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Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emitio Ravignani” Tercera serie, nim, 15, I* semestre de 1997 LA GENERACION DE 1837 Y EL PROCESO DE CONSTRUCCION DE LA IDENTIDAD NACIONAL ARGENTINA FABIO WASSERMAN* INTRODUCCION Uno de los lugares comunes que recorren la historia de la historiografia argentina sefiala a los j6venes romdnticos de la Generacién de 1837 como los primeros at- tifices de un programa para la conformacidn de esa nacién a partir del principio de la nacionalidad. En consecuencia, nunca se consider como un problema rele- vante el andlisis de sus formas de identidad politica, ya que parecfa evidente que ésta s6lo podrfa haber sido la identidad nacional argentina.’ En el presente articu- lo procuramos cuestionar esta visién canénica mediante la exposicién de algunos de los principales resuitados obtenidos en una investigacién centrada en el andli- sis del discurso de dicho grupo? En ese sentido, destacamos la existencia de dos tenémenos que problematizan la atribucién de ta identidad nacional argentina a los j6venes roménticos. El primero es la coexistencia en tensién de distintas iden- tidades polfticas en el discurso de esa generacién. El segundo es el tardio predo- minio de la identidad nacional argentina, producida recién en el exilio durante la década de 1840, * Instituto Ravignani-UBA, ' Consideramos como identidades poltticas a aquellas que dan cuenta de la pertencncia 0 adhesién. ‘4 una comunidad sociopolitica que se pretende soberana, y no a las de caricter faccioso y/o partidario. ? Esta investigaci6n fue iniciada con una deca de estudiante UBACYT bajo la direccién de José C. ‘Chiaramonte y continué como parte del Proyecto UBACYT “Anélisis del vocabulario politico durante la primera mitad del siglo xxx cn el Rfo de la Plata” dirigido por Noem/ Goldman. Cfr. nuestra tesis de li- cenciaura Formas de identidad politica y represensaciones de ta nacién en el discurso de la Generacién de 1837, uBA, Filosofia y Letras, Departamento de Historia, 1996 (mimeo). Para ordenar la exposicién se dividié el articulo en seis partes. La primera es una presentacién historiografica del problema de la nacién y de las identidades politicas en el Rio de Ja Plata. La segunda es una breve explicacién de la metodologia em- pleada y de los criterios de constitucién del corpus y de delimitacién del objeto. La tercera es un resumen de los aspectos mds importantes de la trayectoria de la Gene- racién de 1837. La cuarta es un examen de sus formas de identidad politica, en el cual sefialamos y explicamos la coexistencia en su discurso de la americana, la ar- gentina y las locales o provinciales. En la quinta parte desarrollamos nuestra hipéte- sis que sefiala el exilio dei grupo, durante la década de 1840, como el momento en el cual se produjeron transformaciones en sus précticas y representaciones que permi- tieron el predominio en su discurso de la identidad nacional argentina. Por tiltimo, en la sexta parte, procuramos hacer inteligible fas cucstiones atinentes a las formas de identidad politica, al ponerlas en relacién con la realidad sociopolitica de la cual formaban parte. I. PLANTEO DEL PROBLEMA Revolucion de independencia y nacién en el Rio de la Plata En los ditimos afios, y como efecto de acontecimientos internos y externos a la dis- ciplina, comenz6 a predominar en el campo historiogréfico una postura que resalta el cardcter inventado de las nacionalidades y las naciones.? Estos andlisis produjeron una profunda critica de las posiciones esencialistas herederas del nacionalismo ro- méntico decimonénico, el cual concebfa a la nacién como el sujeto de un proceso transhistérico de brumosos orfgenes. E] esquema utilizado para dar cuenta de este proceso postulaba la maduracién, desde un pasado lejano, de nacionalidades o pue- blos-naciones cuyo devenir debfa culminar con a construccién de un poder politico territorial que las representara: e] estado nacional. Esta matriz, que habia sido concebida durante la primera mitad del siglo XIX para pensar el origen de las naciones europeas, s6lo pudo ser empleada en Hispanoaméri- ca afios més tarde, una vez constituidas las historiografias nacionales; proceso que se dio a la par del afianzamiento de los estados nacionales americanos. Es e] caso de la historiograffa argentina, la cual postulé desde sus inicios que, al producirse la ruptura revolucionaria en 1810, existfa en el Rio de la Plata una nacionalidad, una comunidad nacional o, al menos, un grado avanzado de identificacién nacional en algunos secto- 3 Cfr. B. Anderson, Comunidades imaginadas, México, Fondo de Cultura Econémica, 1993; E. Gell- ner, Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza, 1988; E. Hobsbawm, Naciones y nacionalimos desde 1780, Barcelona, Critica, 1991 res criollos. Esta interpretacién tendis a confundir el proceso revolucionario con el de creacién de la nacién, ya que los consideraba como epifenémenos de un mismo desa- mollo histérico culminado hacia 1880 con la consolidacién del estado nacional argen- tino. Es asf que los conflictos politicos del siglo xIx s6lo pudieron ser entendidos como la expresién de ta puja entre proyectos que buscaban constituir una nacién mo- derna y los restos de un pasado que, al negarse a desaparecer, impedian su conerecién. ‘Actualmente, y en consonancia con !as posiciones que critican el esquema ro- méntico del origen de las naciones, se sefiata el cardcter ahistérico de esta visién ya centenaria. El supuesto acontecimiento originario argentino la Revotucién de Ma- yo-, mas que el advenimiento de una nacionalidad o una clase nacional, en ese en- tonces inexistentes, es pensado como el intento de las elites criollas para superar el vacio de poder causado tras el derrumbe del Imperio Espafiol.’ Durante la primera mitad del siglo XIX, esta ausencia 0 debilidad de fenémenos sociales, politicos, eco- némicos y/o culturales de cardcter nacional no sufrié modificaciones significativas.5 El tinico Ambito en el cual pudieron seguir asegurandose las actividades basicas de la vida social fueron las antiguas ciudades coloniales. Ciudades que, tras la disolu- cién del poder central en 1820, incorporaron sus campafias a la vida politica y se or- ganizaron en provincias procurando asumir, con mayor o menor fortuna, atributos de soberanfa que les permitieran convertirse en verdaderos estados, Tras el fracaso del intento de unificacién estatal nacional [levado a cabo por los unitarios a mediados de la década de 1820, estos estados provinciales se asociaron en las décadas de 1830 y 1840 en una confederacién hegemonizada por Buenos Aires bajo la atenta guia de su gobernador, Juan M. de Rosas. Esta provincializacién del poder, sumada al predominio de las relaciones potiti- cas personales por sobre las institucionales, constituyé un problema central de la his toriografia argentina, Sin embargo, sdlo pudo ser entendida como el resultado del accionar mezquino de caudillos que impedfan la organizaci6n de la nacién alumbra- da hacia 1810; aunque, muchas veces, estos mismos caudillos fueron considerados como la expresin ms genuina de la nacién, a la cual iban a constituir cuando estu- vieran dadas las condiciones apropiadas. De una forma u otra, al ponerse en un pri- mer plano la cuestién de la nacién, quedé opacada la posibilidad de tratar a estas soberanias como proyectos validos en lo que hacia a la constitucién de comunidades sociopoliticas, que es la forma en la cual son consideradas actualmente.® Vacio que, ereemos, debe entenderse no sélo como la ausencia de un poder politico, sino también como la posibilidad de disolucién de todo lazo social al faltar su antiguo articulador. Para un andlisis de este proceso cft. de T. Halperin Donghi, Revolucién y guerra: formacién de una elite dirigente en ta Ar- entina criolla, México, Fondo de Cultura Econémica, 1979. > Chr. de J. C. Chiaramonte, “La cuesti6n regional en cl proceso de gestaci6n del estado nacional ar- gentino”, Introduccién a Mercaderes del Litoral, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econsmica, 1991. © Chr. de J.C, Chiaramonte, “EI federalismo argentino en la pritnera mitad del siglo xix", en M. Car- magna (comp.), Federalismios latinoamericanos: México, Brasil, Argentina, México, Fondo de Cultura Econémica, 1993. identidades potiticas en el Rfo de la Plata Una de las dimensiones que se han mostrado més productivas a la hora de analizar tin perfodo tan complejo, es la del imaginario en el cual los actores se representaban sus identidades politicas, Esjudios recientes destacan que los mismos se referencia- ban simulténea o alternativamente en las identidades provinciales © locales, en la americana y en la rioplatense 0 argentina.’ Para que se entienda la importancia de esta conjetura, se debe considerar que dicha convivencia no seria més que la expre- sién, en el plano identitario, de las alternativas existentes en lo que hacia a la crea- cién de comunidades sociopoliticas tras la disolucién del orden colonial. En consecuencia, la identidad argentina y la constitucién de esa naci6n aparecen como una posibilidad mds entre otras y no como la tinica legitima y posible. Si bien el problema de la conformacién de identidades politicas en el periodo posrevolucionario consiituye una novedad historiogréfica, se puede esbozar una bre- ve historizacién que dé cuenta de distintas coyunturas. Luego de 1810 habia cobra- do vigor la identidad americana como forma de rechazo a la peninsular. Fue el primer nosotros que se construy6 tras la ruptura del vinculo colonial ya que permitfa dar cuenta de una experiencia compartida con todo el continente: la guerra de inde- pendencia y la existencia de un enemigo comén. En forma paralela, empezaron a conformarse identidades en torno a los esbozos de los poderes emergentes, por lo que cobraron vigor las locales © provinciales. Asi, mientras los ejércitos independentis- tas y la prensa comenzaban a extender la identidad rioplatense a lo largo del territo- tio del ex virreinato, las identidades locales predominaban en dicho espacio, Es por eso que, durante las décadas de 1820 y 1830, la identidad rioplatense o argentina s6- lo se encontraba difundida en algunos sectores letrados y/o politicos, sin poder tras- cender los mismos.* En consecuencia, no parece desacertado pensar el proceso abierto tras la crisis del orden colonial como el de creacién o invencién del primer conjunto de practicas y representaciones reconocidas con el nombre de identidad na- cional argentina més que como el de su paso de {a potencia al acto. Identidad que, una vez consolidado el estado nacional hacia fines del siglo XIx, ha sido reformula- da en més de una ocasi6n hasta lcgar a nuestro presente. 7 Cfr. de J. C. Chiaramonte, “Formas de identidad en el Rio de Ia Plata luego de 1810", en Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr, Emilio Ravignani”, tercera serie, nim. 1, ler. semes- te de 1989. * En cuanto al significado det vocablo Argentina y sus derivados, cabe destacar que en el perfodo colonial sélo eran empleados en forma poética, Recién a fines del siglo xvin comenz6 a usarse como apelativo pero s6lo de los habitantes de Buenos Aires nativos o peninsulares y en oposicién a las cas- tas. Tras la revolucién, la poesta lo popularizé como natural del Rfo de la Plata y luego pas6 al habla comin y se extendié por todo el territorio a través de la prensa y la legislaci6n, especialmente a partir de la Constitucién unitaria de 1826, Cfr. de Angel Rosenblat, £! nombre de Argentina, Buenos Aires, Eudeba, 1964, La Generacion de 1837 y el problema de la nacién Tradicionalmente, la intervencién de la Generacién de 1837 se consideraba como un intento para retomar e| supuesto programa nacional de la Revolucién de Mayo, el cual habia sido abandonado tras dos décadas de guerras civiles. En ese sentido, su novedad radicaba en la elaboracién de un proyecto para constituir 1a Nacién Argen- tina a partir del principio de la nacionalidad difundido por el romanticismo en la dé- cada de 1830.9 Sin desconocer la existencia de esta tentativa, creemos que la misma sélo puede ser entendida si se la restituye a su contexto hist6rico y se consideran sus condicio- nes de posibilidad. Por eso, y a diferencia de lo esperado, en los escritos més tempra- nos de sus miembros las representaciones acerca de lo que era o lo que debia ser la ansiada nacin no parecfan ser muy precisas: carecfan tanto de contenidos concretos como de propuestas que permitieran su realizaci6n. Es el caso de Alberdi —futuro au- tor de las Bases e inspirador de 1a Constitucién Argentina-, quien sostenia hacia 1841 que “la férmula de nuestra organizacién social es un misterio que se oculta en los arcanos del porvenit”.!0 Sin embargo, creemos que hay una idea de nacién que recorre el discurso de la Generacién de 1837 y es aquella que actiia como el nombre del proyecto que tenia come objetivo el desarrollo de lazos sociales y politicos modemnos en el Rio de la Plata."" El cardcter nominal de este proyecto tiene que ver con sus condiciones de po- sibilidad. No s6lo los actuales historiadores, sino que también los integrantes de aquella generacién notaban que, si en algo se destacaban los fenmenos que pudie- * Si bien no podemos desarrollar en extenso este problema, es de destacar que, a pesar de su roman- ticismo impregnado de nacionalismo, por momentos le atribufan un origen pactista a la patria yio a la na- cin: “Antes de Maye, {...]. La Patria, pues, no exixtia, porque no habla pucblo ni instituciones populares: rio habfa sino opresores y oprimidos. Pero la revolucién de Mayo arrancando la soberanfa al Rey de Es- paiia, se 1a did al Pueblo, su legitimo duefio, y el pueblo unido fut soberano, y nacié la Patria; porque la Patria nace de la unin voluntaria de todos los ciudaddnos con el fin de fundar la asociacién politica”. , Echeverria, “Manual de enscfianza moral para las escuela primarias del Estado Oriental” (Montevideo, 1846), en Obras completas, Buenos Aires, Antonio Zamora, (951, p. 368. En todas las citas los subraya- dos son nuestros y se respet6 la sintaxis y la ortografla de donde fucron extraidas ‘© Ya que: “Todo lo que va a salir de este continente, es distinto de lo conocido hasta ahors; guardé- monos de rodear la cuna de un mundo que nace, de las leyes de un mundo que se v4”. En forma coinci- dente, para Echeverria no debia haber “sino una Institucién convenicnte, adccuada, normal para et pais, fundada sobre el Dogma de Mayo: -en encontrarla estd el problema”. J. B. Alberdi, “Observaciones so- bre el certamen podtico de 1841”, en Autobiografia, Buenos Aires, Jackson, 1953 p. 85; E. Echeverria, Dogma Socialista de la Revolucién de Mayo, precedido por una ojeada retrospectiva sobre el mavimien- to intelectual en ef Plata desde el afio 37 (Montevideo, 1846), Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915, p. 159, 1 Esta idea de nacién debe entenderse como una oposicién a los intentos por retorar al Antiguo Ré- gimen- oscilar entre la anarquia y el despotisino, Para un andlisis de esta cuestiOn cfr. nuestro Formas de ‘dentidad..., cap. 1V. i ran ser pensados como nacionales, era por su precariedad o inexistencia: ni poder po- Iitico, ni mercado, ni clases sociales, ni tan siquiera identidades politicas 0 cultura- les.!? Pero, como veremos, esta realidad poco propicia para la creaci6n de una nacién no era externa a la Generacion de 1837; también contaminaba sus précticas y repre- sentaciones. TL. DELIMITACION DEL, OBJETO, CORPUS Y METODOLOGIA Nuestra investigacién se basé en un andlisis lexicol6gico y conceptual de algunos vo- cablos que consideramos clave para entender las formas de identidad politica de la Generacién de 1837 —en este caso América, Buenos Aires, Argentina y sus deriva- dos-.!? La eleccién de esta metodologia radica en la lectura anacrénica que se sucle hacer de dichos vocablos -a los que se puede afiadir otros como pais, patria, nacién, pueblo-, lo que lleva a malinterpretar los discursos de los actores del perfodo. En ese sentido, procuramos que los enunciados analizados adquieran inteligibilidad a través de la reconstruccién del contexto de enunciacién y de las condiciones de produccién del discurso. Es por eso que, cuando hacemos referencia al discurso de la Genera- cidn de 1837, se tienen en cuenta los escritos de sus miembros, pero también las préc- ticas que los sostenfan y los dotaban de sentido. Para poder tener un panorama amplio del uso de los términos, incluimos en nues- tro andlisis textos producidos por todos aquellos que, de una forma t tra, participa- ron de dicha experiencia generacional. En consecuencia, el corpus de nuestra investigacién se constituy6 con fuentes de muy diversa indole: diarios y periGdicos en los cuales expresaban sus ideas aunque sea en forma anénima;"* folletos y libros, ya sean politicos, doctrinarios 0 literarios; correspondencia piblica y/o privada; pro- 2? Pocas paginas antes de que Echeverrfa declarara no saber cdmo se organizaria el pais se lamenta- bba ya que “La patria para el correntino es Corrientes. para el cordobés Cordoba, para el tucumano Tu- cumdn, para el porteno Buenos Aires, para el gaucho el pago en que nacid. La vida e intereses comunes que envuelve el sentimiento nacional de ta Patria es una abstraccién incomprensible para ellos y no pue- den ver la unidad de la Repiblica simbolizada en su nombre”, en Dogma... pp. 132-133. ' Por razones de espacio y de claridad expositiva, en este articulo apelamos a algunos ejemplos que ‘nos parecen significativos y/o ilustrativos de los problemas planteados. Debido al mayor volumen e im- portancia de su producci6a, algunos autores como Echeverria, Alberdi, Sarmiento, aparccen mas citados que otros. Para ampliar as fuentes documentales cfr. los anexos de nuestra tesis Formas, . '* Fueron analizados exhaustivamente los siguientes diarios y periédicos La Moda, Buenos Aircs, 1837-1838; El Iniciador, Montevideo, 1838; El Nacional (2da. época), Montevideo, 1838-1838; El Grito Argentino, Montevideo, 1839; El Corsario, Montevideo. s/f (;,1840?): El Pueblo Libertador, Corrientes, 1840; £1 Talismain, Montevideo, 1840; Muera Rosas, Montevideo, 1841-1842: La Nueva Era, Montevi- deo, 1846, También fueron consultados articulos ocasionales, especialmente de la prensa chilena. 12 clamas; discursos y toda otra produccién textual. Los autores que consideramos fue- ron basicamente Juan B. Alberdi, Esteban Echeverria, Félix Frias, Vicente F. Lépez, Juan M. Gutiérrez, José Marmol, Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, Juan ‘Thompson, Marco Avellaneda, Carlos Tejedor, Manuel Quiroga Rosa, Miguel Cané (padre), Luis Dominguez, Enrique Lafuente. En cuanto a la delimitacién del objeto, consideramos a la Generacién de 1837 como el sujeto de enunciacién, es decir que en el andlisis se privilegi6 al grupo co- ‘mo tal, més alld de la autorfa de la obra examinada. Para prevenir posibles -y ra- zonables— objeciones: si bien las diferencias entre los distintos miembros del geupo no fueron menores, para el tipo de andlisis que practicamos no resultan relevantes ya que nos centramos en los significados de los términos y éstos excedfan su ela- boracién y uso individual. Claro que esto fue posible ya que, efectivamente, no en- contramos diferencias notorias en el empleo de los vocablos entre sus distintos integrantes. Mas significativo en relaci6n a la delimitacién del objeto, es el hecho de que nuestro examen se centré en la primera etapa de las vidas puiblicas de quienes for- maron parte de la experiencia juvenil conocida como Generacién de 1837. La in- vestigacidn abarcé desde sus primeros escritos a mediados de la década de 1830 hasta fines de Ja década de 1840. El corte final tiene que ver con la agudizacion de diferencias internas: ante la certeza de que Rosas habfa devenido mero obstaculo, comenzaron a proliferar los intentos para sucederlo y organizar la nacidn. Y los proyectos elaborados por miembros de la Generacién de 1837 no hacian sino dis- tanciarlos entre sf cada vez mas; diferencia que cobraria mayor nitidez tras la cai- da efectiva de Rosas. Es que la imagen de la nacién, que hasta cse momento actuaba en su discurso como un puro nombre, empezaba a cargarse de contenidos que no eran pensados de a misma manera por todos sus miembros. Sus ideas acer- ca de las caracteristicas y las funciones que debfan tener el estado y la sociedad y la postulacién de agentes del proceso modernizador, mas que divergentes, parecian ser incompatibles.'> El corte final se debe entonces a la construccién que hicimos del objeto Generacién de 1837. Consideramos que la pertenencia a una generacién excede la edad, la formacién teérica, la amistad, las trayectorias en comin y los Ambitos de sociabilidad. Una generacién acontece, mas bien, cuando sus miem- bros experimentan una coyuntura y se la representan como un problema compar- tido de indole politica y/o intelectual. En este caso, ¢] trasfondo que animaba las representaciones y las prdcticas de la Generacion de 1837 —y que, creemos, la constituy6 como tal- era la creacién de una nacién, entendiendo a ésta como el nombre del proyecto con el cual buscaban desarrollar lazos sociales y politicos modernos en el territorio rioplatense. La transformacién de la idea de nacién pro- 13 Cf. de T. Halperin Donghi, Una nacidn para el desierto argentino, Buenos Aires, CEAL, 1982, pp. 7.095. ducida a fines de la década de 1840, motivé que nuestro andlisis se detuviera en el momento en el cual aquelta trayectoria, que alguna vez se habia querido colec- tiva, devenia inequivocamente individual y/o facciosa al asumir nuevos desafios y problemas. IIL LA GENERACION DE 1837 Los inicios: entre el gabinete de estudio y las pasiones poltticas Con el nombre de Generacién de 1837 se reconoce la experiencia politico-cultural i ciada a mediados de la década de £830 por un sector juvenil de la elite letrada inte- grado en su mayorfa por ex estudiantes de la Universidad de Buenos Aires.'6 La eleccién de esa fecha en fa nominacién se debe a que sus actividades tuvieron su pri- mera expresi6n publica colectiva en junio de 1837, en el marco del Salen Literario de Marcos Sastre. En ese momento, Rosas llevaba dos afios gobemando por segunda vez la provincia de Buenos Aires, detentando las facultades extraordinarias y la suma del poder piblico. En medio de un clima cada vez mas opresivo, los jévenes romsinticos buscaron crearse un lugar propio mediante e] desarrollo de actividades culturales mo- demizadoras. Entre otras, fundaron algunas sociedades de estudios, publicaron obras literarias y doctrinarias y difundieron sus ideas en periédicos como La Moda. Bs de destacar que muchos de sus primeros pasos se los debieron no sdlo a sus dotes intelectuales, sino a las situaciones personales por las cuales se encontraban cercanos a personajes encumbrados de! orden federal y/o ligados a actividades esta- tales.” Esta cercanfa con el poder se vefa reforzada por la convicci6n de que ese or- den era preferible como tal, a cualquier intento de restauracién por parte de los antiguos unitarios, retorno que a su entender sélo acarrearia una nueva época de con- flictos que no podrian ser soportados ni resueltos. Por el contrario, en el orden fede- ral reconocfan una organizacién sociopolitica que, a pesar de su rusticidad, les parecfa representar mAs fielmente la realidad rioplatense. | pesar de la profusién de estudios y biografias que se ocupan de cuestiones relativas a miembros de la Generacidn de 1837, no existen trabajos que offezcan una visién conjunta de su trayectora. Dentro de la bibliografia clasica se encuentra abundante informacion en F. Weinberg, El Salén Literario de 1837, Buenos Aircs, Hachette, 1958, y J. Mayer, Alberdi y su tiempo, Buenos Aires, Eudeba, 1962. '7 in ese sentido parece paradigmitica la trayectoria de Alberdi, protegido desde joven por el caudi- lo y gobernador de Tucumén A. Heredia. También se destacan otras figuras como V. F. L6pez, hijo del presidente de la Corte de Justicia de Buenos Aires, R. Corvaldn, editor de La Mada ¢ hijo del edecin de Rosas, y otros como J. M. Gutiérrez, E. Lafuente y J. Thompson que trabajaban en distintas reparticiones estatales bonacrenscs. 14 En forma consecuente, algunos de los jévenes se acercaron a ese gobierno cu- ya legitimidad, crefan, residfa en los recientes hechos hist6ricos y en la propia na- turaleza del Rfo de la Plata. El objetivo era dotar a ese poder de una legalidad trascendente que encauzara la sociedad dentro de Jo que denominaban esfera del desenvolvimiento progresivo 0 perfectibilidad. Por el momento, se contentaban con que los actores locales fueran adquiriendo progresivamente hdbitos politicos y cul- turales civilizados. Mientras tanto, ellos, como miembros de la Nueva Generacién —€sta era una de sus autodenominaciones, junto a la de Joven Generacidn— disefia- rian una sociedad acorde al conocimiento social y politico de su época. Considera- ban que su acceso a ese conocimiento estaba destinado a reservarles un lugar de privilegio, ya que no sélo era una clite la que debfa conducir los destinos piblicos, sino que esa elite debia ser letrada. La intemperancia rosista, que no dejaba margen para componendas, hizo que un intento de acercamiento por parte de Alberdi fuera rechazado, que el Salén Litera- rio se cerrara y que La Moda dejara de publicarse. En consecuencia, comenzaron a sospechar que, para llevar a cabo sus proyectos modernizadores, debfan considerar otras précticas que implicaran dejar en un segundo plano la prédica sociocultural pa- ra pasar directamente a la accién politica. Este cambio de propésitos se tradujo en Ja creacién, en mayo de 1838, de la Asociacién de la Joven Generacion Argentina, agrupamiento semisecreto del cual se Hegaron a fundar filiales en San Juan, Tucu- mén y Cérdoba. A su vez, la reciente intervencién francesa que bloqueaba el puerto de Buenos Aires y auguraba ponerle fin al poder de Rosas, les permitié liberarse del todo de su anterior postura que privilegiaba la transformacién progresiva del régi- men. En consecuencia, radicalizaron su apuesta por la accién politico-militar y se su- maron tanto individual como colectivamente a los diversos intentos que en esas afios procuraron acabar con el régimen rosista.'* Pese a todo, siguieron sin cuestionar uno de los nuicleos més persistentes de su pensamiento: la autopostulacién como guias Gnicos y esclarecidos de la sociedad. Pero no sélo no revisaron esta postura, sino que la exacerbaron en su afin por dirigir el vasto y heterogéneo conglomerado de oposi- tores a Rosas.!? Para su desazén, Francia se retiré de la contienda privilegiando sus intereses in- ternacionales y sus realineamientos internos y dejé a la intemperie a sus aliados rio- 8 Su participacién se dio no slo a través de la prensa, Actuaron en complots ~¢s el caso de Lafuen- te, Tejedor y Thompson-, como asesores 0 secretarios ~Alberdi y Frfas lo fueron de Lavalle-, u ocupan- do cargos directivos -M. Avellaneda fue gobernador de Tucumdn y active dirigente de la antisrosista Liga del Norte-. “Los hechos, los elementos, tos poderes todos estén en nosotros. J6venes al frente de la politica ar- zgentina en el norte; j6venes al frente de la politica Oriental; j6venes en todo y para todo. Que significa, pues, este hecho notable? Nosotros vamos a salvar a fa Republica Argentina’, Alberdi a B. Silva, Zavalia y M. Avellaneda, Montevideo, 28/2/1839, en J. B. Alberdi, Escritos péstumos, Buenos Aires, 1395-1901, 4. Xml, pp. 336-337. platenses. Esto provocé un desengafio mas profundo que el que les habfa causado Rosas, ya que no solo habfan estado animados en esa empresa por las mas altas x- pectativas, sino que habfan descubierto fa profunda brecha que suele existir entre os ideales y los intereses. Como resultado de sus primeros pasos en la politica, se en- contraron con que ni el poderoso Rosas, razén instintiva y representante roméntico del Rio de la Plata, ni la poderosa Francia, raz6n colectiva y avanzada de la civiliza- cién, se habjan plegado a sus propuestas. La politica despojada de toda marca teéri- ca se develaba y mostraba con crudeza los limites de una intervencién que se preocupaba mds por las ideas rectoras que por los actores que las encarnaban y sus telaciones de fuerza. Los caminos del exilio: et descubrimiento de los intereses Luego de haber vencido y/o neutralizado a sus enemigos a principios de la década del 40, se produjo la consolidacién del orden rosista en todo el territorio de la Con- federacién Argentina. Asi, a la dura condicién de derrotados, los opositores tuvie- ron que afiadirle la no menos dramética de exiliados. Esta situacién, que en algunos de los miembros de la Generacidn de 1837 se habia pretendido personal y coyuntural, se generaliz6 y se mantuvo hasta ta cafda de Rosas en 1852. Comen- zaron asi un largo derrotero en el cual buscaron procesar el fracaso de sus prime- ras intervenciones. Este recorrido Ilevé a los més Iticidos de sus miembros a descubrir soluciones inéditas a las cuestiones que tos desvelaban e, incluso, a plantearse pro- blemas antes impensados. No es casual que sus obras mas importantes hayan sido concebidas en su mayoria durante esos afios: las Bases de Alberdi; Facundo, Via- jes y Recuerdos de provincia de Sarmiento; Amalia de Marmol; la edicién defi tiva del Dogma Socialista de Echeverria. La riqueza de estas producciones, asi como su centralidad en la historia politica y cultural argentina, suelen relegar a un segundo plano que las mismas fueron realizadas por un grupo de exiliados, Por eso, no es de extrafiar que, a la par de sus logros intelectuales, sus mayores esfuer- zos hayan sido materiales y estuvieran centrados en sobrevivir. Bn sus biograftas no cuesta demasiado encontrar momentos de penuria, enfermedades, pobreza, marginacién y persecucién politica en los paises donde fueron recibidos, incluso en los casos de aquellos que habfan podido integrarse a la vida social y politica en forma mas o menos exitosa. Durante esta prolongada y dura estancia en el exilio, fueron modificando aquello que parecia constituir un niicleo inconmovible de su pensamiento: el rol que sc au- toasignaban como gufas iinicos de la sociedad. Esta transformacién tuvo miltiples causas -conocimiento de otras experiencias politicas, extensién del capitalismo en el mundo, una nueva imagen sobre el fendmeno rosista-, pero la més importante fue el descubrimiento del peso que ticnen los intereses a la hora de hacer factible cualquier proyecto social y politico. Esta progresiva revelacién les hizo plantear nuevas alter- 16 nativas que permitieran lograr la ansiada organizacidn de la nacién 0, al menos, la existencia de un orden sociopolitico que fuera su precondicién; posibilidades ambas que debian estar precedidas por el derrocamiento de Rosas, quien era sindicado co- mo el obstdculo a ser superado. Hay, por lo menos, dos direcciones en las cuales se puede reconocer qué estra- tegias se plantearon para poder inscribir sus ideas fuera del circulo de pertenencia. La primera, que terminé resultando la més exitosa, los Ilevé a interpelar a sectores de la elite socioeconémica y politica que estuvieran enfrentados 0 que pudieran es- tarlo con Rosas. En ese sentido, se destacé el acercamiento a caudillos como el en- trerriano Urquiza. La segunda apenas pudo ser esbozada a mediados de la década de 1840, cuando Echevervia intents revivir la antigua agrupacién a través de la capta- n de nuevos prosélitos que ya no tenfan por qué limitarse a las elites -Io que ex- plica el cambio de denominacién de Asociacién de la Joven Generacién Argentina a Asociacion de Mayo-. Esta ultima opcidn estaba destinada a malograrse antes de poder dar a luz. Las causas de este fracaso no son dificiles de precisar, y entre las no menos importantes se puede mencionar la poca fe que tenfan en trascender el marco de las elites. Pero sobre todo se debia a que a pesar de los esfuerzos de Echeverria, af respeto que ge- neraba su figura entre los jévenes y a la nutrida correspondencia que los mantenfa en contacto, la situacién de sus miembros que se hallaban dispersos por Sudamérica, Europa y los Estados Unidos, impedfa que se pudiera recrear la Asociacién. Pero esa distancia, que se crefa o se queria espacial, devenia inequivocamente politica e ideo- ldgica. Comenzaban a hacerse no s6lo evidentes, sino también virulentas, las diferen- cias entre algunos de tos antiguos compafieros. $i se dejan de lado los enconos personales ~que no eran menores, por cierto-, lo que aparece como trasfondo es una diferencia cada vez ms acentuada en los contenidos de los proyectos de nacidn es- bozados por cada uno de los futuros ex compafieros. En consecuencia, desde fines de la década de 1840, aquello que alguna vez qui- so ser vivido como una experiencia colectiva, slo pudo seguir teniendo esa cualidad en el campo de la memoria y, posteriormente, en el de ta historia. IV. IDENTIDADES POLITICAS EN EL DISCURSO DE LA GENERACION DE 1837 En este apartado nos centramos en el examen de algunos significados con los cuales aparecen empleados tos vocablos América, Buenos Aires y Argentina en los escritos de los miembros de la Generacién de 1837. Con este andlisis procuramos mostrar la coexistencia en tensién de identidades politicas en su discurso y dilucidar las posi- bles causas de su adhesiGn a tas mismas. 17 América EI primer aspecto que se destaca en el uso que hacfan los j6venes romanticos de Amé- rica y de americana/a/s en sus escritos més tempranos, es su asociaci6n con voca- blos como patria y nacién.™ Este empleo puede relacionarse con la dificultad que manifestaban en lo que hacfa a la posibilidad de circunscribir experiencias sociales a un dmbito que se recortara nitidamente de! resto del continente, Este impedimento era asumido explicitamente en un articulo publicado en Chile a comienzos de 1843 por Sarmiento y Frias. En el mismo argifan que sus intenciones de hacerse chilenos no encontrarfan mayores obstéculos ya que En América en vano se alzan limites nacionales, el americano se halla en todas partes en su misma patria; el mismo idioma, las mismas costumbres, la misma civilizacién, los mismos partidos politicos, los mismos azares por la libertad, los mismos peligros para el porvenir! Si esta enumeraci6n no es mds larga atin, se debe a que la mayor preocupacién de los autores era informarles a sus interlocutores argentinos que debian devenir chilenos tras la reciente derrota de [as fuerzas antirrosistas en Arroyo Grande. Pero esta lista podria haberse extendido, ya que no encontraban diferencias sociales, culturales ni politicas que les permitieran realizar distinciones que tuvieran algin sustento real.22 ‘Sin embargo, esta indiferenciacién no se mantuvo incélume; con el correr de los afios se irfa atenuando. La identidad americana, recordemos, gozaba de gran importancia en el Rio de la Plata. Esta centralidad se habfa originado en el perfodo independentista ya que habia permitido establecer una distinci6n clara frente al enemigo espafiol. Una vez finali- zado el conflicto, pervivi6 en el imaginario de los actores de la primera mitad del si- glo XIX, aunque su realizacién como proyecto estatal irfa perdiendo relevancia. Los micmbros dc la Nueva Generacién no hicieron mds que prulungar este cardcter dis- 2 “Funesto destino el de los Americanos! -Un cnjambre de aspirantes se disputan los andrajos de la Patria"; “Ser americanos: he aqué nuestro deber, nuestra ley, auestro destino. Teniamos libertad; necesi- tabamos nacionatidad”, “La libertad de un pueblo no existe sino 4 condicion de la independencia de ta razon nacional {...] La jéven generacion (...}, proctama ahora la conciencia de la individualidad ameri- cana, y la completa independencia de (a inteligencia nacional’. Diario de Juan Thompson, 29/9/1838 en R. Piccirilli, Juan Thompson, Buenos Aires, Peuser, 1949, p. 199; E! Iniciador, nims. 10 y 12, Montevi- deo, 1838, pp. 209 y 252, 21 “Despedida del Heraldo Argentino”, El Progreso, Santiago de Chile, 11/1/1843, en D. F. Sarmien- to, Obras completas, Buenos Aires, Editorial Luz del Dia, 1948-1951, t. vi, p. 105. ™ Dos afios antes et mismo Sarmiento aseguraba que “Entre pueblos hermanos por nacimiento, reli- 2i6n, usos y costumbres, et absolvente nunca ha crefdo hallar defectos populares que caractericen de un modo o de otro, alos chilenos, peruanos o argentinos; los cree a todos © americanos o hijos de los espa- foles,.con los vicios y virtudes anexas a estos caracteres comunes”, E! Mercurio, 7/1 1/1841, en Sarmien- 10, Obras... V4, p. 31. 18 tintivo, Por eso, la identidad americana cobraba mayor vigor cuando buscaban dis- tinguirse de Espaiia o cuando hacfan referencia al pasado colonial -en realidad era lo mismo: para ellos Espafia segufa siendo ese pasado. En forma més espectfica, podemos sefialar que ta identidad americana aparece, principalmente, en el discurso elaborado antes de marchar al exilio. Esto contradijo nuestra hipotesis original que le atribufa la adhesi6n a esta identidad al hecho de es- tar exiliados en tietras americanas. Aunque parezca parad6jico, fue el contacto de la Nueva Generacién con otras realidades del continente lo que le hizo empezar a per- der el cardcter central en su discurso. En su destierro descubrieron un hecho obvio pe- ro de trascendentes consecuencias. Si bien eran muchos los elementos que tenfan cn comtn con chilenos, orientales y bolivianos, no podian dejar de notar que su caracter de extranjeros los distingu‘a, aunque el contenido de esta diferencia no pudiera ser siempre precisado con claridad. Esta diferencia era de origen, circunstancia que al menos les permitfa tener un nombre. Y éste no seria otro que el de argentino; aunque como veremos, también podia ser el de alguna provincia 0 regién. Pero mientras la identidad argentina no pudiera imponerse, seguirfan mezclando las referencias a elementos americanos y argentinos, fundamentalmente en os escri- tos en los que se hacia mencién a alguna cuestién de lengua o literatura. Es que, en tanto roménticos, crefan que ambas expresiones debian ser propias de una cultura sin- gular. Pero cuando pasaban de las intenciones a las evidencias se tornaba dificultoso, sino imposible, producir un recorte que las circunscribiera al Rio de ta Plata y las di- ferenciara de las existentes en el resto de América? Esta confusién entre los dos émbitos -el americano y el argentino~ irfa desaparecien- do gradualmente. Més atin, la identidad americana quedarfa reducida a un uso mera- mente retdrico. A mediados de la década de 1840 este proceso se hallaba avanzado. La prueba se puede encontrar en la distancia que tomaban del fenémeno, lo que les permi- tia, incluso, historizarlo. Por eso, hacia 1845 y en Chile, Alberdi podia asegurar que En otra €poca, las fiestas de la familia continental de que hemos hablado, eran verda- deras reuniones de pueblos. La América unida asistia a las batallas, a las victorias co- munes, a los festines de todos [...] Hoy dia existe la misma liga; pero en espiritu.* Esta escasa factibilidad que le atribufan a la creacién de una organizacion americana, no se repetfa en 0 que hacia a otras de las alternativas existentes de organizaci6n po- \itico-comunitaria: la expresada por las identidades locales 0 provinciales. 3 “Larra que no basta 4 la Espafia, basta mucho menos 4 la America que teniendo vicios y preocupa- ciones que le son privativas, necesita una critica Americana, completamente nacional. La mitad de Larra ‘nos ¢s itil, porque la mitad de nuestra sociedad es espafiola; pero Larra no ha podido adivinar las preocu- paciones americanas, aun cuando hubiese escrito para América. Y después de haber convenido en la na- cionalidad esenciat de la literatura Argentina, salimos con que Larra nos basta en punto 6 sétiras’”, La Moda,nim. 4, Buenos Aires, 1837, p. 3. J, B, Alberdi, “Los americanos ligados al extranjero”, en Autobiagrafia, pp. 104-105. 19 Buenos Aires, porteftola/s Al igual que sus contempordneos, los miembros de la Joven Generacién solian tener una fuerte identificacién con las provincias o localidades donde habfan nacido, a las que llegaban a reconocer como su propia patria o pais de origen.”5 Sin embargo, en el discurso producido aun por aquellos que habfan nacido en el interior se encontra- ba muy desarrollada la identidad portefa. Veamos, entonces, cuales eran las causas de esta identidad y las modalidades discursivas que asumié. Recordemos el articulo aparecido en Montevideo en 1841, en el cual Alberdi se negaba a delinear cudl serfa la organizaciGn de su sociedad. En dicho escrito, pole- mizaba con una comisién que habfa oficiado de jurado en un certamen poético des- tinado a celebrar el 25 de Mayo, ya que en su informe ésta establecia Ja negacién de toda literatura anterior a la revolucién de Mayo, en lo cual no hay exac- titud, porque [...], la literatura se habia manifestado por distinguidos prosadores, tan- to en Buenos Aires como en Méjico, Peni y Colombia; y no podta dejar de suceder asf porque ella se manifiesta desde que hay sociedad, y ésta ia hubo antes de Mayo, por ‘més que la metéfora proverbial haga datar su origen en 18)0.* En principio, llama la atencién que aparezca equiparada Buenos Aires con entidades de distinto orden como México, Peri y Colombia, sobre todo si se considera que es- ta Ultima ni siquiera existfa en el periodo colonial. Sin embargo, se nos ocurre de ma- yor importancia la introduccin, tras esa enumeracién, de una ruptura con respecto al pensamiento de sus mayores. Ya sefialamos que, por momentos, los miembros de la Nueva Generacién le atribufan un origen y una constituci6n pactista a su patria. En este enunciado Alberdi muestra mds coherencia con sus influencias doctrinarias ro- ménticas. Si no la patria o la naci6n, por lo menos la sociedad le parecia preexisten- te a la ruptura del orden colonial, mas all4 que una “metdfora proverbial” indicara lo contrario. Esta sociedad parecfa tener dos dimensiones si nos atenemos a lo enuncia- do en el texto. La primera se define por extensién y se da en el marco de la union de los pueblos americanos. La segunda, més especifica, hace referencia a Buenos Aires. Por el momento hemos desenhebrado los hilos del razonamiento. Tratemos ahora de reconstruirlo, aunque mds no sea a modo de silogismo. Segiin Alberdi: a) en toda so- ciedad existe una literatura; b) existfa una sociedad en el periodo colonial; c) en el 25 Para el tucumano Marco Avellaneda, su provincia, Salta y Santiago de! Estero eran distintas patrias © paises: “De tan horrible crisis s6lo puede salvar a nuesiras respectives paises una estrecha y sincera alian- za, Yo me empefiaré en que el nucvo gobierno de Tucuman ta solicite y usted y los buenas santiaguerios de- ben esforcarse porque el setior Ibarra la avepte”, “Concluyo copiando unos pérrafos de Lamennais que pueden servirle de texto para un largo y clocuente discurso que sin duda pronunciard usted en la Sala de re- presentantes de su patria” [se reficre a Salta]. Cartas a Mauro Carranza, Tucumén, 19/11/1838 y a Pio J. Tedfn, 1/10/1839 en M. Avellaneda, Reflejas autobingrdficos, Buenos Aires, Coni, 1922, pp. 109 y 123. 284. B. Alberdi, “Observaciones...”, p. 68. 20 perfodo colonial existia entonces una literatura. Falta sefialar algo que constituia una obviedad tanto para él como para sus interlocutores: esa sociedad, era la de Buenos Aires. El razonamiento parece estar acabado. Y de hecho, lo esté. Hay, sin embargo, como en todo razonamiento, una premisa no dicha que es la que hace que éste tenga sentido y que no sea mera ret6rica: esa sociedad, la de Buenos Aires, era también la suya, la del tucumano Alberdi.”” El silogismo alberdiano permite introducirnos en el primero de los problemas que se desprenden del andlisis del término Buenos Aires, Este ocupa, en ocasiones, el lu- gar que suponemos deberfa corresponderle a otros como Argentina. En este caso, esa posici6n fa obtiene a partir de las relaciones de equivalencia que establece con voca- blos que remiten a algo mas que una ciudad o una provincia.”* Pero desentrafiar el significado preciso con el cual empleaban el término no parece tarea sencilla, ya que el mismo se encontraba inscripto en una red compleja. No sélo porque parecfa reem- plazar a términos como Argentina, sino porque podian confundirse ambos émbitos en un mismo enunciado. Se plantea asf un problema, cuya respuesta més sencilla es sostener que Buenos Aires actéa en sus textos como una sinécdoque de Argentina, Pero esto no logra so- lucionar la cuesti6n, sino que tan s6lo permite replantearla. La pregunta es por qué se apelaba a este recurso. Para aportar algunas pistas que permitan aclarar este pun- to, incorporamos al andlisis dos enunciados que no pertenecen a miembros del gru- po, sino al caudillo oriental Rivera y a los agentes rosistas en Montevideo: en Mont se trabajaba con descaro en un plan en que porteios y locos orientales apor- teftados, y que el gobierno mismo era promotor del desacato. ha habido una reunion de portefios en casa de Modesto Sanchez y bajo la presidencia de Alsina. El objeto de la reunion era exponer los motivos que él [Alberdi} tenia para sostener en su diario d los franceses, escitando 4 los portefios o argentinos & reunirse de buena fé a los extranjeros.? En ambos enunciados, se puede apreciar la indiferencia en el empleo del gent hecho que no permite distinguir lo argentino de lo porteno. Parece significativo que estas apreciaciones se hayan reproducido en escritos privados de Alberdi y Mitre, sin ninguna critica 0 aclaracin de su parte. Esta omisién nos hace sospechar que este 7 Asi, al eriticar a los unitarios exiliados destacaba que “no pudieron tolerar més estos hombres ef modo cémo los jovenes de Buenos Aires tratdbamos la cuestion francesa", J. 8. Alberdi, “Acontecimicn- tos del Plata en 1839-1840", en Escritos.... XV, p, 467. 24 “Buenos Ayres, el pueblo primogénito de la libertad de un mundo, el heroe que llevié sus estandar- tes y sus iriunfos, del Plata al Ecuador. y det Ecuador al Brasil, se arrastra hoy abrumado de cadenas”, ‘Muera Rosas, mim. 1, Montevideo, 23/12/1841. ® Carta del Gral. Rivera al Presidente J. Suarez del 6/9/1844, reproducida en el “Diario de Mitre de 3846", en R. Levene, Mitre y las estudios histéricos, Buenos Aires, 1944, p, 196; “Carta de un correspon- sal de la Gaceta Mercantil”, 9/3/1839, en J. B. Alberdi, Escritos..... Xi, pp. 330-331. au uso tenia algin grado de extensién en el Rio de la Plata. De hecho, cuando los jéve- nes romdnticos registraban este fenémeno, no parecia extrafiarles: El sefior Varela era portefio, como vulgarmente Haman a los argentinos en este pats. Es posible que entre los miembros de fa Joven Generacién la confusidn en el uso de los vocablos se pueda atribuir a que los utilizaban como sus contempordneos. Sin embargo esta explicacién es insuficiente. Este empleo se debfa, mas bien, a que su proyecto de construccién de una nacién era indiscernible del de modernizacién so- cial, politica y cultural. Modernizacién cuyo tnico referente lo hallaban en Buenos Aires! Entonces, cobra otro sentido el uso que toma Buenos Aires por Argentina, ya que la ciudad -era el espacio urbano més que el rural parecia contener los elemen- tos que permitirfan constituir la nacién moderna.” Esta caracterizacién de Buenos Aires como emblema de ta modernidad provocaba una fuerte identificaci6n con ta misma por parte de los miembros del grupo, incluso entre los nacidos en el Interior ~recuérdese que la mayorfa habia pasado por las aulas de su universidad~. En su ima- ginario, tanto la ciudad como ellos mismos representaban en germen la nacién por constituiz. Para poder entender la centralidad de la identidad portefa cn el discurso de la Ge- neracién de 1837, se deben dejar de lado los prejuicios que s6lo permiten indagar aquello que se supone deberfan estar pensando y haciendo sus miembros: la organi- zaci6n de la naci6n argentina a partir del principio de la nacionalidad, Hay que con- siderar que no vefan su constitucién como una posibilidad cercana en el tiempo. Por momentos, y al igual que muchos de sus contempordncos, proponfan concentrarse en la organizacién de cada provincia. Proyecto para el cual Buenos Aires contaba sin duda con las mejores condiciones de posibilidad. Sin embargo, no crefan que ésta de- 3° J, Mérmol, Asesinato del Dr. D. Florencio Varela, Buenos Aires, Casa Pardo, 1972, p. 71 (Monte- video, 1849), 3" Por eso cuando Gutiérrez criticé privadamente a Facundo, contrapuso Buenos Aires a ese interior ‘barbaro descripto en el texto en su afin por exceptuar la ciudad del diagnéstico sarmientino “La Repabli- Argentina no es una charca de sangre: Ia civilizacién nuestra no es el progreso de las Escuelas prima- rias de San Juan, Buenos Aires ha admirado al mundo [...]. En Buenos Aires hay creaciones como la del crédito, el arreglo de sus rentas, la distribucién de sus tierra; Ja Sociedad de beneficiencia”. J. M. Gutié- fez. a Alberdi, Valparaiso, 6/8/1845, en E. Morales, Episiolario de Juan Mar(a Gutiérrez, Buenos Aires, Instituto Cultural Joaquin V. Gonzate2, folios 56-57. *2 Ea un plan destinado a plantear las altemativas politico-militares que tenfa Lavalle hacia 1839 en ‘su intento por derrocar a Rosas, se sostenfa que “Los fines son ta libertad, la dignidad, la regencracin det pais. En ninguna parte es conocida la importancia de estas cosas, sentida su necesidad, deseada en conse- ‘cuencia, como en la capital [...]. Es en el pueblo y no en la campaia ni en las provincias dond: el extran- jerismo goza de més simpatias [...] el pueblo representa mejor el principio progresivo y la campafia el principio revolucionario”. J.B, Alberdi, “Consideraciones acerca de las ventajas de un golpe sobre la ca- pital’, en A. Carranza, La Revolucién de 1839 en el Sud de Buenos Aires, Buenos Aires, Hyspamérica, 1988, pp. 71-72. 22 bia ser la tinica provincia a la cual debia corresponderle tal suerte. Ya en 1835, J. M. Gutiérrez le hacfa notar a su amigo saltefio Pio J. Tedfn que las provincias Se haltan independientes, no hay miras de nacionalizacién, y si existen carecen de un hombre como Quiroga, por ejemplo, que las represente y realice. Rosas parece que ni suefia en esto: trabajar, pues, por el aislamiento, es decir, por la independencia poli- tica de influencias extrahas y ambiciosas.** Esta temprana caracterizaciGn —que es también una propuesta politica no puede ser sélo atribuida a una particular coyuntura politica. Expresiones similares se encuen- tran a lo largo del perfodo estudiado. Incluso, a través de la misma, procuraban dife- renciarse de las otras facciones politicas, ya que les permitia criticar tanto el accionar de los unitarios como el de los federales rosistas.™ Pero esta propuesta no debe pen- sarse solamente como un intento que debia concluir con la institucionalizacién de las soberanias provinciales; también podfan formar parte de sus tentativas de organiza cidn nacional que tomaban como punto de partida e] municipio, en tanto escuela o laboratorio de participacién politica del pueblo. Dentro de esa perspectiva etapista, no resultan extrafios los proyectos de constituir las provincias como entidades politi cas con distintos grados de autonomfa. Por eso, Gutiérrez podia preguntarle a Alber- di en forma retérica: {Como existiré ia Repiblica? Por la comunidad de intereses. ;Necesitarén éstos ser garantidos o manifestados por una Constitucién? No; porque una Constitucién para pueblos sin costumbres, es un papel leno de renglones. ~Cada Provincia tiene ya su fuerza gubernativa: basta esto. (...] lo que hoy importa son Instituciones municipales que promuevan el desenvolvimiento de la riqueza,"*5 En tltima instancia, y como rom4nticos que pretendfan ser, no hacfan més que regis- trar la existencia de un conjunto de soberanfas provinciales cuyo maximo grado de unién posible era el de una confederacién. Oscilaban asf, al igual que sus contempo- rdneos, entre distintas alternativas en lo que hacia a la constitucién de comunidades sociopoliticas. Pero cualquiera que sea la opcién elegida, Buenos Aires era conside- * “pelacionarse con las dems hermanas, con intenciones meramente comerciales, y al abrigo de wn ‘gobiemo que no persiga, que no robe la fortuna particular, constituirse en Provincia rica y tranquila, fa que ahora es yerma y desierta”, Buenos Aires, 2/5/1835, en E. Morales, Epistolario..., folio 14. “$j Rosas no fuera tan ignorante [...; habria Hlamado y patrocinado a la juventud y puéstose a tra~ bajar con ella en la obra de Ia organizacién nacional, 0 al menos en la de Ta Provincia de Buenos Aires” “EI partido unitario, necesitando teatro mas vasto para realizar sus ideas, promovis Informacion de un Congreso Nacional. Abandoné su primet propésito de organizar la Provincia de Buenos Aires y dejé su ‘obra embrionaria para emprender otra mas dificil. Error gravisimo'”, E, Echeverria, Dogma... . 120 y E. Echeverria, “Cartas a Don Pedro de Angelis”, en A. Palcos, Dogma Socialista (edicion critica y documen- tada), La Plata, 1940, p. 411. 35 Buenos Aires, 2/1839, en E. Morales, Epistolarie folio 33. 23 rada casi como el iinico ambito 0 punto de partida valido, incluso cuando imagina- ban y programaban la futura nacidn. Nacién que, sin embargo, se comenzaba a ima- ginar y construir bajo el nombre de Argentina. Argentina En términos generales, los vocablos Argentina y argentino/a/s aparecen en los escri- tos més tempranos de los miembros de la Joven Generacién dando nombre a un pro- yecto politico que remitfa al futuro y que no se asociaba claramente con una realidad con encarnadura social y politica presente 0 pasada, Estos usos se encuentran crista- lizados en Ios discursos pronunciados en el Saldn Literario, en los articulos de La Moda, en el Fragmento preliminar al estudio del derecho de Alberdi y en la prime- ta edicién del Dogma Socialista de Echeverria, en el cual se dejaba en claro que La asociacién de la joven generacién argentina representa en su organizacién proviso- ria el porvenir de la nacién argentina (...]. Ella trabajard en conciliar y poner en armo- nia el ciudadano y la patria, el individuo y la asociaci6n: y en preparar los elementos de ta organizacién de ta nacionalidad argentina sobre el principio democratico.* En esos textos se pueden encontrar también fendmenos presentes calificados como argentinos. Pero éstos slo hacian referencias a s{ mismos. De ahf que predominaran las relaciones de asociacién de argentina con otros términos como juventud 0 inteli- gencia."” Este uso derivaba de su concepcién, segin Ia cual, eran Jos representantes de la naci6n argentina y sus gufas esclarecidos que la proyectarfan y constituirfan junto a la propia nacionalidad. También se encuentran otras ocurrencias del término argentina que hacian refe- rencia al pasado, pero s6lo cuando el mismo era el del proceso revolucionario e in- dependentista. Dicha scloccién sc debfa a quc durante su transcurso situaban el origen de lo argentino. Pero, en sus andlisis, sostenfan que de ese proceso sélo habjan here- dado sus principios, sin ninguna expresién social de los mismos. En ese sentido, el término era usado como un cliché que se asociaba a otros de cardcter abstracto como * Al mismo tiempo, los sujetos y los Ambitos a los cuales se hacia referencia parecian tener una di- mensién més americana que argentina: “En la emancipacién social de la patria esté vinculada su liber- tad, La emancipacién social americana s6lo podré conscguirse (...] concretando toda la accién de nuestras facultades al fin de constituir la sociabilidad americana”, E. Echeverria, Dogma... pp. 186 y 217. “He aqui reducido a limitados términos al espacio en que puede moverse la inteligencia argen- fina, que tantos frutos indigenas y preciosos promete a la patria”; “y me atrevo a creer que yo no se- ria del todo indtil en bolivia, [...] Hevando conmigo algunos talentos argentinos, esto es, talentos nuevos", J. M. Gutiérrez, “Fisonomfa del saber espafiol: cuél deba ser entre nosotros”, en F. Wein- berg, El Salén..., p. 148; Quiroga Rosa a Alberdi, Buenos Aires, 25/1/1839, en A. Palcos, Dogma... pp. 325-326, 24 libertad, independencia.8 Es por eso que, a pesar de la invocacién de lo argentino como gufa para su accionar politico, se dudara de su eficacia: eran conscientes de que dicha calificacién no podia expresar una realidad s6lidamente establecida en los te- rritorios herederos del virreinato rioplatense. Este problema aparece asumido cn un artfculo publicado en el E! Zonda ~Srgano de los jévenes roménticos sanjuaninos como Sarmiento, Quiroga Rosa y Aberas- tain-. En dicho articulo se reprodujo una supuesta discusién que Ilevé a rechazar la apelacién al nombre argentino como parte del titulo del periédico. Los motivos que los ilevaron a tomar esa decisién pueden parecer sorprendentes, pero, en su momen- to, parecian tan legitimos como irrefutables: ese nombre no sélo estaba desacredita- do, sino que tampoco podia expresar algo sanjuanino.29 Pero el drama que se les presentaba era més radical atin, ya que notaban la au- sencia de algunos elementos imprescindibles para la existencia de una nacionalidad argentina, como la literatura local o el folklore. Esta carencia motivé que, hacia 1836, Echeverria dejara de lado un plan dedicado a su estudio y pasara a desarrollar un programa para su creacién.4? Apenas un afio mas tarde aparecfa en Buenos Aires un cancionero que parecfa cumplir en parte con estos propésitos, aunque era otro su compilador. En el mismo se reproducia, junto a una muy ecléctica seleccién de poe- mas locales, la Marcha Nacional de Vicente Lopez y Planes -versién completa del actual Himno Nacional Argentino-. La primera ocurrencia del vocablo argentina en esa Marcha motiv6 que el compilador apelara a una nota al pie para explicar que “la voz Argentinos en esta marcha comprende 4 todos los ciudadanos de las Provincias del Rio de la Plata”.*! La necesidad de esta aclaraci6n nos da una pauta del caréc- ter difuso 0 poco extendido que tenia entre los rioplatenses el vocablo Argentino a la hora de calificar fenémenos sociales, en especial al ser utilizado como un posible genti 8 Entre las pocas ocurrencias del vocablo argentino en los discursos pronunciados en el Salén Lite- rario, se encuentra éste de E, Echeverria: “Era la voz de la Patria que nos convocaba al tempio del Dios de los ejércitos para que alli Ie tributdsemos gracias por una nueva victoria del valor argentino. ““Prime- ra Lectura”, en F Weinberg, El Salén..., p. 153. 39 “EL PATRIOTA ARGENTINO decia uno. Esté eso muy desacreditado, respondiamos todos, muchos que no eran patriotas lo han usado, y sobre todo no es Sanjuanina, no es casero.” Et Zonda, nim. 1, San Suan, 20711839. 40 "Tiempo hace que el avtor de las Canciones cuya publicacién emprendemos, concibié el proyecto de escribir unas melodias argentinas, en las cuales, por medio del canto y la pocsfa, intentaba popularizar algunos sucesos gloriosos de nuestra historia y algunos incidentes importantes de nuestra vida social. Pe- ro para que su obra fuese realmente nacional y corespondiese al titulo, era menester que existiesen tona- das indigenas [...] entr6 a indagar primero el carécter de las muchas que con general aplavso entre nosotros se cantan, y hallé que todas ellas eran extranjeras [...]. Hubo entonces que renunciar a su inten- to, siendo necesario crear a un tiempo la poesia y la misica”, E. Echeverrfa “Proyecto y Prospecto de una coleccién de canciones nacionales”, en Obras.... pp. 455-456. “1 El Cancionero Argentino, Colecci6n de poesias adaptadas para el canto, Buenos Aires, Imprenta de {a Libertad (;comp. José A. Wilde?), Cuaderno 1, 1837, p. 6. Para peor, cuando los jévenes roménticos buscaban postular la existencia de un conjunto social nacional, el mismo parecia estar conformado por una reunién de pue- blos en torno a intereses y necesidades comunes mas que por un pueblo-nacién. Es Por eso que, en consonancia con el uso de sus contempordneos, aparecfa en ocasio- nes como sujeto de su discurso los pueblos argentinos mds que el pueblo argentino * La fragmentada realidad rioplatense y los significados con los cuales se buscaba dar cuenta de ta misma, contaminaban los textos de la Nueva Generacién y condiciona- ban cualquier intento que pretendiera postular discursivamente la existencia de una nacionalidad entendida como un pueblo-nacién argentino. En resumen encontramos que, mayormente, fos usos de los vocablos Argentina y argentinofa/s no remitian a ningdn fendmeno social, politico 0 cultural presente ex- terior al grupo y que pudiera dar cuenta de una nacionalidad.* Claro que, por el mo- mento, slo nos centramos en el examen de textos claborados antes de producirse el exilio del grupo a fines de la década de 1830. Y. EL EXILIO, LA POLITICA ¥ EL DESARROLLO DE LA IDENTIDAD ARGENTINA En este apartado desarrollamos nuestra hipétesis que sefiala Ia extensién de la iden- tidad argentina en el discurso de la Generacién de 1837 durante su exilio en la dé- cada de 1840, momento en el cual se produjo una transformacién en las trayectorias politicas y en las indagaciones intelectuales de sus miembros. Esta ruptura provoc6, entre otras consecuencias, un cambio en el empleo de los vocablos analizados y en el peso de las distintas identidades politicas en su discurso. Asf, y en forma paralela al debilitamiento de !a identidad americana y de las locales, se produjo la extensin y la generalizacién de los atributos de argentinidad en el presente y el pasado, mas alté de sf mismos y sin que implicara rasgos negativos. Dicha wansformacién pudo obedecer a varias razones, pero en nuestro examen nos centramos en las que consi- “Los pueblos se amabaa (...}. Todos eran hermanos. Habian combatido juntos, habian mesclado su ‘sangre sobre los mismos campos de batalla, habian arrostrado iguales peligros bajo la misma bandera, jun- tos habian marchado hasta el Ecuador, y regresado & sus hogares, cubierto el pecho de nobles y orgullo- sas cicatrices, Todos se Hamaban Argentinos”. El Pueblo Libertador, Corrientes, 28/5/1840. * Una forma extrema de este impedimento, y que puede ser tornada como un indice de la inexisten- cia de una realidad que pudiera ser calificada de argentina sin més, es la imposibilidad que tenian de asig- ttarle dicho nombre al territorio, Por eso, algunos de sus escritos mds tempranos abundan en una serie de ‘nominaciones difusas. Un claro ejemplo de esta dificultad aparece en la tesis publicada en 1837 por M. ‘Quiroga de la Rosa. En la misma, y a falta de cualquier referencia a algo argentino, se recurre a imagenes ‘como las siguientes: “nuestra precoz America y con mayor razon nuestra joven Patria”; “la mas bella par- te de América Meridional”; “esta pintoresca y singular parte de América”; “nuestra gloriosa Repuiblica”, cen Sabre la naturaleza flosdfica det derecho, Buenos Aires, Perrot, 1956, pp. 6, 62, 63 y 64. 26 deramos més significativas y determinantes: las politicas. En ese sentido, se destacan dos coyunturas, las cuales, pese a ser algo contradictorias entre sf, confluyeron pro- vocando como resultado la extensién de la identidad nacional argentina en el discur- so de la Nueva Generacién. En un primer momento, durante el bloqueo francés iniciado en 1838, apelaron al principio de la nacionalidad argentina buscando autoinvestirse como sus més legiti- mos representantes.“ Con este movimiento procuraban alcanzar un doble objetivo: posicionarse favorablemente frente a las potencias extranjeras y frente a los oposito- res locales al rosismo. Tanto esta intencién, como la modificacién en el empleo de los términos, aparecen en Ia carta que le enviara Alberdi al cénsul francés Baradere con el objetivo de alejar las prevenciones de los otros exiliados acerca de 1a conve- niencia del apoyo a la politica francesa en el Plata: Interesado yo en la suerte de las Provincias Argentinas, 4 cuyo seno me lisonjeo de pertenecer, desearfa substraerlas a la duda que las hace vacilar, imponiéndolas intima- mente de las verdaderas miras de la Francia. Con este fin, yo y otros muchos hijos de a Republica Argentina, desearfamos obtener de la mano de unos de los Agentes de Ja Francia, una declaracién franca y sincera sobre cada uno de los puntos que indicaré en- seguida [...}. Si la Francia tiene algiin motivo de resentimiento contra el Pueblo Ar- gentino. 2) Si la Francia est dispuesta a respetar, como hasta aqut, el principio de la nacionalidad Argentina [....]. ;La Francia piensa injerirse en las cuestiones de régimen interior de la Repablica Argentina? El Sr. Cénsul, si lo tiene a bién, tanto en el interés de la Francia cuya causa representa, como en el interés de la Repaiblica Argentina que yo procuro en esta solicitud, se dignard colocar al frente de cada una de estas cuestio- nes una resolucién franca y terminante.*® En esta misiva, Alberdi no s6lo se arrogaba el encabezamiento del frente antitrosis- ta, sino que también decfa ser quien representaba “el interés de la Repablica Argen- tina”, Dicha pretensi6n se tradujo en un notorio cambio en el empleo de los términos: aparecfan postulados en el presente sujetos como el “Pueblo Argentino” y principios como el de la “nacionalidad argentina”. Pese a todo, en ese texto y en los escritos de ese perfodo cuesta encontrar claramente delineado los argentinos como gentilicio de un pueblo-nacién. Esta operacign politica que tenfa entre otros objetivos el de disputarle a Rosas la representacién de ios intereses locales; posicién que los Ilev6 a reconocer la existen- cia de otros actores politicos y sociales. Estos, sin embargo, no dejaban de aparecer en su discurso subordinados a la l6gica y la politica elaborada y desarrollada por la Nueva Generacién. Con el correr de los afios -y 1a persistencia del rosismo— se pro- 4 “Venidos de nuestro pafs, no hace mucho, podemos lisonjeamos de mantener con viveza los senti- mientos {ntimos y actuales, los pesares, las esperanzas, y deseos del pueblo argentino”, J. B. Alberdi, “Ar- ‘culos publicados en la Revista del Plata”, en Escritos,... t. Xil, p. 477. 45 Alberdi a Baradere, Montevideo, 20/2/1839, en J. Mayer, Alberdi.... pp. 198-199. 27 dujo otra inflexién en el pensamiento de la Joven Generacién que la hatfa reconocer en un mayor pie de igualdad Ia existencia de otros sectores de las elites. Sucesivas derrotas producidas en los primeros afios de fa década de 1840, los ilevarian a pro- fundizar en ta busqueda de otros actores locales a quienes interpelar para lograr una solucién al problema de la organizaci6n politica y social. Como posible salida empe- zaron a favorecer la apelaciGn a grupos sociales y politicos que habian crecido a la sombra del rosismo, Esta intencién se puede percibir en Facundo, texto publicado en Chile como fo- Hetin durante 1845. En sus tltimos dos capitulos, que no casualmente desaparecerian de futuras ediciones, se contradecfa todo lo sostenido a lo largo de la biografia del caudillo riojano. En fa primera parte Sarmiento dejaba establecido que la naturaleza y la sociabilidad rioplatense habfan creado la figura barbara de Quiroga, la cual se habfa racionalizado y sistematizado en la de Rosas. Sin embargo al finalizar el texto, se sostenfa que los propios rosistas terminarfan con el régimen, aunque no quedaba claro por qué harfan semejante cosa, Para la misma época, Echeverria le escribia a los caudillos de Corrientes y Entre Rios, Madariaga y Urquiza, entregdndoles su Dogma Socialista y depositando en ellos nuevas expectativas. Resumamos, entonces, ambos movimientos que los levaron a replantear sus re- presentaciones y sus précticas politicas. En principio, intentaron autoinvestirse ante Francia como los representantes de 1a nacionalidad y/o la naci6n argentina. Luego, ante el fracaso de esta apuesta, comenzaron a apelar cada vez més a sectores locales para acabar con Rosas y su régimen. Ya sea por un motivo u otro, no es de extrafiar que se haya producido una generalizacién de la apelacién a lo argentino como un principio o una realidad que pudieran existir mds allé de s{ mismos. Realidad y/o principios con los cuales debfan contar sf o si para que cobrara sentido cualquier pro- yecto de organizaci6n de la naci6n argentina a partir del principio de la nacionalidad. Por eso, Alberdi podia comenzar un polémico texto de 1847 con una frase cuya ro- tunda fuerza afirmativa hubiera sido dificil de hallar afios antes: Hoy més que nunca, el que ha nacido en et hermoso pais situado entre la Cordillera de Jos Andes y el Rio de la Plata, tiene derecho a exclamar con orgullo: soy argentino.® La imagen del exilio: el argentino como judio errante Existe otra veta que permite explicar en parte, esta resignificacién cn el uso de los términos y la profundizacién de la identidad argentina: la experiencia del exilio. Es- ta vivencia se constituy6 en un tépico recurrente de sus escritos, en los cuales se lle- “J.B. Alberdi, “La Repdblica Argentina 37 afios después de la Revotucién de Mayo”, en Autabio- erafia, p. 136. 28 gaba a homologar Ia triste condicién del argentino exiliado con una figura mis raria que hist6rica: la del judio errante.*” Esta identificacién estaba sobredetermina- da por la ret6rica romantica y por las referencias a esos nuevos mértires de la humanidad que eran los exiliados europeos que fracasaban en sus intentos de sustraer sus nacionalidades de] dominio de los absolutismos. En un articulo publicado en 1841 por un Sarmiento recientemente legado a Chi- le, y que lleva por sugestivo titulo “E] Emigrado”, se pone de manifiesto !a forma en la que los j6venes romanticos percibfan su destino de desterrados. Empezaba invo- cando a la “Desdichada Polonia”, que actuaba en el imaginario de la época como el paradigma de las luchas por la nacionalidad, con el consecuente destierro de quienes fracasaban en sus intentos revolucionarios. Pero, inmediatamente, pasaba del andli- sis de ellos al de nosotros, homologando ambas experiencias.® Luego, enumeraba a sus lectores las desdichas que traia aparejadas esta innoble situacién, y culminaba de- velando su objetivo, que era condensar en esta experiencia los infortunios de sus compatriotas.” Reflexiones como las de Sarmiento nos hacen pensar en la importancia que debe haber tenido la experiencia del exilio en sus vidas. Pero en lo que atafie a nuestro in- terés, cabe seiialar que fue algo més importante que un accidente en un conjunto de biograffas. Como ya sefialamos, uno de los factores que coadyuvaron a la conforma- ci6n de sus identidades polfticas era la forma en la cual los referenciaban en el ex- tranjero. El exilio se constituyé asf, y a pesar de que todavia podfan ser vistos como porteiios, cuyanos, correntinos 0 americanos, en una de las condiciones que permi- Geron forjar la identidad argentina a través de la forma en Ia cual eran percibidos por la mirada de los otros. ‘7h argentino ha llegado 4 ser el judfo errante de la América Meridional,”; “ya sabemos por aquf que los judios errantes argentinos no son mejor tatados de! otro lado de los Andes que de este Tado det rio”. El Pueblo Libertador, nim. 3, Corrientes, 6/2/1840; L. Dominguez a J. M. Gutiérrez, en Archivo/epistolario de Juan Maria Gutiérrez, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nacién, 1981, t. It, p. 80. “8 “Polonia! triste Polonia, yo te saludo desde el hogar extraflo que me presta asilo. Nosotros, sf, 30- lamente nosotros sabemmos sentir tus angustias,[...} Como tus hijos que mendigan hospitalidad en las puer- tas de Jas naciones europeas, asi vagamos nosotros, sin patria, sin asilo, sin posar tranguilos nuestra ‘vagabunda planta, por la vasta extensién de América que circunda nuestra patria desdichada”, El Mercu- ro, NT/3/1841, en Obras..., tl Ps 20. “Los argentinos gimen en el destierro, [...] Por todas partes refieren sus insoportables desgracias, {¥ por todas partes arrostran semblantes frios que no demuestran piedad, ofdos que oyen porque no pueden evitarlo, cornzones que compadecen sin simpatia y sin emociones, llegando la frialdad al extremo de po- ner en duda los hechos mismos que en toda su deformidad el déspota ostenta con impavidez a la faz y en presencia de todos los pueblos, [...]. EI nombre argentino es 1a fébula de América, pero las desgracias y los horrores que revela, slo son amargos ¢ insoportables para los proscriptos que lo tlevan”, D.F. Sar- miento, Obras....t. 1. p. 21. 5 Segdin V.F. L6pez, af llegar a Chile “muchos no quetian saber de mf sino que era argentino y ro- ‘méntico-y esto les bastaba para mirarme mal”, Carta a F. Frias, Santiago de Chile, 8/9/1842, en R. Picci- Los Lépez, Buenos Aires, Eudeba, 1972, p. 38. 29 Argentino: gnombre politico o gentilicio? Esta percepcién de su situaci6n en el exilio y la consecuente nominacién identitaria, no debe hacernos suponer que se tradujo inmediatamente en el empleo det vocablo ar- gentino como gentilicio. Seria un error confundir la generalizacién del uso del térmi no con la extensi6n de la identidad argentina, entendiendo a ésta como la expresién de una nacionalidad. Nuevamente, nos encontramos con significaciones diversas con- viviendo en el mismo discurso. Por momentos, sc lo seguia empleando como el nom- bre de un grupo politico cuando se queria hacer referencia a los miembros de la Joven Generacién 0 a sus posibles aliados antirrosistas.*' Esta cualidad del término como nombre politico cobra mayor relieve cuando se fa pone en relacién con enunciados en Jos que se nominaba como argentinos a quienes de ninguna manera podfan serlo por su origen. Es el caso de Cullen y Lamas, nacidos canario y oriental, respectivamente, pero cuyas acciones politicas los habfa hecho acreedores a dicha calificacién.®2 El vocablo aparecia asf en una situaciGn ambigua en lo que respecta a las identi- dades. Durante el exilio, se extendié un uso que daba cuenta de una identidad inclu- siva y abarcadora de distintos sectores sociales y politicos, precondicién necesaria para poder ser utilizado como gentilicio, Pero todavia podia aparecer como un nom- bre politico que daba cuenta de una identidad facciosa que segufa remitiendo al pro- pio grupo y/o a sus posibles aliados, En consecuencia, podemos notar que el proceso de gentilizacién del vocablo argentino no se hallaba concluido, aunque si bastante extendido en el discurso del grupo hacia fines de la década de 1840. VI. REALIDAD SOCIOPOLITICA Y DISCURSO IDENTITARIO Por el momento hemus analizady el problema de Jas identidades polfticas baciendu én- fasis en el examen del empleo de algunos vocablos. Para poder enmarcar mejor estas cuestiones nos parece conveniente sefialar la forma en la cual los miembros de la Jo- ven Generacién se representaban la realidad sociopolitica rioplatense. Comenzaremos 5) Nada como hasta aqui, dicen ta Francia, el Estado Oriental y los argentinos o unitarios conto les Hama Rosas”; “éispersos y perseguidos en todas las provincias interiores de la Repsiblica Arjentina; de- gollados, encarcetados, saqueados por Rosas en Buenos Aires; desunidos y anonadados por desavenencias cestéries y funestas en la invicta provincia de Corrientes: parecia que el elemento Arjentino hubiese con- cluido para siempre, 6 al menos por muchos y largos afas”. J. B. Alberdi, “Artfculos...", p. $66; M. Ca- 1né, Consideraciones sobre la situacién actual de los negocios det Plata, Montevideo, 1846, p. 2. 52 "Me dice Vd. que escribird sobre Cullen, y no dudo que a la fecha ya se ha dicho algo en favor de este buen argentino que ha hecho tantos esfuerzos en ta caida del tirano”, “Adios, mi buen araigo, mi compatriota, pues Vd. es también argentina”, E. Lafuente a F. Frias, Buenos Aires, 14/6/1839, en R. La- fuente Machain, Enrique Lafuente, Buenos Aires, 1946 p. 165; F. Frias a A. Lamas, Montevideo, 71611839, en G, Rodriguez, Contribucién histérica y documental, Buenos Aires, Peuser, 1923, Mt, p 188. 30 considerando dos enunciados que tienen una particularidad, y es la de haber sido pro- ducidos en una zona retativamente marginal de ese espacio: la provincia de San Juan. EI primero forma parte de la carta de un lector que manifestaba su desagrado an- te la descripcién que se habia hecho de su provincia en el primer niimero de Bl Zon- da. Su critica se referfa a las consecuencias mortificantes y deshonrosas que van a sacar los Mendocinos, y Porte- fos, y Cordobeces, y Chilenos [ya que esa descripcién se podfa prestar a posibles] ma- las interpretaciones en el estranjero (E! Zonda, nim. 2, 27/7/1839). Esta enumeraci6n le otorgaba similar entidad y equiparaba a los habitantes de distin- tas provincias de la misma Reptblica entre sf, con los habitantes de otra Repiblica. Pero no sélo se los hacia equivaler, sino que no se apelaba a una posible expresiGn como podria ser el resto de los argentinos, Es verdad que una omisi6n por sf sola no revela nada, aunque no deja de ser destacable la falta de uso de un gentilicio, moti- vo por el cual el conjunto s6lo aparecia nominado por extensi6n y no por definicién. Mis significativa parece ser la propiedad que califica ese conjunto nominado por ex- tensiGn: la de “estranjero”, En consecuencia, los mendocinos, cordobeces y portefios aparecfan, junto a Jos chilenos, como extranjeros frente a los sanjuaninos. Esto nos leva a preguntarnos cémo se representaba la Generacién de 1837 la pertenencia y la delimitacién de las comunidades sociopoliticas. Podria objetérscnos que esta carta no fue escrita por un colaborador del periddico. Sin embargo, sus redactores la reprodu- jeron sin ninguna critica. Es que no tenfan por qué hacerlo: dicha descripcién se ade- cuaba cabalmente al imaginario de su sociedad. Pero esta cuesti6n no puede ser reducida simplemente a un problema de imagina- rio 0 de representaciones. En el segundo de los enunciados, que fue escrito por los redactores del periédico, se aprecia una mayor precisién en la descripcién de la si- tuacién, por lo menos desde un punto de vista juridico-institucional: Yedlos ignorar vergonzosamente el derecho de las naciones a los que quiza tendran ‘que representar al Estado Soberano de San Juan, cerca de los otros Estados Soberanos de la Republica, y aun de las otras Republicas (E! Zonda, niim. 4, 10/8/1839). En esta reflexi6n en la cual se buscaba descalificar las virtudes civicas de sus con- ciudadanos, aparecen claras referencias a los distintos marcos sociopoliticos a los cuales pertenecian los sanjuaninos: el Estado Soberano provincial y la Republica que lo contenia, Esta tiltima es la que deberfa ostentar la representacién frente a otras Re- piblicas. Sin embargo, el Estado Soberano también podia mantener vinculos diplo- miticos. Son tres entonces los tipos de relaciones exteriores que plantea el articulo: a) entre dos Estados Soberanos provinciales; b) entre el Estado Soberano provincial y otra Repiblica; c) entre la Repiblica Argentina y otra Reptblica. Estas descripciones nos dan una clara pauta de que en el espacio rioplatense exis- tfa una superposicién de formas de soberania, las cuales cobraron expresién en las 31 identidades politicas de los actores. Esto es lo que explica que en el discurso de la Generacién de 1837 se encuentren yuxtapuestas distintas identidades y marcos de pertenencia, més alla de su voluntad de nacién. Esta situacién compleja cobré nucvas manifestaciones en el exilio. Si bien hasta el momento sostuvimos que en esa coyuntura se produjo la generalizacién en su dis- curso de la identidad argentina, cabe aclarar que dicho proceso no puede ser pensa- do en forma lineal, Para entender sus marchas y contramarchas debemos preguntarnos algunas cuestiones que eran, seguramente, las que aquejaban a sus miembros a medida que se iban involucrando en la vida social y politica de los pai- ses que los acogian. ,A quiénes tomaban por interlocutores? {Cudndo hacfan refe- rencia a cuestiones y fenémenos estrictamente locales? ;Cudndo a argentinos? O, més bien, cuando y cémo podia discernirse ambos 6rdenes? En un discurso pronun- ciado en Montevideo el 25 de mayo de 1844, Echeverria hacia un repaso de la histo- ria rioplatense desde el perfodo revolucionario hasta el gobierno de Rosas. El conflicto de éste con el Estado Oriental era calificado como “guerra civil”; pero era ese choque el que, aseguraba, fortalecerfa la nacionalidad uruguaya.? En consecuen- cia, ,d6nde estaban ubicados los limites? zdénde el adentro y el afuera? Y lo que es mas dificil de discernir, ;dénde se ubicaban los exiliados? Sin embargo, Echeverria no parecfa dejar lugar a dudas, ya que eran “argentinos y orientales” los protagonis- tas de ese drama. Pero éstos ;formaban parte de una patria, de dos patrias, de una pa- tria y dos nacionalidades? Interrogantes para los cuales dificilmente podamos hallar respuestas unfvocas. Pero no porque no se produjera imaginariamente esa diferencia, sino porque la misma aparecia constantemente excedida por una scrie de empleos de los términos que no necesariamente coincidfan con esa intencién. Esos usos, suma- dos a los ya analizados, dan cuenta de la necesidad de pensar los proyectos de nacién de la Generacién de 1837 dentro de sus condiciones de produccién, entre las que se debe considerar la disponibilidad de significados que tenfa el lenguaje con el cual te- nfa que articular discursivamente sus diagnésticos y propuestas. Finalicemos, ahora sf, con cl examen de un dltimo enunciado. Durante la prime ta intervenci6n francesa en el Plata, uno de los /eit motivs que se utilizaron para apo- yar Ia alianza fue la imagen de tres, banderas entrelazadas: la argentina, la oriental y la francesa. Esta idea fue desarrollada en algunos articulos de Alberdi e inspiré una poesia del muy joven Bartolomé Mitre. Cuando Alberdi traz6 un par de afios mas tar- de el balance de esa intervencién, este topico le seguia pareciendo sugestivo. Esto lo Hevé a sostener que no se vefa en todos los parajes de Montevideo siné las tres banderas: argentina, fran- cesa y oriental- entrelazadas: despues se unié 4 esta trinidad de colores, la bandera de la provincia de Corrientes {...] formando una cuadruple alianza picantisima 4 _55’Mayo y la ensefianza popular en el Plata”, en Los ideales.... p. 121. 1. B. Alberdi, “Acomtecimientos...”, p. 463. 32 Cabe preguntarse cudles eran esas cuatro singularidades para Alberdi. La alianza de la bandera francesa, la oriental y la argentina no causa mayores problemas de com- prensién. Pero cémo se podfan aliar los colores correntinos con los colores argenti- nos, cuando toda esta digresi6n no hacia més que metaforizar Ja alianza entre distintos pueblos, nacionalidades y/o naciones. {Qué significaba una alianza entre el pueblo correntino y el pueblo argentino? ;Tiene algin sentido esta expresién en nuestro presente? Seguramente, no. Sin embargo parecia tenerlo, y mucho, durante la’primera mitad del siglo xIx.55 ALGUNAS REFLEXIONES FINALES Para que esta expresi6n carezca de sentido en la sociedad rioplatense, debié transcu- ir un proceso en el cual se fue afirmando la necesidad de constituir la nacién argen- tina a partir del principio de la nacionalidad. Este proceso s6lo pudo concluir una vez instaurado el estado nacional argentino, en cuya legitimacién intervinieron construc- ciones hist6ricas que buscaron naturalizar su origen. En consecuencia, fueron olvida- dos los conflictos que debieron superarse, no sélo en el plano social, politico y econémico, sino también en el de las identidades politicas y culturales. Es que esas otras alternativas no sélo habfan tenido por actores a quienes parecian haberse opues- toen forma mezquina a ta constitucién de la nacién, También habfan afectado a quie- nes se postulé como sus gufas mas esclarecidos, en este caso, aquellos que habfan participado de la experiencia juvenil romantica y liberal conocida como Generacién de 1837. Y, como es sabido, algunas historiografias no soportan con facilidad la fal- ta de transparencia entre sujeto, conciencia, proyecto y concrecién. Por el contrario, en nuestra investigacién consideramos que la tensi6n expresada en las ambigiedades y contradicciones producidas por la coexistencia de las distintas identidades politi- cas, es constitutiva del discurso de la Generacién de 1837. Hacia fines de la década de 1840 esas tensiones no habfan sido resueltas atin, aun- que parecfa perfilarse el predominio de la identidad nacional argentina. Sin embar- 0, serfa un error suponer que la ruptura producida en y por el exilio significé el paso de la inexistencia de la identidad argentina a su existencia. Se trat6, mas bien, de un proceso de jerarquizaci6n en el que la misma se vigoriz6, y se debilitaron, a su vez, 58 Ess asi que en un diario {ntimo de Mitre ve puede encontrar, entre otros papelcs, la reproduccién de un tratado firmado entre el Estado de Corrientes y Paraguay en woviembre de 1845, En el mismo s¢ le ase- guraba a Corrientes los derechos que tenfan las provincias de Rio de la Plata como estados independien- tes y se dejaba establecido que una vez obtenido el triunfo sobre Rosas, “podrd el Estado de Corrientes renovar 6 celebrar los pactos que juzgare convenientes con la Repiiblica Arjentina, separandose de ta pre- sente alianza", en Diario de la Juventud de Bartolomé Mitre 1843-1846, Buenos Aires, Coni, 1936. 33 las identidades locales y americana. En ese sentido, parece evidente que la Joven Generacién no produjo una categorizacién nueva, sino que profundiz6 una de las al- ternativas existentes en la realidad rioplatense. Esta tltima aseveracién, a pesar de su justeza, podrfa generar una interpretacién no deseada por nosotros. La misma Hevarfa a considerar que el discurso de la Gene- racién de 1837 era s6lo una expresién, m4s o menos afortunada, de la compleja rea- lidad sociopolitica rioplatense. De esta manera se disminuirfa el valor de su intervencién que fue, por sobre todas las cosas, un intento por transformar su socie- dad. Si bien nuestro abajo procuré mostrar cudles eran las condiciones de produc- cin de su discurso, debemos sefialar que, a través de éste, no sdlo intentaron, sino que también lograron producir efectos que modificaron esa realidad. Este accionar fue producto de lo que denominamos la voluntad de nacién de la Generacién de 1837. Vo- luntad que puede registrarse en el sentido militante de sus escritos en cuya tama arti- cularon un discurso que, quizés por primera vez —por ejemplo en Facundo-, constituy6 un nosotros nacional que pudiera denominarse argentino. Es ast que la postutacién de un conjunto social entendido como un pueblo-nacién, reconocible por un gentilicio y habitando un territorio delimitado, puede considerarse como uno de los legados de la Generacién de 1837 -legado que, de todas formas, debié esperar varias décadas para que pudiera institucionalizarse en el cuerpo de la sociedad argentina. Pero antes de construir esa idea de nacién, debié imponerse en el seno de la ge- neracién romantica aquello que fue considerado no sélo como preexistente, sino tam- bién como un rasgo distintivo de sus representaciones: la referenciacién plena en la identidad nacional argentina. Como intentamos mostrar, este predominio no fue un punto de partida, sino ef resultado de un proceso en el cual se fueron opacando otras alternativas en Io que hacfa a la constitucién de comunidades sociopoliticas, las cua- les eran expresadas a través de las identidades locales -la portefia en especial y, en menor medida, la americana. Si bien estas alternativas no triunfaron, no creemos que su anélisis sea de poco interés para el conocimiento hist6rico, ya que éste, entre otras razones de ser, tiene la de recordarnos que, en cada presente pasado existié la posibilidad de constrair un fu- turo distinto. Como noté alguna vez Macedonio Fernéndez: Asi como el no pensar expone y el no sentir expresa, también lo que no sucede debe contarse. 34

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