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1 ACERCA DE LO QUE HAY Un rasgo curioso del problema ontolégico es su simpli- cidad. Puede formularse en dos monosilabos castellanos: “Qué hay? Puede ademés responderse a él con una sola palabra: ‘Todo’, y todo el mando admitiré que la respuesta, es verdadera. * No obstante, esa respuesta se limita a decir que hay Io que hay. Queda margen para discrepancias en ‘casos coneretos; por eso ha quedado estancada la euestién a través da los siglos, Supongamos ahora que dos filésofos, MeX y yo, discre amos en nuestra ontologia. Supongamos que McX sostiene que hay algo que yo niego que haya, McX, muy coherente- ‘mente con su punto de vista, describe nuestra discrepancia diciendo que yo me niego a reconocer ciertas entidades. Yo protestaré, por supuesto, diciendo que su formulacién de nuestra diserepancia es incorrecta, porque lo que yo sosten- 420 es que no hay entidades del tipo que él aduee y que yo deba reconocer; pero el que yo considere incorrecia su for mulacién de nuestra discrepancia es irrelevante, pues nece- sariamente tengo que considerar incorrecta su ontologia en cualquier caso. Pero si, por otra parte, soy yo el que intento formular nuestra diferencia de opinién, parece que me enouentze en una aporia, No puedo admitir que hay casas que McX 503 > eto eral cn bo put a dee, Ang Suz pore Donat eter? It canbe are eevee, fee we Sesitgs tay Ase ne sre 2% DrSuE UN PONTO DE vita LécICO tiene y yo no, pues al admitir que hay tales cosas entraria ‘en contradiceién con mi rocusacién de Tas misnas. Si ese razonamiento fuera consistent, resultarla que en toda discusién ontoléxica el que sostiene la parte negativa tiene que cargar con el inconveniente de no poder admitir ‘que su contrincante disezepa de él ‘Tal es el viejo rompeeabezas platénica del no ser, El no ser tiene que ser de alguna manera, pues, de otto mode, aqué es lo que no es? Esta enredosa doctrina puede ser apo- sada fa barba de Platén; la tal barba ha probado histéniea mente su vigor, mellando nis’ de una ven el flo de la na vaja de Occam, ‘Una Tinea de pensamiento como dsa es Ia que mueve @ Slésofes como McX a postular ser en casos que, de otte modo, podtran permitirles quedarse satisfechos reconociendo que no hay nada. Tomermos, por ejomplo, el easo Pegaso. Si no Tnrbiora tel Pegaso, atguye MoX, no estariamos hablando de nada cuando usamos Ia palabra; por tanto, serla un sinsens ‘ido incluso decir: ‘Pegaso mo es’. Y pencenda que es0 mues- tra que la negacién de Pegaso no puede ser mantenida co- herentemente, McX coneluye que Pegaso es Pero McX no puede convencerse a si mismo plenamente dle que alguna regién del espacio-tiempo, préxima o remota, contenga un caballo alado de came y haeso. $i pues se le turgen clteriores detalles sobre Pegaso, dice que Pegaso es una idea presente en la mente de las hombres. Aqui, empe. ¥o, empieza a manifestarse una confusién, Por amor del ar gumento podemos conceder que hay una entidad, y hasta ‘wna entidad nica (aunque esto ya resulta may poco plau. sible), que es Ia mental ide1-Pegaso; pero esta entidad ren- tal no es precisamente aquello de lo que tno habla cuando niega a Pegaso, MX no confunde nunca el Partenda con ta idea-Parte- nién, El Partentin es fisico, la idea-Partendn es mental (dicho sea en pleno acuerdo con Ia version de las ideas por McK; no tengo mejor versién que ofrecer), EI Partendn es visible AeEHCA BR £0 QUE HAY a lu idea-Partenén es invisible. No podemos imaginay ficilmen te dos cosas nds heterogéneas y menos susceptibles de con- fusién que el Partenén y Ja idea-Partendn. Pero en cuanto pasamos del Partonsn a Pegaso se instaura la confusién, por Ja sencilla razén de que MEX so dejavia engafiar por el mis srosero y palmerio simulacro antes de admitir el no ser de Pegaso, La nocién de que Pegaso tiene que ser, porque de otro modo seria un sinsentido incluso decir que Pegaso no es, ha Ievado a McX, como se ha visto, a une confusién elerien, 1. Mentes ii punto de pastida, salen adelante con teorias de Pegaso gue son menos patentemente exrdneas que la de MeX y otvo tae to mds dificiles de desareaigas, Una de esas mentes es, po 0, sostiene Y Griega, tiene s suties, avn tomando el mismo precepto coma ‘gamos, el sovior ¥ Griega. Pe 1 ser de un posible no actualizdo, Cuando decimos que 10 hay tal cosa Pegaso, decimas mis precisamente quo Pegaso no tiene el especial atributo de la actualidad, Decir que Pe- 4gas0 no es actual es légicamente paralelo a decie que el Par- tondin no es r9j0; ea ambos casos deeimos algo acerea de una entidad cuyo ser no se diseute. El sefior ¥ Griega es naturalmente uno de esos fiésofos (que se han confabulado en la empresa de arruinar la buena y vieja palabra ‘exist’. A pesar de su adhesin a los posi- bles no actualizados, Y Griega limita la palabra ‘existencta’ 2 Tn actualidad, a lo en acto, preservanda asf una dlusién de acuerdo ontologico entre él y los que repudiamos el resto de ‘1 hipertrofiado universo, Todos somos propensos a decir, en rnuestia uso de sentido comin do ‘exist’, que Pegaso no existe, entendiendo por ello simplemente que no hay tal entidad, Si Pegaso hubiera existido, estaria en el espacio tiempo, pero simplemente por el hecho de que la palabra ‘Pegaso’ tiene connotaciones espacio-temporales, y no por aque Tas tenga la palabra ‘existi’, Si no hay referencia espa cio-temporal cuando afirmamos In existencia de la raz et ello se debe simplemente a que una ralz eibica 2s resok UN PUNTO OE WistA réaICO no €s un tipo espacial de cosa, y no 4 que seamos ambiguos fen nuestro uso de ‘existe’.1 No obstante, el sefior Y Griega, ‘ea vn esfuerzo mal concebido por hacerse agradable, nos concede cordialmente Ia inexistencia de Pegaso para insis- tir Iuego en que Pegtso es, contrariamente a lo que enten- demos por inexistencia. Una cosa es existencia, nos dice, y otra subsistencia. La ‘injea manera que conozco de hacer frente a este confustén de problemas consiste en regalar al seior ¥ Griega Ja palabra ‘existir. Intentaré no volver uusarla: seguimos contando con ‘es’ y con ‘bay’. Baste esto sobre materia lexicogrica y volvamds ahora a la ontologia de ¥ Griega, EL superpoblado universo dol selor ¥ Griega es desagra- dable desde varios puntos de vista. Ofende la sensibilided estética de quienes sabemos gustar de paisajes desértions pero &@ no es su peor defecto. El suburbio de Tos postbles del sefior ¥ Griega es tin ealdo de cultivo de elementos sub- vversives. Fijémonas, por ejemplo, en el hombre gordo post ble que esta en aquel umbral y en el posible flaco situado fen aquct otro, gSon el mismo hombre posible o son das hom- bes posibles? ;Cémo podrfamos decidir esta cuestiin? ;Cudn- tos hombres posibles hay en aquel umbral? gHay més bom- bres posibles delgados que gordos? zCuéntos de ellos son jguales? ,O acaso al ser iguales se convierten en uno solo? No pueden ser iguales dos cosas posibles? ¢Equivale eso a Gecir que es imposible que dos cosas sean idénticas? Por ‘iltime, ges ef concepto de identidad simplemente inaplica 1, La tndencin« ding emcee, oe extn cen tinto que apliouds a abjetoractalizndas en algén pont dale Fete, yal (0 wasnt, 9 oh Suto aplinde Pee medal se dabe een parcaimente 2 la idea de que la obs Se’ de fe muen not evere lanes, Coston ester Pane eave Gal name do cetawes al ‘Sor de unioror™. 8) exstora wea tl rssh, seria ta entdad abs. ea esto ce, un nimera, Si embargo, silo mediante ol estudio 46 {Pikorilces polemey eovchlr que dndimore de centres y ol de tigerfos son amb ye por unto. no hay tal taxi. semen 0B 10 QUE HAY 23 ble a los posibles no actualizados? Pero gqué sentido puede tener hablar de entidades de las que no pueda decirse sig- nificativamente que son idéaticas consigo mismas y distintas las umas de las otras? Esos elementos son pricticamente in- comegibles, Se podria hacer algiin esfuerzo para rehabili- tarlos mediante la terapéutica freglana de los conceptos in dividuales;? pero me parece que es mejor arrasar el subur- bio de ¥ Gricga y seguir adelante La posibilidad, igual que las demés modalidades —' cesidad, imposibilidad, contingencia —, suscita problemas; no deseo aconsejar que nos volvamas de espaldas a ellos. Pero, por lo menos, podemos limitar las rodalidades a enuncia- dos completes. Podemos aplicer el adverbio ‘posiblemente’ ‘2.un entinciado en su conjumto, y podremos sin duda tener rnuesteas preocupaciones a propésito del analisis seméntico de ese uso del adverbio; pero poco progreso real podemos esperar para ese anslisis por el procediméento de ampliar ‘nuestro universo hasta incluir las Hamadas entidades posi- bles, Me termo que el principal motivo de esa expansién del miverso sea simplemente la vieja nocién de que Pegaso, por ejemplo, tiene que ser, pues de otro modo resoltaria un sin sentido decir que no es. Pero toda Ia exuberante plétora del universo de posibles del sefor ¥ proceder a una ligera modificacién del ejemplo, pasando hablar no de Pegaso, sino de la redonda edpula cusdrada que remata Berkeley College. $i, a menos que Pegaso sea, es ten sinsentido decir que no es, por la misma razén, si no hay tal redonda etpula cuadrada en Berkeley College, ser un sinsentido decir que no la hay. Pero, a diferencia de Pegaso, la zedonda céipula cuadrada de Berkeley College no puede admitirse ni siquiera como posible sin actualizar. ;Podemos obligar ahora al sedor Y Grioga a admitir también un reino de imposibles inactualizables? Si To admitiera, podria plan- ga parece reducirse a una nada con sélo 2 Che infe, p 218. 0 pasos oN FuNTO DE viNTA 1écICO tearse una dilatada serio de turbadoras preguntas a propési- to de ose reino. Podemos, por ejemplo, esperar que el sevior Y Grioga eaiga en contradicaiin haciéndole admitir que al- gunas de esas entidades son simultineamente redondas y cuadradas, Pero el astute sefior Y Griega se decide por el tra euemo del dilema: eoncede que es un sinsentido decir que no hay tal redonda cGipula cuadrada en Berkeley Coll. ge. Dice que la frase ‘redonda ciipula euadrada’ careve de signifcacién, El sofior ¥ Griega no ha sido el primero en adherirse a esa alternativa, La doctrina dé la asignificatividad de las con- tradieciones se remonta a tiempos muy antiguas. Y su tea Gicién sobrevive, ademés, en autores que no parecen com- ‘partir ninguna motivacion con el sefior Y Griega. Pero me asombraria que la primera tentacién de abrazar esa doctrin Ihubiera podido ser sustancialmente diversa de la motivacié que hemos observado en el sefior ¥ Griega. La doctrina no te a saz devotos a tan qujatescos extremos como es la recuse: cibn del método de demostracién por reductio ad absurdum —rocusacién en la que yo veo wna reductio ad absurdum de » en efecto, ningtin atractive intrinsece, y ha llevade Ja doctrina misma, ‘Ademés, la doetrina de la asignifeatividad de las contra: dicoiones tiene el grave inconveniente metodologico de que hace por principio imposible el establecimiento de cualquier prueba efectiva para decidir sobre qué tiene sentido y qué no To tiene, Con esa doctrina nos seria defnitivamente im posible arbitrar procedimientos sistemiticos para decidir si ‘una sucesién de signos hace sentido 0 no lo hace — incluso individualmente pare nosotros, por no hablar ya de los de, més, Pues de un descubrimiento ligico matemitico debide ‘a Church (2] se sigue que no puede haber una prueba de com tradictoriedad que sea de aplicacién universal He hablado despectivamente de la barba de Platén, su- sitiendo con malevolencia que es muy enmarafiada. He con- siderado con detalle los inoonveniontes que presenta para ACERCA DE £0 QUE HAY 3 moverse Sgilmente, Ha Mogado el momento de tomar me- idas oportunas, En su teoria de las Iamadas descripeiones singuleres, Russell muestra claramente cémo podemos usar nombres aparontes sin necesidad de suponer las entidades supuesta- mente nombradas por ellos. Los nombres a los que se aplica Girectamente la teorfa de Russeli son nombres deseriptivos complejos como, por ejemplo, ‘el antor de Waverley’, ‘el actual rey de Francia’ la yedonda cfipula cuadrada de Ber keley College’. Russell analiza sistcrniticamente esas frases como fragmentos de los enunciados completos en los que sparecen, El ensnciado ‘el autor de Waverley fe un poe- ta’ se explioa como un todo con la jor: algo) escribis Wacerley y fue un poota, y ninguna otra eacidn ‘Algaien (me cosa eseribid Waverley’. (La importancia de esta dltima cliue sla, Ta que sigue a 'y’, estriba en que afinma la unicidad implicita en el articulo “el? en la frase ‘el autor de Waver- ley") El enunciado ‘la redonda, clipula cuadrada de Berkeley College es roja’ se explica como ‘Algo es redondo y cuadrado y cipala de Berkeley College y es rojo, y ‘es redonda y cuadrada y clipula de Berkeley College’. La virtud do ese anilisis es quo el nombre aparente, que ‘os una frase deseriptiva, queda parafraseado en el contexto ‘como un simbolo de los Tamados incompletos. Como andli- sis de Ta frase deseviptiva no se ofrece ninguna expresin tnifeada, pero el completo enunciado que ent contexto de Ja frase conserva toda su cuota de signifeacién —es verda- loro 0 falso, El enunciado sin analizar ‘El autor de Waverley fue un poeta’ contienc una parte —‘el autor de Waverley’ — de a que MeX y el sefior Y Griega suponen eréueamente que ‘exige una referencia objetiva para tener significacién. Pero en la traducclén de Russell — ‘Algo eseribié Waverley y fue ina otra cosa, Mis sobre a eosin de es desripiones, tna, pp. 132 re reer rte et crete net 3 espe UN PUNTO DE vista L6eI60 un poeta ngona ora cos ext Waverly — i arg se et ci ebjivaimpuest ates in fae desrp- de i Nass ara sobre palabras del tipo que les Wgics Foe ees igida, var: do cuaiicai, et sare cao gin ning’ todo. Len de pretend talabres goes ures del anor de Waverly, es palae ee a on allt a sr nombres, rfiren a et trate eee slo genre, con un ipo de setenctnada Stiga que less pecla.* bend es eunticacinaes 0 variables ligaas son se Peer Disc del longa, ¥ su seieatvded sin aie eal enays— no puede sr sutida Peo #8 Fermnttiand wo prempone eh modo ago que Heys x erie ogo ana rolonda eipala cuadrade de Ber Tne Ganges hingin sto bjeto dtermiad Sete ee wat de derrpone, 0 bay 28 soa ee dats afar 0 ogee sx. EL anor de Wa- ra ee fic egin Tone coo sigan ‘A were ee Sirramente age) eset Wave mie sen (re eee Wane utr de Waser no sna es Songutentrente por Tn alternate: “O Be Be eis Woreroyo bien dos 0 mls ess Bg ss Tn alternatives flit po tone erhecn Waeyone mingona eprsn, qe pretend nici, je Waverly, De modo anilogo © anaiat nora fe edondn cpl cidade Berkeley Cll Sere ca ech ot a ora ee pos, de £m ouins do no sors desruyen 2 a ans Se syn enantio de ser ode no ser mdi Counce a aneana de as Geseipioes, ee enuncado to Sm er ta expen gue cen sate a dei cmt ayo or ee discat, do tl modo que 22 cra ide ae Hida em De seepage eer do aqua et ratamionto mis explicit de Tas varables gad, Hn PP 155 = AcHRCA DE 10 @OE HAY s Peto, gqué hay de 'Pegiso’? Traténdose aqui de una pa- lure, y no de una frase descriptive! argomento de Russell ro 40 eplica inmediatamente, No obstante, es fic conseguir {x aplcacin, Nos basta con reformalar ‘Pegaso’ como des- tripeién, de cualquier modo que parezca adecvado para in- Slividualizar nuestra idea, por ejemplo: ‘l caballo alado que fue captumde por Belerofonte. Susituyendo ‘Pegaso’ por cea fraso deserptiva, podomos procoder & anazar los enum tiados ‘Pogaso es” 0 Pegaso n0 es en precisa analogia com 2 avilisis ruseliano do “El autor de. Waverley es) y ‘El autor de Waverley no es’. : Para porter subsumit bajo Ia toorfaraseliana de la es cripeién un nombre o supuesto nombre de ma sola palabra, tenemos naturalmente que ser eapaces do traducir Ie pala- Inn a una descrpeién. Poro és n0 e8 wna vordadera res. tuieain. Sia nocién de Pegaso hubiera sido tan oscura 0 tan bisica que no se hubiera ofrecido ninguna posbiidad do traduceién adecuads a frase deseriptiva por procedimiea- tos habituals, habriamos podido servirnos, en todo cas, del siguiente expedionte artical y a primera vista trivia: podramos haber apclado al stributo ser Pegaso, ex hypothe- 4B inanalizablo, ineductble, y babriamos adoptado para st expres el verbo ‘sor Pegaso o el verbo “pogesear. Hi nom- bre ‘Pegs! podria entoncestratarse como derivado e den tifeado en aitina instancia con una descripetin: ‘la cosa aque es Pegas, ‘la cova que pogasea’* ‘No tiene importancia que la connctacién de un predicado como “pogesea’ parezca obligaros a reconocer que un ats- boto correspondiente, pegaseante, se encuentra en el cielo pltinieo o en las mentes do Tos hombres. Ni nosotros ni el Toit ¥ Griega ni MeX hemos discatido hasta ahora acerca del ser 6 no ser de los universes sino ms bien acerca del sero no ser de Pegaso. Si en términos del atribato pegasear Pace ulterior, obosrvgcones acerca de tal asimilacion do to oslo teminor sngelaes a decrpoions, cl, if, oe, doy Meas eons poines, et. ifr, pe 25, ¥ QUO, 3 soe viv win0 DE vIszA LcICO podemes interpretar el nombre ‘Pegaso’ como un sujeto des Ero segin la teoria russelliana de la deseripeién, bubremos Tiquidado la vieja nocién segin la eval no puede decirse que ‘Pegaso no es sin admitir que en cierto sentido Pegaso es Nuestra argumentacién es ahora bastante general. McX yy el sofor ¥ Griega suponian que no se puede sentar signl- Feativamente un enunciado de Ja forma ‘tal y cual cosa no ‘es, con un nombre simple o descriptivo en el lugar de ‘tal y cual cosa’, sin que tal y cual cosa fuera, Se ha visto ya que Sea suposicién earece en general de fundamentos, puesto {que el nombre singular en exéstién puede ampliarse siempre 4 descripeién singular —triviaimente o no— y luego analic zarlo a la Russell Cuando decimos que hay nimeros pritnos mayores que tun millin 1ios comprometemos con una ontologia que eon tone milumeros; cuando decimos que hay eentauros nos obli- fgamns a sostencr ima ontologia que contiene centauros: Y Guando decimos que Pegaso es, nos sometemos a una onto Togia que contiene a Pegaso, in cambio, no nos atamos a tena ontologia que contenga a Pegaso o al autor de Waver- Tey o a Ia redonda cépula cuadrada do Berkeley College cuando deeimas que Pegaso no es, que el autor de Waver- ley o Ja eapola en cuestion no son, No debemos seguir tra- bbajando bajo la ilusién de que Ia sigaiBcatividad de un enunciado que contiene un término singular presupone una fentidad nombrada por el ténnino en cuestién, Un término Singolar no necesita nombrar para sex significative Un atisbo de esa circunstancia podia haber iluminado al sefior ¥ Grioga y a McX, incluso sin beneficarse de Russoll, fon sélo baberse dado cuenta —como nos damos tan po os de que hay wn abismo entre significar y nombrar in- Chaso en el caso de un Urmino singular que sea genuinamen- te nombre de un objeto. El siguiente ejemplo de Frege [3] ert itil en este punto, La frase ‘Jucero de la tarde’ nombra, Certo gran objeto fsico de forma esfériea que se mueve en tl espacio a varios millones de millas de nosotros. La frase ‘cena 9p LO-qUE Hay 38 stucero del alba’ nombra la misma cosa, como probablemen- te establecié por vez primera cierto buen observador babi- jonio. Peto no se puede considerar que las dos frases tengan Ja misma sigaifleacién; de tenerla, aquel babilonio babria podido ahorrarse sus obsexvaciones y contentarse con refi sionar acerca de la signifieacién de sus palabras. Las dos signiffcaciones, puesto que difieren, deben ser algo diverso let objeto nombrado © denotado, el cual es uno y el mismo tn Tos dos casos La confusién de signifiar y nombrar no sélo scarred ta eonviccién de MeX de que no podria repudiar a Pegaso sin eaer en un sinsentido; Ja continua confusién de significar yy nombrar le ayudé sin duda también a engendrar su absur- tla nocién de que Pegaso es una idea, una entidad mental. La estructura de sa confusién es como sigue. McX confor Aig el aducido objeto nombrado Pegaso con Ia significacién dle Ja palabra ‘Pegaso’, infiendo consiguientemente que Pe: aso tiene que ser para que ‘Pogsso" tenga signifcacién, Pero gqué cosa es una signifieacién? Hs éste un punto dis- cutido, pero, de todos modos, uno puede explicar plausi- Diemente las significaciones como ideas presentes en Ja men- te, suponiendo que sea capaz de dar sentido claro a Ta idea ‘le ideas presentes en Ja mento, Pegaso, por tanto, inicial mente confundido con wna signifcacién, termina por ser una idea en la mente. Lo mis notable es que el sefior ¥ Griega, sjeto a la misma motivacidn inicial que McX, evitaria esa conereta confusién encontrdndose al final, en cambio, con los posibles no-actualizados. Atendamos ahora al problema ontolégico de los wniversa- Jest la euestién de si hay entidades tales como atributos, re- Juciones, clases, ndaneros, funciones. Ks caracteristioo de McX. pensar que hay tales cosas, Cuando habla de atributos dice “Hay casas rojas, rosus rojas y creptiscuos rojos; todo eso es ‘cosa de sentido comin preflaséfieo que todos tenemos que faceptar, Alora bien, esas oasas, esas rosas y esos erepiiscu- los tienen algo en comin; lo que tienen en comin es lo mnen- 8 nsor UN PUNTO DE VISTA LéaICO tado mediante el atributo de Ia rojez”. Ast pues, para MeX el {que haya atributos es incluso mas trivial que el hecho tri- vial y obvio de que hay casas rojas, rosas rojas y crepisculos rojos. Esto 2s, sein creo, lo caracteristico de Ta metafisica, ©, por lo menos, de le parte de la metafisica Yamada ontolo- gfe: quien considere verdadera una afirmacién de esa rama tiene que considerarla al mismo tiempo trivialmente verds dora. La ontologia de cada cual es bisica para el esquema conceptual mediante el eual interpreta todas las experion- cias, incluso las mais t6pioss. Considerada en el marco de un determinado sistema conceptual — gy de qué otro modo se Ha posible el juicio? — wna afirmacién ontolégica vale sin nds, sin necesidad de justifeacién especial. Las afirmaciones ‘ontoldgicas se siguen inmedistamente de todos Ios tipos de ‘afrmaciones accidentales de hechos vulgares, exactamente igual que —desde el punto de vista, desde Iuego, del esque- ‘ma conceptual de MeX— ‘Hay un atributo’ se sigue de Play casas rojas, rosas rojas y crepisculos rojos. Juegada, en cambio, dentro del marco de otro esquema conceptual, ua afirmacién ontolégica que es axiomética para MeX puede ser sentenciada como falsa con la misma inme- diatez y trivialidad, Uno puede admitir que hay casas rojas, rosas rojas y erepiseulos rojos y negar al mismo tiempo que tengan algo en comin, como no sea segiin una manera de hablar popular y susceptible de inducir a error. Las palabras ‘easas, ‘sas’ y ‘czeprisoulos’ son verdaderas de numerosas entidades individeales que son casas y rosas y crepésculos, y la expresién ‘rojo u ‘objeto rojo’ es verdadera de cada una, ‘de numerosas entidades individuales que som casas rojas, 7o- ‘sas rojas o cxepiisoulos rojos; pero no hay ademis de eso nin- {guna entidad, individual o no, denominada por la palabra ‘rojez’, ni, por Jo demas, entidades denominadas ‘caseidad’, ‘yoseidad’, “crepusculetdad’. El que las casas, las rosas y los crepisculos sean todos ellos rojos puede ser considerado he- cho hime e ixeductible, y puede sostenerse que MeX no ‘gana ninguna capacidad explicativa con todas las entidades, AcERCA BE 6 quE HAY a cocultas que pone bajo nombres del tipo de ‘zojez! o ‘To rojo. ‘Antes de prestar atencién al problema do los wniversales se destruyé wna argumentacién con Ia cual MeX habria po- dio intentar muy naturalments imponernos su ontologia de los universales, McX no puede argitir que predicados como rojo" 0 ‘es rojo’, predicados que todos ussmos, tienen que ser consideradas como nombres, cada imo, de una entidad sin- ‘gular, si es que han de tener significacién. Pues hemos visto, que ser nombre de algo es caracteristica mucho mis espe- cial que la de ser significative, Tampoco puede reprochamos —por lo menes, no puedo hacerlo con ese argumento— el haber puesto tn atributo pegasear par nuestra adopeién dol predieado “pogasea’. No obstante, MoX spela a otra estratagema, “Admita- mos —dioe— esa distiveién entre significar y nombrar que tan importante le parece. Admitamos ineluso que ‘es rojo’, ‘pegasea’, ete, no son nombres de atributos. Pero usted mise mo admite que son significaciones. ¥ esas significaciones, ya sean nominales 0 no, siguen siendo universales, y hasta me atrevo a decir que algunas de ellas pueden ser las mismas ‘cosas que yo Tlamo ateibutos, © algo, en iltima instancia, muy pparocido desde el punto de vista de su funcién.” So trata, sin duda, de un discarso sorprendentemente pe- netrante para tratarse de McX; tan penetrante que el nico, procedimiento que conozco para hacerle frente consiste en nnegatse a admnitir significaciones. La verdad es que no siento on realidad ninguna repugnancia por seguir esa via y ne. garme a admititlas, pues no por ello teago que neger que las palabras y lor enuncindas sean signifcativos. MeX y yo podemos coineldir « In Jews en nuestra clasifcacién do ins, formas lingisticas en significativas y asignifcativas, aunque MeX constraya Ia significatividad como el tener (en un de- terminado sentido de ‘tener’) clerta abstracta entidad que 1 Tama significzcién, mientras que yo no la construyo asi Yo puedo sostoner libremente que el hecho de que un de- terminado uso linglistica sea significatvo (o significante, co- x reson Us PUNO DE vIsEA LéGICO mo prefiero decir, mis activamente, pata no invitar a hipos- {atizar, por el uso pasivo, las significaciones en entidades) es tuna cuestin fictiea Ultima ¢ irreductible; © bien puedo i tentar analizar ese hecho directamente en tézminos de lo ‘que hace la gente en presencia del uso linghistico en cues: tin y de otros usos anilogos. Los 1s0s titles segiin los cuales habla o parece hablar cominmente la gente acerca de sigulficactones se reducen a dos: el tener signifcacién, que es Ja significatividad, y la ‘dentidad de significacién, 0 sinoniméa, Lo que se Hama dar Ia significacién do un uso linglistico consiste simplemente ‘en usar un sindnimo formelado, por lo comin, en un Jengua- je mis claro que el original, Si pues nos sentimos alérgicos a las signifcaciones coma tales, podemos hablar directamen- te de Ios usos lingiisticos Mlunvindoles significantes 0 no. significantes, sindnimos 0 leterénimos unos de otros, El pro- Iblema de explicar esos adjetivos —‘significante’ y ‘sinéni clatidad y algin rigor —y, preferible- mente, segin ereo, en términas de comportamiento — es tan dificil como importante. Pero el valor explicativo de esas centidades intermediarias especiales ¢ inreductibles Tamadas significaciones es seguramente ilusorio. Hasta el momento he sostenido que podemos usar signi- ficativamente términos singulares ea enunciados sin nocesi- dad de suponer que hay nas entidades que aquellos tér- sings pretenden nombrar, He argiiido ademas que podemos usar términos generales, predicados por ejemplo, sin rece. sidad de conceder que sean nombres de entidades abstrac- tas. También he sostentdo que podemos considerar los usos, lingiisticos como signifcantes y como sinénimos © heteré- rimos los unos de las otros sin Complicames con un reino de fentidades lamnadas significaciones. En este punto McX em- pieza a dudar de que nuestra inmonidad ontoligica tenga algiin limite, gEs que nada de lo que podamos decir nos obli- ‘mo’— con al 8 Chr los enayos 1 y ML AENCA DE 10 GUE Hay 2 gard a admitir fos universales u otras entidades que nos re- sulten desagradables? He sngerido ya una respuesta negativa a esa pregunta al hablar de las variables ligadas, 0 variables de euantificacién, cen relacién con fa teoria russelliana de las deseripciones. Po- demos complicamos muy ficilmente en compromisos onto- ligicos diciendo, por ejemplo, que hay algo (variable ligada) {que tienen en comtin las casas r0)a8 y los creptiseuloss que Jiay algo que ¢s un nimero primo mayor que wn millén. Pero, ésa es esencialmente la tinica via por la eual podemos con- trace compromisos ontolégicos: nuestro uso de las variables Tigadas, En cambio, no es un criterio el uso de supuestos nombres, pues podemos perfectamente repudiar su natura Jeza denotativa, a menos que una entidad correspondiente pueda ser localizada entre las cosas que afrmamos en tér~ ‘minos de variables ligadas. De hecho, Ios nombres son iero- levantes para el problema ontolégico, pues, como hemos mos- trado a propésito de ‘Pegaso’ y de ‘pogasear’, los nombres pueden convertirse en deseripciones, y Russell ha mostrado ‘que las descripeiones pueden eliminarse, Todo To que puede decisse con Ia ayuda de nombres puede decirse también en. vun lenguaje que no los tenga. Ser asumido como entidad sig- nifica pura y simplemente ser asumido como valor de una rtiable, Dicho segiim las eategorias de Ia gramtica tradi- ional, eso equivale, apreximadamente, a encontrarse en el ‘eampo de referencia de un pronombre. Los pronombres som los modios de referencia bisicas; habria sido mis adecuado llamar a Jos nombres propronomabres. Las variables de euan- tifeacién —‘alguno’, ‘ningunc’, ‘toda’ — recommen nuestra contologia entera, cualquiera que ésta sea; y nos har con- vietos de una determinada suposicién ontolégica si y sélo si cl supuesto aducido tiene que encontrarse entre las entida- des que constitayen el campo de nuestras variables para que una de muestras alirmaciones resulte verdadera. Podemos, por ejemplo, decir que algunos perros son blan- 0$ sin obligamos por ello a reconocer ni Ja perreidad ni la 0 righ UN PUKTO DE vista xéoIC0 Blancura como entidades. ‘Algunos perros son blancos’ dice {quo algunas cosas que son peszos son blanca y para que esta frimacién sea verdadera, las cosas que constituyen el campo 0 recorrido de la variable liga ‘algunos’ tienen que inclu algunos perros blaneos, pero no la pexreided ni la blancura. En cambio, cuando decimos que algunas especies zoolégicas son enuzables, nos estamos comprometiendo a reconocer como centidades las especies mismas, por abstractas que sean. Asi {quedamos, al menos, comprometides mientras no arbitremos digi expediento para parafrasear el enunciado de tal modo «que resulte que la aparente referencia de nuestra variable Tie fguda a las especies era una manera de decir inesencial y evi- table? Tia matemética clisiea, como ilustra claramente el ejem- plo de los mimeros prinios mayores que 1m rallén, esti com- prometida hasta el euello ea una ontologin de entidades abs- fractas. Por ello Ja gran controversia medieval de los univer. sales ha vuelto a encenderse en Ia modema flosotia de la rmateritica. Pero el problema es abora mis claro que {onces, pues hoy contamos con un citerio mis explfeito para Aecidit cui] es la ontologia con Ia que esti comprometida tuna determinada teoréa o una doterminade manera de ha- lar: una teoria esth obligada a admitir aquellas entidades ~y sélo aqueéllas— a las cuales tlenen que referirse las va- riables ligadas do la teoria para que las afmaciones hechas fen ésta sean verdaderas. Por cl hocho de que ese esiterlo de compromiso ontolé- ssico no surgié claramente en Ja tradicién flosifca, los mo- demos flésofos do la matemética no se han dado suficien- temento cuenta, en general, de que estaban debatiendo o] mmismo viejo problema de los wmiversaes, aunque en una forma mis clara. Pero las divisiones fundamentales entre los rmodernos puntos de vista en el terreno de la fondamentar cin do la matematica apuntan de modo muy explicito a des- 11. fe, sais sabre este peeblema en el ensayo VI ACERCA DE LO QUE HAY a acuerdos sobre el tipo de entidades que pueden admitirse ‘como objetos de referencia de las variables ligadas. Los tres patos de vista principales en la Edad Media a propésito de los universales han recibido de los historiado- es los nombres do realismo, conceptualise y nominalismo. Las mismas tres doctrinas vuelven esencialmente a aparecer cn los restimenes de la flosofia de In matemitica en el si- 10 xxx, bajo los nuevos nombres de Togicismo, intuicionismo y formalismo, Realismo, evando Ta palabra se usa en el contexto de la controversia medieval sobre los universales, es la doctrina platénica de que los universales, o entidades abstractas, tic- nen un ser independientemento de la mente; ésta puede des- eubriclos, pero no crearlos, El logicismo, reprosentado por Frege, Russell, Whitehead, Church y Camap, permite usar Jas variables ligadas para zeferirse indiscriminadamente a cntidades abstractas conocidas y desconocidas, especificadas © inespecifcadas. El conceptualismo sostiene que hay universales, pero que son producides por Ja mente. El intuicionismo, asumido en los tiempos modemos, de un modo 1 otro, por Poincaré, Bro- wer, Weyl, ete, defiende el uso de las variables lgadas para referitse a entidades abstractas sélo en el caso de que tales, entidades puedan sor elaboradas a partir de ingredientes previamente espeeificadas. Como ha dicho Fraenkel, el lo- scismo sostione que las ideas se escubren, mientras que el intuicionisme firma que se Saventan —correcta formula- cidn, en realidad, de la vieja oposicién entre el realismo y el conceptualismo. Esta oposicién no es micro bizantinismo; da Jugar, en efecto, a una esencial diferencia en cuanto a Ja parte del acervo de Ia matemitica clisica que uno esté dis- puesto a suscribic. Los logicistas, o realistas, pueden obtener, partiendo de sus presupuestos, los érdenes de infinitud as- cendentes de Cantor; los intuicionistas, en cambio, se ven obligados @ detenerse en el orden inferior de infinitud, y, ‘como consecuencia indirects, a sbandonar incluso algunas 2 brsoe ux Ponto De sta LéaICO de las Jeyes clisicas de os niémeros reales.* La modema controversia entre logicismo e intuicionismo surge precisa- mente de diserepancias a propésito del infinit. El formalismo, asoeiado con el nombre de Hilbert, se hace ‘eco del intuiefonismo al deplorar el desenfrenado recurso de Jos logicistas a Tos universoles, Pero el formalism considera insatisfactorio también el intuicionismo. Y ello por una de dos razones opuestas. Al igual que el logicsta, el formalis- ta poede oponerse a la mutilacién de la matemitica clasica; ‘6 bien, al igual que el antigue nominalista, puede negarse en redondo a admitir entidades abstractas, incluso en el sentido restringido de entidades producidas por la mente. El resul- tado es el mismo: el formalista concibe la anatematica clisioa ‘como un juego de notaciones no sigoiBcantes. Este juego de notaciones puede sin duda ser stil, todo To util que ha mos- trado ya ser como maleta del fisico y del técnico, Pero uti- tidad no implica significacién en ningiin sentido lingtistiec literal. Ni tampooo tiene que implicar neceseriamente signi- ficacién el llamativo éxito de los matemiticos en su tejer teo- remas y en su hallazgo do bases objetivas para aceptar sus resultados respectivor. Pues uma base adecuada para el acuer- do entre los matematicos puede hallarse simplemente en Tas reglas que regulan Ia manipulacién de las notaciones, re flas sintécticas que, a diferencia de las notaciones mismas, son plenamente significantes ¢ inteligibles.* He indicado ya que el tipo de ontologia que adoptemos puede ser consecuencia de determinadas necesidades, espe- Galmente en conexién com la matematica, pero éste es sélo tan ejemplo, gCémo podemos juzgar entre ontologias riva les? Fvidentemente, la respuesta no viene dada por la férmu: Ja seméntica “Ser es set el valor de una variable"; esta Férmula, por el contrario, sieve més bien para examinar Ia 8. Gf inf, pp. 181s, 9 Ge Coord oxo sigs, Part ater disease os temas tpi He dma pins vse Heme [hl Paama AecERch DE LO QUE WHY 8 conformidad de una observaciin dada o de wna doctrina ‘con un determinedo eriterio ontoligico previo, $i atendemos f las variables ligadas en conexién con la antologia no es para saber lo que hay, sino para saber lo que wna determi- hada observacién o doctrins, nuestra 0 de otro, dice que hays ¥y ste 6s muy precisamente un problema de Lenguaje, mien- tas la cnestiOn zqué hay? es de muy otro ling. ‘Al entablar una discusién acerca de Jo que hay so tienen siempre razones para operar en un plano seméntico, Une truzdn es el deseo de eseapar a la aporia indieada al principio de este ensayo: le aporia que consiste en que no puedo a mitir que hay cosas afinmadas pot McX y no por mf. Mien- tyas yo me atenga a mi ontologia, opnesia a la de McX, no puedo permitir que mis variables ligadas se refleran a ent ‘dades que perteneeen 2 la ontologia de MeX y no a la mis. edo empero deseribit consistentemente nuestra discrepan- cia caracterizando las afirmaciones de McX. Siempre que mi ‘ontologia admita formas lingilisticas 0, por lo menos, nota Cones y usos coneretos, puedo hublar de los enuncindos de McX, ira razdn para pasar a wn plano seméntico consists en ta necesidad de hallar tn terreno comin en el cual discutir Las disezepancias en la ontologia suponen siempre una dis ‘repancia en los esquemas conceptnales bésicos; pero McX ¥ yo, a pesar de esas discrepancias bisieas, consideramos que rucstros esquemas conceptuales convergen lo suficientemente fen sus ramificaciones medias y superiotes como para permitir~ nos comunicarnos con éxito acerex de cuestiones como la poll tica, el tiempo atmosférieo y, especialmente, el Jenguaje, Ext Ja medida en que nuestra bisica coutroversia ontolbgica pue- da ser elevada y traducida a controversia seméntica sobre palabras y sobre sus usos, puode retrasarse el colapso de Ja Controversia, su deseinboeadura en peticiones de principio. No puede pues asombrar que Is. controversia ontoldgiea desemboque en controversia sobre el Ienguaje. Pero de esto no hay que saltar a Ja conclusién de que Ja cuestién de lo “ DESDE UN FURTO DE wistA récICO que hay 0 es dependa de palabras. La tradueibilidad de una ‘cuestién a términos seménticos no es una indicacién de que Ja ouestién sea lingiistica. Ver Napoles es Vamarse con un ‘nombre que si se antepone a las palabras ‘ve Népoles’ da tun enuneiado verdadero; pero en el ver Napoles no hay nada lingUistico. (Creo que nuestra aceptaciéa de una ontologia es en prin- cipio ansloga a nuestra aoeptaciin de una teoria cientifica, do un sistema de fisica, por ejemplo: en la medida, por lo -menos, en que somos razonables, edoptamos et més sencilla fesquema conceptual en el cual sea posible incluir y ordenar Jos desordenados fragmentos do la experiencia en brut. Nuestra ontologia queda determinada en cuanto fijamos el fesquema conceptual mis general que debe ordenar la eien- ia en el sentido mis amplio; y las consideraciones que de- terminan la construcciin razoaable de una parte de aque! ‘esquema conceptual —Ia parte biolégiea, por ejemplo, 0 la fisica— son de Ta misma clase que las cousideraciones que determinan tuna construceién razonable del todo. Cualquiera ‘que sea la extensién en Ta cual puede docirse que la adop- cién de un sistema de teoria cientifica es una cuestion de lenguaje, en esa misma medida —y no mis— puede de. cise que lo ¢s también la adopcién de uns ontologia Pero Ja simplicidad, como principio-guia en la construc: cid de los esquemas conceptuales, no es una idea clara © inequivoca, y es muy capaz de presentar un criterio doble ‘9 miiltiple. Tmaginémonos, por ejemplo, que hemos arbi twado el més econémico conjunto de conceptos apto para comunicar la experiencia inmediata al hilo de los hechos. Podemos suponer que las entidades sujolas 2 ese esquema —los valores de las variables ligadas— son acaecimientos subjetivos individuales de la sensacién o de la reflexién. Sin Gude comprobaremos que un esquema conceptual Ssicalis- ta, oxientado a hablar de objetos externos, ofrece grandes ven- tajes para la eimplificacién de nuestras comunicaciones ge- nerales. Por el procedimiento de fundir acaecimientos sensi- Acme ue 10 WR HAY 45 bles separados y tratarlos como percepeiones de wn objoto, reducimos la complejidad de nuestro fnjo experimental a una simplieidad conceptual manojable. La regia de la simplici- dad e5 en efecto la mixima que nos guia al asiguar datos sensibles a objetos: asociamos una sensacién de redonde anterior y otra posterior a la miswna Tamada peseta, 0 a dos Tamadas pesetas, segiin la exigencia de simplicidad maxima fen muestra total imagen del mundo. ‘Aqui tenemos dos esquemas conceptuales en competen- cia, uno fenomenslista y otro fisicalista. gCuil debe prevale- ‘cer? Cada uno de ellos tiene sus ventajas y su especial sim- plicidad a su manera. Cada uno de ellos merece, en mi opt- ‘dn, ser desarrollado, Cada ano de ellos puede efectivamen- te considerarse como el més fundamental, aunque en diver- 08 sentidos: el uno os epistemolégicamente fundamental, el ‘otro fisicamente fundamental. El esquema conceptual fsiclista simplifica nuestra expo- sicién de la experiencia porque miriadas de acaecimientos sensibles separados se asocian con Tiarnados objetos singula- no obstante, no es verosimil que todo enunciado sobre objetos fsicos pueda efectivamente traducirse, ni siquiera indizesta y complejamente, al Jengnaje fenomenalista. Los ‘objetosfisicos son entidades postuladas que redondesn y sim- plifcan nuestra exposicién de Ta experiencia, igual que la introdueeién de los niimeros irracionales simplifia las leyes de Ia aritmética, Desde ol punto de vista del exquema con ‘eptual de Ta aritmétiea elemental de los mimeros racionalos, In aritmética mas amplia de los nimeros racionales irracio- rales tendria el status de un mito conveniente, més sencillo aque Ta verdad literal (a saber, la aritmética de los néimeros, racionales), el cuel contiene sin embargo est verdad literal como parte dispersa en él." a¥ qué puede decirse de las clases 0 atributos de Jos ob- jetos fisicos? Una ontologia platonizante es, desde el punto 10. La analopa anitméticn se debe a Fra, pp. 108 5 6 Drsor UN PUNTO DE vista L6cIe0 de vista de vn esquema conceptual essctamente Ssicalist, tan mitica como mica es el esquema fisialista mismo para lfenomenista, Pero aste superior mito es bueno y stil en la medida en que simpli nuestra expasicion de a fisica, Pues- to que la matemitica es una parte integrante de ese mito soperior, resuta evidente la utlided del misino para la cien- cia fisica. Al llamaele, a pesar do ell, mito, me hago eco de la flosoia de la matomética a que he aludido antes bajo 1 nombre de formalisma, Pero eon igual justicia puede adop- tar uns actitud formalista ante el esquema conceptual de la {sie el esteta puro 0 el fenomenista, La analogia entre cl mito de la matemitica y el mito de la fisica es bastante estrecha en algunos otros puntos, acaso sean accidentals. Considézese, por ejemplo, Is « provocada en la fundamentacién de la matemitica a prin- {Upios de siglo por el descubrimiento de la paradoja de Rus- sell y otras antinomias de la teoria de conjuntos. Ess con- tradicciones tuvieron que obviarse mediante expedientes od foe nada Sntwitives, nuestra produceiin de mitos 6 hizo entonces deliberads y manifesta para todo el mundo. Pero gy en fisica? Surgié ea ella una antinomia entee la interpre: facién ondulatoria de la Iuz y la eompuscula: y si no redun- 45 en tia contradiceién tan radical como la de Ta paradoja dle Russell fu, segia exeo, porque la fisiea no es tan radical como la matemética, Més adelante, Ia segunda gran criss todema en Ja fundamentacién de la matemtica — prov: caida en 1951 por Ia demostracin por Gadel [2] de que ne cesiriamente hay enunciados artméticos indecidibles —, te xo su paralelo en fisica en el principio de indeterminaciba de Heisenberg Fin las anteriores paginas he intentado mostrar que algo nos argumeatos confentes en favor dc determinadas ontolo- sia son falaces, He ofrecido ademés un eriterio explfeto para decidir cudles son los supuestes ontolégicos de wna toora 11, hr fa, pp. IST ss, Ms, 178 cench 0 10 UE HAY " Pero la euestién de cui es la ontologia que debe efectiva- mente adoptarse sigue ablerta, y el consejo que debe darse fs obviamente el de ser tolerante y tener wn espiritu expe: mental, Comprobemos por todos los medios cudnta parte del esquema conceptual fsicalista puede reducirse al feno- menista; pero también Ta fisca exige continuacin, por més {que sea irreductible én foto, Veamos si es posible, y en qué ‘medida, independizar la ciencia natural de In matematica platonizante; pero culkiveros también Ta matemética y abon- demos en sus platonizantes fundamentos. Entre Jos varios esquetnas conceptuales mis apropiados pra todas esas empresas lay uno — el fenomenista — que feivindica prioridad epistemoligica. Contempladas desde el esquema conceptual fenomerista, las ontologias de abjetos fisicos y objetos maternéticos son mitos. Pezo Ta cualidad de rnito es relativa; relativa, en este caso, al punto de vists epis- temoldgico. Este punto de vista es uno entre varios, y 60: eosponde a un interés entre nuestros varios intereses, @ una Snalidad entre muestras varias Mnalidades

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