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Prcticamente no hay religin en el universo de J. K. Rowling.

Draco Malfoy siempre anda por el callejn Diagon. Da igual qu


da de verano te vayas all, que siempre lo encontrars de compras.

Por algn motivo generaciones de hechiceros y hechiceras (para


quienes la magia es una dimensin ms de la realidad) no han
encontrado una mejor manera de referirse a las propiedades
mgicas de las cosas que utilizando esa misma palabra magia,
como si fueran meros muggles.

A Harry Potter siempre le regalan cosas por Navidades y por su


cumpleaos, en cambio, solo he podido comprobar que l realice
regalos en la mitad de los casos.

Esos mismos magos que viven con la magia desde pequeitos


siguen considerando que la existencia de determinadas objetos,
criaturas o sucesos, son supersticiones descabelladas.

Harry siempre se da cuenta, de repente, de lo hambriento que


est.

Los tres amigos tienen infinidad problemas para preparar la


pocin multijugos en el segundo libro (conseguir los ingredientes,
cocinarlos durante ms de un mes) A partir de entonces les sale
como el nespresso de cpsula, automtico.

El bullying de Malfoy a Potter solo funciona porque aquel se da


por ofendido. Harry, en realidad, lo tiene todo, y el hijo de Lucius es
un fracasado que se echara a llorar si tan solo alguien se lo
recordara.

Que sepamos, en la biblioteca de Howgarts los libros se buscan al


buen tun-tun, puesto que no hay un triste ordenador en la sala (con
lo que le gustara al seor Weasley!) ni bola mgica que se le
parezca.

El universo mgico sigue anclado en una especie de moda


neogtica que concuerda, por lo dems, con el ambiente medieval
de sus instituciones y una territorialidad cerrada en s misma.

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