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Cristian Alarcon wn eenobae O70 Alaa, Conan "ALA Cuando memucs quiro que me togsen cumbia ede Buenos Airer: Grop Edt Norma, 2205, 224 p21 1 em ~ (ogra y documentos) Isa 97-545:117-7 1 Tio - 1. Cra Pesidiatien (02003, rinan Anca (02003, Deets ei Grupo Batol Norms San Joe 83 (CIO7GARQ) Buca Aes Reps Arenion Epes adherda se Ciara Argento de Publicaciones jst cde pa Maga Canale Fotograiade pa: Ale Str Siepro ot Arpt yor Gries MPSS erased Primer ei: agont de 2008, Sépimarimpresin goto de 2006 oxm02 ssa s45417-7 Praha reprodeci otal paca por salguier mei sin peso scr dee eral echo el depo que marc ey 1.728 Libre de oii rgetnn Prélogo Capitulo 1 Capitulo II Capfeulo IIL Capitulo IV Capitulo V Capitulo VI Capitulo VIE Capitulo VILL Capitulo 1X Epilogo Agradecimientos indice 15 a 45 a 83 99 129 149 175 195 215 a9 Cuando llegué a la villa sélo saba que en ese punto del conurbano norte, a unas quince cuadras de la esta- cin de San Fernando, tras un crimen, nacia un nuevo {dolo pagano. Victor Manuel "El Frente” Vital, dieci- siete afios, un ladrén acribillado por un cabo de la Bonaerense cuando gritaba refugiado bajo la mesa de tun rancho que no tiraran, que se entregaba, se convir- tid entre los sobrevivientes de su generacién en un particular tipo de santo: lo consideraban tan podero- so como para torcer el destino de las balas y salvar a los pibes chorros de la metralla. Entre los trece y los diecisiete afios el Frente robaba al tiempo que ganaba fama por su precocidad, por la generosidad con los borines conseguidos a punta de revélveres calibre 32, por preservar los viejos cédigos de la delincuencia sepultados por la traici6n, y por ir siempre al frente. La vida de Victor Vital, su muerte, y las de los sobre- vivientes de las villas de esa porcién del tercer cordén suburbano -Ia San Francisco, la 25 de mayo y La Es- peranza-, son una incursi6n a un territorio al comien- zo hostil, desconfiado como una criatura golpeada a la CCuustiaN ALARCON que se le acerca un desconocido. La invocacién de su nombre fue casi el inico pasaporte para acceder a los estrechos caminos, a los pequefios territorios inter- 10s, alos secretos y las verdades veladas, ala intensidad ‘que se agita y bulle con ritmo de cumbia en esa zona que de lejos parece un bartio y de cerca es puro pasillo. Quizas hubiera sido mejor revelar la identidad de tun asesino, la mecénica de un fusilamiento, un mensa- je de la mafia la red de poder de un policia corrup- to, un crimen pasional cometido con una faca bien afilada. Detrés de cada uno de los personajes se po- dria ejercer la denuncia, seguir el rastro de la verdad juridica, lo que los abogados llaman “autor del deli- to” y el periodismo “pruebas de los hechos”. Pero me vi un dia intentando torpemente respetar el ritmo bascular de los chicos ladrones de San Fernando, sen- tado durante horas en la misma esquina viendo cémo jugaban al fd:bol y sancionaban a las patadas al mal Zzaguero central. Me vi sumergido en otro tipo de len- guaje y de tiempo, en otra manera de sobrevivir y de vivie hasta la propia muerte. Conoci la villa hasta egar a suftirla, Con el tiempo y el progreso del asfalto y la urba~ nizacién impuesta por el municipio, la villa San Fran- cisco, y a sus costados norte la 25, y sur La Esperanza, se fueron convirtiendo en un barrio, Sobre el natural caos de la edificaci6n no planificada se trazaron algu- nas calles y algunos ranchos desaparecieron bajo las topadoras para dar lugar al cemento y al orden. Pero, la traza colonial slo logra dar la impresion de un ba- rrio con esas fachadas en las que a pesar de la pobre- a se ha puesto esmero. Es una delantera amable de 6 Cuando me muera quiero que me toquen cumbia Ja villa: entre casa y casa, entre frente y frente, se abren los pasilos que llevan a los caserios de los fondos. De- tds de cada zagusin se esconden las casillas de chapa mejoradas con improvisadas paredes de bloques o la- drillos. Justo entre la 25 y La Esperanza ha quedado intacta una porci6n de la vieja villa de ranchos enci- mados con cuatro pasillos internos. En uno de ellos, al que se entra por la calle General Pinto, a una cua~ dra de su casa, fue asesinado el Frente Vital la mafiana del 6 de febrero de 1999. Mauy de a poco el campo de accién en el lugar se fue ampliando para mi, abriéndose hasta dejarme entrar a los expendios de droga, a las casas de los la- drones més viejos y retirados, a los aguantaderos. Al principio sélo podia circular por la cuadra del Frente, s6lo ver cémo, al Hegar la hora de comer, las mujeres comenzaban a hacer una recolecci6n sistematizada de préstamos entre los vecinos de siempre. Media ta- za de accite de un rancho, un poco de arroz de otro, una cebolla, un precioso pedazo de carne mas alld. Las madrazas en busca del faltante para resolver el hambre se cruzaban de vereda a vereda rescatando porciones a reciclar con una pericia que evidenciaba el entrenamiento en la faena de lenar la olla del dia, la inmediata necesidad de saciar los estémagos de cada familia, ‘Al Frente lo enterraron en una tumba del sector més pobre del cementerio de San Fernando, donde conviven los mausoleos seftoriales de la entrada, y las pedestres sepulturas sobre la tierra. Adornados por flores de pléstico, los muertos quedan como sembra- dos a lo largo de una planicie en la que resalta hoy la v7 CCnistian ALARCON ‘tumba de Victor Vital. Resplandece entre las demés por las ofrendas. Grupos de chicos enfundados en sofistica- dos equipos de gimnasia y zapatillasgalicticas se retinen para compartir con el Frente la marihuana y la cerveza. Las ofrecen para pedirle proteccién. San Fernando es ese partido del conurbano bonae- rense cuya estacin del ferrocarril Mitre es casi la itima antes de llegar a Tigre, a poco del Rio de la Plata, entre Béccar y Carupé: ¢s la zona del pais donde la brecha entre pobres y ricos es abismal. La fortuna ajena pa- rece al alcance de la mano: alli se da la maldita vecin- dad entre el hambre y la opulencia. A dos aftos de mi llegada al barrio, los chicos de la generacién que ereci6 sin el particular y cuestiona- ble orden que defendia el Frente Vital, les roban a las ancianas y los nis del lugar. Buscan diez pesos pa~ ra una préxima dosis de mentirosa altivez. Se con- forman ya no con la reivindicacién del propio ser al tomar por asalto el status prohibido de las marcas fa- ‘mosas sino con un paraiso artificial que da una bolsa de Poxiran o intoxicados con las pastillas diseftadas para calmar la angustia del perfecto pequefio burgués diluidas en el peor vino ofertado por el almacenero, al que tarde 0 temprano asaltarén, simplemente por- que los tiempos han cambiado en contra nuestra y ya no hay ley, no hay iguales, no existe el milagro de la salvacién, ‘Como si él y su poderio mistico incluyeran la con- dena y la salvaci6n, el mito del Frente Vital me abrié Ja puertaa la obscena comprobacién de que su muer- te incluye su santificacién y al mismo tiempo el final de una época. Esta historia intenta marcar, contar ese 18 Cuando me msera quiero que me tquen combi final y el comienzo de una era en la que ya no habra tun pibe chorro al que poder acudir cuando se busca proteccién ante el escarmiento del aparato policial, “6 de los traidores que asolan como el hambre la vida cotidiana de la villa. Capitulo 1 Maria tenia las manos metidas en el agua jabonosa “de un fuent6n cuando lleg6 la peor noticia de su vida. =jLoco! ;Vengan! ;Vamos a fijarnos! ;Esté toda la yutal ;Parece que lo agarraron al Frente! ‘Maria retorefa un jean en el patio del rancho de su novio Chafas. Vivia alli hacia dos semanas, exilada por primera ver. de la casa de sus familia, ras una dis- ‘cusién con su padrastro, un poco respetado dealer de Ja zona, miembro del clan de los Chanos. ~jLoco! ;Parece que mataron al Frente! Los pibes de esa cuadra que desde afuera parece un barrio pero por dentro es puro pasillo, todos menos ella salieron corriendo tal como estaban. Maria se queds parada alli sin volver la vista atrés, disimulan- do por pudor a causa de ese noviazgo corto pero in- tenso que ya habia dejado de tener con el Frente. Prefiri decirse a sf misma: “Yo me hago la estipida”. Especulé con que si algo verdaderamente malo ocu- ria, alguien llegaria a avisar. Por eso hizo como que frotaba la ropa, soportando las ganas de llegar también ella, mas répido que ninguna, desesperadamente, a ver a ‘Chistian ALARCON Ja suerte que habia corrido el chico de quien a pesar de la separacién reciente, alin estaba enamorada.. Lo mataron al Frente ~dijo, después de unos diez minutos una mujer del otro lado de su cerco. Maria lo escuché sabiendo que algin dia podia su- ceder, pero jamés tan pronto: ella trece y él diecisiete, ¥y esas profusas cartas de amor que hablaban de un fu- turo que se le antojaba el tinico aunque ahora estuvie- ra con otro, aunque su nuevo novio fuera uno de los amigos de Victor, aunque el mundo se cayera. Sali6 se- candose las manos en el pantalén, y anduvo una, dos, tres cuadras, cruz6 el descampado, y se metié en la vie lla 25 de Mayo directo hacia el rancho de su madre, el mismo del que se habia escapado para refugiarse en la casa de Chafas. Apenas entr6, se arrojé a los brazos de Ja mujer, como hacia mucho tiempo que no lo hacia: Ma, me parece que lo mataron al Frente, acompa- fiame -le dijo llorando en su hombro. Laura estaba cubierta sélo por una sabana, acalo- ada por el peso de la humedad que a las diez y media de la mafiana antecedia a la tormenta; l cuerpo exhaus- to después de una noche de Tropitango con el Frente, las chicas y el resto de los amigos que quedaban en li- bertad. La despert6 una bulla atfpica para una ma- fiana de sibado, una agitacién que de alguna manera obrevendria. Su madre no tard6 en alertarla. Le dijo, sin siquiera saludarla, con una voz. éspera pero sin embargo piadosa: Lav, me parece que lo mataron al Frente. Salié de la cama anestesiada, sin sentir el peso del cuerpo trasnochado, de los litros de alcohol que habia Cuando me muera quiero que me toquen cumbia ‘tomado mientras bailaban por undécima vez en el cen- tro de la pista con esos romances tortuosos entonados “por Leo Matioliy su banda en el escenario, en vivo y en, directo. Hizo la media cuadra de pasillo que la sep2- taba del potrero desierto que dejaba ver el escudlido Arente de la villa: |= /Parecia como si estuvieran buscando al Gordo Va- Jor! ;La cantidad de policfas que habia! ‘Los mas cercanos a Victor se fueron arrimando to- "do lo que pudieron al rancho donde lo ten‘an encerrado. Se habian escuchado los tiros. Varios habian visto de refll6n cémo Victor y tras él Luisito y Coqui, dos de los integrantes de lo que la policfa propagandiz6 como La Banda de Los Bananita, pasaban corriendo por el co- razén de la 25 con las sirenas policiales de fondo, ceruzaban por el baldfo que da ala San Francisco y se perdian en uno de sus pasillos metiéndase en el ran- cho de doa Inés Vera. Supieron por el veloz correo de rumores de la villa que Coqui cayé rendido ea la ‘mitad del camino, cuando al atravesar una manzana de ‘monoblocks en lugar de seguir escapando intent6 es- ‘conderse en una de las entradas. Desde el momento de Jos disparos no huubo més sefales sobre lo que habia pa- sado. Nadie sabfa si Luis y el Frente estaban vivos. "Los policias se vieron rodeados apenas se internaron en la San Francisco; con cada vez més refuerzos inten- taban disuadir a los vecinos de que se retiraran. Mauro avanz6 por entre los ranchos y consiguié treparse al techo de la casilla cercada por un batallén de policfs en la que habian intentado refugiarse Victor ysu compinche, Luisito, Mauro era uno de los mejores 2 CCaisTIAN ALARCON amigos del Frente, un integrante fuerte de la generacién. anterior de ladrones que habia, después de pasar dema- siado tiempo preso y tras la muerte de su madre, deci- dido alejarse del oficio ilegal y buscarse un trabajo de doce horas para lo basico, ya lejos de las pretensiones. Mauro habia influido en Victor con sus consejos sobre los viejos cédigos, el “respeto” y la ética delincuencial en. franca desaparicién. Mauro recuerda bien que dormia con Nadia, su mujer, cuando lo despertaron las tiros. “Le dije: ‘Uy, los pibes’. Porque siempre que se escuchan tiros es porque hay algiin pibe que anda bardeando. Me levanté, me puse un short y encaré para aquel lado.” ‘Apenas salié de su rancho una nena que vive a la vuelta y que lo sabia amigo inseparable de Victor, a pesar de que para entonees él ya comenzaba a “dejar el choreo”, le dijo la frase tan repetida aquella mafana: Me parece que lo mataron al Frente. Corrié hasta la entrada de la San Francisco. Un. policia lo frené: =No podés pasar. ‘Mauro continué sin mirar atrés. Bl policia le chist. 1 siguié acercandose a Victor. vos te digo, no podés pasar. Qué no voy a poder pasar-le dijo~. Yo voy para mi casa, c6mo no voy a poder pasar loco, sino hay una cinta ni nada, Durante unos minutos crey6, incluso se lo dij Laura, que el Frente habia podido escapar. “Este de puta se les escapé.” Igual se trepo al techo, para cerciorarse. Desde lo alto podia ver la mitad del euerpo de Luis saliendo de la puerta del rancho. Estaba inmévil, parecia muerto pero sélo lo simulaba por el painico al ™ ‘Guarda me menere quiero que me toquen cumbis silamiento. Mand6 a pedir una cémara de fotos que tard6 nada en llegar. Disparé varias veces para re~ trar lo que sospechaba que la Policia Bonaerense aria. Temfa que Victor estuviera herido y que, tal 1 estaba marcado por la Bonaerense, dejaran que desangrase al negarle la asistencia médica. Por eso waba con arrancar las chapas de la casila sila po- ioia no se decidia a sacarlo de ali. Hasta que Luts no pu- evitar que contra su voluntad las piemnas comenzaran. temblarle. Uno de los uniformados se dio cuenta: =Che, guarda porque éste esté vivo. ‘Laura vio cuando lo retiraban del lugar en una cami- con la cabeza ensangrentada por el tiro que le roz6 el co. Chaias consiguié acercarse él. Luis lloraba. El Frente, fijate en el Frente -alcanz6 a decirle tes de que lo metieran en la ambulancia. Laura se preocupé cuando unos minutos después la inda ambulancia que habia llegado para los supues- heridos se fue vacia “Seitor, y el otro chico? -pregunt6 a uno de los formados con miedo a la respuesta. 14 ahi adentro, lo que pasa es que esté bien —le ints. =2Y por qué una de las ambulancias ya se fue? —Porque esta bien, nena! -cerré el policia Entre los que peleaban su lugar cerca del rancho bién esperaba Matilde, confidente privilegiada del ante, cOmplice de hierro a la hora de dar refugio spués de un robo, cartonera y madre de Javier, Ma- 1 y Simén Miranda, sus mejores amigos, los chicos los que alos trece habia comenzado en el camino as ‘Custian ALancon del delito. Matilde habia conseguido escurrirse hasta la puerta misma del rancho y desde ahi hablaba con Mauro amotinado en el techo, Estuvo casi segura de que al Frente lo habfan matado cuando presencié las preguntas y las evasivas entre Mauro y uno de los hom- bres de delantal blanco que entr6 al rancho con un par de guantes de litex en las manos. Eh, zqué onda con el pibe? gPor qué no lo sacan? “le pregunté Mauro. feng Ne thor vamos aver intents evadirse el en- ~Decime la verdad, decime si esta muerto. =No te puedo decir nada -lo core. ~Decile la verdad loco, no va a pasar nada, Esté muerto, no? Bl re ya no volvi6 a abrir la boca pero cuando volvié a pasar, bajando los parpados lenta- et matey rs : Pato, el hermano mayor de Victor estaba en su turno de doce horas en un supermercado donde ahora es super- visor. Su hermana Graviana ya se habia casado y se habia ido a vivira Pacheco. Si no aparecia un familiar la policia seguiria retenigndolo en el rancho de dofa Inés Vera. =Vayan a buscar a la madre que esté trabajando en 4lsupermereado San Cayetano de Carups-propuso Alli partieron Laura y Chaas en un remise. Pero Sabina estaba en la sucursal de Virreyes. Volvieron al barrio. La gente seguia acumulindose alrededor del rancho. A Virreyes corrieron a buscarla otros vecinos. cent Sabina porque hay un problema con la policia ‘Cuando me muere quiero que me toguen cursbie Pero dejalo que se lo leven a ese guacho por atre- do. Yo no voy a ninguna parte -se negé Sabina, como siempre en lucha contra la pasién ladrona de su hijo, snor, dispuesta a que lo metieran preso con la espe- de que el encierro en un instituto lo reformara y ‘convirtiera en un adolescente estudioso y ejemplar. Venite que esté adentro de una casa. ;Venite! | La convencieron. Sabina pens6: “Este tomé como ‘rehén a alguien y esta esperando que yo llegue para regarse, pero antes lo voy a trompear tanto... No leg6 a imaginar la muerte de su hijo hasta que el auto ¢¢ as0m6 al barrio doblando por la calle Quirno Cos- xy pudo distinguir desde el otro lado del campito un ‘mévil de Crénica TV y un helicéptero sobrevolando la ‘muchedumbre. “Cuando vi el mosquerio de gente y ‘de policias me temblaron las piernas.” Bajé del remise Jy escuchd que gritaban: =iViene la mamA! Viene la mamé! ~atraves6 de~ sesperada y los pibes y las mujeres iban abriendo pa- alo largo de todo ese pasillo. Fue en ese momen- en que se le unié como una guardaespaldas incon- icional Matilde, experta en reclamar por sus chicos pelearse con la policia cada vez. que cafan presos. intas Hlegaron a la valla humana de policias que stodiaba el acceso al rancho. Sabina dijo, con los ibios apretados: Soy la madre -y entr6. ‘Maria, laex novia del Frente, en ese mismo momen- ccaminaba sostenida por su madre hacia el campito jue da a la vereda de la San Francisco por un lado y la por el otro. Lo primero que vio fue la flaca silueta z CGnismian ALARCON de su novio Chafas que saltaba en el medio del campo y gritaba, “Todos gritaban, me mareé de repente, no vela nada, no entendia nada, me haba puesto muy ner- viosa, temblaba, tenfa miedo y no sabia bien de qué. Hasta que legué a la puerta del rancho, porque me iban dejando pasar, y la via Sabina.” Ella, Sabina So- tello, intentando conservar la calma, queriendo creer a pesar de todo que el sabandija habia tomado rehe- nes, pregunt6 intentando parecer tranquila: ~{Dénde esta mi hijo? Una mujer policfa de pelo corto, subcomisaria a cargo del operativo, la miré y no quiso contestarle. =Yo soy la mam le dijo, dandole todos los motivos del mundo en uno para que le contestara. Sabina miré hacia los costados buscando el rostro de Victor. Pero no alcanz6 a distinguirlo. “Yo creia que me lo iba a encontrar ahi parado, qué sé yo, y esta mujer no me decia qué habia pasado, asi que me sa- qué.” La agarré del cuello del uniforme y la levanté contra un ropero pequemio que habia en aquel cuarto de dos por dos. ~4Dénde est mi hijo? ~Calmate, calmate ~gDénde est mi hijo? ~Pard, pard, calmate. Sabina no dudaba en estrangularla si no hablaba, no se la quitarian de las manos si no le aclaraban qué habia pasado con Victor. Y entonces escuché el tecleo de una maquina de escribir sobre una pequetia mesa. “Y cuando escuchés eso ya te imaginis, zviste2, cuando estin eseribiendo..” Cuando me muera quiero que me toquen cumbia El hombre que escribia a maquina desarrollaba en enguaje judicial los hechos que habian llevado a la juerte de Victor Manuel Vital esa maftana de febrero. historia tiene domicilio: el mimero 57 de la calle General Pinto, esquina French. Allien la puerta de su Victor le dejé en custodia a Gastén, el hermano mayor de Chaias, las cadenas, las pulseras, los anillos de oro, los fetiches de status que siempre llevaba puestos. Marché, preparado para “trabajar” a encon- arse con otros dos adolescentes con quienes solia compartir los golpes: Coqui y Luisito, dos ladrones nbign de diecisiete, y de otra villa con nombre cat5- co: Santa Rita. Ellos dos y dos hermanos hijos de un drén conocido como “El Banana”, se harian famo- 0s tiempo después de la muerte de Victor en una de primeras tomas de rehenes televisadas. Habian uerido robar a una familia y en lugar de escapar ré- se habjan entusiasmado con la cantidad de obje~ suntuosos que habja en el chalet de Villa Adelina. Algo parecido a lo que les ocurrié ese 6 de febrero gando tardaron en robar una carpinteria a sélo ocho vadras de French y Pintos. "Gastén intent6 persuadirlo: que no fuera, que se uedara esta vez porque el lugar tenia un “mulo”, que fica vigilador privado; que otros ya ha- n “perdido” intentando lo mismo. Victor no quiso reerle, En menos de diez minutos estaba encafionan- {o al dues de la fabrica de muebles. En quince salian wriendo del lugar muy cerca de la mala suerte. Los patrulleros que rondaban la zona recibieron un sta radial sobre el asalto. “Tres NN masculino, de jencia menores de edad se dirigen con direc 2» ‘CausTiAN ALARCON la villa 25°, escucharon. En el m6vil 12179 iban el sar= gento Héctor Busebio Sosa, alias “El Paraguayo”, y los cabos Gabriel Arroyo y Juan Gémez. Y en cl 12129 el cabo Ricardo Rodriguez y Jorgelina Massoni, famosa por sus modos, como “La Rambito”. Las sirenas poli- ciales se escuchaban cada vez:mas cerca. Vietorcorria en primer lugar, acostumbrado como ninguno a esabullic~ se:en el gitimo tiempo ya no podia pararse en ningu- na esquina. Su sola presencia significaba motivo sufi ciente para una detencidn. A sus espaldas pretendian volar Coqui y Luisito. io puedo més! jNo puedo mas! ~escucharon quejarse a Coqui, que qued6 relegado en el fondo por culpa de sus pulmones comidos por la inhalacién de pegamento. ‘Rigndose del rezagado, el Frente y Luis entraron por el primer pasillo de la San Francisco. Alicia del Casti- llo, una vecina de generosas proporciones, caminaba por el sendero con su hija de dos afios de un lado y la bolsa del pan en el otro. El Frente la agarré de los hombros con las dos manos para correrla: ya no llevaba elarma encima, En seguida “colaron rancho”, como le dicen los chicos a refugiarse en la primer casila amiga, La mujer que les dio paso para que se salvaran, dona Inés Vera, se paré en la puerta como esperando que ‘pasara el tiempo y los chicos se metieron debajo de la ‘mesa como si jugaran a las escondidas. Los policas habfan visto el movimiento. Ni siquie- ra le hablaron, la zamarrearon de los pelos y a los ‘empujones liberaron la entrada. Los chicos espera- ban sin pistolas: Luisito me conté que se las dieron a doia Inés, quien las tiré atrés de un ropero, Las 30 (Cuando me muers quiero qe me toguen combi descartaron para negociar sin el cargo de “tenencia” en 10 de entregarse. Lo mismo que el dinero: lo guar~ 6 ella debajo de un colchén y lo encontré la policta aunque nada de eso conste en las actas judiciales En culillas bajo la mesa, el Frente se llevé el indice Jos labios: “Shh... callate que zafamos...", murmur; ¥ son a una mujer policia y dos hombres entrar al ran- ho apuntando con sus reglamentarias. El sargento ctor Eusebio Sosa, “El Paraguayo”, iba adelante on su pistola 9 milimetros. Pated la mesa con la pun- ta de ferro de su bota oficial; la dej6 patas ariba en un rinedn. Victor aleanzé a gritar: =iNo tiren, nos entregamos! Luis dice que murmuraron un “no” repetido: “No, no, no”, un “no” en el que no estaban pudiendo creer los fusilaran: “Nos salié taparnos ¥ decir ‘no, no’, co- no cuando te pegan de chico”, me conté Luisito en un abellin de a cércel de Ezeiza, condenado a siete aftos de por los robos que después de la muerte del Frente ié cometicndo, exultante al recordar los viejos tiem- después de tanto, el dia de su cumpleafios veintiuno.. Y describi6 sin parar la escena final: Silbaron en el estrecho de aquella miserable habitacién de dos oF dos cinco disparos a quemarropa. Luis supo que los fusilabany; como impulsado por un resorte salt6 hacia la uerta, En el aire una bala le rozé el erdneo. Quedé con ‘mitad del cuerpo afuera del rancho, ganéndole me- fo metro al pasillo, Se desmay6. El Frente intents pro- gerse cruzando las manos sobre la cara como si con lls tapara un molesto rayo de sol. Luisito recuperé la onciencia alos pocos minutos, pero se quedé petrifica- jo tratando de parecer un cadaver, Fy (Curstian ALARCON EL Frente falleci6 casi en el momento en que el plo- ‘mo policial le destruyé la cara, Las pericias dieron cuen- ta de cinco orificios de bala en Victor Manuel Vital. Pero, fueron sélo cuatro disparos. Uno de ellos le atravesé la ‘mano con que intentaba cubrirse y entré en el pomulo. Otro mas dio en la majilla. ¥ los dos iltimos en el hom= bro. En la causa judicial el Paraguayo Sosa declaré que Vietor murié parado y con un arma en la mano. Pero la Asesoria Pericial de la Suprema Corte, por pedido de laabogada Maria del Carmen Verdi, hizo durante el pro- «eso judicial un estudio multidisciplinario, Los especia- listas debieron responder, teniendo en cuenta el angulo de la trayectoria de los proyectiles, a qué altura deberia hhaber estado la boca de fuego para impactar de esa ma nera. Teniendo en cuenta las dimensiones de la habi: tacién y la disposicién de los muebles, si los hechos hhubieran sido como los relat6 Sosa, él deberia haber dis- parado su pistolaa un metro sesenta y siete centimetros de altura, Esto significa que para haber matado al Fren- te, tal como dijo ante lajusticia Sosa deberia haber me- dido por lo menos tres metros treinta centimetros. Con el rostro enrojecido por la presién del estrangu- lamiento la mujer polieia,elevada diez centimetros del suelo por Ia fuerza de la mujer que la tenia del cuello, le dijo finalmente a Sabina: ~Su hijo esta muerto, Ahi esté, no lo toque. En el piso de tierra yacia Victor, con la frente ancha y limpia que le dio sobrenombre, sobre un charco de sangre, bajo la mesa sobre la que escriban el parte oficial de su muerte, (Cuando me muera quiero que me toquen cumbia Sabina solté un grito de dolor. Su llegada a la escena hhechos habia provocado un silencio s6lo alterado rel ruido que hacia el helicépeero suspendido sobre speranza: un policia habia masacrado a Victor Ma- uel “El Frente” Vital, el ladrén més popular en los uburbios del norte del Gran Buenos Aires. Tenia isiete aos, y durante los tiltimos cuatro habia vi- 0 del robo, con una diferencia metédica que lo vol- ria santo; lo que obtenia lo repartia entre la gente de 1 villa: los amigos, las dofias, las novias, los hombres in trabajo, los nifios “Yo sabia que todo el mundo lo queria pero no nsaba que iban a reaccionar asi. Porque hasta la se- de ochenta aftos empezé a tirar piedras”, cuen- Taura. Asi comenz6 la leyenda, estallé como lo cen solo los combates. Como una sefial todo po- entienden en la villa, el cielo se oscureci6 de pe, cerrindose las nubes negeas hasta semejar so- reel rancherfo una repentina noche. Y comenz6 a x. La violencia de la tormenta se agit6 sobre la idignacién de la turba. Bajo el torrente los vecinos *Ia San Francisco, la 25 y La Esperanza dieron ba- alla a la policia. La noticia sobre el final del Frente corrié por las villas cercanas como sélo lo ha- mn las novedades tragicas. Llegaron de Santa Rita, Ivear Abajo, del Detalle. A la media hora habia i mil personas rodeando a ese chico muerto y to cincuenta uniformados preparados para re- jr. Llegaron los carros de asalto, Ia infanteria, el a (CRISTIAN ALARCON Grupo Especial de Operaciones, los perros rabiosos de la Bonaerense, los escopetazos policiales. ‘Cuando comenzaron los tiros, Laura consiguié acer carse a su amigo hasta quedar refugiada en uno de los ranchos que dan al lugar donde lo mataron. “Justo donde estaba habia un aguj sacaban y cémo los hijos de puta se refan y gozaban, de lo que habian hecho. Los vigilantes lo sacaron des- tapado, como mostrindoselo a todo el mundo.. sacaron como a cualquier cristiano. Yo lo vi, vi las 2a- patilas que en la planta tenian grabada una ‘v” bien grande.” Era la marca que Victor le habia hecho a las zapatillas, la misma V que ahora dibujan los creyentes en las paredes descascaradas del conurbano junto a los cinco puntos que significan “muerte a la yuta”, muerte ala policia. Son los mismos cinco puntos que tienen tatuados en diferentes lugares del cuerpo los amigos de Victor que fui conociendo a medida que me interné en la vi- Ila, Son cinco marcas, casi siempre del tamafio de un lunar, pero organizadas para representar un poliia ro- deado por cuatro ladrones: uno -el vigilante en el centro rodeado por los otros equidistantes como ngu- los de un cuadrado. Es una especie de promesa personal hecha para conjurar la encerrona dela que ellos mismos fueron victimas, me explicaron los pibes, aunque suelen jones y no hay antropélogo que haya terminado de rasteear esa prictica tumbera. Ese dibujo asume que el ladrén que lo posee en algiin momento fue sitiado por las pistolas de la Bonaerense, yy que de alli en més se desafia a wengar su propio desti- no: el juramento de los cinco puntos tatuados augura y pude ver cémo lo ser varias ls interpre ‘Cuando me muera quiero que me toquen cxmrbia _que esa trampa sera algain dia revertida. El dibujo pretende que el destino fatal recaiga en el préximo nfrentamiento sobre el enemigo uniformado acorra- «lo ahora por la fuerza de cuatro vengadores. Por eso la policia el mismo signo es sefal inequivoca de itecedentes y suficiente para que el portador sea un ospechoso, un candidato al calabozo. Son cinco puntos gigantescos, como las fichas de un asino, los que se grabé en su ancha espalda Simén, el nenor de los hijos de Matilde, un poco més abajo que as sepulturas, el dragén y la calavera. Y la misma mar- tiene, en el biceps abultado del brazo derecho, Javier, ‘mayor de sus hermanos. Manuel, el del medio, se os tatué en la mano. ¥ Facundo, el cuarto miembro Jo que precariamente fue una “bandita”, especie de 0 del Frente, se los hizo sobre el oméplato izquier- la primera vez que estuvo preso en una comisaria a 95 quince afios. El odio a la policia es quizés el mis te lazo de identidad entre los chicos dedicados al bo. No hay pibe chorro que no tenga un caido bajo ‘metralla policial en su historia de pérdidas y humi- jones. Para estos chicos la muerte de su amigo es ude esas heridas que se saben incurables; con las que aprende a convivir: se veneran, se cuidan, se alivia~ neon algyin ritual, se cuecen con el recuerdo y con igrimas. ¥ como si el destino hubiera querido pre- los 0 privarlos del momento fatuo del velorio y eral de un ser adorado, los tres estaban presos el ‘que un policia bonaerense asesiné al idolo. ‘La tarde anterior al crimen Simén pudo hablar por -ver.con Victor: llamé Simén desde el teléfono 35 [CausTiaN ALARCON . (Cuando me mera quiero gue me toguen cambie ptblico al que tienen acceso los chicos internados en ~jEh! ;Guachas! ;Pénganse las pilas! €l Instituto Agote. “Nos cagamos de risa un rato, Jo- ~Lo mataron al Frente. diamos, que pa, que pé-pa-pa. Que pum. Que pam. Y ~igCuindo?! dienun momento me dijo: Hace un rato. —Miré, mafiana te voy a mandar una chomba, una ~Ustedes estan re locas. ;Si yo ayer hablé con él! bermuda guacho... Laura se largé a llorar. El no pudo més que creer =No pasa nada, guacho: ¢Qué me estis diciendo? Ni siquiera necesité que le contaran los detalles. Sa~ Eh, vos sabés que somos re amigs via cudn marcado estaba Victor Vital por la policia de No pasa nada guacho, bueno, todo bien.” jan Isidro. No pudo mas que cortar y subir a la celda, Cortaron entre risas y cargadas, como suele ser serrarse atin mas dentro del encierro, para llorar solo. ‘cuando dos chicos conversan, yendo de la medicién. ‘Armé un porro enorme gastando toda la marihuana del ingenio del otro, del ejercicio de la esgrima verbal Je quedaba, lo encendid, aspiré profundo, y sin lar- permanente, al afecto que lega siempre con rodeos, 1 humo puso en un grabador, que le habian regala- disfrazado de lealtad o de “respeto”. o, los temas que escuchaba el Frente. Primero cum- Esa noche Simén se durmié pensando otra vez en el colombiana, cumbia de sicarios, después el grupo dia en que regresaria ala calle y aftoré estar en la villa, mexicano Cafiaveral. Al final puso una cancién que el haber vuelto al rancho después de un “hecho” con los ante escuchaba como parte de su personal religi6n. bolsillos llenos de billetes para sumergirse en el Tropi- ‘Cuando me muera quiero que me toquen cumbia,/ ‘tango, o en Metrépolis, la bailanta de Capital ‘que no me recen cuando suenen los tambores,/ y que ‘Al dia siguiente volvié a marcar el diecinueve y pidié fo me lloren porque me pongo muy triste,/ y que no cobro revertido con la casa de su amiga Laura. Del ue loren porque me pongo muy triste,/ no quiero ‘otro lado escuché en la voz de ella el aturdimiento que onas ni caritas tristes,/ slo quiero cumbia para deja la muerte, la angustia que precede a la entrega de vertirme. una pésima noticia. Laura estaba con Mariela, su novia de entonces. Facundo también habfa cafdo poco tiempo antes =No, mejor decile vos ~escuché Simén. 4 asesinato en el que por mas deseos y mensajes con- -No, decile vos...-sefilte6 por el tubo. radores de la muerte, el barrio habia llorado a ma- ={Qué te pasa? ~casi grité en el silencio carcelario Habia sido después de un robo con Chaias, en el del Agote. te un patrullero los cruz6, cuando silbando bajo vol- : albarrio después de haber robado una panaderia. j@Qué me tienen que decir, guachas? fas se demoré dos minutos de més porque quiso an- 5 de invertir en pastillas pagar la cuota de un crédito Fy (CRISTIAN ALARCON {que habia pedido en la zona. Facundo termin6 inter- nado en el Instituto de Recuperacién de Adictos de Monsefior Ogitenovich en Mercedes que mis tarde se haria famoso por las denuncias sobre malos tratos y torturas a menores. Ese dia también supo del crimen por la televisién. “Fue un desastre, Le agarr6 un ata~ que de nervios, empez6 a romper cosas, luch6 con los celadores, quiso saltar el alambre, se quiso escapar, y ‘entonces le pegaron mucho. Después, como 4! seguta con problemas, fuimos y lo encontramos muy mal. Lo drogaban mucho y temblaba solamente de lo drogado que lo tenfan, Lo inyectaban y estaba todo lastimado, la bboca lastimads, a ceja lastimada, todo el cuerpo ras- pado del alambre porque lo habfan bajado de los pantalones y se habia raspado con las ptias. De ahi lo trasladaron a una comunidad para adietos en Florencia Varela, Ahi se repuso, estaba con psicélogos”, me con- t6.una tarde de la tltima primavera su abuela, una de Jas Mai umbanda del barrio. Fuea través de Facundo que Luis conocié al Frente, y a su vez a través de Luis que el Frente se cruzé con Coqui, el otro integrante de Los ‘Bananita con quienes fue a robar por iltima vez. Ese 6 de febrero Manuel estaba detenido por el il- timo robo fallido en la comisarfa Ira. de San Fernan- do, “Con los pibes del ealabozo mirdbamos Siempre Sabado por Canal 2. Cuando vino el corte empezamos a hacer zapping. De repente apareci6 en Crénica TY vn cartel: Primicia, San Fernando’.” Pari loco, que yo vivo ahi -frené Manuel al que ‘angjaba el control remoto del televisor colgado afuera dela celda. Cuando me muera quiero que me toguen cumbis Reconocié las calles, los ranchos, el potrero. ¥ vio ‘que sacaban en una camilla el cuerpo de alguien. ‘Aunque enfocaban desde lejos, ereyé reconacer la ro- ma de su amigo. Ojalé que no, pero para mi ése es el Frente —les dijoa los desu ranchada. ‘Compartia celda con dos chicos del mismo barrio ‘con un pibe de Boulogne que habia sido “compafie- del Frente. Todos se quedaron callados. “Al final Ven las suelas. Pensé que estaba muerto, por cémo lo aban. Después vino una banda de tiros de la gorra, piedrazos de la gente. No lo podia creer. Era Cre en directo y se veia todo el barrio. Yo habia caido a un mes y me queria matar porque no estaba ahi con él, porque si hubiéramos estado juntos capaz. que J pasaba lo que pas6. Me puse re mal. Me queria mata, ya.no me importaba nada después de eso. Decian que habian quemado a un vigilante, que lo habian herido, ue era una batalla campal.” “Se vefan mujeres pateando patrulleros, escupien- a la cara de los miembros del Grupo Especial de Iperaciones. La policia tuvo que armar un cordén ontra el que los amotinados arremetieron una y otra ez: a uno de los uniformados lo hirieron en una etna, a otro le quebraron la clavicula de un palazo. abina jamés se olvidara de Matilde, la madre de Ma- juel, Simén y Javier, tan lejana hasta entonces, tan en rereda de los chorros, donde ella munca quiso abre- jiempre sancionando con el desprecio la activi- d ilegal de su hijo. La rememora corriendo entre 5 tiros, bajo la Iluvia, embarrada hasta las rodillas y 3° Chistian ALARCON Cuedo me mera quero que me toquen cambis perdiendo las ojotas en la lucha. Como Maria que en ne conté Sabina varias veces a lo largo del tiempo en el fragor dejé las suyas clavadas en el barrial. el que reiteramos esas conversaciones pausadas mien- tras me acompafiaba a recorrer el argo viaje que la re- La batalla fue de tal magnitud que Sabina Sotello mnstruccién de aquella muerte me llev6 a iniciar sin tuvo que salir del estupor, respirar profundo, y pensar de regreso. en qué hacer para calmar la sed de venganza por la ‘Matilde no volvi6 a separarse de Sabina. Como si ls muerte de su hijo. Sospechaba que la policia dispara- balas hubieran dado en cualquiera de sus pr ra con balas de plomo y temia que, en lo extenso del De alguna manera Victor habia sido durante esos afios enfrentamiento, la vecindad se hiciera de las armas es- de asaltos y fuego casi un hijo para ella, Juntas, las dos condidas en villas aledafias por el rumor de una razia mujeres partieron a la comisaria para los trémites bu- que lo asolarfa ese fin de semana. La venganza estaba ocriticos a los que siempre se condena al familiar del demasiado cerca de los deudos enardecidos que no pa- acribillado. Pasaron cinco horas en la seccional raban de arrojar piedras y palos contra los uniformados ca que les dijeron que tardarian en entregarles el yy sus escudos transparentes. “Yo pensaba que iban a ‘euerpo. Sabina sucle recordar riéndose con termura que matar a alguien més y tuve que reaccionar.” Sabina tilde, avergonzada de sus pies desnudos por la pér- cruz6 el pasillo y hablé ante la multitud: lade las ojotas, sentada en un banco de la seccional, ~iYo les pido por favor que me dejen terminar, que “trataba de disimular tapéndolos el uno contra el otro, paremos un poco porque puede haber otra vietima, escondiéndolos como una nifia bajo el asiento. que paremos, asi, estos hijos de puta se van! ~dijo. Esa tarde, la de la muerte, Manuel habl6 con su ma- Lentamente los combatientes fueron abandonan- dre desde la comisaria por teléfono: le rogs que gestio- do lafuria y dejando la tarde libre la pena. “Para colmo ara su visita al velorio, un traslado que los jueces suelen lovia tanto, que llovia como si fuera llorar”, dice Chaias, mnceder alos rcos cuando sufren la muerte de un famni- el desgarbado morocho que, contra la tempestad desa- cercano, Pero, aunque obtuvieron la autorizaci6n ju- tada, caminaba blandiéndose contra el viento con una cial, no se lo permitieron ellas, sus propias madres, sombrilla roja enorme que parecia sacada de una playa Hasta hoy, a Manuel y a Simén les duele que los hayan familiar de la costa, una imagen de surrealismo nipén ‘privado de esa ceremonia de despedida, pero el clima que en medio de la miseri habia en el velorio era tan enrarecido que a Matilde y a Sabina regresé a la caslla donde el fiscal y los fun- Sabina les pareci6 un peligro inmenso el operativo. cionarios judiciales esperaban una sefal para abando- as armas que habian desaparecido del bartio por el ru- nar la villa, aterrorizados ante la posibilidad franca del ‘mor de las razias volvieron apenas asesinaron al Frente linchamiento. “Ellos en definitiva salieron agarrando- “Nunca vi tantos fierros juntos”, me dijo Sabina sobre se como pollos mojados de mi brazo y de Matilde”, Ia calidad de los bolsillos de los deudos de su hijo. Si ” a (Chistian ALARCON trasladaban a los hermanos hasta la casa de French y General Pintos, donde velaban a Victor, debian hacerlo, policfas de la comisaria Ira, compafteros de la Rambito Sos, cmplices a los ojos de todos, tan culpables de la ‘muerte injusta como el que gatill6. La policfa, ademiés, no se habia quedado tranquila después del marasmo del sabado. El resentimiento de Jos hombres de la primera de San Fernando no termi- 16 con la represién de ese dia. Manuel lo supo desde dentro, Estaba detenido en esa seccional cuando ocu- r7i6 todo. “Apenas lo mataron vinieron a gozarme y ‘entonces se armé un bondi, discut’y le tré un termo de agua hirviendo a un cobani. Con ios pibes lo pelea- ‘mos y me querfan sacar solo afuera para cagarme a trompadas. Me llevaron a la comisaria de Boulogne, y después me volvieron ala Ira. Ahi estaba sin hacer na- da, pensaba noms, me queria matar. Me dio por po- nerme a escribir. No paraba de recordar.” Llovis todo el dfa y toda la noche. Y a pesar del tiempo enfurecido desde el momento de la muerte no dejé de haber deudos esperando el cuerpo en la puerta de Pinto 57. “Tuvimos que esperar tres dias para que nos lo entregaran, Me querian dejar velarlo dos o tres horas, los mandé a la puta que los parié, les dije que yo lo iba a velar el tiempo que quisiera, el tiempo que yo crefa que él se merecia. Yo les dis- ceutia, les decia que ellos en ese momento eran em- pleados mios, que les pagaba el sueldo y que ellos iban a hacer lo que yo les dijera. Lo velamos aca por el hecho de que la gente a veces no tiene para viajar cuenta Sabina en el cuarto donde estuvo el cadaver ‘Cuando me muera quiero que me toquen cumbia de Victor-. Esto era un mundo, gente que yo no ha- bya visto en mi vida que llegaba de todas partes.” Fue una romeria. La cuadra de French entre Pinto fe Tnuzaingé se llené de chicos y chicas que armaban geu- 105 en los cordones de la vereda, una multiplicaci6n Je esas esquinas que se esparcen por los rincones del conurbano norte. “Después los pibes que venfan em- ‘pezaron a juntar plata para comprar coronas ~me con- 16 Chaias, que esa noche amanecié alli-. Siempre que ‘pasa algo asi alguien saca un cuaderno y van juntando ppara comprarle las coronas que el finadito se merece.” a mayorfa de ellos estaban armados. Hubo quien en ‘una esquina se puso a disparar como homenaje en me- io del responso y Pato, el hermano mayor de Victor, tuvo que imponer orden, lamar ala tranquilidad a los amigos. Los patrulleros de la 1ra. nunca dejaron de rondar la casa durante las veinticuatro horas que duré ‘la despedida final. Cada tanto hacian sonar las sirenas folpeando con su presencia, Sabina intentaba que nadie respondiera a la provocacién. Chafas dice que estaban fan “enfierrados” que podian pararse delante de un movil policial y destruirlo con un cargador por cada ‘uno de los vengadores. Se contuvieron hasta la maiia- siguiente, el martes, cuando easia las nueve sacaron el atatid de la cocina y lo subieron al carro finebre. “Hasta ah lleg6 la compostura. Una salva caética de ba- ‘as hacia el cielo despidi6 a Victor Manuel “El Frente” Vital. Y esos disparos comenzaron a transformar su muerte en una consagracién, su ausencia en una posi- bile salvacién. Eran tantos que fueron necesarios dos micros y un ‘camién con acoplado para trasladar el cortejo entero. 6 ‘Custian ALARCON La fila de autos, todos los remises de la zona y los que ese fin de semana habfan sido robados, daba la vuelta completa bordeando la villa 25. A lo largo de Quirno Costa, sobre el borde del des- campado, una hilera de j6venes vaciaba los cargadores disparando hacia el barro reseco del baldio. “Salimos de ac y dimos la vuelta por los lugares donde él siem- preandaba, Cuando la pompa fiinebre se asom6 fren- te a la villa los tiros sonaban como en Navidad. Asi fue la despedida de Victor”, recuerda orgullosa Sabina, Lo enterraron con las banderas de Boca y de Tigre ccubriendo el cajin. Y entre las decenas de coronas ha- petals a Bee habia pedido durante sus dl- mos meses, acosado por la polici: "Si me a que me hagan una corona con flores de Boca” habia dicho como bromeando sobre un futuro anunciado, Capitulo 11 Pasaron dos afios desde el dia que pisé por primera vez la villa. Asi qued6 bautizado desde el principio ese territorio que parecia inexpugnable, aunque en reali- dad sean tres las villas en las que se cruzan los perso~ najes de esta historia: “La villa”, “mafiana voy a la villa”, “estoy de asado en la villa”, “tengo un cumpleatios en la villa”, “este domingo me espera un pibe en la villa”. Lavilla fue al comienzo un territorio minimo, acotado, ‘unos pocos metros cuadrados por donde me podia mover. E] extrafamiento del foraneo al conocer los personajes y el lugar, el enguaje, los c6digos al comien- zo incomprensibles, la dureza de los primeros didlogos, fue mutando en cierta cotidianeidad, en la pertenencia que se siente cuando se camina una cuadra y se cruzan saludos con los vecinos, se comenta con alguno el iem- po, se pregunta por dénde andarin los pibes, siempre tan dificiles de ubicar, sin horario alguno, respirando a bocanadas el momento inmediato, el momento mis- ‘mo en el que se esté sin que una préxima actividad, un ‘compromiso tomado, le ponga punto final al presente por imposicién del futuro. 6 (Cristian ALARCON Cuando conoci a Sabina Sotello no imaginaba que tanto tiempo después seguiria yendo a vistarla, que ha- blariamos decenas de veces por teléfono y que me re- taria como una mamé preocupada por un hijo cuando desapareciera por demasiado tiempo. Tampoco po- dia caleular que al fin de la historia serfa ella misma quien me guiarfa, sin saberlo, hasta los secretos de las villas donde reiné el Frente acompafiéndome con su talante y su presencia de madre hacia los ranchos donde nunca antes me habfan dejado entrar. Feltaba casi un mes para el cumpleafios de Victor Vita, el 29 de julio, una fecha en la que ella, la familia y los ami= 05 organizan cada afio una inmensa chocolatada pa~ 1a los chicos de la zona, matizada con el juego del ‘embolsado y Ia carrera de esquies de madera prepa- rados con tablas conseguidas en un aserradero por su hijo mayor. Me esperaba con el uniforme de vigila- dora privada en la puerta de un supermercado de San Isidro. Si, Sabina, la mamé del ladroncito muerto y canonizado, se ganaba hacia tiempo la vida con un empleo elegido adrede en las antipodas del oficio ile- gal de su hijo, Hubo un momento, me dijo en el remise que nos evaba desde el cemento poblado de la Panamericana hacia la villa, en que ya no supo qué més hacer para frenarlo, para convencerlo de que dejara el delito, En tonces se inscribié en un curso de seguridad. Victor lo tomé como una broma, como un detalle que hacia to- davia mas pintoresca su elecci6n taimada por hacerse del dinero ajeno, “iJi! La madre vigilante y el hijo chorro!”, le dijo cuando ella se lo cont6. “A ver cuan- do me entregis un hecho Sotello”, la gozaba en pleno “ Cuando me mura quiero que me roquen cubis auge. Entregar un hecho es aportar los datos nece- sarios para que un lugar sea asaltado. ; ‘Antes de ser custodia y de manejar un arma, Sabina habfa hecho un largo camino de esfuerzos por lograr una estabilidad econémica que le permitiera darle a los suyos lo que ella nunca habia tenido. Para ir a la escuela desde el rancho en el que vivian cerca del pue- blo chaquefio de Las Palmas, Sabina y sus dos herma- nos varones caminaban cada mafiana varias leguas. Iban descalzos. Vivian en un retazo de campo seco, “pobres como los més pobres”. Tenia catorce afios cuando se enamoré de un gendarme, un amor de pri- mavera prohibido, Su padre, obrero del ingenio azuca- rero, odiaba los uniformes. “Cuando supo que estaba embarazada me dio una paliza con esos latigos que usan para arrear los animales. Me sangraba la espalda -y yo me revolcaba como las viboras del dolor. Por eso, lo ee mi viejo.” : rn El gendarme quiso que vivieran. asumir la paternidad del ifo, pero la amenaca familiar era tan fuerte que Sabina continué sola. ewe del parto Sa iché que su padre queria anotar al bebé como propio. eceaalibee eae alalba y marché al pueblo. Lo Hamé Julio César y lo inscribié como su hijo. Al re- sresar volvieron a apalearla. Tuvo que esperar un afi fat que su hermano mayor, que habja partido a Bue- nos Aires, le enviara dinero para el pasaje. Llegé a San Fernando a trabajar cama adentro en Ja casa de una familia acomodada. Alli conocié a la mujer que se transformarfa en st madte para el resto de la vida. “Justo en esa casa trabajaba también la que después yo tomé como mi verdadera mama, Odulia ” (Cristian ALARCON ‘Medina, Se encarifié conmigo y como yo no tenia a nadie me empezé a invitar a su casa cuando estaba de franco, En el barrio son tan chusmas que ella les dijo a todos que yo era la hija de su marido, de una sefiora anterior. Y empecé a decirle papa a él y mamé a ella, Me quisieron tanto que terminé viviendo con ellos, en Ia casita que esté acd a la vuelta.” Volvi6 a enamorarse de un hombre que parecia bueno y seria padre de su segundo hijo. Pero todo fue peor. Compraron un terreno en José C. Paz y se fue- ron a vivir juntos, Pato tenia dos afios cuando escapé de él y de los golpes hacia la casa de sus nuevos padres. Lo intenté otra vez, con un tercer amor. Se mudé con sus nuevos suegros, quedé embarazada de Graciana, y tampoco duré. Pero para entonces ella ya habia hecho tun curso de fotografia y podia vivir de tomar imége- nes escolares, easamientos, cumpleaios de quince y algunas campaiias politicas del peronismo. El era tor- nero. Ganaba lo suyo pero lo dilapidaba en alcohol ¥ juerga, se iba los viernes y aparec‘a los lunes. Fue en esa época que llegé Victor. Soporté hasta que murié fa suegra, tinico rease- guro de proteccién en esa convivencia tortuesa con el padre de su dltimo hijo. Habjan abierto una cuen- ta bancaria en comtin con su marido y un buen dia se encontré con el saldo en cero, derrochado en muje- res y alcohol. La historia terminé un mediodia en. que ella estaba preparando canelones. Estallé una discusibn y él le puso un revélver en la cabeza fren- tea los chicos. Después, con un Cristo de yeso que ella veneraba prendiéndole velas, se puso a hacer tiro al blanco. “ (Cuando me muera quiero que me toquen cumbia Ella habfa hecho algunos conocidos tomando fo- tos, entre ellos un puntero politico con Ilegada en la comisaria de Otero. Le conté lo que habia pasado. “Y alli se lo Hevaron preso del forro del culo. Entonces aprovechamos para escapas, cargamos todo en una ca- ‘mioneta y nos metimos en la villa. Fue cuando compré el ranchito que ahora es esta casa y nos instalamos”, record6 un dia en un bar en la esquina del hospital de San Fernando, después de visitar a un nifio en agonia atrapado en la terapia intensiva. ‘Victor Vital casi no vivi6 con su padre. Lo conocié sélo porlos escandalos que de vez en cuando hacfa en la puerta del rancho, acosando a Sabina y amenazandola con que la iba a matar. Fue su madre la que se desvivi6 por darle desde las zapatillas Adidas hasta el mejor guardapolvo. Pero ella misma dice que por ese afin por el trabajo no pudo controlarlo. “Como arrancamos otra ver solos yo no estaba nunca en casa. Tenia que la- bburar para alimentarlo bien. Y Victor se me fue de las ‘manos. Sin que me diera cuenta empezé con la droga, y de ahi en adelante ya no hubo manera de frenarlo. A los tece afios ya empezaron las demuncias policales, el robo de las bicicleras, zapatilla, pavadas que se afanaban al principio, pero no era eso lo que yo esperaba para él, yo lo tnico que queria era que estudiara.” Sabina cuen- ta que entonces ella lo anoté en un curso de computa- cién cerca de la estacién de San Fernando. El salia a horario con su carpeta abajo del brazo. Pero la dejaba cn la casa de un amigo y se lanzaba ala calle con coar- tada y todo, “Yo se la pedia para ver lo que hacia y siempre se la habfa olvidado. Hasta que fui a hablar con la maestra y ella me cont6 que nunca habia ido.” ” (Cristian ALARCON E] Frente empez6 a apartarse del sagrado camino que para él habia imaginado su madre cuando tenia doce y todavia estaba en el séptimo grado. La escuela leresultaba un aburrimiento insufrible y la calle le da- ba vértigo pero lo seducfa. Asi que uno de sus prime- ros fraudes fue fingir una dolencia para no ir a clases. Aprovechs el dia que cayé jugando para simular un dolor de quebradura en el brazo. Manuel lo conocié ‘en ese momento. “El se empezaba a escapar y a jun- tarse con nosotros. Andaba, me acuerdo, con el brazo enyesado, pero se lo habfa hecho enyesar él solo para no ir al colegio. Era mentia, nosotros sabiamos y nos matabamos de risa por eso. Después la madre se ente- 6 cuando lo llevé a un médico. Ahi lo empezamos a conocer. Nos sbamos juntos para Belgeano: con mis hermanos, el Javier y el Sim6n, ya robibamos por esos lados. Era una época de bicicletas re caras, las vendia~ mos a doscientos pesos.” Manuel recuerda con cierta ternura los fetiches de la clase media de mediados de los noventa, la aparicién masiva de esas bicicletas de metal ultraliviano, esas bi- letas que se levantan con apenas el anular, bicis de decenas de cambios, aerodinémicas; bicis voladoras del menemismo consumista que los chicos de San Fer- nando acarreaban persistentes para reducirlas no muy lejos de sus casas. Manuel es el hermano del medio en Ja familia Miranda, uno de los hijos de Matilde, uno de los mejores amigos de Victor y un gran ladrén, aunque hoy en total distanciamiento del camino del delito. Lo cconoci después de meses de espera porque cuando lle~ gué a la villa pagaba un robo amano armada en la c&r~ cel de Olmos. Su figura, la mirada mezcla de rencor y 50 Cuando me mers quiero que me taquen cumbia dulzura infantil en algunos foros que me mostré Ma- tilde; su delgader, la seriedad en la que se percibe cierta actuacién, la impostura de las cejas arqueadas en una versién adolescente y hermosa de maldad, y las anéedo- tas de Sabina sobre esa relacién obsesiva entre Manuel y ‘Victor me mantuvieron pendiente de su posible liber- tad, de alguna salida transitoria; casi tanto como con, el tiempo esperaria una visita autorizada a Simén, su hermano menor preso en el cerradisimo Instivuto Al- ‘mafuerte. En los encendidos dias de diciembre de 2001 dabamos por seguro que saldrfa en libertad el primer dia de 2002. Pero un informe de conducta y un trémite retrasado hizo que fuera vana la esperanza de su ma- dre, la de sus hermanos, la mia. Vio el horizonte pam- peano, una larga extensién de tierra vacfa que ahoga los ojos del reo al salir del penal de Olmos recién en. ‘marzo, después de un aito y ocho meses. ‘Lo conoci finalmente en la oscura cocina de la casa de Estela, su hermana mayor, madre de cuatro nifios candorosos que se pelean por el control remoto de late- le para dejarla siempre en una de accién. Manuel pare- cia tranquilo, duefio de la casa, sabia que hacia mucho que pretendfa entrevistarlo. Yo estaba francamente nervioso. Pensaba en cémo haria para ser ante él un recio periodista que recorre la villa con prestancia, con todo el “respeto” nevesario para ganarme sus favores de chico recién salido a la calle. Tomamos cerveza. Ahogué rapido, en tres vasos, mi repentina timidez. Comenza- mos hablando de su infancia. Ocho aos tenia cuando salié ala calle. “Vagueaba, me iba por ahi. Vendia ar- ticulos de limpieza con un amigo”, conté, mientras los sobrinos se le colgaban de los brazos y sentaba a la st CRISTIAN ALARCON ‘mas pequefia sobre sus piernas. Ante las primeras confe- siones me fui acostumbrando a escuchar, a prestar una especial atencidn a su fraseo tumbero de oraciones cor- tas respiradas hacia adentro. De los tres hermanos va~ ones, que finalmente terminaria conociendo, Manuel cera el més retraido y el menos sociable de todos. Ma- nuel tendria la capacidad de apaciguar mi ansia por preguntar, de guardarmela bajo los pliegues del dislo- g0 cotidiano sobre el tiempo, o simplemente sepultar mis inquietudes con el silencio, suavizéndole la cara afilada y larga bajo lo profundo de sus ojos verdes. Siento que de alguna extrafta manera aprendo algo de su parquedad, respetando los minutos que pueden mediar entre una observacién mia y una tibia exclama- ci6n suya, entre una mirada de maidad y una carcajada por el chiste obsceno. La primera vez que Manuel cay6 preso con el Fren- te fue por un desperfecto técnico. La moto de Victor, tuna XR100 que le habia comprado Sabina con ahorros y muchas horas extras como vigiladora privada, se descompuso después de haber asaltado una estacién de servicio 550 en Martinez. Esa tarde Manuel robs vestido con unas bermudas y una camiseta de Boca. Dice que ese dia no dispar6: s6lo tuvo que levantarse la remera y dejar ver el fierro apretado entre el cierre y la pelvis antes de jurarle a su victima: “Dame la plata porque te mato”, Se quedaron varados cerca del Hipédromo de San Isidro. Tuvieron que arrastrar la moto hasta un taller para que la arreglaran, Cuando estuvo lista Manuel pag6 con una bolsa de monedas recién robadas, freseas, di se todavia tibias de las iltimas manos que las tocaron. Cuando me naxera quiero que me toquen cumbia “Quedate lo que sobra’, le dijo al empleado agradecido y chusma. No alcanzaron a hacer diez cuadras cuando ios encerraron con media docena de patrulleros. Ellos tenfan pensado hacer ese dia eso que luego los diarios lla- man “raid”, Iban hacia una casa de articulos deportivos de la que ya les habfan cantado el dato. Hacia un mes ‘que Manuel estaba en la calle; venia del peor mal trago para un menor de edad, el Almafuerte. Y fue a parar a la comisaria de Balneario, en cuyo calabozo tuvo que escuchar durante la primera visita, mudo, las recrimi- naciones y los consejos de Sabina. Tal como Matilde, la mamé del Frente veta en la relacién de estos dos chi- os ladrones el origen de todos los males de sus juven- tudes descarriadas. Desde entonces fue prohibida esa ‘mala junta. El afecto y la lealtad en el robo y os vicios los llevé a la clandestinidad. Diseftaron un sistema de sefias por el que desde una esquina a la otra, desde la de Sarratea y French, donde vivian los Miranda, hasta lade French y Pinto, la casa del Frente, se p acuerdo en juntarse en tanto tiempo, en ta cabezazos, como en las viejas pistas de baile. “Nos veian juntos por el barrio y pensaban cualquie- ra", me conté Manuel en un atardecer desasosegado de otofio. “Igual que ahora, aunque yo no ande roban- do, site ven con algo nuevo puesto nos preguntan si nos estamos yendo a robar a Capital”, me explicé sobre Jas veces que él y Chafas se pusieron ropa seria ~panta- 16n pinzado, camisa, chalequito de lana o de descarne, zapatos de vestir- para visitar Buenos Aires. “Cuando volvemos nos preguntan de donde venimos, si hici- mos algo, si nos fue bien.” El estigma del chorro se convierte con el tiempo en algo asumido atin después s ‘CusmaN ALARCON. de salir del citculo vicioso del delito; pero, reconoce ‘Manuel, se vive con cierto odio cuando ya no se asalta, cuando se intenta el “rescate”, cuando las armas a lo sumo sirven para la defensa en el interior del propio territorio, para la intimidaci6n, quizas para la venganza. En el caso de ellos dos, de esa pareja maldita, Manuel, el sobreviviente, el viudo, considera que fue la policia ¥ los jueces quienes los rotularon tempranamente con, «el sello de la peligrosidad y la violencia como si la por- taran en la sangre, como si se trataran de males incu- rables y congénitos. “Desde que caimos la primera vez nadie nos queria ver juntos. Los mismos vigilantes les tiran ésa a las madres, les dicen que vamos en cana porque nos juntamos, que sino nos juntiramos no serfamos ast. ‘Fijate con quién anda y con quién se junta. Se lo devolvemos pero aca no lo queremos ver ‘mis’, les dicen y ellas les creen, pero después por fin tun dia no les creen més.” Era apenas mirarse. Y la calle se les convertia en un, prado de posibilidades. La moto propia del Frente un dia quedé secuestrada en el patio de una comisarfa para siempre porque Sabina se negé a reclamarla otra vez, con el suefio de que Victor sin movilidad dejara de ro- bar. Las alternativas eran la moto del hermano, a quien hhabfa que jurarle por la virgen y la madre que no se la ‘usaria para faenas ilegales,o el auto del cuado, que so lia ser mas solicito. “A veces, cuando rescataba algo en ‘qué andar me decia ‘te espero acé a la vuelta’. Llegaba- ‘mos al lugar, parsbamos a media cuadra, y caminando entraba al local, o entraban atrés mio, todo bien, pum pum, cafio,salfa, sentfa el acelerador de la moto y nos: ‘ibamos. En todos lados asi, Hasta que él se compré un, st Cuando me monera quiero que me toquen cumbia Jeep.” Como vemos, el Frente progresaba en cuanto a ‘recursos, hasta pudo ahorrar sin dejar de ceder ante los pedidos de los demas cada vez. que se lo convocaba. Con un estilo entre paternalista y burlén, canchero pe- ro de una generosidad que lo eximfa de que su ego im- ponente fuera rechazado, el Frente podia donar lo que Ievaba en el bolsillo para la causa mds incorrecta 0 la mis loable de todas; no habia distingos morales en sus

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