Está en la página 1de 50

EL RECONOCIMIENTO DE BELIGERANCIA FRENTE AL CONFLICTO

ARMADO CON LAS FARC – EP.

FELIPE ORTIZ VALENCIA

UNIVERSIDAD COLEGIO MAYOR DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO


FACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO
BOGOTÁ D.C.
EL RECONOCIMIENTO DE BELIGERANCIA FRENTE AL CONFLICTO
ARMADO CON LAS FARC – EP.

FELIPE ORTIZ VALENCIA

UNIVERSIDAD COLEGIO MAYOR DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO


FACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO
BOGOTÁ D.C.
CONTENIDO
Pág.
INTRODUCCIÓN.

1. RECONOCIMIENTO DE BELIGERANCIA: ORIGEN Y


5
DESARROLLO.

5
1.1. INTRODUCCIÓN A LA GUERRA Y SUS DERECHOS.

7
1.1.1. El Derecho a la Guerra y las implicaciones del Pacto
Briand – Kellog y la Carta de Naciones Unidas.
1
1
1.1.2. Implicaciones del Artículo 3º Común y Protocolo II
Adicional. 1
4
1.2. LA TEORÍA DEL RECONOCIMIENTO.
1
1.3. RECONOCIMIENTO DE BELIGERANCIA. 6

1
1.3.1. Definición.
6

1.3.2. El uso de la institución del reconocimiento de


beligerancia por parte de los Estados.
1
7
1.3.3. Características del Reconocimiento de Beligerancia.

2
2
a. El carácter limitado y temporal.

2
b. El carácter constitutivo. 3

2
1.3.4. Requisitos del reconocimiento de beligerancia.
3

2
1.3.5. Utilidad del reconocimiento de beligerancia.
4

2
5

LISTA DE GRÁFICOS

Pág.

Gráfico 1. Cuadro comparativo sobre los requisitos


del reconocimiento de beligerancia 25
1. RECONOCIMIENTO DE BELIGERANCIA: ORIGEN Y
DESARROLLO

El reconocimiento de beligerancia, como se analizará con más


detalle, consiste en aceptar que hay una fuerza instituida
disputándole al gobierno oficial el poder dentro de un Estado; es
decir, pugnándole la soberanía, lo cual trae consecuencias jurídicas
en lo que respecta a la aplicación del derecho de guerra, tanto para
los insurrectos como para el gobierno y los terceros Estados. Tuvo
su origen, de un lado, en doctrinas que se remontan a los siglos XVI
y XVIII, y de otro, en las prácticas de variada índole realizadas por
los Estados a lo largo del siglo XIX.

INTRODUCCIÓN A LA GUERRA Y SUS DERECHOS

“La guerra ocupa un papel preponderante en la historia humana. Ha


sido determinante de tragedias y de cambios en el curso de la
historia de civilizaciones enteras.”1 Asimismo, ha sido definitiva en
la configuración de un orden internacional. “Durante 5000 años de
historia, ha habido 14.000 guerras, que han causado la muerte de
5000 millones de seres humanos. Durante los últimos 3400 años de
historia, no ha habido en el mundo más que 250 años de paz
general.”2
“La guerra puede ser vista como un fenómeno cultural en general y
político en particular, con un alto contenido normativo y una amplia
gama de funciones sociales. Desde un punto de vista normativo, ha sido
vista por el derecho a través de dos importantes tradiciones: el ius ad
bellum o derecho a la guerra, o el ius in bellum o derecho de la guerra.”3

1
Ver Pardo, Rafael. La Historia de las Guerras, 2004. p. 19.
2
Ver Pictet, Jean. Desarrollo y Principios del Derecho Internacional Humanitario.
1986. p. 93.
3
Ver Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos Básicos.
Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano, 2007.p. 22.

7
La primera se refiere “a la rama del derecho que define las
razones legítimas por las que un Estado puede librar una guerra y
se centra en ciertos criterios que hacen una guerra justa. …Por otro
lado, ius in bello es un conjunto de normas que entran en vigor
cuando ha empezado una guerra.”4 Una tercera nueva vertiente
empieza a abrirse camino, definida como el ius post bellum, o el
derecho después de la guerra, “para hacer referencia a temas como
los de la teoría y práctica de la pacificación, ocupación militar,
reconciliación política y justicia transicional.”5
En principio, la guerra es un derecho propio de los Estados. A
propósito, señala Oppenheim que: “Para que sea guerra, la
contienda debe ser entre Estados.”6 Por su parte, afirma Kelsen que
“una de las características esenciales de la guerra es la de ser una
acción dirigida por un Estado (o comunidad de Estados) contra otro
Estado (o comunidad de Estados).”7 Raymond Aron indica que “las
relaciones interestatales presentan una característica original que
las distingue de cualesquiera otras relaciones sociales: se
desarrollan a la sombra de la guerra o… de la paz.”8 Y explica que
esta situación se da por la pluralidad de centros armados y
autónomos de decisión que, a diferencia de lo que ocurre al interior
del Estado donde existe el monopolio de la fuerza, lleva implícito “la
capacidad de decidir entre la paz o la guerra.”9 Por ello, si la guerra

4
Ver cita de Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos
Básicos. Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 23.
5
Ver Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos Básicos.
Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 23.
6
Ver cita de Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos
Humanos, 1979. p. 47.
7
Ver cita de Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos
Humanos. p. 47.
8
Ver cita de Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos
Humanos. p. 46.
9
Ver Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p.
46.

8
“consiste en poner en juego la soberanía, ello solo es posible por la
concurrencia de sujetos establecidos que detenten la facultad
suprema de mando y tengan la capacidad de ponerse
recíprocamente en duda.”10
Dicho lo anterior, para el derecho internacional clásico las
situaciones de uso de violencia entre la fuerza armada legítima del
Estado y otra “no legítima” dentro del mismo Estado, no constituye,
en principio, una guerra. Salvo que exista un reconocimiento de
beligerancia del actor armado no legitimo por parte del Gobierno de
ese Estado o por parte de un tercer Estado, esta situación no es
entendida como una guerra que suponga la aplicación de los usos y
costumbres de la guerra contemplados en todo el Derecho
Internacional. Al darse entonces, un reconocimiento de beligerancia
a un grupo armado no representante de las instituciones de
gobierno reconocidas internacionalmente como tales, se estaría
ante una situación de guerra. Por esta razón, afirma Montealegre
que:
Toda guerra propiamente tal es, por esencia, internacional, carácter que
puede ser originario o adquirido. Es originario cuando el conflicto se inicia
entre comunidades ya soberanas y es adquirido cuando en el curso de
una guerra civil la parte insurgente logra establecerse como una
comunidad virtualmente soberana, y el conflicto, por tanto, pasa a ser
similar al que se produce entre dos Estados.
De igual modo, la facultas bellandi, la capacidad jurídica para ser sujeto
de la guerra o para ser beligerante, es también originaria, cuando se
trata de un Estado, o adquirida, cuando insurgentes logran la calidad de
potencia beligerante.
Estas dos últimas cuestiones son correlativas: en el caso particular de su
corriente adquirida, la guerra, que supone un sujeto jurídicamente capaz,
sólo comenzará en el momento en que se adquiera la facultas bellandi,
que será, además, el mismo momento en que la lucha civil adquiera el
esencial carácter internacional que requiere para ser guerra. Ambas
cuestiones se solucionan mediante el logro, por los insurgentes, de la
calidad de potencia beligerante, de modo que ésta es la circunstancia y
el momento a partir del cual una lucha armada interna comienza a ser
una guerra propiamente tal.11

Ver Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p.


10

46.

9
Con esto queda claro que el Estado es el beligerante legítimo
y que los grupos armados en una lucha civil pueden adquirir este
derecho, propio de los Estados (ius ad bellum), y como
consecuencia adoptan el total de las obligaciones que conlleva el
desarrollo de la guerra, esto es, el respeto por sus usos y
costumbres (ius in bello). Sin embargo, hay que hacer dos
precisiones. La primera tiene que ver con el derecho a la guerra y la
renuncia por parte de los Estados al uso de la fuerza con el Pacto
Briand – Kellog y la Carta de Naciones Unidas. La segunda, hace
referencia a las implicaciones del Artículo 3º Común y Protocolo II
Adicional que exige el respeto de las disposiciones del Derecho
Internacional Humanitario independientemente de la condición o
estatus de las partes.
1.1.1. El Derecho a la Guerra y las implicaciones del
Pacto Briand – Kellog y la Carta de Naciones Unidas. Una de
las discusiones presentes a lo largo de la historia respecto a la
guerra, al menos desde el ámbito del Derecho, está en establecer
quiénes están legitimados para realizarla y cuándo es justo
efectuarla. Esto se conoce como ius ad bellum. Esta teoría es
formulada propiamente por San Agustín cuando aducía a la justa
causa en las guerras cuyo propósito fuera el restablecimiento del
orden natural, por ser este reflejo del orden divino.
Más tarde, y para darle “el alcance apropiado a la conquista
americana”12, Francisco de Vitoria reconoce que la guerra sólo es
válida después de agotadas todas las instancias pacíficas como un
medio para resarcir una injuria recibida. Afirmaba que
la guerra,…es una sanción prevista por el derecho de gentes o derecho
internacional para reparar los agravios contra el propio orden mundial en

11
Ver Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p.
49.
12
Ver Pardo, Rafael. La Historia de las Guerras. p. 23.

10
cabeza de sus miembros individuales, esto es, los Estados soberanos.
Para ser justa y cumplir con su finalidad esencial de reparar una injusticia
recibida, la guerra debe llenar tres requisitos: ser declarada y librada por
autoridad legítima, tener causa justa y hacerse con recta intención.13

El pensador de siglo XVI Hugo Grocio, considerado por


muchos como el padre del Derecho de Gentes, sentó las bases para
lo que se entiende como el uso de la fuerza en defensa propia14,
señalando tres requisitos para considerar una guerra justa. “Que el
peligro que amenaza a una nación fuera inminente, que el uso de la
fuerza fuera necesario para defender a la nación amenazada, y que
el uso que se hiciera de la fuerza fuera proporcional a la
amenaza.”15
La teoría moderna del ius ad bellum recoge la idea de
considerar la guerra como “un instrumento legítimo del poder y de
la política”16 propio de los Estados, que acuden al uso de la fuerza
según lo dispuesto por el Derecho Internacional. En este sentido, la
teoría del ius ad bellum moderno se ajusta a las disposiciones
contempladas por el Pacto Briand – Kellog de 1928 y por la Carta de
la ONU, en las cuales los Estados renuncian al uso de la fuerza,
salvo excepciones. Ello implica
la desaparición de la guerra como atributo de la soberanía estatal, la
renuncia a todo uso de la fuerza incompatible con los propósitos de las
NU y la delegación en el Consejo de Seguridad (C. de S.) de la
responsabilidad primordial del mantenimiento de la paz y seguridad
internacionales, con la obligación de aceptar y cumplir sus decisiones.17

En efecto, el numeral 4º del artículo 2 de la Carta de las


Naciones Unidas señala que “los miembros de la Organización en
sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la
13
Ver Valencia, Hernando. La Justicia de las Armas. p. 50.
14
Comparar, Pardo, Rafael. La Historia de las Guerras. p. 24.
15
Ver Pardo, Rafael. La Historia de las Guerras. p. 24.
16
Ver Pardo, Rafael. La Historia de las Guerras. p.24.
17
Ver Molano, Diego. “Uso de la fuerza en las relaciones internacionales.”
Documento electrónico.

11
amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la
independencia política de cualquier Estado, o en cualquier forma
incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas.”18
Como señala Manuel Díez Velasco, la Carta de Naciones
Unidas fue más allá de lo contemplado por el Pacto Briand – Kellog
al considerar no solamente la guerra sino la amenaza y el “uso de la
fuerza”.19 Además, esta normatividad ya constituye un principio de
derecho consuetudinario según lo señala el Comité de Derechos
Humanos de Naciones Unidas citando la sentencia de la Corte
Internacional de Justicia, que en 1986 se pronunció sobre el asunto
de Nicaragua afirmando lo anterior.20
Vale aclarar que con esto la guerra no ha quedado “abolida,
ya que la prohibición vigente se refiere sólo a las guerras
agresivas.”21 Por ello, para que el uso de la fuerza sea considerado
legítimo se deben reunir las siguientes condiciones:
Medidas de seguridad colectiva que la Organización de Naciones Unidas
puede tomar │…│ con respecto a un Estado que represente una amenaza
para la paz. La segunda excepción │…│ es el derecho a recurrir a la
fuerza en caso de guerra de liberación nacional │…│La tercera
excepción, que es sin duda la más seria amenaza para el respeto de la
prohibición de recurrir a la fuerza, es la que permite la guerra
defensiva.22

Asimismo, se debe tener presente que


para ser legítimo, el uso de la fuerza debe utilizarse como último recurso,
cuando se han agotado las vías pacíficas para el arreglo de la
controversia; suponer necesariamente la subsistencia de una situación
de grave peligro, calificada como una amenaza al quebrantamiento de la
18
Ver Organización de Naciones Unidas. Carta de las Naciones Unidas.
Documento electrónico.
19
Ver cita de Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos
Básicos. Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 26.
20
Comparar, Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos
Básicos. Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 27.
21
Ver Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p.
20.
22
Ver Swinarski. Christophe. “El Derecho Internacional en Situaciones de un
Conflicto Armado Internacional.” En: Swinarski. Christophe. Introducción al
Derecho Internacional Humanitario, 1995. p. 14.

12
paz; destinarse exclusivamente a la consecución del objetivo que el
Consejo de Seguridad ha considerado indispensable para restablecer la
paz y la seguridad de la región, y ser llevado a cabo bajo el control
atento y constante del propio Consejo de Seguridad.23

Hasta acá se ha explicado lo que se considera que justifica el


uso legítimo de la fuerza de parte de los Estados, según el Derecho
Internacional. El problema empieza a generarse cuando se intenta
describir los casos en que una contienda civil adquiere asimismo la
connotación de “guerra” y se definen las causas que la legitimarían.
Si bien están medianamente claros los requisitos que deben cumplir
los grupos armados para constituirse en fuerza beligerante, no lo
están las causas que legitimarían una contienda civil armada. Este
primer tema se tratará con más detalle adelante.
Frente al tema de la justificación de un levantamiento
armado contra el soberano, Grocio consideraba que salvo los casos
de “enajenación reprobable, destrucción del pueblo o crueldad
enorme, resulta ilícito que los particulares piensen en desposeer a
su soberano, aunque sea usurpador.”24 Por su parte, Vattel
contemplaba que la violencia al interior del Estado es un crimen
“aún cuando procedan justos motivos de queja; porque está
prohibido en la sociedad civil valerse de la fuerza.”25 Sin embargo,
anotaba que cuando se agotaban los recursos de queja ante las
autoridades y existiera una “denegación de justicia por parte del
soberano, o dilaciones afectadas, pueden disculpar la cólera de un

23
Ver Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos Básicos.
Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 28.
24
Ver El Marqués de Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus Efectos
Inmediatos, 1895. p. 3.
25
Ver De Vattel, Emmer. “De la Guerra Civil”. En: De Vattel, Emmer. Derecho de
Gentes o Principios de la Ley Natural, Aplicados a la Conducta de las Naciones y
de los Soberanos, 1836. p. 149.

13
pueblo irritado, y aun justificarla, si los males son intolerables, la
opresión grande y manifiesta.”26
Vattel empieza efectuando una distinción entre la simple
rebelión y la guerra civil. En la primera situación los súbditos toman
injustamente las armas contra el conductor de la sociedad, bien sea
para quitarle el poder, o resistir sus órdenes en un asunto
determinado. En la segunda situación, se forma al interior del
Estado un partido que no obedece ya al soberano y es bastante
fuerte para hacerle frente, o en una república cuando la nación se
divide en dos fracciones que vienen a las manos y luchan con las
armas.27 Según Vattel, lo anterior trae como consecuencia que para
el segundo caso sí habría entonces una justificación de la lucha y se
debe considerar por lo tanto que existen dos cuerpos separados o
dos naciones distintas que deben observar las costumbres de la
guerra durante las confrontaciones, aunque sea de manera
temporal, mientras se resuelve la situación a favor de algún bando.
Para el Marqués de Olivart es claro que el reconocimiento de
beligerancia se justifica mientras exista un fin político. Advierte que
“Bluntschli ha sido el primero que ha demostrado la conveniencia
de exigir esa moralidad intrínseca…a las revoluciones”28, al indicar
que “cuando un partido político persigue la realización de fines
políticos y se organiza como Estado, se halla, en cierto sentido, en
lugar del Estado, y las leyes de la humanidad exigen se le de la
calidad de beligerante y no se le trata como agregado de
criminales.”29 Asimismo se pregunta el Marqués de Olivart si tiene

26
Ver De Vattel, Emmer. “De la Guerra Civil”. p. 149.
27
Comparar El Marqués de Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus
Efectos Inmediatos. p. 5.
28
Ver El Marqués de Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus Efectos
Inmediatos. p. 99.
29
Ver El Marqués de Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus Efectos
Inmediatos. p. 39.

14
sentido otorgar este reconocimiento a “quien se sabe ha de
emplearlo en dañarse a sí y perjudicar a los demás.”30
Sin embargo, para el Derecho Internacional actual, la
discusión de los motivos legítimos o justa causa en los conflictos
que se presentan al interior de los Estados carece de sentido. En
efecto, lo único que le preocupa al Derecho Internacional es, según
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la aplicación y
respeto por las disposiciones humanitarias en cualquier situación. 31

Al respecto dice la Comisión que “en todos los casos, la


determinación de la existencia y la naturaleza de un conflicto
armado es objetiva, con base en la naturaleza y el grado de
hostilidades, independientemente del propósito o la motivación que
subyace en el conflicto o de la calificación de las partes en
conflicto.”32
Esta dicotomía frente a las posiciones teóricas clásicas y las
modernas surge tras la aparición del llamado Derecho de los
Conflictos Armados del cual hacen parte el Derecho de La Haya y el
Derecho de Ginebra, en especial por lo que representa el Artículo 3º
Común a los Convenios de 1949 y su Protocolo II Adicional.
1.1.2. Implicaciones del Artículo 3º Común y Protocolo
II Adicional. El intento de la sociedad internacional por regular el
ejercicio de la guerra (ius in bello), no escapó de los conflictos
internos o sin carácter internacional como los llama el derecho de
Ginebra. Tras finalizada la Segunda Guerra Mundial han sido mas
bien pocos los casos en que un Estado se enfrente en un conflicto
armado con otro. Por el contrario, han sido más frecuentes las
30
Ver El Marqués de Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus Efectos
Inmediatos. p. 99.
31
Comparar Valencia Villa, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario.
Conceptos Básicos. Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 102.
32
Ver cita de Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos
Básicos. Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 102.

15
situaciones de enfrentamientos bélicos que por su naturaleza no
pueden definirse como internacionales porque se ven involucrados
miembros del mismo Estado.
El Instituto Internacional para las Investigaciones sobre Paz
de Estocolmo en su libro anual de 2002, señalaba que 23 de los 24
mayores conflictos que se presentaron en el 2001 fueron internos.
Similar a la cifra presentada en 1998 en el que señalaban que “24
de los 25 mayores conflictos en el mundo tenían carácter interno.
En los 14 conflictos ocurridos entre la segunda mitad de 1997 y
primera de 1998, más de cinco millones de personas murieron
desde el inicio de las citadas guerras.”33 En efecto, la mayoría de
“los conflictos armados tienen lugar dentro de las fronteras de
Estados. Son conflictos internos con devastadores efectos para la
población civil.”34
La restricción a la guerra tiene innumerables antecedentes
históricos que no pueden tratarse acá.35En todo caso, vale
mencionar que “limitar el uso de la violencia ha sido una inquietud
permanente a lo largo de la historia de la humanidad”36, y ello ha
desembocado en una normatividad internacional mucho más
consciente de la condición humana. De hecho, las consecuencias
dolorosas que traen las hostilidades en conflictos no
internacionales, hizo que se aplicaran principios de limitación al uso
de la violencia, propios del Derecho Internacional, al interior de los
Estados y que se relativizara el concepto de soberanía estatal “en
función de los derechos humanos; lo cual se evidencia en la
jurisdicción universal, la creación de tribunales penales
33
Ver cita de Heyck. Ana Caterina. Sí al Acuerdo Humanitario, 2004. p. 27.
34
Ver Tamayo, Luz Marina. “Los efectos de los Conflictos Armados en las
Mujeres”, 2002. Documento electrónico.
35
Este tema ya fue abordado en el marco teórico del proyecto. Comparar también
Valencia, Hernando. La Justicia de las Armas. pp. 29 – 70.
36
Ver Valencia, Alejandro. Derecho Humanitario para Colombia, 1994. p. 39.

16
internacionales como el de Yugoslavia, Ruanda y la Corte Penal
Internacional.”37
Para ello, el Derecho Internacional Público empezó a
distinguir los conflictos armados internacionales de los no
internacionales. Los primeros son aquellos en los que se enfrentan
dos o más Estados y se refiere a los que el derecho tradicional
denomina “guerra”. Los segundos son los que surgen al interior del
territorio de un Estado a) como consecuencia del enfrentamiento
entre las fuerzas armadas regulares contra miembros sublevados
de las mismas fuerzas; b) entre fuerzas armadas regulares contra
grupos armados; c) entre fuerzas armadas regulares que se toman
el poder contra grupos armados que organizan a la población civil
para resistirlas; y d) entre grupos armados ilegales así no
intervengan las fuerzas armadas regulares.38
No se trata entonces de convertir a los grupos descritos
arriba en fuerzas beligerantes, pues no se niega el carácter no
internacional de este tipo de conflictos que, a diferencia del
reconocimiento de beligerancia, si implica la aceptación de una
contienda internacional; esto es, de una guerra. En efecto,
aunque muchos conflictos armados no son guerra bajo los presupuestos
del derecho tradicional, se ha extendido a ellos la aplicación de algunas
normas de contenido humanitario extraídas del derecho de la guerra, ya
que de esta manera se evita dejar al margen los enfrentamientos
colectivos que no son constitutivos de guerra, regulándolos, al menos, en
aspectos vitales. Esta aplicación extensiva por razones humanitarias no
se hace a título de derecho de “la guerra”, ni tiene por sentido
transformar el conflicto en una guerra tal como la supone el derecho
tradicional. Además, sólo las normas de contenido humanitario se aplican
extensivamente, quedando aspectos esenciales del derecho de la guerra
sin aplicación a esos casos, para lo cual es indispensable que se dé la
existencia real y objetiva de la guerra tal como la prevé el derecho.39

37
Ver Heyck, Ana Caterina. Sí al Acuerdo Humanitario. p. 28.
38
Comparar Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos
Humanos. p. 574.
39
Ver Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p.
20.

17
De modo que la inclusión del artículo 3º Común de los
Convenios de Ginebra y el Protocolo II Adicional, que regulan
propiamente los conflictos armados sin carácter internacional,
representan las mínimas condiciones humanitarias “que deben
observar las Partes en cualquier tipo de conflicto armado” 40,
independientemente de la condición que tengan las partes en
conflicto. En efecto, el Artículo 3º Común de los Convenios de
Ginebra de 1949, después de señalar los mínimos humanitarios que
deben regir durante las hostilidades, termina con la siguiente frase:
“La aplicación de las disposiciones precedentes no tendrá efecto
sobre el estatuto jurídico de las Partes contendientes.”41 Esto
representa:
un cambio jurídico revolucionario en relación con la beligerancia, pues
quebrantó la regla tradicional de que sólo su reconocimiento permitía
aplicar el derecho de la guerra para humanizar el conflicto. Es decir, esta
disposición abandona de manera absoluta la doctrina formalista en favor
de una doctrina objetiva que no vincula más la aplicación del derecho de
los conflictos armados al estatuto jurídico de las partes.42

Sin embargo, el avance que el derecho internacional ha


tenido en los últimos años y la decisión en el progreso hacia la
defensa de la integridad humana, ha llevado a la implementación,
por parte de los Estados, de mecanismos propios de los conflictos
internacionales a los conflictos sin carácter internacional. Según un
estudio del Comité de la Cruz Roja Internacional “las normas
humanitarias se aplican indistintamente: de 161 normas
identificadas, 159 son aplicables a conflictos armados

40
Ver Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos Básicos.
Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 183.
41
Ver cita de Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos
Básicos. Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 184.
42
Ver Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos Básicos.
Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 184.

18
internacionales y 149 a conflictos no internacionales.”43 No significa
ello su desaparición, sólo muestra una tendencia que se viene
presentando y que puede repercutir en la desaparición de esta
distinción.
Finalmente los dos elementos que justificaban la distinción entre estos
dos derechos, a saber las discusiones sobre el derecho a hacer la guerra
(ius ad bellum) y sobre el estatuto jurídico de las partes, ha perdido gran
parte de su significación jurídica y su valor doctrinario. En efecto, el
derecho de La Haya consideraba necesario estudiar, en especial en los
conflictos armados internos, si el actor había adquirido el derecho a
hacer la guerra, pues se estimaba que la declaratoria de beligerancia
constituía un requisito necesario para que se pudiesen aplicar las normas
que regulan los conflictos bélicos. Ahora bien, la Carta de Naciones
Unidas- con pocas excepciones- ha prohibido el recurso de la guerra y las
Convenciones de Ginebra y sus Protocolos suprimieron la declaratoria de
beligerancia como requisito de aplicabilidad de sus normas.44

Esto lleva a considerar la utilidad que tiene hoy día el


reconocimiento de beligerancia como institución de Derecho
Internacional, pues, como se vio arriba, un ius ad bellum para los
conflictos armados internos carece de importancia a la luz de las
normas internacionales actuales, y un ius in bello es aplicable
independientemente de que exista reconocimiento de beligerancia.
Por ello, a continuación se mostrará el origen y desarrollo que tuvo
el reconocimiento de beligerancia antes de la aparición del Derecho
Humanitario, término con el que se describe de manera estricta al
Derecho de Ginebra, y de manera más amplia, al derecho de La
Haya, para finalmente evaluar que tan útil resulta a la luz del
derecho moderno.

1.2. LA TEORÍA DEL RECONOCIMIENTO

43
Ver Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos Básicos.
Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p. 98 y 99.
44
Ver “Sentencia Corte Constitucional de Colombia. C-225 de 1995”. En Comisión
Colombiana de Juristas. Documento electrónico.

19
La beligerancia es una de las modalidades de la institución del
reconocimiento en el derecho internacional público.
El reconocimiento supone la presencia de una formación política o de un
gobierno nuevos, creados por medios de hechos, y tiene por objeto dar
entrada en el orden jurídico a esta formación o gobierno… la institución
de reconocimiento tiene en el derecho internacional un carácter mixto: a)
Es jurídica, en la medida en que aparece como un medio para elevar un
hecho a la categoría de derecho; b) pero sigue siendo política, en cuanto
expresa la voluntad de los Estados de tratar de una manera determinada
a una nueva agrupación y de entrar en relaciones con ella. Claro es que
estos dos elementos han tenido desigual importancia en las distintas
épocas.45

Antes del siglo XVIII la institución del reconocimiento era


inexistente porque hasta esa fecha, e incluso ya hasta el siglo XIX,
los Estados tenían una especie de personalidad originaria,
conformando una familia de Naciones en la que no había cabida
para los nuevos. La situación cambió cuando ocurrió el
desmembramiento de las colonias españolas en América, y en
consecuencia se empezó a discutir el ingreso a la comunidad
internacional de los recién creados Estados.
Además del reconocimiento de Estado, existen el
reconocimiento de gobierno, beligerancia e insurgencia. Cada uno
de estos principios tiene su propio desarrollo jurídico y doctrinario.
Sin embargo, como el tema que nos ocupa es el reconocimiento de
beligerancia, sólo haremos mención a los demás con el propósito de
contextualizar, pero sin entrar en desarrollos profundos.
Reconocimiento de Estado: hace referencia a la aceptación
de la existencia de un Estado nuevo por parte de la comunidad
internacional que lo hace sujeto de derechos y deberes, es decir, le
otorga una personería jurídica. Sobre el tema, Gaviria Liévano
afirma:

45
Ver Rousseau, Charles. “Constatación de las Competencias”. En: Rousseau,
Charles .Derecho Internacional Público. 1966. p.p. 292 - 293.

20
El derecho internacional tiene establecido que se necesitan tres
elementos principales para dar nacimiento a un nuevo Estado: población,
territorio y poder o gobierno. Pero para que ese Estado pueda
desenvolverse y ejercer todos sus derechos, es necesario que los demás
miembros de la comunidad internacional lo acepten en su seno. Esa
aceptación es lo que se conoce por reconocimiento. Según PODESTÁ
ACOSTA, es un acto unilateral mediante el cual un Estado admite que en
cuanto a él concierne, aquel posee personería jurídica internacional46

Reconocimiento de gobierno: En este caso, no se trata de


reconocer a una entidad jurídica, como es el Estado. Ya estando
éste conformado, el reconocimiento iría dirigido al gobierno que lo
preside. Al existir gobiernos de facto que se han tomado el poder
por una vía diferente a la constitucional, la discusión doctrinaria de
esta figura se centra en la legitimidad de estos gobiernos, y por lo
tanto, en el hecho de si deben ser reconocidos por la comunidad
internacional.
Reconocimiento de insurgencia: Es un paso previo al del
reconocimiento de beligerancia. Se presenta cuando el conflicto no
alcanza las dimensiones de una guerra civil y los rebeldes no
poseen el control de una porción importante del territorio. Los
efectos jurídicos de esta figura consisten en que los insurrectos no
pueden ser tratados como simples criminales, sino como
delincuentes políticos con los cuales se pueden llegar a acuerdos y
negociaciones dentro del marco de la legislación interna. Dicho
reconocimiento no les confiere status jurídico internacional, como sí
ocurre con el reconocimiento de beligerancia47 situación que es
favorable para el gobierno legalmente establecido porque puede
exigir el apoyo de gobiernos extranjeros en su lucha contra los
insurgentes.

46
Ver Gaviria Liévano, Enrique. “Los Sujetos del Derecho Internacional.” Derecho
Internacional Público, 1993. p. 60.
47
Comparar Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos
Humanos. p. 497.

21
1.3. RECONOCIMIENTO DE BELIGERANCIA

Para hacer las reflexiones sobre las características e implicaciones


de esta figura, es necesario comenzar dilucidando su naturaleza. Al
respecto hay que decir que el reconocimiento de beligerancia es
una institución del derecho internacional clásico nacida en el siglo
XIX como resultado de las prácticas de los Estados nutridas por las
doctrinas de pensadores y juristas. Por tanto, la fuente principal de
esta figura es el derecho consuetudinario.
1.3.1. Definición. El Diccionario de la Lengua Española
define la beligerancia como el “Derecho de hacer la guerra con
iguales garantías internacionales que el enemigo.”48 Por su parte,
Alejandro Valencia Villa define el concepto como un “acto por el
cual el propio Gobierno establecido o los terceros consideran
jurídicamente que existen unas fuerzas armadas sublevadas y les
atribuyen una cierta personalidad, concretada en derechos y
deberes en los planos interno e internacional.”49 El Instituto de
Derecho Internacional definió el concepto de reconocimiento de
beligerancia en resolución emanada de las sesiones de Neufchâtel
en el año de 1900. El artículo 4° de la misma establece que:
El reconocimiento de beligerancia es un acto mediante el cual, bien un
Gobierno reconoce que el conflicto armado que se desarrolla en su
territorio es una guerra sometida al conjunto de las leyes y costumbres
de la guerra, bien un tercer Estado considera que este conflicto armado
constituye una guerra frente a la cual permanecerá neutral.50

En síntesis, el reconocimiento de beligerancia es un acto


mediante el cual se acepta que un grupo armado sublevado al
interior de un Estado adquiere un estatus jurídico internacional que

48
Ver Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española. 1989.
49
Ver Valencia, Alejandro. Derecho Humanitario para Colombia. p. 113.
50
Ver cita de Ramelli, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario y estado de
beligerancia. pp. 20 - 21.

22
le da, en lo que respecta a las hostilidades, los mismos derechos y
obligaciones de un Estado, es decir, la aplicación de las normas
internas e internacionales de los conflictos armados. Dicho acto se
profiere por el Gobierno donde se desarrolla el conflicto mediante
una declaración expresa o tácita, o por un tercer Estado mediante
su declaratoria expresa de neutralidad. Para dilucidar la naturaleza
de este concepto, las apreciaciones de Montealegre resultan
fundamentales:
El derecho internacional, ante esta situación adopta una posición
conservadora. Dado que el gobierno establecido contra el cual se oponen
los insurrectos, es el gobierno reconocido de un Estado reconocido, no se
retiran estos reconocimientos en beneficio de los insurrectos, como
tampoco se les divide. Lo que el derecho internacional hace es algo
diverso y preciso… Se mantiene el reconocimiento previo del gobierno y
del Estado como persona internacional y se interpreta a los insurrectos
por lo que en esencia los define, a saber, el haber logrado apropiarse, a
través de la lucha, de los elementos que integran un Estado: una
población, un territorio, un gobierno; esto es, aunque no lo constituye
aún, ya que estos elementos les son esencialmente disputados por el
gobierno central, han logrado, en cambio, asemejarse materialmente a
un Estado… Puesto que los insurrectos han adquirido estas
características a través de la lucha, y se definen, desde todo punto de
vista, por ésta, el derecho internacional les reconoce su pleno derecho a
ella… no se les reconoce ni como gobierno ni como Estado,
manteniéndose estas cuestiones radicadas en el gobierno y el Estado
establecidos; sólo se alteran en sustancia las condiciones jurídicas de la
lucha, la que deja de ser de un gobierno contra rebeldes o insurrectos y
se convierte en la de un gobierno representante de un Estado
esencialmente cuestionado en contra de una potencia beligerante que lo
cuestiona y que ya ha adquirido la condición material de un estado
emergente. La lucha deviene en una guerra y se reparte la facultas
bellandi propia del Estado entre las dos partes que disputan su
soberanía51

1.3.2. El uso de la institución del reconocimiento de


beligerancia por parte de los Estados. La aparición del
fenómeno del reconocimiento de beligerancia tuvo dos etapas. Una
previa a 1861, donde, como más adelante se verá, el
reconocimiento se efectuaba de manera amplia por parte de

Ver Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p


51

467.

23
terceros Estados, y otra, después de 1861 cuando a partir de la
guerra de secesión americana, y siendo este país objeto del
otorgamiento de aquel estatus, conduce una serie de discusiones
que ayudan a precisarlo en la teoría y a restringir su uso.
Antes de 1861: la práctica del reconocimiento de
beligerancia por parte de terceros Estados, se hizo partir de las
tesis de Vattel dependiendo de los intereses de quienes la
ejecutaban. Así por ejemplo, fue sonado el caso de España y Francia
que, viendo la magnitud del conflicto de Inglaterra con su colonia en
América, decidieron “mantener un trato neutral” con ambas partes,
pero no sólo en lo concerniente a las leyes de la guerra. Lo cual
quiere decir que de facto le daban el trato de naciones
independientes, es decir, que se trataba más de un reconocimiento
de independencia o de Estado, sin seguir el paso previo de
reconocimiento de beligerancia, dando así por sentado de
antemano el triunfo de los rebeldes. Para España y Francia,
interesados en mantener relaciones comerciales con los insurrectos
y en debilitar a su potencia rival, las doctrinas de Vattel que
proclamaban la posibilidad de tomar partido en favor de una u otra
causa, servían muy bien a sus propósitos.
Otro tanto representó la práctica diplomática de los Estados
Unidos frente a las guerras de independencia que vivían las
colonias Españolas contra la metrópoli. Aunque, según lo anota
Olivart, este reconocimiento ya se acercaba más al de beligerancia
que al de independencia. La determinación de Estados Unidos,
haciendo caso a las doctrinas del tribunal a cargo del juez Story,
consistía en reconocer dos Naciones, pero sólo en cuanto a los
derechos soberanos de la guerra, y en el mantenimiento de la
neutralidad en los derechos de tránsito y de asilo. Así lo confirman

24
las declaraciones del presidente Monroe en 1816 y 1817 frente al
Congreso de la República. Sólo hasta 1822 ese país da un
reconocimiento de total independencia a las colonias del sur de
América, como paso lógico al de beligerancia y viendo los
resultados de la guerra en favor de los insurrectos. Luego vino el
reconocimiento de beligerancia hecho a los griegos que peleaban
contra los turcos, no sólo desde ese país, sino también desde Gran
Bretaña; también el de Texas que se sublevaba contra México en
1836.
Sin embargo, Estados Unidos también fue generoso y laxo en
el otorgamiento de dicho reconocimiento. Proclamó la no
intervención en la guerra de Canadá en 1858, cuando los
sublevados carecían de una auténtica organización y un motivo
político. Asimismo, declaró la neutralidad en la guerra civil del Perú,
lo que le acarreó dificultades a la diplomacia de Washington con el
gobierno inca, puesto que en este último caso, más que
neutralidad, existía un favorecimiento implícito de parte del país del
norte, no sólo al negociar el paso de sus barcos por el mar territorial
controlado por los rebeldes, sino además, comprarle materia prima
-Guano-, y suministrarle algunos víveres. Esta controversia
diplomática sirve de hito de referencia para el desarrollo de la
teoría del reconocimiento de beligerancia porque trajo a colación la
cuestión de si era necesario o no que primero existiera un
reconocimiento del propio Estado donde ocurría el conflicto, para
que un tercer Estado tuviera la legitimidad de efectuarlo. Por
supuesto, el gobierno peruano consideraba que sí era necesario y el
gobierno norteamericano que no.
Como lo señala Hernán Montealegre, esta ambigüedad en el
uso de la institución continuó y no fue exclusiva del gobierno

25
norteamericano, que sin embargo, fue el que más se acercó a un
uso correcto de dicho reconocimiento y por tanto lo defendió como
práctica vital del derecho de guerra.52 Así, en 1869 con motivo de la
primera guerra de independencia cubana, Venezuela, Perú y Bolivia
reconocen a los insurgentes cubanos como beligerantes y como
gobierno al mismo tiempo.
A partir de 1861: En 1861 estalla la guerra de secesión en
Estados Unidos. Siete Estados del sur (Florida, Missisipi, Alabama,
California, Luisiana, Texas y Georgia) le declaran su independencia
al gobierno federal, conforman una nueva unión con Constitución y
presidente y se apoderan del puerto Sumter. El presidente Lincoln
convoca a un ejército de 75.000 hombres, declara el bloqueo sobre
los Estados del sur y las confrontaciones empiezan. Ante tal
situación Inglaterra y Francia declaran beligerantes a los
sublevados del sur. Inglaterra en particular, tiene en esos
momentos posesiones en los puertos del sur. La respuesta del
gobierno federal consiste en negar tal reconocimiento afirmando en
una declaración diplomática que los Estados Unidos se hallaban en
plena posesión del territorio, y que únicamente existía una
insurrección armada que había que reprimir, lo cual no implicaba
una guerra. En otro comunicado se sostuvo que aunque tal
insurrección se convirtiese efectivamente en una guerra que podría
acabar con la unión del país, sólo cuando eso ocurriera y los
separados prosiguieran con su lucha, se podría considerar la
situación como de guerra por parte de terceras potencias.
La actitud del gobierno federal fue la de ir en contra de la
tradición que él mismo había ayudado a instaurar, y así lo
reconocieron no sólo los teóricos de gran Bretaña o Francia, sino

Comparar Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos


52

Humanos. p. 459.

26
también los mismos teóricos estadounidenses. Al respecto, Olivart
cita las impresiones de autores como Hoosley, Wharton, Pomeroy y
el juez Daly, sobre la injusticia e improcedencia del gobierno federal
ante la diplomacia de los Estados europeos, quienes coincidían en
reconocer el carácter de beligerantes de los confederados del sur,
por tener estos posesión de una porción importante del territorio
con costa, un ejército regular con armamento, haber conseguido
que facciones del ejército enemigo capitularan en batallas, y sobre
todo, por el reconocimiento implícito que les hizo el presidente
Lincoln al declarar el bloqueo.53
De cualquier manera, afirma Olivart, la postura del gobierno
estadounidense prosiguió aún después de haber vencido en 1865,
aduciendo que el reconocimiento fue sin precedentes y precipitado,
lo que obligó a llevar el caso al tribunal arbitral de Ginebra. Pero a
raíz de la controversia se precisaron mucho mejor las condiciones y
requisitos de las situaciones de conflictos internos en los que los
sublevados podrían obtener el reconocimiento de beligerancia. Así,
uno de los funcionarios del gobierno estadounidense, el ministro de
relaciones exteriores, Mr. Adams, aseguraba en una nota lo
siguiente:
Cuando tiene lugar una insurrección contra el gobierno establecido de
una nación, el deber primero de los gobiernos que viven en relaciones de
paz y amistad con aquel, es abstenerse cuidadosamente de todo acto
que pueda tener la más mínima influencia en el resultado de la lucha. Si
ocurren circunstancias en las cuales haya que tomar alguna
determinación, ya porque se hallen interesados los personales intereses
de algún súbdito o se desee evitar mezclarse en el conflicto, es justo y
legítimo tomar las medidas necesarias hasta donde requiere la
necesidad, pero nada más. Sólo los hechos y no las apariencias ni las
presunciones pueden justificarla. Y tales hechos deben considerarse
estrictamente en lo que requiera el caso; en todo lo demás hay que
seguir observando la neutralidad más perfecta. Y si después de un
razonable periodo hay pocas esperanzas de que termine la lucha, y
especialmente si esta existe en el océano, entonces es posible el

53
Comparar El Marqués de Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus
Efectos Inmediatos. p. 23.

27
reconocimiento de los sublevados como beligerantes, y en tales
condiciones, nadie, que yo sepa, ha tenido nada que objetar.
Últimamente cuando existan las pruebas de que el gobierno central ha
perdido todo dominio sobre la nación que le desobedece, y no hay
probabilidad de que lo recobre, puede cualquier gobierno amigo
reconocer al Estado sublevado como independiente, sin que tenga aquel
legítimo motivo de agravio.54

Como vemos, estas apreciaciones del ministro americano


sirvieron para definir dos asuntos: 1. El reconocimiento de
beligerancia debe ser el resultado de unos hechos objetivos y no de
la subjetividad de los actores involucrados. 2. Especificó en qué
casos los terceros Estados podían realmente declarar la
beligerancia, aduciendo que esto sólo ocurriría en la eventual
situación de que alguno de ellos viera afectado sus intereses por el
desarrollo del conflicto. Aunque el funcionario sólo lo supuso para el
caso de Estados marítimos que afectaran las rutas comerciales de
otros Estados.
De ese evento en adelante, en las guerras civiles y
rebeliones, las prácticas de las terceras potencias fueron
escrupulosas y consistieron en dar la negativa a dicho
reconocimiento, llegando a lo sumo al reconocimiento de
insurgencia para los sublevados, como una etapa previa al
reconocimiento beligerancia (salvo el caso ya mencionado de Cuba,
cuando en 1865 sus fuerzas rebeldes terminaron siendo
reconocidas como beligerantes y como “gobierno” por algunos
países del sur de América). Tal fue la posición de Francia frente a
los insurrectos en Polonia. El gobierno francés se negó a dar el
reconocimiento argumentando que los polacos no tenían gobierno
de hecho, ya que no podía dársele categoría de tal a un puñado de

54
Ver cita de El Marqués de Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus
Efectos Inmediatos. p. 25.

28
hombres que no tenían ni nombre ni residencia, es decir, carecían
de un territorio al cual controlar.
Pero la importancia de la decisión del Estado francés
consistió en la explicación que dio para justificar su derecho a
pronunciarse: adujo que si las prácticas de reconocimiento hechas
por terceras potencias a rebeldes en conflictos en territorios
marítimos, obedecían al hecho de que sus intereses se veían
afectados, pues igual suceso podía ocurrir en un conflicto
continental con país vecino, con lo cual, el gobierno francés
contribuyó a la teoría del reconocimiento, complementando las tesis
del ministro americano, el señor Adams. Otro referente de esta
institución lo constituyen
dos famosos fallos judiciales adoptados en la guerra de independencia
cubana. El primero, data de 1885 y fue emitido por el Tribunal de Distrito
de New York, en el asunto Ambrouse Light; el segundo es de 1896 y fue
proferido por la Corte Suprema de Estados Unidos en el caso de The
three friends.55

Según Ramelli, la importancia de estos dos fallos consistió


en ratificar que el reconocimiento de beligerancia es competencia
exclusiva de la rama ejecutiva del poder público, tanto en las
terceras potencias como en el Estado donde se desarrolla el
conflicto.
Finalmente, es necesario hacer mención al aporte del
Instituto de Derecho Internacional en el desarrollo de la teoría de
esta institución. En una resolución emanada en su sesión de
Neufchatel de 1900, se refrendan los principios de neutralidad de
los terceros Estados, de consideración de los sublevados como
sujetos del derecho internacional (pero sólo en lo referente al
derecho de la guerra) y se establecen además los requisitos que

Ver Ramelli, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario y Estado de


55

Beligerancia. p. 36.

29
deben cumplir los rebeldes si quieren aspirar a ser considerados
como beligerantes.
Después de estos desarrollos ocurridos durante el siglo XIX y
que ayudaron a precisar la institución, su práctica ha venido
perdiendo vigencia e importancia en el siglo XX. Es así que el
reconocimiento de beligerancia sólo vuelve a escena en 1967 con
ocasión de la guerra civil de Nigeria, y después, en 1979 cuando los
países del Pacto Andino, hoy Comunidad Andina, otorgaron dicho
reconocimiento a los insurrectos del gobierno nicaragüense que
luchaban contra el gobierno del general Somoza.
1.3.3. Características del Reconocimiento de
Beligerancia. El carácter descentralizado. “El reconocimiento de
beligerancia es un acto jurídico descentralizado, por cuanto su
ejercicio corresponde a diversos sujetos de derecho internacional
independientes entre sí. Tales sujetos son el gobierno legal del país
donde se produce la insurrección, y los terceros Estados.”56 Esta
descentralización significa que el reconocimiento de beligerancia
hecho por uno de los dos actores no vincula al otro necesariamente.
Así, puede ocurrir que los insurrectos sean reconocidos como
potencia beligerante por el propio gobierno y no por los terceros
Estados o viceversa. Sólo es legítimo que un tercer Estado efectúe
el reconocimiento si de alguna manera ve afectado sus intereses
por el conflicto interno.
Mientras que el acto de reconocimiento por parte del propio
gobierno puede ser mediante una declaración expresa, o de manera
implícita, como sería el intercambio de prisioneros o la conclusión
de acuerdos entre las partes en contienda.57 El reconocimiento por

Ver Valencia, Alejandro. Derecho humanitario para Colombia, 1994. p.114.


56

Comparar Ramelli, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario y estado de


57

beligerancia. p. 24.

30
parte de terceros Estados debe ser expreso y generalmente se hace
a través de la declaratoria de neutralidad. Asimismo, el
reconocimiento que haga el propio gobierno no requiere de la
preexistencia de los requisitos arriba mencionados; pero si tal acto
proviene de un tercer Estado esas circunstancias objetivas deben
estar cumplidas en su totalidad. De no ser así, se cometería un acto
ilícito de intervención en los asuntos internos de un Estado.
a. El carácter limitado y temporal. Como ya se había
mencionado antes, el reconocimiento de beligerancia es un acto
jurídico limitado en tanto que hace a los insurrectos sujetos de
derecho internacional sólo en lo que al derecho de guerra respecta.
Lo anterior significa que los insurrectos no son tenidos ni por
gobierno ni por Estado, y por lo tanto, no pueden suscribir tratados,
o exigir apoyo de terceros Estados, o formar parte de organismos
internacionales, o tomar decisiones en el contexto internacional
como lo haría cualquier país normal. Sólo se les ha dado el derecho
a hacer la guerra. El acto de reconocimiento es temporal porque
cesa una vez se haya acabado la situación de hecho que le dio
origen, sea porque el gobierno legal ha vencido a los insurgentes, o
bien porque los vencedores han sido éstos, y en consecuencia el
estatus jurídico pasa a un reconocimiento mayor: de Gobierno o de
Estado, según sea el caso.
b. El carácter constitutivo.
Un acto es constitutivo de una situación jurídica cuando su ejercicio es
un requisito para que la situación surja y le genere los efectos que le son
propios… en cambio, él, es sólo declarativo cuando la situación ha
surgido independientemente de su ejercicio y, por tanto, carece de
efectos jurídicos en ese sentido, limitándose a aceptar un hecho jurídico
ya consumado.58

Ver Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p.


58

482.

31
Esta aclaración conceptual de Montealegre nos sirve para
explicar la naturaleza constitutiva del reconocimiento de
beligerancia, en la medida en que primero es necesario que dicho
reconocimiento se haga, independientemente de si ya existen las
condiciones, para que tenga efectos jurídicos; es decir, no es
suficiente con que las condiciones estén dadas para que haya un
efecto jurídico inmediato sobre los insurgentes. Estos sólo ocurren
cuando alguno de los actores legitimados para otorgar dicho
reconocimiento lo han hecho efectivo, antes no. Como lo asegura
Montealegre, esta es la tesis mayoritariamente aceptada por los
teóricos en la materia, dentro de los que se destacan Kelsen,
Ophenheim, Lauterchpacht, y Bluntschli.
La anterior discusión nos sirve para traer a colación la
controversia existente entre los que son partidarios del carácter
subjetivo y los que son partidarios del carácter objetivo del
reconocimiento de beligerancia. Los subjetivistas serían aquellos
que están de acuerdo con el carácter constitutivo del
reconocimiento, y sólo reconocen los efectos jurídicos una vez
hecha la declaración. Los objetivistas dentro los que se encuentra el
Marqués de Olivart creen en la existencia de condiciones objetivas
que permiten justificar un reconocimiento de beligerancia a la luz
de una legalidad internacional.
Respecto de tales controversias, se puede afirmar que la
institución ha funcionado con una mezcla de características
objetivas y subjetivas. Evidentemente ya hay aceptadas unas
“condiciones o requisitos objetivos” sin los cuales el reconocimiento
de beligerancia no puede efectuarse, al menos por parte de los
terceros Estados, quienes son los que normalmente lo hacen. Desde
esta perspectiva, el reconocimiento no puede obedecer al capricho

32
de esos terceros Estados. Sin embargo, la última palabra la tiene el
carácter subjetivo de la institución al aceptarse que el
reconocimiento es discrecional, es decir, que aunque un grupo
insurgente cumpla los requisitos para ser reconocido como
beligerante, al no existir una norma de derecho positivo que obligue
a los Estados a otorgarlo cuando se presente dicha situación, queda
a discreción del propio o de terceros Estados decidir si efectúa o no
dicho reconocimiento, sin que por ello exista violación al derecho
internacional público.
1.3.4. Requisitos del reconocimiento de beligerancia.
La doctrina, la jurisprudencia y los tratados, están de acuerdo en las
condiciones generales que deben cumplir los insurrectos para
aspirar de manera legítima a ser reconocidos como fuerza
beligerante. La tabla que se muestra a continuación presenta los
requisitos establecidos por las principales instancias internacionales
y por uno de sus teóricos más representativos, el Marqués de
Olivart.

33
Tabla 1. Cuadro comparativo sobre los requisitos del reconocimiento de beligerancia.59
Instituto de Derecho
El tribunal de La Corte Suprema de
FUENTE Internacional de El Marqués De Olivart62
Haya60 Estados Unidos63
Neufchâtel61
REQUISITO 1. Tener a la 1. Territorio 1. Cuando la parte
S cabeza una 1. Que el grupo fijo. civil ocupa y
persona armado haya mantiene en
responsable conquistado un 2. Con forma hostil una
por sus territorio. comunicación libre cierta porción del
subalternos. con los demás territorio.
2. Que el grupo pueblos.
2. Tener una armado haya reunido 2. Ha declarado su
señal como los elementos propios 3. Gobierno independencia.
distintivo fijo y de un gobierno organizado.
reconocible a regular que ejerza de 3. Ha segregado
distancia. hecho los atributos 4. Un fin su fidelidad.
propios de la político ético y
3. Llevar las soberanía. conforme a los 4. Ha organizado
armas grandes principios ejércitos.
ostensiblement 3. Que la lucha de la libertad y
e. sea conducida por derecho cristianos. 5. Ha comenzado
tropas organizadas hostilidades en
Sujetarse en que se encuentren 5. La contra de su

59
Tabla elaborada por el autor de la presente monografía con base en la información obtenida de las fuentes citadas
abajo.
60
Ver Comité Internacional de la Cruz Roja. Derecho Internacional relativo a la Conducción de las hostilidades, 1996.
p. 19. Es de anotar que para el Tribunal de la Haya, estas condiciones también se refieren a las milicias y cuerpos de
voluntarios que reúnan las condiciones anteriores.
61
Ver Ramelli, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario y estado de beligerancia. p. 27.
62
Ver El Marqués De Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus Efectos Inmediatos. p. 123.
63
Ver cita de Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p. 457.

34
sometidas a la defienden ejércitos
sus operaciones disciplina militar, y regulares y
a las leyes y que respete los usos organizados que antiguo soberano.
costumbres de y costumbres de la están en guerra
la guerra. 64 guerra. con el gobierno.

64
Ver Comité Internacional de la Cruz Roja. Derecho Internacional relativo a la Conducción de las hostilidades, 1996.
p. 19.

35
Como se nota, cuando son establecidas por tribunales o institutos
internacionales, los requisitos exigidos son situaciones de hecho.
Cuando se trata de doctrinas de autores, como el caso del Marqués de
Olivart, además de las situaciones de hecho existen otras condiciones de
tipo filosófico que apelan a la existencia de “causas justas” que motiven
el levantamiento. De las versiones arriba expuestas, la del Instituto de
Derecho Internacional es la más citada por los distintos autores
consultados para este trabajo. De manera que sobre su base se hará
una construcción propia, que se diferencia de la de aquella entidad
porque divide el tercer requisito en dos partes. La lista de requisitos
propuesta es la siguiente:
a. Tener posesión y control de un territorio.
b. Ejercer un gobierno de facto.
c. Poseer un ejército regular con unidad de mando.
d. Respetar los usos y costumbres de la guerra.
Para que la figura del reconocimiento pueda aplicarse, se
requiere que se completen estas condiciones de manera simultánea. Si
falta alguna de ellas, -como lo precisaremos cuando analicemos las
características de esta institución-, no puede efectuarse el
reconocimiento, y si se efectuara, debe considerarse como ilícito. A
continuación se pasará a precisar el significado de cada una de estas
condiciones:
a. Control y posesión de un territorio. El territorio es uno de los
elementos constitutivos del Estado y es el marco espacial que
determina su competencia.65 En otras palabras, el territorio es el
espacio al que se circunscribe la validez del orden jurídico estatal, y
por tanto, marca el límite espacial de la acción de los gobernantes.66 El
control del territorio hace referencia a que la capacidad de acción
administrativa, circunscrita a un espacio determinado, se encuentra en
manos de uno de los bandos.

65
Comparar Debbasch, Charles y Daudet Yves. Diccionario de Términos Políticos, 1985.
66
Comparar Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política Tomo H-Z. p. 1360.

36
b. Gobierno de facto. Según Rodrigo Borja, el gobierno de facto
es aquel “que se origina al margen de la ley o el que se ejerce en
contra o fuera del derecho.”67 Un gobierno puede ser de facto por su
origen o por su ejercicio. Por su origen si no emana de la forma y
modos establecidos constitucionalmente, y por su ejercicio si el
gobernante obra fuera de la ley aunque su asunción del mando haya
sido legal.68
El rango esencial de los gobiernos de facto es que escapan a la
subordinación jurídica en que deben estar bajo la estructura normativa
del Estado, sea en el proceso de su establecimiento, sea en el ejercicio
del poder, sea en ambas circunstancias.69 Asimismo, se puede hacer
una distinción entre gobierno de facto y dictadura en el sentido de que
el primero, no obstante ser ilegal, no necesariamente es represivo.70
c. Ejército regular con unidad de mando. La noción de ejército
más reconocida es aquella que lo identifica con Fuerzas Armadas,
esto es, un conjunto de hombres y medios que organiza un pueblo o
un Estado para defender sus intereses por medio de las armas. La
más concreta se refiere al ejército de tierra.71 Los ejércitos primitivos
eran espontáneos, pero con el pasar del tiempo se fueron
institucionalizando y hoy tienen un carácter permanente.72
Precisamente la noción de ejército regular con unidad de mando hace
referencia al carácter estructurado, permanente y jerarquizado que
debe tener una organización militar en lo referente a mandos,
hombres, armamento, entrenamiento militar y normas de conducta.
d. Respeto por los usos y costumbres de la guerra. El derecho
de los conflictos armados se nutre del derecho consuetudinario o ius
cogens, ya que los tratados o convenciones tan sólo recogen de

67
Ver Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política Tomo A-G, p. 674.
68
Comparar Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política Tomo A-G, p. 674.
69
Comparar Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política Tomo A-G, p. 675.
70
Comparar Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política Tomo A-G, p. 675.
71
Comparar López, Mario. Enciclopedia de Paz y Conflictos A-K, 2004 p. 390-391.
72
Comparar López, Mario. Enciclopedia de Paz y Conflictos A-K, p. 390-391.

37
manera escrita principios del derecho consuetudinario. Que el
derecho de los conflictos armados haga parte del derecho
consuetudinario, “permite establecer a éste como fuente de mayor
jerarquía para aplicar el derecho de gentes y para sostener la
obligatoriedad de su cumplimiento para todos los miembros de la
comunidad internacional civilizada, aunque los Estados no sean
signatarios de los diferentes instrumentos.”73
En este sentido, un grupo insurgente que aspire a constituirse en
fuerza beligerante debe adoptar como principio en sus actuaciones, la
costumbre internacional aceptada en el modo de conducir las
hostilidades, en las que como mínimo, deben estar presentes las
contenidas en el Artículo 3º Común y el Protocolo Adicional II de los
Convenios de Ginebra. En adición a lo anterior, vale la pena transcribir el
preámbulo de la Convención de La Haya relativa a las leyes y
costumbres de la guerra terrestre del 18 de octubre de 1907 conocido
como la Cláusula Martens:
Las Altas Partes Contratantes juzgan oportuno declarar que en los casos no
comprendidos en las disposiciones reglamentarias adoptadas por ellas las
poblaciones y los beligerantes permanecen bajo la garantía y el régimen de los
principios del Derecho de Gentes preconizados por los usos establecidos entre
las naciones civilizadas, por las leyes de la humanidad y por las exigencias de
la conciencia pública.74

Una vez descritos los 4 puntos anteriores, es importante anotar


que no existe precisión normativa sobre estos cuatro requisitos, lo cual
permite un alto grado de discrecionalidad por parte de los Estados para
otorgar o no el reconocimiento, o para que el gobierno del Estado donde
ocurre el conflicto lo impugne si un tercer Estado ha decidido otorgarlo.
Esto en parte a los nulos intentos por desarrollar las características que
deben existir según cada requisito.
1.3.5. Utilidad del reconocimiento de beligerancia. El
reconocimiento de beligerancia es el “acto capital en las relaciones
Ver Valencia, Alejandro. La Humanización de la Guerra, 1992. p. 49.
73

Ver cita de Valencia, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos


74

Básicos. Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. p.73.

38
entre insurgentes y terceros Estados, y al erigir al partido insurgente en
un nuevo sujeto del derecho internacional –aunque de rango secundario
y efímero- los terceros Estados se exponen a la acusación de injerencia
en los asuntos internos del Estado en conflicto.”75 Ello significa que por
mantener unas relaciones de cordialidad entre Estados y evitar ciertas
querellas internacionales innecesarias, los terceros Estados, que son los
que normalmente efectúan el reconocimiento, han preferido ser
prudentes y conservadores con la aplicación de esta figura. El mismo
Montealegre señala que, como consecuencia de lo anterior, los terceros
Estados sólo se han atrevido a tomar partido cuando las hostilidades han
dado a un vencedor, con lo cual, el reconocimiento de beligerancia ha
dado paso al reconocimiento de gobierno o de Estado. 76 Esta fue la
situación frecuentemente presentada en las guerras de descolonización
de mediados del siglo XX.
De otra parte, no es común que el reconocimiento sea hecho por
el Estado donde se desarrolla el conflicto por lo que representa el
otorgarle legitimidad a la fuerza enemiga que le está disputando el
poder político. Conceder el reconocimiento de beligerancia equivaldría a
reconocer que no tienen ni autoridad ni control sobre la Nación y el
territorio.
Como se señaló arriba, tras el surgimiento del Derecho
Internacional Humanitario a partir de 1949, cuando se aprobó el artículo
3º Común a los Convenios de Ginebra, que implicaba la regulación de los
conflictos armados sin carácter internacional, se desligó la aplicación de
las normas humanitarias al reconocimiento de beligerancia, pues se
insistía en su aplicación independientemente del estatus jurídico de las
partes. Este es el argumento principal que mencionan los teóricos para
suponer que el reconocimiento de beligerancia ha entrado en desuso.

75
Ver cita de Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos.
p. 463.
76
Comparar Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos. p.
462.

39
Una de las principales consecuencias que, en principio, tendría un
reconocimiento de beligerancia, es que el conflicto armado empezaría a
entenderse como internacional en lugar de no internacional. Ello implica,
que en una situación de rebelión o insurgencia, es decir, un conflicto sin
carácter internacional, se adoptarían los instrumentos del DIH
contemplados por el artículo 3º Común y el Protocolo II Adicional de los
Convenios de Ginebra. En cambio, de existir el reconocimiento de
beligerancia, se adoptaría toda la normatividad de la guerra tradicional y
de los conflictos armados internacionales, en lugar de las normas
internas donde se desarrollan las hostilidades.
Ello quiere decir que el reconocimiento implica conceder a un
grupo armado una personalidad jurídica internacional, que lo hace
acreedor a derechos y obligaciones. En cuanto a los derechos, el
principal es que los insurgentes se empiezan a comportar como un
Estado, exclusivamente en lo que atañe a la guerra, pues la comunidad
internacional se acoge al principio de neutralidad para que las partes
resuelvan la contienda por la vía de las armas. En cuanto a las
obligaciones humanitarias, éstas resultan ser inocuas, por cuanto se
aplican independientemente del estatus jurídico de las partes. Es decir,
que estas obligaciones existen sin necesidad de que exista un
reconocimiento de beligerancia.

40
BIBLIOGRAFÍA

Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política Tomo A-G. México: Fondo de


Cultura Económica, 2002.

Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política Tomo H-Z. México: Fondo de


Cultura Económica, 2002.

Debbasch, Charles y Daudet Yves. Diccionario de Términos Políticos.


Bogotá: Editorial TEMIS, 1985.

Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española. Barcelona:


Bibliograf S.A., 1989.

El Marqués de Olivart. Del Reconocimiento de Beligerancia y sus Efectos


Inmediatos. Madrid: Tipolitografía de L. PÉANT É HIJOS, 1895.

Ferro Medina, Juan Guillermo y Uribe Ramón, Graciela. El Orden de la


Guerra. Las FARC-EP, entre la Organización y la Política. Bogotá:
Colciencias, 2002.

Heyck. Ana Caterina. Sí al Acuerdo Humanitario. Bogotá: La Silueta


Ediciones Ltda, 2004.

López Martínez, Mario. Enciclopedia de Paz y Conflictos A-K. Granada:


Universidad De Granada. 2004.

Montealegre, Hernán. La Seguridad del Estado y los Derechos Humanos.


Santiago: Academia de Humanismo Cristiano, 1979.

41
Pardo Rueda, Rafael. La Historia de las Guerras. Bogotá: Ediciones B
Colombia S.A., 2004.

Pictet, Jean. Desarrollo y Principios del Derecho Internacional


Humanitario. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1986.

Posada Carbó, Eduardo. ¿Guerra Civil? El Lenguaje del Conflicto en


Colombia. Bogotá: Alfaomega Colombiana S.A., 2001.

Ramelli, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario y estado de


beligerancia. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1999.

Ramírez, Socorro. Intervención en conflictos internos: el caso


colombiano 1994-2003. Universidad Nacional de Colombia –
Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales IEPRI.
Bogotá: Unibiblos, 2004.

Rangel, Alfredo. Guerreros y políticos: diálogo y conflicto en Colombia,


1998-2002. Bogotá: Intermedio Editores, 2003

Swinarski. Christophe. Introducción al Derecho Internacional


Humanitario. Comité Internacional de la Cruz Roja. Instituto
Interamericano de Derechos Humanos. Quinta Edición. San José,
Costa Rica – Ginebra, Suiza: Tercer Mundo Editores, 1995.

Valencia Villa, Alejandro. Derecho Humanitario para Colombia. Bogotá:


Defensoría del Pueblo, 1994.

Valencia Villa, Alejandro. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos


Básicos. Infracciones en el Conflicto Armado Colombiano. Bogotá:

42
Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, 2007.

Valencia Villa, Hernando. La Justicia de las Armas. Universidad Nacional


de Colombia – Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales IEPRI. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1993.

Capítulos o artículos en libro.

De Vattel, Emmer. “De la Guerra Civil”. En: De Vattel, Emmer. Derecho


de Gentes o Principios de la Ley Natural, Aplicados a la Conducta
de las Naciones y de los Soberanos. Paris: En Casa de Lecointe,
Librero, 1836. Tomo IV. 147 – 160.

Gaviria Liévano, Enrique. “Los Sujetos del Derecho Internacional.”


Derecho Internacional Público. Bogotá: Temis. Quinta Edición.
1993. 15 – 30

Orozco Abad, Iván. “El Derecho de la Guerra como Derecho Interno.” En:
Combatientes, Rebeldes y Terroristas, Guerra y Derecho en
Colombia. Universidad Nacional - Instituto de Estudios Políticos y
Relaciones Internacionales IEPRI. Bogotá: Editorial Temis, S.A.,
1992. 4 – 23.

Rousseau, Charles. “Constatación de las Competencias (teoría del


reconocimiento)” En: Derecho Internacional Público. Bogotá:
Editorial Ariel. 1966.

43
Artículos en Publicaciones Periódicas Académicas:

Vélez Ramírez, Humberto. “Bojayá como Histórica Perversidad Bélica”.


Atisbos Analíticos. Edición No. 65. 03 de mayo de 2006. 1 – 7.
Consulta realizada el 14 de diciembre de 2007. Disponible en
página web:
http://www.etniasdecolombia.org/actualidadetnica/detalle.asp?
cid=3481

Artículos en Publicaciones Periódicas no Académicas:

“10 años cumplen los más antiguos secuestrados en poder de las FARC”.
El Tiempo. 20 de diciembre de 2007. Noticia. Disponible en página
web: http://www.eltiempo.com/conflicto/noticias/ARTICULO-WEB-
NOTA_INTERIOR-3869155.html

"40 años de las FARC”. BBC Mundo. Jueves 24 de mayo de 2004. Noticia.
Disponible en página web:
http://www.bbc.co.uk/spanish/specials/1441_farc/page4.shtml.

“Bogotá se paralizó para recibir al profesor Gustavo Moncayo”. El


Tiempo. 2 de agosto de 2007. Noticia. Disponible en página web:
http://www.eltiempo.com/bogota/2007-08-02/ARTICULO-WEB-
NOTA_INTERIOR-3663155.html

“¿Cómo va la guerra?”. El Nuevo Siglo. 26 de octubre de 2004. Noticia.


Artículo disponible en la página web:
http://www.seguridadydemocracia.org/news_desc.asp?
s_year=2004&s_news_id=85

44
“Con beligerancia las FARC tendrían que dejar de secuestrar: Chávez.”
El Tiempo. 14 de enero de 2008. Noticia. Disponible en página
web:
http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/primerpla
no/2008-01-14/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3919174.html

“Consuelo González, una de las canjeables”. El País. 20 de diciembre de


2007. Noticia. Disponible en:
http://www.elpais.com.co/paisonline/notas/Diciembre182007/gonz
alezcanjea.html

“Grupos ilegales tienen en riesgo las elecciones.” El País. Marzo 03 de


2007.

Guerra, Asdrúbal. “Chávez reconoce proyecto político de las FARC.” La


W Radio. 11 de enero de 2008. Noticia. Disponible en página web:
http://www.wradio.com.co/nota.asp?id=531914

“Guerrilla colombiana anuncia liberación de retenidos”. Prensa Latina.


Agencia informativa latinoamericana S.A. 18 de diciembre de
2007. Noticia. Disponible en página web: http://www.prensa-
latina.cu/article.asp?ID={E5A03F6D-7224-4F98-97C9-
7D8B93B10917}

“Hugo Chávez anuncia que sigue a la orden para intercambio y que


espera pruebas de vida”. El Tiempo. 23 de noviembre de 2007.
Noticia. Diponible en página web:
http://www.eltiempo.com/politica/2007-11-22/ARTICULO-WEB-
NOTA_INTERIOR-3827085.html
“Las FARC perdieron 6000 hombres en 2 años”. Revista del Ejército
Nacional de Colombia. Noticia. 19 de enero de 2005. Disponible en

45
página web: http://www.ejercito.mil.co/index.php?
idcategoria=73409

“Las FARC y la toma del poder.” Instituto Libertad y Progreso. 23 de


agosto de 2007. Editorial. Disponible en página web:
http://www.libertadyprogreso.net/wnes.asp?id=49.

Latorre, Héctor. “Colombia: un año sin zona de despeje.” BBC Mundo.


Jueves 20 de febrero de 2003. Noticia. Disponible en página web:
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_2785000/27
85549.stm

“Nos Interesa la Beligerancia”. El Espectador. 18 de Enero de 1999. El


Espectador, 18 de octubre de 1999. Noticia. Diponible en página
web:

http://www.farcep.org/resistencia/internacional/21/Beligerancia.ht
ml

“Observaciones de la misión a Toribío, Cauca. Condena por ataques de


las FARC-EP.” El Mundo. Madrid, 20 de abril de 2005. Noticia.

“Por amenaza de las FARC el miedo paralizó siete municipios en el


Catatumbo, Norte de Santander.” Federación Colombiana de
Municipios. 17 de noviembre de 2006. Noticia. Disponible en
página web:
http://www.fcm.org.co/es/noticia.php?
uid=0&todo=0&det=4093&leng=es

46
“Pruebas de supervivencia muestran como las FARC son terroristas, dice
Álvaro Uribe.” El Tiempo. 15 de enero de 2008. Noticia. Diponible
en página web:
http://www.eltiempo.com/politica/2008-01-15/ARTICULO-WEB-
NOTA_INTERIOR-3921138.html.
Revista Semana. “Las FARC a través de la columna móvil Teófilo Forero.”
Medios para la paz. Edición número 1253. Noticia. 16 de mayo de
2006.Disponible en página web:
http://www.mediosparalapaz.org/index.php?idcategoria=2560

“Uribe reconoce las gestiones de Chávez”. El Planeta. Enero 11 de 2008.


Noticia. Disponible en la página web:
http://www.notiver.com.mx/index.php?id=100673

“Uribe rompe mediación con Chávez”. El Tiempo. 22 de noviembre de


2007. Noticia. Disponible en página web:

http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/politica/2
007-11-22/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3826004.html

Otros Documentos:

Centro Cristiano para Justicia, paz y Acción No violenta. Violaciones de


derechos humanos cometidos contra miembros de iglesias
evangélicas. 6 de diciembre de 2005. Disponible en página web:
http://www.justapaz.org/spip.php?article48

Comisión Colombiana de Juristas. “Sentencia Corte Constitucional de


Colombia. C-225 de 1995”. Consulta realizada en enero – junio de
2004.

47
http://bib.minjusticia.gov.co/jurisprudencia/CorteConstitucional/19
95/Constitucionalidad/C-225-95.htm

Comisión de Diálogos y Negociación de las FARC-EP. Carta de las FARC.


29 de enero de 2000. Consulta realizada en enero – junio de 2004.
Disponible en la página web:
http://www.ciponline.org/colombia/000129farc.htm

Comité Internacional de la Cruz Roja. Derecho Internacional relativo a la


Conducción de las hostilidades. Ginebra, 1996.

Posada, Miguel. Fundación AIPE. Colombia: la industria del secuestro.


Disponible en página web:
http://www.aipenet.com/Indice/article.asp?Articulo_Id=2535
Wolf, Paul. “Las FARC no son terroristas.” Partido Comunista
Colombiano. Enero 8 de 2002. Disponible en página web:

http://www.pacocol.org/es/inicio/Archivo_de_noticias/Enero08/2002
.html.

Fiscalía General de la Nación. A Juicio Cúpula de las FARC por Voladura


del Oleoducto Caño Limón -Coveñas. Boletín de Prensa Nº 102.
Disponible en página web:
http://www.fiscalia.gov.co/pag/divulga/Bol2001/abril/bol102.htm

González Perafán, Leonardo. Instituto de Estudios para el Desarrollo y la


Paz, IDEPAZ. Informe del conflicto armado en el suroccidente
Colombiano. 16 de julio de 2007. Disponible en la página web:
http://www.indepaz.org.co/index.php?
option=com_content&task=view&id=483&Itemid=58

48
Human Rights Watch. Informe Anual 2005 sucesos 2004 en Colombia.
Disponible en página web:
http://www.hrw.org/spanish/inf_anual/2005/colombia.html

Naciones Unidas. Asamblea General Consejo de Seguridad. Informe del


Secretario General de las Naciones Unidas a la Asamblea General
del Consejo de Seguridad. A/59/695–S/2005/72. 9 de febrero de
2005. Disponible en:
http://www.un.org/spanish/docs/report05/repl05.htm

Organización de Naciones Unidas. Carta de las Naciones Unidas.


Disponible en la página web:
http://www.un.org/spanish/aboutun/charter.htm#Cap2

Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional


Humanitario de la Vicepresidencia de la República. Situación de
DDHH Cauca. Disponible en página web:
http://www.derechoshumanos.gov.co/modules.php?
name=informacion&file=article&sid=514

Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional


Humanitario de la Vicepresidencia de la República. Ataques Contra
la Infraestructura Pública. Disponible en página web:

http://www.derechoshumanos.gov.co/observatorio/indicadores/200
6/infraestructurapublica.pdf

Molano, Diego. “Uso de la fuerza en las relaciones internacionales.”


Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. 1 –
26. Consulta realizada el 18 de diciembre de 2007. Disponible en
la página web: http://www.acader.unc.edu.ar/artusodelafuerza.pdf

49
Tamayo, Luz Marina. “Los efectos de los Conflictos Armados en las
Mujeres”. Colombia Radio Internacional Feminista. Comité
Internacional de la Cruz Roja, Mayo 2002. Consulta realizada el 5
de junio de 2005. Disponible en la página web:
http://www.fire.or.cr/mayo02/colombia5.htm

50

También podría gustarte