Me siento solo, en el abismo de mi habitacin. Siento
cmo las paredes se alargan y me dejan ms solo cada segundo, como si estuviesen alejndose de un leproso. Mi mente se ahoga en lgrimas y slo pienso en las veces que te dije cunto te quera y en respuesta reciba slo una sonrisa nerviosa ms solo me hacen sentir esos recuerdos, y la depresin viene a anidar en las esquinas de mi cuarto como si fuese un buitre esperando mi muerte. La rabia y mis dudas vienen acompaadas de mis temores y desilusiones. Todos estn preparados para cenar y mi alma (o lo que queda de ella) es el plato principal de este men. Por la ventana entra un tenue rayo de luz que slo ilumina parte de mi hmedo rostro, el resto es oscuridad: la cuna de mis demonios. Estn hambrientos, por lo que empiezan a festinar. No me duele, no estn interesados en mi cuerpo, sino en vaciarme y dejarme como un caparazn ahuecado, sin ms remedio que optar por lo comn y seguir patrones ordinarios aceptados por la sociedad y establecidos por esta cultura desechable. Escucho el ltimo y desgarrador suspiro de mi alma pareca como si hubiese querido decirme algo, pero no la o con su muerte, tambin mor yo.