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rf 7 ‘ : 1 F ‘ © c f t ‘ f t ( t { { TEMA 4 LOS PRINCIPIOS ESTRUCTURALES DEL ESTADO EN LA CONSTITUCION ESPANOLA DE 1978° Sumario. J. Los conceptos de «forma de estado» y de «forma de gobierno». 2. La forma de esta: do en la Constitucién espafiola. 2.1. El Estado social Y democrético de derecho. 2.1.1. El Estado de derecho. 2.1.2, El Estado democrético. 2.1.3. EI Estado social. 2.1.4. La necesaria interaccién de los tres caracteres del Estado (social y democritico de deve cho) en la interpretacién constitucional, 2.2. El Estado. autonémica, 3. La foram de gobierno. Bibliogratia. 1, Los CONCEPTOS DE «FORMA DE ESTADO» Y DE “FORMA DE GOBIERNO» Dentro del Derecho constitucional es ya una afirmacién clasica el enten- der que los estados se articulan institucionalmente-en dos niveles distin- tos: en un nivel superior, mas profundamente estructural, se hace referen- cia a los elementos que configuran la totalidad del concepto de estado y, Gr un nivel inferior, a los elementos que configuran su aparato politico directo, Para la definicién del primer nivel se utiliza la expresi6n «forma de estado»; para la del segundo, la de «forma de gobierno», La diferencia entre ambos conceptos atiende de manera esencial a los Ambitos de relaci6n‘en que cada uno de ellos se desenvuelve, La forma de estado atiende a las relaciones que se establecen entre los elementos bisi- Cos que configuran la realidad estatal: el pueblo o conjunto de ciudadanos sometidos a la autoridad estatal, la onganizacién politica del estado yel territorio en que los dos primeros elementos se asientan. La forma de gobier- * Miguel A. Aparicio Pérez 109 ‘Fema 4 no, en cambio, se refiere al cuadro de relaciones establecido entre las ins- tituciones polfticas superiores del estado de que se trate. A su vez, las formas de estado se determinan por la articulacién de esos elementos: si la organizacion politica 0 poder politico (el estado aparato) esté sometida al derecho, se reconocen derechos a Ja ciudadanfa y la inde- pendencia judicial, entre otros requisitos, el tipo de estado que se da es el estado de derecho; Ja ausencia de estos requisitos supone la existencia de un estado dictatorial en cualquiera de sus versiones. Si los ciudadanos par- ticipan en el ejercicio del poder polftico como expresién de la soberanfa popular, entonces aparece la forma de estado democritico contrapuesto al modelo de estado autocratico. En virtud de la intervencién del aparato esta- tal en la vida econémica y social surge la forma de estado intervencionis- ta, opuesto al estado liberal o abstencionista. Y, en funcién de la distribu- cién territorial del poder politico, se han sefialado tradicionalmente, como categorfas, la del estado unitario centralizado, en el que no existe un frac- cionamiento politico del territorio sino que todo el poder se ejerce a par- tir de las instancias centrales y se extiende sobre su totalidad mediante mecanismos de delegaci6n del poder central (un gobierno tinico, un parla- mento tinico y un poder judicial Gnico); la del estado confederal, que res- ponde a un modelo de asociacién entre estados independientes que se unen para realizar en comdn actividades internacionales de interés coman y cre- ando para ello instituciones encargadas de realizar dichas actividades {actualmente, sélo constituye un recuerdo hist6rico, aunque tal vez lo mas parecido actualmente a una confederacién sea la Unién Europea); la del estado federal, que posee dos instancias territoriales de poder: el poder cen- tral o federal y el poder de cada uno de-los territorios federados que sue- Jen reproducir en su Ambito institucional los mismos poderes en los que se estructura el estado federal (legislativo, ejecutivo y judicial) con gradacio- nes de descentralizacién y tipologias distintas, y, por ultimo, la del estado regional, que supone una descentralizacién politica limitada bajo la tutela del estado central. La Constituci6n espafola define expresamente la forma de Estado por sus facetas de sumisién al derecho, por su estructura democrdtica y por su intervencionismo social (art. 1.1 CE: «Espafia se constituye en un Estado social y democrdtico de derecho»), pero no la define de la misma forma en su faceta de distribucién territorial del poder, ni tan sélo utilizando un adjetivo calificative como el de «autonémico». Las formas de gobierno, por su parte, se delimitan, como se acaba de indicar, por el cuadro de relaciones que se establecen entre las instancias superiores del aparato politico estatal: si institucionalmente predomina el poder del parlamento porque tiene capacidad para crear y hacer caer al gobierno, se denomina forma de gobierno parlamentaria; si, por el contra- rio, quien se impone es el poder ejecutivo, normalmente porque ha sido 110 . ee es co Se ee ee ee ss Manual de Derecho Constitucional | clegido mediante sufragio universal, Ia forma de gobierno es la presiden- cialista, En cada una de estas dos formas hay una variedad de sistemas: parlamentarismo monista, dualista, de canciller; parlamentarismo raciona- lizado; presidencialismo y semipresidencialismo. El articulo 1.3 de la Cons, titucion establece que «la forma politica del Estado espafol es la monar- quia parlamentaria» y a su significado habré que referirse con posterioridad. 2. La FORMA DE ESTADO EN LA ConsTITUCION ESPANOLA La Constitucién de 1978 contiene. una desigual variedad de preceptos: sobre la forma de estado. Y es desigual Porque mientras es muy explicita en la determinacién del nuevo modelo democratico de estado no lo es tanto en la determinacién del modelo territorial, 2.1, El Estado social y democrético de derecho La Constitucién sefiala en su articulo 1.1 que Espaia se constituye en un Estado social y democrdtico de derecho. Es obvio que esta declaracion lo cuando afiade que la soberanfa nacional reside en el pueblo espaiiol del que emanan los poderes del Estado. Por ello conviene analizar, desde la perspectiva de la forma de estado que se esté utilizando, el significado de todos estos términos:'el Estado de derecho, el Estado democratico, el Estado social y el significado del pue- blo como sujeto de la soberania nacional que, evidentemente, se entronca en la definicién del Estado como democtdtico. 2.1.1. El Estado de derecho El estado de derecho, como Concepto constitucional, posee dos signifi- caciones diferentes: expresa por un lado la sumisién del estado al ccien juridico que él mismo crea y, por otro, el que ese orden juridico implica una especial estructura y funcionamiento del aparato estatal conforme a phos determinados principios que lo justifican. En el primer sentido, que fundamenta sus orfgenes en la Iiustraci6n, tnicamente quiere significar que Ja actuacién estatal se debe hallar limitada por el derecho y, en tal aspec- fo, no es sino una negaci6n particular del estado absoluto. En el segundo sentido, por el contrario, el concepto hace referencia de forma clara a la forma de estado por’cuanto el orden juridico al-que el estado se somete, TLL (Bnet en la propia transformacién del estado liberal inicial, debe asumir una serie de caracteres: — El imperio de la ley como expresi6n de la voluntad general. — El reconocimiento de los derechos de los ciudadanos. — El sometimiento de todas las instancias administrativas a las leyes aprobadas por el parlamento y a sus propias normas. — La existencia de un poder judicial independiente y con poder bas- tante para controlar Ja legalidad de las decisiones administrativas. — La separaci6n entre poderes (divisién de poderes). — La responsabilidad de los poderes pablicos. Pues bien, todas estas caracteristicas han obtenido en la Constitucién espafiola de 1978 una respuesta espectfica, de forma que en ella se confi- gura plenamente Ja naturaleza de Estado de derecho en cuanto configura- cién propia del aparato estatal. Tales respuestas podrfan sintetizarse en los siguientes elementos: principio de constitucionalidad, principio de legali- dad; principios informadores del ordenamiento juridico, reconocimiento de un amplio elenco de derechos ciudadanos, establecimiento de una clara diferenciacién entre los poderes u érganos constitucionales del Estado, con- sagracién de un poder judicial independiente, y reconocimiento de la res- ponsabilidad de los poderes publicos frente a los ciudadanos. Por lo que se refiere al principio de constitucionalidad, ya se ha visto en el tema | el profundo cambio jurfdico que han experimentado las cons- tituciones de los actuales paises democriticos y, en especial, los europeos. De forma que si en los comienzos del estado liberal en Europa la supre- macia jurfdica correspondfa a la Jey del parlamento, en los momentos actua- les esa supremacia corresponde a la constitucién y la ley y normas con fuer- za de ley se encuentran en una posicién subordinada respecto de la constitucién. Este principio se establece en el articulo 9.2 de la Constitu- cién espafiola cuando sefiala que los poderes piblicos estén sujetos a la Constitucién (y al resto del ordenamiento jurfdico), se especifica en la dis- posicién derogatoria al indicar que quedan derogadas cuantas normas se opongan a Ja Constitucién y se materializa en el titulo IX, sobre el Tribu- nal Constitucional, al dotar a este érgano de potestad bastante para anu- lar las disposiciones normativas contrarias a la Constitucién. + Pese a lo anteriormente indicado, el principio de legalidad — tancia sino que, ademds de Jas tradicionales de expresar la yéluntad gene- ral cuando Ja ley es emitida por el Parlamento, cumple diverso tipo: en primer término sigue siendo la norma vi lencia de todo el funcionamiento de la Administraci6n pAiblica y de la actua- cién del Gobierno: asf, de acuerdo con el articulo 97 /de la Constitucién, 2 { § $ 1 ' f Manual de Derecho Canstitucional el Gobierno ejerce la funcién ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuer- do con las leyes; la Administraci6n pablica (art. 103.1 CB) tiene un «some. timiento pleno a la ley y al Derecho» ¥ su actuacién queda sujeta al con- trol de legalidad por parte de los tribunales ordinarios (art. 106.1 CE); y también es la ley quien vincula de manera directa a jueces y tribunales » cuyo imperio se hallan sometidos (art. 117.1 CE). Pero, en segundo tér- mino, el principio de legalidad igualmente se aplica para estructucar el ode. namiento juridico estableciéndose reservas de ley para el desarrollo de deter, minados 4mbitos materiales: mediante ley orgénica se habrin de regular los derechos fundamentales (art. 81 CE), y mediante ley ordinaria su ejer- cicio (art. 53.1 CB); 1 xegulacién de las sanciones penales y administrati- vas habré de tealizarse mediante ley (art. 25 CE); también la determina, clén de los tributos (art. 133 CE), y asf un largo etcétera que va desde la aprobaci6n de los estatutos de autonomia, la ordenaci6n de determinadas instituciones estatales hasta la cesién de competencias constitucionales mediante tratados internacionales, materias todas. ellas, como se verd en el tema 15, en que se alternan las reservas de ley orgénica con las reservas de ley ordinaria. Los principios informadores del ordenamiento juridico serin estudiados en el tema 12 y vienen determinados en el articulo 9.3 de la Constitucion, Ademés del principio de legalidad que acaba de comentarse, se encuennny los de jerarquia normativa, publicidad de las normas, irretroactividad de las normas no favorables' o restrictivas de derechos individuales, la seguri- dad jurfdica, la responsabilidad y la interdiccién de la arbitrariedad. Se trata de dotar al ordenamiento no s6lo de unos Ptincipios de articulacién, del mismo (jerarqufa o publicidad de las normas, por ejemplo) sino tam- bién de unos valores, en consonancia con lo dispuesto en el articulo 1.1 de la Constitucién, que garanticen una serie de bienes constitucionalmen- ts Protegidos: proteccién de derechos individuales, seguridad juridica como Sintesis de todos esos principios, responsabilidad de los poderes piblicos y prohibicién, obvia por lo demés si se tiene en cuenta el Principio de lega- lidad, de que actéen de manera arbitraria. Sobre el reconocimiento de los derechos constitucionales poco se debe do de derecho, sin perjuicio de que también aparezcan muchos elementos de la configuracién del Estado como democrético y social, segiin después se dird. 113 (ews En cuanto a Ja clsica separacién o divisién entre poderes, ha de afir- marse aqui que tal separaci6n existe puesto que se distingue con nitidez la presencia de poderes distintos: el poder parlamentario situado en las Cor- tes Generales, el poder ejecutivo adscrito a un Gobierno con funciones y potestades especificas (la funcién ejecutiva y la potestad reglamentaria) y el Poder Judicial, que es el tinico as{ denominado por la Constitucién en su titulo VI y que ostenta la potestad jurisdiccional ordinaria. Esos tres conjuntos institucionales ejercen funciones y poderes diferen- tes pese a que ni la separacién entre ellos es radical ni la complejidad actual del Estado permite efectuar una tan sencilla clasificacién. La razén estri- ba en qué las rélaciones entre el poder legislativo y el poder ejecutivo se encuentran mediadas por los partidos politicos, reconocidos en el artfculo 6 de la Constitucién, que son los que ejercen el poder polftico real por medio de las instituciones piblicas en las que sus respectivos miembros ocupan posiciones mayoritarias, de forma que la direccién de la accién polf- tica de las instituciones suele ser exterior a su propia definicién constitu- cional, legal o administrativa. Como ejemplo caracterfstico de este nuevo sistema, general actualmente en todos los sistemas democraticos, en el modelo constitucional parlamentario espafiol se indica que tras las elec- ciones generales al Parlamento (Cortes Generales), el Congreso de los Dipu- tados designar4 al presidente del Gobierno, y éste, a los miembros de su gabinete. En la préctica, sin embargo, las elecciones generales no se plan- tean como unas elecciones parlamentarias sino como unas elecciones a la Presidencia del Gobierno: todos los partidos presentan un candidato pro- pio a presidente del Gobierno y, alrededor de esa figura, se moviliza toda la accién electoralista y posteriormente electoral mediante el mecanismo de las listas cerradas y bloqueadas que presentan los partidos politicos, Por otro lado, ademéas de los tres poderes cl&sicos, Ja Constitucién intro- duce otra serie de érganos constitucionales que poseen vida propia y que no se enmarcan en ninguno de dichos poderes: por un lado, se introduce -el sistema de las autonomias, como conjuntos orgénicos constitucionales, que poseen un poder politico propio y que, como es evidente, operan de forma separada a los poderes del Estado central; por otro lado, otras rea- lidades institucionales de ese mismo Estado central, como son la repre- sentada por el monarca o jefe del Estado, por el Tribunal Constitucional o por el Consejo General del Poder judicial, no pueden ser adscritas a nin- guno de los tres poderes: el monarca ejerce una magistratura con algunas competencias de indole internacional y otras de arbitraje y moderacién de las instituciones, pero no forma parte ni del poder ejecutivo ni del poder patlamentario; el Tribunal Constitucional es independiente en su funcio- namiento, controla la constitucionalidad de determinados actos normati- vos y sirve de especial protecci6n a los derechos fundamentales, pero no forma parte del Poder Judicial ni de cualquier otro poder, y el propio Con- 114 BOP Ee ee Ee Se Ces Pett mba Rk, oo Re, 7 { ‘Manual de Derecho Constituctonal sejo General del Poder Judicial ni ejerce la jurisdiccién ni tampoco forma parte del Poder Judicial: es su érgano de gobierno pero no se halla integra- politicas que operan en el seno de la sociedad y se ha visto ampliada por la aparicién de nuevos conjuntos institucionales con poder propio que pose- en una naturaleza especffica no asimilable a los tradicionales poderes. La consagracién de un poder judicial independiente es unaie las mayo- res evidencias que contiene la Constitucién. No sélo como proclamacién programética sino también porque hha introducido una gran variedad de instrumentos normativos para.que los miembros del Poder Judicial esca, pen al control gubernamental, por un lado, y al control de determinadas fuerzas sociales, por otro. La fi ficial para la garantia de esa inde- pendencia ha sido la creacién del Consejo General del Poder Judicial, qué ha tenido una trayectoria tal vez poco afortunada y cuyo andlisis se efoe tda en el tema 10, No obstante, como se sefialaba anteriormente, el con- trol de los actos piiblicos es ejercido por un poder judicial independiente ¥ con ello se cumple otras de las condiciones del establecimiento de un verdadero Estado de derecho. Finalmente, el Estado de derecho impone la posibilidad de los particu lates de reclamar ante actuaciones lesivas de los poderes ptblicos; y dicho Principio de exigencia ‘de responsabilidad se manifesta en el texto’ consti- tucional de dos formas: el articulo 106.2 prevé que los particulares tienen derecho a ser indemnizados por toda lesién que sufrar en cualquiera de sus bienes o derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesién sea consecuencia del funcionamiento de los servicios Ppablicos, y el articulo 121 precisa para la actuacién de la Administracion de justicia que los dafios causados Por error judicial, asf como los que sean consecuencia del funcionamiento anormal de dicha administracién, dardn derecho a una indemnizaci6n a cargo del Estado. 2.1.2, El Estado democrdtico Sé indicaba con anterioridad que los caracteres del Estado de derecho, £n algunos de sus puntos centrales, se adscriben a la transformacion det Estado liberal inicial. Algo ‘semejante sucede con la caracterizacién demo- cratica del Estado: es, sin duda, una derivacién de la transformaci6n de los iniciales principios liberales que se basaban en la soberan{a nacional yen el sufragio censitario Pero que progresivamente se fueron transformando én soberanfa popular y sufragio universal, tanto masculino como fement. no. Pero la naturaleza democratica del Estado abarca, ademés, otras face- tas muy diversas: por un lado, el reconocimiento de la soberania popular; Por otro el reconocimiento de derechos de participacion ciudadana en los Us Toma 4 asuntos piiblicos; en tercer término, la consagracién del pluralismo procla- mada en el artfculo 1.1 de la Constitucién expresada en las diversas for- mas de pluralismo recogidas también en el mismo texto constitucional; en cuarto lugar el papel relevante concedido a los partidos politicos situados entre los principios estructurales del titulo preliminary, y, por Ultimo, el reco- nocimiento de las organizaciones sociales de todo tipo para la defensa de sus intereses. ‘Todos estos aspectos son analizados en distintos temas de esta obra bajo _ diferentes enfoques pero, a efectos de la concreta delimitaci6n constitu- cional del cardcter democratico del Estado, es pertinente el realizar ahora una serie de observaciones divididas en cuatro grupos: las télativas a la definicién constitucional de soberanfa popular; las relativas al reconoci- miento del sufragio universal y a las diversas formas de participacién ciu- dadana en los asuntos piblicos; las relativas al pluralismo politico, y las - relativas al pluralismo social. Se deja, por el momento otra de las mani- festaciones del pluralismo —el referido al pluralismo polftico territorial— por ser objeto de epfgrafe diferenciado en este tema. El concepto de soberania popular, abiertamente minusvalorado por algan sector de la doctrina por entender que el pueblo como sujeto juridico care- ce de existencia, conforma, sin embargo, en la opinién que aquf se sostie- ne, una pieza clave en la definicién de la forma de estado, en la legitima- cién de su existencia constitucional y, de manera muy destacada, en la posibilidad de determinacién de quién o quiénes pueden participar en el ejercicio de esa soberanta. Se ha de recordar que el articulo 1.2 de la Constitucién sefiala que «la soberan{a nacional reside en el pueblo espafiol, del que emanan los pode- res del Estado». En términos de derecho comparado se ha de indicar que no todas las constituciones de nuestra 4rea cultural determinan la sobera- nia en Ja misma forma: Ja Constitucién francesa de 1958 (art. 3) mani- fiesta que la soberania nacional pertenece al pueblo que la ejerce por medio. de sus representantes y por la via del referéndum; en la misma direcci6n la Ley fundamental de Bonn de 1949 afirma que todo poder piblico emana del pueblo. Ese poder —afiade— es ejercido por el pueblo mediante elec- ciones y por medio de 6rganos particulares de los poderes legislativo, ¢je- cutivo y judicial (art. 20.2). Con estas determinaciones se est4 indicando que sélo por esas vias el pueblo puede manifestar su voluntad 0 expresar, si se quiere, la soberanfa de que habla la Constitucién. Es decir, existe un reconocimiento de la soberanfa popular pero se delimitan los mecanismos mediante los cuales puede ejercerse (es lo que Ja doctrina ha denominado «soberanfa popular concentrada 0 representativa»). En cambio existen otros modelos constitucionales en que no se ponen trabas expresas a ese ¢jerci- cio: tal es el caso de la Constitucién italiana, que se limita a indicar que la soberanfa pertenece al pueblo, quien la ejerce en la forma y en los limi- 116 Pe [ Manual de Derecho Constitucional tes de la Constitucién (art. 1, Pparrafo segundo). A este modelo Ja propia doctrina italiana le ha denominado «soberania Popular difusa» porque no Pues bien, la formula de la Constitucién espafola, como te secba de gnunciar, es también una formula abierta que consagra un ejercicio de la los poderes ptiblicos puedan arbitrar otros mecaniswtos totalmente acordes con.los principios de la soberanta popular. En el segundo de los -aspectos anunciados, el relativo al derecho al sufra- sio, el articulo 23 de la Constitucién lo manifiesta de manere muy espe- cifica a la vez que define, dentro de la forma democrdtica del Estado, la puoridad de Ja democracia yepresentativa sobre otras formas de democra- cla directa o semidirecta. El apartado 1 de este precepto sefiala que «los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos Ptblicos directa- mente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periddicas por, suftagio universal; y el apartado 2 afsle que, «asimismo, tienen derecho a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y car- 808 pablicos, con los requisitos que sefialen las eyes. Y el punto de con- tar que la estructura democrética del Estado co1 rada por la Constitu- cién pivota en lo esencial en torno al Gjercicio del derecho de sufragio, tanto activo como pasivo. Y ello, Porque las otras formas de Participacion Cludadana en los asuntos piblicos no obtuvieron especial relevancia cons- seatutos de las comunidades auténomas o su modificacién, © para el Supuesto de revision Constitucional), o mediante la institucién del jurado €n materia de ejercicio de la potestad jurisdiccional, que s6lo fue desarro- 117 Tina 4 Mada a partir de la Ley orgénica 5/1995. Ello no quiere decir, coms se priede observar en Jos temas antes mencionados, que las variadas formas que se desprenden de la Constitucién carezcan de importancia. La tienen en alto grado; pero, desde el punto de vista de la estructura bdsica del Estado o de la forma de Estado, que es Jo que ahora se comenta, poseen una impor- tancia inferior a todo el conjunto de elementos que se desprenden del pro- ceso de ejercicio del suftagio activo y pasivo en cuanto pilares de la demo- cracia representativa. En cambio, el pluralismo politico como principio estructural sf que obtiéne en Ja Constitucién una especial relevancia. Bn torno a él giran una gran variedad de cuestiones normativas: por un lado, ademas de los derechos de sufragio activo y pasivo, el reconocimiento de otros derechos fundamentales de contenido directamente politico (libertad ideolégica, libertad de expresién, de informacién, derecho de reunién y manifesta- cién, derecho de asociacién, libertad de creaci6n literaria y artistica, etc.); por otro, la gran trascendencia constitucional del reconocimiento de los partidos politicos definidos como expresién del pluralismo politico y como entes que «concurren a la formaci6n y manifestaci6n de la voluntad popu- lar y son instrumento fundamental para la participacién politica» (art. 6 CE). En torno a estos dos grandes reconocimientos se desenvuelve la rea- lidad de Ja democracia parlamentaria y del ejercicio de los derechos ciu- dadanos en cuanto portadores de libertades participativas. La democracia parlamentaria es inescindible de la existencia de los partidos politicos que, mediante érganos ptblicos como son los grupos parlamentarios tanto en las Cortes Generales como en los parlamentos autonémicos, o mediante los grupos municipales, trasladan su voluntad politica a las instituciones ptblicas, segiin se advertia con anterioridad. Pero también es inescindible. de los derechos politicos ciudadanos que, al permitir y proteger las dife-. rencias, posibilitan la realizacién del pluralismo y que el sistema demo- crético pueda basarse, més que en el consenso, en el propio y directo con- flicto de opiniones e intereses. Y, en este tltimo dmbito, también existe una proclamacién constitucio- nal del pluralismo social. Toda la regulacién constitucional sobre el dere- cho a Ia sindicaci6n y el reconocimiento de los sindicatos de trabajadores, sobre el reconocimiento de las organizaciones empresariales, sobre el dere- cho a presentar un conflicto colectivo y sobre-el derecho a la huelga (arts. 7, 28 y 37 CE) traduce de forma evidente esta variedad de intereses socia- les potencialmente en pugna que deben resolverse mediante la aceptacién de las reglas de juego democréticas. Slo hay que pensar en el contraste con el régimen anterior donde la huelga oficialmente (Fuero del trabajo) era considerada «delito de lesa patria». 118 [ Manual de Derecho Constituctonal_ | 2.1.3. El Estado social Por este concepto de Estado social suele entenderse aquel tipo de esta- do que, constitucionalmente, se halla comprometido en la Satisfaccion de las necesidades primarias de su Poblacién mediante el reconocimiento y atencion de determinados derechos prestacionales y mediante la prictica de politicas tendentes a conseguir grados progresivos de igualaciGn social, De hecho, la primera forma auténtica de Estado social suxgié en Suecia, en 1938 (Acuerdo de Saltsgobaden), al Megarse a un acuerdo entre Jos érga- nos estatales, las organizaciones empresariales y los sindicatos de trabaja- dores por el que estos dltimos renunciaban a sus reivindicaciones, los empre- sarios aceptaban parcialmente la intervencién de los trabajadores en la direccion de Jas empresas y todo ello, a cambio, de que el Estado pudiera intervenir la economfa general y distribuir unos beneficios econémicos entre constitucional; por lo tanto no puede afirmarse que la Constitucién espa- fola lo hiciera suyo. La introduccién en el primer precepto normativo de nuestra Constitucién del calificativo «social» para el nuevo Estado consti- tucional respondié, més bien, a una cierta dinfmica que se habia genera- do primero con la Constitucién de Weimar en 1919 y, sobre todo, en la Constitucién italiana de 1947, posterior, en consecuencia, « le Segunda Guerra Mundial. La concrecién constitucional del significado de «Estado social» respon- de, pues, a un proyecto de formalizacin normativa que contiene perfiles Propios y que no puede afirmarse que responda a modelos externos, al menos en su totalidad. A diferencia del [amado Estado asistencial o Esta- do del bienestar, la definicién constitucional implica introducir en el com- Pportamiento estatal unas obligaciones y competencias, encarnadas en el mayor rango normativo posible, de manera que las instituciones piblicas sé encuentren ligadas a los mandatos constitucionales en orden a satisfa- cer determinadas necesidades sociales o fines generales que el Estado debe pretender. Estas obligaciones, en la Constitucién espafiola, se escinden en tres gran- des grupos de preceptos: los que atienden a la promocion de la igualdad material, los que se refieren al reconocimiento a los ciudadanos de unce determinados derechos de prestacién que deben suministrar los poderes Piblicos o estar garantizados por el ordenamiento juridico, y los relativos a la llamada Constitucién econémica, Tn el primer orden de cosas, recogido casi literalmente de la Constitu- lig Tima 4 les y efectivas; remover los obstdculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participacién de todos Jos ciudadanos en la vida politica, eco- némica, cultural y social». Esta clausula, denominada «cléusula de igualdad material», se superpone al principio de igualdad formal que contiene el arti- culo 14 de la Constitucién, segtin el cual «los espafioles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminacién alguna por razén de nacimien- to, raza, sexo, religién, opinién o cualquier otra condicién o circunstancia personal o social». La interaccién entre estas dos concepciones del princi- pio de igualdad se desarrolla de forma extensa en el tema 29, pero lo que aqui interesa sefialar es que se trata de dos visiones; si no antagénicas, al menos complementarias dentro de un prificipio constitucional bésico en cual- quier sistema constitucional democrético como es el de igualdad: por la igual- dad formal se entiende que todas las personas, independientemente de sus condiciones personales de existencia, son tratadas de manera idéntica y, por’ lo tanto, igual se prohfbe la mendicidad en las calles a los pobres que a los ticos. En cambio, el principio de igualdad material es simulténeamente un principio de igualdad real dentro de la ley y un principio promocional para que los poderes publicos generen razonables condiciones de superacién de las profundas desigualdades materiales y puedan tratar de forma desigual a los desiguales, promocionando a los menos favorecidos. Por todo eso, se ha desarrollado una notable jurisprudencia constitucio- nal en torno al principio de igualdad ante la ley y de igualdad en o en el interior de la ley, que no es cuestién de reproducir aqui porque se explica ampliamente en el tema ya indicado, en la que, si bien no se quiere llegar a las consecuencias constitucionales que habrian de derivarse del principio de igualdad material, ha intentado mantener un quid pro quo entre la igual- dad formal del articulo 14 y el mandato de promocién de la igualdad real del articulo 9.2 de la Constitucién. Algo semejante sucede con la proclamacién de los llamados derechos socia- les en tanto derechos de prestaci6n. Salvo el derecho a la educacién prima- ria y gratuita que proclama el articulo 27.4 de la Constitucién y que se con- forma como un derecho fundamental de exigibilidad directa, el resto de los derechos sociales constitucionalmente reconocidos son derechos de recono- cimiento legal (sin poder confundirlos con los derechos de configuracién legal, que suponen una categoria distinta y que pueden afectar a determinados derechos fundamentales en el sentido de su exigibilidad més directa): ello sucede con el derecho a Ja proteccién a la salud (art. 43 CE), el derecho de acceso a la cultura (art: 44 CE), el derecho al disfrute de un medio ambien- te adecuado (art. 45 CE), el derecho a disfrutar de una vivienda digna y ade- cuada (art. 47 CE) o, en términos més directamente exigibles por estar regu- lado en la seccién segunda del titulo I, «el derecho al ‘trabajo, a la libre elecci6n de profesi6n u oficio, a la promocién a través del trabajo y a una remunera- cién suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia [...]» (art. 120 eH Manual de Derecho Constitucional 35 CB). Todos ellos forman parte de unas normas incompletas porque la Constitucién en ninguno de estos casos determina quién es el sujeto obliga- do a satisfacer estos derechos. En consecuencia, los Perfiles del Estado social en la Constitucién, que no pueden separarse de los otros dos caracteres que se han analizado anteriormente (Estado de derecho y Estado democratico), adoptan un perfil bastante débil y, en el fondo, se deja en manos de los pode- res piblicos su posible concrecién y desarrollo, Se debe advertir, no obstante, que la debilidad del perfil no impide, en tuna visin sistemética, la realidad de su existencia aunque haya normas con- cretas que expresan determinados fines de la accién del Estado y formulan mandatos a los poderes piblicos que, con toda evidencia, son contradichas por la realidad. Si se lee, por ejemplo, el apartado 1 del articulo 40 de la Constitucién en que se indica que los poderes ptiblicos realizarén una polf- tica orientada al pleno empleo y se conecta dicho precepto con el derecho al uabajo antes mencionado, no puede sino llegarse a a conclusién de que Ja eficacia normativa de tales preceptos es muy escasa, Pero ello no quiere decir que, en el plano normativo constitucional, el Estado social haya deja- do de existir: por el contrario su eficacia se Proyecta no tanto en la adjudi- cacion de derechos subjetivos determinados, segin se ha indicado, cuanto en su efecto de irradiacién (al modo en que lo hacen los derechos funda- mentales) sobre la aplicabilidad de una gran variedad de preceptos consti. tucionales y sobre la comprensién misma del ordenamiento juridico. En dichos sentidos, el entendimiento del Estado como Estado social den- tro de la Constitucién influye en el reconocimiento del car&cter prestacio- nal de determinados derechos constitucionales especialmente protegidos: al margen del derecho a la educacién, que lo pose en todos sus niveles, tie- nen cardcter prestacional el derecho a la vida, el derecho a la tutela judicial efectiva, el derecho a un juicio sin dilaciones indebidas, ef derecho a la asis- tencia letrada a los detenidos, el derecho de acceso a los medios pablicos de comunicaci6n social y, en general, todos aquellos derechos constitucio- nales de exigibilidad inmediata cuyo ejercicio requiere de algén tipo de orga- nizaci6n pablica (el ejercicio del derecho de sufragio, por ejemplo). En este mismo orden de entendimiento constitucional, se hallan todos los mandatos a los poderes pablicos que funcionan como meros ptincipios ¥ que dejan un amplisimo margen de maniobra para su realizacién: eso es Jo que ocurre con todos los preceptos relativos a la Hamada «Constitucién econémica», esto es, el conjunto de normas que la Constitucién contiene destinadas a regular las relaciones de propiedad, de produccién y de inter. cambio de bienes econémicos y el papel reservado al Estado en dichos pro- cesos. Su ubicacién se halla, fundamentalmente, en el titulo VII y se inte- gra por normas de principio, por un lado, y de habilitaci6n, por otro: norma de principio es el articulo 128.1, que sefiala que «toda la riqueza del pais en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad esté subordinada al 121 (Cimee interés general». Este precepto de principio se halla en consonancia con el reconocimiento de la potestad piiblica para realizar expropiaciones (art. 33.3 CE) y con la delimitacién del contenido del derecho de propiedad por Ja funcién social que desempefie (art. 33.2 CE). Pero norma de habilita- cién lo es, por su parte, el articulo 131.1, que indica: «El Estado, median- te ley, podré planificar la actividad econémica general para atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sec- torial y estimular el crecimiento de la renta y su més justa distribucin.» Como puede comprobarse, en ambos supuestos, sobresalen unos carac- teres muy especificos del Estado social: la jerarquia superior de los bienes colectivos sobre los bienés individuales y la capacidad de intervencién del Estado en la vida econémica. Y ello, a’ pesar de que el artfculo 38 de la Constitucién reconoce la libertad de empresa en el marco de la economia de mercado que, de hecho, actéia como contrapeso a esa habilitacién cons- * titucional. Por eso Ja jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha pro- curado buscar un punto de equilibrio entre los derechos que se podrian denominar «liberales», como son la propiedad privada y la libertad de empresa, con las potestades del Estado en su faceta de Estado social: no cabe una planificacin exclusivamente estatal que elimine la libertad de empresa (STC 83/1984), pero sf caben leyes que impliquen expropiacién, como la ley de reforma agraria en Andalucfa, en atencién a la utilidad social de la misma (STC 37/1987). 21. La necesaria interaccién de los.tres caracteres del. Estado (social y democratico de derecho) en la interpretacién constitucional En el orden normativo, pues, los tres elementos con que la Constitu- cién define al Estado cobran una entidad separada sino que forman un solo bloque interpretative (SSTC 19/1982, 81/1982, 98/1983 y 179/1994, entre otras) mediante la interaccién mutua, de manera que ninguno de ellos puede actuar en solitario. En términos més simples, ello viene a decir que en la interpretacién de la adecuacién a las normas constituciones de Jos poderes ptiblicos, tanto en sus actuaciones concretas como en sus disposiciones nor- mativas, las disposiciones derivadas del car&cter social o democritico del Estado deben compatibilizarse con las exigencias del Estado de derecho, y éstas, con las exigencias de aquéllos. Por tanto, la Constitucién no recoge la plasmacién de fragmentos his- t6ricos en el desarrollo del Estado liberal que pudieran operar por separa do (el Estado de derecho del primer liberalismo, el Estado democratico del sufragio universal 0 el Estado social de algunas constituciones de posgue- rra), sino que se trata de una definicién conjunta en la cual cada uno de os elementos exige, en principio, la compatibilidad y, a veces, la presencia del otro, segiin se ha analizado anteriormente. 122 [ Manuat de Derecho Constitucional 2.2, El Estado autondémico EI articulo 2, situado en el titulo preliminar, que es donde se recogen algunos de Jos principios esenciales de la-nueva organizacién polftica, afir- ma que «la Constitucién se fundamenta en la indisoluble unidad de la naci6n espafiola, patria comin e indivisible de todos los espafioles, y reco- noce y garantiza el derecho a la‘autonomfa de las nacionalidades y regio- nes que la integran y la solidaridad entre todas ellas», En este precepto se manifiesta la introducci6n de un principio que rom- pi6 con la tradicional estructura centralista del Estado Y que, en su fun- damento inicial, lo que intent6 fue el ofrecer una solucién al problema his. t6rico de compatibilizar una unidad estatal y reconocer una pluralidad territorial interna en el reparto del poder politico, Sin entrar én’ Jos pro- blemas de disenso que acompafiaron a esta propuesta y que se analizak en el tema 20, Io cierto es que con ello se pretendia dar una salida a todos los intentos histéricamente fracasados tanto en conseguir un estado cen- tralista consensuado por todas las fuetzas territoriales (piénsese en las gue- tras carlistas y en todos procesos de enfrentamiento territorial habidos desde el siglo xvut hasta el siglo xx) como en conseguir un estado polfticamente descentralizada igualmente consensuado (cuyas mayores evidencias lat ofre. cieron los dos perfodos republicanos). Como complemento a esta finalidad politica, desde la perspectiva nor- mativa, el principio de autonomfa y su posterior desarrollo en el titulo VIII de la Constitucién respondia también a una determinada concepcién en la forma de Estado democratico: aquélla que se expresa en el principio de plu- ralismo, en este caso territorial, que se manifiesta en el primer Precepto constitucional (art. 1.1 CB). En el referido titulo VIII lo que se hace es plan- tear dos grandes tipos de autonomfas 0, en el Jenguaje constitucional, de comunidades auténomas: unas con unos niveles altos de capacidad compe- fencial tanto por razones histéricas (Catalufa, Pais Vasco y Galicia DT 2° CE) como por manifestacién de una voluntad autonémica reforzada (art, 151 CE); otras con unos niveles més bajos que podrian ir elevandose median. te la progresiva reforma de sus Tespectivos estatutos de autonomfa. Tal y como resulta de Ia regulacién constitucional y sin perjuicio de lo que se indica en el mencionado tema 20, los caracteres generales del sis- tema extratbles de la Constitucién en el’ momento de su aprobacién (al margen de la transformacién que suftié posteriormente el proceso auto- némico aunque no el texto constitucional) son, en la opinién que aqui se mantiene, los siguientes: : En la dicci6n literal del articulo 2 de la Constitucién, el que «reconoz- ca» el derecho a la autonomia de las nacionalidades y regiones expresa el traslado al ambito constitucional de una especie de derecho preexistente y de hecho, sucede lo mismo con el «amparo y Tespeto» a determinados dere- 123 Tema 4 chos histéricos (DA 1* CE) o con la convalidacién que en alto grado otor- ga a Ja voluntad autonomista manifestada por los territorios que habfan plebiscitado su respectivo estatuto durante la Segunda Repiblica (DT 2°). No obstante, el sistema de descentralizacién politica que se activa es un proceso derivado de la propia Constitucién: al proclamar la indisoluble uni- dad de Ja nacién espaftola y otorgarle un cardcter «fundante» de la propia Constitucion y derivarse de esta tltima los pardémetros competenciales que podfan ir asumiendo las comunidades auténomas en cada uno de los varia- dos supuestos previstos tanto en el titulo VILE como en las disposiciones adicionales y transitorias, se bloquea, por un lado, la préterisi6ri de cual- quier detécho territorial a la autodeterminacién y, por otro, el cardcter de «estado miembro» de cualesquiera comunidades auténomas. No existe, asi, ningdn principio de pacto federal entre territorios, sino un conjunto de normas, bisicamente de orden procesal y procedimental, destinadas a posi- * bilitar el acceso a la autonomfa de unos territorios que, por lo demas, no venian delimitados en la Constituci6n. Con gran claridad, segan se ha indicado, la Constitucién admite, al menos, dos tipos de comunidades auténomas: unas de régimen especial, con mayores niveles competenciales, y otras de régimen comvin, con nive- les inferiores. Incluso, llega a admitir que algin territorio pueda no inte- grarse en el sistema general de autonomfas. Las de mayor nivel competen- cial, por previsién directa de la Constitucién, debfan contar con una asamblea legislativa y un gobierno propios; las de menor nivel carecfan de previsi6n constitucional sobre su estructura politica. Las normas que regulan la estructuracién del nuevo tipo de Estado son, sobre todo, normas de procedimiento que marcaban los requisitos para que se pudieran ir delimitando los territorios con pretensiones de acceder a la autonomia mediante un sistema claramente mixto que permitia la existen- cia y coexistencia de varios tipos de identidades territoriales. En consecuencia pese a las afirmaciones generalizadas de que la Constitucin no contenfa un modelo territorial de Estado, aqut se sostiene que sf existfa, aunque como con posterioridad se relata, ese modelo sufrié una alteracién completa mediante los pactos politicos que se reslizaron sin reformar la Constitucién y que se describen més adelante. La conclusién final es que en materia de forma territorial de Estado, la Constitucién aportaba una configuracién cerra- da y completa para las autonomfas de primer grado y una configuraci6n abierta ¢ incompleta para las autonomfas de segundo grado, otorgando a cada uno de estos tipos una diversa posicién constitucional: las primeras operaban como érganos directamente constitucionales y con una posicién material y formalmente constitucional, mientras las segundas debian ser obra del poder polftico central por medio del legistador. El resultado principal, en este orden de cosas, fue el crear un sistema de descentralizacion politi- ca directa para unos territorios, mientras que otros podrfan o bien actuar 124 eee OOOO Oe eee eee Lee [ Manual de Derecho Constitucional como sujetos de una descentralizacién administrativa o bien acceder pro- gresivamente al nivel de descentralizaci6n politica. Por filtimo, debe destacarse que, como modelo, el Estado autonémico, si bien se encuadra entxé los Hamados estados compuestos por ser su auto- nomfa de cardcter politico, no es un estado federal. En efecto, la caracte- ristica mas relevante del estado federal es la del reparto de su poder: por un lado una distribuci6n horizontal que se produce por la division de pode- res de la federacién y de los estados federados % por otro, una distribucién vertical producida porque existen poderes que ejerce la federacién o esta- do federal y poderes que ejercen los estados miembros. Esto genera que existan dos tipos de constitucién: la del estado federal y la de cada uno de los estados miembros, siendo la primera producto de un, pacto entre todos ellos (pacto federal) y.cuya. reforma debe también ser pactada si no por todos los estados miembros si por una parte significativa de los misatos. colaboracién interterritorial. En el Estado autondmico, en cambio, por lo que se ha dicho, falta.el pacto federal fundante del Estado, y las comuni- dades auténomas ni son estados miembros:ni tienen incidencia directa en la conformacién de la Constitucién ni de la voluntad del Estado central. Por otro lado, los estatutos no son considerados como constituciones terri- toriales y el reparto competencial no se halla tanto en la Constitucién como en el Hamado «bloque de la constitucionalidad» que, a juicio del Tribunal Constitucional, est& formado no: sdlo por la Constitucién y los estatutos de autonomfa sino también por las leyes estatales destinadas a la distri- bucién de competencias, En consecuencia, se trata de un modelo de Estado compuesto, dotado de una fuerte descentralizacién politica pero sin adquirit los elementos basi. cos del Estado federal, dentro de un sistema adn abierto que puede dar lugar a variaciones sucesivas. 3. LA FORMA DE GOBIERNO De acuerdo con el articulo 1.3 de la Constitucién, «la forma politica del Estado espaol es la monarquia parlamentaria», Con esta expresiGn la 125 Tima & Constitucién alude directamente a lo qué antes se ha calificado como forma de gobierno por dos razones esenciales. La primera de ellas porque en la expresi6n «monarquia parlamentaria», en una interpretacién sistemitica de la Constituci6n, se encierra el principal juego de los poderes del aparato estatal y expresa, como ha indicado alguna doctrina, el modo en que se manifiesta la suprema voluntad del Estado. La segunda es una raz6n hist6- rica: en Ja tradicién constitucionalista espafiola la expresi6n «forma de gobier- no» ha venido a contraponer siempre la forma republicana con la forma monérquica. Con estas precisiones conviene-sintetizar el significado de esta: forma de gobierno atendiendo a los rasgos generales que se exponen en la Constitu- cidn. Sin perjuicio de lo que después se analiza en los posteriores temas 7, 8 y 9 (dedicados a la Jefatura del Estado y la monarqufa parlamentaria, las Cor- tes Generales y el Gobierno) interesa recalcar aquf que el entendimiento de la Constitucién de la monarqufa parlamentaria como forma politica del Esta- do encierra dos elementos complementarios pero claramente escindibles: por un Jado, la naturaleza especifica de la Jefatura del Estado cuyo titular es un monarca hereditario y, por otzo, el juego de relaciones que se fija entre el poder legislativo o del Parlamento y el poder ejecutivo o Gobierno. El primero de ambos elementos, la monarquia, viene a significar que la Constitucién culmina la organizacién de la estructura estatal reconociendo lun 6rgano constitucional particular mediante la adscripcién de la Jefatura del Estado a una persona que representa la institucién historica de la monar- guia. Ahora bien, se trata de una institucién sin poderes politicos directos ¥ como afirmé algdn autor en los momentos inmediatamente posteriores a la aprobaci6n de la Constitucién, de una institucién a la que se pretende dotar de una mayor representatividad social (auctoritas) que poder politico, Y en tal sentido es obvio que la Constitucién no le dota de poderes ejecu- tivos sino tinicamente de competencias, debidas en cuanto la decision que en ellas se contiene ha sido establecida por otros 6rganos distintos: sus com- petencias de disolucién de las cémaras o de presentaci6n de candidato a la Presidencia del Gobierno, sus funciones en las relaciones internacionales o Ja sancion de las leyes y todas las dems (tal vez, con la tnica excepci6n de Ja jefatura de las fuerzas armadas, que también se encuentra limitado por la direcci6n directa del Gobierno de la Administraci6n militar) son actos debidos que el monarca constitucionalmente tiene la obligacién de realizar. Ademés, la institucién del refrendo, sin el cual sus actos carecen de conse- cuencias juridicas, también pone de relieve Ia especial naturaleza de esta magistratura, que se mueve més en el campo de Ja representacién politica simbélica que en de la representacién politica real (véase el tema 7). Por otra parte, se trata de una monarquia parlamentaria, es decir, de un sistema hereditario de Jefatura del Estado que depende de la voluntad supe- rior del Parlamento o Cortes Generales por medio de su accién legislativa; 126 [ ‘Manual de Derecho Constitucional y a ello se aftade el ser una monarqufa «tacionalizada» 0, en términos mas positivistas, con unas funciones fijadas directamente por la Constitucién y sin poder alguno de reserva (es decir, sin poderes implfcitos que no se hallen reconocidos de manera expresa). Pero yendo ya al otro elemento que se anunciaba, es decir, el juego de relaciones que se establece entre los dos grandes poderes politicos del Esta- do representados por el Gobierno, como poder ejecutivo, y las Cortes Gene- rales o Parlamento, como poder legislativo y representanie directo del pue- blo, se ha de indicar que, también en este campo, el sistema es un sistema de parlamentarismo racionalizado, sélo que en este supuesto la denomi nacién de «racionalizado» evoca cuestiones distintas a las anteriores. Como se advertia en las Iineas i dencialismo y el parlamentarismo, Parece bastante obvio que allf donde pervive la figura del monarca como jefe del Estado hereditario y vitalicio no puede haber presidencialismo porque ello contradice de plano los més elementales principios democréticos: por eso monarquia y democracia sélo son compatibles en Jos sistemas pariamentarios en que el poder politico recae esencialmente en el parlamento y en el gobierno y no en el jefe del estado. Pero sucede que, como también se sefialaba, las formas de relaci6n entre gobierno y parlamento pueden ser muy variadas: si el gobierno depen- de Gnjcamente de la voluntad del parlamento, el modelo es el de un par- lamentarismo monista; si el gobierno requiere no solamente el consenti- miento del parlamento sino también la del jefe del estado, se tratard de un parlamentarismo dualista; y, si, como es el caso que nos ocupa, requiere tnicamente del soporte parlamentario Pero, una vez constituido el gobier- no, éste cuenta con importantes mecanismos que le garantizan un amplio margen de maniobra y una cierta independencia y atin superioridad res. pecto del parlamento que lo eligi6; en este caso, ef modelo es lo que en su momento se denominé parlamentarismo racionalizado y que ahora se deno- mina —por el modelo alemén— parlamentarismo de canciller. Pues bien, ese es el modelo de la forma de gobierno que ha sido nor- mado por la Constitucién espafiola en cuanto el presidente del Gobierno cs nombrado por el Congreso de los Diputados y después (al margen, segtin ya se ha indicado, de las interrelaciones entre las instituciones y Jos parti- dos politicos) se independiza relativamente de €se nombramiento por unos poderes de gran calado que la Constitucién le confiere: nombra 'y separa libremente a los miembros de su.Gobierno, puede disolver ambas c&maras (y no solamente el Congreso de los Diputados que fue el que lo designs), Puede convocar referéndum politico y, en Consejo de Ministros, posee ini. Ciativa legislativa y capacidad de dictar normas con fuerza de ley mediante los decretos legislativos y los decretos-leyes; por el contrario, el Congreso de los Diputados, al margen de los controles politicos ordinarios, posee muy 127 Tema 4 escasas posibilidades conseguir el cese del presidente del Gobierno yen nin- gin caso, a sus ministros. Sélo puede conseguir que cese e] presidente, y con él todo el Gobierno, mediante la mocién de censura constructiva, de origen constitucional aleman, o denegéndole una cuestién de confianza que el propio presidente le haya presentado. Y la mocién de censura construc- tiva es un instrumento constitucional que est4 pensado para que no triun- fe: exige presentar una moci6n contra el presidente presentando, a su vez, un candidato alternativo, y s6lo puede prosperar si obtiene la mayorfa abso- luta de la cémara. Como es de comprender, Gnicamente en el extrafio supues- to en-que se-hayan producido-cambios importantes de adscripcién politica de los diputados que dieron soporte al nombraniiento del presidente y de que la mayorfa absoluta de la cémara estuviera de acuerdo en un candida- to alternativo, la mocién de censura podria triunfar. Pero, segtin se ha adelantado, éstas son cuestiones que serén tratadas- con mayor amplitud en los temas anteriormente citados. Por ello s6lo cabe en estas lineas Hegar a la s{ntesis de los elementos bésicos que califican Ja forma de gobierno determinada en la Constitucién y que pueden fijarse en los siguientes aspectos: caracterizacién de un sistema parlamentario racio- nalizado, con predominio competencial del Gobierno aunque bajo la pri- macia teérica del poder legislative por su mayor grado de representacién directa del pueblo espafiol y presencia de la institucién de la Jefatura del Estado, cuyo titular es un monarca hereditario y vitalicio que carece de poderes politicos propios y al que se dota de competencias debidas para que ejerza bésicamente funciones de representacién simbélica del propio Estado y atin de la ciudadania. BiptioGraria Aparicio, Miguel A. «El Estado social en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional», en Estudios sobre el Estado social, Madrid: Tecnos, 1993. ARAGON, Manuel. Constitucién y democracia. Madrid: Tecnos, 1989. Fossas, Enric; Requejo, Ferran. 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