Está en la página 1de 2

EL VERDUGO

A. Koestler
Cuenta la historia que haba una vez un verdugo llamado Wang Lun, que viva en el reino del segundo emperador de la dinasta Ming. Era famoso por su
habilidad y rapidez al decapitar a sus vctimas, pero toda su vida haba tenido una secreta aspiracin jams realizada todava: cortar tan rpidamente el
cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre l. Practic y practic y finalmente, en su ao sesenta y seis, realiz su
ambicin.
Era un atareado da de ejecuciones y l despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Lleg el duodcimo hombre,
empez a subir el patbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapit con tal celeridad que la vctima continu subiendo. Cuando lleg arriba,
se dirigi airadamente al verdugo:
-Por qu prolongas mi agona? -le pregunt-. Habas sido tan misericordiosamente rpido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; haba coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareci una serena sonrisa; se volvi hacia su vctima y le
dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.
FIN

EL VERDUGO

A. Koestler
Cuenta la historia que haba una vez un verdugo llamado Wang Lun, que viva en el reino del segundo emperador de la dinasta Ming. Era famoso por su
habilidad y rapidez al decapitar a sus vctimas, pero toda su vida haba tenido una secreta aspiracin jams realizada todava: cortar tan rpidamente el
cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre l. Practic y practic y finalmente, en su ao sesenta y seis, realiz su
ambicin.
Era un atareado da de ejecuciones y l despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Lleg el duodcimo hombre,
empez a subir el patbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapit con tal celeridad que la vctima continu subiendo. Cuando lleg arriba,
se dirigi airadamente al verdugo:
-Por qu prolongas mi agona? -le pregunt-. Habas sido tan misericordiosamente rpido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; haba coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareci una serena sonrisa; se volvi hacia su vctima y le
dijo:

-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.


FIN

También podría gustarte