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= en Se Oy : Henne , ae eos ~ JOVEN MAPUCHE Jacqueline Balcells — y Ana Maria Giiiraldes _ aye = iastraw tones de TRANCISCO RAMOS. 23" edicién: marzo de 2009, © 1992 por Is ine Marty Aboitiz y Ana Maria Ciliraldes Camerati. Insuripeién N° 83.408, Santiago de Chiic. Derechos exclisivos de edicién reservados por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Editudo por Empresa Editora Zip-Zae, 8.A, Los Conquisradores 1704, Piso 10. Providencia. Telafouv 8107400, Fux 8107455. Famail: zigvaeidvigzag, ol Santiago de Chile. Impreso per RR Donnelley Antonio Escober Williams 590, Cerrillos. Santiago de Chile AA AA Quidora, Joven Mapuche | alba blanqueaba los maizaies y tefifa de amarillo las quinccrucas que formaban el pequefio poblado indigena. El bosque y la quebrada parccian atin dormidos en espera de que el sol asomara tras los picachos nevados. Y cuando Quidora, con sus cabellus sueltos hasta Ja ciniura, se desliz6 en silencio hacia la choza de paja donde dormga don Diego, un pajaro chillé entre las ramas de un canelo. Todavia humeaba la fogata de la noche anterior, donde el padre de Quidora, cl caci- que, y los jévencs guerreros que lo rodeaban. se habian reunido a conversar junto al calor de Jas Hamas. Habian planeado los tllimos | ¢Araucanos o Mapuches? Uno o dos siglos antes deiainvasidn incaicaaeste pais que atin no habia sido llamado Chile, un pueblo guerrero lleg6 a instalarse a la altura del rfo Cautin, separando cn dos a la po- blacién autéctona del Ingar. Este pueblo invasor se Ia- mubaa si mismo mapuche, que quiere decir “gente de Ta tierra”, y se supone que yino de las pampas argen- tinas, donde vivia como cazador némade. Fueron los espaiioles, mas tarde, los que darfan el nombre de araucanos a estos in- digenas que encontraron instalados entre el Biobio y el Toitén. Los mapuch rar en dos a la civilizacion chilena preincaica, empu- jaron hacia cl norts @ una parte deellay alrestohacia cl sur. Losdel norte pasaron a llamarse picunches y los del sur, huilliches, detalles de la partida y bebido agua de hierbas purificantes preparada por la machi hasta que el ciclo se puso del color de la luna. Ahora, Ios tonquidas de Ins hombres, cansados después de siete dias de intensos ejercicios, se escuchaban tras las paredes de barro y paja. La joven entré a la ruca del espafiol con él] silencio de un gato. —Ya esta todo preparado, Diego —susu- ro a Ja figura tendida cn el jergoén. Fi hombre abris los ojos y las hcbras ne- _ gras y brillantes del cabello de Quidora tocaron su frente. Las acaricié.conlamanoy se incorporé a medias en su colchén de hojas de maiz. —{Qué dices, pequefia? —su voz era débil. Bajos, cuello corto y tobillos gruesos ‘Los araucanos son ba- jos de. porte, de grandes espaldas, cucllo corto, muslos y tobillos gruesos, tanto en hombres come en mujeres. El pelo, negro y liso, Jes crece muy bajo sobre la frente y sienes. La piel es morena. Li rostro es algo aplastado, con una nariz ancha y recta. Tos ojos som pequefios y oscu- Tos. generalmente de color pardo. La bocacs prandey de labios carnosos. La lengua mapuche: el chili-dugu La lengua mapuche primitiva, el chili-dugu, se fue perdiendo Iucgo de la conquista. Las mapuches secruzaban con las mujeres de los vencidos chinchas y éstas rasmitierona sus hijos no sélo la sangre, sino tam- bin su lengua y su cultura. Scuiin los lingttistas, entre Jos idiomas americanos el mapuche es uno de los mas perfectos, y se curacteriza por su notable estabilidad fonética y porunaestructura sencilla y analizablc. Fs, ademds, un idioma armo- aivso y sonoro, Los arucanos lamaban huinca al hombre blanco, AAA AIAN —Ha llegado el dia —repitié Ja joven indigena. Y tocando la 4spera barba del hombre, agregé—: Mi padre desaté anoche el ultimo nudo del guipu que le envid hace siete dias el maputogui, junto a la flecha ensangrentada. Don Diego se enderezé con dificultad y su rostro se contrajo en un espasmo de dolor. La herida de su hombro atin no cicatrizaba, pese a las numerosas cataplasmas de hierbas que Quidora y lamachi habjan aplicado a diario sobre ella. . Indomables araucanos ee SENOS La conquista de Chile fue Ia mas dificil de las emprendidas en territorios americanos. Aparte de la pobreza en que tuvieron que vivir Jos conquistado- tes, que nunca hallaron el ansiado oro que crefan que iban a encontrar, chocaron con los indigenas mas beli- cosvs y dificiles de someter del continente, Los indigeuas mapu- ches de la zona central y sur de Chile resultaron ser unos adversarios irre- ductibles, que durant: tres siglos presentaron batalla a los conquistadores, en una gucrra implacable, Losespajioles quedaron tan impresionados con a fiereza de los mapuches, que el primer pocma épico inspirado por la conquista de América les tue dedica- doaellos, Lad raucana, del poeta cunquistador Alonso de Ercilla y Ziiitiga, canta el coraje de esic pueblo y alaba el valor de Caupoli- can, gran guerrero indigena salvajemente asvsinado por los'espatioles en 1558. 10 AAA AAA — El tltimo nudo, dices? —pregunté, con voz tensa. —Si. Atacarén hoy, cuando el sol esté hajando hacia el mar oculto tras las montafias. Y ademiés... —la muchacha bajé la voz y dejd la frase inconclusa. —{S{? —el rostro de don Diegy parecia esperar lo peor—. ;Si...? {Termina de hablar! —Maulican ha sido nombrada fogui.. El hombre dio un largo suspiro. Si era asi, ahora mds que nunca su vida corria peligro. Tejé que la joven, con dedos livianos, levanta- ra las vendas que cubrian la herida. La flecha del guerrero Maulicdn habfa sido certcra para inmovilizar ese fuerte brazo. Quidora se dirigié aun rincén de la choza y con dedos agiles recogié sus cabellos en una gruesa trenza. El hombre contemplé desde su lecho la figura ancha pero bien formada de la india. Cuando ésta hubo despejado su rostro de hebras negras, descalg6 del techo un manojo de hierbas. Luego remojé un pafio en un liquido oscuro y espeso que habia dentro de una vasija de greda; con él envolvid Jas hujas y las apreté con fuerza entre sus palmas. Una vez listo el emplasto, camind hacia el hombre y se arrodillé asv lado. 11 (Que nos cuenta La Araucana? —a_O_Oaor_r_eoOoOEee Conds “Chile. fértil provincia sefialada en la region antartica famosa, de cemotas naciones respetada por fuerte, principal y poderosa: la gente que produce es tan granada tan soberbia, gallarda y belicosu, que no ha sido por rey jands regida nia extranjero dominio sametida.” “Las armas dellos mds ejereitadas son picas, alabardas y lanzones, con otras puntus largas enhastadas de la faccién y forma de punzones: hachas, martillos, mazas barreadas, dardos, sargentas, flechas y bastones, lazos de fucrtes mimbres y bejucos, firos arrojadizos y trabucos.” “Tlacen su campo y muéstranse en formados escuudrones distintos muy enteros, cada hila de mis de cien soldados; entre uaa pica y otra los flecheros que dc lejos ofenden desmandados bajo la proteccidn de los piqueros, que van hombre con hombro, como digo, hasta medir a pica al enemigo.” “Si el escuadrén primero que acomete por fuerza viene a ser desbaralado, tan presto a socorrerle oiro se mete, que casi no da tiempo a ser notado; si aquél se desbarata, otro arremete, 12 AAA AA —jQué habria hecho sin li, Quidora! —dijo él, cerrando los ojos. Mientras la mujer, con sus manos toseas pero delicadas, aplicaba la catasplama sobre la herida, Diego volvié a cogar al ciclo para que este ataque indigena no tomara desprevenido a su ejército. La situacién para él era dramatica y maldijo cl momento cn que cl cacique le perdond la vida, Recordé cuando habia caido de su caballo, con el hombro traspasado por la flecha de Maulican. Y¥ record6 también Ja orden del cacique que detuvo el brazo dei joven gue- trero, cuando éste levantaba su lanza para asestarle el golpe mortal, y cslando ya el primera reformado, moverse de su término no puede hasta ver lo que al otro Ie sucede.” “Son de gestos robustos, desbarbados, bien formados los cuerpos y erecidos, espaldas grandcs, pechos levantados, tecios miembros, de nervios bien fornidos; Agiles, desenvueltos, alentados, animosos, valicntcs, atrevidos, duros en el trabajo y sutridores de frfos mortales, hambres y calores.” “No ha habido rey jamds que sujetase esta soberbia gente Hhertada, ni calranjcra nacién gue se jactase de haber dado en sus términos pisada; ni comarca ni tietra que sc osase mover cn contra y levantar espada, siempre fue exenta, indémita, temida, de leyes libre y de cerviz erguida.” 14 AAA AAA El cacique Quilalebo habia reconocida en éi al hijo de don Alvaro, el capitén espaiiol con el que cntablara una especial amistad du- rante una de esas cortas treguas que ocurrian, a veces, en aquellas tierras de Arauco. Ambos se habian enfrentado cn una anterior batalla y, ambos también, habfan sabido reconocer en el otro su sefiorio y valentia. Por eso, llegado et momento de la paz, los jefes intercambiaron agasajos y se reconocieron mutuamente como hombres lemerarios y honcstos. Hacia menos de un mes, Diego se habia alegrado de su buena fortuna. Y en esa oportu- nidad agradecié a Divs el haber heredado los ajos azules y de pestafias negras y crespas de su padre, gracias a los cuales el cacique habia teconocido en él al hijo de don Alvaro de Lépez y Mancilla. Sin embargo, ahora no estaba tan seguro de su suerte, pues la siluacién se volvia amenazante. Silos araucanos atacaban esa mis- ma larde, no tendria mas remedio que huir de allf de inmediato. Hoy, por primera vez, sentia fuerte su cuerpo y su mente despejada. Trataria de ponerse de pie. jTendria que llegar, fuera como fuese, hasta el fuerte antes del ataque! Si pactia de inmediato y caminaha toda una jornada, talvez. lo lograria... ® Loncos, ulmenes y toquis Tas familias araucanas formaban clanes, también. Mamados rehuesofoy. Tales clanes vivian agrupadosen tucas y tenian como jefe a un lonco, Estas agrupacio- nes de clanes en sus rucas formaban Io que nosotros conocemos por aldeas, Los clanes o rehucs, formaban parte de una or- ganizacién mds amplia: la tribu. Las tibus tenfan un Jjete civil, que era cl ulmen ocacique, y un jefe militar que era el rogai. En caso de guerra © emergencias, las tribus se reunian en aille- relues y elegian de entre todas ellas a un mapuloqui yaun mapuutmen. Par iltimo, todos los dillerehues de la costa, o del valle, o de la cordillera, se organizaban en vuia- mapus. bajo el mando det gran fogui. AVA AA No recordaba cuanto tiempo la ftebre lo habia mantenido en una duermevela inquieta, pero sf recordaha las manos de Quidora retres- cando su cara y alzando su cabeza para darle de beber. ;Cdmo no habia imaginado antes lo que los indigenas preparaban? El estruendo de los ejercicios de guerra de los dias anteriores habia sido para él una pesadilla, unas voces que venian de una nebulosa lejana. Pero ahora, con la batalla contra la fiebre ganada, la inminencia de la ofensiva araucana lo aguijoned como si otra flecha lo hubiese herido a mansaiva. Por su parte, su fuga seria ahora atin més dificil. Fl joven Maulicén, nombrado toqui, no desperdiciaria la ocasi6n de terminarconcl hom- bre al que le impidicron matar en Ja batalla. —j,Por dénde vagatuespfritu?-. lajoven india lo contemplaba con ansiedad. —Pensaba en ti, pequefia. —zY qué pensaste de mi? —se alegré ella. —Deberias unirte a Maulic4n: he obser- vado cémo te mira cuando entra a esle lugar. —Es que ti no me quieres’? —los ojos de Quidora se oscurecieron atin mas y la sonrisa sc esfumé de sus labios. 17 Sus perros: el quiltro y el tregua Alallegadade los espa- fioles, los mapuches ya se habfan hecho sedentarios y vivian de la agricultura y la ganaderia. La base de su ganado la tormaban las ovejas, que les suministraban la Jana para susropas y tejidos; laalpaca y Ja Tama. Los araueanos posefan también dos variedades de perros: el quiltro, pequefio y lanudo, y el rregua, de mayor tamafio, parecido al zorro culpeo. Un carnero para cada uno eee ‘Los mapuches, al igval que todos los puebios menos desarrollados, se alimentahan muy irregu- larmente. Podian soportar largos periodos durante las guerras, por ejemplo, comiendomuy pocoo nada, y lvego podian hartarse de una manera inusitada, Cuenta ef cronista Niifiex de Pineda y Bascufidn que viodoce mapuches coger de un rebafio doce carneros, y comerse vada cual uno en- tero durante la noche. Por lo general, la hase de la alimentaci6n de los mapuches era el maiz, los frejoles y las papas. 18 AA AAA Diego no respondié y su brazo acaricié la trenza brillante de la india. La joven lenia la mirada franca y confiada de un nifio. Ka lo habia cuidado abnegadamente, dia y noche, y sentia que era su duefia. Sus ojos lo contem- plaban con amor y posesién. Cogié la mano delgada pero fuerte de Quidora y la presiond contra su pecho, mientras sus pensamientos se con-centraron en la huida. El dfa avanzaba r4pido y la actividad del poblado crecia. Las mujeres —algunas con un nizio amarrado a sus espaldas—, terminaban de coser las corazas de pieles y de preparar jas viandas para los guerreros; y los hombres, muchos de cllos con las cabezas rapadas, daban los uiltimos toques a sus armas. Se escuchaban los zumbidos de las bo- leadoras y lazos de junco y dardos atravesaban el aire. Quidora, silenciosa y triste, no se habia movida del lado de Diego, como si presintiera que esos serian sus Ultimos momentos junto a ese blanco de barba color maiz y ojos de cielocn verano que la habfa tratado con tanta dulzura. Elsol yaestaba eno alto cuandoel fornido cuerpo de Maulican se inclinG para entrar en la ruca, En su mano Ilevaba un lazo. 19 EI coraz6n de los vencidos pene IS MELIEICOS A los cautivos de gue- fra lox esclavizaban o los sacrificaban, convirtiendo sus cabezus en trofeos o fabricando flautas con las Cuando en 1553, luego de la batalla de Tucapel, los mapuches tomaron prisionero y mataron 4! conquistadors Pedroxde Val- dirigido a su quiltro. AAA AAA —Sc acabé tu tiempo —dijo, seco y des- pectivo, con el mismo tono con que se habria Diego sostuvo su mirada sin responderle. Maulican, entonces, desvié sus ojos hacia la mujer que se habia hecho un ovillu junto al fogén, y le habld con brusquedad: — Qué haces aqui? ; Ve a ayudar a las olras que rcparten fos atuendos de guerra! El joven indfgena no se movié hasta que Quidora, suave como una sombra, pasé por su lado y salié de la rnca. —En cuanto a ti, hombre blanco, ya te tibias. A veces comtian el divia, comicron su corazon, corazén de los vencidos Estabun seguros de que creyendoquecon élabsor- al hacerlo adquirirfan las berfanlascualidadesqueen dotes gucrreras y el coraje ellos admiraban. del espafioi muerto. “Mataron a dos caballos, hirieron a scis cristianos” ee Pedro de Valdivia des- mit indios, y peleamos con cribid asf su entrentamiento con los mapuches en su primer reconocimiento de la region del Biobio: “Aquellamixma noche, al cuarte de la prima, dieron sobre nosostros siete u ocho ellos mds de dos horas, e se nos defendfan barba- famente, cérrados en un escuadrén...”“Matdronnos dos cahallos, e hirieron cinco a seis y tantos otros cristianos...” 20 * tendré baja mi brazo —afiadid, con voz dura—. Ahora me asegura- ; ré de que no huyas. Mas tarde, cuando celebremos la vic- toria, tu corazon serd mi premio. El guerrero se inctiné sobre el en- fermo y procedié a alarlo de pies y ma- nos. Diega tuvo que ahogar un grito de " ee dolor cuando Maulicdn tiré bruscamente de su brazo. No opuso resistencia: serfa intitil gastar | las pocas fuerzas que tenfa en tratar de vencer | a ese corpulento mapuche. E] espatiol quedé de cspaldas e inmovi- lizado. El indigena abandon6 la choza. Aluera, la agitacién crecia por momentos, y Quidora, entre las mujeres, se inclinaba sobre una coraza | de cuero. Vio a Maulicén salir de la choza y dirigirse hacia ella. Fingié cstar concentrada en su tarea. —Esa sera la coraza que delenderé mi pecho, Quidora —dijo el indio posando una de sus Manos grandes y morenas sobre un hombro de Ja mujer. 22 Ella tembl6é y no dijo nada. —Cuande el sol se haya apagado y la sangre de los enemigos ricgue la tierra, serds , mi esposa. —Las pa- labras sonaron como ? una arden. Quidora perma- necié inmdvil y muda hasla que Maulicdn se alejé. Sus pensamien- tos estaban en el hom- bre blanco. Los cjereicios de los guerreros continua- ban. Unos a otros se embestian, esquivaban boleadoras y laceaban piernas y tursos. Y mientras algunos trabajaban las lanzas, otros cubrian sus cabezas desnudas con pieles de animales 0 tocados de plumas: asi, durante la balalla, sentirfan la fuerza del puma, tendrian la visién del Aguila o estarian poscidos por la sagacidad del zorro. Hacfa exactamente acho dias que la acti- vidad cotidiana del rehue se habia alterado sin A guerrear sin cabellos Los mapuches se pre- paraban para la guerra haciendo todo tipo de ejercicios. Se pasaban ocho dias ejercitando sus fuerzas, comian poco y dejaban de heber alcohol. Esto los hacia bajarde peso y recuperar agilidad, Antes de entrar en bats- Ma, serasabanJacabevapara que el enemigo no pudiera cogerlus por el cabello, Se comunicaban las fechas de rcumiones, las del comticnzo de las ofensivas y también el ntimero de Janzas que levarfa cada jefe a la batalla. Para esto sc servian del pron, que era tm manojo de cardones de lana de diferentes colores ¥ gruesos, con nudos que indicaban el mimero de dias. 24 AAA AIAN que don Diego se hubiese dado cuenta. Y esa mafiana, las mujeres tampoco habfan salido, como de costumbre, a preparar Ja tierra de la siembra o a lavar al rio. Las mas vicjas se de- dicaban a la paciente labor de moler el maiz, mientras las jévenes, reunidas en grupos y parloteando, daban las dltimas puntadas a los petos de cucro o preparaban las pequefias bol- sas con harina y ajf que los hombres Nevarian al combate. Los nifios imitaban a los mayores y jugaban a la guerra en la quebrada cercana, irepados a lo peumos y boldos. La mayoria de ellos habfa atado a sus cabezas retazos de pieles de zorco. Daban gritos y aullidos, y s6lo conscgufan aumentar e] alboroto reinante en el pequefio poblado. Cuando Quidora vio que Maulican des- aparecia en el interior de 1a ruca de su padre Quilalcho, se levanté con sigilo y se dirigié una vez mas al lugar donde descansaba el hombre blanco. Lo enconted forcejeando con las liga- duras que sujetaban sus manos. —jDesdtame, Quidora, rdpido —urgié cl hombre. —jNo, no puedo hacerlo, me matarian! 25 La machi: una bruja solitaria ee Setar Las machis eran ele gidas entre las nifias que mostraban aptitudes para ese misterioso oficio, y le- go su educacién quedabaa vargo de otras machis. Cuando una mujer se convertia crt machi, aban- donaba Ia vida en comin con su familia y se iba a vivir sola en una ruca algo algjada del poblado. Las rucas de las machis se reco- nocian desde lejos, porque asu lado habia siempre un posts de madera tallado con peldafios y con la for ma de una cabeza humana en su extremo superior. Estas postes se Mamaban rehues, Lamachi era muy admi- vuda y le pagaban muy bien por sus servicios. Y no sélu celebraba machituncs, sino que también hacia actos de ventriloquia y haciaaparecer ydesuparecercosas poractos de prestidigitacién. AAA —susurré la india, temblorosa. Y afiadié—: Ademias... t0 estds débil... —jAytidame! —osta vez laorden [ue dada con una voz firme. —Aqui estés protegido —insistié la jo- ven—. Mi padre no quiere que mueras. —Ya lo sé, pequeiia, pero después de la batalla nada impediré que Maulicdn acabe conmigo. —Pera yo soy mapuche y no puedo de- jar que te vayas ahora. —Por primera vez las palabras de Quidora sonaron duras. Y sofocando un sollozo, la muchacha salié de la ruca. Pas6 entre las mujeres, que la lamaron y, sin atender sus voces, siguié corriendo por entre los altos pastizales. Lamachi viviaalejada del poblado. Desde lejos Quidora vio el humo de su caldero. En ese momento un trueno bramé en cl cielo y varias nubes negras se arremolinaron oscureciendo cl rehue, frente a la cuca. La viejaestaba encuclillada junto al fogén. Su figura vestida de negro y el trapo rojo ama- rrado a su cabeza contrastaban contra cl verde de los arbustos que la protegian del viento. Al 27 A la Ilegada de los ¢s- pafioles, el pueblo mapuche no tenfa una concepcidn de bien o de mal a la manera de los conquistadores. Para cilos las malas acciones —el hurto, el adulterio o el ascsinato— tenfan un cardcter de falta personal y directa del que cometia el delilo con el ofendido, y no de un acto moral que ofendia a Dios. Estas malas acciones podfan ser com- pensadas con algo porparte del delincuente o bien eran uando se ofende al Pillén? een vengadas por el agredido y por la comunidad cniera a Ta que éste pertenecia. El Pillén, que, més que undios cra maencamacién de los antepasados, no se ‘ofendia con estos actos personales de la maldad. Se engjaba, en cambio, por las transgresioncsa algintabi 9 por la falta de cunpli- miento de los rituales, yen estos casos desataba plagas de gusanos o de langostus, sequias e inundaciones. 28 AAA AiAn escuchar lus pasos levanté la cabeza, sin de; jac de canturrear una. monétona cancion, La infinidad de armugas en el rostro de la mujer crecieron cnando sonrid a la joven india. _. —j Qué te trae por aqui, mi nifia? ,Te asustan los vientos de guerra? 0 es que la voz del Pillén, que retumba alld arriba, te Lienc atemorizada’? . Quidora no respondid. Su pequefio y fuerte cucrpo se estremecia oh rk a Nth No Se. SRS al contener el € 5 4 Uanto que, alg eh é 3 v .. AS a a AE. Para Hamar y ahuyentar espiritus ET ESD ILLES. Tos mapuches tenfan una concepcién animista del mundo: pensaban que todos los hechos naturales, como la [luvia o el viento, se debian a la accién de seres superiores, Crefan en un dios, el Pillan, que era el que gobernaba Ja Ticrra c infervenia en las vidas de las personas. También existian para clos los espiritus malos —los huecuves—, que causaban muertes, enfor inedades y todo tipo de desgracias. Estos espiritus mialos eran temibles y habia que ahuyentarlos; de esto sé ocuparon primero los magos o chamanes, que al correr del tiempo se trans- formaron en los machis. Estos dltimos eran por lo general mujeres, yuehacfan de brujas o curanderas. Las machis eran contraludas para sanar enfermos 0 des- hacer maleficios, mediante una ceremonia mdgica co- nocida como machitin, En cnanto al espiritu bueno —cl Pillén—, sc lo invocaba mediante la ccremonia del guillarin, presidida por un anciano y en laque participaba todoel pueblo. Enmediodedanzas ¥ cantos, se sacrificaba al- gtin animal y se rogaha por Ja proteccién del dios para las cosechas y animales. Lucgo de la ceremania venfa una fiesta en la que se counia y hebfa chicha cn abundancia, AAA Ania pese a sus eslucrzos, escapaba de sus ojos. Se sento sobre la tierra helada y cscondié el rostro entre las manos. ; — Lagrimas de] corazén. Lagrimas que el viento de la guerra aumentaran —sentencid | la machi. —jAytidame! ---exclamé Quidora, cla- vando sus ojos brillantes en la mujer—. Dame algo para que el hombre blanco ate su vida a mi pueblo. ;Td puedes hacerlo! —No se pucde ir contra la voluntad del Pillan. Ei espiricu del hombre blanco sélo trae pesar y sangre a los nuestros. ;No trates de atar la mano del viento al cuerpo de !a roca! La viejareinicié sucanto gutural y comen- 26 a sumergir cn la marmita de greda una serie de ohjetos: dientes de lobo, pequefios huesos y hierbajos. La joven la contemplé en silencio, concentrada en su pena. La anciana revolvia lentamente su pocién y alternaba lus cantos con invocaciones a los cuerpos celestes: —Padre del cielo: dale tu fuerza al brazo del guerrero. Madre tierra: endurece tu suclo para los pies del encmigo y suavizalo para la planta desnuda de nuestros guerreros. Madre de la noche: oscurece la vista del huinca e itumina la del mapuche. 31 Inbunches y brujos perversos Se ee Ee Los cafeus o brujus, a diferencia de lox chamanes y de los machis que usaban sus poderes en beneficio de los hombres, eran malos y s6lo procuraban hacer dafiv. A través de Ja ma- xia negra, ellos cran los intermediarios entre los hombres y Ios huecuves o espiritus del mal. Por esta razén los mapuches temian alos brujos y las perseguian con safia, Los brujos se reunian de noche en cuevas en el fondo de las bosques. Alli convocaban a los huectves para que tomaran la forma que cllos les pedfan: la de un vampire que chupaha Ja sangre © 1a de una fle- cha envenenada. Luego se servian de estos animales U objetos para causar dafio a alguna persona. También acostumbra- ban a hacer ulianzas con un animal, come un zorre, una lechuza, un sapo o uma culebra, Este animal se converlfa en ayudante ¥ “espfa” del brujo. Sin embargo, los ayudantes Predilectos de los brujos eran los imbuaches, o be- bés de seis meses rohados por ellos y convertidos en mostrues dentro de lax cucvas. Al correrdel lismpo el imbunche sc representd con ia figura de un niiie hinchado, con sus orificios naturales tapados artificial- mente, la cara vuelta hacia atrds y una pierna peyada ala espalda. Los cnvenenamientos y dafios causados por los brajos eran tan numerosos que, cuando unodeeillos era sorprendido a denuaciado por el machi, se le quema- ba vivo y sc le sometia a terriblcs tormentos antes de matarlo. AAA AAA Luego la anciana cogié un palo, encuyo extrem colyaba una red, y fue retirando del liquido humeante toda lo que alli flotaba. Siguié marmurando conjuros y vacid el con- tenidy en un pafio rojo que tenfa extendido en cl suclo, Quidora la vio separar porciones de hicr- bas, huesos y demases en dos montones. Luego conlemplé como ésta envolvia sus preciosos objctos cn pequefios trozos de tela y procedia a atarlos con un largo céfiamo. De pronto, las voces que trajo el viento sobresallaron a Quidora. Era su padre, seguido de Maulic4n, que con andar silencioso se acer- caban al lugar. Los dos venfan con sus atavios de guerra: el joven lleyaba un gorro de cuero crudo con la cabeza de un puma, y el cacique coronaha su frente con las plumas de un Aguila. Ambos cubrian sus cuerpos hasta las rodillas can waa picza de picl de lobo marino. Alllegar, saludarona la machicon cespeto, inelinando lacabeza, y simularon no haber visto a Quidora. La vieja termino de recitar una letanfa incomprensible, que duré largos minutos, antes de responder a su saludo. Luego les sonrié, con su boca desdentada, y entregd a cada hombre we w En medio de un machittin Pineda y Bascufién, en el Cautiverto feliz. describe Juccremonia del machittn: “\.Elenfermo estaba en un rincén del rancho, rodeado de muchas indias con sus tamborilejos pequefias, cantando una lastimosa y triste tonada.con voces muy delicadas... Estabacercade lacabecera del enfermo un carncro ligado de pies y manos, y entre unas ramas frondosas de canclo tcnian puesto un ramo de canelo..., Las indios y el caciqne estaban sentados en rucda, cabishajos, pensativos y tristes, sin hablar ninguno unasola palabra... Larnachi sacé un cuchillo y abrié en dos el carnero, y sacé el corazén vivo y palpitando, y loclav6en unaramita, en mediodelcanelo... Después se accrcé al doliente y con el mismo cuchillo con que habia abierto al carnero, Ie abrié el pecho y comenzé a chupar todas las visceras gue iban aparccicndo. ¥ todos juzgaban que con aquellaaccin echabaafue- ra el mal y le arrancaha el estdmago..." Durante el machitin la machi siempre caiacn tran- ce. Recorria el cuerpo del enfermo tocando el tambor Hamado cultriny haciendo sonar unas maracas de cala- baza, al tiempo queesparcia humo y agua, AAA AA una bolsita. Ellos las colgaron de sus cuellos y luego de dar grandes muesiras de agradecimien- lo, volvieron @ hacer reverencias. Laanciana miré hacia el cielo y los indios lu imitaron. T.as nubes se habfan oscurecido atin mas y el olor a lluvia se mecia en el aire y movia las hojas de los ar- boles. —A_ nues- tro regreso, mia- chi, tracremos la victoria. Haremos un guillanin y celebrarcmos la muerte de los blancos. jAcompéfianos con tus favores y despide a estos guerreros! —dijo el cacique. Maulican habia estado ob- servando de reojo a Quidora. Mas que La chueca y la pelota Los principales juegos practicados por los mapu- ches antes de la Negada de los espafioles eran luchueca y la pelota. Fn la chueca se. colo- caban frente a dos hileras de hombres que luchaban por llevar a su lado una bola de madcra, con un palo arqueado de coligtie, Jugaban en una cancha que tenfacinco metros de ancho y unos cicn de largo. Fn el juego de la pelota se colocaban en circulo de ocho a diez jévenes desnudos de La cintura para arriba y se arrojaban umos a otros una pelota de madera, esponjosa como el corcho. Cada uno golpeaba la pelo- tacon fuerza, con la palma de Ja mano, y Ja lanzaba hacia un jugader contrario para herirlo con el golpe. La gracia del buen jugador era la de esquivar el golpe sin dejar el puesto, para lo cual debfa hacer verdaderos actos de acrobuvia con su cuerpo, levantandose, sal- tando, echdndose de bruces o de espalda al sucio. AA AAairn nunca odiaba a ese hombre blanco que no sélo qucria arrcbalarles sus tierras, sino también a sus mujeres. No podia entender cémo la joven india se resistia a amar a un guerrero como él, valiente y admirade, que habia sido nombrado toqui. La muchacha deberia odiar a ese espafiol y sin embargo le habia prodigado todo tipo de cuidados. La culpa era del cacique, que ya estaba viejo, con un corazén ablandado por los recuerdos: jamds deberia haber permitido que ese maldito permaneciera con vida. ;Pero ahora él era toqui y las cosas cambiarfan...! E] joven irguid su torso y avanz6é con disimulo hacia la muchacha. Cuando su rostro moreno de pémulos afilados quedé tan sdlo a unos centimetros del de Quidora, la voz del indio fue un soplo: —HEse miserable blanco no volverd a contemplar la salida del sol. jPor mi vida que asi sera! Los guerreros se retiraron y las mujeres se quedaron contemplandolos en silencio. La mano aspera de la machi se apoyd en el brazo de la joven india. 37 AA AAA —Quidora: ve a hacer lo que tu corazén te ordena —murmur6. Y luego, rengueando, entré a su ruca de ramas y barro. La joven india miré las aguas de la mar- mita. Sobre ellas atin flotaba una larga espina grisdcea. La cogié con la rapidez de un zarpazo y la apreté contra la palma de su mano. Luego se alejé del lugar, veloz y silenciosa, Entre su AAA AiAni piel y su ropa Tlevaba ahora el amulelo que le darfa el poder para liherar a don Dicgo. Nadic la vio entrar a la ruca del espafiol. Veinte indios esperaban la orden del to- qui, al pie de las araucarias. Se juntarfan con los guerreros de los poblados vecinos, al otra luda del hosque de peumos, cuando el sal se demviera sobre las montafias con nicve. Esiaban bien preparados: habian purgado sus cucrpos y, luego de sicte dias de ayuno y gjercicios, sus musculos estaban eldsticos y sus piernas dgiles. Lanzas, flechas, hachas de piedra, hondas, porras y macanas colgaban de Lanzas, picas, macanas y mazas Los mapuches usaban contra los espafioles picas cortas, de cuatro a cinco metros, en la primera fila de los guerreros; en la se- gundda fila blandfan lanzas largasde seisa ocho metros. Las astas eran de coligiie y las puntus de madera endurecida. Con el tiempo trabajaron puntas de acero para sus lanzas, con las espadas que quitaban a los espaiioles. Allado de los guezreros con picasy lanzas, peleaban hombres armados con ma- canas y mavas. La macana era un palo duro y pesado de tres metros de largo, del prueso de una muficca de la mano. “No hay hombre que no derribe ni caballo que no aturda”, dijo de ella e] cronista Gonzélez. de Najera. Las mazas eran también de tres metros de largo y llevaban una piedra horadada sujeta por correas en la punta. Por ultimo, detrés de Jos guerreros con picas y lanzas se colocaban los honderos y los arqueros, que lanzaban nubes de flechas y piedras. AAAAAN sus cuellos o eran empufiadas con manos im- pacientes, Las macanas sobrepasaban en altura los cuerpos de los guerreros, y sus cxtremos curvos lucfan amenazantes, en espera de los polpes que asestarian. En esos mismos instantes, el toqui Mau- licdn salia de la ruca del prisionere. Sus ojos, ncgros y duros, estaban convertidos en un pequefifsimo trazo y sus pufios se aprelaban, hinchando las venas de brazos y manos. Miré usu alrededor, en busca de Quidora: algo le uecia que ella habia tenido mucho que ver cn usta fuga. jSi llegaba a encontrarlos ! Elcacique lo esperaba, impaciente. Aun- que con sélo mirar al toqui comprendié lo que habfa sucedida, supo también que ya no habia tiempo para venganzus: cl sol estaba en lo alto y el momento de la partida habfa llegado. La orden del toqui estremecis hasta las ids altas hojas de las araucarias. Y mientras los indios corrian con pasos livianos a través del bosque, Maulican, a la cabeza, agarraba su lanza con tal fuerza que los nudillos de !amano se le volvian blancos. Atrds, las mujeres volvieron a sus faenas y de lejos les legé la voz, de la machi, que al 41 Raptando esposas Los mapuches eran poligamos y los hombres (cnian hasta cinco esposas. Las mujeres se buscaban entre las familias vecinas y paracllose tenia que llegar aun acuerdo entre los jefes de tamilia. Como las muje- restrabajaban cl campo, era mucho to que se perdia si alguna de ellas se iba, por Jo tanto habia que ofrecer buenas compensaciones a cambio. Por lo general, la moneda habitual para pagar por la novia eran jas llamas, animales muy preciados por su lana fina y de transporte. Muchas veces los hom- bres se unfan para asaltar a otras familias durante la n0- che y robarse a las mujeres. Esto les produefa tal emo- cién, que incluso habiendo negociado antesauna mujer, hacian luego un simulacro de rapto, que dejaba a todos muy contentos, Mientras mas mujeres, mds ricos Los mapuches eran poli- gamos y podian casarse con el mimero de mujeres que susrecursasecondémicos les permiticran. Lo normal era tener cuatro o cinco, pero los caciques o ulmenes mas ricos tenian hasta veinte. Clare que siempre la mds importiunle era la primera, llamada wnendomoe, que era la verdadera duefia del hogar, Lus dems estaban a su servicio. En el fondo, la poli- gamia de los indigenas se debia a la necesidad vital de engendrar muchos hijos para mantener la raza. Por otra parte la mujer cons- titufa Ia principal fuente de praduecién del hogar: tejia las mantas y frazadas, preparaba los cucros y las pieles, era magnifica alfa- Tera, preparaba la chicha y trabajaba en Ja recoleccidn de las cosechas. 42 AAAAA compas del culiriin dejaba oft su voz mondto- ha, invocando a los Auecuves que cegarian al cnemigo. Quidora, luego de su visita a la machi, habia entrado a la ruca como una tromba. Don Diego, de espaldas sobre el suelo y cubicrto de sudor, luchaba con sus ligaduras. La india se arrodillé junto a él. —Te soltaré antes que te maten. Huye hacia la quebrada y esc6ndete alli, sin moverte, hasta que lcgue la noche. La joven le hablaba con la cabeza gacha, sin mirarlo a los ojos. Y, luego de un momento de vacilacion, sacé de entre sus ropas la espi- na que habia cogido del caldcro de la machi y con su filo procedié a cortar tas ligaduras que sujetaban las manos del hombre. —jQue el Pillén te proteja! —dijo, en un murmullo, cuando termin6 su tarea. E] espafiol no respondié. Se incorpord jentamente y, con sus manos ya libres comenzé a desalar sus pies. Quidora, rigida como una piedra, miraba cl suelo. La fuer. La tujer arg excepcion, ie cana ere amen soni 5a. Segin ef cron Ree sales, elo les prove ‘ds enlarse medio desnudas, ul Frio y al Agua, con tan poco melindre y delicadeza que todas las Mafunas, aunque esté Stanizando, se han 44 2a de las Mujeres EAS mujeres tle batiur. Bstan 4 moler, cargar a las COsechas, sin AA AAA Dicgo se levanté. Sus piernas, atin dé- biles y temblorosas, comenzaron a doblarse. | Quidora, con presteza, abrazé por la cintura al espaiiol, sujctandola, hasta que éste recuperd el equilibrio. Fl estreché con fuerza los hombros de la muchacha y bes, 1, wy sus cabellos. ) ® Ella le en- ce treg6 una larga manta oscura para que se cubriera. El espafiol tardé unos minutos ep en- contrar la firmeza necesaria para caminar. Salid al exterior, sostenidos por la mu- jet. y ambos agachados y sigi- losos, avanzaron por detras de las rucas, hacia la quebrada. Los brazosanchos de laindia 45 iA beber, a beber! No hay cronista que no hable de la gran aficién a [a bebida que tenfan Ins mapuches. La bebidaerain separable de sus reuniones familiares 0 cahuines, de las faenas agricolas, de las bodas, de los entierros, de sus ceremonias religi Fl cronista Gonzilez de Néjera decia: “Son dados por sobre todo a Jas borracheras, para las cuales se juntan en sitios ameni- simos: alli, congregados en corrillos, hombres y mujeres se enteegan a los manjares y al vino que a- manchicha; siguenselucgo los cantares y bailes donde, al son de tamborileos y flautas, enlazados todus, nO sOsicgan con cahezas ¥ pies corriendo hacia todas partes. Estas fiestas suelen durar cuatro, acho y mas dias”, 46 AA AAA sujetaban con fuerza el torso del hombre blanco, que jadeaba a cada paso. —Déjame aqui —pidid él, en cuanto se intemmaron en la espesura de peumos y avellanos. Pero clla seguia, terca y silenciosa, apu- randolo en su marcha e indicdndole cl sendero _ que debia seguir. Cuando cl sol ya no se vefa bajo la ctipula verde, la mujer se detuvo. —Siéntate —le dijo, y lo empujé hasta dejarlo semirrecostado subre la cama de hojas himedas y resbaladizas. El hombre apoyé su espaida en el tronco aspero de un peumo y cerré un instante los ojos. Un olor penetrante y aromatico llegé a sus na- rices: la palma ahuccada de la india le ofrecia harina tostada, mezclada con aji picante. —Come: te dard fuerzas. El espatiol obedecié. Hl seco y fuerte alimento era mezclado en su boca con tragos de chicha de uva que Quidora traia en una pe- quefia botija colgada de su cintura. Sintié que un calor reconfortante subia por su pecho y lo envolvia. —Déjame aqui, Quidora, y vuclvete al poblado. Si descubren lo que has hecho, lo 47 Lautaro, el caballerizo estratega nee estralega Fl iadio Lautaro habia sido caballetizo de Pedro de Valdivia. Como era muy inteligente, ademas de aprender las artes de la equitacion, se dio cuentaen dénde estaba la fuerza de losespafioles, pero también cuales eran sus debilidades, Y después de haber apren- dido Io suficienie de los hombres blancos, se unida sus hermanos mapuches y Jos organizé en forma ma- gistral para luchar contra Jos conguistadores. Asi se las arregié para cngafiar a los cspafioles y sorprenderlos en la batalla de Tucapel. Los utacaron con furia en oleadas suce- sivas de gucrreros frescos ydescansados. Al principio lus espafioles sc defendie- ron muy bicn, gracias ala. superioridad de sus armas, pero luego, agoludos por los incesantes alaques, intenta- Ton emprender la retirada. Entonces los Inapuches lox empujaron hacia las quebradas abruptas y ca- yeron sobre ellos en forma masiva. 48 AA AAA pasarés muy mal —dijo don Diego, al tiempo que sc incorporaba. Uma vez de pie, la atrajo hacia él y la besé por tiltima vez. Los ojos de la muchacha se Menaron de lagrimas y sus manos sc aferraron a las del hombre. Pero él se desprendié de ellas con suave firmeza y dando media vuelta se alcjé del lugar, avanzando con dificultad entre Las zarzas y las matas espinosas. Quidora sabia que no podia insistir. Saba también del peligro que corria si a encontraban con el blanco, justamente ahora, cuando el en- frcntamiento se acercaba. Por esolo vio alejarsc sin protestar. Sin embargo, apenas la figura de! espafiol desaparecié en la espesura, la angustia le corté la garganta; y con un quejido de pajaro herido comenzé acaminar, con los ojos velados por las lagrimas, hacia su poblado. Ya en él, Quidora se incorporé en silen- cio a las tareas reanudadas por las mujeres. No habian notado sv ausencia y todas volvian a dedicarse a sus labores cotidianas con pasmosa tranquilidad, como si la guerra fuera sdlo un acto cotidiano que no incidiera en el ir y ve- nir de sus vidas. Como si después de ese dia, 49 Lautaro y Napoleén: genios de las tacticas Ademds de ser buenos espias, los mapuches fuc- fron unos grandes esirategas y tacticas, Elegian siempre los campus de batalla que eran udversos para el cnemigo, como las qucbradas o las laderas boscosas, terrenos dificiles para los caballos de los espafioles y faciles para los dgiles guerrcros Mapuches. Tambicn em- Pleaban trampas: hoyos en el suclo, cubiertos con ramus, donde cafan los caballos al pasar. Eu cuantoa sus tacticas, éstas fueron tan hébiles, que sc Tlegaron a comparar con Jas que usara Inego Napo- leén T con sus ejércitos: dividirse para marchar y concentrarse para atacar, El naturalista Claudio Gay, admirado por fas guerreras lécticas araucanus, decia: “tH ntimeru de sus guerre- Tos, en verdad ilustres por hechos asombrosus, parece increible; y su téctica era la de Follard, la de los maris- calcs de! Luxemburgo y de Villars y otros autores sobre el arte de la guerra...” Losaraucanosatacaban por oleadas, y cuando los espafioles estaban exhaus- tos, rcemplazaban a los alacantes por otra vleadade hombres frescos. Este sis- tema fuc perfeccionady por Lautaro, al mando de quien los indigenas desarrollaron concepciones estratéyicas que parecen inverosimiles enun pueblo lan pocodesa- trollade culturatmente. Alonso deErcilla, ena Araucana, ensalza asimis- mo la astucia guerrera de Jos arancanos diciendo: AAA AA los dias que iban a venir [ucran a ser iguales. Quidora no pudo soportarlo. Para ella se habia detenido la vida; habfa dejado de alumbrar el sol; lanoche se habfa establecido en su cuerpo, anunciando la muerte. Se alejé de esas mujeres que seguian parloteando y preparando tortillas, y huy6, dando rienda suella a su Itanto, hacia la quebrada. Corrid y corrid, enceguecida por una ¢risleza que no podia controlar. Ni siquiera supo cudnto rato estuvo corriendo; ni siquiera se dio cuenta de que cl sol declinaba y la luz iba disminuyendo bajo Ins 4rboles cuando las yoces hiricron sus ofdos. Se detuvo cn seco y en un acto instintivo se aplasté contra el suelo, igual que una serpiente. jHabfa Hegado al lugar que lus gucrreros mapuches habfan elegido para organizar el ataque! Temerosa de ser sorpren- dida y provocar Ja furia de Jos hombres de su raza, que verian un signo de mal agiiero en su presencia, se escondié entre la maraiia verde. Sus ojos, acostumbrados a la distancia, escu- drifiaron a través de tas ramas: al menos Dicgo no estaba con ellos. Eso queria decir que habia logrado escapar. - Al grupo encabezado por Maulican se le habfa unido cl de los poblados vecinos. Eran, 51 “también suelen hacer hoyos mayores con estacas agudas en el suela, cubiertos de carrizo, yerba y flores, Porque puedan picar més sin revela- ullf los indiseretos corredoves, teniendo sdlo por remedio el ctelo, se sumen dentra, y quedan enterradas en las agudas puntas estacudas” Los superespias aoe ee tas Los araucanos eran unos maestros del espio- naje. Cambiaban a los espafioles sus mnjercs o sus nities por armas, ¥ luego estas mujeres y es- los nifios lox informaban de todo lo que ocurria en el campamento espafiol. Este sistema se fue perfec- cionando en el transcurso de la guerra, hasla llegar a Scr un soOfisticado sistema de espionaje, ante el cual Jos espatioles poco podian hacer. “eS en total, cincuenta y cinco hombres di spuestos a morir. E] maputoqui al mando de la ofensiva s¢ llamaba Ancanamé6n. Era un indio joven, de mirada inteligente. a A pocos metros de Quidora, y sin ima- ginar la presencia de la muchacha, Maulican esperaba la orden de ataque, con la mente Ilena 53 Arboleda mapuche Alsur del Biobio, enire el rio Teata y el Toltén, donde vivian los mapuches, abun- daban los bosques. Robles, coigiics, raulies, mafifos, laureles, tepas, ulmos, olivillos, peumus, lingues, alerces, cipreses, lunas, avellanos, canelos y araucarias eran los com- pafleros permanentes de los indigenas de esa zona. También habia sauces, quilas, ciruelillos, aromos, hualtatas, murtillas, Los mapuches, por su parte, cullivaban papas, mats, porotos, aji, quinoa. mandiocay mani. Lama rfa de estos frutos de la tie- fra cran desconocidas para los espafioles, que tuvicron quedescubrir Amér llegar 4 saborear un exqui- fritas 0 un pastel de choclo. AAA AiAn de pensamicntos oscuros y el corazon henchi- do de rabia. {Qué dificil se le hacia esperar La orden del maputoqui para atacar! Bl les harfa ver a los blancos que eran unos intrusos en esa tierra. Cada vez que imaginaba el rostro de un espaiiol vefa el de don Diego y su sangre hervia. jEsta vez su arma no dejaria a un solo cnemigo con vida y seria el primero en correr haciz ellos, como un toro enfurecido! Apreté con fuerza la lanza y la sangre le legé al rostro cn oleadas calientes. —Tranquilo, Maulic4n: que !airanoofus- que tumente. El guerrero tiene que actuar con la fiereza del puma, pero también con su frialdad y astucia. —La voz del cacique Quilalebo hablé junto a él—. Conozco esa mirada y sé lo que estas pensando. S6lo cuando logres controlar tus sentimientos Uegards a ser un maputoqui. Y cntances, seras ¢] mejor. Maulican no alcanz6 a responder pues en ese momento les llegé desde el bosque un grito de alerta. Y al instante aparecieron de entre las ramas dos jdvenes guerreros que corricron hacia Ancanamé6n, el maputoqui. —jAhivienen: jEstan ahi, aladistanciade una carrera corta! —acezé6 uno de los jévenes, indicando con su mano frente a ¢l. 55 Hernando de Magailancs y el océano Pacifico a eee Después que Cristéhat Colén descubriera Amé- rica y Iucgo que Américo ‘Vespucio repiticra el viaje de Coldén y flamara Nuevo Mundo a las tierras a las que habia Hegado, muchos havegantes siguieron sus pasos, Uno de cllos fuc Tlernando de Magallanes, el primero en ver las costas del tertitorio de Chile, Magallanes, marino Portugués, corpuiento, cojo y de grandes barbus, en su afén de hallar una queva Tuta para llegar a los paises de las espocia, encontrdé: cl camino que unfa a fos dos ovéanos ¥ que hoy se conoce comoel estrecho de Magallanws. Liste navegan- te, de pie en la popa de ja Trinidad, vio por primera vez las costas de Tierra del Fuego en fa primavera de 1520. ¥ luego de su viaje porel Atléntico- en clque habia estado varias veces Por naufragar debido a los fuertes temporales—lamé océano Pacifico a ese mar quelorecibidcon engaiiosa calma, Aunque talves a Maga- dlanes le hubicra gustado bajarse y cxplorar esas Uerras que desde su barco parecian con impresionan- te belleza, no pudo hacerlo: su misién era regresac a Espajia dando la vuelta por la rula de las Indias. Des- gfaciadamenie en la isla de Sebi, en las Filipinas, lo tuataron los indios con una flecha envenenada. PVA AAA — i Quienes? —pregunt6 el mapuioqui, Gin sin entender. - . —jLos blancos! {Se adclantaron! —res ondid el recién llegado. . oe , El maputoqui endurecié el rostro. eComo era posible? Eso queria decir que sus espias habjan fallado o que eran traidores. EJ ataque por sorpresa que ellos habfan planeado “en tanta anticipacién habia sido descubierto y los Y odiados espafioles habfan tomado !a ofensiv a La ira Ilené su pecho y subio por su garganta. Ya verian esos blancos: jno alcanzarian a llegar ni al bosque cercano al poblado! Cuando Diego se separé de lajoven india, anduvo varias horas. No dio tregua asu ao ni se permitié descansos largos. Sdlo sé en ‘ por momentos para comer la harina con aj : ° Quidora le habia dejado, y beber largos sor os dechicha. Nosentfayadoloren su brazo: ee lo tenfa dormido 0 lalvez ese alimento te y picante era magico. Sin embargo, lege momento cn gue el contenide de la a? y bolija se acabaron y sus fuerzas también. a SJ Diego de Almagr : Una amarga conquista Diego de Almagro fue el primer espaiiol que emprendid la conquista de este largo pais que lamaron Chile, ef rio 1536. Almagro partis de Cuz- co con 132 hombres a caballo, cientos de indios yanaconas y muchos ne- gros. Su viaje a través de la cordillera fhe durisimo: los hiclos les bloqueaban el camino, ef viento les cortaba la respiracién, da puna los agotaba, Jas temperaturas bajo cero los congclaban. Céndores y otras aves de rapifia los vigilaban de lo alto y los indios y los caballos fucron muriendo de a poco: una huclla de cuerpos sin vida iba marcando ef paso de la expedicion. Hinalmente un Brupo pequefic de hombres exhaustos y moribundos Ilegé al valle de Copiapé, donde habia indios pavili- cos que les procuraron con qué reponer sus fuerzas. Pero las riquezas que esperaban encontrar tos conguisladores no apare- cian. Siguieron viaje al sur, hasta las orillas del rio Maule. Alif los indios ma- puches, al verlos aparecer cn esos extrufios animales tan grandes y desconocidos paraelios—ios caballos—, se desconcertaron y los atacaron con furia. Esa fue la batalla de Reinohuelén, el primer enfrentamicnto entre los guerrreros mapu- ches y los espafioles. Exhaustos, desanima- dos ante ja furia Mapuche yatin sin el ansiado oro, las (ropas de Almagro regresa- ron al Pert. 58 Comenzé a dar traspiés por el caning pedregoso, y cuando crey6 que fnalmente é : ii a poly: a cansancio lo vencerfa, una polvareda re planicie lo hizo alertar sus sentidos embotae pot la chicha y el esfuerzo. Buscé refugio ras p ) . unas zarzas y lenlamente comenzo a sane figuras y siluetas en medio de la nube opac: del horizontc. Eran Los espafioles. ; / Sus compafieros de armas lo vieron avan vac como una aparicién, con los brazos en alto bajo la manta negra, los pasos tambaleantes y jos Ss. "s ee ie oe es don Diego! —grité el capitan, galopando hacia él. / de Le reanimaron con aguardiente y uno Jos soldados le cedié su cota de mallas. Pedro de Valdivia: un final terrible Hat tert le Pedro de Valdivia vivia en el Perti sirviendo en el ejército de Pizarro cuando an buen dia, ante la sorpresa de todos, pidié autorivacién para emprender una nueva expedicién a las tierras det sur. Poces hombres quisicron seguirio en ana aventura que les trafa tan talos recuerdos lucgo de la odisea que viviera Diego de Almagro, en su viaje de conquista 4 Chile. Por eso, cuando Valdivia salié de Cuzco, en 1540, s6lo veinte hombres y dofia Inés de Suarez lo acompaiiaban. Pedro de Valdivia fun- d6, entre muchas otras, fa ciudad de Santiago. Fue un hombre recio y valeroso, que Inché encarnizadamen- tecon los mapuches. Final- meate fue derrotado por los indigenas, al mando de Lautaro, en Ja batalla de Tucapel. Alli fue temado prisionero y condenada a muerte. Tego su cuerpo fue cortado en trozos y jus mapuches comicron su corazon. 60 AAA AAn —jAcepladla, don Diego! [En vuestras condiciones la necesitaréis mas que yo! Luego Ie entregaron un caballo. Y el grupo, con uno mas a la cabeza, reanud6 la marcha. Media hora més tarde, mientras treinta y cinco espafioles cabalgaban y el brillo de sus corazas lanzaba pdlidos reflejos bajo el sol moribundo de la tarde, los araucanos, ali- neadas cn el borde de la quebrada, se lanzaron al ataque. La primera fila de guerreros indfgenas avanz6 con quince hombres, armados de picas cortas. Una segunda fila se alined mds atras, enarbalando lanzas de siete metros de largo; sus puntas, de madera endurecida, apuntaron hacia el ciclo y las manos nerviosas se apretaron a las astas de coligiie. Orro grupe de hombres corrié a reforzar Ja segunda fila, haciendo girar cnormes mazas en el aire; los extremos de éstas, redondos y pesados, caerian con fuerza sobre espafioles y caballos. ‘Iras ellos se apuraron los piqueros, los honderos y los arqueros, premunidos cada uno de sus piedras y fechas. 61 —jAhbhhuuvebbhhbh! El grita del maputoqui enardecié hasta el Gltimo nervio de lus hombres de raza mapuche que, como un solo y rabioso animal marino, emergieron de entre jas olas verdes de la que- | brada, Los gritos y aullidos de los hombres se unieron al chiflido de los queltchues y a los silbidos de las perdices que abandonahan, es- pantadas, sus nidos de tierra. Y micntras un escuadrén de guerreros mapuches avanzaba entre gritos, envuelta en corazas de cuero y tocados de plumas, otro 62 grupo de indigenas aguardaba en silencio, con la inmovilidad del animal al acecho, escondido entre los canclos, Jas murtillas, los peumos y los coigties de la quebrada. Los espafioles lus vieron surgir de entre | los pastizales ca una sorpresiva tempestad de flechas y piedras. —jEn nombre de Dios y del rey! grit6 el capitén espafiol, levantando su espada y cs~ poloneando su caballo. El tropel de cascos y brillos metélicos avanzé con impel. 63 Ejercicios para el cuerpo y la memoria A los catoree afios los nifios comenzaban a ser educados en el ejercicio de Jas armas y a robus- tecer el cuerpo mediante el ejercicio fisico. Este entrenamiento duraba tres afios, al Urmino de los cuales el joven era admitido en Ja casta de los guerreros 0 conas. Por otra parte, los ancia- nosdelatribu cnsefiabanal nino vardn el arte de hablar en publico y lo hacian de- sarrollar la memoria, para acostumbrarlo a trasemnitir textualmente mensajes oidos una sola vez. La ensefianza de las nifias corria a carga de las mujeres de edad madura, Aprendian a tejer ponchos ¥ paiios, cultivar los sue- los, alfareria y las técnicas para hacer chicha. Como les mapuchcs eran muy aficionados al alcohol, para ellos era muy importante tener una mujer en casa que supiera preparar bien esta bebida, 64 AA AAA Tos mapuches aumentaron sus gritos y la velocidad de la carrera. Tan sdlo hab{an pasado unos minutos y el choque de picas y !anzas contra subles y espadas hizo eco en la quebrada. Los espafioles atacaban con diestros gol- pes metdlicos y sus caballos, bien manejados, esquivaban flechas y piedrazos. Entre ellos, un hombre con el brazo en cabestrillo y mirada azul y encendida, lanzaba golpes de espada a deslajo sobre cabezas y torsos. Maulicaén lo vio. Y con un aullido de lobo levanté su jJanza y se abrié camino entre los guerreros. Pero en ese instante un espafiol moreno, con una gran cicatriz cruzdéndole una mejilla, le bloqueé el paso con su cabalgadura. El] mapuche clavé la lanza en el ijar de la bestia, que corcoves con un relincho estrepitoso, antes de cucr al suelo. El espafiol rodé junto con cl caballo, pero alcanz6 a ponerse de pie en el preciso instante en que el indigena se le venia encima. Se treazaron en una lucha de lanza contra sable, que fue rapidamente superada por la agilidad de Maulicdn. El espafol, sin so cabalgadura, pace pudo hacer. El peso de su coraza bloqueaha sus movimientos y aunque su 65 Contando en mapuche Cero: Cheu Nu Rume Uno: — Kifie Dos: pu Tres; Kila Cuatro: Meli Cinco: Kechu Seis : Kaya Sicte: Relgue Ocho: Pura Nueve: Ailla Die: Mare Once: Marekifie Doce: = Marcepu El Totem: apellido de la familia El totem o cuga era el animal, objeto o fendmeno que daba cl apellide a una familia. El totem provenia de un alianza de sangre que el fundador de la familia habia hecho con algiin ani- mal, objeto o fendmenc de Janaturaleza. Pensahan que el totem no sdlo Tes daba un nombre come familia o clan, sino que también les entegaba sus cuatidades. Los cugas mas genera- lizados eran Auenu (cielo) y antu (sol). También dena (bosquc), Janguen (mar 0 laga) o Fancu (dguila). 66 AA AAA brazo manejaba el arma con pericia, su cuerpo no pudo mantener el equilibrio contra el em- biste de ese cuerpo eldstico y sudoroso que sc le vino encima. Traslabill6, caycndo alsuelode | espaldas, donde qued6 a merced del enemigo. 4 Este, con un grito no acallado, ensarté su lanza en el cuello del espafiol. La sangre mano en un rio rojo y caudaloso. Maulican no se detuvo. Buscé a don Die- go entre los cuerpos que cafan y entre las que luchaban. Pero no lo veia por parte alguna. Y a la espera de encontrarse frente a él en algtin mamento, signié en la batalla. ; Por su parte don Diego y otros tres sol- dados luchaban, alcjados del grupo, frente a la quebrada. Con un increfble salto, un indio se subid a horcajadas al anca del caballo del maltrecho Diego y, si no bubiecra sido por la pronta intervencién de su capitén, el joven ha- bria muerto con una picana clavada en la nuca. | El capitan, rapido y diesiro, envié un mandoble al costado del indio, haciéndalo redar hasta el suclo, Pero los indigenas, en una haébil maniobra, Jograron hacer caer de sus cabalgaduras, uno a uno, tanto a Diego como a los tres blancos que luchaban junto a él. 67 Los muertos: embajadores ante el Pillan Los mapuches creian en la inmortalidad del alma. Al morir, fas per- sonas se iban a lugares situados en Jas cumbres de los volcanes, en las nubes 0 mas alld del mar. A veces estos muertos se hacfan presentes para sus parientes en el crajir de Jas tablas, en el silbido del viento 9 en el vuelo de un moscurdén negro, Los guerreros muy valicnles © Tos caciques podfan llegar a transfor- marse en pillanes cn cl otro mundo. Estos pillanes, o almas buenas, eran las protectoras de su familia, yuna cspecic de “embaja- dores” de los suyos ante el Pillén. Cada familia rendia culto a sus untepasadas, ropresentéadolos en forma de totem. 68 Quidora, atin acurrucada entre las matas de la quebrada, vio al grupo de indios y es- pafioles acercarse hacia donde ella estaba. Al comienzo ni siquiera reconocié a su padre entre los guerreros, pero pronto, cuando ya el grupo orillaba fa hondonada, reprimié un grito: don Diego, con la mirada febril, se cnfrentaba al cacique Quilalebo. E] mal de ojo Los mapuches pasuban continuamente Inchando entre ellos, y esto por la creencia de que las cn- fermedades y Ja muerte eran causadas por el mal de ojo, que era provocado por alguna persona que habia convocado a un mal espfrita para causar daiic. La machi cra quien dicta- minaba el causante de una terrible enfermedad o de una muerte, y Ja familia no descansaba hasta ven- garse. Esto degeneraba en verdaderus yuerras cnire Jos clanes. De esta inclinacién ala hechiccria habla wambién Alonso de Ercilla en La Araucana: “Usan el falso oficio de hechiceros, ciencia a que naturalmente se inclinan, en seflales mirando y en agiieros, por las cuales sus cosas determinan; veneran a los necios agoreros que los casos futuros adivinan: el agiiero acrecienta su osudia, y les infunde miedo y cobardia’’. 70 AAA AA La mandibula endurecida del anciano se abrié para gritar. —jBlaneo, maldito! Debi dejar que tu sangre cortiera bajo la mano de Maulicén. Los ojos de Dicgo brillaban. Yanadapodia detenerlo. Distinguié vagamente a Quilalebo, pero luego de un instante, abrasado por la ficbre y el alcohol, s6lo reconocis en él al enemigo y jurd a viva voz su fealtad a Fernando de Espafia. Y micntras a su lado sus compafieros gritaban salvas al rey cada vez que los sables se ente- rraban en lus carnes morenas, él, sin dejar de mirar al cacique, calculaba cada movimiento para no errar, lanzaba maldiciones y volvia a nombrar al soberano. Quidora lloraba tapandose la boca con las manos. Ahi estaba su Diego, aunque no reconocfa esas pupilas dilatadas y la dureza de su rostro desencajado. Y ahf estaba también su padre, levantando su lanzacon toda la fierezade su raza, para herir de muerte al encmigo. Y ella, temblando comv Jos juncos del pantano cuando el Pillénles cnviasu aliento, los contemplabaen silencio, sin saber qué desear ni qué hacer. Era como si las flechas de todo su pueblo partieran en dos su alma. 74 El garrole arrojadizo La guerra produjo un descquilibrio entre lacapa- cidad mijitar de los mapu- ches y los demuis aspectos de su desarrollo social. Abandonaron Ja flecha y la honda, ya ineficaces y perfeccionaren la lanza. Inventaron un garrote o bastén corto paraencabritar y aturdir al caballo, y mas tarde, el garrote arrojadizo. Listas nuevas armas les permitirfan derrotar a los cspafioles en la batalla de Concepcion (1555), AA AP A lo lejos, la primera horda de mapuches que habia atacado retrocedia. Y en medio del desconcierto de los espafioles, que ya se crefan victoriosos, un segundo grupo de hombres fres- cos y descansados irrumpié desde las entraiias de la quebrada, en un nuevo grito de guerra y armas. Quilalebo luchaba como un joven. Su cuerpo se doblaba en dos y se levantaba con clasticidad, sin dar treguaa la espada que buscaba sucoraz6n. Diego, con larespiracién entrecorta- da, sostenia la Jucha sin desmayar, pese al dolor que latia con fuerza en su hombro y a la fatiga que Je oublaba la vista: su incansable espada parecia moverse sola, siguienda el impetu que ese brazo siempre le habia dado. La lanza de Quilalebo rasguiié un par de veces el pecho del espajiol, levantando su cota y jirones de carne. Laespada del blanco respondid hiriendo el hombro del anciano y haciendo brotar su sangre, Los dos enemigos retrocedieron hacia la quebrada: don Diego arremetia como un toro, ya casi no vefa. El cacique, entre golpe y golpe, caleulaba la distancia que fallaba para aleanzar el horde de lahondonada. Si lograba hacer llegar al espafiol hasta alld, serfa facil hacerlo perder El lazo, invencién diabédlica En Marigiicfio sor- prendieron a los espafiales con el lazo —invencién diabdlica segtin Géngora y Marmolejo—que consistia en an asta de cuatro metros con una cuerda terminada en lazo en Ja punta. Luego de atrapado el jinete, se re- unfan varios mapuches para derribarle, Por esa misma épovaidcaron los paraplos, verdaderos blindajes mévi- les de maderaque, a manera de escudos, los protegfan mientras avanzaban. Jinetes mapuches Los mapuches eran tan astutos que lograron volver en contra de los espaiioles las mismas armas que les habian arrebatado. De este modo obtuvieron del caba- flo un gran rendimiento, a tal punto que crearon la infanteria montada media sig oantes que los ejércitos europeos. El genio militar de estos guerreros brilld en tudo su esplendor al mando del indio T.autaro, el gran estratega y tactico de la Spoca de la Conquista. 74 AAA AA el equilibrio: rodaria por la pendiente hasta cl fondo del precipicio. Quidora se escondié ain més entre el follaje. Hacia ella venian su padre y el espafol que amaba, (renzados en una lucha que acabaria con la vida de uno de los dos. Los pies del indio ya tocaban el arbusto tras el cual se ocultaba la joven. Escuché el grito de Diego y vio cémo las gruesas piernas desnudas daban un salto hacia cl costado. Luego brillé el acerv de una hoja y un cuerpo rodé por tierra. E] espafiol atin no retiraba su arma del pecho del cacique cuando, con un grito de leona cnfurecida, salté de entre las matas una figura oscura y pequefia, Don Diego, con larespiracién entrecortada y una sorpresa sin limites, la vio coger del suelo la lanza del indio muerto. Quidora lo enfrenté con los ojos oscu- recidos. Sus brazos se alzaban sujetando con firmeza la cmpufiadura del coligiie. — /Quidora! El grito ronco del espafiol se confundid con el de 1a india, mientras la lanza se enterraba enel cuello del hombre, con fuerza de guerrero y rabia de mujer desesperada. 75 AAA AA En ese momento atrond el Pilldén y la jluvia comenzé a cacr, copiosa, sobre las lierras de Arauco. Cuanda Maulican Ucg6 al lugar, cl cucrpo de don Diego de .6pe7 y Mancilla, hidalgo espafiol, yacia sin vida sobre las tierras de un pais que se resistia a la conquista. Abrazada a él, la muchacha india Horaba, y su lamento estremecia la quebrada y el valle. Mas alld, sobre los pastizales, seguia la batalla entre espafioles y mapuches, Y scguiria durante trescicntos afios. La historia dice que Quidora nunca quiso, casarse. Sc fue a vivir junto ala machi y de ella aprendié su magia y saber. También se cuenta que ella, durante las noches de luna lena, vi- sitaba cl lugar donde habian muerto su amado y su padre para recitar conjuros que atrafan a los pillanes. Durante esas noches, todos los habilantes de los alrededores decian escuchar ruidos de aguas, vuelos y chillidos de pajaros espantadas. 76 AAA AAA Taleyendade don Diego, hidalgo espatiol, y Quidora, joven araucana, se contaria primero junto al fucgo de Jas rueas y luego se cantaria en las tertulias de los salones. ¥ asi, de boca en boca, llegé hasta nuestros dias. AANA A LA LEYENDA DEL LAGO DELA LUNA LLENA Cuenta el trueno con voz ronca cuenta el queltehue al volar del amor de una araucana que a un espafiol quiso amar. (Es Quidora, es don Diego). Liora cl ciclo en su recuerdo cuando trata de lavar esa tierra enrojecida que no quiere perdonar. (jAy, Quidora, ay don Diego!) Maté don Diegy, el hidalgo, al indie que lo acogid. Maté la india Quidora, al espafiol que la amd. (jGrita Quidora, muere don Diego’) Las lagrimas de la joven de tanto correr formaron, 79 AAA AAA un lago tan triste y blanco que las aves se alejaron. (Llora Quidora, ducrme don Diego). También se ensombrecid el sauce, que en sus orillas lloré. Alli no crecieron peces, alli no anid6 una flor. (Calla Quidora, calla don Diego). Dicen que el lago aparece en noches de una Tena, ¥ que sus aguas reflejan una figura morena. (Vive Quidora, vive don Diego). 81 La leyenda del diluvio Fl espiritu de las aguas o Coi-Coi, encarnado en una gran culebra, luché con Ten-Ten, el espiritu de la tierra, encarmado también en ona culebra. Coi-Coi queria destruir Ja tierra y acabar con sus habitantes, haciendo que se salicra cl mar. Ten-Ten, quesupo de susintenciones, ofrecié refugio a los hom- bres en la cumbre de tas montafias. Pero la mayoria de ellos no creyé en las advertencias de Ten-Ten y sdlo unos pocos subieron hasta lo alto. Asi, cuando Coi-Coi levanté las aguas, todas los hombres que se habian quedado cn las Tanuras fue- ron transformadosen peces, rocas, plantas y otros seres marinos. La furia det mar fue tan grande que alcanzé las mds altas cumbres y Ten-Ten tuvo que elevarlas fasta Jas vecindades del sol para que no fucran cu- biertas. Claro que el calor del sol Ilegé a chamusear a muchos de los refugiados, pero tinalmente las aguas se secaron y todo regresé a la normalidad. Seguin la leyenda, cuan- do las mujeres que se hab/an sal vado en las mon- tafias bajaban a mariscar al mar, se encontraban con los hombres transformados en pecesorocas. Dice también laleyendaqueengendraron. con ellos muchos hijos. AA AAA PALABRAS MAPUCHES Machi: mujer que hace de bruja o curandera. Quipu: corde! con nudes, Cada nudo represenia un dia. Toqui: jefe militar de una tribu. Maputoqgui: jefe militar de un conjunto de iribus reunidus en pie de guerra, Quiltro: perra chico y lanudo. Rehue: poste de madera con forma de cabeza humana en su exiremo superion Pillén: dios que encaurna u los antepasados. Huinca: hombre blanco. Guillattin: ceremonia religiosa para invocar al Pilldn. Maeana: palo duro, grueso y pesado. Cultriin: tambor que se toca en las ceremonias veligioxus. Huecuves: espiritus malos. Picas: astas de madera cartas y afilodas en la punta. Lanzas: ustas de coligiie de seis a acho metros de largo, con puntas afiladus, Mazas: patos de tres metros de largo con una piedra ent la punta,

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