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7.

Broken Blossoms or The


Yellow Man and the Girl (D.W.
Griffith, 1919)
(8/10)

Dejando de lado su soberbia y austera narracin, no menor a las tres horas de


duracin, Griffith vuelca de forma equitativa todo el amor y la violencia en la forma de
un poema cinematogrfico. Broken Blossoms, por medio de la historia de amor entre
un oriental (Robert Barthelmess) que llega a Londres para transmitir la paz discursiva
de Buda y una joven que sufre los abusivos maltratos de su padre boxeador (Lillian
Gish y su jovial belleza que atrapa fervientemente al espectador), logra decirlo todo sin
necesidad de recurrir a la palabra.
El encanto del relato yace en la clara simpleza con la que es tratado. Pese a las
limitaciones de la poca, como la estaticidad de la cmara y los pequeos escenarios,
Griffith logra brindarle a sus personajes la calidez y privacidad necesaria para que
estos no solo se ganen sus corazones mutuamente sino tambin los del pblico. Le
brinda toda la pasin y transmisin de sentimientos que ni siquiera muchos films
posteriores y sonoros pudieron alcanzar. Las mudas expresiones de Gish,
paradjicamente, dejan sin habla al espectador. Como si se tratara de una completa
paleta de colores, su rostro cambiante es el mayor lenguaje del film. Sus gestos
infantiles son los que enamoran al oriental, los que rebozan de ternura las mejillas
levantadas para sonrer a la fuerza y los que, en los peores momentos, llenan el
ambiente de temor.
Lo que en otras obras del perodo mudo podra tornarse sumamente denso (como
escenas que se extienden entre miradas y la contemplacin de tiempos muertos), aqu
funcionan como respiro de las tristezas de los personajes. A la hora de acercarse a los
mayores momentos de sufrimiento, el encanto de esas escenas empticas har que el

horror se vuelva un verdadero padecer. El rostro de Gish ahora pasa a funcionar como
intrprete de la desesperacin, abandonando todo atisbo de alivio y juventud.
Perteneciendo al cine mudo, el primer drama romntico de la historia del cine quizs
no logra traspasar la barrera del amor, pero sin duda alguna lo cumple con las del
lenguaje, siendo la sensibilidad su mejor narrador.
Por Nicols Ponisio

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