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(Ebriga Black)
misma intensidad que ella padeca, mientras jugueteaba, con las yemas, por
entre la complejidad absoluta del ser sin rostro que ahora la estremeca. Lo
hizo.
Los senos se endurecan por la exaltacin del bombeo sanguneo. Una
piedra coronaba cada cima, aunque con el sabor exquisitamente dulce de los
duraznos en almbar. La piel del vientre se tensaba, por cada recorrida
sobrecutnea, y llegaba hasta extremar el roce con el dolor, cuando los dedos
descendan hasta la vagina.
La acuosidad viscosa no tard en fluir. Los labios inferiores inflamados
parecan esperar aquel calmante impetuoso que los descomprimiera. Y la
lengua, presta, suministr el esperado remedio.
Beba a sorbos dctiles cada cristalino arrebato. Endureca a su paso el
diamante femenino. Del obstinado aplacamiento, el cltoris sucumba y se
converta en mineral compactado por decantacin de la solidificacin ejercida.
Dos quejidos frenticos se sumaban a los consecutivos gemidos y se
perdan en lo profundo de la noche.
Transcurrida media hora de recompostura corporal, Lucrecia se visti y
entrelaz sus dedos a la mano que se extenda para levantarla.
Camin hasta la luz que emanaba un farol mortecino en medio de la plaza.
Se detuvo. A un costado admir ntidamente a su acompaante. Le bes
furtivamente ambas mejillas y concluy con un roce dcil sobre el mentn
enfrentado.
Adoraba observar fijamente la cara de Cinthia despus de haber hecho el
amor.