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Palas Atenea, dicha más tarde Minerva, la Virgen, la Diosa de los brillantes y
resplandecientes ojos, Glaucopis, de mirada viva y penetrante, como la mirada de las
pequeñas lechuzas, con las que custodia durante la noche la Acrópolis, en cuyo
Partenón se atrevió Fidias a esculpirla; la que había nacido de la propia cabeza de
Zeus, con el hacha de bronce de Vulcano por partera; la que dio a la ciudad de Atenas
el olivo como símbolo de la paz, frente al corcel guerrero de Neptuno; y ante cuya
belleza el veloz Helios detuvo los ligeros corceles de su carro de fuego; la que inventó
la flauta y la danza; la Diosa de la Guerra, a quien dedican el gallo, ave animosa y
peleadora; y, por tanto, protectora de la Paz, de la Filosofía y de las Artes; dicha
también Atrine, la indomable, Escenias, la vigorosa, Hippia, pues enseñó a domesticar
los caballos, Areya, la compañera de Ares, Promacos, la que pelea en primera fila,
Nike, pues da la victoria, Eirenóforos, pues porta la paz; que guió a los argonautas en
la búsqueda del vellocino de oro, apartó un día a la sofista corneja de su compañía,
para evitar que los hombres pudieran confundir la parlería con la sabiduría, y decidió
adoptar a la callada y observadora lechuza como numen suyo.
En la España de 1585 así lo decía Juan Pérez de Moya en su Filosofía secreta, donde
debajo de historias fabulosas se contiene mucha doctrina provechosa a todos
estudios: «Desechada la corneja de la compañía de Minerva recibió la lechuza o
mochuelo, porque esta ave ve de noche, y al sabio, entendido por Minerva, ninguna
cosa se le debe esconder por encubierta que parezca; y porque así como esta ave
está de día escondida y retraída en lugares oscuros, apartada de la conversación de
las otras aves, así el sabio con deseo de la especulación se retrae a lugares solitarios,
porque en la familiaridad y frecuencia de la gente no hay quieto reposo para filosofar; y
porque el contemplar y considerar tiene más fuerza de noche que de día, y el ánimo
muestra en este tiempo más vigor, por esto se denota esto más con estas aves
nocturnas que con otras.»
Minerva fue objeto de culto en las provincias del imperio romano. A la Diosa Virgen se
le aplicaban calificativos de sancta, dea sancta, regina, victrix, &c., y muchos
individuos y colectividades se fortalecían con su devoción: asociaciones de militares
devotos de la virgen, incluso guarniciones enteras y grupos de artesanos se
entregaban a la advocación de la Virgen Minerva. Se le consagraron estatuas,
imágenes y altares, con lámparas de aceite encendidas toda la noche... cuando sus
lechuzas no se lo bebían. Con el cristianismo la Virgen Minerva se transformó en la
Virgen María, pero las lechuzas no se enteraron de esos matices teológicos, pues no
cambió el magnífico aceite de oliva de las lámparas de sus altares, cada vez más
numerosos: «y se bebía el aceite de las lámparas como lechuza» (Francisco Narváez
de Velilla, Diálogo intitulado el capón, 1597), «como lechuza infernal, cebándose en el
aceite y sustancia de los prójimos» (Francisco de Luque Fajardo, Fiel desengaño
contra la ociosidad y los juegos, 1603), «y que en Dios y en su conciencia no podía ser
otra la lechuza que chupaba el aceite de aquellas lámparas» (José Francisco de Isla,
Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas alias Zotes, 1758) hasta
el razonamiento de la lechuza de la fábula: «Lámpara, ¡con qué deleite te chupara yo
el aceite, si tu luz no me ofendiera! Mas ya que ahora no puedo, porque estás bien
atizada, si otra vez te hallo apagada, sabré, perdiéndote el miedo, darme una buena
panzada.» (Tomás de Iriarte, Fábulas literarias, 1782).
NOTA: Los apuntes que siguen a continuación, en esta “Wiki”, de una serie de
filósofos son para uso privado de los alumnos del Colegio Santa Mª de los
Apóstoles de Madrid, basados en la obra Cuadernos de COU y Selectividad
Historia de la Filosofía de los autores J.M. GARCÍA-MAURIÑO y J.A. FERNÁNDEZ
REVUELTA de la Editorial Alhambra Longman, así como en Historia de la
Filosofía de J. SEGOVIA, J. ARROYO, F. NAVARRO, de la Editorial Anaya.