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' EL TEATRO ARGENTINO == REVISTA TEATRAL APARECE TOOOS LOS VIERNES Publica en todos sus nG@meros una obra de éxito DWRECCYON ¥ ADMENISTRACION RAUL GOMEZ Belgrano 1993 EDITOR ANIBAL J. IMPERIALE DIRECTOR N17 Afo IL Buenos Aires, Enero 23 de 1920 LOS INVERTIDOS" | LA MORAL EN EL TEATRO (Discurso pronunciado por et autor, la noche del reestreno de la obra, en el Teatro Nacional). El decreto del Intendente Muniei- pal sefior Anchorena, que prohibié las representaciones de “* Los Invertidos’? se fundaba en dos razones de orden esencial : —Que la Intedencia Municipal utorizada, por la Ordenanza res- pectiva a prohibir las representacio- nes o exhibiciones de obras, pelicula y vistas atentatorias a la~moral y las buenas costumbres, 2.—Que mi obra ‘‘Los Inverti- dox”’, eafa bajo la sancién de esa Ordenanza, por ser en su titulo, en su, asunto y en su desarrollo eviden- temente inmoral. El Honorable Concejo Deliberante, ante cuya antoridad reeurri de la re. solucién municipal, ha revocado vse decreto, concediendo, de acuerdo con un criterio mis amplio de justicia ¥ de derecho, laa representaviones de la obra, Pero, ni el Intendente, en su prohibieién, ni el Honorable Con- eejo en su revocatoria, han estudia- do ol asunto, bajo la ‘nies faz que ofrecta: la de la moral on ol teatro, ni establecido el eriterio preciso exac- to, a quo ‘debe someterse esa inter- pretacién de la moral en los espee- theulos pablicos. Créome, pues, al reanudar las inte- rrumpidas represontaciones de mi obra, en el deber de exponer mis ideas al respecto, que, considero. las de la mayoria del pablico eulto y des- prejniciado, pero que, por desgracia, no son, al parecer, las de las auto- ridades eneargadas de definirlas. Ahora bien geudl cs, dentro del eri- terio municipal, 1a linea divisoria en- tre lo moral y lo inmoral, que per: mita a la Inspeceién de teatros o a la secretarin de Higiene, formular {juieios eategéricos ,respecto de una obra o de una pelicula einematogréi- fica? La Intendencia Municipal ha permitido y consentido, como el pti Dlieo que me eseucha puede atesia gnarlo, el uso y hasta cl abuso del género teatral que Maman libre. No hay en ese género, hasta lo que he- mos podido ver, otra intencién ni otros propésitos, que los de provocar Ia hilaridad del pablico, mereed a te- truéeanos de doble sentido o los de aguzar las conenspicencias del audi torio con eseenas de subida escato- logia. En una palabra: lejos de com- batir el vicio, el género libre lo pro- paga ya que su principal éxito reside en la provoeacién de los sensuatismos del pablico con tas sugerencins Libi- dinosas que constituyen Ia base do Yeus ofectos. Con ax ndiferen- ¢ia o con igual tolerancia, la auco- ridad municipal, ha permitido la libre representacién, euantas veces lo han querido las empresas, de ‘Salomé”’, el poema,biblico de Wilde, en el que el poeta injIés, apenas si se limita a desahogar sus proverbiales morho- sismos en ug canto a Ja Jujuria en- formiza y sangrienta; de ‘‘La Corte de Faraén’’, zarzuela hecha a baso de pura pornografia, sin el mis leve distraz de arte o de poesia que pu diera justifiear basta cierto punto a la primera; de ‘Ta cena de las bur- las’’, el inmortal drama de Sem Be- nelli, euyo segundo acto sdlo podriz tolerarse en gracia a la belleza do sus versos y al arte de sus escenas: y, as{ sueesivamonte, de las mil y tnx revistas con que el género chico vos empalaga diariamente el gusto o de las mil y una pochades francesas o italianas con que, en todas las tene poradas y cn todas las compaitins, rl espiritu ‘mereantil de las empresas, ilustran sns programas policiales © sentimentales. Luego jeudl es In interpretacién que a Ja moral teatral da la Inten- dencia al prohibir Ins representacio- nes de ‘Los Invertidos’’? En ‘Los Invertidos’’, magier lo eseabroso de eu asunto ¥ lo sugestivo de sn titulo, no se efaltece el vicio, no se provoea a conseuspicencia pi lie, no se persiguo la, satisfaccién libidinosa del espeetador. Por el con- trario, se combate en ella, hasta don- de Jo permiten Jas facnltades del uv- tor y del tema, un vieio nefasto, des graciadamente difundido en la voe! dad bonserense, Su eficacia moral zadora es efeetiva, desde que lege a inspirar repugnaneia por esos, tristes individuos que la crapula ha reba- Jado del pliuo comén de los hombres, ¥ au eficiencia educadora puedo ser tanta, segin las mismas palabras del eee eee eee een eae a a me Sefior Lazeano, inspector general de teatros, quo después de» presereiarta, diffeilmonte #e eneontraria un vl éspoctador que deseara, en su fuero inferno, asemejarse a ninguno de sus protagonistas | | Puede ser inmoral entonees ana obra que, precisamente, combate en esa forma la inmoralidad? 4 Lo inmoral, dentro de: los prinei- pios modernos do la més elemental pedagogia, no es, sin duda, lo quo expono un vieio, desnuda una laera o evidencia un erimen, y menos, cuando, como en el anfiteatro, ello! 2 para domostrar sus pernicio- ios 0 ensefiar el remedio. Lo andaloso, lo que au: giere la imitacién, provoea el deseo 6 despierta Ia malsana curiosidad. 4 Una estatua no 08 inmoral, aunque 4 manifieste un desnudo, por que: eu} eu desnudez, precisamento, bre de} todo artificio sugestivo, evoca la pris- tina purera y 1a sublime inocencia del } arte, Y ma madre, una hermona,! una maestra do cseuela puede sor in} moral, cuando en ta caricia intima, j on el, dosenido det tocado 0 en at mis leve libertad del lenguaje sugie- re al nifio un pevsamiento innable 0 una idea delicuecente. De la misma; manera e# moral la Diana det jardin | yersalleseo de Palormo, o la mujer! desnuda de (‘Los primoros frios?*, 63 inmoral la distinguida dama que en un paleo del Teatro Colén, ostenta el escote hasta el ombligo. FJ acto do aquellos viejo sabios dol Aroépago, que nos eventa In bis- toria, ante las gloriosas desnadeces de Fring, no aparece como inmoral ni para la historia ni para sus eo- mentadores; pero es inmoral para la Biblia y para sus apdstoles, el mismo acto ropetido, por los dos viejos de Babilonia, atisbando desde los &rbo- 5 les los pudibundos encantos do In eas ta Susana. nego en el arte como en In vida Jo inmoral no osti, precisamente, en Jn estatua, on In mujer o en la obra, 80 sos ofe inmoral es lo oss sino en Joe ojos, en la inteneiéa 0 en el criterio de tos que miran-obsorvan 0 escuchan esa obra, esa mujer 0 esa estatua, Dertro de esa apreciaciéu de Ia moral ‘‘Los Invertidos?’ gsagiere una idea inmoral, inspita un deseo imp6dico, provoes. un enervamieuto sensual?... No; su asunto oos habla de un vieio, qne nadie. deseonove ¥ que todo el mundo. esté convencide de su existeneia, pero al hablarnos de 4, nos to muestra en an aspeeto mis pernicioso, enal es el de la situagién del pederasta on In famtilia, en et ho gar; Jo anatematiza eon la palabra y con Ia accién, y por wltinio, y #i he mos de atenernos a los ednones elds eos do la preceptiva reoral, hace triunfar Ja virtud, que es en este ea- 40, la vimpli¢idad de las eostumbres, sobre ef medio podride y¥ degenerado que las rodea. Y eso no ea inmoral, nd obstante lo que opine el seitor 'Anehorona, ¢o- mo no es inmoral Ibwen, al echar en sara on ‘Tos oxpestros’”? a la huma- nidad los efeetos desastrosos dle la vida disolutas eono nd es iumoral Shakespeare, al hacer por simple ar te, la exposi¢ién del ineesto en ‘‘ Kdi po’? o en Hamlet; tomo no lo es Brieux, en ‘Lea Avatices’?, coro uo Jo\ som log tragedisias desde Eaquilo & Hoffmantal ea toda la inmensa se. rie de obras que no tienen otra asun- to ni otra alma que la exerivwracion del erimen, del aduiterio, del ineesto, eomo base y esencia do la gran tra. gedia humana. Pero ailgaros del ordea puramen- to interpretativo de Ia moral en los espeetiienlos pitblieos, que no os pre- isamenté, ol tyejor campo de polé- mica hacia ¢l enal debomos arrastrar 8 Ia antoridad municipal, idmese ins- i6n intendencia, én gracia a sv abeoluta orfandad de antecedentes 0 do derechos, y entrembs en ot aspec- to exelusivamente administrative de Ja evestion Ln inapectién de teatros est auto- rizada para vigilar—no para sancio- nara moral de los espectientos bo- naerenées, Pero gtiene la inspeceién establecida Ia categoria do los espec- thedlou, o mejor dicho, la norma a seguir de acuerdo con la relatividad de cada uno de ellos? ,Puede la ins- Peceién de teatros someter al mismo eartab‘a unilateral de su criterio mo. rat al Teatro Royal y al Odebn; a Casino y al San Martin, al Taatrp Nacional ¥ a la Opera’... ‘La inmoralidad, no 8. aquello que hiere nuestra propia suseeptibilidad virtuosa de espectador, si no aquello que nos parece que hiere la de loa domfs, Una eseena, im calembour 0 un ‘chiste, nos resulta tanto més in- moral euanto mayor nos ha patecido el rubor de la dama que esté a nues- tro Jado o Ia curiosidad peeadora det nifio que esta enfrente. ;Puede estar soguro el espoctador de que esa pudi- bundex de In dama no es més qua el efecto de bentirse, eserutada por Tos hombres que la rodean? Un hombre se desnuda ante otro sin ninguna cla- se de pudores, porque no eres hacer esedindalo, pero en eambio, tiene que sufrir una verdadera violencia al ha- cerlo ante una persona del sexo con- trario—salvo los casos de intimidad— por pura delieadezs moral Y bien: ges posible exigir uns mis- ma moralidadjen las revistas del Ro- yal, hechas para un péblico homo- géneo y anfilogo en moralidad, que en las comedias de) Odeén, & una sala de familias? Guarido se estrené ‘Los Tnverti- @os’?, el cartel y el programa reza- ban en griesos ecaracteres Ia condi- eién de teatro libre y teatro realista del género, Sn pablico fué las ocho noches de ‘‘Los Tnvertidos’’, y ante- viormiente, durante las 26 representa- eiones de ‘‘La trata dé Blanens’’ exelisivamente compuesto de hom- bres. Luego gpor qué el Intendente Anchorena, en eu quijotismo morali- vader no probibié las piezas porno- grafieas de Brolé y la Borelli en el Odeén y en el San Martin, y prohi- bi6 en ‘cambio ‘Los Invertides’? en el Teatro Nacional? ,0 seaso pare el intendente la moral s6lo estaba amenazada en 1a ‘ealle Corrientes y no en la de Esmeralda? En Parfs, donde existe la censura previa, rechazada por nuestra cousti- tueién, y donde las obras se someten al estudio y al conseutimiento de un tribunal perfectamente autorizado ¢ inteligente, se rotula un cartel con el adjetivo de inmoral pero no se pro- hiben las representacioves de la obra asi impugnada. Y ol espectador tie- ne entonces a que atenerse con sélo leer el cartel, y est libre de Mevar al teatro o no su familia o su pu- ritanismo moral. Con igual raz6n, el rotulo de teatro libre y realista, que ostentaba el cartel de este teatro no podia engafiar a nadie mi apurar los esealofrios apostdlicos del sefior An ehorena. Para probar esta cireunstancia voy a citar un easo, ocnrrido en la segun da representacién de ‘‘Los Inverti dos’’. A la ventanilla de venta se presenté un eaballero acompafiado de tres damas. El administrador del tea tra reeonocié en el caballero a un distinguido médieco de la Capital, y atentamente, le advirtié Ia elase de esnecticrlo que se ofreein esa noche. Fl caballero, por simple respuesta di jo: —‘'No vengo a pedir eonsejos. He visto anoche la obra y hoy tru: go a mi familia para one la vea. ¥ yo 86 lo que me hago’’. pPodia Mamarse a engaiio exe ve. fior sobre la moralidad del espeets lot pSabia el sefior Intendente, si para ese espectador, como para mu chos otros era moral una obra que ¢ prohibié por inmoral? / Todas estas razones, entre Jas que he buseado intitilmente las que po arian haber inspirado a la Municipa lidad su arbitraria resoluci6n, prue- ban que ella no tenia uinguna. ¥ mfg que © nn exeeso de colo purita- nista obedecia a influencias persona Jes de alguien o de varios quo se sen- tian afectados por la pieza. Y¥ voy a probarlo. Ni el sefior Intendente, ni el s fior Secretario, ni la imspeeeién de teatros ignoran Ia existeneia de lost invertidos en nuestra sociedad; cono- cen pérfectamente la gravedad del mal y saben ‘hasta donde legan las inmundas proporeiones de esa abe- rracién, y por eonsiguiente, ni los ingpeetores de teatros, ni el Seereta- rio, ni el Intendente, pueden acusat de falsedad a la obra ni doseonover Ta verdad que la informa. Pero, como precisamente, ese vieio esti radicado. més en las altas esfe- ras sociales, que en las clases popuia- res, y se trata de combatir seria mente en Ja obra, de ahi la mogiga- terfa que les obliga, en nombro de una moral mal entendida a ocultar una infama que consideran sin re- medio y sin redenciés Las mismas palabras de un conee- jal en la sesién roxpectiva. contirman ese mi pensar: ‘Yo admiro la fac tura de ‘‘Los Invertidos’’;—ha di- cho—pero sostengo que hay cosus que no deben sacarse a flote’’, como si fuera posible eontener a la verdad y aprisionar el Arte eon los eternos grillos de la farsa y de la mentira, Hombres somos, y con todag nues- tras fealdades y nucstras infamias, Gebvemos enorguileeernos de eombatir y eliminar aquello que, precisamen- to, nos rebaja de esa misma glo- ridsa aunque triste condicién buma- na. El que se avergiienza, por las feal- dades de los dems, de ser hombre, no merece la pena de vivir» entre ellos. Es todo Jo que tenia que objetar 4 la probibieiéu del sefor Anchore- na, que un eriterio més sano y mas libre acaba de revoear, Ojalé que Ta humilde eampatia sostenida y gana- da por esta aun més bumilde obra, sea el origen de un teatro fuerte ¥ 8a: no do Verdad y de eusefianza que abra ‘nuevos rumbos a la lueha de ta inteligencia y el valor contra 1a mex: nada de los hipSeritas, de los fané ticos y do los vieiosos. — He dicho,

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