Está en la página 1de 2

ENSUEOS

Por segunda vez en lo que va de noche, llora. Hace unas horas que lo han
trado a la habitacin. Por lo que pude ver pareca un hombre robusto, de
cuerpo grande y me fij en que no le acompaaba nadie. Tiene que ser muy
triste, pens, aunque en cierto modo uno se siente solo despus de salir del
quirfano. Puede que lo que vi no fuera verdad, o no del todo, porque mi vista y
mi juicio an permanecan nublados, tal como mis sentidos se sentan doloridos
y a la espera de la conexin de todo mi cuerpo. Quera que todo se coordinase.
Haba pasado por el quirfano yo tambin. Nada, en principio, muy importante
ni muy grave, pero el pensamiento es libre y temeroso. Debo decir que no soy
ningn chaval, as que entre una cosa y otra creo que el temor a la operacin y
la ignorancia sobre los procedimientos, era lo que me haca temer en mi
interior. Puede que no fuera angustia, pero notaba en mis manos reflejos del
temor de unas horas antes. No deseaba acariciar nada ni agarrar nada, tan
solo volver a obtener la confianza en mi cuerpo y en sus partes separadas.

Por segunda vez, llora, y me resulta extrao un sollozo ms parecido a un


gruido. An no conozco su voz pero he visto sus formas y voy cuadrando una
cosa con otra. Llora sin aspavientos, como refugiado, como el ser solitario que
no ha pegado ojo. Se mueve. Se oye el crujir duro de las sbanas speras y
semejantes a las mas. Todo parece envuelto en calor y sudor rancio, en noche
de insomnio, en tristeza y rabia. Est en una cama situada a mi derecha. Hay

una cortina de separacin entre nosotros, pero sospecho que hay algo ms. Se
puede respirar, intuir, casi mascar. No est llorando de dolor, sino de
impotencia. Escucho, maana no estar aqu, y su voz ruda y casi molesta me
confirma mis sospechas. A causa de la medicacin noto el mal olor de mi boca,
de mi lengua, de casi todo mi cuerpo. Creo que jams he sido tan cobarde
como esa noche. No pude o no quise hablar, como si este hombre, el hombre
desconocido pudiera asesinarme con su voz. No me rebelar, no me delatar,
me dije. Luego sus sollozos se cortaron de raz, como amargas lunas y creo
que fue entonces cuando la pastilla para dormir que la enfermera me haba
proporcionado miles de horas antes, empez a surtir efecto. Al amanecer, el
hombre no estaba all. Pregunt a mi mujer si ya se haba marchado el hombre
de la cama de al lado. Mi mujer no dijo nada y me mir de la manera ms
extraa que jams le haya visto.

También podría gustarte