Un viaje a Italia de hace no me acuerdo cuntos aos.
Una depresin provocada a los do
s das por mi propia gilipollez en temas amorosos, con un compaero de penas irrepet ible: el lbum Blonde on Blonde, de Bob Dylan, pasado a casette y reproducido en u n walkman regalo del Banco Atlntico. Los que se quejan del sonido del ipod frente al iriver deberan haber escuchado ese cagarro de aparato. Cuando el cabrn soplaba la armnica, y la sopla bastante en el disco, la distorsin te estallaba los odos. Y yo me deca a m mismo que por mi estupidez me mereca el castigo en forma de chillid o taladrante, directamente de mis auriculares al cerebro, para que nada de la pe nitencia se escapara por el aire (s, educacin catlica). Pero tena que aprovechar el viaje. Contempl, solo y ms concentrado que nunca, las m aravillas de Roma, de Florencia. Una estrategia estpida para no dejar a flote la tristeza. De todas maneras, yo era un hombre, y no poda mostrar debilidad, fuera cual fuera el motivo. Hundido en los monumentos italianos, pensando en la nimiedad de mis problemas al compararse con tanta maravilla, record la frase de Woody Allen: "Hoy vi un crepsc ulo rojo y gualda y pens Qu insignificante soy!. Naturalmente, tambin pens eso ayer, y llovi", y mi tristeza, puesta ya en su justa medida, pudo noquearme por fin.