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José Ramón García Gandía

ARQUEOLOGÍA EN ASPE.
POBLAMIENTO Y TERRITORIO
POBLAMIENTO HISTÓRICO Y TERRITORIO.

SÍNTESIS ARQUEOLÓGICA DEL TÉRMINO MUNICIPAL DE ASPE

INTRODUCCIÓN.

La realización de la Carta Arqueológica del término municipal de Aspe, viene a

completar la información arqueológica de una comarca, que si bien ha sido tema frecuente en la

investigación, también ha sido una zona donde han existido áreas menos conocidas y que por

tanto ha supuesto una laguna en el desarrollo de la interpretación de los distintos periodos

culturales.

Nos encontrarnos en una de las zonas más fuertemente antropizadas de la provincia de

Alicante, y sitio obligado de paso a las zonas de la Meseta por el camino del Vinalopó, lo que

hacía necesaria una prospección intensiva del territorio haciendo incapié en los parajes menos

frecuentados, así como en realizar un análisis de la prospección arqueológica teniendo en

cuenta las variables de funcionalidad del territorio y sus patrones de asentamiento. Un proyecto

científico de actuación, que diera como resultado una interpretación del paso del hombre en

nuestras tierras, y la huella de su paso en forma de yacimientos arqueológicos, estudiados, eso

sí, con sus materiales de superficie y realizando un análisis espacial de su distribución.

Este trabajo de investigación fue defendido en la Universidad de Alicante el día 5 de julio

de 2001, ante un tribunal formado por el Dr. D. Mauro S. Hernández Pérez, la Drª Dª Feliciana

Sala Sellés y el Dr. D. José Luis Simón García, obteniendo la calificación de Sobresaliente cum

laude por unanimidad.

Historia de la investigación.

La primera noticia sobre restos arqueológicos en el término municipal de Aspe, se recoge

en el “Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España” de Cean Bermúdez, publicado en

1832. Este autor, por estas fechas ya identificaba la población de Aspe con la antigua Aspis, por

donde pasaba la vía romana que venía de Ad Turres, y que poseía un acueducto romano (Cean
Bermúdez, 1832). A comienzos del siglo XX el profesor Jiménez de Cisneros publica en el

Boletín de la Real Sociedad de Historia Natural el hallazgo de una punta musteriense en la

Sierra de la Ofra, en el término municipal de Aspe (Jiménez de Cisneros, 1097). En el siguiente

boletín, narra otra de sus visitas por los términos municipales de Aspe y Hondón de las Nieves,

dando noticias de la Cueva del Rollo como lugar de hábitat prehistórico, y de los hallazgos de

materiales arqueológicos en un punto conocido como El Murón (Hernández Pérez, 1994;

Jiménez de Cisneros, 1907, 1909 y 1925),1 en la Sierra de la Horna. El mismo autor señala

también la existencia de enterramientos con restos humanos junto a la carretera de Ocaña.2 A

partir de este momento, y durante la primera mitad del siglo XX, las noticias y publicaciones

continúan: así, en un artículo sobre vías romanas en las Memorias de la Junta Superior de

Excavaciones y Antigüedades, número 57 (Madrid, 1923), se vuelve a identificar Aspe con la

Aspis romana (Blázquez y Delgado; Blázquez y Giménez, 1923); en 1931-32, se habla de restos

neolíticos hallados en la loma de la Cruz del Salvador que en la actualidad llamamos la Santa

Cruz (Gómez Serrano, 1931-32), además, en 1946, Fletcher menciona los hallazgos de objetos de

la misma cultura en el paraje denominado La Nía (Fletcher Valls, 1946), y de otros objetos del

mismo periodo hallados en Aspe. A mediados de siglo, comienzan las noticias sobre los útiles

musterienses de Las Terrazas del Vinalopó (Bañón Antón, 1948), (Ramos Folqués, 1953), y hacia

1967, Llobregat Conesa, en su Tesis Doctoral sobre la Contestania Ibérica, menciona el hallazgo

de un lekythos ático, un idolillo y una lápida romana junto a cerámicas pintadas ibéricas y

sigillatas cerca del Castillo del Río. Habría que nombrar también la presencia de unos cuchillos

de sílex en el Museo Arqueológico Nacional procedentes de Aspe, y la presentación en la

Exposición Universal de Barcelona de 1888, de un hacha de piedra pulida procedente también

de nuestro término municipal.

La primera campaña de excavaciones arqueológicas con fines científicos comenzó en

1979, bajo la dirección del Dr. Rafael Azuar en el Castillo del Río, y se prolongaron hasta 1987

1
Señala la existencia de restos cerámicos hechos a mano, rojizos y negruscos, y un hacha de piedra pulida.

2
Información oral. Es la actual carretera de Alicante, pensamos que se refiere a las obras de acondicionamiento
para la construcción del puente sobre el río Vinalopó a la altura del Castillo del Río tras la Guerra Civil

2
(Azuar Ruiz, 1994). En 1980, la Universidad de Alicante, por medio del Dr. Mauro Hernández

Pérez, inicia la primera campaña de excavaciones en La Horna, a la que siguieron seis más hasta

1986 (Hernández Pérez, 1994), y que posteriormente continuó en el yacimiento de El Tabayá,

durante cuatro campañas (Hernández Pérez, 1990), ambos de la Edad del Bronce. Es de

extrañar, sin embargo, la escasez de excavaciones de urgencia acometidas en una zona de gran

riqueza patrimonial, y tan solo se puede hablar de la actuación en la Necrópolis de Vistaalegre,

bajo la dirección de Nieves Roselló en 1985, con una duración de tres campañas.

Metodología.

El conocimiento arqueológico de un territorio pasa por la realización de una prospección

intensiva del mismo, que en éste caso se elaboró a partir de áreas de 2 km2. La extensión de

terreno a prospectar, así como lo reducido de los medios humanos y materiales, necesariamente

obligan a establecer una selección de áreas atendiendo a diversos factores: los patrones de

asentamiento de cada cultura. Los relieves más significativos de su orografía: las ramblas,

manantiales, pozos y ríos, incluso zonas con características endorréicas en el pasado. Los puntos

con visibilidad alta y media sobre las vías de paso y sobre el territorio. La toponimia. La

encuesta a los habitantes de las poblaciones. La localización de las zonas de abastecimiento de

materia prima, como las vetas de sílex, y las tierras con potencialidad agrícola.

En segundo lugar, y con relación a los espacios que podríamos denominar más

homogéneos como las zonas llanas, cultivadas o no, hemos utilizado un método aleatorio

prospectando áreas de 2 km2 hasta llegar a un total del 50% del territorio a prospectar.

Tras la localización de los yacimientos, se ha procedido a su estudio cartográfico

utilizando los planos catastrales a escala 1: 2.000 o 1: 5.000 según el caso. Tras el cálculo de su

extensión total, determinada por la distribución de estructuras o de materiales, cuando el

yacimiento lo ha permitido, se ha dividido en áreas intentando recoger muestras significativas

en igual proporción de todas ellas. Los criterios de selección se han basado en la recogida de

partes identificables de recipientes cerámicos u otros materiales, y el número de estos está en

proporción al número de formas encontradas en superficie. Seguidamente, viene la

catalogación y dibujo de los materiales y su adscripción cultural.

3
Para el estudio de las piezas líticas pertenecientes al Paleolítico Superior se ha utilizado

la lista tipo de Sonneville – Bordes con Perrot (Sonneville Bordes, 1954). Los materiales

pertenecientes a la Edad del Bronce han sido catalogados siguiendo la tipología usada por José

Luis Simón (Simón, 1987). Para la época ibérica hasta el cambio de era, se ha utilizado la

propuesta de clasificación de materiales arqueológicos de Abad y Sala (Abad y Sala, 1995). Para

el estudio de los materiales romanos hemos utilizado por una parte el trabajo de Mercedes

Vegas (Vegas, 1973) junto con el de Aguarod, mientras que para la catalogación de la

“sigillatas” se han utilizado los Atlantes della forma cerámica. Para el periodo tardorromano y

paleoandalusí se han seguido las directrices sobre identificación de pastas y formas de P.

Reynolds (Reynolds, 1993) y Sonia Gutiérrez (Gutiérrez, 1996), mientras que a partir del califato

se ha utilizado la clasificación tipológica de Azuar para la Rábita de Guardamar y el Castillo del

Río (Azuar, 1989 y 1994).

El estudio de la distribución de yacimientos del mismo periodo y su relación con otros

contemporáneos de zonas adyacentes, nos puede proporcionar una introducción al

poblamiento antiguo y su evolución cultural, delimitando, además, los espacios de protección

de un patrimonio que representa los primeros pasos de nuestra identidad cultural.

EL MEDIO FÍSICO.

El estudio geográfico tiene el propósito de conocer a fondo el territorio en cuestión como

premisa fundamental para la localización de asentamientos y sus relaciones con el medio. Tras

la búsqueda de la bibliografía sobre la zona, el trabajo fundamental ha consistido en el recorrido

del terreno guiado por las hojas nº 871, 892 y 893 del Instituto Geominero y de sus memorias

correspondientes.

Situación geográfica.

La zona que comprende este trabajo abarca el término municipales de Aspe, ubicado en

la comarca del Vinalopó Mitjà en la provincia de Alicante, con límite administrativo con

Novelda al N, Monforte del Cid al NE, con La Romana al NW, Hondón de las Nieves al W,

Crevillente al SWy Elche Al S.


4
La extensión del término municipal es de 69 km2 , lo que representa un 1,5 % de la

provincia de Alicante; que se desarrollan entre los 38º 15’ 10” y los 38º 20’ 51” de latitud norte y

los 2º 50' 00'' y los 2º 59' 30'' E según el meridiano de Madrid. La población actual ronda los

17.000 habitantes.

Este municipio se sitúa en una cubeta formada en el tramo medio del corredor del río

Vinalopó; un amplio valle que discurre a una altitud entre 200 y 300 m sobre el nivel del mar, y

que se engloba dentro de la cuenca intermontana Subbética semicerrada, que se repite desde la

Puebla de Don Fabrique en la provincia de Granada hasta Fuente la Higuera en la de Valencia

(López Gómez, 1978). En sus largos 120 km2 de superficie, las pendientes transversales de este

sector oscilan entre el 5% y el 10% mientras las longitudinales a menudo no llegan al 15%,

originando más de una vez conflictos de drenaje.

Agradecimientos.

La elaboración de este proyecto de Investigación no hubiera sido posible sin la

colaboración y ayuda de numerosas personas a las que debo un sincero agradecimiento. En

primer lugar como verdaderos impulsores de este proyecto a Mauro Hernández Pérez, a quien

debo su apoyo y confianza en mi para su realización, su dirección y consejo, y a José Luis Simón

García, por su impulso y orientación. Tengo que agradecer la ayuda e información de Antonio

Alberola Belda, con quien hice el primer recorrido por las tierras a prospectar. A los doctores

Juan Manuel Abascal Palazón, Feliciana Sala Sellés y Sonia Gutierrez Lloret por sus

indicaciones y sugerencias respecto a los materiales inventariados. En buena medida, tengo que

agradecer al Dr. Francisco Javier Jover Maestre, sus consejos e incondicional ayuda, así como las

sugerencias y apoyo de Jesús Moratalla Jávega.

5
17
S. de la Horna Río Tarafa Río
S. del Rollo 6 18 15 Vinalopó
3 Aspe
7
S. de la Ofra
4 19 13
S. de Enmedio 16
1 2
S. de Ors 10 5 9
8
14
11
20

12
S. de la Madera.
0 1,25 km

Paleolítico Ibéricos Medievales

Edad del Bronce Romanos

Yacimientos. 1: Terrazas del Vinalopó. 2: Cueva del Tabayá. 3: Cueva del Rollo. 4: Peñón de la Ofra. 5: El Tabayá. 6: La Horna. 7: Mesa de Piedra.
8: Tres Hermanas I. 9: Altos de Jaime. 10: Tres Hermanas II. 11: El Tolomó. 12: El Gorroquinto. 13: Quincoces. 14: Necrópolis del Castillo.
15: Meseguera. 16: Castillo del Río. 17: Vistalegre. 18: El Aljau. 19: Aljibe Moro. 20: Cañá Catalina.

1 2

S. de la Horna Río Tarafa Río


Vinalopó
S. del Rollo
Aspe
S. de la Ofra

S. de Enmedio

S. de Ors

0 1,25 km

S. de la Madera.
Molinos Norias Algesares

3 4

5 6 7
Lámina I. 1: Distribución de yacimientos arqueológicos. 2: Fachada del Palacio del ducque de Maqueda,
s. XVII. 3: Distribución de Norias, molinos y algesares. 4: Castillo del Río. 5: Vitrina de piezas del Castillo
del Río cedida por el Marq en el Museo Histórico Municipal de Aspe. 6: Fachada de la Iglesia de Aspe,
s. XVII. 7: Caliza decorada del Museo Histórico Municipal de Aspe..
TERRAZAS DEL VINALOPÓ.

Localización.

Las Terrazas del Vinalopó se encuentran al SE del término municipal de Aspe. Desde el

puente sobre el río Vinalopó hasta la Sierra del Tabayá. Hoja de Elda, nº 28-34 (871). Escala 1:

50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas: Terraza I U.T.M.

30S XH 988 467. Terraza II U.T.M. 30S XH 985 459. Terraza III U.T.M. 30S XH 992 461. Terraza

IV U.T.M. 30S XH 985 461. Los yacimientos de encuentran situados en laderas y terrazas con

una altitud que oscila entre los 160 y 200 metros s.n.m., y un desnivel entre los 70 y 10 metros,

alcanzado pendientes moderadas del 20 %, aunque en tramos estas no superen el 2 %.

Historia de la Investigación.

Las primeras noticias acerca de las industrias líticas de las Terrazas del Vinalopó, fueron

publicadas por Jiménez de Cisneros hacia 1909, en un resumen de sus excursiones por la

provincia de Alicante. En 1916, Hugo Obermaier, menciona el yacimiento Musteriense del

Vinalopó en La Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, nº 9, y en 1949

Bañón, vuelve a citar los yacimientos en la Crónica del IV Congreso Arqueológico del Sudeste.

Años más tarde, Ramos, A. (1952), en un artículo denominado “Aspe (Alicante). Castillo del

Río”, hace referencia a las industrias de estas terrazas.

Hacia finales de la década de los ’80, estas industrias van despertando el interés en los

investigadores del Paleolítico, mientras que paralelamente se iban recogiendo materiales por

parte de algunos aficionados. En 1991, se publica en Aspe, un libreto “presentando” el

yacimiento, por parte de un aficionado de Novelda, y en 1992, se hace una referencia sobre estas

industrias en el resumen de una Tesis de Licenciatura sobre el Paleolítico Inferior en el País

Valenciano, que culminaría con un trabajo más completo sobre esta industria, donde se incluye

un estudio sedimentológico (Fernández Peris, 2000).

Descripción.

Se trata de un conjunto de yacimientos de superficie localizados en una amplia zona

correspondiente al curso medio del río Vinalopó. Se encuentran situados en terrazas a ambos

márgenes del río donde afloran antiguos sedimentos de cantos y de arenas, entre la

desembocadura de dos ramblas, desde el puente que cruza el río en la carretera de Aspe a

Alicante hasta la Sierra del Tabayá.


7
Las terrazas han sido numeradas como I, II, III y IV (Ribelles; 1992). La Terraza I se

encuentra en el margen izquierdo del río, justo antes de cruzar el puente de la carretera en el

Cerro de Los Cánovas. La Terraza II es la solana de la Sierra de Los Madriles y del Barranco

Coca, en el margen derecho. La terraza III es la umbría de la misma sierra, pasando y

bordeando el piedemonte del Barranco de La Coca. La terraza IV, por último, está justo

enfrente, en el margen izquierdo, sobre la Sierra de las Espillas, y el Barranco de La Canalosa.

Adscripción cultural y cronológica.

En los materiales recogidos durante la prospección aparece una pieza atribuible al

Paleolítico Superior TM/98 - 3, algo que destaca en relación con las otras colecciones y que sin

duda debe tener su correspondencia con las singulares características de estos conjuntos. En la

zona tenemos noticias acerca de materiales del Paleolítico Superior como es el caso de los

depositados en la Colección Municipal de Novelda con la etiqueta de pertenencia a la Cueva del

Tabayá a escasos metros del Barranco de La Canalosa. De las seis piezas atribuibles al

Paleolítico Medio, tenemos un núcleo levallois de lasca preferencial, otros dos clasificados como

núcleos centrípetos de lasca no preferencial, uno de ellos casi agotado, el otro tal vez térmico,

una lasca levallois típica de 1º orden, una raedera transversal convexa sobre lasca levallois y

una lámina de 3º orden.

Los materiales aparecen en las zonas más altas de los cerros colindantes a las terrazas, en los

campos de cultivo que han escalonado las terrazas, y en el fondo de los conos de deyección,

donde es más difícil su identificación debido a los golpes mecánicos que han sufrido los cantos

con el rodamiento.

La localización de estas industrias a lo largo de una amplia zona, hace pensar en los

yacimientos como áreas de talla (Fernández Peris, 1993), sin destacar que pueda localizarse en el

futuro un hábitat relacionado directamente con ellas.

La mayoría de las piezas se han fabricado sobre lasca, aunque también aparecen algunas

hechas sobre lámina y núcleos de extracción laminar. Abundan los núcleos, aunque estos

presentan problemas, ya que muchos de ellos pueden ser de talla mecánica o natural, teniendo

en cuenta que la huella de lascado aparece sobre una superficie de foliación plana relacionada

con las diferentes vetas de mineralización.

En algunos casos, estos núcleos se han relacionado con Chooping Toolls (Ribelles, 1991), lo
8
que suponía una inclusión de parte de estas industrias dentro del Paleolítico Inferior, que sobre

la base de la verticalidad del talón y a algún tipo de muesca, se atribuía dentro de las Industrias

Clactonienses.

Los nuevos estudios realizados inciden en el reconocimiento de estos talleres como Areas de

Talla Levallois Recurrente Centrípeta, dentro de un Taller Primario de momentos avanzados

del Paleolítico Medio, debido sobre todo a un proceso adaptativo avanzado de la técnica

levallois (Fernández Peris, 1999). Sobre los Chooping Toolls, en realidad, se considera que son

núcleos indeterminados, en base a los restos de talla, y que sin lugar a dudas, son todos

atribuibles al Paleolítico Medio.

Se podría establecer la cronología de estas industrias entorno al 50.000 - 35.000 BP.

LA CUEVA DEL TABAYÁ.

Localización.

La Cueva del Tabayá se encuentra en la sierra del mismo nombre al suroeste del término

municipal de Aspe. Hoja nº 28-34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio

Geográfico del Ejército. Coordenadas: U.T.M. 30S XH 995 459. Su altitud se establece hacia los

305 metros s.n.m., con un desnivel de aproximadamente 130 metros sobre el Río Vinalopó, justo

en el estrangulamiento del Tabayá. Su pendiente es muy fuerte, llegando a alcanzar el 50 %.

Descripción.

La Sierra del Tabayá, forma parte de las alienaciones subbéticas dentro de las cordilleras de

plegamiento Béticas. Se podría incluir dentro de las unidades postmanto con depósitos

miocenos que se han visto afectadas por los procesos diapíricos de los materiales colindantes

(Pavía y Prieto, 1998).

En cuanto a su téctónica, forma una línea de fractura con una falla inversa a la altura del

paso del río Vinalopó, que desarrolla un estrangulamiento muy acusado justo en esta parte de

su recorrido.

La Cueva corresponde a una diaclasa que se ha formado en la ladera de su vertiente norte,

con una entrada de 3 metros de anchura y una profundiad de 5 metros, con una superficie de

apenas 15 m2.

9
Adscripción cultural y cronológica.

Los materiales que se han estudiado de este yacimiento son el resultado de una

expoliación. No tenemos noticias sobre la forma de recogida, la potencia del sondeo o la

amplitud del corte. En nuestras prospecciones no hemos encontrado señales de rebuscas en el

poco relleno del interior de la cavidad, y nos parece difícil que este conjunto de materiales

pueda corresponder a esta grieta denominada en el Museo de Novelda como Cueva del Tabayá.

El sílex parece ser local, de las vetas cercanas a la Sierra del Tabayá, y ya explotadas en las áreas

de talla del Paleolítico Medio. No obstante, también pudiera ser la materia prima empleada

para el utillaje en la Cueva del Rollo a unos 10 km de distancia. Por otra parte, lo reducido de la

muestra con sólo 40 piezas, y de éstas, 14 retocadas, presenta los necesarios problemas

porcentuales. Siguiendo estas premisas, la clasificación tipológica quedaría así:

Lista Tipo Descripción Piezas

Nº 1 Raspador simple sobre de lámina 2

Nº 4 Raspador de la gravette 1

Nº 32 Buril diedro de ángulo sobre rotura 1

Nº 38 Buril sobre truncadura oblicua 1

Nº 43 Buril de Noailles 1

Nº 51 Puntas de La Gravette 3

Nº 85 Hoja de dorso 3

Nº 87 Hoja de dorso con truncadura 2

Lista tipo.

I L= 90% I R= 21’4% I B= 21’4%

G A= 7’1% I Bd= 7’1% I Bt= 7’1%

G P= 57’1 % I h= 35’7% I PLG= 21’4%

Parece clara la adscripción al Paleolítico Superior de esta industria, que presenta un

Indice laminar del 90%, donde destaca el Grupo Perigordiense con un 57’1% sobre el Grupo

Auriñaciense con 7’1%. La presencia de 3 puntas de La Gravette y el porcentaje de piezas con

borde abatido, donde se puede observar una diverfisicación (hay una pieza con escotadura,

10
truncaduras y de borde abatido total), nos hace inclinarnos por la adscripción dentro del

Gravetiense, aun teniendo en cuenta que el Indice de Raspador (21’4%) no sobresale por encima

del Indice de Buril (también 21’4%, probablemente, algo que tiene que ver con la naturaleza de

V a lo re s d e lo s Ín d ic e s .
I R

2 1 ,4

I PL G 2 1 ,4 2 1 ,4
I B

3 5 ,7

I h

esta colección.

LA CUEVA DEL ROLLO.

Localización.

La Cueva del Rollo, también denominada Cova del Sol, se encuentra en la Sierra del Rollo, al

norte del término municipal de Hondón de las Nieves, a escasos metros del término de Aspe.

Hoja nº 27– 34 (870). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército.

Coordenadas. U.T.M. 30S XH 863 459.

La cota más alta de la sierra llega a los 640 metros sobre el nivel del mar, mientras que la boca

de la cueva se emplaza a 490 metros, elevándose a unos 90 metros del pasillo que comunica

Hondón de las Nieves con La Romana por medio de la Sierra del Rollo al W y la Sierra de la

Ofra al E. La pendiente se mantiene entre moderada y fuerte, superando en tramos el 25 % . La

Sierra del Rollo forma parte de las estribaciones del Sistema Bético que aparecen al S de la

provincia de Alicante. En concreto, en una zona donde predomina claramente la fase Subbética

formada por margas, arcillas y yesos correspondientes al Lias Jurásico (IGME. Hoja de Fortuna

nº 892 (27-35) y sus memorias correspondientes, 1975).

11
582
0 2 m.

569
587

Cueva del Rollo

A'
524 A

1
0 150 m.

B’
B

0 2 m.

1'10

1'25
0'25

B 1'21
1'40

1'57

2'22 1'29 1'70

0'95

2'45
2'39 2'02
1'69
1'53 0'97
2'41 B'
2'01

1'58 0'99 1'51


2'99
1'10

2'00 2'41
A' 2'66 3'41

0 2 m.

Figura 11. Cueva del Rollo. Planta. 65

Lámina II. Cueva del Rollo. 1: Situación. 2: Perfiles. 3: Planta..


Historia de la Investigación.

El yacimiento de la Cueva del Rollo se da a conocer gracias a Jiménez de Cisneros en una

publicación que narra sus excursiones por las Sierras de la Horna, del Rollo y de Crevillente

(Jiménez de Cisneros, 1907). Hacia la década de los ochenta, empiezan a conocerse unos

materiales recogidos en actuaciones clandestinas que con el tiempo formaron parte de los

fondos expuestos en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda. El autor de dichos trabajos

publicó un artículo donde indicaba la localización del yacimiento, adscribiendo culturalmente

la cueva como Solutrense con indicios del Musteriense (Ribelles, 1983).

La presentación de unos pocos materiales pertenecientes a la Cueva del Rollo en el

Museo Provincial de Alicante, hace percatarse a los investigadores de la importancia de este

yacimiento para el conocimiento de las primeras industrias del Paleolítico Superior en las zonas

meridionales de la Comunidad Valenciana. Así en 1982, se publica el resumen de una Tesis de

Licenciatura sobre el Gravetiense en el País Valenciano (Miralles Viciano, 1982), donde por

primera vez se hace un estudio con metodología científica sobre los materiales de la Cueva del

Rollo. A partir de entonces, el yacimiento ha sido nombrado por varios investigadores del

Paleolítico Superior (Jordá Cerdá, 1986); (Iturbe Polo y Cortell Pérez, 1992); (Soler Díaz, 1993).

En la actualidad, la Cueva del Rollo está seriamente dañada por las actuaciones

clandestinas, que han removido los estratos haciendo díficil una lectura de la estatrigrafía del

yacimiento, con la consiguiente pérdida de información respecto a la evolución de las industrias

líticas y de su adscripción cronológica.

Descripción.

El yacimiento paleolítico de La Cueva del Rollo consiste en una cavidad de unos 24

metros de boca por 14 de profundidad, que supone una superficie irregular de unos 615 m2. Su

formación se debe principalmente a la precipitación del carbonato cálcico, que también ha

afectado a la pared rocosa que se eleva por encima de la cavidad. La superficie está formada por

un sedimento con abundantes fragmentos de caliza, donde aparecen algunos hoyos en su parte

central. Junto a la pared sur de la cueva, el sedimento ha sido removido y desmontado

prácticamente en su totalidad, observando una potencia de relleno arqueológico que puede

alcanzar más de metro y medio.

13
Adscripción cultural y cronológica.

La distribución del conjunto de piezas de la Colección de Novelda por capas es, a nuestro

entender, bastante ficticia. De la información facilitada por los autores de la recogida de los

materiales en la cueva, hemos deducido que: las capas son el resultado de tallas mecánicas, sin

tener en cuenta las unidades estratigráficas; la mayoría de las piezas son recogidas tras el

cribado de la tierra, según su método particular de excavación; y además, tenemos constancia

del agrupamiento de piezas más o menos semejantes (sobre todo en la capa 7), con la “idea de

mostrar un nivel musteriense”. En este sentido habría que añadir, que la presencia de

raspadores auriñacienses es mayoritaria en las dos primeras capas, mientras que se han

clasificado puntas de las Gravette en todas las capas menos en la primera. Por otra parte, la

abundancia de piezas retocas (102 sobre 236 totales), y la pequeña cantidad de restos de talla

tiene que ver claramente con las características de la colección. Teniendo en cuenta estas

premisas, el resultado del estudio de los materiales proporciona datos suficientes para su

adscripción dentro del Gravetiense, con un nivel inicial Auriñaciense.

Lista Tipo Descripción Nº


Nº 1 Raspador simple sobre lámina 14
Nº 3 Raspador sobre lasca 14
Nº 5 Raspador circular 1
Nº 6 Raspador unguiforme 1
Nº 11 Raspador carenado 3
Nº 13 Raspador carenado en hocico 3
Nº 15 Raspador en hocico 4
Nº 17 Raspador buril 1
Nº 23 Perforador 2
Nº 32 Buril de ángulo sobre rotura 1
Nº 33 Buril carenados 3
Nº 37 Buril sobre truncadura retocada 2
Nº 39 Buril de Lacam 1
Nº 40 Buril bec de perroquet 2
Nº 43 Buril de Noailles 1
Nº 51 Punta de la Gravette 21
Nº 52 Microgravette 5
Nº 62 Láminas retocadas 6
Nº 63 Lámina auriñaciense 4
Nº 69 Punta solutrense con pedículo 1
Nº 74 Denticulado 1
Nº 75 Raedera 3

14
Nº 85 Hojitas de dorso 14
Nº 91 Laminita con escotadura 1
Distribución de piezas retocadas según la Lista tipo.

IR=37,61% IGa= 9,10% IGar= 24,39%

IB= 9,10% IBdr = 36,36% IBtrr= 54,54%

IPLG= 19,26% ILA= 3,66% IHd= 12,84%

GA= 12,82% GP= 37,61%

El Grupo Auriñaciense (12,82%), representado por los raspadores carenados y en hocico

(IGa=9,10%), y las Láminas Auriñacienses (ILA=3,66%), muestran la variabilidad de tipos de la

industria Gravetiense. Sin embargo, el índice de raspadores auriñacienses restrigido se eleva al

24,39%, dato que junto a las Láminas Auriñacienses podrían determinar una fase inicial

Auriñaciense (Iturbe y Cortell, 1993) sin poder establecer que pudiera tratarse de una fase

evolucionada. El resto del conjunto da claras muestras de su pertenencia al Gravetiense, como

demuestra el índice del Grupo Perigordiense (37,61%). La Abundancia de Puntas de la Gravette

(19,26%), junto con Microgravettes (4,58%), y las Hojas de dorso (12,84%) dan clara muestra de

esta secuencia. Las características de este conjunto gravetiense, muestran un claro predominio

de los raspadores sobre los demás útiles. Los buriles, están bien representados (9,70%), siendo

entre estos los de truncadura más abundades (54,54%) que los diedros (36,36).

IR
37,25

Ihd IB
11,76 9,8

3,92

19,6

IL A IPL G

Valores de los Índices.

Dentro de esta facies se observan semejanzas con las industrias de otros yacimientos como

Mallaetes en La Safor, Cova Beneito en Muro, o el Abric de la Ratlla del Bubo y la Cova del
15
Xorret en Crevillente: donde existe un predominio claro de los raspadores sobre los demás

útiles (Miralles Viciano, 1982; Soler Diaz, 1993), la abundacia de las hojitas de dorso y sobre

todo, algo que queda bien representado en la Cueva del Rollo, la abundancia de Puntas de la

Gravette y microgravettes. Esto nos sitúa en una cronología que podemos establecer hacia el

29.690 ± 560 BP para la secuencia inicial y 21.710 ± 650 para la serie final del gravetiense, datos

tomados de similares niveles en Mallaetes (Gusi y Olaria, 1994). La secuencia solutrense,

expuesta en alguna ocasión (Ribelles, 1983), es difícil de determiniar, pues sólo se ha constatado

la presencia de una punta de flecha con pedúnculo y aletas, con retoque plano cubriente, y una

laminita con escotadura, colgantes realizados con caracoles, y dos conchas de vieira, que debido

a las características de la colección pueden ofrecer algunas dudas.

Esquirlas 8
Lascas 16
Láminas 73
Laminitas 42
Núcleos 1
Piezas no retocadas.

Decorticado Decalotado 1º orden 2º orden 3º orden


Lascas 4 7 2 3
Láminas 7 22 44
Laminitas 2 4 35
Orden de extracción.

La materia prima empleada suele ser principalmente el sílex, que en caso de este yacimiento,

podría abastecerse de la zona de Beties en el término municipal de Novelda, o aunque a mayor

distancia, de la zona de las Terrazas del Vinalopó.

EL TABAYÁ.

Localización.

El yacimiento del Tabayá se encuentra en la sierra del mismo nombre al SW del término

municipal de Aspe. Hoja de Elda, nº 28-34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio

Geográfico del Ejército. Coordenadas: U.T.M. 30S XH 995 459

16
CR/98 - 4
CR/99 - 1 CR/99 - 2
CR-2- 38 CR-2- 37

CR-2- 40

CR/98 - 1 CR-1- 9 CR-1- 13


CR-1- 20 CR-2- 51

CR-2- 48 CR-3 86
CR-2- 33 CR-3- 87

CR-1-18
CR-1-24 CR-1-21
CR-1- 5
CR-2- 58 CR-3- 89
CR-2- 55

CR-1-25
CR-1- 19

0 3 cm CR-3- 85
CR-1- 23
CR-3- 84
CR-3- 82 0 3 cm

CR-3- 62

CR-3- 60 CR-3- 87 CR-3- 93


CR-3- 88 CR-3- 75

CR-3- 64
CR-3- 63 CR-4- 101

CR-3- 91 CR-3- 70
CR-3- 74
CR-3- 92

CR-4- 105
CR-4- 103 CR-4- 104
CR-4- 107

CR-3- 99
CR-3- 94
CR-3- 90

CR-4- 130
CR-4- 136
CR-4- 123 CR-4- 132

CR-3- 66
CR-3- 100
0 3 cm CR-4- 126 CR-4- 128
CR-3- 97
CR-4- 125 0 3 cm

Lámina III. Cueva del Rollo. Industria lítica 1.


CR-4- 131
CR-4- 120 CR-4- 124 CR-4- 118 CR-4- 122

CR-5- 146 CR-5- 144 CR-5- 165

CR-5- 143

CR-5- 167
CR-4- 119 CR-4- 121 CR-5- 155 CR-5- 166

CR-5- 161
CR-5- 163 CR-5- 168 CR-5- 166

CR-5- 170
CR-5- 171
CR-5- 173

CR-4- 139
CR-5- 160 CR-5- 159 CR-6- 191
CR-6-190

CR-5- 174 CR-5- 169 CR-6- 198


CR-5- 172 CR-6- 188
0 3 cm
CR-6- 195 0 3 cm

CR-6- 176 CR-6- 199 CR-7- 219


CR-7- 204
CR-6- 197

CR-7- 215

CR-6- 183
CR-6- 185 CR-6- 187
CR-6- 184 CR-6-186

CR-7- 208 CR-7- 202 CR-7- 200

CR-7- 223 CR-7- 218


CR-7- 224

CR-7- 201
CR-7- 207

0 3 cm
CR-7- 206
CR-7- 214 CR-7- 205 0 3 cm

Lámina IV. Cueva del Rollo. Industria Lítica 2.


Su altitud se encuentra hacia los 305 metros s.n.m., con un desnivel de aproximadamente 130

metros sobre el Río Vinalopó, justo en el estrangulamiento del Tabayá. Su pendiente es muy

fuerte, llegando a alcanzar el 50 %.

Historia de la Investigación.

Conocido desde antiguo (Jiménez de Cisneros, 1925), el yacimiento ha sido citado en

numerosas ocasiones (Ramos Folqués, 1953; Román Lanjarín, 1975; Navarro Castelló, 1978),

siendo objeto de continuas remociones de tierras por parte de aficionados, sobre todo en las

décadas de los setenta y ochenta. Los materiales resultantes de las incursiones en el yacimiento

fueron a destinados a la Colección del Colegio Padre Dehón y a otras colecciones privadas que

tiempo después se depositaron en parte en el Museo Arqueológico de Novelda.

En 1987, Mauro S. Hernández, Catedrático de Prehistoria en la Universidad de Alicante,

inició un proyecto de Excavación Arqueológica Ordinaria, con permiso de la Generalitat

Valenciana. Por el momento se han llevado a cabo 5 campañas de excavación (1987, 1988, 1989,

1990 y 1991) que han deparado un importante volumen de información procedente tanto de las

laderas inferiores como de las superiores.

Descripción.

La Sierra del Tabayá, forma parte de las alienaciones subbéticas dentro de las cordilleras de

plegamiento Béticas. Se podría incluir dentro de las unidades postmanto con depósitos

miocenos que se han visto afectados por los procesos diapíricos de los materiales colindantes

(Pavía y Prieto; 1998). En cuanto a su téctónica forma una línea de fractura con una falla inversa

a la altura del paso del río Vinalopó, que desarrolla un estrangulamiento muy acusado justo en

esta parte de su recorrido.

Se ubica en las laderas y cumbre del monte del mismo nombre, justo en la zona que flanquea

el cauce del Vinalopó en su margen izquierda, encajándolo en un cañón antes de formar el

embalse de Elche. La extensión del yacimiento es cercana a la hectarea, habiéndose excavado

apenas el 10% del mismo, donde se han constatado varios departamientos, también

enterramientos bajo los niveles de habitación y diversos materiales depositados en el Museo

Provincial de Alicante.

19
Adscripción cultural y cronológica.

En 1982, Navarro Mederos señala la presencia de cerámicas pertenecientes al Bronce Final y

a los Campos de Urnas, en una estructura tumular violada. Los estudios posteriores lo sitúan en

la línea de los poblados del Bronce Final (Gil Mascarell, 1985; Hernández Pérez y López Mira,

1992) como la Mola d’Agres y Peña Negra, en concreto un conjunto cerámico del Bronce Final

presenta claros paralelos con el tipo AB2 de Peña Negra I (González Prats, 1983). Por otra parte,

la publicación de un cuenco campaniforme, recogido por aficionados y expuesto en la colección

de la Casa de Cultura de Novelda, hecho que se ha comprobado con el estudio de las cerámicas

de los niveles más antiguos del yacimiento, hacen que nos encontremos ante un poblado que

presenta una secuencia cultural amplia, que abarcaría desde el Campaniforme hasta el Bronce

Final. Por nuestra parte, en una visita al yacimiento recogimos un único fragmento con

decoración campaniforme: TA/99 – 1. Estos datos nos indican una secuencia que a partir del

Horizonte Campaniforme de Transición hacia la mitad del III milenio a.n.e. se prolongaría hasta

el primer tercio del I milenio a.n.e.

LA HORNA.

Localización.

El yacimiento de La Horna, se encuentra al noroeste del término municipal de Aspe. Hoja de

Elda, nº 28-34 (871). Escala 1:50.000. Mapa topográfico del Servicio Geográfico del Ejército.

Coordenadas U.T.M. 30S XH 915 471. El yacimiento se emplaza en la cima del cerro a una

altitud de 439 m s.n.m. y de unos 75-100 metros de desnivel sobre las tierras circundantes, con

una pendiente que llega a alcanzar el 35 %.

Historia de la Investigación.

Las primeras noticias acerca de este yacimiento se deben a Jiménez de Cisneros, quien señala

la existencia de fósiles y de materiales arqueológicos en una zona denominada El Murón, donde

informa, ya para aquel entonces, de remociones de tierras, que continuaron hasta la década de

los ochenta. Hacia 1920, se realizó un espectacular agujero en la parte superior del cerro por

parte de un vecino de la localidad, supuestamente en la busca de un tesoro. Las remociones de

tierras alcanzaron su mayor apogeo en la década de los setenta, cuando se recogieron

20
abundantes materiales arqueológicos que en la actualidad forman parte de las colecciones del

Colegio Padre Dehón y de la Colección Museográfica de Novelda. En 1980 se iniciaron las

campañas de excavación bajo la dirección del Dr. Mauro S. Hernández Pérez, llevándose a cabo

un total de 6 campañas entre los años 1980 y 1986.

Descripción.

El Murón de la Horna es un cerro adelantado de la estribación montañosa de la sierra del

mismo nombre. Su tercio superior es un escarpe que lo rodea por todas sus partes.

Las excavaciones han sacado a la luz un total de 410 m2 lo que supone cerca de un tercio de

la superficie del poblado. Se han identificado 9 departamentos asociados a una calle, 2

enterramientos y materiales cerámicos y metales que se encuentran depositados en el Museo

Arqueológico Provincial de Alicante (Hernández Pérez, 1994).

Adscripción cultural y cronológica.

Se trata de un yacimiento perteneciente a la Edad del Bronce. El estudio de sus materiales

permiten incluirlo dentro del Bronce Tardío con una cronología entre 3.300 y el 3.000 BP.

LA MESA DE PIEDRA.

Localización.

La Mesa de Piedra se encuentra al sur del casco urbano de Aspe, justo en una pequeña sierra

que se eleva al término del barrio de Vistahermosa. Hoja de Elche, nº 28-34 (893). Escala 1:

50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas. U.T.M. 30 S XH

954 453. El yacimiento se encuentra en la cima del cerro a una altitud de 347 metros s.n.m. con

un desnivel de 64 metros con respecto a las últimas casas del barrio Vistahermosa y de 195

metros con respecto al río Tarafa del que se encuentra a unos dos kilómetros. Su pendiente es

moderada, 16 %.

Descripción.

Se trata de un yacimiento que ha sufrido numerosas intervenciones antrópicas debido

principalmente a su cercanía con la población. En primer lugar, la cima donde se encuentra el

yacimiento está abancalada, probablemente para un antiguo cultivo de almendros o algarrobos.

21
450m N-S
400m
300m
250m
291
200m
150m
100m
311
50 100 150 200 250 300 350 400

450m
400m W-E
338
347 300m
250m
334 200m

1 150m
100m

0 150 m. 50 100 150 200 250 300 350 400

MP/98 - 3
MP/98 - 5

MP/98 - 1

MP/98 - 8
MP/98 - 7

MP/98 - 2

MP/98 - 9
MP/98 - 4

MP/98 - 7

2
MP/98 - 6

0 3
0 3

MP/98 - 10

Lámina V. La Mesa de Piedra. 1: Situación. 2: Materiales..


El yacimiento ocupa práticamente la totalidad de la cima que tiene forma amesetada con una

ligera pendiente (5 %), inclinada de este a oeste. La dispersión de cerámica abarca unos 2.500

m2, y aparece abundante en superficie gracias a la remoción de tierras que ha sufrido. En

algunos puntos del yacimiento aparecen algunas alienaciones de piedras que bien podrían

pertenecer a diversas construcciones.

Adscripción cultural y cronológica.

Los materiales recogidos en superficie nos indican un poblamiento durante la Edad del

Bronce. Futuras excavaciones arqueológicas podrían determinar su periodización cultural que

hoy tenemos que establecer a lo largo del II Milenio.

LAS TRES HERMANAS I.

Localización.

El yacimiento de Las Tres Hermanas I se encuentra situado a unos 2.700 metros al S del

casco urbano de Aspe. Hoja de Elche, nº 28 - 34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del

Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas. U.T.M. 30 S XH 959 443. Su altitud en la cota más

alta es de 370 metros s.n.m. con un desnivel de 90 metros sobre los campos circundantes y con

pendientes que pueden alcanzar el 40-50 %.

Descripción.

La Sierra de las Tres Hermanas forma parte de las últimas estribaciones de las cordilleras

béticas dentro de la provincia de Alicante, antes de entrar en la depresión de la Vega Baja.

Situada en la cuenca meridional del valle medio del Vinalopó, sigue una ensilladura transversal

perteneciente a la fase subbética, formada por tres picos alienados en dirección NNE-SSO, que

siguen la dirección de las Sierra del Azafá y del Castro, aunque separada de éstas por los

Barrancos de la Fuente El Hermano y de las Monjas.

El relieve está ligado al afloramiento del Trías de carácter Tortoniense debido a un importante

fenómeno diapírico (IGME: 1972). Sin embargo, la presencia de glacis y depósitos cuaternarios,

es muy limitada en lo que respecta al yacimiento debido principalmente a los agentes erosivos,

que han dejado al descubierto la secuencia estratigráfica predominante del Triásico y

representada por las calizas dolomíticas, margas y calizas tableadas, que aparecen

23
450m NNE-SSW
343
400m
300m
250m
200m

351 150m
100m

50 100 150 200 250 300 350 400


365

450m
344 326 400m NNW-SSE
319 300m
250m
200m
370
150m
350
0 60 m 100m

50 100 300 350 400


1 150 200 250

0 3

TH/98 - 2

TH/99 - 28

TH/98 - 1
TH/ 99 - 30
0 3 TH/99 - 31

TH/ 99 - 29

THe/99 - 45
THe/99 - 46
0 3

THe/99 - 48
0 3 cm

0 3 cm
THe/99 - 47 0 3 cm
THe/99 - 49
2

Lámina VI. Tres Hermanas I. 1: Situación. 2: Cerámica.


THe/99 - 63
THe/99 - 36
THe/99 - 38

THe/99 - 35

THe/99 - 64

THe/99 - 37
THe/99 - 65 THe/99 - 39 THe/99 - 42

THe/99 - 68

THe/99 - 40
THe/99 - 41

THe/99 - 67

THe/99 - 66

THe/99 - 44 2
THe/99 - 43

0 3 cm

1
0 3 cm

THe/99 - 72

0 3 cm

THe/99 - 73

THe/99 - 71

THe/99 - 74

0 3 cm

Lámina VII. Tres Hermanas I.1: Dientes de hoz.. 2: Cerámica. 3: Cuchillos de sílex.
entre los cortes de los cerros de forma horizontal asomando en los conos de deyección, y

originando en ocasiones auténticas plataformas y alienaciones calizas.

El yacimiento presenta cerámica a mano de la Edad del Bronce y en mayor medida cerámica

ibérica, aunque también se encuentran algunas piezas medievales sobre todo en las zonas más

bajas. La dispersión de cerámica atribuible a la Edad del Bronce se encuentra en los tres cerros

que forman la sierra, siendo más abundante en el cerro sur, que coincide con el de mayor cota y

donde se puede observar en su ladera noreste un importante relleno cubierto de vegetación.

Esto nos lleva a calcular la extensión del yacimiento en unas 2.5 Hc, si bien esto puede ser

engañoso, pues la distribución del hábitat probablemente, no ocupa toda la superficie de la

sierra, sino donde las características orográficas del terreno lo puede permitir.

Es difícil determinar la situación del poblamiento durante la Edad del Bronce en este

yacimiento debido a la intensa acción erosiva que ha sufrido al tener una pendiente muy

acusada. No se han podido constatar estructuras visibles pertenecientes a la Edad del Bronce,

debido principalmente a la inclinación de la pendiente y al nivel de arrasamiento de la

superficie, y sobre todo a la superposición de estructuras de época ibérica, donde la ocupación

del yacimiento fue mayor con toda seguridad.

Adscripción cultural y cronológica.

La Sierra de Las Tres Hermanas presenta una ocupación durante la Edad del Bronce que no

podemos precisar debido a lo reducido del conjunto cerámico que incluye bordes y formas

comunes a lo largo del II milenio a.n.e. La presencia de este yacimiento en una zona de suelos

de calidad media baja, se explica por su posición respecto a una vía de comunicación entre la

Vega Baja y el curso medio del río Vinalopó. Una posición estratégica que tiene que ver con la

organización del territorio durante la Edad del Bronce en la cubeta de Aspe – Novelda –

Monforte, y es su relación espacial con los demás yacimientos el único elemento de análisis que

podemos que podemos determinar.

EL GORROQUINTO.

Localización.

El yacimiento de El Gorroquinto está situado al sur del término municipal de Aspe, en la

antesierra del mismo nombre al pie de la Sierra de La Madera. Hoja de Elche nº 27–34 (893).

26
Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas. U.T.M.

30S XH 922 415. El yacimiento está situado en la cima y laderas a una altitud de 453 metros

s.n.m. y a 58 metros en la ladera norte y 20 metros en la ladera sur de desnivel con las tierras

circundantes, que producen una pendiente fuerte de 29% en la ladera norte, y leve 10 % en la

ladera sur.

Descripción.

El Gorroquinto ese encuentra en una antesierra formada por dos cerros cónicos unidos que

aparecen justo al norte de la Sierra de la Madera, conformando lo que es el final de las

estribaciones montañosas antes de entrar en la Vega Baja, y dominando el paso natural hacia la

zona de Crevillente. Está formada principalmente por arcillas rojas y vetas yesíferas. El

yacimiento ocupa la ladera sur y la zona de unión entre los dos cerros con una extensión

aproximada de 500 m2, donde no se observa ninguna estructura ya que el nivel de arrasamiento

es muy alto, al utilizarse como camino a una cantera de yeso en la vertiente N del cerro, que

estuvo en funcionamiento a principios de siglo, y donde todavía quedan restos de los hornos.

Adscripción cultural y cronológica.

La dispersión de cerámica en el cerro es muy reducida, con materiales en su mayoría poco

significativos. Son sobre todo cerámicas comunes sin decoración, de cocción oxidante y

desengrasante fino calcáreo. En ocasiones la pasta presenta cocción tipo sandwich ox/red/ox, y

está acabada en un engobe de color beige claro. Se han recogido 5 fragmentos cerámicos en los

trabajos de prospección de los cuales cuatro son de decoración pintada y otro la base de un

recipiente. Estos son muy similares en su composición y distintos a las cerámicas anteriormente

citadas, por lo que no descartamos que bien pudieran pertenecer a otra etapa cultural más

reciente.

La poca entidad de los materiales recogidos en superficie no aporta muchos datos. Parece ser

que nos encontramos ante un pequeño caserío o fortín de época ibérica, sin poder precisar su

cronología más exactamente. Tampoco se descarta otra ocupación en periodos más recientes,

aunque no quedan restos de estructuras que lo puedan atestiguar.

27
450m NNE-SSW
400m
300m
250m
200m
150m

457 100m

444 448
50 100 150 200 250 300 350 400

432 450m
400m NW-SE
300m
250m
1 200m
150m
100m

0 150 m. 50 100 150 200 250 300 350 400

GO/98 - 1

GO/98 - 2 0 3
GO/98- 4
2
450m N-S
400m
300m
250m
200m
211 150m
100m

50 100 150 200 250 300 350 400


229

450m
209 400m W-E
200 252
300m
250m
225
200m

3 150m
100m
0 150 m.
50 100 150 200 250 300 350 400

AJ/99 - 8 0 3 cm

AJ/99- 7
AJ/99 - 6

AJ/99 - 2

0 3 cm AJ/99 - 5 AJ/99 - 4
0 3 cm
AJ/99 - 3
4

Lámina VIII. 1: Situación de El Gorroquinto. 2: Cerámica de El Gorroquinto. 3: Situación de


Los Altos de Jaime. 4: Cerámica de Los Altos de Jaime.
EL TOLOMÓ.

Localización.

El yacimiento de El Tolomó, se encuentra a unos 6 kilómetros al Suroeste del casco urbano

de Aspe, cerca del límite con el término municipal de Hondón de las Nieves, en la ladera sur

de la Sierra de Ors. Hoja de Elche, nº 28 - 35 (893). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del

Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas: U.T.M 30S XH 902 424. El yacimiento se

emplaza en una ladera (glacis), a una altitud de 325 metros s.n.m. con un desnivel aproximado

de 12 metros sobre la Rambla del Tolomó. Su pendiente va aumentando de leve a moderada,

llegando a alcanzar el 13 %.

Descripción.

Entre Hondón de las Nieves y Aspe, la continuidad del corredor queda cortada por tres

sierras paralelas de Norte a Sur: las Sierras de Ors (511 m), de Enmedio (512 m) y de la Ofra (582

m). La Sierra de Ors, se encuentra al SW del término municipal de Aspe, delimitando la Rambla

del Tolomó junto con la Sierra de Crevillente, que parte del Fondó hasta Aspe, uniéndose a la

del Tarafa. Tiene una pendiente ondulada poco escarpada que va descendiendo hacia el Oeste

según va entrando en el término de Hondón de las Nieves. El yacimiento se encuentra situado

al comienzo de una ladera de muy fácil acceso, prácticamente al pie de la Rambla, y del antiguo

camino que unía las poblaciones de Aspe y Hondón. Ocupa una extensión aproximada de 3.500

m2 donde se encuentran gran cantidad de fragmentos cerámicos.

Existen algunos restos de estructuras de construcción, aunque muy arrasadas. La roca

madre asoma por diversos puntos, y el relleno que se puede apreciar aparece generalmente

entre los huecos de la roca.

Adscripción cultural y cronológica.

Se han inventariado un total de 43 fragmentos cerámicos, de los cuales 42 corresponden a

cerámica ibérica. Se han identificado 10 restos o improntas de asas, 2 bases, 15 bordes, 1

fragmento de cuello y 15 fragmentos informes de cerámica decorada. Esto nos ha permitido

distinguir cinco conjuntos dentro del grupo. Por un lado, la cerámica común, que con un 37,2 %,

es el más abundante, formado por tres platos, una tinajilla, un caliciforme, una urna, un lebes, y

nueve formas sin identificar. Otro grupo está formado por las ánforas, que representan el 18,6

%, no pudiendo identificar los tipos, ya que únicamente disponemos de fragmentos de bordes o

29
asas. La cerámica pintada está representada por un 23, 2 %, y dentro de sus formas tenemos 2

platos, una urna, y siete recipientes sin identificar, siendo uno de ellos bícromo. La cerámica

gris representa un 11, 6 %, donde se ha podido identificar un caliciforme. Y por último tenemos

la cerámica de cocina con 3 fragmentos que representan un 6,9 % del total.

Dentro de las formas, se han podido catalogar tipológicamente un total de 19 fragmentos,

donde las ánforas (50 % de las formas identificadas) son las más abundantes, seguidas por los

platos (26,3 %). Los caliciformes (10,5 %) y las urnas (10,5 %) están representados junto con otras

formas: un lebes, y una tinajilla.

En cuanto a las decoraciones predomina claramente la pintada con formas de bandas y

filetes alternantes, con colores que van desde el rojo vino al anaranjado, muchas veces por

degradación de las tonalidades. Los círculos concéntricos están representados en un fragmento,

al igual que los triangulos. Hay, además, un fragmento de cerámica gris con una acanaladura en

el exterior, y una tinajilla con una línea engrosada entre decorativa y elemento de suspensión.

La pasta de las vasijas tiene consolidada las características de las produciones ibéricas: muy

depurada con granulometría muy fina, con escasos elementos calcáreos, y una cierta cantidad

de mica, de color rojizo o anaranjado, y con sonido metálico.

Las formas del repertorio cerámico recogido en superficie, son similares a otros conjuntos

identificados en yacimientos de época ibérica desde el Ibérico Antiguo hasta sus etapas más

recientes. En cuanto a las decoraciones, la abundancia de los motivos rectilíneos simples y la

total ausencia de los geométricos complejos, de cabelleras, y de decoración figurada, nos puede

indicar el abandono de este asentamiento hacia finales del siglo IV. La presencia

100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
Anforas Común Cocina
Gris Pintada Barniz negro

30
337
450m N-S
338
327 400m
323 300m
250m
200m

312 150m

ó 100m
325 m
o lo 50 100 300 350 400
lT
150 200 250

deE
a 450m
bl
m 320 W-S
Ra
400m
313 300m
250m
200m
0 150 m.
1 150m
100m

50 100 150 200 250 300 350 400

TO/98 - 30 0 3

0 3
TO/98 - 8. 3

TO/98 - 5
0 3

TO/98 - 41

0 3
4

TO/98 - 14
TO/98 - 11

0 3

0 3

TO/98 - 3
2
TO/98 - 40 TO/98 - 26

TO/98 - 31 TO/98 - 2.

TO/98 - 28

TO/98 - 21
0 3
5
TO/98 - 4 TO/98 - 10

TO/98 - 9

Lámina IX. El Tolomó. 1: Situación. 2:Cerámica común. 3:Ánfora. 4:Caliciforme.


5: Cerámica pintada.
de cerámica gris (11,6 % del total recogida en superfice) permite reconocer un contexto de fase

antigua en el yacimiento, sobre la base de los paralelos cercanos que ha proporcionado el

poblado del El Oral (Abad y Sala, 1993). El fragmento de cerámica ática con una cronología del

último tercio del siglo V a.n.e. viene a reforzar esta hipótesis.

Todo esto nos ofrece, aunque con las limitaciones de un repertorio limitado y recogido en

superficie, una cronología que se acercaría al Ibérico Antiguo, entre el siglo VI y el siglo V, que

sería totalmente abandonado durante el siglo IV a.n.e.

LAS TRES HERMANAS II.

Localización.

El yacimiento de Las Tres Hermanas se encuentra situado a unos 2.700 metros al sur del

casco urbano de Aspe. Hoja de Elche, nº 28 - 34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del

Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas. U.T.M. 30 S XH 959 443. Los tres cerros

presentan cotas de 365, 364 y 370 m. s.n.m., unidos por lenguas a 351 y 344 m., alienadas de

norte a sur. Desde el cerro central, surge a modo de espolón una nueva elevación dirigida al sur

con una cota máxima de 327 m. en una pequeña planicie de unos 200 m2 de superficie. El

desnivel oscila entre los 90 y 100 metros y las pendientes oscilan entre el 20 y el 40 % que se

llega a alcanzar en la cota más alta en el pico suroeste.

Descripción.

La Sierra de Las Tres Hermanas forma parte de las últimas estribaciones de las

cordilleras béticas dentro de la provincia de Alicante, antes de entrar en la depresión de la Vega

Baja. Situada en la cuenca meridional del valle medio del Vinalopó, sigue una ensilladura

transversal perteneciente a la fase subbética, formada por tres picos alienados en dirección

NNE-SSO, que continúan junto a las Sierras del Azafá y del Castro, aunque separadas de éstas

por los Barrancos de la Fuente El Hermano y de Las Monjas.

El relieve está ligado al afloramiento del Trías de carácter Tortoniense debido a un importante

fenómeno diapírico (IGME, 1972). La presencia de glacis y depósitos cuaternarios es muy

limitada en lo que respecta al yacimiento debido principalmente a los agentes erosivos, que han

dejado al descubierto la secuencia estratigráfica predominante del Triásico representada por las

calizas dolomíticas, margas y calizas tableadas, que aparecen entre los


450m NNE-SSW
343
400m
300m
250m
200m
351 150m
100m
Estructura E
50 100 150 200 250 300 350 400
Estructura C 365

450m
Edificio A
326 400m NNW-SSE
Edificio B 344
319 300m
250m
Estructura D 200m
370
150m
350 100m
0 60 m
50 100 150 200 250 300 350 400

+ +

+ +
0 120 cm
0 1,5 m.

Sección A - A’.

Sección B - B’.

Sección C - C’. 0 120 cm

+ + + + + + + + +

B
A

0 120 cm
+ + + + + + + + +
Alzado muro 6

Lámina X. Tres Hermanas II. 1: Situación de las estructuras. 2: Planta del Edificio A. 3: Planta
del Edificio B. 4: Perfiles y alzado del Edificio A..
cortes de los cerros de forma horizontal, asomando en los conos de deyección, y originando en

ocasiones auténticas plataformas y alienaciones calizas. Desde el punto de vista tectónico-

litológico se podría incluir dentro de las Unidades Post-Manto, como un conjunto de materiales

sedimentarios formados por margas, calizas y conglomerados detríticos, situados entre dos

dominios diapíricos, al N el Diapiro de Agost y al S el del Vinalopó, con depósitos miocenos

afectados por estos procesos que hacen aflorar la secuencia triásica (Pavía, A. y Prieto, A., 1998).

El agua de arroyada ha modelado las vertientes de los tres cerros formado un sistema de

cárcavas o badlands, gracias a la pendiente, que va disminuyendo hacia la depresión de Elche, y

debido también a la capacidad de drenaje que supone la proximidad del Barranco de las

Monjas. En este sentido, la Sierra de las Tres Hermanas está rodeada por una zona endorreica

que, originada en la Fuente El Hermano, transcurre hacia el Barranco de las Monjas que va a

desaparecer al N de la ciudad de Elche. Esta vertiente debió de ser más importante en la

antigüedad, ya que destaca su desproporcionado tamaño en relación con su capacidad hídrica,

que en la actualidad aparece como pequeños embalsamamientos acuíferos en las zonas más

bajas.

Los tres cerros presentan cotas de 365, 364 y 370 m. s.n.m., unidos por lenguas a 351 y 344

m., alienadas de norte a sur. Desde el cerro central, surge a modo de espolón una nueva

elevación dirigida al sur con una cota máxima de 327 m. en una pequeña planicie de unos 200

m2 de superficie, donde se encuentra la estructura que describiremos posteriormente. El

desnivel oscila entre los 90 y 100 metros y las pendientes oscilan entre el 20 y el 40 % que se

llega a alcanzar en la cota más alta en el pico suroeste.

Desde esta altura el campo visual del entorno es amplio excepto hacia el oeste donde el

cerro de Las Tres Hermanas actúa de barrera con sus 367 mestros de cota máxima, razón por la

que hemos creído conveniente tomar los datos de visibilidad desde este vértice geodésico, por

otro lado muy cercano al edificio objeto de estudio, además, de que en este punto de máxima

cota también se han localizado restos constructivos ibéricos de los que luego hablaremos.

Partiendo de esta premisa, el campo visual que se ofrece es, sencillamente,

impresionante. Así, hacia el norte el panorama abarca todo los llanos cuaternarios que se

localizan en torno a la cuenca media del río Vinalopó teniendo como límite la sierra de El Cid;

en dirección noreste se abre el corredor que conduce hacia Agost, y desde aquí hacia L’Alacantí.

34
Por el E la visibilidad se ve limitada por una serie de cerros contiguos que impiden ver el río

Vinalopó, no obstante la red caminera tradicional que pasa a levante del cerro se identifica con

facilidad. Hacia el sureste, de nuevo, la panorámica es muy amplia alcanzando, en primer

término, la llanura del Bajo Vinalopó y, en segundo lugar, todo el litoral que va desde la sierra

de Santa Pola hasta la sierra de El Molar. En dirección sur y suroeste de nuevo encontramos

importantes obstáculos (Sierra de la Madera y Sierra de Crevillente) que provocan un campo

visual escaso o limitado. Por último, la visibilidad vuelve a ser amplia o muy amplia hacia el

oeste (hasta la sierra de La Horna) y el noroeste (hasta la sierra de Betíes).

La extensión del yacimiento ocupa unas 3000 m2, y presentaba una gran cantidad de restos

cerámicos en superficie hace algunas décadas (según información del propietario), aunque en

estos momentos, haya que buscarla cuidadosamente, debido a los continuos saqueos que ha

sufrido. En la actualidad, se observa cerámica de la Edad del Bronce, especialmente en el cerro

sur, que es el que presenta una mayor altitud, aunque pueden encontrarse fragmentos

prácticamente en todas las zonas de la sierra. No existen estructuras visibles asociadas a esta

etapa cultural, y el reducido inventario cerámico, no ofrece datos suficientes para efectuar un

análisis más detallado, teniéndolo que adscribir al II milenio a.n.e.

A diferencia del hábitat en la Edad del Bronce, el hábitat ibérico, no ocupa las cimas de los

tres cerros, sino las laderas de los mismos y las planicies que forman los afloramientos calizos.

Elementos Arquitectónicos.

En cuanto a las estructuras, se han podido constatar varias alineaciones de muros en el

cerro sur que no han sufrido ninguna intervención, y en la ladera de un antecerro que parte del

centro de la sierra dos departamentos, uno sin excavar, y otro parcialmente excavado en una

actuación clandestina (Edificio B), donde se rebajó un relleno de unos 25 cm. En la zona más alta

de la lengua central, aparece una construcción totalmente excavada en una actuación similar

(Edificio A), y por último justo en el vértice geodésico aparece otra construcción totalmente

expoliada (Edificio C).

Edificio A.

El edificio se halla emplazado sobre la cima amesetada de lo que, en términos geográficos,

denominaríamos antecerro, es decir, una pequeña elevación que a modo de espolón sobresale

en dirección este - oeste de una alineación montañosa más alta que queda a

35
0 3

TH/99 - 11
0 3 cm
THe/99 - 7

TH/99 - 25
0 3

TH - 1 - 5 0 3 cm
TH/99 - 13
0 3

TH/99 - 33

THe/99 - 27
0 3 cm

TH/99 - 34
0 3 cm 1
TH/99 - 32

0 3 cm
3
THe/99 - 62

THe/99 - 19 0 3 cm

0 3 cm

THe/99 - 22
4

TH/99 - 5
0 3 cm
THe/99 - 8 0 7,5 cm

Lámina XI. Tres Hermanas II. 1: Cerámica de importación. 2: Ánfora ibérica. 3: Ánforas locales
4: Ánforas de importación..
poniente (el cerro de Las Tres Hermanas propiamente dicho). Esta pequeña plataforma alcanza

una cota de 327 m. s.n.m. siendo su desnivel respecto al nivel de base circundante de unos 50 m.

Ofrece un difícil acceso por todas sus vertientes, con pendientes alrededor del 35%, a excepción

de la ladera suroeste donde la pendiente calculada es del 25%.

Esta estructura ha sido excavada, obviamente sin ningún tipo de rigor científico, hasta

sus cimientos, dejando en superficie, al margen de los muros, una gruesa capa de arena suelta

producto de tan desafortunada actuación. Por este motivo, la caracterización tanto técnica como

arquitectónica de la construcción necesariamente será incompleta pues una gran cantidad de

datos, que sería prolijo aquí enumerar, se han perdido, quizás para siempre.

Los muros del edificio, y la planta que conforman, suponen el mejor objeto de análisis. Se

trata de una construcción prácticamente cuadrada (9’12 m. x 8’92 m.= 81’35 m2)1, con un vano de

1’80 m. abierto en mitad del muro meridional por el que se accede a una primera sala (pronaos),

dispuesta en sentido E - W, a través de la cual la circulación se distribuye hacia tres salas

paralelas en sentido N-S que configuran una característica cella tripartita. A la estancia

septentrional, se accede por un vano de 0’88 m. mientra que en la meridional alcanza hasta 0’92

m., y más aún 0’96 m. en el vano por el que accede a la nave central.

El proceso constructivo no es difícil de determinar pues la relación estratigráfica entre las

estructuras, muestra claramente que, en primer lugar, se levantan los muros perimetrales, con

un ancho medio en torno a los 60 centímetros; a continuación se realiza la división interna,

aunque en este punto merece la pena destacar una clara diferencia de módulo, pues mientras

los muros con planta en L que delimitan la cella central mantienen la anchura citada, los que

delimitan las cellae laterales de la pronaos disminuyen su calibre hasta 0’49 m. Tal vez, este

hecho esconda una refracción en el edificio aunque esta información puede haber desaparecido

para siempre, dada la intervención realizada. Los paramentos se construyen con un doble

lienzo de piedras irregulares, sin duda del lugar, y un relleno de casquijo, todo ello trabado con

una argamasa de arena, trazas de cal y agua. En determinados puntos aparecen bloques de

aspecto prismático, y sillarejos bien trabajados, sobre todo en las esquinas, sirviendo de unión

1 Téngase en cuenta, a la hora de comparar las distintas medidas que ofreceremos, que ciertamente estos datos son

irreales pues desconocemos qué valores se alcanzarían teniendo en cuenta los distintos revestimientos que sin

duda tuvieron estas estructuras.

37
entre dos tramos, y delimitando las puertas, a modo de jambas. En el alzado, que se conserva en

más de 50 centrímetros en algunos puntos, las hiladas parecen alternar el calibre: la primera

muestra piedras de gran tamaño, las mayores de toda la construcción, luego aparecen otras más

pequeñas para mostrar en la tercera hilada de nuevo bloques de tamaño grande. Se trata de una

técnica constructiva bien documentada en poblados ibéricos, por ejemplo El Oral (Abad y Sala,

1993), donde la hilada de piedras más pequeñas, pretende regularizar la superficie de asiento de

la siguiente. No hemos encontrado, obviamente, ninguna evidencia de adobes aunque puede

ser de gran interés mencionar el hallazgo de una plaqueta de arcilla de tono ocre,

aparentemente local, rectangular y con listeles aplicados al exterior que pudiera pertenecer a la

decoración del edificio, dato muy revelador sin duda.

Como ya hemos adelantado, toda la técnica constructiva responde a formas de trabajar

indígenas y habría numerosos ejemplos al respecto aunque los paralelos más cercanos los

encontramos en las estancias del citado poblado de El Oral (Abad y Sala, ibid.), sobre todo la

presencia de jambas en las puertas, los sillarejos de las esquinas o la alternancia de hiladas.

Teniendo en cuenta la cronología de este yacimiento (1ª ½ del s. V a.n.e.) y éste de Las Tres

Hermanas (entre fines del V y mediados del IV a.n.e), no resulta descabellado defender una

tradición constructiva local que como poco hay que remontar al Periodo Orientalizante y que

tiene en este edificio estudiado un singular ejemplo.

En cuanto a su modulación, hemos podido comprobar el más que problable uso de un

pie de 0’295 m. Así, los muros más anchos tendrían dos pies por uno y medio de los más

estrechos; los vanos interiores responden a un modulo de tres pies mientras que el acceso

principal justamente lo dobla (seis pies). Los muros maestros que delimitan el edificio tendrían

31 pies y las medidas vuelven a ofrecer datos convincentes en la distribución del espacio

interno: la pronaos tiene 6 por 27’5 pies, la estancia central 18’5 por 10 pies y las laterales 18’5 por

5’5 pies.

Tramo Centímetros Valor max pie nº de pies Valor min pie nº de pies

Muro 1 892 29,8 29,9 29,2 30,5


Muro 2 908 29,8 30,5 29,2 31,1
Muro 5 904 29,8 30,3 29,2 31,0
Muro 3 356 29,8 11,9 29,2 12,2
Muro 4 404 29,8 13,6 29,2 13,8
38
Tramo Centímetros Valor max pie nº de pies Valor min pie nº de pies

Muro 6 596 29,8 20,0 29,2 20,4


Muro 7 596 29,8 20,0 29,2 20,4
Muro 8 180 29,8 6,0 29,2 6,2
Muro 9 180 29,8 6,0 29,2 6,2
Muro 88 29,8 3,0 29,2 3,0
Muro 88 29,8 3,0 29,2 3,0
Medidas de los muros y valores de los pies.

Esta modulación no es nueva para la arquitectura ibérica, ni tampoco exclusiva. Un gran

experto en la materia como el profesor Almagro-Gorbea, a propósito del estudio del

monumento de Pozo Moro (Almagro-Gorbea, 1983, 211-213), constata el empleo de este módulo

a lo largo y ancho de toda la cuenca del Mediterráneo y en distintas culturas del I Milenio a.n.e.

Parece que nos encontramos ante unas constantes metrológicas ampliamente difundidas y

asimiladas a modo de Koinè por diferentes pueblos desde la epoca Orientalizante, y el ibero fue

uno más. A este respecto, merece la pena traer a colación el reciente estudio sobre metrología

realizado en el yacimiento de La Picola, contemporáneo a nuestro edificio y muy cercano en el

espacio, en Santa Pola. En este asentamiento se vuelve a constatar esta modulación en la

construcción del poblado (Moret y Badie, 1998) llegando estos autores a propugnar la

intervención de arquitectos extranjeros en su planificación, sobre todo en la fortificación, y en

cualquier caso probando la estrecha relación de la cultura ibérica con las corrientes

mediterráneas de los siglos V y IV a.n.e

A nuestro juicio, es indudable que el edificio que mayores afinidades guarda con el

nuestro de Las Tres Hermanas es el denominado “Templo A” de La Illeta dels Banyets en

Campello (Llobregat, 1988), paralelismo que se ve reforzado por su proximidad tanto en el

espacio (unos 35 Km en línea recta) como en el tiempo.

Existen algunas diferencias arquitectónicas que no podemos obviar, como son la

presencia de un acceso con columnas in antis en la construcción de L’Illeta, la divisi´n de la nave

central en su parte zaguera creando dos estancias a modo de opistódomo o su planta rectangular.

Pero al margen de estos hechos, que pueden explicarse por la mayor majestuosidad del edificio,

el concepto arquitectónico es el mismo, es decir, una construcción que tras el acceso, en ambos

casos situado a poniente, presenta una estancia a modo de pronaos muy poco profunda a partir

39
de la cual la circulación se distribuye hacia una gran cella tripartita siendo la central más ancha

que las laterales. Es un esquema que también se identifica clartamente en obras tan singulares

como el sepulcro de Toya o el palacio de Cancho Roano (Almagro-Gorbea, 1988-89). A

propósito de este último, el profesor Almagro-Gorbea defiende, con profusión de ejemplos, un

origen de la planta en las casas de bit-hilani al norte de Siria. El bagaje intelectual de estos

autores y los paralelos por ellos citados, nos exime de profundizar en la cuestión por lo que

remito a estos trabajos para quien quisiera profundizar en estos temas.

Edificio B.

Este edificio se localiza en la ladera sur de la lengua que une el antecerro con la cota

central de la Sierra de Las Tres Hermanas. En este tramo, las afloraciones calizas permiten un

ligero allanamiento horizontal, a modo de plataformas sobre una pendiente más acusada,

donde se distribuyen algunos departamentos. El denominado Edificio B, ha sido parcialmente

excavado en una actuación clandestina, aunque las hileras de muro que no han sido excavadas,

son visibles perfectamente debido principalmente al nivel de arrasamiento que ha sufrido por la

erosión diferencial.

El edificio presenta una forma de tendencia rectangular: 6,40 x 3,96 m., miden los muros

norte y este respectivamente, mientras el muro oeste, mide 3,23 m., pues deja una esquina libre

a una especie de plataforma aparentemente adosada al muro sur, que aparece ligeramente

refractada, y contorneada por un muro interior que favorece la división interna del

departamento en dos estancias, constatando en la primera de ellas, enfrente del acceso, un

posible banco de barro que soporta unas piedras a modo de pequeña construcción circular.

La construcción de los muros, es similar a la del edificio anterior, y el pie empleado en su

construcción es el mismo, aunque la estructura es totalmente diferente, tanto por la sencillez del

espacio disponible, como la presencia de esta plataforma que asoma al desnivel de la vertiente

sur.

En sus alrededores, aparecen algunos fragmentos cerámicos, probablemente

desestimados durante el proceso de expoliación, básicamente, galbos de cerámicas comunes sin

decoración ni formas dibujables.

40
Edificio C.

En una de las cotas más altas de la sierra, en la cúspide del cerro central, se encuentra

una estructura exhumada, probablemente durante la primera actuación en el Edificio A. Se trata

de una alienación de piedras de gran tamaño toscamente trabajadas, que se sitúan formando

una estancia de tendencia circular de unos tres metros de diámetro. Únicamente queda la

primera hilada de esta estructura que bien podría tener una funcionalidad de vigia gracias a su

excelente visibilidad. Se han observado materiales arqueológicos en sus alrededores tanto de la

Edad del Bronce como de época Ibérica, lo que no nos permite aventurar su adscripción

cronológica a una u otra etapa.

Estructura D.

Se ha constatado, además, en este yacimiento una estructura de la que no hemos

encontrado paralelos en ningún otro yacimiento de las mismas características. Se trata de dos

alineamientos formados por dos líneas paralelas de piedras planas en su mayoría, hincadas

verticalmente, separadas ambas entre 0,90 y 1,10 m. y en algunos casos, con otras interiores que

parecen formar escalones, lo que le da aspecto de un camino. Esta estructura la localizamos en

la ladera occidental del antecerro donde se encuentra el Edificio A, y sube, contorneando la

pendiente describiendo una curva abierta. En el lugar donde la pendiente es más abrupta y

aflora la roca se pierde su pista, volviendo a aparecer cerca ya del edificio, con una longitud

total de unos 50 metros aproximadamente. Aparece de nuevo con las mismas características en

la lengua que une el antecerro con la cota central y se dirige, prácticamente en línea recta hacia

el Edificio C perdiéndose donde aflora de nuevo la roca, con una longitud aproximada de unos

30 metros.

A modo de hipótesis podemos plantear que se trate de un acceso que se dirige hacia el

edificio principal pero cuya finalidad concreta se nos escapa, fundamentalmente debido al

sesgo en la que se encuentra la información del yacimiento y al no haber encontrado paralelos

que puedan aportar alguna pista.

41
0 3 cm

The- 1 - 12 0 3 cm

THe/99 - 6
The- 1 - 11 0 3 cm

0 3 cm

THe/99 - 52 0 3 cm

0 3 cm

THe/99 - 34

THe/99 - 60 0 3 cm

TH/99 - 26 TH/99 - 27 TH/99 - 7


Interior Exterior

THe/99 - 61
0 3 cm

2
TH/99 - 14
TH/99 - 4

THe/99 - 55 0 3 cm
TH/99 - 2

TH/99 - 22
0 3

Lámina XII. Tres Hermanas II. 1 y 2: Cerámica común. 3: Cerámica de cocina. 4: Cerámica
pintada.
Cerámica.
Es difícil realizar una contextualización de las piezas dado que desconocemos la

procedencia exacta de los materiales, aunque las piezas enteras y sin huellas de líquenes deben

pertenecer a los espacios expoliados. Sólo 10 piezas han sido recogidas en las tareas propias de

prospección, y tan sólo una, el fragmento de elemento constructivo (TH/98 – 3), está relacionado

directamente con el edificio, pues se halló en la terrera del mismo; los demás materiales han

sido recogidos en diversos sectores del yacimiento: laderas, Edifico B, Edificio C y Estructura D.

La cerámica ática representa probablemente el mejor exponente de la vajilla de lujo

dentro del repertorio cerámico del poblado, si bien es cierto, que las piezas no son

espectaculares ni en número ni en calidad. Únicamente disponemos de 3 fragmentos de borde y

el fragmento de una base (5,3 % de total inventariado). Los bordes han podido clasificarse con

seguridad como dos Kylix, “tipo insep – lit”, llamados comúnmente “Copa Cástulo” TH/99 –33 y

THe/99 - 7, y una de las páteras de la forma lamboglia 21 TH/99 - 32, semejante a algunos

ejemplares del Ágora de Atenas de la primera mitad del siglo IV a.n.e. (Sparkes y Talcoott,

1970). Son formas relativamente comunes en yacimientos contestanos, como la Illeta dels

Banyets (Olcina, 1997) y El Puntal de Salinas (Hernández y Sala, 1996). En cuanto a los

fragmentos de la Copa Cástulo, hay que indicar que estas piezas suelen aparecer en contextos

del último tercio del siglo V a.n.e., sin embargo, en este caso no aparecen con el mismo aspecto

técnico: el borde no es muy exvasado, sino más bien rectilíneo, además, el labio tiende a ser

C er á m ic a . T ipos.

30

25
A nforas
20 B arniz
C oc ina
15 C omún
P intada
10 T errac ota
P únic a
5

0
1

redondeado en lugar de apuntado, y sus paredes son mucho más finas, lo que le da un aspecto

mucho más frágil. La pasta también es diferente, siendo en este caso de color anaranjado, de

43
textura blanda, y sus barnices de peor calidad. Todo esto nos indica que estamos ante una de

estas series con una cronología de mediados del siglo IV a.n.e. con paralelos también en el

Puntal de Salinas (Hernández y Sala, 1996)1. Respecto a la base de cerámica ática, no podemos

precisar la forma concreta, aunque el estudio de la pasta y de la calidad del barniz nos sitúa en

una cronología similar a las piezas anteriores.

Es interesante, destacar un fragmento de un probable mortero púnico TH/99 - 34,

identificado gracias a los desgrasantes de tono oscuro y plateado, comunes en estas cerámicas

(Ramón, 1991) que viene a reforzar la adscripción cultural de este yacimiento dentro del Ibérico

Pleno a mediados del siglo IV a.n.e.

Se han identificado un total de 14 piezas correspondientes a ánforas, lo que representa un

25% del total de la cerámica inventariada. Son bordes variados que, por lo general, pertenecen a

los tipos habituales de ánforas ibéricas definidas por Ribera, y constatadas en yacimientos

ibéricos contemporáneos, cuyo mejor paralelo sigue siendo el yacimiento de El Puntal de

Salinas donde se ha registrado un buen repertorio de anforas (Hernández y Sala, 1996). No

obstante, se pueden discernir tres tipos: por un lado las producciones locales, fácilmente

distinguibles por su similitud con la pasta de la cerámica común, que probablemente ha sido

confeccionada con la arcilla del Keuper que aflora en diversos puntos del yacimiento; utilizando

como desgrasante elementos calcáreos de tamaño medio, en una cocción oxidante que les

proporciona un aspecto anaranjado. Encontramos otros fragmentos con una composición

distinta, donde los elementos calcáreos son sustituidos por otros de tamaño más reducido y de

color oscuro, y que incluso incorporan otros elementos como pequeños fragmentos de cuarcita,

y que podríamos incluir dentro del grupo de ánforas ibéricas no locales. Por último, se ha

podido diferenciar por su tipología ánforas púnicas que, aunque reducidas en número, aportan

un dato importante sobre la capacidad de las relaciones comerciales de este asentamiento. En

concreto contamos con un fragmento de borde de una ánfora del Estrecho TH/99 – 5 (tipo Mañá

A), de pasta de color rojo y superficie idéntica.

La cerámica común representa un 42,9 % de las piezas inventariadas. Este tipo

corresponde a una cerámica de pasta bien depurada, buena cocción que alterna la oxidante y

1 Agrademos la información sobre esta pieza a la doctora Sala Sellés.

44
C e r á m ic a c o m ú n . F o r m a s .

P la tos
L eb etes
C u en cos
R ecip ien tes
V a s ija b or d e

reductora dando el típico aspecto sandwich y un acabado cuidado generalmente con un engobe

beige claro y posteriormente alisadas, pero que no han sido decoradas.

Entre los tipos destacan claramente las formas abiertas, donde platos y cuencos

representan más de la mitad del inventario, y los lebetes hasta las tres cuartas partes del mismo.

Nos encontramos ante un tipo de vajilla doméstica que hoy por hoy no podemos diferenciar en

cuanto a formas de la cerámica pintada dado lo reducido del repertorio y las características de

la colección. La cerámica que hemos denominado de cocina (5,3 %) corresponde a la realizada

en un tipo de pasta de cocción reductora con abundante desgrasante de origen calcáreo y

tamaño mediano - grueso, con acabado grosero. Estas piezas estarían destinadas a la cocción de

alimentos, pues se observa en varios ejemplares las señales del fuego. Dentro de las formas

observamos un total predominio de las ollas donde podemos distinguir entre el tipo mediano y

el pequeño. Las ollas medianas tienen entre 21 y 25 cm de diámetro de borde y unos 25 cm de

altura, mientras que las ollas pequeñas no


C e r á m ic a d e c o c in a . F o r m a s .

sobrepasan los 15 cm de diámetro de borde y

su altura se establece entre los 12 – 15 cm. La


O lla m ed ia n a
O lla p eq ueñ a cerámica pintada representa un 34,12 % del
C uen co
B ord e en g ros a d o
total de tipos inventariados, aunque es bien

cierto que esto puede deberse a las

características de esta colección, ya que en

estos casos se recogen principalmente los fragmentos decorados. Hecho que queda constatado

en el gran número de fragmentos informes en relación a otras piezas. Las formas

predominantes siguen siendo las abiertas con platos, cuencos y lebetes, aunque no descartamos

la presencia de otros tipos que se pueden intuir entre los fragmentos de panza, probablemente

de grandes contenedores, pithos u otros.

45
Dentro de la decoración predominan los motivos rectilíneos simples formados por

bandas y filetes, y los formados por círculos concéntricos completos o seccionados por la mitad.

Entre estos, aparecen otros motivos ondulados de orientación vertical: las denominadas

“melenas o cabelleras”, formando entre todos variadas composiciones. En algún caso se ha

observado la presencia de algún fitomorfo, pero lo reducido de la muestra y lo incompleto del

fragmento no permite más paroximación.

El color de estos motivos varía entre las diversas gamas producidas por la presión o la

cantidad de una tonalidad del rojo vinoso. Si bien es cierto, que existen trazos en negro, gris, y

otros de un matiz claro entre el anaranjado y el amarillo.

Cerámica pintada. Formas.

Lebetes
Platos
Urnas
Vasos
Informes

46
Objetos de terracota.

Dentro de los objetos de terracota incluimos las piezas que han sido preparadas con

barros decantados y posteriormente cocidas, pero que no pertenecen a la vajilla doméstica. En

particular, se han inventariado cinco pesas de telar, relacionadas con el Edificio A. Estas

ponderas tipológicamente son semejantes a las registradas en otros poblados contemporáneos,

C e rám ic a. F orm as .
16

14
Platos
12
L eb etes
10 C uen cos
Recipien tes
8
V asija b ord e
6 U rn as
V asos
4 O llas
B ord e en g r
2
In form es
0
1

con la única observación de que en este caso todas las piezas están cocidas, aunque es cierto que

el repertorio es limitado.

La presencia de un elemento de construcción encontrado en la terrera del edificio

excavado, del que no se han encontrado paralelos, complica el panorama de adscripción

cultural del yacimiento. Las formas más afines a este tipo de elementos, se encuentran en la

zona ateniense, mientras que en la península Ibérica, suelen aparecer en contextos republicanos,

sin embargo, no existen motivos para excluirlo de contextos de mediados del siglo IV a.n.e.

Metales.

El número de piezas de metal encontradas en el yacimiento es escaso y reducido en

cuanto al tamaño de los fragmentos pero su más que segura definición aporta una sugerente

hipótesis que nos vuelve a recordar el paralelismo del edificio con Cancho Roano y sus

hallazgos pues las tres piezas de hierro representan una panoplia militar básica mientras que el

fragmento de plomo, junto al hallazgo de una bola de galena argentífera, nos induce a sugerir la

existencia de procesos metalúrgicos ligados a este asentamiento.


47
El primer fragmento de hierro corresponde a la hoja de una falcata. Se trata de una

lámina bastante exfoliada que conserva una longitud de 12’6 cm. con una ligera curvatura de

sus lados generando una parte interna cóncava donde se ubica el filo cortante de la hoja; en el

lado opuesto la lámina alcanza un grosor de 1’1 cm. Esta morfología junto al característico filo

interno ayuda a definir el objeto como un fragmento de falcata pues dentro del repertorio

tipológico del utillaje de hierro ibérico no se encuentra útil alguno que pudiera responder a este

tipo.

La segunda pieza consiste en una lámina de hierro, bien conservada y arrollada

formando un cilindro perfecto; por su cara interna y junto a uno de sus extremos conserva dos

pequeños remaches que garantizarían una correcta sujeción con un probable astil de madera. Su

longitud sería de 6’8 cm. mientras que el diámetro del cilindro generado sería de 1’5 cm. Este

tipo de regatones son poco corrientes en el utillaje ibérico y sólo encontramos esta técnica de

trabajar el hierro para realizar utillaje muy específico, como los legones o pequeños escardillos

(Moratalla Jávega, 1994), o bien para enastar en una vara de madera, sirviéndole de contrapeso,

colocando en el extremo opuesto una punta de lanza. En base a las medidas establecidas

optamos por definirlo como un regatón de lanza pues el instrumental agrario mencionado

siempre presenta cilindros mucho más grandes.

Por último tendríamos una pequeña punta de hierro de apenas 4’3 cm. de longitud

conservada y un diámetro medio de 0’85 cm. La fragmentación por su extremo superior nos

informa sobre una longitud mayor, aunque resulte imposible calcularla, siendo su definición

igualmente complicada. De nuevo acudiendo a los tipos metálicos en hierro podemos llegar a la

conclusión de que probablemente nos encontremos ante un fragmento de soliferreum pues a

pesar de su semejanza con una punta de clavo hemos de descartar esta relación dado que estos

objetos son sensiblemente más delgados en cuanto a su grosor e incluso más cortos que la

longitud que se puede inferir del fragmento que aquí tratamos.

Por lo tanto, podemos concluir que nos encontramos ante los restos de un conjunto

armamentístico compuesto por una falcata, una lanza y una jabalina o soliferreum lo cual incide

nuevamente sobre el carácter funcional del edificio, descartando su uso específico como espacio

48
THe/99 - 17

0 3 cm

THe - 1 - 16
THe/99 - 14

0 3 cm
THe - 1

THe/99 - 16 0 3 cm

0 3 cm
THe/99 - 75

0 3 cm
The -1 - 9

0 3 cm
THe/99 - 51

THe/99 - 5

0 3 cm

0 3 cm

THe/99 - 1

0 3 cm
THe/99 - 9 THe/99 - 2

Lámina XIII. Tres Hermanas II. Cerámica pintada.


religioso y señalando su ocupación probable por parte de una aristocracia militar, al menos

como una de sus atribuciones, que tanto relaciona este edificio con la construcción y la cultura

material exhumada en Cancho Roano.

Para finalizar esta exposición falta comentar el hallazgo de una lámina de plomo de 0’77

cm de grosor y 0’90 gr. de peso; es pequeña y algo retorcida, con huellas inequívocas de haber

sido objeto de varias muescas que sin duda hay que relacionar con un uso específico para este

metal. El hallazgo en sí mismo poco nos revela pero si ponemos en relación este fragmento con

la localización de una bola de galena argentífera, tal vez podamos inferir la existencia de una

metalurgia de la plata pues con ambos objetos tendríamos la materia prima necesaria para la

obtención de este metal noble mediante un proceso de copelación. Dicha esferilla pesa 0’73 gr. y

al corte, ya realizado cuando nosotros la encontramos, se puede apreciar un núcleo de brillante

galena color plateado rodeado de una delgada corteza caliza de tono blanquecino de alrededor

de 0’2 cm. de grosor. Si nuestra hipótesis fuera correcta, y esto sólo podría confirmarse,

creemos, con una intervención sistemática en el asentamiento con el objeto de documentar

rastros de esta actividad metalúrgica, tendríamos un dato más que avalaría el carácter elitista no

sólo del edificio sino de las actividades en él realizadas, en este caso la orfebrería de la plata, por

lo que nuestra definición como centro de poder y, tal vez, residencia de la élite para este edificio

realmente monumental, en los parámetros de la arquitectura ibérica, cada vez tendría más visos

de verosimilitud.

ALTOS DE JAIME.

Localización.

El yacimiento de Los Altos de Jaime se encuentra situado al este del término municipal de

Aspe, entre el Castillo del Río del que dista unos 450 metros y el término de Monforte del Cid

con el que hace límite. Hoja de Elda nº 28-34 (871). Mapa Topográfico del Servicio Geográfico

del Ejército. Coordenadas. U.T.M. 30 S XH 994 465. El yacimiento se encuentra situado en las

laderas del cerro a una altitud de 246 metros s.n.m., y entre 75 y 100 metros de desnivel sobre el

río Vinalopó, con una pendiente moderada del 18 %.

50
Descripción.

Los Altos de Jaime forman parte del conjunto de sierras que se elevan a los lados del río

Vinalopó antes de entrar en el estrangulamiento del Tabayá, formadas principalmente por el

galcis-terraza de origen aluvial. Su estructura geológica viene determinada por su presencia

dentro del diapiro del Vinalopó. Se trata de un conjunto de materiales sedimentarios formados

por margas, calizas y conglomerados detríticos.

La dispersión de los materiales ocupa la ladera norte de los Altos de Jaime, donde aparecen

entre las remociones de tierra originadas en las replantaciones de pinos. En su cota más alta, la

dispersión de cerámica disminuye, sin embargo, se ha constatado la presencia de una muralla

derruida, de forma semicircular de unos 150 metros de longitud que recorre el perímetro sur de

la altiplanicie en la zona más alta. Esta se ha desmontado, utilizándose las piedras mayores para

los abancalamientos de algarrobos que se efectuaron en el cerro. También aparece cerámica en

la zona de olivares antes de llegar al Castillo del Río, a escasos metros del yacimiento, y en el

mismo Castillo del Río, donde se ha registrado en niveles de superficie y de relleno de un

vertedero. En una secuencia cronológica que abarca desde el siglo V a.n.e. hasta el siglo V d.n.e.

(González Prats, 1975).

Estos materiales se pueden relacionar con los publicados por Llobregat (Llobregat Conesa,

1972). Materiales publicados como procedentes del Castillo del Río, pero que fueron recogidos

en sus alrededores. Entre estos, el fragmento de cerámica que representa un jinete perseguido

por lobos, un lekythos ático, un idolillo, una lápida romana, y 8 monedas del periodo que nos

ocupa.

El yacimiento, abarcaría los Altos de Jaime junto con el Castillo del Río como prolongación

de una lengua sobre el río Vinalopó, con una extensión que supera la Hectárea (1,7 Ha).

En la ladera de los Altos de Jaime se observan algunas alienaciones de piedras que se

pueden relacionar con departamentos.

Adscripción cultural y cronológica.

La prospección intensiva de los alrededores del Castillo del Río nos permite abordar la

problemática de los materiales ibéricos hallados en sus alrededores con una nueva perspectiva.

La identificación del asentamiento ibérico con los Altos de Jaime, seccionado por el camino del

Castillo y por la plantación de olivos, nos permite hablar de un yacimiento de grandes

51
proporciones en época ibérica. En el Castillo del Río, los niveles ibéricos, o bien fueron

totalmente arrasados por las construcciones islámicas, o la cerámica ibérica formaba parte de las

tierras utilizadas como tapial por las gentes que acondicionaron la zona ya en el siglo XII. Los

materiales ibéricos recogidos en las excavaciones del Castillo del Río, se encontraban muy

fragmentados y en niveles de revuelto (Azuar Ruiz, 1983; 1994), lo que nos hace pensar que

probablemente pudieron formar parte de las tierras recogidas en época islámica para realizar

los tapiales.

Tenemos pues que recurrir a otros materiales publicados anteriormente que debido a su

importancia (Llobregat: 1972), permiten establecer su adscripción cultural.

La cronología más antigua de este yacimiento la proporciona un lekythos ático de mediados

del siglo V a.n.e en el Ibérico Pleno, mientras que las emisiones monetales hispanas

prerromanas de mediados del siglo II a.n.e., evidencian la perduración en el Ibérico Final o

Ibero Romano, dato constatado con la cerámica con decoración figurada. La presencia de

cerámica romana en superficie de cronología Alto Imperial, puede ponerse en relación con la

presencia de un asentamiento romano a unos 100 metros de éste.

QUINCOCES.

Localización.

El yacimiento de Quincoces se encuentra situado a unos 3 Kms al E del casco urbano de

Aspe en el margen izquierdo del río Vinalopó, a la izquierda de la carretera N-330, justo

después de pasar el puente del río. Coordenadas U.T.M. 30S XH 988 472. El yacimiento se

encuentra en una terraza situada a 187 metros de altitud s.n.m. con un desnivel de unos 4

metros respecto al río Vinalopó y una pendiente que apenas sobrepasa el 5%.

Descripción.

Las terrazas que se elevan a los lados del río Vinalopó antes de entrar en el estrangulamiento

del Tabayá, están formadas principalmente por el galcis-terraza de origen aluvial. Su estructura

geológica viene determinada por su presencia dentro del diapiro del Vinalopó. Se trata de un

conjunto de materiales sedimentarios formados por margas, calizas y conglomerados detríticos.

52
QN/99 - 7

QN/99 - 6

QN/99 - 1

QN/99 - 2

QN/99 - 8

QN/99 - 3

QN/99 - 9

QN/99 - 5

QN/99 - 10 1 0 3 cm 2
QN/99 - 9 0 3 cm QN/99 - 4

450m NE-SW
400m
300m
250m
200m
150m
100m

alo
in 50 100 150 200 250 300 350 400
oV Castillo del Río

450m
400m N-S
300m
250m
200m

Necrópolis 150m
del Castillo 3 100m

0 150 m. 50 100 150 200 250 300 350 400

NC/99 - 1
0 3 cm
4

5
0 30 cm

Lámina XIV. Cerámica de Quincoces. 1: Sigillatas sudgálicas. 2: Cerámica común.


3: Situación de la Necrópolis del Castillo. 4: Sigillata africana. 5: Tumba expoliada.
Encontramos en una zona cercana al Castillo del Río y al yacimiento ibérico de Los Altos de

Jaime, un yacimiento donde la cerámica que aparece es en su gran mayoría de tipología

romana. Ocupa una terraza en el margen izquierdo del río Vinalopó, y la ladera de una ligera

elevación. Toda la superficie del yacimiento ha sido modificada, bien por el cambio de las aguas

del río, bien por transformaciones antrópicas como el acondicionamiento del terreno para el

acceso a los molinos o el replanteo de pinos. En este caso, esto ha servido para sacar a la luz

numerosos fragmentos cerámicos donde predominan claramente los grandes contenedores,

entre los cuales aparecen fragmentos de sigillata. No se observan estructuras en superficie, y

tampoco parece ser un yacimiento con relleno considerable, pues el algunos puntos asoma la

roca. Sólo cerca del río se encuentra la acumulación del sedimento, pero parece un lugar poco

probable para el asentamiento. Según la dispersión de cerámica se puede considerar una

extensión de unos 4.000 m2 para el yacimiento, aunque como hemos apuntado es difícil su

precisión debido a los cambios que ha sufrido.

Adscripción cultural y cronológica.

Los datos contrastados tras la prospección de la zona nos ha permitido diferenciar los

núcleos de poblamiento ibérico y romano, y podemos identificar los asentamientos

individualizados para cada cultura.

El fragmento de Terra sigillata itálica nos da una cronología del siglo I a.n.e. que se ve

corroborada por algunos fragmentos de cerámica común. Las formas de Vegas 22, 49 y 40 tienen

una cronología establecida a partir del siglo I a.n.e. hasta el siglo I. Mientras que no se observan

en la superficie de este yacimiento materiales que sobrepasen el siglo II de nuestra era. Por otra

parte, respecto a las evidencias numismáticas1, nos inclinamos a pensar que están en relación

con este yacimiento pues en la bibliografía el topónimo Castillo del Río ha hecho referencia a

toda la zona.

Estos datos permiten establecen una cronología altoimperial para el asentamiento que podría

servir de base para su identificación como la mansión de Aspis a la que hace referencia el

Itinerario de Antonio del siglo III, o al menos en relación con esta dada su cercanía a El Campet.

1 Hemos optado por incluir una serie de monedas en este yacimiento, que han sido recogidas por aficionados,

dando como referencia vaga “alrededores del Castillo del Río”, y que por cronología parecen relacionarse con este

asentamiento.

54
Las restantes emisiones monetales del Castillo del Río son de mediados del siglo IV y de

mediados y finales del siglo V que aparecen junto a los felus islámicos propios de la primera

etapa de la ocupación del recinto, lo que hace suponer que estas monedas han seguido en

circulación durante varios siglos.

NECRÓPOLIS DEL CASTILLO.

Localización.

El yacimiento de la Necrópolis del Castillo se encuentra al este del término municipal de

Aspe, a unos 300 metros al oeste del Castillo del Río en la orilla izquierda del río Vinalopó.

Hoja de Elda nº 28-34 (871). Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejercito. Escala 1:

50.000. Coordenadas U.T.M. 30S XH 994 465. El yacimiento se encuentra a una altitud de 201

metros s.n.m. con un desnivel de 23 metros respecto al río Vinalopó y de 10 metros del pasillo

que lo separa del Castillo del Río, en unas pendientes de 23,3% y del 10% respectivamente.

Descripción.

La denominación de Necrópolis del Castillo se ha efectuado únicamente sobre la base de su

cercanía con el yacimiento almohade. Se trata de un cerro de forma cónica, algo alargado hacia

el sur donde se pueden observar un total de cuatro tumbas que han sido totalmente saqueadas.

Se encuentran desde la cima del cerro hacia su cara sur, aunque es muy probable que también

se encuentren repartidas por toda la superficie del yacimiento. Su extensión aproximada es de

unos 3.000 m2.

Tipológicamente son tumbas de inhumación, realizadas por medio de un hoyo en la tierra y

utilizando como tapadera dos grandes losas de piedra trabajada. En uno de los casos, se pueden

observan lajas de piedra alrededor del hoyo formando una cista tapada con dos losas unidas de

gran tamaño. Sobre la posición del cadáver no podemos saber nada ya que las tumbas están

expoliadas. Es frecuente también la aparición de restos óseos por la superficie del yacimiento

junto con fragmentos cerámicos pequeños, rodados y trozos de mortero romano.

Adscripción cultural y cronológica.

La tipología de las tumbas, nos hacen pensar en la relación de este yacimiento con las

cerámicas tardorromanas halladas en el Castillo del Río (Reynolds, 1985), y que ocupaban el

substrato inferior arrasado por la construcción islámica. Sin embargo, a la hora de adscribirlas

culturalmente tenemos nuestras dudas, debido principalmente a que han sido objeto de saqueo,
55
dejando en la mayoría de los casos un agujero rodeado de lajas de piedras, donde no hemos

podido observar ni la posición del cadáver ni su orientación. La forma de sigillata africana, nos

permite acercarnos a una cronología de época tardorromana de mediados del siglo VI que

coincide con la aportada por Reynolds para las formas tardorromanas entre los siglos VI y VII

de nuestra era (Reynolds, 1985).

MESEGUERA.

Localización.

El yacimiento de Meseguera se encuentra al NE del casco urbano de Aspe en el paraje

denominado Huerta Mayor, entre el camino Pará Juan Cerdán y el camino Meseguera. Hoja de

Elda nº 28-34 (871). Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejercito. Escala 1: 50.000.

Coordenadas U.T.M. 30S XH 965 483.

El yacimiento se encuentra a una altitud de 188 metros s.n.m. y está ocupado por tierras

cultivadas con un desnivel de unos 10 metros con respecto al río Tarafa. Su pendiente es

variable debido a las terrazas, a las obras de acondicionamiento del cauce y a la formación de

terrazas para el cultivo.

Descripción.

Es difícil hacer una valoración correcta de la superficie de este yacimiento, pues está

totalmente transformado en tierra de cultivo. Los fragmentos cerámicos aparecen generalmente

durante los trabajos de labranza y se encuentran fácilmente entre los perfiles ocasionados por

las terrazas de cultivo.

Su extensión se calcula en torno a los 5.000 m2, aunque su uso actual no permite hacer

una aproximación más correcta.

Adscripción cultural y cronológica.

El análisis de los materiales responde a las características de un asentamiento romano

tipo villae. Sin embargo, las precisiones cronológicas tienen que establecerse con las debidas

precauciones ya que los materiales han sido recogidos por aficionados. No obstante, parece que

56
ME/99 - 7 0 3 cm
0 3 cm
VM/99 - 9

ME/99 - 8
0 3 cm
1
VM/99 - 6
0 3 cm

ME/99-18
ME/99 - 11

0 3 cm 0 3 cm
2

ME/99 - 15

VM/99 - 10 ME/99 - 14
0 3 cm 0 3 cm

ME/99 - 16

ME/99 - 12 ME/99 - 13

VM/99 - 19

0 3 cm

0 3 cm
VM/99 - 5
VM/ 99 - 1
0 3 cm
3

Lámina XV. Meseguera. 1: Cerámica común. 2: Sigillatas africanas. 3: Dolium.


ha existido una selección, ya que prácticamente todas las piezas han sido dibujables y han

aportado información.

La antigüedad de las piezas no parece superar la época de Augusto, siendo el siglo I y el

II de la era la época mejor representada. Con casi el 90 % de las piezas. Existe algún elemento

aislado como la forma Hayes 57 de Sigillata Africana clara A, que podría llegar hasta el siglo III,

y los fragmentos de sigillata africana clara C, que incluso podrían superarlo, pero podemos

intuir que nos encontramos ante una villae altoimperial, con una cronología entre el siglo I y

finales del III de nuestra era.

CASTILLO DEL RÍO.

Localización.

El Castillo del Río se encuentra al este del término municipal de Aspe, en el margen izquierdo

del río Vinalopó a la altura del puente sobre el río de la N-330. Hoja de Elda nº 28-34 (871).

Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas U.T.M. 30 S XH 989 461. Se

Sitúa en un cerro con orientación este - oeste, al sur de la confluencia de los ríos Tarafa y

Vinalopó, a unos 3 Km de Aspe, ocupando una elevación de 246 metros s.n.m. Su pendiente es

de 43 metros sobre el río Vinalopó y de 23 metros sobre su entrada natural hacia el E, con un

desnivel del 56% y del 20% respectivamente.

Descripción.

Se trata de un poblado fortificado islámico del siglo XII-XIII que ha sido objeto de

excavaciones arqueológicas ordinarias con permiso de la Generalitat Valenciana, bajo la

dirección del Dr. Rafael Azuar Ruiz, actual Director del Museo Arqueológico Provincial de

Alicante. El citado investigador realizó un total de 6 campañas desde 1979 a 1987, de las que se

han dado cuenta en diversas publicaciones (Azuar, 1994). El yacimiento está incluido en el

P.G.O.U y declarado como Bien de Interés Cultural.

Adscripción cultural y cronológica.

Se trata de un poblado levantado en época Almohade, que dura escasamente un siglo desde

fines del siglo XII hasta finales del siglo XIII. El yacimiento está publicado en un excelente

trabajo coordinado por R. Azuar Ruiz.

58
NECRÓPOLIS DE VISTALEGRE.

Localización.

La Necrópolis de Vistalegre se encuentra al NE del término municipal de Aspe, cerca del

paraje denominado Pino Confitero, en el margen izquierdo del río Tarafa antes de unirse al

Vinalopó. Hoja de Elda nº 28-34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio

Geográfico del Ejército. Coordenadas U.T.M. 30S XH 486 975. El yacimiento se encuentra a una

altitud de 200 m. sobre el nivel del mar en una de las terrazas del río Vinalopó, unos dos

kilómetros después de su unión con el río Tarafa y a uno del Castillo del Río. Su pendiente es

nula, pero existe un desnivel sobre el río de unos 20 m.

Descripción.

La denuncia presentada por un vecino de la localidad de Aspe informando a la Guardia

Civil de la exhumación de restos humanos cerca del Pino Confitero, con motivo de la extracción

de arena para la construcción, alertó a las autoridades locales que decidieron paralizar las obras

y par parte al Museo Provincial de Alicante. Los trabajos se efectuaron bajo la dirección de

Nieves Roselló Cremades, que precedió a una excavación de urgencia en los sectores dañados

por la maquinaría, pero que tuvieron que prolongarse a medida que iban apareciendo restos. A

raíz de este descubrimiento se realizaron un total de tres campañas.

La necrópolis aportó un total de 64 tumbas, todas ellas orientadas E-W, formando en

algunos sectores grupos alineados. Los enterramientos están colocados en hoyos hechos sobre

roca blanca de una profundidad de unos 70 cm y cubiertos después por varias losas de piedra

trabajada. En cuanto a los elementos de sujeción de las paredes, en ocasiones aparecieron losas

hincadas verticalmente, guijarros dispuestos al azar, y un único caso de cista. Los cadáveres

están colocados en posición de decúbito supino con la cabeza colocada hacia el W.

Los materiales aportados en el proceso de excavación fueron principalmente fragmentos

cerámicos que formaban parte de los niveles de relleno y algunas piezas de metal, que aportan

una cronología entre el siglo VI y VII d.n.e.

EL ALJAU.

Localización.

El Aljau se encuentra en la orilla izquierda del río Tarafa desde el final del camino Arena

hasta el camino Estrecho de Novelda, ocupando parte del casco urbano de la localidad de Aspe.
59
Hoja de Elda, nº 28-34 (871). Escala 1:50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del

Ejército. Sus coordenadas U.T.M. son 30 S XH 949 471 / 30S XH 951 472.

Descripción.

El paraje de El Aljau en el término municipal de Aspe recibe su nombre de una antigua

acequia que partía de El Hondo de las Fuentes y transcurría paralela al margen izquierdo del

río Tarafa, para después adentrarse unos 2 kilómetros en dirección a Novelda1. Junto al

topónimo de El Aljau, en la misma zona aparece otro denominado El Castillo, cerca de donde

partía el antiguo camino de Monóvar. También ha persistido en el habla de los agricultores el

topónimo Mezquita, aunque éste no se ha reflejado en los planos actuales de la localidad.

El yacimiento ocupa las terrazas del margen izquierdo del río Tarafa a su paso por la

localidad de Aspe. Su extensión aproximada se acerca a las 5 Ha desde el camino Arena en el

paraje El Castillo hasta el camino Estrecho de Novelda ya en la carretera de Monforte del Cid.

La dispersión de cerámica parece concentrarse cerca de la orilla del río y no se encuentra a más

de 100 metros de éste. Aunque este dato es de difícil contrastación ya que en parte este

asentamiento está ocupado por el casco urbano.

Cuando iniciamos la prospección en la zona identificamos cerámicas muy similares en puntos

alejados entre sí a más de un kilómetro, y entre estos, parte del casco urbano de Aspe (el barrio

de El Castillo). Por otra parte, dada la extensión del yacimiento nos permitía su división en

partes que hemos denominado sectores. Se ha recogido cerámica de 5 sectores. El sector A se

encuentra al inicio del camino Estrecho de Novelda enfrente de la rotonda del puente Ramón

Berenguer. El sector B ocupa la parcela de una antigua casa rural donde se encuentra

semienterrada una acequia de tapial de posible origen islámico. El sector C se encuentra entre la

carretera de Monforte del Cid y los pisos que ocupan el solar de la antigua fábrica de moneda.

El sector D entre la nueva carretera de acceso de la Avenida de Navarra y la carretera de

Monforte. Y El sector E ocupa varias parcelas de viñedo cercanas al C. P El Castillo.

1 Parecer ser que el topónimo árabe Aljau tiene origen en el poblamiento romano de la zona. Dato comunicado por

Rafael Azuar, a quien agradecemos su ayuda junto a Sonia Gutierrez en la comprensión de las cerámicas de este

yacimiento.

60
Margen
+ 1.60 m.

0 1

0 3 cm
AL/99 - 24
Aljau. Acequia de tapial. Planta

AL/99 - 29

0
0 3 cm
1
1

Aljau. Acequia de tapial. Estratigrafía muraria.

AL/99 - 22

AL/99 - 10

0 3 cm

3
AL/99 - 12

AL/99 - 38

0 3 cm

AL/99 - 36

0 3 cm
AL/99 - 5

AL/99 - 4
0 3 cm

AL/99 - 31

AL/99 - 9
4

5
AL/99 - 33 0 3 cm

0 3 cm

Lámina XVI. El Aljau. 1: Croquis de la acequia de tapial. 2: Sillar de caliza con el relieve de
dos arcos califales. 3:Cerámica de cocina. 4: Cerámica decorada. 5: Pasador de bronce en “T”.
Adscripción cultural y cronológica.

Ánafe
Distribución de formas Arcaduz
Ataifor
10 Cazuela
9 Cuenco
8 Escudilla
7 Jarra/o
6 Jofaina
Marmita
5
Olla
4
Plato
3
Tinaja
2
Recipiente
1
Tapadera
0
Ladrillo
1
Informe
La distribución de materiales ocupa en su mayoría tierras de cultivos, algunas actualmente

abandonadas. Por otra parte parece ser que el asentamiento esta seccionado por el desarrollo

del casco urbano de Aspe en dirección a Novelda tras el paso de El Puente del Baño.

El estudio de las piezas recogidas ha aportado cronologías que van desde el tardorromano

hasta época moderna, si bien no es extraño dada la continuidad del poblamiento en la zona. Las

cerámicas tardorromanas se han identificado gracias a las pastas de cocción a baja temperatura,

realizadas a mano y con numerosos desengrasantes donde abunda la chamota. Siguiendo el

estudio de P. Reynolds (Reynolds, 1985), que identificó cerámicas tardorromanas en el Castillo

del Río, y en la Necrópolis de Vistalegre clasificadas dentro del Grupo 7, las piezas recogidas

62
ofrecen similitudes con la descripción de estas pastas.

Sector Cronología Piezas


A Islámica 3
Moderna 2
B Tardorromana 5
Islámica 4
Medieval 1
Bajomedieval 1
Moderna 2
C Tardorromana 3
Islámica 1
Siglo XV 1
Moderna 1
D Tardorromana 4
Islámica 2
E Tardorromana 1
Islámica 4
Moderna 2

La continuidad del poblamiento en la zona no está documentada por el momento, pues las

cerámicas islámicas no ofrecen datos suficientes para su inclusión dentro del grupo de las

paleoandalusíes y califales. Las formas son habituales en contextos del siglo XII o XIII, y bien

pudieran estar en relación con la llegada de las gentes que abandonaron el Castillo del Río. Sin

embargo, existen datos de interés que pueden reforzar la hipótesis de un poblamiento islámico

anterior al asentamiento almohade del Castillo del Río: la existencia de protocolos notariales

que hablan de delimitaciones de parcelas que lindan con castillo. Bien pudiéramos entender

éste como un recinto protegido, o una torre, pero no tendría sentido esta protección en una

población que ha sido expulsada del Castillo del Río y dentro de la represión del Protectorado

Castellano. Todos estos datos nos indican, a expensas de lo que pudieran resolver nuevas

investigaciones en la zona, que nos encontramos ante la fosilización de un asentamiento

tardorromano entre los siglos VII y VIII, y una alquería islámica que bien podría ser el origen de

la actual villa de Aspe, con una cronología entre los siglos XII y XIII. En este sentido se ha

documentado un trozo de acequia de tapial, que se encuentra semienterrada cerca del río, en el

sector B, y un sillar con dos arcos califales en bajorrelieve que está depositado en la Colección

63
Museográfia de Aspe.

ALJIBE MORO.

Localización.

El Aljibe Moro se encuentra al W del núcleo urbano de Aspe, cerca de la carretera de

Aspe hacia La Romana, en el paraje de La Alcaná. Hoja de Elda, nº 28-34 (871). Escala 1:50.000.

Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas U.T.M. 30 S XH 906 455.

Descripción.

Como su nombre indica se trata de un aljibe. Sus dimensiones son de 7, 05 m de largo por

2,55 m de ancho por una altura de 2 m, lo que proporciona una capacidad cercana a los 50.000

litros. Su construcción parte de una planta rectangular con paredes verticales hasta 80 cm, para

después terminar en un arco de medio punto, por lo que su tipología es de bóveda de cañón. El

aparejo es de mampostería trabada con argamasa en la base, tapial de mampostería en los

tramos medios y tapial en la superficie. En si interior todavía conserva parte del enlucido de

color amarillento debido a la presencia de cal, común en estos aljibes.

En la prospección de los alrededores no se han encontrado materiales que pudieran

relacionarse con esta construcción debido principalmente a que la zona fue utilizada como

vertedero incontrolado durante largo tiempo, hasta que en la actualidad se ha conseguido su

limpieza. No obstante, todavía quedan en superficie restos materiales foráneos que dificultan la

prospección.

Adscripción cultural y cronológica.

La tipología del aljibe nos induce a pensar que se trata (aunque su topónimo ya lo indica)

de una obra islámica sobre la base de que estos son terminados generalmente en arcos de medio

punto, al contrario de otros posteriores, que lo hacen en arcos apuntados. De todos modos, su

cronología es imprecisa, pudiendo establecerse entre el siglo XII y el siglo XV, sin descartar su

utilización posterior. Su ubicación en una zona agrícola por excelencia debe de estar relacionada

64
con algún tipo de explotación rural de escasa entidad.

CAÑADA CATALINA.

Localización.

La Cañada Catalina se encuentra al sur del termino municipal de Aspe, cerca del término

municipal de Crevillente y de Hondón de las Nieves. Hoja de Elche nº 28-34 (893). Escala 1:

50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas U.T.M. 30S XH 413

909. El yacimiento ocupa un cerro elevado a 430 metros de altitud s.n.m. algo amesetado en la

cima. El desnivel con respecto a las tierras circundantes es de 65 metros con una pendiente que

alcanza el 33% en todos sus lados excepto en la ladera oeste donde hay un acceso que apenas

alcanza el 18%.

Descripción.

El yacimiento de la Cañada Catalina, toma su nombre de una zona de paso de ganado

(Cañà Catalina), que circunda el cerro, partiendo del término de Hondón de las Nieves por el

Tolomó, hacia la zona de Crevillente. Es un cerro de forma cónica que está rodeado de

formaciones pétreas que le dan una imagen singular. En la superficie de la cima se pueden

observar hileras de piedras a ras de suelo formando muretes de una hilada de anchura. La zona

ha sido acondicionada con un vaciado de tierra probablemente para una mejor adecuación

como refugio. También se pueden observar cerca de las hiladas de piedras unas construcciones

actuales con ladrillos modernos, hincados en vertical con cemento y que soportan unas

planchas de hierro con un agujero donde se inserta un alambre. Todos formando una

trayectoria curva o redondeada. La superficie del asentamiento se estima en unos 650 m2

atendiendo a la distribución de materiales en la cima del cerro, pues pensamos que los escasos

fragmentos de las laderas corresponden a procesos de rodamiento.

65
Adscripción cultural y cronológica.

Prácticamente la totalidad de fragmentos cerámicos, pueden integrarse dentro del grupo

de las cerámicas comunes, donde predomina claramente la cerámica bizcochada. De los nueve

fragmentos, 4 han sido realizados a mano o torneta, y los otros cinco a torno rápido. La

distinción entre las cerámicas fabricadas a mano y las fabricadas a torneta a producido

numerosa bibliografía, y es un tema amplio que aquí no vamos a tratar. Baste decir que nos

inclinamos por mantener en un mismo grupo las realizadas a mano y torneta, ya que éste

elemento no permite levantar la pieza sino servir de soporte y evitar el movimiento del alfarero

a su alrededor. La serie tipológica presenta numerosos paralelos con los recipientes

inventariados en el yacimiento califal de la Rábita de Guardamar (Azuar Ruiz, R. 1989). Sin

embargo, existe alguna diferencia en el tratamiento de las pastas y en el acabado exterior que

presentan numerosas semejanzas con las cerámicas de los niveles IV y V del Castillo de La Mola

en Novelda (Navarro Poveda, 1990). Este nos introduciría en un contexto entre el siglo XI y

mediados del siglo XIV. No obstante, nos inclinamos por la adscripción islámica dentro de un

ambiente rural de escasa entidad, y que podría estar relacionado con el establecimiento de un

grupo reducido asentado de forma tal vez no permanente. El yacimiento de la Cañada Catalina,

dista cerca de 8 Kms de la población, y parece que su funcionalidad tiene que ver con los

movimientos ganaderos, que tuvieron lugar en la zona hasta hace pocos años. Estos rebaños

conocidos en el lugar como “los Serranos”, llegaban a este lugar cruzando las tierras de Hondón

de las Nieves, donde algunos partían hacia Crevillente cruzando esta cañada, y otros cruzaban

por la actual localidad de Aspe en dirección a Alicante.

66
450m N-S
450 400m

430 300m
250m
200m
150m
425 100m

50 100 150 200 250 300 350 400

450m
407 307 400m W-E
300m
250m
200m
1 150m
100m

50 100 150 200 250 300 350 400

CA/99 - 3

CA/98 - 1

CA/99 - 1

CA/99 - 4
CA/99 - 7

CA/99 - 6

CA/99 - 5

0 3 cm 3
CA/99 - 8
0 3 cm
CA/99 - 2 2

0 1
A’ A A’
0 1
4

Lámina XVII. Cañà Catalina. 1: Situación. 2: Cerámica común. 3: Cerámica decorada.


4: Aljibe Moro. Planta y sección.
VARIABLES DE DETERMINACIÓN DE ASENTAMIENTOS Y FUNCIONALIDAD DEL

TERRITORIO.

Al comenzar este trabajo partíamos con el objetivo de poder afrontar algunos de los

problemas existentes en la investigación para la comarca. Problemas que se resumían en la falta

de información espacial para el caso de Hondón de las Nieves y Hondón de los Frailes, y en

completar la información existente en el caso de Aspe.

La potencialidad de la zona queda claramente expuesta en la primera ocupación del

territorio. El establecimiento humano del Paleolítico Medio en Las Terrazas del Vinalopó

constituye una prueba más del hábitat de estos grupos en áreas de superficie cercanas a los

ríos. En este caso, el Vinalopó en su tramo medio, constituye una zona de comunicación

importante, además teniendo en cuenta la materia prima que proporcionan los nódulos de sílex

que aportan los depósitos secundarios entre el Castillo del Río y el estrangulamiento del

Tabayá.

No tenemos información contrastada de yacimientos para el periodo que suponen los

cambios acaecidos al final del Paleolítico Superior, ni del periodo de transición al Holoceno.

Tampoco para las primeras comunidades productoras de alimento. Las noticias que poseemos y

que se refieren a materiales denominados neolíticos, son fuentes bibliográficas antiguas que

mencionan piezas que no hemos podido localizar, y que en algunos casos es posible que se

refieran a objetos de la Edad del Bronce.

Para el II Milenio a.n.e. la información es abundante, en número y en importancia. A los

yacimientos ya conocidos y publicados de La Horna y El Tabayá, hay que sumar dos más. Es

cierto que la información resultante del proceso de prospección suele ser reducida, planteando,

además, las necesarias reservas de su interpretación. Sin embargo, trataremos en lo posible de

dar una interpretación del poblamiento durante ésta época apoyándonos en los datos de otros

yacimientos conocidos y que forman parte de la estructura del patrón de asentamiento en la

cubeta meridional del Vinalopó Medio.

La transición al I milenio a.n.e está bien representada en la comarca gracias al yacimiento

de El Tabayá, excavado por el Dr. Hernández Pérez y actualmente en proceso de investigación.

68
En cuanto a yacimientos de época ibérica podemos ofrecer un conjunto que si no muy amplio, si

que representa la secuencia de las etapas de la cultura ibérica en la zona.

El proceso de romanización y las transformaciones sociales y económicas en época de

Augusto pueden ofrecerse con detalle gracias al estudio de las centuriaciones y de la

distribución de las villae a lo largo de toda la zona. Tenemos, además, un hábitat

ininterrumpido en las zonas cercanas al Castillo del Río, a excepción de los siglos que van desde

el VIII al XI dentro de las transformaciones del poblamiento tardorromano y del proceso de

islamización.

La formación del núcleo urbano de Aspe, de su desarrollo, constituye un punto de

interés en esta investigación con la incorporación de nuevos datos para interpretar su origen.

Otro de los objetivos iniciales de este trabajo consistía en realizar un estudio sobre las

variables que afectan a la distribución de asentamientos, y a la función del corredor de Hondón

de las Nieves respecto a dos valles con recursos hídricos notables, como es la cubeta del

Vinalopó en torno a Aspe, y la vega de Abanilla. Evidentemente la distribución de

asentamientos en el territorio de estudio responde en primer lugar a los patrones de

asentamiento de cada cultura. Sin embargo, incluso salvando las distancias se ha podido

observar una similitud de rasgos que indican la preferencia en los asentamientos.

Las variables que se han observado en esta distribución son:

a) La elección de asentamientos en zonas cercanas a las vías de paso. Trayectos de

comunicación entre zonas que comunican dos o más centros de importancia por periodo, y

los cambios que estas puedan sufrir a lo largo del tiempo.

b) La cercanía a los recursos hídricos.

c) El abastecimiento de materia prima. El aprovechamiento de recursos naturales en la elección

de asentamientos, desde los depósitos de sílex, las tierras de potencialidad agrícola, la

abundancia de recursos cinegéticos.

d) Estrategias defensivas y/o del control del territorio.

La elección de asentamientos teniendo en cuenta estas variables, permite observar en

primer lugar una preferencia en la zona por los lugares cercanos a las zonas de comunicación.

En este sentido, gran parte de los asentamientos (68,1%) se distribuyen teniendo en cuenta los

69
pasos naturales que comunican la costa con el valle del Vinalopó. Yacimientos como el de Las

Tres Hermanas I y La Mesa de Piedra en la Edad del Bronce, ocupan accesos privilegiados a

estos pasos naturales. Durante el periodo ibérico, tenemos El Gorroquinto, El Tolomó, las Tres

Hermanas II y Los Altos de Jaime, distribuidos en los accesos al valle.

Otra de las variables que influyen en la elección de asentamientos es la captación de

recursos hídricos. Esta elección determina el 50% de los asentamientos, de lo que se infiere que

las zonas con menos recursos hídricos tienden a estar menos pobladas. El abastecimiento de

materias primas influye en un 54,5% en la elección de asentamientos, si bien hay que tener en

cuenta la amplitud de esta variable, donde englobamos rasgos tan variables como las vetas de

sílex, los abrigos naturales y las tierras de alta capacidad agrícola.

Por último, la capacidad defensiva de los asentamientos es una variable poco

determinativa, en cuanto son reducidos los asentamientos de las distintas épocas culturales con

estructuras defensivas.

Paleolítico.

Las industrias musterienses de las Terrazas del Vinalopó nos permiten hablar del

establecimiento de grupos humanos neandertales en el tramo medio del río Vinalopó. La

penetración de estas comunidades a lo largo de los corredores naturales que proporcionan los

valles fluviales ha sido contrastada en la bibliografía sobre el tema (Aura, Fernández y Fumanal,

1993). En este caso tenemos una base material para articular el poblamiento de la provincia de

Alicante en torno a dos líneas de difusión. Por un lado la vía del Vinalopó desde el tramo medio

hasta la zona de Villena, donde se ha localizado un hábitat de esta etapa en La Cueva del

Cochino (Soler García, 1956). Por otro lado, y a través del pasillo Bocairente - Benejama,

llegaríamos a la Hoya de Alcoy, con asentamientos del Paleolítico Medio registrados tanto en

cueva (hábitat tradicional), como en terrazas. Los yacimientos de El Salt (Galván Santos, 1992),

Abric del Pastor, Cova Beneito (Iturbe y Cortell, 1992) o Penelles, se articulan en otro corredor

natural a lo largo del río Sérpis hasta llegar a La Safor.

El valle del Vinalopó es un camino idóneo para el paso desde las llanuras litorales hasta

la Meseta, además, en su camino se encuentran corredores transversales, en este caso el de

Hondón de las Nieves – Abanilla, y valles interiores con cuencas endorreicas como el valle del

70
Tarafa, y las lagunas de Salinas y Villena. Es cierto que sólo se han documentado asentamientos

relacionados con el Paleolítico Medio en dos puntos a lo largo del Vinalopó. En este sentido

habría que apuntar los efectos paleoclimáticos del Pleistoceno que probablemente originaron

destrucciones y cubriciones de asentamientos al aire libre. Desde otro punto de vista, el acceso a

los recursos es de vital importancia para la ubicación estas comunidades. El tipo de

asentamiento de las Terrazas del Vinalopó responde por sus características a una zona de

abastecimiento de recursos líticos. Por su extensión cabe la posibilidad de incluirlo dentro de los

yacimientos con una ocupación recurrente, en una cronología de momentos avanzados del

Paleolítico Medio en torno al 50.000 35.000 BP.

Las noticias de un establecimiento humano con materiales atribuibles al Paleolítico

Superior en una diaclasa de la Sierra del Tabayá, no suponía un obstáculo a priori, sobre todo

por la presencia de piezas laminares características de esa etapa entre los depósitos de los

barrancos cercanos al río. Sin embargo, la estructura morfológica de la cueva constituye un serio

problema para adscribirla como asentamiento humano por muy estacional que éste sea, debido

a su espacio reducido y a las pocas posibilidades que ofrece.

A unos pocos kilómetros al norte por el Vinalopó, el hallazgo de extracciones de nódulos

de sílex, y de alguna pieza retocada, aunque de difícil valoración, en los márgenes del río Tarafa

nos lleva a pensar en la utilización de una vía secundaria de penetración hacia los valles

interiores. La publicación de una punta musteriense en el Peñón de la Ofra a comienzos del

siglo XX (Jiménez de Cisneros, 1907) cerca de la rambla del Tarafa y en dirección al corredor de

Hondón de las Nieves confirma esta hipótesis.

Es a partir del Paleolítico Superior cuando encontramos varios yacimientos en la Sierra

de Crevillente, Sierra del Rollo, Sierra del Algaiat y Sierra del Reclot. Si para los momentos

musterienses el hábitat al aire libre o en terrazas es una excepción, para los momentos

posteriores a la llegada del hombre moderno todos los asentamientos utilizan la protección de

cuevas o abrigos. Los abrigos de El Xorret y la Ratlla del Bubo (Iturbe y Cortell, 1992) en la

solana de la Sierra de Crevillente con niveles auriñacienses proporcionan datos sobre la primera

ocupación del hombre moderno, que continúa durante el gravetiense donde los datos son más

numerosos. En este sentido la Cueva del Rollo supone una clave para descifrar el poblamiento

71
en esta etapa. El estudio de los materiales recogidos por aficionados supone unas limitaciones

que se podrían esclarecer con proyectos de investigación en el yacimiento, teniendo en cuenta

que posee una potencia estratigráfica importante. Existen por otra parte, materiales que podrían

adscribirse a momentos finales del Paleolítico Superior como es un arpón en asta de ciervo

monoseriado con incisiones oblicuas paralelas en la diáfisis, que se nos mostró en una colección

particular de Crevillente. Aunque debemos establecer las reservas correspondientes, si este dato

fuese cierto, nos daría una ocupación de la cueva durante el magdaleniense medio obteniendo

una secuencia de prácticamente todo el Paleolítico Superior.

Los datos obtenidos a partir del estudio de los materiales expuestos en el Museo

Arqueológico Municipal de Novelda nos indican una industria encuadrable dentro del

gravetiense donde el índice de hojitas, la presencia de Puntas de La Gravette, y el mayor índice

de raspadores frente al de los buriles muestra singulares semejanzas con los conjuntos de otros

yacimientos contemporáneos en la provincia de Alicante (Villaverde Bonilla, 1992).

Neolítico.

Existen diversas causas que pueden incidir en la localización de asentamientos neolíticos.

La morfología de los valles con acusadas pendientes transversales que han originado depósitos

cuaternarios, pueden haber ocultado bajo una amplia capa de sedimentos los yacimientos de las

zonas más bajas. La explotación agrícola de estas tierras ha transformado el paisaje, y sobre

todo, hace difícil la prospección, ya que encontramos muchas parcelas valladas y lindes en

zonas llanas cercanas a cuencas endorréicas.

La información proporcionada por la bibliografía (Jiménez de Cisneros, 1907), sobre la

presencia de piezas neolíticas en el paraje denominado La Nía, y en la Sierra Negra, no ha

podido ser contrastada. En el caso de La Nía, tras una prospección intensiva de la zona, no

hemos encontrado ninguna muestra de esta cultura; mientras que en el caso de la Sierra Negra,

su explotación como cantera la ha hecho desaparecer casi en su totalidad. Tal vez, sea ésta la

razón del paréntesis en la información que ofrecemos para el periodo Neolítico. Sin duda es

algo que queda pendiente para futuras investigaciones.

Edad del Bronce.

Sobre el poblamiento durante la Edad del Bronce, el presente trabajo proporciona dos

72
yacimientos inéditos que se suman al conocimiento desde la década de los ’80 en la zona

(Navarro Mederos, 1982; Hernández Pérez, 1983, 1986, 1996; Jover, López y Segura, 1989). Si

bien la información proporcionada por el registro de superficie es limitada, podemos establecer

inferencias en torno a la relación de estos nuevos asentamientos tras determinar su extensión y

ubicación en relación con las vías de paso y con los otros yacimientos conocidos. Así mismo, se

hace necesario un esfuerzo por identificar estos asentamientos dentro del contexto cultural

donde se adscribe el territorio, entre los márgenes culturales que suponen los asentamientos

argáricos al sur de la sierra de Crevillente y el Bronce Valenciano (Hernández Pérez, 1996),

comunidades del II milenio del Prebético Meridional Valenciano (Jover y López, 1997), o de las

Fases I-II de las culturas arqueológicas del II milenio a.n.e. en la nueva periodización propuesta

sobre la Edad del Bronce en la zona (Jover Maestre, 1999).

Los yacimientos de La Mesa de Piedra y Las Tres Hermanas se encuentran ubicados en

cerros que les proporcionan una excelente visibilidad hacia las tierras fértiles del llano y en el

caso de Las Tres Hermanas también hacia la Vega Baja del Segura y la línea de la costa.

Además, su posición es determinante para el control de la vía de comunicación que supone el

paso desde el sur de la provincia de Alicante hacia el Vinalopó Medio. Ambos yacimientos se

encuentran a unos tres kilómetros de distancia en márgenes opuestos a este paso. Su extensión

es similar, entre 0,2 y 0,3 Ha, y sus restos materiales no indican su relación (por el momento)

con yacimientos argáricos. Inferimos pues, que pueda tratarse de asentamientos que “cierran”

culturalmente hablando la secuencia interpretada por los yacimientos del entorno inmediato,

propuestos ya hace tiempo como una regionalización dentro de la cultura del Bronce

Valenciano (Navarro Mederos, 1982), o como una zona de contacto con influencias de ambas

culturas (Hernández Pérez, 1996).

A partir de la segunda mitad del II milenio, en el Vinalopó Medio se observa un cambio

en la ordenación del poblamiento que tiene paralelos en gran parte del levante peninsular

(Jover y Segura, 1992), siendo el más cercano la ocupación del valle de Villena (Jover, López y

López, 1994). El número de asentamientos disminuye, produciéndose una concentración del

poblamiento en otros de nueva planta como es el caso del yacimiento de La Horna (Hernández

Pérez, 1994), y el Portichol (Jover y Segura, 1992).

73
El yacimiento de El Tabayá constituye en si mismo una realidad diferente. Por una parte

su dilatada secuencia cultural, determinada con una fase inicial campaniforme en la línea del

patrón de asentamiento asociado a esta etapa (Bernabeu, 1986, 1989; Hernández Pérez, 1996), y

que proporciona datos sobre la penetración de las influencias del sureste peninsular hacia las

tierras del levante. Por otra parte su clara adscripción argárica a lo largo de la primera mitad del

II milenio a.n.e. constatado por enterramientos bajo los niveles de habitación y con ajuares de

tipología argárica (Hernández Pérez, 1990). Además, el Tabayá a proporcionado materiales

asdcribibles al Bronce Tardío (Fase III) y otros al Bronce Final (Fase IV) (Hernández y López,

1992), identificándose el yacimiento con la secuencia del Bronce Final II propuesta por Gil

Mascarell (Gil Mascarel, 1985), siguiendo la sistematización sugerida para el sudeste (Molina,

1978). Durante esta fase se produce un abandono de asentamientos mientras que en otros como

es el caso El Tabayá o La Mola d’Agres existe una continuidad, aunque se ha constado un

cambio en zonas de ocupación con respecto a la fase anterior (Hernández y López, 1992).

Hablar de los orígenes de la Edad del Bronce nos obliga a tratar temas frecuentes en la

investigación como es el fenómeno Campaniforme, en estas tierras denominado Horizonte

Campaniforme de Transición, y las relaciones espacio temporales entre la cultura argárica y la

cultura/as del Bronce Valenciano. Entre otras cosas, por que se ha venido atribuyendo a las

influencias del sudeste, con la presencia campaniforme y con el desarrollo de la cultura

argárica, la implantación de los poblados en altura y por consiguiente el desarrollo de las

comunidades de la Edad del Bronce en el País Valenciano (Bernabeu, 1986; Bernabeu, Guitart y

Pascual, 1988; Jover y Segura, 1995; Hernández Pérez, 1996).

Con respecto a la cultura argárica, ésta se ha definido por el patrón de asentamiento

ubicado en cerros de altura fácilmente defendibles o incluso amurallados, los enterramientos en

cista o urna debajo de los niveles de habitación, y ciertas formas cerámicas como las copas o

tulipas acompañadas de elementos metálicos típicos como las alabardas. Desde otro aspecto, el

análisis de la desigualdad social y el estudio de las formas que ésta adquiere en las distintas

prácticas –parentales, económicas y políticas- (Lull, 1983; Lull y Estévez, 1986; Lull y Risch,

1995), ha permitido identificar ésta cultura con un Estado organizado donde existía una

“institucionalización, afirmación y mantenimiento de la diferencia socio-económica en el seno de la

74
sociedad” (Lull, y Risch, 1995). La categoría central del Estado es el poder, donde la clase

económicamente dominante se convierte en políticamente dominante y ejerce una explotación

económica, social y política con la idea de garantizar los intereses de la clase dominante y frenar

la lucha de clases. Debe por tanto, existir una coerción física determinada por una clase

guerrera, armas, e impuestos, y una coacción psíquica identificada por un patrón de

asentamiento similar y elementos simbólicos. Esto nos parece particularmente importante para

observar como se establece el contacto entre éste Estado Argárico y las comunidades de la Edad

del Bronce del corredor del Vinalopó, o como en ocasiones se ha expresado en la periferia de la

periferia del Argar (Hernández Pérez, 1986; 1996). El análisis de las dataciones absolutas ha

permitido identificar una clara expansión de la cultura argárica (Llull y Risch, 1995) hacia el sur,

oeste y norte, donde en los márgenes del territorio existen elementos simbólicos como son los

enterramientos acompañados de espadas, copas y alabardas.

El hecho de admitir una frontera y las relaciones que se establecen entre dos culturas

unidas o separadas con un espacio delimitado, teniendo en cuenta además el control territorial

y expansivo de la cultura argárica, nos hace presuponer la existencia de una entidad política en

las zonas del Vinalopó, lo suficientemente fuerte como para mantener esa frontera y no verse

sometido a la expansión de la otra. Y en este sentido, optar por una evolución paralela de las

comunidades de la Edad del Bronce en esta zona del País Valenciano.

Los elementos que permiten identificar a la Edad del Bronce en el País Valenciano en el

ámbito de cultural material es la sujeción de las armas metálicas por medio de remaches, en

contra de la utilización del espigo campaniforme. Las cerámicas tienden a las formas cerradas

donde abundan esferoides y elipsoides con poca presencia de las grandes fuentes abiertas de

borde almendrado típicas del eneolítico, siendo las pastas de mediocre calidad. En el plano

simbólico destaca la sustitución del enterramiento colectivo por el individual, debajo de los

niveles de habitación en la zona argárica, y en grieta o covacha en las zonas restantes, aunque se

han documentando enterramientos debajo de las casas en Cabezo Redondo –Villena- (Soler,

1987) o en El Cuchillo –Almasa- (Hernández, Simón y López, 1994), estos pueden ser el reflejo

de las influencias argáricas en un momento posterior (Jover y López, 1997).

Estos datos muestran una cultura de fuerte personalidad frente a otras contemporáneas

75
de la Península Ibérica, si bien, nos encontramos todavía ante cuestiones difíciles de resolver, y

pese a los avances de la investigación en los últimos años tras la síntesis que hiciera Tarradell

sobre la Edad del Bronce en el País Valenciano (Tarradell, 1963; Hernández Pérez, 1997), son

numerosas las incógnitas que se plantean.

En primer lugar nos encontramos con la denominación. El término Bronce Valenciano

acuñado por Tarradell en varias publicaciones coincidía perfectamente con la entidad política

que diera lugar a la Comunidad Valenciana (Tarradell, 1965: 427; 1969: 12,26), en un esfuerzo

consciente o inconsciente de ajustar sus límites en la línea de la nueva ideología nacionalista

(Jover, 1999). En trabajos posteriores se ha cuestionado la unidad cultural del Bronce

Valenciano. En 1982, Navarro Mederos al estudiar materiales del Vinalopó Medio procedentes

de diversas colecciones privadas fruto de expoliaciones indica que existen diferencias entre las

distintas zonas sobre la base de su cultura material. Las nuevas publicaciones de La Muntanya

Assolada (Martí Oliver, 1982 y 1983), El Cabezo Redondo (Soler García, 1987), La Horna

(Hernández Pérez, 1994), La Loma de Betxí (De Pedro Michó, 1998); un mejor conocimiento del

territorio (Jover, López y López, 1995; García Bevía, 1992), el estudio de colecciones antiguas

(Simón, 1988; 1990; 1998), y la elaboración de algunas síntesis (Hernández Pérez, 1996 y 1997;

Jover, 1999) han aportado la suficiente información para poder desdeñar el término Bronce

Valenciano, considerado como una entelequia en la medida que no se ajusta a la realidad de la

diversidad cultural constatada en el área levantina. En este sentido, para las comunidades del

Vinalopó se ha utilizado la de Comunidades del II milenio a.n.e. del Prebético Meridional

Valenciano (Jover y López, 1998), o la de Comunidades del Bronce Valenciano (Hernández

Pérez, 1997).

En otro orden de cosas, el sistema de periodización en base a las tres edades: antiguo,

medio y final, común en la historiografía arqueológica, y aceptado en un principio para la Edad

del Bronce en las tierras valencianas, tiende también a tambalearse. La cercanía de El Argar, y

su presumida incidencia en la formación de las comunidades de la Edad del Bronce,

permitieron una división en Bronce Antiguo y Medio paralelizándolo con el modelo propuesto

para el Argar A y B respectivamente, hoy en día también en revisión (Lull, 1983). En los

estudios que F. Molina (1978), realizó sobre los momentos finales de la Edad del Bronce del

76
sudeste apuntaba la existencia de un Bronce Tardío sobre la base de la llegada a ciertos

yacimientos de elementos decorativos de la meseta tipo Cogotas, representados generalmente

por la cerámica de boquique tal y como se expuso en su día (Delibes y Abarquero, 1997) y otros

de la Alta Andalucía. En un trabajo posterior, Gil-Mascarel (1991), aplica las definiciones

realizadas para el sudeste en la zona valenciana, considerando la existencia de un Bronce

Tardío, y de un Bronce Final que subdividía en dos, el Bronce Final I para los poblados que

continúan desde momentos anteriores, y Bronce Final II para poblados creados ex novo. Con

respecto al Bronce Tardío, se ha interpretado una reordenación del territorio con la disminución

de poblados y una concentración del hábitat en uno o dos poblados. Para la cuenca de Villena,

El Cabezo Redondo, yacimiento de referencia obligada para este momento, asumiría la

población existente en un único centro (Jover, López y López, 1995), modelo que ha servido

para explicarlos en las otras cuencas del Vinalopó: El Monastil y La Esparraguera en el valle de

Elda (Jover y Segura, 1995), y El Portichol y La Horna en el valle de Aspe – Novelda – Monforte

(Jover y Segura, 1993). En este sentido se ha propuesto la agrupación de fechas de radiocarbono

en torno a los inicios de la 2ª ½ del II milenio a.n.e. como prueba de este cambio cultural (Jover,

1999); según esta propuesta existe una Fase I, que no puede diferenciarse de la Fase II, sin que

sepamos por que se mantiene, una Fase III correspondiente al Bronce Tardío, y una Fase IV

correspondiente al Bronce Final.. La primera subdivisión del Bronce Final en I y II se apoyaba

en dos yacimientos clave por un lado La Mola d’Agres y por otro Peña Negra, si bien en

ocasiones se ha expuesto la dificultad de establecer tal división (Martí y De Pedro, 1996),

teniendo en cuenta además que las fases del Bronce Final en yacimientos con secuencias

anteriores presentan una ruptura en el ámbito de restos constructivos e incluso de

emplazamiento con las anteriores.

En definitiva nos encontramos con comunidades establecidas principalmente en las

cuencas formadas en el recorrido del río Vinalopó. Son poblados establecidos en cerros de

mediana altura con una extensión media entre 0,4 y 0,6 hectáreas, con estructuras constructivas

formadas por muros de mampostería, postes, y techumbres que debían verter a un agua, con

evidencias de unidades dedicadas a la producción agrícola y al almacenamiento. Son poblados

cerrados, que miran hacia dentro, a veces con una calle central lo que supone un hábitat

77
concentrado y más numerosos que en el periodo anterior. En el valle de Biar – Benejama, se han

inventariado 11 yacimientos. En la cuenca de Villena 24, en el valle de Elda 8, y en valle de Aspe

13.

Se ha interpretado la contemporaneidad de estos poblados de las distintas cubetas con

relación a la distancia que ocupan, utilizado como modelo de ejemplo a la cubeta de Villena

(Jover y López, 1999), donde se han utilizado técnicas espaciales como los polígonos de

Thiessen y el vecino más próximo (Hooder y Orton, 1990). La distancia media entre los

yacimientos se establece en 7,5 km los que supone un área de explotación en torno a los 10 km2.

Esto permite una rotación de los cultivos en barbecho e incluso una zona destinada a monte por

poblado, con lo que existiría territorio suficiente para la subsistencia individual de cada

poblado.

La economía de estos poblados está dedicada plenamente a la agricultura, que es su base

subsistencial, al contrario de las comunidades del Neolítico II donde compaginan esta actividad

con otras complementarias casi en igual medida como es la caza y la recolección, y este

indudablemente debe tener su reflejo en la ordenación territorial y en las estrategias de

ocupación del territorio.

La hipótesis que manejamos trata de hallar una relación entre el cambio de la Formación

Económico Social de estas comunidades y su reflejo en la ordenación del Territorio. Entre los

elementos que se interrelacionan se encuentra a su vez la cercanía del Estado Argárico tal y

como ha sido definido por Lull (Lull y Risch, 1995); un cambio climático como en ocasiones se

ha señalado (Cuenca y Walker, 1986); una intensificación de la producción como resultado de la

adopción de la agricultura como sistema productivo dominante y que hace a los poblados el

someterse al ciclo agrícola; y un aumento demográfico resultante del aumento de producción.

Planteamos, que las comunidades del Neolítico II con poblados cercanos a las tierras de

cultivo, debido a su baja concentración poblacional y a su alta movilidad, no necesitaban ni de

un control y ni de un reparto de tierras cultivables. Sin embargo, el aumento demográfico hace

que las tierras de cultivo ya no pueden ser explotadas por una sola comunidad sino que estas

han de repartirse entre varios núcleos poblacionales. Estos se separan entre sí dejando las tierras

de cultivo en el centro. No se trata de subir en altura para proteger el producto de la cosecha. En

78
comunidades de subsistencia lo importante es el origen de la cosecha, esto es, la tierra de

cultivo, y en este sentido ésta se encuentra en el centro donde todos los poblados tienen acceso a

una parte. Este desarrollo implica de alguna forma una organización social al menos entre las

zonas geográficas.

Desde el punto de vista de la Arqueología Espacial, una de sus leyes básicas nos habla de

que comunidades con un mismo patrón de asentamiento, en teoría son comunidades en

competencia, sin que competencia tenga que ser enfrentamiento físico ni coercitivo, y esto

podría haber sido en un primer momento. Sin embargo, la existencia cercana de un Estado en

expansión, tal y como se ha demostrado por las dataciones de radiocarbono de El Argar (Lull,

1983), y por la existencia en sus fronteras de elementos simbólicos como espadas, copas y

alabardas en sus enterramientos, nos sugiere la posibilidad de la existencia en la periferia de

éste Estado, de una entidad política lo suficientemente estable como para mantener la presión.

No estamos hablando de otro Estado, pero al menos de un sistema de jefatura que a modo de

organización intertribal, organice el territorio, seleccione la ubicación de los poblados y

mantuviera la cohesión social entre ellos de forma que en periodos de malas cosechas pudieran

seguir adelante, algo fundamental para este tipo de comunidades. En este sentido, el transporte

de los productos básicos desde las zonas de producción primaria hasta los asentamientos en

altura, supone un sobretrabajo innecesario en términos de economía subsistencial y

autogestionada. Esto se puede interpretar como una limitación al acceso de los productos

básicos, un desplazamiento espacial, una centralización de la producción, una organización

estricta de la fuerza de trabajo, y una gestión de los recursos disponibles. Es en estos momentos

cuando comienza la ruptura entre los recursos obtenidos y la cantidad de trabajo o esfuerzo

empleado para obtenerlo, lo que desembocará en la obtención de beneficio para algunos

sectores de la población.

Es evidente que la manera de asentarse una comunidad en un territorio implica la

distribución de sus necesidades económicas, sociales y políticas en un orden coherente (Lull,

1983). La fijación al territorio está íntimamente relacionada con la propiedad de lo que se cultiva

y con el ciclo anual del trabajo, es por esto, que es la primera vez en que el lugar de residencia

es fijado en un lugar concreto del territorio (Jover, 1999), en base a construcciones sólidas y

79
duraderas, que precisan un mantenimiento. Esta ruptura del patrón de asentamiento debe

interpretarse como otra más profunda, la ruptura de las relaciones sociales de las comunidades

igualitarias.

El Mundo Ibérico.

Los yacimientos registrados para el periodo ibérico son cuatro, El Gorroquinto, El Tolomó, Las

Tres Hermanas II y los Altos de Jaime.

El yacimiento de El Tolomó tiene unas características peculiares. La extensión del

yacimiento, su ubicación y el análisis de sus materiales nos indica que nos encontramos ante un

hábitat ibérico de carácter rural, si es lícito considerar este término, o al menos ante un

asentamiento de extensión reducida. Nos inclinamos pues en catalogarlo como un caserío o

mansión algo apartado de otros núcleos de población más importantes.

Por otra parte, su ubicación a los pies de una rambla, en una ladera que ofrece una

visibilidad reducida se aparta un poco de los patrones de asentamiento habituales para el

mundo ibérico. Es de interés destacar su posición respecto a la vía de paso que se abre hacia la

zona de Crevillente entre la Sierra de la Madera y el Puntal de Matamoros donde encontramos

el yacimiento de Peña Negra. La importancia de este yacimiento orientalizante como difusor de

las nuevas corrientes culturales llegadas con el mundo fenicio permiten intuir una propagación

gradual de norte a sur. En este sentido la vía de paso más clara hacia el norte nos llevaría de

pleno hacia El Tolomó, que como hemos planteado parece situarse en una fase antigua del

poblamiento ibérico. En este mismo trayecto hemos localizado otro asentamiento ibérico: El

Gorroquinto que podría participar en este contexto, y aunque la pobreza de sus materiales

dificulta mucho su interpretación, podría representar un tipo de asentamiento de reducida

extensión y emplazado en una zona de gran visibilidad y de punto estratégico hacia la zona de

paso de Crevillente, que podría estar relacionado con los denominados fortines de Peña Negra

(González Prats, 1983) en dirección a este yacimiento.

Adentrándonos en el valle del Vinalopó a una distancia en línea recta de unos 6 kms,

encontramos un yacimiento de mayores dimensiones, situado en una vía de paso que comunica

el Vinalopó con la zona de Elche: Las Tres Hermanas (García y Moratalla, 1999). En este caso, el

asentamiento disfruta de una privilegiada visibilidad además de ubicar un edificio de prestigio

80
que nos indica la presencia de un poder local. La cronología de este yacimiento se establece a

partir del siglo IV hasta el siglo III a.n.e. y es posible que tuviera relación con la última etapa de

El Tolomó.

Como ya señalamos, en dos publicaciones anteriores (García y Moratalla, 1998, 2001), los

restos exhumados considerados como un edificio de prestigio, se localizan sobre una pequeña

plataforma que se proyecta desde la sierra hacia la vaguada por donde discurren las vías de

comunicación; su posición, por tanto, es dominante sobre este estrecho paso natural que conecta el

Medio Vinalopó con su cuenca baja, ya en dirección hacia Elche. Además, es un edificio que destaca

asimismo por su distancia con otras estructuras localizadas; en su entorno inmediato no existen, y

las más cercanas se localizan unos 60 m. hacia el noroeste, en plena ladera. Es de presumir que son

departamentos ibéricos (no olvidemos que por la sierra también aparece material de la Edad del

Bronce), dada su planta angular, la práctica constructiva y el registro material que aparece por sus

alrededores. Alguno incluso aparece tocado por las inclusiones clandestinas hasta el punto que sus

muros no eran difíciles de dibujar. Resulta interesante constatar, las diferencias constructivas entre

estos departamentos,, y el Edificio A de lo que se infiere el deseo de otorgar mayor majestuosidad a

éste último.

Por lo tanto, la localización, aislada y destacada sobre el entorno, así como sus técnicas

constructivas y el concepto arquitectónico utilizado abogan por una destacada funcionalidad para

esta construcción que no puede sino relacionarse con las esferas políticas y/o religiosas de la

comunidad que la ha erigido.

En este punto surge inevitablemente la controversia entre su definición como templo o como

regia, entendiendo por tal la residencia de la máxima autoridad de la comunidad. Desde el principio

manifestamos nuestra inclinación por la segunda función. La planta del edificio en poco se parece a

los centros de culto fehacientemente identificados para el periodo Ibérico Clásico (Moneo, 1995), y

por otro lado el material arqueológico estudiado, muy escaso eso sí, tampoco demuestra prácticas

religiosas inequívocas. Así, no tenemos constancia, ni siquiera oral, del hallazgo de terracotas o

exvotos, omnipresentes en todo recinto sacro, u otro tipo de hallazgos como bronces o cerámicas

singulares que nos permitieran suponer hábitos relacionados con rituales religiosos. Muy por el

contrario, el repertorio estudiado se compone de restos de ánforas ibéricas, platos pintados, lebes,

81
pithos y platos comunes, una olla de cocina, un mortero púnico y los dos fragmentos áticos, una

Copa Cástulo y un bol Lamb. 21. En cualquier caso, los hallazgos muestran ajuares bastante

cotidianos donde conviven las necesidades de almacenamiento con las de consumo.

A pesar de la prudencia con que abordamos esta cuestión, dado el sesgo que tenemos en la

información, tenemos la impresión de estar ante un edificio “civil”, o que al menos no tuvo una

función exclusivamente religiosa. Su concepción y los materiales conocidos responden mejor a la

noción de regia definida por Almagro-Gorbea (Almagro-Gorbea, 1988-89), es decir, un edificio que

fuera residencia de la jefatura del poblado, cualquiera que fuera la naturaleza de ésta, muy en la

línea del palacio de Cancho Roano pero algo más sencillo. Dentro del esquema de la construcción

tendrían cabida, por tanto, distintos usos según la estancia analizada que nos es imposible definir

con precisión, y en los que tal vez no faltara un espacio para las prácticas rituales dinásticas.

Con este planteamiento, y retomando el mejor paralelo que hemos encontrado para el

Edificio A de Las Tres Hermanas, o sea, el Templo A de L’Illeta dels Banyets, seguimos la hipótesis

sugerida por Almagro-Gorbea (op. cit., 366) que identifica esta construcción como una regia, similar

en concepción al palacio de Cancho Roano. Además de los paralelos arquitectónicos, se señala la

semejanza tipológica del registro arqueológico (ánforas, jarras y platos pintados, ollas de cocina,

alguna pieza de barniz negro ático, un mortero...) y obviamente no podemos evitar constatar que

este registro, por escaso que sea, es también el que se localiza en Las Tres Hermanas, por lo que nos

encontraríamos ante un dato más que apoyaría su definición como regia. Probablemente la

majestuosidad del edificio campellero así como el hallazgo de un fragmento de cabeza masculina

esculpida en piedra inclinó a Llobregat a definirlo como un lugar sacro pero la verificación de la

existencia de casas con plantas similares en el área sirio-palestina, así como la inexistencia de objetos

suntuarios o exvotos aboga más por su definición como lugares de residencia, seguramente de élites

del poblado, que como espacios exclusivamente religiosos.

A nuestro juicio, los datos fundamentales que muestran el papel de este asentamiento ibérico

dentro del poblamiento comarcal, junto con la entidad del edificio y un cierto aprovechamiento de

recursos hídricos, son los relativos a las variables de visibilidad y comunicación, al encontrarse en

una estratégica posición para el control del paso desde la costa al Vinalopó. Además, teniendo en

cuenta la pobreza de sus suelos constituidos por margas y calizas.

82
Se conjugan aquí un extenso control visual que incluye el medio y Bajo Vinalopó, hasta el

litoral, con el control directo de unas de las rutas tradicionales que comunica ambas comarcas. Es,

por tanto, un hito clave dentro de este trayecto, al menos durante el siglo IV a.n.e, y cobra especial

sentido teniendo en cuenta la relevancia del poblamiento ibérico a uno y otro lado de la alienación

Sierra de Crevillente – Sierra del Tabayá. En la solana se desarrolla un extenso y suave glacis,

salpicado de zonas endorréicas en su contacto con el mar y con excelentes perspectivas agrarias; aquí

la densidad del poblamiento, muy alta, parece determinada por el factor de atracción de un foco

principal que debe ser La Alcudia, y su zona portuaria La Picola, además del deseo de controlar las

vías de acceso hacia el interior (El Catellar y el Forat en la Sierra de Crevillente, La Moleta, siguiendo

el río Vinalopó, y ahora también Las Tres Hermanas situado en medio de los anteriores). En la

umbría, tierras de igual riqueza, destacan los hallazgos funerarios (Almagro-Gorbea y Ramos, 1986;

Abad y Sala, 1999) en torno a las partidas del Campet y Agualejas, en las terrazas cuaternarias del río

Vinalopó.

Son dos áreas de un destacado poblamiento que participan en la integración de un territorio

más amplio que continúa hacia el norte, en paralelo al río Vinalopó (Poveda, 1996; Grau y Moratalla,

1998), hacia tierras meseteñas. Existen afinidades materiales ya desde época orientalizante, que

resultan obvias, por ejemplo, entre la estatuaria de Monforte del cid y la de La Alcudia, que

mostrarían estrechos vínculos, seguramente de tipo gentilicio, entre los distintos sectores de

poblamiento, pero es difícil probar una integración a mayor nivel, plenamente política. Cada núcleo,

puede tener un control directo del entorno inmediato, y la distribución de los relieves, sin duda

ayuda a delimitarlo, pero también es posible que entre todos se reconociera una dirección política

única. Este nivel de conocimiento no se puede alcanzar sin un profundo estudio de los niveles

ibéricos de yacimientos clave como La Alcudia o El Monastil.

Si nuestra hipótesis de la función de regia para el Edificio A de Las Tres Hermanas fuera

correcta, sin duda estaríamos ante la afirmación de una autoridad local, y esto nos conduciría a

defender una autonomía mínima para la misma en un territorio restringido al sur por las sierras

Bélicas y los llanos que rodean La Alcudia, y hacia el norte hasta la cuenca alta del río, donde debe

gravitar el peso del Monastil. Por medio, un extenso llano cuaternario, el conocido triángulo Aspe-

Monforte-Novelda, de muy productiva explotación agraria y buenas comunicaciones. Aquí se

83
insertaría el asentamiento de Las Tres Hermanas, como un elemento más de la trama demográfica,

en el límite del teórico territorio y junto a la vía de comunicación que conduce al mar. Alejado de los

suelos de la vega del río, su función, más allá del testimonio del poder local dada su posición

elevada y previsible majestuosidad, debe ir ligada al flujo de personas y objetos que deambulaban

por esta ruta: productos agropecuarios por las mercancías suntuosas que llegan por el Mediterráneo.

Una posta, una parada al atravesar un nuevo territorio que incluiría todo tipo de relaciones

comerciales en las que participa directamente. Al menos así, se deduciría de ser una regia la

construcción de Las Tres Hermanas, la jefatura de la comunidad, muy en la línea de lo propuesto

para el palacio de Cancho Roano.

Ubicado en el espacio, las coordenadas temporales certifican su papel en el tráfico mercantil.

A caballo entre los siglos V y IV a.n.e. asistimos al apogeo máximo de la importación de productos

áticos (Rouillard, 1991; Sala, 1996), y desde los centros receptores costeros se inicia una redistribución

hacia las tierras del interior que favorecerá por un lado las relaciones comarcales, potenciando a la

vez la integración cultural de las distintas comunidades ibéricas, y por otro el enriquecimiento

progresivo de las élites dirigentes.

Es sintomático al respecto el establecimiento en estas fechas de auténticos emporia

ibéricos situados junto a la costa, que actúan de centros receptores de primer orden. El caso más

evidente, quizás, sea L’Illeta de El Campello, pero hemos de admitir una función similar para

La Picola en el Sinus Ilicitanus. Del primero, esta función ha sido explícitamente aceptada a partir

de las investigaciones de E. Llobregat (Llobregat, 1988, 1993), y trabajos más recientes (García y

Grau, 1998) han continuado esta línea ofreciendo interesantes datos acerca del recorrido de

estas mercancías hacia el interior. Por lo que se refiere a La Picola, el equipo hispano-francés que

ha llevado a cabo su excavación identifica el yacimiento como el puerto de La Alcudia (Moret y

Badie, 1998), y ya fuera desde La Picola o desde La Alcudia podemos razonablemente imaginar

una circulación de estos bienes hacia las tierras del interior siguiendo la cuenca del río

Vinalopó, pues es la ruta natural hacia la meseta. En nuestra opinión, nos parece probable la

ubicación de Las Tres Hermanas en estrecha relación con este trayecto. Los beneficios serían no

sólo económicos, liberando una parte de la producción agropecuaria local hacia el comercio,

sino también por los factores políticos implícitos en estas relaciones mercantiles, ya que estas

84
suponen el reconocimiento expreso de una autoridad que actúa de interlocutora y al mismo

tiempo, ésta encuentra una serie de objetos suntuarios con cuya ostentación se facilita su

preeminencia social y política dentro de la comunidad. Obviamente en la disyuntiva entre

participar o no de las nuevas corrientes económicas era mucho más rentable integrarse hasta el

punto de ponerse al frente de todas las transacciones posibles.

El análisis de estos asentamientos nos indica una preferencia en el control de las vías de

comunicación que se encuentran en las primeras estribaciones montañosas del prebético antes

de entrar en el valle del Vinalopó. Zona de paso de corrientes culturales que en esta época

llegan desde el Mediterráneo y que suponen un incentivo comercial y político sobretodo para

las élites gobernantes que articularían el territorio del valle de Aspe, Novelda y Monforte del

Cid, antes de llegar a la zona de Elda.

En otra de las zonas de comunicación entre el Vinalopó y la costa, en este caso en

dirección a Alicante, encontramos otro hábitat ibérico, éste ya de nombrada bibliografía. La

zona del Castillo del Río, donde los trabajos de prospección han permitido identificar el núcleo

ibérico en una loma cercana a la fortificación islámica: Los Altos de Jaime.

La continuidad del asentamiento de los Altos de Jaime a partir del siglo III y hasta el

cambio de era, nos indica un cambio en la ordenación del territorio. Se abandonan los enclaves

de El Gorroquinto, El Tolomó y Las Tres Hermanas por otro enclave que si ya no domina una

vía de comunicación exclusiva, sí se beneficia del control de los recursos hídricos y de las ricas

tierras de cultivo de la huerta del Vinalopó.

La Romanización.

El proceso de romanización en la zona, está directamente relacionado con la continuidad

del poblamiento en los alrededores del Castillo del Río hasta el cambio de era. A partir de este

momento, la organización del territorio pasa por el control de la vía de comunicación por éste

paso del Vinalopó o de sus recursos hídricos, y será mantenida prácticamente sin interrupción

hasta el abandono del asentamiento almohade.

En este contexto es inevitable hablar sobre el papel otorgado a esta zona por las fuentes

antiguas: se trata de la identificación de la mansión de Aspis en la zona de El Castillo del Río.

Las primeras noticias sobre el enclave de Iaspis vienen de la mano de Claudio Ptolomeo,

85
este polígrafo trabajó en Alejandría hacia el siglo II d.n.e. Escribió ocho libros de geografía

nombrando ciudades con sus coordenadas geográficas, aunque los grados y minutos que

emplea no se corresponden exactamente con los reales, ni hay por el momento ningún medio de

aproximación.

En su compendio cita Iaspis tras los lugares de Setabia, Setabicula e Illicis, de lo que se

infiere la existencia de este lugar en época Alto Imperial.

Setabia 13.30 39.00

Setabicula 13.40 37.55

Illicis 12.20 38.50

Iaspis 12.20 38.15

(II, 6, 61. Texto griego, FHA; latino, Códice Univers. Valencia)1

Por otra parte, están los Itinerarios. Los itinerarios hacían referencia a las vías de

comunicación que atravesaban la provincia de Alicante. El Itinerario de Antonino, cita las

mansiones, paradas y ciudades por la que pasaba (en este caso) la Vía Augusta, para uso

probablemente de servicio de los ejércitos y de la annona. Su cronología es de principios del

siglo III, aunque es posible que incorpore elementos más tardíos (Abad y Abascal, 1991).

400,3 Valentia XVI

4 Sucronem XX

5 Ad Statuas XXXII

6 Ad Turres VIIII

401,1 Adello XXIIII

2 Aspis XXIIII

86
1 Recogido de Abad y Abascal, 1991.
3 Illici XXIIII

4 Thiar XXVII

(Edición de Roldán, 1975)2

Las fuentes nos hablan de un asentamiento romano con una cronología de mediados del

siglo I hasta finales del siglo III. Los siguientes itinerarios: el Anónimo de Rávena fechado entre

los siglos VII y VIII y el Guidonis Geográphica del siglo IX, ya no nombran este lugar, que bien

ha desaparecido o su importancia ha disminuido notoriamente.

Las fuentes anteriormente expuestas han servido de base a numerosos investigadores

para identificar la mansión de Aspis a lo largo del cauce del río Vinalopó por su tramo medio

(Abascal y Alberola, 1998; Llobregat Conesa, 1973(a), 1973(b), 1983; Morote, 1979; Reynolds,

1985, 1993; Roldán, 1975; Roselló Cremades, 1986; Tovar, 1989). En la mayoría de las ocasiones,

el lugar se ha identificado con el Castillo del Río. Las primeras referencias de época moderna

identifican el lugar con la población de Aspe, si bien en dos ocasiones se le atribuye el paraje de

Las Pasas y en una ocasión se nombran los Altos de la Loma, que según nuestras prospecciones

puede tratarse del yacimiento de Los Altos de Jaime, que aunque de cronología ibérica se

encuentra a unos centenares de metros de los materiales romanos.

Fuente Año Lugar Fuente Año Lugar


Escolano 1610 Aspe Saavedra 1862 Aspe
Diago 1613 Aspe Cuveiro 1891 Aspe o Las Pasas
Sales 1766 Aspe Fernández 1890 Altos de La Loma
Cean 1832 Aspe Blázquez 1892 Las Pasas
Cortés 1836 Aspe Angel Blázquez 1925 Aspe
Madoz 1846 Aspe
Tabla 6. Referencias modernas sobre el emplazamiento de Aspis (elaboración propia a partir

de Roldán, 1979, 142-143).

87
2 Ibidem.
Las últimas investigaciones llevadas a cabo, cuestionaban la ubicación de la mansión de

Aspis cerca del Castillo del Río, sobre la base de la casi total ausencia de moneda altoimperial,

dato que contrastaba con la gran cantidad de piezas con esta cronología que habían aparecido

en el Campet (Alberola y Abascal, 1998), encrucijada entre Novelda, Monforte del Cid y Aspe, y

que ha aportado numerosos vestigios de época ibérica y romana (Galiana y Rosello, 1988). Por

otra parte, las piezas más numerosas recogidas en los alrededores del Castillo eran de

cronología bajoimperial y en ocasiones se apuntaba que bien podían ser un residuo de

circulación tardía junto con los primeros felus islámicos del asentamiento almohade (Alberola y

Abascal, 1998).

No obstante, durante los trabajos de prospección pudimos determinar a unos 300 metros

de distancia del Castillo del Río y de Los Altos de Jaime, siguiendo la orilla izquierda del río, un

asentamiento con abundante material cerámico en superficie de cronología altoimperial. El

yacimiento lo hemos denominado como Quincoces, utilizando el topónimo de la zona y para

diferenciarlo de El Castillo del Río.

A nuestro entender, esto permite la posibilidad de identificar el yacimiento de Quincoces

con la mansión de Aspis citada por las fuentes antiguas, ya que los materiales coinciden

plenamente, si bien es cierto, que con los datos que disponemos no podemos cerrar

definitivamente la cuestión, que quedará pendiente para futuras investigaciones.

La romanización de esta parte del tramo medio del Vinalopó, ya frecuentada desde los

momentos iniciales por el paso de los ejércitos hacia Carthago, en sus inicios, tuvo que ver

probablemente con el desarrollo de la Vía Augusta, y más tarde con el proceso de centuriación,

ya que ésta formaría el eje principal del territorio, como queda constatado en Elche, donde el

camino hacia Dolores que pasa por La Alcudia, coincide con el eje principal de la centuriación

(Roldán, 1979; Abad, 1985). Así, los hallazgos aislados de materiales romanos son abundantes

en el valle. Se han identificado dos monedas altoimperiales cerca del casco urbano de Aspe3, un

miliario, y restos cerámicos. Sin embargo, el número de asentamientos romanos localizados no

es muy abundante, si bien, hay que tener en cuenta que están repartidos entre los términos de

Novelda y Monforte del Cid.

88
Estos asentamientos probablemente villae, suelen encontrarse en zonas cercanas al cauce

de los ríos Tarafa y Vinalopó, aprovechando las terrazas artificiales que hoy en día sirven para

el cultivo de la uva de mesa, como es el caso de La Regalicia o La Waleja en Novelda y Monforte

del Cid respectivamente. El conjunto de materiales de estos yacimientos tienen una cronología

similar los catalogados en el yacimiento de Quincoces y de Meseguera. En este sentido, si

Quincoces, pudiera ser una mansión, parada o posta en la Vía Augusta; Meseguera responde al

tipo de explotación agrícola común de cronología altoimperial: asentamientos no demasiado

grandes, ni lujosos a diferencia de los bajoimperiales, que indican que estamos ante una

sociedad no latifundista (Abad, 1985).

Parece ser que los últimos restos de cronología tardorromana que se han localizado en

los niveles inferiores de El Castillo del Río, y que estarían relacionados con la necrópolis cercana

se pueden encuadran en torno a los siglos VI y VII en base a paralelos cercanos como El Zambo

o el Castellar de la Morera (Reynolds, 1985). A partir de este momento se abandonaría el

enclave. En esta misma fecha se puede establecer la cronología de la necrópolis de Vistaalegre

(Roselló, 1986;1988), que bien pudiera estar relacionada con algún asentamiento cercano al río

Tarafa, según han aportado algunas cerámicas registradas en la alquería de El Aljau, testimonio

de la fosilización de un hábitat tardorromano en llano.

La Época Medieval y el origen del actual emplazamiento de la Villa de Aspe.

Rafael Azuar, en su libro “El Castillo del Río (Aspe, Alicante)”, citando el “Tarsï al-

‘Ajhar” del geógrafo Al-‘Udri (Azuar, 1983, 1994), (Rubiera, 1985), (Vallvé, 1972), comenta la

mención en la obra de una alquería en Aspe. Si tenemos en cuenta que el texto puede datarse en

el tercer cuarto del siglo XI, y que las excavaciones efectuadas en el Castillo del Río no han

aportado materiales anteriores al siglo XII (Azuar, 1994), podemos intuir que se refiere a un

asentamiento islámico con una cronología ante quem mediados del siglo XI, y por tanto en zona

distinta a El Castillo del Río.

3Las monedas se encuentran en colecciones particulares, a cuyos propietarios agradecemos las facilidades 89
prestadas para su catalogación.
Las nuevas investigaciones procedentes de la prospección arqueológica, junto con la

labor de algunos historiadores locales4, han permitido identificar una fase antigua de

poblamiento situada en la denominada partida de El Aljau. Su nombre es heredero de la

acequia del mismo nombre, cercana a un topónimo denominado El Castillo (también se ha

denominado la zona como “La Mezquita”), y donde algunos protocolos notariales modernos

describen parcelas de tierra lindantes con un castillo. Puede ser que entendamos éste por una

estructura defensiva, o tal vez, alguna torre, pero sin duda, nos haría plantearnos la existencia

previa de ésta fortificación antes de la represión islámica del año 1243, pues no tiene sentido

dejar construir una fortificación a la población que abandona el Castillo del Río en estos

términos.

Es aceptado el hecho de que en la ordenación del territorio en época islámica, cada

castillo tenía alrededor de 10 a 20 alquerías (López Elum, 1994), y cada una de éstas a una

población integrada por 10 a 50 familias.

El término alquería utilizado en la documentación cristiana, se ha identificado como un

pequeño núcleo rural. Existe una marcada división entre ciudad y alquería, y el carácter urbano

y planificado de muchas de estas últimas, ha complicado en ocasiones la identificación de los

asentamientos rurales. Guichard llega a afirmar que la palabra alquería fue aplicada por los

cristianos, a todos los poblados rurales a los que no reconocían la cualidad de castillo o de villa,

es decir, a todos los que dependían de un centro fortificado y formaba parte de su término. La

definía como “la unidad socio-geográfica más pequeña del paisaje humano valenciano”, lo que

se podía identificar con una pequeña aldea de campesinos libres y propietarios de sus tierras

Se pueden distinguir varias categorías teniendo en cuenta su extensión (López Elum,

1994). En un primer grupo existirán alquerías con 20 o 30 familias (es menor probable que a

principios del siglo XII tuvieran 10), pero habrá núcleos con 50 a 90 casas (tipo medio) y, por

último, centros más grandes con 150 a 200 viviendas o más.

Parece ser que en caso de El Aljau, nos encontramos con una alquería de tipo medio,

probablemente con unas 30 o 40 casas, estructuradas a lo largo del río donde hemos observado

acequias y elementos de noria, y con el topónimo significativo de al menos un recinto

4 Agradecemos la información facilitada por D. Gonzalo Martínez Español en relación con la zona, producto de su
90
fortificado. Su distribución no obedecería a una ordenación de estructuras de habitación, y

parece probable su dedicación a la explotación de las ricas tierras cercanas al río y a las aguas

del mismo.

Los datos de esta alquería parecen completarse con la información que poseemos de una

posible necrópolis en una finca cercana al yacimiento. No se han encontrado restos en

superficie, pero la información del propietario sobre unos enterramientos aparecidos hace unos

años, nos hace intuir con las reservas oportunas la relación entre ambos yacimientos.

La información se completa con los restos de un aljibe de época islámica que debió de

pertenecer a una pequeña explotación rural, y con el asentamiento de Cañada Catalina, ubicado

como su nombre indica en una vía pecuaria, y que estaría relacionado con los movimientos

ganaderos. Este hecho se ha contrastado con asentamientos similares en la pedanía de La

Canalosa en Hondón de las Nieves, donde quedan numerosos restos de construcciones

dedicadas al refugio del ganado. Son generalmente cuevas y covachas artificiales con restos de

pesebres para el forraje. En algunos casos, se construyen muros paralelos de mampostería a una

distancia de unos 10 metros, con una cubierta de madera y cerrados con empalizadas.

A partir de la conquista almohade, se vuelve a ocupar el Castillo del Río, en una nueva

ordenación del territorio que comprendería una serie de alquerías en torno a este asentamiento

fortificado o Hisn (Azuar, 1994). Su ocupación hasta finales del siglo XIII, va a coincidir con la

ocupación cristiana del asentamiento. A partir del año 1243 en que se firma el Pacto de Alcaráz,

la presión política del denominado Protectorado Castellano, supuso una verdadera conquista y

represión militar de las poblaciones musulmanas, y así, entre ésta fecha y la de 1252, la

población islámica comenzó a abandonar paulatinamente el Castillo del Río, para instalarse en

el llano del Aspe actual (Azuar, 1994). El proceso de feudalización de la zona, que termina con

la expulsión de los habitantes del recinto fortificado y su establecimiento en zonas cercanas a la

actual Aspe, permitió el aumento de la población en el enclave actual y su desarrollo urbano.

Este dato lo corrobora el conocido privilegio de Alfonso X a la ciudad de Alicante del 29

de agosto de 1252, donde se nombran dos poblaciones: Azpe el Viejo y Azpe el Nuevo. Este

hecho, encuentra paralelos en otras poblaciones cercanas como es el caso de Novelda y Agost.

91
investigación.
En cuanto a su abandono, parecer ser que éste acaeció hacia el 1270, cuando en los privilegios

otorgados, únicamente se nombra una localidad conocida como Azpe.

Tras la conquista cristiana del Castillo del Río, la población que habitaba la zona cercana

al río Tarafa en forma de una alquería, debió de aumentar considerablemente, llegando a

conformar una villa en clara expansión. Ya en el siglo XIV, tenemos datos documentales que

nombran las reparaciones en unos baños en Aspe (Ferrer i Mallol, 1986).

A nuestro entender, la zona del casco urbano que debe ser considerada como la primera

ocupación de la villa, tendría que incluir parte de la localidad que se halla cerca del río Tarafa.

Concretamente, en la orilla izquierda del río, comprendería el Barrio de El Castillo hasta la calle

Poniente al norte, el camino Estrecho de Novelda hacia el noreste, y prolongando el Camino

Arena hasta el Camino Carril hacia el noroeste. En la orilla derecha del río, partiendo del Puente

del Baño y la Avenida de la Constitución, seguiría por la calle Genaro Candela, Teodoro Alenda

y calle Concepción, que tras cruzar la calle San Pedro, continuaría por la calle del Barranco

hasta el río Tarafa.

En los orígenes del desarrollo de esta villa debió de tener gran importancia el

aprovechamiento de las aguas del río Tarafa para su uso urbano y su posterior reclamo para la

agricultura. Este uso está contrastado por las numerosas obras que todavía pueden observarse a

lo largo del río Tarafa. Las rafas y azudes permitían canalizar el agua en acequias que se

dirigían a zonas urbanas donde, lavaderos, molinos y fuentes permitían su aprovechamiento,

tras el cual eran destinadas para su uso agrícola. Eran tres las acequias que atravesaban en parte

la villa de Aspe. Todas ellas nacidas de las rafas del cauce del Tarafa: la acequia del Aljau, se

dirigía por el margen izquierdo del río Tarafa hacia la huerta del mismo nombre. Hemos

localizado restos de ésta antigua acequia de tapial islámico en el sector D de la alquería de El

Aljau, lo que nos llevaría a considerar su antigüedad en torno al siglo XIV aproximadamente.

La acequia del Fauquí se dirigía por el margen derecho del río, adentrándose en la zona urbana

actual por la plaza de San Juan, hasta la calle Honda desde donde bajaría hasta el Puente del

Baño. La acequia de El Hondo de las Fuentes, partía paralela al río y cercana a su cauce y su uso

era probablemente para los molinos, y lavaderos.

Esta zona, cercana al río debió ser la primera ocupación de la villa, que tras el aumento

92
de población de finales del siglo XIII, pasó a ocupar la suave ladera del margen derecho, donde

posteriormente se construiría la iglesia, y el palacio del duque de Maqueda.

En el perímetro del casco antiguo, se pueden distinguir los siguientes accesos al recinto

medieval: El Portal (topónimo significativo), entre la calle San José y la calle San Pedro,

conduciría hasta el camino de Elche; otro acceso entre las calles de Teodoro Alenda y

Concepción, a la altura de la calle San Rafael. La puerta de Alicante debió de estar entre la calle

Santa Faz y la calle San Miguel. Otro acceso en la Avenida de la Constitución, en la confluencia

entre la calle Genaro Candela y su prolongación hacia la calle Severo Ochoa, conduciría has la

población de Novelda. No estamos hablando de un recinto amurallado ni defensivo, a no ser

por una pequeño murete, sino del espacio urbano medieval, interpretando su estructura y su

posterior evolución urbana.

Existen evidencias de enterramientos humanos en distintos puntos de la localidad,

aunque bien es cierto que no poseemos fuente documental ni material alguna. Todos los datos

nos han sido proporcionados por informaciones orales, y aunque algunas de contrastada

seguridad, presentamos datos con la pertinente precaución.

Parece ser que hasta fecha de mediados del siglo XVII, los enterramientos se realizaban

en el interior de la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro. Probablemente, el primer cementerio

(urbano en este caso, por anterior al edicto de Carlos III), parece estar cercano a la iglesia. Existe

documentación sobre un párroco que sale de la iglesia por su puerta norte para visitar el

cementerio cercano. Este, sería probablemente, un osario o vaso común cercano a la iglesia entre

la calle Santo Tomás y el llamado Callejón de los Novios. Por otra parte, existen evidencias de

restos humanos aparecidos en los alrededores de la Ermita de la Concepción, si bien, esto no es

extraño ya que no todos los feligreses tendrían la oportunidad de enterramiento en la iglesia. Se

han encontrado, además, restos en la calle de la Cruz. Sin embargo, los únicos que podemos

afirmar gracias a las evidencias directas que hemos constatado, son una antigua necrópolis del

siglo XVIII o XIX, que se encuentra de bajo de El Colegio Público Doctor Calatayud, y otro, del

que no podemos precisar si es anterior o posterior, aunque está más separado de la villa, en los

comienzos de la calle Barítono Almodóvar.

La comprobación de estos datos nos llevaría a confirmar en futuras intervenciones

93
urbanas el crecimiento urbano de la villa, estableciendo la cronología de las posibles necrópolis,

así como otros estudios particulares acerca de nuestra población.

Hacia 1602, el papa Clemente VIII, por bula del 28 de mayo, aprueba la creación de una

parroquia en Aspe. El obispo de Orihuela, ordena que se construya una nueva iglesia, junto a la

ya existente, que se encontraba bajo la advocación de Santa María de la Aurora, y que era la

antigua mezquita5, ya en mal estado6. Esta iglesia disponía de la renta de 1 tahúlla y cuarta en

la Huerta Mayor y de dos en la Huerta del Aljau. Entre otras hipótesis, se baraja la construcción

de la actual iglesia de nuestra Señora del Socorro, entre 1650 y 1737, bajo la dirección de

Francesc Verde y Pere Quintana (Mejias López y Candela Guillén, 1998). La fachada principal

fue obra de Nicolás de Bussi (1682-1684), y las laterales se dirigieron por José Terol entre 1685 y

1710. El campanario y la cúpula pertenecen a la mano de Lorenzo Chápuli, que las acabó en

1736. La Ermita de la Concepción se fecha también a principios del siglo XVIII.

La Casa Palacio, hoy sede del ayuntamiento municipal, es una obra de principios del

siglo XVII. Se construyó junto al Hospital (antigua oficina de la C. A. M) de la Plaza de los

Álamos, que en la actualidad es la Avenida de la Constitución, sobre un solar que ocupaba el

Oratorio de San Juan tras su derribo (Cremades Cremades, 1966).

Es de destacar la construcción sobre le río Tarafa de un puente de mampostería que se

solicitó al marqués de Elche hacia 1767, pues el antiguo que había de madera lo había arrancado

la riada del año anterior. El señor de Elche accede a ello, pero no debió de ser de mampostería,

pues se arruinó a mediados del siglo XIX.

Otra obra pública importante es la canalización de agua que se realizó desde Aspe hasta

Elche en 1785. Desde la Fuente Barrenas, muy cerca del cauce del Tarafa, se abrieron dos minas

de agua que alumbraron 75 caños. Se tendieron 18. 000 varas, 15 puentes, 23 alcantarillas, 14

garitas y 6 pilas descubiertas (Cremades Op. Cit.). Esta obra de ingeniería fue realizada por el

ingeniero aspense D. José Gonzálvez de Coniedo.

5 Sólo hemos encontrado una referencia sobre una mezquita en Aspe: es un privilegio de Pere el Ceremonioso con
fecha de 25 de noviembre de 1366 donde se le permite a los sarracenos del lugar el rezar en la mezquita del lugar.
Archivo de la Corona de Aragón, reg. 913, f. 91 v.
6 Obispado de Orihuela. Bula Apostolici Numeris de 28 de mayo de 1602, Primer libro de Mitra, folio 181, en
94
Curato de la iglesia de Aspe.
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