fragmentos de mi memoria, vidas tristes, amargas, vilezas y una forma de vivir sin historia. Y entre las amables gentes de esta tierra no quise vivir primero, quera ser certero y enrocarme en la soledad, soledad que cierra las heridas, para serme yo sincero. Cerca de los muros, aqu tuvo que ser, en el Sur, junto a sus calles, pero pareca que no deseaba amar ni ver lo que hay de bueno en sus detalles. Era el alma ma puro desconsuelo, ni siquiera la calma del ro me daba todo el amor que mi corazn precisaba, estaba mi corazn de luto, de duelo. 1
Hasta que un da, cerca de amanecer,
tras la niebla, a su pesar, quise ver lo que tanto mi corazn me repeta: djate ver, muestra tu rebelda. Pues no puedes permitirte, me deca yo a mi mismo, dejarte caer al abismo, derrotarte enteramente, herirte en la fra maana hasta darte muerte a ti mismo. Entra en las gentes, entra con pureza, deja atrs los muros, me deca, despereza tu temor, deja que sea sencilla la vida: permite que ellos curen tu herida. Estn las almas calmadas y dichosas, estn en sazn los rboles, las rosas, entra la armona en las casas hermosas y me alejo del aroma de las fosas. Alborozado, sigo en tinieblas, confundido, ms ausente cuanto ms gozoso, respiro mi voz: he sobrevivido al infierno de mi corazn pesaroso. Aunque en su plaza la vida gozara y en las riberas de su ro he surcado aguas de mineral de alegra, nada como sus gentes me ha gustado.