Uno de los puestos de la plaza era el del to Vicente.
El puesto pareca una pequea cocina en cuyos vasares relucan, en vez de pucheros, juguetes, cajas de construccin, muecos, trenes, cubos y pelotas. En un rincn estaba la Pepona, la mueca barata, con sus colores, su pelo de mentira pintado en la cabeza y sus botas, de mentira tambin, pintadas en las delgadas piernas de cartn. Encima de su cuerpo slo llevaba un vestidito, descolorido ya, abrochado con un clavo en la espalda; era de esa tela con la que hacan las bolsas de los confettis en carnaval. Tres aos haca que la llevaban al puesto de Navidad y tres aos llevaba all sin que nadie la comprara. La Pepona sera fea y estara mal vestida, pero era un encanto de mueca; todos los aos escriba a los Reyes y todos los aos les peda lo mismo: que le echaran una nia. Aquella noche haca ms fro que nunca y, sin embargo, haba ms gente que nunca alrededor del puesto. Una mujer con un abrigo azul muy limpio, pero muy viejo, llevaba un rato mirando a la Pepona. Por fin se fue sin decir nada. La mueca Pepona tena fro pero no se quejaba; estaba entretenida y muy contenta viendo la ropa de una mueca que haba delante de ella. Tena cinco abriguitos y hasta impermeable y botas de agua.