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2QUE ES UNA CONSTITUCION? T.—,Qué es una Constitucién? 1.—Ley y Constitucion . 2,-Los factores reales del ‘poder... 3.—Los factores de poder y las instituciones juridicas, La hoja de papel a 4.—Poder organizado e inorgAnico. . IL.—Algo de historia constitucional ... 1,—Constitucién feudal. . 2,—E] absolutismo 8.—La rovolucién burgnesa Ttl.—El arte y la sabiduria constitucionales 1,—Lo que debié hacerse el 48 2,—Consecuenciss. TV.—Concelusiones practicas.. . 3a be 58 8a 10 Ww rt} 78 wa 80 81 84 ci] sQUE ES UNA CONSTITUCION? (Conferencis pronunciada ante una agrupacién ciudedana de Borlin, on abril do 1862). Seforgs: Se me ha invitado a pronunciar ante vosotros una conferencia, para la cual he elegido un tema cuya importancia no necesita encarecimiento, por su gran actualidad. Voy # hablaros de problemas constitucionales, de lo que ¢3 una Constitucién. Pero antes de nada, quiero advertiros que mi conferencia tendrd un cardcter “estrictamente citn- tifico, Y, sin embargo, o mejor dicho, precisamen- te por ello mismo, no habrd entre vosotros una sola persona que no sea capaz de seguir y comprender, desde el principio hasta el fin, lo que aqui se ex- ponga. Pues la verdadera ciencia, seflorese—nunca esté ds més recordarlo—no es otra cosa que esa claridad de pensamiento que, sin arrancar de supuesto al- -guno preestablecido, va derivando de sf misma, paso a paso, todas sus ‘consecuencias, imponiéndo- sa con la fuerza, coercitiva de la inteligencia a todo aque! que siga atenfamente su desarrollo. Esta clarided de pensamiento no reclama, pues, de quienes escuchan ningim género de premisas especiales. Antes al contrario, no consistiendo, como acabamos de decir, en otra cosa que en aquella au- sencia de toda premisa sobre la que el pensamien- to sa edifica, para slumbrar de su propia entrafia — 51 todos sus resultados, no solo no necesita de elles, sino que no las tolers. Sdlo tolera y sélo exige uns cosa, ¥ es que quienes escuchan no traigan consigo supuestog previos de ningin género, m1 prejuicios atraigados, sino que vengan dispuestos a colocarse frente al tema, por mucho que acerca de él hayan hablado o diseurrido, como si lo investigasen por vez primera, como si alin no supiesen nada fijo de él, desnudandose, a lo menos por todo el tiempo que dure Ia nueva investigacion, de cuanto res- peeto a él estuviesen acostumbrados a dar por sen- tado. 1.—jQué es uns Constitucién? Comienzo, pues, mi conferencia con esta pregun- ta: gQué es una Constitucién? ¢En qué consiste la verdadera esencia de una Constitucién? Por to- das partes y a todas horas, tarde, mafhana y no- che, estamos oyendo hablar de Constitucién y de problemas constitucionales. En los periddicos, en jog circulos, en las tabernas y restaurantes, es éste el tema inagotable de todas las conversaciones. Y, sm embargo, formulada en términos precisos esta pregunta: glin qué estd la verdadera esen- cia, el verdadero concepto de una Constitucidn?, mucho me temo que, entre tantos y tantos como hablan de ello, no haya mds que unos pocos, muy jocos, que puedan darnos una contestacién satis- actoria. Muchos, verianse tentados, seguramente, a echar mano, para contestarnos, al volumen en que 88 uarda Ja legislacién prusiang del afio 1850, hasta ar en 61 con la Constitucién del reino de Prusia. Pero esto no seria, claro esté, contestar a lo que yo pregunty. No basta presentar la materia concre- 52 ta de ung determinada Constitucién, la de Prusia “ola que sea, para dar por contestada la prégunta que yo formulo: ,dénde reside la esencia, el con- cepto de una Constitucién, cualquiera que ella fuere? Si hiciese esta pregunta a un juriste, me con- testarla seguramente en términos parecidos a é8- tos: «La Constitucién es un pacto jurado entre el rey y el pueblo, que establece los principios bé- sicos de la legislacién y del-gobierno dentro de un pats», O en términos un poco més generales, pues- to due también he habido y hay Constituciones re- publicanas: «La Constitucién es la ley fundamen- tal proclamada en el pais, en la que se echan los cimientos para la organizacién del Derecho publico de esa nacién.» Pero todas estas definiciones juridicas formales, y otras parecides que pudieran darse, distan mu- sho de dar satisfaccién 9 la pregunta por mi formu- lade. Estas contestaciones, cualesquisra que ellas sean, se limitan a deseribir exteriormente cémo se forman las Constituciones y qué hacen, pero no nos dicen lo que una Constitucién es. Nos dan crite- trios, notas calificativas para reconocer exterior y juridicamente una Constitucién. Pero no nos dicen, ni mucho menos, dénde estd el concepto de toda Constitucién, la esencia eonstitucional. No sirven, por tanto, para orientarnos acerea de si una de- terminada Constitucién es, y por qué, buena o mals, faectible o irrealizable, duradera o inconsisten- te, pues para ello serla menester que empezasen por definir el concepto de la Constitucién. Lo pri- mero es saber en qué consiste la verdadera esencia de una Constitucién, y Iuego, se verd si la Carta constitucional determinada y concreta que examina- mos se acomoda co no a osas exigencias sustancia- les. Mas, pata esto, no nos sitven de nada esas de- finiciones juridicas y formalistas que se aplican por — 53 —- igual a toda suerte de papeles firmados por una nacién o por ésta y su rey, para proclamarlas por Constitueiones, cualquicra que sea su contenido, sin penetrar para uada en él. Bl concepta de la Jonstitueién—como hemos de ver palpablemente cuando a él hayamos legedo—es Ia fuente prima- ria de que se derivan todo el arte y toda la sabi- duria constitucionales ; sentado aquel concepto, se dosprenden do é] espontdneamente y sin esfuerzo alguno. Repito, pues. mi pregunta: ¢ Qué es una Cons- titucién? ;Ddnde estd Ja verdadera esencia, el ver- dadero concepto de una Constitucidn? Como fodavfa no lo sabemos, pues es aqui don- de hemos de indagarlo, todos juntos, aplicaremos um método que es eonveniente poner en prdcticn siempre que sé trata de esclarccer el coneepto de una cosa. Este método, sefores, es muy sencillo Consiste simplemente en comparar Ia eosa ecuvo concepto se investiga con otra semeajante a ella. esforzindose Tuego por penetrar clara v nitidamen- te en las diferencias que separan a una de otra. {Ley y Constitucién. Aplieando este método, vo me pregunto: 7 Fn qué se distinewen una Constituciin v una Ley? Ambas, la Jey y Ia Constitucién, tienen, evidente- mente, una esencia genéricea comin. Una Consti- tucién, para regir, necesita de la promulgacidn_le- gislativa. es decir, que tiene que ser también ley. Pero no ¢s una ley como otra cualquiera. una sim- ple lev: es algo mds. Entre los dos conceptos no hay sdlo afinidad: hay también desemejanza, Esta desemejanza, que hace que Ia Constitucién sen algo mds que una simple ley, podria probarse con cientos de ejernplos, Fl pafs, por ejemplo, no protesta de que a cada —54— paeo se estén promulgando leyes nuevas. Por a] con- trario, todos sabemos que es necesario que todos los aficg se promulguen un nimero més o menos ande de nuevas leyes. Sin embargo, no puede ictarse una éola l¢y nueva sin que se altere la si- tuacién legislativa vigente en el momento de pro- mulgarse, pues si la Jey nueva no introdujese cam- bio alguno en el estatuto legal vigente, serfan abso- lutamente superflua y no habria para qué promul- garla. Mas no protestamos de que las leyes se refor- men, Antes al contrario, vemos en estos cambios, en general, la migién normal de los cuerpos gobernan- tes. Pero, en cuanto nos tocan a la Constitucién, al- zamos goces de protesta y gritamos: | Dejad estar la Constitucién! ;De dénde nace esta diferencia? Esta diferencia es tan innegable, quel hasta hay Constituciones en que se dispone taxativamente que la Constitucién no podré alterarse én modo alguno ; en otras, se prescribe que para su reforma no has- tar& Ja simple mayorfa, sino que deberdn reunirse las dos terceras partes de los votos del Parlamen- to; y hay algunas en que la reforma constitu- cional no es de la competencia de los Cuerpos ¢o- legisladores, ni aun asociados al Poder ejecutivo, sino que para acometerla deber& convocerse extra, ad. hoc, expresa y exclusivamente para este fin, una nueva Asamblea legislativa, que decida acerca de 1a oportunidad ‘o conveniencia de la transfor- macién. En todos estos hechos se revela que, en el espi- ritu undnime de los pueblos, una Constitucién debe ser algo mucho més sagrado todavia, mds firme y mag inconmovible que una, ley ordinaria. Vuelvo, pues, a mi pregunta de antes: gBn qué se distingue una Constitucién de una simple ley? ‘A esta pregunta se nos contestarg, on la inmensa muyorla de los casos: La Constitucién no es una ley como otra cualquiera, sino la ley fundamental — 55 — dei pats. Es posible, sefiores, que en esta con- testacién vaya implicita, aunque de un modo oscu- ro, la verdad que se investiga, Pero Ja respuesta, asi formulada, de una manera tan confusa, vo pue- de satisfacernos. Pues inmediatamente surge, sus- tituyendo a la otra, esta interrogacién: g¥ en qué se distingue una ley de la ley fundamental? Como sz ve, seguimos donde estibamos. No hemos he- cho mds que ganar up nombre, una palabra nue- va, el término de «ley fundamental», que de nada nos sirve mientras no sepamos decir cud! es, re- pito, la diferencia eutre una ley fundamental y otra ley cualquiera, Intentemos, pues, abondar un poco mag en el asunto, indagando qué ideas o qué nociones son las que van asociadas a ese nombre de «ley funda- mental»; 0, dicho en otros términcs, eémo habria que distinguir entre si una ley fundamental y otra ley cualquiera para que la primera pueda justificar el nombre que se asigna. Para ello serd necesario: 1.° Que la ley fundamental sea una ley que ahonde mds que las leyes corrientes, como ya su propio predicado de «fundamental» indica. 2.° Que constituya—pues de otro modo no ms- recerfa, lamarse fundamental—el verdadero funda- mento de las otras leyes; es decir, que la ley fun- damental, si realmente pretende ser acreedora a ese nombre, deberd informar y engendrar las demés Jeyea ordinarias basadas sobre ella. La ley funda- mental, para serlo, habrd, pues, de actuar e trradiar a través de las leyes ordinarias del pals. 8.° Pero las cosas que tienen un fundamento nd son como son por antojo, pudiendo ser también de otra manera, sino que son asf porque necesaria- mente tienen que ser. El fundamento a que res- ponden no leg permite ser de otro modo. Sdlo las cosas carentes de un fundamento, que son las co- — 56 — sas casuales y fortuitas, pueden ser como son 0 de otro modo’ cualquiera. Lo que tiene un funda- mento no, pues aqui obra la ley de la necesidad. Los planetas, por ejemplo, so mueven de un de- terminado modo. ¢Hste desplazamiento responde a causas, a fundamentos que lo rijan, o no? Si no hubiera tales fundamentos, su desplazamiento seria casual y podria variar en cualquier instante, esterfa variando siempre. Pero si realmente responde a un fundamento, si responde, como pretenden los in- vestigadores, a la fuerza de atraccién del sol, basta esto para que el movimiento de los planetas estéd regido y gobernado de tal modo por ese fundamen- to, por la fuerza de atraccién del sol, que no pueda ser de otro modo, sino tal y como es. La idea de fundamento Ieva, pues, implicita la nocién de una necesidad activa, de una fyerza eficaz qua hace, por ley de necesidad, que lo que sobre ella sa fun- da sea ast y no ds otra modo. Si, pues, la Constitucién es la ley fundamental de un pals, seré—y aqui empezamos ya, sefiores, a entrever un poco de luz—, un algo que pronto hemos de definir y deslindar, 0, como provisional- menta homos visto, una fuerza activa que hace, por un imperio de necesidad, que todas las demés loyes @ instituciones juridicas vigentes en el pais sean lo que realmente son, de tal modo que, a par- tir de cso instante, no puedan promulgarse, en ese pafs, aunque se quisiesa, otras cualesquiera. Ahora bien; safiores, ges que existe en un pats —y al preguntar esto, empieza ya alborear la luz tras de la que andamos—elgo, alguna fuerza activa @ informadora, que influya de tal modo en todas las leyes promulgadas en ese pals, que Ids obligue a sér necesatiamenté, hasta cierto punto, lo que son y como son, sin psrmitirles ser de otro modo? — 57 2.—Los factores reales del poder. Si, sefiores; existe, sim duda, y este algo que in- vestigamos reside, senvillamente, en los factores reales de poder que rigen en una sociedad deter- minada. , Log factores reuiés de poder que rigen en el seno de cada sociedad son esa fuerza activa y eficaz que informa todas las leyes e instituciones jurfdicas de ta sociedad en cuestién, haciendo que no pucdan ser, en sustancia, mds que tal y como son. Me apresuraré a poner esto en claro con un ejem- plo pléstico, Cierto es que este ejemplo, al menos en la forma en que voy a ponetlo, no puede llegar a darse nunca en Ia realidad. Pero, aparte de que en seguida veremos, probablemente, que este mis- mo ejemplo se puede dar muy bien bajo otra for- ima, nG se trata de saber si el ejemplo puede o no darse, sino de lo que de él poflamos aprender res- pecto a lo que sucederia, ai llegara a ser realidad. Saben ustedes, sefores, que en Prusia sdélo tie- nen fuerza de ley los textos publicados en la Colec- cién legislativa. Esta Coleccién legislativa se im- prime en una fipografig concesionaria situada en Berlin. Los originales de las leyes se custodian en los archivos del Estadc, y en otros archivos, biblio- tecas y depdsitos se guardan las colecciones legis- lativas impresas. Supongamos ahora, por un momento, que se pro- dujera un gran; incendio, por el estilo de aquel mag- no incendio de Hamburgo (1), y que en é! quedasen (1) Un incendio famoso ocurrido en Hamburgo en el aiio 1843, y que redujo a cenizas una parte considerable do Ja ciudad. — 58 — reducidos a esccambros todos los archivos del Es- tado, todas las bibliotecas publicas, que entre las llamas pereciess también la imprenta concesiona- ria de la Coleccién legislativa, y que lo mismo, por una singular coimcidencia, ocurriese en las demas ciudadegs de la monarqufa, arrasando incluso las bibliotecas particulares en que figurase esa colec- cién, de tal modo que en toda Prusia no quedase ni una sola ley, ni un solo texto legislative acreditado en forma auténtica, Supongamos esto. Supongamos que el pais, por este siniestro, quedase despojado de todas sus le- yes, y que no guviese mds remedio que darse otras nuevas. ¢Creen ustedes, sefiores, que en este caso ol le- gislador, limpio el solar, hodrla ponerse a trabajar a 6u antojo, hacer las leyes que mejor le parecie- sen, a su libre albedrio? Vamos a verlo. a) Le monarquia. Supongamos que ustedes dijesem: Ya que las le- yes han perecido y vamos a construir otras total- mente nuévas, desde los cimientog hasta el remate, en ellas no respetaremos a la monarquia las pre- rrogativas de que hasta ahora gozaba, al amparo de las leyes destrufdas; mds ain; no-le respetaremos prerrogativas ni atribucién alguna; no queremos monarquia. El rey les diria, lisa y lanamente: Podrén estar destruidas las leyes, pero la realidad es que el Bjér- cito me obedece, que obedece mig drdenes; Ia rea- lidad es que los comandantes de Jos arsenales y los cuarteles sacan a la calle log cafiones cuands yo lo mando, y, apoyado en.este poder efectivo, en fos eafiones y las bayonetas, no toleraré que me asigndis mds posicién ni otras prerrogativas que las que yo quiera, — 59 — Como ven ustedes, sefiores, un rey a quien obe- decen el Ejército y los cafiones... es un fragmen- to de Constitucién. b) Le aristocracia. Supongemos ahora que ustedes dijesen: Somos dieciocho millones de prusianos (1), entre los cuales sdlo se cuentan un pufiado cada vez m4s exiguo de grandes terratenientes de la nobleza. No vemos por qué este pufiado, cada vez més reducido, de grandes terratenientes ha de tener tanta influencia en los destinos del pafs como todos los dieciocho millones de habitantes juntos, formando de por si una Cémara alta que sopesa los acuerdos de la Ca- mara de diputados elegida por la nacién entera, para rechazar sistematicamenfe todos aquellos que son de alguna utilidad. Supongamos que hablasen ustedes asi y dijesen: Ahora, destrufdas Jas leyes de! pasado, somos todos «sefores» y no necesitamos para nada de una Camara sefiorial. Reconozeo, sefiores, que no es facil que estos grandes propietarios de la nobleza pudiesen lanzar contra el pueblo que asi hablase a sus ejércifos de campesinos. Lejos de eso, es muy probable que tu- viesen bastante que hacer con quitdrselos de en- cima. Pero lo grave del caso es que los grandes terrate- nientes de la nobleza han tenido siempre una gran influencia cerca del rey y de la corte, y esta in- fluencia les permite sacar a la calle el Ejéreito y los cafiones para sus fines propios, como si este apa- rato de fuerza estuviera directamente a su dispo- sicién. He aqui, pues, eémo una nobleza influyente y (1) Lassalle hablaba en 1862. — 60 — bien relacionada con el rey y eu corte, es también un fragmento de Constitucién. c) Le gran burguesia. Y¥ ahora se mo ocurre sentar el supuesto inverso, el supuesto de que el rey y la nobleza se aliasen en- tre sf para restablecer la organizaci6n medieval en los gremios, pero no cireunscribiendo la medida al pe- quefio artesanado, como en parte se intentd hacer efectivaments hace unos cuantos afios, sino tal y como regia en la Edad Media; es decir, aplicada 8 todg |e produccidn social, sin excluir la gran in- dustria, lag fébricas y la produccién mecanizada. No ignoran ustedes, sefiores, que el gran capital no podria en modo algumo producir bajo el sistema medieval de los gremios, que |e verdadera indus- tria y la industria fabril, la produccién por medio de méquinas, no podrian en modo alguno desenvol- verse bajo el régimen de los gremios meédievales. Entre otras razones, porque en este régimen go al- zarian, por ejemplo, toda una serie de fronterag le- gales entre las diversas ramas de la produccién, por mouy afines entre si que éstas fuesen, y ningun in- dustrial podria unir dos o mds en su mano, Asi, el enjabelgador no tendria competencia para tapar un solo agujero; entre los gremiog fabricantes de clavog y los cerrajeros se estardn ventilando cons- tantemente procesos para deslindar las jurisdiccio- nes de ambas industrias; el estampador de lienzos no podria emplear en su fdbrica a un solo tintore- ro, etc, Ademdés, bajo el sistema gremial estaban tasadas la ley estricjamenta las cantidades que cada industrial podia producir, ya que dentro de cada localidad y de cada rama de industria sdlo | sa autorizaba a cada maestro para dar ocupacién a un numero igual y legalmente esteblecido de ope- rarios. m— 65 — Basta esto para comprender que Ia gran pro- duecién, la produccién mecdnica y el sistema del maquinismo, no podrian prosperar ni un sdélo dia con una Constitucién de tipo gremial. La gran pro- duceién exige ante todo, la necesita como el aire que respira, la fusién de las mds diversas ramas de trabaja en manos del mismo capitalista, y ne- cesita, en ségundo lugar, de la produccién en masa y de la libre concurrencia; es decir, de la posibili- dad de dar empleo a euantos operarios quiera, stn restriccién algunt, ¢Qué sucederia, pues, si, en estas condiciones y a despecho de todo, nos obstindsemos en implan- tar hoy la Constitucién gremial? Pues sucederia que los sefores Rorsig, Egels, et- eétera (1), que los grandes fabricantes de tejidos estampados, los grandes fabricantes de seda, etcd- tera, cerrarian sus fabricas y pondrian en la calle @ sus obreros, y hasta las Compafifas de ferrocarri- les tendrian que hacer otro tanto; el comercio y Ja industria se paralizarian, gran numero de maes- tros artesanos verianse obligados a despedir a sus operarios, o lo harian de grado, y esta muchedum- bre interminable de hombres despedidos se lanza- ria a ta calle pidiendo pan y trabajo; detras de ella, espoledndola con su influencia, animandola con si prestigio, sosteniéndola y alenténdola con su di- nero, la gran burguesia, y entablarfase una lucha en que el triunfo no seria en modo alguno de las armas, Vean ustedes cémo y por ddénde aquellos caba- Heros, los sefiores Borsig y Egels, los grandes in- dustriales todos, son también un fragmento de Constitucién, (1) Grandes industriales prusiancs de la époaa. — 62 — d) Los banqueros. Supongamos ghora que al Gobierno se Je ocurrie- ra implantar una de esas medidas excepcionales abiertamente lesivas para los interéses de los gran- des banqueros. Qua al Gobierno” se le ocurriese, por ejemplo, decir que el Banco de la Nacién no se habia creado para ih funcién que hoy cumple, que es la de abaratar mda ain 6! crédito a los grandes banqueros y capitalistas, qua ya de suyo disponen de todo el orédito y todo el dinero del pais y que son los unicos que pueden descontar sus firmas, es decir, obtener crédito en aquel establecimiento ban- cario, sino para hacer accesible el crédito a la gen- te humilde y a la clase media; supongamos esto, y supongamos también qua al Banco de Ja Nacidn se.le pretendiera dar la organizacién adecuada para conseguir este resultado, Podrig esto, sefiores, pre- Valocor? Yo no diré que esto desencadenase una insurree- cién, pero el Gobierno actual no podria imponer tampoco semejante medida. Veamos por qué, De cuando en cuando, el Gobierno se ve acosa- do por la necesidad de invertir grandes contidades de. dinero, que no se atreve a sacar del pais por medio de contribuciones. En esos casos, acude al recurso de devorar el dinero del mafiana, o lo que es lo mismo, emite empréstitos, entregando a cam- bio del dinero que se le adelanta, papel de la Deu- da publica. Para esto, necesita de los banqueros. Cierto 9s que, a la larga, primero o mds tarde, la mayor parte de los titulos de la Deuda vuelven a repartirse entre la clase rica y los pequefios ren- tistes de la nacién. Mas esto requiere tiempo, a veces mucho tiempo, y el Gobierno necesita el dinero pronto y de una ves, o en plazos breves. Para allo, tiens que servirse de particulares, de — 63 — mediadores que lo adelanten las cantidades que ne- cesita, corriendo juego de su cuenta el ir colocan- dy poco a poco entre sus clientes el papel de la Deuda que a cambio reciben, y luerdndose, ade- més, con el alza de cotizacién gue a estos titulos se imprime artificialmente en la Bolsa. Estos in- termediarios son los grandes banqueros; por eso a ningun Gobierno le conviene, hoy en dia, estar a mal con estos personajes, Vean ustedes, pues, seiiores, como los grandes banqueros, como los Mendelssohn, los Schickier, la Bolsa en general, son también un fragmento de Constitucién, Supengamogs ahora que al Gobierno se le ocu- triera promulgar una ley penal semejante a las que tigieron en algin tiempo en China, castigando en ja persona de los padres los rebos cometidos por los hijos. Esa ley no prevaleceria, pues contra ella tebelariase con demasiadg fuerza la cultura eolec- tiva y la coneiencia social del pais. Todos log fun- cionarios, burderatas y consejeros de Estado, se Le- varias la3 manos a la cabeza, y hasta los honorables senadoreg tendrian algo que objetar contra el desati- no. Y es que, dentro ds ciertos limites, sefiores, también la conciencia colectiva y la cultura gene- ral del pais son un fragmento de Constitucién. e) La pequefta burguesia y la claro obrera. Imaginémonos ahora que el Gobierno, inelindén- dose a proteger y dar plena satisfaccién 9 los pri- vilegios de la nobleza, de los banqueros, de los grancles industriales y de los grandes capitalistas, ecidiese privar de sus libertedes potiticas a la pe quefia burguesia y a la clase obrera. ¢Podria ha- cerlo? Desgraciadamente, sefiores, s{ podria, aun- que sdlo fuese transitoriamente; la realidad nos — 64 — tiene demostrado que podria, y més adelante ten- d@remos ocasién de volver sobre esto. . Pero, ¢y si se tratara de despojar a la pequefia burguesfa y a la clase obrera, no ya de sus liber-, tades polidicas solamente, sino de su libertad perso- nal; es decir, si se tendiera a declarar jonalmen- te al obrero o al hombre humilde esclave, vasallo o siervo de la gleba, de volverle a la situacién en que vivid en muchos paises durante los siglos le- nos, remotos, de la Edad Media? 2 Prosperaria pretensién? No, sefiores, esta vez mo prospera-~ via, aunque para sacarla adelente se aliasen el rey, la nobleza y toda la gran burguesia, Serfa in- uta. Pues, Hegadas lag cosas a ese extremo, us- tedes dirfan: nos dejaremos matar antes que tole- rarlo, Los obreros se echarfan corriendo a la calle, sin necesidad de que sus patronos les cerrasen las fébricas, la pequefia burguesia correria en masa a solidarizarse con ellos, y la resistencia de ese blo- que seria invencible, pues en ciertos casos extremos y dexesperados, también ustedes, sefiores, todos us- fedeg juntos, son un fragmento de Constitucién. 3,—Leos factores de poder y les instituciones juridicas. La hoja de papel. He abi, pues, sefiores, lo que es, en esencia, la Constitucién de un pais: la suma de los factorse reales de poder que rigen en ese pals. — Pero, ,qué relacién guarda esto con lo que vul- armente se llama Constitucién; es decir, con la onstitucién juridica? No es dificil, sefiores, com- prender la relacién que ambos conceptos guardan entre ai. i Se cogen esos factores reales de poder, se extion- den en una hoja de papel, se les da expresién es- —~ 6 — crita, y a partir de este momento, incorporados a un papel, ya no son simples factores realés de po- der, sino que se han erigido en derecho, en insti- tuciones juridicas, y quien atente contra ellos aten- ta contra la ley, y es castigado. Tampoco desconocen ustedes, sefiores, el proce- dimiento que se sigue para oxtender por escrito esos factores réales de poder, convirtidndolos asi en fac- tores juridicos. Claro esté que no se escribe, lisa y llanamente: el sefior Borsig, fabricante, es un fragmento de Constitucién ; el schor Mendelssohn, banquero, e3 otro trozo de Constitucién, y asi sucesivamente ; no, la cosa se expresa de un mado mucho mds pul- cro, maucho mds fino. a) El! sistema electoral de las tras clases. Asi, por ejemplo, si de lo que se trata es de proclamar que unos cuantos grandes industriales y grandes capitalistas disirutaran en Ja Monarqula de tanto poder, y atin mas, como todos log bur- gueses modestos, obreros y campesinos juntos, el legislador se guardaré muy bien de expresarlo de una manera tan clara y tun sincera. Lo que hard ser& dictar una ley por el] estilo, supongamos, de aquella ley electoral de lag tres claseg (1) que se le did a Prusia en el ado 1849, y por la cual se dividfa la nacidn en tres categorias electorales, a tenor de los impuestos pagados por los electcres y que, naturalmente, se acomodan a su fortuna. (1) EL8 de abril de 1848 habiase prometido al pueblo de Berlin, alzado revolucionariamente, una ley sancionando el aufragio universal, Después del golpe de Estado de 6 de di- ciembre de 1848, la monarquia otorgé al pais, en 30 de ma- yo de 1849, el sistema electoral de las tres clases, que se mantuvo en vigor hasta la revolucién de 1018. — 6 — Begin el censo oficial formado en aquel mismo afio por el Gobierno, 8 raiz de dictarse la mencio- nada ley, habia entonces en toda Prusia 3.255.708 electores de primer grado, que se distribufan del modo siguiente en las tres clases electorales: Pertenecian a la primera..... 158.808 clectores > a la segunda 409.945 > > a la tercera.. 2.891.950 » Repito que estas cifras estan tomadas de Jos cen- oficiales. . Por ellas, vemos que on el reino de Prusia hay 158.808 personas riquisimas que disfrutan por si solas-de tanto poder politica como 2.691.950 ciuda- danos modestos, obreros y campesinos juntos, y que aquellos 153.808 hombres de méxima riqueza, sumedos a los 409.945 personas regularmente ricas que integran la segunda categoria, electoral, tienen tanto poder pol{tico como el resto de la nacién en- tera; més aun, que los 153.808 hombres riquisimos y ja muitad nada més de los 409.945 electores ‘de la segunda categoria, gozan ya, por si solos, de més poder -polifico que la mitad restante de la segun- da clase sumada 2 los 2.691.950 de la tercera. Vean ustedes, sefiores, cémo, por este procedi- miento, se llega exactamente al mismo resultado que si la Constitucién, hablando sinceramente, di- jese: el rico-tendré el mismo poder politico que diecisiete ciudadanog corrientes, 0, si se prefiete la férmula, pesaré en los destinos politicos del pais diecisiete veces tanto como un simple ciudada- no (1). ‘sates da que esta ley electoral de les tres cla- ses fuese promulgada, regia ya legalmente, desde la ley de 8 de abril de 1848, ol wufrageo universal, (1) En efecto, 2.601.950 : 153.808 = 17,5. — 6 — que agignaba a todo ciudadanuo, fuese rieo o pobre, el mismo derecho de sufragio, es decir, €f mismo poder politico, el mismo derecho a contribuir a trazar los derroteros del Estado, su voluntad y sus fines. He aqui, pues, confimnada y documentada, sefiores, aquella afirmacién que antes hacia de que, desgraciadamente, era bastante facil despojarles a ustedes, despojar al pequeiio burgués y al obrero, de sus libertades politicas, aunque no se les atran- easen de un modo inmediato vy radical sus bienes personales, el derecho a la integridad fisica y a la propiedad, Los gobernantes no tuvieron que hacer grandes esfuerzos para privarles a ustedes de los derechos electorales, y hasta hoy, no sé de niugu- na agitacién, de ninguna campafia promovida para reeobrarlos. b) £1 Senado o Cémara sejorial. Si en la Constitucién se quiere proclamar qué un pufiado de grandes terratenienteg aristécratas reuniré en sus manos tanto poder como los ricos, Ja gente acomodada y los desheredados de la for- tuna, como los electores de las tras clases juntas, es decir, como el resto de la nacién entera, el le- gislador se euidaré también de no decirlo de wn modo tan grosero—no olviden ustedes, sefiores, di- cho sea incidentalmente, que la claridad en la ex- presién es groseria—, sino que Je bastard con po- ner en la Carta constitucional lo siguiente: los re- presentantes de la gran propicdad sobre el suelo, que lo vengan siendo por tradicién, con algunos otros elementos secundarios, formardn una Camara senorial, un Senado, cuya aprobacidén seré necesa- ria para que adquieran fuerza de ley los acuerdos do la Camara de diputados, en que esta represen- tada la nacién ; de este modo, se pone en manos de un puiindo de viejos terratenientes una prerrogati- va politica de primera fuerza, que les permite con- — 68 — trapesar 1a voluntad de la nacidm y de todas cur clases, por undxime que ells sea. - <) Et rey y ol Ejército, Y si, siguiendo por esta escala, se aspixa a. que el rey por si solo tenga tanto poder politico, y mucho mds ain, como las tres clases de electores juntas, como la nacién entera, incluyendo a los. grandes terratenientes de la clase noble, no hey més qtte. hacer esto: Se een Ja Constitucién (1) un articulo 47, diciendo: «El rey proveerd todos. los cargos dal Ejér- cito y la Marina», afiadiendo, en el articulo 108: ¢A! Bjército ‘y s la Marina no se les tomard juramente de guardar la Constituciém». Y si esto no basta, sé construye ademés la teorla, que no deja de te. ner, a la verdad, su fundamento sustancial en este articulo, dé que el rey ocupa frente al Hjército una posicién muy diferente a la que ld corresponde res- pecto a las demds instituciones del Betads, la teo- tia de que el rey, como jefe de las fuerzas milita- res del pais, no es sdlo rey, sino que es ademds algo muy distinto, algo especial, misterioso y des- conocido, para lo que se ha inventado el ‘ermine jefe supremo de las fuerzaa de mar y terra, razén por la cual ni la Cémara de diputados ni la nacién tienen por qué preoceuparse del Ejército, ni inmis- cuirss en sus asuntos z organizacién, reduciéndose su papel a votar los eréditos de que necesite. Y no uede negarse, sefiores—la verdad ante todo, ys B hemos dicho—que esta teoria tiene cierto punto de apoyo én el] citado articulo 108 de la Constitu- cién. Pues si dsta dispone que el Bjército no nece- sita prestar juramento de acatamiento a la Cous- (1) Se refiere a 1a Constitucién prasiana de § de diciam- bre de 1848, resp. de 31 de enero de 1860, — 6g — titucién, como es deber de todos los ciudadanos del Estado y del propio rey, ello equivale, en principio, a réconocer que el Ejército queda al margen de la Constitucién y fuera de eu imperio, que no tiene nada que ver con ella, que no tiene que rendir cuan- tas mds que a la persona del rey, sin mantener rela- eién alguna con el pais. Conseguido esto, reconocida al rey la atribucién de proveer todos los cargos del Ejército y colocado éste en una actitud de sujecién personal al rey, éste ha conseguido reunir por s{ sdlo, no ya tanto po- der, sino diez veees mds poder polities que la na- ciédn entera, supremacia que no resultar’a menosca- bada aunque e] Poder efectivo de la nacién fuese en realidad diez, veinte y hasta cincuenta veces tan grande como el del Ejército. La razén de este aparente contrasentido es muy sencilla, 4,—Poder organizado e inorgé- nico. El instrumento de poder politico del rey, el Ejér- cito, esta organizado, puede reunirse a* cualquier hera del dia o de la noche, funciona con uns mag- nifica disciplina y sé puede utilizar en el momento en que se desee; en cambio, el poder que descansa en la nacién, sefiores, aunque sea, como lo es en realidad, infinitamente mayor, no estd organizado ; ja voluntad de la nacién, y sobre todo su grado de scometividad o de abatimiento, no siempre son faciles de pulsar para quienes le forman; ante la inminencia de una accidn, ninguno de los comba- tientes sabe cudntos se van_a sumar a él para darla. ‘Ademdas, Ia nacidn earece de esos instrumentos del poder organizado, de esos fundamentos tan impor- tantes de una Constitucién, a que més arriba nos referiamos: los cattones. Ciertc es que los cafiones -—y— .84 compran con: dinero del pueblo’; cierto también que sé construyen y perfeccionan gracias a las cien- dias gue se desarrollan en el seno de la sociedad civil, gracias a la fisice,a le técnica, etc. Ya el sdlo hecho de su existencia prueba, pues, cudn grande es el poder de la sociedad civil, hasta dénde han llegado los progresos de las ciencias, d¢ lea ar- tes técnicas, los métodos de fabricacién y el tra- bajo humano, Pero aqui, viene a cuento aquel ver- 20 de Virgilio: Sie vos non vobis! | TX, pueblo, los haces y los pagas, pero no para til! Como los ecafiones so fabrican siempre para el poder orga- nizado y sdlo para él, la nacién sabe que eaos ar- tefactos, vivos testigos de todo lo que ella puede, se enfilarén sobre ella, indefectiblemente, en cuan- to se quicra rebelar. Estas razones son las que ex- plican que wun poder mucho menos fuerte, pero or- ganizado, se sostenga a veces, muchas veces, afios 'y afios, sofoeando el poder, mucho mde fuerte, pero desorganizado, de la nacién; hasta que ésta un dia, a fuerza de ver cémo los asuntos nacionales se rigen y administran tercamente contra la volun- ted y log intereses del pais, so decide a alzar frente al poder organizado su supremacia desorga- nizada. : Hemos visto, sefiores, qué relacién guardan en- tre si las dos Constituciones de_un pais, esa Cons- titucién real y efectiva, formada por la suma de factores reales y efectivos que rigon en ta sociedad, y ese otra Constitucién escrite, a la que, para dis- tinguirla de la primera, daremos el nombre de la hoja de papel (1). (1) Alusién a aquella frase altisonante pronunciada por Federico Guillermo IV el 11 de abril de 1847, en un men- saje de la Corona: «Créome obligado a hacer aqui la solem- ne declaracién de que ni ahora ni nunca permitiré que entre el Dios del cielo y mi pats se deslice una hoje eserita a guisa de segunda Providencia...» Hi Algo de histeria constitu. cional, Una Constitucién real y efectiva la tienen y han tenido siempre todos los paises, como, a poco que paren mientes en ello, ustedes por si mismos com- prenderdn, y no hay nada més equivocedo ni que eonduzca a deducciones mds descaminadas, que esa idea tan extendida de que las Constituciones son uns caracteristica peculiar de los tiempos mo- dernos. No hay tal cosa. Del mismo modo ¥ por la misma ley de necesidad qué todo cuerpo tiene uns constitucién, su propia constitucién, buena o mala, estructurada de un modo o de otro, todo pais tiene, necesariamente, una Constitucién, real y efectiva, pues no se concibe pais alguno en que no imperen determinados factores reales de poder, cualesguicra que ellos sean, Cuando, mucho antes de estallar ls gran Revo- lucién francesa, bajo la monarquia legitima y ab- soluta de Luis XVI, el Poder imperante aboliéd en Francia, por decreto de 3 de febrero de 1776, las prestaciones personales de construccién dé vias pu- blicas por las que los labriegos venian obligados a trabajar gratuitamente en la apertura de caminos y carreteras, credndose para afrontar los gastos de es- tas obras publicas un impuesto que habfa de gravar también sobre las tierras de Ja nobleza, el Parla- mento francés clamé, oponidéndose a esta medida: Le peuple de France est taillable et corvéable & vo- lanté, c’est une partie de la constitution que le roit ne péut changer; o dicho en castellano: El pue- blu de Francia-—es decir, el pueblo humilde, ef que no gozaba de privilegios—puede venir sujeto « impuestos y prestaciones sin limitacién, y e8 date —2- una ‘parte de la Constitucién que. ni sl rey miwno puede cambiar. Como ven ustedes, sefiorés, ya sntortces se ha- blaba de uns Constitucién, y se le atribuis tal” vir- tud, que ni el propio rey la podia tocar; ni més ni menos que hoy. Aquello. a que los noblés francesos lamaban Constitucién, la norma segin la cual el pueblo bajo tenfa que soportar todos los tributes y estaciones que sé le quisisran imponer, no se he- a recogido. todavia, cierto es, en ningiin docu- mento espacial, en un documento en que se resu- migsen todos los derechos de Ja iacién y los més importantes principios del Gobierno; “no era, por ef momento, més que la expresién pura y simple de los factores teales de poder que regian en la Fran- cia. medieval. Y ea que en la Edad Media el pus- blo bajo era, en realidad, tan impotente, que se le podis gravar con toda suerte de tributos y gabelas, a gusto y antojo del legislador; 1a realidad, en aquella distribucidn de fuerzas efectivas, era ésa; el pueblo venia siendo tratado desde antiguo de ess modo, Estas tradiciones de hecho brindaben los llamados: precedéntes, que todavia hoy en Inglaterra, siguion- do el ejemplo universal de-la Edad Media, tienen una importancia tan sefialada en las ouestiones constitucionales. En esta practice, efectiva y tradi- cional dé cargas y gravimenes, invocdbase con. fre- cuencia, como no podia menos, el hecho de que él. pueblo viniera desde antiguo sujeto a esas gabelas, y sobre ese hecho se erigta Ia norma de que podia se- guirlo siendo sin interrupcién. La proclamacién de esta norma dsba ya el principio de Derecho cons- titucional, al que luego, en casos semejantes, se podia recurrir. Muchas veces, se daba expresién y | sancién e8pecial sobre un pergamino a una de esas manifestaciones gue tenfan su raz en los resortes: reales de poder. Y asi surgfan los fueros, las liber- tades, los derechos especiales, los privilegios, los —3— estatutos y cartas otorgadas de una clase, de un gremio, de una villa, etc. . Todos estos hechos y precedentes, todos estos principios de Derecho publico, estos pergaminos, es- tos fueros, estatutos y privilegios juntos formaban la Constituctén del pals, sin que todos ellos, a su vez, hiciesen otra cosa qué dar expresion, de un modo escueto y sincero, 2 log factores reales de po- der que regian en ese pais. Asi, pues, todo pais tiene, y ha tenido siempre, en todos los momentos de su historia, una Constitu- cidn réal y verdadera. Lo especifico de los tiempos -modernos—hay que fijarse bien en esto, y no olvi- darlo, pues tiene mucha importancia—, no son las Constituciones reales y efectizds, sino las Constitu- ciones escritas, las hojas de papel. En efecto, en casi todos los Estados modernos vemos apuntar, én un determinado momento de su historia, Ja tendencia a darse una Constitucién e8- crita, cuya misién es resumir y estatuir en un do- cumento, en una hoja de papel, todas las institu. ciones y principios de gobierno vigentes en el pais. 4De dénde arranca esta aspiracién peculiar de los tiempos modernos ? También dsta es una cuestién importantisima, y no hay mds remedio que reso!verla para saber qué actitud sé ha de adoptar ante la obra constituyente, qué juicio hemos de formarnos respecto a las Cons- tituciones gue ya rigen y qué conducta hemos de seguir ante ellas; para llegar, en una palabra—cosa que sdlo podemos conseguir afrontando este proble- ma—a poseer un arte y una s@bidurig constitucio- nales, Repito, pues: zDe dénde procedo esa aspiracién, peculiar a los tiempos modernos, de elaborar Cons- tituciones escritas? Veamos, sefiores; gde ddénde pwede provenir? 84lo puede provenir, evidentemente, de que en —-4— log factores. reales ds poder imperantes dentro del pais ae haya operedo una transformacién. Bi no 68 hubiera operado transformacién alguna st ese jus- go de factores de la sociedad en cuestién, Bi estos factores de poder siguieran siendo los mismos, no tendria razén ni sentido que esa sociedad sintiese la necesidad viva de darse una nuéva Constitucidn. Be acogeria tranquilamente a la amtigua, o, 4 Jo sumo, redogerfa sus elementos dispersos en un documento tmico, en uns unica Carta constitu- cional. Ahora bien: ,eémo cecurren estas transformacio- nes, que afectan a los factores reales de poder de una sociedad? 1,—Conatitueién feudal. Represéntense ustedes, por ejemplo, un Estado poco poblado de Ia Edad Media, como entonces lo eran casi todos, bajo el gobierno de un principe y con une nobleza que tiene acaparada la mayor par- te del territorio, Como la poblacién es escasa, sélo una parte insignificante de la misma puede dedi- carse a Ja industria y al comercio; la inmensa ma- yoris de Jos habitantes no tienen més remedio que cultivar Is tierra para obtener de la agricultura les productos necesarios qué les permitan subsistir. Tén- gase en cuenta que el suelo esté, en su Mayor par- te, en manos de la nobleza, razén por la cual sus cultivadores encuentran empleo y ooupacién en: él, en diferentes grados y relaciones: unos como vase- Tos, otros como siervos, otros, finalmente, como- colonos de! sefior territorial; peto todos estos vincu- los y gradaciones tienen un punto de ooincidencia : coinciden todos en someter a la poblecién al po- der de la nobleze, obligéndola 8 formar en sus hues- tes de vasallajo y a tomar las armas para guerrear por sus pleitos. Ademds, con el sobrante de los -—p— productos agricolas que saca de sus tierras, el sefior toma a su servicio y trae a su castillo a toda suerte da guerreros, excuderos y jéfes de armas. Por su parte, el principe no tiene frente a aste poder de la noblezs mas poder efectivo, en el fondo, que el que le brinda Ia asistencia de aquellos no- bles, que se prestan de grado—por la fuerza no le seria dabie obligarlos--a rendir acatamiento s sus érdenes guerreras, pues la ayuda que pueden pres- tarle las villas, pocas todavia y mal pobladas, es insignificante. _Cuél serd, seftores, la Constitucién dé un Estado de este tipo? No es diffeil decirlo, pues la contestacién se deri- ya necesariamenté de ese juego de factores reales de pader que acabamos de examinar. La Constitucién de ese pais no puede ser mds que uva Constitucién feudal, en que la noblezs ocu- pe ex todo el lugsr preeminente. E] principe no podré crear sin su consentimiento ni un céntimo de impuestos y sélo ocuparé entrd los nobles Ia po- sicién del primus inter pares, la posicién del pri- mero entre sus iguales en jerarquia. Y esta era, en efecto, séfiores, ni m4s ni menos, ls Constitucién de Prusia y de la mayoris de Jos Estados on Ia Edad Media. 2.—El absolutisme. Ahora, supénganse ustedes lo siguiente: La po- blaciém crece y se multiplica de un modo incesante, Ia industria y el comercio empiezan a florecer, y su proaperidad brinda los recursos necesarios para fo- méntar un nuovo ineremento de poblacién, que co- mienza a llenar las ciudades. En el regazo de la bur- guesia y de los gremios de las ciudades empiezan a desarrollarse el capital y la riqueza del dinero. Qué oeurriré. ahora? —6— i Dues ocurriré que cate imeremento de la poble- cién urbana, que no depende de la nobleze, que, lejos de esto, tieae intereses opuestes a los suyos,, redundard, al principio, en beneficio del principe ; “ira o reforzar las huestes armadas que siguen a éste, con les subsidios de los burgueses 7 les agremiades, @ quienes las constantes pugnas y banderias de la nobleza traen grandes quebrantos, y que no tienen més remedio que aspirar, en interés del comercio y de la produccién, al orden y a la seguridad civil y & la organizacién de una juaticia ordenada dentro del pais, lo que les lleva a apoyar al principe con dinero y con hombres; con estos recursos, ‘a prin. Gipe podré ya, tantas cuantas veces lo nedecesite, po- ner en pie de guerra un ejéreito lucido y muy superior al de los nobles que se le résistan. Puesto en estos derroteros, el principe, ahora, iré sockven- do y mencecabendo mis y inde el poder de ts no- bleza; la privard del fuero del duelo, esaltaré y arrasaré sus castillos, si viola las leyes del pais, y cuando, por fin, corriendo el tiempo, la industria haya desarrollado suficientemente Ja riqueza pecu- nieria y el censo de poblacién del pais haya cre- cido lo bastante para permitir al principe poner so- bre las armas uni ejércite permanente, este princips lanzaré a sus regimientos contra los albergues de la nobleza, como ef Gran Flector o como Federico Gui- Nermo I (1), al grito de Je: stabilirai 1a souverai- nité comme.un rocher de bronce (2), sbolird la © libertad de impuestos de la nobleza y pondré fin al fuero de reconocimiento de tributos de esta clase. Vean ustedes, pues, sefiores, una vez més, cdtho, al teansformarse los factorce reales de podtr se trantforma la Constitucién vigente en el pals; sobre 1) 2718-1740 . . 3 Glosa marginal del rey: se quedé sin leyes porque un inmenso incendio las arragase, pero se lag arrebatd un vendaval: Incorpordse el pueblo, Estallé la tormenta (1). {IL—EI arte y la sabiduria cons- tituctonales. Cuendo en un pais estalla y triunfa la revolu- eign, el derecho privado sigue ngiendo, pero las (1) Verso del poeta de la guerra de la Independencia Teodoro Kérner (1791-1818). — 80 — leyes del derecho publico yacen por tierra, rotas, o no tienen més que un valor provisional, y hay que hacerlas de nuevo. La revolucién del 48 planteaba, pues, la necesi- dad de instaurar una nueva Constitucién escrita, y el propio rey se encargd da convocar en Berlin la Asamblea nacional, encargada de estatuir oste, nus- va Constitucién, como primero se dijo, o de pactar- la con 41, que fud-la férmula empleada mds tarde. Ahora bien, ,cudndo puede decirse que una Cons- titucién escrita es buena y duradera? La respuesta, sefiores, es clara, y se deriva 14- gicamente de cuanto dejamos expuesto: cuando esa Constitucién escrite corresponda a Ia Conatitucion real, la que tiene sus raices en los factores de po- der que rigen en él pais, Alli donde la Constitucién escrita no corresponds a la real, estalla inevitable- mente un conflicto que no hay manera de eludir y en el que a la larga, tarde o temprano, la Cons- titucién eserita, la hoja de papel, tiene necesaria- mente que sucumbir ante el empuje de la Consti- tucién real, de las verdederas fuerzas vigentes on el pats. Qué debid suceder entonces al triunfar la re- volucién de 1848? Pues, sencillamente, detid anteponerse a ta pre- ccupacién por hacer una Constitucién escrita, el cuidado de hacer una Constitucién real y efectiva, desarraigando y desplazando en beneficto de la ciu- dadania las fuerzas reales imperantes en el pais. 1,—Le que debis hacerse ol 48. El 18 de marzo domosiré, sin duda, que el poder de Ja nacidn era ya, de hecho, mayor que el del Ejército. Después de una larga y sangrienta jomma- de, las tropas no tuvieron mds remedio que ceder. Pero reeverden ustedes aquello que deciamos de ~ sr — Gue entre el poder de Ia nacién y el poder del Hyer. eito existe una diferencia notable, que explica el que el poder del Ejército, aunque en realidad sea menor, resulte a la larga més eficaz que el poder, mucho més grande en verdad, de la nacién, La diferencia a que aludimos eonsiste, como re- eordarén ustedes, en que el poder de la nacién ¢8 un poder desorganizado, inorgdnico, mientras que el poder del Ejército constituye una organizacton perfecta, puesta en pie y preparada para afrontar Ja lucha en todo momento, razén por la cual es siempre, a la larga, como hemos dicho, mds ¢ficas y acaba siempre, necesariamente, dando la batalla a lag fuerzas, aunque més pujantes, inorgdnicas y dispersas, del pais, que sélo se aglutinan y unen en momentos contados de gran emocidn, Si se queria, pues, que la victoria arrancada el 18 de marzo no resultase forzosamente estéril para el pueblo, era menester haber aprovechado aquel ins- tante de friunfo para transformar el poder organi- zeado det Ejército, tan radicalmente que no volviean @ ser un simple instrumento de fuerza puesto en manos del rey contra la nacidn. Era necesario, por ejemplo, haber limitado a seis meses e] tiempo de permanencia en, filas, pues la brevedad de este plazo, que segin las mayoree autoridades militares basta y sobra para dar al sol- dado una instruccién militar perfecta, evitaria, por otra parte, que se le infundiese ningun espiritu de casta; lejos de eso, permitiria renovar constante- mente al Hjército con contingentes del pueblo, transformdndolo ya por este solo hecho, de Ejércita del rey en Ejército de la nacién. Era necesario haber dispuesto que Ja baja oficia- lidad, hasta el grado de coronel inclusive, no fuese nombrada de arriba a abajo sino elegida por los propios cuerpos de tropa, para que estes cargos no se proveyesen con intenciones hostiles al pue- — 82 — blo, y 88 contribuyesa de esta mtdo a seguir he- siendo del Ejército un instrumento ciego de poder en_manog de la monarquia. Bra necesario haber sometido al Hjército, respec- to de todog aquellos delitos y transgresiones que no tuviesen cardeter puramente militar, a los Tribu- nales ordinarios de la nacién, para que de este modo fuese acostumbréndose a sentirse parte del pueblo y no una institucién de mejor origen, una casta- aparte, | Era necesario, finalmente, haber colocado los ca- fiones y las armas, que sdlo deben servir a la de- fensa del pais, en Ja medida en que no fuesen es- trictamente indispensables para la instruccién mi- litar, bajo la custodia de 1gs autoridades civiles, elegidas por el pueblo, Con una parte de esta ar- tilleria debieron formarse secciones especiales de la mnilicia nacional, para de este modo restituir tam- bién a manos del pueblo, a quien pertenecen, los cafiones, este importantisimo ento de Consti- tusién (1 Nada de esto se hizo, sefiores, ni en la primave- ra ni en el verano de 1848, y no habiéndose hecho, ¢podemos extrafiarnos de que en noviembre del mismo afio empezara a cancelarse y a demostrarse estéril la revolucién? No; no podemos extrafiarnos, pues esto no era més quo la consecuencia necesa- ria, inevitable, del error de haber dejado intactos dentro del pale tedos jos factores reales de poder. ¥ es que los reyes, sefinres, tienen mejores ser- vidores que ustedes. Los servidores de los reyes no son retéricos, coma lo suclen ser los del pueblo. Sen hombres prdcticog, que poseen el instinto de (1) Como es sabido, la Communne de Paris (18 de marzo de 1871), comenzé cuando el. Gobierno quiso retirar a la milicia nacional parisina sus cafiones y él pueblo hubo de Gefenderse contra 'e] desarme. — 83 — saber lo que la hora exige, El caballero Manteuf- fel (1) n0 era, ciertamente, un gran orador. Pero era un hombre de realidades. Cuando, en noviembre de 1848, puso fin e la Asamblea nacional y sacéd los cafiones a la calle, ¢qué fué Io qua ereyd mas ur- gente hacer? ,Poner por escrito una nueva Consti- tucién, una Constitueién reaccionaria? ;Oh, nada de eso, para eso tiempo tenia! Lejos de ello, has- tu condescendid a otorgar a ustedes, en diciembre de 1848, una Constitucién escrita bastante liberal. ¢ Qué fué, pues, lo que en aquel mes de noviem- bre estimé de més urgencia, en qué consistié su primera, medida? Pues consistid, sefiores, ustedes Jo recuerdan, en desarmar a los ciudadanos, en despojarlos de las ermas. Vean ustedes cémo, se- fiores, aquel servidor de 1a monarqufa nos trazaba desde su punto de vista, el camino acertado: des- armar al adversario vencido eg el deber primordial de todo vencedor, si no quiere que Ia guerra vuel- va a estallar en el momento menos pensado. 2.—Consecuencias. Al comenzar nuestra investigacién, sefiores, he- mos procedido lentamente, con mucha, eautela, has- ta Negar al verdadero concepto de Constitucidn. Tal vez a algunos de los que me escuchan ge les hi- ciera el camino un poco largo. Pero ya ven uste- des cémo, una vez en posesién de este concepto, tas cosas se ban desarrollado gceleradamento, con qué rapidez se nos han ido revelando, una tras otra, las consecuencias mds sorprendentes eémo ahora podemog enfoear ya el problema mucho me- jor, més claramente y de muy 6tro modo de lo que se auele hacer, hasta Megar a consecuencias que -eaimente no se avienen con aquellas que esté acos- (1) Véase la Introducién histériea de Mehring. — 84 — tumbrada a scoptar la opinién publica, al entren- tarse con estas cuestiones. Examinemos ahora brevemente unas cuantas con- secuencias més, derivadas de ‘nuestro punto de vista. a) El desplazamiento ae los fac- tores reales de poder. Hemos visto que en el afio 1848 no se adopid ninguna de aquellas modidas que se imponfan para desplazar los factores reales de poder dentro del pais, para convertir al Ejército, de un Ejército del yey, én un instrumento de la nacién. Cierto eg que fué formulada una proposicién en- caminada a ese fin y que representaba un primer paso en el camino para su consecucién; me refie- ro 8 la proposicién de Stein, que tendia a sugerir al ministerio una orden que habia de dar a las tro- pas y que obligaria a todos log oficiales reacciona- ~rios a pedir el retiro. Pero recuerden ustedes, sefiores, que apenas la Asamblea nacional de Berlin aprobé este yposi- eién, cuando ya toda la burguesia y medio pais alzaron el grito, diciendo: ;La Asamblea nacional debe preocuparse de hacer la Constitucién, y no andar importunando al Gobierno, no perder el! tiem- pa con interpélaciones, con asunitos que son de la incumbencia del Poder ejecutivo! | Hacer la Cons- titucién, y nada mds que hacer la Constitucién!, olase gritar por todas partes, como si se tratase de apagar una quema. Como ven ustedes, sefiores, aquella burguesfa, ‘aquel medio pais que asi gritaba, no tenia ni Ia mda remota idea de Jo que real y verdaderamente es una Constitucién. : El hacer una Constitueién escrita ara lo de me- nos, era lo que menos prisa corria; una Constituoién escrita se hace, en caso de apuro, en veintioustro o> 85 — horas; pero con hacerla, nada se consigue, si ea prematura, . Desplazar los fuctorss reales y efectivos de poder dentro del pais, inmiscuirse en ol Poder ejecutivo, inmiscuirse en él tanto y de tal modo, socavarlo y transformarlo de tal manera, que se le incapacitase para ponerse ya nunca mds como soberano frente a la nacién: sto, lo que se queria precisameute evitar, era lo que importaba y lo que urgia; esto era lo que habia que echar por delante, para que Ja Constitucién escrita que luego viniera fuese algo més que un pedazo de papel. Y como no se hizo a su debido tiempo, la Asam- blea nacional se encontré con que no le dejaban vagar para poner por escrito tranquilamente su Constitucién ; se encontrd con que el Poder ejecu- tivo aquel a quien tanto se preocupara de respe- tar, lejos do pagarlo en la misma moneda, le daba un puntapié y la mandaba a casa, valiéndose de aquellas fuerzas que, con delicadeza exquisita, no le habia querido menoscabar, b) Cambios sobre of papal. Segunda consecusncia. Supongamos por un mo- mento que Ia Asamblea nacional no hubiese sido disuelta, sino que hubiera llegado, sin contratiem- po, al término del viajo, a elaborar y votar una Constitucién. De haber ocurrido asi, ,qué habria cambiado sus- tancialmente en la marcha de las cosas? Absolutamente nada, sefiores; no habria. cambia-~ do absclutamente nada, y la prueba Ia tienen us- tedes en los mismos hechos. Cierto es que !a Asam- blea nacional fué licenciada, pero el propio rey, re cogiendo los papeles péstumos de la Asamblea na- cional, proclamé el 5 de diciembre de 1848 una Constitucién que en la mayorla de los puntos ao- — 86 yrespondia exactamente a aquella Constitucidén que de la propia Asamblea Constituyente hubiéremos podido esperar. Fijense ustedes bien, Esta Constitucién era ol propio rey quien la proclamaba; no se le obligaba a aceptarla, no se le imponia, lg decretaba él vo- lontariamente, desde gu plataforma de vencedor. A primera vista, parece como si esta Constitucién, por haber nacido asi, hubierg de ser més viable y vigorosa. ~ Pero no hay nada de eso. | Antes al contrario! Ya pueden ustedes plantar en su huerto un manza- no y colgarle un papel que diga: «Este Arbol es una higuera.» Bastard con que ustedes Jo digan y lo proclamen para que se vuelva higuera y deje de ser manzano? No. Y aunque congreguen ustedes a toda, su servidumbre, a todos Ios vecinos de la co- marca, en varias leguas a la redonda, y los hagan jurar a todos solemnemente que aquello eg una hi- guera, el drbol seguird siendo'lo que es, y a la co secha préxima lo dirdn bien alto sus frutos, que no serin higos, sino manzanas. Pues lo mismo acontece con las Conatituciones, De nada sirve lo que se escriba en una hoja de papel, si no se ajusta a la realidad, a los factores reales y efectivos de poder. Con aquella hoja de papel que leva la fecha de 5 de diciombre de 1848, el ray, espontdneamen- te, se avenia a un gran numero de concesiones, pero todas ollas choceban contra la Constitucién real, es devir, contra los factores reales de poder que el rey seguta teniendo, {ntegros, en sus ma- nos. Y con la misma imperiosa necesidad que en- vuelve la ley de Ja gravitacién, tenfa que ocurrir lo que ocurrid, que la Constitucién real fuese abrién- dose camino, paso a paso, hasta imponerse a la Constitucién escrita, Y asi, a pesar de haber sido aprobade por la ~ 87 — Asamblea revisora la Conatitucién del 5 de diciem- bre de 1848, el rey no tardé en verse movido, sin que nadie so Io impidiese, a ponorle la primera cortapisa, con Ja ley electoral de 1849, por la cual se impianta en el censo la divisién tripartita de que mas arriba hablabamos. La CAémara creada con ayuda de esta ley electoral era el instrumento con ef cual podian: introducirse en la Constitucién las teformas mds urgentes y sustanciales, para que el rey Pudicse jurarla en él afio 1850, y ya una ves jurad@, seguir capdndola y menoscabéndolg sin nin- gin pudor. Desde 1850, no pasa un solo afio en que no se ponga alguna cortapisa a la Carta conati- tucional, No hay bandera, por vieja y venerable que sea, por cientos de batallas que haya presidido, que presente tantos agujeros y jirones como nues- tra famosa Constitucién. c) La Constitucién vigente, desahu- clada. Tercera consecuencia. Cumo saben ustedes, szf>- res, hay en nuestra ciudad un partido cuyo érgano en la Prensa es la Gaceta Popular, un partido que se agrupa con angustia febril y ardoroso celo en torno a ese guifiapo de bandera, en torno a nues- tra agujereada Constitucién, partido que gusta de llamarse por esto mismo el de los «leales a la Cons- titucidén» y cuyo grito de guerra es: | Dejadnos nuestra Constitucién, por lo que més querais; la Constitucién, nuestra Constitucién, socorro, auxi- lio, fuego, fuego! Cuando ustedes, sefiores, donde y cuando quiera que ello sea, ven que se alza un partido que tiene por grito de guerra ese grito angustioso de «j agru- parse en torno a lq Constitucién!», ¢qué piensan, qué debemos todos pensar? Al hacer s ustedes esta pregunta, sefiores, no apelo a sus des¢os, no me di, — 8 — rijo a ustedes llamando « su volunted, Les pregun- to, pura y simplemente, como e hombres consci@n- tes: 2Qué inforirdn ustedes, qué deberd necesaria- mente inferirse, de espectdculo semejante? Eetoy seguro, sefiores, de que, sin necesidad de ser ningunos profetas, diran, cuando tal observen: @ga Constitucién estd dando las boqueadas; ya po- demos darla por muerta, unos cuantos dios mas y habré dejado de existir. La razén es sencillisimg, Cuando una Constitu- gidn escrita corresponde o los factores reales de poder _que-rigen en el pals, no se oye nunca ese grito de angustia. Ya se mirar4 nadie muy mucho de ‘acercarse demasiado a s¢méjante Constitucién, de no guardarle el respeto debido. Con Constitucionss de éstas, a nadie que esté en su sano juicio se le ocurre jugar, si no quiere pasarlo mal. Con ellas no valen bromas. No, all{ donde la Constitucién es- crite, refleja los factores reales y ofectivos de poder, no se dard jamds ol espectdculo de un partido que toma por bandera el respeto a la Constitueién. Mala sefial que eso grito resuene, pues ello es indicio seguro 6 infalible de que es el miedo quien lo ex- hala, indieio infalible de que en la Constitucién es- cerita hay algo que no se ajusta a la Constitucién real, a ta realidad, a los factores reales de poder. Y si esto sucede, si este divorcio existe, la Cona- titucién escrita astd ida, y no hay Dios ni hay grito capaz de salvarla. Esa Constitucién podré ser reformada radicalmen- te, virando a, derecha o a iquizerda, pero mantenida, nunes. Ya el sélo hecho de que se grite que hay que conservarla es clara prueba de su caducidad, para cualquiera que sepa ver claro. Podré des- plazarse hacia la derecha, si el Gobierno cree nece- seria esta transformacién para oponer la Constitu- cién eserita, aconsonantandola con los factores rea- les de poder, al poder organizado de le sociedad. — 8 — Otras veces, es el poder morgdnico de ésta el quo se alza para demostrar una vez mds que es superior al poder organizado. En este caso, la Constitucién se transforma y se cancela virando a izquterda, como antes en sentido derechista. Pero tanto en uno como en otré caso, la Constitucidn perece, esté perdida y no hay quien la salve, IV.—Conelusiones practicas, Si ustedes, sefiores, no se han limitado a seguir y meditar cuidadosamente la conferencia que he tenido el honor de desarrollar aqué, siuo que, lle- vando adelante las ideas que la animan, deducen dz ellas todas las consecuencias que entrafian, se hallaraén en posesién de todas las normas de} arte y de la sabiduria constitucionales. Los problemas constitucionales no son, primariamente, problemas dg derecho, sino de pods; la verdadéra Constitu- eidén de un pais sdlo reside en ios factores reales y efectivos de poder que en ese pais rigen; y las Constituciones escritas no tienen valor ni son du- raderas més gue cuando dan éxpresién fiel a los factores de poder imperantes en la realidad social: he ahf los criterios fundamentales que deben uste- des retener, En esta conferencia, me he limitado a desarrollarlos de un modo especial en relacién con el Ejército. Por dos razones: la primera es que ia premura del tiempo no me permitia mds, y la segunda que el Ejércite constituye el més impor- tante y decisivo do todos los resortes del poder or- ganizado, Pero ya comprenderan ustedes, stn necesi- dad de que yo se Jo explique, que lo mismo que hemos dicho del Ejército acontece con la organi- zacién de los funcionarios de justicia, los emplea- dos de la administracién publica, ete.; también éstos son resortes orgdnicos de poder de una so- — 90 ~~ ciedad. Si no olvidan ustedes esta conferencia, se- flores, y vuelven, a verse alguna vez en el trance de tener que darse a si mismos una Constitucién, espero que sabrén ustedes ya cémo se -hacen estas cosas, y que no se limitaran 9 extender y firmar una hoja de papel, dejando intactas las fuerzas rea- jes que mai en el pais. Hasta que ese dia llega y provisionalmente, para el uso digrio, como si dijdramos, esta conferencia eservirdé también para abrirles los ojos, aunque’ yo no haya aludidg a ello, acerca de la verdedera ne- cesidad a que résponden esos nuevos proyectos militares de aumento de efectivos que reclaman su aprobacién. Ustedes mismos, sin mds que aplicar lo que han oido aqui, pondrdn ol dedo en lg fuente recéndita de que brotan esas reformss aolicitadas. La monarquia, sefiores, tiene servidores préc- ticos, no retéricos y grandes oradores, servidores précticos como yo los desearla para ustedes.

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