Lugar y territorio: Una aproximación multidimensional a la noción de espacio habitado para pensar y habitar la ciudad del siglo XXI a partir del concepto de topofilia
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Lugar y territorio - Carlos Mario Yory
Universidad Piloto de Colombia
Presidente
José María Cifuentes Páez
Rectora
Patricia Piedrahíta Castillo
Director de Publicaciones y Comunicación Gráfica
Rodrigo Lobo-Guerrero Sarmiento
Director de Investigaciones
Mauricio Hernández Tascón
Coordinador general de Publicaciones
Diego Ramírez Bernal
Decana Administrativa Programa de Arquitectura
Patricia Farfán Sopó
Decano Facultad de Arquitectura y Artes
Édgar José Camacho Camacho
© Lugar y territorio
Una aproximación multidimensional a la noción de espacio habitado para pensar y habitar la ciudad del siglo XXI a partir del concepto de topofilia
Autor
Carlos Mario Yory
Taller de Topofilia
Colección
Hábitat y territorio
Prólogo
Daniel Hiernaux
Grupo de investigación
Hábitat, diseño e infraestructura
ISBN
978-958-8957-49-4
Primera edición - 2017
Bogotá, Colombia
Corrección de estilo
Adriana Roque Romero
Diseño de portada - Diagramación
Daniela Martínez Díaz
Departamento de Publicaciones y Comunicación Gráfica de la UPC.
La obra literaria publicada expresa exclusivamente la opinión de sus respectivos autores, de manera que no representan el pensamiento de la Universidad Piloto de Colombia. Cada uno de los autores, suscribió con la Universidad una autorización o contrato de cesión de derechos y una carta de originalidad sobre su aporte, por tanto, los autores asumen la responsabilidad sobre el contenido de esta publicación.
Yory García, Carlos Mario, 1961-
Lugar y territorio : una aproximación multidimensional a la noción de un espacio
Habitado para pensar y habitar la ciudad del siglo XXI a partir del concepto de topofilia /
Carlos Mario Yory; prólogo Daniel Hiernaux
Bogotá : Universidad Piloto de Colombia, 2017.. (colección hábitat y territorio)
258 páginas :
Incluye referencias bibliográficas (páginas 245 – 254)
ISBN: 978-958-8957-49-4
1. DESARROLLO URBANO-ASPECTOS SOCIALES
2. URBANISMO
3. GLOBALIZACION-ASPECTOS SOCIALES
CDD 307.14 / Y65 l
CARLOS MARIO YORY
Arquitecto, Magíster en Filosofía, Especialista en Cooperación para el Desarrollo de Asentamientos Humanos en América Latina y África, Doctor Suma Cum Laude en Geografía Humana con un Posdoctorado en Antropología Social. Actualmente se desempeña como consultor internacional en temas de desarrollo territorial, políticas públicas espaciales y construcción social del hábitat y el territorio. Es profesor invitado en numerosas universidades de Europa y América Latina y docente e investigador en la Universidad Nacional de Colombia y en la Universidad Católica de Colombia. Cuenta con más de setenta publicaciones entre las que se encuentran los libros: La Construcción Social del Hábitat (2015); Desarrollo Territorial Integrado (2013); Espacio público y derecho a la ciudad (2011); Pensamiento Urbano Contemporáneo (2009); Pensando en clave de hábitat (2008); Espacio público y formación de ciudadanía (2007a); Topofilia o la dimensión poética del habitar (Segunda Edición 2007b); Ciudad, Consumo y Globalización (2006); Ciudad
y Sustentabilidad (Vols. I, II y III. 2004-2005-2006); Topofilia, Ciudad y
Territorio (2005); Ciudad y Posmodernidad (2002a); Del Monumento a la Ciudad (2002b) y Topofilia o la dimensión poética del habitar (Primera Edición 1998).
Agradecimientos
En mi búsqueda permanente por la comprensión de lo que es un lugar, acaso en realidad buscando el mío, debo agradecer, por su aporte o su ejemplo, a un gran número de personas que a lo largo de mi vida me han acompañado como testigos permanentes de mis ires y venires, de mis paraísos y de mis tormentas.
A mi compañera de marcha Tatiana —con quien construyo lugar día tras día— por su amor, su fuerza, su inmensa sabiduría y su coherencia.
A mis hijos Alethia, Lorenzo y Matías quienes en su orden me recuerdan, siempre, el valor de ser sí mismo, el de ser consecuente a cada paso y el de ser apasionado y entregado a lo que hacemos.
A los integrantes de mi círculo de afectos más cercanos: Juana, por su nobleza y lealtad; Paz —corazón de nido—, por ser un ejemplo en el arte de creer y de crear; Aurora, Chema, Doberti y Enrique, por cuidar con esmero la fuente de la eterna juventud; Hernando —pastor de unicornios— por demostrar que para liberarnos de la culpa siempre es mejor vivir en la literatura que de ella; Mario —el timbalero mayor— quien con su torrente musical me aportó la clave del sabor; Pablo —amigo juglar— quien me transmitió su amor por las montañas; Daniel quien me recordó que lo importante en la vida es actuar; Samuel —el caballero blanco— quien en vano me mostró el buen camino de la mesura; Carlos, quien me recordó la importancia de no parar de buscar; Felipe quien me enseñó que siempre se puede empezar de nuevo; Marcio —sonrisa de abrazo—, quien me ilustró en el arte de escuchar; Arturo, quien me recordó que la vista es un sentido pero la mirada es una decisión, y que pocas cosas son más serias en la vida que el juego y el humor; Stefano —alma de gato—, quien me enseñó que la vida es una apuesta que se juega en cada decisión; Bernardino —maestro del viento y de la levedad— quien me recordó cómo es todo el mar quien nos baña en cada ola, como es todo el vino quien nos sacia en cada copa; Roberto —ave zancuda—, quien me ilustró en el arte atento y serio de pescar; el otro Pablo —amigo de sus amigos— quien me mostró como hacer de la fragilidad una fuerza; Eduardo —elegante y liviano como una mariposa— quien me enseñó que la vida es un gerundio; Luis Fernando, quien me recordó que la prisa no es más que un vano afán; Jaime, quien me enseñó que más allá de la palabra está la acción y más allá de la acción está el silencio; Fernando, quien siempre me aportó luz con su mente clara y limpia como la risa de un niño.
A esos otros seres-faro que me han acompañado en mi búsqueda: Afrodita —culpable de mi pasión por la belleza—, quien a través de un beso me enseñó que una cosa es el tiempo y otra es la duración; Minerva, quien interrogando siempre al mar me inculcó el placer que acompaña la búsqueda del conocimiento; Prometeo desencadenante, quien al desatar los caballos de la cuadriga de Zeus me transmitió la pasión por la creación y la libertad; Epicuro y Heráclito por demostrar que nadie se acuesta dos veces con la misma pareja; Espartaco, por derrumbar de un solo golpe la estatua de la libertad; Abelardo, por haber inventado el amor; Galileo Galilei, porque como un sastre galáctico supo enhebrar el universo entero en el ojo de una aguja; Leonardo da Vinci, por hacer sonreír a la Monalisa; Giordano Bruno, por creer en la armonía de los mundos haciendo tantos mundos posibles; Alonso Quijano, por demostrar que la historia no se hace de ínsulas sino de travesías; Johann Sebastian Bach, por sus inmensas catedrales y sus fugas a tiempo; Joseph-Ignace Guillotin, por no dejar títere con cabeza; Friedrich Nietzsche, porque, como Calígula, demostró que sólo se puede confiar en los caballos y que Dionisio es la más digna alternativa al crucificado; Emiliano Zapata, por probar que la revolución es un estado y no un Estado; Martin Heidegger, por sembrar la duda entre ser y tiempo y ser a tiempo; John Coltrane, Miles Davis y Thelonious Monk, por batir en una sola coctelera las mejores notas de saxo, trompeta y piano que se puedan escuchar; Bob Marley, por sus hermosos dibujos danzantes exhalados con el humo plomizo de sus fantasmas y de sus deseos; Héctor Lavoe —cantante de los cantantes—, por alcanzar la vida eterna como premio por haberse suicidado tantas veces; Joan Manuel Serrat, por enseñarme a amar el Mediterráneo; Joaquín Sabina, por denunciar al ruido y llamar las cosas por su nombre; Jiddu Krishnamurti, por saber decir lo indecible, nombrar lo innombrable y dar cuerpo a ese espantoso alarido al que damos el nombre de silencio; Giacomo Casanova, por no hacer distinción entre las doncellas y las putas; Rainer Maria Rilke, por explicar por qué la belleza es el comienzo de lo terrible; Vicente Huidobro, por enseñarme a volar en paracaídas; Constantino Kaváfis, por todas sus Ítacas; Antonio Machado, por fundar la mejor escuela de ingeniería de caminos y liberar la incurable otredad que padece lo uno; Friedrich Hölderlin, por probar que es poéticamente como mejor se habita el mundo; Fernando Pessoa y León de Greiff, por demostrar que no somos uno sino una polifacética colección de muchos yoes; Maqroll, el gaviero, por probar que la vida cabe en una maleta; Camarón de la Isla, por ser como el aire; Aloysius Bertrand, porque a través de Gaspar me enseñó a amar los rincones y a andar a media noche por los tejados y los callejones; Kwai Chang Caine, por oponer al valor del encuentro el de la búsqueda; Sun-Tzu y Jorge Luis Borges —el inmortal—, por anunciar que sólo sabe quién es, quien va a la guerra; Atahualpa Yupanqui, por demostrar matemáticamente que si los caminos son huellas en la tierra y nada más, nada en verdad está demasiado lejos; Hamlet, por lograr dar nombre a las formas cambiantes de las nubes; Nelson Mandela, por probar que sólo está en la cárcel quien se asume detenido; Tenzin Gyatso —14 Dalai Lama—, por demostrar que no hay mejor resistencia que la insistencia, y que ver y entender van de la mano; William Ospina, por ser capaz, no exento de heridas, de traducir el canto de las sirenas; John Connor, por insistir en su lucha contra la era de las máquinas; Homero Simpson, por deshonrar el papel asignado al dios-televisor; Caronte el barquero, porque sin juzgarme me tendrá reservado siempre un buen asiento; y tantos otros maestros y referentes, anónimos muchos de ellos, que habitan en mí y me acompañan en mis festejos y mis aventuras, en algunos de mis delirios y en todos mis desvelos.
Finalmente, aunque jamás en último lugar, a mis montañas sagradas, por hacerme entender que la cumbre no es un destino sino una puerta: el Aguacatal en Tierradentro, donde una vez toqué la zampoña con el viento; el Chocolatero en La Calera, donde, con mi hija-niña cantamos canciones antiguas, siempre frescas; el Volcán Villarica en Pucón, donde pude por fin arrojar todo mi fuego; el Tepozteco, donde tantos otros dejaron su último aliento; la Sierra Nevada de Santa Marta, donde me enfrenté al abismo gracias a la guía de un carnero; la serranía del Cocuy, donde aprendí que a veces es necesario perderse para encontrarse; las nieves perpetuas del Annapurna, donde pude tocar la cola de Orión y escuche el resoplido del dragón dormido que es el Himalaya entero; los senderos abismales de Lantang, donde sus pobladores me enseñaron a darle siete vueltas al diablo para distraerlo; el cerro de Iguaque, donde Moisés me entregó los cien aforismos del viajero; el Huayna Picchu, que escalé una tarde sólo para ver el color de una flor en el más alto templo; la inexpugnable montaña de Corinto, donde la muerte me enseñó a no meterme en nada de donde no pueda salir por mí mismo; el Perito Moreno, donde fui raptado por un cóndor que me paseo por el glaciar completo; el monte Kailash, donde aún tengo pendiente una peregrinación; y el siempre sabio Monte de Venus donde una vez consagré un templo e inventé una religión.
Prólogo
¿Es posible un pró-logo cuando el autor de la obra enfrenta, con su propio logos , la esencia misma de nuestra vida en la faz de la tierra? Es la pregunta que me hice antes de tomar la pluma —en términos actuales, al engancharme al teclado— para escribir estas pocas páginas, con las que me honró mi amigo Carlos Mario Yory, al pedírmelas. Pero, a pesar de las dudas, el compromiso es inexorable y, como niño en edad escolar, la tarea se hará a pesar de ellas.
Siempre he tenido un interés sostenido por conocer el autor de una obra —y, cuando sea posible, en persona— porque la personalidad, la gestualidad y el hablar de quien escribe permite abrir una puerta hacia un conocimiento distinto de la obra. Conocerlo es como entrar en un mundo paralelo donde el autor no es autor sino una persona viva que no sólo nos muestra cosas, sino que hila para nosotros historias de espacios y en espacios nos hace partícipes de su vida. Si bien conocía personalmente a Carlos Mario, pienso ahora entenderlo mejor, porque en la larguísima introducción a su obra nos introduce a su propia persona. Lo que llama una breve autobiografía científica
llega a constituir una quinta parte del todo. Un reto evidente para el lector. Basta recordar la larguísima introducción de Henri Lefebvre a La producción del espacio (1974), donde afirma lo esencial de lo que debe ser dicho y que será afinado, completado y en ocasiones contradicho a lo largo de las páginas consecutivas.
Debo decir que empecé por el inicio, como lector tradicional, marcado además por la tarea que me asignó el autor, seguro de que de esta manera progresiva entendería mejor los aportes de la obra. Pero resultó que el autor mismo brincó por las páginas-ventanas para contarme quién es, toda vez que en algunos momentos nos hace saber que a la vez es y no es esa suerte de poeta-geógrafo moderno que nos parece creer leer.
En los últimos años, las obras autobiográficas han brotado en abundancia entre geógrafos. Son una suerte de Ego-geografía
, como calificó la suya propia el geógrafo político y epistemólogo de la geografía, Jacques Levy. La introducción de Yory es exactamente esto: un recorrido, no tanto por su andar científico
, como lo titula, sino por un caminar vital por los pliegues de una personalidad que no duda en mostrar simultáneamente lo que es en su trabajo y su vida personal. Pero, ¿podemos realmente separar los dos? Por lo menos, en el caso de Carlos Mario, no lo siento así. Lo que escribe en esta obra es tan personal como científico, lo cual define la calidad misma de la obra. Por lo tanto, como debe ser, la introducción es a la vez un todo y un fragmento de lo que nos quiere mostrar el autor.
La temática central no es menor: colocarse cara a cara con los conceptos de espacio y lugar, osar manifestar que ofrece una nueva interpretación del concepto de Topofilia
, con el aura que le otorgó ni más ni menos que Yi-Fu Tuan, el mayor geógrafo-filósofo o quizás filósofo-geógrafo vivo. El objetivo es fuerte, casi podría decir que es una suerte de manifiesto filosofal que merece ser leído con detalle.
Una obra anterior se había enfrentado ya al mismo tema, pero es evidente y la introducción bien lo muestra, que el trabajo directo en campo ha reforzado la peculiar concepción de Yory sobre la topofilia, el espacio y el lugar. En esto, confirma lo que la geografía clásica francesa sostenía a partir de la expresión de Paul Vidal de La Blache: la geografía se aprende por los pies
. Esto se entiende a la par de afirmaciones similares de un muy distinto contemporáneo de Vidal, Élisée Reclus, sobre la indispensable unión de la reflexión con la presencia-vivencia del geógrafo en campo.
El etéreo discurso posmoderno, tan alejado de la realidad material muestra todo lo contrario. Pero, frente a esa confrontación de posiciones, Carlos Mario no duda en articular sabiamente su formación filosófica con el peso de la materialidad que le enseñó a valorar su formación inicial de arquitecto y que reforzó con la geografía.
Afirmar que todo lugar es un encuentro, o la posibilidad del mismo, es una afirmación fuerte que recoge quizá lo mejor de la micro-sociología de Erving Goffman y de los demás apóstoles del interaccionismo simbólico, aunque Yory no lo mencione explícitamente. Despojado de su materialidad inmediata, el lugar ofrece entonces la posibilidad de un encuentro cuya realización, su concretización, sin embargo, depende y a la vez integra la materialidad del mismo. Así, le otorga un sentido no previo al encuentro, sino concurrente con él. Conviene retomar las palabras mismas de Yory en este texto cuando señala que el lugar resulta ser la forma que cobra el espacio a través de la apertura y puesta en obra de la naturaleza relacional de nuestra existencia ya que no entramos en relación con éste sino con
el otro y con el mundo a través de él
.
En este sentido, el lugar se hace, se construye a partir de la co-presencia tanto con los objetos materiales como con otros seres quienes, como nosotros, también hacen lugar
. El autor va incluso más allá cuando señala que este acto de hacer lugar
no sólo construye el momento y el lugar, sino que es el material inmediato de nuestra propia construcción como seres-en-el-mundo. Efectivamente, como bien lo señaló Heidegger, el ser no puede existir sin esa presencia en el mundo, por lo que, como lo anota justamente Yory, el mundo debe entenderse como esa colección de seres en interacción que buscan habitarlo para darle sentido. Así construyen lugares en el sentido más amplio de la voz construcción- como acto de formar el mundo a la manera de un ceramista.
Con estos planteamientos de partida, la topofilia es revisitada por Yory: el autor replantea lo que entiende por topofilia, sin un ápice de arrogancia que equivaldría a criticar y demoler los aportes de Bachelard, para el cual la topofilia es una construcción poética del espíritu, o la versión empática de Tuan que refleja un sentimiento del ser humano hacia el lugar. En sus propios términos, señala que Topofilia no es un sentimiento o un juicio estético sino un acto, el acto de co-apropiación originaria entre el ser humano y el mundo mediante el cual el mundo se hace mundo, en la apertura que de él realiza el ser humano en su naturaleza histórico-espaciante, y el ser humano se hace humano en su espacializar.
La posición del autor es clara: la topofilia es, entonces, un acto de co-apropiación entre humanos y mundo que construye a los dos. Yory logra así dar un sentido mucho más material y a la vez social a un concepto que, en las acepciones aportadas por los autores ya referidos, se mantenía en el campo de los afectos o del espíritu. Bienvenida sea entonces esta forma particular y, sin duda, muy rica manera de entender el acto de habitar, la esencia de lo humano, como topofilia. Ella abre la puerta no sólo a reflexiones conceptuales enriquecedoras —cara inmediatamente visible del aporte de Yory—, sino a algo que es ciertamente mucho más importante: la puesta en escena del actuar, junto con la posibilidad de interpretarlo como co-apropiación y no sólo como acto de construcción/edificación; interpretación esta última que es la que predomina en el mundo entendido solamente desde su materialidad. En este sentido, entender el habitar resulta ser el sustrato indispensable para una teoría del lugar. Yory no dudará en usarla en diversos momentos a lo largo del libro para entender la globalización o explicar las nociones de mapa y de cartografía, por ejemplo.
Este planteamiento, que me atrevo a considerar como fundacional de una manera de entender la relación de los seres humanos con el mundo, lo es también de una forma de coadyuvar a esa mutua construcción del mundo y de las personas. Yory justifica —como si fuera necesario— la manera particular de intervenir en el mundo actual que ha propuesto a varias instituciones que han aceptado su particular lectura del habitar, del lugar y de la topofilia, utilizándola como guía para la realización de trabajos concretos al interior de programas innovadores que han recibido una amplia aceptación en varios lugares del mundo.
El resto del libro, denso, fascinante y complejo, hace un repaso de varios de sus puntos de vista, que sólo pueden entenderse a partir del sustento filosófico que otorga a los conceptos centrales que utiliza en la introducción y en el inicio mismo de la obra. La segunda parte muestra lo que suponemos es la síntesis de sus reflexiones a partir de sus experiencias concretas en el medio urbano. Siempre cargando al hombro, como una inseparable mochila, su peculiar interpretación de los conceptos de espacio, lugar, topofilia y habitar.
Esta segunda parte nos lleva a lo local, inclusive a lo micro-local. Enfrentar la escala de lo local, por ejemplo en las discusiones y experiencias sobre el espacio público, implica acercarse a la materialización de los conceptos resguardados en la mochila. Y, de repente, otras pruebas de fuego se presentan al autor: la ciudadanía, por ejemplo, que desde su propuesta debe redefinirse a partir de dos elementos. Por un lado, por la presencia del otro que co-construye el mundo a partir de su previa elaboración histórica como ser/actor. Por otro, desde sus concepciones acerca de cómo hacer dicha elaboración a partir de lo que llamamos cultura. La ciudadanía se encuentra así ligada indisolublemente al entramado de formas distintas de construir el territorio, es decir, de habitarlo. Lo mismo implica de por si la apropiación diferencial del mundo por medio del lenguaje que siempre ejercen comunidades de habitantes.
La tercera parte de la obra nos eleva a una escala mayor: la de las regiones, macro-regiones y espacios globales. ¿Cómo no pensar que estos sobrellevan una reestructuración a partir de modos distintos de habitar? La creciente información que nos llega de espacios antes inalcanzables y desconocidos por la mayoría, nos muestra un mundo que tiende a homogeneizarse. En términos del autor, a re-construirse a partir de normas de co-construcción impuestas por discursos dominantes, aliados esencialmente del modo de pensar neoliberal que se ha vuelto la punta de lanza de la conquista del territorio. Frente a esto, como bien dice Yory, debemos mapear el territorio, no sólo desde su materialidad, sino también desde su formación histórica, sus quiebres y sus movilidades permanentes.
Esta parte tiene la intención de mostrarnos, finalmente, la aplicabilidad de los conceptos ofrecidos al lector en las escalas donde quizá se define el devenir de esta masa amorfa, líquida e insospechadamente transformable que es el mundo actual. Finalizar el trabajo con el tema del patrimonio no es simple efecto del azar. Quizá, a través de esa temática podemos entender mejor cómo el patrimonio se maneja desde territorialidades múltiples, no siempre complementarias o articuladas armónicamente. Esto, a la par de identidades de geometría variable que recomponen lo local y definen un enlace global entre ciudades y territorios antes anclados en un espacio-tiempo marcado por el aislamiento; en sí, un cronotopo existencial del pasado y en vía de desaparición.
Suficiente es este prólogo, hecho para invitar a una lectura densa que, además, puede llevarse a cabo de manera no lineal. Lo esencial es entender la voluntad de aclaración y construcción epistemológica que propone Carlos Mario Yory, para después enfrentar uno que otro capítulo de una obra que marcará un parteaguas en la forma de pensar el espacio y el habitar de no pocos lectores. Sospecho que es también un hito en el pensamiento, un momento de reflexión y un alto en el camino que ha seguido el autor desde hace varias décadas.
Con todo, Carlos Mario Yory se auto-postula como un ser nómada, un incesante caminante, un devorador de paisaje, alguien con una identidad múltiple y compleja, lo que en mi opinión lo conduce a tomar distancia de la estabilidad, siempre sinónima de una indebida seguridad sobre la validez de ciertos conceptos a través del tiempo. Móvil, nómada como es la persona, me atrevo a pensar que en cierto tiempo —el plazo necesario para madurar las reflexiones que emerjan de las nuevas experiencias que, no dudo, colmarán su vida en los próximos años—, veremos un nuevo trabajo. Una obra que moverá las bases del pensamiento geográfico del mundo actual, matizada seguramente por nuevas reflexiones filosóficas sustentadas en renovados usos de la arquitectura y, sobre todo, en la experiencia tan abierta que nos ha mostrado Carlos Mario Yory a lo largo de esta obra que he tenido el profundo gusto de prologar.
Daniel Hiernaux
Santiago de Querétaro, México
Febrero de 2016
Un lugar es siempre una orientación para la acción,
o sea una noción y una orientación en la relación
con el cuerpo del otro o sea una emoción.
—Muntañola
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
FRÍO EN EL TRÓPICO. A MANERA DE BREVE AUTOBIOGRAFÍA CIENTÍFICA
PRIMERA PARTE
EL LUGAR DEL LUGAR EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN
I. La pregunta por el lugar como pregunta histórica
1. El lugar de la historia en la emergencia histórica del lugar
2. La construcción de lugar más allá de toda monumentalización
3. ¿El mejor de los mundos posibles?
4. Desafíos para la idea de lugar en un mundo global
II. Mapas y territorios en tiempos de globalización:
Una aproximación desde las relaciones entre historia y geografía
1. De la caligrafía del tiempo a la cartografía de una nueva espacialidad
2. La recomposición de la idea de mapa en medio de una geografía de la aleatoriedad
3. El mapa del territorio: una aproximación desde las relaciones entre las nociones de línea y de frontera
4. Consecuencias para la definición de orden urbano
5. Más allá del mito de la unidad del mapa: a manera de conclusión
III. La noción de lugar a partir de un giro en el pensamiento geográfico
1. Pensar los giros contemporáneos en la idea de lugar desde las relaciones entre lo local y lo global
2. Apuntes para la comprensión de un giro
en el pensamiento geográfico en torno a la idea de lugar concebido a partir de los cambios de estado de la materia
3. ¿Y si la tierra es plana?
4. La crisis económica como crisis de sentido al interior de la idea de lugar
IV. El concepto de topofilia entendido como teoría del lugar
1. Acerca de la naturaleza del espacio habitado
2. El concepto de topofilia
3. La vivienda como forma del decir
topo-fílico del espacio habitado
4. El concepto de topofilia entendido como lugar de ser
5. Topofilia, sentido de lugar y ser-con-los-otros
SEGUNDA PARTE
DEL TERRITORIO DE LA CIUDAD AL LUGAR DE LA CIUDADANÍA
V. Desbordamiento urbano y emergencia de la ciudad: una aproximación a la comprensión de las relaciones entre lo local y lo global a partir de la lógica de las territorialidades emergentes
1. De la aldea global
a la ciudad-mundo
2. La emergencia del fenómeno urbano y su demanda de desarrollo territorial integrado
3. Lo urbano como correlato primero y fundamental del mundo
4. Complejidad, consumo y globalización
5. Entre lo local y lo global: el reto del desarrollo territorial integrado
VI. Espacio público, políticas culturales e identificación territorial: una aproximación desde el concepto de Ciudad Educadora
1. El concepto de Ciudad Educadora (CE) y su rol en la potenciación de una noción proactiva de cultura urbana
2. El papel de la cultura al interior de un proyecto de CE
3. Cultura urbana, autoafirmación y ciudadanía, o la entrada en valor de la territorialidad entendida como una categoría política
4. Consideraciones de política pública para la puesta en marcha de un proyecto de cultura urbana a partir del espacio público
VII. El lugar del otro
en el espacio público construido de la ciudad: una aproximación a la idea de ciudadanía a partir de la relación entre multiculturalidad, diferencia y acuerdo social-ciudadano
1. Una aproximación a la comprensión de la relación entre hibridación cultural y acuerdo social-ciudadano a partir de las nociones de línea
, de cuerpo
y de otro
2. La hibridación cultural como atributo emergente de la Modernidad: entre la anomia y la formalidad
3. El pluralismo entendido como la dimensión cultural de la política
4. Espacio Público y acuerdo social ciudadano, o los retos de la alteridad
VIII. Construcción social de territorio y formación de ciudadanía
1. Del territorio objeto
al territorio sujeto
de desarrollo
2. La Construcción Social del Territorio (CST)
3. El reconocimiento del lugar del otro como base para la convivencia
4. La dimensión política de la CST: una aproximación topofílica en clave
de pedagogía urbana
5. Principios, acciones y derroteros pedagógicos de la CST desde una perspectiva topo-phílica
IX. Renovación urbana y gestión social del territorio
1. Renovación urbana y sustentabilidad territorial: una aproximación desde el concepto de renovación humana
2. Los retos patrimoniales de la renovación urbana en un mundo global: entre la gestión urbana y la gestión de la ciudad
3. Estrategias de concertación, acción-participación y sustentabilidad económica, social y ambiental de las operaciones de renovación urbana a la luz de su gestión social
4. Indicadores generales y acciones requeridas para fortalecer la gestión sustentable de los actores sociales a la hora de plantear o intervenir en la realización de proyectos de renovación urbana
TERCERA PARTE
EL LUGAR DEL TERRITORIO EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN: DESARROLLO TERRITORIAL, CIUDAD-REGIÓN Y NUEVAS REALIDADES TERRITORIALES
X. Desarrollo territorial integrado, ciudad difusa y nuevas ruralidades: consideraciones propositivas para fortalecer el tema de la ciudad-región
en el diseño y revisión de los planes de ordenamiento territorial
1. De la ciudad a la región: repensando la noción de ordenamiento territorial más allá de las leyes del mercado
2. El papel de la región en la noción de ordenamiento territorial
3. Ciudad difusa, urbanización difusa y desarrollo territorial difuso: una mirada a las relaciones entre la ciudad y la región en el contexto del Desarrollo Territorial Integrado (DTI)