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EL INDIVIDUO CONTRA EL ESTADO No obstante el peso que la Iglesia ejerce sobre la comunidad cristia- na, el cristianismo no es ajeno en absoluto al descubrimiento del su- jeto, que ser fundamental para toda la filosofia moderna. Contra el preceptismo objetivo del Antiguo Testamento, el mensaje evangélico da otro estatuto a la Jey y un protagonismo decisivo a la voluntad y ala intencién como fuentes de valor moral. El ser humano es con- cebido como persona, un microcosmos y no un elemento més en la jerarquia del cosmos. El pensamiento teol6gico medieval va evolucionando en el es- fuerzo por resolver el dilema entre el autoritarismo de la ley divina revelada y la conciencia individual. Duns Scoto y Occam son hitos. importantes hacia el reconocimiento de la autonomf& del individuo con respecto a la ortodoxia definida por la Iglesia. Representan de este modo el paso al protestantismo de Lutero, que desvincula total- mente la moral de la religion y deja al individuo solo ante Dios. La individualizaci6n de la ética marca el desarrollo del pensamiento li- bre que seré el punto de partida de la modernidad. Los pensadores y artistas del Renacimiento consagran el pensa- miento individualista, donde lo que cuenta son las opiniones subjeti- vas, las experiencias y sentimientos individuales. E] género literario de la época es intimista: cartas, biografias, el retrato en la pintura. Montaigne escribe sus Ensayos en primera persona, una carta a sf 28 INTRODUCCION A LA FILOSOFIA POLfTICA mismo como ya hiciera Petrarca. Las reglas morales de los moralis- tas van dirigidas a los problemas del individuo y a su esfuerzo por en- cauzarlos. La idea de que el hombre ocupa una situacién privilegia- da en el universo, del que es el centro, pasara a ser el patrimonio especifico del pensamiento occidental. Lo que llevaré a Descartes a proclamar la verdad fundamental: Cogito, ergo sum, y a escoger la in- trospeccién como el método idéneo para llegar a las verdades funda- mentales. El individuo, solo ante sf mismo, decidira el qué y el por- qué del conocimiento empirico, social y moral. EI pensamiento centrado en el individuo choca con la realidad del poder politico —poder absoluto— que aparece como injustifica- ble por parte de quien se reconoce como nticleo de libertades. «To- dos los hombres nacen libres e iguales» es el principio de una serie de derechos a los que el individuo ya no va a renunciar: Por otra par- te, el peso de la religi6n esta ahi, a pesar de los intentos por secula- rizar el pensamiento, y el hombre es visto como un ser perverso, malo, pecador por naturaleza, con una ambicién sin medida. As, por lo menos, lo ve Hobbes, quien utilizando, como Descartes, el método instrospectivo de profundizar en el andlisis de las pasiones humanas, elabora una teorfa de la legitimidad del estado que seré la mis cruel, pero también més perdurable, de la historia del pensa- miento politico, ‘Muy resumida la teoria es la siguiente. El individuo se quiere a sf mismo, quiere ser libre, es ambicioso y teme a la muerte. La combi- nacién de todas estas pulsiones, y la racionalizaci6n de las mismas, Je obliga a pactar con sus semejantes y a delegar algunos poderes en un poder central que es el poder politico. El estado o Leviatén es «un hombre artificial creado por los hombres» para conseguir la paz y conservarse a s{ mismos. La justificacién del estado, que limita las libertades individuales, ero, al mismo tiempo, las garantiza, es obra de la raz6n. En efecto, es la raz6n la que mueve al individuo a salir de un estado, hipotéti- co pero posible, de «guerra de todos contra todos». El estado de gue- rra —estado de naturaleza—es una ficcién, pero una ficci6n que se LA FORMACION DE LA SOCIEDAD POLITICA 29 haria real si no existieran la ley de la espada, que obliga a cumplir esa ley. «La guerra y yo somos gemelos», confiesa Hobbes, viendo en las guerras civiles de su tiempo la amenaza constante de la vuelta al estado de naturaleza. Cierto que existen unas leyes naturales, pero son insuficientes para garantizar la seguridad de todos y cada uno. De ahf la necesidad de transferir el poder al estado y ereducir todas las voluntades a una sola». La transferencia de derechos tiene lugar: Por acuerdo de cada hombre con cada hombre, como si cada cual dije- ra a cada uno de los demés: autorizo y renuncio a mi derecho a gober- narme a m{ mismo en favor de tal hombre, o de tal asamblea de hom- bres, a condicién de que ti a tu vez le cedas tu derecho y le autorices a actuar de la misma manera. Una vez hecho esto, la multitud, unida en tuna persona, se llama sociedad, civitas en latin. Y asf surge el gran Le- viatdn o, para hablar con més propiedad, el dios mortal al que debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y defensa (Leviatdn, 2, 17). La teorfa del contrato social es suscrita, con matices y diferen- cias, por casi todos los filésofos modernos. La excepcién es Hume, Para quien el contrato es una construcci6n te6rica sin ninguna base. real. Las ideas de una «edad de oro», o de un «estado de naturaleza» son —dice Hume— puras «ficciones filos6ficas». Como lo es el prin- cipio de la igualdad natural de todos los hombres. Si esa igualdad existiera, tal vez lo que hubiera asociado a los humanos hubiese sido el mutuo consentimiento, Pero todo es irreal. Si los defensores del contrato «miraran a su alrededor» no encontrarfan «nada que se co- Trespondiera a sus ideas». El nico origen del poder politico es la conquista, la usurpaci6n o Ia sumisin involuntaria. No obstante: ‘Mi intencién no es excluir el consentimiento de las gentes como el fundamento justo del gobierno. Sin duda es el mejor y mas sagrado de todos. Sélo digo que rara vez se ha dado en un grado infimo, y menos en toda su extensién. Por lo tanto hay que admitir otro fundamento para el gobierno (Sobre el contrato original). 30 INTRODUCCION A LA FILOSOFIA POLITICA ‘Todos levan raz6n, como suele ocurrir en filosofia. Hume era historiador y no acepta una construccién racional de los hechos. Los otros —de Hobbes a Kant— hablan precisamente de lo que Hume les concede: el gobierno justo. Un gobierno inexistente pues- to que, en la época de Hobbes, el poder es monérquico y absoluto. Sin embargo, el gobierno y la ordenacién social nacidos del contra- to son deseables. Serdn la base de la democracia representativa mo- derna Ls eoria del contrato social fue, de hecho, Ia filosoffa que inspi- ro ls constttucisin de la democracia en América. En especial, el pen- sumiente de Locke, mas optimista y confiado en las capacidades de is naturalea humana que el de Hobbes: «Todo hombre que posea o Gisfrute cualquier parte de los dominios de cualquier gobierno, da por Ho su consentimiento tacito» (Ensayo sobre el gobierno civil, sec. 5). No es ya el peligro y la amenaza latente en los conflictos sociales de Tegresar a ux estado de guerra originario y terrible, sino la convic- cién racional de que vivimos en un mundo de recursos escasos, en el que es diffcil que todos tengan lo imprescindible si no existe el pro- Pésito explicito de asegurar los derechos naturales bésicos. Estos son el derecho a la vida y el derecho de propiedad, fruto del trabajo de cada uno. Las leyes protegen esos derechos. El pacto de la socie- dad civil tiene como fin garantizarlos. ‘Mas alla de las prescripciones del estado, el individuo es libre para construir y vivir su vida. Se estén poniendo los fundamentos del liberalismo burgués que defiende la tolerancia religiosa, ataca a Jas teorfas que justifican la esclavitud, empieza a defender la inde- pendencia de la mujer (el Locke tan denostado por las feministas, en parte lo hace), concibe la separacién de poderes y proclama el im- perio absoluto de la razén. Una raz6n gue, sin embargo, tiene difi- cultades para encontrarse a sf misma. Un ejemplo es Spinoza. La ley del conatus es, para Spinoza, la tinica que debe gobernar el compor- tamiento humano: «Perseverar en el ser». Pero gc6mo?, chacia dén- de?, {con qué gufa? La gufa es, sin duda, Ia raz6n que ha de ayudar- nos a reconstruir el orden de la naturaleza: «La comunidad més LA FORMACION DE LA SOCIEDAD POLITICA 31 poderosa y mas independiente es la que est basada en la razén y guiada por ésta» (Tratado teoldgico-politico, 5, 1). Pero ocurre que la raz6n no gobierna adn a la humanidad, los hombres no son total- mente racionales. Por ello, mientras tanto, es preciso delegar en un gobierno cuyo objeto «no es transformar a los hombres de seres ra- cionales en bestias 0 mufiecos, sino ponerles en condiciones de de- sarrollar sus mentes y cuerpos en seguridad y emplear su raz6n li- bremente» (ibid., 20). Un precedente innegable del hegeliano «lo racional es real y lo real es racional». El contrato social es pura teria, Hume no se equivoca. Pero ha sido la forma mAs convincente —més racional, gpor qué no?— de justificar el poder del estado. Tres siglos después de las primeras teo- rfas del contrato, se vuelve a ellas para legitimar no sélo el poder de un estado, sino un cierto modelo de estado: el estado de bienestar. No son sélo Hobbes 0 Locke las fuentes. Rousseau y Kant contribu- yen también y en gran medida a inspirar la Teoria de la justicia de John Rawls, una teorfa «neocontractualista» de la justicia distributi- va. En definitiva, la idea de un pacto técito entre los humanos —un pacto que todos suscribirfan si fueran capaces de pensar racional y sosegadamente qué ocurriria en el caso de que no lo hicieran— ha sido la tinica demostracién filoséfica de que no hay més remedio que ordenar la convivencia porque la vida en solitario no es ni posi- ble, ni saludable, ni buena. Rousseau pens6 que s{lo era. Pero Rousseau fue un individuo ex- trafio, complicado, dificil, agresivo, xextranjero» en todas partes, en ocasiones inhumano, pese a sus teorfas a favor de una igualdad més real que la defendida por sus antecesores. Rechazaba a los ilustra- dos que confiaban excesivamente en las virtualidades del saber y ad- miraba la inocencia de la gente vulgar: Tal vez esa tendencia le llevé a defender la tesis de que el hombre por naturaleza es bueno, pero la sociedad —inevitable— se ha encargado de pervertirlo. La socie- dad es el origen de la desigualdad: no hay desigualdades naturales, sino sociales. Recordemos el texto famoso: 32 INTRODUCCION A LA FILOSOFIA FoLiTiCA El primero que, tras poner cerco a un trozo de tierra, se atrevié a de- cis: «Esto es mfo», y encontré a otros suficientemente estdipidos como Para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ;Cuéntos ert. menes, guerras, muertes, cudntas miserias y horrores se hubieran evita, do al género humano si alguien, arrancando las estacas o llenando el foso, hubiera gritado a sus semejantes: «No escuchéis a ese impostor: ee- ‘dis perdidos si olvidais que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadies! (Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad exes los hombres), Tndividee y sociedad constituyen una unidad dialéctica, una uni- Hac de :ensiones que amenaza con romperse y degradarse cons, atements. E| contrato social no es sino el reconocimiento de que Po & posible ya regresar al paraiso natural poblado por salvajes buenes: hay que construir una sociedad racional en la que el des- Potismo de los sicos y poderosos sea sustituido por un pacto de igualdad. 1a regla, para un hombre como Rousseau, incapaz de aceptarse 2 s{ mismo, no es el gozo y el placer propugnados por Diderot, sino la voluntad de servicio. En realidad, todos los tebricos del contrato social proyectan un orden bueno y justo, que sera fruto de eso que Kant llamar4 la «buena voluntad» de los hombres. Hace falta, ues, Que el individuo se transforme, ponga entre paréntesis su indivi, dualismo egoista, y sustituya el interés individual por el general. Ese interés general, tan mentado por los politicos de las democra, cias actuales, fue ya previsto por Rousseau bajo la idea de una «vo, luntad general». El objetivo de la democracia es la agregacién de voluntades, mejor, la transformacién de unas voluntades que, en Principio, s6lo se quieren a sf mismas, en voluntades capaces de querer lo que conviene a todos. Esa es la voluntad general. Como es fécil entender, la voluntad general es una idea que, si permane. ce imprecisa, sin contenido, resulta bastante imiitil; si alguien, al. gtin poder, se propone precisarla y darle contenido, conduce direc. tamente al totalitarismo. LA FORMACION DE LA SOCIEDAD POLITICA 33, La moral es, para Kant, algo tan sublime que queda muy lejos de las posibilidades humanas. La moral no se deduce de la experiencia, entre otras cosas, porque es imposible encontrar, en la experiencia, un ejemplo de moralidad pura. Sin embargo, el individuo ha de esfor- zarse por someter su conducia a los mandatos del imperativo cate- g6rico y vencer las fuerzas egofstas del deseo. A tal efecto, puede ser- vir de ayuda una buena organizacién estatal que obligue al hombre —que no puede ser moral—a ser un buen ciudadano. No se trata de hacer de la moral una politica, sino, al contrario, de intentar hacer una «politica moral»; una politica que tenga como objetivo la «paz perpetua», un deber donde los haya y no una consecuencia esponté- nea de las relaciones entre los hombres o Jos pueblos. La dura moral kantiana se mantiene inflexible ante el principio: Fiat iustitia, pereat mundus. La publicidad es la norma del derecho: «Toda acci6n relativa al derecho de otro, cuya maxima es incompatible con la publicidad, es injusta» (Va paz perpetua). La raz6n de estado, dicho de una forma més actual, jamés ser4 una raz6n moral. El secreto, lo reservado, es sospechoso, es facil que sirva a intereses privados. La norma de la publicidad es el control democrético por excelencia, lo que obliga a obviar al maximo las tentaciones de la subjetividad. Kant lo dice claramente: Objetivamente (esto es, en teorfa) no hay conflicto entre moral y po- Iitica. Subjetivamente, al contrario (en la inclinacién egofsta de los hom- bres, que no debe llamarse préctica por no estar fundada en méximas de la razén) el conflicto permanecerd siempre (La paz perpetia). La diferencia entre el nosimeno y el fendmeno, entre lo objetivo y lo subjetivo, explica las dificultades reales para aceptar la teoria del contrato como valida. Somos capaces de pensar muchas cosas, un orden social perfecto, en el que reine la concordia, la paz y la justi- cia, pero somos incapaces de llevarlo a la préctica, La agrupacién humana —la sociedad— es una ayuda y un estorbo, pero inevitable, 34 INTRODUCCION A LA FILOSOFIA PottTica en cualquier caso. Es una ayuda porque la raz6n, aunque universal, no es patrimonio de nadie en particular (Kant no acaba de verlo, de ahf la rigidez de su teorfa moral). Es un estorbo, porque los com. Portamientos irracionales abundan més que los racionales. Sea como sea, el individuo y la sociedad forman un conjunto indisolu- ble, de tal forma que la sociedad es obra de las voluntades indivi. duales, y las voluntades individuales son una construccién social. Lo malo es que la filosoffa simpl ca y exagera, al subrayar un aspecto, olvida otro v cada ve2 consizwe menos darnos visiones globales y sa. lisfactorias de eso que Hei degeer llamé nuestro ser-en-el-mundo.

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