LAS MANOS.
Brunete ha adquirido de golpe un renombre en Madrid, en
Espatia y en el mundo. Nunca fue nada importante Brunete,
hora menos porque s6lo es ya un montén de ruinas, Raro des-
tino el de este pueblo. Vivo, era desconocido. Destruido, se ha
incorporado a la historia de Espana. Queda de él slo su lagu
1a, un chareo sucio, y un grupo de casas de adobes deshechas..
‘Tres veces tomado, tres veces perdido. Doscientos aviones,
sobre él en el aire, dia y noche. Cientos de cafiones voritando
retralla sobre él dia y noche, Millones de balas cruzando y ca-
yendo sobre é, de dia y de noche. Muertos y muertos y muer-
tos en sus calle de polyo, en sus casas de barro, en sus campos
quemados del sol
CCaian las bombs sobre Madi y la gente media la intensi-
dad de los bombardeos como senal de victoria Segula su vida y
se resignaba a su muerte que podia llegar en cualquier momen-
to silbando por el are.
'Y en la calle de Alcalé se arremolinaba alrededor de unos
camines, abieros ycargados de gente. De pobre gente de ojos
bovinos, sin afeitar, negros de mugre, arracimados de pie en
las plataformas. Prisioneros de guerra. Acababan de legar de
los campos de Brunete y esperaban ante el Ministerio de la
Guerra que se organizara su entrada.
Rodeaba la gente los coches y los miraba como a bichos ra-
ros. Se preguntaban unos a otros los transeuntes: ;Son estos
los que iban a conquistar Madrid?
Se reian y lanzaban al grupo de hombres temerosos pullas
sangrientas. Los prisioneros callaban. Podia en ells el miedo
de verse linchados por la multitud. ;Les habian contado tantas
7prendia aqui y allé la chispa del didlogo. Un prisionero audaz
Pidié un pitllo. Entonces surgieron los pitllos tan escasos en
Madrid y treparon por todos los lados del camién, Se habia ro-
to el hielo,
‘Una comadre descarada se encard con los prisioneros:
—Pero bueno, ;vosotros sois fascistas?
Hubo un silencio de miedo. A empujones desde el centro,
del camién un hombre se abri6 paso entre sus compaferos. Se
incliné sobre el borde, la camisa rota, el pecho peludo, Ia cara
tostada por todos los soles. Se golpe6 el pecho furioso:
—1Yo? {Fascista, yo?
Extendié dos manos rugosas y nudosas como raices.
Negras, sucias, deformadas por los sabafiones de nino y por
callos de hombre. Las metié materiamente dentro de los ojos
de la mujer, y alle:
—iMira’ mis manos! He trabajado y me he muerto de
hhambre. Puedo ain trabajar
Y¥ entonces los bordes del amin han comenzado allenarse
{de manos timides,sucias, grandes, con arrugas, con tendones,
con callos, puercas, manos duras y fuertes de trabajo.
Se hizo un segundo silencio. Se pusieron en marcha los ca-
miones, Penetraron uno a uno bajo las ateadas del Ministerio,
‘Les hizo escola la multitud hasta la puerta, en silencio.
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LA Mosca,
Una pared de sacos terreros densa y sucia. Ha llovido ya
muchas veces sobre el parapeto y la humedad ha chorreado
‘ugre que ha cristalizado en manchones alo largo. En la pared,
tun agujero, escasamente diez centimetro de ancho por veinte
de allo; alli asoma constantemente la boca de un fusil
std de tal manera orientado el agujero que el sol penetra
‘durante algin tiempo a traves de él y dibuja en ta pared de
‘enfrente de a trinchera un rectingulo de luz viva. Parece el ob-
jetivo de una maquina fotogrifica. Agrandado por la distancia
‘el foco, forma una pequefia explanada luminosa donde se pa-
sean las moscas. Viene una, revolotea y se para a recibir el ba-
fio de sol. Recorre el perimetro, se lava la cabeza con sus patas
dlanteras, se alisa las alas, da una carrerita, levanta el vuelo y
‘vuelve
Pedro es un pat y un soldado de la Republica. Le arrastr6
1a ola de entusiasmo del 18 de julio. En su cerebro no hay
‘complejidades polticas. No entiende de esto. Siente la causa,
sinto aque diaellatir de la multitud y se marché ala Casa del
Pueblo. Desde entonces esti en primera lines. No quiere saber
‘nada de nada. Su tnica idea, la idea fija, es matarfascstas, mis
‘ain desde que supo que su casita del Puente de la Princesa era
uun montén de escombros. Su graméfono y sus discos de Ange-
llloy del Pena. La maquina de coser desu compafiera. Ambas
cosas las habia pagado a plazos. Semana tras semana pagé.
‘Llego una huelga (6 era carpintero) y para no perder sus dos
ccompras recurri6 al dueno de la casa de préstamos vecina que
Je conocia hacia aftos y que le garantizd para que le esperaran.
‘Su compaiera esta en un pucblecito de Valencia. El, en la
39PLAZA DE ESPANA
Exite en Madi va Plaza de Eopaa yen plaza un mons
seni # Don Quijote. Don Date sobre Rosman Sancho
‘bre Riso eeencenirandelane de un obelico que rma la bo-
{nel mundo Don Gulley Sancho dan cra In Cat de Campo:
al Paseo de San Viet pr exya suet un dit de novembre de
1936 sobieron lor mocos os tanques leans, No rematarn a
ey uveron que reocedr hasta a Case de Campo, donde
hoy etl rent
‘LaPlas de Espa con ett de Don Quijote yd Sancho
«shy zo de gerade Madi
Qué me importa que seas de bronce, td, y Io sea tu escude-
+0, ylo sean su burro y tu caballo? Plasmé en ti, un genio, la
raza mia, Te dio vida de ficeidn tan viva y tan fuerte que te
convertisteen realidad. Te conocen en el mundo a través de to-
ddos los mares y vas tan unido al nombre de mi Patria que te
fundieron en bronce, porque en la Plaza de Espana, en
Madrid, s6lo tit debias estar. Ta, y Sancho, tu escudero,
"Nunca mejor que hoy estas aqui. Fijate: Solo. La Plaza de
Espafia esta desieta, Los ufollones y los malandrines», tran
tantas bombas que te has quedado aqui, solo en la Plaza de
Expafia. Solo, no. Con Sancho. Os han puesto unos sacos
terreros a los pies. Ta no los precsas. A Sancho le sirven de
consuelo, pero piensa mas en que tu recia figura que seinterpo-
nie entre ly el frente, le servird de proteccién. Has extendido
tuna mano que ha contenido al invasor frente ati, en la cuesta
de San Vicente y sigues enhiesto y sereno de cara a la lucha.
‘Quien te colocé agul y asi, no supo lo que hacia. Pero hoy
se-ve claro. Frente ati esti la invasion y tu mano diestraalzada
para el golpe. Detris de ti, se eleva un obelisco que remata el
‘lobo terraqueo, Entre el mundo y los barbaros, intexpones tu
figura y la de Sancho.
Sancho, amigo: no te enfades, Eres Socarrén y cémodo.
Levas las alforjas repletas y la bota lena. Te gusta sestear
con Aldonza, Detrés del Loco Sublime, marchas regruftendo
‘contra sus aventuras béicas. Tienes miedo. Pero no le abando:
nas, Vas detris del ideal. Por encima de tus sueflos de luero, de
tus herencias de Insulas Barataria, el Caballero de la Triste Fi
‘gura es tu Dios y le sigues, y le curas, y le ayudas. Apaleado,
»sigues, le ayudas y le curas. Cuando muere Alonso Quijano,
{odos, hasta él mismo, reconocen su locura. Menos ti, Porque
para ti, nunca fue loco. Fue sublime.
Sobre Rocinante triste, con orejas gachas, va Don Quijote a
conguistar rutas y desfacer entuertos. Alza su mano y detiene
las hordas, Detrés, Rucio levanta sus oreias filosbficas y
marcha lentamente. Sancho encima contempla tranquilo Cas-
till
Y las cuatro sombras de bronce, sintesis de Espana, se yer
‘guen con la bola del mundo detras, amparada por ellos. Avan.
zan sin miedo y sin tacha de frente al invasor.
‘Aqui en la Plazz de Espana, regada de obuses, se han
‘quedado solos. Don Quijote y Sancho Panza,
Yo he venide esta tarde a hablar con ellos. Estoy en la Plaza
dde Espaha. Detras tengo la bola del mundo que confia en mi,
espafiol, mezcla de Quijote y Sancho.
TY me siento de broncel
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