y una brisa leve, de manos delicadas, rozar los bordes, las sedas mortuorias. Y el sonido de la noche ir transpirando sobre los claros vidrios. Y los grillos a lo lejos truncarn los silencios, los tallos de cristal, fros, largos yermos, y el enorme aroma de los rboles. Ah, qu dulce luna ver nuestra calma faz todava ms calma que su gran espejo de plata! Qu frescura espesa en nuestros cabellos, libres como los campos de madrugada! En la niebla de la aurora la ltima estrella asciende plida. Qu gran sosiego, sin hablas humanas, sin el labio de los rostros del lobo, sin odio, sin amor, sin nada! Como oscuros profetas perdidos, conversarn apenas los perros en las campias. Fuertes preguntas. Vastas pausas. Estaremos en la muerte con aquel suave contorno de una concha dentro del agua. "