación de los dos últimos rasgos se aplica obligatoriamente

(pues son parte de la definición nocional de todo sustantivo), pero de manera vacía.

c. Puede pensarse que arroz (como grano) solo se enumerará hasta la unidad porque así lo

establecen sus rasgos especificadores (que le señalan la marca singular). Esto queda de lado

al considerarse que lo que hace que un arroz no pueda pasar a ser los arroces es que la

delimitación es lo que se pierde al tener más de una instancia de la misma entidad. Una

vez más es el rasgo básico el que tiene más relevancia que los especificadores.

d. El caso de arroz es idéntico al de mantequilla salvo por el rasgo de delimitabilidad. Una vez

que este se pierde, la caracterización se hace idéntica, con lo que arroz (pasa a comportarse

como un no contable (especialmente cuando nos referimos a la sustancia “a granel” o cuando

ya está cocinada). Esto quiere decir que cada vez asumimos a una entidad en tanto sustancia

hemos disuelto el rasgo de delimitabilidad (y ya dependerá de la especificación de su

estructura interna el que sea más fácil o más difícilmente aceptada como un no contable).31

30
Nótese que únicamente los distingue el rasgo de delimitabilidad [+] en bicicleta y [-] en mobiliario.
31
Compárense las siguientes oraciones:
a. Se me volteó la olla y dejé los frejoles regados por el suelo (fácilmente podemos considerar a
frejoles un guiso en el que las semillas son perceptibles o las semillas sin cocinar)
b. Me echas poco frejol en el seco (donde el cuantificador indeterminado solo puede combinarse
con un no contable, es decir el frejol como una sustancia no delimitada)
c. El bulldozer vino y tiro las casas de la cuadra abajo: ¡solo había casa y más casa por todos
lados! (la aceptación de casa como una sustancia depende de cuán dispuesto se está a aceptar
el uso metafórico del término).

100
e. Frente a lo anterior, el hecho de que mobiliario adquiera el rasgo de delimitabilidad no lo

convierte en un sustantivo idéntico a bicicleta. Esto quiere decir que mientras perder el rasgo

básico de delimitación puede hacer un perfecto no contable, adquirirlo tiene un costo

marcado. En principio, es imposible enumerar mobiliario porque su delimitación no es fija (lo

único fijo es que debe marcarse como singular). No obstante, puede obtener la especificación

de su delimitación siempre y cuando pueda concebirse un espacio en el que mobiliario,

vajilla o educación puedan expandirse solo hasta cierto límite. Por ejemplo, si concebimos

el mobiliario de una habitación como parte integrante de un y solo un ambiente, diferente del

de cualquier otro, podemos tener el siguiente enunciado:

(9) El mobiliario de la sala estaba destrozado, igual que el mobiliario de mi


dormitorio; así que hicimos arreglar los dos mobiliarios como si fueran
uno.

El conjunto de muebles ahora está delimitado por el ambiente determinado donde cumplen

sus funciones. No obstante, no se entiende por mobiliario en (9) lo mismo que por bicicletas

en (10)

(10) La bicicleta de mi vecina estaba destrozada, igual que la bicicleta de mi


hermana; así que hicimos arreglar las dos bicicletas como si fueran una.

En (10) la noción de variedad no está presente; mientras que en (9) el mobiliario al que se

alude conforma un juego de muebles. Así, “una buena educación y otra mala son dos

educaciones muy distintas”, donde se sobreentiende que se habla de tipos de educación. El

que se deba realizar obligatoriamente este tipo de interpretación y no una no marcada, como

se da en bicicleta, se debe a que para delimitar aquello que no lo está hay que crear un

espacio virtual que se superpone a la definición nocional básica. Creo que no es

desencaminado afirmar que siempre es más costoso pasar de lo marcado a lo no marcado,

101
que a lo inverso; es decir, es más difícil añadir un rasgo que antes no había, que perder uno

que antes se tenía: el esfuerzo constructivo de este proceso se paga aquí entendiendo que

contamos tipos y no unidades discretas.

f. En el caso de los contables prototípicos, estos se enuncian por defecto en singular, lo que

se explica por las diferencias en los rasgos especificadores. La pluralidad exige que ambos

rasgos sean idénticos (ya que, de hecho, pueden contarse por estar delimitados). Creo que es

fácil ver cómo se cumple esta exigencia de la identidad en los valores de los rasgos

especificadores en bicicleta y en cualquier otro contable. Para que uno pueda tener más de

una entidad como bicicleta, esta tiene que ser conceptualmente delimitada: sus partes deben

ser diferentes y debe haber más partes del mismo tipo (si son dos bicicletas, habrá el doble de

partes del mismo tipo; si son tres, el triple, y así). Dicho de otro modo, al tener dos bicicletas

notamos un todo que delimita a dos regiones ya bien delimitadas en sí mismas; en cada una

de ellas las partes son diferentes entre sí (es más, si consideramos a cada bicicleta como una

parte de la región establecida por la suma de las entidades, ambas pueden distinguirse una de

otra sin mayor problema); por último, las partes son todas del mismo tipo, ya sea si

consideramos la comparación entre cada una de las partes de las entidades o si las

comparamos en su conjunto: bicicleta es, por abstracción, una categoría que puede abarcar

como miembros a toda clase de bicicleta. De lo anterior se desprende que el rasgo de

identidad entre las partes, que para una sola instancia era negativo, se vuelve positivo cuando

se comparan dos o más miembros de la misma categoría. De este modo, todo contable plural

elabora el siguiente patrón de rasgos:

• Delimitabilidad : +
• Diferenciación entre las partes : +
• Identidad entre las partes : +

102
En conclusión, sostengo que los prototipos contables y no contables no son más que variaciones a

partir de dos clases de rasgos que conforman la estructura interna de un sustantivo: el rasgo

básico o definitorio de delimitabilidad y los rasgos especificadores de diferenciabilidad entre las

partes e identidad entre las partes. Como creo haber demostrado, estas características pueden

derivarse directamente de la definición nocional de sustantivo, más que de las características

formales con las que se cree que puede definirse a esa categoría. Por consiguiente, existen dos

clases mayores, según la presencia o no de la delimitación: los sustantivos contables y la de los

no contables. Los casos no centrales, por su parte, pueden verse como derivados

simétricamente desde los prototipos; el resultado de esta alteración será una marca específica

de plural o singular. De este modo, la marca formal de número depende de la variación de la

conceptualización de un sustantivo.

2.2. ¿Qué clasificamos y cómo clasificamos al usar un sustantivo? Los sustantivos en tanto

términos de clase.

Hasta el momento, los aspectos nocionales a los que se han apelado para la definición de

sustantivo se han basado en principios generales de la cognición mediante los que construimos

representaciones para las cosas. Esto es, justamente, un aspecto básico de cualquier uso de los

sustantivos: nos permiten hablar de cualquier objeto (físico, mental o cultural) en el que se

reconozcan interconectadas otra serie de entidades.32 Sin embargo, las propiedades de una región

cognitiva tendrán que ser congruentes con el siguiente aspecto: la formación de clases. Al

mismo tiempo que reconocemos que un objeto cualquiera tiene ciertas propiedades que responden

a los rasgos de delimitación, diferenciabilidad e identidad de sus partes, también notamos que, al

lado de un objeto existen otros más que se ajustan a esa misma descripción esquemática. Dicho

32
Justamente, esta función universal del lenguaje es lo que se expresa en el principio de APREHENSIÓN
postulado por Seiler (1986): el lenguaje se vale de medios para objetivar la realidad; es decir, propone que
la realidad se compone de unidades o partes, a la vez que nos presenta una organización de esas partes.

103
de otro modo, usar un sustantivo es asumir que, por lo menos potencialmente, existen muchos

otros elementos que serán abarcados dentro de ese concepto en tanto parte de una misma clase.

Es crucial para nuestro trabajo examinar con detalle en qué condiciones se da esa coexistencia de

distintos elementos abarcables por un mismo concepto. En un sentido bastante inmediato, hemos

visto que la presencia de más de un objeto de manera efectiva frente a un hablante desencadena la

formación de una modificación en el concepto original: la formación de los plurales. Según

Langacker (1987a: 302) un sustantivo plural debe entenderse como una sustancia replicable

(replicate mass). En ese sentido, una de las primeras consecuencias de la presencia simultánea de

varios elementos considerados iguales es que lo que en principio era un objeto con partes

diferentes se convierte en una suma de partes iguales. La pluralidad es, entonces, un cambio de

perspectiva: ya no aplicamos los rasgos de la definición nocional sobre una instancia aislada, sino

que consideramos su pluralidad como el campo sobre el que debemos aplicar los rasgos. En este

sentido, creo que debe entenderse la idea de sustancia replicable de Langacker: los plurales son

una cosa única para el análisis, de la misma forma que lo es la mantequilla y las demás sustancias

que se analizaron en la sección anterior.

De este modo, pienso que el análisis de los sustantivos como términos de clase implica un cambio

de perspectiva sobre su definición nocional. Y el más importante aspecto de este cambio es el

hecho simple y evidente de que una clase es, prototípicamente, un grupo de varias instancias

o elementos considerados iguales. Dicho en términos de Langacker (1987a: 68-69), son

instancias que se elaboran mediante el mismo esquema conceptual. Veremos a continuación las

consecuencias y los problemas que tiene esta definición elemental de clase.

104
2.2.1. Noción de clase o tipo como parte de la definición de los sustantivos

Tal y como sugerí líneas arriba, es necesario añadir a la definición anterior un aspecto

fundamental, sin el cual será imposible entender cómo esta categoría interactúa con los

determinantes y otros predicados: los sustantivos designan una clase (o tipo) que se asume

compuesta por distintas instancias. Esta ampliación no parece tener nada de especial; de hecho,

toda expresión lingüística parece designar alguna clase (así, no es descaminado hablar de clases

verbales, adjetivas, etc.). Más bien, lo que intento proponer es que la categorización lingüística

supone específicamente para los sustantivos la existencia de instancias organizadas a partir de su

semejanza u homogeneidad en respuesta al esquema que las representa (i.e. son objetos que se

corresponden por semejanza con la región que puede agruparlas).

No considero necesario hacer extensas explicaciones en este punto, ya que esta noción es análoga

a la de la teoría de conjuntos. No obstante, se distingue de esta en que las clases que se forman no

son en absoluto arbitrarias, sino que están guiadas por los mismos principios que se usaron en la

formación de regiones: interconexión, densidad y distancia cognitiva (Langacker 1987a: 177-

182, 200-203). Este último principio, si bien no mencionado antes, es muy importante para

entender la relación entre determinación y sustantivos. La distancia cognitiva entre dos o más

entidades es la medida que refleja el número y la semejanza de operaciones cognitivas necesarias

para relacionar dos nociones. Esto se entiende más claramente como el grado de elaboración

que demanda un esquema con respecto de alguna de sus instancias posibles. Por ejemplo, la

distancia cognitiva entre [COSA] y [PERRO] es mucho mayor que la que se da entre [COSA] y

[ANIMAL]. Este punto está emparentado con las nociones de categorías de nivel básico,

superordinado y subordinado propuestas por Rosch (1975, 1977 y 1978) y desarrolladas tanto por

Lakoff (1987: cap. 1 y 2), como por Taylor (2003: 48-53).

105
En primer lugar, las diferencias entre contable y no contable influyen necesariamente en la

formación de una clase. Si el sustantivo designa una entidad delimitada claramente (un sustantivo

contable) entonces las instancias de la clase que este mismo sustantivo propone se consideran

ejemplares; por otra parte, si las entidades no están delimitadas dentro de su dominio cognitivo

(un sustantivo no contable), entonces las instancias ya no forman parte de la clase como

ejemplares, sino como partes o fragmentos dispersos, unidos a una misma sustancia en virtud

de su semejanza cualitativa con esta. Lo que tenemos, entonces, es que las clases formadas por

los sustantivos contables son múltiples por defecto, mientras que las que forman los no contables

son clases singulares. De esta manera, tenemos que, junto al esquema abstracto [COSA], un

sustantivo también elabora un esquema para [CLASE]: todo sustantivo forma un grupo o

conjunto. Si el sustantivo es contable, el conjunto está compuesto por múltiples instancias (o

regiones consideradas iguales entre sí); si es no contable, será una clase singular (noción crucial

para entender la naturaleza de los sustantivos abstractos).

En segundo lugar, debe notarse también que dentro de la definición de los sustantivos deben

considerarse dos rasgos que se aplican tanto en el nivel de las regiones particulares o instancias

como en el de la suma de regiones afines o clase: identidad y diferenciabilidad. Por el primero,

como ya se ha visto, se entiende la semejanza o parecido que hay entre las entidades e instancias

que conforman la región y, también, la clase, respectivamente. Por su lado, la diferenciabilidad es

la contraparte, ya que, si bien las entidades o instancias se consideran suficientemente semejantes

para agruparse dentro del mismo esquema abstracto, también es posible que las diferencias entre

las entidades o instancias sean más que notorias. Sobre esto último tenemos, por ejemplo, el

concepto [MOBILIARIO]. Este agrupa por un criterio de identidad distintas entidades (muebles);

no obstante, la diferenciabilidad que muestran las partes es bastante grande (una silla y la mesa

son evidentemente diferentes).

106
Si bien parece haber quedado demostrada la relevancia de la interacción de los rasgos de

identidad y diferenciabilidad para la contabilidad y la marca de número, sería un completo error

no ahondar en las implicancias que tienen estos rasgos dentro de la formación de clases. Sostengo

que dichos rasgos se combinan en la conceptualización de una clase y producen un nuevo valor

al que llamaré nitidez de la clase. Este valor es el que determina con qué grado de claridad una

categoría se entiende como natural; es decir, como afincada en nuestra experiencia más

inmediata.33 Si los ejemplares son semejantes y pueden distinguirse fácilmente entre sí —poseen

límites claros— entonces se considera a su categoría como más nítida, frente a aquella en la que

los miembros se agrupan siendo plausiblemente diferentes o menos idénticos entre sí. La nitidez

es un valor que no puede aplicarse a los sustantivos no contables de masa, porque, tanto en el

nivel de región como de clase, sus componentes no son diferenciables entre sí.34

La nitidez, en tanto un valor, permite medir —en un sentido siempre relativo y sin rigor

matemático, se entiende— el nivel de abstracción que presenta una clase. Mientras menos nítida

sea la clase (debido a la pérdida de semejanza entre los miembros) más abstracta será. De este

modo, un sustantivo como rumiante posee menos nitidez que vaca, al mismo tiempo que incluye

a esta última categoría.35 Esto tiene importantes efectos en la relación de los sustantivos con los

33
Entiéndase aquí que no estamos hablando de clases naturales como todo aquello que se corresponde con
fenómenos reales con una constitución interna más o menos bien definida (por ejemplo, ave, oro, agua,
etc.). De hecho, la idea de densidad de clase se aplica por igual a las llamadas clases naturales y a las clases
nominales (o describibles analíticamente, como juguete, automóvil, etc.) (cf. Taylor 2003: 47).
34
Los no contables que no son masas son llamados por Langacker sustancias abstractas (1987a: 207-208;
1990: 27-30). Su elaboración supone más eventos cognitivos que el de los sustantivos prototípicos
(concretos contables): se concibe un conjunto de entidades distintas que a fuerza de alguna propiedad
común forman una categoría homogénea, en donde la diferenciabilidad de las partes queda de lado. El
mejor ejemplo de esta clase de sustancias abstractas es el ya visto mobiliario (al igual que los compuestos
del inglés terminados en –ware, como footware, “calzado”): es un sustantivo no contable que se compone
de partes claramente distinguibles, pero que gracias a su idéntica función tienden a verse como iguales.
Como puede suponerse, estas sustancias abstractas son menos nítidas.
35
La noción de distancia cognitiva (cf. supra p. 105) es bastante afín a la de nitidez que aquí he planteado.
No obstante, la diferencia está en que la distancia cognitiva se aplica a la comparación entre clases
relacionadas entre sí; mientras que la nitidez opera sobre la constitución misma de la clase.

107
determinantes y las interpretaciones genéricas y específicas: un sustantivo con menor nitidez

difícilmente individualiza sus instancias, por lo que se emplean más a menudo como plurales o

determinados indefinidamente.36 Así, frente a la naturalidad de una forma como La vaca tiene

una de las digestiones más lentas del reino animal, la oración ? El rumiante tiene una de las

digestiones más lentas del reino animal suena algo extraña. Por eso se prefiere usar en esos

contextos formas como los rumiantes o un rumiante.

2.2.2. Tipo e instancia

Siguiendo los términos de Langacker, dada su naturaleza esquemático-abstracta, un sustantivo,

por sí solo, es una especificación de tipo (Langacker 1991: 53). Es la base por la que podemos

identificar a varias entidades intrínsecamente diferentes como representantes de la misma clase.

Es, en pocas palabras, el aspecto más abstracto que se conceptualiza en una expresión lingüística:

el conjunto de condiciones o características por las que un objeto puede incluirse dentro de la

categoría.37

Una vez que se forma una frase nominal, ocurre que un tipo se viene haciendo cada vez más

preciso, hasta llegar a un punto en el que se instancia (otros autores, p. ej. Coseriu, hablan de

actualización), con lo que se designa a uno o más ejemplares o instancias. La información por la

que un tipo se instancia puede basarse, primero, en su cantidad; segundo, en su definitud o

indefinitud; es decir, en la forma de realidad (o marco de referencia) en la que un individuo (o un

grupo de estos) es patente para los participantes del discurso. A la segunda forma de

instanciación, Langacker la llama cimentación (grounding) (Langacker 1991: 53). Por motivos

36
Más adelante se verá que no estoy afirmando que el uso de expresiones como el rumiante son imposibles:
existen contextos en donde la identificación de un individuo permite usar el término menos nítido o, lo que
es lo mismo, el más abstracto.
37
Esto no significa que me adhiera a cualquier visón cerrada de las categorías lingüísticas: soy consciente
de que estas poseen límites difusos y que incluyen características propias del saber enciclopédico, antes
que una lista de condiciones necesarias y suficientes.

108
de comodidad, emplearé el término más común de determinación de una frase nominal para

referirme a la cimentación. Básicamente, esto no afecta el modelo que sigo, simplemente

“traiciona” la connotación espacial de ese término, afín a la definición nocional del sustantivo.

La instanciación de un tipo no debe confundirse con la determinación o la cuantificación: estas

últimas conllevan efectivamente a la designación de una instancia particular. En otras palabras,

no debe olvidarse que una instancia se desprende de un tipo sin necesidad de que haya pasado por

una cuantificación o determinación antes. Sin duda, esto no debe resultar evidente por sí mismo;

pero lo cierto es que la instanciación —es decir, la existencia de instancias— es solamente el

requisito para la determinación o cuantificación de la entidad aludida. En principio, la

instanciación de una FN no implica ningún caso específico; más bien, implica la existencia de

un dominio de instanciación, o un espacio donde es posible una selección abierta de instancias

distinguiéndolas. Langacker señala que esta noción es crucial para entender la diferencia entre

tipo e instancia:

[it is] the domain in which the location of an entity is sufficient to establish it as an
instance of a category distinct from other potential instances. For example, […] spatial
location is distinctive for physical objects. Two objects at different locations at a given
moment cannot be regarded as the same object, though they can of course be perceived as
instances of the same object type. Objects viewed on different occasions can however be
recognized as the same, even if they are not precisely identical. (1991: 57)38

En efecto, la idea de un dominio de instanciación es igual que la de dominio básico o matriz,

que fue definido como un espacio cognitivo primitivo, en tanto que no puede caracterizarse en

términos de otros dominios. Por ende, Langacker hace hincapié en que sin ese tipo de dominio no

es posible definir un tipo así como tampoco una instancia. Cualquier tipo, en tanto una

38
«[este es] el dominio en el que la ubicación de una entidad es suficiente para establecerla como una
instancia de una categoría distinta de otras potenciales instancias. Por ejemplo, […] la localización espacial
es distintiva para los objetos físicos. Dos objetos en diferentes ubicaciones en un momento dado no pueden
considerarse como el mismo objeto, aunque puedan, por supuesto, ser percibidos como instancias del
mismo tipo de objeto. Los objetos vistos en ocasiones distintas pueden, sin embargo, ser reconocidos como
lo mismo, aun cuando no sean precisamente idénticos».

109
descripción esquemática, requiere inherentemente de un dominio básico. La descripción de tipo

para una clase de objetos físicos no puede prescindir de la forma de estos objetos, y la forma solo

es concebible dentro del dominio básico de espacio (Langacker: 1991: 57). Sería una

equivocación, por tanto, suponer que las instancias son derivadas de la suma de un tipo y un

dominio de instanciación en una circunstancia particular. Tanto los tipos como las instancias

dependen del dominio de instanciación, pero de distinta manera: los primeros lo usan para poder

describir una propiedad esencial de las entidades en cuanto clase; las segundas, para ubicar cada

elemento de modo particular.

Por ejemplo, siguiendo con la explicación de Langacker, los términos gato (tipo) y un gato

(instancia determinada indefinida) presuponen por igual el perfilamiento de una criatura que

dentro del espacio físico muestra una forma y ciertos rasgos particulares. La diferencia, se

encuentra en que la instancia (y no el tipo) se concibe como poseyendo una ubicación

particular en el dominio de instanciación. Para tener una instancia se requiere de algo así como

un sector dentro del dominio (ya que la totalidad del dominio le pertenece, potencialmente, al

tipo). La figura 6, tomada de Langacker (1991: 58), representa la forma en que se instancia un

elemento particular: la especificación de tipo posee la facultad de manifestarse en cualquier

posición del dominio de instanciación (esta posibilidad se representa por las líneas discontinuas).

Cuando ello ocurre, se concibe una instancia con una ubicación particular frente a otras posibles

ubicaciones (representado por las líneas sólidas).39

El hecho de que una instancia se halle enclavada en una posición fija sustenta que podamos

distinguirla de otras. En consecuencia, la instanciación es el acceso a un espacio para la

determinación.

39
Esto no impide que el entorno de la instancia sea variable, con lo que se obtendrían las interpretaciones
definidas y las indefinidas, tal como se explicará en su momento.

110
Especificación
x de tipo

Instanciación

Instancia

Dominio de instanciación

Figura 6. Tipo, instancia y dominio de instanciación

De este modo, contamos ahora con tres nociones básicas para entender cómo se pasa de un

esquema abstracto sustantivo —considerado en cuanto tipo— a una instancia particular. El

diagrama mostrado en la figura 7 servirá para resumir lo visto en esta sección.

2.2.3. Jerarquización entre tipo, subtipo e instancia: instanciación frente a elaboración

Los objetos de la experiencia pueden organizarse en varias clases, no solo en categorías

generales, como “perro”, o en la únicas, como “Fido”. Así, un objeto particular instancia distintos

tipos ubicados en diferentes niveles de abstracción. Esto no tiene por qué coincidir con

taxonomías de tipo científico, lo que se quiere expresar es el simple hecho de que un objeto no

solo instancia uno, sino varios tipos o clases abstractas. Por ejemplo, el presidente del Perú puede

considerarse como una instancia de humano, hombre, sudamericano, peruano, profesional, etc.

En este sentido, siempre es posible asumir una secuencia jerárquica donde cada tipo incluye

implícitamente al siguiente como un subconjunto. Para nuestro ejemplo anterior, el presidente del

111
Perú instanciaría una jerarquía como esta: humano > político > funcionario de estado >

presidente.

Más general

TIPO
Construcción abstracta
que equivale a un
concepto genérico
(esquema)
Perfilamiento (profiling)

Elaboración (paso de
esquema a instancia) DOMINIO DE INSTANCIACIÓN
Dominio conceptual donde (a) una entidad reside o tiene su
manifestación primaria, (b) dicha entidad coexiste con
otras si bien no hay una delimitación precisa entre ellas. Es
el ámbito que posibilita la coexistencia de elementos.

INSTANCIA DETERMINADA Determinación


Entidad concebida con precisión dentro
del dominio de instanciación al
establecerse la alusión que se hace de ella:
referencial, no referencial, etc.

Más particular

Figura 7. Diagrama del paso de tipo a instancia

Este hecho ha llevado a Langacker (1991: 61) a proponer que, respecto al proceso por el que se

determina un tipo, puede distinguirse entre la relación tipo / subtipo y la relación tipo / instancia

(o tipo / pieza). La primera se caracteriza por no tener un nivel alto de especificación: en primer

112
lugar, hay una gran diversidad entre los subtipos que caben dentro del mismo tipo; en segundo

lugar, cada subtipo representa una clase abierta de miembros. Por ejemplo, para el tipo

profesional tenemos los subtipos albañil, matarife, economista, parapsicólogo, vedette, lingüista,

etc., elementos que pueden llegar a tener muy poco en común.40

La segunda de las relaciones, tipo / instancia, tiene como punto de llegada un elemento cuya

caracterización requiere de gran precisión. Si se asume que un nombre propio es el caso extremo

de instancia, resulta claro que Alejandro Toledo (actual presidente del Perú) requiere para su uso

de menos especificaciones conceptuales que político.

Con el fin de mantener esta distinción entre la concepción de un subtipo y la de un individuo

específico, Langacker llama a la primera elaboración y conserva para la segunda el nombre de

instanciación. No obstante, es fácil notar que ambos procesos son esencialmente el mismo, solo

que realizado a distinto nivel, por lo que la instanciación es un caso más particular de la

elaboración.

Así, la elaboración es un proceso por el cual se instancia un subtipo, por lo que, si seguimos la

descripción hecha por la figura 6, es necesario decir que es posible que un dominio de

instanciación se conciba como un espacio de tipos. En este caso, el dominio de instanciación del

tipo mamífero será, al mismo tiempo, el espacio conceptual en el que se ubican elementos tales

como ballena, perro, gato, vaca, etc. En la figura 8 —basada en Langacker (1991: 62 y 63)— se

presenta la relación paralela que existe entre los procesos de elaboración (de mamífero a gato) e

instanciación (de gato a un elemento único, por ejemplo Zapirón):

40
Por lo que conforman, según lo presentado líneas atrás, una categoría con poca nitidez.

113
Mamífero x

(Elaboración)

a Gato e
d
y
b c
Espacio de tipo

(Instanciación)

Zapirón

Dominio de instanciación

Figura 8. Paralelismo entre elaboración e instanciación

Las líneas curvas punteadas simbolizan que tanto gato como mamífero son representaciones

esquemáticas de una misma entidad más específica: “Zapirón” puede considerarse por motivos de

comparación o categorización como gato o mamífero. Las líneas sólidas refieren a las relaciones

específicas de elaboración e instanciación. Por último, el espacio de tipo, incluye las potenciales

elaboraciones del tipo mamífero.

Se puede concluir que la gramática cognitiva ubica los usos de los sustantivos (en cuanto tipos) y

los de las frases nominales (en cuanto instancias) dentro de los parámetros de las construcciones

mentales. De este modo, la instanciación supera la mera referencia de un objeto en la realidad, ya

que siempre podemos encontrarnos en el plano de la elaboración (que maneja subtipos, o

instancias genéricas, en vez de referentes particulares) y, más importante aun, la concepción de

tipo es inmanente a la concepción de una instancia. Los eventos cognitivos requeridos para el

primero están subsumidos por el conjunto más elaborado de eventos responsables del segundo.

114
En lo que resta de este capítulo, quiero presentar brevemente algunas cuestiones relativas a los

sustantivos abstractos. Pienso que para la mejor comprensión de la naturaleza de este tipo de

sustantivos se debe reconocer qué tipo de relación hay entre un concepto abstracto y los usos

predicativos y genéricos. Hago esto porque parece haber un punto de contacto entre estas formas:

lo abstracto se opone a lo concreto, del mismo modo como lo predicativo y lo genérico se

oponen a lo referencial. Creo que el análisis de los sustantivos abstractos a la luz de su paralelo

con las formas no referenciales permitirá alcanzar, en los siguientes capítulos, una mayor

precisión en la explicación de los procesos de determinación definida e indefinida mediante los

artículos.

2.3. Frases nominales predicativas, genéricas y abstractas

A manera de examen de la teoría sobre el uso de los sustantivos como términos de clase,

emprenderé aquí un primer acercamiento al tema de las lecturas no referenciales o predicativas y

las interpretaciones genéricas de los sustantivos en una FN. El objetivo inmediato será brindar

una mejor caracterización de los sustantivos abstractos, usualmente tomados como

contraargumentos para una definición nocional de los sustantivos.

En primer lugar, una frase nominal predicativa es aquella que no refiere, más bien presenta un

sustantivo como un concepto genérico que posee las cualidades o condiciones por las que algo

pertenece a una clase específica: la especie (Iturrioz 1986: 209). Por ejemplo,

(11) Mi hermano es técnico.

115
posee la frase nominal técnico con sentido predicativo, ya que sirve para expresar que las

características por las que algo se considera miembro de la clase “técnico” están siendo

instanciados por mi hermano.

Por otro lado, junto a esta forma de sustantivos no predicativos se encuentran aquellos que no

expresan la especie (como condición), sino al grupo o clase como si fuera un ente perfectamente

referible dentro de un universo de tipos. Por ejemplo en El león come carne la FN definida el león

puede aludir no solo a un león específico, sino a todos los leones en tanto miembros de la misma

clase.

Ahora bien, cabe la posibilidad de creer que una lectura genérica que exprese la especie equivalga

a una forma de abstracción. Debemos distinguir entre las frases nominales genéricas presentadas

y la nominalización de un predicado verbal o adjetivo, que son las formas típicamente

consideradas abstractas. Por ejemplo, consideremos los siguientes términos: hombre, humano y

humanidad. Mientras el primero es claramente un sustantivo, el segundo no parece comportarse

estrictamente como un adjetivo, pues puede ser el núcleo del sujeto (como en El humano que

mata a otro humano es un criminal). Sin embargo, se comporta como adjetivo en tanto permite la

derivación que forma un sustantivo abstracto: humano (adj.) > humanidad (sust.) (igual que

ocurre en, por ejemplo integro > integridad). No obstante, con construcciones gramaticales

adecuadas podemos hacer que los términos individualizados hombre y humano lleguen a cubrir el

sentido del término abstracto humanidad. Basten las siguientes oraciones para notar los límites de

una supuesta equivalencia entre estos términos:

(12) El hombre desciende del mono.

(13) El humano desciende del mono.

(14) La humanidad desciende del mono.

116
(15) Ese mono es tan inteligente que parece hombre / humano.

(16) ??? Ese mono es tan inteligente que parece humanidad.

(17) Este ser tan extraño que ustedes ven aquí, es, aunque no lo crean,
hombre/ humano / ??? humanidad.

Que los sustantivos contables —en términos de Iturrioz: sustantivos individuativos— posean un

significado genérico es una cuestión de semántica léxica; es decir, de aquello que puede

entenderse por un sustantivo a partir de la clase que forma. Se necesita, entonces, establecer qué

lugar tiene el sustantivo en la jerarquía de clases para determinar si puede tener un significado

genérico o no. Por el contrario, en lo que concierne a la referencia, esta debe entenderse como la

posibilidad de designar individuos (dentro de los espacios disponibles en el dominio de

instanciación) y se manifiesta de modo inmediato en los procesos de determinación definida; y,

solo de modo secundario, con la individuación o determinación indefinida.

Los sustantivos en nuestra lengua permiten designar un conjunto, el tipo, e individuos

particulares. Esta variedad de usos solo puede deberse a que los sustantivos incluyen en su

concepto la idea de individuos miembros de una clase (en el dominio de instanciación, como ya

se propuso) y las distintas condiciones por las que esos individuos pueden hacerse miembros de la

clase (por ejemplo, las partes que los componen como instancias y la relación que hay entre estas:

ya sean funcionales o cualitativas). Esto quiere decir que la versatilidad referencial o no

referencial con la que se usa un sustantivo depende de la definición nocional (los esquemas de

[COSA] y [CLASE] o [TIPO]) que se han propuesto a lo largo de este capítulo.

Como ejemplo para este último punto, tomemos otras formas genéricas como las FN definidas

plurales (Iturrioz 1986: 212):

(18) Las abejas pertenecen al orden de los insectos.

117
(19) Los delfines son mamíferos.

Ambos casos no se refieren por sí mismos a objetos específicamente abstractos tales como clases

o propiedades generales. Existen sustantivos que claramente se refieren a este tipo de conceptos:

por ejemplo, mamífero refiere a una clase en un sentido de agrupación de entidades claramente

diferentes; por otra parte, belleza alude a una propiedad bastante difícil de especificar de modo

absoluto. Por su parte, la interpretación genérica de sustantivos contables y concretos como abeja

o delfín solo se construyen mediante procedimientos por los que un enunciante propone este tipo

específico de abstracción a la que llamamos (un poco ampliamente) interpretación genérica. En

este sentido, las formas plurales de (18) y (19) están expresando a todos los ejemplares de la

clase, de modo que solo en el contexto en el que se esté hablando de la clase, es posible que las

abejas o los delfines logren expresar un sentido genérico. Si bien se ha postulado que todo

sustantivo es naturalmente una clase; no puede afirmarse que lo sean en el mismo sentido que

humanidad. Este término alude específicamente a una noción genérica: “la condición por la que

un individuo es humano”.41 En consecuencia, si humanidad establece una clase, esta será una

clase única; es decir, una que posee un solo elemento (“la humanidad”). Los sustantivos

abstractos como humanidad se oponen a los individuativos (contables y concretos) en tanto que

no son clases naturales (p. ej. tigre, caballo, etc.) sino clases nominales derivadas de otros

términos lingüísticos (p. ej. adjetivos o verbos).

2.4. Los sustantivos abstractos y los problemas de la determinación

Para Langacker (1991: 27), los sustantivos abstractos deben analizarse bajo los mismos términos

que los sustantivos no contables. Como ya se ha presentado, estos se distinguen por poseer una

uniformidad cualitativa. Esto significa que las variadas instancias de un tipo de masa o sustancia

se reconocen como idénticas a partir de una ubicación común en un espacio de cualidad, que es

41
Por extensión metonímica el término humanidad termina por designar al conjunto de individuos que
poseen esa condición: los seres humanos. Lo mismo pasa con realeza.

118
análogo al dominio de instanciación de los sustantivos contables (cf. supra 2.1.). Las

nominalizaciones como comprensión se caracterizan con referencia a un proceso: una suma de

estados o fases que se desarrollan en el tiempo; de modo que el tipo “compresión” se instancia en

nuestra mente cada vez que alguien (o algo) se vea involucrado en el proceso de comprender. En

tanto que no es posible determinar instancias individuales, independientes y diferenciables, que

pertenezcan a la clase “comprensión”, debe asumirse que es un no contable. De este modo, resulta

una especie de sustancia abstracta que se encuentra distribuida dispersamente dentro del

dominio temporal-procesal que compete a un sustantivo deverbal como comprensión.

Ahora bien, ¿qué puede ser lo que constituye a un sustantivo como comprensión? Sabemos que

sus instancias son no contables y distan mucho de tener las características de concreción de otras

entidades. No obstante, podemos decir que su uniformidad cualitativa está garantizada por los

estados internos representativos que se extraen de la ocurrencia del proceso (verbo) comprender.

Quiero apuntar lo siguiente como corolario de la propuesta de Langacker: los sustantivos

abstractos pueden explicarse muy bien a partir de su derivación o analogía (no estoy seguro de

cuál sea la mejor forma de llamarlo, confío en que, al menos, la idea sea clara) con los verbos. Un

proceso no posee una realidad concreta del mismo modo que una piedra o el arroz.42 No obstante,

no podemos negar que algo de concreción tenga a partir del eje temporal donde ocurre. Esta

concreción es reconocible por nuestro entendimiento al mostrársenos alteraciones (en el proceso y

en los resultados, para las acciones y los estados, respectivamente) en los participantes del suceso.

Estas “alteraciones” son las llamadas predicaciones relacionales dentro de la gramática

42
Al respecto, son importantes los aportes de Seiler (1986: 28-29) para una definición de abstracción
basada únicamente en la naturaleza relacional de los verbos (algo que se afirma comúnmente dentro de
estudios funcionales o cognitivos). Las relaciones entre los argumentos que supone el predicado
nominalizado necesitan de un tipo de construcción nocional diferente (pero explicable dentro del esquema
propuesto inicialmente), definitivamente más alejada del prototipo concreto contable. Sin embargo, esta
propuesta en particular me parece sumamente específica y, por lo mismo, difícil de conciliar con la
discusión sobre clases abstractas en la que vengo siguiendo no solo a Langacker, sino también mi propia
intuición.

119
cognitiva. En el caso de comprender, la relación se establece entre el sujeto de la comprensión, un

proceso mental de aprehensión intelectual y el objeto aprehendido (que posee ciertas cualidades

relacionadas con lo intelectivo). Cada vez que estas relaciones se dan en el tiempo hablamos de

comprender; pero si las mismas relaciones no se quieren ver dentro de un plano temporal en tanto

secuencia (o sucesión de las relaciones como diferentes estados o fases), entonces el tiempo se

hace un espacio o un dominio de instanciación en el que las relaciones pueden agruparse dentro

de una región. Las entidades que conformen no se considerarán de modo funcional (en el sentido

del uso de las cosas) dentro de una región —como es el caso de libro y bicicleta—, sino de modo

cualitativo; es decir, como participantes de rasgos comunes a una misma sustancia. Esta

distinción entre funcional y cualitativo es complementaria a la de delimitado y no-delimitado:

las instancias de una sustancia abstracta pueden aparecer en cualquier momento o lugar y ser

reconocibles como parte de dicha sustancia, sin que eso signifique (gracias al rasgo de no-

delimitación) la aparición de un nuevo ejemplar.

Por consiguiente, creo que la noción de sustancia abstracta posee las características de un

arquetipo: instancias distintas participan del arquetipo y se reconocen como parte de él, de modo

que toman su identidad (por ejemplo, un poco de agua o 1 m3 de agua es agua). Si se lleva esto a

un extremo, como en el caso del sustantivo abstracto castidad, ¿cómo podría identificarse lo que

compone esta noción, ya que no se ha derivado de ningún proceso? Castidad, se deriva del

adjetivo casto, que es también una predicación relacional, solo que atemporal (cf. Langacker

1987a: 71-72). De este modo, es perfectamente posible postular para esta noción un espacio

cualitativo. Mientras que para comprensión este espacio era el dominio del hecho de comprender,

en castidad tenemos un dominio para la condición de casto.

¿Existen sustantivos abstractos que no sean derivados de una sustancia abstracta resultante de la

extrapolación de las relaciones propias de un proceso (verbo) o relación atemporal (adjetivo)? A

120
mi parecer, tales casos pueden entenderse como “entelequias”. Por entelequia entiendo un tipo de

sustantivo abstracto como, por ejemplo, fe, amor, caridad, libertad, etc. Estas, al igual que los

demás sustantivos abstractos designan a una instancia única con diversas manifestaciones dentro

de un espacio de cualidad.43 Probablemente el término no sea muy adecuado, si uno define

“entelequia” filosóficamente como una cosa real que incluye en sí misma el principio de su

acción y que tiende por sí misma a su propio fin; o, más sencillamente, como algo que por ser

imaginario, ideal o perfecto no puede existir en la realidad concreta. No obstante, creo que la

definición que propongo aquí es la de una entidad cuya naturaleza es en extremo diferente a

lo concreto. Este concepto es el que definirá a esta subclase de sustantivos abstractos.

Así, pues, una entelequia y un sustantivo abstracto derivado son intrínsecamente idénticos, si bien

no provienen del mismo tipo de conceptos. Por ejemplo, entelequias como fe y caridad pueden

asignarse difícilmente a una emoción o sentimiento individual; más bien aparecen como genuinos

arquetipos que algunas tradiciones culturales han establecido: existen en tanto virtudes. Sin

embargo, a pesar de que a simple vista no parecen basarse en un espacio cualitativo espacio-

temporal reconocible —como sí ocurre con sus contrapartes derivadas— de hecho lo están. Las

manifestaciones o instancias de fe o caridad no están delimitadas como elementos distinguibles el

uno del otro, tal y como pasa con las instancias para comprensión o castidad. El comportamiento,

por lo tanto, es idéntico en ambas clases de abstractos:

(20) Mi comprensión del álgebra es muy distinta a tu comprensión de la


misma.

43
La unicidad de una entelequia o de los abstractos derivados de verbos o adjetivos no tiene que ver con el
sentido único de lo que designa un nombre propio —que señala a un elemento simple, lo que es el
máximo polo referencial posible (Seiler 1986: 21-22)—. Los sustantivos abstractos son, en tanto clase, un
conjunto unitario. Debe recordarse que en 2.2.1. postulé que los sustantivos no contables instauran una
clase singular. En este sentido, es lógico proponer que los sustantivos abstractos y los sustantivos de masas
comparten un misma naturaleza: son elementos únicos (las sustancias no contables fueron explicadas como
diversas manifestaciones de un mismo espacio de cualidad). Por lo tanto, sustancias concretas y entelequias
son clases singulares (o conjuntos unitarios).

121
(21) La castidad de Tomasa es mucho más notoria que la de Rigoberta.

(22) Mi fe en Dios es muy distinta de tu fe en el mismo.

(23) La caridad de Tomasa es mucho más notoria que la de Rigoberta.

Del mismo modo, no tenemos frases contables como ?cinco fes, o ?cinco comprensiones; y

cuando esto ocurre, tenemos que surge la interpretación de variedad vista para las sustancias

concretas: cinco tipos de fe o cinco formas de comprender.

En conclusión, los abstractos (derivados de relaciones o entidades abstractas puras o entelequias)

y los no contables enfatizan la unidad intrínseca dentro del espacio de cualidad para sus múltiples

manifestaciones (clase singular); mientras que los sustantivos contables privilegian la distinción

de instancias individuales (clase múltiple).44 Así, pues, el uso del artículo indefinido

(individualizador) no es posible para los abstractos: no hay “una comprensión” o “una fe”, salvo

con el mismo sentido de variedad que “una mantequilla”, porque no hay individuos que

distinguir: solo existe una instancia. Por ende, tenemos que las formas no marcadas en estos casos

usan el artículo definido, como en la comprensión, la fe, al igual que la mucho más concreta la

mantequilla.

2.5. Resumen y conclusión del capítulo 2

En este capítulo he presentado dos temas diferentes pero indesligables: la definición del

sustantivo a partir de un esquema abstracto de [COSA] y de uno de [CLASE]. Ambas formas

coexisten, como las dos caras de una misma moneda, en la definición nocional del sustantivo. El

44
Una observación importante es que no deben confundirse los sustantivos abstractos con otros sustantivos
comunes que designan un conjunto unitario. Tal es el caso, a mi entender, de palabras como sol, luna,
universo, etc. Estos términos son concretos y por cuestiones de la naturaleza (solo hay un sol y una luna)
son tratados como únicos. Podría decirse lo mismo, en el nivel de la percepción, sobre términos como
hambre y sed, ya que solo son experimentados por un individuo. Sin embargo, en tanto que pueden
generalizarse (como en la frase El hambre azota África) o individualizarse (p. ej. Mi hambre es mayor que
la tuya) es mejor considerarlos como entelequias.

122
primer esquema guía la sanción con la que un hablante determina que un objeto cualquiera forma

parte de la clase sustantivo. El segundo permite entender cómo los sustantivos cumplen su

función de organizar en clases las múltiples manifestaciones que forman parte del mundo

concreto (p. ej. sillas, perros, barro, amoblado, etc.), así como las diversas abstracciones que

hacemos sobre fenómenos no objetivos que, no obstante, consideramos también parte de la

realidad (como fe, caridad, destrucción, etc.).

En particular, he propuesto que el esquema [COSA] no solo debe ser visto como una región

delimitada o no delimitada en un dominio conceptual específico. Es indispensable, para entender

cabalmente los casos no prototípicos de sustantivos contables y no contables, añadir las nociones

de diferenciabilidad e identidad entre las partes. La posibilidad de explicar coherentemente los

usos de sustantivos como arroz y anteojos, así como la formulación de una combinatoria de

rasgos de delimitabilidad, diferenciabilidad e identidad con la que se explica la aparición de la

marca de plural en los sustantivos del español, sugieren que esta hipótesis, ausentes en los análisis

de Langacker, Frawley y Wierzbicka, se encuentra bien fundamentada.

Por otra parte, la idea de que los sustantivos se definen también mediante los rasgos de

diferenciabilidad e identidad entre las partes permite entender mejor las diferencias que hay en las

clases que los sustantivos especifican en tanto tipos. En primer lugar, los sustantivos contables

establecen conjuntos compuestos por múltiples instancias (o cosas consideradas iguales entre sí);

por el contrario, si es no contable, establecerá una clase singular o conjunto unitario, con lo que se

explica la naturaleza de los sustantivos abstractos (uno de los puntos débiles de las teorías que

definen nocionalmente esta categoría gramatical).

En segundo lugar, las clases nominales no se comportan objetivamente, es decir, no pueden ser

analizadas desde una teoría de conjuntos. El motivo principal para descartar un análisis de este

123
tipo es la importancia del valor producido por la combinación de la diferenciabilidad y la

identidad entre las partes dentro de una clase. Ese valor, al que he llamado nitidez, permite

entender por qué lo que deberían ser clases objetivamente iguales, compuestas de elementos

individuales (como lo serían, p. ej., la clase “vaca” y la clase “rumiante”), tienen un

comportamiento gramatical distinto. La diferencia más notoria entre cada miembro de la clase

“rumiante” y el mayor parecido entre los que conforman “vaca” se refleja en el esfuerzo

cognitivo mayor para darle al primero un sentido genérico. Estamos camino, entonces, a examinar

en los capítulos que siguen cómo la influencia de lo conceptual, entendido como un proceso

constructivo desde nuestra experiencia, y los principios generales de la cognición son

determinantes para la definitud e indefinitud de la frase nominal.

124
CAPÍTULO 3
CONCEPTUALIZACIÓN, REFERENCIA Y DETERMINACIÓN

3.1. Conceptualización y referencia

Quizás la pregunta más básica, y a la vez más simple, que nos hacemos los lingüistas cuando nos

toca asumir una postura teórica sobre la semántica de las lenguas naturales es: “¿cómo hacemos

para que el lenguaje describa la realidad?” La complejidad de la respuesta comienza a entreverse

con el solo objeto de la descripción de las lenguas: la realidad. La descripción del mundo desde el

lenguaje puede abarcar dos grandes campos: la conceptualización y la referencia.

Por conceptualización, se entiende la forma en que se concibe o representa mentalmente la realidad;

dicho de otro modo, la descripción de esta no es objetiva, sino guiada por las estructuras mentales

innatas a la especie humana y convencionalizadas culturalmente dentro de nuestros lenguajes. Una

aproximación teórica dentro de estos presupuestos es la que Saeed llama representacional (1997:

25). La realidad que se encontraría detrás de la relación entre lenguaje y mundo sería —según

términos de Jackendoff (1983: 30-31)— básicamente la que conforma el mundo mentalmente

representado.

El segundo campo, la referencia, posee una larga tradición filosófica que pasó a la lingüística a

inicios del siglo XX. Saber el significado de una expresión lingüística es, entre otros contenidos,

saber en qué situación del mundo (real o posible) es verdadera o falsa. Así, el criterio veritativo es

fundamental para establecer cómo las palabras se ponen en relación directa con el mundo al cual

125
aluden. Bajo ese punto de vista, la referencia consiste en la facultad que posee un hablante para

establecer una relación entre sus enunciados y los objetos presentes en el mundo real.1 Sin

duda alguna, las lenguas están diseñadas para permitirle al hablante/oyente entablar contacto con los

objetos —de hecho, la presencia de demostrativos en todas las lenguas es suficiente prueba de

ello—; pero lo crucial en esta forma de ver el significado es la pertinencia de los valores de verdad

como el criterio validador o medida por la que se establece que un enunciado efectivamente

significa aquello que refiere.

No obstante, es bien claro que las lenguas naturales utilizan el mismo tipo de codificación cuando

refieren a objetos en el mundo real y a objetos que claramente no pertenecen a ese mundo. Por

ejemplo, Givón (2001: 438) plantea la comparación entre frases como Ayer monté un unicornio y

Ayer monté un caballo. Ambas utilizan exactamente la misma FN indefinida con interpretación

referencial (“existe un unicornio/caballo que monté”). Debe recordarse que la comunicación se

refiere a estados, eventos o individuos construidos dentro del intercambio comunicativo entre

hablante y oyente. En efecto, el punto de partida debe ser el conjunto de representaciones mentales

disponibles para una comunidad; y en este caso, la representación de lo que es un unicornio es tan

referencial como la de un caballo, a pesar de que el primero no sea parte del mundo real (aunque sí

es parte del universo del discurso, ya sea en un cuento de hadas o en una mentira muy imaginativa).

De este modo, la asimetría entre el mundo real y el universo del discurso no es ningún impedimento

para que el lenguaje cumpla con las funciones referenciales que exigen ciertas proposiciones y

1
Cabe añadir que la precisión del termino referencia como un fenómeno que enlaza elementos de un mundo
real-experimentado con las expresiones lingüísticas definidas, debe distinguirse de lo que se conoce como
denotación. En el sentido de Lyons (1977), quien es seguido por Cruse (2000), denotar es establecer la
relación entre un término y la clase que representa. Así, el término perro denota a la clase de los perros, y la
denotación de perro es la ya mencionada clase (Cruse 2000: 306). Una precisión debe hacerse: la denotación
es un fenómeno “semántico” antes que “pragmático” (si nos amparamos en la discutible separación entre
semántica y pragmática). De este modo, un término, en tanto parte del conocimiento léxico del hablante,
posee denotación; pero la referencia, al ser un hecho que depende de la intención del hablante en una
situación particular, requiere de construcciones gramaticales más complejas (p. ej. las expresiones definidas).

126
ciertos argumentos.2 Es posible hablar de un unicornio o de un caballo de modo perfectamente

referencial en ambos casos, aunque todos sepamos que en el mundo real no hay unicornios, pero sí

caballos. Dada la base representacional de la semántica, uno habla de lo no existente en términos

perfectamente referenciales, ceñidos a las reglas con que la gramática establece lo referencial. No

obstante, la noción de representación todavía amerita algunas precisiones en su relación con la

referencia.

3.1.1. Llevando la noción de representación hacia la intersubjetividad

¿Cómo se relacionan las representaciones conceptuales con la referencia? El principal problema

para una teoría en la que las representaciones mentales se identifican con el significado es cómo

explicar las clases naturales en tanto entidades mentales. El punto es que una clase natural (por

ejemplo, agua, oro y puma) no se define a partir de una intensión; es decir, no hay una forma

específica de descripción que almacenamos en nuestra mente para dichos términos. Más bien, si

seguimos a Putnam (citado por Sinha 1993: 231), el significado será una relación entre el lenguaje y

el mundo fundada en las circunstancias biológicas e históricas dentro de las que nos relacionamos

con los objetos.

De ser así, entonces la representación mental con la que identificamos el significado de una

expresión debe incorporar la intersubjetividad con la que actuamos hablantes y oyentes al

interpretar enunciados. Ahora bien, si decimos que la relación entre hablante y oyente es

intersubjetiva y que ello garantiza la interpretación, entonces las clases naturales se estarían

considerando como clases nominales (por ejemplo, soltero, jefe, etc.). Por ende, habría un saber

convencional, la intensión de un término, por el cual se determinan las extensiones. Y esto resulta

2
Aquí Givón se refiere a las modalidades proposicionales y la modalidades referenciales, a saber, las fácticas
y no fácticas, y las definidas e indefinidas, respectivamente. Sobre estas volveremos cuando analicemos las
condiciones que rodean la determinación indefinida (cf. infra 3.3.2).

127
claramente contradictorio: las clases nominales terminan siendo iguales que las clases naturales, aun

cuando (como se ha propuesto en el capítulo 1) sabemos que una lista de rasgos que conformen la

intensión de modo preciso es insostenible. Sin embargo, debemos ser capaces de alcanzar una

comprensión mutua sobre la base de alguna forma de representación, pues es evidente que las

personas se entienden al hablar (y es evidente que también se desentienden, pero eso sería el costo

de un método de representación imperfecto, no como el propuesto por una serie fija de rasgos).

Sinha (1993: 235) quiere resolver esta contradicción proponiendo la siguiente definición de

representación:

To represent something —a scene, an event, an object, an interest, etc.— is to cause


something else to stand for it, in such a way that both the relationship of “standing for”, and
that which is intended to be represented, can be recognized.3

Es notable que esta definición sea análoga a las propuestas de la teoría de la relevancia (cf. Sperber

& Wilson 1986), pues de lo que se trata es de que exista una intención de informar —o hacer claro

un contenido para los oyentes—, así como la intención de comunicar —o mostrar un

comportamiento ostensivo que permita al auditorio notar que el hablante posee la intención de

informar—.

La representación, así expresada, depende de los signos, ya que se habla de la relación de “estar en

vez de otra cosa”; pero no se reduce a la función de los signos en general. Para que haya

representación propiamente dicha, se requiere, como se ha expresado líneas atrás, que el emisor

tenga la intención de (i) hacer notar que busca representar algo y (ii) hacer reconocible lo que quiera

que intente representar (Sinha 1993: 236). Es decir, si bien puede haber significación sin

3
«Representar algo —una escena, un evento, un objeto, un interés, etc.— es causar que otra cosa más esté en
el lugar del primero, de modo tal que tanto la relación de “estar en el lugar de” como aquello que se intenta
representar se puedan reconocer».

128
representación,4 no puede haber representación sin signo. El signo es el soporte material que

permite a cualquier representación ser aprehensible.

A continuación se sintetizan las condiciones de la representación y la diferencia entre este proceso y

el de significación, que es más general (Sinha 1993: 236-237):

(i) “mental representation” is first and foremost inter-subjective, and the cognitive and
linguistics capacities of individuals derive from their appropriation of socially-
constituted, discursive representations (the Principle of the Intersubjectivity of
Representation);
(ii) discursive and conceptual representations depend upon “embodied” or “material”
structures and practices (the Principle of Materiality of representation);
(iii) anything having the character of a sign may be employed for the purposes of
representation, and all representation employ signs, but not all signs are
representations (the Principle of the Asymmetry of representation and
signification).5

De la propuesta de Sinha puede desprenderse que la representación se fundamenta en una

codificación intersubjetiva de aquello que se quiere dar a entender (el contenido), mientras que en la

significación hay una apertura de posibilidades mayor, debido a que se dejan “pistas” que el oyente

solo puede (y nunca de modo preciso) interpretar a partir de un proceso constructivo. Por ende, es

necesario diferenciar representación de significación, pues la última puede incorporar elementos

paralingüísticos que contribuirán con el significado en general.

4
Por significación debe entenderse la función de los signos para hacer que algo esté en el lugar de otra cosa.
En este sentido, un caso de significación sin representación, en los términos vistos, sería el clásico ejemplo de
los indicios, como en el caso de humo significa fuego.
5
(i) la “representación mental” es primero y principalmente intersubjetiva, y las capacidades lingüístico-
cognitivas de los individuos se derivan de su apropiación de representaciones discursivas socialmente
constituidas;
(ii) las representaciones discursivas y conceptuales dependen de estructuras y prácticas “corporalizadas” o
“materiales”. El principio de la materialidad de la representación).
(iii) cualquier cosa que tenga el carácter de un signo puede emplearse para los propósitos de la representación
y todas las representaciones emplean signos, pero no todos los signos son representaciones (el principio de la
asimetría de la representación y significación).

129
En consecuencia, Sinha (1993: 238-239) sostiene que una teoría del significado debe abarcar el

carácter representacional de aquello que se comunica y la función significativa (i.e. el uso

convencional de signos para transmitir esa representación a otro oyente). En el campo del

significado, caen no solo aspectos representacionales, sino también cuestiones como los gestos, la

entonación (no la interrogativa, sino la que muestra la actitud, por ejemplo), rasgos dialectales que

sesgan la comprensión del oyente por motivos sociales (formas marcadas negativamente), etc. Es

decir, hay aspectos con significado en la interacción cotidiana que de alguna manera deben formar

parte de lo que damos a entender. El significado será, entonces, una propiedad general de los

sistemas de signos (representaciones lingüísticas) y del uso de signos (el contexto en el que los

signos se emplean). De este modo, tendremos el significado representacional y el significado

contextual (todos aquellos aspectos no representacionales en una situación donde hay

significación). Ambos son parte del significado e interactúan de modo tal que explican la

contradicción entre clases naturales y nominales: si la representación es aquello que almacenamos

en nuestras mentes para relacionarlo con una expresión lingüística de modo transparente, pues en el

mismo momento en que forma parte de una red de signos, la significación multiplica lo

representado al relacionarlo con otros elementos posibles, otros significados virtuales que

contribuyen a definir mejor lo que habíamos representado. Esta interacción paradigmática (usando

términos saussureanos) solo se resuelve con la negociación pragmática, expresada en la

intersubjetividad de las representaciones (Sinha 1993: 240-241).

En resumen, la propuesta de Sinha me permite refinar la relación que hay entre lo conceptualizado,

lo representado lingüísticamente y aquello a que referimos. Su idea de representación como una

conceptualización constructiva de los elementos que forman parte de nuestra experiencia, solo

puede lograrse dentro de un entorno de uso comunicativo. Este entorno se rige por principios de

cooperación y relevancia pragmáticos que sostienen la construcción conjunta del significado. Si hay

un significado en la mente de un hablante, este significado debe ser de naturaleza tal que alcance a

130
producir una conceptualización en la mente de un oyente. No es simplemente cuestión de que los

significados estén marcados por una relación arbitraria entre los signos lingüísticos. No es tan solo

decir que la interpretación de lo significado (i.e. obtener una representación a partir de lo dicho) se

obtenga por procesos intralingüísticos (como plantearán los formalistas), sino que la realidad

socialmente modelada es la que permite acceder a la representación. Teniendo esto en claro,

podremos aceptar la reformulación que Sinha hace de las siguientes definiciones clásicas:

a. Sentido: El sentido de un término es su contenido como un concepto en el discurso, y eso

es lo que le permite llenar, en el discurso, las condiciones de la representación. El sentido

de un término o expresión es así su significado representacional.

b. Valor semántico: Equivale al significado léxico de un término o su sentido que se

relaciona con otros sentidos (dentro de un discurso) en un lenguaje. Es el valor que

gobierna la distribución léxico-gramatical de un término.

c. Denotación: La denotación de un término es aquel aspecto de su sentido que lo relaciona

con los procedimientos de reconocimiento asociados con lo que es definitoriamente,

canónicamente o prototípicamente representado por el término. Esta relación se da entre los

objetos del mundo y el lenguaje, así sean predicados nominales o naturales.

d. Referencia: La referencia a un término, para un intérprete en una ocasión dada del

discurso, es aquello que se identifica mediante el término gracias al cumplimiento de las

condiciones de la representación.

e. Significado: El significado, para un intérprete en una situación discursiva, es el significado

representacional de un término más el significado contextual. (Sinha 1993: 241-242)

Todos los términos, sean de clases naturales o nominales, actúan igual en el discurso: poseen una

estructura dual, lo representacional y lo significativo, que en conjunto forman su significado. El

sentido o significado representacional de las clases naturales está disponible para cualquier clase de

131
hablante (experto o no), ya que ellos ubican las representaciones en el léxico en tanto valores

semánticos. No importa que este tipo de representación sea imprecisa, pues el valor semántico con

el que los hablantes relacionan las clases naturales que usan al hablar puede provenir de

experiencias básicamente semejantes y se enriquecen en el intercambio comunicativo (Sinha 242-

243).6

3.1.2. Referencialidad y no-referencialidad en las frases nominales

Mucho se ha dicho sobre el estatus de los sustantivos y las frases nominales (FN) en tanto que

dichas formas son las que poseen la más clara función referencial: designan entidades en la realidad.

Es decir, si bien la referencia es un acto que depende del hablante, los sustantivos deben poder

referir dado que poseen una denotación, o extensión sobre la cual un término puede designar

directamente en la mente de un hablante. Debe observarse, no obstante, que no todas las formas

nominales toman un uso referencial; es decir, existen usos en los que una FN no selecciona a un

ente concreto que haya estado en contacto con el conocimiento del hablante (cf. supra 2.3).

Típicamente, se asume que las expresiones no-referenciales son las que reciben interpretaciones

genéricas. Saeed propone los siguientes ejemplos para mostrar que una FN puede recibir

independientemente la interpretación referencial y la no-referencial (1997: 26):

(1) Ellos realizaron una colecistectomía esta mañana.

(2) Una colecistectomía es una intervención grave.

Aquí, la oración (1) es claramente referencial: el enunciante ha tenido conocimiento de un caso

específico de colecistectomía y reporta que este tuvo lugar en la mañana. Por el contrario, (2) recibe
6
En el mejor de los casos, la analizabilidad de los predicados nominales es una convención metalingüística
que, en ciertos casos y en ciertos contextos discursivos, permite a los hablantes y oyentes convenir que el
valor semántico (o el significado léxico expresado en rasgos intralingüísticos) es lo que establece la
denotación. Por ejemplo, si la palabra hogar tiene tantas denotaciones posibles en el mundo real, que es
imposible fijar de modo exacto su referencia, eso no quiere decir que el término hogar sea una realidad
mental no relacionada de un modo observable con alguna experiencia corporal, así como con la
intencionalidad o función de los objetos.

132
una interpretación genérica que indica que cualquier caso de colecistectomía (sin preferencia por

alguno en particular entre todos los que pueden existir) se caracteriza por ser una intervención

quirúrgica grave.

Creo que el término genérico es bastante amplio e inexacto para englobar aquellos usos muy

precisos en los que un hablante propone una situación donde no se establece una relación directa

entre alguna palabra y algún objeto específico del mundo. Dicho en otros términos, las expresiones

genéricas son seudorreferenciales y esto incluye distintos sentidos. En efecto, la

seudorreferencialidad de colecistectomía en (2) es diferente a la de (3) y (4):

(3) La colecistectomía es una intervención seria.

(4) Las colecistectomías son (unas) intervenciones serias.

La aparición de colecistectomía en todos los casos anteriores no coincide nunca con una expresión

referencial. Los casos (3) y (4) pueden creerse idénticos a (2); no obstante, basta con un análisis

cuidadoso del sentido más preciso de las expresiones en cuestión para notar que establecen

distintas concepciones sobre la realidad de una colecistectomía. Propongo que (2) alude a

cualquier colecistectomía entre otras más debido a que es imposible (dentro del predicado

nominal que la contiene) establecer de modo fijo un caso particular de colecistectomía. Por otro

lado, entiendo que (3) propone que, entre todas las intervenciones que pueden realizarse, existe un

tipo específico y único llamado colecistectomía. Por último, la oración (4) propone que todos los

miembros (conocidos o no) de la clase colecistectomía se caracterizan por ser intervenciones serias.

Pese a ser bastante sintéticas, estas afirmaciones son prueba de que el término genérico es, cuando

menos, bastante inexacto para los propósitos del análisis semántico. Existen todavía otras formas

no-referenciales que es necesario presentar:

133
(5) Observen, estudiantes, al doctor Matasanos: ¡cuánta destreza con el bisturí! ¡Esto es

colecistectomía! No lo que otros medicuchos hacen.

(6) En esta clínica solo hacen colecistectomías.

Como puede desprenderse de los ejemplos anteriores, las frases nominales no determinadas (i.e.

aquellas en las que no se aprecia la presencia de determinante alguno) son también “genéricas”;

pero en un sentido bastante diferente de los vistos anteriormente. En el primer caso (5), el doctor

Matasanos está realizando un conjunto de acciones cuyas características particulares se ponderan de

modo tal que conllevan a predicar su pertenencia a un tipo de entidades llamado colecistectomía.

Dicho en términos más simples, el enunciante está llamando la atención de los estudiantes sobre los

rasgos que caracterizan una colecistectomía. De este modo, la suma de cierto número de rasgos

visibles en los actos del doctor Matasanos puede identificarse (en un sentido arquetípico, claro está)

con un tipo o categoría abstracta que se conoce como colecistectomía.7

Respecto de (6), el término en cuestión carece de un sentido único debido a la pluralidad; no

obstante, mantiene relación con (5) en tanto que alude a una categoría abstracta: no específicamente

al tipo —que es, como ya se ha visto en el capítulo 2, un conjunto donde ubicamos a todos los

miembros que comparten aproximadamente las mismas características—; sino a una variedad no

determinada de entidades que se ajustan a los rasgos de la clase colecistectomía. Estas entidades

pueden ser bien individuos particulares, o bien subtipos o clases. De este modo, (6) nunca se

7
En este sentido, podemos observar ahora que un sustantivo por si solo puede perfilar distintos sectores del
esquema sustantivo sin que ello aluda a un elemento referencialmente específico. Por ello, este tipo de uso
nominal es abstracto solo en el sentido de no referencial, y no en el que se discutió al final del capítulo 1. La
explicación sobre qué partes del esquema sustantivo se ven enfocadas con el uso de distintas formas genéricas
estarán en el capítulo 4, 4.1.3 y 4.3.2.

134
entiende como todas las colecistectomías, sino más precisamente como cualquier (clase de)

colecistectomía.8

Una vez observado el panorama de la no-referencialidad, me parece necesario resaltar que este

fenómeno posee numerosas aristas que competen claramente al plano estrictamente conceptual. Es

decir, los sentidos que toman las expresiones nominales dependerán estrechamente de qué modo de

existencia se le asigne a la entidad mencionada. Como ya se ha dicho en repetidas ocasiones, la

referencia como una relación objetiva entre lenguaje y realidad expresable en condiciones de verdad

no puede ser el eje del análisis semántico. El lenguaje no debe estudiarse como un objeto que reifica

la cognición humana; así como la referencia no puede ser tan solo la relación entre palabras y cosas.

Más bien, pienso que los fenómenos concernientes a la relación específica que un hablante

establece entre una expresión lingüística y un objeto de la realidad son únicamente una parte más de

los procesos de conceptualización, y más específicamente, aquellos que tienen lugar cuando un

individuo le habla a otro y que se ubican en el campo de la pragmática. En este sentido, una

entidad mencionada puede existir no solo como un individuo reconocible por sí mismo, sino como

miembro de una clase en donde queda concebido. El modo en el que queda representado en su clase

es una forma de existencia.

Cuando hablo de “modos de existencia” estoy asumiendo que lo que entendemos por existencia no

es en ningún caso algo puramente objetivo. Lo extremo de esta afirmación se justifica en una

postura psicológica de la realidad. Cualquier contacto con lo que asumimos como el plano concreto,

físico o, en una sola palabra, real está severamente matizado, guiado y ordenado por patrones

8
Otra forma de entender este uso no referencial de la FN plural en (6) puede ser: “el conjunto de objetos que
se hacen en el hospital caen dentro de la clase de la colecistectomía”, donde el plural es no totalizante, porque
no se han realizado todas y siempre pueden realizarse más (de ahí la indeterminación). A su debido momento
(capítulo 4) ahondaré más en la cuestión de la pluralidad y la determinación.

135
cognitivos.9 Por esta razón, hablar de referencia, en términos exclusivos, como la capacidad de

designar mediante el lenguaje, es mantener una desatinada distinción entre un uso lingüístico

anclado en la realidad y otro en las representaciones mentales. Cómo bien nota Saeed (1997: 32) —

y como ya se planteó en 3.1.1—, un sustantivo obtiene su capacidad de denotar, es decir,

relacionarse con el conjunto de entes a los que puede referir, “porque está asociado a algo en la

mente del hablante/oyente”. La referencia —y no debemos perder esto de vista al hacer

semántica— depende de las representaciones mentales: procesos análogos a los que producen las

expresiones nominales no-referenciales son los que producen aquellas que sí refieren. Hablar de

algo —ya sea en la realidad, en los sueños, en cuanto un ente indefinido, en cuanto una clase, un

tipo, etc.— es siempre un proceso de alusión a una representación mental, un concepto

intersubjetivo. Pienso que será conveniente ahondar un poco en este respecto.

Mucho de la actividad cognitiva humana, en especial la formación de creencias, está relacionada

fuertemente con la expresión de enunciados, por ejemplo, juicios acerca de la pertinencia y

fundamentos que tienen las creencias de algunas personas. Cuando al referir mencionamos algo a

alguien para establecer un intercambio comunicativo, lo que hacemos explícita o implícitamente es

comunicar ciertos aspectos de nuestras creencias sobre ese algo. Más aun, cada vez que elegimos el

medio para referir a las cosas estamos tomando en cuenta aquellas creencias que nos parecen

relevantes para el oyente (Geiger 1993: 268). Cuando referimos, entonces, evaluamos

instantáneamente varias condiciones que rodean muestro enunciado, el objeto referido y el oyente al

que nos dirigimos.

9
Sobre la construcción psicológica de la realidad y las habilidades cognitivas generales y su relación con la
semántica de las lenguas naturales pueden consultarse Jackendoff 1991, 1994: Parte IV, Langacker 1987a:
Cap. 3 y Lakoff 1987: Cap. 3. En particular, como se hará claro en el capítulo 4 (especialmente las figuras 10-
16 en la sección 4.4.), los modos de existencia son distintas maneras de perfilar sectores de los esquemas
conceptuales que permiten el uso de los sustantivos como clases.

136
Siguiendo a Geiger (1993), es posible establecer parámetros de análisis tales como perspectiva,

recursividad y gradación. Estos muestran que la teoría clásica de la referencia —un término

refiere si y solo si describe adecuadamente para un oyente un estado de la realidad— es insuficiente

para explicar por qué al hablar dependemos tanto del modo de concebir nuestra intención

comunicativa, de las expectativas o conocimientos del oyente y de la mayor o menor precisión

referencial que asignamos a los términos que empleamos.

La perspectiva alude a que cada vez que un individuo analiza la referencia de un enunciado, lo hace

como hablante u oyente. Esto se nota claramente en casos como la diferencia entre ir y venir. Cada

vez que el hablante asume su perspectiva la palabra que describe el movimiento que se aleja de él

será ir; mientras que venir requiere del oyente como punto de referencia desde donde algo inicia su

movimiento. En términos objetivos se ha realizado en mismo movimiento, sin embargo la

perspectiva determina la precisión de la referencia. Por su parte, la recursividad da a entender la

posibilidad que tenemos los hablantes para evaluar la forma en la que los oyentes han analizado la

referencia de nuestros enunciados. Por ejemplo, el empleo de algunas de las llamadas “muletillas”

como bueno, ya, etc. sirven para que hablante y oyente confirmen sus conocimientos comunes en

algún punto del diálogo. Esto puede verse claramente en el siguiente caso:

A: ¿Te acuerdas de la chica que estaba con Mario en la fiesta, la de cabello


rizado…?
B: Ya, la que tenía un vestido verde.
A: Bueno, esa había sido la prima de Luis.

El uso de estos marcadores apunta a que la referencia es una construcción conjunta en la que se

requiere de información sutil, pero explícita, de que estamos entendiendo lo que el otro tiene en

mente. Por último, la gradación aparece cuando los enunciados refieren mejor o peor a un objeto de

la realidad; es decir, la evaluación de la referencia está dentro de una escala antes que en una

distinción bipolar. Uno de los estudios más importantes sobre este fenómeno se resume en la teoría

137
de los “lindes” (hedges) de Lakoff (1987: 122-124). Los hablantes y oyentes pueden evaluar

positiva o negativamente el valor referencial de los enunciados. Esto incluye la alusión a creencias

populares sobre la ciencia (folk theories) para validar un enunciado (Técnicamente el delfín es un

mamífero y no un pez) o a la precisión referencial de un término por su propia definición (Fujimori

encabezó una mal llamada democracia).

De este modo, resulta innegable la preponderancia de la interacción entre hablante y oyente y las

consideraciones cognitivas que envuelven el contexto donde esta se realiza. Así, si el lenguaje,

como ya se dijo, alude a alguna entidad, entonces las condiciones de existencia de dicho elemento

vendrán dadas por el contexto en el que se establece la alusión. En conclusión, en un sentido no

restrictivo o puramente objetivo, referir es aludir a un ente patente a nuestro conocimiento

dentro de un espacio mental; este puede considerarse como el mundo exterior concreto o

como el universo del discurso (donde el último incluye al primero, pero no viceversa). Así,

pues, si asumimos que la realidad en la que se da la referencia es otra forma más de construcción

mental, entonces no hay necesidad de darle a aquella la condición de medida de los fenómenos

empíricos que estudia la semántica, tal y como lo hace todavía la semántica formal (cf. Chierchia &

McConell-Ginet 1991: Cap. 1).10

3.2. La determinación: lo cognitivo y lo pragmático

Como se ha podido apreciar, el empleo de frases nominales para aludir a entidades con distintos

modos de existencia (“real-referencial” o “genérica”, notando la amplitud del último término)

necesita de un mecanismo gramatical que establezca dichos modos de existencia. La

determinación de cualquier sustantivo (o la falta de esta, como se verá más adelante) es el medio

con el que las lenguas representan la condición en la que un ente existe para el hablante. En lo que

10
Sobre la noción de espacios mentales se volverá en el capítulo 4 (4.1.1) al discutirse la noción de contacto
mental. Para una crítica a la noción de “mundos posibles” por no fundamentarse en procesos cognitivos, cf.
Fauconnier 1994: Preface.

138
sigue, gracias a la definición nocional de la categoría gramatical sustantivo, podré plantear que los

determinantes son “ajustes” que se hacen sobre concepciones previas bastante abstractas. De este

modo, esta parte servirá para dejar en claro la función de la determinación con respecto de la

formación de clases, específicamente en lo concerniente a la definitud y la indefinitud de las

instancias ahí elaboradas.

3.2.1. Dimensión cognitiva de la determinación: introduciendo la definitud e indefinitud11

Un buen marco para introducirnos en este tema lo brinda Coseriu. Él afirma (1989: 291-292) que

hay dos formas de determinación: primero, la que actualiza un signo virtual (lo cual resulta

equivalente a lo que, siguiendo a Langacker, se ha venido llamando instanciación); segundo, la que

guía la referencia (es decir, la que permite delimitar, orientar y precisar la referencia de un signo).

Gracias a estas ideas, creo posible apuntar hacia una doble función de la determinación: esta define

la realidad de un elemento virtual (o un tipo), o bien introduce una noción en el flujo del discurso.

El mismo Coseriu (1989: 292) señala cuatro tipos de operaciones para la determinación nominal:

actualización (hacer a una FN referencial), discriminación (fijar una entidad como única frente al

resto de su clase), delimitación12 e identificación (la función pragmática del determinante, la que le

permite al receptor tomar contacto con un elemento que el emisor le presenta en el discurso). De

ellas, dice este autor, solo la última puede asignarse plenamente al campo de lo pragmático. No

11
Para una mejor comprensión de esta sección es indispensable tener muy en claro los conceptos de tipo e
instancia tal y como fueron presentados en el capítulo 2, sección 2.2.2. Ahí se estableció la noción de
dominio de instanciación, concepto clave que une la definición nocional del sustantivo en tanto esquema con
los elementos que componen la clase que dicha categoría gramatical designa.
12
Los llamados delimitadores modifican las posibilidades designativas del signo. En pocas palabras, realizan
las modificaciones especificativas propias de los adjetivos, aposiciones, etc. (i.e. todos los modificadores
postnominales). Esto es lo que se ha llamado, siguiendo a Langacker, especificación de tipo (type
specification): es decir, la forma en la que se especifica la base para identificar varias entidades como
representativas de la misma clase, pero sin incluir a ninguna instancia específica de la clase. Estas distinciones
se alejan de las funciones de los determinantes gramaticales definidos e indefinidos, por lo que no abundaré
en más explicaciones.

139
obstante, en concordancia con lo sostenido a lo largo de este capítulo, plantearé lo problemático que

resulta separar lo conceptual de lo pragmático en una teoría sobre la determinación. Sostengo que lo

conceptual precede siempre a lo discursivo; sin embargo, no estoy diciendo que sea más importante

o que estén disociados, sino que es tan solo la base que, necesariamente, tendrá en su contexto el

complemento indispensable para dar sentido a un enunciado. Por consiguiente, asumiré como punto

de partida la siguiente definición:

Definición de determinación

• La determinación es el proceso por el que se particularizan los conceptos

sustantivos dentro de coordenadas existenciales específicas.

Por coordenadas existenciales quiero dar a entender que la variación de lo concreto (FN

referenciales) y lo abstracto (FN con interpretaciones genéricas, análogas a la noción de tipo) son

solamente modos de existencia o de realidad dentro de los cuales se ubican las entidades aludidas.13

Uniendo esto con lo presentado sobre la distinción entre tipo e instancia (cf. supra 2.2.2), debe

decirse que el proceso de determinación presupone el proceso de instanciación: una entidad está

perfilada dentro de su dominio de predicación, de modo tal que ocupa patentemente un lugar en

dicho dominio y puede distinguirse de otras posibles instancias del mismo tipo (debe tenerse en

cuenta que el dominio implica la existencia de una clase). Dicho de otro modo, mediante la

13
En cierto modo, estas condiciones de existencia deben considerarse análogas a las que se codifican
mediante el modo verbal, específicamente la distinción indicativo/subjuntivo (o la más básica de
real/irreal). Sin embargo, no podemos afirmar que las condiciones en las que se establece la realidad de los
eventos (los cuales se codifican lingüísticamente como verbos) sean las mismas en las que se establece la
realidad de las cosas (que se codifican, respectivamente, en sustantivos). Baste decir que por el hecho de que
los verbos se entienden como relaciones dentro de un tiempo de proceso su semántica no permite establecer
para ellos el esquema de [CLASE] del mismo modo como se deriva para los sustantivos. Los verbos obtienen
su realidad prototípicamente en su realización dinámica (por ello su dependencia en el tiempo); mientras que
los sustantivos tienen garantizada —prototípicamente, claro está— una existencia espacio-temporal
independientemente de factores externos.

140
determinación se asume un tipo de existencia para los objetos mencionados según su potencial

ubicación y entorno dentro del dominio de instanciación. Esta puede ser básicamente de dos tipos:

definida e indefinida.14

En consecuencia, propongo que la determinación definida debe entenderse como la fijación de la

atención sobre un elemento único o específico de la clase que designa un sustantivo. Es decir, cada

vez que se usa una forma de determinación definida estamos estableciendo contacto con una

instancia individual separada por completo de cualquier otra instancia posible dentro de la clase

(como ocurre, por ejemplo, en No pude ver la película que me recomendaste).15 Por esta razón, la

determinación definida se entiende, por defecto, como claramente referencial. En efecto, Givón

(2001: 441) no duda en considerar la determinación definida (o simplemente definitud, en términos

más cortos) como una subespecie de la referencia.16 Por su parte, Cruse (2000: 306-308) propone

los siguientes como rasgos propios de la referencia definida, que equivale a lo que hemos llamado

determinación definida:

(a) El objetivo referencial que se tiene en mente es necesariamente una entidad particular (si
bien pueden cometerse errores, como asumir un referente diferente al que realmente
corresponde), que pueda ser en principio identificada de modo único por el hablante. El
objeto referido debería ser conocido de modo suficiente por el hablante: él lo distingue del

14
La noción de determinación se ha visto especialmente atada a la de definitud, lo cual es una cuestión que
debe aclararse. La determinación es el proceso general y la definitud solo sería una de sus manifestaciones.
No todo lo que está determinado tiene que ser definido, ya que algo puede determinarse en tanto no preciso,
es decir, de modo indefinido.
15
Los conceptos de especificación y determinación definida guardan una relación tan estrecha que pueden
confundirse más de una vez. La determinación definida debe considerarse una forma de actualización de la
especificación, de modo que el hablante presenta al oyente lo que ha pensado: una entidad sobre la que posee
plena conciencia de su naturaleza singular, claramente destacada entre otras entidades del mismo tipo. Sin
embargo, la especificación, si bien es representada directamente por la determinación definida, no es más que
una condición previa del conocimiento del hablante. Si el hablante piensa en un individuo específico,
puede ser que opte por presentarlo con una determinación indefinida por los motivos que se verán en 3.2.3:
facilitar el reconocimiento de los términos en una interacción comunicativa.
16
Los casos de usos genéricos —o no referenciales para los análisis lógicos de la referencia— como en El
león es un animal salvaje son considerados por Givón como referenciales en el sentido amplio definido al
final de 3.1.2., ya que refieren a un tipo o una clase. Sobre esto se ahondará en el capítulo 4.

141
resto de objetos del mundo. No obstante, la definitud puede deberse a una experiencia
limitada y pobre, aunque suficiente para caracterizar una entidad.

(b) El hablante busca que el objetivo referencial sea también identificado de modo único por el
oyente. La información mediante la que el oyente identifica el referente no tiene que ser
detallada, puede ser mínima.

(c) El acto de referencia trae consigo para el oyente la garantía de que este tiene suficiente
información para identificar de modo único al referente. Esto se funda en el contenido
semántico de la expresión referencial (u otras propiedades de la expresión que limiten el
campo de búsqueda), y a la información disponible del contexto, situación del entorno
ambiental, lingüístico o mental (memoria y conocimiento).

(d) Las condiciones de emisión y audición de la señal lingüística son las normales (nada
obstaculiza la mutua comprensión de los dialogantes).

(e) El acto de referencia nunca se da por sí mismo, sino dentro de un acto de habla que lo
subsume. Una expresión referencial por si sola no refiere: debe estar dentro de una oración.

(f) El hablante busca que el oyente pueda reconocer su intención de referir por medio de haber
producido el enunciado en cuestión.

(g) Prototípicamente, la parte del enunciado que se produce con el objetivo de referir debe
tener una forma que convencionalmente lleve a cabo dicha función. Esto quiere decir que
los elementos argumentales (sustantivos) antes que los predicativos (verbos, adjetivos,
preposiciones) son los llamados a usarse referencialmente.

Por otro lado, sostengo que la determinación indefinida asume que dentro de la clase existen otros

elementos potencialmente idénticos entre sí. De este modo, cuando se selecciona una instancia, se

asume que al lado de esta existen otras más. Esto permite dos formas de indefinitud: una instancia

coexiste potencialmente con las demás, siendo esta distinguible (por cuestiones de atención

derivadas de modalidades proposicionales) o no es distinguible de las demás. En el primer caso

tendremos las FN indefinidas referenciales (como en Tengo una noticia muy importante para

ustedes); mientras que en el segundo, las FN indefinidas no referenciales (como en ¿No tienes

ganas de tomarte una cerveza?).

Por su parte, Cruse dirá sobre la referencia indefinida (o determinación indefinida referencial) que

es una forma de hablar de un referente, cuya identidad es clara para el hablante. Sin embargo, se

distingue de la determinación definida en que no son relevantes para el mensaje los rasgos que

142
particularizan a dicha instancia. Es decir, nada depende de las características individualizadoras del

referente, solo los rasgos de clase que se indican son relevantes. Este hecho, por consiguiente, se

encuentra más allá de la identificación única del referente: es una forma más cercana a la

construcción plena del contenido conceptual elaborado por un sustantivo. Esto se explica

porque, al no haber una selección única y exclusiva de una instancia, los demás miembros que

forman parte de la clase deben considerarse presentes de algún modo, con lo cual el sentido

genérico (referencia a la clase) queda licenciado (como se observa en la frase Hoy compré una

manzana indefinido referencial y me la definido referencial comí).

En conclusión, un hablante puede elegir nombrar algo de modo indefinido a partir de la clase a la

que pertenece por medio de la presencia de los individuos que la componen (con lo que se accede a

sus rasgos más universales o generales); también puede nombrarlo de modo definido, es decir,

como un objeto específico o un individuo particular (lo cual asume un conjunto de rasgos que

singularizan al objeto hasta hacerlo lo más referencial posible). Pero en ambos casos lo que tiene en

frente es el mismo objeto, único y discernible. La figura 9 ilustrará el sentido de la determinación

definida e indefinida con respecto a la noción de sustantivo como clase. No obstante, debe tomarse

en cuenta que la representación de una clase, a partir de las condiciones cognitivas que impone la

definición del sustantivo, es más compleja (cf. supra fig. 6 y 7). Los conjuntos que se proponen

como clases son solo simplificaciones del dominio de instanciación donde se elabora la

especificación de tipo o esquema sustantivo abstracto. Por esa razón, el cuadrado que encierra las X

representa el perfilamiento de una instancia. Las líneas discontinuas en el caso c (determinación

indefinida no referencial) señalan que el perfilamiento no tenía ningún elemento específico

predeterminado: cualquier instancia valdría por igual.

143
Sustantivo X

X
X X
X X
X X
X X
X X
X Determinación sobre un
único individuo que anula
X
X X
X X
X X
X X
X X
X la existencia de los demás
X
XXXX
XXX X X
XXX
X
XXXX
XXXX
XXXX
X
Ejemplo: Compré la casa.
X
X X
X X
X X
X X
XXX X
X
X X X
A. Determinación definida
(por defecto referencial)

Sustantivo X
Determinación sobre un
X
X X
X X
X X
X X
X X
X único individuo que
mantiene la existencia de
X
X X
X X
X X
X X
X X
X los demás, pero sin
resaltarlos.
X
X X
XXX X X
X X
X
X
XXXX
XXXX
XXXX
X
X
XXXX
XXXX
XXXX
X Ejemplo: Compré una casa.

B. Determinación
indefinida referencial

Determinación sobre un
individuo no único,
Sustantivo X
cualquier otro puede
X
X X
X X
X X
X X
X X
X ocupar la misma
posición, entonces su
X
X X
X X
X X
X X
X X
X existencia se considera
exactamente igual que la
X
X X
XXX X
X X
X X
X de los demás.
X
XXXX
XXXX
XXXX
X
Ejemplo: Necesito una casa.
X
X X
X X
X X
X X
X X
X
X
C. Determinación
indefinida no referencial

Figura 9. Formas de determinación de un sustantivo

144
3.2.2. Dimensión discursiva de la determinación definida e indefinida

A pesar de lo intuitivamente adecuada que resulta la definición de determinación a partir de la

noción de clase que se asocia con los sustantivos, es necesario adoptar un punto de vista

complementario: la determinación también establece, fundamentalmente, la relación que habrá entre

una instancia y los participantes del discurso (Langacker 1991: 96). De este modo, también puede

decirse que la determinación obedece a la necesidad de los hablantes por precisar un referente o

caracterizarlo para el interlocutor. Bajo esta perspectiva ha trabajado Givón (1982; 1984: Cap 11;

2001: Cap. 10), a quien seguiré en esta parte para dar una idea más completa de una visión que

privilegia el uso dialógico del lenguaje como modelador de los aspectos gramaticales de la

determinación.

El problema de la definitud y la referencia (¿todo lo que se refiere está definido?, ¿hay FN definidas

que no refieran?, etc.) solo puede resolverse si se escapa de los límites de las relaciones intra e

interproposicionales privilegiadas por los estudios lógicos, para dar cabida a la interacción entre el

hablante y el oyente. La solución propuesta por Givón es asumir plenamente el acuerdo

comunicativo como factor constitutivo de la estructuración gramatical: un hablante asume que

el oyente conoce o bien es reacio a discutir, por cualquier razón, ciertas proposiciones (1984: 398).

Como ya se ha mencionado antes, Givón considera la definitud como un subtipo de la

referencialidad. Esto concuerda con lo que se propuso dentro de la definición cognitiva de definitud

e indefinitud: ambas son coordenadas en las que se establece el tipo de existencia que se le asigna a

una entidad. Así, cuando la existencia es única, la referencia es inmediata o directa. Sin embargo,

durante los primeros estudios lógicos, no se distinguía entre lo “definido” y lo que tiene “referencia

exacta”. De hecho, la clásica frase El rey de Francia es calvo no afirma que exista un rey de Francia

(como proponía Russell 1905), más bien la presentación definida (con el artículo el) quiere decir

145
que el hablante y el oyente comparten el conocimiento de su existencia (como sugería Strawson

1950).

De este modo, los determinantes, y específicamente los que son el tema de este trabajo, los

artículos, realizan claramente una función pragmático-discursiva. Un grupo de estos últimos, los

definidos (el, la, etc.), se usan cuando se asume que la entidad nombrada se encuentra presente en la

conciencia del oyente (y por lo tanto es el objeto al que se alude en el discurso). El otro grupo, los

indefinidos (un, una, etc.), permiten nombrar a una entidad que no se considera presente de modo

específico en la conciencia del oyente; así, pues, no puede aludirse a ella como si fuera un objeto

evidente. De este modo, la definitud y la indefinitud son “modulaciones” de la identidad referencial

con la que dialogan (mediante la presuposición) tanto el hablante como el oyente. Todo depende de

la posibilidad de asignar una referencia única. Por consiguiente, se proponen estas definiciones:

Definición de definitud e indefinitud

Indefinido: Los hablantes codifican una construcción nominal como


indefinida si piensan que no están autorizados a asumir que
el oyente pueda —por cualesquiera medios— asignarle a
aquella una única identidad referencial.

Definido: Los hablantes codifican una construcción nominal


referencial como definida si piensan que están autorizados a
asumir que el oyente puede —por cualesquiera medios—
asignarle a aquella una única referencia. (Givón 1984: 398-
399)

3.2.3. Bases para la asignación de la referencia definida: conocimientos disponibles para el

oyente frente al discurso

¿Cómo accedemos a la referencia definida cuando, paradójicamente, cabe la posibilidad de que

innumerables instancias diferentes puedan ocupar el lugar de aquella que entendemos como la

instancia definida? Por ejemplo, los siguientes diálogos (Cruse 2000: 314) muestran que la

146
comprensión de un referente único se logra a pesar de la posibilidad de que pueda haber muchos

referentes más:

A. ¿Has visto Orgullo y prejuicio?


B. No, pero he leído el libro.

La información dada en la respuesta solo dice que el referente pertenece a la clase de los libros, la

cual abarca millones de instancias. No obstante, entendemos que es solo un libro específico (i.e.

aquel que leí y que tenía por título Orgullo y prejuicio).

Obsérvense los siguientes ejemplos:

A. (en un restaurante) Yo no quería masa gruesa en mi pie de manzana.


B. Pues debería de habérselo dicho a la mesera.

A. (durante el desayuno en un hotel de Lima) ¿Qué vamos a ver hoy día?


B. Creo que deberíamos ir a ver la catedral.

En estos dos casos tampoco se da información suficiente sobre la identidad única de los referentes

aludidos por la mesera o la catedral; no obstante, tanto hablante como oyente poseen información o

conocimientos suficientes para caracterizar la referencia de modo único. Detrás de esto está la

cuestión de qué tanta información necesita dar el hablante para que la referencia definida sea

obtenida con éxito.

Givón (2001: 459) señala que la accesibilidad de la información que el hablante propone al oyente

se logra a partir de una forma preexistente de representación mental en la mente de este último. Una

FN definida se hace básicamente referencial, entonces, por la facilidad de su accesibilidad mental.

Estas formas de conocimiento del oyente son el desarrollo de la noción de universo del discurso; es

decir, la interacción comunicativa presenta un discurso sobre el cual el oyente tiene nociones

preconcebidas que lo ayudan a organizar el flujo de información presentado por el hablante, quien,

a su vez, presupone que el oyente puede ubicar lo dicho dentro de esas representaciones mentales.

147
Por consiguiente, cada vez que el oyente se enfrenta a los referentes presentados por un texto o

enunciado específico, será capaz de relacionarlo con alguna instancia preexistente dentro de las

representaciones mentales disponibles para este fin, las cuales son, según Givón (2001: 459-460),

las siguientes:

a. Modelo mental de la situación de habla actual (current speech-situation) compartida

por los dialogantes. Este se fundamenta en la “memoria de trabajo” o el foco actual de

atención.

b. Modelo mental del conocimiento léxico-genérico (generic-lexical knowledge)

permanente. Este se fundamenta en la memoria semántica permanente, llamada también

saber enciclopédico.

c. Modelo mental del texto actual (current text). Este se basa en la memoria episódica

mayor duración.17

En primer lugar, la definitud lograda mediante la situación de habla actual se logra gracias a la

disponibilidad deíctica que un objeto tiene dentro de su entorno inmediato. Tanto el hablante

como el oyente pueden acceder a un objeto único presente en un espacio o tiempo compartidos.

Esta forma de disponibilidad no se manifiesta específicamente en frases nominales, sino más bien

en términos pronominales o deícticos que están en permanente actualización durante el flujo del

diálogo. Es bien sabido que los referentes que se dan a términos como yo, tú, este, este, aquí, ahí,

allá, ayer, hoy, ahora, entonces, más tarde, la semana pasada, la próxima semana, etc. están en

constante cambio según el punto de vista y el entorno inmediato que rodean tanto al hablante como

al oyente. Por ejemplo, este viejo chiste muestra la inestabilidad de las formas pronominales:

A. (Respondiendo a alguien que toca la puerta) ¿Quién es?

17
Givón la llama específicamente long term memory. Esta memoria de largo plazo no es igual que la memoria
permanente o la memoria de trabajo. Es, tengo la impresión, un nivel intermedio en el que se retienen los
conceptos durante un periodo mucho mayor que en la memoria de trabajo, pero no tanto como en la
permanente, lo cual resulta ideal para mantener establecer con claridad la referencia de las FN durante una
conversación más o menos extensa.

148
B. Soy yo.
A. ¿Quién es yo?
B. Usted.

En segundo lugar, la definitud alcanzada mediante el conocimiento léxico-genérico puede

entenderse como el producto de un archivo permanente en la mente de los hablantes (Givón 1984:

399-400). La gran mayoría de datos que caben en ese archivo son fundamentalmente genéricos; es

decir clases abstractas o tipos —en el sentido dado por Langacker—. Sin duda, este saber léxico

compartido no es idéntico dentro de la misma comunidad de habla. Sin embargo, el hablante asume,

con buenas bases, que una persona en su misma comunidad, con la que puede entenderse hablando,

deberá compartir con grandes probabilidades los mismos significados asignados a las palabras que

usan diariamente. A pesar de su carácter mayoritariamente genérico, algunos elementos léxicos se

asumen con referentes específicos. Entre estos se incluyen entidades globalmente accesibles, es

decir, únicas desde el punto de vista físico o cultural. Por ejemplo, “el Papa”, “el congreso”, “la

bandera”, o “el sol”, “la luna”, “el mundo”, “la ciudad”, etc. son entidades para las que, en un

diálogo se asume un referente definido, tal y como el artículo muestra. También se entienden como

referencialmente específicos en una comunidad los nombres propios asociados a personas o

lugares singulares.18

El conocimiento léxico-genérico todavía puede dar paso a formas de referencia definida que

utilizan, al mismo tiempo, acceso a la situación de habla actual o a la memoria episódica con la que

entendemos los referentes en un texto actual. Esto quiere decir que estamos frente a un sistema

híbrido: los referentes pueden definirse por la presencia inmediata en el contexto del habla de uno

de sus participantes y/o por una conexión anafórica con su antecedente dentro del texto actual y, al

18
En el caso de los nombres propios, es claro que el entorno dentro del cual es relevante el conocimiento del
nombre es muy variable; pero comienza con nuestros intereses particulares, y desde ahí un nombre de ese tipo
puede ser importante para nuestra familia, el trabajo y la vida como país (por ejemplo, el nombre del
presidente).

149
mismo tiempo, por relacionarse con conocimientos genéricos sobre el mundo (Givón 2001: 461).

Por ejemplo, si alguien dice: Ayer fui al médico porque me dolía la cabeza, estamos frente a un caso

donde automáticamente sabemos que existe una instancia particular, yo, que enuncia la frase (y por

ende se usa el sujeto tácito), la cual, por la situación actual del habla, está siempre definida. Por

extensión, sabemos de modo genérico que el cuerpo humano, asociado al hablante, posee una parte

llamada cabeza, que es también única, por ello no necesita del artículo indefinido para presentarla.

Otro caso puede verse en una oración como Llegué tarde al trabajo hoy, el autobús se me pasó.

Como se vio en el párrafo anterior, la definitud de el trabajo se obtiene por el emisor (yo) y el

conocimiento genérico de que las personas trabajan en un lugar. No obstante, el autobús obtiene su

definitud, pese a no haber sido mencionado antes, gracias a que se ha mencionado la FN el trabajo

antes (referente anafórico dentro del texto actual) y por el conocimiento genérico de que

normalmente se trabaja fuera de casa y de que hay que movilizarse en algún vehículo para llegar al

centro de labores. En general, cualquier relación todo-parte permite, una vez presentado el todo,

asumir la definitud de las partes. Por ejemplo, cuando se habla de un auto específico, es posible

hablar directamente de el embrague, los frenos, el timón, etc.; o bien, si se habla de una casa,

entonces la puerta, las ventanas, el patio, etc. no necesitan del determinante indefinido para ser

introducidos.

En tercer y último lugar está la fuente más usual e importante para lograr la definitud: el

conocimiento del texto actual. En general, este tipo de representación mental permite atar un

referente de modo anafórico con una traza presente en algún punto anterior del mismo discurso. De

ahí que Givón propusiera que esa forma de accesibilidad referencial «emana de los contenidos de

comunicaciones específicas, es decir, de la información efectiva que pasa de hablante a oyente»

(Givón 1984: 401). El contexto comunicativo permite que un archivo activo —i.e. el conjunto de

conocimientos que mantienen presentes el hablante y el oyente para producir e interpretar un

150
discurso particular— tenga contacto con los conocimientos del archivo permanente, de modo que la

definitud a lo largo de un diálogo depende de la accesibilidad referencial que brinda la combinación

de ambos archivos.

Las dos formas de conocimiento anteriormente propuestas por Givón basan la definitud en

cuestiones ajenas a los contenidos de un discurso específico. Sin embargo, así como es necesaria la

existencia de un conocimiento léxico-genérico que garantice la accesibilidad definida de algunos

miembros del “mundo representado” por los hablantes, también se necesita que la información que

se viene presentando continuamente en la conversación esté almacenada en un archivo activado con

el fin de mantenerla fluida (esta información incluye el número de referentes, extensión del

discurso, profusión de coherencia, protagonismo de los individuos mencionados, etc.). Así, para lo

que más concierne a los artículos, el conocimiento del texto actual es una selección de sustantivos

que aparecen progresivamente en el discurso sobre los que hay algún tipo de asunción respecto a su

existencia (individual, genérica, etc.).

No obstante, es necesario reconocer que la preeminencia del conocimiento del texto actual no radica

solo en que da cuenta de la mayoría de las formas referenciales en un diálogo, sino en que toma

información de las otras dos formas de conocimiento. En efecto, el conocimiento del texto actual se

superpone al léxico-genérico de dos maneras (Givón 1984: 401):

a. La información específica que el discurso comunica puede hacerse parte del archivo

permanente. Por ejemplo, un accidente o un viaje sufrido por una persona, si poseen una

gran relevancia (digamos, por sus consecuencias) en la vida de esta, puede convertirse en

algo definido (P. ej. en la frase Luego del accidente nunca volvió a ser el mismo).

151
b. Los términos en el texto actual que son referenciales y específicos tienen el mismo estatus

que los elementos específicos o globalmente accesibles del archivo permanente. Dicho de

otro modo, el archivo activo puede tomar elementos del permanente. Puede pasarse

libremente de uno al otro. Así, los términos del archivo permanente se recogen en este con

el fin de mantener clara la modalidad referencial.

Por último, la accesibilidad referencial de los sustantivos que ingresan al texto actual no se

mantiene idéntica a lo largo del desarrollo de un discurso particular. Influyen en esto cuánto

conocemos del texto actual y la extensión efectiva del discurso particular (hay restricciones de

memoria: los elementos que no se refuerzan tienden a perder su definitud); el grado de especificidad

estructural del conocimiento del texto actual (es decir, la forma en la que se da la coherencia

referencial en un texto, presencia de términos específicamente referenciales, sinónimos, etc.); y por

la importancia o referencialidad de un referente en el discurso (su ubicación como tópico).19

3.2.4. Organización de la mente del individuo frente a la organización del diálogo: dos

cuestiones fundamentales sobre la determinación

Las apreciaciones de Givón sobre el papel del universo del discurso y los tres tipos de conocimiento

disponibles para lograr la accesibilidad referencial han sido útiles para comprender discursivamente

el fenómeno de la definitud y la indefinitud. No obstante, todavía es posible pensar que, si bien

19
Como complemento a lo presentado por Givón, creo conveniente mencionar el orden que Cruse (2000: 315)
sugiere como el que sigue el oyente al buscar el referente definido de una expresión:
i. el discurso inmediatamente anterior al segmento que contiene la FN definida referencial
(búsqueda dentro de la memoria de corto y largo plazo).
ii. situación inmediata (comúnmente el espacio que está disponible a los sentidos).
iii. situación más amplia (episodios previos o eventos precedentes si bien no en un tiempo contiguo
al momento de la enunciación del hablante).
iv. memoria/conocimiento general del mundo.

Según este autor, es más lógico preferir el ámbito discursivo y dejar la presencia del conocimiento general en
último lugar, lo cual resulta una conclusión compatible con los postulados de la teoría de la relevancia
(Sperber y Wilson 1986).

152
cualquier hablante tiene expectativas sobre lo que el oyente conoce, estas son posteriores al hecho

de que los hablantes enuncian desde lo que ellos sí conocen. El no haberse señalado esto puede

conducir a una suerte de conflicto en la definición de los determinantes: ¿esta obedece a una

cuestión representacional; es decir, a la concepción que un hablante particular hace de una entidad

según sus conocimientos (la elaboración de una instancia a partir de un tipo)?; ¿o más bien, la

definición se funda en el proceso comunicativo; es decir, en la situación especifica en la que se

enuncia y las suposiciones que los hablantes hacen considerando el conocimiento que tienen los

oyentes sobre las entidades que se presentan en el discurso?

Creo que la primera opción, que enfatiza lo representacional y al hablante, podría tildarse, de modo

algo extremo, por cierto, como solipsista. Por ejemplo, si un hablante habla de un perro, este animal

bien puede no estar como definido en su conocimiento léxico-genérico, ni haber sido evocado con

anterioridad dentro del texto actual. Por consiguiente, el hablante piensa en el perro como no

definido —y a continuación lo presenta de ese modo: un perro—. Esto significaría que la

indefinitud y la definitud podrían no basarse en una consideración a los oyentes, sino en una

particular disposición del conocimiento sobre un objeto que nos lleva, como hablantes, a expresarlo

de una de esas dos formas.

Por otra parte, la segunda opción para definir la determinación propone un punto de vista

dialogicista. Bajo esta consideración, todo acto de habla supone un destinatario cuyo conocimiento

esta siempre en consideración de aquel que habla. El hablante solo puede suponer desde una

aproximación a lo que hay en la mente del que escucha. Por lo tanto, considerando que el lenguaje

no puede ser ajeno a su función comunicativa, los hablantes disponen de formas precisas para

introducir elementos en sus discursos: el determinante definido se emplea para lo que se asume

como conocido por el auditorio en tanto un individuo fijo, y el indefinido para aquello que recién se

pone a consideración de la conciencia del auditorio.

153
Es necesario evaluar cuál es el papel que les corresponde a estas definiciones. Como ya se presentó

a lo largo de este capítulo, ninguna teoría sobre la determinación puede estar completa si no se

considera la naturaleza comunicativa del lenguaje. No obstante, es también indispensable tener en

cuenta el papel que cumplen la cognición de un individuo, que es también parte central de la

naturaleza del lenguaje. Por ejemplo, considérese que nombrar a una entidad dentro de un

intercambio comunicativo es diferente que estar reflexionando o “hablando con nosotros mismos”.

Por ejemplo, si pienso:

(7) Un perro me mordió, así que será mejor ir al médico por si hay que vacunarme contra la
rabia.

entonces, yo, que sé muy bien que ese perro posee una referencia única, lo concibo en tanto

miembro de una clase que incluye otros perros, con lo cual se presupone al género (cf. figura 9b);

desde ahí asumo que cualquier miembro de la clase puede poseer la propiedad de infectar la rabia.

Por otra parte, si le cuento a alguien que no sabe nada de lo que me ha pasado últimamente lo

siguiente:

(8) Un perro me mordió ayer.

A pesar de que yo tenga un referente fijo y único en mi conocimiento para ese individuo, sé que mi

interlocutor debe identificar al animal a partir de mis palabras, pues es seguro que no lo tiene

presente. Por este motivo, propongo que el proceso de identificación de cualquier ente pasa, en caso

de que uno suponga que no está en la mente del oyente, por proponer primero el género y luego el

individuo. Esto significa que la identidad de un ente se presenta desde el entorno de existencia que

lo rodea (un perro es una instancia x de la clase perro). Esta lectura genérica (en este sentido de

154
clase y no en el que se criticó en el punto 3.1.2) concuerda con la definición cognitiva del artículo

indefinido. Desde allí, ya hay bases firmes para pensar en un individuo preciso (que será presentado

sucesivamente como “el perro”, “ese perro”, etc.).

En conclusión, el problema del “solipsismo” —o, mejor dicho, la preeminencia de la organización

conceptual en la mente del individuo— frente al dialogicismo se resuelve desde una perspectiva

conjunta más realista y menos extrema: la base de cualquier acto lingüístico es cognitivo-

representacional; inmediatamente después se hace uso de esas representaciones en una situación

comunicativa específica. Esto último obedece a que ciertas formas cognitivas son sumamente

adecuadas para las situaciones en las que se da la comunicación. Por ejemplo, la aparición de una

entidad en la mente del que escucha no puede darse desde un ente fijo y único, ya que a él se llega

desde la especificidad de la singularidad referencial. Hay que proponer primero el género al que ese

individuo pertenece, de este modo el hablante puede construir la forma de identificación básica de

cualquier individuo: es una instancia de un tipo abstracto. Este conocimiento siempre está en la

mente como parte del léxico, según lo visto en la definición nocional del sustantivo.

De este modo, las consideraciones de los determinantes en una postura dialogicista son el resultado

predecible del uso inmediato que se da a un enunciado en la comunicación: poner algo a

conocimiento del que oye. El uso es siempre una posibilidad favorecida por la forma (de modo que

no hay arbitrariedad, sino por el contrario pura motivación).

3.3. La determinación y los modos proposicionales

Como última parte de este capítulo se presentará la relación entre las modalidades proposicionales y

la determinación, especialmente la indefinida. Es importante notar que la noción de modo

proposicional alude a la relación que hay entre toda una oración (o proposición, en términos

lógicos) y los posibles estados del mundo sobre el que ella habla. Tradicionalmente, estas relaciones

155
se establecían mediante valores de verdad. De esta forma, una oración/proposición podía expresar

una verdad, una falsedad o una posibilidad;20 es decir, una proposición puede ser una afirmación,

una negación, o una forma condicional. No obstante, si privilegiamos una visión del lenguaje en la

que las proposiciones están enmarcadas en un discurso, y este se guía por las expectativas,

presuposiciones e interacción del hablante y el oyente, esta visión de las modalidades

proposicionales deberá variar.

Las modalidades, según Givón (1984: 253) pueden ser parte de un contrato epistémico establecido

por hablante y oyente al comunicarse. De esta manera, antes que una verdad o falsedad, los

hablantes dialogan a partir de actitudes sobre la información que transmiten sus oraciones, ya que

estas están dentro de un contexto informativo más amplio (situacional y cognitivo). De esta manera,

la siguiente formulación de las modalidades proposicionales es capaz de subsumir los distintos tipos

de verdad:

Modalidades proposicionales a partir del acuerdo comunicativo

a. Conocimiento indiscutido (incluye verdad necesaria, analítica y presupuesta):


una idea no necesariamente expresada se concibe como necesaria por acuerdo
previo.
b. Conocimiento real afirmado (incluye verdad factual/sintética):
(i) Afirmativo: Una idea se afirma fuertemente como verdadera.
(ii) Negativo: Una idea se afirma fuertemente como falsa.
c. Conocimiento irreal afirmado (incluye verdad posible/condicional): Una idea
se afirma débilmente como posiblemente verdadera.

Así, la idea de modalidades proposicionales para estos tres tipos incluirá como una actitud el grado

de fuerza con el que el hablante cree lo que afirma, así como las consecuencias que esto tiene para

el interlocutor (este puede compartir las mismas creencias, necesitar pruebas o simplemente dudar

20
La noción de verdad en términos tradicionales estaba dividida de la siguiente forma (cf. Givón 1984: 252):
a. Verdad necesaria (o verdad analítica en términos kantianos)
b. Verdad factual (o verdad sintética en términos kantianos)
c. Verdad posible (o verdad condicional en términos kantianos)

Ninguna de las anteriores se relaciona con la noción de falsedad, que es, en sentido estricto la contrario de
cualquier afirmación que se tiene por cierta.

156
de la realidad de lo oído). Para simplificar estos términos, Givón (1984: 255) llamará al primer tipo

de modalidad presuposición; el segundo será aserción real (afirmativa) y aserción negativa;

mientras que el último quedará como aserción irreal. Si no se requiere de una distinción para

analizar las aserciones reales e irreales, sencillamente la distinción se hará entre presuposición (no

aserción) y aserción.

3.3.1. Modalidad fáctica, no-fáctica y referencia

Como ya se ha propuesto, las modalidades proposicionales de las lenguas naturales pueden ser

divididas en cuatro:

a. Presuposiciones.

b. Aserciones reales

c. Aserciones negativas

d. Aserciones irreales

No obstante, es natural asumir que (a) y (b) pueden agruparse en una categoría más general, la de la

modalidad proposicional fáctica (FACT), mientras que (c) y (d) caben dentro de la modalidad

proposicional no fáctica (NO-FACT). Esta división resultará sumamente adecuada, pues permite

ver cómo la referencialidad o no referencialidad de una FN indefinida (forma de ambigüedad que

recibe el nombre específico de opacidad referencial) depende estrechamente de las modalidades

proposicionales.

Es posible establecer una regla general para la relación entre la referencialidad de las FN y las

modalidades proposicionales que las contengan. De este modo, al interior de una oración donde

predomine la modalidad fáctica, las FN solo pueden ser referenciales (así sean indefinidas). Por su

parte, dentro de una oración con modalidad no fáctica, las FN pueden ser referenciales o no

referenciales. Los ejemplos que Givón da son los siguientes (1984: 391):

157
1. Presuposición (FACT): María lamenta que haya visto un águila [implica que Maria vio
un águila particular que el hablante asume como existente]

2. Aserción real (FACT): María vio un águila [implica que el águila que María vio es
particular y existente]

3. Aserción irreal (NO FACT): María verá un águila.


i. [...porque en ese lugar hay un águila que hace su nido. Implica que María verá un
águila particular sobre la que el hablante afirma que existe]

ii. [...si va por ahí, porque en ese lugar hay bastantes águilas. No implica que María
vaya a ver un águila específica, sino a cualquier miembro de la clase “águila”]

4. Aserción negativa (NO FACT): María no vio un águila en todo su viaje a Estados
Unidos. [Implica únicamente que no existe un águila particular que María haya visto; es
decir, no vio ningún miembro de la clase “águila”]

Para el autor, las modalidades fácticas son neutras, mientras que las no fácticas son marcadas. Es

decir, las primeras son asumidas “por defecto”, mientras que las segundas requieren de

especificaciones contextuales más detalladas. Givón (2001: 442) enuncia así esta regla de marcado:

«Nominals may be interpreted non-referentially only if they are under the scope of some non-fact

modality. Otherwise, they must be interpreted referentially» [cursivas del autor].21

Esto, a mi juicio, significa que lo marcado (o si se quiere, lo no prototípico) es una extensión

contextualmente determinada de una forma suficientemente abstracta: el esquema que produce la

clase sustantivo como, básicamente, una clase de objetos antes que como individuos específicos. La

más importante de las consecuencias del carácter marcado de las modalidades no fácticas es que la

referencialidad o no referencialidad de las FN debe especificarse de modo ordenado: el entorno

pragmático o contextual es más explícito (da más información) para las FN no referenciales, de lo

que se deduce que las FN referenciales son las que usan por defecto en los demás casos.

21
«Las construcciones nominales pueden ser interpretadas no referencialmente solo si están bajo el alcance de
una modalidad no fáctica. De lo contrario, deben interpretarse referencialmente».

158
Si bien esta división me parece adecuada, se muestra muy rígida con el trato a las aserciones

negativas. Según Givón (1984: 332), las aserciones negativas eliminan la interpretación referencial

no definida para las FN, que era posible tanto en la modalidad fáctica como la no fáctica. Más

adelante (1984: 333), matiza esta afirmación diciendo que si bien la gran mayoría de lenguas posee

la restricción antedicha, todavía existen algunas como el inglés —y el español como

ejemplificaremos aquí— que pueden usar frases negadas con FN como expresiones referenciales

indefinidas:

(9) Estoy molesto porque en esa librería tan famosa no encontré un libro.
i. No hay un libro que buscaba con interés (indef. ref.)
ii. No hay un solo libro en esta librería. (indef. no ref.)

(10) Estoy molesto porque no encontré ningún libro. (indef. no ref.)

Aquí se muestra un claro contraste: (9) puede aludir a un libro específico —hace referencia a un

objeto particular—, mientras que (10) no alude a ningún objeto preciso, exactamente la

interpretación que Givón asume para los oraciones negativas.22 No obstante, para precisar estos

conceptos, hay que notar que (9) posee clara opacidad referencial por porque el verbo encontrar

tiene un contenido fáctico inherente reforzado por la presuposición: “si encuentras algo es

porque lo has buscado”. De modo que, si bien la negación impone la modalidad no fáctica, el

verbo posee una fuerza fáctica que supera la imposición de la negación.

22
Adviértase que la forma indefinida negativa ningún es “más fuerte” como no referencial que un simple
indefinido (un). En efecto, la no referencialidad de (9) se entiende como la ausencia de un ejemplar
cualquiera, por extensión, es la ausencia de cualquier ejemplar. Puede notarse, además, que la negación de
una FN con artículo indefinido se aproxima mucho a una lectura con el numeral uno. Por ejemplo, el numeral
puede acentuarse para enfatizar la cantidad: Te dije que trajeras DOS libros, no uno solo. La negación en (9)
admite (yo creo que incluso prefiere) el énfasis en el artículo, con lo que en realidad estaríamos frente a un
numeral: Fui a esa librería tan famosa y no encontré UN libro [ni uno solo]. No obstante, estamos frente a un
caso límite, en el que la intuición tiende a entender por momentos un indefinido (con la lectura de cualquiera
ya propuesta) o la lectura de un numeral enfatizado (aunque sea levemente). Aquí solo me queda decir que el
lenguaje está lleno de puntos que se parecen a las ilusiones ópticas o al vaso “medio vacío” o “medio lleno”
que se discutió en el capítulo 1. Cf. infra, sección 4.2.1, para un breve análisis diacrónico de la relación entre
el numeral uno y el artículo indefinido.

159
Si a continuación observamos (11) y (12), veremos cómo influye en la interpretación referencial y

en la no referencial la presencia de una frase relativa que modifica y que sirve como contexto de

interpretación para la referencia de una FN (además, dichas frases son también formas de

determinantes en un nivel conceptual. Cf. Seiler 1976: 308 y ss.):

(11) Estoy molesto porque no encontré un libro que quería leer en mis vacaciones. (Ref. indef.)

(12) Estoy molesto porque no encontré un libro que valga la pena para leer en mis vacaciones.
(No ref. indef.)

Como puede notarse, en ambos casos la presencia de la frase relativa aumenta la facilidad con la

que reconocemos la referencialidad o no referencialidad de la FN. En efecto, el uso de un verbo

indicativo (modalidad fáctica) en (11) parece responder a que el hablante considera que un libro es

referencial; mientras que, al usar el verbo valga en modo subjuntivo (modalidad no fáctica), se esta

asumiendo la FN como no referencial.

Respecto de los alcances de la modalidad negativa sobre la referencia, Givón (1984: 333) sostiene

que pragmáticamente, una frase negativa aparece una vez que ya se ha discutido una forma

afirmativa (o bien está presupuesta o es familiar en el entorno). De este modo, si los argumentos

presentes en las afirmaciones que anteceden pragmáticamente a la negación son referenciales (ya

sean definidos o indefinidos), una posterior aparición de estos, ya dentro de una frase negativa, no

puede ser como una forma referencial indefinida. Hay que recordar que la definitud aparece por

defecto una vez que el oyente está familiarizado con los participantes del discurso, y la aparente

necesidad de una afirmación previa a la negación garantiza está condición. No obstante, contra lo

que Givón cree, la negación no tiene que ser una construcción que presuponga siempre una

afirmación, si bien ese comportamiento es el más común y general en cuanto a su uso.23 La

23
Sin embargo, es evidente que si el presupuesto está presente, entonces, la aserción negativa no aceptará una
FN referencial indefinida, por ejemplo:

160
negación puede introducir información totalmente nueva en el discurso, sin negar presupuesto

alguno: la negación es un hecho “positivo” (si cabe tal modo de expresión), tal y como muestran las

oraciones (9) y (11). Basta que el hablante tenga en mente la ausencia de un elemento específico

para poder introducirlo como una FN referencial indefinida, como en este diálogo.

A. Vamos a perder esta batalla: ¡el imperio galáctico nos destruirá!


B. No lo creo, no. Ellos no tienen una cosa ref. indef.: ¡el cañón protónico!

3.3.2. Formas lingüísticas, modalidades no fácticas y referencia

Distintas formas lingüísticas contribuyen a establecer modalidades no fácticas en los enunciados y

esto influirá decisivamente en la posibilidad o imposibilidad de interpretaciones no referenciales en

las FN. A continuación, siguiendo la descripción que hace Givón (1984: 393-397, 2001: 442-449),

presentaré un inventario de las más importantes formas lingüísticas relacionadas con modalidades

proposicionales que influyen en la referencia: tiempo y aspecto, verbos implicativos y sus

complementos, complementos de verbos de percepción y cognición, operadores modales, cláusulas

adverbiales irreales, predicados nominales y actos de habla no declarativos.

a. Mientras que el tiempo pasado de aspecto perfectivo (i.e. el pretérito indefinido) y el presente

perfecto y el progresivo son representantes de la modalidad fáctica, las formas en futuro y las

construcciones verbales habituales son modos no fácticos. Esto último ocurre porque dichas

formas crean un espacio “irreal” (lo habitual se basa en una generalización a partir de

repeticiones múltiples, de modo que no es absolutamente cierto que lo habitual ocurra siempre

de hecho). Por ejemplo, decir El está comiendo un plato de lentejas solo puede admitir la

lectura referencial de la FN objeto directo; por el contrario, la forma simple del presente, que

—¿María escribió un cuento?


—No, María no escribió un cuento. [Solo puede ser la interpretación no referencial]

161
tiene interpretación habitual, permite la opacidad: Él visita a un amigo cada vez que viene al

pueblo.

b. Si bien la mayoría de verbos transitivos exige la presencia de un objeto directo con

interpretación definida; existe un grupo de verbos llamados no implicativos que, siendo

transitivos, admiten como objeto directo (OD) una FN indefinida y no referencial. Son verbos

como buscar, querer, imaginar, soñar, que actúan como una modalidad irreal/NO FACT

respecto de las FN que están bajo su alcance. Esto se debe a que estos verbos pueden “crear”

mundos diferentes del real (lo cual se puede entender como espacios mentales irreales. Cf. infra

4.1.1). Por ejemplo, en Manuel está buscando un alicate ref. indef./ no ref. indef. el OD posee opacidad

referencial.

c. Los verbos modales presentan también la distinción implicativo-no implicativo. Esto afectará

del mismo modo la interpretación referencial o no referencial de las FN indefinidas. Con un

verbo modal implicativo como consiguió se tiene una modalidad fáctica para la oración, con lo

que la lectura referencial es la única permitida: Lupe consiguió deshacerse de una plaga ref. indef..

Por el contrario, con un verbo modal no implicativo caben los argumentos no referenciales en

su complemento. Por ejemplo, Rocío quiere comer una hamburguesa ref. indef./no ref. indef. no

presupone que ella haya comido alguna hamburguesa. Al no ser una expresión que dispare

presuposiciones, su modalidad es NO FACT. Por eso, la hamburguesa en cuestión puede ser

una particular o cualquiera.

El mismo hecho se da con verbos de manipulación. Mientras que el uso de uno implicativo

establece la modalidad FACT y, con eso, la interpretación referencial, el uso de uno no

implicativo produce la modalidad NO FACT y las consecuencias ya conocidas. Por ejemplo, la

diferencia entre (13) y (14) está en que hacer es un verbo de manipulación implicativo,

162
mientras que pedir es uno no implicativo (puede haberse referido a una hamburguesa en

particular o haber sugerido que coma cualquiera).

(13) Isabel hizo que Víctor se comiera una hamburguesa ref. indef.

(14) Isabel le pidió a Víctor que se comiera una hamburguesa ref. indef./no ref. indef.

Por extensión, los operadores modales —verbos auxiliares— que presentan un hecho como

probable o en tanto una obligación (poder, deber, haber de, etc.) impondrán la modalidad

irreal, por ende NO FACT. Del mismo modo, los adverbios o frases preposicionales oracionales

que señalan la probabilidad de los eventos de una proposición (probablemente, tal vez, quizás,

etc.) imponen esa misma modalidad. Esto puede verse en frases como:

(15) Ella puede comerse un plato de lentejas.


i. el que he dejado sobre la cocina ref. indef.
ii. porque hay lentejas y puede prepararse uno no ref. indef.

(16) Quizás hoy encuentre un billete de 100 dólares.


i. el que perdí en mi cuarto ref. indef.
ii. porque mi horóscopo dice que hoy tendré dinero inesperadamente no ref. indef.

d. Los verbos de percepción y cognición poseen también distintas modalidades. Los de tipo

factivo, como saber, lamentar, etc., disparan presuposiciones, por lo que tienen modalidad real/

FACT e impiden la aparición de FN no referenciales. Por ejemplo, en Liliana lamentó haber

leído una carta, la carta solo puede ser una específica y no cualquiera. En cambio, los de tipo

no factivo imponen la modalidad irreal/NO FACT a sus complementos. Tenemos el caso de

Ella piensa que él ha leído una carta, donde puede tratarse de una carta específica o una entre

muchas que están dentro de, por decir, el escritorio de alguien.

e. Las cláusulas adverbiales pueden estar bajo el alcance de presuposiciones (FACT), modos

irreales o negación (NO FACT). En el primer caso, tenemos cláusulas temporales (cuando,

163
mientras, etc.) con verbo en pasado y aspecto perfecto; cláusulas concesivas (aunque, a pesar

de que, aun cuando, etc.); y cláusulas causales (porque, debido a que, etc.). Por ejemplo, en la

oración (17) tenemos que un disco solo puede ser uno específico por hallarse dentro de una

cláusula temporal.

(17) Cuando Pedro trajo un disco ref. indef. para la fiesta, ya todos se habían ido.

No obstante, debemos notar que la combinación de distintas formas que disparan modos

proposicionales contrastantes puede entrar en juego. Por ejemplo, (18) es análoga a (17) pero

introduce un verbo no implicativo (buscar), el cual dispara la modalidad irreal/NO FACT; sin

embargo, la lectura no referencial no se sostiene tan bien, con lo que prima el alcance de la

cláusula temporal.

(18) Cuando Pedro buscó un disco ref. indef./?? no ref. indef. todos se dieron cuenta de que era un
desordenado.

i. Un disco que quería poner de todas maneras en la fiesta.


ii. ? Un disco cualquiera, porque la música ya estaba aburrida.

Con respecto al segundo caso, las formas irreales, tenemos cláusulas temporales para oraciones

principales en futuro, las cláusulas condicionales con si, y cláusulas de finalidad (para que, a

fin de que, etc.). Es notable que bajo estas formas, las lecturas no referenciales sean las más

fuertes. Esto obedece al carácter marcadamente no referencial de los elementos que,

representados por una FN, se consideran posibilidades (no objetos claramente disponibles)

para obtener algo. Además de que es bastante difícil usar una cláusula subordinada como medio

para introducir un argumento (medio por el cual las formas indefinidas referenciales aparecen

más fácilmente).

(19) Cuando tengas un sueldo propio no ref. indef., te irás de la casa y vivirás solo.

164
(20) Si estudias una carrera técnica no ref. indef., podrás encontrar trabajo más fácilmente.

(21) Para que tengas un buen sueldo no ref. indef., tendrás que prepararte muy bien.

Si analizamos el caso de las cláusulas condicionales, se podrá apreciar que estas impiden en

gran medida la lectura referencial indefinida de una FN de modo mucho más claro que la

negación, como proponía Givón. Por ejemplo, apoyados por un verbo implicativo como

encontrar (sobre el cual ya he propuesto características especiales al analizar la oración (9) en

este capítulo) tenemos las siguientes oraciones:

(22) Si José Manuel encuentra un libro no ref. indef., lo va a botar.

(23) Si José Manuel encuentra un libro, se lo va a regalar a ustedes.


i. uno que hace tiempo quiere sacar de su colección (ref. indef.)
ii. uno que el crea que ustedes pueden querer (no ref. indef.)

En (22) el OD un libro es no referencial;24 pero en (23) podemos notar que nada impide que el

hablante sepa que hay en la colección de José Manuel un libro en particular que hace tiempo

quiere regalar porque no le gusta. Creo que (23) es más marcada que (22), lo que quiere decir

que la forma referencial indefinida es mucho menos natural en la prótasis de las oraciones

condicionales: se necesitó de mucho más contexto y, más aun, de un conocimiento muy preciso

de parte del hablante.

f. Los predicados nominales o atributos son un contexto gramatical que dispara una modalidad

irreal/NO FACT. Dentro de estos predicados caben formas referenciales definidas, referenciales

indefinidas, no referenciales. Sobre la última forma habrá que plantear una pregunta

24
Si bien soy consciente de que parece posible interpretar un libro en (22) como “un libro que el odia desde
hace tiempo”, me inclino por entender dicha lectura como muy débil. Me parece intuitivamente más natural
asumir la no referencialidad en este caso.

165
importante: ¿hay solo una forma de ser no referencial, es decir, no referencial indefinido?

Obsérvese las siguientes oraciones:

(24) Mi primo es el pintor. (ref. def.)

(25) Mi primo es un pintor [del que te hablé muchas veces]. (ref. indef.)

(26) Mi primo es un pintor. (no ref., ¿uso atributivo?)

(27) Mi primo es pintor. (no ref. uso atributivo)

Comúnmente, la interpretación con artículo indefinido en (26) se llama atributiva (cf. Givón

2001: 448). No obstante, no es claro si debemos considerar a (27) una forma atributiva al

mismo nivel que (26) basándonos en que “no referencial” quiere decir que no podemos

referirnos a un objeto preciso de la realidad. En efecto, un pintor en (26) representa un objeto

particular: el artículo un señala la existencia de un individuo entre muchos otros idénticos, un

miembro de la clase. Por esa razón, la imprecisión de ese objeto, no puede compararse con la

referencialidad de (25), donde un pintor del que te hablé muchas veces refiere de modo más

específico al mismo individuo que la FN mi primo, un individuo distinguible entre los demás.

Por su parte, el uso predicativo de (26) no tiene el nivel de no referencialidad de (27): en este

último, el sustantivo no se interpreta como algún individuo —conocido o desconocido, único o

alguno de los posibles entre los demás miembros de la clase—, más bien señala una forma

abstracta que no parece estar dentro del dominio de instanciación: el tipo.

Estos casos, ya anticipados en la discusiones sobre las FN predicativas (cf. supra 2.3) y las

imprecisiones del término genérico (cf. supra 3.1.2) deberán analizarse en el siguiente capítulo

bajo la luz del tipo de predicación que establece un verbo como ser y el tipo de sustantivo que

es pintor.

166
g. Por último, los actos de habla no declarativos son también enunciados que caen dentro de la

modalidad NO FACT. Los imperativos y las oraciones interrogativas de tipo sí/no guardan

semejanza con frases con verbos de manipulación (cf. oraciones (13) y (14)), en tanto que

exigen una conducta o respuesta que no está todavía presente en la realidad (de ahí su

irrealidad, por proyectarse hacia el futuro). No obstante, hay que distinguir que los imperativos,

junto con las peticiones y las exhortaciones son auténticos actos de habla manipulativos

incluidos en la modalidad deóntica (Givón 2001: 446-447), mientras que las preguntas están

dentro de la modalidad epistémica. En una frase interrogativa sí/no podemos ver que caben

formas referenciales y no referenciales indefinidas.

(28) — Dicen que Claudia y Ernesto quieren comprar un departamento no ref. indef..
— ¿Quieren comprar un departamento no ref. indef.?

(29) — Hoy operaron a Fabio y le sacaron un coágulo ref. indef..


— ¿Le sacaron un coágulo ref. indef.?

Hay que notar que en estas formas interrogativas la irrealidad que se asume para algo cuya

existencia no conocemos (y por ende, es sobre lo que preguntamos) se matiza frente a las

presuposiciones. En (28) vemos que la pregunta se dispara frente a una afirmación donde un

departamento es preferiblemente no referencial (lectura reforzada por la forma impersonal

dicen que), por lo que en la pregunta se mantiene dicha no referencialidad. No obstante, en

(29), la pregunta es más bien una sorpresa, no busca verificar la existencia de una información

que, por la naturaleza implicativa de sacar, se considera real. De este modo, la interrogación

recoge una forma referencial y así la mantiene.

Por su parte, la forma del imperativo acepta nítidamente todas las formas de modalidad

referencial de las proposiciones NO FACT:

167
(30) Tráeme el libro de física (ref. def.)

(31) Tráeme un libro de física que dejé abajo. (ref. indef.)

(32) Tráeme un libro de física [pero que no sea muy complicado]. (no ref.)

Como podemos notar, en (31) los usos ref. indef. necesitan más contexto explícito; no obstante,

son posibles en un acto de habla normal.

Con respecto de las otras oraciones interrogativas, las que usan palabras interrogativas, debe

tomarse en cuenta que, así como en las preguntas sí/no, la presencia de presuposiciones y la

naturaleza irreal del acto de habla interrogativo hacen variable la interpretación de las FN. De

este modo, si tengo casos como (33) y (34), es más plausible la interpretación referencial de la

FN, mientras que un caso como (35) la interpretación no referencial es la preferida.

(33) — ¡Mira, lo que nos trajo el jardinero…. ¡


— ¿Y cuándo trajeron un pavo ref. indef.?

(34) ¿Dónde compró Arnaldo una camiseta tan bonita ref. indef.?

(35) ¿Cómo consigo un ticket no ref. indef. para este concierto?

En los casos de (33) y (34) estamos frente a situaciones donde la referencialidad está sujeta a la

evidente presencia de los objetos a los que nos referimos. En una, se asume que hay un pavo

frente a ambos interlocutores; mientras que en la otra, la camiseta es única pues es la que

Arnaldo compró (y este verbo es fuertemente implicativo por la noción de propiedad asociada

con ese tipo de evento) o es una que lleva puesta. Por su parte, (35) con un verbo no implicativo

como conseguir y la pregunta que asume la irrealidad del ticket (no tener el ticket es condición

para preguntar cómo se consigue uno) permiten que la lectura no referencial sea la preferida.

168
En conclusión, muchas veces el alcance FACT o NO FACT de las modalidades

proposicionales, tal como se han analizado aquí, nos muestran la necesidad de combinar

criterios, antes que seguirlos como fórmulas restrictivas. La sintaxis de las frases nominales

indefinidas se encuentra condicionada por numerosos factores que pueden resultar

contradictorios. Como hemos visto, podemos tener frases interrogativas (que disparan una

situación irreal), pero estas contienen formas verbales que asumen modalidades reales; o bien

podemos tener una negación, que dispara un modo marcadamente irreal, pero podemos asumir

enunciados previos que elicitan formas referenciales. Dicho de otro modo, los significados

asociados con las formas léxicas se combinan con las modalidades en las formas oracionales,

las que, a su vez, se inscriben dentro de presuposiciones o situaciones contextualmente

evidentes. Todo esto conduce a una sutil combinación de valores que favorecen a veces la

lectura referencial y otras la no referencial. En el siguiente capítulo se analizarán los usos

genéricos de frases nominales con artículo definido, indefinido y no determinadas con el

objetivo de dar una explicación conceptual que asuma la evidente importancia,

complementariedad y hasta contraposición de los diversos factores propuestos en 3.3.2.

169
CAPÍTULO 4
FRASES NOMINALES DEFINIDAS, INDEFINIDAS Y NO DETERMINADAS: ANÁLISIS
DE CASOS GENÉRICOS DESDE UNA PERSPECTIVA COGNITIVO-DISCURSIVA

4.1. Frases nominales definidas genéricas

4.1.1. Espacios mentales y la noción de contacto mental

En el capítulo anterior hemos seguido las ideas de Givón (1984, 2001) para proponer qué tipo de

conocimientos posee el oyente para entender una FN como referencial o no referencial, dentro de la

definitud o indefinitud que proponen los artículos definido e indefinido, respectivamente. Sin

embargo, no se ahondó más en el tipo de construcción mental dentro del cual se asume que una

instancia es definida o indefinida. Dicho tipo de construcción ha de ser una forma elaborada de

concepto afín a los MCI de Lakoff (1987) (cf. supra 1.4.1).

Sobre este punto, Langacker (1991: Cap. 3), siguiendo a Fauconnier, señala que entender la

definitud e indefinitud de la FN requiere de una teoría mentalista sobre la referencia de los

sustantivos. Esta propuesta se desarrolla bajo el marco de los espacios mentales (Fauconnier 1994:

Cap. 1). Un espacio mental es una situación (real o figurada) de distinto grado de complejidad que

comprende un conjunto de elementos, roles, propiedades, estrategias y las relaciones de inclusión o

identidad que se dan entre estos. La producción e interpretación del discurso se da mediante la

construcción de redes jerárquicas de espacios mentales. Uno de los postulados básicos de la teoría

de Fauconnier es que el lenguaje no transmite el significado, sino que lo guía (1994: xxii). Por ende,

las oraciones deben considerarse formas subespecificadas que empujan a los oyentes a elaborar

significados apropiados, a partir de diversos conocimientos previos y del contexto.

170
Típicamente, son los morfemas gramaticales los que se consideran las instrucciones para la

construcción de espacios, la introducción de elementos dentro de estos, la distribución de

conocimientos sobre los espacios dados, el establecimiento de relaciones y enlaces entre ellos y la

accesibilidad al conocimiento dentro de un espacio a partir de otros espacios. Sin embargo, los

espacios mentales no se forman solo mediante expresiones léxicas o morfológicas como, por

ejemplo, los verbos de actitud proposicional (o verbos de cognición y percepción estudiados en

3.3.2 d), los determinantes, etc.; también debemos considerar dentro de esta lista los medios

pragmático-discursivos, culturales y contextuales (Fauconnier 1994: xxxiv).

Para caracterizar la definitud de un artículo se necesita un espacio del discurso actual (Langacker

1991: 97). Este espacio mental comprende los elementos y sus relaciones construidos de manera

compartida por el hablante y el oyente como base de la comunicación en algún momento dado del

flujo comunicativo. Las entidades que constituyen el espacio discursivo encajan en lo que se

entiende como la discusión presente y son inmediatamente disponibles para la conciencia del

hablante y el oyente. De este modo, la realidad presente o el contexto físico inmediato pueden

considerarse el espacio del discurso por defecto, aunque siempre ocurran cambios según se

desarrolle el discurso o se trasladen sus focos de atención y sus supuestos.

Estrechamente relacionada con lo anterior, se presenta la noción de contacto mental.1 Este se

define como la selección que se hace de una entidad para su conocimiento consciente e individual

dentro del actual estado psicológico del que conceptualiza. Es muy importante resaltar que el objeto

con el que se toma contacto mental puede no estar en la realidad, sino en cualquier otro

1
Puede considerarse esta noción como análoga a la de conocimiento del texto actual o archivo activo que
propuso Givón (cf. supra 3.2.3). No obstante, el contacto mental apela más al conocimiento que poseen
incluso de modo independiente tanto el hablante como el oyente, y no solo a lo extraído del discurso.

171
espacio mental.2 Tampoco es necesario saber nada específico de él, basta con que se mencione al

objeto para que un oyente tenga contacto con el concepto correspondiente.

Mediante esos términos, unidos a la noción de tipo e instancia, Langacker propone la siguiente

caracterización del significado de un artículo definido:

El uso del artículo definido con el tipo T en una construcción nominal implica que (1) la
instancia designada ti de T es única y máxima en relación con el actual espacio del discurso;
(2) el hablante tiene contacto mental con ti; y (3) el oyente tiene contacto mental con ti o la
construcción nominal es suficiente para establecerlo. (Langacker 1991: 98)

Esta forma de ver el artículo definido unifica con precisión sus aspectos cognitivos y discursivos:

primero, el artículo selecciona una instancia de modo único y separado de las demás de su clase;

segundo, existen condiciones discursivas hondamente ligadas al conocimiento de los objetos

referidos que permiten el acceso a una instancia única. En consecuencia, el artículo permite que

tanto hablante como oyente tomen contacto mental con la misma instancia representada por un

sustantivo, no importa qué tan distinto sea el conocimiento que tengan sobre esa entidad. Lo

fundamental es que ambos ya se encuentren conscientes de la existencia de la instancia aludida. De

este modo, la oración (8) en 3.2.4 del capítulo anterior puede ampliarse aquí del siguiente modo:

(1) Un perro me mordió ayer. Creo que el perro tenía rabia.

Tanto hablante como oyente tienen contacto mental con una instancia particular perro; el primero lo

trae a la mente desde su género (como parece ser por estrategia discursiva, cf. supra 3.2.4), y el

2
Por ejemplo, citando a Fauconnier (1994: 4-8) (quien a su vez toma el ejemplo de Jackendoff) una frase
como: La chica de ojos verdes tiene ojos marrones es contradictoria; no obstante, en un espacio mental
distinto, disparado por la FP En el cuadro de Jorge, es posible sostener una relación de identidad entre dos
espacios mentales distintos: el cuadro y la realidad que incluye el referente de la modelo, pero no el de la
representación gráfica. Así, En el cuadro de Jorge, la chica de ojos verdes tiene ojos marrones no representa
una contradicción.

172
segundo toma contacto mental solo por la primera oración en (1) (sabe únicamente que es el perro

que mordió al hablante).

No obstante, la noción de contacto mental está manejada por el hablante, quien es el que

dispone de la enunciación, si bien asumiendo ciertas expectativas o conocimientos previos del

oyente, como se explicó en el capítulo anterior. Por esta razón, debe destacarse que el entorno que

el hablante asume como próximo o inclusivo respecto del oyente es suficiente para suponer que este

posee automáticamente contacto mental con los objetos instanciados en el discurso. Así, mientras

que la simple forma ¡¡una serpiente!! es suficiente para presentar un objeto antes ignorado a la

conciencia del oyente en una situación de alerta, es menos normal decirle a alguien, con el mismo

fin:

(2) ?? ¡¡Cuidado con una serpiente!!

si el animal está delante del oyente. No obstante, uno puede decir sin mayores problemas y con el

mismo tenor de advertencia:

(3) ¡¡Tienes una serpiente cerca de ti!!

Mientras que, si la serpiente aparece sorpresivamente y nadie sospechaba que esta podría aparecer,

la siguiente forma es extraña:

(4) ?? ¡¡Tienes la serpiente cerca de ti!!

En este caso, puede sostenerse que una expresión como cuidado con implica la máxima conciencia

del oyente respecto al entorno. De este modo, a partir de un acto de habla de alerta, queda

173
licenciado cualquier uso del artículo definido, pese a que el oyente no haya tenido ningún contacto

mental previo con el objeto sobre el que se advierte.

Por otra parte, la forma cuidado con puede encabezar una recomendación (situación muy distinta

contextualmente a una alerta). En este caso, está claro que es más difícil encontrar un entorno

inmediato que justifique el uso del artículo definido para introducir a una entidad no conocida. Por

ende, tendremos formas con el artículo indefinido:3

(5) Cuidado con un lobo que puede atacarlos cuando vayan por el camino.

Por su parte, expresiones con el verbo tener como (3) y (4), si bien pueden usarse como “señal de

alarma”, no han convencionalizado en su significado la noción de contacto mental inmediato con el

entorno, ya que no deja que el artículo definido instancie lingüísticamente a cualquier objeto

próximo.

Así, pues, si bien el objeto sobre el que se advierte en una situación de peligro no está con

anterioridad en la conciencia del oyente, el mero hecho de que esté en presencia de aquel y que

sea considerado muy importante justifica para el hablante (quien es el que a partir de sus supuestos

estructura la semántica del enunciado) el uso del artículo definido.4

3
El conocimiento léxico-genérico combinado con la noción de espacio del discurso permite, por ejemplo, que
la mamá de Caperucita le advierta (no que la alerte, en el sentido ya expuesto) sobre el lobo que la abordará
en el bosque. Así, cuando le dice a su hija: “Cuidado con el lobo”, sabemos que habla de lo que puede
ocurrirle en el bosque y, suponemos por el espacio discursivo, que tanto la madre como la hija son
conscientes de que por ahí hay un lobo específico.
4
En este punto se ha ingresado a una discusión sobre los usos del artículo definido con entidades que no son
propiamente específicas por no haberse tenido un contacto mental previo. Para complementar esto, creo
necesario exponer, si bien marginalmente, algunas ideas sobre la interpretación de las FN definidas que
iluminarán la comprensión de la importancia del tipo de espacio mental en el que se realiza la determinación
de un sustantivo. En un interesantísimo artículo, Epstein (2002) llama la atención sobre ciertos usos no
referenciales del artículo definido que han pasado largo tiempo desapercibidos para la mayoría de
investigadores. Por ejemplo, señala que dichos artículos se emplean para “crear” entidades, antes no
existentes, que ingresan en el discurso por primera vez; es decir sin que hayan tenido un contacto mental

174
4.1.2. Definidos genéricos singulares

Parece un contrasentido hablar de formas definidas que sean, al mismo tiempo, genéricas. Es

necesario recordar que ni siquiera las formas definidas no genéricas, es decir, las referenciales son

exclusivamente usadas para objetos concretos y singulares. Las apreciaciones de Coseriu (1989),

una vez más, serán de gran ayuda para abordar este tema.

Para este autor, cualquier expresión referencial alude al lado objetivo del significado; pero ello

abarca tanto lo conceptual como lo real-concreto: «un nombre puede ser tanto denominación de un

concepto como denotación de un objeto» (1989: 196). El determinante, en consecuencia, actualiza

el significado en la denotación, pero no solo en objetos presentes en la realidad donde se hace la

referencia, sino también en objetos abstractos. Sin embargo, más adelante Coseriu sostendrá la

previo. A veces permiten destacar la importancia de algunos elementos frente a otros; establece algunos
referentes como roles, y otros como valores; permite la construcción de referentes desde distintos puntos de
vista, etc.

En pocas palabras, Epstein sustenta de modo muy convincente que el artículo definido no solo permite la
identificabilidad referencial única. En efecto, un par de ejemplos bastarán para notar a qué se refiere con este
tipo de usos. En primer lugar, la prominencia o importancia de un referente justifica su uso definido sin que
aluda a una instancia conocida para el oyente o que sea única. Por ejemplo, si un comentarista deportivo dice
Ese fue el tiro del partido, sabemos que hubo muchos tiros, pero ese al que se refiere tiene algo especial que
lo hace único. Del mismo modo, si alguien comienza su conversación diciendo Ayer estuve en EL (enfático)
restaurante: ¡tienen que ir! no hay ninguna instancia de restaurante en nuestra mente, pero el énfasis con el
que se enuncia ese lugar parece hacerlo único por una razón: su importancia (2002: 45-49).

En segundo lugar, cuando hablamos, pensamos los elementos a los que referiremos dentro de ciertos marcos
conceptuales (que a su vez son partes de los MCI). De este modo, es posible mencionar un sustantivo definido
en tanto que elabora un rol definido dentro del marco aludido. En ese sentido, si una persona entra en un
edificio público puede preguntar directamente ¿Dónde está el baño?, pues sabe que cualquier baño que se le
señale está solo como un valor más del rol específico que cumple en un edificio público: ser el baño (2002:
60-65).

En conclusión, Epstein señala que la accesibilidad de un referente único puede estar fuera de un espacio
mental que represente el mundo exterior o mundo real. Al contrario, pude ser que el hablante use el artículo
definido en contextos donde su intención explícita sea destacar cierta información para el oyente, aun cuando
esta no se relacione con una referencia única que trae a la mente en un plano puramente objetivo. De este
modo, concluye su artículo (2002: 76) diciendo que cuando los hablantes escogen una forma de
determinación, en este caso el artículo definido, eligen coordinar la referencia, pero, al mismo tiempo, están
buscando que el oyente acepte estos referentes de la manera en que aquel considera que se presentan desde su
punto de vista (referencial o meramente subjetivo). De este modo, un mundo no real puede ser el que se
encuentre en la perspectiva puramente subjetiva del hablante, y mediante las marcas gramaticales —en este
caso el artículo definido— se debe sugerir al oyente la construcción de un espacio mental de tal tipo.

175
diferencia entre el objeto y el concepto de modo tajante: «Por lo tanto [un concepto], solo puede

relacionarse y no identificarse con un “actual”. Y es, justamente, esa relación la que se revela en la

denotación» (1989: 296).

Sin embargo, la diferencia entre estos no es tajante. Los objetos concretos o “actuales”, como los

llama Coseriu, son construidos mentalmente. Poder pensar activamente esta percepción solo se

logra cuando la hemos reconocido como análoga a una categoría mental. Este proceso, en

términos de Langacker (1987: 69-70) se llama sanción; es decir, la relación de adecuación que hay

entre una estructura cognitiva y una estructura externa (ya percibida) que quiere representarse. De

este modo, lo concreto y lo conceptual que distingue Coseriu no están separados: son dos formas de

abarcar el mismo concepto, recogido a su vez en un sustantivo. En el uso lingüístico más común, el

referencial, una frase nominal determinada actualizará lo conceptual; pero en la base hemos

realizado operaciones cognitivas específicas sobre el mismo concepto “virtual”: aquellas que están

comprendidas por el contacto mental con una entidad reportada en el discurso como parte de la

realidad concreta. Entonces, ¿qué forma de contacto mental se establece cuando no hablamos de

una entidad dentro del mundo concreto, sino de una noción más general y no específica?

Cuando hablamos de formas definidas genéricas pensamos en ejemplos como los siguientes:

(6) El león es el más fuerte de los animales.

(7) La caza indiscriminada casi ha eliminado al león.5

5
Esta oración es claramente mejor que […] ha eliminado el león. Debe notarse que los objetos directos que
tienen la preposición a delante parecen ser no solo humanos, sino referenciales con una identidad clara. Esto
se nota cuando se tiene la forma Busco a un profesor frente a Busco un profesor, la primera es referencial
indefinida, mientras que la segunda se conoce como no-referencial.

176
La falta de diferenciación entre lo genérico y lo no-referencial ha llevado a creer a muchos

lingüistas y filósofos que las formas definidas genéricas son, al mismo tiempo, no referenciales,

exactamente en el sentido lógico de un predicado cuantificado universalmente (que se refiere a

todos los objetos que cubre el sustantivo). No obstante, ya se ha discutido (cf. 3.3.1) que la no

referencialidad incluye también a individuos (Busco un profesor de matemáticas para mi hijito), y a

las formas llamadas atributivas, que no caen dentro de lo individual ni lo grupal (Pepe es un

profesor o mejor Pepe es profesor). Sin embargo, las formas genéricas definidas no son, en

definitiva, diferentes a las formas propiamente referenciales.

Givón (1984: 406; 2001: 466-467) propone que las FN definidas genéricas son también

referenciales. Sin embargo, no lo son porque refieran a un miembro individual de una clase, sino

que más bien refieren al tipo mismo (o lo aluden, si se prefiere reservar el término referencia para

lo concreto). Esta forma de referencia que no toma un elemento del dominio de instanciación

requiere de la construcción de un espacio de tipo, tal y como se propuso anteriormente siguiendo a

Langacker (cf. supra 2.2.2., especialmente fig. 8).6

En efecto, contra lo que puede creerse, el que estas FN no aludan a un individuo en particular no es

impedimento para que su comportamiento sea idéntico al de las FN referenciales definidas. Por

ejemplo, Givón (1984: 406) indica que los genéricos definidos se emplean únicamente en contextos

comunicativos donde el referente se asume familiar o accesible al oyente, según todas las reglas de

la accesibilidad referencial. La única diferencia es que la referencia no se da sobre individuos, sino

sobre tipos, que ingresan al conocimiento del texto actual en tanto tipos, bien por el discurso

específico (por ejemplo, cuando hablamos de las propiedades de la clase) o por clara disponibilidad

6
Por ejemplo, si alguien llega a su casa y le dicen: El perro se ha enfermado, hay que llevarlo al veterinario,
esta forma referencial es idéntica a la que se encuentra en la siguiente expresión: El perro es el mejor amigo
del hombre, por eso queremos honrarlo en su día. Aquí, la referencia se hace a la clase, gracias a los
mecanismos de abstracción (accesibilidad del tipo en un dominio superior al de las instancias) expuestos
antes.

177
deíctica. En el caso de la oración (6), tenemos un sujeto genérico definido gracias a que el tipo

“león” ya está presente en el conocimiento actual del texto, y por eso tiene accesibilidad referencial.

Dicho en otros términos, nadie habla de un león de modo genérico si antes no se ha estado hablando

de “los leones” (p. ej., en un programa de “National Geographic”) como una forma de establecer las

características de la clase de modo general. De este modo, podemos adelantar que un contexto

(oracional o discursivo) en el que se predique sobre las características generales de una entidad

permite usar una FN definida genérica.

Por consiguiente, siguiendo lo presentado anteriormente, la referencia en las FN definidas en

situaciones concretas alude a los miembros de un universo de elementos (como en el caso de las

descripciones definidas El gorro de mi tío o El anillo que te puse ayer); mientras que, en las FN

definidas y genéricas, la referencia tiene que ver con un universo de tipos, donde estos actúan

como si fueran las piezas del universo de elementos. Ambos son niveles diferentes en los que se

hace la referencia. De hecho, como es fácil de notar, esta propuesta es plenamente congruente con

la que hemos presentado de Langacker sobre tipos e instancias.

Como se recordará, es posible tener dominios de instanciación no concretos. Uno de los más

compatibles con el espacio de tipos es el espacio mental que representa la concepción canónica de

la realidad. Por concepción canónica de la realidad se asume cualquier espacio mental en el que se

haga una generalización máxima de las propiedades de un individuo hasta sostenerlas para el resto

de la clase (por ejemplo: “Los autos tienen motor”). Este dominio abstracto de instanciación

incluye los subtipos en condición de instancias de otra categoría jerárquicamente superior. De este

modo, el término libro puede considerarse un subtipo de cualquier categoría más general X (llámese

cosa, papeles, publicación, obra, bien cultural, etc.). Por este motivo, una frase como (8) puede

tener una interpretación ajena de la referencia concreta:

178
(8) El hombre es un animal social.

Observamos que el término hombre no se refiere a ningún ser en particular; por el contrario, al estar

unido mediante un verbo copulativo con la FN un animal social, se predica que ambas entidades

pueden considerarse idénticas (i.e. coinciden en sus dominios de instanciación).7 El dominio de

instanciación de animal social es jerárquicamente superior al que le corresponde a hombre. En él

se incluyen otros subtipos tales como chimpancés, orangutanes, abejas, lobos, etc. De esta forma, el

subtipo hombre puede considerarse una instancia única y, por lo tanto, miembro del

conocimiento actual del texto de cualquier hablante. De esta forma, recibe sin ningún problema el

artículo definido sin que ello conlleve a ninguna referencia concreta.8

Como ya se ha venido viendo, el sentido genérico de una frase nominal definida genérica no se debe

a que el artículo definido seleccione directamente a la clase entera de elementos que forman parte

de una cierta clase; más bien facilita que las relaciones de un sustantivo con predicados del tipo

extensional puedan mantenerse (Iturrioz 1986: 217).9 Dicho de otro modo, lo no marcado es que el

león haga referencia a un individuo específico, su uso referencial; pero si la frase lo permite, puede

seleccionarse ya no a uno de los ejemplares, sino al conjunto como un ejemplar dentro de un

universo de tipos.10 Analicemos ahora varios casos en los que una FN definida no puede referir a la

clase misma:

7
El sentido de “idéntico”, no obstante, debe verse matizado. El clásico ejemplo César Vallejo es el autor de
Trilce puede intercambiar el orden de las FN porque hay identidad plena entre ambas frases nominales
(refieren al mismo elemento específico). En el caso de (8), se está diciendo que el hombre forma parte de la
clase de animales sociales como uno de sus elementos.
8
Como veremos en su momento, la expresión un animal social es indefinida, ya que lo que perfila es una
instancia ligada, por coexistencia dentro del mismo tipo, a las demás (cf. 3.2.1).
9
O dicho en términos de espacios mentales: un artículo es una forma gramatical que no especifica nada;
simplemente sugiere una forma de construcción del significado a partir de ciertos espacios mentales
disponibles para el oyente donde se realiza el contacto mental. En este caso, el espacio mental es el del
“comportamiento canónico”.
10
Una prueba de que el sentido de tipo es abstracto, es decir, está en un dominio jerárquicamente más alto que
aquel donde se manifiestan las instancias concretas contables, está en la dificultad de entender el sentido

179
(9) ? El aeropuerto es un lugar muy atareado.

(10) ?? La casa suele tener más de una habitación.

(11) ?? El primate es más grande que el crustáceo.

(12) ? El rumiante tiene las pezuñas hendidas.

Existe, al parecer, una restricción sobre el tipo de sustantivo que aparece en la posición del sujeto

para una FN definida genérica singular (nótese que todas las oraciones anteriores pueden tener

lectura genérica en plural). Una primera explicación a esta restricción sería que una FN definida no

debe referir a clases tan generales de entidades. Es decir, mientras más alto se encuentre un

sustantivo dentro de la jerarquía de clases,11 mientras más clases de instancias podamos ubicar en

su interior, será más difícil establecerla como una entidad única, como un tipo.12 Este caso es

particularmente interesante, porque permite mostrar la crucial relación entre la definición nocional

del sustantivo y la función del artículo definido como elemento que guía la referencia a partir de la

determinación.

genérico para la siguiente frase: ?Me encanta observar al tigre. No hay duda de que puede entenderse que el
placer que se siente es por observar a ese tipo de animal; no obstante, la semántica de observar está en primer
lugar ligada a una experiencia física, concreta. “Observar al tigre” requiere de un esfuerzo constructivo
ligeramente mayor para alcanzar la lectura genérica. Este costo desaparece si se dice: Me encanta estudiar al
tigre. La semántica de estudiar se relaciona primeramente con una actividad de evaluación intelectual más
afín al tipo. Una vez más, la semántica, conceptualmente entendida, rige sutilezas de la combinación de
elementos gramaticales.
11
Sobre esta particular forma de categorización, cf. capítulo 1, sección 1.5.1.2.
12
Otra explicación es la que da Bolinger (citado por Iturrioz 1986: 218): una FN definida genérica tiene como
función principal definir un subconjunto; de modo que, si el subconjunto está suficientemente definido, es
posible el uso del artículo definido. Este subconjunto no puede ser de cualquier tipo, ya que tiene que estar
unido a un concepto genérico, a otro conjunto como una instancia subordinada. Gracias a que puede
establecerse la relación entre un término y una clase superior, es que las FN definidas expresan un sentido
genérico: se habla de una especie o tipo (cf. Iturrioz 1986: 218-220). No obstante, postular la relación de
conjuntos y subconjuntos como clases y especies (separadas jerárquicamente) me parece secundario: siempre
será más económico motivar el comportamiento de los sustantivos frente a sus determinantes a partir de los
rasgos de su definición nocional.

180
Parece ser que una clase compuesta por instancias sumamente heterogéneas no admite un sustantivo

prototípico. Soy de la idea de que los términos de (9) a (12) deben considerarse como formas

demasiado genéricas en tanto que abarcan subtipos muy diferentes.13 Analicemos el término que

mejor parece resumir estas cualidades: si alguien dice El primate subió al árbol asustado por los

leones, la frase es nítidamente referencial y el uso de primate parece licenciarse gracias a que

hemos venido hablando de algo más particular. Por ejemplo, “un chimpancé”. En cambio una frase

como (11) resulta algo extraña. ¿Qué hace, después de todo, un artículo definido? Su función

principal es establecer una instancia sobre la que se realiza una referencia específica y única.

Esto significa que, cuando una persona escucha la FN el primate, está en condiciones de establecer

con precisión a cuál de las instancias se refiere este enunciado. El problema es que primates hay

muchos y su parecido entre sí no es evidente.14 Si bien todos los sustantivos establecen una clase,

primate es uno cuyo significado está excesivamente marcado por la noción de clase como

generalidad. Así, pues, ante tanta expansión conceptual, no es fácil elegir al primate en cuestión.

Observemos el siguiente diálogo:

(13) —Por el tipo de heridas que recibió la víctima sospecho que un primate ha sido lo
que la atacó.

13
En el caso de las formas menos raras, el aeropuerto y el rumiante hay que señalar que, en el primer caso, es
bastante extraño postular una clase múltiple para aeropuerto dentro del conocimiento léxico compartido. El
aeropuerto suele ser un lugar único; no hay muchos de su clase en una ciudad. De hecho, en una sociedad
como la nuestra, el aeropuerto es solo el aeropuerto internacional Jorge Chávez por su importancia. Así que
ausencia de una noción de multiplicidad hace un poco más difícil el sentido genérico. Por su parte, el
rumiante parece ser más homogéneo como clase que el primate: se compone por animales que realizan una
doble digestión (y por tanto vuelven a masticar sus alimentos: rumian). Pese a que las ovejas, las vacas y las
cabras se ven diferentes, son consideradas iguales en solo esa característica y, además, por ser
mayoritariamente animales de granja. Eso permite superar ligeramente la heterogeneidad; pero la dificultad de
la lectura genérica es evidente.
14
A esto hay que sumar que primate en tanto término científico crea una clase bastante general que, ex
profeso, agrupa seres con bastantes diferencias específicas (de hecho, lo que técnicamente incluye son otras
especies bastante amplias: lemúridos, társidos, simios y homínidos). Esta explicación no quiere decir que una
persona tenga que saber zoología para usar el término primate, sin embargo, el uso de un término técnico que
abarca elementos tan diferentes entre sí tiene un costo: no es fácil determinar un único tipo aislable.

181
—¿Y usted cree que (? el)/(?este)/(ese) primate vuelva a atacar en esta zona?15

En la segunda frase es extraño el uso de el primate; es preferible una forma un poco más “alejada”

deícticamente: ese primate. El efecto obtenido es que el hablante reconoce que no puede

establecerse con la exactitud deseable el referente de la FN definida (dentro del espacio de tipos);

por eso apela a una forma referencial, pero no suficientemente precisa.

Por otro lado, el sentido genérico tampoco es fácilmente interpretable. Cuando se habla de El

primate con este sentido, se necesita de un tipo fácilmente identificable. Por ejemplo, el león, como

una clase de animal, está perfectamente bien representado por cualquier león en particular. Si las

FN definidas no son las que crean el sentido genérico, sino el contexto de la frase, entonces, ¿por

qué con un sentido genérico tan específico como el de “el primate es más grande que el crustáceo”

tenemos tantos problemas? Porque el contexto no lo es todo: se necesita también de la semántica de

los sustantivos. En este sentido, la cuestión que resuelve este problema gramatical es: ¿qué hace el

con león que no puede hacer con primate para obtener un sentido genérico?

Se dice que el león selecciona a la clase en tanto tipo, es decir, como un grupo más homogéneo que

heterogéneo. Es esa homogeneidad entre los miembros lo que facilita un predicado de tipo

canónico. No obstante, para seleccionar un tipo, no puede pasarse por alto a los elementos presentes

en la clase. Como ya hemos discutido, dichos elementos pueden caracterizarse por su nitidez o la

posibilidad de distinguir a los ejemplares, a la vez que se les reconoce más semejantes (cf. supra

2.2.1).

15
Nótese que la opción el primate es algo rara; no necesariamente imposible. Como vimos, una de las
ventajas de trabajar en un marco maximalista como la gramática cognitiva (o el mismo funcionalismo) es que
no hay distinciones tajantes entre “bien formado” y “mal formado” (cf. supra 1.5.2.4).

182
Observemos, en primer lugar, cómo funciona la nitidez con los sustantivos no contables. Este rasgo

no se aplica a esos sustantivos, pues carecen de delimitación entre las partes que conforman ese tipo

de categoría. Si recordamos, uno puede hablar fácilmente en un sentido genérico de El agua como

en El agua es inodora. Cualquier muestra de agua posee esa cualidad. No obstante, también se

puede hablar referencialmente de el agua, como en El agua está rara, pruébala. Se sobreentiende

que el agua de la que se habla no es el pleno de la sustancia, sino alguna cantidad más o menos

delimitada por un vaso, una copa, una jarra, etc. Esto significa que una sustancia puede ser tomada

referencialmente o genéricamente. De hecho, nos parece sumamente directo cualquier predicado

genérico sobre los no contables: ellos interrelacionan a cualquier parte de la masa, dondequiera que

se encuentre, a partir de un espacio de cualidad (i.e. si comparte las cualidades por las que

reconocemos que algo es, en este caso, agua, entonces no dudamos en llamarla agua). En

contraposición, la referencia se realiza más indirectamente, ya que apelamos a una delimitación

extra (el recipiente o la magnitud en general) para hablar de instancias más específicas (cf. supra

2.1).

En consecuencia, propongo aquí que los sustantivos contables funcionan exactamente del modo

opuesto: lo más directo es la referencia, pues las instancias se encuentran delimitadas en la clase

como ejemplares; mientras que para hablar de la clase como un todo homogéneo o tipo se necesita

crear un espacio de cualidad. En otras palabras, se tiene que convertir a una clase con miembros

delimitados en una especie de sustancia abstracta de la que se pueden predicar propiedades más

universales. Así, el espacio de tipo propuesto por Langacker es una forma de espacio de cualidad.

Para lograr esto se necesita, primero, una clase con ejemplares lo suficientemente homogéneos (es

decir, una clase nítida); luego, se elimina el rasgo de delimitabilidad. El resultado es una clase con

instancias que no se consideran distinguibles entre sí y básicamente idénticas (un león puede

considerarse fácilmente igual, o muy semejante, a otro león). Lo que queda es una sustancia para la

183
que cualquier entidad delimitada (un ejemplar de león) será una instancia que se reconoce

cualitativamente incluida en esa región no delimitada. Así, decir el agua hierve a cien grados

centígrados es genérica del mismo modo que el león tiene motas en la piel cuando es cachorro. En

ambos casos lo que se dice es que cualquier instancia que sea reconocible como agua o león

recibirá estos predicados genéricos. De hecho, este tipo de construcción no contable no es inusual

para entidades a las que se les tiene básicamente por contables. Por ejemplo, uno puede ir a un

safari y encontrar solo leones, cuando esperaba ver elefantes, cebras y otros animales más, y a raíz

de eso decir: Este safari fue una estafa, mucho león y nada de lo demás. Así, pues, propongo que

para establecer el uso adecuado de una FN definida genérica singular no basta con asumir el

contexto de predicación canónico, sino que hay que asumir la básica diferencia entre contable y no

contable (que aquí muestra un claro comportamiento asimétrico) y la necesaria distinción de nitidez

propia de las clases contables.

Por su parte, Iturrioz (1986: 218) propone que en una clase de zoología esta oración es totalmente

aceptable: El primate será el principal objeto de estudio en esta clase. Esta frase no constituye un

problema para la explicación que he propuesto anteriormente, ya que la predicación que establece

iguala al primate con un concepto bastante más delimitado: el principal objeto de estudio de esta

clase. En estos términos, es claro que primate se concibe como un objeto único: un tema, el cual no

necesita ser estrictamente homogéneo.

En conclusión, no se puede tener un sentido genérico si no se puede concebir a los miembros de una

clase como partícipes de una región no delimitada cuyos ejemplares se replican, no en tanto

ejemplares, sino como partícipes de una misma sustancia abstracta: el espacio de tipo.16

16
Un probable contraejemplo a esta explicación estaría en una frase como El juego es pernicioso. Pero esta
afirmación, definitivamente, no se refiere a todos los miembros de la clase juego, que son extremadamente
diversos y, por ende, más difíciles de concebir como una sustancia abstracta en su conjunto, sino solo a los
juegos de azar que constituyen una clase más limitada (y nítida) que la de que juego en general. Es normal

184
Otro caso interesante dentro de las restricciones para una FN definida singular genérica es el de la

presencia de adjetivos u otros modificadores del sustantivo. Estos contribuyen a la especificación de

la instancia. De este modo, a menos que se identifique la FN modificada con una especie o tipo, la

lectura genérica se impide o dificulta:

(14) ?? El ave [sentido genérico] con plumas rojas que vive en la calle de al lado
construye nidos muy bonitos.

(15) El ave [sentido genérico] que migra mucho no construye nidos muy bonitos.

La especificación de (14) refuerza la alusión a un individuo particular, de modo que no conforma

una clase con elementos suficientes como para constituirse una sustancia abstracta. En cambio, (15)

posee una FN que sin modificación habría resultado anómala (? El ave construye nidos); pero, al

ver reducido su espectro de clase, gana más nitidez. La característica de migratorio es decisiva para

homogenizar los miembros de la clase y así postular una sustancia abstracta (como puede verse en

este uso no contable: Por estos días puedes ver pura ave que migra /migratoria porque se acerca el

verano).

4.1.3. Frase nominal plural definida genérica

Las FN plurales definidas genéricas pueden considerarse análogas a sus formas singulares

genéricas. Sin embargo, en vista de que diferentes formas sintácticas implican distintas funciones o

construcciones semánticas distintas, no debemos considerarlas sinónimas. Los siguientes ejemplos

modifican (6) y (7) :

que los representantes socialmente más reprobables de una clase terminen expresándose elípticamente. Por
ejemplo, la bebida está por las bebidas alcohólicas; incluso las mujeres, en el contexto indicado señala a las
“malas mujeres”: Por las mujeres, la bebida y el juego dilapidó rápidamente su fortuna.

185
(16) Los leones son animales peligrosos.

(17) La caza indiscriminada casi ha eliminado a los leones.

Las frases plurales definidas (basadas en sustantivos contables, se sobrentiende) también muestran

interpretaciones genéricas. No obstante, es interesante compararlas con las formas equivalentes del

inglés. En dicha lengua, los plurales genéricos aparecen sin determinante alguno y se consideran

formas no referenciales: Lions are dangerous animals / Indiscriminate hunting has almost

eliminated lions (“Los leones son animales peligrosos”/”La caza indiscriminada casi ha eliminado

los leones”). Esto es imposible en español. Propondré más adelante (cf. infra 4.3.2) que los

sustantivos plurales se consideran en inglés de distinta manera que en español con respecto de su

posibilidad de aparecer en una posición de sujeto. Por ahora, será mejor concentrarse en el sentido

que le corresponde a este tipo de construcciones nominales. Comencemos revisando estas

oraciones:

(18) Los árboles producen dióxido de carbono por la noche.

(19) Los peruanos comen cebiche y toman Inca Kola.

(20) Todos los peruanos comen cebiche y toman Inca Kola.

En un primer momento podemos sentirnos tentados a decir que una FN plural definida equivale

exactamente a la totalidad de los elementos que conforman una clase. Esta idea se ve sostenida,

bastante coherentemente por lo siguiente: si la pluralidad de cualquier sustantivo contable establece

un grupo compuesto por más de un ejemplar, y no existe ningún termino de cuantificación que

establezca el número preciso de los ejemplares, el artículo definido operará sobre lo que esté

disponible como ejemplares específicos de una clase. En este sentido, sin ningún alusión previa a un

número fijo, es posible extender la determinación a la totalidad de las instancias que componen la

186
clase. Esto parece entenderse cuando se analiza (18): el producir dióxido de carbono durante la

noche es una propiedad predicable de uno y cada uno de los miembros de la clase “árbol”.

Sin embargo, una frase como (19) no parece predicar sobre los peruanos del mismo modo que sobre

los árboles en (18). Nos parece que la generalización debería alcanzar a todos los peruanos

efectivamente o, por lo menos, a la mayoría de los peruanos. Langacker (2000: 255) indica que todo

es una forma de cuantificación proporcional.17 Un tipo nominal posee, por su naturaleza de clase,

una masa de referencia (es decir, el total de instancias sobre las que puede elaborarse, que es,

esencialmente lo mismo que la masa replicable con la que se definió a los plurales). Al usarse un

cuantificador proporcional se determina un conjunto sobre esa masa. El cuantificador todo, como se

ve en (20), obviamente establece que el conjunto es igual a toda la masa de referencia; la mayoría,

muchos, algunos representan, en ese orden, una disminución progresiva del alcance de dicho

conjunto. ¿Qué proporción deberá indicar, entonces, el solo uso del artículo definido?

En principio, un artículo no es un cuantificador; de modo que su función no es establecer una

cantidad específica o proporción dentro de la masa de referencia. Sin embargo, sirven para

seleccionar entidades con las que se tenga un contacto mental previo o que estén disponibles de

modo inmediato a la conciencia por un conocimiento permanente. Esto quiere decir que, si bien no

de modo especializado, también pueden seleccionar una cantidad. Si un texto comienza con la

oración (19), no hay forma de establecer un contacto mental con una instancia previa ya sea precisa

o imprecisa (p. ej., Once peruanos que trabajan en el Departamento de Lenguas Romances de la

Universidad de Georgia, o unos peruanos, respectivamente). Por consiguiente, el conocimiento

sobre las clases nominales contables nos fuerza a entender que un plural sin número es o bien el

mínimo plural indispensable (mayor o igual a dos elementos) o el máximo plural posible (todos los

17
La cual contrasta con la cuantificación por instancia representativa (que usa las formas cada, algún y
un).

187
elementos).18 En vista de que no hay un número dado (que señala un conocimiento efectivo de la

cantidad de instancias presentes) aparentemente, el hablante asume una forma absoluta, ya que en

ella la cantidad es irrelevante. De esta forma, si algo se define a partir del artículo plural sin un

número exacto, lo que queda definido debe ser la totalidad de instancias. Esto se logra gracias a

nuestro conocimiento de que las clases contables poseen elementos y que la suma de todos ellos

forman el total. No obstante, esta forma es siempre una suposición del total, ya que no tenemos

información efectiva sobre la cantidad de la que estamos hablando.

En este sentido, propongo que la diferencia fundamental entre una FN plural definida y una FN con

cuantificador universal es la que hay entre una forma imprecisa y una forma rigurosa de hablar.

El efecto del cuantificador universal es hacer que, de modo explícito, absolutamente todos los

elementos de la clase establecida por un sustantivo caigan dentro del alcance de predicación. Hay en

eso el supuesto de un conocimiento exacto de la cantidad. Por su parte, una FN plural definida apela

al uso no cuantificado del plural en un contexto general para producir el efecto de que deben de ser

todos los elementos de la clase los que caigan dentro de la definición propia del artículo; sin

embargo, no hay ninguna garantía de que esto deba ser así: es una forma de hablar sin un

compromiso de precisión.19

Intuitivamente, nos parece que frases como (19) son menos discutibles que frases como (20):

siempre podemos replicar que no todos tienen esas costumbres culinarias. Sin embargo, el uso del

plural definido no cuantificado debe asumirse como una forma carente de certeza. Equivaldría, en

18
La posibilidad de que el plural no determinado sea entendido como “mayor o igual que dos” no queda
descartado por el uso del plural como la totalidad de la clase (en un sentido no absoluto). En la última parte
de la tesis se verá que el contexto de predicación puede influir en el modo en que se tomará esta doble
posibilidad abierta para la noción de plural y su relación con los sustantivos no contables.
19
Tal vez podríamos traducir este tipo de comportamiento en términos de la distinción marcado y no
marcado. Así, las FN definidas plurales determinan el total de elementos que componen una clase de manera
no marcada; las que usan el cuantificador todo son formas marcadas sobre la totalidad. No obstante, prefiero
apelar a una distinción conceptual para entender mejor el contenido de ambas formas de expresar totalidad.

188
este caso, a “hasta donde alcanzan mis conocimientos sobe el sustantivo peruano, puedo decir que

sus instancias comen cebiche y toman Inca Kola”; pero eso no significa que efectivamente todos

ellos hagan eso.

Sin embargo, a pesar de esta explicación del porqué de los usos genéricos de la FN plural definida,

queda todavía por analizar cómo es que existen usos que parecen contradecir la idea de “totalidad

relativa” que propuse anteriormente. Obsérvense las siguientes frases:

(21) Los españoles trajeron las armas de fuego a América.

(22) Los franceses boicotearon la constitución europea al no ratificarla en el referéndum.

(23) Todos los franceses boicotearon la constitución europea al no ratificarla en el


referéndum.

(24) La mayoría de franceses boicotearon la constitución europea al no ratificarla en el


referéndum.

Parece que frases como (21) y (22) exigen replantear todo el razonamiento previo. Cuando se dice

que fueron los españoles los que trajeron las armas de fuego, es imposible asignar a las FN plurales

definidas un sentido genérico que aluda a la totalidad de los miembros de la especie. De modo

bastante similar, los franceses en (22) no parece ser afín a la frase todos los franceses en (23), sino

que tiene una relación más clara con la mayoría de franceses en (24).

En el caso de (21), es claro que se alude a un tipo de personas (los españoles) quienes trajeron un

tipo de cosas (las armas de fuego); y en un sentido análogo, (22) afirma que un tipo de personas,

“los franceses”, son los que boicotearon la constitución europea. Tenemos, pues, una especie de

dilema: el sentido genérico se obtiene por la totalidad de los elementos o por el tipo que los

contiene. En principio, no parece haber problemas al decir que oraciones como (18) y (19) pueden

también tener un sentido genérico como tipos (“los árboles son un tipo de cosa que produce dióxido

189
de carbono”, “los peruanos son un tipo de persona que come cebiche y toma Inca Kola”). Sin

embargo, si la comparamos con (21) y (22), intuimos que el sentido de los árboles y los peruanos es

menos el de tipo y más el de “todos los árboles” o “todos los peruanos” (con el sentido relativo de

totalidad ya explicado). En el caso de (21), traer las armas a América es algo que ocurrió en un

periodo específico de la historia y solo lo realizaron unos españoles. Una explicación de este hecho

debe asumir que ambas interpretaciones, tipo y totalidad relativa, son, no solo posibles, sino

esperables, debido al tipo de construcción que establece una FN plural definida. Todo sustantivo

establece tanto los criterios por los que ciertas instancias reconocibles en la realidad pueden

agruparse, como la noción de una clase virtual compuesta de instancias.20

Asumiendo lo anterior, es sencillo entender que haya dos formas de considerar una clase: primero,

la forma intensiva, que determina un tipo (toma en cuenta los criterios por los que los miembros se

agrupan); y, segundo, la forma extensiva, que alude al conjunto por la totalidad de sus miembros.

Estas dos formas no se oponen en lo absoluto, son complementarias. Si bien la definición nocional

del sustantivo es esquemática, es decir, una forma intensiva, solo puede desarrollarse en la mente de

los hablantes mediante las experiencias particulares con diversas instancias, es decir, mediante una

forma extensiva. En consecuencia, una clase es tanto los miembros que la componen como las

características por las que estos se agrupan.

En el caso de (21) y (22), se aprecia un proceso metafórico. Mediante este proceso, es posible que

el tipo (lo más abstracto, conceptual) se represente por la totalidad relativa de sus miembros (lo más

concreto). En el caso específico de (22) se nota, incluso, el sentido tendencioso de la información.

20
Claro está que esto permanece en un nivel conceptual. Si uno habla de “los árboles” o “los peruanos” no lo
hace porque haya tenido alguna experiencia concreta con todos y cada uno de estos individuos, sino porque
tiende a establecer que las características reconocibles para varios de los ejemplares conocidos pueden
aplicarse a cualquiera que pueda ingresar en dicha clase (y ese es el sentido de totalidad relativa: la clase
completa con el número que sea que la pueda conformar).

190
Si bien es claro, cuando se lee la noticia, que no todos los franceses, sino la mayoría, votaron contra

la constitución europea, la lectura de (22) nos hace aplicar la metáfora “el todo es el tipo”, por no

haber ninguna entidad mencionada antes que pueda relacionarse con los franceses. Pero, en tanto el

todo de una FN plural definida no es uno absoluto, sino relativo, el titular Los franceses boicotearon

la constitución europea al no ratificarla en el referéndum no nos parece evidentemente erróneo,

solo es tendencioso.

De esta forma, puede notarse que la necesidad de aplicar la metáfora (es decir, efectuar una

operación mental con el consiguiente esfuerzo constructivo) para cambiar el sentido de totalidad al

de tipo debe ser el que nos induce a pensar como más simple (y más natural) decir Colón trajo el

caballo a América; mientras que ? Colón trajo los caballos a América resulta más difícil —pero no

imposible, claro está— de entender en el sentido genérico.21

Otro aspecto que debe resaltarse es el uso de verbos en presente y en pasado. Observemos las

siguientes formas, que se basan en ejemplos anteriormente trabajados:

(25) El peruano come cebiche y toma Inca Kola.

(26) ? El español trajo las armas de fuego.

(27) ?? El francés boicoteó la constitución europea al no ratificarla en el referéndum.

Mientras los verbos en presente se asocian casi siempre con comportamientos habituales y no

explícitamente delimitados en el tiempo, los verbos en pretérito indefinido siempre se asocian con

un evento terminado o perfecto. Esta distinción también afecta los usos de FN definidas singulares y

plurales con uso genérico. Como muestra la oración (25), con verbos en presente simple casi

21
Aunque también parece ser que el rasgo de nitidez de clase favorece que las clases más nítidas como
“caballo” usen formas genéricas singulares frente a clases menos nítidas como “armas (de fuego)” (p. ej. ??
Los españoles trajeron el arma de fuego a América).

191
siempre se acepta singulares o plurales genéricos: tanto el sentido de tipo (como se estableció en

4.1.2) y el de totalidad relativa se combinan a la perfección con un predicado no delimitado

temporalmente como el que muestra el sentido habitual.

Sin embargo, un verbo en pretérito indefinido tienen un significado temporalmente preciso. Por

ejemplo, los OD de estos verbos están dentro de una modalidad fáctica, por lo tanto, tienen una

interpretación referencial precisa (cf. supra 3.3.2.a). Al parecer, este tipo de alcance fáctico influye

también en el sujeto de dichos verbos en pretérito, como muestran (26) y (27). Al proponer

directamente el tipo, mediante el acceso a un individuo único en el espacio de tipos, estamos

accediendo a una forma conceptual básica. Esto quiere decir que predicados sobre la generalidad

de esa clase deben ser considerados aplicables a cada miembro a lo largo del tiempo, sin que sea

relevante un límite. Decir, p. ej., El español comercia armas se puede entender como un español

específico o como una costumbre habitual, cuya extensión pasada es irrelevante, que actualmente

es distintiva de ese tipo. Una vez que se predica algo que no parece ser habitual, y que

específicamente está delimitado en el tiempo, pues no resulta una propiedad que quepa dentro de la

forma conceptual básica. Por ello, para alcanzar el sentido genérico, se ha de usar una forma plural,

sobre la que se aplica la metáfora: “el todo es el tipo”. En efecto, decir El español traficaba armas

acepta el sentido genérico de tipo con más facilidad por usar un verbo con aspecto imperfectivo. Por

otra parte, en (27) me parece que el uso de la FN singular es peor, porque en esta oración se habla

de un evento singular, boicotear, que difícilmente se repetirá de modo continuo. Por esa razón no es

aceptable para ser predicado directamente sobre el tipo “el francés”.22

22
Cabe recordar que en el caso de ?? El árbol produce dióxido de carbono por la noche la dificultad de
acceder a la interpretación genérica está por la poca nitidez de esa clase (cf. supra 4.1.2, especialmente las
oraciones (9)-(12)). Por su parte, una oración como Los primates son más grandes que los crustáceos resulta
más aceptable porque no se busca específicamente un tipo representativo en una clase tan dispar como la de
los primates. Por el contrario, estamos asumiendo la totalidad relativa de los primates (en la que no interesa
cuán homogénea sea, pues es una generalización bastante informal) y, sobre esa totalidad, aplicamos la
metáfora “el todo es el tipo” con la que logramos una lectura genérica que las formas singulares (primate y
crustáceo) no nos permitían.

192
En conclusión, el sentido genérico se fundamenta, en principio, en la posibilidad que tiene el

determinante definido de seleccionar la totalidad relativa de los miembros de una clase; y, en

segundo lugar, gracias a la metáfora conceptual: “el todo es el tipo”.

4.2. Frases nominales indefinidas mediante artículo

4.2.1. La función del artículo indefinido y su origen diacrónico

Según se propuso en el capítulo 3, un artículo indefinido selecciona un individuo de modo no

exclusivo y permite al oyente llegar a un individuo partiendo de la clase en general (cf. supra 3.2.1.

y 3.2.2). Dicho en términos de contacto mental, puede decirse que la determinación mediante un

artículo indefinido da a entender que las construcciones nominales que encabeza son incapaces de

poner al oyente en contacto mental con una instancia única, aislada de las demás, de algún tipo

(Langacker 1991: 103). Esto significa que el hablante concibe una entidad solo en presencia de las

demás que forman parte de su tipo. Así, la indefinitud pasa también por un acercamiento múltiple

por parte del enunciante hacia un objeto nombrado (nunca se puede aislar el objeto instanciado de

su entorno en el dominio de instanciación).

¿Por qué la forma un, que claramente parece ser solo la forma clítica del numeral uno, es la que

cumple con esas funciones de determinante indefinido? De hecho, una frase como Vinieron unos

cuatro estudiantes a consultarte muestra que unos no puede ser un numeral, función que ya cumple

cuatro en la oración. Para Givón (citado por Heine 1997: 79) un numeral como uno es el medio

ideal para realizar dos tareas aparentemente conflictivas: introducir nuevos argumentos como

referenciales o existentes (“hay un X”) e identificarlo por sus propiedades de tipo o genéricas (“X es

uno de los miembros de la clase X). Si bien hay fascinantes cuestiones histórico-tipológicas acerca

del paso de un numeral como uno a un artículo indefinido como un, creo que bastará con sintetizar

las ideas de Heine (1997: 71-74) acerca del origen diacrónico de los indefinidos por considerarlas

193
de interés para su mejor caracterización. Este puede rastrearse en las lenguas, según dicho autor,

mediante una “secuencia evolutiva” que pasa de unidades léxicas a otras más gramaticales (i.e.

unidades de inventario abierto a otras de inventario cerrado):

a. Estado 1: Numeral

El numeral para la unidad es el único elemento que se posee para la modificación. El

sentido indefinido se obtiene mediante ese numeral (en ciertos contextos) o con la

ausencia de marca alguna.

b. Estado 2: Marca presentadora

Aquí el artículo introduce un participante que se supone es desconocido para el oyente;

de modo que, en adelante, se le tome como conocido dentro del discurso. Las lenguas

que poseen un artículo de este tipo lo utilizan únicamente para presentar a los

participantes al inicio de un enunciado o narración. Estos participantes poseen gran

importancia como tópico en el discurso, por lo que se presentan una sola vez.

c. Estado 3: Marcador específico (de no conocimiento del oyente)

Este caso es idéntico al estado anterior; pero la diferencia fundamental radica en que el

artículo se emplea para cualquier instancia que se asuma desconocida para el oyente sin

importar si es que se la va a considerar en el subsiguiente discurso. El hecho no es el de

presentar y luego dar por conocido; sino el marcar que el oyente no conoce a un

individuo particular. Por eso, por ejemplo, en hebreo vulgar, el artículo indefinido

pertenece a este estado, ya que no puede emplearse para FN genéricas y no

referenciales. La falta de artículo indefinido se aprecia en dicha lengua cuando se dice,

por ejemplo, aludiendo a la clase y no al individuo: Ba vino hena aquí ísh hombre etmol ayer, lo

194
no isha mujer, [Aquí vino ayer hombre, no mujer], que traducimos con artículo indefinido:

“Aquí vino un hombre no ref. indef. ayer y no una mujer”.

d. Estado 4: Marcador no específico

El artículo se emplea en este nivel para introducir un sustantivo cuyo referente no es

conocido ni por el hablante ni por el oyente. Este es el caso de oraciones como: Compra

un periódico o dibuja un perro. No se sabe cuál es la identidad del referente de la FN.

Esta forma de uso se restringe a las formas contables singulares, no se utiliza con

plurales o sustantivos no contables.

e. Estado 5: Artículo generalizado

Ya en este estado el artículo puede acompañar a cualquier clase de sustantivo. Las

excepciones son los sustantivos ya marcados para definición (los nombres propios de

personas o comunidades étnicas o laborales).23 Para Heine (1997: 73), el castellano.

portugués y catalán son ejemplos de este nivel, ya que puede extenderse a los

sustantivos no contables (con el consabido valor de variedad, como un vino [tinto]) y

los plurales (unos amigos vinieron).

De esta forma, en nuestra lengua, el artículo indefinido es una forma desgastada del numeral

uno que ha llegado a ser la contraparte exacta del artículo definido el. El desgaste al que nos

referimos va desde una forma de determinación relacionada con un aspecto concreto de la realidad

(la cuantificación mediante un número cardinal) hacia una forma de cuantificación en un plano

23
A excepción, claro está, de aquellos casos en los que un nombre propio se emplee con el valor de uno
común. Por ejemplo, si un individuo llamado Tomás va a visitarme para devolverme un libro, pero nadie en
mi casa lo conoce (no lo identifican por el nombre de Tomás) es perfectamente posible que se me informe de
que “Vino un Tomás a dejarte tu libro”. Ello quiere decir que el individuo en cuestión aparece categorizado
como “un hombre que responde al nombre de Tomás”, con lo cual el nombre propio abandona su función de
identificador singular para ser una característica de clase: “las personas que se llaman Tomás”.

195
distinto del concreto: el plano de las instancias que forman una clase o tipo de entidad. La

gramaticalización de un elemento puede considerarse la sofisticación de su significado; es decir, el

paso de un sentido concreto (más ligado a la realidad observable) hacia un sentido mucho más sutil,

el que codifica aspectos intrínsecos de la estructura de lo real según las posibilidades del mundo

mentalmente proyectado.24 El artículo indefinido posee las cinco propiedades que Heine ve en este

tipo de palabras (y que determinan sus etapas evolutivas); pero, principalmente, introducen la

determinación por indefinitud (o la existencia de un objeto en un contexto múltiple) antes que por

cuantificación o magnitud (como es el caso los otros indefinidos: muchos, pocos, varios,

bastantes, algún, ningún, etc.).

4.2.2. Indefinidos específicos frente a los no específicos

Como ya se ha examinado en el capítulo anterior, las FN indefinidas pueden ser referenciales o no

referenciales. En el primer caso —que quiero examinar con algo más de detalle en esta sección—,

un tipo se instancia de manera indefinida (es decir, sin un contacto mental exclusivo para el oyente

y en presencia de otras instancias para el hablante), pero se asume que existe un elemento fijo

capaz de licenciar la referencia anafórica determinada. Así, decir:

(28) Llegó un hombre. El hombre vestía muy cuidadamente.

posee, en primer lugar, una instancia fija o específica (“el hombre que llegó”), aunque se le

presente junto con las demás potenciales instancias únicas de la clase (ese hombre era, al mismo

tiempo, un hombre como hay tantos otros). En cambio, (29) muestra una interpretación de la FN

24
El alcance de mis afirmaciones sobre el campo de la gramaticalización de significados más concretos no
quiere decir que una lengua sea mejor que otra por haber alcanzado un grado mayor de “sofisticación” en su
codificación. Es solamente posible, no obligatorio, que las lenguas desarrollen artículos indefinidos o
definidos. Es bien sabido que solo una minoría de lenguas llegan hasta el estado 5 (por ejemplo el latín clásico
carecía de artículos definidos e indefinidos). Sin embargo, todas las lenguas son capaces de codificar
mediante sus elementos las sutilezas de la representación de la realidad (cf. supra 1.4).

196
para la que no hay posibilidad de fijar ningún individuo indefinido (i.e. en presencia de todos los

demás), por lo que se tiene una interpretación no específica:

(29) ¿Tienes una bolsa para darme? [Dicho al momento de comprar unas cosas en la
bodega]

Hay que advertir claramente que la definitud no debe estar en la precisión o exactitud al fijar una

instancia específica, pues esto se puede lograr sin ningún inconveniente tanto con formas definidas

como indefinidas —como puede notarse por los ejemplos anteriores—. De hecho, ambas formas

son usadas por los hablantes para señalar un individuo. La diferencia está en cómo y dónde señalan

a ese individuo. Mientras el artículo definido resalta de modo tal a una entidad que las demás dejen

de ser relevantes a su lado, el artículo indefinido solo la selecciona como un representante más entre

otros (lo cual reduce la saliencia del individuo en los usos indefinidos referenciales y, obviamente,

la anula en los usos indefinidos no referenciales) (cf. figura 9). Si el artículo definido opera sobre un

espacio mental que sea “el mundo real” el resultado de esa forma de saliencia es la identificabilidad

referencial única (cf. supra n. 4).

Ahora bien, ¿en dónde opera el artículo indefinido para que el individuo seleccionado pueda ser

reconocible únicamente o específico? Según Langacker (1991: 104), el problema de la especificidad

o no especificidad de las FN indefinidas se reduce a una básica unicidad o no unicidad de lo

instanciado desde la perspectiva del hablante y del espacio mental dentro del cual haya establecido

la instancia indefinida. Como se presentó anteriormente (cf. 4.1.1), un hablante puede enunciar

desde diversos espacios mentales que serán reconstruidos por el oyente a partir de ciertas marcas

que guiarán la interpretación, pero no la determinan explícitamente. Entre estas marcas se tienen los

tiempos verbales, formas modales o situaciones bastante precisas (es decir, los factores gramaticales

presentados en 3.3.2 al explicarse las modalidades proposicionales). Por ejemplo, (30) muestra un

verbo que construye espacios mentales y proporciona un contexto ambiguo u opaco para

197
establecer la especificidad de “una rubia”: esta puede ser una instancia específica o, por el contrario,

una instancia arbitraria.

(30) Pepe quiere casarse con una rubia.

Por el contrario, la oración (31) muestra un contexto no ambiguo que facilita la interpretación de

“una rubia” como específica:

(31) Pepe está enamorado de una rubia.

Una FN específica con un posee una existencia previamente asumida: hay un contacto mental

independiente de la situación real inmediata que rodea el acto de habla.25 Por el contrario, si no hay

más existencia que la que se desprende inmediatamente del acto de habla, entonces se tiene la

lectura no específica. Para Langacker (1991: 104), un ente no específico es “conjurado” solo para

un propósito particular y no tiene existencia independiente fuera del espacio mental ahí creado.

Considero que la explicación de Langacker necesita de algunas precisiones. Cuando se habla de

“propósitos particulares” estamos dentro de lo que se considera una modalidad irreal de predicación

(cf. supra 3.3 y 3.3.1). Por consiguiente, si se habla de un elemento como no específico, solo puede

hacerse esto en un contexto de predicación irreal.26 Dentro de este tipo de contextos, un elemento

solo es accesible desde la forma de realidad más básica: su esquema de clase.

25
De lo contrario, uno está forzado a utilizar el artículo definido por disponibilidad deíctica inmediata, por
haber sido parte del discurso previo o cualquiera de los conocimientos propuestos como bases para la
asignación de la referencia definida (cf. supra 3.2.3).
26
En este sentido, las modalidades proposicionales que hemos visto en el capítulo 3 pueden proyectar mundos
irreales sobre los que no es posible ningún contacto mental directo.

198
Si se quiere armonizar la noción de modalidad irreal y la teoría de espacios mentales, debe decirse

que una estructura lingüística puede constituir un espacio mental irreal diferente y paralelo a otro

espacio más general y básico (llamado “mundo padre”) que, a su vez, lo incluye. Por defecto, o

prototípicamente, el mundo padre es considerado el mundo real. Esto no tiene nada de

sorprendente, en tanto que la función primaria del lenguaje es la referencial: hablar de aquello sobre

lo cual tenemos algún tipo de experiencia y que juzgamos que está en el mundo. Reportamos desde

nuestra experiencia y conocimientos, los cuales se basan en episodios únicos con participantes

también únicos. Sin embargo, es también sabido que el lenguaje no se agota en la función

referencial. Es posible hablar de situaciones no experimentadas, sobre las que solo poseemos un

conocimiento virtual o genérico; es decir, hablar de un mundo irreal. Siendo más preciso, podemos

hablar de algo en un espacio irreal porque no necesitamos establecer siempre alguna forma de

contacto mental con un concepto previo: basta tan solo con la presencia del concepto en nuestra

mente, como parte del léxico.27 Basándome en la definición de artículo definido de Langacker

(1991: 98) citada en 4.1.1,28 definiré los usos no específicos del artículo indefinido de la siguiente

manera:

Una FN determinada con un puede proponer la existencia de una instancia ti del tipo T solo
para un propósito particular y limitado, por lo que no tendrá mas permanencia fuera del
contexto creado como un mundo irreal (p. ej. el escenario de supuestos, el comportamiento
canónico, o de cualquiera análogo).29

27
No está de más decir que mundo irreal debe tomarse como un término técnico: es el espacio no real en el
que se predica sobre instancias sin haber tenido alguna forma de contacto mental previo con ellas. Dicho más
sucintamente, es el ámbito de lo no fáctico. Nótese que no son irreales otras formas de realidad: los sueños,
las pinturas, las películas, etc. Son mundos ficticios. Estos configuran otro tipo de espacios mentales donde, a
diferencia del mundo irreal, se aplican las mismas formas de referencia y determinación definida que en el
mundo real.
28
Repito la cita aquí: «El uso del artículo definido con el tipo T en una construcción nominal implica que (1)
la instancia designada ti de T es única y máxima en relación con el actual espacio del discurso; (2) el hablante
tiene contacto mental con ti; y (3) el oyente tiene contacto mental con ti o la construcción nominal es
suficiente para establecerlo».
29
Esta misma definición debe considerarse como la que une a los determinantes indefinidos en general
(algún, alguien, cualquier, etc.). Cf. infra 4.2.3.sobre la diferencia entre un y algún.

199
En conclusión, en un mundo irreal, la existencia puede ser de dos tipos: específica y no específica.

En la primera, es posible identificar un individuo a partir de un contacto mental previo. Pero en la

segunda, suponemos que una entidad existe porque asumimos que existen unidades que conforman

el dominio de instanciación. En el segundo caso, tenemos la forma más básica de existencia, la más

marcada: algo existe porque debe existir en una clase, no porque lo conozca de algún modo. En

pocas palabras, un espacio paralelo al real da opción de elegir individuos existentes por sí

mismos o existentes por medio de la clase.

De esta forma, el verbo querer dispara un espacio mental de deseo. Si este se considera subordinado

o parte del mundo real, tendremos una lectura específica: existe una conexión evidente entre la

rubia de la oración (30) y los participantes en el “mundo padre”. De este modo, si la rubia posee una

existencia en el “mundo padre” dentro del cual se predica el deseo, entonces existe una rubia y Pepe

desea casarse con esa rubia (algo bien diferente a que la rubia sea solo un deseo de Pepe). Si se

considera como un mundo irreal aparte, bien puede albergar a una rubia no específica, ya que ella

solo existe en las esperanzas de Pepe. Ello significa que dicha instancia carece de alguna otra

conexión con el hablante o con alguna otra fuente desde la que pueda establecerse que Pepe desea

casarse con una rubia. Un espacio de este tipo, por consiguiente, solo puede incluir una generalidad:

Pepe desea casarse con cualquier mujer con tal de que ella sea rubia.

Sin embargo, tal como se ha planteado, los fenómenos gramaticales son complejos por la

interacción de construcciones conceptuales diferentes que favorecen ciertas interpretaciones en

desmedro de otras. Un interesante caso de esto nos lo ofrece el siguiente hecho: la lectura no

referencial (la no específica, se entiende) de la FN una rubia, en (30), tiene un comportamiento

suficientemente “referencial” como para servir de antecedente al pronombre ella en una oración

como (32). Por el contrario, la lectura referencial de la misma FN indefinida, una rubia [que yo le

presenté], no sirve como antecedente de ella en (32); pero sí en (33).

200
(32) Ella ?? referencial/no referencial tiene que ser alta, adinerada y hermosa.

(33) Ella referencial/?? no referencial es alta, adinerada y hermosa.

Sabemos que (30) propone dos mundos posibles dentro de los cuales se encuentra el concepto de

una rubia: uno es un mundo real y el otro es un mundo irreal, el “mundo del deseo”. Dada la

ambigüedad de esa frase, (32) y (33) deberían ubicar el antecedente en ambos mundos. No obstante,

es claro que hay preferencias. (32) no acepta la forma referencial de ella porque tiene que ser alta

[…] establece condiciones para seleccionar a una persona. En una predicación modal del verbo

ser, los sujetos que cumplan con esa descripción son los que por coincidencia presentan los

atributos requeridos. Cualquier rubia, sin que se lo proponga, puede ser la que Pepe quiera para

casarse. Es a costa de un gran esfuerzo constructivo que podemos pensar en ella como referencial

en (32), porque si es una rubia específica, pues será una que tenga que ser alta, adinerada y

hermosa. Tal vez uno pueda proponerse ser adinerado y hacer todo lo posible por serlo; pero es más

difícil lograr ser hermosa y aún más difícil ser alta. La idea aquí es que un estado como ser bajo el

alcance de una modalidad deóntica como tener que es extraña como predicado de un individuo

específico. Sin embargo, la preferencia por un sujeto no específico desaparece si a (30) le sigue

(34):

(34) Ella referencial/? no referencial tiene que viajar a Italia para estudiar cine.

De hecho, la lectura no referencial es un poco extraña. Una acción como viajar puede entenderse

como realizada por un individuo específico; pero también, aunque con un mayor esfuerzo

constructivo por el sentido de posterioridad que tiene tener que con una acción, como la condición

que cualquiera debe cumplir para casarse con Pepe, además de ser rubia, claro está.

En el caso de (33), la oración con el verbo ser en presente indicativo puede indicar un

comportamiento habitual característico de cualquier miembro de la clase —el comportamiento

201
canónico— o propiedades específicas de una instancia particular. Es fácil notar que una rubia que es

alta, adinerada y hermosa no corresponde muy bien a una descripción canónica de las rubias como

clase. Es más claro referirnos a una rubia específica que tiene al mismo tiempo esas características.

Así, pues, tenemos que la descripción de una rubia en (33) se relaciona mejor con la opción

específica que con la no específica.

En este análisis se ha mostrado que la correferencia puede obedecer a preferencias conceptuales

determinadas por la semántica de los verbos ((32) y (34)) o por la congruencia entre espacios

mentales (como se vio para (33)). Sobre la congruencia entre espacios mentales, Langacker (1991:

107) afirma que esta es central para establecer la correferencia entre distintas oraciones: esta se

logra por establecer conexiones entre espacios mentales compatibles. Por ejemplo, en (35) el

espacio de la suposición (establecido por piensa) establece fuertemente un mundo irreal —de

hecho, la lectura referencial es más difícil que en el espacio creado por verbos como desear—.

(35) Luis piensa que (mundo de la suposición) un loro i tiene solo plumas verdes
(comportamiento canónico). ?? Este i no tiene plumas de otros colores (mundo
canónico).

Si comparamos (35) con (36), en la que no hay ninguna dificultad para establecer la correferencia,

se aprecia que el espacio de la suposición afecta el espacio del comportamiento canónico: los

contenidos dentro de este último son falsos o irreales.

(36) Un loro i tiene solo plumas verdes (comportamiento canónico). Este i no tiene
plumas de otros colores (mundo canónico).

Por eso, sería mucho mejor si en (35) la segunda oración fuera Este no tendría plumas de otros

colores. El modo hipotético genera un mundo irreal compatible con el espacio de suposición.

202
Otra incompatibilidad más directa se ve en (37), donde una FN indefinida no específica dentro del

espacio de la “concepción canónica de la realidad” no puede servir de antecedente de otra expresión

ubicada solo en el espacio del “mundo real”:

(37) Un perro i come carne (comportamiento canónico). ?? Él i se robó (mundo real) el


bistec la semana pasada.

La conclusión es que un análisis formal de la correferencia pierde de vista las implicancias de los

espacios mentales como reguladores de las relaciones entre instancias con diversas concepciones

reales o irreales. Este último fenómeno no se nota en la estructura de la frase, sino en los

significados (como construcciones conceptuales) asociados con ciertos elementos de distinto tipo

(aspecto verbal, tiempo, distinción entre supuesto y real, etc.). Y esto desnuda las insuficiencias de

una sintaxis anclada en la proposición.

4.2.3. Acerca de las restricciones en el uso de los indefinidos genéricos

Ya hemos visto en la sección anterior que las lecturas no específicas requieren de la creación de un

mundo irreal. Asimismo, se han analizado con detalle las condiciones distintas en las que las

lecturas específicas y no específicas se prefieren o son incompatibles a partir de algunos casos de

correferencia en distintas oraciones. Sin embargo, las restricciones en los usos de las FN indefinidas

genéricas solo se entienden comparando dichas formas con las FN definidas genéricas. Como ya se

mencionó anteriormente, una de las formas de referencia genérica para una FN se logra haciendo

referencia a una proporción de la clase completa (cf. supra 4.1.3, análisis de oraciones (18)-(20)).

Palabras como todos, mayoría y algunos indican distintas proporciones de la clase; a su vez, el uso

del artículo definido se postuló como un marcador de totalidad relativa. La otra forma de referencia

genérica para una FN es predicar algo de los miembros de la clase como instancias

representativas (cf. supra n. 16). La primera forma de interpretación genérica se conoce como

lectura colectiva; la segunda, como lectura distribuida. El uso del artículo definido prefiere

203
claramente las lecturas colectivas, mientras que el indefinido, por mantener a las demás instancias

presentes al lado de la seleccionada, prefiere las lecturas distribuidas (Cruse 2000: 311).

Esto lleva a la pregunta sobre cómo se distinguen las formas indefinidas un y algún. Como se ha

venido viendo líneas atrás, el espacio mental irreal admite la imposibilidad de haber tomado

conciencia previamente sobre un objeto específico, de modo que la instanciación se realiza sobre

cualquiera de los objetos en el campo de instanciación, al lado de los potenciales elementos que

forman la clase. En ese sentido —y solo en ese— un es idéntico a algún. No obstante, la diferencia

es bastante evidente: el primero solo indica que se instanciará un ente entre todos los demás (y su

especificidad o no especificidad se deriva del espacio mental real o irreal donde se ubique ese

elemento); mientras que el segundo siempre selecciona arbitrariamente entre el conjunto de

instancias posibles, no hay lectura específica posible. Así, no es lo mismo decir Un hombre puede

sacarse la Tinka —donde se alude a cualquier hombre o a uno en particular, como “el famoso

adivino Kalimán, capaz de predecir el futuro”—, que decir Algún hombre puede sacarse la Tinka

—donde solo puede darse a entender que cualquiera podría ser el afortunado—. El valor referencial

de la determinación indefinida mediante un estaría ubicada en un nivel superior en comparación con

algún (y obviamente, algún está por encima ningún).

Una FN determinada de modo indefinido que alude a un objeto no específico lo ubica en un espacio

abstracto. Este espacio es el dominio de instanciación, una de las partes del esquema [CLASE] que

instaura todo sustantivo.30 Debe ser claro que lo aludido por dicha FN es un objeto en un espacio

abstracto: basta con adquirir un concepto de una cosa para que de inmediato, si intuimos que posee

contabilidad o multiplicidad de instancias, podamos pensar en ella como un ejemplar y hablar sin

30
La otra parte es el tipo, el punto superior de dicho esquema conceptual (cf. 2.2.2). Como expliqué en la
sección 4.1.2, la creación de un espacio de cualidad para los sustantivos contables es el proceso por el que se
llega al espacio de tipos donde la predicación genérica para una FN definida singular es posible.

204
tener una experiencia específica de esta. En consecuencia, una interpretación de este tipo es ideal

para usarse en expresiones de sentido universal o genérico. Ahora podemos ver con claridad que el

sentido genérico no es el mismo si se obtiene desde un tipo, un ejemplar o, inclusive, desde un

plural definido; con lo cual la crítica hecha en la sección 3.1.2 acerca de la vaguedad detrás del

simple uso del término genérico se ve justificada.

Sin embargo, hay también restricciones para el uso de las FN indefinidas con sentido genérico. Es

bien sabido que si una oración exige que el uso distribuido involucre necesariamente al conjunto de

los elementos o a varios de sus elementos, entonces el uso genérico de un queda de lado por ser

incompatible con el sentido colectivo que este tipo de frases privilegian. Los siguientes ejemplos

son tomados de Cruse (2000: 312)

(38) La computadora revolucionó las prácticas empresariales.

(39) Las computadoras revolucionaron las prácticas empresariales.

(40) ?? Una computadora revolucionó las prácticas empresariales.

La interpretación de una computadora en (40) no parece ser compatible con el sentido genérico. De

hecho, no parece claro que (39)-(40) puedan considerarse capaces de crear espacios irreales. Por su

parte, Iturrioz (1986: 213) propone que una FN genérica con artículo indefinido solo puede darse

con predicados que también permitan la interpretación específica o referencial. En efecto, esto debe

considerarse un aspecto derivado de crear tanto un espacio que se considere parte del mundo real,

como uno irreal paralelo al anterior. Por ende, lo que se predique de una FN indefinida genérica

también es predicable sobre los individuos singulares.

Es bueno recordar que, del mismo modo como lo singular se opone a lo plural, una FN definida

plural tiene sentido genérico si lo que se predica sobre ella puede aplicarse solo a la clase como

205
totalidad. De este modo, las interpretaciones genéricas colectivas o logradas proporcionalmente son

compatibles con las propiedades de clase; mientras que las distributivas o logradas por instancias

representativas lo son con las propiedades individuales. Esta diferencia debe hacernos pensar, una

vez más, en la diferencia entre extensivo e intensivo. Mientras que los predicados extensivos

implican una referencia al número total de ejemplares de una clase o especie dada, los intensivos

incluirían las aseveraciones que se constatan en cualquier individuo de la clase.31 Compárense las

siguientes oraciones que pretenden un sentido genérico:

(41) Los dodos están extintos.

(42) ?? Un dodo está extinto.

(43) Los dodos eran poco abundantes a fines del siglo XVI.

(44) ? Un dodo era poco abundante a fines del siglo XVI.

(45) Los dodos comían granos y frutas.

(46) Un dodo comía granos y frutas.

En estas oraciones tenemos que propiedades como estar extinto o ser poco abundante solo pueden

entenderse con relación a todos los dodos, a la clase dodo, tal como lo expresan (41) y (43). Es

extraño hablar de “un dodo extinto”, salvo que aludamos a una variedad de la familia dodo. En todo

caso, hablaríamos de “un dodo muerto”, ya que morir es un predicado que se aplica a los individuos

de la clase de modo particular. Lo mismo puede argüirse de “un dodo poco abundante”: la

abundancia solo se entiende tomando en cuenta a la totalidad de la clase. Sin embargo, para

31
Se apeló a esta misma distinción básica cuando comparábamos la diferencia entre interpretación genérica
con FN definida singular por acceso al espacio de tipos frente a la que se logra con una FN definida singular.
En todo caso, sabemos que cada ejemplar del dominio de instanciación está ubicado ahí porque elabora el tipo
(que contiene el esquema específico del sustantivo), de modo tal que por medio del ejemplar conocemos el
todo. Este proceso es absolutamente común en el proceso de conocimiento humano. Conocemos instancias y,
según lo que observamos en ellas, pensamos que todas las demás se comportarán o se verán iguales: “una vez
que has visto a uno los has visto a todos”. Prejuicios que construyen nuestra vida diaria y contribuyen a
regular la gramática con la que hablamos (cf. infra 4.1.2).

206
entender mejor por qué (42) parece más extraña que (44) necesitamos entender que tipo de espacio

se crea en cada oración.

Aparentemente, (42) expresa una propiedad universal sobre los dodos, y esto nos pone en una

situación difícil: un espacio de comportamiento canónico, irreal por definición, no permite una

lectura no específica de dodo. Sin embargo, (42) no crea un espacio canónico porque utiliza el

verbo estar. La semántica del verbo estar es extremadamente problemática y habría que escribir

otra tesis para poder hacerle justicia a su complejidad. No obstante, ya desde las gramáticas

tradicionales (cf. Seco 1967) estar se distingue de ser por introducir propiedades pasajeras,

accidentales o no pertinentes para la esencia de un concepto.32 De este modo, cuando decimos

(41) proponemos una situación que no caracteriza a los dodos como especie: no se necesita que algo

esté extinto para poder saber qué es. Puede ser importante saber que un dodo esté extinto o no,33

pero eso no ayuda a saber qué es un dodo. En síntesis, estar no introduce un espacio irreal canónico:

carece del sentido de permanencia o duración propio del sentido habitual que tiene ser.

Por su parte, (44) resulta más aceptable porque el verbo ser está en una forma imperfectiva (era) y

eso permite construir la habitualidad de un comportamiento más permanente (“ser abundante”).

Podemos acceder a un espacio irreal canónico. No obstante, la restricción temporal que impone a

fines del siglo XVI hace toda la afirmación menos universal. De hecho, si la frase fuera Un dodo era

32
Obviamente, la idea de “esencia” está reñida con la naturaleza difusa de los significados defendida en el
capítulo 1 de este trabajo, por lo que la idea de predicar sobre propiedades más permanentes, frente a otras
menos permanentes, parece ser más adecuada para distinguir ser y estar. Sin embargo, en tanto que los
significados se basan en diversos MCI, es relevante el hecho de que los seres humanos asumamos la
metáfora del recipiente como una teoría básica sobre las palabras. Según esta metáfora, las palabras se
“llenan” de contenidos y estos equivalen a lo que es una cosa, a su esencia. De ahí que sea tan aceptada y
difícil de criticar la idolatría al diccionario que profesan muchas personas. Decir que las palabras significan
más que lo que ellas “tienen dentro” de modo bien definido es ir justamente contra una idea del sentido
común.
33
Como un comentario al margen, es interesante notar que, curiosamente, en la oración Puede ser importante
saber que un dodo esté extinto tenemos un espacio irreal generado por el modal, con lo que la lectura no
específica queda garantizada.

207
abundante antes de que el hombre lo cazara por diversión la extrañeza frente a la frase se reduce

aun más. No obstante, debe reconocerse que a pesar de que el espacio irreal justifica la existencia de

la lectura indefinida no específica, esta es más natural cuando, como sostiene Iturrioz, no se trata de

un predicado colectivo.

Oraciones como (45) y (46) tienen un sentido muy semejante, en tanto que aluden a la clase de los

dodos. No obstante, si bien la primera afirma que los dodos (el conjunto en pleno como totalidad

relativa) comían granos y frutas, (46) afirma algo diferente: cualquier individuo de la clase dodo,

cualquier ejemplar tomado al azar, comía granos y frutas porque este es un comportamiento

canónico que permite definir mejor a un dodo: puede considerarse más como una propiedad

permanente de cualquier dodo, aun cuando no hayamos tenido contacto específico con ellos para

verificarlo.

En conclusión, las formas indefinidas genéricas necesitan de un espacio irreal lo menos restringido

posible. Una de las principales restricciones, fuera de la temporal que se tocó en (44), es la de

predicados generales que asuman a la totalidad de los miembros y no puedan predicarse de cada uno

de los ejemplares. Por ejemplo, propiedades que solo se confirman empíricamente como estar

extinto y, en general, los atributos introducidos por estar no se consideran básicos para permitir la

elaboración de un tipo mediante una instancia. Así, en la instancia no podremos encontrar una

propiedad de ese tipo, con lo que se restringe (pero no se impide totalmente) una expresión

genérica.

4.3. Frases nominales no determinadas

Para finalizar con este trabajo, analizaré y propondré una explicación de los casos más usuales de

frases nominales no determinadas o FN escuetas. En principio, sabemos que las FN sin

determinante aparecen en la posición de predicativo (predicado nominal) o atributo luego del verbo

208
ser (cf. supra 3.3.2.f) y como objeto directo (OD) de cualquier verbo transitivo cuando sus

sustantivos se hallan en su forma plural o pertenecen a la clase de los no contables. Sin embargo,

no dejan de presentarse casos en los que es notorio que un sustantivo sin determinación alude

directamente a un tipo:34 estos casos presentan sustantivos singulares y los verbos transitivos con

los que pueden aparecer se reducen a unos cuantos. Comenzaré por analizar los singulares y

concluiré con los plurales y no contables, no sin explicar, para los últimos, los motivos por los

ambos se comportan tan parecido.

4.3.1. Sustantivos contables singulares

Si observamos las siguientes oraciones, notaremos que hay fuertes restricciones para el uso de

sustantivos en singular no determinados:

(47) Tengo coche.

(48) ??? Coche está malogrado.

(49) Las casas de este vecindario tienen techo.

(50) ??? Techo tiene tejas muy coloridas.

En primer lugar, la posición de OD parece ser muy relevante para aceptar un sustantivo no

determinado, al punto que no hay en castellano sujetos no determinados. Una posible explicación a

este hecho sería que los determinantes definidos e indefinidos han sido convencionalizados en

español como indispensables para marcar la estructura de tópico de las oraciones (que, como es bien

sabido, se realiza en la posición extrema de la izquierda, que generalmente coincide con el sujeto).

Sin embargo, hay algunas FN no determinadas explícitamente que pueden ocupar la posición de

sujeto: los nombres propios (p. ej., Christy está trabajando en Italia) y las expresiones

metalingüísticas (p. ej., Perro es un término que designa al canino doméstico). No existe la

34
En el sentido que se sugirió en 3.3.2.f para oraciones como Mi primo es pintor. Sobre estos casos y la forma
particular en la que aluden a un tipo cf. infra 4.3.1.

209
posibilidad de establecer un tópico fuera de las FN referenciales o, mejor, específicas a partir de

alguna forma de contacto mental (ya sean estas entidades concretas o abstractas). De hecho, en (47),

coche ni siquiera puede considerarse una forma indefinida: no hay alusión a una instancia al lado de

las demás en la clase. Más adelante se propondrá qué alude al tipo directamente, sin apelar a un

espacio de tipo alguno análogo al dominio de instanciación. Nótese que oraciones como la

mencionada no pueden tener una FN sin determinar en posición de tópico mediante una dislocación

a la izquierda. Así, no hay algo como (51) o (52):

(51) ??? Coche lo tengo.

(52) ??? Carta mando tu mamá

Las formas deben ser: El coche lo tengo / Un coche tengo y La carta la mando tu mamá / Una carta

mandó tu mamá, respectivamente. Esto significaría que la ausencia de determinantes explícitos en

español acarrea que no se licencie la frase por motivos de un tópico no denotativo. (Y, dicho sea al

pasar, esto sería una prueba más de que, como bien señalaba Givón (1984: 406), las llamadas FN

referenciales y las no referenciales son extremadamente parecidas.) 35

35
La discusión respecto al porqué de la restricción de las FN no determinadas a la posición del OD y su no
ocurrencia en el sujeto no ha dado una razón “lógica” o, mejor, “de estructura” para que en nuestra lengua se
haya convencionalizado que toda FN sujeto debe ser determinada explícitamente. Debemos recordar que, por
lo planteado en el capítulo 1, existe una parte arbitraria inherente a todo lenguaje por ser simbólico. En inglés,
por ejemplo, solo los singulares abstractos (bien sean entelequias o derivados, cf. supra 2.4) pueden aparecer
sin determinante alguno siendo claramente tópicos y específicos:

— Love i makes everything look better to the eyes of the lover. It i means the ultimate reason for living.
(“El amor i hace todo mejor a los ojos del enamorado. Ø i significa la razón definitiva para vivir”)
— Education i seems to be the key for development. It i gives confidence to anyone to face challenges.
(“La educación i parece ser la clave para el desarrollo. Ø i le da confianza a cualquiera para
enfrentar desafíos”)

De este modo, en tanto que el amor es un instancia única —si bien con manifestaciones concretas como los
objetos amados— puede resultar redundante utilizar el artículo si se quiere hablar de ellas como conceptos
generales, con lo que en inglés se reserva la aparición del artículo cuando se trata de formas específicas:

— The love you have given me is beautiful. (“El amor que me has dado es hermoso”)
— The education of Mr. Baker seems to have reached the development we have been waiting for. (“La
educación del Sr. Baker parece haber alcanzado el desarrollo que hemos estado esperando”)

210
No obstante, es también claro que solo unos cuantos verbos transitivos parecen aceptar FN no

determinadas en su OD:

(53) Este libro incluye fascículo coleccionable

(54) Esta cocina viene con regalo.

(55) Creo que me saco (obtengo) diploma por las notas que obtuve.

(56) ? Mira, Lucho, la dirección general de transporte urbano mandó multa para
ti (es decir, tienes multa).

(57) ?? Sebastián escribe trabajo para el profesor de religión.

(58) ??? Regina piensa mucho respuesta antes de decirla.

(59) ??? Cristina pregunta mucho hora.

(60) El Ministerio de Industria y Turismo creó trabajo para más de 15000 personas el
último mes (15000 personas son tienen trabajo desde el último mes).

(61) ? Hago trabajo para la parroquia de mi barrio (la parroquia es dueña de mi trabajo).

(62) ??? Mario hizo cuarto con la ayuda de dos albañiles más.

En todos los casos anteriores que son más o menos aceptables está presente la noción de posesión;

ya sea mediante el verbo tener como en (47) y (49), o mediante otros verbos que comparten el

sentido de posesión en algún grado (los ejemplos de (53) a (56)). Incluso si hay un poseedor que se

deriva indirectamente del verbo principal puede licenciarse el uso no determinado de la FN, como

muestran (60) y (61). Para poder llegar a una explicación satisfactoria, será necesario examinar el

Pero no hay nada que impida que, por ser formas únicas y coincidir con la definición del artículo definido,
siempre tengan artículo en algunas lenguas, tal y como las respectivas traducciones al castellano muestran. Es
más, es posible que las lenguas determinen convencionalmente, a lo largo de la historia (ese factor tantas
veces ignorado en los estudios de sintaxis formal) que los nombres propios, por ser también instancias únicas,
son perfectamente compatibles con la función de los artículos definidos. En consecuencia el uso simultáneo
de estos dos se hace convencional, tal como pasa en el griego (y, sospecho, ese parece ser el camino que sigue
el español de Lima). Por esta razón, es posible asumir que el español convencionaliza que toda FN, salvo los
nombres propios, debe estar explícitamente determinada en la posición de sujeto.

211
comportamiento de las que podríamos considerar las formas más usuales de sustantivos singulares

no determinados: los predicados nominales o atributos. Observemos los siguientes ejemplos:

(63) Rubén es el filósofo que se casa en enero.

(64) Alfredo es un lingüista.

(65) Alfredo es lingüista.

(66) Esto no es libro, es revista. Fíjate bien.

(67) ¡Esto es vida!

(68) El gatito que te encontraste en tu safari no era gatito: ¡era león!

Las construcciones copulativas (con ser) colocan a un argumento en una relación de identidad con

otro término: bien puede ser una identidad referencial, como (63), o una identidad de clase, es

decir, inclusión en una clase, como (64) (cf. supra 4.1.2 oración (8) y nota 7). Sin embargo, es

posible notar una forma más de identidad que puede considerarse como información

caracterizadora, como sería el caso de (65) a (68). Gracias a esta forma de identidad, es

perfectamente normal que muchos adjetivos ocupen la posición del atributo. En efecto, Wierzbicka

(citada por Croft 1990: 122-123) sostiene que los adjetivos, cuando sirven para señalar atributos de

un referente, enriquecen la imagen que evoca el sustantivo. Mientras que los sustantivos crean

categorías estables, los adjetivos añaden características o rasgos sin crear categorías nuevas.

Es bien sabido que un sustantivo puede tener un valor predicativo antes que argumental. Si

recapitulamos todo lo visto acerca de las FN genéricas, podemos decir que el factor común en todos

los usos es el acceso, por un modo u otro, a la noción de tipo o clase. Del mismo modo, he discutido

a lo largo de la tesis, a veces explícitamente, otras de modo implícito, los problemas de la noción de

referencia (cf. supra 3.1, 3.1.1 y 3.1.2). Pero si una conclusión puede proponerse, sin duda sería que

referir —en el sentido más estricto del término: usar una FN como argumento— solo se hace dentro

212
de un espacio mental considerado parte del mundo real, con el cual tenemos un contacto mental

fundado en la experiencia o distintas formas de conocimientos que permiten especificar o

individualizar a una entidad. Sin embargo, ese mismo proceso puede darse en mundos irreales. Y

siendo irreales, se ha visto, muestran un comportamiento referencial idéntico a las FN llamadas

argumentos. ¿Cuándo es entonces un sustantivo realmente predicativo y no solamente un uso

genérico?

Cuando se usa un sustantivo y se determina de modo definido o indefinido se está proponiendo que

ese concepto es una categoría independiente, un individuo. La única forma de no usar un concepto

como un individuo (por defecto, el sustantivo prototípico) es como un evento (un verbo) o como

una propiedad (lo que se definió para los adjetivos). Por ende, un sustantivo es predicativo

cuando sirve de atributo a otro sustantivo (al que consideramos un individuo). Esto significa que

en el predicativo se da una forma de alusión al tipo donde no hay ninguna forma de individuación

posible.36 Parece ser claro entonces que las oraciones (64)-(68) están ligadas en tanto que sus

sustantivos resaltados no son argumentos en esos usos. Sin embargo, (64) es bien distinta a las

demás ya que lo resaltado podría ser referencial o genérico; mientras que de (65) a (68) lo resaltado

solo puede ser una forma predicativa.

Trazaré la diferencia entre (64) y (65). La primera apela a la lectura genérica del indefinido: Alfredo

nombra a una instancia determinada que puede considerarse una instancia no específica que cumple

con las características propias del tipo lingüista junto a otras más no definidas. Así, en sentido

estricto, con un lingüista no estamos refiriéndonos a ningún lingüista específico, más bien aludimos
36
Un adjetivo es una categoría que no tiene instancias, tiene manifestaciones distinguibles en otras instancias.
Por esta razón tienen un punto en común con los sustantivos de masa: sus instancias son realmente
manifestaciones. La diferencia fundamental es que los sustantivos de masa siempre establecen una región, lo
cual les da una autonomía básica. Uno interactúa con las masas mismas: Pisé el barro y ensucié el agua. Uno
no interactúa con adjetivos a menos que los delimite como sustancias: Pon más rojo en esa pintura; Falta más
dulce en tu mazamorra; o que los derive como sustantivos abstractos no físicos: Mi tranquilidad no tiene
precio; La estupidez de nuestras autoridades no tiene límites.

213
a una entidad no particular o arbitraria para poder identificar a Alfredo (como se aprecia en la figura

9b). Por su parte, (65) contiene un predicado nominal que también es no referencial; pero, a

diferencia del caso anterior, no alude a ningún ente, por más arbitrario que sea: alude solo al

conjunto de características como una propiedad, no a algún individuo que las instancie. Así, Alfredo

se identifica como un individuo compatible de un modo u otro con las características que se asumen

para el tipo llamado lingüista; es decir, alguien que cumple las respectivas condiciones que

establece la clase, pero no con una instancia de la clase. En resumen, la diferencia entre un lingüista

y lingüista radica en que en el primer caso estamos ubicados en el dominio de instanciación de la

clase “lingüista” para ubicar a un ejemplar representativo con el cual identificamos a Alfredo; pero

en el segundo caso, lingüista solo se considera un conjunto de rasgos que sirven para caracterizar al

sujeto de (64).37

Las demás oraciones, (66)-(68), se entienden de modo análogo a lo expuesto para (65). (66) y (67)

llaman la atención del oyente sobre un objeto con disponibilidad deíctica inmediata (mediante el

demostrativo esto) con el fin de establecer una comparación. Esta no apela al otro objeto (el

predicado nominal) en tanto individuo, sino como fuente de características que representen un tipo

que, a su vez, se considere identificable con el sujeto de la frase (el cual es un concepto complejo;

37
Cabe señalarse que los usos predicativos de los sustantivos enfatizan su función de clasificación. Una
forma de probar es comparar las siguientes oraciones:

a. Juan es pintor.
b. ??? Juan es pintor bueno.
c. Juan es buen pintor.

Mientras algo es “pintor”, se tiene clara la idea de a qué tipo de clase pertenece. Pero con un adjetivo
valorativo o cualquiera cuyo significado sea relativo se necesita una comparación implícita o un campo de
valoración. La única forma de proponer este campo es dejando visibles a los demás elementos de la clase. Por
eso, el artículo indefinido provee de ese campo y licencia Juan es un pintor bueno. En el caso de (c), el uso
del adjetivo como epíteto, como se sabe desde las gramáticas tradicionales y manuales de figuras literarias, no
necesita de un espacio de comparación: la cualidad se asume inherente al concepto donde se aplica. Además,
si usamos otros adjetivos no valorativos como internacional, o incluso otros más específicos como radial
podremos tener FN no determinadas: Mario es locutor radial, Paquita es periodista internacional; pero ??
Mario es locutor pésimo y ??? Paquita es periodista alta.

214
es decir, un conjunto de eventos y relaciones, delimitados como una sola región: “nadar, tomar sol,

beberse una piña colada al borde de la piscina” es vida). En cuanto a (68), los sustantivos no

determinados están encaminados específicamente a proponer al oyente el verdadero tipo que

instancia el gatito particular que aquel encontró en un safari: no gatito, sino león.38

Si volvemos la mirada sobre las oraciones (47), Tengo coche, y (49), Las casas de este vecindario

tienen techo, notaremos que la falta de determinante hace que en el predicado no se señale tan solo

la posesión de un objeto; más bien hay una fuerte alusión a las características de la clase a la que

pertenece el objeto mencionado y cómo afectarán al sujeto (cf. King y Suñer 1999: 148-149). Esto

sugiere la noción de modificación inherente a los adjetivos y atributos.

Es evidente que en (47) y (49) no encontramos expresiones referenciales en el OD, a pesar de que el

hablante presuponga el coche específico del que es dueño, para la primera, y el techo específico que

cada casa de su vecindario posee, para la segunda. No obstante, esas FN poseen un significado muy

cercano a una conceptualización basada solo en las características por las que un ente X puede

considerarse coche o techo, así que lo que se informa es de las implicancias de tener dicho objeto.

Para saber de las implicancias de “tener coche” o “tener techo” (más que el coche/el techo o un

coche/un techo) hay que notar que los significados se determinan por un saber enciclopédico (cf.

supra 1.4.1), que incluye numerosas especificaciones de nuestro conocimiento general sobre las

categorías en cuestión (y no tan solo la forma en la que dichos rasgos se cotejan en un objeto al que

nos referimos de modo específico). Por ejemplo, si un inspector del municipio quiere verificar si las

casas de un vecindario están preparadas para soportar las lluvias de la estación, pues le bastará

38
Apelando una vez más a las distinciones clásicas, puede decirse que estos usos atributivos de las FN no
determinadas singulares pueden ser considerados connotativos: el sustantivo resulta una cualidad
(relacionada, por lo tanto, con las aposiciones). Esto se contrapone a los usos denotativos, ya sea en el
sentido de referencia concreta singular o los “seudorreferenciales” (que incluye los distintos tipos de
interpretaciones genéricas determinadas, las cuales, nunca está de más remarcarlo, actúan igual que las formas
referenciales; por eso el prefijo seudo-).

215
escribir en su informe Las casas del vecindario tienen techo para que se entienda que dichas

propiedades pasan por el estado de poseer techo con lo que ello implica respecto de las lluvias.

Sostengo que las semejanzas entre los verbos copulativos y los estativos de posesión, como

tener, son las responsables de que los objetos directos de los últimos puedan actuar como los

predicados nominales de los primeros. En principio, tanto ser como tener perfilan una relación

temporal estativa: lo que se predica mediante los verbos se considera una propiedad del sujeto, ya

sea propiedad en el sentido de característica o en el sentido de posesión.39 Por otra parte, es bien

sabido que tanto en el latín como en el griego clásico el sentido de posesión puede obtenerse

mediante una construcción con verbo copulativo:

• sujeto (nominativo) + verbo copulativo + atributo (dativo).

Así una frase como Yo tengo amigos podía expresarse en dichas lenguas con una forma como Los

amigos son para mí (en latín: Sunt mihi amici; cf. Estébanez 1995: 71).

Parece que el “parentesco” entre la predicación de posesión y la predicación nominal es lo que

explica el uso, para ambos casos, de un OD y un predicativo —respectivamente— sin determinante.

En las oraciones que van de (53) a (56), aquí repetidas, los verbos tienen conceptos muy cercanos al

de pertenencia.

(53) Este libro incluye fascículo coleccionable

(54) Esta cocina viene con regalo.

(55) Creo que me saco (obtengo) diploma por las notas que obtuve.

39
Eso fue discutido anteriormente al hablarse de la distinción entre ser y estar (cf. supra 4.2.3, análisis de la
oración (42)). Sin embargo, habría que añadir que hay una relación de semejanza muy grande entre los
predicados nominales y los OD del verbo tener: Estar con gripe/Tener gripe; Ser padre/Tener hijos; Estar
triste/Tener tristeza; Ser rubio/Tener cabello rubio; etc.

216
(56) ? Mira, Lucho, la dirección general de transporte urbano mandó multa para
ti (es decir, tienes multa).

Las frases (53) y (54) se interpretan dentro del campo de la inclusión (X incluye Y es semejante a X

tiene Y). (55) usa el verbo sacarse como obtener, cuyo significado es aproximadamente “lograr

tener”. Por su parte, (56) emplea el verbo mandar con un sentido que bien puede entenderse como

una advertencia de lo que implica “tener una multa”. La gradación que muestran las frases respecto

de su aceptabilidad o no depende, como he venido proponiendo en todo mi trabajo, del esfuerzo

constructivo que enfrentan el hablante y el oyente para construir y entender, respectivamente, una

noción cercana a la de posesión. Por otra parte, las oraciones desde (57) hasta (59) no parecen tan

claras en su relación con tener:

(57) ?? Sebastián escribe trabajo para el profesor de religión.

(58) ??? Regina piensa mucho respuesta antes de decirla.

(59) ??? Cristina pregunta mucho hora.

En (57), Sebastián ha escrito un trabajo, por lo tanto “tiene el producto”; pero el destinatario es el

“profesor de religión”, con lo que la idea de modificación se diluye. En (58) y (59) la idea de

posesión está totalmente ausente; por lo que es imposible usar una FN no determinada. Las

oraciones restantes también pueden analizarse mediante la relación de posesión sugerida o ausente

en sus verbos:

(60) El Ministerio de Industria y Turismo creó trabajo para más de 15000 personas el
último mes (15000 personas son tienen trabajo desde el último mes).

(61) ? Hago trabajo para la parroquia de mi barrio (la parroquia es dueña de mi trabajo).

(62) ??? Mario hizo cuarto con la ayuda de dos albañiles más.

217
Sin embargo en (60) tenemos el caso de un verbo como crear que toma una FN no determinada

debido a que el destinatario se ve claramente afectado (favorecido) por ella. (61) no es tan buena

por la misma razón que (57): no es fácil identificar un único poseedor y un solo afectado por el

trabajo realizado. En (62) no se puede determinar si Mario es solo el que produce algo, sin tener

propiedad sobre el objeto; pero la expresión con dos albañiles así lo sugiere, por lo tanto, no se

permite la lectura predicativa de la FN no determinada de cuarto.40

Una última observación es que las FN no determinadas en posición de OD no están obligadas a

presentarse siempre en singular. El uso atributivo de estas no se basa únicamente en los

contenidos de su esquema conceptual. Como he señalado líneas antes, el saber enciclopédico es

crucial para justificar los usos no determinados del sustantivo como una forma de caracterización.

En efecto, el conocimiento enciclopédico determinará si los tipos se manifiestan normalmente en

singular o en plural (y se sigue el MCI para determinar esto). En los ejemplos que se han elegido,

los sustantivos no determinados aparecen en singular porque comúnmente aparecen singularmente

en los contextos creados por las oraciones. Por ejemplo, la gente suele tener un auto y manejar uno

solo por vez; asimismo, las casas tienen un techo, sería inusual que tengan más de uno. Pero tener

amigos/manos con que trabajar/pies para caminar, etc. se asumen normalmente como más de uno

y, para las extremidades, como dos. De esta forma, decir que tener y otros verbos con sentido de

posesión se usan con un sustantivo singular, es una afirmación parcial; ya que sus usos obedecen al

40
Otros ejemplos interesantes, que solo refuerzan el análisis propuesto para las FN singulares no
determinadas incluyen verbos como sentir o vender. En efecto, los sentimientos se expresan como
propiedades que pueden “tenerse” (como muestra la pregunta ¿Qué tienes?, que se hace cuando alguien
parece estar triste, enojado, etc.). De este modo, queda perfectamente licenciado el uso de oraciones como
Siento pena de verte así o Siento alegría de terminar este trabajo. Por su parte, el verbo vender también se
expresa comúnmente, en ciertos contextos, con tener. Por ejemplo ¿Vende lapicero? equivale a ¿Tiene
lapicero (para vender)?. Por consiguiente, una frase como En mi tienda vendo perro, gato, loro, iguana y
cualquier animal que se te ocurra usa los sustantivos no determinados para implicar la variedad que hay en la
tienda por la acumulación de tipos tan diversos de la clase “animal”.

218
modelo cognitivo idealizado, que forma parte del saber enciclopédico, dentro del que se entiende un

sustantivo al usarse como predicativo o atributo.41

4.3.2. Sustantivos plurales y no contables

Se concluyó la sección anterior proponiendo que la singularidad de los sustantivos no determinados

como OD de verbos de posesión (o con un significado afín a este) no es obligatoria, pues hay

también sustantivos plurales con el mismo sentido atributivo (p. ej., ¿Tienes amigos?). Sin

embargo, las FN no determinadas en plural o con sustantivos no contables se comportan de una

manera bastante distinta a lo visto previamente, lo cual justifica sobradamente que enfoque este

problema por separado. Si bien la restricción que hace que solo se presenten en la posición de

predicado nominal o la de OD sigue vigente, ahora los verbos transitivos son muchos más

(excediendo largamente lo dicho sobre la relación entre ser y tener):

(69) Hoy comí puré y tomé jugo de piña.

(70) Por la tarde, vimos películas y luego jugamos juegos de mesa.

(71) Durante la semana empujo autos para hacerlos arrancar fuera del taller donde
trabajo. También busco clientes y los llamo para que prueben platos típicos en el
restaurante de mi tía. Eso hago los fines de semana.

En primer lugar, es necesario recordar la relación que hay entre los plurales y los no contables.

Ambas formas comparten en su conceptualización un rasgo muy importante: se conciben como

conformados por partes idénticas (cf. 2.1.4 conclusión f). Un sustantivo no contable como

mantequilla se concibe en tanto una sustancia en la que todas sus partes son idénticas (e

41
En el caso se los sustantivos predicativos que siguen a un verbo copulativo, estos tienen específicamente
indicado que deben concordar, al igual que cualquier otro adjetivo. Son la parte caracterizadora de una forma
de predicación de cualidad directa, con un matiz temporal y aspectual introducido por el verbo copulativo. En
tanto que los verbos de posesión no son copulativos, la concordancia es irrelevante; pero se produce el
fenómeno de ambigüedad en la cuantificación distribuida. Así, en Los chicos tienen carros, puede entenderse
como que existe un solo carro para todos los chicos o uno para cada uno, e incluso más de uno para cada uno.

219
indistinguibles entre sí).42 Por su parte, cualquier sustantivo plural obtiene ese rasgo gracias a la

replicación de instancias: dos bicicletas se conciben como un todo (el conjunto determinado por la

cuantificación) compuesto de dos partes idénticas, ya que las bicicletas, por más distintas que sean

entre sí, pertenecen a la misma clase conceptual. Langacker (1991: 80 n. 11) considera a los

plurales una sustancia abstracta o sustancia replicable (cf. supra 2.2).

Como consecuencia de lo anterior, la posibilidad de expandir indefinidamente su tipo es lo que

hermana a plurales y no contables. La instanciación de un no contable, es decir, la posibilidad de

establecer miembros discretos dentro de esa clase, parecería una contradicción, ya que, por

definición, estos sustantivos carecen de partes discretas. No obstante, la determinación se da cuando

una cantidad (o expansión) de sustancia se concibe poseyendo una ubicación particular en el

dominio de instanciación.43 Esto significa que uno habla de la mantequilla cuando sus límites

dependen de su ubicación, como por ejemplo en un paquete o una vasija (y no de su materialidad

misma, porque allí no tiene delimitación). De este modo, al seleccionarse el artículo definido, el

sustantivo no contable puede tomar no solo el valor genérico propio del espacio de tipo (cf. supra

4.1.2, p. 183) sobre el que se predica en comportamientos canónicos (La mantequilla proviene de la

leche, La mantequilla es rica en grasas), sino también el de una instancia específica —una

muestra— de dicha sustancia (La mantequilla que compraste estaba rancia; La mantequilla

apareció debajo de la refrigeradora ¿quién la puso allí?, etc.).

Otro aspecto común entre los sustantivos plurales y los no contables se relaciona estrechamente con

una diferencia entre lenguas como el español y el inglés. Tal como se señaló a inicios de la sección
42
Como se propuso en el capítulo 2, sección 2.1, esto lleva a la imposibilidad de establecer una delimitación
dentro de su dominio primario de predicación. Este dominio es donde se obtienen las nociones indispensables
para formar el concepto de mantequilla. Así, creo que la noción de “materia pura” o, tal vez, “crema” pueden
bastar para ese dominio.
43
Este es el espacio mental dentro del cual se realiza la designación, elaborar un elemento desde el tipo. Esto
es posterior a la concepción del tipo, para lo cual se requiere del dominio primario que define al concepto.

220
4.1.3, el inglés no usa obligatoriamente artículos para sus sustantivos plurales, tanto en posición de

sujeto, como en la de objeto. Se dijo en esa parte de nuestro trabajo que el plural en español, cuando

está determinado por el artículo definido señala una forma de totalidad relativa. Esto significa que

todos los elementos que conforman la clase (aún cuando no se sepa exactamente cuántos son estos)

deben caer dentro del grupo definido por esta clase de artículo. Sin embargo, esta explicación no es

suficiente para decir por qué en nuestra lengua se hace obligatorio utilizar un artículo con lectura

específica (sea el definido o el indefinido) cuando en inglés, para dar el mismo sentido de totalidad

relativa, no se emplea ningún determinante.

La solución a esta aparente contradicción es la misma que propuse en la sección anterior, 4.3.1: en

español, por convención, no puede haber una posición de tópico sin determinante. Apunté que solo

los nombres propios y las expresiones metalingüísticas pueden aparecer sin artículo en el sujeto

porque se las toma como inherentemente únicos, de modo que es redundante darles un artículo. En

español, entonces, cualquier otra forma que use siempre artículo en el sujeto debe considerarse

como menos susceptible de ser considerada inherentemente específica. Una de las definiciones del

plural era la totalidad relativa, y se ha enfatizado que su lectura como “todos los miembros de la

clase” está matizada por la incertidumbre de no saber cuántos miembros efectivamente tiene una

clase. En este sentido, el plural sin cuantificación deja abiertas dos posibilidades. En primer lugar,

algunas lenguas (en este caso, el inglés) asumirán convencionalmente que la totalidad relativa, que

alcanza a todos los potenciales miembros de la clase es una forma inherentemente definida, por lo

tanto, puede usarse como cabeza del sujeto sin determinante. En segundo lugar, otras lenguas (como

el español) asumirán que esa forma de totalidad no basta para ser una expresión inherentemente

221
definida, así que siempre la marcará con algún artículo que permita interpretar el concepto plural de

modo específico y lo licencie en posición de tópico.44

Ya esclarecida esta cuestión, puede proponerse que los sustantivos plurales y los no contables son

ambiguos al momento de instanciarse sin una delimitación específica (por cantidad o magnitud):

hay contextos en los que dan a entender la totalidad de la clase; en otros, solo una porción o unas

cuantas instancias de esta.45

Ya se había señalado antes (cf. supra n. 18) que los plurales no cuantificados no poseen solamente

el sentido de totalidad, aunque esta sea relativa. Como propuse en la sección 4.3.1, es posible

concebir que un plural sin cuantificación explícita no sea solo la totalidad de la clase, sino el

mínimo plural indispensable; es decir, una cantidad cualquiera mayor o igual a dos. De este

modo, habrá contextos de enunciación en los que no se necesita del sentido universal de los

plurales; basta con asumir que refieren a algunas entidades que representan el tipo al que

pertenecen. En vista de que no alude a la clase completa, este tipo de plural no cuantificado no usa

artículo definido (y si está en sujeto, utilizará el indefinido plural unos o algunos).

En el caso de los sustantivos no contables, por definirse a partir de un espacio de cualidad, cualquier

manifestación o muestra de la sustancia puede estar en representación directa de toda la sustancia.

De este modo, si el contexto no requiere de alguna forma de delimitación física evidente, uno puede

44
Sobre la naturaleza simbólica del lenguaje y la posibilidad de establecer diferencias que modelos formales
solo llamarían “parámetros” y que no explican la fuerte motivación conceptual que se oculta detrás de los
fenómenos lingüísticos, cf. supra n. 35.
45
Langacker (1991: 101) lo presenta como una ambigüedad respecto de la definición o indefinición de
plurales y no contables. Me parece que no es la mejor manera de presentar esa característica común a plurales
y no contables. De hecho, he propuesto que “definido” e “indefinido” no son iguales que “específico” o “no
específico”, ya que siempre puede haber formas indefinidas específicas y no específicas; y en el caso de los
plurales en español, incluso es posible considerar que sus usos genéricos son también no específicos. La idea
que está detrás de las palabras de Langacker debe ser la misma que se ha defendido aquí: en ocasiones el
plural o el no contable aludirán a una totalidad relativa; en otras solo a una parte o instancias de la clase.

222
hablar, p. ej., de mantequilla en un sentido total o universal. Sin embargo, también habrá contextos

donde, mediante la sola mención del sustantivo no contable, sin determinante alguno, se

sobreentiende una porción no determinada que representa a su tipo.

De lo visto hasta ahora sobre la relación entre plurales y no contables puede extraerse una

importante conclusión: las formas no determinadas de este tipo de sustantivos son la forma

neutra para expresar su indefinitud. Dos o más instancias cualesquiera pueden ser sugeridas

como los elementos a los que alude un plural no determinado, del mismo modo como una magnitud

cualquiera se deja entender con un no contable no determinado. No obstante, en español, si un

sustantivo plural o no contable se interpreta como el total de la clase, tiene que estar determinado

mediante el artículo definido. Esto ocurre porque en castellano, la totalidad (relativa) de la clase

se refuerza con la determinación explícita del artículo, con lo que se le tiene como un conjunto

único que representa al género.

Apliquemos estas ideas a las oraciones (69) a (71), aquí repetidas:

(69) Hoy comí puré y tomé jugo de piña.

(70) Por la tarde, vimos películas y luego jugamos juegos de mesa.

(71) Durante la semana empujo autos para hacerlos arrancar fuera del taller donde
trabajo. También busco clientes y los llamo para que prueben platos típicos en el
restaurante de mi tía. Eso hago los fines de semana.

En (69) debe ser claro que puré y jugo de piña se entienden como “el tipo de cosa que comí y

tomé”. Esto no implica pensar en “todo puré” o “todo jugo de piña”; pero tampoco es “cualquier

puré” o “cualquier jugo de piña” interpretaciones que requieren de un espacio con instancias

223
distinguibles.46 En efecto, una porción cualquiera de una sustancia está definida por el espacio que

la contiene. Más bien, la indefinitud está en que puede ser que puré y jugo de piña en (69) aludan a

una cantidad que puede ir desde una partícula o gota hasta cualquier otra cantidad mayor Sin

embargo, al ser una sustancia una región no delimitada, sabemos que cualquier parte de esta, es

suficiente para representar al tipo. Puesto que el contexto de (69) es el mundo real, el hablante solo

puede referirse a una cantidad limitada de dichas sustancias; nunca al total de la clase. En

consiguiente, la indefinitud de puré y jugo de piña se entienden como una muestra suficiente para

pensar en el tipo. Así, de la misma forma como se propuso, para explicar el caso de las FN plurales

definidas en 4.1.3, la existencia de la metáfora “el todo es el tipo”, se puede proponer que en estos

casos la metáfora aplicada es “la muestra es el tipo”.47

En el caso de (70) y (71) ambas oraciones hablan de algunos miembros de la clase, pero no todos

dentro del contexto del mundo real. Así, películas y juegos de mesa en (70) dan a entender el tipo

de cosa que se vio y el que se jugó a partir de una muestra indeterminada, que, por ser plural y no

estar determinada, se entiende como mayor o igual que dos. Es perfectamente análogo al sentido de

muestra que se propuso para los no contables: una fracción de la sustancia replicable que es un

plural permite evocar el tipo completo. Del mismo modo, (71) presenta una serie de eventos que

forman parte de lo que habitualmente hace una persona. Como ya se ha visto, lo habitual puede

expresar un espacio canónico si con este se predica características fundamentales que permiten

distinguir un tipo. Sin embargo, este no es el caso: la experiencia del emisor es demasiado

específica para que, muy difícilmente, se considere como canónica de un tipo. Así, autos, clientes y

46
En ese caso, (cf. supra 2.1.1) tendríamos una lectura de “clase de puré” y “clase de jugo de piña”, como en,
p. ej., Comí un puré fabuloso en la casa de mi tía (que debe ser diferente de algún modo al resto de tipos de
puré que he comido).
47
Si se hubiera querido dar a (69) un sentido genérico el resultado sería una oración absurda. ??Hoy comí el
puré y el jugo de piña implican que una persona es capaz, en el mundo real de comer la totalidad de las clases
“puré” y “jugo de piña”. Por eso, a pesar de sugerirse el tipo mediante la muestra, la idea de totalidad
(también asociada con el tipo) no está implicada en estos usos no determinados de un sustantivo.

224
platos típicos son solo un número indeterminado, no una totalidad, que sirve para entender el tipo

de actividades que el emisor realiza.

El uso de las FN no determinadas plurales solo se podrá entender si estas se explican en contraste

con sus usos determinados de modo definido. Los primeros serán usos indefinidos donde se habla

de una cantidad variable; mientras que en los segundos la definición de la clase se alcanza mediante

la totalidad de los elementos en la clase. Para que estas distinciones sean efectivas, se requiere de la

interacción de los sustantivos con el contexto creado en la oración. Observemos los siguientes

casos:

(72) Christy adora los gatos.

(73) ?? Christy adora gatos.

(74) ? Christy adora observar los gatos.

(75) Christy adora observar gatos

Todas estas oraciones se encuentran dentro de una modalidad real creada por un verbo de

percepción-cognición (cf. supra 3.3.2 d) como adorar, que presupone fuertemente la existencia de

sus complementos. Por la misma individualidad del sujeto, no pueden construir un mundo irreal de

tipo canónico. En el caso de (72), es importante notar que adorar, por dar a entender un sentimiento

que implica conocer al objeto, necesita de individuos sobre los que se ha tenido o tiene un contacto

mental claro (entidades conocidas) o, por extensión, a todos los miembros de la clase. Si

comparamos (72) con (73) notaremos que adorar solo toma un objeto genérico si la FN es capaz de

expresar la totalidad de la clase como un conjunto único, y por extensión metafórica —“el todo es el

tipo”— se llega a la idea de tipo. Por el contrario, (73) con el plural escueto gatos no satisface la

necesidad de una instancia que pueda considerarse específica en algún plano. Si alguien “adora

gatos” propone que el objeto directo de adorar tiene una naturaleza indefinida en lo relativo a su

225
cantidad: puede tratarse de cualquier cantidad, muy pequeña o muy grande, y los individuos que la

conforman no tienen ninguna especificidad. Por consiguiente, no existe forma para que un plural

no determinado pueda ser referencial, ni siquiera como tipo o totalidad de la clase. Tal sentido

es incompatible con la semántica de adorar.48

Por su parte, la oración (74) presenta dos formas verbales. Si bien la forma adora sigue siendo un

verbo psicológico y establece un estado, aquello que se adora hacer es una acción: observar. Si bien

(74) no es una oración del todo mala y permite entender el sentido genérico de los gatos casi como

en (72), existen algunas dificultades. La experiencia física directa es parte preponderante del

significado de observar (cf. supra n. 10); de modo que no es claro que se pueda observar algo en

tanto totalidad de una clase. Por este motivo, los gatos, al no tener ninguna mención previa que

active ese concepto en la mente del oyente, solo puede ser la totalidad de la clase y no un referente

específico. Como puede esperarse, el uso de la preposición a ayudará a que la lectura referencial

prevalezca: Christy adora observar a los gatos alude más claramente a un grupo de gatos

conocidos. De igual manera, contribuye a precisar la clase como una unidad identificable (dentro

del espacio de tipos, claro está), con lo que el sentido genérico de los gatos se hace más compatible

con observar.

La oración (75) parecería contradecir lo visto para (72) y (74). ¿Cómo puede ser que observar

acepte una forma indefinida con plural escueto si por esa misma indefinitud no debería servir para

el sentido físico requerido por dicho verbo? Más aun, ¿cómo obtiene (75) su sentido genérico

48
Llama la atención que en (72) la FN definida plural los gatos no aluda a un grupo de gatos conocidos, por
ejemplo a “los dos gatos que Christy tiene en su casa”. Solo puede entenderse el total relativo de los gatos, el
conjunto de estos. Para enfatizar que existen identidades específicas (y no solo un tipo específico alcanzado
mediante la pluralidad como todo), el español introduce esos referentes en el OD mediante la preposición a
(cf. supra n. 5). Decir Christy adora a los gatos puede referir a “sus dos gatos” y a todos los miembros de la
clase “gato”. Esto nos prueba que los sentidos genéricos son idénticos en comportamiento a los referenciales,
pero, por el contrario, hay formas de referencialidad específica que, por necesitar de la identidad de los
referentes, no funcionan en contextos permitidos para los genéricos. Esto sugiere fuertemente que comprender
plenamente el problema de la referencia demanda distinguir entre distintos niveles conceptuales que pueden
servir de contexto o de tema mismo de enunciación.

226
(“Christy adora observar un tipo de animal: el gato”)? Esta última pregunta es más fácil de

responder: como se ha explicado párrafos atrás, la forma en la que el plural no determinado es

indefinido equivale a la noción de muestra con la que se reconoce el tipo. Por eso, gatos permitirá

entender una alusión a la clase completa.

Por otro lado, la relación entre el plural no determinado y el sentido físico, más concreto, de

observar requiere proponer otra explicación, complementaria a la anterior. El contexto más claro

para hablar de un número indefinido de instancias, cuya identidad no sea relevante, es el de un

evento en el cual se ha tenido contacto concreto con estos elementos; pero no consideramos

necesario abundar más sobre estos, por lo que serán un plural no determinado. Dado que adora

observar gatos predica una conducta habitual que se repite en el tiempo, se está presentando una

suma no determinada de distintas instancias del tipo “gato” que efectivamente ella ha observado y

que potencialmente podría observar. Así, pues, gatos es una forma de indefinido no específico que

no hace ninguna afirmación sobre la cantidad de instancias involucradas en el evento (como sí sería

el caso de algunos).49

En las oraciones analizadas anteriormente, desde (69) hasta (75), el contexto de enunciación

preponderante ha sido el del mundo real. ¿De qué manera un espacio dentro del mundo irreal

49
En efecto, la falta de definitud que es inherente al uso de una FN plural no determinada puede considerarse
extremadamente flexible respecto de lo que se puede contar como parte de la muestra a la que se alude. Por
ejemplo, una persona puede haber visto un tigre por primera vez en su vida, sin saber si algún día los volverá
a ver y puede decir: (He descubierto que) adoro observar tigres. En términos concretos solo ha visto un
tigre; no obstante, puede asumir que la clase a la que pertenece esa instancia es contable y por ende múltiple,
de modo que la pluralidad está sobreentendida y puede predicar sobre ella de ese particular modo genérico.
Por otro lado, una persona podría decir una frase como En esta tienda venden perros, aun cuando no quede
más que un solo animal en la tienda. Aun en esa situación, donde es evidente que no hay ni siquiera dos
perros, se puede sustentar el uso plural indefinido. Esto se justifica porque la noción de plural por sí sola
asume que las instancias que pueden aparecer serán dos o más. Si es evidente que el objeto observado es
contable, entonces puede asumirse potencialmente plural, con lo que se licencia la expresión Venden perros y,
de paso, sugerir el tipo.

227
afectará la diferencia entre los plurales no determinados y los determinados? Observemos, primero

este par de oraciones:

(76) El león come cebras.

(77) ?? El león come las cebras.

Ambas pueden entenderse ubicadas en el espacio del comportamiento canónico, un mundo irreal

donde se predica de tipos y sus relaciones con el mundo, las cuales permiten definirlos o

caracterizarlos universalmente. En la segunda oración, la forma plural definida las cebras es

extraña, mientras la forma sin determinación cebras aparece como más natural. A pesar de que, para

ambas oraciones, la FN el león alude a un elemento dentro del espacio de tipos, su alimentación es

una actividad concreta. En otras palabras, comer es una actividad que, en un espacio canónico o no,

involucra un número de objetos que pueden comerse. De este modo, el problema con (77) radica en

que el león no puede, ni como tipo ni como individuo, consumir la totalidad de la clase “cebra”.

Tan solo puede comer instancias de la clase, un número no determinado de instancias cuya

identidad específica es irrelevante: basta que sean cebras. Por esa razón, incluir un artículo definido

fuerza la lectura donde la totalidad se ve implicada, y eso crea un contrasentido en el espacio de

comportamiento canónico.50

Ahora analicemos las siguientes oraciones:

(78) Colón llevó caballos a América.

50
Sin embargo, cabe observar que el uso de la preposición a en el espacio de comportamiento canónico ayuda
a reforzar la idea de conjunto como una unidad definida, sin que esto muestre en un “primer plano”, es decir,
sin que se perfilen, cada uno de los elementos que potencialmente son la totalidad de la clase. De esa manera,
? El león come a las cebras posee un sentido genérico que, sin embargo, sigue siendo algo extraño. En
cambio, si se estuviera usando (77) como parte del mundo real, se tendría que un león específico
habitualmente devora unas cebras específicas de las que ya teníamos alguna noticia, las cebras (de esta
reservación africana, p. ej.,). Por esa misma razón, al ser un hecho habitual, no puede comerse a las mismas
cebras ya identificadas, con lo que ?? El león come a las cebras es marcadamente mala.

228
(79) Colón llevó los caballos a América.

(80) Colón llevó oro a España.

(81) Colón llevó el oro a España.

En (78) un individuo, Colón, llevó caballos a América, y estos caballos solo eran aquellos que él

llevó. Estamos, pues, frente a una afirmación particular sobre un hecho pasado. Es decir, caballos

solo expresa una muestra del tipo “caballo” y no permite entender: “Colón trajo un tipo de cosa

llamada caballo a América”. El primer sentido que se obtiene de un plural no determinado es el de

muestra, la noción de tipo sale de la aplicación posterior de una metáfora conceptual. Esta se

aplicará cuando el contexto de la oración así lo permita (p. ej. en las oraciones (75) y (76)). Debido

a que Colón no expresa un tipo, entonces no es posible justificar que caballos también sea un

concepto de esa clase. Además, la noción de América es solo el escenario a donde se llevaron los

caballos mencionados, no hay nada semejante a un objeto dentro de un espacio canónico aquí.

Comparada con (78), (79) describe una situación que excede el carácter particular de un hecho

relativo a un individuo, Colón, y a un lugar América. Al decirse que Colón trajo los caballos a

América no solo se está describiendo un hecho del pasado; más bien se dice que un individuo trajo

un tipo de animal a una región, la cual, en adelante, tendrá dicho tipo de animal como parte de ella.

En ese sentido América no es solo un lugar, es un beneficiario. Luego de Colón, América pasa de

ser un “continente sin caballos” a “uno con caballos” y esa diferencia afecta de modo general al

continente.51

51
En efecto, una forma con objeto indirecto en (79), Colón le llevó los caballos a América es
gramaticalmente posible, si bien con un mayor costo constructivo: el continente es asumido como un
participante capaz de beneficiarse del OD los caballos en tanto un tipo.

229
Así, propongo que en oraciones como (79) se crea un mundo irreal que será el espacio de

estructuración de la realidad. Este es un espacio semejante al del comportamiento canónico, con

la diferencia de que no presenta un mundo dado de modo estable o natural, sino un mundo creado o

modificado de modo más o menos duradero.52 ¿Qué elemento disparó la construcción de esta forma

de espacio mental? El artículo definido en los caballos. La primera interpretación, la totalidad de la

clase, queda descartada porque es imposible que Colón haya traído todos los caballos a América.

Por consiguiente, la totalidad de la clase debe interpretarse a través de la metáfora “el todo es el

tipo”. Esta se justifica porque es posible que el tipo del que se habla no existiera en el lugar

mencionado; de modo que América no es un participante no afectado por la llegada de los caballos:

cambia y su realidad queda modificada. Ese tipo de cambio solo se llega a interpretar en una

oración como (79) si se mantiene el sentido de clase a partir de la totalidad marcada por el plural

definido en el sustantivo caballo. Tal y como propuso Fauconnier (1994: Cap. 1), un solo elemento

gramatical es capaz de desencadenar la creación de un espacio mental.

Habiéndose explicado lo anterior, la diferencia entre (80) y (81) debe resultar evidente por ser

perfectamente análoga a la que hay entre (78) y (79). El término oro, por ser masa, sugiere que

cualquiera que haya sido la cantidad de oro que Colón llevó a España, un tamaño indeterminado de

muestra, siempre será verdad que lo que llevó se encuentra en el especio de cualidad que establece

la noción oro. Por eso, por la particularidad de ese tipo de evento, no puede producirse un sentido

más general que implique fuertemente la totalidad de la clase, con lo que solo se ha aplicado la

metáfora: “la muestra es el tipo” (como pasó en la oración (69). Cf. supra n. 46). Por el contrario,

Colón llevó el oro a España podría tener una interpretación más general como la que propuse para

el espacio de estructuración de la realidad. Sin embargo, por nuestro conocimiento del mundo,

52
En ese sentido, decir El león vive en África y Los leones viven en África no parece tener mayor diferencia;
pero El león actúa en el circo no es tan claramente genérica como Los leones actúan en el circo. La clave de
esto último radica en que “actuar en el circo” es algo que el león como tipo no hace naturalmente; pero, al
existir un número significativo de leones que realizan esa actividad, podemos extender la pluralidad en el
sentido de totalidad relativa hacia el tipo mediante la metáfora “el todo es el tipo”.

230
sabemos que en España ya había oro, y que de hecho, los españoles viajaron a América para

proveerse de más oro. Por lo tanto, solo es posible una interpretación específica, donde el oro

refiere a una cantidad mencionada antes, con la que ya se tiene un tipo de contacto mental.53

4.4. Conclusiones del capítulo 4

En este último capítulo, el tema central ha sido cómo entender los sentidos genéricos en distintos

usos de sustantivos singulares, plurales y no contables, determinados con artículo definido (el/la),

indefinido (un/una) y no determinados. Al lado de la noción de espacios mentales de tipo real e

irreal, con la que se entiende mejor la especificidad o no especificidad de las FN, se han utilizado

nociones relativas a la definición nocional de los sustantivos y teorías sobre la metáfora, referencia,

discurso y cognición que, a lo largo de los tres capítulos anteriores, he presentado críticamente. Sin

embargo, también he procurado enfatizar ideas propias que, así lo he creído, pueden contribuir a

una mejor caracterización de la definitud e indefinitud de la frase nominal.

Por consiguiente, considero útil —luego del extenso análisis de casos aquí presentado— ofrecer una

serie de ilustraciones que clarifiquen la manera como los artículos y la no determinación operan

para alcanzar la interpretación genérica en el esquema de clase que se propuso para todo sustantivo

en el capítulo 2. Debe notarse que los sustantivos, tal y como están representados en el esquema

[CLASE], pueden ubicarse en un espacio mental real o uno irreal, que, como ya se sabe, favorecen

ciertas clases de lecturas genéricas. Esta diferencia no está representada explícitamente en el

gráfico, sino que queda sobrentendida. La flecha sólida que parte del tipo hacia el dominio de

instanciación, o hacia el espacio de tipo/espacio de cualidad representa la relación de

elaboración/instanciación. Su ausencia, obviamente, señala que no hay tal relación para el

sustantivo referido. Además, puede señalarse una selección única de la instancia (determinación

53
Por ejemplo, esto puede verse en el siguiente párrafo: “Los indios le dieron a Colón algunas pepitas de oro
y mucha orfebrería i. Así que Colón llevó el oro i a España y los reyes estuvieron muy felices; así que
mandaron a matar más indios para obtener más oro j”.

231
definida) o una selección arbitraria (determinación indefinida). La primera se representa encerrando

el elemento seleccionado dentro de una línea negra sólida; el segundo, encerrándolo en una línea

discontinua delgada. Finalmente, si no hay instancia seleccionable, se selecciona la zona del

esquema que brinde la información relevante para interpretar el uso efectivo que se hace con el

sustantivo.

En primer lugar, tenemos la figura 10, el esquema para las FN definidas singulares genéricas.

Como debe resultar claro, aludir al león como un tipo pasa por la creación de un espacio de tipo en

el que podemos ubicar una instancia virtual capaz de subsumir la totalidad de la clase león. Esto

significa que una clase con miembros delimitados se representa como una sustancia abstracta en la

que cualquier parte o ejemplar es valido para una predicación universal.

LEÓN
x Tipo

(Elaboración)

El León

X
Espacio de tipo

(Instanciación)

X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
Dominio de instanciación

Figura 10. Definidos singulares genéricos: El león vive en África.

232
En segundo lugar, la figura 11 presenta las FN definidas plurales genéricas. En estas, la falta de

número exacto para el plural permite la interpretación de una totalidad relativa (el hablante asume

sin certeza que toda la clase está comprendida en esa FN). Una vez que se tiene la totalidad del

dominio de instanciación perfilado, se aplica la metáfora “el todo es el tipo” con la que se produce

la interpretación genérica.

LEÓN
x Tipo

(Elaboración)

Espacio de tipo

(Instanciación)

X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
Los leones X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X

Dominio de instanciación

Figura 11. Definidos plurales genéricos: Los leones son peligrosos.

La figura 12 representa a las FN indefinidas singulares genéricas. Estas son las FN indefinidas no

referenciales que adquieren sentido genérico dentro de espacios mentales irreales, sobre los que no

es necesario tener una experiencia directa para poder predicar algo sobre una instancia. En vista del

carácter no real de dichas afirmaciones (por ejemplo, en un sentido de comportamiento canónico),

es posible tomar un ejemplar cualquiera como ejemplo del comportamiento general de toda la clase.

De ahí que se necesite que los predicados sean aplicables a cada uno de los individuos y no a la

totalidad en su conjunto.

233
LEÓN
x
Tipo

(Elaboración)

Espacio de tipo

(Instanciación)

Un león X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X

Dominio de instanciación

Figura 12. Indefinidos singulares genéricos: Un león ataca a la menor


provocación.

Por su parte, la figura 13 representa el uso “connotativo” de las FN no determinadas singulares. Es

decir, no existe un proceso de instanciación, pues nunca se llega a seleccionar elemento alguno

dentro del dominio de instanciación. Más bien, el tipo mismo, en tanto esquema [COSA], es la

suma de propiedades que permiten caracterizar a la FN con la que tienen una relación atributiva

(mediante el verbo ser) o de posesión (mediante el verbo tener o cualquier otro que sugiera

propiedad). Una observación sobre este tipo de uso genérico radica en que no necesariamente se

usarán sustantivos singulares: es posible que el MCI que sirve para comprender el tipo establezca

un uso plural para la FN (cf. tengo amigos, así que me pueden ayudar).

234
TECHO
x
Tipo

(Elaboración)

Espacio de tipo

(Instanciación)

X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
Dominio de instanciación

Figura 13. Sustantivo contable singular no determinado: Las casas tienen techo.

La figura 14 muestra el uso genérico de las FN plurales no determinadas. En tanto que la falta de

determinante impide el perfilamiento de todo el dominio de instanciación, estos plurales no

determinados solo toman algunas instancias distintas, sin que sea relevante su identidad o cantidad

total, como muestras al interior de una clase. Una vez que se ha hecho esto, se aplica la metáfora

conceptual “la muestra es el tipo” con lo que se construye un sentido genérico.

De otro lado, la figura 15 presenta una situación análoga a la anteriormente explicada. Un

sustantivo contable no determinado es también una muestra dentro del espacio de cualidad donde se

elaboran los sustantivos no contables (masas y abstractos). Por ser una cantidad no determinada y

de identidad irrelevante, cualquier sector del espacio de cualidad sirve para representar

convenientemente al tipo. Por consiguiente, aquí también se aplica la metáfora “la muestra es el

tipo”.

235
LIBRO
x
Tipo

(Elaboración)

Espacio de tipo

(Instanciación)

X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
libros X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X
X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X X

Dominio de instanciación

Figura 14. Sustantivo contable plural no determinado: Alexis publica libros.

AGUA
x
Tipo

(Elaboración)

agua

Espacio de cualidad

Figura 15. Sustantivo no contable no determinado: Hoy tomé agua.

236
Por último, la figura 16, que representa a las FN no contables definidas, es análoga a la figura 11,

pues representan el mismo fenómeno. La presencia del artículo definido obliga, en español, a que se

perfile la totalidad relativa de la clase si no se tiene una cantidad precisa sobre la que se vaya a

predicar. Con predicados de tipo universal (como los de comportamiento canónico o de

estructuración de la realidad) es posible tomar a toda la clase como un reflejo del tipo, a partir de la

metáfora “el todo es el tipo”.

AGUA
x
Tipo

(Elaboración)

El agua

Espacio de cualidad

Figura 16. Sustantivo no contable definido: El agua es indispensable para vivir.

237
CONCLUSIONES

a. Por la evidencia analizada, puede afirmarse que la gramática es simbólica. Debe

considerarse que las estructuras lingüísticas están motivadas en lo que ellas representan. Sin

embargo, queda espacio para la arbitrariedad debido a que existen muchas opciones

distintas con las que se puede sugerir una misma clase de conceptos (lenguas que usan el

plural para marcar los sustantivos frente a otras que no los marcan y solo anteponen el

numeral o determinante indefinido) o por la ambigüedad con la que algunos conceptos

pueden definirse (p. ej. la inherente ambigüedad del plural o de los no contables hace que

en inglés no se determinen, pero que en castellano siempre se les determine en posición de

sujeto). De este modo, al lado de un razonable grado de arbitrariedad, existe una gran

motivación conceptual en la estructura de las lenguas.

b. La noción de esfuerzo constructivo con el que se concibe la interpretación de un

enunciado debe reemplazar a la dicotomía gramatical/agramatical, por su carácter gradual y

sensibilidad al contexto y saber enciclopédico, características más naturales y menos

formales.

c. Una semántica formal no es la más adecuada para articular los contenidos de las

expresiones lingüísticas dentro de construcciones más complejas que llegan al nivel del

discurso e interactúan con el llamado “saber extralingüístico” y el contexto de enunciación.

Una semántica cognitiva, que iguala los contenidos del lenguaje con los principios

238
cognitivos que nos permiten pensar la realidad e interactuar con ella, está mejor capacitada

para describir el lenguaje en la real complejidad de su uso.

d. La contabilidad o no contabilidad de los sustantivos se deriva de las características con las

que organizamos la realidad más básica de las cosas. Los objetos que conforman la realidad

pueden ordenarse mediante (i) su delimitabilidad, (ii) la diferenciación entre las partes que

lo componen y (iii) la identidad de dichas partes. Tan solo el primero de estos rasgos

garantiza que estemos frente a objetos separables como individuos (representados en el

lenguaje mediante sustantivos contables) o frente a masas continuas (representadas, a su

vez, por los no contables).

e. Los casos no prototípicos de sustantivos contables y no contables se explican por la

presencia de la diferenciabilidad y la identidad de las partes. Estas propiedades pueden

combinarse de diversas formas. Por ejemplo, una entidad puede tener partes diferenciables

(en tanto distinguibles) pero que se consideran idénticas entre sí. Esto ocurre con anteojos

donde las dos partes distinguibles en el objeto son idénticas entre sí; lo cual lo hace un

contable plural sin forma singular.

f. Los sustantivos abstractos deben considerarse no contables: son sustancias de naturaleza no

física. Pueden ser derivados de conceptos relacionales (adjetivos y verbos) o pueden ser

entelequias (formas no observables como realidades físicas independientes).

g. Los sustantivos por sí solos se consideran tipos. En cuanto tales, subsumen nuestro

conocimiento de las características con las que se puede categorizar una entidad cualquiera

dentro de la clase que el sustantivo representa. Una vez que se han determinado y son frases

nominales, estos deben considerarse en cuanto instancias: ejemplares o muestras que

239
pueden encontrarse en la realidad (o en algún espacio mental diferente) como elaboración

de un tipo.

h. La noción de definitud e indefinitud puede entenderse esquemáticamente: está construida

simbólicamente en las frases nominales. Básicamente, el artículo definido aísla un

individuo: lo hace único a fuerza de separarlo de todos los demás, mientras que el artículo

indefinido solo selecciona una unidad: esta se encuentra en compañía de las demás

instancias dentro del espacio de instanciación. De este modo, definido significa en

aislamiento respecto de los demás miembros de la clase, e indefinido significa en

presencia simultánea con los demás miembros de la clase.

i. Depende de la noción de contacto mental dentro de distintos tipos de espacio mental (real o

irreal) que los sustantivos nombrados sean específicos o no específicos. Por ello, específico

significa que se ha tenido algún tipo de contacto mental con un individuo capaz de

distinguirse de los demás, mientras que no específico significa que no se ha tenido un

contacto mental previo con una instancia de la clase mencionada. De este modo, no

deben confundirse estos términos con definido e indefinido.

j. La instanciación, sea definida o indefinida, se considera por defecto, o más naturalmente,

en el mundo real objetivo. Sin embargo, la mera referencia de un objeto en la realidad

puede ser superada, ya que siempre podemos pensar en una instancia como un ejemplar del

espacio de tipo o como la totalidad de la clase, lo que determina usos menos concretos. Esto

es licenciado por expresiones que elaboran modalidades irreales o espacios mentales

irreales de distinto tipo. Entre estos tenemos el espacio de comportamiento canónico y el

espacio de estructuración de la realidad.

240
k. Por lo anterior, es normal o no marcado (prototípico) para las FN definidas ser referenciales

en el sentido de señalar a un individuo específicamente identificable. Pero esto no es

obligatorio. El espacio mental dentro del que se enuncia puede ser tan subjetivo o universal

que la identificabilidad del individuo por contacto mental en circunstancias concretas se

hace imposible o de un tipo diferente: referencial y genérico al mismo tiempo (como, por

ejemplo, en El león vive en África).

l. A partir de lo anterior y de mucha más evidencia, la diferencia absoluta entre referencial y

genérico es errónea. Los sentidos genéricos son formas de referencia en espacios mentales

más complejos o irreales. Muchas veces hemos visto que actúan gramaticalmente del

mismo modo en lo relativo a la correferencia (p. ej., Christy adora observar a sus sobrinos

i; siempre los i mira largo rato es referencial específica y se comporta igual que Christy

adora observar gatos i; siempre los i mira largo rato). Esto se complementa con la

conclusión (j).

m. Por su parte, las FN indefinidas pueden ser específicas o no específicas con una variabilidad

más notoria: los espacios irreales son los únicos que justifican las interpretaciones no

específicas (pero permiten las específicas, con mayor o menor dificultad según la fuerza del

sentido irreal que se privilegie en el enunciado).

n. La noción de “genérico” solo es un término comodín para los usos de una FN que no refiere

a un individuo, sino a la clase o tipo. No se toma en cuenta que acceder a la noción de tipo

depende del espacio mental irreal en el que se ubica el elemento del que se habla, de las

zonas del esquema [CLASE] instaurado por todo sustantivo que son seleccionadas por los

artículos y de metáforas conceptuales por las que un número de elementos de la clase

pueden considerarse como la clase misma (“el todo es el tipo” o “la muestra es el tipo”).

241
o. Como se sugirió en las conclusiones (i) y (j), los definidos singulares genéricos son

producto de la selección de un tipo dentro de un espacio más abstracto llamado espacio de

tipo. Este se elabora como el reverso del espacio de cualidad que permite la instanciación

de los no contables (sin instancias independientes, sino delimitadas adicionalmente por un

contenedor o una cantidad convencional).

p. Los indefinidos singulares genéricos se producen porque, sin un contacto mental que señale

una instancia identificable específica, una unidad será solo una instancia. Un instancia es

reconocible como parte de una clase compuesta por múltiples elementos iguales. Por ende,

el uso del artículo indefinido establece la forma más abstracta de contabilidad: la unidad

dentro de la clase. A partir de esto asume que lo que se predique para uno de los individuos

también se puede predicar para cualquiera de ellos. Sin embargo, hay predicados que, por

aplicarse al colectivo o conjunto completo, no pueden predicarse de un individuo.

q. Los plurales genéricos se comportan de manera ambigua. En su interpretación definida

equivalen a la totalidad relativa de la clase que designan. Este sentido máximo no se

considera inherentemente definido en español, de modo que siempre se marca con artículo

en la posición de sujeto. Además, por acceder a la totalidad del conjunto puede,

metafóricamente, entenderse como el tipo. Este, al ser único, toma el artículo definido. En

la otra interpretación, no determinada, solo se indica una cantidad indefinida de elementos

sin ninguna identidad específica que sea relevante en la predicación. Al no poder concebirse

como una unidad o individuo no aceptan ningún tipo de artículo. De este modo, por unos

elementos o muestra, puede entenderse el tipo del que se habla.

242
r. Los sustantivos no contables tienen una construcción conceptual análoga a los plurales (por

lo que se llaman también masas replicables). De este modo, la ambigüedad señalada en (q)

también se manifiesta. La sustancia designada por el no contable puede entenderse como la

totalidad de la sustancia (y, al ser un conjunto único, usa artículo definido). Igualmente,

puede aludirse a una porción diferente del todo, pero no determinada en su cantidad o

identidad, por lo que no usa ningún artículo y se entiende como una muestra. Por los

procesos metafóricos señalados en (n) (“el todo es el tipo” y “la muestra es el tipo”) se llega

a diferentes interpretaciones genéricas.

s. Los casos de plurales y no contables definidos genéricos son evidencia de que los espacios

mentales se construyen a partir de marcas gramaticales y de la semántica del resto de los

participantes de un enunciado. Dichos plurales guían la creación de un espacio de

estructuración de la realidad a partir de la suma de elementos. Así, el comportamiento de

las estructuras lingüísticas es gestáltico, ya que la suma de las partes supera al del todo, y la

marca del artículo definido plural establece el disparador que articula ese espacio mental

irreal.

t. Por último, los sustantivos no determinados singulares son formas predicativas, las cuales

se distinguen de las formas genéricas al no tomar al sustantivo como una forma referencial

(en el sentido de un individuo o un conjunto de individuos al que se puede aludir), sino

como un concepto independiente: se alude directamente al tipo (sin tener que recurrir a la

creación de un espacio de tipo). En este caso, el tipo solo puede ser una fuente de

características que sirven como atributo de otro individuo (lo que se aprecia en Juan es

policía) o como objetos cuyo significado asociado afecta al sujeto que lo posea como una

característica antes que como un argumento (como es el caso en Tengo carro (podemos

llegar más rápido)).

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