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eo flan lo és nuestro: la muerte. Y Sasa ter no desea que nada ni nadie le amer- tig ese golpe. ‘Supongo que nadie negard grandeea Inumana a esta acttud. Sin embargo, es preciso reconocer que no suele ser &e el temple con ef que los humanos afrontamos ese dltimo trance. Lo mie frecuente suele ser la bisqueda de la mitigacién. La mucrte s6lo tiene no ios en las peliculas y en las canciones. En general preferimos encarar la mu te con una buena solucién de vec bio. ¥ las religiones la ofrecen, Ya ave 6 Feuerbach de que, sino existicrala muerte, no existicfa ta religidn. Y Nietasche atribufa la vieroria del ers tianismo «a esa deplorable adulacion de Is vanidad personal» logeada a gel de este trabajo ha conocido acepti- ciones serenas y encendidos rechazos. “Toda sociedad humana ~escribe P. Ber ager es, en éltima instancia, una con sgregacin de seres humanos frente aa rnuerte, La muerte es el gran fallo sistema y cada persona la encara con puede. Fichte, por ejemplo, se negaba a que la vida consista en «comer y beber para volver luego a tener hambre y sed y poder de nuevo comer y beber hasta {que se abra ante mis pies el sepulero y me trague y ser yo mismo alimento qe ‘rota del suelos, No se resignaba a que todo gire en torno a wengendrar seres semejantes para que también ellos co- ‘man y beban y mueran y dejen d de sf otros seres que hagan lo mismo {que yo hices, ehte encontré sada ala stwaci due él tan deaméticamente desctibis, Colocanda a Dios como fundamento de la via y gaeante de la inmortalidad Fs, también, lo que hace el crstanis- ‘mo. Pablo pensaba que si los muertes no fesucitaran, rodo se reduce a comer y beber paca terminar en brazos de by muerte, De aht la fuerza con que pre aesunneccion: clama Ia resurrecciGn de Jesis. Solo cella garantiza la resurreccién de todos los setes humanos. ‘Alo largo de estas paginas he recor- dado que la fe en la resurreecion nacié respuesta a la injsticia. Pien indo su vigencia, NT no afiema que, si no existe otra Vida, ésta carece de’ sentido, Fs verdad aque alguna frase aislada, como Ta a acabo de citar de Pablo, puede dar esa impresién. Pero no es ésa la filosofia, general del cristianismo. El mensaje tstiano otorga sentido y valor a esta vida, Supone incluso que se puede ser felizen ella Pero sabe que es felicidad no Wega a todos. Existen los injusta mente tatados, los humillados y ofen- didos, las. vfetimas del egofsmo y la barbarie, los hundidos en el olvide y ten el desprecio. Y ah es donde surgié Ja fe en Ia resurrecciin. Es probable que, inicialmente, se ditigiese silo a ellos. Ast Io insinda A. Fierro: «Ha sido a parti de abt, de la protestay la pre: junta sobre el cuerpo de Jessy de los inetires, que la cucstion y la esperanza de la resurreccion se han extendido 8 fa generalidad de los que mucren, me- dliando, sin duda, el convencimiento dle que tampoco ottos muchos hon bres debieron haber desaparecido para siempre». a fe en la resurreccion es, pes, la respuesta serena y esperanzada que, desde hace sigs, judios, crstianos y ‘musulmanes vienen dando a la pregon ta por el sufrimiento y la desaparicign de los seres humanos. Como hemos di cho, es una fe difel de compartir. En ‘cambio, noes dificil deadmirae. Repre- senta un noble esfuerzo por segue afi mando la vida incluso alt donde ésta sucumbe derrotada por Ia muerte. Unarnuno llamaba al hombre san imal guardamuertose. Los cristianos piensan que la mejor forma de guardar gus mucrtos, a todos los muertos, ex ros al Dios que ellos llanan re- dor de muertos. También para esto se necesita corae y una cesta osa- dia intelectual. 'Y lo mis importante: Ia fe en la resutreccin iluminé muchos siltimos insantes y suavins innumerables des pedidas. Fue el timo soporte amable Al que millones de personas se agarca ton antes de decir adiés a todo lo que hhabfan amado en esta terra. Ya solo ppor eso la resurreccin se merece que hhablemos bien de ella Ks verdad ~y estas piginas en nin. sin momento han pretendido ocultar- To- que la resurreccién representa una prestacin tal ver excesva para la men: te humana, Pero si nuestros antepasa- dos se hubiesen rendido ance todo lo {gue resultaba exteafioa su mente, esta: FHamasain come en los tiempos de Ala- rico, Preferimos mantener con K. Lb: with que es un eprvilegio de la teolo- slay de la filosoffaplantear preguntas ‘que carecen de respuesta empiricas, La resurreccin es, sin duda, una de ells. [No se acopla con evidencia al nombre es esperanza». mente bajo el snada es ciertor de Pas ‘al En os sltimos aos de su vida José Luis L. Aranguren la dejaba «en puntos sspensivas». No ¢s un mal destino. ‘A. Fierro ha excrito unos renglones sobre nuestro tema que merecen cerrar ‘esta colaboracién: «A la tpica fetichi 2acién de la muerte ~nada esperamos y nada nos espera’=le teologfase limita ‘ oponer una frill insinuacibn: 2y si no fuera ass no es seguro, apodietien- ie seguro, el aniquilamiento u versa, la final reabsoreién en la nada de todo lo que tuvo ser. No se debe deci més ni tal vez convengn decit me 1. Bolt, La resureccn de Cristo. Nuestra resureccgn en la srt, Sal Terra, Sa ‘ander, 1986; ME. Boismard, Bs nece- “avo atin hablar de oreaurectione? Loe daros bbticns, DDB, Bilbao, 1396; G. (OrColln, Jess resuitado. Esto bistd= rico, fundamental sistematico, Werder, Barcelona, 19883 M. Frais, X. Alegeey A. oot “Toraos La fe cxstiana on la resureccn, Sal Terre, Santander, 1998; H. Kessler, Ls wesureccin de Jessy Siguere, Sa mares, 19893 X. Léon-Dufout, Resorec- i do Jes menzaj pascal, Sigur, Salntanca, 1973; Th. 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Des- empena, en efecto, cuatro principales: 1) como cualifcador que identifica el contenido de la fe (clare velicidn dice...) sefalando su origen Bgramito, histérico, salvador, coralizan- te, universal y trascendentes 2) como legitimador que apoya la validez de la fey garantiaa su certeza en Ta autori- dlad de Dios; 3) como categoria apolo- tia, que defiende la afiemacin etis- tiara contra las pretensiones de la e2- én moderna, aut6noms eilustrada; 4) ‘como finttorsistemtico que constitu ye a regla hermenéutica fundamental para la predicacin, el magisterio y la teooglay hace de principio organiza- ddorde la Iglesia, y es principio umifica dor de la fe (P. Biches). om n embargo, esta contralidad no es tan dato indiscutido. Desde diversos dn tgs se alzan contra ella fuerts soy chs, Bajo el punto de vista de la ex esis, J. Bare cree que esa categoria «ro essolamente nociva, sino que, ademts, su uso puede deformar e impedir wn andlisis més emplrico det material Lf blicon. En la perspectiva de una steal ila eriticas, puede ser considerada como un resto «largamente anticuado» al que no se wtiene el valor de rem ciar» (F, Schupp). ¥ la razén de esa fospecha no esté Ijos de la sensibil dad normal: el énfasis moderno sob:e la revelacién comporta una cary apo- logética que amenaza con cegar para la igenuina experiencia bilica (que se e<- Desa cn otras categoria, no tan inn: ‘iatamente intelectual) y con induce lun estrechamiento dogmatizante que excluya la presencia viva de Dies en hs demés religiones. Esto se debe al nacimi mente traumitico de la situaci6 raclcal cuestionamiento que supuso la Ilustracién indujo una postura defensi- va, atenta antes de nada a salvar a toda costa lo esencial: la escoléstica barroca Y la neo-ortadoxia protestante son los Ings laros exponentes. Pero, al pro der a la contra, se perdi6 lo que de verdad y progreso emergla en los nu vos planteamientos. Por fortuna, hoy la perspectiva h ériea permite intentar un equilibria. Bvidentemente, una postura critica y actual no puede volver mis ates de los estionamientos de Ia Thustescién, ala par que debe aprender de los excesosa fin de preservar lo espectfico eirredus- tible de ln revelacin, Para ello es pro= iso asumir en toda su seriedad los ruievos datos afrontar ls nuevas pr iguntas que de ellos derivan. Ante todo, se impone tener en cuenta las adqui ciones de Ia erftica biblica. Y luego, econocer las leptimas instancias de la ‘nueva situacién, resumibles acaso en la preservacién de la (justa) autonome nevetacion: cipadora. torno a esas enestiones fanda- mentales tended que gira hoy una teo- logia de la revelacién que quiera ser verdaderamente contempordnea y res- ponder asa las necesidades de nuestro ont 7 de niestea Aellas, ands que a Ia exposicién analitica de posturas -tanto de los distintos libros ide Ia Escttura como de las diversas fa- 05 de la teologla~atenderd el aticulo, 1. COORDENADAS FUNDAMENTALES DEL NUEVO PLANTEAMIENTO. La critica biblica fue el inicio de ta crisis de la concepeién tradicional. Cri- sis que, de entrada, se percibié como amenaza hacia los mismos furdamen- tos del erstianismo (Reimarus cuenta aque muchos estudiantes de teologt buscaron sencillamente otra profe- sin). Pero, al ser afrontada, pudo ver~ se no sélo como slo miis poderoso que jams ha osado y realizado la reflexién Teligiosa» (A. Schweitzer), sino como ‘el mejor medio para conquistar una ‘isin ms realista, concreta y aun ver~ daderamente religiosa de la revelaci6n, 1. Criss de la revelacion como adic= tados divino. El cacdcter sayeado de la Escriturs, su caraetetizacién como =pa- labra de Dios» lev6, de modo casi evitable a considerarla como un saje que Dios habla comunicado lite- taro o como un eey a st embsjador a los profetaso hagidgeafos. El hecho de que el acto mismo de escribir sivia las nareaciones en of pasado; la magnifica- cidn rettospectiva de las gestas y pala bras divinas; el modo de hablar de los profetas palabra de Yahvés, «asi dice € Seiior>.. las revelaciones apocalip- ticas, que taco jnflayeron en la época final: odo llevaba a una interpretacién literal e inmediatista, ‘Lo que estaba en Ia Escritura reibia nevetacion cl carfcter absoluto de lo dicho 0, me- jot, «icrado» por Dios. De ab su in tangibilidad y Ia necesidad de tomarlo ala letea en todos sus axpectos, ast ‘como Ia afiemacion de que en cada palabra o sentencia estaba encerrada la profundidad infinita de la sabiduria divina, (Como se sabe, en la ortodoxia protestante llegé a afirmarse que los por los masoretas festaban inspirados por Dios.) Los pa dees de la Iglesia, aunque no escrbic ron tratados ditectos sobre la revela- in, dieron por obvias estas ideas, re forzadas ademis por la doctrina plat nica de la inspiracién como posesidn deleespfritu humano por el divino, Dios ppasé asta ser el ator de la Eserira, {que utilizaba al ser humano como ins {rumento, sea musical ~l hagidgrafo 0 profeta, plectro 0 citara de Dios (pa- ddres griegos)-, rea corporal -boca 0 ‘mano de Dios (Agusti). ‘Se comprende asf el profundo est por y, més atin, el sentido de pr fanacin que causaron los primeros tentos de acercarse eritieamente a los csctitos biblicos. Cuestionaban de rate toda la concepeién y parecion llevar inevitablemente ala negacién desu c2- ricter divino y revelado, Los libros de Ia Biblia aparecian como obras muy humans, con sus vances y retracesos, con sus tanteos y earencias, con I it pposibilidad de mantener en mitchos ‘casos la atrbucién de su autora (inclu 50 en textos fundamentals: Moisés y 1 Pentarenco, los Apéstoles y las Evan. gelios). Mas ain, a comparacién con Tas literatura egipcia y mesopatsmica demostraba la exist préstamos en el material initoldgico, sobre todo del Génesis, ast como esteeehos parentescos en la ite- ratura himniea yen el mismo fentéme= no profétieo; para no hablar ya de la literatura sapiencial. oda estonces se sin ms, de que Dios e ir hablindose, ‘elawior de kt oo Biblia sin que eso implicase que tam bign él necestaba préstamos de los de ‘mae y, sobre todo, sin verse obligados atibuirle ls imperfecciones inneyables ‘que en ella se deseubrian? Pero, de no Inacetlo,équé ibaa ser de la fe en la re velaci6n? Renan ~y B. Russell lo ha re petido después paso el dedo en la lla- sa del dil n solo punto flaco prueba que wn libro noes revelado [1 Un libro inspirado es un milagro, Debe- a, por tanto, presentarse en condicio: nes finicas,distntas de cualquier otro libro». Si se mantienen los presupues- tos, Ia conelusién es impecable. Pero nnegat los datos de la sulta hoy imposible. La va valida y leytima consiste en asum s08 datos, integrindolos en una nueva interpretacién, Tal ha sido el final dela revelacién como dictado. 2, La revelacion de Dios, oa través del esfuerzo Inmano. En efecto, entre las graves dificultades aportadas por fs nmievos datos ha ido emergiendo en la conciencia teoldgica una neva con- cepcién. El mejor conocimiento de Ia historia de laredaccin permiti6 apre~ de la revelacién. No es ex trafio que se le oponga la postura mis boarthiana, de H. U. von Balthasar. ¥ en ambas confesiones, las «teologias dela praxis» reaecionan ante el mayor su- pra-naturalismo de las teologlas tesrieas IIL LAREYELACION como SMAYEUTICA HISTORICAS La mayor dificltad que en el orden teérico hia encontrado la revelacién en la Modernidad nacié de ser percibida ‘como amenaza para la justa autonomia dd la raz6n y, en general, de la subjet- vidad humane. Vista como imposicién terna -aungue sea por autoridad di- vina~ ln revelaci6n patece romper st Fhumano ni podria acomodarse alas re ila inteinsecas de su asimilacion cog- hhoscitiva, Peto, debido a algunos exce~ s08 de los intentos liberal y modernista, cl problema fue acallado. La neo-esco: listica -shogando inclaso los intentos de la apologética de la umanencia~ por un lado, y la teologia dialctca = tzando todo posible «punto de enlaces Ankenes por try ace 1. Critica de Panuenberg a la eteolo la dela palabra». Con tod, era incvi- table que el probiema volviese a plan tearse, W. Pannenberg, respondiendo al extremisimo barthiano, es quien lo ha hecho con mayor viveza y su postu a resulta paradigmética. Nada teme tanto como el sfidelsor, el siracio: nalismo» 0 el eautoritarismoy, que im piiden a In fe afrontat los problemas planteados por la azn postilustrada Deteés de esa actitud descubre el peli ‘gro mortal de convertira la fe en sin- igenuidad ciega, credulidad o incluso superstici6n»,reduciendo la convieciGn creyente a un asylum iguorantiae. Por ‘eso busca un replanteamiento radical dela revelacién, que aparecié como umn ‘auténtico manifiesto en la obra colect: va, dicigida por él, La evelacin como historia (1961). Lo que ante todo trata de evitar es cualqier extrinsecismo. La palabra bi bilica no puede ser un aiadide exter no a la realidad o a los hechos de la historia: el sentido tiene que estar en los hechos mismos, y abt debe poder ser leido por cualquiera, Sélo asi pue- de la revelacin ser verdaderamente sélo porque lo dice wn autor inspicado cequivaldfa a remitirse a algo incon- trolable por el oyente y, en de! ‘algo arbitrario. La revelacion no se- ia en modo alguno verificable y que> daria abierta la via al autor 006 al oscurantismo de una revelacién “gnéstica», En principio, tal pretensién es just: si quiere creer de un modo humaro, indigno de s{ mismo, el ser humano tiene que «ver» de alg ‘que eree. Pero aqui P parece explicar con suficiente claridad ccémo concliar la negacién del ext secismo com la realidad de la insp cidn, cémo articular la justa autononia Ihumana com la teascendencia y gratsi- dad de a revelacin 2. La revelacién como mayéutica histérica. Coma se sabe, ls mayéutica fs una categorla socrética. Sécrates, hijo de comadrona (maia), decfa pee” ticar la misma arte que su madre: él 20 engendra, no introduce nada en el it~ terlocutor, sino que simplemente le ayuda a dar a Ine lo que ya llevara dentro. En el Mendn (80D-86D; sente: «El Sefior estaba en este gat, y yo 10 lo sabiae (Gn 18,16). Esto expli= «a los dos polos fandamentales: a) la necesidad del mediador: muchos suftie- ron con la opresién de Fgipto, pero s6lo Moisés descubis all la presencia liberadora cle Dios; miles sufrieron el escindalo del destierro, pero s6lo unos pcos ~Jeremias, Ezequiel, el Déutero- Isaias..~ vieron alli no Ia derrota de Yahvé ante Marduk, sino Ia gloria de sit nueva universalidad salvadoras y 2) ‘que la inspiracié empfrica, sino un acaer en Ia cuentas de la presencia ya siempre activa y real ide Dios, gracias a que una circunstan- cia mundana pone en marcha la genia- lidad religiosa del profeta, que por fin advierte lo que Dios estaba tratando de decirles a fodos. (Es éste un tema deli- «ado que pocas veces se aftonta en la teologfa y que Pannenberg, por ejem- plo, da por supuesto al emit simple fente a la historia de la teadicines cf. Torres Queiruga, 1987, eap. 5.) cl recurso a la «amayéutioas es re- Iativamente nuevo ~tuvo una cierta entrada en el s. xvi, pero su versién ilustada fue rechazada por el Roman: ticismo-, el fondo es, en defintiva, te dlicional, Est en la’ misma Bscritura, con sit insistencia en la presencia del pititu dentro del ereyente (cf. calian nen los corsvoness de Je 31,3334 y Ez 11,19-20 ol testimonio interior de Rom 811-16). Y, bajo bras, se insinGa en la teflexi6n moder: na, La apologética de la sinmanencia» de M, Blondel, con su convergencia ‘entee el fai intérewr (la ai ving) y el fait extéview (a palabra ecle- sial), es un buen ejemplo. K. Rahner Fechaza la concepei6n tradicional del stestimonio» contrapuesto sin ms ala ‘experiencia (como palabra que remite nis allt de sf misma sin contacto alg tno con Ia scosa mismas) y busea una estructura claramente may éuica con su dialética entre revelacin trascenden- tal y categoria Y hasta H. U. von Bal thasar puede decir: «¥ tampoco aqui [en la historia como contrapuesta a la cternidad] tenemos por qué escuchar la Palabra como algo que suena extrafioa ‘nuestros ofdos, en vex de ofrla como Lo Mis Entrafable, como Lo Més Inti ‘m0. como la Palabra que me revela a ‘mismo y me dona mi propio ser 3. Actualidad y verfficabilidad de la revelacin. La estructura mayéutica vi sibiliza algo fundamental: a revelacign no es una «lista de verdadess acerea de algo externo que se aprende de memo= ria, sino remnisién a Ia propia experion- cia del oyente. Este tiene que reco: rover en ella sf mismo ya su Dios, La sospecha que cl Moderisino hizo caer sobre Ia experiencia no debiera oscure cer esta viquera, Religiosimente resalta ddecsiva: mostrar al oyente que la pala ‘bra se ditige él no para llevar fuera ide sto de su realidad, a una estracosfe- ra de mistetios arcanos, sino para ayw- darle @ llegar a lo mis hondo de si ‘ism y de la realidad, en cuanto de- oor ‘erminada por la presencia dle Dios que todo lo sostiene, cura y promueve con sm gracia salvadors. Cultnratmente,clatitica wn toma de agua actualidad: Ia posbilidad de ve- Fificar la revelacién. Ahora se ve que clla habla alas personas de algo aue, a si modo, tambign experimentan por st mismas ¥ eyo sentido buscan: mis ‘ain, de algo sobre lo que reciben tam bien otras oferta de sentido (del amt biente,ideologlas,filosoflas, eligiones, ‘ete)- Ells pueden -y deben- examinat por sf mismas ~werificare~ lo que se les freces ver qué es lo que responde a ‘su ser profundo, a sus aspiraciones mas faimas, a su baquedia mis auténtica y radical, La conversién sucede justa- mente Blondel lo habia visto muy bien cuando alguien se econace en lo ‘que se le propone desde fuera. Por eso {stn en juego tanto la inteligencia, con su formacin y sus condicionamieatos, como la libertad, con la sinceridad de sit bisqueda y de su actitud étca Eleencuenteo con la cultura y eon as dems religiones no procede as por via ‘atoritara, sino como didlogo. La con fianza del cristiano no se apoya st cenel «porque sf de una revelaci controlable, sino en la fuerza misma de Ia verdad: si lx palabra refleja lo mis auténtico de la persona ~ de la persona real y sinica existente, la llamada por Dios la plenitud desu con ne derecho a esperar que reconacerse en ella, Si bien el &xito, 0 ‘el modo conereto del mismo, es algo fob le que no le toe al evetano ju far ni disponer. A é solo se le pide un jisto ofrecimiento mayéntico: ineligi- bile en su formulacién y reftendado por su conducta, segin la gemuina tradicién baiblica del restigo, 1, DIOS QUIERE REVELAKSE MAXIMAMENTE A TODOS 1, La soseurilad» dela revelacién. Bajo casi todos los tatamientos corre el pre= 08 uesto, comin a defensores © ime 1a revelacion estan ‘scura, tanteante limitaday deficitarin porque Dios lo’ ha querido de es: ‘modo. En realidad, podria haberse re velado de modo claro para todos desde siempre Pero no es dificil ver que, si ese foes af, I rovelaciGn result ccalmente inaceptable. Antes del problema de su verdad se habria elimi nado la posibilidad de su sentido, Por ‘que, estando en juego fo méximo de ls persona ~su salvaciOn= y la esencin misma de Dios ~su amor-, toda razén ‘ulterior para justifica la patil retrasoy difcultad dela revel tgfa siempre demasiado tarde. En un tempo Ia evidencia sociologica del cris- tianismo y los kites temporales y geo- icos de la ectomene pudicron ocul tar esta evidencia; pero con la enteada ‘moderna de Ia conciencia critics, por tun ado, y Ia expansin de Ia historia y geografia Ihumanas, por otro, eso hi dejado de ser posible. Ignorarlo serfa fuicida para la teologia. De este pro- bblema dependen ottos de capital im portancia, como el de la elecciou, de la plenitud y universaidad de la revelacin cristina y el del dilogo con las rligiones En realidad, examinada de cere la coscuridad de la revelacién no puede resultarextcaia: es Ia consecuencia in evitable de la desproporcién entre Dios y la creatura. Si, en iltima instancia, “lo semejante es conocido por lo seme- ntes, [a eaptacion del Dios infinite por la inteligencia finita tiene que ser Algo easi imposible, Lo asombroso es, ‘mds bien, que resulte posible de alg ‘modo. De hecho, los mismos escolisti cos no se atrevieron a demostear la posbilidad de la revelacién, sino s6le fu no-imposibilidad. Lo eual permite hhacer una observacién metodologics importante: Ia revelaci6n no 5 cons: {tuible « prior’ por nosotros, podemos Sinicamente intentar comprenderla 4 REVELACION posterior, a partic de sus manifestacio- nes histricas. Toda esta reflexion par- te de dicho supuesto. EI Dios que de hocho se muestra en Ia revelacién biblica culminada en Je- stis aparece como amor (IJ 48.16), en centrega absoluta y gratuita (Rom 5,8), {que quiere salvar a todos (11 esulta obvio que Dios ~iporque Bl aslo ha querido, no porque nosotros se lo podamos pres cribirl— quiere revelarse lo mis posible yatodossin excepeién, Sila revelacién resulta oscura, no es porque él asf Io ecida ~Eedmo iba a hacer eso el Dios ‘gue por nosotros llega a dar la vida de su Hijo2-, sino porque la capacidad Inumana no da para mas. Dios es el amor irradiante que esti presionando in descanso la conciencia de Ia hum idad para que ésta advierta cada ver is y mejor su presencia salvadora Curiosamente, esta idea es vieja en Ta teadicion. Al cur tam sero? Ia pre= gunta de por qué Dios se habia encar- nado tan tarde, ya san Ireneo contest ue no fe porqte él no quisiese salvar siempre y a todos, sino porque el ser hhumano no estaba maduro para aco getlo. Lo que hace falta es tomarla en {oda su consecuencia y, rompiendo es twecheces alo Jou, elaborar una con cepcién n ‘sin limites del amor divino. 2..No seleceinefavoritista, sino es- trategia del amor a todos. ta perspec- ‘iva permite resituar una cue cial y sescandalosa~: Ia particularidad de la revelacién, con su apatiencia de favoritism divino hacia un pueblo y tuna teadiién determinada, asf como el supuesto abandono de todos los de- mis. Cuando se comprende que Dios est sentando mostrarte siempre y (0 dos, las religiones aparecen inmediata- mente en la verdad de lo que siempre ellasafirmaron ser: los higaes sociales donde lo Divino es captado ~con sus lorias y sus limitaciones~ por el ser hhumano. Todas las religiones son, por ello, reveladas y, en exe sentido, verda~ ddoras. El Vaticano Ilo reconocié ex- presamente (NA 2; OT 16). Sélo en un nto habré que examinar la mayor o menor pureza y adeewaci6n de su fe y de su eulto, Por lo demas es ler que la teologta cristiana hace con la lege y svarosa teadicin bibliea, y por so Ih juga desde su culminacién en Jesis y desde él Ia jerarquiza, recono- ciendo cosas que 3 Ho Valens no s6lo ol boren, 9 exterminio de los enemi= 05, por ejemplo, sino gran parte del cultoy de la misma oracién: 2que cris- tiano puede tezar: «iQuién pudiera agarrar y estrellar tus nifios contra las Piedras!» (Sal 137,9)? Yl eleccién deja de ser un favoriis- mo para evidenciarse como una autén- ticaesteategia del amor. Dios, ue esta tratando de revelarse lo mas posible a todos, aprovecha la posibilidad que le fofeecen un pueblo o un individuo que than logeado descubrir un nuevo aspec to, y avanza con ellos lo mis posible (en wna relacién edliday veal, no como siv de quien tnicamente jnsteu- ‘mcntaliza para un fin), Pero mientras tanto no abandona a los demis esa horrible imaginacién de un ‘ademis, les espera por el rodeo del posible encuentro histérico con Lo al- anzado en otro u oxros lugares. Fs ‘como el buen profesor que se vale del ha captad mejor In exp sino llamada a servicio; yningiin pue> blo, pese a todas las apariencias, ha ‘estado jams abandonado de Dios. Por lo demés, en Jesis se confirma clara mente esta ley: cuando la elecciGn le ‘gaan plenitud, rompe todo particula- Fismo y es entcogada a la humanidad: ld y haced diseipulos de todas las na- Clones.» (Mt 28,19). 3. Plewitud y universaldad de la re- a cienciaeristiana vis 20, la conviccién de es lenitud de los tiempos, en vidad escatoldgica sin posible saperacién: «En miltiples ocasiones y Ge muchas maneras hablé Dios antigu- rnente.. Ahora, en esta etapa final.» (Heh 1y1-2). La reflexién teoldgica lo comprendido siempre as. ¥ Juan de |i Cruz lo expres6 insuperablemente: “porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es ua Palabea suya ~que no tiene otra-, todo nos lo habl6 junto y ce una sola vex en esta Palabra, y no tiene més que hablar» Pero ln formulacién expresa de esta ‘experiencia se hizo en el intelectualis- no de la escolistica barroca y se pro- rug oficiamente en Ia reacci6n anti rrodernista con el decreto Lamentabi- 1, condenando a los que afi It revelacidn ano qued cou Ios apéstolese (DS 3421). Tal formula- las eligiones no pueden ignorarse en tre sf y, de hecho, han entrado en un contacto incenso. ya alia amp cin del univers histérico y geografico impide todo stligiso-centismor inge ino, Ia evideneia del pluralism ee hata cualquier setitudimperialista La plenivad na puede ser obsticulo. Como yasabia Pablo sllevamnos este tesoroen ‘acharsosde barros (2Cor 4,7) hye nitud del oftecimiento dvino no equi wale Is plenitd de la acopila hua: ta. Cualguier realiacign histéica es siempre imperfecta y tiene algo que re cabin de las denis, igual que siempre puede oftecer algina riqueza. Como {eda dicho, todas ls reigiones son verdaderasy todas tienen qué oftecery recbi. La dialéctica no es verdadero! falko, sino verdadero/més verdadero, rune’ en todos los aspectos. La univer nevetacion salidad no puede ser en ningin caso exclusiva» de la verdad de los dems, riqueciendo al mismo tiempo la pro: pia verdad. El cristianismo, al ofrecer algo que confiesa insuperable, sabe que tiene también mucho que recibir. No entra en un didlogo fiticio, sino ceal. Dando tratis lo que gratis ha recibide (Me 10,8) y que les pertenece a los demis igual que a él, ecibe al mismo tiempo preguntas, mados, perspectivas, expe riencias, que le ayudan y le obligan a comprender mejor su propio misterio. De hecho ya los padres mis secu énicoss vieron en la filsofia griega tun santiguo testamento» que guiaba hacia Cristo. Con mis razén vale eso para las religiones. Mds ain, en cuanto son verdaderas y median en sf la real presencia de Dios, tienen a su modo un valor eabsolucos: son millones de seres hhunanos los que se salvan een» ellas, | que no se llegue ~ni acaso sea posible jamés~ a un acuerdo efestivo entre las religiones no debe hacer pen- sar sin mds en un fracaso. De hecho, ste religion que no esté pro” influida y aun modificada por el contacto con las demés. Y el fluo es azcendente; de suerte que se uede hablar de an secumenismo en proceso», que constituye un modo, act- s0 imperfecto pero efieaz, de mantener viva en Ia humanidad la inagorable ei- dqueza de la presencia y revelacin divi- nas, Bsto esté pidiendo la elaboraci dde nucvas categoria: personalmente he lute de elaborac algunas, tales como “ineeligionaciéne, epluralismo asimé Uwicoo y «teocenttisio jesuénicos (To tes Queituga, 2000, cap. 6). V. LA REVELACION COMO SALVACION ENLA HISTORIA ‘Hasta aqu la exposicion se ha concen- ttado en el aspecto noético de la reve- Iacién, Respondia asf al desaffo de la saz6u critica a partie de la Musteac neveracion Pero es preciso lovantar ya express mente esa abstracci6n para responder al otto gran desaffo: al de la emancipa ibn de la libertad. Este ¢s, por lo de~ sl orden histérico en que late: Ba afronté el problema. I, Revelaci6n como saluaci6n del ser dumano.Impltcitamente ya esté dicho. Que Dios ce revela, significa que por nor se hace presente en la vida del ser hhumano para levarlo a. la plenitd. Queda analizado el. proceso -en sus dificultades y posbilidades- del scace en la cuenta» de esa presencia. Ahora cumple explictarsu efectividad pest fa, Pues no se trata de una mera silus racine del ser humano, sino de su destino mis hondo e integral: de su salvacién. Al acoger su vida en cuanto Hamada, determinada y potenciada por Dios, el ser humano aleanza la mxima realizacién de todo su set. Pero eso sucede de un modo con- exeto y determinado: no cualq lizacion, sino la que se va desvelando. en la larga tradicion reveladora y que se muestra definitivamente en el dest no de Jess. Su centro est en el amor incondicional y efectivo a los demés, desvelados como hermanos, puesto, ‘que hijos -sin excepeién por abajo ni privilegios por arriba- de Dios. Por 30 es necesatiamente una realizacién ‘desde abajow: desde la solidaridad y cl sercio a los humildes, los pobres y Jos oprimidos. Tal es e Signo para el set humano del nuevo tiempo inaugu- ado por Jess (cf. Le 418-213 7,22- 2, ‘Aunque tarde la reflex haa sacado las consecuencias. Las teolo as politica y de la liberacién, sobre odo, estin mostrando cémo la fe no fascial ehistéricamente a ser i= ‘mano sino que, asumida en su mis ge- ruino dinamismo -xodo, profetismo, Jess, supone un basamento definitive para la efverza histérica de los pobres» (G. Gutireez). Y, a su vez, recuerdan ‘ae sélo desde el seguimicnto efectivo n teoyica cs posible «vers la revelacidn, segiin aguello de que conocer a Yahvé es practicar la justia (Jr 22,16) y de que ante Jess slo vige sana fe que se (2 duce en amor» (Gal 5,6). 2, Revelacién ¢ historia universal ste tema estd en estrecha conexién con el anterior, Tanto de un costado side tegrico (W. Panmenberg, K. Ral ther) como de uno mis prictico (J. ‘Moltmann, J. B. Metz, tedlogos de la liberacién), se busea romper todo d Tismo, que harfa de la historia de la revelacién/salvaci6n un sector dentro dela historia universal: s6lo unos cua tos acontecimientos elegidos por Dios y por él aclaados mediante la inspira cin serian reveladores (O. Cullmann).. [No hay ms que una historia y en toda ella se trata del ser humano y de su salvaci6n. Lo dificil es sefialar la artic lacién precisa. Imposible entrar agut cn el detalle, Basten algunas indica Contra ciertas simplificaciones, la afirmacién de kx unidad universal no debe descartar sin mas la realidad de la historia particular. La particularidad historiea de la revelaci6n cristina es tan hecho evidentes pero «patticulae» tno signifcs aislante, sino intensifica- cid en el continuum de la presencia de Dios en las religiones, como éstas lo son en el continuum de ta historia uni- versal Esto resulta decisivo. No es que en la historia biblica Dios esté en unos determinados acontecimientos y no en los dem, ni que at revelacidn esté en y abandone a las s. Nada hay que 10 esté hhabitado por Dios; pero el percibielo claramente en vinos puntos hace posi- ble descubritlo en todos. Se trata, pues, de una unidad dindmica y sacramental: Ia historia del mundo y Ia historia de salvacién coinciden, pues ésta no es nds que la primera en cuanto vivid, desde su radicacién en Dios, ys por tanto, en cuanto llegada definitivamen: an te a sf misma y desvelada en su més faim esencia, Las consecuencias son obvias para teologfa atenta a la praxis, Lasal- nfrevelacién no forma un coto parte: la fe no puede desentenderse de la suerte histérica de lo humano, pues Dios no esta al margen de la po. Deen y el sufrimiento ai permancce intocado por la ijustciay lt opresion, Reconocer su salvacién significa tata de realizarla en todo lo humario: mids histérico la agora, pero sélo incluyé dolo puede trascenderloy ser real, en- cearnada. La misma espiritualidad ‘cuentra aguf una llamada inignorable a superar dualismos heredados pata tea lizarse no aparte de lo human, sinoen lo humano y su mds honda y auténtica promocién. A les, Models of Revelation, New York, 1983; P. Hicher, Ofenbarang Princip nee zeitlicher Theolgie, Manchen, 19775 G. Morin, Teologie de fa revlacn, Sal Te- trac, Simtander, 196%; W. Pannenberg La revelacion como historia, Sigueie, Sale ‘mancs, 1977; P, Ricoeur y Be Levinas, La révlation, Bruxelles, 1977; E. Schill: heecks,,Revelaidn y telogia, Sigeme, Salunanen, "196% JL. Segundo, Hl dope ‘aque liber, Sal Teens Samaner, 1989, AA. Shonter, Lz vevelacidu yo interpret cin, San Pablo, Madrid, 1986; A. Torees Queirugs La revelacin ce Dios la ree Ticaciou del hombre, Ctistianded, Madeid, 1987; id, Del terror de lane AB de Jess, END, Estella, 2000; D, Tray, flee: Sed Kage for Order, New York, 1975; id ‘The analogical Imagination, New York, 1981 Andrés Torres Queiruga

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