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Los paradigmas de la antropologia mexicana Andrés Medina” INTRODUCCION La antropologia en México posee una larga historia y una indudable presen- cia en el panorama de la ciencia y Ia cultura nacional; expresa de miltiples formas tanto el caracter complejo de su interseci6n en la sociedad mexica- na, como su propia dindmica en tér- minos teéricos y politicos. Frente a Ja actual situacién de cambio intenso y de crisis en el campo de las relaciones mundiales, asi como en el contexto de la transformacién de la propia sociedad. nacional, é¢Cémo ¢s afectada la antro- pologia y cémo reacciona a este entor- no altamente acti * Instinuto de Investigaciones de: Antropologias. UNAM. En el proceso de tratar de responder a estas preguntas aparecerian varios problemas, como el de definir si la co- munidad antropolégica mexicana pue- de ser referida por el predominio de un paradigma, y si es precisamente en este Ambito donde podemos recono- cer los cambios y la asuncién de nuevos caminos, Para atender a esta situaci6n, me propongo en este ensayo recono- cer la manera como algunos destacados antropélogos mexicanos han usado el concepto y si ello nos permite caracte- rizar la situacién de crisis y cambio. Asimismo, en la relaci6n entre la vigen- cia de un paradigma y Ia comunidad que lo sustenta podemos reconocer la situacién vigente en términos de las discusiones teéricas y polfticas. Nueva Antropologia, Vol. XIV, Nim. 48, México 1995. 20 ANDRES MEDINA Es decir, para poder responder a las primeras preguntas me he visto precisa- doa realizar previamente un andlisis que nos permita reconocer el trasfondo en el cual podamos apreciar ¢l cambio en la antropologfa mexicana; por eso este es- crito intenta aportar algunas reflexiones que contribuyan a contestar finalmente las cuestiones mis generales. LA FERIA DE PARADIGMAS. En el afio de 1990 aparecié un ensayo que causaria revuelo en los medios antropolégicos nacionales; bajo el titulo “Derrumbe de paradigmas”, publicado tanto en la revista México Indigena, en su niimero 9, como en La Palabra y et Hombre (Revista de Ja Universidad Ve- racruzana, en su namero 74, ambas en el mes de junio del afio do. Su autor es un destacaclo funcionario guber- namental y prominente anuopdlogo, el Dr. Gonzalo Aguirre Beltran, teérico de importancia fundamental en la poli- tica indigenista y fundador de la escuela mexicana de antropologia, espacio en el que se conjuga con reconocida originalidad Ja antropologia y el indigenismo. El revuelo seria provocado por su lirica anotacién de requiem ante Ja de- sintegracién de los estados del socialis- mo real, y con ella la crisis de la teoria marxista, fuente de una de las mas radicales criticas a la corriente funda- da por Aguirre Beltran. Sin embargo, la cuestién central de su elocuente prédica sobre el indige- nismo sigue siendo el cstauato teérico de la antropologia sobre Ja que se sostie- ne, y que en su ensayo define como el paradigma indigenista. Conesteconcepto se alude, en primer tGrnino, a la sugerente propuesta de Thomas S: Kuhn (1982), en donde se plantea una concepcién de la ciencia que se transforma a través de revolu- ciones, impugndndose la concepcién empirista de ver en el desarrollo de la ciencia un proceso acumulativo en el que el cambio de teorias se da por una creciente adecuacié6n a la realidad. El eje de la propuesta kuhniana es el concepto de paradigma, con el que se remite a algo mds complejo que una teorfa, es decir algo mas que una cons- truccién légica, ¢ implica otros aspec- tos relativos a la organizacién social de Ja ciencia y a su contexto cultural; su propuesta parece mas entendible si la concebimos como una visién del mundo, una perspectiva que remite la trans- cendencia del cambio en la ciencia hasta la misma epistemologia. Ellibro de Kuhn habria de provocar una encendida discusién en el campo de Ia filosoffa de la ciencia y habria de contribuir a la configuracién de un nuevo campo de investigacion, el de la historia de la ciencia; pero su im- pacto tiene como trasfondo histérico lacrisis a que se enfrentan los cientificos, provocada por los efectos de la guerra en Vietnam y el novedoso movimiento pacifista que recorre, en 1968, a los pases del llamado primer mundo y a algunos del tercero, como México. El referente de las reflexiones de Kuhn son las ciencias naturales, en las que la existencia de un solo paradigma se reconoce como un signo de madurez y expresion del desarrollo creativo de LOS PARADIGMAS DE LA ANTROPOLOGIA MEXICANA 21 Ja ciencia en una situacién calificada como normal. Ademis, el énfasis de su anilisis est4 puesto en lo que serian los aspectos internos de la ciencia, dejan- do en un segundo término los exter- nos, es decir, los relatives al contexte social. Su referencia a las ciencias so- ciales es lejana, y en ellas encuentra la coexistencia de varios paradigmas, con lo cual se plantea una discusién sobre la madurez de las mismas, asi como sc abre una interesante reflexién sobre la adecuacién de la propuesta de Kuhn. a las caracteristicas de las ciencias so- ciales. Es este el punto central al cual deseo referirme a] describir la manera en que se ha manejado el concepto de paradigma de su relacién con la comu- nidad antropolégica mexicana. Es decir, no resulta facil hacer una aplicacién mecénica de las propuestas kuhnianasa las ciencias sociales y a las humanidades, a riesgo de distorsionar el andlisis y llegar a conclusiones cari- caturescas, cuando no absurdas. Pero la tentacién ha sido grande y numerosos contendientes se han lanzado a la po- lémica, armados del sistema concep- tual tan sugerentemente expuesto por Thomas S. Kuhn; lo que ciertamente en lugar de aclarar fas situaciones en las que se interviene, se Jes convulsiona todavia més y se propician discusiones endemoniadamente complejas, con mal- tiples referentes, a lo que se anade la particular situacién de las ciencias sociales en México. Este es el caso al que remite el ensayo de Aguirre Beltran; sus interlocutores son otros dos autores que escriben s das obras en las que el concepto de paradigma juega un papel central, sin que, por otro lado, Aguirre Beltran deje de aludir a otros autores también participantes en una afieja discusié6n en torno a la Escuela Mexicana de Antropologia; o como lo dijera aque] magnifico grupo que abriera el fuego de la polémica teérica y politica, en el comienzo de los afios setenta, eso que Haman antropologia mexicana. Los autores interpelados son Cya- thia Hewitt de Alcantara, que publica- ra en 1988 el libro Imagenes del campo: la interpretacién antropolégica del México rival, traduccién de la obra publicada en inglés, en 1984, y L. Vazquez Leon, autor de un provocador ensayo publi- cado en el primer volumen de la mo- numental obra La antroplogia en México. Panorama histérico, que coordi- nara Carlos Garefa Mora; con ello, por cierto, este autor habria de sentar un precedente en el campo de Ia historia de la antropologia al conseguir estruc- turar un esfuerzo colectivo contenido en quince vohiimenes, donde se expre- sa la densidad histérica y teérica de la comunidad antropoldgica nacional (para un comentario mas amplio sobre esta obra véase Medina, A., 1994). El ensayo de Luis Vazquez (1987) es um recuento critico de la discusién teérica y politica de los antropdlogos mexicanos manejando como un ins- trumento analitico central el concepto de paradigma. Sin embargo, lanto Agui- rre Beltran como Luis Vazquez no dis- ciernen con sentido critico alguno la traslacién del conjunto conceptual kuhniano a Ja anvoplogia mexicana, sencillamente Jo aplican con mucho entusiasmo y se da a la tarea de des- cribir los momentos preparadigmdticos, ANDRES MEDINA la crisis de paradigmas, como el marxis- ta, la sobrevivencia y solidez de otros, como el indigenista; y ambos afiaden de su cosecha que otros términos de- rivados del principal; como el del en- sayo de Aguirre Beltran, "Derrumbe de paradigmas”, que ciertamente intro- duce un tono apocaliptico en la discu- sidn, pero que escasamente contribuye a aclarar constructivamente una situacién, de indudable riqueza y complejidad. Hay desde luego otros giros y matices en estos textos, como el de estallamiento de paradigmas, o bicn alusiones a un paradigma dotado de la suficiente vitali- dad, ejemplificado con el indigenismo, o incluso se reconoce en este plantea- miento bdsicamente politico la posibi- lidad de rupturas epistemoldgicas, lo que bien puede considerarse como proba- ble, pero no sin antes resolver la cucs- tién de] caracter de la aplicabilidad de la conceptualizacién de Kuhn. Otros términos novedosos son apor- tados a partir del manejo de esta pro- puesta, pero no hay avance alguno en una discusién en la que encontramos Ja activa participacién de diferentes au- tores desde las mas variadas posiciones tedricas e institucionales y que, en su conjunto, expresan un momento privile- giado para la antropologia mexicana. ‘Tanto Aguirre Beltriin como Vazquez Le6n, en medio de su paradigmdtica euforia, reconocen que la obra en la que por primera vez se maneja el con- cepto de paradigma para hacer una reflexién histérica sobye la antropologia mexicana, y en part ticular con refe- rencia a la cuesti6n agraria, es la de Cynthia Hewitt, en Ja cual se sefiala Ta existencia de sicte paradigmas a través de los que se definen perspectivas teéri cas c investigaciones sobre los problemas turales en México (para una opinién mis extensa véase Medina, A., op. cit.). embargo, el campo de la antro- pologfa abarca muchos otros temas y problemas que los estrictamente rurales; posee un enorme acervo documental, una conciencia de su identidad bastante acentuada y una creciente preocupacién por las cuestiones epistemol6gicas que le atafien, asi como una antigua con- ciencia hist6rica que le ha hecho bas- tante sensible a toda esta discusién del desarrollo de la ciencia, no solo como una manera de entender y construir su propia biografia, sino también como una forma de discutir su orientaci6n al futuro. Evidentemente el campo de la an- tropologia mexicana es algo mas que un conjunto de propuestas tedricas, 0 para decirlo en la linea de la reflexion kuhniana, un movimiento de sucesién, de paradigmnas o un enfrentamiento de los mismos; su referente histérico y mundano es la comunidad cientifica que se instala en una matriz social definida y comparte creativamente sus valores culturales, asi como padece sus vicisitudes econémicas y politicas, mar- cadas por el subdesarrollo, en nuestro caso. Si procedemos a tratar de establecer una relacién entre propuestas tedricas y comunidades cientificas quizés poda- mos tener un manejo titi! y sugerente del concepto de paradigma. De entra- da reconocemos que su sentido no es univoco, sino cicrtamente polisémico y conlleva numerosos riesgos el apli- carlo, lo que ha provocado tal vendaval LOS PARADIGMAS DE LA ANTROPOLOGIA MEXICANA 23 discursivo a nivel internacional que el propio Kuhn se ha retractado de su propuesta original. Tal propuesta es precisamente la que ha transformado sustancialmente la manera en que se reconoce a la ciencia, a sus productos y sus practi- cantes y la que ha tocado cuestiones profundas de indole epistemolégica; a todo lo cual no ha sido ajena la antropologia mexicana. Antes por el contrario, es desde el centro mismo de esta tormenta que se ha abierto una reflexién que, como lo indicara provo- cativamente Esteban Krotz, antopélogo mexicano, comienza casi desde el grado cero, y ha avanzado hasta asumir esta reflexién con todas sus consecuencias ¢ iniciar asi un ditlogo que rinde ya sus primeros frutos, como lo indicare- mos mas adelante. ‘Trataremos de hacer una somera caracterizacién de algunos de los mas importantes paradigmas de Ja antro- lopogia mexicana, partiendo del reco- nocimiento de aquellas comunidades cientificas que los han sustentado. LA CRISIS DE LA ANTROPOLOGIA La desintegraci6n de la antigua Unién Soviética y la wansformacién politica econdmica que viven los paises del flamadlo socialisino realmente existen- te ha impactado profundamente al sistema de relaciones en el mundo y ha quitado el sustento social y politico al socialismo, situando a la teoria mar- xista en una condicién critica. No que dicha teoria se haya debilitado, ni mucho, menos derrumbado, sino que la situa- cién politica contemporénea, de ex- pansién hegemonica del capitalismo transnacional, ha generado una reor- denacién de las relaciones politicas y econdémicas, abriendo paso a toda una gama de ideologias que expresan el avance y el florecimiento de tenden- cias acordes con el nuevo desarrollo econémico y los acomodos politicos correspondientes, algunas de ellas an- teriormente marginales. En el campo de las ciencias sociales, y mas especificamente en el de la an topologfa, todo este proceso de cambio se ha manifestado por la construccién, de propuestas teéricas fundamenta- das en el relativismo. La cuestién no es totalmente novedosa, pues como lo apunta George W. Stocking, en el en- sayo publicado en Nueva Antropologia (1992), es posible reconocer en Ia dis- cusién antropoldgica los antecedestes tanto de la posicién objetivista, muy cercana al positivismo, en la obra de Edward 8. Tylor, como de la subjeti- vista, base del relativismo de la escuela culturalista norteamericana, en los tra- bajos de Franz Boa: Un drea de investigacion donde se enfrentarfan desde muy temprano am- bas tendencias es la del parentesco, en Ja que frente al evolucionismo etno- céntrico de L: H: Morgan, que postula una linea universal de desarrollo his- t6rico para ki bumanidad, y en la que los sistemas de parentesco expresan este proceso de desarrollo por su arti- culacién a las bases materiales de la ociedad, Alfred L: Kroeber sefialaria criterios de orden interno, semiolé- 24 gico, para analizar y clasificar las ter- minologias de parentesco, y desde ahi sentarfa las bases de otra linea de de- sarroillo teérico. Sin embargo, las teorfas dominan- tes tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra estarjan en una aguda crisis en el periodo de la posguerra, sobre todo a partir de los movimientos sociales de los afios sesenta. En este panorama emerge la propuesta de C. Geertz, antropélogo norteamericano, que pronto se convertiria en un pode- Toso movimiento con amplias y pro- fundas implicaciones de orden teérico y epistemoldgico. De Geertz contamos en castellano con dos de sus libros; uno de ellos definido como el que establece los elementos cen- tales de propuesta (1978), cuando en Estados Unidos se estaba Iegando a ex- tremos teéricos muy cercanos al nihilis- mo (véase el interesante comentario de Carlos Reynoso en Ja antologia que pu- blica en espajiol, 1993). El otro texto es El antropélogo como autor (1990), asi como diversos articulos publicados en revistas de la especialidad. Geertz pone el énfasis tedrico y me- todolégico en la comprensién, en el andlisis profundo y en la perspectiva del simbolismo. Su propuesta va cons- truyéndose en varios ensayos, algunos de ellos con agudas observaciones he- chas en un estilo vivaz y atractivo. Una excelente exposicién de sus premisias teéricas, asi como una certera critica, es la que hacen Eduardo Nivon y Ana Marfa Rosas (1991); asi que a él remito al lector para precisar estas alirmaciones. En la antropologia estadunidense a Geertz le sigue un grupo de discfpulos ANDRES MEDINA. que desarrollan sus ideas, llegando algunos a extremos que practicamente abandonan el campo de la investiga- cién cientifica y acuden a otros Ambitos mis cercanos a la poesia y la literatura. La propuesta, no obstante, nos llega y provoca el inicio de una discusién que no alcanza ain su climax y promete momentos trascendentes, como lo su- giere ya el primer namero de la revista Alteridades (1991), dedicado integra- mente a la discusién de las relaciones entre antropologia y epistemologia. Lo que parece claro es que en México no se sigue la perspectativa teérica de Geertz, sino que se entabla una discu- sién a partir de los problemas meto- dolégicos y epistemoldgicos a los que alude. Esto hace més flexible y amplia Ja disquisicién sobre los paradigmas TRADICION CIENTIFICA Y PARADIGMAS EI concepto de tradicién cientifica, que manejaré en este escrito, parte del reco- nocimiento de Ja existencia de una comu- nidad de cientificos, organizados por un miicleo institucional y que expresa su iden- tidad por compartir una concepcién co- min del quehacer cientifico; de las tareas consideradas importantes y de car4cter de sus relaciones con la sociedad, funda- mentalmente con el Estado, pero que sobre todo comparte un saber comin construido histéricamente. Adin cuando es posible reconocer diferentes tendencias teéricas ¢ inclu- sive divergencias notables, existe una base comin manifiesta tanto por la LOS PARADIGMAS DE LA ANTROPOLOGIA MEXICANA 25 filiaci6n institucional como por la par- ticipacién en revistas especializadas re- presentativas de sus intcreses tematicos, tanto desde la perspectiva cientifica como politica, particularmente aque- Ilas que conjugan ambas perspectivas y sefalan asf su insercién especifica en su matriz sociocultural. La cuestién decisiva que nos permite reconocer a una comunidad cientilica y su propuesta teérica y metolégica es su capacidad de reproducirse, lo cual con- sigue por su articulacién estrecha con las escuelas en las que forma profesio- nalmente a los futuros cientificos que engrosaran la comunidad y enrique cerdn sus tendencias basicas. Es decir, el caracter de Ia articulaci6n entre do- cencia ¢ inyestigacién manifiesta de una manera creativa las posibilidades futuras de una propuesta teérica y de su estrategia politica y metodolégica. En este sentido es posible reconocer dos grandes tradiciones cientificas 0 con- cepciones en la antropologia mexicana actualmente, las que se definen por su estructura curricular y por su amplitud tematica y profesional. Una de ellas es la que lamaremos etnolégica, o tambien mesoamericanistica y se inscribe en la wadicién fundada en la Escuela Nacio- nal de Antropologia ¢ Historia (ENAT)), con una concepcién de la antropologya de rafz boasiana, en fa que se definen cuatro campos findiamentales unidos por una teorfa general dela cultura, tales son. los campos 0 especialidades de 1a etnologia, la arqueologia, ta antropolo- gia fisica y fa lingiiistica, en cada una de fas cuales se forman especialist Esta propuesta, semejante a la esta- blecida en algunas universidades nor- teamericanas bajo la concepcién boa- siana es, sin embargo, transformada por dos poderosas tradiciones acadé- micas; una de ellas es la nacionalista, que se asienta entre los investigadores del antiguo Museo Nacional, de raiz profundamente criolla y que formaba a los especialistas en las antigiiedades mexicanas; la otra es la que establece y construye Paul Kirchhoff y habria de Gistalizar en su propuesta de articulaci6n de las diferentes ramas de la antropologia en una mesoamericanistica. Estas serian, pues las tres fuentes de esta tradicién cientifica que identificamos como et- noldgica, en tanto es desde este cam- po que manifiesta su articulacién y su coherencia teérica, de filiacién pro- fundamente historicista. La segunda tradici6n cientifica es la socioantropoldgica, que tiene su origen en la concepcién pragmética que inci- de cn la antropologia mexicana desde los planteamientos de Manuel Gamio en su Forjado patria y atraviesa el co- raz6n dé La poblacion del Valle de ‘Teotiluacan: es decir, es la biisqueda deuna ciencia que ayude a resolver los mayores y mas urgentes problemas na- cionales, Esta misma preocupacién es reconocible en la intensa actividad des- plegada por Moisés Saenz, en los afios veinte, en el campo de Ja educacién pablica, que lo leva a crear el término de antropologia social para calificar el tipo de ciencia que le interesaba desarro- lar y que culminaria en su definicion pragmutica de la politica indigenista, en base a la cual se fiundarian tanto el Departamento de Asuntos Indigenas como el Instituto Indigenista Intera- mericano, ambos en el marco polit 26 ANDRES MEDINA del sexenio cardenista (véase Pérez Es- parza, N: 1992). En este mismo sentido situamos la politica educativa en el medio indigena que encuentra sus mejores momentos, por la mistica y por la originalidad de sus propuestas, en la década de los afios cuarenta, y serfa una de las bases de la politica indigenista que se des- pliega desde los aiios cincuenta, a par- tir de la creacién del Instituto Nacional Indigenista (INI) (Heath, Shirley B: 1972; De la Fuente, J. 1964). Quienes habrian de darle su funda- mento tedrico y politico serian Gonza- lo Aguirre Beltran y Angel Palerm. En tanto que este ultimo desarrolla el cs- quema teérico del neoevolucionismo en el que se conjuga la propuesta de Julian H. Steward sobre el evolucionis- mo multilineal, y la de Karl A. Wittfo- gel acerca de las bases hidraulicas del estado despético: Aguirre Beltrin cons- truye la teorfa antropolégica que respal- daria el programa indigenista. Palerm replantearfa la carrera de antropologia social en la Universidad Iberoamericana y desplegaria un ambicioso programa que funda una tradicién académica es- pecifica y, finalmente, una de las tradi- ciones cientificas de la antropologia mexicana. E] proyecto palermiano, en su as- pecto de investigacién, define un primer espacio en cl que habrian de hacerse constribuciones importantes y se abrirfan nuevas temdaticas para la perspectiva an- tropoldgica nacional, al fandarse el Cen- tro de Investigaciones Superiores del INAH (CIS-INAH), luego transformado en el Centro de Investigaciones y Estu- dios Superiores de Antropologia Social (CIESAS). La cercana relacién con la escuela de antropologfa de la Univer- sidad Iberoamericana establecerfa una fructifera relacién entre docencia e¢ investigacién y conducirfaa fundar las bases de una tradici6n cientifica par- ticular. El propio Palerm asesoraria la organizacion del Departamento de An- tropologia de la naciente Universidad Auténoma Metropolitana en su plantel de Iztapalapa y, finalmente, la misma concepcién se implantarfa en El Cole- gio de Michoacan. Sin que bubiera una intencién decla- rada de reproducir las dos tradiciones de. la antropologia, ambas se extienden a otras escuelas. Asi, tanto en la Univer- sidad Veracruzana, en Jalapa, como en Ja Universidad de Yucatan, por cierto las dos con el rango de Facultad actual- mente, el esquema cuatripartita esta en la base de su organizacién curricular, aunque en ninguna se abre el campo de laantropologia lisica y el dela Jingiifstica tenga una presencia precaria e irregu- lar (a pesar de que los fundadores de cllas, Carlo Antonio Castro y Alfredo Ba- rrera Vazquez, son destacados lingilistas que han hecho contribuciones consi- derables a la antropologia mexicana). En cambio, las escuelas de antropo- logia en Toluca y Puebla han centrado su orientacién profesional en la antro- pologia social, aunque no es el sentido palenniano, sino mds bien continuan- do las tematicas de la ENAH en esta dvea particular. Una tercera variante de escuela de antropologia social, mas cercana al esquema desarrollado en la UAM, es la que se establece en la Uni- versidad Aut6énoma de Chiapas, con un tronco comin en ciencias sociales LOS PARADIGMAS DE LA ANTROPOLOGIA MEXICANA 27 y una especializacién posterior en eco- nomfa, sociologia o antropologia social; aunque no parece haber una orienta- cién curricular definida con las dos iradiciones que hemos sefialado. Hay otros aspectos que nos permiten reconocer esta dualidad de tradi nes; por ejemplo, la organizacion gre- mial. En efecto, existen dos organismos colegiados, el Colegio Mexicano de An- tropdlogos, cuya base principal es la co- munidad profesional del INAH (la que incluye a etnélogos, lingitistas, antrop6- logos fisicos y antropélogos sociales), asf como a la comunidad del Instituto de Investigaciones Antropoldgicas de Ta UNAM. Por su parte, el Colegio de Etnélo- gos y Antrop6logos Sociales se nutre de los profesionales egresados de la Universidad Iberoamericana, de los que laboran en el CIESAS y en el INI, asi como de los egresados de la UAM, principalmente, y mucstra una pre- sencia académica activa y preocupada por incidir en los nuevos enfoques y problemas tanto de la antropologia social nacional como internacional, asi lo manifiesta claramente su Anuario. Un rasgo mas es el del cardcter de Jas relaciones con el Estado. Asi, en el CIESAS se ha creado una tradicién de convenios que han incidido en algu- nas de sus temdlicas mas importantes e incluso en los programas de docencia;, por ejemplo, los estudios sobre educa- cién y lingitistica indigenas, producto de sendos acuerdos con el INI, la Direc- cién General de Educacién Indigena y otras instituciones gubernamentales. En cambio, los investigadores del INAH se circunscriben a las tareas marcadas en su ley orginica y relacionadas con el patrimonio histérico. Por su parte, los investigadores del Instituto de Investigaciones Antropé- Jogicas se articulan con las actividades del INAH tanto por las exigencias le- gales vinculadas a las investigaciones arqueolégicas, como por la estrecha relacién establecida entre los antropé- logos fisicos de ambas instituciones y, sobre todo, por la practica de la docencia realizada principalmente en la ENAH, lo que se hace en todas las especialidades, y puesto que no existe licenciatura en antropologia en la UNAM, aunque si el posgrado, esto establece una relacién estrecha entre investigaciones del IIA y ENAH. Evidentemente estas son aprecia- ciones globales y todavia tentativas, es decir, hipotéticas, que no tienen otra intencién que contribuir a la reflexi6n desde Ja perspectiva abierta por la historia de la ciencia para analizar algunas situaciones de la antropologia mexicana; no tanto para hacer un diag- néstico todavia, sino basicamente para definir aquellas caracteristicas en las gue residlen sus particularidades. Pues estamos ciertos que el campo de la antropologia en México expresa ac- tuatlmente una gran vitalidad y una evidente originalidad, a algo que no se puede aplicar facil ni mecénica- mente concepciones desarrolladas en olvas partes, particularmente en las de los paises centrales, donde surge como parte de la empresa colonial. Asi pues, resulta harto problemaui co y cuestionable afirmar la existencia de un paradigmia indigenista, como lo, hacen Aguirre Beltran y Luis Vazquez; 28 ANDRES MEDINA. Tque, como tratamos de mostrarlo, las instituciones indigenistas, mas plegadas a la vicisitudes politicas gu- bernamentales, no sélo no hacen in- vestigaciones o las hacen en funcién de exigencias coyunturales o de leg timacién, sino que se articulan a otras instituciones, escolares y de investiga- cién, las que en su conjunto pueden reconocerse como afiliadas a una u otra de las tradiciones cientificas de la antropologia mexicana. Es decir, si comtemplamos a la co- munidad de antropdlogos mexicanos podeimos reconocer dos propuestas de politicas de investigacién, a las que hemos asignado el concepto de tradi- ciones, que tiene su fundamento en niicleos institucionales que las respal- dan, es decir, expresan mas determi- naciones sociales y politicas que un desarrollo auténomo basado en el di- namismo de sus propuestas y discusio- nes teéricas. No me parece que un enfoque es- trictamente institucional, aplicado por ejemplo al INAH o al INI, permitan reconocer estas dos tradiciones, pues no hay una relacién directa y mecani- ca con una u otra, sdlo la visién del conjunto y, en ese contexto, el recono- cimiento del significado de muchas discusiones tedricas, metodoldgicas, académicas y profesionales, conduce a identificar estas dos poderosas ten- dencias dominantes. La cuestién que podria hacerse a esta negacién del indigenismo como paradigma, y basicamente con fines comparativos, para ir en una direc- cién diferente a la de la polémica en- tre Aguirre Beltran y Vazquez Leon, serfa la siguiente ¢qué sucede con el paradigma marxista?. EL PARADIGMA MARXISTA Antes de sefialar las caracterfsticas y vicisitudes de la propuesta, teérica del marxismo en la antropologia mexica- na habré de referirme al procedimien- to analitico a seguir, pucs ni el enfoque institucional ni la aproximacién es- trictamente académica nos permiten entender la fuerte presencia del pen- samiento marxista en el desarrollo his- torico de la antropologia nacional. Aqui vale la pena ansayar el concepto manejado por Benedict Anderson en su libro Imagined Communities (1983), a propésito de la nacién y de los movi- mientos nacionalistas. Fs decir, lo que se plantea es el papel de los diversos medios de comunicacién, basicamen- te el de las publicaciones, que va desde folletos y prensa hasta libros de car4c- ter técnico y literario, para articular un pensamiento politico que constitu- ye a una comunidad imaginaria y que se manifiesta, como colectividad, en diversos campos de la cultura y de la politica. Siguiendo esta sugerente pro- puesta llamaremos la atencién hacia un t6pico particularmente interesan- te, el de la influencia de los movimien- tos politicos de orientacién socialista en la antropologia mexicana. E] impacto producido por la Revo- lucién Rusa de 1917 y la poderosa presencia politica y militar dela Unién Soviética, en su corto y ocaso, fendme- nos exclusivos de nuestro agonizante LOS PARADIGMAS DE LA ANTROPOLOGIA MEXICANA 29 siglo, habran de expresarse de muchas maneras tanto en la politica internacio- nal, en que se definen dos polos hege- miénicos en tensién constante, el del capitalismo y el de socialismo, como en la vida politica y econdémica de cada pats. La ideologia y los regimenes de la Revolucién Mexicana no han sido ajenos a esta vigorosa presencia; incluso mucho de su discurso, de sus reivindi- caciones nacionales, de los movimien- tos campesinos y sindicales, de sus partidos politicos, evidencia una fuer- te marca que habria de incorporarse a los diversos matices y momentos de nuestra vida politica, asf como en buena parte del arte y Ia cultura nacionalista. La discusién sobre Ja cuestién na- cional en México en los tiempos del Presidente Cardenas habria de hacer- se en el marco tedrico de la concep- cién marxista, como Jo indicarian las posiciones de Vicente Lombardo Tole- dano, Miguel Othén de Mendizalyal, Ramon Berzunza Pinto y otros. La misma ideologia nacionalista del car- denismo tiene un fuerte componente socialista y en ello tiene mucho que yer tanto el movimiento sindical y el campesino, como diversas organiza- ciones partidarias de filiacién socialis- ta, y sobre todo el Partido Comunista Mexicano. Una primera reflexi6n en este sentido se encuentra tanto en la presentacién que se hace de los ensayos contenidos en el libro éExisie una antropologia mar- xista? (Medina, A., 1982) como en el ensayo publicado en: los Anales de Antmopo- logia, “A propésito del 68 mexicano: anuo- pologia, marxismo y la cuentién étnica” (Medina, A, 1988). Diferentes fuentes de informacién muestran cémo habia estudiantes que militaban en el Parti- do Comunista desde las primeras ge- neraciones de Ja ENAH; incluso habia maestros que si bien no militaban, lo habfan hecho y continuaban con una orientacién teGrica fuertemente mar- cada por tal experiencia politica. Del sector magisterial llegarfan suce- sivas generaciones de alumnos militan- tes tanto de los sectores mds combativos y radicales del SNTE (Sindicato Nacio- nal de Trabajadores de fa Educacién) como del PCM (Partido Comunista Me- xicano) y otras organizaciones de iz~ quierda. Mientras que la influencia del marxismo no se waslucia en la estructura curricular de la ENAH, sf lo mostraba en la politica y las organiza- ciones estudiantiles. Las células del PC Miguel Othén de Mendizdbal y Rosa Luxemburgo, en los afios cincuenta, estaban integradas basicamente por gente del medio antropolégico; como seria el caso, posterior, de Ja célula Antonio Gramsci, en Ios aiios setenta. El! perfodo 1942-1968 de la ENAH fue de ensefianza de la antropologia en las aulas y aprendizaje del marxis- mo en laclandestinidad. La década de los aiios setenta invertiria la relacién, pues habria de ensefarse marxismo en las aulas y antropologia no tanto en la clandestinidad como en otros espa- cios académicos, principalmente en los centros de investigacién. Luego de convulsion y de la radica- lizacién del movimiento estudiantil en el 68, habria de comenzar una profun- da eritica a la antropologia; y se mostra- ria por una transformacién sustancial de la planta docente de la ENAH, de 30 ANDRES MEDINA Ja que se expulsaria a los viejos maes- tros de la tradicién antropolégica me- xicana y se abre a especialistas de la mas amplia gama, como filésofos, eco- nomistas, socidlogos y hasta dirigen- tes sindicales y campesinos. Se ensayan nuevas formas de ense- fianza y de relacién con Ia realidad estudiada; se critica violentamente a esa antropologia hija del imperialis- mo y se crea un ambiente de revolu- cién social. La antigua Sociedad de Alumnos de la ENAH es sustituida por un Comité de Lucha y se organiza la Asamblea General como el mdximo organismo de la discusién y decision colectivas. La reapertura de la especialidad de etnologia, cerrada a principios de los aiios setenta, y el inicio de la Maestrfa en Antropologia Social, en 1980, se- fialarfan un viraje hacia una reconsi- deracién critica de esa antropologia expulsada diez aos antes. En ese contexto de radicalizaci6n y de critica desde el marxismo es que se abre paso una reflexién histérica so- bre Ja antropologfa mexicana, a partir del Seminario que el Dr. Juan Comas dirigfa, en el doctorado en antropolo- gia, en el Instituto de Investigaciones Antropolégicas de la UNAM, sobre la historia de Ja antropologia en México, de la cual era uno de sus pioneros. Asi en tanto que Beatriz Albores explora- ba el camino de los primeros textos de la etnografia contempordnea (1974), culminaria esta etapa con su tesis de maestria sobre el funcionalismo en los estudios antropolégicos de los Altos de Chiapas (Albores, B., 1978). Por su parte Marcela Lagarde realizaria un anilisis critico del indigenismo, que la Nevarfa a preparar un polémico arti- culo para los Anales de Antropologia (La- garde, M. 1974a), una ponencia lineal para la XI Mesa Redonda de la Socie- dad Mexicana de Antropologia, realizada en Xalapa, Ver, en 1973, y su tesis de maestria (Lagarde, M. 1974b). La reflexién histérica sobre las cien- cias sociales, y particularmente sobre la antropologia, era una manera de enlrentar fa crisis provocada por el movimiento estudiantil y por Ja reac- cin al replanteamiento de cuestiones tedricas y metodologicas antes tenidas como supuestas firmes en la actividad cientifica y docente. El sociélogo Jor- ge Martinez Rios abrirfa una meta novedosa al inquirir sobre el papel de Ja investigacién de campo en la cons- titucién de la antropologia mexicana (Martinez Rios, J., 1976). En dicho libro se publicarfan sendos ensayos sobre las aportaciones de cientfficos como Nicolas Leén, Manuel Gamio, Miguel Othén de Mendizabal y Vicen- te T. Mendoza, entre otros. Tor otra parte, en las paginas de la revista Nueva Antropologia aparece- rian, por la misma época, ensayos de- dicados a Moisés Saenz y a Miguel Covarrubias (Guerrero, J., 1975 y Me- dina, A., 1976, respectivamente). Sin embargo, la etiqueta de la antro- pologfa marxista provendria de Gon- zalo Aguierre Beitran, al resefar un simposio organizado en la XV Mesa Redonda de Antropologia, realizada en la ciudad de Guanajuato, en 1977, Esta resefia comparaba las posiciones. expuestas por un grupo de antropé- logos mexicanes que asumjian el mar- LOS PARADIGMAS DE LA ANTROPOLOGIA MEXICANA 31 co teérico del marxismo para analizar diferentes tépicos, con los definidos por varios autores franceses, como M. Godlier y C. Meillassoux, que asu- mian explicitamente una antropolo- gia marxista. Habia en todo ello una intenci6n polémica por parte de Aguirre Bel- trn, a raiz de los ensayos criticos al indigenismo de Marcela Lagarde, y otros dos dirigidos a sefialar la mani- pulacién que de los datos etnograficos hacia Fernando Benitez en Los indios de México en una viva defensa del indigenismo gubernamental, asf como otro mas que sefialaba el autoritarismo. y las determinaciones politicas que pe- san sobre las investigaciones antropo- logicas (Medina, A., 1974 y 1976). Las diversas criticas y el referente tedrico explicito del marxismo en todos estos ensayos provocarfan una reacci6n furibunda y extremadamente polémi- ca de Aguierre Beltran (a la sazén director del Instituto Nacional Ini genista y Subsecretario de Educacién Extraescolar en a SEP), quien enviaria su ensayo al director de Anales de An- Lropologia, el Dr. Juan Comas, para que lo publicara, a manera de réplica. En efecto, en su ensayo, Aguirre Beltrén (1975) harfa una defensa cu- forica y agresiva de la politica indige- nista, lo que a su vez motivaria dos comedidas respuestas: Una de Marce- la Lagarde en las paginas de la revista Historia y Sociedad (1974c) y otro de A. Medina (1974). La cuestién basica gue se discutfa era el caracter de la relacién entre la antropologia y el Es- tado. Por una parte se criticaba, un tanto ingenuamente, la determinaci6n politica de numerosas investigaciones antropolégicas por las instituciones gu- bernamentales y se reclamaba un es- pacio auténomo, pero sobre todo una articulacién con los moviemientos so- ciales radicales. En toda esta discusién Angel Pa- lerm harfa la apologia de una antro- pologia que trasciende al marxismo y también atacaria ferozmente tanto a los que Hamaria marxistas dogmaticos estalinistas como a la bucrocracia del INAH (Palerm, A., 1975). De hecho, su posicién con respecto a las relaciones entre antropologia y marxismo habia sido ya establecida en un ciclo de con- ferencias impartidas en la Universidad Iberoamericana y publicadas posterior- mente en la revista Comunidad, de la misma Universidad, y finalmente in- tegradas en un libro de la serie de SepSententas, Agricultura y Sociedad en Mesoamérica. ‘Andrés Fabregas, antropélogo chia- pancco, se insertaria en la polémica con un ensayo no muy distante de la postura palermiana, y contribuiria a la discu- sién teérica traduciendo un texto de Lawrence Krader sobre las notas etno- légicas de Marx, con una breve presen- racin (todo lo cual ocuparia el espacio del No. 10 de Nueva Antropologia). Para el dia 28 de julio de 1978 esta misma revista Organizarfa una mesa redonda en la que se plantearian dife- rentes propuestas sobre el marxismo y Ja antropologia, “con el propésito de abrir una discusién muy amplia sobre los problemas involucrados en la pers- pectiva de una antroplogia marxista, tales como el objeto de estudio de la antropologia, los problemas metodo- 32 ANDRES MEDINA. légicos, la vinculacién de teorfa y pra- xis y, en particular, el desarrollo de la antropologia en México” (Editorial del No. 11 de Nueva Antropologia, 1979). Habia, evidentemente, una crecien- te inquietud y un vivo interés en el medio de las investigaciones antropo- légicas y en el de la docencia por discutir los diferentes problemas plan- teados en la doble perspectiva de la teoria marxista y de la politica de izquier- da. Se planteaban lo mismo cuestiones de fondo que situaciones politicas co- yunturales; y si la politica indigenista atrae las observaciones criticas y las res- puestas violentas, habia otros campos, menos abiertos al lego pero igualmen- te tocados por la polémica marxista, que se enriquecerian con las discusio- nes tedricas y metodolégicas. Tal es el caso del México Antiguo, en el que se destacan dos grandes cuestiones: el de la caracterizaci6n del desarrollo histé- rico de Mesoamérica, que encuentra su espacio critico en la dificil cuesti6n de la periodificacién y convoca a los teéricos de la aequeologia; y por otro Jado se plantea la definicién del estatu- to teérico de las sociedades mesoame- ricanas, lo que se atacarfa por varios frentes: uno de ellos serfa al del cardc- ter de la complejidad social y condu- cirfa al estudio de los componentes fundamentales de las sociedades mas avanzadas (lo que prondrfa en el tape- te de las discusiones la existencia de clases sociales, estamentos, castas y otros conceptos similares). Una tradiccién académica que in- troduciria esta temética generaria tra~ bajos de gran importancia, es la que fundara Paul Kirchhoff en los afios cuarenta y cincuenta, y que Pedro Ca- rrasco retomaria en los afios setenta en el CISINAH, trabajos como los que coordinaria con Johanna Broda (1976 y 1978), asi como los que realiza el equipo que trabajaba en el Valle Pobla- noTlaxcalteca, destacdndose el Merce- des Olivera en Tecali por su propuesta de estudiar Ja historia de este sefiorfo en el marco teérico marxista y con el manejo de la categoria modo de pro- duccién tributario (Olivera, M., 1976). Esta discusién sobre las cuestiones de la estratificacién social habria de conducir a otro de los grandes temas de la teoria marxista, la del Estado, el que habria de encontrar un espa para un primer acercamiento a partir de materiales especificos presentados en el Coloquio sobre el origen y for- macién del Estado en Mesoamérica, organizado en el marco de las conme- moraciones por el centenario de la muerte de Carlos Marx, en novienbre de 1983 (los trabajos serfan publica- dos posteriormente, en Lépez A., A., Medina A., y Serra M., 1987). Toda esta enumeracién de trabajos y temas esté lejos de ser gratuita, por- que en cl ambiente del derrumbe de paradigmas se ha tratado de minimi- zar o de ignorar las aportaciones que se generaron en el campo de la discu- sién marxista; tal es el caso del libro de Enrique Florescano (1991), El nuevo pasado mexicano, que ignora olimpica- mente las contribuciones de los investi- gadores marxistas, tanto para el México antiguo como para el periodo colo- nial; asf una obra de capital importancia y que habria de tansformar sustancial- mente la discusién tedrica es el libro LOS PARADIGMAS DE LA ANTROPOLOGIA MEXICANA 33 de Enrique Semo (1973), que simple- mente es ignorado, con lo que se con- tribuye a distorsionar una discusién teérica de gran peso en los afios setenta y que involucraria a numerosos antro- pélogos mexicanos, sobre todo cuando el autor es uno de lo que se reputan de ser de los mejores actualmente. EI referente social de ese grupo de investigadores y profesores que se asu- me como marxista, 0 que exponen con smo las teorfas y los aportes de los principales autores de esta corrien- te, no €s institucién cientifica o docente alguna, sino més bien las organizacio- nes politicas que se desenvuelven en el escenario politico nacional, tanto aquellas vinculadas con los movimien- tos campesinos y sindicales, como los diversos partidos de izquierda, que tie- nen en el Partido Comunista Mexicano, a su mayor y mas tragico protagonista. Hay, desde luego, un elemento fundamental que es necesario preci- sar y es el caracter internacionalista, vinculado con los grandes movimien- tos revolucionarios del mundo, parti- cularmente de los trabajadores pobres de la ciudad y el campo, y el tono utépico, profundamente optimista, lo que genera simpatias y apoyos hacia el marxismo como ideologfa revolu- cionaria; pues si bien no todos aque- Hos que comulgaban con el marxismo eran militantes de organizaciones po- liticas activas, si el prestigio y la per- suasién de muchos de sus dirigentes provocaba adhesiones. En este senti- do, la indicacién de Luisa Paré sobre las discusiones teéricas en torno a la cuestion agraria en México son bas- tante sugerentes. Quizé es tiempo de poner por escri- to lo que muchos sabemos y otros in- tuyen, es decir que el fondo del debate y el parteaguas entre ambas posiciones, Ja campesinista y la descampesinista, correspondia a concepciones distintas acerca de la estrategia politica en la lucha por el socialismo. De alguna manera, en el campo de los descampesinistas se encontraban intelectuales més afines a la linea del Partido Comunista Mexicano mien- tras que en el otra bando se encontra- ban los populistas y maojstas. Estos, después de las revoluciones en China, Cuba y Vietnam y dadas las restricciones estructurales para la rapida integraci6n del campesinado al proletriado indus- trial e incluso agricola y dados los antecedentes histricos en las grandes gestas agrarias de los siglos XIX y XX, aportaban el potencial revolucionario de esta clase (Paré, L., 1991). La historia detallada de la articula- cién entre movimientos sociales y pro- puestas politicas y teéricas especificas est4 todavia por hacerse, pero es una tarea urgente para entender todo un largo capitulo no s6lo de la historia de la ciencia en México, sino también de la construccién de la nacién diversa en que estamos empefiados hasta nues- tros dias. Es indudable que desde el marxismo. se abrirfa una rica sugerente discusién, sobre teorfa, metodologfa y compromi- so social; asimismo, se introduciria una exigencia de rigor y de coherencia teérica, asf como se adoptarfa una pers- pectiva amplia que twascenderfa a la anterior antropologia nacionalista y se ubicarfa en el campo de la historia; todo 34 ANDRES MEDINA con una carga politica que habria de pro- vocar acalorados debates, més alld de los Giraulos estrictamente académicos. REFLEXION FINAL La gran riqueza seméntica del con- cepto de paradigma y los sugerentes resultados de su manejo para el anillisis de diversos aspectos de la antropologia mexicana presenta, evidentemente, va- riados problemas de orden tcérico y metodolégico; una dificultad conside- rable se plantea al preguntarse sobre su adecuaci6n a las caracteristicas de las ciencias sociales. Como hemos visto, en las polénicas de los antropélogos mexicanos, el concepto de paradigma se ha manejado en un sentido un tan- to estrecho, como propuesta tedrica; sin embargo, cuando tratamos de re- mitirnos a la base social, a las comuni- dades portadoras del paradigma, lo que encontramos es, no tanto a agru- paciones de cientificos como posicio- nes politicas en juego, las que tienen como foro la discusién de los grandes problemas nacionales y la definicién de propuestas de solucién diversas y hasta opuesta: Cuando dirigimos nuestra atencién al conjunto social donde se genera el conocimiento cientifico, es decir, los centros de investigacién, y donde se forma a los futuros miembros de la comunidad cientifica, en este caso la de antropélogos, es decir, las escuelas, lo que aparece ante nuestra vista es la vigencia de dos grandes tadiciones cientificas en cuya matriz se dirime la cuestion de los paradigmas, entre otras cuestiones no menos importantes. Con ¢] término de tradicién lo que encon- tramos es la expresién especifica, his- t6rica, en que se ha construido una relacién compleja entre una comuni- dad de cientificos y su contexto social y cultural. Es decir, para concluir, la transfor- macién de la practica cientifica en reac- cién alos cambios que afectan al mundo, iene mAs que ver con el discurso y desarrollo de los programas estatales en el Ambito de la economia y Ia poli- tica. Es decir, con el cambio en la ma- triz social de la ciencia, y menos con la vigencia o el cambio de paradigmas. Para referirnos a una situacién vivida actualmente en México, la transforma- cion de las investigaciones antropolégi- cas es més resultado de las politicas definidas en congruencia con los progra- mas de desarrollo y con hechos como el ingreso al ‘Tratado de Libre Comercio que con la influencia espectacular y no- vedosa de las corrientes posmodernas. Finalmente, me parece que lo que esi en el tapete de las discusiones es la estrategia tedrica y metodolégica pata caracterizara la antropologia me- xicana, para reconocer sus tendencias, dominantes y para, entonces, advertir sus cambios y el surgimiento de nuevas propuestas teéricas propias. El] atracti- vo ejercido por la sugerente perspecti- va de Kuhn requiere ahora abrir paso auna discusi6n y a un manejo critico, original y riguroso, que nos permita conocer mejor las especificidades de Ja antropologia mexicana, aquellas que le permitiran articularse creativamen- te a la antropologfa mundial. LOS PARADIGMAS DE LA ANTROPOLOGIA MEXICANA 35 BIBLIOGRAFIA Aguirre Beltran, Gonzalo. “El indige- nismoy laantropologfa comprome- tida”. Anales de Antropologia, vol. X1:1145. México, UNAM. 1975. — “Derumbe de paradigmas”. México Indigena, No. 9:5-16. México.1990. Albores Zarate, Beatriz A.. “El descu- brimiento etnografico del indio chiapaneco”. Anates de Antropologia, vol. XI. 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