El placer de leer:
otra vuelta de tuerca
Los que lidiamos con la esriturasolemos desconfiar de las
frases publiitaras, las méximas, los eslogans, ls refranes,
las consignas as muletillas y, en general, de toda forma de
lengusje congelado. Imaginamos que, cuando las palabras se
fendurecen en una formula, cuando dejan de ir y venir, de
buscarse, blandas, por entre ls repiegues del cuerpo de un
texto, cuando se vuelve estatua, eguramente nos estin ha-
ciendo trampa. Tememos que ya no sirvan para mostrar sino
para ocular, que sean enganiosss. Nos da pena que dejen de
ser los animalitos silvestres que eran para volverse trinchera
Y¥ suponemos que, cuando eso sucede, tal ve sirvan para
splastar, para combatiro para defenderse, pero ya no mis
para decir Al fin de cuentas se sabe de muchas palabras-trin-
chera que se convitieron en circel y de muchas palabras-
bandera que terminaron ahogando en un abrazo mortal al
propio abanderado. Por eso pensé-que ésta podia ser una
‘buena oportunidad para sacudir algunas de esas mantas