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‘Obras de André Green en esta biblioteca ‘De leuras privadas -= Ia atencion parejamente en suspenso en la escucha del analista; \—el pensamiento reflexive, movilizado por la eseucha, en el ‘analista, Es visible o6mo esta eadona que podriamos llamar eade ‘nade la relacin diseursiva,estd eonstituida no slo por una serie de rasgos organizado2 sino también por otros tantos pares cuy'a distancia diferencial se observa a partir de lo is inconsciente hasta lo més eonstiento(inconsciente del ‘sueio-regresién t6pion en sesiGn por parte del analizante, y ‘sucha con atencién parejamente en suspenso de parte del ‘analista, pensamiento reflexivo). De todo esto resulta que la transferencia no puede ser tenida por un bloque uniforme, ti tampoco examinarse a través de una definicién que sub- raye la repeticion del pasado en el presente, sino que debe abordarsela por medio de un andliss espectral En 1964, mientras reflexionaba sobre el lugar del len- (guaje en el psicoanslisis® presenté la idea de una doble ‘ransforencia, Seguin esta concepcién, deben articularse: = una transferencia sobre la polabra: el frto dela on- ‘ersin de ado os aconteimientos paiqizos en diseur- to. Esto nce have decir queen el ands, las coma Oe fren como il aparao pefguco se hubiratrantorma- doen aparato de lenguaje. Esta dimenain intrapalq- ca, dado que permite elsbora elementaspagucos no Pertenedentes al lengusj como elementos dncusivos, {tambien ntersubjtive, pcsioqueelenguaesupone Sm enuncindor yun erenunciader lina tranferencia sobre el objet! desde Ineo, ol objeto tet necesariamente incuido en el acto de habla, pes casi no hay palabra que nose dina a alguien que su: pucotament le eos, Sin embry i idee deus Ermnsforenia sobre el objeto implicn qo la tranaeren- tia comporte dimensiones que el dincuro no puede con- tener "A. Gren, Le langage dans a peycanalye, on Langogs, Lx Beles esr, 1084, aL Por decirlo de otra manera: I cadena discursiva esta li- gnda a las instancias de lo consciente y lo preconsciente en laprimera topica y pertenece al yo yal supery eonscientes ¥¥ Preconsciontes en la segunda, mientras que la eadena ‘transferencial sobre el objeto se liga al ineonseiente de la primera topica, yal ello, el yo y el supery6 inconseientes de Ja segunda. Ast se hace valer al mismo tiempo la parte capi tal de Ia lengua en el discurso del analizante y en la inter. pretacion del analista, reconociéndose que esta dimensién es desbordada de punta a punta por aquellos elementos pe- quicos que no pueden validamente echarse a cuenta del len- fuaje. Poner en conexién la resonancia respectiva de los ‘acontecimientos que tienen higar en una y otra cadena per- ‘mite hacerse una idea mas precisa de la nataraleza, la fun- cidn y la significacion de la transferencia, Debe sefialarse —véase nuestro trabajo de 1984— que las dos eadenas es- {Gn unidas a una eétula central: la del yo-sujeto, mientras (que cada una de las cadenas forma con esta eétala un cireui- tode accién y reaccién; también se indicard que estan resi ‘das por procesos diferentes (secundario para la transferen- «ia sobre la palabra y primario para la transferencia sobre clobjeto). La denominada eélula central del yo-sujeto posee ln autorreferencia.® Tales nos parecen ser Ins exigencias de una puesta al dia actuslizada del problema de la trans ferencia, euyo eardctor, siempre extraziamente asombroso, estd sin embargo muy vivamente presente en el espiritu de. todo analista. Como tantas veces lo sefalames, Freud, a quien mucho no le gustaba implicarse personalmente en la, relacin terapéutica ni tampoco dar lugar a que sus pacien- tes descubrieran cosas queloinvolucraran, defendis tiempo mis tarde una concepeién que se consideré demasiado mo- nopolar, desestimando aaf todas los efectos de la relacién dialogica instaurada por el andlisis. El problema no es simple. Freud estaba justifieado para constituir el 26calo de su concepcién en la vida pulsional, ‘que al mismo tiempo es lo ms primitive y lo mas solipsista dela psiquis y no conoceria otro principio queel ello, Peroen. realidad, e incluso adoptando ese punto de vista, y como ya sostuimios en 1984, lapulsin revela la existencia del obje- ° Bate modelo generals nein n un eaquema andlag zee oa 82 ‘to apto para satisfacorla tanto como a su ver el objeto es el revelador de la pulsién. Asi las cosas, terminé por entablar- fe una contienda injustficada entre los partidarios de la teoria de las pulsiones y los dofensores de la relacién de ob- eto, Ya abordamos loa desafios que entrafaba toda esta ‘uestin,”” llegando ala eonclusién de que resulta insos- layable articular el punto de vista intrapstquieo (donde el componente pulsional del psiquismo esta en primer plano) con la perspectiva intersubjetivista (cuyos fundamentos se ‘remontan a la teorfa de las relaciones de objeto), ya que en Adelante el par indisociable es el que forman pulsin y obje- ‘toy que constituye la base del psiquismo, Pero con es0 no basta. No podemos aceptar que, en nom- bre de un genetismo ingenuo y simplista, cenos encierre en tuna relacin dual mas o menos condenada allacircularidad. La terceridad —teoria que C. S. Peirce fue el primero en presentar— desempena el rol de una funcién dinémica fesencial que nos sensibiliza a Ia influencia del tercero en la teoria psicoanalitica, Esté aqui en juego no sélo la triangu- Jaci edpica, sino una superacién del famoso hereaand now (aqui y ahora) por mediode a referencia siempreimplicta a la tercera dimensin (otro lugar y tiempos pretfritos) que cumple funciones de dimension tercera, en todo momento marcada por la ausencia se trate del presente odel pasado 4 Por supuesto, a fotior, del porvenir, La contratransferencia Para completar el cuadro debemos volver la situacin ‘nalizante de Donnet.'! De manera muy general, puede de- ‘dse que hoy os analistas se muestran sensibles la impor- ‘tancia de la contratransferencia, Sin embargo, esa sensibili- dad no excluye una gran variedad de opiniones en cuanto a Js manera de toorizar el fenémeno. Como sabemos, la con- tratransferencia es una reaccién ala transferencia debida a A. Green, Lintrapryehiqu ot Tintern en peychanayae. Pa sion tou relation duet, ance, 198. Indo en La pense cle ‘igus Ole Sco, 2002 SLL Donne foe 8a Jos efectos de resonanca yrechazo que discurso del anali- zante provocs en lo que fue poo 0 mal analizado en el ana- lista, y que lo leva a entender en forma parcial y fragmen: taria por no desir sengada—lo que el analizante trata de transmit ‘Con a contratranaferenci se abre el capitulo —amplioy persstente— dela patlogia del analista, eon los efectos de Jo que quod en él sin analzar y que es capaz de perturbar un trabajo de andlisis que exig sentido dela prspectiva y sangre fa. Esta concepeiin dela contratransferencia si ‘ue siendo valida; es objeto de prferencial atencion en las Supervisiones que son parte de la formacin del analista y sigue afeetandolo en su prctica hasta mucho después de haber sido aceptado en Ia comunidad analitiea. En lineas ‘enerales, se presentan dos posibilidades. En una los efec- tos puntuales dela comunicacién del analizante tina. por llamarle la atencin s, tras recurrir a un autoandlisis, tempieza a darse cuenta de lo que se juega en determin do momento de determinado andlisis. Recaocer su propio jnconsciente puede ayudarlo a desanudar la situacin ¥ a reactivar el proceso. Hubo un tiempo en que era de buen to- ‘no imputar todos os ataseos del proceso analiti a una con- tratransferenca df. La otra posibilidad es que Ia situa- cin no se desanudeo, o que es per, tienda a agravarse ‘multiplicdndose en otros analizantes, ya que muchos de ellos le dan al analists oportunidad de precipitarse a fre- Cucntes puntos muertos en las curas. Ses un caso aisado, Tequeda siempre cl reeurso—el mejor al finde cuentas— de lar cn gn clea ora vr el rer) Mash ve oeas entrvistasbastan para levantarlabarrera ero ala etuacion se repta con demasindafecuenia 0 lequedara mas que emprender un nuevo tramo de andlisis, isabre todos I contratransferencia lo lev6 a pase al acto! ‘Acaso Freud no recomendaba la prcticaperiica de tra- tos de anita? Bs certo que les asgnaha unas pocas o- ‘anas de duracién, com el servicio militar vigente ain hoy ‘en algunos paises. Fe Ferencai quien tuvo un papel preponderante en el cuestionamiento dela eatratransforencia. La lectura desu Diaria clinica! resulta instructiva por partda doble. Por "Perea, Jornal elie ere da 182 radu de S.Ashache Winsett. Pai Pay, 18, Bt ‘un ledo, muestra hasta qué punto un aspecto tan descuida- do cobra considerable importancia en Ia cura de pacientes ‘iffciles, de estructura no neurétiea o neurética grave, En ‘ese aspecto, Ferencai es sin lugar a dudas el precursor del fandlisis moderno, ¥ por otro, también muestra que puede producirse una verdadera alienacién del analista en el pa- lente cuando el deseo de reparacién pasa a primer plano ¥ Tallleva a ponerse bajo el signo de una voeacién sacrif {que considera inapropiada e inefeaz. Lalectura de algunos conocidos pasajes de la correspondencia Freud Ferenczi, ast como la edlebre controversia sungida entre ellos a propdsito de Ia técnica ferencziana (todo el mundo conoce la famosa ‘arta del beso fechada el 13 de diciembre de 1931), resumen ‘muy mal la verdadera apuesta del debate. En cambio, el Diario elinico da wna imagen mucho més completa cuando muestra a Ferencci dandole un tiempo equivalentea su pro- pio andliss yal andlisis del paciente. De mas est decir que tate ejericio escolar tedricamente concobible para un pa- siento, se vuelve agotador y artificial cuando se lo practica Pero a su ver nos ensefia que, lejos de brindar siempre los resultados esperados, es decit, una mayor Iucidez del pa- dente, mas bien excita su sadism, permitiéndole desculpa- Dilizarse (Ya ve... fue usted el que... porque como usted ‘mismo confes6. .») agarrado del cable que el analista le tiende con su invitacion a martiizarlo. Sin embargo, debe reconocerse Ia exactitud de algunas de las erticas de Fe- renczi,no tanto aquella quelohizocélebre y que fue cuestio- ‘ar la actitud friay distante del analista, como algunos re- dirigidos a Freud y eu teoria por preocuparse més {ela coherencia intelectual que de entender fielmente la ‘complefidad del cusdro que presentan los pacientes, donde la racionalidad debe estar a la altura de esa complejdad. En 1950 se produjo un giro notable gracias al célebre ar- ‘tieulo de Paula Heimann." Por primera ver se defendia la {dea de que Ia contratransferencia era conseeuencia de un 4desco inconsciente del paciente de comunicarle al analista, afectos que sentiria pero no podia reconocer ni verbalizar y, porlo tanto, ssl podia inducir en el otro. Al preguntarse por tus propias reacciones, Paula Heimann tomaba conciencia 1p. Helmann, «On eounterranaerence, International Journal of Prycho-Analyts 1, 1950 85 de esa comunicacién por procuracién. En cierta forma, es ‘como sel pacientealquilara el aparato paiquico del analista para hacerle legar mensajes que no puede autorizarse a rreconocer y descifrar por sf mismo, Mas adelante, Ia esfera contratraniferencial se extendié al conjunto de ls procesos psfquicos que experimenta el analista, incluidas sus lecta- ras e intercambios con otros cologas. Y hasta se llegs a 0s tener Ia precedencia de la contratransferencia respecto de Jn transferencia (M. Neyraut), posicién légica, ya que un analizante empieza su andlisis eon un analista en un m0- ‘mento dado y en el punto en que el analista esta en relacién, ‘on su propio inconsciente, relacién nunca del todo ajustada 'y que continda en él a través de constantes modificaciones, En este caso se enfrentan dos posiciones: la de Freud, preci- sa, circunseripta ylimitada, yl actual, difusa, englobante y de limites bastante imprecisos En realidad, hay otra forma de concebir el problema site lo encara desde el punto de vista de una posicién de prinei- Pio. En ella, yconforme a lo que propugna la epistemologia ‘moderna, la relacién entre dos términos es algo més que la ssuma de ios atributos de cada uno de ls objetos que entran en la composicién de la relacién. Algo mas y algo distinto. Esto es lo que caracteriza a la sesién en el transcurso del proceso: estar impregnada de una cualidad indefinible que ‘scapa a cualquier descripcién, no slo parque nos referimos una cualidad afectiva indecible sobre a naturaleza fatima del intercambio, sino también porque aqui, en certa forma —y como ocurre en la relaciéa de incertidumbre de Hei- senberg—, nos resulta imposible definir al mismo tiempo el corpiisculo y la onda. Si focalizamos la ateneidn en el cor- psculo, perturbamos el movimiento de la onda y no pode- ‘mos definirla,y si pensamos nada mas que en la onda, sacri ficamos la definicidn de los corpisculos. Esa es Ia paradoja dol analista que puede lamentar en sesin la presencia del paciente, pues si este no estuviera él podria volear en el pa pl los importantes y fecundos pensamientos que la situa cin le prohibe consignar.Y, cuando al fin esté solo para dar cuenta de lo sucedido inclusive en una sesién reciente, la- ‘menta que el paciente no esté para estimular sus recuerdos yy darles esa viva calidad que su presencia los otongaba, En los Estados Unidos se expande hoy, como una epide- ‘mia, un movimiento que sdlo mencionaremos al pasar: el 86 movimiento intersubjetivista, Lo forman miltiples ra distintas unas de las otras, que nacen unas de las otras y a veces se oponen unas a las otras. Por esos fil dar al res pecto una visién univoca. Digamos, para carifear las ideas, {que el movimiento intersubjtivista resulta de una reaceién, contra la corriente que predominé en ese pais: la Ego-psy chology, objeto de vivos reproches por sus actitudes autori- ‘arias y su falta de autocritica, sumadas a cierta tendencia al objetivismo demasiado ligada a la medicina y sus crite ‘Hoe. Ya Hartmann habia atentado contra la eoherencia de las ideas de Freud cuando quiso agregar el Self a ese yo freudiano que consideraba insuficiente para cumplir sus funciones, Mas adelante florecerian miltiples concepeiones el Self Bra ya un retorno subrepticio de la psicologia del yo ‘cadémica y prefreudiana. Deseoso de acentuar su diferen- a, tiempo después Kebut levaria la teoria del Self hasta lo limites hoy conocidos. jPero siempre haba alguien que Aoblard nuestra apuestal Y asi fue como después de Kohut ‘be desarroli6 el movimiento centrado en la intersubjetivi- dad. Puoden reconocérscle a esta tendencia otros ascen- ientes, menos directamente perceptibles, del lado de los partidarios de la relacién de objeto. Ademis, y me parece ue es un hecho confirmado, cuando en psicoandlisis se esarrolla de manera excesiva la dimensién del objeto, en tun plazo miso menas largo nace algsin otro movimiento que te plantea como adversario del anterior esgrimiendo una dimensisn ala ver complementaria y antagénica. Me refie- ro. las concepciones centradas, entre otros, en el narcisis- ‘mo, el Si mismo, el sujeto ete. Ese es el sentido de lo que lla- mé impugnacidn intersubjetiva, No es nuestra intencién hhurgar en los detalles de un movimiento cuyo representan- te més renombrado es Owen Renik. Si quisiéramos exten- demos més largamente sobre las caracterstienstedricas de las tesis que postula, chocariames de pleno con una mezela de ideas basadas en la fenomenologia,elaboradas en fun- cién de modelos cientificos en boga ajenos al psicoandlisis 0 {nspiradas en un pragmatismo indiferente a la oherencia ‘teGrica y con los evidentes rasgos de esquematizacion utili- ables por el psicoanalista lambda. Ante todo, subrayemos ‘que en todas ellas la consideracién de la contratransferen- ‘da se ubiea en primer plano, Sin embargo, se trata de un ti- po particular de contratransferencia quo, eontrada en la 81 ‘enaccién,sostiene sin mayores problemas que, del lado det alist, Ia toma de conciencia va siempre prevedida de al- jguna manifestacién de conducta. En esta concepeién se ex ‘rema la simetria entre analista y analizante, dado que, se- fn se dice, val fin de cuentas, ningtin analista puede cono- cer el punto de vista del paciento; un analista sélo puede co- ‘nover el propio.!# Prevalece la idea de que el analizantesa- be tanto sobre af mismo como el analista. Las actitudes tée- nicas resultantes desbordan la habitual e indispensable re- servadel andlisis:noretroceden ante el andlisis pragmético del comportamiento de los pacientes ni tampoco ante las re- ccomendaciones activas, la intervencién de otros terapeutas, te. Hay una marcada insistencia en Ia necesidad de que el analista parezca «reals. De hecho, estamos frente a un neo- psicoandlisis, Una mirada retrospectiva permite descubrir ciorta logica en esta deriva. Se empieza por negar orecusar tanto, volvamos a Ja teorfa de las relaciones de objeto. Nue- vo movimiento, Fl objeto, af, est bien, pero se olvida el nar- cisismo, el Self el sujeto,y asi sucesivamente. Vayamos em- pujando el objeto hacia la salida, Un sujetoes mejor que un objeto, pero seria todavia mejor si le trajéramos un compe ‘ero para que no se aburra. Entonces vamos a tener dos au {etos unidos por una intersubjetividad. Ahi est Ia solueidn: enterrar a la pulsién cada vez més hondo para que de una vex por todas deje de salir a la superficie. iY viva la psioo- logia! En ol futuro se presentan tres posibilidades: 0 después de algun tiempo el andlisis intersubjetivista dejar de es- tar en boga, como tantas otras modas psicoanalitias, o bien {rd conquistando terreno en el andlisis norteamericano (en Europa parece ser de bajo impacto) hasta oliminar a sus 1i- ‘ales. No es imposible, ya que los analistas de ese origen lo ‘ven como una posbilidad de recuperar el espacio perdido atrayendo a los pacientes que ahora desertan de sus diva nes. O que, como tervera ytitima posibilidad —y para mila mas probable—, tras una etapa de entusiasmo el andlisis, 0 Reni, Analyt lnteraction ~Caneptuliaing technique ia iht Eine ants ada rcv, Pena Quarts 7 88 ntersubjetivista recobre au lugar en el amero psicoanaliti- (9, agregando un movimiento ms alos ya existentes. Ala larga, se vers! ‘En un trabajo anterior'® propuse una concepeién de la ‘contratransferencia derivada de un modelo general fun- dado en el par pulsién-objeto segin la vision de Winnicott. Guponiendo una situacién que hiciera las veces de modelo, ‘como por ejemplo en el nifo la investidura del abjeto por el ‘lle, deberemos concebir esa invostidura salida de la mocién, pulsional, como un movimiento en direceién al objeto, ani ado por un empuje, es decir, por una fuerza. Sin embargo, tenemos que evocar otras dos situaciones. En la primera, la {nvestidura desemboca en la satisfaccién; a experiencia de ‘uatisfaccién crea una constolacién pstquica que implicaré el, eseo de reencontrar esa experiencia con el placer que le ‘std asociado cuando la investidura logra su fin. Pero este ‘modelo simplifcado forma parte del espiritu soipsista que yusedenuncié: quel objeto tenga un rol inertey pasivoyse Aeje investr sin que se tome en consideracién el aporte que jpaeda hacerle —o no— al resultado, o sea, ala experiencia Qesatisfaccién, En una perspectiva winnicottiana, se man: tHene la investidura del pecho por parte del nifio y el mo- vimiento que lo leva hacia el objeto de satisfaccin. Pero a fsa polaridad subjetiva cl objeto va a responder anticipando fl deseo del nifo, adelanténdose en la baisqueda, a través de ou tolerancia a la agresividad y su disponibilidad, entre ‘otras cosas. -El sentido estarialigado ala anticipacin de su reaccién ante la cervania del objeto y en el trayecto que lo leva a él, gracias al mantenimiento y la transformacién de la fuerza actuante creadora de lo que espera. En suma, auiere decir que el fantasma de la respuesta del objeto en, ths proximidades precede y adelanta el paso sobre lo que se 74 su reaccién objetiva o, més exactamente todavia, que la relacin entre la espera de a respuesta del objeto y esa mis- {ne respuesta se transformard en modelo del par anticipa~ ‘én-realizacién, ereadora de acuerdo 0 desacuerdo».1® Co- mo es sabido, ls casos en que la respuesta no coincide con la espera son més frecuentes que los otros; vale decir que 14. Green, -Démembrenentd contr raat, «Pa foes Inve erenpochanolyse Plone 0 lation doje, Lani a. Icio (La pense lngut op. ie WA” Gren sid pe 152 la realizacién es muchas més veces inarménica con In anti- cipacién que lo contrario. A esta segunda situacién aludia mos antes. Pero todo depende entonces de saber si el sujeto puede conjurar tal distancia (con el equilibrio) y suplirla {gracias al fantasma, oi al contrario, por razones que hacen tanto al nino como a la madre, la distancia se transforma ‘en un abismo insalvable. Bs por eso que Winnicott no habla dde madre buena sino de madre -suficientemente buena ‘Segiin el caso, el nti (o el sujeto) puede echar mano a su ‘objeto psiquico interno para eonstruir un polo subjetivo que responda a su espera y constituya el nicleo de un yo-placer purificado. Con el propésito de colmar las omisiones dela terfa la- caniana en cuanto a los datos de base que presiden la onga- nizacign de signficante, Julia Kristeva propone la idea de tuna chora, receptdculo materno necesario para recoger im presiones, sensaciones, aectos, ala manera de tantas otras ‘preformas concurrentes ala elaboracién de la funcién sim- bélica: espacio matricial, nutrici, innombrable, que, an- terior al Uno, a Dios, desafia por consiguiente a la meta- fisica!? ‘A través del ejemplo que acabamos de dar se ve hasta qué punto este modelo es generalizable a una teoria funda- a en Ia busqueda de satisfaccién y que puede extonderse a los diferentes registros de satisfacciin libidinal, desde los sms clementales hasta los mas evolucionados. También observa que salimos del solipsiamo, ya que desde el inicio hhacemos interven el par pulsién-objeto. Del mismo modo, ‘nos damos cuenta de que seguimos coneibiéndolo asimétrico 'y de que su valor funcional reside en la eapacidad del nifio para recuperar distancia con el equilibrio, propulsando la Actividad psiquica fantasmética a fin de compensar las de- ‘opciones de la experiencia. De esto depende la ereacidn de objetos transicionales. En cambio, en otros casos el modelo permite aprehender reacciones de desborde, panico e im- potencia, movilizando defensas cada vez mis desesperadas para hacer frento ala situacién traumética, Me refiero a reacciones capaces de llegar a la desorganizacin y disgre- ‘acién de un yo desamparado (Hilflsickeit) y sin recursos. 4 Kroteva, Les nouvelle maladies de Mame, Pars Peyard, 1988, lg 302 90 En esos casos, la contratransferencia del analista debe 'y descubrir, a través de una receptividad hiper- tsensibl, las huellas que tales experiencias dejaron en lain fancia. Estas experiencias fueron después superadas y s6lo ‘siguen siendo perceptibles sus cicatrces, que pueden rea brirse en cualquier momento, Con su invitacién a abando- nar los mecanismos de control, més la ayuda de la regre- tién, la situacién analitica puede reavivar el trauma rea- briendo heridas que, si bien parecen cerradas,estn bien a flor de piel. Baas stuaciones limite (R. Roassiion)!® que en- frentamos hacen que el analista deba tomar decisiones que loobliguen a renunciar al encuadre analitico para optar por cotz0 donde se mantenga la percepcisn del objeto. Nose trata t6lo de que en el marco dela psicoterapia el analista encar- ‘nan forma més directa Ia realidad, sino sobre todo de que Ia percepeidn entrafa una modificacién de la economia psi- ‘quica, ya que muchas veces estos pacientes presentan per- furbaciones en sus funciones de representacién. En otros términos, esté afectada en su totalidad Ia funcion fantas- mitica —y, por supuesta, la proyeccidn—, Esta es con fre- feuencia masiva, no demuestra capacidad de perspectiva ¥ recificacdn, y se insensibiliza a la interpretacién. La pro- yyeecién carece de ciertos rasgos para ser analizada; a veces te percibe como una realidad indudable alternada con la represién: se trata de la alucinacion negativa, que golpea fon fuerza hasta afectar los procesos de pensamiento del pa dente, Mas adelante volveremos a este punto con mayor de- talle. Conclusién El examen del par transferencia-contratransferencia, nos permitié disefar nuevos modes de encararla cura ana- Iitica y de concebir Ia funeién del encuadre. No podriamos terminar este capitulo sin hablar de una forma de transfe- rencia y contratransferencia ala que hoy se alude cada vez, ‘mis; la transferencia y la contratransferencia sobre el en- euadre, En otros términos, s trata de analizar Ia forma en 1R,Rousillon, radon tstutions nites en pychanalye, Pri UF, 1901 o aque el analizante y el analista viven el encuadre y su fan- cin ineonsciente. Desde luego, aqui vuelve a aparecer a tasimetria por el hecho de que el analista ya fue analizado. ‘Tenemos que pregntarnos sie andlisis le permitis abordar las condiciones deesta experiencia en loque hace a su signi ficacién. Sabemes que Freud no se sintié motivado para teo- rizar ese encuadre que invent6 con tanta genialidad. Como dij, establect un paralelo entre las condiciones del encua- dre y las del suefio, descriptas en el capitulo VII de su obra, rmaestra de 1900. Pero después tomaron la posta otras in- terpretaciones que no habian sido anticipadas en su mo- ‘mento, en as que se comparaba la situacién analitica con la i6n del incesto y del parriciio, e incluso con una que nos parece més pertinente el modelo del suefio, Pero siempre y cuando recordemos que hoy se tiene al sueio por lun aspecto mas dela vida psiquica del durmiento. Porque si bien los suefios de angustia pueden ser vinculados ala fun- cin onirica general, ya noes ese el caso de a pesadilla. Hay otras modalidades que merecen toda nuestra consideracién por ser paradigmsticas: la pesadilla, los terrores nocturnos, ls sueios de estadio IV, los suetios blancos, el sonambulis ‘mo, et. En todos estos casos hay, a la ver, quiebre de la fun: cidn oniriea y, con gran frecuencia, imposibilidad del encus dre para servir de experiencia failitadora en beneficio mu- ‘uo del analizante y dl analist. 92 6, Clinica: ejes onganizadores de la patologia Al igual que en lo referd a la téenica, si se compara la situacidn actual con a existente a la muerte de Freud, lal nica psicoanalitica es un campo que se ha enriquecido y ‘modifieado mucho, Las razones son miltiples, pero la causa principal de este enriquecimiento es el interés de los psio- fanalistas por estructuras patolégieas que en un primer mo: mento Freud habia excluido de las indicaciones de psico- fandlisis. Al coteja las indieaciones que proponia al comien- zo desu obra con aquellas que enuncié en el artfeulo para la Enciclopedia brténica (1926), es visible la amplitud que al- ‘eanz6 la lista, Y hay aqut un hecho paradéjco, pues si bien hhasta cierto punto Freud parece entusiasmarse y conside- ‘rar que el psiccandlisis puede aportar resultados interesan- ‘tes acierto nimero de estados no neurdticos, por otra parte acaba de deseribr Ia compulsién ala repeticin ya reaccisn terapéutica negativa (1920). Por los motivos que sea, sobre todo después deélycon las contribuciones de Melanie Klein ‘ysis altimnos, el campo de las indicaciones terapéutias extend en direcién a las no-neurosis. Bs cierto que M. Klein no se hacta demasiado problemas por las considera clones nosogréficas, y que allidonde Freud la habia precedi- do, ella se encargé de revisar sus ideas

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