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pasado y presente OSCAR MASOTTA JACQUES LACAN O EL INCONSCIENTE EN LA FILOSOFIA GUILLERMO CARLES LAS TEORIAS DE PREBISCH HECTOR N. SCHMUCLER RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA PASADO Y PRESENTE NOTAS SOBRE LA HUELGA DE FIAT KARL MARX LA ENCUESTA OBRERA DE 1880 ; jeologia y cultura — ¢érdobe 9 ARNO ABRIL SETIEMBRE 1965 PASADO Y PRESENTE REVISTA TRIMESTRAL DE IDEOLOGIA Y CULTURA Afio IIL, Ne 9_ Abril - Setiembre de 1965 SUMARIO Oscar Masotta: JACQUES LACAN O EL INCONSCIENTE EN LOS FUNDAMEN. TOS DE LA FILOSOFIA ..... " 1 Guillermo Carles: LA TEORIA DE PREBISCH Y EL DESARROLLO DEL CAPI- TALISMO CONTEMPORANEO a 0 tea 16 Héctor N. Schmucler: RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA 29 LA CONDICION OBRERA José Aricé: ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES .. 46 Pasado y Presente: INFORME PRELIMINAR SOBRE EL CONFLICTO DE FIAT. 56 DOCUMENTOS Dario Lanzardo: INTERVENCION SOCIALISTA EN LA LUCHA OBRERA 68 Karl Marx: LA ENCUESTA OBRERA DE 1880 ........... a PROBLEMAS DEL MARXISMO Oscar del Barco: LAS FORMACIONES ECONOMICAS PRECAPITALISTAS DE KARL MARX. : peneaeeneate a4 CRITICA Robert Paris: ELOGIO DE LA PEREZA 97 PUBLICACIONES RECIBIDAS .... owen ean ome 99 PASADO Y PRESENTE — Revista Tr:mestral CONSEJO DE REDACCION Oscar del Barco, José M. Aric6, Samuel Kieczkovsky, Juan Carlos Torre, Héctor N. Schmucler, Anibal Arcondo, César U. Guifiazd, Carlos Assadourian, Francisco J. Delich, Luis J. Prieto, Carlos R. Giordano. SECRETARIO DE REDACCION: Héctor N. Schmucler. ADMINISTRADOR: Osvaldo Tamain. 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En el extranjero . .uss 4 PASADO Y PRESENTE ‘Afto Hl — N° 9 _ CORDOBA ABRIL - SETIEMBRE DE 1965_ Jaques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofia No hay mejor manera de presentar el contenido y alguno de los movimientos in- ternos de la obra de Lacan, la cabeza dei sector més interesante del psicoandlisis francés actual, que hacerlo bajo este titu- lo bizarro, y que he elegido expresamente para situarnos de inmediato en el centro de la posicién lacaniana més inamovible: la opacidad radical del sujeto para el psi- coanilisis, Es cierto que Lacan no pretende que sean los psicoanalistas quienes deban en- sefiar a pensar a los filssofos puesto que llama en su auxilio a Hegel, a Heideg- ger, o bien, a Jean Hyppolite para que co- mente en términos de hegeHanismo el tra~ bajo més nitidamente hegeliano de Freud: La negacién (1). Pero asf como Politzer entendia con razén en 1927 que el psicoa~ nélisis (un psicoandlisis sin inconsciente) -podia y debfa constituirse en fundamento de toda psicologta concreta, Lacan entien- de hoy permanecer fiel al espfritu de la obra de Freud y reivindicar, para Ia pra- xis psicoanalitica, el lugar de una refle~ Vase La Paychanalyse (publicacién de ta société Francaise de Psychanalyse) No 1, Paris, PUF, 1996. En el mismo néimero, 1a presentacién y Ia contestacién de Lacan al anilisis de ‘Hyppolite. xi6n sobre Ja situacién del hombre en el mundo, que en la medida que debe buscar su propia coherencia, si quiere constituir- se en teorla, es ya, filosofia Lacan, que pone todo su pundonor en Permanecer puntillosamente ortodoxo (or todoxia quiere decir aqui, vuelta a Freud, y a su descubrimiento fundamental: el inconsciente entendido en términos de len- guaje) cuida que sus textds adhieran a las sinuosidades de Ja “situaci6n” psicoanali- tica y a la clinica, y las dificultades que ellos ofrecen a la lectura, se deben, ante todo, a que son inseparables de su semi- nario en el Hospital de Saint-Anne. “En Lacan —escribe Jean Reboul uno de los pocos comentadores de Lacan— la praxi precede y manda: el deber y el cuidado de dar cuenta de ella, de tal manera que todo clinico del psicoandlisis pueda reen- contrar .su propia experiencia para com- prenderla (...) y justitica los rodeos que cifien cada vez més el conocimiento siem- pre cambiante y movible, comGn a los dis- cipulos de Freud, y que no se gana més que junto al paciente” (2). 7 Jacques Lacan et les fondaments de la psy ‘chanalyse, en Critique, Ne 17, Paris, t92, (2056-1067). wv Pero entrar en un texto de Lacan es quedar expuesto al embate de un entre- cruzamiento de tonos y de jergas que con- minan al lector a un trabajo de descifre. La prosa de Lacan, a la vez coloquial y enrarecida por términos tomados de la fenomenologia aleniana, jamés se desplic- ga de manera lineal, sino que en polémica casi constante con las posiciones del cul turalismo norteamericano y con algunos aspectos del psicoandlisis anglosajén, avanza como repicando, y también a saltos, abandonando el plano expositivo para adop- tar repentinamente un estilo oblicvo y burln, sin dejar en otros momentos de exponer las posiciones que rechaza al mis- mo nivel y en el mismo tono con que ex pone las suyas propias. Una verdadera en- salada de niveles y de tonos a cuyo sig- nifieado se puede acceder —pero que no se explica— por el triple marco teérico al que se reffere. Este estilo dificil, en cambio, no es her- mético. La nocién de “significante” cons- tituye el pivote instrumental del aparato tedrico lacaniano, y también, la nocién de “barra”, forjada por Saussure en el Curso, para sefalar la imposibilidad del pasaje directo (“puntual” 0 “vertical”) del signi- ficante al significado. Por otra parte, la “intencionalidad” husserliana no permane- ce ajena para Lacan, quien habla, por ejem= plo, de “agresividad intencional”, pero sus trabajos publicados se dirigen mas al en cuentro de la filosofia de Heidegger (5). En Lacan hay frases que traducen conclu- siones Ge la ontologia fundamental, apro- vechando —al estilo de los psiquiatras fe~ nomenélogos (4), clertas coyunturas clini- cas para robar la validez de los existen- ciales de Ser y Tempo. Ast, por ejemplo, 3 — Electivamente, Ix conciencia, en et sentido ‘que la palsbra tiene en fenomencl6gia, no aparece en Ser y Tiempo, libro que m0 ¢s una antologia fenomenolégica, sino tuna reflexién sobre el ser de “inspiracién” (pero no més) fenomenoldgica, como lo re- cuerda Jean Wabl (Heidegger, en] Les cours de Sorbonne, Centre de documentation uni- versitaire, Tomo I, Paris, 1961). 4 — Véate por ejemplo 1, Binswanger, Psiquia trfa exiatencial (Introd. trad. y notas de B. 0. Bachler) Santiago de Chile, Ed, Us versitaria, 1962. VASADO Y PRESENTE el ser-para-la-muerte, que en Heidegger es momento fundamental en la constitucién de la existencia humana, del que depende el pasaje a la autenticidad, se convierte en Lacan en “la asuncién por el hombre de su desgarramiento original, por el que se puede decir que\a cada instante cons- tituye su mundo por su suicidio” (5). Pero Lacan no ha juzgado urgente for mular en términos expresos y coherentes —-salyo de manera esporédica y desorde- nada— las lineas maestras de su reflexin, y atento a las cuestiones que plantea la clinica psicoanalitica, adherirfa sin reser- vas a las palabras con las que Lévi-Strauss dofine Ia posicién del etnélogo —quien esté més cerca de las ciencias que de la filo- sofia~ frente al filésofo: “El filésofo es in- mediatamente cuidadoso del _protonga- miento de una posicién: desea que la co- herencia se mantenga, y cuando ve un punto donde la coherencia se debilita, le~ vanta entonces una objecién fundamental, mientras que el etndlogo es més descul- dado con respecto al futuro” (6). Pero st bien hay puntos de convergencia entre L6- visStrauss y Lacan —y no se puede acce- der a la validez y al alcance de algunas posiciones basicas de este Gltimo sin in terpretarlas a partir de Ia linglistica y la ctnologia estructural— para Lacan la filosofia permanece mas afin, mas interior, y més cercana al trabajo concreto de! ana- lista que para Lévi-Strauss de las biisque- das de campo del etnélogo. “Es necesario decir, de la experiencia psicoanilitica, que nos opone radicalmen- te a toda filosoffa que tenga que ver con el cogito”, escribe en las primeras lineas de su informe sobre el “estado del espe- jo” (7). Lo que significa, en el contexto lacaniano, no sélo la oposicién a todo idealismo de la conciencia o del yo que veria en estos el polo constituyente de las significaciones del mundo, sino una Jacques Lacan, Liagressivité en psychanalyse en Revue Frincaise de Psychanalyse, Ne 3y ‘Tomo XTIT, Paris, 1948, (367-388). 6 — Véase el niimero reciente de ta revista Esprit dedicado a Ia obra de Lévi-Strauss. 7 — Le stade du miroir, en Revue francaise de Psychanalyse, Ne 4, Tomo XTIT, 1949, (449 455) EL INCONSCIENTE EN LOS FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFIA 3 critica a toda terapia que formulara sus principios en términos de “fortalecimien- to” del yo. Para Lacan —como para La gache— se trata antes que de construir, fortalecer, 0 constituir el yo por cl ané- isis, de disolverlo, Posicién que colo- ca a Lacan en el interior mismo de la tradicién francesa, validando todo, aunque también enfrentando, la Critica a los fundamentos de la psicologia, ese li- bro "cuya influencia ‘sobre el devenir del Psicoandlisis en Francia no ha stdo lo sux ficientemente sefialada” (8). Efectivamen~ te, como lo sefiala Henry Ey en una re- censién al reciente libro del doctor Hes- nard sobre Freud, existe un paralelismo posible entre la critica politzeriana a la reificacién del inconsciente —que artas~ traba, por su perspectiva conductista, una critica simultdnea a la reificacién del yo © de Ia conciencia— con la oposicién de Lacan a todo intento de reificacion del yo. Una y otra enlazan, desde hace més de treinta afios (los primeros informes de Lacan datan de los afios no muy posterio- res a 1950) con la eritica que Sartre y Merleau-Ponty realizarfan de la nocién de substancia tal como aparece formulada a partir de Descartes. Y con respecto al se- gundo reproche politzeriano, la abstrac~ elon, en la que caeria también Freud (so- bre todo en el plano de sus ensayos me- tapsicolégicos y especiticamente para Po- litzer, en el titimo capitulo de La inter- Pretacién de los suefos) si bien Lacan no est de acuerdo en considerar a la me tapsicologia como formando sistema con el mal asociacionismo y el mal empirismo de la psicologia clasica, no deja de repu- diar, en lo que hace a la teoria 0 a la inter- Pretacién, todo pasaje a lo general, y tan to 61 como quienes lo siguen no dejan de recordar que, en anélisis, la marcha va de “lo particular a lo particular Pero el grito politzeriano de “Muerte @ la metapsicologia” (la frase es de Laplan- che y Leclaire), que constituia si no el aporte fundamental de la Critica, al me- pirtidery ante “Jean Laplanche et Serge Leclaire, L'incoms- ‘lente, une étude psychanalytique, en Les Temps Modernes, julio, de 1961, (81 + 129), pig. 81. nos su propésito més expreso, queda en Lacan sujeto.a una caucién radical. El edificio freudiano puede parecer temera~ rio —sobre todo si uno no se introduce en 6l— pero si se niega el inconsciente, se termina con el psicoandlisis. La mex tapsicologia freudiana podria entonces ser incluida en el area de lo que Politzer Na- maba “psicologia conereta", y la “descrip. cién” de los fenomendlogos careceria de alcance —por decitlo asi— para dar cuen- ta de los “objetos” de Freud, 0 como div ce Lacan, para cefiir la “cosa” freudiana, La “cosa misma” de Husserl no coincide entonces con la “cosa” de Freud. ¥ para decirlo todo de otro modo: el psicoanali.” sis —que puede enriquecerse con los apor- tes del conductismo y de la gestalt— no es en cambio psicologia de la conducta, ni tampoco, psicologia fenomenolégica. Es, para decirlo con una tautologia, psicologia profunda. Asi, el conduetismo fenomenolé~ gico de Lagache, quien adhiere en Parts al grupo Lacan, encuentra su dificultad de base (y no solamente metodolégica) cuan- do tiene que aliar la discripeién sartreana’ de Ia conciencia —en la que sostiene su egologia—, estrechamente vinculada con Husserl, quien ha escrito en la Fenomeno- logia del tiempo inmanente que “la reten- sion de un contenido inconsciente es im- posible. con la nocién freudiana de “re- presentaciones inconscientes”. Pero debemnos limitarnos y pasar répi- damente sobre este punto esencial que concierne a la cuestiSn del inconsciente, si se lo considera en la perspectiva feno~ menolégica, 0 al revés, Ja cuestién dei va~ lor de la descripcién fenomenologica si se la considera en la perspectiva abierta por el inconsciente freudiano. Tal vez, como Jo sostienen los discipulos de Lacan, las posiciones fenomenolégicas quedan irre. mediablemente emparentadas con el cogi- to, y por lo mismo, serfan irreductibles al inconsciente de los psicoanalistas (9). O tal vez, como lo sugieren Fink y Whaelens 9 — Bs Ia tesis de a comunicacién de Laplanche y Leclaice, y también de J. B. Pontalis, Note eur le probleme de Vinconscient chez Merle ~ Ponty, en Les Temps Modernes, NP 184-5, 1961, (287-303). 4 PASADO Y PRESENTE (10), hay un puente posible desde la es- tructura de la intencionalidad y de la co ciencia (las “sintesis pasivas” de Husseri, los horizontes de latencia) al inconscien- te de Freud. A nuestro entender habria que revisar la cuestién, y comenzar por dar la razdn a los primeros, para intentar solo después recuperar los puntos en co- min entre fenomenolégia y _ psicoandlisis, pero a partir del alejamiento maximo que sefiala lo mas especifico de cada perspec~ tiva, sin intentar traducir los datos de la una en los términos de la otra, puests que efectivamente, ;qué sentido tiene hablar, como Fink, de la posibilidad de alcanzar una teoria “intencional” del inconsciente si la intencionalidad supone el cogito y la Presencia de si a si de la conciencia tras- cendental husserliana? Se contestaré que Ja conciencia de Husserl intenciona mas que lo que tematiza y que el decalage en- tre lo que ella sabe de su objeto y eso que ella “apunta” en 61, abre un rea de opacidad que podria ser recublerta con la nocién de inconsciente. Pero’ recubrir una zona de significaciones opacas, o difusas —ue para Husserl llevan ya en sf el pa- saje a un nivel superior de claridad— o de “latencias", no significa salir de la conciencia, salvo que se postule la nocién” de una conciencia inconsciente, lo que se~ ria absurdo, Nos hemos visto Ievados a la fenome- nologia arrastrados por la critica de Polit- zer, ya que sus posiciones, si bien no do claraban su parentezco con la fenomeno- logia, podian muy bien ser consideradas como tales. Pero en Politzer, 0 contra Po- litzer, las dificultades son menores. Ya no se trata de justificar la nocién de incons- ciente dentro de los limites estrechos de Ja fenomenologfa, sino de rescatar, mas bien, los derechos del inconsciente frente Yo — Véase el apéndice de F. Fink a Tussert, La ctisi delle scienze europe © Ia fenome- nologfa trascendentale (trad, Enrico Filip- pini), Ed M Saggiatore (Mondadori), 196t, (498-500). A de Whaclens, por su parte, re toma las sugestiones del apéndice de Fink cn Reflexions, eur une problématique bus serlianne de Tinconsciente, Husserl et Hegel, en Edmund Husserl, 1859 - 1959, Nijhoff, La Haya, 1999, (221-237) una critica hecha desde una perspectiva Tenomenoligica —y que coincide en ~lo esencial con las limitaciones de la posi- cidn sartreana. En el informe presentado a las jornadas psiquidtricas que periddi- camente organiza Henry Ey en el hospi- tal de Bonneval, los doctores Sergio Le- claire y Jean Laplanche —en un trabajo que a mi entender permanecera como clé- sico sobre el inconsciente— se han ocupa- 40 con precision y sagacidad de los argu: mentos de Politzer (11). Se recuerda lo fundamental de su posicin: Freud habria desdoblado Ia realidad, y en el andlisis del suefio, concebido el contenido latente co- mo una realidad substancial existente por s{ misma por detras del contenido mani- fiesto. El andlisis del suefio podia ser in- terpretado como una verdadera traduccién que permitiria pasar del relato del suefio su sentido, pero el error del realismo freudiano consistfa en considerar esa tra- duceién y en el momento mismo que el suefio era elaborado, como una existencia real bajo forma de pensamiento incons- ciente (12). A ese realismo de lo latente Politzer oponia una teoria de la inma- nencia del sentido y afirmaba que para ha- blar con exactitud el suefio no tiene mas que un solo contenido, el contenido laten- te, asi como debia decir que no tiene mas que un solo relato, el relato manifiesto (13). Latencia y relato no podian existir entonces como diferentes niveles de pro- fundidad y el movimiento de la interpre- tacién que apresaba a uno apresaria tam- bién al otro. Politzer intentaba entonces hacer sentir al lector cémo debia ser con- siderada la relaci6n entre la letra y el sen- tido del suefio, entre el material mai ir — Se trata del art cit Tas actas completas Gel congreso de noviembre de 1960, dedicado enteramente al la Bibliotheque neuro-psychiatrique de lan- gue francaise (Desclée de Brower) aun no han aparecido. y 12 — Politzer, efectivamente, hablaba del “reali mo simultanefsta” de Freud: Critica a los fundamentos de Ia psicologia (trad. Francis co Gallach Palés), Madrid, Nueva Bblioteca Filoséfica, 1929, pag. 204. + pie. 13 = G. Politzer, op. 204 y 212, EL INCONSCIENTE EN LOS FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFIA 5 to y el contenido latente. Pero Leclaire y Laplanche citan un texto de Politzer, ele~ gido con inteligencia, y que tiene valor probatorio, ya que deja al descubierto las incertidumbres y las dificultades de su po~ sicién: “En el suefio de la inyeccién dada a Irma, —se lee en la Critica a los fun. damentos de la psicologia (14)— “a Irmo le duele 1a garganta” significa “yo anheio un error de diagnéstico”. Por lo tanto, an- te todo, no hay “explicacién” més que so- bre el plano de las significaciones, puesto que nos hallamos ante una explicacién del texto, o mis bien, ante el andlisis de una escena dramitica, El deseo de errar de diagnéstico explica entonces el dolor de garganta como el término latino “pater” explica el término francés “pere”, 0 mas bien, como los celos explican el gesto de Otelo” (15). Y los autores Haman inmedia~ tamente la atencién sobre ese“ mas bien” que aparece dos veces en el texto, por los que Politzer rehuye la primera vez el plano de las significaciones para trepar répidamente al nivel del “drama”, y la se- gunda vez para abandonar también répi- damente la dimensién lingiifstica en pro- vecho de una relacién de otro orden, la expresién de un afecto, los celos, por el gesto. Puesto que de lo que se trata en Freud muy precisamente, es, en cambio, del desplazamiento de una palabra (0 de un fragmento de palabra) por otra, Uno se Pregunta entonces si Politzer —que pasa por alto finalmente la importancia que Freud da en La interpretacién de los sue- fis a la palabra— pudo olvidar el andlisis del olvido del nombre Signorelli, y tam- bién, la ejemplificacién gréfica que hace Freud para indicar las conexiones de des- plazamiento y condensacién que permiten el pasaje analftico desde el nombre recor- dado erroneamente al nombre olvidado (16). 14 — ibid, pag. 19546. 15 — ibid, pig. 198. 16 — Freud vuelve dos veces sobre el olvido del nombre Signorelli, la primera en Los meca- nismos psfquicos de la tendencia al olvido (1898) y la segunda en el primer capitulo de 1a Psicopatologia de 1a vida cotidians. En Lacan la dimensién lingiifstica no solo viene a ocupar el primer plano de la practica y de la investigacién, sino que, bien entendido, la nocién de “drama”, que ha quedado formulada por Politzer pero no lo suficientemente explicitada, encuen- tra aqui su marco de sentido en la inter- subjetividad y el deseo, que constituyen el pasaje obligado para’ alcanzar la com prensién de las nociones “que Politzer, al final de su libro, consideraba como el aporte de Freud a la psicologia concreta: la identificacién y el Edipo. Hay en Lacan una profundizacion de Politzer y una te~ mética que nos devuelve a Freud sin am. putaciones. “La hipétesis de la existencia de procesos psiquicos inconscientes, el re- conocimiento de la teoria de Ia resisten- cia y de la represién, la valorizacién de la sexualidad y del complejo de Edipo, son los contenidos capitales del psicoandlisis y los fundamentos de su teoria, y quienes no los aceptan a todos, no debieran en- contrarse entre los psicoanalistas” escri- bia Freud en el Esquema (17). Se conoce el destino, o al menos gran parte de ese destino, que ha ido disolviendo una a una esas proposiciones, que en conjunto con- formaban una exigencia de totalidad que pesaba sobre Freud, y que por lo mismo él tenia bien presente, y que no le venta sino del ordenamiento interno, estructural, de los capitones del sistema. La nocién de actos y de representaciones inconscien- tes ha tenido que soportar todos los em- bates, desde los que venian del raciona. lismo de Alain y Ia filosofia de Sartre, pa- sando por el “neutralismo" conductista ante inconsciente y conciencia, hasta las tempranas construcciones _ancestralistas del confuso sistema de Jung. Se conocen por otra parte las criticas que han caido sobre el “pansexualismo” de Freud; pero Merleau-Ponty ha dicho sobre ellas lo fun damental. Si todo es sexo en Freud, es porque el sexo no atafie solamente al ni- vel genital de la existencia y nosotros “no somos sexuales porque tenemos sexo sino que tenemos sexo porque somos sexuales” jgmund Freud, Obras (trad. 1. 1. Balles- teros y Torres) IT volimenes, Madrid, Ea Biblioteca Nueva, 1949, vol. IT, pag. 26. av 6 PASADO Y PRESENTE (18), La importancia que el sexo cobra en Freud no permite considerarlo como un “factor” ni como el “factor mas im- Portante” de la conducta, sino como un nivel de la conducta en el que se mani- fiesta el sentido de la conducta entera. Asf, las criticas culturalistas que entien- den contraponer el anélisis de las relacio- nes interpersonales a la importancia que tiene el sexo en Freud, no caen sino en la falacia que Whitehead Namaba de la “conerecisn mal ubicada” (misplaced con- eretness) y que consiste en el error es- tratégico que intenta hacer pasar como factor un nivel de las conductas en que se puede leer, al revés, la significacién de todos los factores (19), ¥ si por lo mis- mo la ensefianza més original de Freud consiste en haber sefialado Ja imposibili- dad de, controlar el sexo como variable, es porque el Edipo no se explica por la cul- tura, sino al revés —y se podrian compren- der entonces el origen y la perspectiva de las incursiones freudianas en la antropo~ logia, por més que se quiera rechazarlas © se deba hacerlo, Y si Malinowski no ha podido socavar el Edipo —ni los argumen- tos de Roheim— es porque nunca se ha- bria colocado en el nivel de discusién don- de se situaba Freud, para quien no po- dria haber cultura sin Edipo (20). Los reproches que se hacen a Freud tie- nen, en general, esto en comin: to que Valabrega lama la “opciSn realista” (21). Se trata entonces de retornar, por una critica a los criticos de Freud, a lo que el psicoanilisis tiene de més original, y en Freud, leido por Lacan, reaparece la importancia que, el creador del psicoand- isis daba a los fantasmas, a la imaginacién y a los simbolos. “El inconsciente —egcribe Lacan en una 18 — Véase especialmente el capftulo de la Feno- menologia de la percepcién dedicado al cuerpo como ser sexuado. 19 — Véase G. Bateson, Naven, California, Stan- ford Press, 1959, pig. 262. chanalytique, en La Psychanalyse Ne 3, 1987 (221-245). a1 — Véase el art, formula que lo resume— esta estructurado como un lenguaje”. Es porque algo ha si- do “atado” a la palabra que el discurso puede, en el andlisis, “desatarlo"; y no existe demostracién mas convincente, en favor de Freud, para entender hasta qué punto estaba lejos de hacer del _incons- ciente una substancia, que el hecho sim- ple que entre lo sofiado efectivamente y la interpretacién del suefio por el analista, media para Freud el relato que el anali- zado hace de su suefio, Basta leer el libro sobre los sucfios para comprobar cémo Freud se desinteresaba de lo ocurrido “realmente” en el suefio para poner en cambio toda la atenci6n en las palabras con las que el suefio era relatado, Se ha pre~ tendido, en contra de la validez del ané- lisis del suefio, que la memoria afectiva es débil y evanescente por naturaleza y que para describir un suefio seria preciso ester infinitamente despierto, Pero casual- mente, Freud nunca ha entendido otra co- sa, y de la imposibilidad de alcanzar tov talmente las imagenes del suefio pasaba a instalarse de derecho y de hecho en el andlisis de los signos verbales. Para Lacan el hombre esta “tomado” por el lenguaje, y el sujeto, antes de ser el lugar centrifugo desde donde emerge el Ienguaje, es decir, antes de sor “sujeto”, esta en cambio “sujetado” por la palabra. Como en Heidegger, aqui, el habla funda al hombre y no al revés (22), y la ense~ fianza de Lacan pone de manifiesto esta verdad comin a la experiencia lingiifstica y a la experiencia psicoanalistica: que es imposible obtener un mensaje a partir de un sujeto cualquiera si no existe previa- mente una “cadena del significante” y una regimentaciSn previa de los empleos. ES en la existencia de este mecanismo com- plejo, que hace que un discurso diga siempre més u otra cosa que lo que quie~ re decir, donde se revela el dislocamiento original del sujeto en el psicoandlisis (25). Ja — M, Heldegger,Holderlin y Ia esencia de Ia poesfa, en Arte y poesfa (trad. S. Ramos), Mexico, FCE, 1958, pag. 104. EL INCONSCIENTE EN LOS FUNDAMENTOS: DE LA Pero que el inconstiente esté estructu- rado como un lenguaje no significa que no existan diferencias entre la estructura de una lengua (el “sistema” de los estruc- turalistas) y la estructura del inconscien- te. Es probable, como trata de probarlo Benveniste, que la analogia que hacia Freud entre los términos antitéticos de ciertas lenguas primitivas y el inconsciente se basaba en una falta de informacién filo- logica (24). Por otra parte el modelo en lingiiistica es de tipo logico, mientras que el modelo del inconsciente exige las meta: foras energetistas del modelo econdmico de Freud, Y si el sujeto no hace el len- guaje sino que el Ienguaje “se hace” en él, y si lo psiquico no puede reducirse al campo de una conciencia actual, qué es entonces ese “psiquico” para Freud y pa- ra Lacan, sino, como dice Levi.Strauss, “el simple elemento de significacién para un simbolismo que lo desborda y el dnico me- dio de verificacién para una realidad cu- yos aspectos miitiples no pueden ser apre- sados bajo forma de sintesis fuera de él” (25). Hay entonces una diferencia en la estructura del inconsciente como lengua je y la estructura de Ja lengua, pero hay también una semejanza: el — significante para Lacan no conduce al significado sino por su lateralidad y por su aspecto dife~ rencial e incorporal. Pertenencia entonces del significante a la estructura o al sis- tema de la lengua, por un lado; pertenen- cia en Lacan det significante a lo que le del niio ante el espejo y en el reconocimien- to de Ia imagen corporal como gestalt, pero “el punto mis importante es que esta forma sitia la instancia del yo, previamente a sit determinacién social, en una linea de ficcién, frreductible para siempre en el individuo —o mis bien, que no se unird mis que asintoti- camente al devenir del individuo, cualquiera fuera el logro de las sintesis dialécticas por Is _que debe resolver en tanto que yo st digcerdancia con la propia realidad” (Le sta- de du miroir, pég. 450). a4 — E. BenvenisteRemarques sur la fonction du langage dans la découvert freudiénne, en La Paychanalyse, Ne 1, 1956, (3-16). 25 — Introduction a Youvre de Marcel Ma Marcel Mauss, Sociologie et _anthropologie, Paris, PUF, 1950, pig. XXVII. PILOSCEIA 7 ma “la cadena del significante", y cuyo segmento menor, consta, como en lingilis~ tica, de cuatro significantes (26). Diferen- cia entonces entre “significacisn" y “va- Para usar la terminologia de Sau- ssure, y sobreabundancia del significante: en lingiifstica, como en anilisis, el hom- bre dispone siempre de un “surplus” de significacién que es propio de! orden sim- bélico y propiamente humano. EI sujeto del anélisis deambula para La- can entre el eddigo, o lo que lama el “lu- gar del “Otro” (Otro, aqui, con maydiscula, Para distinguirlo del otro: el primero fi- gura la relacién simbélica con el otro, el segundo, la relacién imaginaria) (27), y4el mensaje; entre Ia cadena del significante —donde se apresa y se estructura el sujeto que habla en 61 y que permane- ce oscuro para si mismo— y el “circulo del discurso”, constituido de semantemas y donde el sujeto se hace anunciar el sen- tido y la verdad de las palabras que él mismo pronuncia —como Edipo ante Tit resias— por Ja relacién (el otro imagina~ rio) que lo une al analista. “Yo pienso donde yo no soy, yo soy donde yo no pien- so”, escribe Lacan (26). Y en otro lado: “Los psicoanalistas de hoy tienen tenden- cla a confundir el sujeto y el yo, y a iden- tifiear a este dltimo con un poder de sin- tesis —aunque siempre fracasa— en tan- to que Freud describe un sujeto que fun- ciona més alla de Ia pareja del yo y del otro, que no es sin embargo un doble, ni un “mal” yo; ni un “verdadero” yo, en una palabra, el inconsciente, del cual, ana- lizando sus funciones nos muestra le es tructura (29). ;Pero quién es ese sujeto que habla en mf, sin hacerlo en primera 26 — Véase J. Lacan, Les formations de l'incons- cient (seminaire de textes freudiens —1957- 1958; compte rendu de J. B. Pontalis) separ rata del Bulletin de Psychologie. 27 — Ver A, Hesnard, Lroeuvre de Freud, Paris, Payot, 1960, pig. 181. 28 — Liinstance de a lettre dans l'inconscient ow la raison depuis Freud, en La Psychanalyse, Ne a, 1957, Pig. 70. 29 — Les formations de T'inconscient, pig. 4. 8 ®ASADO Y PRESENTE persona, como queria Politzer, y que habla més bien “en persona” (50) sin hacerlo en ninguna de las personas gramaticales? EI inconsciente, contesta Lacan, es el dis- curso del otro, y si a él nos es permiti do Iegar, en buen freudismo, por la hip6- tesis de una via estructural ("Real") que va desde lo que Freud lamaba “formacio- nes” (el chiste, el equivoco de palabras, el sintoma y el suefio) al inconsciente mismo, jno se percibe en Lacan la pos- tulacién de un rea claramente determi- nada, y cuya objetividad, 0 cuya resisten- cia objetiva no-es mucho menor a la ob- jetividad que los lingiiistas y los etndlo- gos estructuralistas reivindican para los resultados a que Iegan en las Areas pro- pias de sus biisquedas, esto es, para sus modelos? Pero entonces no s6lo no es posible re~ dueir el Ello al Ego —como lo pretenden los neoanalistas— sino que tampoco, y lo que seria lo mismo, no podria hacerse del inconscfente un conjunto de funciones que definirfan las operaciones al nivel de la conducta —como podria desprenderse de la critica politzeriana— por mas q&e se intente salvaguardar la nocién de conduc~ ta de las implicancias ideolégicas de la “adaptacién" de los culturalistas. El pro- blema del status ontolégico del incons- ciente debe ser planteado en los mismos términos que en otras disciplinas el esta tus de sus modelos. Cuestion simulténea: cl Edipo. Es cier to que los norteamericanos pretenden no haberlo rechazado totalmente, sino, mas bien, la conexiSn con la sexualidad infan- til tal como aparece en Freud. Pero no hay que ver en esta aceptacién delativa si- no el origen de la manera de rechazarlo totalmente. La cuestién del Edipo no se reduce a un problema de autoridad y re- belién en el grupo familiar, y el “mater nage” de los norteamericanos —que se nu- tre y forma sistema con la tesis de Fromm por la cual la madre define la mited del imago super-yoico, y constituye el reflejo, por Io mismo, del amor y de la protec cién afectuosa, que defenderia de la imax 30 — Leclaire y Laplanche, art. cit, gen castigadora del padre— es calitic do, por Resnard, quien sigue a Lacan, de “moralismo delirante” (51). Y si se en- tiende hacer del Edipo no thas que el mo- delo de una relacién triddiva, es preciso, para Lacan, comenzar por deseribir la es tructura interna de esa relacién, Asi, el padre debe ser considerado como institu. yendo en el seno de la intersubjetividad primaria del Edipo, la experiencia de la ausencia como ausencia. La relacisn con la madre es relacién a una presencia: originariamente es relacién a la inmedia- tez del cuerpo de la madre. El padre, en~ tonces, emergencia de una ausencia pri- mordial, término mediador entre el hijo y la madre, no es “el cuerpo del padre” no el “nombre del padre", “algo falta del lado del padre” existe la posibilidad de la aparicién de una tificacién en el pénico” con el cuerpo de la madre, que los lacanianos descubren en la esquizofrenia, y donde el _personaje principal no es la madre como entidad, sino la relacién a esa ausencia, el padre, © a la ausencia que como hecho estructu- ral permite el pasaje a la profundidad del mundo percibido, y es por lo mismo cons~ titutiva del principio de realidad (52). Dialéctica de la ausencia y de la presencia, © de lo invisible ylo visible, que Merleau- Ponty deseribia en el coraz6n del mundo per- cibido y que permitia en el interior de su obra, el pasaje de la temética de la per= cepcién a la temética de la “vision”, y que en Ios lacanianos sive, en el caso de Ja esquizofrenia, menos para dar cuenta de la estructura de Ia enfermedad que para plantear a la esquizofrenia misma como “euestin” (33): no es en todo caso una cuando gt A. Hesnard. Ob. cit. 32 — Lacan reconoce a Melanie Klein el haber restablecido Ja tesis de la ‘precocidaa ce Ia importancia del padre en el Edipo, “Es el cuerpo de Ia madre que juega el rol predo- minante en Ja evolucién de la primera rex lacidn objetal, pero entre los malos objetos presentes en el cuerpo de la madre, est el ulre, representado por Ia forma de su pe- ne” (Les formations de linconscient, pig. 7). Tal es Ia tesis del libro de Jean Laplace Holderlin et 1a question du pére, PUF, 196 a EL INCONSCIENTE EN LOS FUNDAMENTOS DE LA mala madre, o una madre frustradora, que se halla en la base de ciertas psicosis, sino algo que falta, la “ausencia de una el deterioro de un cierto tipo de relaci6n con esa ausencia primordial que es el “Jugar" del padre. Pero ;,qué puede significar el Edipo, 0 a qué puede ser referido el padre como “nombre del padre” sino a la emergencia de Ia ley como ley 0 a la institucién de un orden simbilico? ;¥ cual puede ser el sen- tido de esa instituelén sino el punto de quiebra y de unién del orden bioldgico y del orden humano ;¥ cual puede ser ese “punto de union de la naturaleza a la cul- tura, que los antropélogos de hoy escruy tan obstinadamente” (54) sino el sexo, es to es, el punto de concurrencia del instin- to (que carece de por si de representan- te psiquico, y que es incapaz de determi nacién con respecto a sts objetos), con ese punto cero a partir del cual se ordena la cadena del significante, y que no es ino el Phallus? El Phallus, que no se Confunde con el pene real, y al que Lacan, tomando una denominacién de la lingiiis- tica, llama “significante cero”, esto es, un significante que al oponerse a la falta de significante constituye a todos los otros en sistema, Condicién del pasaje de la nece- sidad al deseo, “significante cero del de- seo del otro”, el Phallus instituye en el seno mismo del deseo una “perversiSn” original (35) por la cual no se puede iden tificar a su satisfaccién. En la antigiiedad —dice Lacan— el Pha Hus no es representado como organo sino como insignia: “es el objeto significativo iltimo que aparece cuando todos los ve- Jos son levantados y cuando todo lo que a 4 se relaciona es objeto de amputaciones y de prohibiclones” (56). Pero tampoco cs una imagen, ni un fantasma: es una sefial o més precisamente un indicio, lo que queda de algo cuando algo ha sido porrado: “El Phallus representa la pulsion vital como tal, eso que no puede entrar jy — Le atade du miroir, pig. 435. 35 — Les formations de Mnconscient, pags. s a 7 36 — ibid, pg. 18. TLOSOFIA 9 en el érea del significante sin ser barti- do, es decir, recubierto por la castracién” 7). Se recuerda entonces la estofa misma con la que esta hecho el inconsciente freudiano, que Lacan reordena y describe desplegéndose en torno al Phallus y a los impulsos. Si las palabras no dicen propia- miente eso que quieren decir es por la pre~ sencia turbadora del objeto del deseo que no coincide con el objeto de la necesidad. Pero para que las palabras puedan no que- rer decir eso que quieren decir, es pre~ ciso' también que puedan decir lo que quie~ ren decir, esto es, que el significante, mo- tivandose lateralmente en el significan- te, encuentre su anclaje en el significado, y que exista un significante privilegiado, in- vertido con los prestigios de lo bioiégico, pero del que lo biolégico ha sido ba- rrido, y capaz de reordenar Ja cadena en- La descripcién del Edipo y la temética del Phatlus conducen a los temas més ca- ros a Lacan: Ia relaciin entre subjetivi- dad y sujeto, el yo originandose en el es- tado del espejo, el proceso de la comuni= cacién tal como se revela en la experien- cia analitica, 1a cuestin del intercambio de mensajes (para la cual Lacan forja la nocién de “demanda” para reemplazar la “necesidad” de los culturalistas), la des- cripcién de la “situacién” psicoanalitica, la estructura y economfa interna del de- seo, la agresividad (58). 37 — El culto al Falo figuraba en las fiestas en honor del dios Baco para recordar una en- fermedad de los brganos genitales que, sega el mito, el dios habria enviado contra los atenienses, La representacion de las partes atacadas figuraba en primer Tugar en Tas dio ‘que al instituirse jhaban aplacalo a Se ve aqui claramente los pasos de Ia conversién que lleva, por un “barrido” de lo bioléxi- co, del pene a su “representante”” simbéli- co. 38 — FI sujeto Iscaniano, sin cogito, es a ia ver ‘un sujeto agresivo. Como en Hegel Ia “Iu- cha del puro prestigio” 0 la relacién de op sicién por la cual “la conciencia persigue 1a muerte de 1a otra conciencia” constitrye el primer “momento” de la dialéctica de yo y el otro, Esta tesis coloca a Lacan mas cerca 10 PASADO Y PRESENTE Es necesarlo al menos comentar uno de estos temas lacanianos, la cuestién del de- seo (que conecta la ensefianza de Lacan con Hegel), lo mismo la agresividad, en la que ve un momento constitutivo de toda relacién con el otro. Pero antes es pre- ciso sefalar, para desvanecer toda sospe- cha de biologicismo, pero también, de idea lismo —ya que para Lacan como para Lévi- Strauss los simbolos son més reales que lo que ellos representan—, que el modelo freudiano tal como es recordado por los lacanianos, no es simétrico. En Freud exis~ ten en verdad dos modelos del aparato psiquico, En uno la energia que viene del sistema Ce. es simétrica a la carga de lo reprimido, y Ia formacién de compromiso, © el sintoma, adquiere asf un caracter de “superficie”, aparece como una formacién de superficie y podria ser lefdo en térmi- nos de conductismo 0 fenomenolégicos como “un saber de lo que no se sabe y una ignorancia de lo que se sabe" (Mer- leau-Ponty) (39). Pero hay también otro modelo donde Ia relacién entre las car gas noes simétrica y donde es. posible distinguir en el inconsciente dos niveles de represion, y la presencia de un nivel pri- mario, mas “profundo”, que Freud lama ‘de Sartre que de Heidegger y Merleau-Ponty, para quienes esa dialéctica se origina ex cam- bio en un “ser-con” o en el anonimats de lo antepredicative donde mi conciencia 0 podria oponerse a a del otro porque toda ‘via no hay distincion entre yo y el otro Pero a tesis de la opacidad del sujeto, coloca a Lacan del Indo de Heidegger y Merleau-Ponty y frente a Sartre. Lacan coincidiria total- mente en cambio con Hegel, com el eapltul sobre Ia conciencia de si en Ia Fenomenologta, donde el sujeto es, en el primer momento del desarrollo de esta dialética, a la ver, “agresivo” y opaco para si mismo. 39 — Pontalis sefiala que no es por casualigad que Merleau-Ponty, en su interpretacion del consciente en Freud, se apoyara andlisis de la Gradiva de Jensen: canto y el humor de Gradiva, efectivamente, gno dan Ia impresion, por una parte, que da wna sccuencia cinematogrifica proyectada al revés y donde se ve a un personaje adop- tar una serie de rodeos que parecen absur- damente complicados, para conducirse a su punto de partida, por ejemplo Ia silla donde esth sentado?” (Pontalis, art. cit, pig. 298). “represién originaria” o “represién priv mordial” (Urverdrangung), y donde la di- reeciSn dela energianoeshacia arriba, ha- cia la censura, ya que permite aprovechar, al — revés la energia que viene de la contracarga del sistema Ce. para. mantener la_represién “La fuerza repulsiva que actiia a partir de lo consciente (...) Ia tendencia a la re- prestén, no aleanzaria (...) su fin (...) — escribe Freud en el articulo sobre el in- ‘opilado en la Metapsicolo~ gia sino hubiera ya un reprimido ante~ rior presto a apoderarse de lo que ta con. clenci . AL mismo tiempo es ese ‘reprimido anterior" que impide conside- rar al Ello como el receptéculo de io bic logico, pretenden deséubrirlo los cuitur puesto que, y para decirlo asi, ahi donde el Ello encuentra su “ree presentante” psiquico ya huho el Phallus. Es necesario, efectivamente, considerar entonces la relacién entre Ello, Yo y Su- peryo, como un sistema entrecruzado de consciente re rechazi como istas, motivaciones. Pero por lo mismo, es preciso reconocet que el sistema reenvia a la “pul- sién de muerte” —contra la que tropiezan muchos freudianos— y no como hecho “i nato de la naturaleza humana” sino como condicién ontolégica de la existencia del hombre: la muerte, el “amo absoluto” del que hablaba Hegel, y cuya presencia nos recuerda el “temblor” y Ia posibilidad de disolucién de todo lo que es, y por lo mis- mo, la ausencia, nocién clave para enten- der la “compulsién de repeticién” que descubre al nifio envuelto en el juego del “Fort-Da”, y sin la cual no podria mante- nerse la tesis de la importancia de la se~ xualidad infantil, momento “futurizant (Sartre)de la existencia y que dej Prender c6mo en una vida pueden actuar esos “aut6matas espirituales", como decfa Merleau-Ponty comentando a Freud, 0 c6- mo la existencia del hombre puede alie~ narse en la locura a un s6lo tema, 0 como escribe Lacan, sucumbir a la “insistencia de Ia cadena del significante”. El psicoanélisis descubre que el deseo no es admitido sino por toda suerte de refracciones y disfraces. Pero sus rodeos sin fin no podrian ser comprendidos — salvo postulando un creacionismo a la obra ‘in- com. EL INCONSCIENTE EN LOS FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFIA WwW en la formacién del sintoma—sino por la estructura misma de la relacién del deseo hhumano a su objeto. Y en Lacan, como en la Fenomenologia del espiritu, el objeto él deseo humano es el deseo de otro ser humano, “EL deseo humano —ensefiaba Kojeve comentando a Hegel— debe llevar hacia otro deseo. Para que haya deseo ‘hu- mano debe haber primeramente una plu- ralidad de deseos (animales). 0 bie. pa- ra que la Conciencia de si pueda nacer det Sentimiento de si, para que la realidad hu- mana pueda constituirse en el seno de la realidad animal, es necesario que esa rea- lidad sea esencialmente méltiple. El hom= bre no puede pues aparecer sobre ta tie- rra més que en el seno de una tropa. De ahi que Ia realidad humana deba ser so- cial. Pero para que la tropa devenga una sociedad la sola multiplicidad de los de- se0S no basta; es necesario que los deseos de cada uno de Ios miembros HMeve, 0 pac da Mevar, hacia los deseos de los otros miembros Si la realidad humana es una realidad social, 1a sociedad no es hunvina sino en tanto conjunto de deseos desoin- dose mutuamente en tanto deseos” (49). Se ve entonces cémo el analisis del deseo —fundamental en Lacan— podria condur cirnos de la intersubjetividad a la intra- subjetividad, y nos sugiere la conexi4n entre el Edipo de los psicoanalistas y la prohibicién del incesto, que como iy ! probado abundantemente Lévi - Strauss, queda absolutamente universal. Si en Ia prohibicién del incesto es la hermana el objeto prohibido, y por Io mismo, vatori- zado por el grupo, es porque antes ha st- do valorizado por el amor de la madre, 0 del padre ode los otros. Por los demés, el deseo humano noes solamente deseo del de seo del otro, sino que se hace anunciar su ob- jeto de deseo por el deseo del otro o por ‘otros deseos. O para hablar como Lacan: el objeto del deseo es fundamentalmonte metonimico. “Uno se asegura de ell> le- yendo Bel aml, que describe una comia, y donde el lector no sabe més cuél us el ‘objeto real de que-se trata, si es la carne a ieee 1 4o — Alexandre Kojeve, Introduction a la lecture de Hegel, Paris, Gallimard, 1947. de una muchacha o Ia carne del cerdo que esta servida” (41). Solamente que si esa surrealidad que el anélisis no permite olvidar y que es intro ducida por el deseo (un enfermo de A. Le- vi-Valensi hablaba de ealidad” de la relacién analitica) —la aparicion de un objeto desplazado, como movido, en sobre- impresi6n, al que solo se puede llegar por el rodeo del deseo del otro, por procura~ cién y no por deseripeién— no deja en- trever el modo inmediato de formalizar el inconsciente, permite en cambio el ac- ceso a su estructura formal. Lacan insiste sobre los dos mecanismos des- cubiertos por Freud: la condensacién y el desplazamiento, puesto que eso que mues- tran no es sino el deseo a la obra en la elaboracién del suefio o del sintoma, pero también, que las formaciones del incons- ciente pueden ser tratadas como en lin- giiistica se lo hace con el estilo, El pleo- nasmo, la aposici6n, la elipsis, ete., es de- cir, las viejas figuras descriptas pot la retérica, pueden ser utilizadas para llegar a la conformacién interior de los fenéme- nos que Freud designaba con el nombre de desplazamiento. Y asi como el deseo es el lugar por excelencia de la metonimia — figura que sirve para designar el despla- zamiento de sentido que hace posible nom- brar una cosa con el nombre de otra que guarda con la primera una relacién de contigilidad—, el sintoma, lugar por exce- Iencia del mensaje (en la terminologia de Jacobson, la que emplea Lacan, y que co- rresponde a lo que Saussure llama “ha- bla" en oposicién a la “lengua”) no es si- no la metéfora del sentido de la perturba cién, o de la estructura entera de la per sonalidad mérbida. Los equivocos de nom- bres, los lapsus, el chiste, los juegos de palabras, revelan la fuerza combinatoria del inconsciente, de cuya estructura se po- dria decir, entonces —para avanzar hacia la comprensién de los verdaderos términos en que se plantea la cuestién de su status ontolégico— lo mismo queLévi-Strauss ha dicho de la estructura en etnologia: que “suri Gv — Lacan, Les formations de Vinconsciente, pie. 5 12 PASADO Y" w9 @6 el “nticleo” del objeto sino al cor. tratio, el relacional 61" (42) 0 bien, la potencia capaz de ge- nerar “objets”. Pero que existan puntos de comparacisn entre a ‘lengua’ y el ‘estilo’ y el incons: ciente, 0 que, el inconsciente esté estruc- turado como un lenguaje, no parece en to~ do caso lo esencial, como dice Jean Re- boul, para el punto de vista del aleance y del valor de la significacién filosética de Lacan— sino més bien la afirmacién que se desprende de toda Ia teoria, de que hav bria un formalismo dominando las con- ductas, realizdndose a escondidas y que obligaria al sujeto a la oscuridad y a la pasividad, Efectivamente, entre un Jen- guaje constituyente, con sus signos flo- tantes y substituibles e indiferentes en el limite (como lo deja ver el chiste), y un lenguaje constituido, del lado del. Ello, la materia “de las cadenas ya en funcio~ namiento y sometidas a la comulsién de repeticién, el sujeto no queda sino apre- sado a los significantes a los que lo lier na un trauma arcaico” (43). Un denso uni. verso de reglas de substitucién y de efec~ tos de desplazamiento de _ significantes unos por otros, la “cadena del significan- te", esto es, un ordenamiento simbilico, queda aqui definido como constituyente, y todos los problemas del orden de lo ge nético parecen suprimidos. Se adivinan los reproches que vendrfan tanto del lad> del positivismo I5qico como del materiatismo Rist6rico, Los partidarios del primero re- procharfan saltar a las cuestiones de “meatina” (y a los “efectos del sentido” producidos por los desplazamientos, las substituciones, los deslizamientos entre significantes). En cuanto a los segundos se negarian a aceptar esta imagen pest mista —profundamente freudiana, por otra parte— que nos mostrarfa al hombre victl- ma menos de su insercién on el grur », en a sociedad y en la historia, que de su in- “sistema latente e Go — Roger Bastide, Sens ct usages du terme structure dans les sciences humaines et 50 ciales, S. Gravenhage, Mouton y Co., 1962, vag. 15. 43 — Jean Rebotl, arts. cit., pag. 1062, PRESENTE sereién en si mismo, oscurecido por su propia historia individual, empantanado en su “prehistoria” y sujeto a sus “modelos”. Sin embargo y sin intentar discutir aqui un conjunto de cuestiones de fundamen- filoséfica, no se puede dejar de lado el que Lacan sitde el cierre de la adena del significante, como hemos dicho, en el sexo —Edipoy Phallus— lugar cuya estructura légiea interna no se distingue del lugar donde los antropélogos sitéan el pax saje de la naturaleza a Ja cultura (44); y es posible pensar, entonces, al menos de derecho, la conexién de los “modelos” del individuo con los “modelos” de la sociedad y con la historia, Efectivamente, esa com nexién se da ante todo como vehiculada por el habla y la lengua, y en Freud, y por las mismas razones que atiende a las palabras con que el suefio es relatado, el pasaje de lo simbolizado al simbolo se realiza menos por la semejanza objetiva que les subyace, que porque en el contexto geogratico, social y cultural de la lengua existen palabras, frases, 0 frases hechas, que ofrecen como ya coagulado el sentido de la semejanza, Los ejemplos abundan en Freud: asf, la mujer resuelve su cuestion de la carencia de pene por el deseo de te- ner un hijo, no porque la forma del cuer po del nifio se parezca al pene, sino por- que un nifio recién nacido es una “cosita”” y porque la palabra “cosita” sirve también para designar el 6rgano genital masculi- no. O bien, en un caso de esauizofrenta tomado por Freud de los historiales de Tausk, un médico de Viena, las palabras de la enferma son interpretadas en rela- cién al parecido material con otra palabra de Ja lenqua alemana, Este ejemplo es in teresante puesto que en cl momento mismo en que Freud esta sefialando la importan- cia que tiene en la comprensisn del sfn- toma las conductas no verbales —y esté hablando de “lenguaje de la vision", de “Ienguaje hipocondrfaco”, de “lenguaje de los érganos"— sostiene y asegura la in- terpretacion en la lengua. Asf, dice, reto- mando la explicacién del propio Tausk, eso que la enferma contaba, que estando tacion da — Ver Mesnard, on elt, gra. parte, Cap. VI. EL INCONSCIENTE EN LOS FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFIA 13 en una Iglesia habla sentido un impulso a “eolocarse, de otro modo, como si coloca- ta a alguien, como si la colocaran a ella”, no es més que un representante de la pa- labra fingir (en alemén, sich.stellen signi- ica colocarse y verstellen, fingir) (45). EI andlisis de los simbolos se ~ realiza para Freud con la ayuda de las asociacio- nes del enfermo, pero el avance de la in- terpretacién es posible porque las cade- nas pasan por el contexto de la lengua (la estructura, Ja lengua, el c6digo), y cuando se ve Hevado a postular un simbo- lismo universal (que a nuestro entender antes de rechazar seria preciso'rever, simbo- lo por simboloa la luz del estructuralismo y la fenomenologia) y después de comprobar jue la censura no es el Gnico mecanismo gue se halla en la produccién del material manifiesto, concluye, é1 mismo asomibrado, que el pasaje a la constitucién del simbo~ © ;puede realizarse también por fuera del contexto de la lengua. Queremos decir, que si Freud se puede asombrar por el descu- brimiento de que hay simbolos que reba- san el contexto nacional de la lengua, es porque esté seguro —y no ha dejado de tener raz6n— que la lengua es el pasaje sbligado para la constitucién de los sim- polos individuales —y es hecesario volver Ml texto mismo de Freud y atender al to- to sombrio con que comprueba un hecho menos que afirma dogméticamente su sugnificacién. ;Pero qué valor puede te- ter para un marxista este interés froudia~ n0 por el contexto de la lengua, por el eSdigo del grupo—estoes, porla estruc- tura —interés que se revitaliza en Lacan a la vez que cobra mayor conciencia de su aleance, puesto que recuerda que para refr de un chiste hay que pertenecer a la “parroquia”, es decir, que el mensaje no sé explica sino por el cédigo del grupo, incluso en el caso del neologismo esqui- zofrénico aparentemente mas caprichoso? Pero para contestar o para introducir aqui la triple problemética de la relaciSn entre estructuralismo, marxismo y psicoa~ nélisis, serfa preciso antes tener resuel- tos un conjunto de problemas metodolégi- 45 — Freud, Obras, vol. 1, pig, 1078. cos que atin no estén lo suficientemente explicitados, De cualquier manera, los mo- delos estructurales de los lingliistas y de Jos etndlogos no pueden ni deben ser con- fundidos con las infraestructuras y las superestructuras de los marxistas, sino mas bien, deben ser entendidos como el conjunto reglado de mediaciones concep- tuales que pueden permitir el pasaje de unas a otras. Efectivamente, si se quiere evitar la concepeién ingenua de la rela cién entre la “base material” y las super- estructuras que entiende que el pasaje es posible por una comparacién hecha térmi- no a término entre los elementos de la una y los de las otras, serfa necesario comprender —como dice Verén comentan- do a Lévi-Strauss— que las estructuras “no son otra cosa que los productos de la me diacisn conceptual entre la praxis mate- rial y las pautas de conducta” (46). Pero por lo mismo, hay, que retener entonces de Freud el sentimiento y el reconocimien- to de esas zonas de mediacion —de las que reconocfa una, sobre todo, la lengua —, de ese pasaje obligado por las estruc- turas o por él cédigo, en qué consiste el pasaje al sentido, o la conexién de senti- do, con la accién y la praxis social. El ca. mino que eva desde Ja alienacién a las psiconeurosis —cuya necesidad y posibi dad de describir en el psicoandlisis fialaba un marxista como Baran hace poco exige uh conjunto de mediaciones concep- tuales que las ciencias del hombre efecti- vamente comienzan hoy a entrever, pero que estan lejos de haber ya clarificado; y si existe la postbilidad de tornar inteligl- ble ese pasaje desde Ia alienacién (un uni- versal abstracto) al drama del hombre enfermo, si existe como lo quie~ re Baran la posibilidad de plantear el pro- blema de Io que llama las “cintas trans- misorts” (47), esos problemas y esas cintas mo pueden menos de pasar se- vivido 46 — E, Verdn, Orientaciones metodolégicas ae tuales (Seminario: Las ciencias sociales y el método cientifice). Publicacion mimeogra- fiada del Instituto de Sociologia, pag. 12. 47 —P. Baran, Marxismo y Psicoanilisis, Buenos Aires, J. Alvarez, 1964. 4 FASADO Y PRESENTE por ese lugar donde la accién humana se analiza a si misma, convierte en cultura los datos de la naturaleza y crea las con- diciones y los limites de su propia inte- ligibilidad, esto es, por las estructuras. Se ha dicho que el marxismo no tiene nada que temer del estructuralismo, puesto que el mismo marxismo es un “universo de modelos”. Habria que agregar que la cucs~ tién de la conexi6n entre psicoanilisis y marxismo tampoco tiene nada que temer de lag estructuras, y al revés, ya que en- cuentra en ellas el fermento para conver tirse en lo que verdaderamente es, un uni- verso de problemas. Pero esos problemas, y esta perspectiva, —que abren el campo de basqueda de la Psicologia Social y de la Psiquiatria So- cial— se ciernén sobre dos polos donde no cabe concesién alguna al irracionalis- mo: el inconsciente de los psicoanalistas, estructurado como una ret6rica, y el in- consciente de los lingitistas y de los et- nélogos estructuralistas (que nada tiene que ver, por supuesto, con el inconsciente de Jung). Un inconsciente individual y un inconsciente social, 0 un cédigo social: he ahi los dos modelos que constituyen un doble contexto metodolégico que tenderia a articularse y cierra y abre a la vez la cuestién del pasaje, de la relacién o de la conexién entre psicoandlisis y marxis- mo. Se diré todavia que es ocioso —practi- ca y clinicamente— permanecer en la des- cripeién de lo psiquico y su estructura si no se conectan inmediatamente las signi- ficaciones de las conductas puestas de re- lieve por el anélisis con el “sentido” de las conductas sociales consideradas como un todo. A lo que se debe contestar, ante todo, remitiendo la ctestiSn a los psicoa- nalistas, puesto que una misma interpre tacién puede soportar —aunque s6lo apa- rentemente, segtin entiendo— el manipu- leo en la direccién de un marco teérico catélico, marxista o existencial. Pero ha- bria que sefialar al mismo tiempo lo que contestaba Roman Jacobson en momentos que alcanzabaenRusiala mayor virulencia la polémica entre los partidarios del ana- lisis puramente formal en literatura y los partidarios de la explicacién por la in- fraestructura econémica: “La historia li- teraria esta intimamente ligada a las otras “series” historicas, Cada una de esas se- ries se caracteriza por sus -leyes estructurales propias. Por fuera de esas leyes es imposible es- tablecer las conexiones entre la “serie” literaria y los otros conjuntos de fenémenos culturales. Estudiar el sistema de los sistemas ignorando las leyes inter- nas de cada sistema individual, seria co- meter uh grave error metodolégico” (48). Pero 2cuanto vale esta ontologia sin co- gito, esta filosoffa del inconsciente y de las estructuras, que por momentos pare~ ce convertirse en un formalismo genera- lizado donde el hombre tiene menos con- textura que los simbolos y donde los mo delos pre-existen al individuo? ;Cémo es preciso entender la determinacién de la conducta que viene de la cadena del sig- nificante y cudl es el status ontolégico de esa cadena entendida como modelo? iCual es el destino, ideolsgico ¢ histérico, de la ontologia que patece desprenderse a la vez de la lingiifstica estructural, de la etnologia de Lévi-Strauss y del psicoa- nélisis lacaniano, ontologia que parece re- enviar a Heidegger —y no solo al primer Hiedeager— y donde él “objeto” rebasa los marcos de la fenomenologfa, puesto que ni el desplazamiento ni la condensay cién entre significantes, ni las decisiones fonoldgicas por las cuales Ja estructura de Ia Iengua opera en el sujeto parlante, pue- den referirse al campo actual de la expe- riencia vivida? Entendemos, de cualquier manera, que las estructuras, antes de pa- sar a constituir la infraestructura misma de las conductas, no existen en ningdn lado, y que si son formas no lo son en cambio al estilo critico trascendental: no son hormas vacias que se lenan ai con- tacto del contenido sensible para consti- tuir la experiencia, sino que al revés, “en carnan” © laten al nivel mismo de la ex- 48 —Citado por Nicolas Ruwet, en el Pretacio a su traduceién de Roman Jacobson, Essais de Linguistique génerale, Paris, Les Ed. de Minuit, 1963, pag. 8. EL INCONSCIENTE EN LOS FUNDAMENTOS DE LA EILOSOFIA Periencia. Pero cudl es el “c6digo”, o el sistema de transformaciones, o la moda- lidad de 1a intuicién totalizante, que per- mita el pasaje desde la observacién obje~ tiva de los cédigos colectivos, inconscien- tes, a los elementos de Jas vivencias sub- jetivas, o cual es Ja relacién entre los da- tos de la descripcién estructural y los datos de la descripcién fenomenolégica? Fenomenologia, estructuralismo, marxis- mo, psicoanalisis, convergen en Lacan y esto al nivel mas Inmanente de su obra y de su ensefianza. Hay que lamentar, sin embargo, y en un sentido, que Lacan per- manezca silenctoso y cauto en el plano de las manifestaciones ideolégicas expresas \(y uno se pregunta, si-ha ido o no més alla de Hegel, 0 mas aca), y no se atre~ va, por ejemplo, a levar adelante el alean- ce ideolégico de su descripcisn del sujeto como sujeto agresivo, y como Sartre, a conectarlo con la necesidad “material” y con la lucha de clases (49). Finalmente, y al revés, este lacanismo que prende ré- pidamente entre los psicoanalistas france- ses, no nos obliga de ninguna manera a \ 49 — Si bien, puede Megar a escribir, menos ti midamente, que “los delirios no tienen ne- cesidad de ninguna interpretacién para ex- presar por sus solos temas y a maravilla, esos complejos instintivos y sociales que el psicoandlisis tiene que poner tanto empefio para revelar en las neurosis, No es menos im- portante, por otra parte, que las reacciones criminales de estos enfermos se producen en. ‘un punto neurilgico de la actualidad social fe histérica” (Le problema du Style et la conception psychanalytique des formes pare- noiques de Vexperience; carezco de lax re ferencias bibliogrificas para situar y comple tar ean cite). Comunicacién lefda el 12 de marzo de 1964 en la Escuela Pichon Riviére de Usi- cologia Social (N, de la R.) 15 lun retorno a las tesis falsas de una psico. logia del psiquismo © a una filosofia es- piritualista de la intimidad, y Levi-Valen- si, demuestra haber lefdo mal a Lacan y se equivoca cuando asimila el mundo ex- terior —tal como é1 cree apareceria con- cebido por el psicoanélisis— al diario de Amiel. Un paisaje no es un estado de al- ma, sino una realidad objetiva, un campo real y virtual de potencialidades que se despliega ante nuestros ojos y “habla” a nuestro cuerpo, trascendente ala concien- cia y donde una intencionalidad se entre. laza a otras intencionalidades y a todas las otras, para constituir y fundar, por el mismo movimiento que se constituye y se funda a si misma, la densidad de ser del mundo y el ser de la subjeti- vided en la intersubjetividad o para hablar como el dltimo Merleau-Pon- ty, en la intercorporeidad. El hombre de reud no es un hombre interior, mi el amor, como Io entendia Frangois de Curel, una danza delante del espejo... A menos que el espejo nos devuclva, como en La- can, la imagen del cuerpo propio despeda- zada, como en trozos, para obligarnos por lo mismo a salir. de nosotros y buscar la unidad y la unién de las junturas en el cuerpo del otro. En fin, y mucho menos podia serlo para Freud, quien lo descri- bia envuelto en el equivoco, sujeto por el deseo a otros deseos, y por Ia convulsin de nuestras conciencias moralizantes, c: paz de levantar 1a dltima sospecha que podria pesar sobre las conductas sexuales que lamamos “perversiones' OSCAR MASOTTA La teoria de Prebisch y el desarrollo del capitalismo contempordneo En los Gltimos afios se han populariza- do mucho, sobre todo en los medios diti- gentes del “Tercer Mundo”, o sea en las burguesfas nacionales de los paises depen- dientes (1), los planteos del Dr. Radl Pre- bisch, que viene a oficiar de “Iider” del mundo subdesarrollado en las conferencias internacionales. Este hecho cobré gran relieve, sobre todo después de la Confe- rencia Mundial sobre Comercio y Desarro- Ilo, realizada en Ginebra, en 1964, que fue ra precisamente presidida por Prebisch. Sus exposiciones no se limitan simple- mente a formular una defensa de los pre- cios de las materias primas y productos alimenticios, frente a los productos indus- trializados, sino que intenta presentar to- da una estrategia que permita vislumbrar un camino hacia el desarrollo econémico en todo el mundo, basado en el manteni- miento del sistema de produccién capita. lista, 0 ‘como 61 dice, de la “iniciativa pri- vada”. Su planteamiento parte del reconoci- miento de las disparidades existentes en el nivel y en los ritmos de desarrollo den- tro de la economia mundial, de la enorme brecha existente entre el mundo “desarvo llado” y el subdesarrollado”. De lo que se trata, para este autor, es de Hegar a un mundo totalmente desarrollado, bajo re- laciones de produccién capitalistas. ‘ () Tanto aqui como en el resto del artfeulo, cewando digo burguesia nacional, me. refiero al conjunto de las. clases dominantes nati vas, y no a un presunto sector de ellas irre- jemente opuesto al imperialismo. Creo que la repercusién, sobre tede po- Mtica, del planteo de este economista, ha- ce conveniente la realizacién de una cri. tica de sus posiciones, que debe ser ava~ lada por un examen del desarrollo de la economia mundial, viendo cuales han sido realmente las caracteristicas de la expan- siSn mundial del capitalismo en la época del imperialismo, ubicando hist6ricamen- te las Tesis de Prebisch y las criticas a que fue sometido por otros economistas burgueses y efectuando su evaluacién. Quiero dejar bien claro, que con este trabajo intent6 solamente realizar una primera aproximacién al tema, que, por su importancia y complejidad, necesita de un andlisis mucho més profundo y exhaus. tivo. Pero antes de comenzar la descripcién y el andlisis del desarrollo de! imperialis- mo, creo que es conveniente efectuar una breve revisién del pensamiento de Marx y de los fundadores de la teorfa del im- perialismo acerca de la perspectiva de di- fusisn mundial de! sistema capitalista de produccién, “...Merced al rapido perfeccionamiento de los instrumentos de produccién y al constante progreso de los medios de co- municacion, la burguesfa arrastra a la co- rriente de la civilizacién a todas las na- ciones, hasta a las mas bérbaras. Los ba~ Jos precios de sus mercancias constituyen la artilleria pesada que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a LA TEORIA DE PREBISCH Y EL DESARROLLO DEL CAPIZALISMO i7 los bérbaros més fanéticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las na- ciones, sino quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producci6n, las cons- trifie a introducir la Hamada clvilizacién, es decir, a hacerse burguesas. En una pa- labre: se forja un mundo a su imagen y semejanza” (2). En este parrafo clésico del Manifiesto Comunista, se puede ver con bastante cla- ridad que para Marx y Engels, el capitay lismo ‘era un sistema de producciSn que se extenderia a todo el mundo, promovien- do la destruccién de todas las viejas for- mas de produccién y desarrollando las fuerzas productivas de manera arrollado- ra. “.,,Inglaterra tiene que cumplir en la India una doble misién: una destructora, la otra regeneradora; la aniquilacién de la vieja sociedad asiatica y la colocacién de los fundamentos materiales de la so- ciedad occidental en Asia” (5). En el pensamiento de Marx existia sin duda la idea de que el capitalismo se con- vertitia en la forma de produccién domi- nante en todo el globo. Esta claro, por otra Parte, que el considerar que se avecinaba répidamenite un proceso revolucionatio de contenido socialista en los paises avanza- dos de Occidente, implicaba considerar que el nudo central donde estallarian 1 contradicciones del capitalismo seria pre- cisamente allf donde éste, como modo de Produccién, estuviese ms desarrollado. Por otra parte, Marx consideraba tan vi- gorosa la posibilidad de expansi6n del ca- pitalismo en los pafses atrasados, que vela a esta expansién como un posible fre. no al desarrollo de la revolucién socialis~ ta europea. “...La misién particular de Ja sociedad burguesa es el establecimien- to de un mercado mundial, al menos en ‘esbozo, y de la producci6n basada en di- cho mercado mundial. Como el mundo es redondo, esto parece haber sido comple- (2) Cavin Mars, y Federico, Hose, Manifesto del Partido Comunista. ‘Obrat Es Cartage, t9s7- p. 17. (2) Carlos Marx, uturos resultados de la do minaci6n briténica en Ja India, Extraldo del libro. Sobre el sistema colonial del. capita- lismo. Ediciones Estudio, Buenos Aires, 1964, tado con la colonizacién de California y Australia y con la apertura de China y Ja- pon. Lo dificil para nosotros es esto: en el continente, la revolucién es inminente, ino estard destinadaaser aplastada en es- te pequefio rincén, teniendo en cuenta que en un tertitorio mucho mayor el movi- miento de la sociedad burguesa esta to. davia en ascenso?” (4). A fines del siglo pasado y comienzo del presente, los principales representantes del pensamiento marxista desarrollaron la teorfa del imperialismo, La Inea mas ri- ca fue la tendida por ios trabajos de Hil- ferding (El Capitalismo Financiero), Lenin (El Imperialismo, fase superior del capita- lismo) y Bujarin (Imperialismo y econo- mia mundial). Como creo que es bastan- te conocido el tema, omitiré referirme con detalles a la exposicién de los autores mencionados. Considero sin embargo im. portantisimo destacar que la idea presen- te en Marx, de considerar al capitalismo como sistema que lograrfa extender su modo de produccién (y no s6lo sus mer- cancias) en todos los rincones del globo, continuaba presente en ellos. La expor- tacién de capitales, caracteristica para Lenin de esta nueva etapa del capitalismo, “influye sobre el desarrollo del pais recep- tor ... no puede dejar de dar origen a una mds elevada e intensa evolucisn del capitalismo en el mundo” (5). Como muy agudamente Io sefiala Paolo Santi, para Lenin y Bujarin, “... el desa- rrollo desigual no consiste en el desarro- Mo més rapido de las economias més avan- zadas, sino, ... en el desarrollo mas ace- lerado de los paises de economia capita’ lista menos madura” (6). Hilferding, por su parte, sostenfa que el desarrollo de la exportacién de capitales, “... dilata el ambito de Ia capacidad de consumo de los nuevos mercados. El trans- Plante de nuevos métodos de produccién (4) Carta de Marx a Engels, del 8 de octubre iblicala_en Sobre el sistema co- smo, Pp. 345. . El Imperialism fase superior (Paolo maggio Santi, “Il dibattito sull imperialisme ‘del_marxismo”. Critica Marxista, eno 1965, P97. 18 PASADO Y PRESENTE y la adopci6n de nuevos sistemas de trans- porte de base capitalista, favorecen el ré- pido desarrollo econémico del pais al que se exporta el capital” (7). m Tener en cuenta estas opiniones acer- ca de la influencia del capital extrenjero en el desarrollo de las fuerzas productivas en los paises receptores de capital, es real- mente importante para, haciendo una eva- luaci6n critica de las mismas, reformular- las, @ la luz del desarrollo real del capi- talismo en el mundo. Como dice Santi en el articulo antes ci- tado, “... la época imperialista se carac- teriza precisamente por haber sefiaiado y sefialar el fracaso de aquel que debié ser uno de los objetivos histSricos del capita. lismo la difusién mundial de su mode de produccién” (8). Ahora bien, este fracaso, lo es en el sentido de no haber cumplido una misi6n histérica progresiva en los paises atrasa- dos, tal como parecia que podia cumplirla a mediados 0 fines del siglo pasado. No es ningtin fracaso, en cambio, desde el punto de vista de la estabilizacién de las economfas metropolitanas, de la influen- cia corruptora del colonialismo sobre la clase obrera de los paises imperialistas, de los enormes beneficios obtenidos por el capital en las areas dependientes (9). En realidad, el capital financiero, al en- trar en contacto con las economias atra~ sadas, desarroll6, caracteristicas parasita- rias, ya que se le present6 la oportuni- dad, precisamente, de extraer beneficios a través de la creaci$n de economias hibri- das, que no rompen del todo las formas precapitalistas de produccién, pese a que ) R Mitferding, UW capitale finanziario, Ed, Fe'= trinelli, 1961, "p 412. (8) Paolo Santi, op. (9) En 1963, el monto de inversiones direetas es tagounidienses en los paises subdesarrollades Fepresentaba el 30,6 por ciento del total de cit, p. 97. rior, y en ese mismo afio, el rédito prove: niente de esas. mismas inversiones fa. el 49, por ciento del total. (datos del Survey” of Current’ Bussiness, agosto 1964). resulta injertado un sector avanzado den- tro de la vieja estructura, sector ligado generalmente con la exportacién. No conozco ningtin anélisis que mues- tre rigurosamente el porqué de la expan. si6n capitalista dentro de los limites del desarrollo combinado. En general, se des- cribe un hecho empiricamente comproba- do, pero no se lo somete al andlisis criti- co. La Gnica “explicacién” que se suele en contrar es la que —con un contenido fi- nalista extremadamente dogmético— sos- tiene que el capitalismo esta sobrevivien. do “de prestado”, ya que esta en su con- junto sobremaduro para pasar al socialis mo, Que la revolucién en los paises avan- zados no se haya producido seria una con- secuencia derivada del retraso en la con- ciencia revolucionaria, de la debacle de la Il Internacional bajo el stalinismo, etc. Sin negar la importancia del factor con- clencia, creo que se han producido en el desarrollo del capitalismo nuevas formas y variantes que permitieron el afianza~ miento, por un largo periodo, del retraso revolucionario, Fundamentalmente, el de- sarrollo del capitalismo en los paises atra- sados, por sus caracteristicas peculiares, debe tenerse muy en cuenta para enten- der el momento por el que estamos atra- vesando. Este tipo de desarrollo, que combina elementos del capitalismo més avanzado con resabios precapitalistas hondamente arraigados, fue descripto por L. Trotski en su Historia de la Revolucion Rusa, y lizado con el nombre de desarrollo com- binado, para caracterizar el tipo de estruc- tura de la economia rusa prerrevolucio- naria. No obstante, continda, al igual que Marx ¥ que Lenin, viendo el nudo principal de las contradicciones del capitalismo en los paises mas avanzados. Sin embargo, al plantear que el conjunto de la economia mundial esté madura para el socialismo, en cierta medida deja implicito ese “fra- caso” del capitalismo de que hablébamos, fracaso en el sentido de impotencia para extender su modo de produccisn a todos los rincones del planeta. Esto significa que el capitalismo, pese a haber creado un mercado mundial y exten- LA TEORIA DE PREBISCH Y EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO 19 dido a todo el mundo el dominio del capi tal, no impuso las formas de produccién especificamente capitalistas, Hago esta aclaracién para evitar malentendidos -2- ménticos. Lo que esté claro, es que el imperi mo, a través de la promocién de un de- sarrollo dual, combinado, en los paises atrasados, no los liber6 del atraso secular sino que dio nuevas bases de sustentacién al mismo, al amparo de su integracién con las economias de las metrépolis a través del comercio mundial y de la exportacion de capitales. En lo que respecta a la faz descriptiva del desarrollo combinado (0 dual, como 10 Maman la mayoria de los economistas bur- gueses), hay coincidencia bastante amplia en casi todos los economistas contempo- réneos que se refieren al problema del sub- desarrollo, Celso Furtado, por ejemplo, resume el problema diciendo que “ ... la expansién del comercio internacional en el siglo XIX, —expansién causada por el de- sarrollo industrial de Europa— no deter- min6 una propagacién, en la misma esca- la, del sistema capitalista de produccion. EI avance de la frontera econSmica euro- Pea se tradujo, casi siempre, en la forma. cién de economfas hibridas, en las que un ndcleo capitalista pasaba a coexistir, pa- cificamente, con una estructura arcé (10). ~ Veamos ahora cudles fueron las carac- teristicas de las inversiones imperialistas en los paises atrasados, porque nos darn la clave del tipo de desarrollo que promo- vieron, El comercio, como veremos mas adelante, jug6 y juega un rol descapitali- zador. Las inversiones, desarrollan un efecto decisive en la orientacién de la economia de los paises receptores de ca- pital, Antes de seguir adelante, conviene de- Jar claro que en Ia época en que fueron es- critas las obras de Hilferding, Lenin y Bujarin sobre el imperialismo, el desarro- llo_de las fuerzas productivas de los pat ses atrasados que fueron objeto de fuer- tes inversiones fue considerabilisimo. (G0) Celso Furtado, Desarrollo. y Subdesarrollo, EUDEBA, Buenos 1964, p. 168. Bastenos recordar que en nuestro pais, entre 1887 y 1914, la red ferroviaria pasé de 6,700 km. a 33.500, la superficie sem. brada de granos y forrajes, que era de 340,000 Has, en 1875, llegé a 20 millones en 1915 (11). (La Argentina, en los afios previos a la Ir Guerra Mundial absorbia al rededor del 11% de las inversiones brit nicas en el exterior). Desarrollo similar tuvieron los otros paises que recibieron el mayor flujo de inversiones en esa época. Es importante destacar que el principal desarrollo se operé en aquellos paises que no tenfan estructuras econSmico-sociales precapitalistas fuertemente arraigadas, si- no que se dio fundamentalmente en Aus- tralia, Canadé, Argentina. Veamos algunos datos referentes a las inversiones briténicas en el exterior, a co- mienzos del presente siglo. “... En el trie- nio 1911-13, las 4.415.000.000 de libras es- terlinas invertidas por los capitalistas in- gleses estaban subdivididas asf: 50 9% en los dominios, 10,5 % en la India, 5,5 % en las restantes colonias, 6 % en Europa, 19 % en Estados Unidos, 22 % en Sudaméri- ca (la mitad de estas inversiones, en la Ar- gentina) y el 7 % en el resto de los paf- ses” “En el interior del Imperio, el mayor beneficiario fue Canada” (12). En Io que respecta a la composicién de la inversién, hay que sefialar la escasa im- portancia de aquellas orientadas a !a in- dustria. De las inversiones inglesas de 1915, el 41 % se destinaba a ferrocarriles, el 50 % a empréstitos gubernamentales, el 10 % a empresas mineras y el 5 % a servicios piblicos (15). En cuanto a las inversiones estadouni- denses, veremos cual es st orientacion en América Latina (tomo como ejemplo las inversiones briténicas a comienzos de s\ glo, por ser las més importantes, y con el mismo criterio utilizo ahora las norte. americanas). En 1959, la distribucién porcentual de las inversiones yanquis por sector de ac- (i) Aldo Ferrer, La Eeonomfa Argentina, Fon: do de Cultura Economics, 1963, p. 108 ¥ 6. (42) Paolo Santi, op. cit, p. 109. (13) Paolo Santi, op. cit. p. 110. 20 FASADO ¥ tividad econémica era Ja siguiente, para toda América Latina: Petréleo, 36 %; In- dustria, 17 %; mineria, 15 %; Servicios Pablicos, 15 %; Comercio, 8 %; Otros, 11 %. (14). Como se puede apreciar, mas de la mitad de las inversiones estan destina. das a Petréleo y Mineria, y, con toda se~ guridad, el grueso del rubro “Otros”, in- cluye plantaciones tropicales. La parte dedicada a actividades industriales se con~ centra casi con exclusividad en Brasil, México, Cuba, Argentina y Venezuela. De todo Io anterior surge que la expor- tacion de capitales no ha desterrado el atraso, sino que més bien tiende a yer petuarlo bajo nuevas formas, El caso de las inversiones en la indus- tria petrolera es caracteristico como ejem. plo de creacién de economfas duales. Una pequefia parte del pais receptor de capi- tales se ve influenciada por la industria petrolera (que absorbe muy poca mano de obra) y el resto contintia sumergido en el atraso, sin que se note mayormente la in- fluencia del sector “avanzado”. 5] capitalismo en su etapa actual, en lugar de destruir las viejas relaciones de propiedad trata de sacar de ellas la ma- yor ventaja. ¥ eso lo ha logrado superpo- niendo en los pafses atrasados un sector relativamente modernizado, que debe co- existir con el resto, sumido en el atraso. No siempre el sector adelantado ha que- dado limitado a la actividad exportadora. En algunos paises (y el nuestro es buen ejemplo de ello), se ha operado, a partir de la crisis econémica de la década del treinta, un proceso de crecimiento indus- trial ligado con el mercado interno, al que no ha sido ajena la participacién directa © indirecta del capital extranjero. Este crecimiento florecié al amparo de las li. mitaciones del comercio mundial, en un momento en que todos los paises capita- listas se retrafan. Consiste bésicamente en un desarrollo de las industrias de bie- nes de consumo durable, provocando una sustitucién de importaciones que altera mucho la estructura del comercio exte- rior en cuanto a la composicién de las im. PRESENTE portaciones que pasan a estar fundamen. talmente compuestas de productos inter medios y bienes ‘de produccién destinados a abastecer a la industria nacional. La es- trechez de los mercados nacionales (hablo en plural porque este fenémeno no es pe- cular de la Argentina), obliga a un eleva- do proteccionismo, ya que los costos son mucho més altos que los internacionales. Ja Argentina, el promedio de taritas aduaneras impone un porcentaje de re- cargos del 52,6 %. En el Mercado Coman Europeo, es del 7 % y en Estados Unidos del 5,2 %. (15). Este proteccionisme ele- vado, junto con el alto grado de menopo- lizacién existente, permite suculentes ga- nancias, de las que participa fuertenente el capital monopolista extranjero, Tanto éste como sus socios internos, las bur- guesias nacionales, pasan a obtener su- perbeneficios de esta situacién de atraso, condenando a la expansi6én de las fuerzas productivas a un ritmo lentisimo, que dis~ tancia cada vez més la productividad de los paises atrasados de la de los indus. trializados, Segtin una estimacién (16), la produccién industrial por obrero en el afio 1957 era 4,5 veces menor en la Argentina que en Estados Unidos, y en 1954 la relaw cién aumenté a 9. Pero todo lo dicho no significa que el imperialismo mantiene el atraso en su sentido absolute e ilimitado, ya que sue- le ocurrir que necesita que se expandan determinadas ramas de actividad monopo- lizadas total o parcialmente por los secto- res més parasitarios de las burguesias lo- cales. Entonces se producen enfrenta- mientos, el imperialismo adopta una fa- ceta “progresiva” y tecnificante que sue- le encontrar eco y apoyo en otros secto- res de las clases dominantes locales. Otra caracteristica importante del ca- pitalismo contemporéneo es la subsisten- (5) Consejo’ Federal de Inversion tacién General Econémica, Programa con Junto. para el desarrollo agropecuario e in- dustriak 27 informe, Bs. AB. mayo 1063, T. 3, PB. CXEIIT, (citado por Victor Testa eo ia revista Pichias, Ne, abril rosa, po 17- aor eta Inu, prt ineda"y,dntesateataacergetes Becca liietad Neale at binado. y Confede- ce) LA TEORIA DE PREBISCH Y EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO 21 cia de la importancia del intercambio de mercancias, sobre todo por el gran peso que tiene en cuanto a la explotacién que los paises imperialistas realizan sobre los atrasados. No exagerariamos si dijéramos que a través del comercio, los paises ca pitalistas avanzados extraen una impor- tantisima riqueza a los paises explotados. Més adelante veremos cifras en abundan- cia acerca de este problema, al analizar los planteos de Prebisch respecto del pro- blema del deterioro de los términos del intercambio, Por otta parte, la explotacién a través del comercio con los paises atrasados, uni- fica, pone de un mismo lado a todos los paises exportadores de productos indus- trializados, tengan 0 no inversiones reali- zadas en los paises dependientes. Hay que destacar, ademas, que el comercio exte- rior, asf como la exportacisn de capitales, son importantes elementos contrarrestan- tes de la tendencia hacia la disminucién de la tasa de beneficio en los centros im- perialistas, Como primera conclusién que surge de lo hasta ahora expuesto, se puede decir que el capitalismo ha desarrollado un mer- cado mundial, ha invadido el mundo ente- ro con sus mereancias, con su produccién en masa, con sus capitales, pero no ha He- vado el modo de produccién capitalista a su pleno desarrollo en las regiones atra. sadas del globo, no ha roto completamen- te sus estructuras atrasadas, sino que se ha apoyado en ellas y las ha reforzado. Ha logrado, en cambio, a través del desa- rrollo del capitalismo monopolista, del ar- mamentismo, del mayor peso del capita~ lismo, de la explotaci6n de los paises atrax sados, mantener una tasa de crecimiento relativamente estable, aumentar el nivel de vida de la clase obrera de los paises imperialistas (pese al aumento de su ex- plotacién relativa), y atenuar las conse- cuenclas adversas del ciclo econémico. Entre 1950 y 1961, el Producto Bruto por habitante de los paises pertenecientes a la Comunidad Econémica Europea, cre- ei6 a un ritmo anual promedio de 4,6 %: Japén, 8,5 %; Estados Unidos, 1,4 %. Te- niendo en cuenta que en ese mismo perfo- do el crecimiento de la URSS fue del 8,9 % anual, el de Checoeslovaquia, 6,4 %, vemos que la expansién de los paises ca- pitalistas avanzados continta siendo con- siderablemente importante comparade con la de los pises de relaciones socialistas de produccién, y mas importante aun si la‘¢om- paracién la efectuamos con los paises sub- desarrollados. En efecto, la tasa de crecimiento de América Latina para ese mismo periodo fue de un 2 % anual, y considerando so- lamente log aiios de 1960 a 1962, bajo al 1,5 % (17). “... Esta disparidad de los ritmos de crecimiento muestra come con- tindan amplidndose las diferencias relati- vas de ingreso con los paises industriali- zados y como se agrandan aun més las di- cias en los niveles de bienestar so- " (18). fe Entonces, ;no parece acaso que el nudo principal de las contradicciones del capi- talismo en su etapa actual reside, preci- samente, en la imposibilidad que tiene pa ra sacar del atraso secular a la mayor parte de la humanidad, en la impotencia de ese sistema en imponer su propio mo- do de produccién, y no sélo su mercado, en todo el planeta? Corroborando esto, tenemos el panora~ ma mundial, con el auge revolutionario en el mundo subdesarroliado, en los paises coloniales, y con la relativa estabiiidad imperante en los pafses imperialistas, en casi todos los cuales hay aristocracias obreras fuertemente desarrolladas. Creo que este panorama de los paises capitalis- tas avanzados no esta dado s6lo por las caracteristicas del desarrollo politico, por el papel de las direcciones obreras, que sin duda contribuyeron decisivamente en ese sentido, Considero que a través de lo expuesto se deduce que existe una base econémica sustentando estas tendencia Por supuesto que esta impotencia del ca. pitalismo para desarrollar Ja economfa de los paises atrasados, inquieta a los econo- Comisién Econés a América _Le- CP Goan ieaudio "Beonéelco de" América Lace ‘ma, 1963. Naciones Unidas. p. 9. (18) Comisién Econémiea para la América Lati- Ba op city Be Be 22 mistas burgueses, y ha dado auge a todas las modernas teorizaciones acerca del de- sarrollo econsmico, que tienen su apogeo @ partir de la segunda Guerra Mundial. Ademés, el desarrollo acelerado experi= mentado por paises que como la Union Soviética, China, etc, han instaurado relaciones socialistas de produccién, influ- ye decisivamente en la basqueda de for- mulas que permitan lograr un desarroll con capitalismo. Prebisch, y la CEPAL, se caracterizan Por haber difundido y difundir estas preo- cupaciones, Este dltimo organismo, en su informe de 1963 sintetiza esa formula de la siguiente manera: “...un desideratum de Ia politica econémica es encontrar el equilibrio entre una reforma social y eco- nomica y un adecuado estimulo a la in- versin privada...” (19). Veamos ahora, cuales son los planteos de Prebisch. Vv EI intento de lograr disminuir la brecha existente en los niveles de desarrollo de los “centros” respecto de los paises “pe. riféricos", obliga a observar la economia y las relaciones entre los paises desarro- Mados capitalistas y la periferia sutdesa- rrollada con un grado de objetividad y de realismo sin duda mucho mayor que cl que se encuentra en buena parte de los ecom nomistas de los paises imperialistas, tan aficionados a la apolonética. Esto se apre- ciaré con toda claridad al ver las criticas que le hacen a Prebisch sus colegas de los paises “centro”. En uno de sus trabajos fundamentales (20), Prebisch resume asi una de sus tesis basicas: La realidad esta destruyen- do en la América Latina aquel pretérito esquema de la divisién internacional det trabajo, que, después de haber adquirido gran vigor en el siglo, segufa prevalecien- do doctrinariamente hasta muy avanzado EI desarrollo econémico de Ia América Tatina v aleunos de sus. prin pales problemas”. Revista de Clenclas Eco- némicas, marzo-abril de 1oso, Buenos Aires, 1950. POF RASADO Y PRESENTE el presente” ... “Dos guerras en el curso de una generacién y una profunda crisis econémica entre ellas han demostrado sus posibilidades a los paises de la Anifrica Latina, ensehéndoles positivamente el ca- mine de la actividad industrial - “En los afios treinta, slo podia comprar se el 63 % de los productos finaies de la industria que se compraban en los afios sesenta del siglo pasado con la misma cantidad de productos primarios” (21). Las causas de semejante deterioro de las relaciones de intercambio, serian las “... Primero: los precios no siguientes: “... han bajado conforme al progreso tésnico, Pues mientras por un lado el costo tendia @ bajar, a causa del aumento de la pro- ductividad, subian, por otra parte, los in- gresos de los empresarios y de los facto- res productivos. Cuando el ascenso de los ingresos fue més intenso que el de la pro- ductividad, los precios subieron en vez de bajar”. “Segundo: Si el crecimiento de los ingresos, en los centros industriales y en la periferia, hubiese sido proporcional al aumento de sus respectivas productivida- des, la relacién de precios entre los pro- ductos primarios y los productos finales de la industria no hubiese sido diferente de la que habria existido si los precios hubiesen bajado estrictamente de acuerdo con la productividad”. Tercero: Como la relacién de precios no se mantuvo, “es obvio que los ingresos de los empresa- rios y factores han crecido, en los cen= tros, mas que el aumento de la producti- vidad, y en la periferia menos” ... “mien= tras los \centros han retenido integramen- te el fruto del progreso técnico de su in- austria, los pafses de la periferia les han traspasado una parte del fruto de su pro- plo progreso técnico” (22). Prebisch considera a esta parte del con- tinente americano como “periferia” de al- gan “centro”, que en una primera etapa era Gran Bretafia, pasando luego a ocu- par su lugar Estados Unidos, Hist6rica- mente, la periferia estaba destinada a abastecer de materias primas y productos (ad) Radi Prebisch, op. cit, p. 100 (22) R. Prebisch, op. cit. p. roa. LA TEORIA DE PREBISCH Y EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO 23 alimenticlos al centro, desarrollandose de esta manera una exonomia de exporta- cién, Una pequefia parte del pals se ocu- pa de la industria de exportacion y el res- to de la economia subsiste en moldes pre- capitalistas. Es frecuente que la industria de exportacién esté en manos de propie- tarios del “centro”, en cuyo caso funcio. na como enclave extranjero. Otra caracte- ristica de la periferia es el gran peso de la remisisn de beneficios al centro y la alta propensién a importar bienes de lujo. Las causas de la no retencién de los frutos del progreso técnico. por parte de la periferia, estaran dadas por: 1) la ma. yor elasticidad-ingreso de la demanda de importaciones de la periferia (bienes ma- nufacturados), con respecto de la clasti- cidad.ingreso de la demanda de importa- ciones proveniente del Centro (materias primas, alimentos), 0 sea una goneraliza. cién al plano internacional de la Ley de Engel. 2) La existencia de un mayor po- der de monopolio en el centro, sobre todo Por parte de los sindicatos, lo que provo- ca que los aumentos de productividad no redunden en menores precios sino en ma yor pago a los factores productivos, en mayores salarios. Por el contrario, en la Periferia, el aumento de la productividad trae a la larga disminuciones en el precio de exportacién, debido a que el exceden. te de mano de obra proveniente del sec~ tor no exportador tiende a deprimir los salarios. De todo lo expuesto, surge la politica Planteada por Prebisch en los afios si- guientes a la terminacién de Ia I+ Guerra Mundial, y fundamentalmente en su artf- culo citado anteriormente, con el que inauguré su conduccisn de la CEPAL. Es- ta politica, consiste, esencialmente, en la Promocién de la sustitucién de importa- clones a través de la industrializacién. De no Hevarse adelante esa sustitucién, que- daria muy limitada la posibilidad de cre- eimiento econémico de la periferia, como Puede deducirse muy facilmente, sobre todo teniendo en cuenta el argumento re- ferente a las diferentes elasticidades de importaciSn. Por supuesto que las nuevas industrias producirén a mayor costo que el resultante de: importar, pero Prebisch argumenta diciendo que lo fundamental a tener ex cuenta es el resultado sobre el crecimiento del ingreso, que promueve la Politica por él propuesta. Este desarrollo industrial, trae necesariamente consigo una politica proteccionista, pero ésta, uti- lizada por la periferia, no deprime al co- mercio mundial, tal como lo hace su adop- cién por los paises centro, sino que pro- voca un cambio en la demanda de impor taciones de Ia periferia, Como se podra apreciar, el planteo coin- cide bastante con 10 realmente sucedido en aquellos paises atrasados que atrave- saron, como la Argentina, a partir de la crisis del treinta y de la guerra un proce. so de crecimiento industrial. Hay algo en el planteo de Prebisch de aquella época que creo conveniente desta- car. Las exportaciones de América Latina, en su esquema, continuarén estando com- Puestas por productos primarios, orien. tandose la industrializacién a la satisfac. cién de las necesidades del mercado in- terno. Por otra parte, si bien hacia alguna leve referencia a la importancia de efec- tuar reformas sociales, a limitar los con- sumos suntuarios, etc., esta faceta de sus Planteos, el reformismo social, recién se desplegaré con toda su magnitud en sus ltimos trabajos, como veremos mis ade- ante. Su proposicién acerca de la sustitucién de importaciones, est4 directamente rela~ nada con Ia situacién de la economia mundia! de los afios de la guerra y los in- mediatamente anteriores a ésta. “...En 1940, al comenzar la segunda Guerra Mundial, casi ningtin pats industrial habia salido plenamente del marasmo econSmico de Ios afios treinta, En 1958 el quantum mundial de la exportacién de manutactu- ras era todavia casi un 19 % inferior al de 1929 y, por cierto, apenas igual al de 1915" (23). EI planteo industrializador de Prebisch coincide con el de muchos ottos economis- tas burgueses, en lo que se refiere a las caracteristicas de las industrias a desa- rrollar. Su posicién es la de producir fun- Ga) Yiewor Urquidi, Viabi = Antics Latina, Fondo 24 damentalmente bienes de consumo, que absorben comparativamente inversiones de baja intensidad de capital (0 sea, de baja composicién organica), para de esa mane- ra aprovechar la “baratura del factor tra. bajo", 0 dicho menos elegantemente, ex- plotar mejor la posibilidad de pagar sala~ rios bajos. Consejos similares brindan Rosenstein-Rodan, Nurkse y otros econo- mistas. Pero con respecto a los aleances y am- biclones de sus proposiciones, se produce una transformacién importante si vemos sus iiltimas obras (24). Ahora claramente las limitaciones del crecimien~ to industrial orientado hacia el mercado interno, que trajo como consecuencia una dependencia mucho mayor de las impor- taciones, consistentes no s6lo de bienes de capital sino también de productos in- termedios. Toda restriccion de las impor- taciones a consecuencia del estancamiento de Ja produccisn exportable y del deterio- ro en los términos del intercambio, se ve reflejada en una retraccién de la produc. cién industrial. Este panorama es amplia- mente contemplado por Prebisch y por la CEPAL en estos ditimos afios, tanto en las formulaciones acerca de la necesidad del mercado comin latinoamericano como en el més ambicioso planteo tendiente a lograr una nueva divisién internacional del trabajo, concebida en términos distin. tos de la que fuera rota después de la crisis de la década del treinta, “... Se vienen desenvolviendo en estos ltimos (los centros industrializados), factores favorables a una politica més liberal de importactones, En efecto, es manifiesta la tendencia hacla la escasez progresiva de mano de obra, sobre todo en aquellos paf- ses que han tenido un fuerte ritmo de de- sarrollo econémico. Este hecho podrfa Ile- var naturalmente a que crecieran con ma- yor intensidad aquellas industrias de gran densidad de capital ¢ insumo relativamen- te escaso de mano de obra, con un creci- miento més pausado de aquellas cuyos productos requieren una cantidad relati- vamente elevada de mano de obra con una reconoce dinimica aa) Ver fandamentalmente Hacia una Ga Fondo de del. desarrollo. Latinoamericano, Cultura Beonémica, México, 1964 PASADO ¥ PRESENTE menor intensidad relativa de capital, De suceder asi, los grandes centros ten- Arian que importar estos productos para satisfacer parte de su creciente demanda, Y¥ los paises en desarrollo encontrarian un campo promisorio de exportaciones pro- venientes de ese tipo de industrias que por ser absorbentes de mano de obra, les interesa sobremanera desenvolver” (25). En pocas palabras, se trataria de una di- visién del trabajo en un mundo totalmen- te industrializado. Es asi que aparece im. plicitamente la idea mistificada segin la cual la dependencia, el atraso econémico, en suma, el subdesarrollo seria _simple~ mente un “subproducto” proveniente de la condicisn de exportadores de materias primas que caracteriza a los paises lati- noamericanos, En la medida en que estos se industrialicen, Megando con sus pro- ductos elaborados al mercado mundial, la situacién podria cambiar. Prebisch plantea, como cuestion basica para promover el proceso de desarrollo, una intensificacion de la acumulacién de capital que se realiza en nuestros patses, y considera posible resolver lo esencial de este problema mediante una disminucién del consumo de las clases dominantes. Textualmente, lo expresa de la siguiente manera: En consecuencia, es ineludi- ble comprimir deliberadamente por el Estado el consumo de los estratos supe riores de la colectividad mientras no fue necesario hacerlo en la evolucién capit lista (de los paises avanzados) merced al ahorro espontaneo y caso automético que se registr5 en esos estratos” (26). Aqui se aprecia otro de los rasgos fun- damentales del pensamiento de nuestro autor en esta etapa de su obra: el refor- mismo social. También se declara decidi~ do partidario de 1a planificacion eccnomi- ca, dejando bien en claro que esta es posi- ble sin dejar de lado el régimen de pro- piedad capitalista. Esta presente, como idea clave que orienta su planteo, la nece- jad de introducir cambios para que el sistema se mantenga: “... Estos son y Gs) R, Prebiech, Hacla una dindmica ..", p. 87 8 (26) R. Prebisch, Hacia uma dinimica ” p. 13. LA TEORIA DE PREBISCH Y EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO serén afios decisivos y se requiere pers- Pectiva hist6rica para encarnarlos. Si por el riesgo de desalentar momentaneamen- te la inversién privada se postergasen las reformas o se las privase de sustancia, no por ello se crearia una atmésfera favora- ble a la inversion privada extranjera. Por el contrario, se pondria en zozobra la exis- tencia misma de la iniciativa privada; que no el empefio de darle plena validez diné- mic “No nos engafiemos. Este asunto no va a resolverse en un plano doctrinario, sino ‘eminentemente politico. El signo politico bajo el cual se cumpla el desarrollo la- tinoamericano no es s6lo cuestién de pre~ ferencias intelectuales, sino que en gran parte dependera del curso mismo de los hechos en estos afios proximos” (27). Indudablemente, Prebisch acentta el papel descapitalizador de los _términos del intercambio desfavorables, porque en esta cuestion es en la que chocan mas frontalmente los intereses de las burgue- sias nacionales con los del imperialismo. Veamos ahora sus opiniones respecto del capital extranjero.y su papel en Latino- américa. En cuanto al rol jugado por los capita- les extranjeros, considera la necesidad de tener en cuenta la existencia de dos tiv pos de inversion extranjera. “A la estruc- tura social legada por los tiempos de de- sarrollo hacia afuera se asociaba aquel ti- po caracteristico de inversién extranje~ ra destinada en gran parte a servir en ‘una u otra forma los intereses de los gran- des centros. Eran una prolongacisn de ellos y contindan esencialmente como en- tonces, explotando de preferencia los re- cursos’ mineros, las actividades exporta~ dotas y conexas y las concesiones de ser- vieios publics” (28). Como perspectiva, sostiene que la empresa extranjera “tie- ne que ser un ndcleo de irradiacién tec- nolégica, como ya lo es en algunos casos” (29). Hace realmente muy loables expre~ siones de deseos, instando a que el capi- (Gn) _R Prebisch, Hacia una dingmica “ p, 22. (28) R. Prebisch, Hacia una dinimica ” p. 65. (ax) BR. Prebiach, Hacid una dinfmiea ” 0. 65. 25 tal extranjero promueva el desarrollo, aso- ciado con el ca pital nacional, todos bajo el ala tutelar del Estado. Recordemos la composicién de las inversiones norteame- ricanas en América Latina y veremos has- ta qué punto esta clasificacién de Pre- bisch es bastante poco real, salvo que con- siderésemos las inversiones industriales dentro de su segunda categoria, Io que evi- dentemente no se ajusta a la realidad. v A continuacién voy a resefiar brevemen- te cuales han sido las principales, criti cas que los economistas burgueses de los paises “centro” hicieron a Prebisch, para pasar después, finalmente, a realizar una evaluacién critica de los planteos de Pre- bisch y de las perspectivas para el desa- rrollo econsmico de los paises atrasados. El punto principal donde confluyen los ataques es su proposicién acerca del de~ terioro de los términos del intercambio (que, por otra parte, es Io mas rico de to- do su planteamiento). Esta claro que en este problema reside una aguda contradic- cién entre las burguesfas nacionales de los paises atrasados, que se ven paulati- namente descapitalizadas y los monopolios imperialistas que obtienen cuantiosos be~ neficios por esta via. No es extrafio en- tonces que aqu{ confluyan las criticas. Para tener una idea de la magnitud del problema, basta observar que la Argenti- na, segiin estimaciones de CEPAL, por efecto del deterioro de los términos del intercambio perdi6, entre 1925-1929 y 1955 - 1957 una suma de 27.015 millones de d6- ares (a precios de 1950). Si entre 1953 y 1957 hubieran persistido las relaciones de intercambio de 1925.1929, el poder de compra anual de las exportaciones argen- tinas hubiera sido de 1535 millones de d6- lares y no de 944, como fue en realidad 0). Para el conjunto de los pafses latino- americanos, el poder de compra de las ex- Go) Roberto I, Duret, “La relacién de intercam- bio 'y el desarrollo econSmico”. EI Trimes- tre Econémico, NV 101, México, p 30. 26 PASADO Y PRESENTE portaciones crecié a un ritmo medio anual del 14 % entre 1955 y 1960. En el mismo lapso, el volumen fisico de las mismas ex- periment6 un incremento anual de 4,7 % en promedio (51). La critica mas interesante que conoz~ co a la validez de las apreciaciones acer- ca de la tendencia al deterioro en los tér- minos del intercambio es la realizada por el conocido economista Gottfried Haber- ler. Su objecién reside fundamentalmente en la no comparabilidad de los indices de precios a través del tiempo, a causa de las variaciones experimentadas en la cali- dad de los productos industriales. Esto significa, que si hace veinte afios, para im- portar un tractor hacia falta exportar diez toneladas de trigo, (las cifras son pura- mente arbitrarias), y ahora hay que ex- portar quince para obtener también un tractor, no se puede hablar de la existen- cia de un deterioro del cincuenta por cien- to, ya que un tractor de hace veinte afios, aun siendo de la misma cantidad de HP que uno de ahora, era de calidad inferior, de menor potencialidad productiva. En cambio, los productos primarios préctica- mente no han experimentado cambios en cl tiempo, “... son primordialmente los productos industriales los que mejoran en calidad, mientras que los productos pri- marios se conservan cualitativamente mas ‘© menos igual” (52). Evidentemente, la argumentacién de Ha~ berler es bastante fuerte. Creo que desde el punto de vista de las teorias subjetivas del valor, resulta una critica irrefutable, que pone en tela de juicio, no s6lo a las tesis de Prebisch, sino también a cual quicr intento de manejar indices a través del tiempo, efectuando _comparaciones. Pero contemplando la cuestién desde el punto de vista de la teorfa marxista del valor, la cosa cambia fundamentalmente. Hay que considerar la comparaci6n entre cantidades de trabajo socialmente nece- sario invertido en un perfodo y en el otro. Entonces queda clara la no-equivalencia (32) G. Haberler, Internacional Trade and Eco- nomic “Development. National Bank of Egypt, El Cairo, 1959, p. at. del intercambio. En el argumento de Pre- bisch, lo que surge es que los aumentos de productividad (en el centro) no redun- dan en disminuciones de precios, 0 sea que los precios sufren una distorsisn ha- cia arriba respecto del precio que hubie- ra privado de no existir ese aumento de los ingresos en el pais avanzado, posible gracias a su estructura monopolista. Por otra parte, en la periferia, aunque predo- mine un grado de monopolizacién similar al del “centro”, siempre existe la tenden cia a mantener bajos los selarios, por la enorme oferta de fuerza de trabajo que brinda el sector atrasado de la economia. Esto permite a las empresas que cperan en la periferia mantener sus niveles ae beneficio muy altos, aun teniendo que dis- minuir los precios con los aumentos de productividad. ‘ VI El andlisis de Prebisch acerca del dete- rioro de los términos del intercambio es una demostracién analitica de un hecho empiricamente comprobado, que trinda una herramienta de gran utilidad para in- vestigar como se realiza la explotacién imperialista del comercio. No en vano es esta parte de su obra que ha recibido las criticas de los economistas burgueses ted- ricos, en un intento de cerrar una venta- na que permite vislumbrar algo distinto a la mera apologética. Nuestro autor conoce _perfectamente cual es el estado actual de cosas, hasta qué medida el estancamiento es, digamos- lo ast “de responsabilidad exclusiva” de los inversores extranjeros, de las clases dominantes nativas, de los monopolios co- mercializadores. Pero pretende lograr el ‘cambio apelando precisamente a esas mis- mas clases, a esos mismos inversores, a esos mismos monopolios. Describe con exactitud aspectos de la realidad cuando analiza la relaciSn estre- cha entre los inversores extranjeros y la estructura social dominante. Dice expresa- mente que la compatibilidad de las empre~ sas extranjeras con la estructura social dominante “adquiere mayor solidez y en- LA TEORIA DE PREBISCH Y EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO 27 jundia con el andar del tiempo, pues los grupos dirigentes —sustentandose sobre el privilegio de la tenencia del suelo —dis- frutan de su constante valorizacin por el incremento demogratico y el desarrollo hacia afuera promovido por aquellas. Par- ticipan a la vez, aunque en forma tangen- cial en las actividades de tales empresas, sirviéndoles principalmente en sus rela- ciones con los poderes pablicos. ¥ logran asi aquella tipica holgura de vida, favora- ble el disfrute de la cultura europea —el desarrollo cultural en el subdesarrollo— y a su intervencién en las luchas politicas, limitadas con frecuencia a los mismos grupos dirigentes, con la periédica 0 even- tual apelacién a las masas populares pax ra dirimir sus divergencias internas” (35). ‘Realmente, ésta es una excelente des- cripcién de las relaciones entre monopo- ios extranjeros y oligarquias _ nativas. Prebisch conoce todo esto muy bien, Algo debe recordar de su trabajo con los go- biernos conservadores de “los afios trein- ta”, 0 de su informe al gobierno de la “Revolucion Libertadora". Pero si conoce todo esto tan bien, ycSmo es posible que piense en comprimir los consumos de las clases dominantes para acelerar la acumulacién de capacidad? zQuién va a promover esa “intervencién impersonal del Estado que gufe, ampare y estimule, pero que no perturbe ni frene arbitrariamente la conducta de los indivi- duos en la vida econémica?” (54). Resul- ta clarisimo que ese Estado impersonal y superracional y protector de la iniciativa privada no existe ni puede existir. Pre- isch quisiera, como el Gatopardo de Lam- pedusa, que algo cambie, para que todo quede igual. Pero esos cambios que plan tea contradicen los intereses de clase, tanto de las burguesfas nativas como del imperialismo, y por lo tanto, carecen de base social de sustentacién que pueda darles fuerza y contenido concreto, no s6- lo declamatorio. Si sus planteos son a ve- ces tomados como bandera por las burgue- sfas naclonales, lo son s6lo en cuanto re- (a)_R Prebisch, Hacia una dinémica (94) -R. Prebisch, Hacia una dinémica ” p65. ” pro. presentan una defensa de los precios de exportacion de los productos primarios, cuestion clave de enfrentamiento entre aquellas y el imperialismo. Pero en lo ati- nente a las reformas... basta ver lo que le sucede a la tan trafda y Wevada Alianza para el Progreso. Posiblemente en el pensamiento del ex- secretario de la CEPAL esté la idea de conseguir establecer con plenitud las re~ laciones capitalistas de produccién, forta- leciendo a las burguesfas nacionales y 1o- grando para ello el apoyo del capital ex- tranjero. “... Necesitamos del extranjero para que nos ayude a desenvolver nuestra propia aptitud, para hacerlo incorporando toda la masa de 1a poblacién al desarrollo. Asi pues, la empresa extranjera tiene que ser un niicleo de irradiacién tecnologica, como lo es ya en algunos casos” (35) ‘Al mismo tiempo, propugna la destruc” cién de los privilegios provenientes de la posesion de la tierra; “abrir paso al desa- rrollo econsmico y afianzar la democracia: destruir el privilegio de la tierra” (56). Estas formulaciones son totalmente irrealizables, absolutamente ut6picas, por carecer de base social de sustentacién. El gran entrelazamiento de la propiedad in- dustrial con la agraria, los grandes benefi- cios que la propia burguesfa industrial ex- trae del atraso, el temor a la explosion de las masas, hacen que nadie pueda realizar un programa de reformas capitalistas co~ mo el que levanta Prebisch. Su mensaje tiene un destinatario, la burguesia nacio- nal, pero a ésta no le interesan tales tipos de cambios. Ni siquicra acepta el menor intento de arriesgar sus cOmodas y prote~ gidas y mezquinas posiciones dentro de las fronteras nacionales. El estancamiento del Mercado Comdn Latinoamericano lo atestigua. Para ella més valen pequefios mercados bien protegidos que correr cual- quier riesgo en innecesarias competicio- nes internacionales. Con lo ya dicho, se ve claramente que no creo en la nueva divisién internacional del trabajo preconizada por Prebisch (dentro ich, Hacia una dinfmica " p. 58 Gs) RK Prebis 28 PASADO ¥ PRESENTE de los marcos del capitalismo). No s6lo por la impotencia de las burguesias de los pafses atrasados, sino también por la ne gativa indudable de los monopolios impe- rialistas, que se evidencid claramente en el resultado de la Conferencia sobre Co- mercio y Desarrollo, realizada en Ginebra en 1964, En los patses imperialistas no hay tal escasez de mano de obra. Se cuidan muy bien de mantener siempre un consi- derable ejéreito de desocupados, que atn- que tenga seguros sociales, no deja de serlo. Para rematar la cosa, nuestro autor dice que “las soluciones de fondo en estos asuntos dependen de los grandes paises industriales y de la liberalidad de su po- litica comercial” (37). En esta frase se ve claramente que todo su planteo queda confinado al reino de la utopia, de lo rrealizable, de la confianza. vir Del desarrollo real del capitalismo mo- derno surge que las 4reas atrasadas no pueden salir de su estancamiento mien- tras estén sometidos a la explotacién del capital financiero internacional. Si, como se vié al comienzo de este trabajo, el nu- do de las contradicciones del capitalismo en su etapa actual esta en su incapacidad para sacar del atraso al mundo subdesa~ rrollado, es evidente que el camino de de- sarrollo pasa por rumbos no-capitalistas. Unicamente el establecimiento de relacio- nes de produccién basadas en la propiedad social de los medios de produccién pudo sacar a Rusia y a China de su atraso. Uni camente el proletariado consiguié demoler (valga la metéfora) la muralla china que G7) R. Prebisch, Hacia una dinfmica ” p. 8 Marx pensaba que caerfa ante Mrs mer- cancias burguesas. Pero precisamente la existencia de un importante grupo de pafses con relaciones socialistas de produccién, parece permitir cierto margen al desarrollo capitalista de ciertos paises del “Tercer Mundo”, como es el caso de la India, cuya burguesfa ha- ce equilibrio entre los dos bloques y con quista indudables beneficios. econSmicos. Sin embargo, la tendencia general no es esa, y menos aun en el caso de América Latina, que por razones no sdlo ecorumi- cas sino también politicas y estratevicas esté bajo un control mucho més rigide por parte de los Estados Unidos. Parad6jicamente, ya que no podemos ha- blar de socialismo como sistema mundial hasta que la revolucién gane a los paises econémicamente més avanzados, el mundo se acerca al socialismo a través de la eclo- sién revolucionaria de los pafses de capi- talismo menos desarrollado, La base ma- terial del auge de la revolucién coloniel es la incapacidad del capitalismo de extender universalmente su modo de produccién, de extirpar el atraso. Esta caracteristica del imperialismo de promover el desarrollo combinado, manteniendo el atraso, debe ser profundamente estudiada. Hasta aho- ra, y este articulo no constituye una ex- cepcién, no se ha hecho més que descri- birla. Acometer esa tarea, seré contribuir a una més vasta comprensién de la etapa contemporénea del desarrollo del capita~ lismo, y constituir4, sin duda, una herra- mienta valiosa en la lucha de clases. Si este trabajo ayuda a poner atencién sobre este punto, habré cumplido con su come- tido. GUILLERMO CARLES i Buenos Aires, octubre de 1965~ “.,..busco junto con vosotros”, SOCRATES Plat6n, Gorgias Alguna critica se habla complacido en buscar las influencias que se reconocen en la obra de Julio Cortézar. Se habia repeti- do que tiene mucho de Borges. Y es cier- to; él mismo lo acepta: “Si se trata de las invenciones y las intenciones de Borges, ando, desde hace mucho, lejos de él; en cambio, si se trata de su mundo formal, de su btisqueda implacable de un rigor ex- Ppresivo que favorezca la verdadera liber- tad creadora en vez de ahogarla en male~ zas de retorica sudamericana, entonces sf, entonces creo que ese mundo ha influldo radicalmente en mi obra” (1). Pero desde Ja aparicion de Rayuela (y algo tiene que ver lo que sigue con el éxito creciente de la obra desde aquel dia de hace dos ajfios), la busqueda de influencias parece haber cubierto la mayor preocupacién de buena parte de los criticos. O el libro no ofrece nada nuevo y entonces lo Gnico que deja traslucir es la influencia de otros autores; © el método de buscar influencias sirve pa- ra “olvidar” méritos propios de la obra (manera implicita de negarlos); 0 se elude una aproximacién en profundidad, por 10 cual s5lo se tantea la periferia, sin inter sar la obra ni superficialmente; 0, en fin, en el peor (aunque mejor para la buena conciencia del eritico) ‘de los casos, no se comprendieron aquellos significados origi nales que la hacen valorable por encima de Reportaie_a Julio Cortézar", Cérdoba. “ weer cm Teal, juicio a la literatura las influencias. Estas —no cabe duda— existen; y al afirmarlo no decimos nada de nuevo ni de malo. Observaba Valery; “Na- da mas original, nada més propio que ali- mentarse de los otros. Pero es necesario digerirlos. El leén esté hecho de cordero asimilado”. Cortézar es Alfred Jarry y James Joy- ce: el primero en su notable ensefianza de que el “verdadero estudio de la realidad no residfa en las leyes sino en las excepciones a esas leyes” (2), y el segundo en su ex: presién de la vida cotidiana: infinidad de cosas que nos acontecen (atin las que ni sabemos que existen) en cada momento de nuestra existencia. También es Leopoldo Marechal y Roberto Arlt: ambos en sus bisquedas desesperadas y magicamente es- peranzadas. El sentido trascendente de to- no mistico de Marechal y la bdsqueda tras- cendentalmente humana del autor de Los siete locos. Cortézar es el le6n de Valery. Semejante a otros, pero radicalmente dis- tinto a todos. Rayuela, a su. voz, es una sintesis de la obra literaria de Cortézar que culmina aqui en algo nuevo en 61 y en el género novelis~ tico. Esta afirmacién contiene la caracte- ristica més importante de la obra, pero, por otra parte, sefiala el mayor inconveniente Para un anélisis critico de la misma: se vuelve imposible utilizar cualquier médulo anterior: la literatura es puesta en tela de juicio a través de una obra literaria. Si se rastrea la produccién cortaziana desde Los Reyes hasta Los Premios (inclu- 30 yendo el notable intermedio de Historia de Cronopios y de Famas) (5), se pueden es- tablecer dos hechos fundamentales: 1°) Rayuela es un salto espectacular a partir de una altura a donde se ha llegado por un ca mino constituido de desiguales pendientes pero cuya direcein intencional prefigura, contiene, la magnitud de ese salto. En otras palabras: la obra de Cortdzar —desi- gual en su aleance— contiene toda la po- tencia que es puesta en juego en el momen- to que el autor se lanza al mundo de Ra- yuela, De alguna manera el rumbo, el sen- tido de ese salto, esté basado en las coor- denadas fijadas por su obra anterior. Ra- yuela asimila, discute, reordena, crea nue- yuela discute, reordona, crea nue~ propio Cortazar y al hacerlo, el autor cues tiona a los otros “autores” de Rayuele que son sus lectores. Especie de pedido de cuentas dirigido agresivamente al lector para descubrirlo. "Yo tampoco te odio — ice Oliveira— pero te denuncio, y eso es Jo que vos lamas acorralar”. 2*) Rayuela, al escapar de los esquemas habituales, se transforma, por pura presencia, en alegato antiliterario que, parad6jicamente, utiliza la literatura (violenténdola) para negarla y rescatarla a la vez. mila, El camino hacia Rayuela Rayuela desanda el camino que llev6 has- ta ella a Cortézar. Mejor dicho lo rehace modificando el ordenamiento de las etapas cumplidas y mostrando otro sentido que, sin embargo, poseian virtualmente. Sus cuentos han negado insistentemente la apariencia con que se ofrecen las cosas, la falacia que encierran los actos de todos los dias. Su método ha consistido en mostrar minuciosamente la realidad de todos los 3— Ademis de numerosos artfeulos, _poemas_y Guentos aparecidos en diversas fevistas y de tun notable prélogo a los cuentos de Edgard A. Poe, ta obra de Cortizar te encuentra, reunida ‘en Ios siguientes libros: Los Reyes. (Goema dramitico. Ds. A Bestinno. BE"Budamecicana, Bo, As ar mas secretas, Sudamericana, Bs. Los 1960; Hi Minotauro, Be, As. 1963 Sudamericana, Bs. As, 1964 a ete al AE fx edicién’linitade’ en 1950); Sudamericana, 196; oe PASADO Y PRESENTE dias, con la que el lector se siente familia. tizado, y donde ocurren las cosas extraor- inaria: medio de vulnerar la confianza en esa realidad. “Cortézar esclaviza su arte a Jo habitual justamente para hacernos vivir nuestra esclavitud”, anota Ezequiel de Ola- so (4). Lo fantastico aparece tan “natural mente" como Io cotidiano y los limites se desdibujan; se borra la seguridad en la frontera que separa uno y otro territorio. El orden aceptado por la costumbre expo- ne su fragilidad insanable. Un orden, efec- tivamente, mas que las cosas, es el afecta- do al mostrar su precariedad. Esto, que culminaraé en Rayuela, se acompaiia con la Permanente inquietud por superar la dico- toma, por llegar a un nuevo orden que re- suelva el caos incluyéndolo, destrozand> fronteras. También culminaré en Rayuela la apetencia de armonfa, que sera acto on algunos personajes y tn razonar infinito en otros. EI Horacio Oliveira y la Maga de Rayuela han tenido numerosos nombres hasta llegar al de ellos (los nombres que se habia dado el propio Cortazar desde que encubria el suyo con el seudénimo Julio Denis en sus primeros poemas): Oliveira ha sido Marcelo Hardoy de Las puertas del cielo y Persio~ Medrano (;Morelli—Horacio?) en Los Pre- mios. En el primero la Maga fue Celin en el segundo, Paula. Maga-Horacio-Johnny Carter, en El perseguidor. Siempre esa pa~ ‘sin obsesiva por recorrer todos los caminos a la vez; pensar, que se rebela contra los mecanismos mentales normalizados. “Me daba asco pensar asi —dice Marcelo en Las puertas del cielo— una vez més estaba pensando todo lo que a los otros les basta~ ba sentir” (...) “yo soy el Dr. Hardoy, un abogado que no se conforma con el Buenos Aires forence 0 musical o hipico, y avanza todo lo que puede por otros zaguanes”. En este mismo cuento Ia idea de los “dos te- rriterios”, del uno y otro “lado”, se insinga parejamente a la del del “cielo” inalcan- zable de la “rayuela". “Estaba de este la- do, el pobre estaba de este lado y no canzaba yaacreet lo que hablamos sabido juntos". “Yo me estuve quieto..., mirén- 4— Ezequiel de Olaso, “El pastor de mons: truos", en La Nacign, 24 de mayo de 1964. RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA 31 dolo ir y venir sabiendo que perdia su tiem po, que volveria agobiado y sediento sin haber encontrado las puertas del cielo en- tre ese humo y esa gente”. Opcién de te- rritorios que en El perseguidor tiene papel protagénico y que en Rayuela incluye todos los interrogantes. La ruptura de la frontera entre realidad ¢ irrealidad contiene en la fantasia corta- ziana la posibilidad de trasgredir los limites entre reinos animales o las distancias entre el hombre y las cosas. “Tienes el pan ahf, sobre el mantel —dice Johnny en El Per- Seguidor— ...Algo que no soy yo, algo dis- tinto, fuera de mi. Pero si lo toco, si esti- ro los dedos y lo agarro, entonces hay algo que cambia, jno te parece? El pan esta fuera de mt, pero lo: toco con los dedos, Io siento, siento que eso es el mundo, pero si yo puedo tocarlo y sentirlo, entonces no se puede decir que realmente sea otra cosa, 0 itd crees que se puede decir?” Ra- yuela reencuentra numerosos temas de anterior obra de Cortazar. Pero lo que aun es fantasfa en el resto, aquf esta vislumbra- do como realidad. Desde la fantasia prime. ra (tan cargada, segiin el autor, de “litera: tura") y tras el cuestionamiento tefiido de desesperanza de Los Premios, Cortazar Ile~ 9a a Rayuela donde todo se postula como posible en una intercambiable existencia sin limites. El tema del pan se repite. Cuenta Oliveira: “Tenfa hambre y agarré el pan para cortarme una tajada. Entonces of que el pan Iloraba. Si, claro que era un suefio, pero el pan loraba cuando yo le me- tia el cuchillo”... “Era solamente eso, pero Io malo no es el suefio. Lo malo es que eso que llaman despertarse... ;A vos no te parece que en realidad es ahora que yo estoy sofiando?", A la respuesta de Bru- no en El perseguldor: “Querido, hace miles de afios que un montén de barbudos se vienen rompiendo la cabeza para resolver el problema”, corresponde la de Etienne en Rayuela: “;Quién te dice? Pero es un tema>trillado, viejo, el filésofo y la mari- Posa, Son cosas que se saben”. El perseguidor es el anuncio mas inme- diato de Rayuela. (No en vano el jazz par- ticipa tan esencialmente del mundo-Rayue- la). Persio en Los premios afioraba una tercera mano a fin de encontrar las di- mensiones que ahora le faltaban a las co- sas; Bruno, en El perseguidor, se esforzaré por volver a la “realidad”, vuelta dolorosa que entrafia una renuncia: “Johnny tiene raz6n, la realidad no puede ser esto, no es posible que ser critico de jazz sea la rea- lidad, porque entonces hay alguien que nos esta tomando el pelo. Pero al mismo tiem: Po a Johnny no se le puede seguir asi la corriente porque vamos a acabar todos 1o- cos”. En Rayuela, Johnny lo cubre todo. Se deshace en diez personajes y lo que era bisquedade un hombre que da el nombre al cuento (“el perseguidor”) se resuelve en la estructura misma del libro. Rayuela se transforma en la explicitacién de lo" enun- ciado en el cuento y que es la contracara del huir que trae aparejado cl elemental fracaso de la literatura: “Ir a un encuen- tro no puede ser nunca escapar, aunque eleguemos cada vez el lugar de la cita” (5) Aproximacién a Rayuela Aunque sobre todo sea “dos libros” (6), Rayuela es fundamentalmente “muchos li- bros": a) tantos como lectores, Esto, que siempre puede ocurrir con un libro, aqui no es puramente metafsrico: o el siente el libro como-si-lo-hubiera-escrito-6l, lo re-escribe aprovechando el material que se le oftece, 0 no Io lee; b) los dos libros sefalados por Cortézar: uno que se lee de corrido a partir del primer capitulo y otro en el orden sefialado por el autor, en cuyo caso los capitulos del drama (que serian los sucesivos del 1 al 56) aparecen apoyé dos criticamente (discutidos) por los otros capitulos; c) otra novela constitulda por el largo monSlogo que se extiende a tra- vés de los capitulos en primera person Poema-novela que podria tener unidad in- dependiente y donde se encierrael univer- so de Rayuela. Universo plurisignificante —como un poema— y que resuelve (0 pre tende hacerlo) la constante antinomia en- lector 5 — Julio Cortézar “EI Perseguidor” en Las armas sceretas, Sudamericana, 1959. 6 — Ch, “Tablero de direccién”, en Rayuela. 32 tre la vida y el arte unificandolos, com: prendiendo la via no como un, sino er poema; sin “literaturizarla” sino viviéndo- la en la connotacién creadora y multivoca de la poesia. Visto el libro de esta Gltima manera, podrlamos decir que el drama, la anécdota (la vida en sentido cotidiano) se extiende entre las apoyaturas tedricas que constituye la tercera parte de “capitulos prescindibles” y la poesia de los capitu- los en primera persona. Podemos imaginar la obra en tres planos: primero, el poema propiamente dicho: los capitulos en prime- ra persona; segundo, el de las apoyaturas tedricas: los “capitulos prescindibles"; y tercero, el anecdético: el drama contenido en los primeros 56 capitulos. Entre la poe~ sla y la teorla critica, la vida. De tal may nera Ia critica, que no es més que un fi- losofar, un intento de reconstruir el mun- do mediante la automeditacién, lo es tan- to para la vida como para la poesia; co- mo para el meditarse mismo. En dltima instancia en este “meditarse” se unifican, por participar también de é1, lo que lama. mos vida y lo que llamamos poesia. El con: junto, slo separable con violencia, esta blece una igualdad donde cada término es el todo, Filosofia, vida y poesia, resuelto en la significacién literaria de Rayuela como apetencia de un otro existir (aten- cién: de un otro vivir cotidiano), de un vivir humano, “para si. Qué es Rayuela? Descartada toda cla- sificacion preceptivista de unidades 0 ex- tensién, quisiéramos nombrarla de algan modo para hacernos entender: novela, por ejemplo. Pero es diffeil Hamar asi a un conjunto de capitulos cuya vinculacién or gfnica en buena medida no depende del tema y cuyo ndcleo significative no parece Surgir del conjunto (aunque también par- te de 61) sino de cada capitulo, que en si re~ Presenta una totalidad. Es mas bien una especie de bombardeo sobre un slo obje- tiyo disparado por innumerables armas, desde innumerables distencias y dotadas de poderes diferentes y potencializadores unos de otros. Si todo esto lanzado sobre un hombre que es lector-autor tiene nom. bre, ese eorresponde a Rayuela. Tal vez sea un poema. De los términos que tenemos PASADO Y PRESENTE a mano nada podria definirio mejor. Pero también puede ser una nueva novela, una nueva forma de literatura, Un libro a se- cas, como dice el autor. Giinter Blucker, hablando de Robert Mu: sil y de su novela El hombre sin cualidades (7), se vefiere a la “positiva frustaciSn” que entrafia esta obra en cusnto a su for- ma novela, y encuentra la positividad de esta frustacién en la dimensién poética que engendra su fragmentariedad. En efecto, la novela inconclusa de Musil, semejante a Rayuela de Cortazar por su “informalis- mo” estructural, posee esa apertura a lo Poético que una obra que lo dice todo no puede lograr. El poema es siempre algo a coneluir, Rayuela, novela al fin y al cabo hasta que sigamos necesitando distinguir en la poesia las distintas maneras coma es- té escrita (8), se asemeja en mucho a las meditaciones de Ulrico, héroe de El hom. bre sin cualidades, para quien la finalidad de la vida humana, se parece tanto a cier tos problemas matematicos que “no tienen solucién general, si bien se prestan a so- luciones pareiales, cuya combinacién le permite a uno acercarse a la solucion ge~ neral”. Oliveira —el personaje de Rayuela que a no dudar es Cortazar (y es obvio que no nos referimos a la anécdota autobio- grafica)— es un buseador de nuevas rea. lidedes, un experimentador de la cxisten- cia, un desordenador de lo ordenado en procura de recomposiciones originales, en fin, un “ensayista” de lo cotidiano. A es ta manera de ver cl mundo, de actuar el mundo, corresponde un hacerlo _literario que se plasma cn la novela-ensayo. Ensayo en dos direcciones distintas de interpreta cién: por un lado Io ensayistico en cuanto experimentacién; por el otro, debido a la inclusién como parte constitutiva de ta obra, de anilisis I6gicos. Esta forma ensa- yistica, fraccionada, de soluciones parcia- les, parece adecuada al mundo contempo. raneo donde la segmentacién de la existen- 7 —Gijnter Blacker, “Robert Musil", en Eco. Bogots, diciembre de 1960. 8 — Un caso notable de poesta puede ser el cine, donde la poesia de las palabras, si existe, et arte constitutiva del ‘poema que, cuando ocurre, es la pelicula. RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA cia ha iegado a expresiones que no ofre cen precedentes. Fenémeno de época co mo expresi6n cultural, también lo es en le superacién de falsos valores Iterarios. Se trata de obrar lo mas eficazmente posible, prejuicios a un lado. Eficacia que parece seguir la ensefianza de Musil (9): “En cua- tro capitulos, libros, estrofas o actas se puede decir mas que un conjunto indiviso de igual tamafio, Un hilo de ideas o esta- dos afectivos adquieren, si en vez de de- vanarlo seguidamente, lo partimos en cua~ tro, el cuddruplo de la fuerza requerida para plasmar la materia volétil que atrae.. Tas fisuras, el principio y el fin de la obra literaria poseen como tensién peculiar, prefiada de energia alusivas, progresivas, atractivas y emisoras” Ensayo con la novela y novela-ensayo que se resuelve en mundo postico. Ya en 1948 (10) Cortézar caracterizaba la novela contemporanea como “manifestacién pot tica total", luego de haber sido duran muchos afios la unién de lenguaje cientili- co y postico (pero lo postico como ador- no). “Lo poético irrumpe en la novela por- que ahora la novela sera una instancia de Jo poético; porque la dicotomfa fondo y forma marcha hacia la anulacién desde que Ja poesia es, como Ia miisica, su forma”. Es obviamenté una distinta visién del mundo, una formulacisn poética del mun- do, que se expresa por medios poemiticos, narrativos, dramaticos. El lenguaje utiliza” do, al instaurar esta realidad, que “sdlo se revela poéticamente", se carga de sig: nificact6n nueva, intransferible al lengua~ je cotidiano, aunque en él encuentra su trama comprensiva basica, En Rayuela, Morelli intenta una novela donde se dis- cuta esa novela. Es evidentemente Corta- zar pensando en 61 mismo y en Rayuela. A imagen del budismo Zen, se buscan los medios més id6neos pata actuar sobre el lector. Una especie de acci6n literaria que equivalga a la actitud del maestro cuando descarga un bastonazo en la cabeza del 9 — Giinter Blgcker, op cit x0 — Julio Cortizar, “Notas sobre 1a novela con- temporinea”, ca Realidad, V.III Ne 8, Ds. An, 1948. 33 discipulo, “expulsatios a émpellones de la casa 0, en el mejor de los casos, repetir les la pregunta en la cara’. Lo aparente mente demencial se transforma, en la as Piracién de Morelli-Cortazar, en el método més eficaz, en el “tnico modo de abrir el ojo espiritual del discipulo y revelarle la verdad”. La contradiceisn interna de la novela (su “anormalidad"), serfa cl moti- vo de su eficacia. “A cambio del bastona- zo en la cabeza, una novela absolutamente antinovelesca, con el escdndalo y el cho- que consiguiente, y quizé con una apertu- ra para los més avisados”. Novela, pues; pero pooma, Materia pri- ma ofrecida al lector para que la recom- Ponga. Novela de un autor-actor dirigida al lector-actor, leetor-hacedor en oposicién al “lectorhembra” incapaz de acceder a esta literatura. La novela aspirada por Morelli narra todo “naturalmente". Las cosas estan més allé de los valores senti- mentales. Todo depende de la coi de hechos donde se las ubique. Si la des- cripeién psicolégica otorga a la existencia Ja suliciente conerecién como para permi- tir ser analizada (atin cuando reconozea en la misma un complejo de matices y de rax zones), la existencia ofrecida en la nove- ia como posibilidad, es pura potencia: no ya la realidad propiamente dicha. El autor (y et lector) tiende a salirse de si mismo Para contemplarse desde fuera. Su yo aparece como otro, porque no tiene funda mental diferencia con otro. “El hombre sin cualidades” de Musil puede servirnos otra vez de comparacisn afortunada. Su obje- tividad lo hace aparecer insensible. No es sino un entrectuzamiento de situaciones. Nada es en sf; y 61 tampoco, por lo tanto. El mundo no es un lugar donde su yo se realiza, Bl escenario y él es una sola cosa: multitud de posibilidades que cristalizan de distinta manera segin el movimiento que adquieren. En Rayuela los aconteci- mientos son narrados (se producen) con inquietante indiferencia: el lector es in- corporado a ese nivel narrativo: de pronto es el lector quien narra sin asumir juicios sobre los hechos y este no enjuiciar 0 molesta, lo rebela. Como si narrara st pro- pio acontecer, su propia existencia sobre relacién 34 la que no puede juzgar imparcialmente. Como si fuera absolutamente normal todo Jo que ocurre: acostumbrarse a sus propias lagas. Rayuela es la inversién del naturalismo. Este, toma su material novelistico de la exterioridad experimentada, Rayuela es 1a novela del experimentador. Los planos significativos La idea de algo (un destino, un camino hacia, una luz en) que da sentido a la vi- da, que es aunque no se muestre cada dia, y la bUsqueda infatigable de ese sentido, aparece sugerida desde la primera pagina, de Rayuela cuando Horacio Oliveira recuer- da la presencia perturbante de la Maga: “Andabamos sin buscarnos pero sabiendo que andabamos para encontrarnos”, Este saber qué se quiere, y a la vez no obrar en el sentido que realice, por acto volunta” rio, esta tendencia, va a ser un motivo intranquilizante a lo largo de la obra. Tam- bién desde Ja primera pagina se dibuja el inexplicable dolor que recorre como telén de fondo la novela y que a veces se ex- presa como un chisporroteo de vida, de alegria que irremedigblemente se acaba, un tanto porque sf, y que ofrece una sensa- cién inquietante, vitalmente angustiosa: una seguridad de que al lector lo estan jugando a cada minuto: “... y nos reia- mos como locos” EI constante monologar interior donde se realizan aquellas ideas, funciona con un mecanismo semejante al siguiente: una pa labra evoca un hecho que expresa una to- talidad; un microcosmos que se resuelve en un cosmos: la vida entera de cada per- sonaje (y ocultamente de cada lector). Luego un girar luminoso que estalla y un lento meditarse que siempre concluye en tristeza. Como si sobre la tristeza se or- ganizara el mundo: la alegre tristeza de lexistir, de recordar. “Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba un si- lencio ensordecedor, una pausa filosa y ctistalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que PASADO Y PRESENTE se cierra”, Cada mujer parecida no era s6lo recuerdo, cada mujer parecida era la Maga, en cuanto significaba aquel “silen- cio ensordecedor”. Véase explicitado el mecanismo descrito mas arriba: una viven cia insinuada por un recuerdo que ascien- de a “pausa filosa y cristalina”, aguda, cen- telleante y que se derrumba “como un pa- raguas”. A continuacién otro ciclo seme jante, aunque ampiiado, donde el juego de negacisn a los valores que cada hecho © cosa comporta, subraya por un lado e valor del acto y por otro, muestra su irre- mediable precariedad. El parrafo también expresa un movimiento musical con un erescendo que sube hasta una situacion If mite y que luego decae en proceso para Ielo al que describen las palabras (acota: remos entre paréntesis estas observacio- nes): “Justamente un paraguas. Maga, te acordarias quiza de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Pare Montsouris, un atardecer helado de mar- zo. ...aquella tarde cay6 un chaparrén y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrabamos en el parque, y en tu mano se armé una catéstrofe do relém. pagos frios y nubes negras, jirones de te- la destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos refamos como locos mientras nos empapabamos” (aqui llegan a su maximo esplendor los deste los, los relampagos que son “la pausa fi- losa y cristalina” antes citada: nétese el paralelo significativo que se repite con signifleantes diversos)” ... y en el fonde del barranco se hundié como un barco que sucumbe al agua verde” ... “y qued5 en- tre el pasto, minimo y negro” (el paraguas habia sido descrito como relémpago: un relémpago ahora negado en sus valores ca~ racteristicos: minimo y negro en oposicién a la pura claridad y a la pura maxima po- tencia que es el relémpago), “como un in- secto pisoteado” (la ambivalencia del tér- mino destaca la significacion: doble meté- fora en la transformacién del paraguas en insecto mientras también es relémpago, y en la destruecién de esa insospechada rea- lidad: relémpago-insecto-paraguas). “Y no se movia” (otra vez la negaci6n de la cosa: negacion de la esencia mévil del relampa- RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA go) (11), “ninguno de sus resortes se esti- raba como antes. Terminando. Se acabé. ‘Oh Maga, y no estébamos contentos”. Un final patético de acordes que se pierden en los ecos de una masa sonora que esta~ Haba momentos antes. La comparacién musical no persigue mostrar alguna “mu- sicalidad” de la expresi6n literaria, ni pre- tende descubrir otras intenciones. Lo cierto es que funciona asf, pero como ele mento significative independiente: ni la estructura musical concebible es parte de la estructura literaria, ni podria explicarse una por la otra. Podrfamos tal vez hablar de una “situacién” musical que aporta sus propios intraducibles significados a la comprensién de lo literario. El movimiento descrito en un capitulo de la novela. for- ma parte a su vez de uno mucho mayor que incluye.a toda la obra y que tiene mo mentos de exaltacisn acogedora. En el fondo, en el comienzo, quedaré la triste- za, mezcla de esperanza y alegria, para- doja del vivir. Asi como es, la existencia es tan absurda como un paraguas relém., Pago que es arrojado y queda inmovil. Zeus desobedecido, el orden de los dioses subvertido. Todo puede ser un absurdo; y la vida no ser de otra manera: “un cuen- to narrado por un idiota con gran apara: to, y que nada significa” sugerida para siempre por Shakespeare en su Macbeth La tristeza, entonces. Retorno perma nente sobre el que se esboza una mas am- plia significacién de Rayuela. Vuelta a la tristeza, que no significa dolerse por ella Pretender olvidarla (olvidarse de la condi- cién humana) necesita la expiacién que reordene las cosas; también, por supuesto, los atisbos de alegrfa: momentos que se deslizan para proyectarse a un més alld que es la raz6n de Ia bGsqueda obsesionan- te. “...y al cabo no habfa sido tan idiota sentirse contento mientras acompafiaba a la vieja a su casa. Pero como de costum- bre habla pagado por ese contento insen- sato. Ahora empezaria a reprochérselo, a desmontarlo poco a poco hasta que no oy 11 — Juego de oposiciones que se da_repeti yeces. Por ejemplo: “silencio ensordeeedor” “pausa,filosa y. cristalina” (pieusese “pasa” ofrece idea de vacto). ‘que 35 quedara més que lo de siempre, un aguje- ro donde soplaba el tiempo, un continuo impreciso sin bordes definidos”. Esta fu- gaz alegria del contenta comienza a insi- nuar Ia posibilidad de un encuentro, de un rerencontrarse: la solidaridad (no la pie- dad), el sentir con el otro que legaré a la totalidad del amor por la Maga cuando —otra vez— no sea sino recuerdo, cosa inaleanzable pero que estaré en todas par- tes, apareciéndose, sugiriéndose como el oculto sentido de la existencia de Oliveira. La alegria ingenua en un mundo atin 0 apto para asumirla, siempre concluye en. derrota. La alegria y su inmediata culpa no se explican pot sf y Horacio Oliveira Cortazar buscan un porqué. Ese porqué es a su vez interrogado. Nuevos porqués y porqués de porqués en un intento de “res- tituirse” desde él mismo. Filosofa y tie- ne conciencia de que esta filosofandc; en tonces se pregunta porqué filosofa y ast hasta lo infinito. Hasta la tristeza. Hemos dicho que, como aspiracién uni versal, la novela busca un sentido, un “agujero” que permita el lanzamiento, el salir, para volver integramente, como una recuperacién de algo perdido (sea verdad © n6 que alguna vez se lo tuvo), una in- vencién, en ditima instancia, que le per- mita al hombre constituirse como tal y por lo tanto constituir su mundo. En otro plano la Maga es un encuentro que sirve fundamentalmente para ser permanente basqueda, lo perdido, para sefialar el cons- tante desencuentro. “Y miré que apenas nos conociamos y ya la vida urdia lo ne- cesario para desencontrarnos cuidados. mente”. De tal forma la Maga y el pasado podrian no haber existido jamais. Ambos son “paralsos perdidos” s6lo concebible en el futuro, como recuerdos a ser vividos. La btsqueda concluye necesarlamente en fracaso. No era posible para Oliveira en contrar porque el émbito, el mundo donde busca carece de la posibilidad de ser le- gada, Este mundo no esta hecho para Ie- gar —“el mundo no est4 hecho para la alegria”, decfa Malakovsky—: en Ia medi- da que signifique empezar a vivir la tras. cendencia, dejar de ser “mero” hombre para ser hombre en libertad. La imposibi- 36. PASADO Y PRESENTE lidad es basica, sus instrumentos son ina~ uecuados. La sabidurfa, los mecanismos de pensar aceptados para “su” mundo no le son Gtiles; estan viciados de nulidad des- de el punto de partida: el lenguaje; el cé- digo con el que se lanza a la basqueda or- denadora es ineficaz. Se requiere otro lenguaje (otra manera de pensar) que per- mita superar las fronteras actuales de Ta realidad. Cambiar el mundo, que entrafia sustancialmente cambiarse. Resulta dificil escindir las palabras que expresan y cons tituyan un mundo cambiado, del acto de transformarlo que se realiza en aque] mow dificarse. BOsqueda de otra dimension que da por supuesto el hacer afiicos la débil estructura que mantiene el orden socio~ cultural existente. “Entiéndame —dice Gregorovius— quiero decir que busca la luz negra, la Mave, y empieza a darse cuenta de que cosas asi no estan en la biblioteca. En realidad usted le ha ense~ fiado eso, y si él se va es porque no se lo va a perdonar jamais”. La Maga disloca con su presencia de libertad en acto, tanto el “intelectualismo" de Oliveira como el or- denamiento no menos intelectual aunque cargado de “experiencia” de Gregorovius. La renuncia de Oliveira anunciada por Gre- gorovius es la imposibilidad de hallar lo que se busca aunque allivesté en potencia, porque las redes que lanza dejan escapar siempre el objeto (creando la ilusién de inexistencia): sistema indtil para compren- der otras realidades y que viene consoli- dado por “cinco mil afios" de cultura. Du- rante la historia historica del hombre se ha utilizadé una manera de razonar insti- tuida como la Gnica posible: de alli que a pesar de hacer comprensible s6lo una pe- quefiisima parte, cree poder acceder al to- do. El hombre se ha creado un mundo a | la medida de un instrumento capaz, pero simple y limitado. Oliveira —éste es el nudo de la bisqueda— toma conciencia de la pobreza del medio que posee para conformar la realidad, y de algo mas: la “llave" no seré encontrada hasta que no Feemplace su precario instrumento, La imposibilidad es esencial, no depende de uno u otro hombre, “nos salvamos todos © no se salva ninguno”. Por ahora esta vida, la actualmente posible, sélo tiene sentido en la basqueda. Todo arribo es falso; no es posible para el hoy-Oliveira llegar. Buscar es la significacién clave sobre la que se articulan las significaciones parci les que pueden describirse en Rayuel también el sentido comportado estructu- ralmente por la formalizacién de la nove- la, Busqueda que, en el proceso de identifica. cién, Heva al lector a compartir en un mis- mo nivel las vivencias del autor. Cortazar, en ese indagar sin conclusion supera la mera denuncia a la sociedad que el esteticismo trae implicito y que el rea~ Kismo-naturalismo s6lo enuncia. Los listas" que cuestionan la sociedad burgue- sa la representan en toda su negatividad, ‘pero —escribe Theodor Adorno— hacen que sus personajes hablen ficticiamente los unos con los otros como seres humanos, © como si eso fuera posible en esa socie- dad” (12). Se cuentan los hechos como si fueran narrables. Los esteticistas resuel- ven su resistencia a la sociedad en resis~ tencia a su lenguaje, es decir a la esen cia misma de esa sociedad. “Sus obras tie~ nen por medida el conocimiento de que la lengua de los hombres es el lenguaje de su desdignificacién” (15). El burgués, por su parte, idealiza lo existente identifican- dolo con Ia naturaleza y estimula a los otros a que hablen con “naturalidad’. La poesia, que ha comprendido con Baudelai- re que este es un mundo “donde la ac- eién no se hermana con los suefios", ha- creado otro orden que se revoluciona con- tra el enunciado burgués, pero que sin embargo sigue apareciendo como ajeno pa- ra el propio artista. Cortazar sabe que el Jenguaje que utiliza es en cl fondo un nue- vo engafio, pero que no tiene para com- batirlo otra arma que el lenguaje mismo. Milagro creador de la palabra, que es a su vez firme garantia de no encontrar hasta que el lenguaje no abandone su ra- dical pobreza, su distancia del hombre. EI tiempo se manifiesta como algo que ree 1a — Theodor W. Adorno. “George y Hotfmanns- that’s em Prismas, Ed.“ Ariel, Barcelona, 13 — Theodor W. Adorno, id. RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA 37 nos sucede, que nos traspasa y que de- viene presencia en la medida que nos en- frenta con la memoria que siempre parece extrafia, como memoria de otro. Un vien- to: sin mas rumbo que el que determinan zonas de presién, ciego en el camino que recorre y en el que arrastra sin sentido (sin un sentido para el viento) cosas que agolpa de manera absurda; salvo que uno quiera darle sentido. “...el tiempo sopla- ba contra nuestras caras una Ienta Muvia de renuncias y despedidas y tickets de metro”. Los elémentos que el viento-tiem- Po arroja son, cada uno de ellos, un det gastar la vida, un truncar posibilidades, ‘“Mluvia de renuncias y despedidas”. ¥ tic kets de metro: otra forma de despedidas 0 de Megadas siempre fugaces. Rescate de Ja experiencia a través de la palabra para vencer el olvido, esa condena que la so- cledad impone como reflejo de su escision, De manera que el tiempo, precisado en hechos concretos, posee realidad de un “viento” que re-presenta io ya vivido. Es decir, el tiempo como memoria, como pa- sado que se recupera en funcién del pre sente: como pengable sélo desde un hoy, a partir del cual puede lograr sentido: fu. turo. El tiempo como un espejo que cris taliza imagenes sin intencionalidad algu: na. Unicamente el espectador de esas {I- guras puede otorgarle Rayuela intenta ser espejo. (La Maga lo era para Horacio: “... a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mi, porque fuiste siempre, un espejo te- rrible, una espantosa maquina de repeti- ciones"). Un espejo donde el Icctor ve duplicada su propia existencia, A donde se vuelve en una visién sin retoques: el tiempo se detiene en el espejo al menos tanto cuanto dura Ia imagen; y la posibili- dad de mostrarlo bajo tal lente es la in tencién revelada por el propio autor: Ra. yuela es un reflejar en presente los actos del pasado. Confrontacién incémoda en la medida que se tienda a irresponsabilizarse de ese pasado y se confie en que todo futu- ro seré borrado cuando legue a pretérito. Pero el tiempo aqui se viene desde el es- Pejo (desde Rayuela). “Sopla" sobre ell rostro los hechos y estos son renuncla: valores. son negaciones: muestran el “extrafia~ miento” del lector. La Idea del espejo se repite en diversos lugares y en distintos planos. “No s6 cé. mo era (la Maga) —dijo Ronald—. No lo sabremos nunca. De ella conociamos los efectos en los demas. Eramos un poco sus espejos, o ella nuestro espejo. No se pue- de explicar”, Los acontecimientos que se suceden, las cosas que participan de la vida de Oliveira —por lo tanto 61 mismo — son vistas como afuera. “Asi vinieron el circo, las mateadas en el patio de don Crespo, los tangos de Traveler, en todos e508 espejos Oliveira se miraba de reojo”. Enajenacién en triple nivel. EI sujeto que no se reconoce a sf mismo (Johny de El Perseguidor sabe que el del espejo es otro: “Anoche se me ocurrié mirarme en este espejito, ..., Realmente ese tipo no soy yo, en el primer momento he sentido ch ramente que no cra yo"); los clementos exteriores del sujeto que son reconocidos como ajenos, y, por fin, la literatura, re- ducida a “literatura’, que permanece ex- “EL estilo de antes era un espejo para lectores alondra; se miraban, se sola- zaban, Se reconocian, como ese ptiblico que espera, reconoce y goza las réplicas de los personajes de un Salacrou o un Anouilh”. Rayuela se lanza a batir todos los frentes. Por un lado golpea al lector para que ha- ga consciente su alienacisn (primer mo- mento para superarla) y postula la revo- lucién (primer acto para superarla) (14); Por otro, como fenémeno Mterario (Iimi- te inevitable) niega la “literatura”: “Re- leer los resultados de lo que escribo en estos tiempos me aburre. Pero a la vez, detrés de esa pobreza deliberada,..., en- treveo algo que me alienta. Eseribo muy mal, pero algo pasa a través”. Es Julio Cortézar cuestionéndose, rechazando la 14 — Entendida le revolueién en au sentido més profundo (que incluye evidentemente el _mo- mento de transformacién soclo-poitico) y ‘due hace que el hombre deje de “estar en ia nae turaleza para. salvaria trascendiéndola hacia Ia totalidad del mundo”, “En la Revolucion, pues, es donde cl hombre reencuentra en ismo el origen del mundo y del tiempo, unidad “del ser en af y del ser para af". Gales Vuillemin, El ser y el trabajo, Eudeba, Bs. As., 1065. 38 PASADO Y PRESENTE soluci6n ingeniosa que sustrae el meollo de las cosas: “Por tu parte no me vas 4 ne- gar que nunca estuviste tan despierto co- mo ahora. Y cuando digo despierto me en- tendés, ;verdad? —Me pregunto si no se. r4 al revés, viejo. —Oh, esas son soiucio- nes féciles, cuentos fantésticos para anto logias" (15). Es el descubrimiento (“en mi caso es un descubrimiento bien tardio) que los érdenes estéticos son mas un espejo que un pasaje para la ansiedad metafisica”. La basqueda y el lector ‘ Fl juego de los ‘personajes dentro de Rayuela, crea un clima que la novela re- pite en el lector. As{ como la Maga a los ottos personajes, Rayuela “mete” a los lectores “en su mundo sin pretender nunca meterlos en su mundo pero metiéndolos porque esa gente” ... “no estaba esperan- do otra cosa que salirse del recorrido or- dinario de los autobuses y de la historia”. La Maga es la presencia del propio lector en la obra. De allf que para quien no se acepte incluido Rayuela no logra ser en su totalidad; no existe en la medida que no sea el mismo lector quien la hace, de la misma manera que la Maga es quien hace a cada uno de los personajes que to- ca. Y todos son tocados; aun quienes no la conocen. No serfa comprensible Trave~ ler, ni Talita, ni Gekrepten (los otros, los lejanos personajes argentinos del drama vivido en Paris) sin la presencia fantasmal, la omnipresencia de la Maga. La Maga es la “otra” realidad, pero en ésta realidad. Es el “otro lado” terrenal. Por eso mas inquictante para el "Club de la Serpiente”, el club de buscadores de lo “otro” (mas inguietante también para el lector) que el hablar de filosofia Zen, sucedéneo como tantos otros para quienes siempre habla- ban de “nostalgias, de sapiencias lejanas como para que se las creyera fundamenta- Jes, de anversos de medallas, del otro lado TB tite ions oy aro cae Br fete trace +n, peno cory Ruukdocetie Heaaarabe uae cele ¥ que el eritico francés Jaques Sternberg re- Foley Same Fete, Serer de la luna siempre”. Una bisqueda que nunca arriba sino al punto de partida, a este preguntarse, a este construir caminos que sélo regresan. “Solamente... la Maga se asomaba a cada rato a esas grandes terrazas sin tiempo que todos ellos busca- ban dialécticamente” (16). La Morelliana del capitulo 71 apoya criticamente este te- ma. "Qué es en el fondo esa historia de encontrar un reino milenario, un edén, un otro mundo? Todo lo que se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer esté crientado hacia la nostalgia” ... “simple mente agarrando una tacita de café y mi- randola por todos lados, no ya como una taza sino como un testimonio de la inmen- sa burrada cn que estamos metidos todos, creer que ese objeto es nada més que una tacita de café cuando (...) todo vibra y tiembla y esta como un gato a la espera de dar el enorme salto de hidrégeno o de cobalto que nos va a dejar @ todos con las patas arriba”. El “detrés" buscado puede tener dimensiones bésicamente distintas: © evasi5n, o asuncién de Ia historia. La novela ofrece opciones que entre mezclan sus significados con la imagen de Ja rayuela, Llegar a la “gloria”, como en el juego de la rayuela, para nunca més tener que correr el riesgo de que el “tejo” se escape de un camino hecho por otros, 9 llegar para comenzar a arriesgarse en ca- minos que uno mismo ha inventado. Olvi- dar todo (irresponsabilizarse de todo), 0 sentirse Gnico responsable a partir de: fi- nal 0 comienzo. “... el homo sapiens no busca la puerta para entrar en el reino milenario (aunque no estaria mal, nada mal realmente) sino solamente para poder cerrarla a su espalda (...) enderezarse 16 — Ta idea de “asomarse a terrazas” es el tema clave ‘de la novela Los ‘Premios donde Dusquetla de 1a popa ecultada alos viajeros convierte en una esperanza de salvacioa colectiva que para cada uno comporta dife- ferentes. significados. En la novela, el dnico Personaje que logra verla, tras comprobar que allt no habla nada’ (recuérdese la frase de Morelli: “En el fondo sabia que no ‘se pu: de ir mis alli porque no lo hay”) antes de poder ‘comunicar su visién a. los otros. Dice Cortizar en Rayuela (pag. 434)! ‘Hasta ahora este siglo se eacapa de monto- BEE ge, copa usa law “puerae.y (a veces las_desfonda.” Lo que ocurre después nos sabe, algunos habrin aleansado a ver y han perecido” (el gubrayado es nuestro) RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA 39 y empezar a caminar entre las florcitas del jardin y sentarse a mirar una nube nada més que cinco mil afios, 0 veinte mil si es posible y si nadie se enoja y si hay una chance de quedarse en el jardin mirando Jas floreitas”. Posibilidad que significa hacer la voluntad “al margen de las no- ticlas de los diarios, de las obligaciones de familia y de cualquier gravamen fiscal 9 moral”. La basqueda de Oliveira —que, entre otras cosas, haré reaccionar al lec~ tor contra su “inmoralidad” cuando aban- done a la Maga al morir Rocamadour— es la consciente ruptura con las conven- clones de una sociedad que definitivamen- te no esta hecha para el hombre. Es el abandono de las exterioridades que apare- cen como las inmediatas responsables de esta existencia aliena De cualquier manera, el abandono de las exterioridades no es el punto de partida y lo que se vuelve necesario es rehacer ese punto de partida. Oliveira no consi- gue por estos medios el reencuentro con el “detrés de", pero toma lacerante con’ ciencia qué de “este lado” no esta la co- sa, ¥ Cortazar logra su fundamental pro- pésito: eliminar distancia con el lector y hacerle ver que no esta leyendo “literatu- ra", que ese mundo no es el del libro y del cual puede apartarse, sino que es él (el lector) @l cuestionado. “Su” mundo, el de “su” lado es el que no le muestra nada y no el mundo de los personajes de Rayuela. Luego podra ocurrir que todo sea olvida- do, Horaciomagatraveler, pero el mundo ha quedado_herido. Frente a la opcién de retugio, existe otra posibilidad: aquellos —"pocos”— que igualmente quieren cerrar las puertas a sus espaldas pero no solo para protejerse de las “patadas de las tres dimensiones tradicfonales”. Convencidos de que el mun- do no funciona, piensan que valdrfa la pe- na reinventarlo, que “nada esta perdido si se tiene por fin el valor de proclamar todo esté perdido y que hay que empezar de nuevo". Es la significacién metaf6rica que tifie la estructura novelistica de Rav yuela: una titénica labor de negacién pa- ra partir de cero (més todo el trabajo de negacion). Negar la misericordia condicio- nada, negar el patriotismo condicionado, negar el amor condicionado; remontar el camino abriendo picada, destruyendo no sdlo para poder avanzar sino para poder regresar construyendo otra cosa. “Diga- mos que el mundo es una figura, hay que leerla, Por leetla entendamos generarla". Otra vez se repite cl juego referido ante riormente: lo que enuncia Rayuela respecto del mundo, Jo es en sf misma com> nove- la, Si el mundo debe ser leido, es decir, generado, en Rayuela estén los elementos de recomposicién de una novela que s@ genera cuando se la lee. Leerla es hacer la, es darle ser. De manera que el papel fundamental asignado al lector va més allé de la per- manente provocacién lanzada sobre 61 pa- ra hacerlo participar de la busqueda. Se trata de un autor que le cuenta al lector Jo que quiere decirle con las anécdotas que le narra, que le muestra las cartas que lo ayude en el juego, porque los suyos no son jucgos distintos. No tiene en la galera nada para sorprenderlo como no sea el mismo interrogante. El lector, acostum- brado al mundo de la literatura, se pre~ gunta por qué le cuentan todas las dudas, todos los del novelista: se le ha negado la tranquilidad que acompafia la lectura de la “obra de arte” donde siem- pre se descubre por encima a una especie de divinidad que todo lo tiene resuelto en Je ercaci6n, Aqui, el autor no sabe mas que el lector. La obra no existe fuera de ellos, sino en ellos. El lector no sslo se siente cuestionado por los nuevos elementos que el escritor le aporta para su reflexi6n, si- no que se cuestiona la aceptacién de lo que lee y que no puede negar. Lo mismo que el autor, repite sus palabras al pre- guntarse por qué ocurren asf las cosas. “Por qué? —pregunta la Maga. —Porqué qué? —Por qué?". Sucesién que concluye en nada: biisqueda, pura bdsqueda (que podria resolverse en dios, si eso no creara a su vez un infinito vacfo en la ratz mi ma de la respuesta). ya no se trata de versos, che, se trata de eso que anun- ciaban los surrealistas y que todo poeta desea y busca, la famosa realidad postica”. Cuando Oliveira-Cortaézar se pregunta nuncios’ 40 “ay? es el mismo zy? del lector en el momento que todo parece abrumarlo y en~ cuentra en el “regreso" a la Maga de los capitulos 51 y 32 una esperanza de que- brar la absoluta incomunicacién en que Oliveira se va sumiendo voluntariamente. Cuando éste contesta con una lista de far- macias que estén de turno a los interro- gantes de Gregorovius, no hace falta que le aclare (al lector, més que a Gregoro- vius): “Vos en el fondo te das cuenta que yo no puedo decirte nada, ni a vos ni a nadie”. Y precisamente es el momento en que comienza a entenderlo. Por primera vez Gregorovius no habla con estructuras logicas, Oliveira continda la lectura del aviso, como Gnica respuesta a las medita~ clonés de su interlocutor; Gregorovius re~ trocede, cesa de hablar “en serio”, al nom- bre de una calle no responde con su pen- samiento, dice: “faltan los teléfonos”. Ha entrado en el mundo, en él obsesionante juego de Oliveira. El lector tiene concien- cia que en lo mas profundo nada pueden decirle, debe hacerlo todo a partir de él, decir con el autor. L ya de na- da puede s6lo alejarlo de su in- mediata tarea: sumergirse la nada para volver a empezar. servirle hasta La carta a Rocamadour es una tabla a la que el lector se aferra para no perder todo contacto con algo que sigue siendo €1 mismo: sus “sentimientos”. Ataque des~ ‘de todos los frentes. Tono mayor que de~ secha las trampas draméticas y aspira a una Ingenua y profunda ternura: la meta- fisica de sopas derramadas y conojitos de terciopelo, Metafisica en acto de la Maga que sin abstracelones sabe todo aunque no lo conozea. El lector descansa: fresco oa- sis de lagrimas en un desierto de tensio- nes Gridas y sin concesiones. Aflojamiento que explica y completa ese mundo tremen- do que no es més que un pequefio mundo: el del lector que hace la novela. Este mundo nuestro, en definitiva, de cosas perdidas, extrafias, que aparece co- mo tragedia donde el bien y el mal ya no estén definidos, Lo tragico, el destino que fija los pasos del hombre y que se impo- ne a pesar de los esfuerzos que realiza por Itberarse, se expresa a través del notable PASADO ¥ PRESENTE poder del hombre para decidir qué es el bien y qué es el mal. Poder separar las co- sas segtin mSdulos que le pertenecen y al clegir, siempre elegir mal. Tragedia nueva de la conciencia reflexiva: el bien y el mal no se ofrecen desde afuera con signcs ex- terior2s que los muestren. Es el sujeto quicn ordene su exterior y conoce ante cada eleccién cuéles son los puntos de Hegada. Elije un camino y Nega a ia meta adénde conduce el otro. Tragedia de tn mundo que segmenta al hombre y no le permite recorrer todos los senderos, Im- posibilidad del camino Rocamadour y del camino Horacio a! mismo tiempo. Por eso tiene que morir Rocamadour, porque siem- pre se pierde; ilicitud de incorporar la in genuidad Rocamadourmaga a la conciencia Horaciomaga. La tragedia “de tener lo gue se busca en el bolsillo y no acertar a dar con ello”. Rayuela ubica al lector en un universo estructuralmente absurdo para hablarle del absurdo desde donde esta leyendo el libro que tiene entre manos; lugar donde los hombres estén en “cajas de cristal”, mirandose de vez en cuando: “De una ca” ja do cristal a otra, mirarse, ais! mi. se: eso era todo”. Absurdo que devic- ne accién para destruir el absurdo coti- diano del lector: "...los albaiiiles, los es tudiantes, el clochard, ...cada uno en su caja de vidrio, pero que un viejo cayera bajo un auto y de inmediato habria una carrera general hacia el lugar del acciden- te, un vehemente cambio de impresiones, de criticas, disparidades y coincidencias S6lo viviendo absurdamente se po- dria romper alguna vez este absurdo Infi- nito se repitié Oliveira”. Como si hiciera falta algo que rompa la normalidad del absurdo para que los hombres puedan co- municarse entre si. La vida normal esta constituida de infinitas soledades que nada tienen que hacer en conjunto; sélo mirarse entre si alguna vez en infinito silencio. Hace falta, pues, algo que trastoque las cosas: un accidente (que no entra en las previsiones de todos los dias) para que la gente salga de su cubo de vidrio, Algo “extraordinario”, como querfa el Erdosain de Roberto Arlt. Rayuela es un accidente se, RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA 4 que le ocurre al lector. Una conmociin en las ideas que perezosamente se repiten y de la vida que perezosamente se sigue vi- viendo. Una obra literaria que aspira a ser s6lo interrogante, inquietante accidente. La busqueda y el lenguaje Los permanentes juegos de palabras que aparecen en Rayuela encuentran su significacién en el conflicto que se esta~ blece entre el poder creador del hombre que nombra e instituye la realidad y los estrechos limites con que aparece la rea lidad @ través del lenguaje que la incor- pora a la existencia del hombre. Jugar con las palabras es algo mas o menos como jugar con Ja realidad, deformarla, reha. cerla por propia decisién. Buscar formas de decir lo que el lenguaje cotidiano no alcanza a hacerlo, El “giglico” de la Maga gontiene una instancia de expresién er6- tica, allf donde las palabras fijarfan un concepto que esta mucho mas acd de lo que se trata de significar: 0 el silencio o un intento a través de la creacién. El “jue. 90 del cementerio” muestra la inexisten- cia de realidades cuya manifestaciin son palabras que nadie usa. El “didlogo tipi- co entre espafioles" lo menos que indica es cémo cada cual habla de su cosa sin nportarsele cn nada lo que el otro dice © contesta, El juego, con su irresponsabi- lidad a cuestas, golpea y desvaloriza la cristalizada seriedad de aquello que exis te en los limites de una sociedad que des- vitaliza sus propias creaciones, Contrastar positivamente otros valores es caer en la llusion de que es posible escapar a la ser- vidumbre de las patabras hacia esa misma sociedad. La Gnica opcién razonable es neoar, La significacién toma otro giro cuando tras el juego puro-juego, se sucede e! jue go dramético de —por ejemplo— imaginar una realidad diferente a la de Traveler. Oliveira exclama “qué frio hace” y Trave ler, como si no hubiera escuchado 0 no hubiera entendido, contesta: “qué barbari dad de dia, che, es como fuego”. EI lec~ tor cree en la broma. Lo absurdo dei did- logo —lenguaje absurdo— es como un preludio que se insinda y bien pronto se desarrollaré inconteniblemente. Luego det Preludio, los hechos comienzan a desenca denarse con la misma ilogicidad de ias pax labras: como si el preludio se introdujera en la vida de los personajes. Alcanzar un Paquete con clavos (que no se sabe bien Para qué los quiere Oliveira) y un poco de yerba, se convierte en una situaci6n If mite. “Es una cuestiSn de vida o muerte” le dice Oliveira a Talita que esta montada sobre un tabl6n a dos pisos de altura, co- locado alli exclusivamente para poder al- canzarle el paquete. “Me doy cuenta, siempre ha sido asi". Sicmpre el peligro de que el tejo salga fuera de uno de los cuadros de la rayuela y la gloria se pier- da. La vida como un constante peligro sin causa. Cada momento, situaciones defini- tivas donde todo se pone en juego. Cada acto se complica increiblemente y exige definiciones _perentorias. EI preludio se ensefiorea de la escena (de la vida) mez clado con todas las cosas. Y en el momen- to de culminacién, cuando Talita esté en el mayor peligro porque retrocede y mue- re, avanza y mucre, se queda y muere in solada sino llega el sombrero, allf, se re- gresa al puro preludio: el juego de pala- bras. Definiciones antojadizas, y en medio del ejercicio imaginativo ta posibilidad de que todo esto sea real. Una definicién que explica otra definicién de términos habi- tualmente desvinculados entre si: “Rever decer, verdear el campo, enredarse el pe- lo, Ia lana, enzarzarse en una rifia 0 con- tienda, envenenar el agua con verbasco u otra substancia analoga para atontar a los peers y pescarlos, ;no es el desenlace del poema dramético, especialmente © doloroso?” cuando Descartado el sentido co. n, so crea un mundo a distancias side rales de lo cotidiano, “Todo se encadena perfectamente si a uno se le da realmen- te la gana”, piensa Talita. El preludiv le ga a su esplendor y en ese momento apa- rece otra melodia: Gekrepten, lo de todos los dias, la estricta normalidad, Incapaz de sorprenderse de las cosas extraordina- rias, por pura normalidad. Se sucede un contrapunto de melodias que nunca armo- 42 PASADO Y PRESENTE nizan, Coexistencia que se resuelve en lo ridiculo: vuelta a la vida de todos los dias, que, al fin y al cabo, es la Gnica. El uso de las palabras distingue las rea lidades. Son elias, las palabras, las que ocuitan 0 dan sentido a las cosas: la gran posibilidad de engaiio. Los hechos, vueltos palabras, existen 0 no de acuerdo a la fe que se coloquen en ellas: ideologia, en Gi tima instancia, Algo que se nos impone, y que no podemos eludir. “La violacién de! homibre por la palabra, la soberbia vengan za del verbo contra su padre, Henaban de amarga desconfianza a Oliveira, forzado a valerse del propio enemigo para abrirse paso...". El poder y la miseria de las pa- labras radica en que son vacias. Idénticas palabras para la verdad y para la mentira. “Todo eso sucedi5? —diJo Oliveira, —Cla- ro —dijo Gekrepten— {No ves que se lo estoy contando a Talita? —Son dos casos distintas” (17). Las palabras aparecen como una nada que s6lo adquieren significados en los contenidos que el hombre quicra darles, en una estructura como red lanzada sobre el mundo para conocerlo, es decir, para ordenarlo, Gloria y condena: en la medi- da que Ins palabras son vaclas y que no loaran significar las cosas sino parcial: mente, todo ordenar que sea pura palabra es la muerte, “Lo que cl libro contaba no servia de nada, no era noda, porque esta~ ba mal contado, porque simplemente esta- ba contado, era literatura”. Los surrealis- tas no arribaron a la conciencia de una frontera a tal punto asfixiante. “No sos- pecharon bastante que la creacién de todo um lenguaje, aunque termine traicionando 17 — Robert Musil (entre tantos otros) es no de los eseritores que mis se han euestionsde. por ei inetraiento que. tenia que mancjar. Vex Fey Situs aed te tt ibaactones el ertudiante Tgeless (IRs Mey ed. Sur, Bee As. “io60): "Pero en vano, Las palabras no Aecian nada o, mejor, declan algo complet mente diferente, como. si refiriéntose, es0 sh al mismo objeto, hablaran. empero “de otro aspecta de €l, indiferente” y “Pensd que wna ‘ex, hallindose om. nu padre frente 2 um paic isle, Gl habla. exelamado Ob, que hermoso! 1056 habia tarbao enanda el’ pae ee: alegr as" excamacién; pues del mismo modo. ha. hia podido decir” Es teemendamente. triste Era una falla de las palabras lo que lo ator remain. “Una “concieneln "a medias, de “gue las palabras "no eran sino subberfugios, pre textos fortuites de lo que uno sentia” su sentido, muestra irrefutablemente la estructura humana (18)". La _ literatura pues, condenada por el material con que se elabora, s6lo llega a poseer vitia en re- lacion al otro lenguaje que encierra (0 que libera), en cuanto dice algo a través de lo que se dice, en un entrecruzamiento sig nificativo en dos lineas tendidas: uiia hav cia la estructura lingliistica, 0 sea hacia el mundo total del hombre y otra, trascen’ diendo, significando un més allé. En nin- gan caso simples palabras: 0 puro signifi- cado enriquecide con nueva _existencia, revivido, o la nada. La desarmonia que instaura la palabra al nombrar un s6lo sentido de las cosas desechando los miltiples posibles, es el motivo de constante suplicio para la re- flexion. Cuando el mundo de Oliveira en- tra en un momento de calma, cuando logra decir “todo va muy bien", aparece la po- sibilidad de armonizaci6n entre el mundo cotidiano y su imaginacién. El encuentro con “Toth”, el dios egipcio de la magia e inventor del lenguaje. “Magia o mundo tangible, habla un dios egipcio que armo- nizaba verbalmente los sujetos y los obje- tos”, La palabra verdaderamente creadora que otorga coherencia de unidad a lo real y lo irreal, constituyentes de un todo in- discernible. Oliveira ante la posibilidad de razonar todo y que todo tuviera sentido. FI sin-sentido de una Argentina que to- dos los dias muestra su atadura a valores 18 — Cortizar cits el siguiente pasaie Le matin des agiciens ile’ Pauw ger; “EI lenguaje, al igual que el pensa Iiento, procele del funcionamiento _aritmé- Heo binatio de nuestro cerebro, Clasificando eneat 3 toy em y negative. (..) Lo Enico que "prucha tei lenguaie es ta lentitud denna vicign del mundo Hmitada a To binarto, Esta” insuficiencia del lengitaje et evidente, y st In weplora.vivamente, Pero qué decir te Ia insuficiencia dela. inteligencia en si misma? Ta existeneia interna, In” esen= tis e"las cosas” se Te escapay Puede desc ire que fa lus es continu y discontinue slo ver, que la molécula de ta bencina establece tite sus sein atomos Felaciones dobles ¥ que Cmbargo se excluyen mituamentey to a= trite, pero no puede comprenderioy m0 puede ncorporar a su propin estructura’ la realidad de’ lis eatructuras profundas que vexamuna: aca ‘conseguir, deherfa cambiar de estado, scria ‘ecessrin. que ‘otras maquinas” que uusuales se pusicran a fancionar en ef eere- altel racomment nari forse axe of na conciencia analogica que. ast Iniera’ tae. formas. y_-asimilara los. ritmos Conecbibies de esas estructuras profandss RAYUELA: JUICIO A LA LITERATURA mitol6gicos, inexpresivos como signos de existencia real, es descubierto por Olivei- ra a su regreso de Paris. Mejor dicho, Cortazar muestra a la luz del dia, factica- mente, lo que ya se ha afitmado. Porque la Argentina no difiere del mundo (aiio més, afio menos) y el pensarla ya sea como tierra de promisién 0 como maldita por los dioses, es parte de los tabdes que siempre imposibilitaron verla desprejuicia- damente, reconocerla, Todos los valores transferidos a palabras que se entronizan en el pensamiento como realidades acriti- cas. “Y asf el deber, lo moral, lo inmoral y lo amoral, la justicia, la caridad, lo euro~ peo y lo americano, el dia y la noche, las esposas, las novias y las amigas, el ejér~ cito y Ia banca, la bandera y el oro yan- qui 0 moscovita, el arte abstracto y la ba- talla de Caseros pasaba a ser como dien- tes o pelos, algo aceptado y fatalmente incorporado, algo que no se vive ni se ‘analiza porque es asi y nos integra, com. pleta y robustece”. El mundo reducido a categories y por lo tanto esclerosade. De cvalquicr manera, valor asignado a las palabras que hoy separan a Oliveira-Corta- zar de aquel mundo que ya existla antes de su partida y al que regresa para ne- garlo. Por eso no es un volver, es siempre ir: “Habla sido tan hermoso, en viejos tiempos, sentirse instalado en un estilo imperial de vida que autorizaba los sone- tos...". Oliveira, producto y negacién de lo argentino, condena todos los prestigios encandilantes. La distancia de su vision “quropea” le ayuda a descubrir el provin- cialismo en que la Argentina esté inmer- sa. Rayuela podria ser una Argentina ale- _gérica (si mo fuera tan explicita): bisque- da de las Ultimas “vergtienzas” para mos trarlas sin rubores y comenzar desde alli. La segura inutilidad del instrumento para expresar lo que aspira, hace que Oli- veira abjure permanentemente de lo que esta diciendo (“qué lenguaje, che!") Sin embargo —limite humano, de no-dios— se sabe condenado a usarlo para negarlo, Len. guaje que intenta destruirse; autodestruc- cién que, sin embargo, es bisqueda de otro: Toth. 4B RAYUELA: una derrota triuntal Rayuela, libro, es una rayuela, juego, donde el lector sicnte apostar su vida (la gloria) a cada capitulo. Imagen de la existencia: “los ritos infantiles del guijarro y el sal- to sobre un pie para entrar en el cielo”. Un cielo hacia el que los hombres se lan- zan sin saber bien qué es, ni si existe y que a lo mejor no es mas que el “rito” en si mismo, Un cielo dificil de alcanzar puesto que todo depende de la marcha so- bre un pie y donde cualquier defecto deja afuera de la gloria: un golpe mal dado a la piedra hace salir del juego o merir en- tre dos escalones hacia ella, Complicada facilidad, como Rayuela, donde todo es y no es acepteble, donde a cada momento el lector est4 “a punto de perder el sitio de legad La numeracién de los capftulos en un orden que podriamos amar referencial, se une a la bisqueda permanente de un sistema que se vincula a otra cosa, y ésta a su vez a otra y asi, ta arribar a la conclusion de que falta el co- mienzo (0 al menos a la incapacidad ac tual para descubrirlo); hasta arribar a un Puro proceso de relaciones. Ese origen apetecido, especie de explicacisn primor- dial que pudiera ser el puente de unién entre la razén y el hacer, se insinda con el capitulo 55 que aparece sin referencia en el orden establecido por Cortazar para sucesivamente, has- Rayuela. Especie de signo errético que pudicra adquirir sentido para quien Negue a descubrirlo y le otorgue valores ade- cuados. En Morelli !a cifta podria ser una polabra lo: “La pagina contiene una sola frase: En el fondo sabia que no se puede ir més allé porque no lo hay. La frase se repite a lo largo de toda la pagina, dando la impresion de un muro, de un impedi- mento, No hay puntos ni comas ni marge- nes. De hecho un muro de palabras ilus- trando el sentido de la frase, el choque contra una barrera detras de la cual no hay nada, Pero hacia abajo y a la derecha, en una de las frases falta la palabra lo. Un ojo. sensible descubre el hueco entre los ladrillos, 1a luz que pasa”. Y en Ce 4 ferino Piriz, la palabra la: “A Traveler le habia fascinado siempre ese —la— que interrumpia Ja rigurosa cristalizacion del sistema, como cl misterioso jardin del zatiro, ese misterioso punto de la gema que quizé determinaba la coalescencia del sistema". No casualmente esta descrip: cién aparece en el capitulo que es repe- ticlén fenoménica del fantasmal 55. Este capitulo establece sutilmente cier- ta posibilidad de soluci6n, cierto atisbo de orden a partir de algo que esta en el ac- tor mismo, Partir de cualquier parte, es decir de una eleccién que el hombre pu: dilera hacer y gue en el hecho novelistico completa el circulo cerrado de la version numerada en capftulos alternativos. Cual- quiera sea el punto de partida, podria re~ hacerse la totalidad: todas y cada una de las partes, estén relacionadas con todo. De cualquier manera, si la _posibilidad existe, es a partir de un despegamiento sistematico, dolorosamente querido, de las cosas que hoy ostablecen nuestra imposi- bilidad. Cuidadoso desmontar esta aparien- cia de humanidad para, después de cono- cer los no, intentar iluminar el abismo de los Si. Un orden insospechado que nada tiene que ver con este otro hecho de com: Pafifas de soledades, de palabras que simu- lan trasmitir mensajes pero que nadie en- dende, de acuerdos que surgen fuera de uno y no desde uno. Un orden que se pa- recerfa mucho al desorden no aceptado de ahora y que se “justificaba si tendia a sa~ lir de sf mismo” en la busqueda de otra razén distinta a aquella “cuya falencia es la locura”, Rayuela al sumergir al lector en el mas despiadado interrogante, lo coloca ante el vértigo de un hueco que es la historia hu- mana. Sin embargo no postula la tragedi: No es tragedia la que muestra la situacion trfgica del hombre contempordneo en afén de modificarla sin ayuda de dioses, con un desparpajo sin Ifmites, con paradSjica fe después de haber negado hasta los tué tanos. Si bien el “otro lado” no se cono- ce, si bien es casi inimaginable lo que hay allf (19), a veces se insinga el fASADO Y PRESENTE Jero” por donde se pasa; a veces, en me- dio de esa certidumbre de que “dentro de él nada estaba en su sitio", también “—era cierto, era maravillosamente cierto— que en cl suelo © el techo, debajo de la cama © flotando en una palangana habia estrellas Y Pedazos de eternidad, poemas como so- les..." \ A todo esto, negada la “literatura” de Rayuela, violentada la distancia entre et escrito: y el lector, realizado el alan de Borges cuando escribia en Fervor de Bue- nos Aires: “Nucstras nadas poco difieren; y es trivial y fortuita la circunstancia de que seas ti el lector de estos ejercicios, ¥ yo su reactor", cabe preguniarse dénde tadica lo literario de la obra, Esfuerzo Por cuestionar tw literatura en cuanto vo- huntad de “mostrar” lo literario, esta no- literatura es el resultado de un cuidadoso uso de las palabras. Pero es también la conciencia que de alguna manera todo ha sido dicho 0 que siempre se dicen las mis mas grandes cosas, cuando se logra decir- las. Lo literario, el valor si se prefiere, de la palabra, esta dado por el nivel sig- nificativo del conjunto y de cada uno de Jos capitulos. De otra manera: la novela en su conjunto es una metétora de mil sentidos, y esto es comin a toda obra li- teraria verdadera. Su singularidad radica en la calidad de la significacién. Rayuela logra ser pura sefial lanzada sobre el lec~ tor para que él se sienta emisor de esos mensajes. Por otra parte, cada capitulo re- pite el tema fundamental, lo desarrolla, lo 1o— Fr el cuento Reunigm que narra el desem- barco de" Fidel Castro’ y"cuya angedota sth fonda “de "une efor seatos de Hinesto ievara, fa Winica forma de expresar lo que hay del “otro Indo", lo ‘que justifica” tras: cezilentemente) el acto armado dle Ta revola- Sdn, es ua tema “de” Moyart, miento inicial det" cuarteto La taza “la "evocacion del Ralalf en la mansa vor de los violines: ext tasposicién’ de ‘uma ceremonia. salvaje 8 un claro. goce pensative”. (1-1 "¥ todo exo es también “nuestra rebelién, ex to. que. estamos haciendo ‘aunque ‘Mozart yet debot wo. pe: dan tuber, también nosotros nuestra a’ nera ‘hemos’ querido” ‘transportar "una, tor guerra a uh orien que le dé sentido, le jase Ufique 'y ‘en “titimo. término la lleve a. une victoria ‘que sex como la. restitucion de una melodia ‘después de tantos altos de tones cuernos de caza, que sea ese allegro final que fucgde al adayto ‘como we enewenteo ‘con Ta

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