5 Blumenberg, H. El Mito y El Concepto de Realidad Pp.14
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Poe em eee ticamente todaslas énocas y culturas, Hans Blumanberg se plantea Perc eae era raeeneey Peer eT re a cee conciencia de aquellos paderes originarios que la aterrorizaban? Pee ecg ey Pe MOM icone eee on res Asimismo, e filésofo analiza cémo, en cada momento histérico, Metre eee eet en ue Deon on eee eet ety ee me eee ec Pee ae cere es ee ee ee ney Mine Oregon Peo amon Gren cee CMe eer eee cee oy TOC ein Maen carci cae Coe eo eon ue nee racionalizacion praconizado por la escoléstica medieval y aparen- ee Cun a Sin embargo, gracias. su cardcter libre, variable ypluridimensional, eon eee eon ee POO On ECO SR Sec Ty De een ao eee oer perenne actualided. HINNMINEY Se 788629422906 ARR ee ee yg a ee 2 Fa a ies rr a ° eI a o ) Fs 5 i) a > ° E = Perr Hans Blumenberg EL MITOWY EL CONCEPTO DE REALIDAD BvtNS BLUMENBER EL MITO Y EL CONCEPTO DE REALIDAD ‘Traduccién de CARLOTA RUBIES HerderTial orginal: Wuklchkctsbegif und Witkungsporental des Myros em: Aha und metaphoric Scion Traduciu Cao Ru Dine de cube: Cau Bad y Mie Banda © 2001, Suvhomp Vea, Font am Man 1 2004, Here Edi, SL, Barelona ISHN: e42s6.22906 iri: Recok Depa ga B 35.989 Primed in Spin — Ip en Exaia Herder \winuherderedtorl com INDICE, EL MITO Y EL CONCEPTO DE REALIDAD I. MI, WV Bibliografia 15 41 71 03 23der as grandes preguntas, nia cortoborar o reba las p cién de os pro los modos histéticos de comprender la realidad. El origen y el caricter originario del mito se presencan cen lo esencial bajo dos categorias antitéticas y metafér' cas, Dicho de forma sucinta: como terror y como poesta, {que significa: como expresién desnuda de la pasivida¢ frente al hechizo demoniaco o como excesos imagina- tivos de una apropiacién antropomorfa del mundo y una elevacién teomorfa del hombre. Estas categorias son suficientemente poderosas para abarcar casi Co das las interpretaciones de la mitolog hhasta ahora Cuando Ernst Cassirer dice «myth is an objectifica- tion of man's social experiences (el mito es una objeri vaci6n de la experiencia social del hombre), se reficre ala experiencia de pes: alidades y de coerciones opresoras 0, cuando menos, a los actos que resultan incomprensibles desde la mentalidad pragmatica actual y de los que la mirologia brinda una prefiguracién. Pero justo ésta priva alo incomprendido de la pretensién de entenderlo y de verlo presentes de su realiza que han surgido imado desde las condiciones én. Bs una argumentacién que siempre y al mismo tiempo establece cual serd la nica forma posible de argumentar, «his reality cannot be rejected or criticizeds ic has to be accepted in a passive way» (esta realidad no puede ser rechazada o criticada CCasstner, E., El mito del Eitade, FCE, México, 1946, p. 60.debe ser aceptada de un modo pasivo). De acuerdo con la concepcidn que tenia Freud de la protohistoria del tinco de los ‘hetmanos aliado: que, tras derrocaral todo. poderoso ‘padre de la hord’ instauran las primeras re glas sociales de juego a modo de concrato social y que en esencia significa wa renuncia de los hijos al ideal de asumir el rol del padre, a la posesién de la madie y las hermanas, deseadas apasionadamente». Las histo:ias, vinculadas al totemismo, antes que explicarla en su esen- cia, encubren esa conveneién ancestral; el horizonce de las representaciones icénicas se hace impenetrable ara la conciencia mitica, puesto q la imagenes que habica no se reconocen como tales, sino que son expe- rimentadas en su mero potencial sancionador. Aqut se enraizan el temor y el error, incluso cuando el animal otémico que reemplaza al padre empieza a adopta gos antropomorfos. Y en la ocultacién icénica del sen tido ya impenetrable de institucién, de regla y de ol gacién se funda el uso mAs abstracto, pero no por ello menos opaco, de la palabra ‘mito’, con la que todavia en la actualidad se expresa la eincompatibilidad total del mito con la configuracién racionalizada de la tea lidado: amitica es la celebracién del absurdo como sen tido... Por otra parte, contra este funcionalismo severo y casi demonizado del mito, se ditige la observacién de su libertad suspendida, de su fabulosa proliferacién que parece poseer Ia naturalidad y el dinamismo de lo orgs nico, la obviedad de lo que ha sido dado desde un prin-
rimer 1s una pre paso hacia la libertad frente a las historias, libertad de la que ‘se nutren’ todos los horizontes posteriores de una tradicién que set‘a simulténea con la aspiracién, que nunca flaquea, ala ortodoxia. De ahi el atractivo inex: tinguible del hecho de qu estrictos, se permitiese relatar lo humano de los dioses. No olvidemos que la blasfemia es ademés un coerelato del miedo a los poderes, una préctica magica para, tal 2, descubrir su velada impotencia. Si Zeus era un vie jo dios de la tormenta con atributos aterrorizantes, no podia existir una mayor libertad para salirse de una “dependencia absoluta’ que contar de él aquellas histo- rias que le hacian parecer mas humano que cualquier hombre. Apolo, en su origen el ‘corruptor’, se convirti6 en un dios luminoso, francamente amable, y su madre tado por el temor, la noche. El mito no tiende hacia el absoluto sino, en diseccién opuesta, hacia las categorfas que determinan a reli gién y la metafisica, Aun asf, este movimiento nunca podré negar completamente su origen: una pura inven- cidn poética jamds habria conseguido este efecto, que consiste en que a los elementos, todavia ensombrecidos por un antiguo compromiso, se les sobrepone ura capa de distendida indiferencia: «En una época en que todo rebosa tradicién y costumbres religiosas, no es posible proponer una teoria cimencada en la simple y Ilana inven- idn... Para que ésta sobreviva a su inventor deberd estar 30. BUTTMANN op. city p. 6 indada en su mayor parte en la tradicién y el ritual Bs la latencia de las angustias traumaticas que est : nadas con el origen de los dioses, la qu Supei rencia, Superar se jance herencia nunca es cuestci cias diacrénicas de lo que todavia no es, lo que es y lo hipotaxis sincrénicas o existe un triunfo definitivo de la conciencia sobre su abismo: cultura, tradicién, racionalidad, ilus indican lo que en la vida se puede hacer de una sola ver, de ratz y de una ver por todas, sino més bien el esfuerzo, que ya no es, sino en pararaxis continuamente renovado, por despotenciar, descubstir, deshacer y convertir en un juego. Sigmund Freud desarrollé el concepto de latencia en su psicoandlisis histérico de la religién monoteista en particular con la repeticién de la historia del proco- padte, pero més tarde también con la especulacién, st Moisés y de su teligién, la cual, por asi decir, sobrevivid subrepticiamente a la adopcién del Yahveh madianita renovndose posteriormente. Sin embargo, Yahvch era «con seguridad un dios voleénico... un daimon siniestro y El significado de la teologia fundada por Moisés resi- anguinario que ronda de noche y teme la luz del dia Ibidem, p. 19. 32, FREUD, op. cit, p. 40. El retato originario de Yahveh se- gin Mever, E,, Die lnueliten und ibre Nachbarsthmme, Bet lin, 1906, p. 38, p. 58, Freud toma de SELLIN, Es, Mose wd seine Bedeutung fir dieiraelitisch jdizce fi te, Leipzig, 19) egipcio como requisito necesario del ocaso temporal de su insticucisn religio igionsgeschich su esis centtal del asesinato del Moisésue no alcanzara el propio Moist." Se recurre aqua la categoria de repeticién, una estruc tura mitolégica fundamental, para validar, de manera singular, la teologia fundada por Moisés, Precissmen te, en este contexto, adquiere importancia que el dios judfo de la historia sea un dios de la identidad nomi- nal y de la lealtad a la Alianza, ala que se puede apelar por medio de ésta, y no un dios de los atributos, debi do a que la lengua hebrea no conoce la eépul les atti butos se forman a partir de predicados adjetivados. El modelo de latencia que presupone Freud der.va del andlogon de la ‘neurosis traumdtica’ y de su compl sién a la repeticién, Con esta explicacién, Freud preten: de responder admis ala pregunta por el origen del mate tial mitolgico elaborado por Homero y los drama-urgos Aticos: En suma, la condicidn bésica de su aparicién, que creo haber establecido, es Ia siguiente: debe existir un sector de la prehistoria que, inmediatamente después de transcurt do, hubo de parecer pleno de sentido, importante, gran roico, pero que, siendo tan temo dioso y quiad siemps to, perteneciendo a épocas tan lejanas, sélo puco llega a las 33. FREUD, op cit p. 60, 3M. KARTAGENER, op. cit, p35, 36 recuerdo, plasmando conforme a sus propésitos la imager de la Gpoca que pretenden evocat. Casi podela decitse que la tradicién es tanto més dtl para el poeta cuanto més Incierto sea su contenido, No, yo no creo que cuanto més indetetminada es una tradicién mas ttl resulta para el poeta, antes bien, el poeta aporta decididamente lo suyo a la indeterminacian de la tradicidn con la que se encuentra y, paradéjica mente, porque se da cuenta del estimulo que supone para una fantasfa que ahora es libre de conferir al sus- trato hallado su sobredererminacién, Homero y Hesfodo sabfan, por ast decir, demasiado acerca de los dioses, su exacta genealogia e historia para que se les hubiese podi do profesar algo parccido a una ‘fc Ahora bien, el modelo de Freud se puede invertir pata hacer comprensible el potencial de eficacia del miro en su recepcidn: alusién y variacién, rectificacién y com- plementacién, vislumbre y sorprendence desenlace son imitaciones, reproducciones de la estructura de una andmness fatal. La mecifora platénica de la an contiene ya una suposicién relevante: que, con ocasién de impresiones externas, se imponga con vehemencia la verdad preexistentemente conocid de que en un acto de la memoria la experiencia de épo cas temotas, que se va abriendo paso en la conciencia, pudiese alcanzar cal pujanza que nos podriamos sentir cntrafia la sospecha 35. FREUD, op. cit, pp. 85-86.nntados a equipararla ala evidencia inte leceu Hlo se inviert, claro est, el supuest tado tempranamente y, por tanto, evidencia de la memo motia y por eso evidencia de una idea. Este mecanismo es de una potencialidad tan grandiosa como funest. Jus to aquello primi Virtiendo de este modo la recepcién del mito en aque ue retorna puede ser simul:do con lla coactiva anddmnesis de la latencia que le sirvea Freud para explicar que todas los afectos arcaicos son trasferi dos al protopadre que ha sido restaurado come deidad monoteista, Algo de esta movilizacién y trasferencia de los afe tos arcaicos estd en juego cuando se intenta mitologizar las as; como dominante y aliado con todos los poderes deberd mostrarse lo que prescinde de toda posi bilidad de legitimacién racional y que, a falta de ana his- toria evidenciable, deberé tener la apariencia de lo pri- mitivo que rerorna. Pues a lo ‘viejo verdadero! se le imputa que ha envejecido en razén de su verdad, en tan: to que la funcidn de las ficticias micologfas tardias con siste en sacarle subrepticiamente la asociacién de verd | a lo que pasa por ser viejo. Para explicar los males del mundo sélo podemos remitirnos a lo sobredimensio- nado y de ello deberd surgir un relato que ni pueda ni requira ser verificado, como, por ejemplo, el de una conjura concra la humanidad. Al mismo tiempo la abso- lutizacién del enemigo sobredimensionado no debe ser cotal, pues debe aparecer como superable en el préximo y dltimo acto de la historia, para lo que es preciso que no desaliente. En una inconsistencia tal, de evidencias que slo momentéi mente y no por el contexto son aprehensibles, sélo la mitologia puede presentar la realidad mitivo que rerorna. La movilizacién de los rc ve relevante para el enunciado asf enfatizado, cobra u importancia que parece no necesitar argumentacién ule rior alguna, Este es el caso cuando se alude a Prometeo Un ejemplo: en un acto conmemorativo un técnica dese remarcar la actitud equivocada de nuestro sistema ed cativo y de valores con respecto a la técnica, diciendo: «El ino de Prometeo, el precursor de nuestra técnica el ‘previsor’... demuestra, por cierto, el sentido arempo ral de las leyendas de la ancigiiedad; pues hoy en dia toda via hay aguilas que, en misién olimpica, creen tener que clavar sus afilados picos en Prometeor®, ;Cémo se podla conseguit, de ocro modo, con un despliegue relativamente iminimo de descripciones y hechos, una eficacia mds impo- nente que apelando a esta consabida historia que aqui sale a la luz con sélo algunos de sus rasgos secundarios? Qué otras palabras del joven Marx cabria aducir aqui dencia que esta frase que cierra el prologo a su tesis doc ‘oral de marzo de 1841: ePrometeo es el santo y martit mas distinguido del calendario filoséfico.»? Qué amal- gama de secularizacién y andmnesis mitoldgical La emergencia de la figura prometeica desde el 1c nacimiento a modo de fésil-gufa ~cuando menos como tuna pretensién de audacia en la autoformulacién de la época moderna en Ia literatura fue excesivamente abor 36, BLENKE, HL, «Zue Synthese von Wissenschaft und Tech: niles ponencia en el congeeso anual de la C Alemana de Investigaeién (Deutsche Forschung: schafi) de 1966, en: Mitteilungen der De gemeinschafi 1966, 4, p 6 chen Forschungeconstancia de un elemento cultural sancionado, o sea, a la manera de los trabajos sobre tépicos. El cardcter acka rativo de un ‘acontecimiento’ como éste sélo tiene lugar cuando se peicibe el entrelazamiento de las tendencias, op de unién y divagacién, de tradicién y audacia innova dora, Aqui las ambigtiedades voluncarias que desdibujan has estructuras de correspondencia del miro pueden set muy evidentes: asi en la célebre focmula de Shafiesbury que tan bien conocia el Sturm und Drang is indeed a sccond maker; a jusc Prometheus, under Joves (oun poeta tal es un segundo Hacedor; como un Pro meteo bajo Jipiters), en la que ‘bajo Jpiter’, en su pal dex, tanto puede ser na concesién apaciguadora como lun apuntar a un poder superior punitivo. 39. WALZEL, O., Das Prometheussymbol von Shapiesbury ets Go the, Minich, 1932, pp. 12-14, si bien aclaré el pascje de la historia de Ia rransferenca, catalog In intexpreeavige cacesi- vamence en la linea de la comparacién dios-atista que, tan to aqui como bajo la ivitante figura de ceferencia, es: ‘defor rads. Es interesante observar lo que sucede cuando ccinciden varias preacuftaciones; as cuando en el Prometeo de Wil helm Schlegel, ée fuer imitar la natutaleza por encima de su propio punto de par ‘ida para que, al final, el robo de lo divino se transfarme en 2 premisa seg la cual el ate debe tun pasaje de legitimada mimesis aristotlica: we esta guis imité Prometeo ala narutalera, madelando al hombre del robada al sol (citado en WaAILZEL, op. cit, p. 18.5). En Herder la chispa solar serd una chispa eléctica, pero Prometea no ha sido apartado por ello barro, dndole vida con tna chispa de la piedad natural. El artist’ Prometeo todavia no tiene el resbio del ‘técnica’ la celebraca majesosidad todavia no se a convertido en Ia eritica figura Kine de la autosfirma- i6n o del ‘nihilismo heroico’ que, por su parce, estrenece 0 nitre aquello que suele llamause la ‘pervivencia’ de la mitologia antigua y la orra pervivencia a la que se deno- miné ‘secularizacién’ del evistianismo, existe una dife tre a considera si rencia especifica. No hace falta qu: esté justificado 0 no hablar de la seculatizacién como tuna categorfa de la comprensidn histéricas* lo que sigue siendo indiscutible es que el vacfo que ha dejado la ceo logia cristiana conserva el resto indisoluble de pretende admitir y persistir en aquellas exigeneias de catécter abso refuerza la andonnesis mito bebauprung der deuarchen Universitit, Heidegger se refer a la dave ya antigua de que Prometeo fue el primer fildsofo puesto que, al y como dice el autor, sabia qué supone estar a merced del destino: «Precisamente por ello el saber de be desplegar su mayor obstinacién, para la que se levanta todo el poder de lo que estd oculto en el ent, para Facasar ceémo la comedia Stic ‘le resté importancia’ a la teomaquia prometcica,si- verdaderamente» Recuérdese, en cambi guiendo con ello, en mi opinisn, los pasos dela miolog cya Gniea inteneién era ‘restar importancia’ al conflicto dios-hombre: el Prometeo de la comedia aya no es mis que el pequerio tunante que roba a los dioses la carne del sac ficio» (SCHNEIDER, C., Gestesgeschichte des anviken Chris nuns I, Mini, 1954, p. 445) 34. Véase al respecto: BLUMENBERG, H., Die Legitimst der it, Fncfort del Meno, 1966, pp. 9-74perceptible cémo éste intenca asimilatla al cristianismo a modo de dogmatizaci6n alegérica, convirtiéndola canon de nuevas obligaciones hasta bien entrada la este tica, en lugar de ver en ella un instrumenco de la des dogmatizacién y uti aarla como tal, a saber, no asociando la recepcidn de los mitos paganos a la exigencia de! ‘retor no’ a cualquier cosa para, a continuacién, fijarlo como finitivo olutismo de la verdad conlleva una obliga cin de analogéa que no pueden rehuir ni sus o20sito- res més radicales, Esto, en gran parte, es consccuenci del camino que recorre el Renacimiento a tiavés d fuentes patristicas en las que estaba dado de antemano an ‘paganismo’ de sélida sistematizaci6n. El esfuerzo de tener que responder de la siniea verdad univoca y total, que habia sido prometida a una época ya superada 0 todavia por superar, adquiere la severidad de la torali- tad mitica, carea esta de la tarda artificialidad del mito ‘cosmovisional. Desenvolverse en diteccién a lz liber tad de la «bella objetividad de la inconscicnciay®, que ya fue adquirida en la ancigtiedad, le resultaria arduo a la mitologfa renovada, Parece ser que el hecho de des. pejar el camino de la mirologia hacia su funciéa esté rica en época moderna esté relacionado con liberarse de la herencia de las ‘grandes cuestiones’ que tomé so- bre sila Filosofia t de Vico, se afi le derma, Contribuyé a ello que, des la hererogeneidad del mito Fen ida lgica; ahora ya no era posible ima 39. JEAN PAUL, op. cit J, tinta.... y con cada nueva pasién, crefan en otto cora 26n-, Ala mitologfa no le quedaba, pues, més que uni Jn punto de vista como el que ha de proponerse aqu no pretende explicar ni por la historia ni la filologfa lo que podia haber sido ‘el mito’ en su origen, determinada etapa de nuestia historia o prehistovia antes bien, siempre se ha de entender formando parte ya de la recepcidn. Si se considera que una perspectiva como ésta es secundaria y, por tanto, su interés también lo cs se esti partiendo de una distincién entte el objeto y sus modos de comprensién que las ciencias de la naturale za convirtieron en imprescindible, pues para ellas cada resultado sobre un objeto dest lo relega a.un interés ‘tan s6lo’ histérico. Como objeto ncaa sus predecesores y nen primacfa frente a los resultados de su accién, debi: doa que ya no se otorga una dignidad particular a su origen, y en la medida en que ya no se hace; por ejem plo, en una metafisica del arte como produccién origi- naaria, no importa que sean las musas, la magia o la ins- piracién, o el propio genio, quienes la inspiren. La produccién y la recepcién son equivalentes en tanto que Ia recepcidn fue capas de articularse. Pero, no se trata en absoluto de recuperar el ‘sentido perdido’; se incurtirla, respecto a nuestro problema, en un mio de la mitolo- gla. Lo originario concintia siendo hipétesis, cuya tint 49. VicO,G., Principe de Ciencia Nueva Il,7.2., Orbis, Mac 1999,ca base de verificacién es la recepeidn. Ni Hornero ni los presocriticos, nos dicen algo sobre el prin ipio absoluto; ellos mismos producen a partir del acto de recepcién, 0, en otras palabras, sélo los comprendc ‘mos porque hacemos esta suposicién, La ancites's entre cardcter originario creativo y posterioridad herm=néut ca no sirve: incluso si existiese lo originario como algo aprehensible despertaria, por esta cualidad suya, un mara villoso, pero inexpresable, interés. La actaccién por lo huevo se converte en un delete de la comprensin, enten- dido como una osacla Frente alo viejo, a lo que es capar de referirse. Los principios absolutos hacen que no quedemos lteralmente mudos. Sin embargo es justo esto lo que menos soporta el hombre y para eluditlo o supe. rarlo ha empleado los mayores esfuerzos de su h’storia La pregunta por la realidad del mico en sus horizon. tes tardios no puede ser otra que la de su funcidn encio de dichos esfuerzos. Aun asi, el rema no sélo es la recep- cién material sino, precisamente, también la formal. Narrar una historia acerca cle un dios sin adoptar o uti lizar para ello una determinada historia recibida puede tener como tal su funcién claramence definida, Cuan- do Nietzsche hablaba de la ‘muerte de Dios’ se remitia ~contrariamente a lo que hacia el atefsmo del siglo x1x, que contraponta a la dogmatica categérica una negacién clogmética—a la forma del mito: no natraba una historia sobre uno de los antiguos dioses de los griegos y oma. nos, sino un historia sobre este Dios de la Historia que todavia estd presente. Con ello violaba, una vex més, la prohibicién de no usar el nombre de Dios en vano. En relacién con el conjunto de la obra de Nietzsche, no se traca de un recurso estilistico ni de una figura retsrica, sino que ¢s la cleccidn de la forma misma como anti tesis. Cuando la filosofia de Nietzsche tiende hacia d pen samiento final del eterno rerorno de lo mismo, porque 44 pensamienco le precede la muerte de Dios como k condicién para que sea posible el Superhombre. Al igual que en Ia sucesién de las generaciones de dioses, existe una rivalidad total por el dominio del mundo: el nuevo Dios no vendré si antes el viejo no ha sido castrado o encerrado en el mundo subverrneo, La estructura mit case opone a la de la historia: tiene generaciones, edades del mundo, épocas de dominio. En relacién con el ito, se da un factor de unién en la Filosofia de Nietzsche Domo maestro del eterno retorno recuerda el problema del nacimiento de la tragedia y en el modo supremo de la existencia dionisiaca se fusiona sistematicamente e final de su tentativa con el principio de la misma La afinidad de Nietesche con el mito se debe a que la premisa de verdad se le ha vuelto problematica. Los oetas mienten; la palabra recupera su relevancia. La Fea con la que el mi © sorprenido en Incohe rencias demuestra que arcaicamente precedfa ala ‘obli- gacidn de verdad’. Al igual que hace el narrador pico, asf crama el sacerdote los mitos de sus dioses: la juscifica su sublimidad. Fs extraordinariamente diflell revi talizar el sentimiento mitico que permite la mentira. Los igrandes fildsofos griegos viven codavia enteramence en el ‘imbito de esa jusificacién de la mencira. La mentien esté pemmitida en los casos en que es imposible conocer la verdad. Lowrri, K., Nietaches Philo des Gleichen, Berlin, 1935, p 42, NIETZSCHE, El libro... op. ets P29. ie der ewigen Wiederkunftlace, Se sirvié de la licencia formal del mitélogo y ransfirié ~y aqut radica el escdndalo de la paradoja— all Dios biblico que, si bien habfa entrado en la histori hho soportaba la forma narrativa. El mito de un dios puede explicar aquello que su dogmatica no debe reco. nocer: ;Por qué a este Dios se le enfrian los altars, las victimas se resisten a ser sacrficadas, dejan de funcionar las pruebas de su existencia, deja de atender a los rezos y los milagros se vuelven cosa del pasado? Porque, en realidad, este Dios esté muerte. te punto quisiera aclarar qué significa referirse formalmente al mito, lo cual debe ser entendido en cone- xi6n con la valoracidn de la verdad. Esta conexién fue establecida por la tradicién cristiana no sélo a causa de su pretensién general de verdad, sino delimitando con mucha precisién aquello que a partir de entonces no serfa acepracla por faleo. Esto fue particularmente visi- ble en la metamorfasi como una estructura fundamen tal de las narraciones miticas ala que era preciso estraer de los escondrijos ns recéndicos de la nueva teologia, puesto que constitufa una amenaza constante para el ipo de ‘verdad’ que habia sido dada junto con el men: saje teoldgico central de que Dios en realidad y en ver- dad se habia encarado. Durante siglos se trabajé sobre las definiciones cristolégicas y su terminologia para, maniobrando, extraer el dogma de la Encarnacidn del Ambito de las categorias mit as. Sin uso alguno de la apariencia, de criterios atenuados de la realidad, de redu. Cidos riesgos de implicacién, Dios se habia encaraado en un lugar y momento que podia ser determinade his- téricamente, Esto ya no guardarfa similicud alguna ~exceptuando, por otra parte, la ligereza de los fines 46 cl banquete olimpico, fueron admi: tidos en el cfrculo de los dioses. Si se tiene en cuenta que todavia la mitologta gné tica le concedié al Salvador del buen Dios, frente 2 lo poderes malvados de este mundo, el gran recurso del ardid y el encubrimiento, queda claro a qué distancia respecto de la mitologia antigua pretendia situarse la nueva doctrina per definitionem en el sentido mis estric to. Aladlicenciosa pandilla de estetas y artistas griegos «al y como lo llamé Thomas Mann en su conferencia sobre Nierasche, el ardid no se les antojaba tan abyecto, empezando por Ulises, pasando por la sofistica, hasta llegar-a aquellos tratados sobre la fabulosa capacidad de burlar a la naturaleza, en cuyos titulos se aloja el ardid que no termina de aflorar de nuestra honorable disci. plina de la ‘meciniea’, El ‘ardid’ ~aunque sea el de rau6n— también tiene cardcter mitolégico como pata na histérico-filos6fico; s6lo que su nacuraleza diva: gadora se envolvia con el aura de lo que es ne lo cual, a su vez, integra la sinrazén episédica de una totalidad todavia no predecible para la raz6 pedagogia que se ha practicado con la humanidad a lo largo de su historia siguiendo el modelo de las socieda~ des secretas, es un recurso de la filosofia de la lustracién para arreglérselas con las dificultades de su visién de la historia: ya no se podia confiar en lo ‘viejo verdadero’ ni en el ‘poder de la verdad’ cuando se mostraban tan tar- dfa y trabajosamence en la historia del animal rational Que fa naturaleza atin alcanza su objetivo elemental de autoconservacién a través de la ofuscacién y el prejuicia de los hombres, o sea ‘a sus espaldas’ es un topos de laecon su astucia a los hombres», Lo que probablemen te hizo plausible el ardid como un procedimiento de la razén, se debfa a que la critica ideolégica supo, por asl decir, sacar a luz las astucias homéricas de la sinrazdn para incorporarsea la conciencia, Aun asi la simeuia qu convierte al ardid en el «recurso més antigua de la lus traciény (Adorno) no es tan evidente si se tiene en cuen fa que la economia de los caminos mis cortos ¢s una ‘eld sica’ caracterfstica de la razén. Como casi-sujeco de la Filosofia de la historia tiene la apariencia de haber ast mido su rol en una gigantomaquia. Aqui los amigos de Siegfried Kracauer recordarin su aversién al ‘ardid de fa razdn EL punto de arranque de la digresién era la interac cidn de la gnosis con el modelo mitico de ki metamor fosis. Lo divino no tequiere una encarnacién tal y como lo romanti2é Schlegel sino que, de acuerdo con el testi- monio arrolladar del mito, requiere la forma més ‘agar del episodio lidico-ilusorio, la metamorfosis. En con- taste con ello erigiria la determinacién del dios biblico y desu voluntad de salvacién, sin recurso alguno a la interpretacién ni al significado aleg6tico. En este punto el concepto de realidad de la teologia se vuelve con mds decisién y reflexién en contra del de la mitologia, que no en la cuesti6n sobre la pluralidad o tnicidad de lo divi- no. Aqui residia el terreno féril del que brotaban las here jfas como verdaderos s{ntomas de un malentendido on. sustancial ala doctrina de la Encarnacién y donde el Universo conceptual de la metafisica antigua experimen- Ia historia del concepto Unicamente en la dureza y solide de w ju qui formulada a la vida, aquello que Nietasch Gomo el ti debes. Por lo tanto ra logico que Niet sche digest la forma representativa dl pensamienco mitico en general contra un tipo de verdad como ésa que, en muatanca, pedeaimplicar un ‘el debe’ qul siese llegar desde éste a su ‘yo quiero’ y, finalmente, a la inmediatez no vinculante del ‘yo soy’, Aqui se trat en primer ligand una diferencia radial ence el con eeaubdle Seiad y:totiosgucllo.que alguna-ves pudo sreser yaad al als. nda ex cose eapas de recepcién, debe ser visto en este contexto; también y con mis nite el esgo de qu a verdad despot manipulable, con la salve ciada pueda ser una verdad dad, ee a esta premisa, de que también la riguro- sidad de la metafisica tradicional posce su potencial ideolsgico, sencillamente debido a que sélo en virtud de su rigor la verdad es capaz de sostener los postulados de la préxis (y ademas los de la pasividad practica) Por primera vez, la mitologia de Nietasche, al culmi no retorno de lo mismo, pone nar en la doctrina del € pone de manifiesto ante nuestros ojos que la recepcidn de mito no sélo significa la contemplacidn de sus materia les, nian so reproducir sus estructurasformales, sino que este procedimiento tiene sus propias consecuencias, por asi decir, su finalidad, Lo llamaré as: concluirel mico. Lo que supone no sélo renovar su significado -0 como se con BLUMENBERG, «Epochenschwelle und Rezeptione, en: Philosophische Rundechau 6 (1958), p. 102 9poco acumularlo o sublimarlo, sino representarlo 1 desnudez. Por el momento sélo pued alo refi riéndome a Nietzsche. Por supuesto que el eterno retot 10 de Nictasche se opone a una de las caracteristicas ms remarcadas de la verdad teolégica, ala unicida p cidn y el Juicio, a la identificacién de la verdad con el hecho central tinico e insuperable del que no puede sodio de la Salvacién, que s hacerse otra lectura que no sea él mismo y que reduunda en el yo soy el que soy’ carente de atributos. Encre el yo soy el que soy’ de san Juan que procede por completo cle la tadicién del monoteismo absoluto y el 'o soy’ que debe adquirir su peso espectfico a través de la idea del eterno retorno de lo mismo, existe una diferencic deci siva, Este mitologema del eterno retorne de lo mismo supera tanto las recepciones materiales del mico co- mo las formales, levindolas a su valor limite: el modo de repeticién del pensamiento mitico se conviert aqui «en su tinico y tltimo contenido. Lo que se repite en todos los mundos se determinaré tan sélo bajo el peso de la enormidad de la repeticién como ral El mito habla, tal y como dice Salustio, cocténeo y amigo del empetador Juliano, en su libro De diis er mucn- do, de aquello que jamas acontecié y aun asi siempre cs. Esto se hace, por asi decir, parente en la ‘forma inter media’, en la mediacién de la repetici6n ciclica. Con- ‘cuerda con ello la suposicién de que el ro precede aené- ticamente al mito, En lugar de exp la actividad ctual como contenilo de f como un mero contenido representativo, tenemes que 44, SALUSTIO, De dits et mundo, cap. IN. In actividad del hombre y en sus afectos y volicion Laaccién ritualizada comporta una obligacién de rep icin y ésta conlleva, a su vez, cl riesgo de que con el paso del tiempo se olviden su utilidad y significado or finarios. Tl vez a obviedad dela accién instcucionali- ada se hace problematica sélo a partir del momento en qqueadquiere su solemnidad profana La pardfassexpli Cativa que require lo que ha petmanecido io enel alvido desu significado, deberé tomar en eonsideracién que la aclaracin de rto sujeto ala necesidad de rep tise necesita, a su vez, de la valider de lo repetible. Sie mito hace de al mod comprensible lo que desde siem- pre se ha representado, ocupard, como sucedéneo verbal de la obligatoriedad difuminada de la livurgia, el lu gar delo que probablemente otrora ertuviese cargado de asociaciones con lo terrorifico, de la presencia direc ta de poderes demoniacos y que, por consiguiente, re querfa de la minuciosidad conjuradora y protectora del ritual. Concomitantemente es probable que se confia ra en la acumulacién de acciones; lo que habfa impues to a la pariftasis posterior la fatigosa variacién, consti tutiva de un esquema idéntico, impeliéndola a repetir lo mismo en las diferentes etapas de un proceso. EL mit so est elaionado de manera inmedias con la esfera del origen de aquello que, en parafrasis, é mismo eleva al entrelazamiento de historias, Pata el cul cas II, El pen 064, p. 63, 45. CASSIRER, Ex Filosofla de las formas samiento mitien (1974), FCE, México,Fabular, ocupasse con el pensamiento de un mund todavia mas tertible, 4s terrible, puede valer como indicio de un interés mas humano, que ya observa que ya observa y es superior... Los primeros dioses revestidos de la : a forma humana que de ahora en adelante se gencralizarian, todavia en €poca temprana los enconteamos representados sobre sellos de cdntaros de vino que proceden de explotacio. nes vinfcolas a ellos consagradas... Pero los pocos pode- Fes antropomorfos que conocemos de época teraprana también carecen de mito propio. Min, Onutis Prah, al igual que todos los poderes, logran tener su papel mit 0 tan s6lo por medio de la explicacién mitica de los antiguos cultos y sus ritos»*, Se sup clos‘ if one que los ‘sacer dotes lectores’ exponan la parifrasis mitica con ocasién 46, ScHor, 5, Ritual und Mythe im alégyptischen Kult, en: Studinin Generale 8, 1955, p. 289s. también ca idem, Mythe und Mytbenbildang im Alten Aeypten, Heidelberg, 1545, P. 93s. Que se tome el rio por una repeticion de aquelte ue su mito exegético dice que expone, wrobablemente es tun ‘realsmo’ secundaria, sobre todo cuando no existe fun ddamento alguno pa insinuaciones magieas. Al sepasar el sito del ito la meta nacacién puede valer como "epet cid’ del suceso temético, a . 8 no ser que nos exponganios a los exces0s metafisicos propios del mitdlogo: wen la ant, gua Mesopotamia la re tcién del as{lamade ‘poem dela «xeacidn’ (Enuma els) con ocasién de la festa de Afo Nuc, vo (abitu) se patecia a siom (PEFTAZZONI,R, Die Wahl des Mython Pridsona 4.1950, .5) 32 del rico y que redactaban ademds para ocasiones espe en modo alguno accesibles en todo momento y par cualquier ptiblico; lo incomprendido ejerce su pode Las celebraciones oficiales se conmemoran en proc bles, No obstante, en los sancuarios, el culto cotidiano palabra del mito que explica la también estd sujeto a l acciones y objetos del rito a modo de reliquia y reco! datorio del mundo de los dioses, si bien aquello qui cnsalza se encuentra directamente enraizado en la pre historia, Es por este enraizamiento que los ritos con- mieven, Los diferentes sos, los ropaje el itmo han sido hetedados y de ahi que sean ‘populares’. El mito dice cosas més alld de ellos y por doquier, en Egipto, les habla a los iniciados de la creacién del mundo y de su sina... Los mits sueumbieron junto a aus diss, A través de los enigmsticos rituales de rias significativas sobre los dioses. Los mitos exigen dio ses que puedan vivir y atestiguar todo aquello que sea susceptible de ser narrado, ante todo aquello que atafie ? de todavia con conmueve al hombre. Lo que no su | a s6lo su las potencias animales prehistéricas. Seré despejaré el camino hacia el mitoo* es pérdida de humanizacién la q La humanidad del mito es algo tard 47. SCHOTT, op. cit, p. 293: la‘metamorfosis’ como categoria se encentea en la propia genesis del mito en su earicter antropomérfico: los dioses pietden su cardcter aterrador ‘cuando mudan de forma Por ello e vuelven, en gran medi- da, potticos. Jacob Burckhardt ha ancepuesto a todas las cexplicaciones sobre los dioses griegos un parrafo tituladaIejamiento, dilacién y conjuracién consolidados en arrad doptorel patréin de relacién entre tito y mitslogt in pretender su verificacién, como una hipdtes ayuda a comprender aquello de lo que aqui se trata el recuerdo de los terrores y subyug superar, no se entenderia la libertad del mito en su espe tepeticin. Un puro olvidar aquell ques ocutaba ugaciones que legé a bs fgwisy ave pecedaa su anciopomorto sis, no crea la distancia en cuya elevacién el m-to, al final, escapa a la funcién de explicar el decir, su libertas rito y, por id conquista en lo poético su carcre: defi nitivo, La intencin del modelo no puede sr expla ls sgénesis del mio respecto de sus contenides, pues la fun cidn de interpretar un rito deja abicrta cualquier pari frasis. «El mito ra en juego cuando el to, a cere- monia o una regla social o moral demandan justficaciSn como garantia de su antigitedad, dad.»** Pero precisamente esto signi dad y su santi ; que el ajuste’ del iio al eit no sd contenido (Como sera sel it fae se representacién secundaria y pi ibn dk presentacién del mito), sino simblca. El mito no mantiene un teoeén'ney lista con el sig ficado originario de la accion o rel de la misma, més r terior! en el tio, de ds bien repercute a posteriori en el rito, de este mundo. oo 4 Jeformdndolo 0 complementindolo. De ahf que la hii ria qui la accién siga siendo auténoma y ficil ta relacidn entre accidn y texto corresponde a una Ja hermenéutica mds general de inversién de la rel cién entte motivo y accién, entre pregunta y respul x. Con ello anulamos la imputacién, manejada con jemasiada obviedadl, de que en la historia del hombre cperaba un conscante interés tedrico, cuye realizacién habia buscado respuestas mas 0 menos definitivas y ad uuadas a unas preguntas dadas. Que el hombre produ- 1 incesantemente cn actos y textos aquello que él mis mo no entiende y aun asi, y justamente por ello, repi y ricualiza y, al hacerlo, provoca que surja tarda y acce seguro del sentido y la soriamente la necesidad de esta inteligibilidad de aquello que esté haciendo; ésa es una raz6n que dificilmente se comprende en las condiciones de una época que busca incesantemente afianzarse en la tcorfa. El hombre no sabe lo que hace o bien ha olvida que se hallaba inscrica la do el contexto prictico en el accign; pero un dia querré saber lo que significa. Al hacer respuesta para lo toma lo incomprendido por una vieja la que todavia cabe buscar la pregunta que se le ajuste. Si esto es as, se entiende que en tn contexto como éste las interrogaciones adquieran més importancia que no las supuestas respuesta Esta razén es fundamental para el potencial de influen cia del mito: no es la fuerza de persuasi6n de las viejas respuestas a los presuntos enigmas humanos arempora les lo que justifica que se agolpen las configuraciones, mitolégicas, sino el cardcter implicito de la aque se desvelan, desencadenan y articulan racién, Que los mitos cost preguncas ejerc en la cra de las cosmogonias tedricas no se debe a su contenido en cidn y ela ndo su propia fascinacién todavtales que una teoria de la génesis del mundo deja ontestadas y que mds bien son del tipo dela g-an p gunta de Leibniz cur potius aliquid quam nihil Datnos fan por sentado que la ciencia ni siquiera ha aptendido « plancear preguncas para las cuales no tiene respuesta Que no nos llama la atencién con qué soleura el mite se asoma al borde de los abismos de estas preguntas sin que le hayan sido planteadas. La historia de Prometeo no responde ninguna pregunca acerca del hombre, pero parece contener todas las pre arse sobre dl Esta polisemia del mito se entend rencia al modelo del ‘ajus intas que podrian plan- 4 mejor en refe simbélico entre hiscotia narra day accin explicada, Es preciso que la historia se acte- dite en la interpreracién de la accién, pero lo que menos contribuye a ello es la exigencia de ‘juste’, a que puede ser cumplida de diversas maneras. La historia debe. rihacer que la accién a la que estd sujeta paterca van significativa que se justifique su manifestacién repetit Ya. O ala inversa: la repeticidn del rto es una prucva del significado que le otorga la parifrasis del mito, Le elec in de lo discrecional en pos de lo significante es una funcién dela repeticién, Este es un factor importante de 'a conexién entre rito y mito. Bs cierto que ya no nos fa mos de la frase veritas fla temporis la ustracin la nece sitaba para justificar su tardanza histérica pese al domi ni de la razén que ella misma habia establecido, Pero el tiempo como quantum no habia contribuido para nada a fomentar la verdad ni siquiera erradicando los errores ¥ Prejuicios. Aun asi la tradicién ejerce un efecto select. vo sobre lo que es significativo ‘para el hombre’ lo que ante todo concierne al hombre, lo que independiente mente de las perspectivas de verificacién tedtica, ayuda sole i pnnsi a lay eps pemalte cp 1 do dlla decide lo que merece ser conscrvado, producien a : (W. Jerusalem) digna de ser ualiaa en el modo de ‘alsin’ vss ambit spire sr Barer de inl en Gu, ene transcurso del tempo, es aniquilado lo que nc pdo afrmarse ‘en vitud dela verdad. E | mit, en feepcién, opera como atadura a lo objetivo al limita limitacidn de lo arbiteatio pot medio de la modalidad de un horizonte dado de antemano, aparenca que aqui : { misma. Provoca una a ‘cosa’ misma tiene valor ‘por s{ mis colin dle signifeatv con lo verdadere. La se Feacidn es tan sélo aquella cualidad de los miologe tee igs handine dentro dela endicSdn por moto, delnapelcigna taborcone sempre macy. La alegoresis del mito se nos presenta como un malen tendido de esta‘significacién’. Ya mai entendemos por tue ya se nos ha hecho extrait el ‘comparativo onto: Tbgice que presupone: la ‘evidencia momencinea’ de realidad es el grado supremo de un esquema ascensio: nal aly come ilustea fa metfora de la caverna de Pla- cidn ence los grados de elevacién es la de on. La : cai eet STN De ahi que pot ast decir, grados uleriores de verdad que tinicamente . aoe conte ais cana ech slemmado d o supremo. En ello estriba la alegoresis del mico; es fen he pos : tiene Filén de bisicamence ‘posterior a la manera ¢ : inferirel Antiguo Testament de a flosofiahelenisic, y como se comporta o cree comportarse la Patrstica, porge una univocidad; seré la ironfa moderna la que afi rd ‘versiones’ donde elegir. Pero con nivocidad de la esis no se entiende lo que ema mos ‘significaci6n’, pues ésta implica precisamente |: poliscmia sobre la que se fundamenta el potencia, en apariencia inagotable, de reelaboracién del mito, ade mis de la multiplicidad d eorfas sobre su otigen y fan in genuina. Schelling dijo acerca de los modos his
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