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LOS PTERO DACTI LOS José Sbarra A manera de prélogo* Hay escrivores de quienes se recuerda algu- na frase, o dicho, que por simpleza o genia- lidad se incorporan en la mente de forma tal que es adaptada y replicada, dando curso ala magia de la perpetuidad del boca en boca. “Uno esté enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es tinica.” (Borges) “Soy otro el que escribe” (Rimbaud) “Mujeres, duros corazones de vinagre” (Ar- taud) ‘Alguna gente no enloguece nunca. Qué vida verdaderamente harrible deben tener.” (Bukowski) “no tengo dinero ni recursos ni esperanzas. soy el hombre mas feliz del mundo™(Miller) “La vida es un pais extranjero" (Kerouac) Pues bien, una de las frases con las que se sucle identificar a José Sbarra cs “Coger, drogarme y escribir’, y esta, desde ya, es la mejor introduccién que encontré para presentarlo, la cual ne séle pone un punto de partida para saber a quien estamos cono- ciendo, si no que es un verdadero subtitulo a toda su obra. Pues bien, una de las frases con las que se suele identificar a José Sbarra es “Coger, drogarme y escribir’, y esta, desde ya, es la mejor introduccién que encontré para presentarlo, la cual no sélo pone un punto de partida para saber a quien estamos cono- ciendo, si no que es un verdadero subtitulo a toda su obra. Pizarnik ya habia decidido marcharse, de- jando vacante la préxima hoja de la lite- ratura maldita Argentina, Sbarra, lejos de querer encasillarse en un estilo, se refu- giaba en su madriguera de Defensa entre Garay y Brasil, envuelto en una locura de jeringas, gays, asesinatos y columnas para la revista Billiken, Caminando en medio de esa fauna, Se convirtié no sdélo en el eslabén perdido del under artistico ochentoso sino también en nuestro Pessoa, el gran poeta portugués que dividio su ser en varios hete- rénimos que firmaban sus libros y publica- ciones. Sbarra siempre firmé como Sharra (Aunque dicen que no era su verdadero nombre), pero la division de su ser se dio en esos mundos completamente antagén cos tales como escribir varios de los mejo- res libros para ninos de la época (“Socorro, nadie me quiere” que fac el primer libro de autoayuda infantil), ser guionista de actores populares come Andrés Perciavalle y Mal Zapag, redactar columnas con tilde crético en Playboy, ser taxi-boy y escribir uno de los libros mAs os. cure , extrafos y malditos de la literatura argenta: “Plistico Cruel”. Es con este libro que logré introducir el concepto de AMOR en un submundo de cocaina, travestis y promiscuidad. Plastico crucl cuenta la historia de un amor no co- rrespondido entre Bombom, una travesti pocta y puta, con un nifio de 17 afios recién Hegado del campo, quien se enamora de una mujercita de bucn pasar (Quien es se- cuestrada por los amigos de Bombom). Extractos del diario intimo de la travesti, se entrecruzan con didlogos principales, locu- ras, alucinaciones y sefales de transite poé- ticas. Una vanguardia literaria casi desconocida hoy, pero de la cual se han filmado cortos y peliculas, como también de Mark, la sucia rata, obra anterior que también forma parte del lado oscuro del espiritu de José. Juan Xiet *Fsea resefta aparceié en el afto 2012 en a columna “Poetas de culto” en el sitio www.poesiaurban comar Los Pterodactilos En la era mas estrambotica de la Tierra, los pterodactilos fueron los tinicos seres capaces de construir parejas absolutamente fieles. En el caso de que muriese uno de los inte- grantes, elotro no formaba una nueva unidn. Siel pterodactilo sobrevivia, dedicaba el re to de su existencia a deambular por los sitios frecuentados con su pterodactila. Y realiza- ba este peregrinaje sin comer ni beber. Sin ir cn busqueda de otra compaficra, Poco a poco iba debilitindose hasta que mo- ria, preferiblemente en el exacto lugar en el que habia cafdo su pterodsctila. Ella lo amaba. Volar hambrientos, pero jun- tos, le parece una fascinante aventura. Ama su coraje. Ama la paciencia de su yuelo so- bre los voleanes, Lo considera un valiente. Ella lo ama. Ama que se olvide de comer por atrapar una piedra azul, Hay otros pterodac- tilos, pero ninguno tiene su estrafalaria ma- nera de planear, Ella lo ama, Desde el dia en que conocid a ese tonto pterodactilo nunca se separd de su lado, Por eso él sabe que ella lo ama. En la sinfénica turbulencia de la atmdsfera, entre nubes doradas, un pterodactilo vuela junto a su pterodactila. Sus ojos antediluvia- nos son los espejos del fuego en el corazon de los voleanes. Vuelan juntos. Come viaje- ros clegantes. 2De qué sirve un pterodactilo sin su ptero- dactila? Toda la Tierra con sus ardientes temperatu- ras y con sus inesperados desplazamientos les ordena amarse. Y sobre la catedral voleanica del planeta, y sin saberlo, los pterodactilos estan amando- se. De pronto su vuelo se interrumpid. La pte- rodactila cayé por un ttinel transparente en el aire. Cayo sobre la arena como una roca. Como un metcorito atraido terriblemente por la Tierra. Estaba en vuelo y el vuelo se detuvo como un amor que dice que no. Un instante de desconcierto y luego la pterodactila cayé. El] pterodactilo volaba a su lado. Supo el mo- mento preciso en que su pterodactila cayé. Pero no miré hacia abajo. Nego el vacio. La implacable vertical de la caida. Miro hacia un costado y hacia otro. No la io. Se resistié a aceptar lo demasiado ob- vio. Y no se animé a mirar hacia abajo. Con espanto volvié la cabeza hacia un costado y hacia cl otro. La bused en todas las posibilidades de vuelo. Nunea miré hacia abajo. Aterrizé en la playa. Caminé con la vista mas alld del presente, buscandola lejos. Lejos. Se detuyo sin verla. Incuyé la presencia de una roca nueva sobre la arena. El pterodactilo cubrié su cara con cuarenta millones de afios. Una tras otra resbalaron sus monumentales lagrimas. En la boca ignea de los volcanes resonaron sus alaridos. Pero nunca miré hacia el sitio del dolor. Vuela. No lo distraen las piedras azules que saltan de los volcanes. Sigue su rumbo. Y su rumbo cs buscarla. Sus retinas sdlo reflejan la imagen de ella. Cree verla en el movimiento de una rama o sobre la cresta salvaje de una ola. No se pregunta por qué se fue. Se pregunta hacia dénde. Su cabeza de cretaceo no puede concebir un abandono, sdlo un extravio. Es puro volar sin calma, un vivir buscandola para salvarla y salvarse al tiempo que la salva. Sin ella, volar es un acto inutil. Se tropieza con las nubes y confunde el cie- lo con el mar. Va de un lado hacia otro, des- orientado y torpe. Fatiga tanto el vuclo si se vucla solo. No quiere volar. Quicre querer. No los unian los proyectos ni la costumbre. Los unia el volar sabiendo que el otro volaba al lado. Los unfa ese voltear la cabeza en cl mismo instante como para decirs 2Ves?, estamos volando. Con larval inocencia un pterodactilo bus- asu ptcrodactila. El no sabe nada de la muerte. Sdlo sabe planear con ella como dos gigantes remeros del espacio. Sélo sabe que un pterodactilo y una pterodactila son un mismo cuerpo. ¥ ahora a dle falta una parte. Ella murié una noche en que los cielos eran dorados. Atin esta sobre la arena su cadaver fo porque eso no es ella, no es su pterodacti- zandose, pero él insiste en la busqueda la: le falta el vuelo, la mirada y el olor del amor: Ignora las leyes de la naturaleza, cree en el reencuentro, Si necesita a su pterodac- tila tiene que ser porque en alguin sitio ella lo espera. Vuela chocando contra todas las salientes de la noche. Va una y otra vez por los luga- res que conocieron juntos. Desde la orilla de aquel lago vieron la primera lluvia de estrellas, en ese crater la tuvo entre sus alas. Vuelve al ciclo, Insiste en la busqueda. Es una esperanza en vuelo y condenada. Desde lo alto de la noche color magenta se lanza en picada. Solitario y en silencio se desploma en ese fragmento de playa que nunca quiso mirar.

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