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ere een? s > Vota pty Coral MES cob tet , 1 vied Capitulo XI Leer: una caceria furtiva Detener de una vez por todas el sentido de las palabras, eso es lo que quiere el Terror. Jean-Francois Lyotard, Rudiments paiens No hace mucho, Alvin Toffler anunciaba el nacimiento de una “nueva especie” humana, engendrada por el consumo artistico de masas. Esta especie en formacién, trashumante y voraz entre las praderas de los me- dios, tendria como rasgo distintivo su “automovilidad”.! Volveria al no- madismo de antafio, mas para cazar en lo sucesivo en estepas y bosques Este andlisis profético sélo se referia sin embargo a la multitud que consume “arte”. Ahora bien, una encuesta de la Secretaria de Estado para Asuntos Culturales (diciembre de 1974)? muestra hasta qué punto s6lo una élite se beneficia de esta produccién. Desde 1967 (fecha de una encuesta precedente llevada a cabo por el Institut national de la statistique et des études économiques), los fondos ptiblicos irivertidos en la creacion y el desarrollo de casas de cultura han reforzado la desigualdad cultural entre franceses. Multiplican los lugares de expresién y de simbolizacién, pero, en realidad, son las mismas categorias las que se benefician: la cul- tura, como el dinero, “nada mas es para los ricos”. Las mayorias Casino 1 Alvin Toffler, The Culture Consumers, Baltimore, Penguin, 1965, pp. 33-52, segtin las en- cuestas de Emanuel Demby. 2 Pratiques culturelles des Francais, Paris, Secrétariat d’Etat & la Culture, Service des études et recherches, 2 t,, 1974. W77 circulan a través de estos jardines del arte. Pero son tomadas y reunidas en las redes de los medios, las de la TV (que captan nueve de cada diez franceses), de la prensa (ocho de cada diez franceses), del libro (siete de cada diez franceses, de los cuales dos leen mucho y, segiin una encuesta del otofo de 1978, cinco leen mas que en otro tiempo), etcétera. En lugar de un nomadismo, se tendria pues una “reduccién” y un acorralamiento: el consumo, organizado por esta cuadricula expansionista, semejaria la actividad de borregos, progresivamente inmovilizada y “tratada” gra- cias a la movilidad creciente de los conquistadores del espacio que son los medios. Fijaci6n de consumidores y circulacién de los medios. A las muchedumbres les quedaria solamente la libertad de rumiar la raci6n de simulacros que el sistema distribuye a cada uno. Esa es precisamente la idea contra la cual me Jevanto: semejante representacién de los consumidores resulta del todo inadmisible. La ideologia de la “informacién” por medio del libro En general, esta imagen del “ptiblico” no se muestra. Se encuentra sin embargo en la pretensién que tienen los “productores” de infarmar a-una poblacién, es decir de “dar forma” a las practicas sociales. Las protestas__ mismas contra la vulgarizaci6n/vulgaridad de los medios a rhenudo son muestra de una pretension pedagégica andloga; inclinada a creer sus pro- lelos cultiitales necesarios para el pueblo en vista de una educa- ~“ciGn de los espiritus y dé una edificacién de los corazones, la élite conmo=——~ “Vida por el“bajo nivel” de la prensa sensacionalista o de la TV postula—— TSlempre Pliblico est moldeado por los productos que ée le impo- _Nen. Se equivocaen 16 tocante al'acto de consumir. Se supone que “asimi- “Tar” significa necesariamente “volverse parecido a” lo que se absorbe, y no “hacerlo semejante” a lo que se es, hacerlo suyo, apropiarselo o reapropiarselo. Entre estas dos significaciones posibles, la alternativa se impone, y primero en raz6n de una historia cuyo horizonte resulta nece- sario delinear. “Habia una vez... En el siglo XVI la ideologia de las Luces queria que el libro fue- _4a.capaz de reformar la sociedad, qué la vulgarizacion escolar t re mara \ara las costumbres y los habitos,.que una élite tuviera con sus produc- tos, 873i difusion cubria el territorio, el poder de remodelar toda la na- cién. Este mito dela Educacién‘ ha inscrito una teoria del consumo en las 9 Seguin un sondeo de Louis-Harris (sep.-oct. de 1978), el mimero de lectores habria aumen- tado en Francia de un 17% desde hace 20 aiios: hay el mismo porcentaje de lectores intensi- vos (22%), pero los lectores medios o débiles han aumentado. Ver Janick Jossin, en L’Express, 11 de nov. de 1978. 4 Jean Ehrard, L'Idée de nature en France pendant la premitre moitié du XVIU siecle, Paris, Sepven, 178 estructuras de la politica cultural. Sin duda, mediante la légica del desa- rrollo técnico y econdmico que ponia en marcha, esta politica ha sido con- ducida hasta el sistema actual que invierte la ideologia ayer preocupada de difundir las “Luces”. Los medios de difusién la hacen prevalecer so- bre las ideas comunicadas. El medio reemplaza el mensaje, Los p mientos‘pedagdgicos” cuya red escolar ha sido el sostén se han'desarro- lado al punto de abandonar por iititit‘o de hacer afticos el “cuerpo” do- cente que los ha perfeccionado durante dos siglos: componen hoy el apa- rato que, al alcanzar el antiguo suefio de controlar a todos los ci'udadanos y a cada uno en particular, destruye poco a poco la finalidad, las convic- ciones y las instituciones escolares de las Luces. En suma, todo sucede en la Educacién como si la forma de su ubicacién técnica se hubiera realiza- do desmesuradamente, al eliminar el contenido mismo que la ha hecho posible y que desde ese momento pierde su utilidad social. Pero a todo lo largo de esta evolucion, la idea de una produccién de i jredio de-unsistema “escriturario” no ha dejad a conviccién de que con mas o menos resistencia, el ptiblico se ve mol- deado por lo escrito (sea éste verbal 0 icénico), que Se vuelve parecido a lo que recibe, es decir, que esta impreso por medio del texto y a semejanza del texto que se leimpone. = ~~ * Ayer, este texto era escolar. Hoy, el texto es la sociedad misma. x x Tiene forma urbanistica, industrial, comercial o Wrevisada. Pero la wiuta- cion que ha hecho pasar de Ta arqueologia escolar’a la tecnocracia de los medios no ha dejado huella en’ el postulado dé Ta pasividad propia del ——— consumo: un postulado que, justamente, debe discutirse. La ha reforzado mas bien: la implant ‘iva de enseft iniformadas ha hecho imposibles o invisibl n r fas del aprendizaje tra-~ ficional; los técnicos “informadores” se han transformado pues, median- te la sistematizacién de las empresas, en funcionarios enclaustrados en una especialidad y cada vez més dados a ignorar a los usuarios; la légica productivista misma, al aislar a los productores, los ha llevado a suponer que no hay creatividad en los consumidores; una ceguera reciproca, ge- nerada por este sistema, ha terminado por hacer creer a unos y a otros que la iniciativa sdlo se encuentra en los laboratorios técnicos. Incluso el andlisis de la represi6n ejercida mediante los dispositivos de este sistema de encuadramiento disciplinario postula todavia un publico pasivo, “in- formado”, tratado, marcado y sin papel histérico. La eficacia de la producci6n implica la inercia del consumo. Pro- duce la ideologia del consumo-receptaculo. Efecto de una ideologia de clase y de una ceguera técnica, esta leyenda es necesaria para el sistema que distingue y privilegia autores, pedagogos, revolucionarios, en una 1963: “Naissance d’un mythe: I'Education”, pp. 753-67. 179 palabra “productores” con relacién a los que no lo son. Al recusar el “con- sumo” como se ha concebido y (naturalmente) confirmado por medio de estas empresas de “autores”, uno tiene la oportunidad de descubrir una actividad creadora alli donde el consumo ha sido negado, y de relativizar la exorbitante pretensién que tiene una producci6n (real pero particular) de hacer la historia al “informar” al conjunto del pais. Una actividad desconocida: la lectura Respecto al consumo, la lectura sdlo es un aspecto parcial, pero funda- mental. En una sociedad cada vez mas escrita, organizada por el poder de modificar las cosas y de reformar las estructuras a partir de modelos escriturarios (cientificos, econémicos, politicos), transformada poco a poco en “textos” combinados (administrativos, urbanos, industriales, etcéte- 1a),a menudo se puede sustituir el binomio produccién-consumo con su equivalente y revelador general, ef binomio escritura-lectira. El poder que ha instaurado la voluntad (a veces Teformista, ciéntifica, revolucio- naria o pedag6gica) de rehacer la historia, gracias a operaciones escritu- rarias efectuadas primero en espacio cerrado, tiene como corolarie, por otra parte, una gran division entre leer y escribir. “La modernizaci6n, la modernidad, es la escrit “, dice Francois Furet, La gendtalizadGne la escritara en efecto ha provocado el recmn: plazo de la costumbre con la ley abstracta, la sustitucién por parte del Estado de las autoridades tradicionales y la descomposici6n del grupo en provecho del individuo. Ademés, esta transformacién se ha operado bajo la forma de un “mestizaje” entre dos elementos distintos: el escrito y el oral. El reciente esttdio déF. Furet y de J. Ozouf ha mostrado de hecho la existencia, on fa Francia menos escolarizada, de una “vasta semialfabe- tizacidn, centrada en Ja lectura, animnada por la Iglesia y por las familias, déstinada esencialmente.a las muchachas”.5 Sélo la escuela ha unido, pero con una costura que a menudo es todavia muy fragil, estas dos capacida- des: leer y escribir. En realidad, ambas han estado separadas por mucho tiempo en el pasado, hasta bien avanzado el siglo Xx; hoy, la vida adulta de los escolarizados disocia muy rapido, por otra parte, en mucha gente, el “sdlo leer” y el escribir; también hace falta preguntarse sobre los progre- sos propios de la lectura ahi mismo donde esta casada con la escritura. Por su lado, las investigaciones consagradas a una psicolingitistica de la comprensién® distinguen, en la lectura, “el acto léxico” y “el acto 5 Frangois Furet y Jacques Ozout, Lire et écrire. L'alphabétisation des Francais de Calvin a Jules Ferry, Paris, Minuit, 1977, t. 1, pp. 349-69, y “leet solamente”, pp. 199-228. 6 Ver, por ejemplo, Jacques Mehler y G. Noizet, Textes pour ane psycholinguistique, La Haya, a eo ap’ . pe a hk 2 escritural’”. Muestran que el nifio escolarizado aprende a leer paralelamente asi dizaje del desciframiento y no gracias a éste: leer el sentido y _ descifrar las letras corresponden a dos actividades diferentes, aun si am- ~bas sé Cruizan. Dicho dé Offa forma, una memoria cultural adquirida me- ~diante et ots; por medio de la tradicién oral, permite y enriquece poco a_ “Poco Tas estrategias de investigacién semantica cuyo desciframiento de Un escfito Afina, precisa’ corrigé las prévisiones. Desde la del nifio hasta lr nak “Ta def cienitifico; la Tecfura est dispuesta y eg posible gracias a la comuni- cacion oral, “autdridad” iriniimerable que los textos casi nunca citan. Todo “sucede pues como si la construccién de significaciones, que tiene como forma una expectacién (esperarse a) o una anticipacién (formular hipdte- sis) ligada a una transmision oral, fuera el bloque inicial que el descifra- miento de materiales graficos esculpia progresivamente, invalidaba, ve- rificaba, detallaba para dar lugar a las lecturas. La grafia sdlo labra y abre la anticipacion. x Pese a los trabajos que exhuman una autonomia de la practica Jectora bajo el imperialismo escriturario, una condicién de hecho se ha creado por més de tres siglos de historia. El funcionamiento social y téc- nico de la cultura contemporénea jerarquiza estas dos actividades. Escri- bir es producir el texto; leer es recibirlo del préjimo sin marcar su-sitio, sin rehacerlo. A este respecto, la lectura del catecismo o de las Sagradas Escrituras que el clero recomendaba antafio a madres ¢ hijas, al prohibir la escritura a estas vestales de un texto sagrado intocable, se prolonga hoy con la “lectura” de la TV propuesta a los “consumidores” colocados en la imposibilidad de trazar su propia escritura sobre la pantalla donde aparece la produccién del Otro, de la “cultura”. “El vinculo que existe entre la lectura y la Iglesia” se reproduce en la relacion entre la lectura y Ja Iglesia de los medios. De esta forma, a la construccién del texto social por parte de los intelectuales, parece corresponder todavia su “recepcién” por parte de fieles que deberian contentarse con reproducir los modelos elaborados por los manipuladores de lenguaje. Lo que debe cuestignarse no es, desgraciadamente, esta division del trabajo (sélo resulta demasiado Teal), sino la asimilacién de la lectura x ~{ ala pasividad. En efecto, leer es peregrinar en un sistema impuesto (el texto; andlégo al orden construido dé una ciudad o de tin supermer- cado). Anilisis recientes muestran que “toda lectura modifica su obje-_ to”,® que (Borges ya lo decia) “una literatura difiere de otra menos por els. “texto que por la forma en que se le lee”, y que finalmente un sistema dé Mouton, 1974; y también Jean Hébrard, “Ecole et alphabétisation au XIx* siécle”, participa- LK _ cién en el Coloquio Leer y escribir, Paris, MSH, jun. de 1979. PR Suet yh Oboat eo ea a, 5 Michel Charles, Rhétorique de la lecture, Paris, Seuil, 1977, p. 83. —— vad Jorge Luis Borges, cit’ én Gérard Genette, Figures, Paris, Seuil, 1966, p. 123. ; wy . a yy % brdle Lpdler dé due) alicms mis friar eter 191 ; ’] WSr lectupg- , i, duaton onda de ia prachca lectore , signos verbales 0 icénicos es una reserva de formas que esperan sus sen- tidos del lector. Si entonces “el libro es un efecto (una construccién) def_ Tector”,!° se debe considerar la operacién de este tiltimo como una espe- cie de lectio, producci6n propia del “lector”." Este ultimo no pretende ni el sitio del autor ni un sitio de autor; inventa en los textos algo distinto de lo que era su “intencién”. Los separa de su origen (perdido 0 accesorio). Combina sus fragmentos y crea algo que desconoce en el espacio que organiza su capacidad de permitir una pluralidad indefinida de signifi- caciones. Esta actividad “lectora” esta reservada al critico literario (siem- re privilegiado por los CStUdios Sobre la léctiira), 6S décir otra vez a una categoria de iritélectuale’, 6 {puede éxtenderse a todo consumo cultural?~ é . ‘Boa os la cusstowa Te Gaal a fistoria, Ia sociologia o la pedagogia escolar kale deberian aportar elementos de respuesta. pe \ Re Desgraciadamente, la abundante literatura consagrada a la lec- n tura sélo proporciona precisiones fragmentarias sobre este punto o trata a de experiencias eruditas. Las investigaciones se refieren sobre todo a la xus® ensefianza de la lectura.'? Se aventuran més discretamente por el lado de ( la Historia y dé Ta eMologia, por falta de huellas dejadas por una practica que se desliza a través de todo tipo de “escrituras” todavia mal marcadas (por ejemplo, se “lee” un paisaje como se lee un texto). Mas numerosas en sociologia, son generalmente de tipo estadistico: calculan las correla- ciones entre objetos lefdos, pertenencias sociales y lugares de frecuentacién ; mds que analizan la operacién misma de leer, sus modalidades y su | tipologia.™* 19 M, Charles, op. cit., p. 61. 1 Se sabe que “lector” era en la Edad Media un titulo de maestro. 2 Ver sobre todo Alain Bentolila’(ed.), Recherches actuelles sur l'enseignement de la lecture, Paris, Retz, 1976; Jean Foucambert y J. André, La Manitre d’étre lecteur. Apprentissage et enseignement de la lecture de la maternelle au CM2, Paris, Sermap, OCDL, 1976; Laurence Lentin, Du parler au lire, Interaction entre U'adulte et l'enfant, Paris, ESF, 197; etc. Hay que agregar al menos una abundante literatura made in USA: Jeanne Sternlicht Chall, Learning to Read: the Great Debate... 1910-1965, Nueva York, McGraw-Hill, 1967; Dolores Durkin, Teaching Them to Read, Boston, Allyn and Bacon, 1970; Eleanor Jack Gibson y Harry Levin, The Psychology of Reading, Cambridge, Mass., MIT, 1975; Milfted Robeck y John A.R. Wilson, Psychology of Reading: Foundations of Instruction, Nueva York, John Wiley, 1973; Lester y Muriel Tarnopol (eds.}, Readintg Disabilities, An International Perspective, Baltimore, University Park Press, 1976; etc,, con tres revistas importantes: Journal of Reading, desde 1957 (Purdue University, Dept. of English), The Reading Teacher, desde 1953 (Chicago International Reading Association), y Reading Research Quarterly, desde 1965 (International Reading Association, Newark, Delaware). 18 Ver la bibliografia de F Furet y J. Ozouf, op. cit., 2, pp. 358-72. Puede afiadirse Mitford McLeod Mathews, Teaching to Read, Historically Considered, Chicago, University of Chicaga Press, 1966. Los trabajos de Jack Goody (Literacy in a Traditional Society, Cambridge, Cambridge University Press, 1968; La Raison graphique, Paris, Minuit, 1979; etc.) abren numerosas vias para un anilisis etnohistorico. 14 Ademés de las encuestas estadisticas, ver J. Charpentreau et al., Le Livre et Ia lecture en 182 Queda el dominio literario, particularmente rico hoy en dia (de Barthes a Riffaterre o Jauss), privilegiado una vez més por la escritura pero altamente especializado: los “escritores” desvian la “alegria de leer” hacia el lado donde ésta se articula con base en un arte de escribir y sobre un placer de releer. Alli sin embargo, antes o después de Barthes, se cuen- tan vagabundeos 0 inventividades que juegan con las expectaciones, los enrédos y las normatividades de “la obra lefda”; alli se elaboran ya mo- delos teéricos SuScepEbles dE char < "dé ella. A pesar de todo, la historia de los pasos del hombre a través de sus propios textos todavia permanece desconocida en gran medida. El sentido “literal”, producto de una élite social De los andlisis que siguen a la actividad lectora en sus recovecos, desvia- ciones a través de la pagina, metamorfosis y anamorfosis del texto por parte del ojo viajero, vuelos imaginarios o meditativos a partir de algu- nas palabras, encabalgamientos de espacios sobre las superficies militar- mente ordenadas de lo escrito, danzas efimeras, se destaca al menos, una primera aproximacién, que no sabria mantener la particion que separa la lectura del texto legible (libro, imagen, etcétera). $i se trata del-periddico—— ode Proust, el texto solo tiene significacion por sus lectores; cambia con ellos; se ordena seguin cddigos de percepcién que se le escapan. Solo Se Vuelve texto en su selaci6n con la exterioridad del lector, mediante un juego de implicacionies ¥ de astucias entre dos tipos de “espera” combi- nados: el que organiza un espacio legible (una literalidad), y el que organi- za un camino necesario hacia la efectuacion de Ta obra (una lectura).16 Hecho extrajio, el principio de esta actividad lectora ya habia contado con el planteamiento de Descartes hace mas de tres siglos, a pro- posito de los trabajos.contemporaneos sobre la combinatoria y sobre el ejemplo de las “cifras” o textos cifrados: France, Paris, Ed. Ouvriéres, 1968. 35 Roland Barthes obviamente: Le Plaisir du texte, Paris, Seuil, 1973; y “Sur la lecture”, en Le Frangais aujourd'hui, ntim. 32, ene. de 1976, pp. 11-8. Puede agregarse, un poco al azar, Tony Duvert, “La lecture introuvable”, en Minuit, ntim. 1, nov. de 1972, pp. 2-21; Octave Mannoni, Clefs pour l'imaginaire, Paris, Seuil, 1969, pp. 202-17 sobre “la necesidad de interpretar”; Michel Mougenot, “Lectuse/écriture”, en Le Frangais aujourd'hui, nim. 30, may. de 1975; Victor N. Smirnoff, “L’oeuvre lue”, en Nouvelle Revue de psychanalyse, nim. 1, 1970, pp. 49-57; Tzvetan Todorov, Poétique de la prose, Paris, Seuil, 1971, sobre “como leer?”, pp. 241 y ss,; Jean Verrier, “La ficelle”, en Poétique, nim. 30, abr. de 1977; Littérature, nim. 7 intitulado Le discours de _ Vécole sur les textes, oct. de 1972; Esprit, los dos nuimetos intitulados Lécluré', dic. de 1974, y { Lecture Ii, ens de 1976; ete . 16 Ver por ejemplo las "pr6} iones” de M. Charles, op. cit. 183 ( = i f f obliterada obliterada por una relacién de fuerzas (entfé maestros y alumnos, o Y si alguien, para adivinar una cifra escrita con letras ordinarias, cae en la cuenta de leer una B en todas partes donde haya una A, y de leer una Cen todas partes donde haya una B, y de sustituir de esta forma en el sitio de cada letra la que le sigue en el orden del alfabeto, y que, al leerlas de esta forma, encuentra palabras que tengan sentido, no dudar4 para nada en que esto no sea el verdadero sentido de la cifra que habré en- contrado de tal forma, a pesar de que puede ser que quien la ha escrito haya puesto otro [sentido] por completo diferente, al dar otra significa- ién a cada letra...” La operaci6n codificadora, articulada por medio de significantes, hace el sentido, que no esta definido pues por un sedimento, por una "inten- cién”, o por una actividad de autor. éDe donde nace entonces la muralla china que circunscribe lo “propio” del texto, que aisla del resto su autonomia semAntica, y que hace de ésta el orden secreto de una “obra”? {Quién levanta esta barrera que constituye el texto en isla siempre més alla del alcance del lector? Esta ficcién condena a los consumidores al ser sometidos, pues ellos siem- pre han sido culpables de infidelidad o de ignorancia ante la "riqueza” muda del tesoro puesto aparte de esta forma. Esta ficcién del “tesoro” oculto en la obra, caja fuerte del sentido, no tiene evidentemente como fundamento la productividad del lector, sino la_institucién social que sobredetermina su relacién con el texto." La lectura estéde alguna forma__ if { productores y, / consumidores) dé Ja cial se Vnelve sur instriimento. El uso fibro por parte de los Privilegiados lo establece como un secreto del cual estos uiltimos son los “verdaderos” intérpretes. La lectura plantea entre el texto y sus lectores una frontera para la cual estos intérpretes oficiales entregan s6lo pasaportes, al transformar su lectura (legitima, tam- bién) en una “literalidad” ort que reduce a las otras lecturas (igual- mente 1 as) a sélo serfheréticas (no “conformes” al sentido del tex- to) 0 eee gnlfican (abandonadas al olvido). Desde este punto de vista, el sentido “literal” es el indice y el efecto de un poder social, el de una x élite. De suyo ofrecido a una lectura plural, el texto se convierte en un arma na cultural, un coto de caza reservado, el pretexto de una ley que legi- tima, como “literal”, la integpretacion de profesionales y de intelectuales socialmente autorizados. 7 7 ~~“Ademis, si la manifestacion de las libertades del lector a través del texto puede tolerarse entre intelectuales (hay que ser Barthes para permi- tirselo), en contraste esté prohibida a los alumnos (aspera o habilmente ” Descartes, Principios, 1V, art. 205. 18 Pierre Kuentz, “Le téte A texte”, en Esprit, dic. de 1974, pp. 946-62; “L’envers du texte”, en Littérature, nim. 7, oct. de 1972. 184 XxX conducidos [como caballos] a la cuadra del sentido “recibido” por los maes- ¥ tros) o al puiblico (cuidadosamente prevenido de “lo que hay que pensar” y cuyas invenciones se consideran desdefiables, reducidas al silencio). Es pues la jerarquizacién social que oculta la realidad de la préc- tica lectora olahace irreconocible. . Ayer, la Iglesia, fundadora de un divi- ‘“literalidad” supuest te independiente de sus lectores y, de hecho, © guardada por sus exég. a autonomia del texto era la reproduccién de las relaciones socioculturales en el interior de Ja institucién cuyos encar- gados fijaban lo que habia que leer. Con el repliegue de la institucién, aparece entre el texto y sus lectores la reciprocidad que ocultaba, como si, al retirarse aquélla, se dejata ver la pluralidad indefinida de las “escritu- ras” producidas por unas lecturas. La creatividad del lector crece a medi- da que decrece la | institucién que la controlaba. Este proceso, evidente ‘dese d@la Reforma, inquictaba ya a 16s pastores del siglo XVI. Hoy, son los__ sitivos sociopoliticos de la escuela, de la prensa o de la TV los que aislan de sus lectores el texto poseido por él maestro o por el productor. Pero detras del decorado te teatral de esta nueva ortodoxia, se oculta oats | a, ayer ya era el caso)" la actividad silenciosa, transgresora, irénica 0 poéti- ca, de lectores (0 televidentes) que conservan su actitud de reserva-en ce privado 7 sin que lo sepan los “maestros”. Laflectura se situaria entonces en la conj yun juncién de una estratifi- “(de relaciones de > clase) y de operaciones j baja’para conformar al lector a “la informacién” distribuida por una élite (© ‘semilit) las. operaciones Jectoras se las ingenian con la primera al. 1 dos historias, una oculta Jo que no se halla conforme a los “maestros” y lo hace invisible para ellos; la otra lo disemina en las redes del ambiente privado. Colaboran ambas para hacer de Ia lectura una desconocida de donde emerge, por un lado, teatralizada y dominante, la unica experien- cia docta y, por otro, raros y parcelarios, como burbujas que salen del fon- do del agua, los indicios de una poética comin. Un “ejercicio de ubicuidad”, esta “impertinente ausencia” laa autonomia del lector depende de una transformacién de las relacion: 19 Algunos documentos, demasiado raros desafortunadamente, arrojan luz sobre la auto- nomia de las trayectorias, interpretaciones y convicciones de los lectores catélicos de la Biblia. Ver, a propésito de su padre “labriego”, Rétif de la Bretonne, La Vie de mon pére (178), Paris, Garnier, 1970, pp. 29, 131-2, etc. Guiphearn 185 x %x% ae x1 (\ Pero esta revolucién seria de nuevo el totalitarismo de una élite que pre- tende ella misma crear conductas diferentes y sustituir con una Educa- cién normativa la precedente, sino pudiera contar con el hecho de que ya existe, multiforme aunque subtepticia o reprimida, otra experiencia ade- més de la pasividad. Una politica de la lectura debe pues articularse con base en un andlisis que, al describir practicas desde hace mucho efecti- vas, las hacen politizables. Destacar algunos aspectos de la operacién lec- _tora indica ya cémo escapa a la ley de la iiforrtacion:~"~ “Leo y suefio... Mi lectura seria pues mi impertinente ausencia. éLa lectura seria un ejercicio de ubicuidad?””° Experiencia inicial, incluso iniciatica: Jeer es estar en otra parte, alli donde ellos no estan, en_otro mundo?! es constituir una escena Secreta, lugar donde se entra y se salea Voluntad; es crear rincones de sombra y de noche en una existencia so- metida a la transparencia tecnocratica y 4 esta implacable luz que, en Genet, materializa el infierno de la enajenacién social. Marguerite Duras lo hacia notar: “Tal vez siempre se lee en la oscuridad... La lectura es un signo de la oscuridad de la noche. Aun si leemos a pleno sol, afuera, la noche se agolpa en derredor del libro” 2 El lector es el productor de jardines que minjaturizan y cotejan un mundo, Robinson de una isla por descubrir, pero “poseido” también por su propio carnaval que introduce el multiplo y la diferencia en el sistema escrito de una sociedad y de un texto. Autor novelesco, pues. Se desterritorializa, al oscilar én tn no lugar entre lo que inventa y lo que altera. Luego en efecto, como el cazador en el bosque, tiene el escrito a ojo, despista, rie, da “pasadas”, o bien, como jugador, se deja pillar. Lue- go pierde ahi las seguridades ficticias de la realidad: sus fugas lo exilian de las certezas que colocan al yo en el tablero social. ;Quién lee en efecto? {Soy yo, o qué parte de mi? “No soy ye como una verdad sino yo como la incertidumbre de mi, al leer estos textos de la perdicién. Cuante mis leo, cuanto mAs dejo de comprender, cuanto més esto deja de funcionar”.?> Experiencia comin, si verdaderamente creo en sus testimonic _nocuantificables ni Cital les, y no solameé ‘ienci: ‘valé para res y lector e La France agricole o de L’Ami du boucher,* cualquiera que sea el grad ulgarizacion.o de 2 Guy Rosolato, Essais sur le symbolique, Parts, Gallimard, 1969, p. 288. 3 Santa Teresa de Avila consideraba la lectura como plegaria, el descubrimiento de otro espacio donde articular el deseo. Miles de autores espirituales piensan de la misma manera; el nifio ya lo sabe también. 2 Marguerite Duras, Le Camion, Paris, Minuit, 1977; “Entretien & Michéle Porte”, cit. en Sorciéres, nim. 11, ene. de 1978, p. 47. % Jacques Sojches, “Le professeur de philosophie”, en Revue de I'untiversité de Bruxelles, nim. 3-4, pp. 428-9. *Ejemplos de revistas populares que tratan de novelas rosas, de ta vida de campesinas y del oficio de carnicero, respectivamente (1. G.). 186, _tecnicidad de les espacios atravesados por las Amazonas 0 los Ulises de "Ta vida cotidiana. oe ~~~" May Téjos de ser escritores, fundadores de un lugar propio, here- deros de labriegos de antafio pero sobre el suelo del lenguaje, cavadores de pozos y constructores de casas, los lectores son viajeros: circulan sobre las tierras del prdjimo, némadas que cazan furtivamente a través de los campos que no han escrito, que roban los bienes de Egipto para disfrutar- los. La escritura acumula, conserva, resiste el tiempo con el establecimiento de un lugar y multiplica su produccién con el expansionismo de la repro- duccién. La lectura no estd garantizada contra el deterioro del tiempo (se olvida de si mismo y se le olvida); no conserva, o conserva mal, su expe- riencia, y cada uno de los lugares donde pasa es repetici6n del paraiso perdido. En efecto, carece de lugar: Barthes lee a Proust en el texto de Stendhal; el televidente lee el paisaje de su infancia en el reportaje de actualidad. La televidente que dice de la emisién vista la vispera: “Era idiota y sin embargo ahi estaba yo”, ;qué lugar la cautivaba, que era y sin embargo no era el que aparecia en la imagen vista? Y asi es para el lector: su lugar no esta aqui 0 alld, uno 0 el otro, pero tampoco ni uno ni lo otro, a la vez dentro y fuera, pierde uno y otro al mezclarlos, al asociar textos yacentes de los cuales él es el despertador y el huésped, pero nunca el propietario. Por esto, esquiva la ley de cada texto en particular, lo mismo que la del medio social. Espacios de juegos y ardides Para caracterizar esta actividad, se dispone del recurso de varios mode- los. Puede considerarsela como una forma di ajo artesangy’ que Lévi- Strauss analiza en “el pensamiento salvaje”, es ‘un arreglo hecho con los “medios a su disposicién”, una produccién “sin relacién con un proyecto” y que reajusta “los residuos de construccién y de destruccién anteriores”.”° Pero contrariamente alos “universos mitolégicos” de Lévi- Strauss, si esta produccién también arregla unos acontecimientos, no for- ma un conjunto: es una “mitologia” dispersa en Ja duracién, el desgra- namiento de un tiempo no recogido, sino diseminado en repeticiones y diferencias de goces, en memorias y conocimientos sucesivos. 24 R. Barthes, Le Plaisir du texte, p. 58. 35 Claude Lévi-Strauss, La Pensée sauvage, Plon, 1962, pp. 3-47. En el “trabajo artesanal” del lector, ios elementos vueltos a emplear, todos sacados de los corpus oficiales y recibidos, pueden hacer creer que nada hay de nuevo en ja lectura. 187 ihe Otro modelo: el arte sutil cuya teoria es obra de poetas y de nove- listas medievales; todos ellos insintian la novaci6n en el texto mismo y en los términos de una tradicién. Procedimientos refinados infiltran mil di- ferencias en la escritura autorizada que les sirve de marco, pero sin que su juego obedezca a la coercién de su ley. Estos ardides poéticos, no liga- dos a la creacién de un lugar propio (escrito), se mantienen a través de siglos hasta en la lectura contempordnea, igualmente agil para practicar las desviaciones y las metaforizaciones que, en ocasiones, sefiala apenas un “uf”. Los estudios que se siguieron en Bochum con motivo de una Rezeptionsiisthetik (estética de la recepcién) y de una Handlungstheorie (teoria de la accién) proporcionan también diversos modelos sobre las relacio- nes de las tacticas textuales con las “previsiones” e hipétesis sucesivas del receptor que considera el drama (0 la novela) como una accién pre- meditada.*© Este juego de producciones textuales relativas a lo que las expectativas del lector le hacen producir en el curso de su progreso den- tro del relato es presentado, sin duda, con un pesado aparato conceptual; pero introduce danzas entre los lectores y los textos ahi donde, teatro desolador, una doctrina ortodoxa habia plantado la estatua de “la obra” rodeada de consumidores conformes 0 ignorantes. - A través de estas investigaciones y de muchas otras, esto se orienta hacia una lectura que ya no caracteriza solamente una “impertinente au- sencia”, sino avances y retrocesos, tacticas y juegos con el texto. Lectura que va y viene, a veces captada (pero zpor medio de qué, lo que se despier- taa la vez en el lector y en el texto?), juguetona, impugnadora, fugitiva. Habria que volver a encontrar sus movimientos en el cuerpo mis- mo, aparentemente décil y silencioso, que la imita a su modo: los retiros en todo tipo de “gabinetes" de lectura liberan gestos inconscientes, refun- fufios, tics, modos de tenderse y rotaciones, ruidos insdlitos, en fin una orquestacién salvaje del cuerpo.”” Mas por otra parte, en su nivel més elemental, la lectura se ha convertido desde hace tres siglos en una accion del ojo. Ya no esté acompafiada, como anteriormente, por el rumor de ‘una articulaci6n vocal ni por el movimiento de una manducacién muscu- Jar. Leer. sin Ppronunciar 1 © a Media voz es una experiencia, moderna”, desconocida du de afios. En otro tiempo, el lector” interiorizaba el texto; hacia de su voz el cuerpo del otro; era su actor. Hoy, el texto ya no impone su ritmo al sujeto, ya no se manifiesta por medio de %® Ver en particular Hans Ulrich Gumbrecht, “Die dramenschliessende Sprachhandlung im. Aristotelischen Theater und ihre Problematisierung bei Marivaux”, y Karlheinz Stierle, “Das Liebesgestindnis in Racines Phédre und das Verhiltnis von (Sprach)-Handlung und Tat”, ambos en Poética (Bochum), 1976. 27 Georges Perec, “Lire: esquisse sociophysiologique”, en Esprit, ene. de 1976, pp. 9-20, ha hablado maravillosamente al respecto. 188 we hey OOOO OE ' alien tty 1” Ja voz del lector. Este retiro del cuerpo, condicién de su autonomia, es un distanciamiento del t is el habeas corpus’ para el lector. Debido a que el cuerpo se retira del texto para tnicamente com: prometer una movilidad del ojo la configuracién geografica del texto organiza cada vez menos la a€tividad del lector. La lectura se libera del suelo que la determinaba. Se le separa. La autonomia del ojo suspende las complicidades del cuerpo con el texto; lo desliga del lugar escriturario; hace de ito un objeto y enta las posibili S.C i ‘avién permite una nes ejercidas por la organizacién del suelo, las técnicas de lectura rapida obtienen, por medio del enrarecimiento de los reposos del ojo, una acele- raci6n de las travesias, una autonomia con relacién a las determinaciones del texto y una multiplicacién de los espacios recorridos. Emancipado de los lugares, el cuerpo lector tiene mas libertad de movimiento. Sefiala asi la capacidad que tiene cada sujeto para convertir el texto mediante la Jectura y de “quemarlo“, como se queman las etapas. Al hacer la _apologia de la impertinencia del lector, olvido mu- chos aspectos. Barthes Cengage Ya tres tipos de Tectura: la que se detie- ne en el placer de las palabras, la que corre hacia el fin y “desfalleee de tanto esperar”, la que cultiva el deseo de escribir. Lecturas de tipo erdti- co,cazador o iniciético. Hay otras, en el suefio, el combate, el autodidac- tismo, etcétera, que no pueden discutirse aqui. De todas maneras, su au- tonomia acrecentada no preserva al lector, pues es precisamente sobre su imaginacién donde se extiende el poder de los medios, es decir sobre todo lo que el lector deja aparecer de si mismo, en los hilos del texto: sus miedos, sus suefios, sus autoridades fantasmas y faltantes. Sobre este asun- to se mueven los poderes que hacen de unas cifras y unos “hechos” una retérica que tiene por blanco esta intimidad liberada. Pero alli donde el aparato cientifico (el nuestro) llega a compartir la ilusién de los poderes con los que necesariamente se solidariza, es de- cir alli donde llega a suponer a las multitudes transformadas por las con- quistas y las victorias de una producci6n expansionista, siempre es bue- no recordar que ala gente no debe juzgarsele idiota, a * Nocién central del derecho inglés (siglo xv11) que garantiza la libertad del individuo y lo protege contra detenciones arbitrarias (L.G.) ® Se sabe, no obstante, que los muisculos tensores y constrictores de las cuerdas vocales y de la glotis permanecen activos en la lectura. 2 Ver Frangois Richaudeau, La Lisibilité, Paris, CEPL, 1969; Georges Rémond, “Apprendre la lecture silencieuse a ’école primaire”, en A. Bentolila (ed.), Recherches actuelles, pp. 147-61. ¥ R. Barthes, “Sur la lecture”, pp. 15-6. 189

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