Está en la página 1de 332
El explorador (A. Vespacet) ante Ia india Mamada América cencuenteo histérice toma figura de mito en la alegoria dibuiada por Jan Van der Straet para | vImcricae decina pars, de Jean Théodote de Bry, Oppenkeim, 1619, (ef. J. Amsler, La Renaissance Para, 1985, p, 89,aegundo tomo de L. Hl, Parias, Histoire universelle des explorations) Michel de Certeau LA ESCRITURA DE LA HISTORIA Traduccién de Jorge Lopez Moctezuma a pe os 4 7 DEPARTAMENTO DE HISTORIA Titulo original en francés: LBeriture de thistoie Gallimard, 1978, Paris UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO De Certeaul, Michel Laceseritura dela historia 1. Mistoriografia. 1. Léper Moctezuma, Jorge. 11 13 C3818.2006 D.R © Faivions Gallimard, 1975, 1a. edicidn en espato, 1999 2a. reimpresin, 2006 D.R © Universidad iberoamericana, A.C. Prol. Pasco de la Reforma 880 ‘Col, Lomas de Santa Fe México, DLR, CP. 01210 DAR. © Instituto Tecnoligico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) Periférico Sur Manuel Gémez Morin 8585, ‘Tiaquepaque, Jalisco, México, C.P. 45099. ISBN 968.859-120:3, Impreso y heche en Mexico Printed and mace in Mexico “Prohibida la venta en Espana” indice Prdlogo a la segunda édicin Escrituras e historias Primera parte Producciones del lugar Capitulo I. Hacer historia 1. Un indicador: el tratamiento de a ideologia religiosa en la historia 2. Practicas histéricas y praxis social 3. La historia, discurso y realidad 4, La historia como mito Capitulo II. La operacién historiogréfica 1. Un lugar social Lo no dicho La institucién histérica Los historiadores en la sociedad El que permite y el que prohibe: el lugar 2, Una prictica La articulacion naturaleza-cultura i 1s or 0 6 n 16 81 82 84 Elestablecimiento de las fuentes o la redistribucién del espacio Hacer resaltar las diferencias: las desviaciones del modelo90 El trabajo sobre el limite Critica e historia 3. Una eseritura La inversién de ta escritura La cronologfa o la ley enmascarada La construccién desdoblada El lugar del muerto y el lugar del lector Segunda parte Produccién del tiempo. Una arqueologia religiosa Introducei Cuestiones de método Capitulo ITI: La inversién des 0 pensable. La historia religiosa del siglo XVII 1 La religion en la époea el 2. La interpretacién historica ea Capitulo LV. La formalidad de las practicas. Del sistema religioso a la ética de las Iuces (sigios XVI-XVIID) 1. Dela divisién de fas iglesias a la “raz6n de Estado” (siglo Xi) 2. Una nueva formalidad de las précticas: la politizacidn de tos comportamientos. 3. La logica del “practicante”: una altemativa entre el deber de estado y el profetismo Laética filoséfica: “legalidad” y“utilidad” en el siglo XVII . Las feyes propias del grupo religioso: reducei6n al silencio y administracién cultural 85. 93 98. 101 101 104 108 116 121 129 130 144 149) 159 165 178 187 Tercera parte Sistemas de sentido: Lo escrito y lo oral Capitulo V. Etno-grafia. La oralidad o el espacio det otro: Léry 20: 1. La “leccién de escritura” en Jean de Léry (1578) 20 2. La reproduccién escrituristica 2 3. Una hermenéutica del otro 21 4. La palabra erotizada 23 5. Visto y/t oido: el ojo y el ofdo 27 Capitulo VI. EMlenguaje alterado. La palabra de la posesa 2 L.Transgresién e interdiceién 2 2. Documentos alteradgs: los textos de las posesas 24: 3. Yo es otro: “la perversion del Lenguaje” 4, Construceién y deconstruccién de un lugar 5. El cuadro de nombres propios: una toponimia “alterada” 251 6. La mentira de la interpretacién 284 Capitulo VIL Una variante: la edificacién hagio-gréfica 257 1. Historia y sociologia 258 2. La estructura del discurso 263 3. Una geografia de lo sagrado 267 Cuarta parte Escrituras freudianas Capitulo VIIE Lo que Freud hace con Ia histori A propésito de Una neurosis demoniaca en el siglo XVI. 273 1. Lo histérico, produce dela “Aufklirung” freudiana 2, Para una historia del siglo XVI 3. Del pasado legible al presente oculto 4, Ocultar, trabajo de la historia 5. Las sustituciones del padre 6. Elacto y la ley Capitulo IX. La ficcién de la historia. La escritura de Moisés y el monotefsmo 1. El discurso de fragmentos o el cuerpo del texto 2. Escribir en la lengua de otro, 0 la ficcin 3. La tradicién de la muerte, o Ia eseritura 4, El quid pro quo 0 la comedia de lo “propio” 5, Lanovela de la historia 28 280 283 286 288 294 302 309 315 329 Prélogo a la segunda edicién Amerigo Vespucei el Descubridor llega de! mar. De pie, yrevestido con -ora- za, como un cruzado, lleva las armas europeas del sentido y tiene detras de si los navios que tracrén al Occidente los tesoros de un paraiso. Frente a 1. la india América, mujer acostada, desnuda, presencia innominada de la difren- cia, cuerpo que despierta en un espacio de vegetaciones y animales exdticos.' Escena inaugural. Después de un momento de estupor en ese umibral flanqueado Por una columnata de drboles, el conquistador va a escribir el cuerpo Je la otra y trazar en él su propia historia. Va a hacer de ella el cuerpo historiado ~el blasén— de sus trabajos y de sus fantasmas. Ella seré América “lat na” Esta imagen erétiea y guerrera tiene un valor casi mitico, sues representa el comienzo de un nuevo funcionamiento occidental de 11 es- critura, Ciertamente, Ia escena de Jan Van der Straet revela la sorpresa ante esta tierra que Vespucci capté claramente, el primero de todos, como una nuova terra todavia inexistente en los mapas? -un cuerpo descoroci- do destinado a llevar el nombre de su inventor (Amerigo). Pero lo que se esboza de esta manera es una colonizacién del cuerpo por el discurs del poder, la eseritura conquistadora que va a utilizar al Nuevo Mundo como una pagina en blanco (salvaje) donde eseribird el querer occidental. Esta eseritura transforma el espacio del otro en un campo de expansién sara un sistema de produccién, Partiendo de una ruptura entre un sujeto y el * Cf. La reproduccisn de te primera pégina + Ctx WE. Weshbum. “EI significado de descubvinienta en los siglos XV. y XVI" en ance Historical Review, 1962, pp 533, Urs Bitteri, Die "Widen” und die "Ziilsirten” un lige felner Geistes and Kulurgeschichte der europairchiberseeizchen Begegnung, Munchen, CH Beck, 1976, pp. 19-80. objeto de su operacién, entre un querer escribir y un cuerpo escrito (0 por escribir) la escritura fabrica la historia occidental. La escritura de la historia es el estudio de la escritura como practica histarica Si toda empresa cientifica tiene como caracteristicas, desde hace ‘cuatro siglos, la produccién de artefactos lingitisticos auténomos (lenguas y discursos “propios”), y la eapacidad de éstos para transformar las cosas y los cuerpos de los que ya se han separado (una reforma 0 revolucién del mundo que los rodea segiin la ley del texto), la escritura de la historia nos remite a una historia “moderna” de la escritura. De hecho, este libro se con- cibié primeramente como una serie de estudios destinados a seRalar Jas eta- pas cronolégicas de esta prictica: enel siglo XVI, la organizacién “etnogréfica” de la escritura en su relacién con la oralidad "salvaje", “primitiva”, “tradicio- nal” o “popular” a la que constituye como su otto (tercera parte de este libro); en los siglos XVII y XVII, la transformacién de las Escrituras cristia- nas, legibilidad de un cosmos religioso, en meras “representaciones” 0 en “supersticiones” marginadas por un sistema ético y téenico de pricticas ca- paces de construir una historia humana (segunda parte); en los linderos del siglo XX, el regreso de la alteridad rechazada gracias a la prictica escrituristica de Freud (cuarta parte); finalinente, el sistema actual de la “industria” historiogréfica,’ que sirve de base a un lugar socioecondmico de produc- cin, a las reglas cientificas de una pericia, y ala construccién de un relato © texto (primera parte). A estos estudios se afiade el que se refiere, en el fin del siglo XVIII, a fa lucha de una racionalidad escrituristica “ilustrada”, revolucionatia y jacobina contra las fluctuaciones idiomaticas de les oralidades de los dialectos.* En lugar de proceder a una reconstruccién cronoldgica, demasiado ape- gaca a la ficcién de una concepeién lineal del tiempo,’ hemos preferido hacer visibles el lugar presente, del que tom su fortna esta interrogante, la particula- ridad del campo, del material y de los procesos (los de la historiografia “moder- ‘na”) que permitieron analizar la operacién escrituristica, junto con las diferen- cias metodolégicas (semidticas, psicoanaliticas, eteétera) que introdueen otras posibitidades teéricas y pricticas en el foncionamiento occidental de la escritu- ta, Por esta razén salié un discurso fragmentado por investigaciones tacticas que obedecian cada una areglas propias: enfogue socioepistemolégico (primera parte), histérico (segunda parte), semidtico (tercera parte), psicoanaliticoy freudiano La expresin es de Mar: “La industria es el lazo de unién real e histirico entre fa naturaleza vel hombre” y es “el fundamento de I ciencia human”. Acerea de la “industria histoiogrl ff. M. de Certenu, “Escrtura e historia”, en Politique anjor hui, diciembre 1975, pp. 65-77 * Michel de Certeat, Dominique Iulia y Jacques Revel, Une politie de la langue. La Révolsion francaise ete patois, Gallimard, Biblicthéque des Histirs, 1975, 320 pp fe infacap. $3 (cuarta parte). Rehusar Ia ficeidn de un metalenguaje que unifique el todo, es dejar aparecer Ia relucién entre procedimientos cientificos limitadas y lo que les falta de lo “real” que estan tratando, Es evitar la ilusién, necesatiamente dlogmatizante, propia del discurso que pretende hacer creer que esta “ade. cuado” a lo real -iusién filosética agazapada detras de las condiciones Previas al trabajo historiografico y cuya ambicién tenaz ha sido maravillo. samente expresada por Schelling: “EI relato de los hechos reales es para nosotros doctrinal”. Bste tipo de relato engaiia porque pretende hacer a ley en nombre de lo red. La historiografia (es decir “historia” y “escritura’) lleva inscrita en Su nombre propio la paradoja -y casi el oximoron- de la relacion de dos términos antinémicos: to real y el discurso. Su trabajo es unirlos, y en las artes en que esa unién no puede ni pensarse, hacer como si los uniera, Este Uibro nacié de la relacién que el discurso mantiene con lo real del que tatan * {Qué alianza existe entre la escritura y la historia’? Ya era fundamental en la concepei6n judeo-cristiana de las Escrituras. De aqui se sigue el papel des- empefindo por esta arqucologia religiosa en Ia elaboracién moderna de la historiogeafia que ha transformado Ios términos y el tipo mismo de la rela. cién pasada, para darle una figura de fabricacién y ya no de lectura o inter pretacton. Desde este punto de vista, el nuevo examen de la operatividad historiografica desemboca, por una parte, en un problema politica (los pio- cedimientos propios de un “hacer historia” nos remiten a una manera de “hacer la historia”), y por otra parte, en la cuestion del sujeto (el cuerpo y la Palabra enunciadora) cuestion rechazada a la zona de la ficcidn o del silencio or la ley de una esciitura “cientifica”? “Sobre este punto, cft. M. de Certeau ¥ Régine Robin, “El discurso histdtico fo veal", en Diatectiques. ims. 14, verano 1976, pp. a1-62 1 Of infra, 4a pate, v M. de Cerean, La fable du set Longages mvstgnes de svue-iéce en preparscida, Escrituras e historias “ Estudioso y bengvolo, tierno como soy con todos los muertos, sigo mi camni- no, de edad en edad, siempre joven, nunca cansado, durante miles de atos.." El camino ~“mi camino” me recuerda esta expresion de caminante: “Cami. nnaba, erraba... coria por mi camino....caminaba como un viajero arevic " Caminar y/o escribir tal es el trabajo sin tregua “impuesto por la fuerza del deseo, por el aguijén de una curiosidad ardiente a la que nada pede deters Michelet, con “indulgencia” y “temor filial” multiplica las visitas a los muct. {0s, beneficiarios de un “diélogo extra”, con la seguridad de que “no se puede reavivar lo abandonado por la vida”. En el sepulero en que habits el histeriador slo se encuentra “el vacio™.‘ Asi pues, esta “intimidad con el otro mundo” no representa ningiin peligro,* “Esta seguridad me vuelve mis bee volo con los que no me pueden perjudicar” EL rato con el mundo muerto, definitivamente distinto del nuestro, se convierte cada dia en algo mas “joven” y atractivo. Después de haber atravesado una por una la Historia de Francia, las sombras “regresaron menos tristes a sus tumbas”, alla las lleva ef discurso, las sepulta y las separa, las honra con Jos ritos fiinebres qe faltaban. Las “ora”, cumpliendo con un deber de piedad filial, tal vor to Pedia un sueio freudiano, escrito en la pared de una estacién: “Se suphi cerrar los ojos”.* La ternura de Michelet va de un lado para otro introdu- eS net {ules Michelet,“ berolsmo det Espiritu (1809, proyecto indi de Prefico ae stirede Franc, $01 Are, im, 92,1973, pp. 7.5 y& 1 Michelet, Price Histoire de France, 4. Moraé, A. Colin, 1962p. 175 24. Michelet, “El Herotsmo del Esprit op eft. “fe infra, pp. 306-307, ciendo las sombras en el tiempo, “el todopoderoso hermoseador de las nuinas: 0 Time beautifying of things!” Nuestros queridos muertos entran en el texto porque no pueden ni dafiarnos ni hablarnos. Los fantasmas se meten en la escritura, s6lo cuando callan para siempre. ‘Otro duelo, mas grave, se afiade al primero: También el pueblo es et separado. “Naci pueblo, tenia al pueblo en el corazin, pero su lengua... su lengua me fue siempre inaccesible, munca pude hacerlo hablar» * El pueblo tam- bignes silencioso, como para ser el objeto de un poema que habla de este siten- cio. Es cierto que s6loel pueblo “autoriza” la manera de escribir del historiador, pero por esta misma razén se halla ausente. Es una voz que no habla, in-fans, sOlo existe fuera de ella misma, en el discurso de Michelet, pero le permite ser un escritor “popular”, rechazar el orgullo; y al volverlo “grosero y barbara” te hace perder todo fo que le quedaba de sutileza literaria.” “EI otro” es el fantasma de la historiografia, el objeto que busca, honra y entierra. Un trabajo de separacién se efectia en esta proximidad in- “quietante y Tascinadora, Michelet se coloca en la frontera, donde desde Virgilio hhasta Dante se han construido todas las ficciones que todavia no eran historia. Este lugar sefiala una cuestisn ordenada desde entonces por pricticas cientifi- ‘cas, y de la que se encarga ahora toda una disciplina. “La buisqueda historica del “sentido’, no es sino Ia biisqueda del Otro”,* pero esta accion contradicto- ria rata de envolver y ocultaren el “sentido” la alteridad de este extraiio, 0, lo que es Jo mismo, trata de calmar a los muertos que todavia se aparecen y ofrecerles tumbas eserituristicas. El discurso de la separacién: la escritura ‘La historia moderna occidental comienza efectivamente con la diferencia en- tre el presente y el pasado. Por esta diferencia se distingue tambien de la ‘rgdicton (eligiosa), Tes Chat nunca llega a Separarse completanrente,y Con _serva con esta arqucologia una relacién dedeuda y de rechazo. Finalmente, hay un tercer corte que organiza el contenido en lo que va del trabajo a la naturaleza y qué supone una separacién entre el disurso y el cuerpo (social), La historia hace hablar al cuerpo que calla. Suponie un desfasanifento entre fz opacidad sifencrase dela “realidad” que desea expresary el lugar donde produce su discurso, protegida por ladis- 5 J, Michelet, "EL Heroism del Espirit, op cit, 8. “Clindo por Roland Barthes, "Michelet hoy", en L' Are, op ci, . 26. 2 Micheet,"Et Herofsmo del Esprit op cit, pp. 12-13, * Alphonse Dupront, "Lenguaje e historia, en ir Congres iemationa des sciences historiques, Moset, 1970 fancia que la separa de su objeto (Gegen-stand). La violencia del cuerpo llega basta la pagina escrita por medio de la ausencia, por medio de los documentos que el historiador pudo ver en una playa donde ya no esta la presencia que los. ddej6 alll, ya través de un murmullo que nos permite ofr, como venido de muy lejos, el sonido de Ia inmensidad desconocida que seduce y amenaza al saber. {Una estructurapropia de la cultura occidental moderna se indica sin duda en eS pode historiogratia: La mteligibilidad se establece en relaciin al“oiro™, se desplaza (0 “progresa")al moditicar la que ComstIV eS" que Conte ST TTS" “atvatvaye ef qatadorelpuchlosel Toso atte pueblo, el Toco, elnitio, eliercer mundo, A waves de variaintés, heterdnomas entre ellas -etnologia, historia, psiquiatrla, pedago- gla, elcétera-, se desarrolla una problemdtica que elabora un “saber decit todo lo que el otro calla, y que garantiza el trabajo interpretativo de una cien- cia (“humana”) al estabiecer una frontera que la separa de la region donde la espera para darse a conocer. La medicina moderna nos presenta un modelo de todo esto, a partir del momento en que el cuerpo se convierte en un cuadro legible, y por tanto fraducible en algo que puede escribirse en un espacio de lenguaje. Gracias al despliegue del cuerpo ante la mirada, lo que se vey To que se sabe pueden superponerse o cambiarse (traducirse). El cuerpo es una clave que espera ser descifrada. Lo que en los sigios XVII y XVIIL hace posible la convertibilidad del cuerpo visto en cuerpo subido, o de la organizaci6n espacial del cuerpo en organizacion semdntica de un vocabu- lario -o lo contratio-, es la transformacién del cuerpo en extensidn, en interioridad abierta como un libro, en un cadiver mudo que se offece a las miradas.? Se produce ia mutacién andloga cuando la tradicién, cuerpo vivido, se despliega ante fa curiosidad erudita en un grupo de textos. Una. ‘medicina yuna historiografia modernas nacen casi simulténeamente dla \ sépatacion eve un sujeto que se-supOHe sabe Teer Yun objeto que se supone exert MMELERE IEE SC cOHUCE, pio que debe te Tecan. ri Eas GR hater an (discursos sobre el "oiro") $ construyen en thicign de una separacinit citre el saber qile provoca el discursa y el cugi- powmio que Tosupone ee tscuso cl cue Tq historfografia separa en primer lugar su propio presente de un pasado, pero repite siempre el gesio.dedividir [a cronologia se compone de; “PeFiOodSS (por ejemplo: edad media, historia moderna, historia coniempo- raii€a), eiilke Jos cuales se traza cada vez la de: isin de ser otro o de no ser ‘mas lo que se ha sido hasta entonces (Renacimiento, Revolucion). Por furno, cada tiempo “nuevo” ha dado /ugar awn discurso que trata como “muerta”' a } todo lo que le precedia, pero que recibia un “pasado” ya marcado por rupturas anteriores "Cf. enpanicular Michel Foucatt, Naissance de fa cliigwe, PUR, 1963, pp vx 7 El corte es pues el postulado de fa interpretacién (que se construye a parc ac presen 5 Oj es Ls agate seen Gomes que deben ser re-interpretadas). El irabajo determinado por este cortey es WoTiaiarista. Opeta SrcT pasado, del cual se distingue, una seleccin entre Jo que puede ser “comprendido” y lo que debe ser olvidado para obtener la | representacién de una inteligibilidad presente, Pero todo lo que esta nueva! comprensién del pasado tiene por inadecuado -desperdicio abandonado al seleccionar el material, resto olvidado en una explicacién- vuelve, a pesar de todo, a insinuarse en las orillas y en las fallas del discurso. “Resistencias”, “cupervivencias” o retardos perturban discretamente la hermosa ordenacién de un “progreso” o de un sistema de interpretacion. Son lapsus on Ja sintaxis Aaqul, com en ctros mushos casos (of el caso de “manifestcisa, “sparc” —y hasta e de “ascidn”), una presidn del lenguaje conriente obliga al sentido a carubiat del acto as: resultado, de to activo del hacer lo pasiv del ser vist, del gesto a su imagen en a espejo. Un Separacién creciente entre Ia investigacin y la vulgatizaciGn se eucuenira fo mismo ef historia que en fa teologia: Lex investigaciones toman la forma de pasos especiicos y diferen ciados por procedimienios propios; pero, en su “vulgarzaciGn”, la historia y la teologie convierten e8 objcios de saber © de curiosidad, distribuidos e impuestos a un “pablice” de consumidores que paticipa cada vez menos en la produccién, - 1. Un indicador: el tratamiento de la ideologia religiosa en Ia historia J.a relacidn entre historia y teologia es ante todo un problema interno de la istoriat {CusT e& eT significado hist6rico de tina doctrina en el conjunto de un Tiempo? {Cues son los crterios para comprenderlo? {Cémo explicarlo en fin cin de los términos que nos presenta el perfodo estudiado? Cuestiones particu- larmente dificites y discutidas, a no ser que nos contentemos con un puro anilisis literario de los contenidos o de su organizacién:* por otra parte, debe- ‘mos rechazar la facilidad de considerar la ideologia como si fuera tinicamente ‘un epifendmeno social, quitando toda especificidad a la afirmacién doctrinal,’ Por ejemplo, ,qué relaciones podemos establecer entre Ia espirituali- dad 0 a teologia jansenistas por un lado, y por otvo las estructuras socio- culturales o la dindmica social de la época? Hay todo un abanico de respuestas. Asi, para Orcibal, lo que se debe buscar es una experiencia radical en su estado primario y en el texto més? Primitivo, Pero, aun all, fa experiencia-se enajena entre los apremios de un | Jenguaje contempordneo; la historia de su dfusion sera, pues, la historia de una | degradacién progresiva, Aun euuando el historiador pudiera remontar la co- rriente hasta las fuentes més primitivas, escrutando sin cesar en los sistemas historicos y lingiisticos hasta encontrar a experiencia que ocultan al desarro- Hlarse, nunca capta el origen sino solamente los estadios sucesivos de su pérdi- da, Por el contrario, Goldmann lee en la doctrina jansenista el resultado y et signo de la situacién econémica en la que se encuentra una categoria social; al perder su poder, los hombres de toga se vuelven hacia el cielo de la predestina- cidn y del Dios escondido, revelando asi una coytuntura politica nueva que Tes cierra el porvenir, aqui, la espititualidad, sintoma de lo que no dice, nos lleva al anilisis de una mutacién econémica y a una sociologia del fracaso.* t “ Muchas de fas Ilamadas tess de teologia, es preciso confesatto, son inicamente andisis evarios de wn autor y no se dstinguen de los dems estudios literarios sino pot el hecho de tener un objeto eligioso —comio si "hacer teologia” fuera descubrir las ideas telOgiens conte: nidas en una obra * Asi, por ejemplo, en su gran libro Chrétiens sane Eglise. La conscience religieuse et fe tien confessionelaw XVID siécle (Gallimard, 1962), el marsista Leszek Kolakowski trata de tomar en serio al hecho doctrinal y religioso en si mismo coasideruo: “Desde el punto de vista de una ineepretocién materalista de la historia, se puede ndmitr la ineduetibilidad de los fendmenos Feligiosos, reconociendo al mismo tiempo que se les puede explicar genéticamente por ots Creemos que st espesificidad (In de las “ideas eligiosse’) puede compvenderse como especie. ld, teniendo en event al conjunto mis vio que es la toaldad de ls neces soles de Ia époes, en ss intereaciones” (pp.49-S1). Cf, acerca de los problemas de método planteados Por el libro R, Mandrou, “Misticismo y método marxista” en Politigue aujord hui, febrero 1970, pp. SH y ss. y M. de Certeau, L'Absent de 'hctoire, Mame 1973, pp. 109-118 * 4. Orcibal, Les Origies du jansénisme, Vein, § vol, 1947-1962, L. Godin, Le Diew cache, etcetera y M, de Certeau, “De Saint-Cyran al jansenivmo” en Chriss, 10, 1963, pp. 399-40 36 Los trabajos sobre Lutero presentan la misma diversidad de posi- cidnes: a veces remitenla doctrina a la experiencia de juventud qu serine Secreto inefable y orgsnizador (Strohl, Febvre, por ejemplo); a veces la inscriben en el continuwm de una tradici6n intelectual (Griser, Seeberg, et. c&tera), a veces ven el efecto de una modificacidn en las estructuras oo. ‘nomicas (Engels, Steinmetz, Stern), o la toma de conciencia de una mutn. cidn sociocultural (Garin, Moeller, etcétera), 0 el resultado de un conflicto entre el adolescente y la sociedad de los adultos (Erickson). Finalmente, algunos harin del luteraismo la emergencia de la inquietudreligiosa propia de un tiempo (ofr. Lortz, Delumeau), el resultado de una promocién de foe “Isicos” contra los clérigos (N.Z. Davis), un episodio inscrito en la serie de eformas evangelistas que marcan la historia de la Iglesia, o la ola creada en Qeeidente por Ia imupeicn de un acontecimiento tinico (Holl, Bainton, Barthy Se encuentran todas esias interpretaciones y otras muchas mas.” Fs claro que las interpretaciones se refieren ala respuesta que cada autor da a preguntas andlogas en el presente, Aunque sea una perogrullada, es necesario recordar que una fectura del pasado, por mis cortrolada que esté por el analisis de los documentos, Stempre esta guiada por una lectura del presente. Una y otra se organizan, en efecto, en funcién de problematicas impuestas por una situacién, Fstan como embnujadas por cuestiones previas, es decir, por “modelos” de interpreta. ibn, ligadas a una situacién presente del cristianismo, Elmodelo ‘mistico” y ei modelo “folclérieo una esencia veulta Globalmente, yen lo que respecta a Francia, Ia historia religiosa parece arcada desde hace tres siglos por dos tendencias: una, procedenté de las corrientes espirituales, fija el estudio en el anslisis de las doctrinas; otra, marcada por “las Luces”, coloca la religién bajo el signo de las “supersti- ciones”. En ultimo término, tendriamos, de un lado verdades que emergen, de los textos, y del otro, “eirores”, o sea un folclor abandonado en la ruta del progreso. 1k th fesrectoy EM. Carlson The Reinterpretations of the Reformation, Philadephia, 194 LVM, Pollet, “Interpretacin de Luteo en In Alemania contempordnes”, or Resae Se seen, causes, 1953, ppd7-16L; HA, Grimm, “Luther Reseach since 1920" en Journal of Melon Fistor, 32-1960, junio; RH, Bunton, “Interpretaciones de la Reforma”, en tmereon finn ced Rcofew. $6, 1960, ootubt; J. elument, Naisance et affirmation de la Réforme, tor, tose Frineipalmente las pp. 281-300; » los Boltines de R. Stauffer y Th. Sistem bul de ln Seog de Thistoire du protestantsme Banga, 113, 1962, pp. 311-346 9s os a7 Sin ir tan lejos, podemos decir que durante la primera mitad del siglo XX, la religién no aproveché casi nada de las nuevas corrientes puestas en ‘movimiento por los historiadores medioevalistas o “modemistas”: por ejemplo, el andlisis socioeconémico de Emest Labrousse (1933-1941), La religion era mas bien el objeto de discusién de exégetas o historiadores de los origenes cristianos, Cuando intervenia en la historia de las mentalidades de Lucien Febvre (1932-1942), la religién era como un indicador de la coherencia de una socie- dad pasada (y sobre todo superada gracias al progreso), en una perspectiva muy marcada por la etnologfa de las sociedades “primitivas”. Paraddjicamente, dos nombres podrian simbolizar el lugar mis 0 menos explicitamente otorgado al anilisis de Ias creencias durante el periodo entre las dos guerras mundiales y el deslizamiento de opiniones que entonces se produjo: Henri Bremond y Amold Van Gennep; el primero, inserito en la tradicién de la historia literaria, manificsta una pérdida de confianza en las doctrinas al referirlas a un sentido “mistico”, a una “metafisica” oculta de santos;* el segundo, observador escrupuloso del folclor religioso, ve en él el resurgimiento de las sociedades de costumbres antiquisimas, el regreso de algo irracional, de algo originario y de algo cuasi-reprimido.’ Las dos posicio- nes no carecen de analogias, aun cuando estén enunciadas en términos de metodologias muy diferentes. Bremond remite el sentido de la literatura que estudia, a un fondo mistico del hombre, a una “esencia” que se difracta, se expresa y se compromete en los sistemas religiosos institucionales 0 doctrinales. Los hechos doctrinales quedan, pues, desolidarizados de su sen- tido, que permanece oculto en “profundidades” que resultan finalmente ex- trafias a los cortes intelectuales o sociales. A su manera, que se inspira en la antropologia americana o alemana, y siempre adelante de la escuela de Jung, Van Gennep descubre en los folclores religiosos los signos de arquetipos inconscientes y de estructuras antropolégicas permanentes. A través de una mistica siempre amenazada (segin Bremond) o un folclor (para Van Gennep), Jo religioso toma la figura de lo marginal y de lo atemporal, en él, una natu- raleza profunda, ajena a la historia, se combina con fo que una sociedad arroja por la borda. Este modelo, muy visible en nuestros dos autores, se encuentra después bajo otras formas (Lo sagrado, el panico, el inconsciente colectivo, etcétera). El hecho se explica sin duda por la posicién que mantenia el * Cf. M. de Certesu, “Hens Bremond, bstoriador de wn Mame, 1973, pp. 73-108 " Desgracadaments Van Geonep (V 1956) no ha sido todavia objeto del estado de conjunto al {que invituba “Homenaje a A. Van Geonep”, de Pierte Marot en Arts et tracitons populaires, 5, 1957, pp. 113 ss. (Més tarde esta laguas le Hens Nicole Belmont, Arnold Van Gennep. Payot, 1974.) ssencia", en L'Abvent de Vhistoire, 38, cristianismo antes de 1939 en la sociedad francesa (dividido entre un movi- miento de interiorizacién ~con la Primate du spirituel de Maritain (1927) 0 el Esprit de Mounier (1932)- y un positivismo religioso de los tradiciona is- tas), Se explica también que la historia religiosa haya sido diffcilmente “pensable” en una historia social y que se haya quedado como “aberrante” en relacién a Ia historia que se inventaba entonces, en particular la historia socioecondmica de Henri Sée (1921-1929), de Simiand (1932), de Hamil on (1934-1936), de Mare Bloch (1939-1940) o de Ernest Labrousse. Pero al dirigir cada vez mas las investigaciones que inspiraba hacia el estudio de las Corrientes espirituales 0 de la cultura popular, este “modelo” abria a la his‘o- ria religiosa un hermoso porvenir, La ciencia constituia un campo de puos “fenémenos” religiosos cuyo sentido se retiraba a otro orden, oculto; os situaba del lado de la etnologia, y ligaba un exotismo de lo interior a un esencial perdido en la regidn de lo imaginario o de lo simbslico social, Poilia buscar en la religién la metdfora de un fondo ahistérico de ta historia El modelo sociolégico: la pritctica y el saber Es preciso incorporar también a una arqueologia reciente, la importancia que hatomado, con Gabriel Le Bras, el andlisis de las practicas religiosas.” Liga- do al auge de la sociologia, de la etnologia y tambien del folclorismo,""e:1e “modelo” de interpretacién nos presenta una reaccién francesa en favor de las practicas sociolégicas (encuestas, etcétera) y en contra de las tipologiss te6ricas de Troeltsch (1912), de Weber (1920) 0 de Wach (1931). Pe-o supone igualmente, por parte del cristianismo, una sitwacién nueva que <¢ remonta a la edad “modema”. Un pasado obsesiona a este presente, En efecto, la préctica no tiene probablemente el mismo sentido a lo largo de los diferentes periodos de la historia. Adquiere, en el siglo XVI una funcién que tenia en un grado mucho menor en el siglo XIII 0 en =} XIV. La fragmentacién de las creencias en sociedades que dejan de ser religiosamente homogéneas, vuelve mas necesarios los puntos de refere1~ cia objetivos: el creyente se diferencia del no creyente -o el catdlico dl “Acerca de la obra de G. Le Bras, eft. los estuios de Henri Desroche en Revue d'histoire ere Philosophie religicuse, 2, 1984. pp. 128-188, y de Francois Ismber, en Cahiers internation de sociologte, 16,1956, pp. 149-169, \\ EI primer articulo de O. Le Bras acerca de “Ia préctice religiosa en Francia” tenia cow'o objeto “Ia vida popular del entoticismo"; como modelo, “el folelorista", como punto ve partids, “el plan de eneuesta propuesto por M. Saintyves" Elaticula apaiecié en la Revue, Jolktore francaise, 4, 1933, pp, 193-206 co protestante~ por las pricticas. Al convertirse en un elemento social de dife- renciacién religiosa, la prictica recibe una pertinencia religiosa nueva. Se Teagrupa y se cuenta a las gentes en funcién de este criterio, Hoy en dia, cuando tomaa la prictica como base de una medicién cuantitativa de la religidn, la sociologia hace resurgir en la ciencia una orga- nizacién histérica de la conciencia cristiana (que, por lo demas, no existia en el jansenismo), Acentia también un presupuesto latente en los origenes de hace cuatro siglos: una separacidn entre los gestos objetivos y la creen- cia subjetiva, En el siglo XVI, la creencia comienza ya a disociarse de la Practica ~fenémeno que en lo sucesivo no ha dejado de acentuarse. Pera Contarse y marcar las rupturas, los reformistas desconfiaban de las doctri- nas e insistian en los actos sociales. Actualmente, en los trabajos que cuen- tan los gestos, el interés se fija en las pricticas porque representan una realidad social, y lleva implicita una desvalorizacién cientifica de su signi- ficacién dogmética (remitida a “prejuicios” desengaiados por el progreso 0 a convicciones privadas, imposibles de introducir en un andlisis cientifi- co). La légica de este tipo de sociologia acrecienta el cisma entre los he- chos religiosos sociales y las doctrinas qiie pretenden explicar su sentido." Un punto de vista socioldgico convirtié en seguida a las creencias mismas en hechos objetivos. Una sociologta del conocimiento religioso se desarroll6 en el momento en que el sentido se retiraba hacia “Io interior”, El mismo corte se encuentra en el terreno de las investigaciones consagradas a Ia ideologia, opuesto aparentemente al anterior. Pero tampoco en este terreno podemos nosotros, en nuestra telacién de historiadores con el siglo XVII, separar el conocimiento que de él tenemos, de la influencia que ejer- ce todavia sobre nuestros métodos de investigacién. El punto de vista so~ ciolégico sobre las ideologias y la utileria conceptual que organizan nuestro analisis cultural (por ejemplo, la distincidn entre élites y masas, el criterio de “la ignorancia” para juzgar la descristianizaci6n, etcetera) dan testimo- nio atin de la fincidn social que recibié el saber a lo largo del siglo XVI Cuando los diferentes estados europeos sucedieron a la unanimidad religio- 9 au Introduction d U'hstoie de la pratique reigioute en France (PU, 1945), Q, Le Bras plantea el problema de Is relacién entre la "Prietica" y iar “ereencias” (tt, pp. 116-120), Dera, para él, ese plural desig a “la fe". Al resccionar contra Is supereburdanela de extdioy consagrados 0 las doctrnas (ef. su articvlo de 1933), Le Bras hace eortn eiteuito con tas ‘deologins, para hacer notar et enigma de la relacién entre “In prdctita” (~ Io soviolégleo, Io “visible”, noe dice) y “las reencias” (que pers &l no son uo coacepto sociolégico, sino lo invisible, "a Hama” 0 “la gracie de In iluminacisn interior”). Poco a poco ith matizendo esta livisi6n, procedente de la distinciOn teoligica entre naturaleza y sobrenatural,y al mismo ‘iempo coafiaré cade vez menos en la précticn (cuyo nombre dessparece del titulo de Ia reedicién de la Introduction en 1986). & esta segunda evolucién Isambert dedicé el articulo sitado més arriba: "Desarolo y superacin del estudio de la prcti religion en G. Le Bess” 40 sa de la “cristiandad”, subo necesidad de un saber que tomata el relevo de las creencias y permitiera definira cada grupo o a cada pais distinguiéndolo de los dems, En ese tiempo de la imprenta, de la alfabetizacion (todavia cebil) y de ta escolarizacién, el conocimiento se convierte en un instrumen. to deunidad y de diferenciacion: un corpus de conocimientos o un prado de saber divide a un cuerpo o aisla a un nivel social, y al mismo tiempo, se asocia a Ia ignorancia con la delincuencia, y a la masa se ia tiene como el més claro indicador de la misma ignorancia. Lo novedoso no son las divi- siones sociales, sino el hecho de que un saber o una doctrina sea el medio de proponerlas, de manenerlas o de cambiarlas. También en las iglesias las diferencias de saberes se convierten en decisivas, La determinacién de lo que se conoce, cuando se es catélico o reformado, proporciona a la comu. nidad su modo de ideatidad y de distincién. Los catecismos cambian, remodelados por la urgencia de definiciones que circunscriben a la ves contenidos intelectuales y limites socioinstitucionales. En Ia actualidad, trabajos muy recientes como el de R. Taveneaux, ‘cconstruyen organismes socioculturales, disefian circuitos mentales y puic. en establecer Ia geografia de grupos ocultos, basindose en huellas insig- nificantes y en los puntos de reaparicién de ideas religiosas, tal como se identifican los circuitos ‘isiolégicos gracias al viaje de un elemento visible a través del cuerpo opace."” En suma, vuelven a recorrer los caminos ayer abiertos por el uso que una sociedad hacfa del saber. Privilegiando en esas ideas su actuacién pasada, explotindolas a su vez como los restos (a veces los ‘inicos visibles) de divisiones entre diferentes grupos, R. Taveneaux explicita lo utilidad que enfan ayer subrepticéamente ~elservieio que pres- {aban a las sociedades que las portaban-, pero en detrimento de su seritida “doctrinal” el que le daban sus contemporéneos 0 el que todavia pueden conservar. La excesiva divisién de los métodos ha traido posteriormente el efecto de separar, cada vez mas, en cada obra docttinal, un “objeto” socio- {gico enfocado por la historia, de un “objeto” tedtico que parece abando- nado a un andlisis lterario, RiDe esta manera Ren€ Traverenux, en Le Jansénime en Lorraine 1640-1789 (Vrin, 1940, aca de la obscuridad fo que llama “Ios sistemas de tansmisiin del pensumniento™ Ea rein fo que sele@ Is luz del dia son ks divsiones, las polariaciones(patsienses, después olonleseey {as combinaciones inesperadas (pg. el nuevo emplea de los bastiones anondsticos de Sent Wanne en et conjunto), etedten, que eatacterizan a Una vnided sactal complesa “El pene Imiento" Les srve para elaborar una scioogia muy Fina de un grupo de elves 41 Un modelo cultural: de las “ideas” al “inconsciente colectivo” Baczko lo ha notado: la “historia de las ideas” nacié de reacciones comunes, en particular contra la fragmentacion que Nevaba consigo, en una obra o en ‘arbirarianrente tr obra de Newton y de repartir los pedazos entre diferentes especialidades, segim se trate del Apocalipsis, del calendario, de la “filosofia natural” o de la éptica, se trata de comprender su unidad y sus principios organizadores.‘ Por lo mismo, se rechaza la explicacién de una obra en términos de influencias, desmoronando un cuerpo al remitirlo indefinidamen- te a sus fuentes, y provocando, por esta ascensién sin fin a través de una | nube de fragmentos, el desvanecimiento de las totalidades, de las delimitacio- | nes, de las rupturas que constituyen la historia, t Cémo se apropia de sus métodos este tipo de estudios? Anda bus- cando su identidad desde la creacién en Estados Unidos del Journal of the History of Ideas (New York, Lancaster, 1940), primera’ revista que se dedica a ellos. Ni siquiera tiene un nombre definido: en Alemania se llama Geistesgeschichte; en Estados Unidos, intellectual History; en Francia, His- toria de las Mentalidades, en la URSS, Historia del Pensamiento. Baczko podia reconocer, entre esas tendencias, origenes filoséfi- cos comunes, remotamente hegelianos, a través de Dilthey, Luckacs, Weber, Croce, Huizinga, Cassirer, Groethuysen, etcétera; alla por los aiios de 1920- 1930. oy Sees conviction cn una sedischin ene el Esptiny (Geist) y a realidad Sociopolitica, Se supone que constituyen un nivel donde se en- Gata eT eveps de Ta AsoRTY su Corstens, el Zeitgeist. Pero ta ras complejos y aparentemente insolubles. Por ejemplo, ,cudl es el verda- dero Newton? De qué tipo es la unidad que se postula, la de su obra o la de un periodo? {Qué apoyo proporciona a tantas “ideas” diferentes, la unidad No debemos admiramos de qus esta comiente haya nacido de una ampliacién de la historia de las ciencias, pj, con E.A Burt, Dhe Metaphysics of Si Isaac Newton (Londees, Routledge 1025) HA, Smith, History of Modern Culnoe (Now York, 1930-1934); A, Wolf, History of Science, Technology and Philosophy in the 160h and 17th Century (Lonskes, Alled, 1935); AR. Hall The Scientific Revolution, 1500-1800 (Londres, Longmans, 1954); etetera * Lanocitin de Zegest ba tomado, en la Getergerehcht, an sate que avert casi talents «que tnvo en ss origens. Muy important en os revolucionariosulemanes de bs iner0s del igho XV on el Xt Hennirs, Rebmann, Niethammer, sobre todo Ame con su Esprit die temps en 1806, 0 Hardenbeng,eteera) designa una ferza iesistble cuyo avance deribara todos ls obsticisos institacionales. Ensstesentio la wuelvea tomar Hegs, yen 1829 ex rtcada por Schlegel como inde terminads y subvasiva (Philosophie der Geschiche, 1829, 1,18). Ct Jacques d'Hondt, Hegel, plulosophe de Uhisoire viven, POF, 1966, pp-211-216, Mis tarde el Zeige defive, a contri, orden establecido, kcoherenca esttica de una mental, Rasgo signicalivo de un pensamiento"b beral”e“aleo}gico" que senfrentaentonces con el marxismo. que se atribuye a las “ideas del tiempo”, a la “mentalidad” o a una “concien- cia colectiva” contemporéneas? Esta unidad tan buscada, es decir, el objeto cientifico, se presti a discusiones, Se quiere superar la concepcion individualista que divide y :< agrupa los escritos segiin su “pertenencia” a un mismo “autor”, lo cual co cede a la biografia el poder de definir una unidad ideol6gica,"*y supone que a un hombre corresponde un pensamiento (asi como en la arquitectura interpretativa que repite 1o mismo en los tres pisos del plan clasico: ef hor bre, la obra, el pensamiento), Se ha tratado de identificar las totalidades me tales histéricas, por ejemplo, fs Weltanschaunng de Max Weber (concepeian dELUAIVESO O Visio ceT MUD), el paradigma cientifieo de TS. Kuhn, la nit Tea de KO Lovejoy,” eeetera. Estas unidades de medida se refierer a WS Gite TEvi-Sirauss Tamara la sociedad pensada, por oposicién ala sociedsd vivida, Dichas unidades tienden a hacer destacar conjuntos “sancionado.” \ por una época, es decir, coherencias recibidas, implicadas en lo “percibidu” fim Izacion o una diferentiation de los tiempos. “Se realiza, pues, una clasificacion del material basada en comienzos y términos ideolégicos, en lo que Bachelard Hama “rupturas: epistemoldgicas” {Las ambigitedades de tales sistemas de interpretacién han sido vig.- rosamenté criticadas, on particular por Michel Foucault,” Se mantienn y encialmente en Ta condicidn incierta, ni came ni pescado, de esas “totali- | { dades” que no pueden leerse en la superficie de los textos, pero que les 5.1) | + subyacentes,realidades invisibles que llevarian encima a los fenémenos. | {Con qué derecho podemos suponer y cémo podremos identificar a este unidades que se hallan a medio camino entre lo consciente y lo econémici.? "C8 pj, VP Zoubov, “La Historiade Is ienca yl biograta de fos sabios",en Kwart. Hit. Naw 6, 1962, pp. 29-42, ° A.0. Lovejoy, The Great Chain of Being. A Smdy of the History ofan Idea, Cambridge (Mass ‘Harvard Uni. Pres, 1936, " Acer de a “histovn dels menalidades" francesa ci: especialmente Georges Dubyen L'Htoire-t sesméthodes, Glisar, Plende, 1961, pp. 937-966, Pero, ms que npresenaciones teeicas, es nes, sao referise a uabajoshistiios: los eG. Duby ode J. Gf, por supursi. pro ignbignal est sotablemente Icio dg Franco Venturi, Ulumiigmo nel settecento europeo" ey Rapports det Congreso internachonal ME cies tics (Stockh oTi, UBEGTa ATEN TSRU-CAN-FH TOOT Ta istoregramTaer peroTowHOEMO", asl como el siglo Wi esala vere OHNO la argueniog 2 sun anisis de las prcticas el xvites ono yo otro pita una historia dels eas Em efecto, en 1 siglo xv se forme, ¢,com los "Observadores del hombre” a relacionente el home de las "Lvs ¥ el bombre-popular, entre la lite-sujetoy el pueblo-abeto de la cena. Che Sergio Mrwia, |» Sciensia dell uomo nel setecento, Bai, 1970. "Gaston Bachelard, Le Ravonalisme applique, rer, 1949, pp 104-108, Mickel Foucault, “Urchéologe dy savoir, Gallimard, 1963, pp. 29-101, ‘cupan el lugar de un “alma colectiva” y siguen siendo la huella de un ontologismo, SeFSi Tuy pronto sustifuldas por un “inconsciente colecti- "Al no poder ser Verdaderamente controtado, esie subsuelo es capaz de « "extenderse; puede crecer o disminuir segiin nuestra voluntad; tiene la am- plitud de los “fenémenos comprensibles”. De hecho, representa la necesi- \ dad que de él tiene el historiador, y no es propiamente un instrumento de} andlisis; significa una necesidad de la operacién cientifica, y no una realidad que se pueda captar en su objeto. Ete concepcion man ee historiografi jogias que To penetran. Pero al concederles ef lugar de ‘aT opjeTo; aTaAsTarlas de Tas estructuras socioeconémicas, suponiendo por afiadidura que las “ideas” funcionan de la misma manera que las estructuras, paralelamente y a otro nivel,” la “historia de las ideas” s6lo encuentra bajo la forma de un “inconsciente”, la inconsistente realidad donde suefia sees una coherencia aurdnoma, Lo que de hecho manifiesta, ¢s el inconsciente de los historiadores, 0 més exactamente, del grupo al que pertenecen. La volun tad de definir ideoldgicamente la historia es propia de una élite social. Se funda en una divisin entre las ideas y el trabajo. Acostumbraba igualmente descuidar las relaciones entre las ciencias y sus téenicas, entre la ideologia de los historiadores y sus pricticas, entre las ideas y su localizacion o las condi- ciones de su produccién en los conflictos socioeconémicos de una sociedad, etcétera, Nada tiene de notable que esta divisidn, resurrecci6n y refuerzo de un “elitismo” ya muy marcado a finales del siglo XVII (Francois Furet lo ba notado entre otros muchos), tenga por simbolo la yuxtaposicién entre una “historia de las ideas” y una “historia econémica’” La biisqueda de la coherencia propia de un nivel ideolégico nos remite, pues, al lugar de los que la elaboran en el siglo XX. Gramsci nos indica ‘sin duda alguna su verdadero alcance, cuando dejando a un lado la historia de las ideas, la sustituye por fa historia de los “intelectuales organi- cos”, grupo particular, donde analiza larelacién entre la “posicién” social que ocupan y los discursos con que la manifiestan® >" 1 problema de ese piralelismo queda planteado, aun cuando comoen eteaso de Duby et istoriador se interes en una literatira como ia “tansposicibn” oel“reflejo” del grupo que esl objeto rea de su ‘otatio, Serfa preciso medir el efecto propio de esta “Wransposicidn”, La expres litraria no fr la transparencia de Ta vida seca, sino $8 complemento y a menudo su revés (en la medida en aque entncia To que se percibe como “faltante™), 2 fe, Antonio Granisci, Oeuvres Choisies, Ed. Sociales, 1959, p. 432: "Cuando tos diversas ceategortas de inteletuales tradicionales experimentan, con un ‘espiritu de cuerpo”, el sent ‘iento de su contiuidad histriesinintemumpida y de su ealifiacion, se sitan ellos msmos tomo auténomos e independientes del grupo social dominant. Esta autoposici6n tre conse~ tcuencias de largo aleance en el dominio ieoligico y politico: toda Ja filosoia iealiste puede tviburse fcilmente a etta poriciin tomada por ef complejo social de lox ftelectstes.” 44 2. Précticas histéricas y praxis social El examen de todos estos“modelos” (cuya lista y andlisis podriamos prolon- gar) nos revela dos probiemas conexos: el desvanccimiento de Ia ideologia como una realidad que pueda ser explicada, y su reintroduccién como wna referencia en funcién de la cual se elabora una historiografia. Como objeto de estudio parece eliminada —o siempre menospreciada— por los métados, actuales de investigaciér. Por el contrario, se presenta como el presupuesto de “modelos” que caracterizan un tipo de explicacion; esta implicada en cada sistema de interpretacién por las caracteristicas que conserva, por los proce- dimientos que le son propios, por las dificultades técnicas que le salen al encuentro y por los resultados obtenidos, Dicho de otra manera, el que hace historia en Ia actualidad patece que ha perdido los medios de captar una afirmaci6n de sentido cemo objeto de su trabajo, pero encuentra la misma afirmacién en ef modo ¢e st propia actividad. Lo que desaparece del pro- ducto aparece en la produccidn, Sin duda alguna, el término “ideologia” ya no es conveniente pata designar la forma como surge la significacion en Ia Optica o “mirada” del historiador. El uso comiinde este término data del momento en que el lenguaje se objetivizd; cuando, reciprocamente, los problemas de sentido fueron remi- Aidos al proceso de ta operacién y presentados en términos de selecciones historicas integradas en el desarrollo cientifico. Es necesario decir en seguida ue se trata de una revolucién fundamental, yaque coloca el hacer historiograico en lugar del dato historico. Cambia el significado de la investigacidn: de un sentido revelado por la realidad observada pasa al anilisis de opciones o de oxganizaciones de sentides implicados por operaciones interpretativas, Esto no significa de ninguna manera que la historia renuncie a la realidad y se vuelva sobte si misma para contentarse con examinar sus proce- 808. Mis bien, como veremos, lo que ha cambiado es la relacién con'lo real Y si el sentido no puede ser captado bajo fa forma de un conocimiento parti- cular que seria extraido de lo real o que le serin afiadido, se debe a que todo “hecho histérico” es el resultado de una praxis, signe de un acto y por consi- guiente afirmacién de un sentido. Es resultado de procedimientos que han permitido articular un modo de comprensién con un discurso de “hechos".” Antes de precisar més esta situacién epistemolégica que ya no nos Permite buscar el sentido bajo la figura de una ideotogia mas o de win daro de Se puede medir in evoluci6s de Ia historigrafta acerca de ta noctén de “hecho histriew ‘omparando la explicacin de Henrileénge Marrou (°,Qué € un hecho bistrieo?”, ea L Histoire er ses méthades, op. cit. pp. 1494-1500) y los problemas planteados por Frangois Furet en J Le Goff y P. Nora (ed), Faire de Ihistire, Gallimard, 1974, tt, pp. 4261 1a historia, es preciso recordar los indicios que aparecen en la historiografia actual. Volveremos a considerar, a través de estudios historicos, el problema planteado hace tiempo porla tesisclisica de Raymond Aron. Pero no pode ‘mos contentarnos, como le pasaba a él, con captar la interpretacién histérica ‘inicamente al nivel de la filosofia implicita en los historiadores, porque Hega- jamos a un juego indefinido de ideas relativizadas unas por otras, juego reservado a une élite y combinado con la conservacién de un orden estable~ cido. La organizacién de cada historiografia en funcidn de épticas particula- res y diversas se refiere a actos hist6ricos, fundadores de sentidos e instauradores de ciencias. Desde este punto de vista, cuando la historia toma en consideracién el “hacer” (“hacer historia”), encuentra al mismo tiempo ssus rafces en la accién que “bace la historia”. Como el discurso no puede desolidarizarse hoy en dia de su produccién, tampoco to puede de fa praxis politica, econdmica o religiosa que cambia las sociedades y que, en un mo- mento dado, vuelve posible tal o cual tipo de comprensién cientifica, De los “prejuicios” historicos a las situaciones que revelan ellos mismos El alejamiento en el tiempo, y sin duda alguna una reflexion més epistemolégica, nos permiten hoy en dia descubrir los prejuicios que han ejercido presidn en la historiografia religiosa reciente. Aparecen tanto en la seleccidn de temas como en la determinacién de objetivos del estudio. Pero cada vez se ven ligados a situaciones que fijan al historiador una posicién particular freme a las realidades religiosas. Asi, los conflictos entre la Iglesia y el Estado, o los debates de la escuela “libre” contra la escuela laica, han traido, entre otros efectos, el resultado de privilegiar entre los fenémenos religiosos, a los que se presenta~ ban bajo la forma de una oposicién a las ortodoxias, y por consiguiente, de favorecer la historia de las “herejias” més bien que la de las instituciones eclesidsticas o de las “ortodoxias”, No tanto las intenciones personales, sino ‘mas bien las lozalizaciones socioculturales, movilizan entonces el interés y el tipo de investigacién. Por ejemplo, el estudio de los prineipios del siglo XVI se ha dedica- do més a la “prerreforma” que a las corrientes escoldsticas, por lo demas mayoritarias e igualmente importantes, Se aborda al “humanismo” bajo el aspecto de una ruptura con la tradicién eristiana, y no se le inscribe en la % Inroduction te philosophic de Visti, Essal sures limkes de I’ objectvé historique, Vin 1938, Las mismas tess on repetidas en Dimensions de la conscience historique. Pon, 1961 46 prolongacién de la patristica, o de los reformismos sucesivos, 0 de una serie de retornos a a antigtiedad a lo largo de la Edad Media. Del mismo modo, se ha identificado al siglo XVII religioso con el jansenismo, “rebelidn” profética, siendo asi que es uno de los fendmenos de la época y que muchos de Ios elementos considerados como caracteristicos del jansenismo se encuentrin €n otras corrientes espitituales.** O bien, de la obra de los grandes “sabios” de os siglos XVI y XVI, se han retirado los escritos teol6gicos o exegéticos, considerados como resios de épocas superadas, indignas de interesar a una sociedad progresista, eicétera.” El andlisis cortaba, pues, en el tejido de la historia, “temas” confer. mes a los lugares de observacién. No nos admiremos de que los estudios qiie tratan de corregir ese tipo de cortes, para establecer otros, provengan no solamente de tradiciones ideoldgicas” diferentes, sino de lugares yuxtapues- tos ya menudo opuestos a las primeras, por ejemplo de medios eclesiisticos © de centros extrafios al ambiente de la Universidad francesa. De este tipo son las reseiias del P. Bernard-Maitre y de otros, hasta, el gran libro de M, Massaut sobre los te6logos “conservadores” de princi- pios del siglo XVI; los trabajos del P, de Lubac o del P. Bouyer sobre la repeticién de la exégesis apostdlica y patristica en el humanismo erasmiano ™ los de Gilson sobre el vocabulario tradicional adoptado por Descartes,” los de Bremond, o de tantos otros después de él, sobre el vasto repertorio ce corrientes misticas, una de las cuales es el jansenismo. La aportacién con- siderable de estos estudios no esfuma su cardcter més o menos discrets- mente apologético. Tal vez, la misma riqueza de su contenido se hizo posi- ble gracias a este aspecto de réplica o de cruzada, que los asemejaba a vn caballo de Troya, Cin obra mapstal de A. Renaudet, Prvdjorme et humanisme & Paris pendant les premitys suerres d'ttalie, 1894-1517, Droz, 1916, y tada su posteridad * Tuadicién wiivensitaria que corresponde a rechazo del janseianie por I ensefianza académica, qh ur hasta mids de silo xi se mantene hasta la vigorosasintsisde Antoine Adar, Dum stn la révole. Les Janrénctes ds sidcle, Fasand, 1968 Un indiio entre muchos: el lugar concedido a los Theological Manuscripts (ed. H. MeLachle Liverpool, 1980) ea a interpretcibu del obra deNewion, Alexandre Koy especialmente ba mo ‘do ls perspectivas cfr Du monde cis 8! univers infin, PUP, 1961). Ea maestros dia har inca «qu a ciencia ocidental ha sido elaborada en funcion de debates teolbgicosy que, por ejemple, {alla en elacinintvnseca con el dogma de la Encarnacin eft Alexandce Kojeve, “El oigencristist 2 el ciencie modems”, en Mélanges slexandre Koyre, Hermann, C4, pp. 298-306 2 Henti Berard Maitre, "Los Teologastos’ de la Universad de Pati e tempos de Erasino y 2 Rabel, eu Bibovhégued Humanisme er Renaissance, 27, 196, py, 248-264; Jean Piette Masso esse Cichiove, Phumanisme ta riforme ds clorgé, Les Belles Lettres 1968, Louis Bouyer, Autour d° Erasme, Enuies sur le chrstianiome des Humanistes catholigus, Pat 1985; Hens de Lubac, Exégése médiévale, Auber, 1, 1964, Etienne Gilson, Enides sur le rede la pensée médiévale dans la formation du systémecartésies Vein, 1951 Lamarea de los compartimentos socioideol6gicos es particularmente visible en Ia historiografia religiosa francesa. Es un rasgo, muchas veces subrayado, de Ia sociedad francesa, Los trabajos cientificos nos revelaban la posicién universitaria en esta materia. Privilegiaban a los “‘catdlicos liberales” sobre los “catélicos intransigentes” (con excepeién de la obra de René Rémond, estos tltimos han sido estudiados por inglescs o norteamericanos, que no se interesan del mistio modo en los problemas franceses);"'0 bien daban la preferencia al “modernismo” cientificoo social, “sobre elintegrismo" (cuyo interés histitico acaba de ser demostrado por Poula!)."* Los debates internos de Ia sociedad francesa han traido consigo un fixismo histotiogratico, ¥ durante mucho tiempo, la reproduccién indefinida de cortes formales, cuando ‘ya.una erudicién nueva modificaba el contenido. Esta esquematizacién traia como efecto el reempleo actual de los “partidos” opuestos de antafio —reformados contra catdlicos, jansenistas contra jesuitas, modemnistas contra integristas, etcéiera— y las banderas pro- venian mas de las situaciones socioculturales que de las convicciones perso- nales, Las polémicas antiguas organizaban la investigacién cientifica sin sa- berlo. Los historiadores se “metian en la sotana, el habito 0 la toga de sus predecesores, sin darse cuenta que se trataba de vestimentas de controversistas © de predicadores que defendian cada uno su causa”."* Algunos silencios atestiguan hoy en dia ta huella de este pasado reciente, aun en estudios magistrales sobre Ia sociedad y el pensamiento clisicos: discrecién de Goubert en lo referente a las teologias" 0 aun a Ja religidn;'’ ausencia de referencias a fa literatura religiosa en Ia interpreta- cin que Foucault nos da del episteme clisico.* Pero también, y reciproca- mente, silencio del abate Cognet sobre la historia socioeconémica en la Espiritatidad moderna,” o bien, por el contrario, en muchos trabajos con- sagrados a las temporalidades de las abadias, la presién social que hacia que muchos clétigos historiadores no prestaran atencién a la vida religiosa de esas mismas abadias fe René Rémond, La Droite en France de 1815 a nos jours, Aubient9S4, Se tienen las perspectivas miglo-americanas con Richard Griiths; The Reactionary Revolution, Londres, 1966; Fugen Weber, L'Action francaise, Stock, 1962; etcéter. "Emile Poult, nudariome et casoliciome négral Casterman, 1960, y el debate que sostuvo-con Pas Drovlers,en Archives de Saciologe des Religinns, 28,1969, pp-131 “152, Lucien Febate Au coeu Religiew du 14 scl, Sevpen, 1957, p. M6 ™ En Beawias tle Beauvaisis de 1600 41730, Sevpen, 196 Ea Ancien Régime, t.4, A. Coin, 1969, YN. Foucault, Les Mot es choses, Gallimard, 1966,cap. 1. 'L, Cognet, La Spiritualté moderne, Aubier, 1965, yl extn de M. Venard e te Rev. d” Hist. de Ep de France, 54,1968, pp, 101-103 48 La mutacin de los “prejuicios” en objetos de estudio Liberados de situaciones conflictivas que se alejan cada vez mas de noso- fros, nos es mas fécil descubrir su huella en los estudios artiba citados. Nosotros mismos estamos ya en otro lado. A medida que se borran Jas divisiones que todavia ayer organizaban a una época y a su historiogratia, estas iltintas pueden ser analizadas en los mismos trabajos de aquel tiempo La terminacién de un periodo aumenta nuestra lucidez, pero esta compren- sion, que se considera “mejor” y que sera en lo sucesivo la nuestra, se debe al hecho de que nosotros mismos nos hemos desplazado; nuestra situacién hos permite conocer la de ellos de una manera muy diferente a como ellos la conocieron.”" Lo que hace posible la relativizacién de los debates de ayer, y por lo tanto.la identificacién de las presiones que ejercieron sobte el discurso cien- tifico, es la posicion nueva de la religion en nuestra sociedad. Lejos de ser um fuerza, una amenaza, un conjunto de grupos v de cuerpes constituidos, ccmo ocurtia ayer. el cristianismo francés se libera hoy en dia de su pesantez social al salirse de compartimentos cerrados, Deja de constituir Ingares propios, vigorosos pero certados, en la nacién. Se con. vierte en una regivin mal definida y mal conocida de la cultura francesa, Una historiografia religiosa puede ahora convertirse en el objeto de un nuevo exo tismo, semejante al que conduce al etndlogo hacia tos “salvajes” del interior 0 hacia la brujeria francesa. Socialmente, el cristianismo existia mis intensa- ‘mente cuando se le concedia menos lugar ayer en el tempo que el que se le concede hoy en el mundo. Podia uno callarse o ser parcial, cuando se trataba de enfrentamientos, de edversarios o de grupos encerrados en su vitalidad propia, Ahora se dice que ya no constituye una fuerza, y que por necesidad seha “abierto”, “adaptado” y conformado a una situacién donde se convierte enel objeto de una curiosidad “imparcial” y en signo lejano de “valotes”.”” La renovacién de Ia historia religiosa no significa, putes, un avance del cristianismo, sino la disolucién de sus instituciones y sus doctrinas en las nuevas estructuras de la nacién, el paso de un estado de cuerpo opaco y resistente a unt estado de transparencia y movimento, Ch tas observaciones de D, Jia, P Leviton, D. Nerds y A. Vauches, “Reflesiones acerca dela historiogratia francesa ecatemporinea”, en Recherches et Debats, 47, 1964, pp 79.94 Acerca del interés envolipice y flerico, que eel tinico que se presta ahora a k eligién, 9 ue expla a te ver fa maturalza de wna nueva “euriosidad” ¥ Ix renovaciin de Toe estadioe acerea de las ieologins (en lo sicesivo tends por increibes, pero povtadoras de un snblisme ue debe descifarse. ff. M. de Certeau, Lar Culture au pluie, ol. 1018, 1974, py. tl. 48 Las Revoluciones de lo evel 49 Los “prejuicios” de la historia 0 de los historiadores desaparecen cuando se modifica la situacién a la que se referian. La organizacién ayer viviente de una sociedad, inerustada en la Optica de sus historiadores, se cambia entonces en un pasado que puede ser estudiado. La organizacion cambia de condicién: deja de estar del lado de los autores, como aquello en funci6n de lo cual pensaban y se pasa del lado del objeto, al cual nosotros, ‘nuevos autores, debemos convertir en pensable, En funcién de ofra situacién hos es ahora posible examinar como “prejuicios” las circunstancias de una Epoca y el modo de comprensién de nuestros predecesores, rehabilitar las relaciones con otros elementos de a misma época e inscribirsu historiografia ‘en la historia que constituye el objeto de nuestra propia historiografia,® Segiin este modo de ver las cosas, los modos de comprensidn de la historiografia de ayer se encuentran en la misma posicién que las ideologias © las creencias cristianas. Estas tltimas representan solamente a la distancia mayor recorrida por la conviccién que proporcionaba a tn pasado sus prin- cipios de inteligibilidad y que hoy en dia debe ser comprendido segtin otros Puntos de referencia. La separacidn entre estas dos posiciones nos esta sefia~ {ando el problema mismo del proceso histirico: la relacién entre el “sentido” que se ha convertido en un objeto, y el “sentido” que permite actualmente comprenderto, Desde el momento en que se busca el “sentido histérico” de una ‘deologia o de un acontecimiento, se encuentran no solamente métodos, ideas © una manera de comprender, sino la sociedad a la que se refiere la definicion fe lo que tiene “sentido”, Si existe, pues, una fimcién histérica que especifica la confronta- ciGn incesante entre un pasado y un presente, es decir, entre lo que organiza. baa la vida o al pensamiento y lo que permite hoy en dia pensarlo, existe también una serie indefinida de “sentidos histéricos Las creencias nos oftecen un caso extremo de la relacién entre dos sistemas de comprension a través del paso de una sociedad todavia religiosa {la det siglo XV1, por ejemplo) a una sociedad, la nuestra, donde lo "pensable” se ha secularizado, EI problema consiste en saber qué acontecimionto 9 qué mutacin sociopolitien vuelve posible sein el po de vista de la histociogrfia del siglo Xx, un anainisandlogo al gor Re Mousnier dedie6 en estos iltimos fos a los historindores del sig xvus Pero sin dale os "teeesario invert oy términos de Ia eveston: un nuevo punto de visa ientifca es provi ‘mente woo de los indvios por donde se expresa y se encuentra un “acontecimicors™ 50. 3. La historia, discurso y realided Dos posiciones de lo re.tl Si recapitulamios todas estas aportaciones, fa situacidn de la historiografia ms Dresenta la interrogaci6n sobre lo real en dos posiciones muy diferentes en. rrr Cientifico: lo real como conocido (lo que el histriador estudia, con'- Prende o “resueita en una sociedad pasada) y lo real come implicade por a pbemcién ctentifica (Ia sociedad actual ata que se refieren la problematice 4-1 historiador, sus procedimientos, sus mods de comprensién y finalmente ura Drletica del sentido), Poruna parte, loreal es e resultado del andlisi, por otn, SSsupostulado, Estas dos formas de la realidad no pueden ni eliminarse'n ody cirse Ia una a Ia otra, La cienciahistorica se apoya precisamente en su relneis 9 ‘mutua. Su objetivo propio es el desarrollo de esta relacién en un diseurso, Evidentemente, siguiendo los periodos o os grupos, la ciencia his \6riea se moviliza de preferencia hacia uno de los dos polos, Hay, en ef ‘0, dos especies de historia, sepiin prevalezea la atencidn a una ve Ins des Posiciones deo real. Y aun cuando los casos en que hay mezcla de las dos especies superan @ los casos puros, cada especie puede ser facilmente Feconeeica, Un primer tipo de historia se interroga sobre lo pensable . sobre las condiciones de su comprensisn; el otto pretende Megar a to vivi do, exhumado gracias al conocimiento del pasado La primera problemética examina la capacidad de convertir en Pensables a los documentos que ha encontrado el historiador, Obedece a seepaidad de elaborar modelos que permitan constituir y comprender series e documentos: modelos econsmicos, modelos culturales, etcetera Esta perspectiva, cada vez més comin en nuestros dias, condace af bistoriador a las hipotesis metodoligicas de su trabajo, asu revision e traves de intercambios pluridisciplinares; a principios de ineligibiltdad capaces de instaurar pertinencias y de producir “hechos", y finalmente a una stuncion Spitemologica presente en el conjunto de las investigaciones caracteristiens dela sociedad donde trabaja“! 1.2 otra tendencia favorece a relacin del historiador con lo vivido, G5 deci la posibilidad de reviviro de “resucitar”un pasado, Quiererestaare, lo olvidado y encontrar alos hombres a través de las huelles que han dejado. Implica ademas un género literatio propio: el rlato; mientras que Ia primera, ucho menos descriptiva, se enfrenta més bien con series de donde saldnag diferentes tipos de métodos. J,Ct <0 particular lasweva serie de los Annales £5¢ (desde 1960), 0 The Jounal of ntersisciphinary Hiswory, 970,417 Pees (usa) Pr Entre estas dos formas hay tensién, pero no oposicién. Porque es un hecho que el historiador se halla en una posicién inestable. Si da la prioridad a un resultado “objetivo”, si intenta colocar en su discurso la realidad de una sociedad pasada y si desea devolver la vida a un desaparecido, reconoce siem- pre en toda reconstruccién el orden y el efecto de su propio trabajo, El discur- 0 destinado a decir lo otro sigue siendo su discurso y el espejo de su opera- cin, Por el contrario, cuando vuelve a sus practicas y examina sus postulados Para renovarlos, cl historiador descubre presiones que se originan més allé de su presente y que se remontan a organizaciones anteriores, de las cuales st trabajo es el sintoma, no la fuente. Asi como el “modelo” de ta sociologia religiosa implica (entre otras cosas) la condicién nueva de la practica o del conocimiento en el siglo XVII, no de otra manera los métodos actuales llevan consigo, disimulados como acontecimientos y cambiados en cédigos o en pro- blematicas de ta investigacion, antiguas estructuraciones e historias olvidadas, Fundada, pues, en el rompimiento entre un pasado, que es su objeto, yun presente, que es el lugar de su practica, la historia no cesa de encontrar al presente en su objeto y al pasado en sus pricticas, Esta poseida por la extrafieza de lo que busca, ¢ impone su ley a las regiones lejanas que conqui tay cree datles la vida. Lo intermedio, situacién de la historia y problema de Io real Un trabajo incesante de diferenciacién (entre acontecimientos, entre periodos, entre aportaciones, entre series, eteétera) es, en historia, Ia condicin que per. mite relacionar elementos distintos, y por lo tanto, comprenderlos: Este trabajo se apoya en la diferencia que existe entre un presente y un pasado, Supone siempre al acto que presenta una novedad y se separa de una tradicion para considerarla como un objeto de conocimiento , El corte decisivo en cualquier ciencia (una exclusién es siempre necesaria cuando se procede con rigor) toma en historia Ia forma de un limite original que constituye a una realidad como “pasada”, y que se explicita en las técnicas proporcionadas a la tarea de “hacer historia”, Ahora bien, este carte parece ser negado por la operacién a la que da origen, puesto que fo “pasado” regresa a la practica historiogrifica. E} ‘muerto resucita dentro del trabajo que postuilaba su desaparicién y que postu Jaba también la posibitidad de analizarlo como objeto. La condicién de este limite, necesario y negado a la ver, caracte- riza aa historia como ciencia humana. Es “humana”, no en cuanto tiene al hombre por objeto, sino porque su prictica reintroduce en el “sujeto” de la ciencia lo que ya habia distinguido como su objeto. Su funcionamiento nos envia del uno al otro polo de lo “real”, La actividad productora y el period conocido se alteran reciprocamente. El corte que habia puesto entre ellos una decision generadora de trabajo cientifico (y fuente de “objetividad”) comienza a tambalearse Se invierte, se desplaza, avanza, Este movimiento se debe precisamente al hecho de que el corte ha sido impuesto y no puede ser sostenido. En el curso cel movimiento que desplaza los términos de le rela ci6n inicial, la misma re'acién es el lugar de Ia operacién cientifica. Pero es tun lugar cuyas mutaciones, como un corcho que flota en el agua, siguen os movimientos mas vastos de las sociedades, sus revoluciones econdmi- 2s y politicas, las relac:ones complejas entre generaciones o entre clases, eicétera. La relacisn cientifica reproduce el trabajo que asegura a unos grupos el dominio sobre otros hasta convertirlos en abjeto de posesién; pero da testimonio también del trabajo de los muertos, el cual, gracias a una especie de energia cinética, se perpetia silenciosamente junto con la super vivencia de estructuras antiguas, “continuando”, dice Marx, “sw vida vegetativa” (Fortve-getction).? Elhistoriador no escapa ni del estado latente ni de 1a pesadez de un Pasado que todavia esta ahi (inercia que el “tradicionalista” Ilamaré “continu dad”, con la esperanza de presentarla como la “verdad” de la historia). Yano puede hacer abstraccién de los distanciamientos y de las exclusiones que definen Ia época o la categoria social ala que pertenece, En su operacidn, las Permanencias ocultas y las rupturas instauradoras se amalgaman, ¥ esto Jo demuestra claramente fa historia, puesto que tiene por objeto diferenciarlas.** La frdgil y necesaria frontera entre un objeto pasado y una praxis presente comienza a tambalearse cesde el momento en que al postulado ficticio de un dato que debe ser comprendido, lo sustituye el examen de una operacién siempre afectada'por determinismos y que siempre puede ser reconsiderada, siempre dependiente del lngar donde se efectita dentro de una sociedad, y por Jo tanto especiticada por problemas, métados y funciones propias. La historia se dzsarrolla, pues, alli, en esas fronteras donde una sociedad se une con su pasado y con el acto que lo distingue de él: en las Tineas que trazan la figura de una actualidad al separarla de su ofro, pero gue borran o modifican continuamente el setorno del “pasado”, Como et fa intura de Miré, el rasgo que dibuja las diferencias con contornos precisos y hace posible una escritura (un discurso y una “historicizacion") se ve atravesado por un movimiento contrario. Hay vibracién de limites, La rela- {East Mars, Das Kopitl etlin, 1947.1. p.7 (prime pefacio); cfr Oevves, Pldade, 1965. tp. 549, ‘Eto es fo queha hecho nour iastentementeM.Foucaulenpaticulre L'Arologie du savor 1969, pp. 16-17 cién que organiza a historia es una referencia cambiante en la que ninguno de los términos puede considerarse como estable. La relacién conel otro Esta situacién fundamental se revela en nuestros dias de muchas maneras que se refieren a la forma o al contenido de la historiografia Porejemplo, el andlisis deuna duracién breve o larga, socioecondmica © cultural, se ve precedido, en las obras de historia, de un Prefacio donde el historiador narra las etapas de su investigacién, Et libro, compuesto de dos mitades desiguales, peso simbélicas, une a la historia de un pasado, el itinera- rio de un proceso. Ya Lucien Febvre inauguraba la presentacién de su Lutero con ef examen de su propia situacién como historiador en la serie de estudios consagrados al mismo objeto (1928). El se inscribia en la evolucién de una historia presente, al mismo tiempo que colocaba a Lutero en una serie andlo- ga mds antigua. Posteriormente, el histofiador ya no sélo precisa el lugar desde donde habla, sino los movimientos que ha hecho, o el trabajo que ha realizado en su metodologia y en su problematica, Pierre Vilar y Emmanuel Le Roy Ladurie, cuyas obras dominan la historiografia presente, yuxtaponen el trazo de una curva metodolégica de sus trabajos a la de las transformacio- nes estructurales de Cataluite o del Languedoc durante cuatro siglos.* La verdad de la historia esté en un “estado intermedio” impuesto por tuna obra incapaz de crear un objeto que sustituya a esta relacién, En Soriano, el anilisis de los euentos de Perrault se convierte en relato 0 en confesion de tuna biisqueda, de manera que el objeto del estudio, fragmentado por sondeos metodologicos heterogéneos, encuentra st unidad en la operacion donde se combinan sin cesar las acciones del autor y las resistencias de su material Con esta tension interna, nervio de la explicacién histérica, debemos relacionar otto aspecto no menos sorprendente de las investigaciones actuales: la con- frontacién de un método interpretativo con su “otro”, o mas precisamente, la evidlencia de la relacién que mantiene un modo de comprensién con lo incom- prensible que “ha hecho resaltar”, Por ejemplo, lainmensa erudicién cultural de Alphonse Dupront encuentra por todas partes en la historia un “panico", pro- fundidad salvaje y sagrada. Si alguna vez esta “alma panica del colectivo”, este impulso original, o esta opacidad neutra de una “mentalidad colectiva”, tomacl aspecto de un punto de referencia, de un significado, o de una base de la + Gmumanuel Le Roy Ladue, Les Paysans de Languedoc, Sevpen, 1966, 1 pp. TL. y sobre todo Pierre Vilar, La Catalogne dans I'Fspagne moderne, Sevpen, 1962.1. pp. Li-3® Mare Soriano, Les Cantes de Perraule Culture savante ct rations populaires, Gallia, 1968. 4 historia, se debe a una especie de ficeién que se apoya en los puntos de vista més discutibles de Otto o de Jung, Porque, en realidad, este “panico” es ef ‘nombre que un conocimiento prodigiosamente extendido daa su propio limi- te, alo desconocido que revela y encuentra en su avance, a todo lo ignorado que hace aparecer el progreso de una ciencia, Una dimension de la historia se seflala (y no se elimina, como en otras partes) por un “irracional” proporcio- nado a la investigacién que se ha colocado bajo el signo de un conocimiento de las ideas y de las formas culturates: “Lo no histérico, dice Dupront, es indispensable a lo historico”.* Pierre Vilar presenta un fen6meno andlogo: laexistencia misma det tema de su trabajo ~Catalufia~ es el enigma que hace surgir un riguroso analisis socioeconémico. iCémo se constituye Cataluia como unidad propia? ,Cémo cambia esta unidad con ta aparicién, también problematica, de la unidad “espatiola”? En estos problemas, la notable demostracién de P. Vilar, que convierte Ia teoria econémica en anilisis hist6rico para captar una “historia profund: partiendo de las variaciones econémicas, encuentra su otro, Se topa con continuos enigmas; “Ia formacién de grupos con fuerte conciencia de comu- nidad”, la naturaleza de la “personalidad regional” o nacional, el sentido de wn “querer politico”.“” El rigor de su interpretaci6n libera, como un resto o como fo que se le vuelve incomprensible, a a unidad de conciencia cuyas condicio- nes y funcionamiento han sido, sin embargo, tan vigorosamente aclaradas No debe soxprendernos que el problema abierto por la irrupeién del otro en los procesos cientificos aparezca igualmente en sus objeras. La investigacién no busca inicamente comprensiones que salgan bien, Regre- saa los objetos que ya no comprende. Se da cuenta de lo que va perdiendo al fortificar sus exigencias y sus métodos. La Historia de la locura nos indica el momento en que un cientificismo inflado tiene que enfrentarse con zonas que habia considerado como un desperdicio 0 como un revés in: comprensible.** La ciencia histérica ve crecer las regiones silenciosas de “En Rewe de Synthése, nim 37-38, p. 329, Cz. también algunos estudios particwlarmente importantes “Lourdes, perspectivas de una sociologis de lo sagrado”, en Li Tuble nome, 125 ‘mayo 1958, pp. 74-96; "Problemas y métodos de tna historia de la psicologia colective, en Annates #5¢, 16, 1961, pp. 3-11; "Formas de la cute de las mass; de Ia queja potica » le Peregrinacién tumultiosa(siglos XVI-AX)", en Niveau de culture et groupes socious, Muto, 1968, pp. 149-167 OR Vilar, La Cataiogre... op cit. Prefasio, pp. 36.37. La confrontacin entre expres ella» «stracturas esosomicas es patcularmente res (debido al mismo objets estaiado}en El Tiempo de! Quijote” (Europe, enero 1956, pp. 3-16); “Los primitives espafoles del pensamiento econdmica (élanges M. Batition, 1962, pp.261-284);o, desde un punto de visa mis metodologic, en" Marne ‘mo historia enel desarollode las eiencas umanas” (Stal storc, lnm. 8, 1969, pp 1008-1043}, “M1, Foucault, Folie et déraison. Histoire de ia foled'ge classique, Plon, 1961 (auova accion, Galimard, 1972, donde ha estado ausente. Es también el momento en que otras ciencias hacen el balance de las motestias que les han producido sus propios éxitos. E] libro de Michel Foucault nos presenta esta interrogante. Lo expresa a través de ur objeto perdido por la historia, pero que no se puede suprimir: 1a locura, constituida por todo lo que ha excluido la razon. Ciertamente, si consideramos todo esto, el esfuerzo del autor para devolver a fa locura sw lenguaje propio tiene que resultar un fracaso y contradecitse; el autor vaci- la entre la “recuperacién” de la locura bajo el signo de un nuevo tipo de comprension y el crecimiento indefinido del signo abstracto (Ja locura) destinado a designar un casillero vacio incapaz de ser Henado por la historiografia.® Pero queda este hueco abierto delante de la raz6n cientifica bajo la forma de objetos que la razén rodea sin decidirse a atacarlos. Los estudios consagrados a la brujerfa, al milagro, ala locura, a la cultura “sal- vaje", eteétera, se han multiplicado desde entonces. Sefiatan un enfrenta- miento donde la etnologia y el psicoanstisis han permitido a ia historia explicitar su inquietante extraiieza. La “razon” cientifica esta indisolublemente unida a la realidad que encuentra a su sombra y a su otro en el momento en que los excluye. Esta movilizacién de la historiografia hasta los limites que especi- fican y relativizan su discurso, se reconoce todavia bajo Ia forma, mas epistemoldgica, de trabajos consagrados a los modos de diferenciacién entre las ciencias. También aqui Michel Foucault tiene valor de signo, Vol- viendo a tomar andlisis anteriores, principalmente los de Canguilhem, nos muestra como Ia historia se divide (y se define) en funcién de una combi- nacién sinerénica de discursos que se contradistinguen mutuamente y se refieren a reglas comunes de diferenciacién.* Pase lo que pase con las posiciones propias del autor, su obra describe y precipita el movimiento que lleva a Ja historia a convertitse en un trabajo sobre el limite: a situarse en relacién con otros discursos, a plantear ta discursividad en su relacién con un eliminado, a medir los resultados en funcién de objetos que se le escapan; pero también a establecer continuidades al aislar las series, a pre~ cisar métodos al distinguir los distintos objetos que se captan en un mismo hecho, a revisar y a comparar las periodizaciones diferentes que hacen aparecer diversos tipos de andlisis, etcétera. En Jo sucesivo, “el problema ya no esta en fa tradicién y en las huellas, sino en la divisién y enel limite” Hablemos de limite o de diferencia mis bien que de discontinui~ dad (término demasiado ambiguo porque parece postular ta evidencia de un corte en fa realidad). Entonces podremos decir que el limite se convierte © Cita este respecto, las agudas observaciones de Jacques Derrida, L‘Eeriture et la diffrence Seuil, pp, $1-97 (*Cogito e historia de Ia locura), MC Foucault, L'Areheslogie du savoir op. cit, pp. 22-101: “Lae reglaridades discursivas 56 “en instrumento y objeto de investigacion a la vez". Este concepto operatorio de la prictica historiografica, es el instrumento de su trabajo y el lugar de st examen metodolégico. El discurso de la historia Un paso més, y la historia sera enfocada como un texto que organiza unida- des de sentido y Neva a cabo transformaciones cuyas reglas pueden determi- narse, En efecto, si la hstoriografia puede recurrir a los procedimientos semiolégicos para renover sus pricticas, ella misma se les oftece como tn objeto, en cuanto constituye un relato 0 un discurso propio. Tal vez hasta ahcra los ensayos consagrados a la historia desde esta Perspectiva no son totalmente convincentes en cuanto postulan la univocidad del género “histérico”a través de los siglos. Asi lohace Roland Barthes cuando se pregunta si “ta narracicn de acontecimientos pasados, sometida... a la san: cidn de la ‘ciencia’ histérica, colocada bajo la caucidn imperiosa de lo ‘real Justificada por prineipios de exposicién ‘racional’...difiere verdaderamente. por algin rasgo especifico, por una pertinencia indudable, de fa narracién ima ginaria, tal como nos la presenta la epopeya, la novela o el drama” *? Querer responder a esta pregunta baséndose tinicamente en el examen de algunos “historiadores clasicos” ~Herodoto, Maquiavelo, Bossuet y Michelet-, ;no es acaso suponer demasiado sronto ta homologia de todos esos discutsos: apro- vechar con demasiada facilidad los ejemplos mas inmediatos de la narracién, muy alejados de las investigaciones presentes; tomar el discurso fueradel gesto que lo constituye en una rclacidn especifica con la realidad (pasada) de la que se distingue, y no tener en cuenta, por consiguiente, las modalidades sucesivas de dicha relacién; finalmente, negar el movimiento actual que convierte al dis- curso cientifico en la exposicion de las condiciones de st produccién, mas bien que en la “narracién ce los acontecimientos pasados""? Resulta que a través de las obras “clasicas”, la condicién de un escrito “histérico” parece definida por una combinacion de significaciones ‘inicamente articuladas y presentadas en términos de hechos. Para Roland Barthes, en efecto (si omitimos los detalles de su argumentacién lingiiistica), los “hechos” de que habla a historia funicionan como indicadores. Gracias a las relaciones establecidas entre hechos, o a la elevacién de ellos al valor de sintomas para una época entera, o ala “leccién” (moral o politica) que orga- " tbid, pp. 2 1. 1 Rohad Barthes, “El Discurso de la histori” em Social Science information, I, 4, 1967, pp. 65-75.. Debe compararse con “Fl efecto deo teal", del mismo autor, en Communications, 11, 1968, pp. 84-90, y “Le Escritwra del acontecimiento", en Communications. 12, 1958, v9 08.113, 7 niza al discurso entero, hay en cada historia un proceso de significacion que tiende siempre a “completar” el sentido de la historia; “el historiador es el hombre que retine no tanto hechos sino significantes”.* Da la impresion de contar hechos, siendo asi que en realidad enuncia sentidos, que por lo demas remiten lo notado (lo que e! historiador retiene como propio) a una concep- cidn de lo notable, El significado del discurso historiografico son las estruc- turas ideolégicas o imaginarias, que se ven afectadas por un referente exte- rior al discurso, inaccesible en si mismo. R. Barthes lama “efecto de lo real” al atificio del discurso historiografico, que consiste en ocultar bajo la fiecién de un “realismo”, una manera, necesariamente interna al lenguaje, de plantear un discurso, “E! discurso histérico no sigue a lo real, snicamente lo significa al no dejar de repetir asi pasd, sin que esta asercién pueda ser nunca otra cosa sino el revés significado de toda la narracién histérica” * Evocando “el prestigio del asi pasa” a propésito de la historia, R. Barthes lo pone en relacién con el desarrollo actual de la novela realista, del diario intimo, de la nota petiodistica, de los museos, de la fotograffa, de los documentales, etcétera. Todos estos discursos se apoyan, en efecto, sobre algo real perdido (pasado); reintroducen como retiguia, en el interior de un texto cerrado, la realidad que se ha desterrado del lenguaje. Parece que las palabras, al no poder ser ya acreditadas por una relacién efectiva con las ‘cosas que designan, se han hecho més aptas para formular sentidos en cuan- to se ven menos limitadas por una adhesién a lo real . Asi, més bien gue un reiomo a Jo real, el “realismo” expresa la disponibilidad de una multitud de palabras hasta ahora destinadas a hechos particulares que en lo sucesivo pueden utilizarse en 1a produccién de leyendas o de ficciones. Porque el vocabulario de lo “real” pasa a ser parte del material verbal que puede organi- zarse en el enunciado de un pensable o de un pensado. Ya no tiene el privile- io de ser el afloramiento de hechos, de permitir que emerja através de ellos una Realidad profunda, ni de ser por eso mismo aureolada con el poder de “expresar” a Ja ver. la “cosa misma” y el Sentido que vendria en ella Desde este punto de vista, podemos decir que “en lo sucesivo el signo de la Historia es no tanto lo real sino lo inteligible”. SS Pero no se trata de cualquier inteligible. “El desvanecimiento de la narracidn en la ciencia histérica actual” da testimonio de la prioridad con- cedida por esta ciencia a las condiciones en las que elabora lo “pensable” {tal es el sentido de todo ef movimiento “estructuralista”), Y este andlisis, © R. Barthes, "EI discurso de la histori", wp. cit p. 65. % Rud, pp 8-74 © Ibid p. 75. En ba "usin veerencal", de Yo real, en el “ealismo”, R, Barthes descubre una nueva verosimiiaad EI efeeto de lo real", op. cit, p. 88). Esto “real” es la conaotackéa de un pensable que se refiere a los métodos, es decir, a la produccidn de sentidos, no puede disociarse, en historia, de un lugar y de un objeto: El lugar es, a través de los procedimientos, el acto presente de esta produccion y la situacion que hoy lo vuelve posible al determinarlo; el objeto son las condiciones en tas cuales una w otra sociedad se han dado un sentido por un trabajo, que es, a pesar de todo, determinado. La historia no es una critica epistemoldgica, Siempre quedaré como un relato, Nos cuenta su propio trabajo y, al mismo tiempo, el ‘rabajo que puede leerse en un pasado. Y por lo demds no comprende a este timo sino aclarando su propia actividad productora, y reciprocamente, la historia se comprende a si misma en el conjunto y en la sucesién de produe- iones, de las cuales ella misma es un efecto, Si, pues, el relato de “lo que paso” desaparece de Ia historia cientifi- ca (para extenderse, por el contrario, en la historia vulgarizada), o si la narra- cién de los hechos toma la apariencia de una “ficcién” propia de cierto tipo de discurso, no tendriamos derecho a concluir que la referencia a lo real comienza a desvanecerse. Mas bien la referencia se ha desplazado. Ya no se nos da inmediatamente con los objetos narrados o “reconstitwidos”, Esta implicada en la creacién de “modelos” (destinados a volver “pensables” a los objetos) proporcionados a praicticas, en la confiontacidn con lo que les resis- ‘1, los limita y hace alusion a otros modelos, finalmente en la elucidaciin de Jo que ha vuelto posible a esta actividad al inscribirla en una economia part cular (o histérica) de la produccién social, Desde este punto de vista, se puede pensar con A.J. Greimas, que frente a los modelos capaces de informamos del funcionamiento de un len- guaje, 0 si se prefiere, frente al andlisis de las combinaciones posibles en | organizacién y la transformacién de elementos en niimero finito, lo historice aparece ante la formulacin estructuralista “como una limitacion de sus posi- bilidades de manifestacién”. Asi como la estructura atémica, nos dice, se concibe ficilmente como una posibilidad entre las combinaciones de las que el universo actualmente manifestado no es sino una realizacion parcial, la estructura semantica, imaginada como un modelo andtogo, permanece sbier tay solamente puede ser clausurads por la historia.** EL limite se encuentra en el centro de la ciencia historica y designa al otro de la razén 0 de lo posible, Bajo esta figura lo real reaparece en al interior dela ciencia, Pudiera ser, sin embargo, que la distincién entre ciencins “exac- tas” y ciencias “humanas” ya no pasara como una diferencia en ta formalizacién on el rigor de la verificacién; mas bien las disciplinas se distinguen segiin el lugar que otorgan, unas a to posible, otras al limite “AJ. Greimas, Du sens. Essatssémionigues, Seuil, 1970, p. NI. Cf. todo el capitulo, “Hist. fia y estructura” pp. 103-116 na! En todo caso, existe sin duda alguna una fascinacin provocada por el limite, que va unida al oficio det etndlogo o del historiador, 0 lo que es casi Jo mismo, una fascinacién provocada por el otro, Pero el limite no es solamente lo que encuentra constantemente delan- te de sil trabajo historico organizado por Ia voluntad de volver pensable una cosa; también se relaciona con el hecho de que cada proceso interpretative ha tenido que ser.bien establecido para poder definir los procedimientos propor- ‘cionados a un modo de comprensién. Una nueva determinacién de lo “pensable” supone, més allé de ella misma, situaciones econémicas y socioculturales que la han vuelto posible. Toda produccién de sentido da testimonio de un aconte- cimiento que ocurrid y que la ha permitido. Aun las ciencias exacias se ven obligadas a exhumar su relacién con una historia, es decir et problema de la relaciGn entre su discurso y lo que implica sin decirlo ~entre una coherencia y tuna génesis, En el discurso hist6rico, Ia interrogacién sobre Io real vuelve, pues, no s6lo con la articulacién necesaria entre los posibles y sus limitaciones, ‘entre los universales del discurso y la particularidad unida.a los hechos (cual- quiera que sea su clasificacién);” sino vuelve también bajo la forma del origen ostulado por el desarrollo de un modo de lo “pensable”. La practica cientifica se apoya en una praxis social que no depende del conocimiento. El espacio del discurso nos remite a una temporalidad diferente de ta que organiza las signifi- caciones segiin las reglas clasificatorias de la conjugacién. La actividad que produce al sentido y que establece una inteligibilidad del pasado, es también el sintoma de una actividad experimentada, el resultado de acontecimientos y de estructuraciones que ella misma cambia en objetos pensables, la representa- cidn de una génesis organizadora que se le escapa, 4. La historia como mito. La historia caeria en ruinas sin ta clave de toda su arquitectura: Ia articula- cién del acto que ella establece con la sociedad que ella refleja: el corte, constantemente puesto en tela de juicio, entre un presente y un pasado; la doble condicién del objeto que es un “efecto de lo real” en el texto y lo no dicho implicado por la clausura del discurso. Si la historia deja su lugar propio ~el limite que ella establece y ella recibe-, se descompone para no ser més que ficcién (la narracién de lo que pas6) o reflexidn epistemolégica (la clucidacién de sus reglas de trabajo). Pero no es ni la leyenda a Ia cual 5 Problema que tiene cesta analogia con el que trataban las primerasfilosofis del lengusje a finales de Edad Media, Che. J. Claude Piguet, “La dispita de tos universal y el problema contemporineo delilengusie” en Revue de Théologie et de Philosophie, 19, 1968, pp, 392-411 cierto tipo de vulgarizacién la reduce, ni la criteriologia que hacia de ella el Linico analisis critico de sus procedimientos, La historia juega entre las dos, encima del fimite que separa las dos reducciones, come Chatlie Chaplin se definia, al final del Peregnino, por una carrera a lo largo de la frontera mexi cana, entre dos paises que lo expulsaban al mismo tiempo, y cuyos zigzags dibujaban a la vez la diferencia y la linea de sutura, Lanzado, ya hacia un presente, ya hacia un pasado, el historiador experiment una praxis que es inextricablemente la suya y la del otro (otra €poca o la sociedad que hoy lo determina). Elabora la ambigiiedad misma que designa el nombre de su disciplina. Historie y Geschichte: ambigiiedad rica en sentido. En efecto, la ciencia historica no puede desolidarizar completamente suprictica de lo que capta como objeto, y tiene como tarea indefinida preci- sar los modos sucesivos de esta articulacién, Esta es sin duda lc razén por la cual la historia ha tomado el relevo de los mitos “primitivos” » de las teologias antiguas desde que la civiliz cién occidental dejé de set religiosa; y en el mundo politico, social o cien- tifico se define por una praxis que compromete igualmente sus relaciones con ella misma y con otras sociedades. El relato de esta relacion de exclt- sidn y de fascinacién, de dominacidn o de comunicacién con el otro (cargo ocupado sucesivamente por algo cercano, o algo futuro), permite a nuestra sociedad narrarse a si misma gracias a Ia historia, Funciona como lo ha- cian, 0 lo hacen todavia en civilizaciones remotas, los relatos de huchas cosmogénicas que enfrentan un presente con su origen. Esta localizacién éel mito aparece no solamente con el movimiento que conduce a las ciencias “exactas” o “humanas”, hacia st historia (lo cual Permite a los cientificos situarse en wn conjunto social), ocon la importan- cia de la vulgatizacién histérica (que vuelve pensable Ia relacidn de un orden con su cambio, o que lo exorciza con el estrbillo: “Siempre ha sido asi”), 0 todavia més con las mil resurrecciones de la genial identificacién, iniciada or Michelet, entre la historia y la autobiografia de una nacién, de un pueblo 9 de un partido. La historia se ha convertido en nuestro mito por razones mis fundamentales, resumidas en algunos de los andlisis que ya presentamos ‘tEa “La Historia y la unidad de ts ciencins del hombre” (en Annates £5, 23, nim. 2, 1968, pp 233-240), Charles Morazé enfoca Jesde ese punto de vista al papel cental de ly histoias re Uistoria es “sincretsta” porque la relaciin entre las ciencias humanas se revela y se doctrlla A través de ella hoy en dia nos parse gue Io historia se fragmenta al adberesen disiplina coda vex mis divergentes, Una identidad por una diferenciacién Fl discurso histérico vuelve explicita a una identidad social, no como “dada” cestable, sino como diferenciada de una época anterior 0 de otra sociedad. Supone la ruptura que convierte a una tradicién en un objeto pasado, asi como la historia del “Antiguo Régimen” implica la Revolucidn.” Pero esta relacion con el origen proximo o lejano del cual una sociedad se separa sin podereliminarlo, es analizada por el historiador que la convierte en el lugar de su ciencia, En un texto que conserva todavia la forma de un relato, apoya la prictica de una naeva inteligibilidad y la permanencia de pasados diferentes (que sobreviven no s6lo en los documentos, sino en ese “archivo particular” que €s el mismo trabajo hist6rico). Si por una parte la historia tiene por funcidn expresar la posicién de una generacién ea relacién con las precedentes al decir: “Yo no soy aquella”, afiade siempre a esta afirmacién un complemento no menos peligroso, que obliga a confesar a una sociedad: “Soy algo distinta de lo que quiero ser, y estoy determinada por lo que niego”. La historia da pruebas de una autonomia y de una dependencia cu- yas proporciones varian segiin los medios sociales y las situaciones politicas Gonde se elabora, Bajo la forma de wn “trabajo” inminente en el desarrollo humano, toma el lugar de los mitos por medio de los cuales una sociedad Fepresentaba sus relaciones ambiguas con sus origenes, y a través de una historia violenta de los Comienzos, sus relaciones con ella misma. Elorigen del lenguaje: el muerto y el vivo A pesar de sus exordios o sus prefacios en primera persona (en el Ichbericht) que tienen valor de introduccién iniciadora y proponen un “en aquel tiempo” gracias a la separacién, bien notada, del tiempo del autor, la historia es ut discurso en tercera persona. Batallas, politicas o salarios son el sujeto-objeto; pero, como dice Roland Barthes, “nadie est alli para asumir el enunciado”.® El discurso sobre el pasado tiene como condicién ser el discurso del muerto, El objeto que cireula por alli no es sino el ausente, mientras que su sentido es ser un lenguaje entre el narrador y sus lectores, es decir entre presentes, La cosa comunicada opera la comunicacién de un grupo consigo mismo por medio de esa remisién a un tercero ausente que es su pasado, El muerto es la Después de haber rsado la fSrmula “el réximen precedente”, se abla, a putr de noviembre de 1789, del “antgoo régimen”, Cf. Albert Soboul , Za Chulsadon ot la Revolution francaise, Aras, 11,1970, p. 37, y las refletiones de Pieme Gobet, Ancien Régime, A. Colin. 1. 1969, c4p.1 "R Barhes, "El diourso de la historia’, op. ett p71 figura objetiva de un intercambio entre vivos. Es el enunciado del discurs que lo transporta como un objeto, pero en funcidn de una interlocucién lar zada fuera del discurso, hacia lo no-dicho. De acuerdo con estas conjugaciones con el ausente, ta historia s+ convierte en el mito del lenguaje. Manifiesta Ja condicién del discurso: un 1 muerte, Nace, en efecto, de la ruptura que forma un pasado distinto de s1 {area presente. Su trabajo consiste en crear ausentes, en convertir los signos ispersos en la superficie de una actualidad en huellas de realidades “histori cas”, que faltaban porque eran “otras” Pero el ausente es también la forma presente del origen.*' Hay mit Porque a través de la historia el lenguaje se ha enfrentado con su origen Ciertamente, la confrontacién toma aqui aspectos diferentes: ya es la rela ci6n del discurso histérico con tal o cual periodo que ha sido preteries como objeto de estudio, en Ia serie lineal de una cronologia; o bien el movi iento que remite dicho periodo a un mas alla primitivo, y trepa indefinida mente hasta un “comienzo” imaginario, tope ficticio pero necesario, par ue se pueda bajar a través de los tiempos y clasificatlos, etcétera, Pett luna relacién més proxima y més fundamental se sefiala con ese cero inicial la relacién de eada discurso con la muerte que lo vuelve posible. El origes esta dentro del diseurso; y es precisamente este origen el que no pued: convertirse en un objeto enunciado, Eldiscurso tiene por definicién el ser un decir que se apoya sobre I que ya pasd completamente; hay propiamente un comienzo que supone ur objeto pendiido; iene por funcion ser, entre los hombres, la representacidn dé ‘una escena primitiva borrosa pero todavia capaz de organizar. Eldiscurso se apoya también sobre la muerte, ala cual postula, pero ‘que es contradicha por la practica histérica, Porque hablar de los muertos es al mismo tiempo negar la muerte y casi desafiarla. Por eso se dice que la historia los “resucita”. Literalmente esta palabra es un engaio, pues la histo- ‘ie no resuctta a nadie. Pero evoca la funcién petmitida a una disciplina que trata a la muerte como un objeto de su saber, y al obrar asf, da lugar a la Produccién de un intercambio entre vivos, Asi es la historia, Un juego de la vida y de la muerte se desarrolla eneel tranguilo fluir de un relato, resurreccién y negacién del origen, reve- lacién de un pasado muerto y resultado de una prictica presente. Reitera, cn un régimen diferente, los mitos que se edifican sobre un asesinato o una muerte original, y hacen del lenguaje la huella siempre permanente de un comienzo tan imposible de encontrar como de olvidar. “ Decimos esto dando al margen el examen, esbozado en otte parte, dé los problemas Planteados por la intervencién del psicoailisis en el campo de la historia Cf. “La que Free) hace de la historia”, infra 63 Eldecir y el hacer a historia se refiere, finalmente, a un hacer que no es solamente el suyo hacer historia”), sino el de la sociedad que especifica una produccién cien- \ifica, Si permite a un obrar comtin darse un lenguaje téenico propio, remite » esta praxis social como a lo que vuelve posibles los textos organizados por sna nueva inteligibilidad del pasado. Esta relacién del discurso con un hacer, esti dentro de su objeto, ‘muesto que, de un modo o de otto, la historia habla siempre de tensiones, de coniflictos, de juegos de fuerza. Pero también esté fuera, puesto que el modo de comprensidn y el tipo de discurso son determinados por el conjunto sociocultural mis vasto que fija a la historia su lugar particular. Las sociedades estables dan lugar a una historia que atiende especialmente a las continuidades y tiende a dar valor de esencia humana aun orden sélidamente establecido. En las épocas de movimiento o de revolucién, las rupturas de la accién colectiva o individual se convierten en el principio de Ia inteligibilidad histérica. Pero esta referencia a la onganizacisn social del obrar -movilizada por el desarrollo de un orden politico o por la fndacién de regimenes muevos—no interviene sino indirectamente en al anilisiscientifico. Se introduce simbélicamente con una tépica de lo inteligi- ole: segiin los periodos de ta historiograffa, el acontecimiento o Ia serie conti- ata constituirdn el punto de partida y la definicién de lo inteligible. Un tipo de sociedad se revela también en el modo como se combinan la discursividad del ‘comprender” y el repudio de “lo que pasa”; por ejemplo, el modelo socioecondmico se prefiere a la biografia, o vieeversa, etcétera, Espejo del hacer que define en nuestros dias a una sociedad, el dis- curso historico es a la vez st representacién y st eves. No es el (odo ~jco-mo si el saber diera la realidad o la hiciera acceder a su grado més elevado! Esta manera exagerada de considerar al conocimiento ha sido superada, Todo el movimiento de la epistemologia contemporinea, en el campo de las ciencias amadas “humanas”, la contradice y mas bien humilla a la conciencia, El dis. curso historiogrifico no es sino una pieza mis de una moneda que se devalia. Después de todo, no es sino papel. Pero seria falso desplazarto de un exceso de honora un exceso de indignidad. El texto de la historia, siempre sujeto a revi sidn, duplica el obrar como si fuera st huella y su interrogante, Apoyado sobre fo que él mismo no es Ia agitacidn de una sociedad, pero también Ia practica cientifica en si misma-, artiesga ef enunciado de un sentido que se combina simbélicamente con el hacer. No sustituye a la praxis social, pero es su testigo fragil y su critica necesaria, Destronado del lugar adonde lo habia elevado la filosofia, queen el Siglo de las Luces 0 en tiempos del idealismo alemén lo convirtié en ta 04 liltima manifestacion del Espiritu del mundo, el discurso historiografice ha cambiado, sin duda alguna, el lugar del rey por el del nifio de la leyenda, apuntando hacia una verdad que todo ef mundo parecia querer olvidar. Tal es también, la posicién del mito, reservado para la fiesta que abre en el trabajo el paréntesis de uta verdad, Sin quitar nada a las funcio- nes anterjormente subrayacas, no debemos descuidar a la que une el decir histérico con el hacer social, sin identificar el primero con el segundo: esta funcién recuerda al trabajo su relacién con la muerte y con el sentido; sitiia 4 la historiografia verdadera del lado de las cuestiones indiseretas que de- ben investigarse en el inmenso movimiento de la praxis. 65 Capitulo 11 La operacién historiogriifica* {Qué fabrica el historiador cuando “hace historia? En qué trabaja? ,Qué produce? Interrumpiendo su deambulacién erudita por las salas de los ar- chivos, se aleja un momento del estudio monumental que Jo clasificara entre sus pares, y saliendo a la calle, se pregunta: ;De qué se trata en este oficio? Me hago preguntas sobre la relacién enigmatica que mantengo con la sociedad presente y con la muerte, a través de actividades técnicas, Ciertamente, no hay consideraciones, por generales que sean, ni lecturas, por més lejos que queramos extenderlas, que sean capaces de borrar la particularidad del lugar desde donde hablo y del Ambito donde prosigo mi investigacion, Esta marca es indeleble. En el discurso donde escenifico cuestiones globales, tendrd la forma de un idiotismo: mi modo de hablar configura mi relacién con un lugar. Pero el gesto que traslada las “ideas” a lugares es precisamente un gesto de historiador, Comprender, para él, es analizar en términos de producciones localizables el material que cada método ha originalmente establecido segtin sus propios criterios de pertinencia.' Cuando Ia historia? se convierte, para el que la practica, en el * Una parte de este estudio fe pubicada en I. Le Gof y R, Nove Fare de histoire, Calliaund, 1974, (1 pp. 3-41, con el titulo “La operacién histérica”. Esa misma parte se presenta agi revisuda y corregida * Siel trabajo histrico se caracteriza por la determinacidn de lugares de pertinencia, es decit, por una tpica (como lo ha demostado Pavl Veyne, Comment on écrit Phisttre, Seu, 1971 pp. 258-273), no renuncia sin embargo, a inseibir las unidades de sentido (0 “hechos” ) eterminadss de esta manera, en las relaciones de produccicn. Se dedica, pues, a demostar la relacién entre los productos y los lugares de produccién * De'una vex para siempre, acaro que empleo Ia palabra hisioria en el sentido de historiografa, #3 decir, que entiendo por historia oa préetca (usa disciplina, su resultado {un diseurye)y la relacién entre ellos. Clr “Hacer historia", supra, pp. 33-68, objeto mismo de su reflexién, zpuede acaso invertirse el proceso de com- prensién que relaciona un producto con un lugar? Elhistoriador seria un cobarde, cederia a una coartada ideoldgica, si pata establecet la condicién de su trabajo recurriera a oir» mundo filoséfico, auna verdad formada y recibida fuera de los caminos por los cuales, en historia, todo sistema de pensamiento se refiere a “lugares” sociales, econd- micos, culturales, etcétera, Ese tipo de dicotomia entre lo que hace y lo que diria, serviria por lo demas a la ideotogia reinante protegiéndola de la préctica efectiva. Condenaria, ademis, las experiencias del historiador aun sonambu- lismo tedrico. Mas atin, en historia como en todo lo demés, una prictica sin teoria cae necesariamente, tarde o temprano, en el dogmatismo de “valores eternos” o en la apologia de un “intemporal”. La sospecha no deberia exten derse a todo analisis teérico. En este sector, Serge Moscovici, Michel Foucault, Paul Veyne y otros, dan testimonio de un despertar epistemolégico' que manifiesta en Francia una nueva urgencia. Peto sélo se puede recibir la teoria que trae consigo una practica, a saber: la teoria que, por una parte, da apertura a la practica en el espacio de una sociedad, y por otra, organiza los procedi- mientos propios de una disciplina, Considerar Ia historia como una opera~ cidn, seria tratar, de un modo necesariamente limitado, de comprenderla como Ia relacién entre un ugar (un reclutamiento, un medio, un oficio, etcétera), varios procedimientos de andlisis (una diseiplina) y la construc- cién de un sexto (una literatura). De esta manera admitimos que la historia forma parte de Ia “realidad”, de la que trata, y que esta realidad puede ser captada “como actividad humana”, “como prictica”.* Desde esta perspec tiva, quisiera probar que la operacién historica se refiere a la combinacién de un lugar social, de précticas “cientificas” y de una escritura, Este ani- lisis de las condiciones previas, de Is cuales el discurso no habla, nos permitiré precisar las leyes silenciosas que organizan al espacio producido como un texto. La escritura historica se construye en funcién de una insti- tucién cuya organizacién parece invertir: obedece, en efecto, a reglas pro- pias que exigen ser examinadas en si mismas. 2 Chr. Serge Moscovie, Essai sur Ihisoine humaine de la nature, Flammarion, 1968; Michel Foucault, ’Archéologie du savoir, Gallimard, 1969; Paul Veyne, Comment on écrit PRstoire, Sevil 1971 “Karl Mara, Théses sur Feuerbach, tsi | * 61 tennino de cientfco, bastante sospechoso en el conjunto de Tat “ciencias humanas” (donde le susttuye por el témino de ands), no lo es menos en el eampo de las “ciencias exactas™ Ts medida en que ese tésmino nos remite a fves. Se puede defint, sin embargo, con ese \érmino la posibildad de establecer un conjunto de reglas que permiton “controle operacion nes proporeionadas a la produccién de objetos determinados. 68 1. Un lugar social Toda investigacién historiogrifica se enlaza con un lugar de produceién socioecondmica, politica y cultural, Implica un medio de elaboracién cir- cunscrito por determinaciones propias: una profesién liberal, un puesto de observacién o de ensefianza, una categoria especial de letrados, eteétera, Se halla, pues, sometida a presiones, ligada a privilegios, enraizada en una parti- cularidad. Precisamente en funcisn de este lugar los métodos se establecen, luna topografia de intereses se precisa y los expedientes de las cuestiones que vamos a preguntar a los documentos se organizan. Lo no dicho Hace cuarenta afios, una primera critica del “cientificismo” revelé en la hi toria “objetiva” su relacién con un lugar, el lugar del sujeto. Al analizar una “disolucion del objeto” (R. Aron). esta critica le quité a lahistoria el privilegio del que presumia cuando pretendfa reconstruir la “verdad” de lo que habia pasado. La historia “objetiva” conservaba, por lo dems, con esta idea de una “verdad”, un modelo tomado de Ia filosofia de ayer o de la teologia de antes de ayer, se contentaba con traducirlas en términos de “hechos” historicos, Los hermosos dias de este positivismo, ya terminaron Después vino el tiempo de Ia desconfianza. Se probs que toda interpretacién historica depende de un sistema de referencia; que dicho sistema queda como una “filosofia” implicita particular; que al infiltrarse en el trabajo de anzlisis, orgenizindolo sin que éste lo advierta, nos remite a Ja “subjetividad” del autor. Al vulgarizar los temas del “historicismo” ale- man, Raymond Aron ensefié a toda una generacion el arte de seflalar las, “decisiones filos6figas” en funcién de las cuales se organizan los cortes de un material, los e&uligos cor que se descifra, y el modo como se ordena la exposicién.* Esta “critica” representaba un esfuerzo tedrico, Marcaba una etapa importante en relacién con una situacidn francesa donde prevalecian {as investigaciones positivas y donde reinaba el escepticismo en lo referen- tea las “tipologias” alemanas. Exhumaba los preémbulos filoséficos y todo. lo no confesado de la historiografia del siglo XIX. Nos remitia a una circu- lacién de los conceptos, es decir a los desplazamientos, que a lo largo de todo aquel siglo habian transportado a las categorias filosdficas por los subsuelos de la historia, de la exégesis o de la sociologia. { tnroduction a ta phlosophie de U histoire. Eert rur ter limies de I objecivité Mstorigne, ‘rin, 1938; Za Philosophie critgue de Iustove, Vrin, 1938 (seed. 1968). acerca de tes tesis de R. Aron, oft. In criien de Pierce Vlar, “Marxiemo e historia ea ef devarolio de law cleneies humans”, en Studi seorici, 1, asim $, 1960, pp. 1008-1043, principalmente pp. 1011-1019, 0 En nuestros dias, nos sabemos la leccién al dedillo, Los “hechos historicos” se hallan constituidos por la introduccién de un sentido en la “objetividad”. Eauncian en el Fenguaje del andlisis, “selecciones” que le son anteriores, que no resultan de la observacién ~y que no son ni siquiera “verificables” sino solamente “falsificables” gracias a un examen critico.” La ‘elatividad historica” compone, pues, un cuadro, donde sobre el fondo de una totalidad histérica se destaca una multiplicidad de filosofias individuales, las de los pensacores disfrazados de historiadores. El retornoa las “decisiones” porsonales se efectuaba tomando como base dos postulados. Por una parte, al aistar del texto historiogréfico un elemento filosofi- 0, se le suponta una autonomia a la ideologia: en esto consistia la condicién de su extraccién, Un orden de ideas se apartaba de la practica histérica. Por lo dems (aun cuando fas dos operaciones van juntas), al subrayar las divergen- cias entre los “filSsofos” disfrazados de historiadores, al seferrse a lo insonda- ble de sus ricas intuiciones, hacian de dichos pensadores un grupo aislado de su sociedad bajoel pretexto de una relacién més directa con el pensamiento, El recurso a las opciones personales provocaba un corto circuito con el papel desempeiiado en lo referente a las ideas por las localizaciones sociales.® La pluralidad de estas subjetividades filosdficas tenfa desde entonces como efecto disereto el conservar a Jos intelectuales en una posicién singular, Las cuestio~ nes de sentido eran tratadas entre ellos, y la explicitacién de sus diferencias en el pensamiento gratificaba al grupo entero con una relacién privilegiada en el mundo de las ideas. Les ruidos propios de una fabricacién, las técnicas, las presiones sociales, las posiciones profesionales o politicas, nada turbaba la paz de esta relacién: a silencio era el postulado de este tipo de epistemologia R. Aron establecia en un coto reservado tanto el reinado de las ideas como el reino de los intelectuales. La “relatividad” no actuaba sino dentro de este campo cerrado. Lejos de ponerlo en tela de juicio, ta misma relativided lo defendia, Apoyindose en la distincién entre el sabio y el politico, una de las tramas mas flojas de la teoria de Weber,’ estas tesis " Acerea det "principio de falsificacibn", eft. Karl Popper, Logik der Forschung, Viens, 1934 (trad, inglesasevisda y muy aumentada: The Logic of Scenifie Discovery, Londkes, Hutchinson, 1959), obra bisica del “racionalismo exitico’ Chr. Antonio Gramsci, Gi intlleaual e Organi pp. 638, * Volviendo sobre Ja tesis weberiana segin la cus) “la elaboracién cienifce comienza con wna tn que no tiene ots jusificacion sino la subjetiva”, R. Avon sebalaba, una vez mis, en Les Etapes de la pensée sociologique (Gallimard, 1963, p. $10), el eruzamiento, en Weber, de la ‘eleceiin subjtiva” con el sistema racinal de la explicecida “causal” (tid, pp. 500-522). De ‘sta manera Aron anla el efecto del lugar del intelectual en Is sociedad y puede consideret una vez mis a Weber como ef aotieMiars della cultura, Torin, Einaudi, 1949, 70 demolian una vanagtoria del saber, pero reforzaban el poder “exento” de los sabios. Un lugar quedaba fuera de alcance en el momento en que se demostraba la fragilidad de lo que en ese mismo lugar se producia, Et privilegio retirado a obras sujetas a control, regresaba a un grupo imposi- ble de ser controlade. Los trabajos més notables sobre la historia, parece, todavia hoy, que se apartan dificilmente de la muy fuerte posicién que R. Aron habia tomado al sustituir el privilegio silencioso de un /ugar por el privilegio, triunfante y discutible, de un producto. Mientras que actualmente Michel Foucault niega toda referencia a la subjetividad o al “pensamiento” de un autor, el mismo Foucault suponia todavia, en sus primeros libros," la autonoméa del lugar tedrico donde se desarrollan, en su “relato”, las leyes segtin las cuales los discussos cientificos se forman y se combinan en sistemas globales L’archéologie du savoir (1969) marca una ruptura, desde este punto de vis- ta, al introducir ala yez las técnicas de una disciplina y los conflictos sociales enel examen de una estructura epistemolégica, la de la historia (y esto no es uuna casualidad), Asimismo, Paul Veyne acaba por destruir en la historia lo gue la critica de R, Aron conservaba todavia como “ciencia causal”, cuando al triturar los sistemas interpretativos hasta convertirlos en una polvareda de percepciones y de decisiones personales, no deja ya subsistir, en el sentido de lacoherencia, sino las reglas de un género literario, y como punto de referen- cia“el placer del historiacor”."' Parece ser que en Veyne permanece intacto el presupuesto, que desde las tesis de 1938, quitaba implicitamente toda perti- nencia epistemolégica al examen de la funcidn social ejercida por la historia, por el grupo de los historiadores (y mas generalmente por los intelectuales), por las prdeticas y las leyes del mismo grupo, por su intervencién en el juego de las fuerzas piiblicas, etcétera. La institucién histérica El lugar dejado en blanco u oculto por el andlisis que exageraba la relacién de un sujeto individual con su objeto, es nada menos que una institucién del saber. "© En Les Mots et les choses (Gallimard, 1966) en poriculse, cuya fialided ha sido actarada y ‘efinida més tard, prioeipalmente en la potable “Introdiccién” de L Archéologie da savoir (op. cit, pp. 9-28). Cie M. de Certeau, “El sol negro del leaguaje: M. Foucault", en b-absen de Phistoire, 1973, pp. 115-132, Ci, Mi de Certeau, “Una episteinologia det 1972, pp. 1317-1327 wciin: P. Veyae”, en Annales Esc, t, xX0H, nm Esta institucion sefiala el origen de las “ciencias” modemas, como lo demuestran, en el siglo XVI, las “asambleas” de eruditos (en Saint-Genmain- des-Prés, por ejemplo) , los intercambios de correspondencia y de viajes que realiza un grupo de “curiosos”,” y todavia con més claridad en el siglo XVIII los circulos de sabios y las Academias por las que Leibniz. se preocupaba tanto.” El nacimiento de las “disciplinas” esta siempre ligado a la creacién de grupos. La relacién entre una institucién social y la definicién de un saber, insiméia la figura, ya desde los tiempos de Bacon y Descartes, de lo que se ha llamado la “despolitizacién” de los sabios. Es preciso entender por este término, no un destierro fuera de la sociedad, "sino la fundacién de “cuer- 0s", como el de “ingenieros", de intelectuales necesitados, pensionados, etcétera, en el momento en que las universidades se estancan al volverse cada vez mas intransigentes. Las instituciones “politicas”, eruditas y “eclesiésticas" se especiali- zan reciprocamente, No se trata, pues, de una ausencia, sino de un sitio particular en una nueva distribucién del espacio social, Bajo la forma de un ‘etiro relativo de los “asuntos piiblicos” o de los asuntos religiosos (que tam- bign se organizan en euerpos particulates), se constituye un lugar “cientffi ”". La ruptura que hace posible la unidad social destinada a convertirse * Philippe Ariés (Le Temps de "histoire, Ménaco, 1981, p. 224), Piere Chauns (La Civilisation eT Europe classique, Arthaud, 1966, pp. 404-409, acerca de “La constituciGn a tvs de ‘ropa de-un pequedo grupo de investigadores"), también otros haa wotado el hecho. Peo este letaile muestra hasta qué punto esta "constitucisn” social es el signo de una rupture spistemologiea. Por ejemplo, bay una relaciin estrecha entre ls fimitacién de fos miembros Ce 4e 10s viajes) y el establecimiento entre ellos de wn lenguaie erudita (acerca de la coresponden via entre fos miembros, ff. Bandouin de Gaiffir, en Religiin, erudition et crgue d la ines [907 siecle. PUF, 1968, pp. 2.9), 0 entre las “asambleas” de los miércoles en la Bibliotece “olbertia, de 1675 a 1751, y ta elaboracién de una invesigacién histirica (acerca de esas ‘anions, eft, Leopold Delisle, Le Cabiner des manuscrits de la Bibliothogue Nationale, © 1, Paris, 1968, pp 476-477), » Daniel Roche demuestra fa estrecha relacién entre el encclopedieme (an “complejo de idess") € sttuciones come ls academies pasensesoprovicianas(“Encilopedistas 9 académnicos” en Live vtsoetété dans la France du va sécle, Moston, 1930, pp. 13-92), también Sergio Mocavia ne ol 1acimiento de a etnaogta con la consitcin del grup de “Observadores del hombre” (La Setensa {elluomo nel setteconto, Bar, Lateea, 1970, pp. 151-172) Se pueden multiplier lo ejemplos "A pesardeG. Bachelard que esribia “la cidadciemifice se ha etablecido ol minegen de tn sociedad wocial” (Le Rehionalisme appliqué, ur, 1966, p. 23; eft. La Formation de lesprit scientifique, B68, pp. 32:34), A. Koyré repite a misme tes, pero para defender “una vida propia, ane vstoria inmanente” de Ia ciencia, que “no puede ser comprendida si go en funcion de sus vropios problemas, de si propia historia” (“Perspectivas sobre fe historia de las elenciae, en tudes a" histoire de la pensée seleatifque, Gallimatd, 1973, p. 199). Patece que hay agul jomo consecuencia de fas ideas de M. Weber I, una confusin entre diferenciacion y aisla: ieoto, como si el establecimiento de un lugar “propio” no estivier ligado a una redistibueiGn wneral y por consiguiente a redefniciones reciprocas; 2, una concepciin de "historia de las eas” que retica toda pertinencis a as divsionessociles, siendo asi que los cores episternalopicos ‘ow indisociablemente sociales e intelectstes, en la “ciencia” nos indicaque se esta Ilevando acabo una nueva clasifica- cidn global. Esta rupture nos sedala, pues, en su aspecto externo, un lugar que se enlaza con otros en un nuevo conjunto; y en su aspecto interno, el establecimiento de un saber que no puede separarse de una institucién social. Este modelo original se encuentra posteriormente en todas pattes. Se multiplica bajo ta forma de subgrupos o de escuelas, De aqui la persisten- cia del gesto que circunscribe una “doctrina” gracias a una “base institi- cional”. La institucién social (una sociedad de estudios de...) queda como Ia condicién de un lenguaje cientifico (Ia revista 0 el Boletin, continuacién y equivalente de las comrespendencias de antafio). A partir de los “Observado- res del hombre” det siglo XVIII hasta In creacién de la sexta seccién de la Escuela Prictica de Altos Estudios por la Escuela de los Annales (1947), Pasando por las facultades del siglo XIX cada “disciplina” conserva su ambivalencia de ser la ley de un grupo y la ley de una investigacién cientifica La institucién no da solamente una base social a una doctrina, también la ‘uelve posible y la determina subrepticiamente, jy sin que una sea la causa de 's otra! No nos cansariamos de invertir los términos (la infraestructura se convierte en fa “causa’” de las ideas), si suponemos que no cambia, entre ellos, el tipo de relacién que establecié el pensamiento liberal cuando otorgé.a las doetrinas la direceién de la historia. Mas bien debemos rechazar el aisla- miento de los términos, y por consiguiente la posibilidad de convertir una correlacién en una relacién de causa a efecto, Un mismo movimiento organiza a la sociedad y alas “ideas” que cir- culan en ella, Se distribuye en regimenes de manifestacién (econémica, social, Cientifica, eteétera) que constituyen entre ellos funciones imbticadas pero di- ferenciadas, de las cuales ninguna es fa realidad o la causa de las otras. Asi, los sistemas sociveconémicos y los sistemas de simbolizacién se combinan sin identificarse ni jerarquizarse, Un cambio social puede compararse, desdé este Punto de vista, con una modificacién biolégica del cuerpo humano: forma, como ella, un lenguaje, pero propotcionado a otros tipos de lenguaje (verbal, por ejemplo). El aislamiento “médico” del cuerpo resulta de una division terpretativa gue no tiene en sents ef paso de Ia somatizacién a la simbolizacion, Por el contrario, un discurso ideolégico guarda siempre una proporcién fija con un orden social determinado, as{ como cada enunciado individual se pro- duce en funcién de organizeciones silenciosas del euerpo. El hecho de que el discurso.en si mismo, obedezca a reglas propias, no impide que se apoye en lo que no dice -en el cuerpo, que habla de un modo especial,” "Jean Glénisson, “La historiograia france’ eontemporinea”, en Vingtocing ans de recherche Aistorigue on France, CNRS. 196%, p. XXIV, n. 3, propésito de lov donates "*EL picoanalistallegars a dece qe Ia palabra ocuite y que el cuerpo habla, B ‘Toda “doctrina” que rechaza en historia su relacién con la sociedad, queda en el campo de lo abstracto, Niega lo mismo que la esté produciendo. Padece entonces tos efectos de distorsidn, debidos a la eliminacién de fo que la sitita en ef mundo ce los hechos sin que lo diga o fo sepa: un poder que tiene su \dgica; un lugar sostenido y “mantenido” por una disciplina que se desarrolla en obras sucesivas, eicétera, El discurse “cientifico” que rio habla de su rela- cin con el “cuerpo” social, no puede dar origen a una préctica, deja de ser cientifico, y esto es muy importante para el historiador, pues en esta relacién con el cuerpo social esta precisamente el objetivo de la historia, No podriamos dejar de tratarla sin poner en tela de juicio al mismo discurso historiogrifico. En su “Informe General” de 1965 sobre la historiografia francesa, J Glénisson evocaba algunos enlaces discretos entre un saber y un lugar: ta sistematizaciOn de las investigaciones por algunos doctores encaramados en Jos puestos superiores del profesorado y que “deciden las carreras universita~ rias”,! la presion ejercida pore tabii social de la tesis monumental" el lazo de ‘unin entre la influencia débil de la teorfa marxista y el recutamiento social del “personal erudito, provisto de catedras y de-presidencias»;” los efectos de una instituciOn fuerterente jerarquizada y centralizada sobre la evolucién cientifi- cade la historia, que se ha vuelto muy “tranquila” desde hace tres cuartos de siglo2* Debemos seitalar también los intereses demasiado nacionalistas de una historiogratia replegada sobre sus querellas internas (se baten contra Seignobos 6 por Febyre), cireunscrita por el chauvinismo fingiifstico de la cultura fran- cesa, que favorece las expediciones hacia las regiones més proximas de refe- rencia latina (el mundo mediterraneo, Espaia, ltalia o América Latina), y que se ve, ademis, muy limitada en sus recursos financieros, etcétera Entre otros muchos, estos rasgos remiten la “condicién de una ciencia” a una situacién social que consiste en to que no dijo. Es pues imposible analizar el discurso histérico independientemente de la institu- cin en funcién de la cual se ha organizado su silencio, o pensar en una renovacién de la disciplina, que quedaria asegurada por la sola modifica- cidn de sus conceptos, sin que intervenga una transformacién de las situa- ciones adquiridas, Desde este punto de vista, como lo indican las investiga- ciones de Jiirgen Habermas, se impone una “repolitizacién” de las ciencias © 1. Gtéaisson, op. eit, p. 2000, ' Tbid, p. 0a. Acerca de estot doe puntos, efe Tenry N. y Priscilla P Clrk, “El patnin y su cfrculo, clave de la Universidad francesa” (en Revue francaise de socologi, Xi, 1971, pp. 19 539), esmadio perapicar que silo podia ser escrito por “observadores externos”. Los autores ‘Sfinen al “sistema” con cuatro elementos esenciales: la centralizacién del contol, el caricter ‘monopolistico del sixema, el aimero resringio de puestos impor funciones del pata 1 Glenison, op. ty pp. XXUEXNITL * Ibid, p. Xt es, In multiplicacién de humanas; no podriamos dar cuenta de ellas o permitir su progreso sin wn “teoria critica” de su situacién actual en la sociedad." La cuestién que sefiala la sociologia critica de Habermas, esti por demas, ya muy bien trazada en el discurso histérico, Sin esperar las denun cias del tedrico, el mismo texto confiesa su relacién con la institucién, Po ejemplo, ef nosotros del autor nos remite a una convencién (dirian en serio tica que remite aun “verosimil enunciativo"). En el texto, es la escenificacicn\ de un contrato social “entre nosotros”. Es un sujeto plural que “sostiene” & ‘urso. Un “nosotros” se apropia el Lenguaje por el hecho de presentarsi como el locutor.# De este modo se revelan ia prioridad del discurso histori co” sobre cada obra historiogrifica particular, y la relacién de dicho discur so con una institucion social. La mediacién de este “nosottos” elimina |: alternativa que atribuiria la historia ya a un individuo (el autor, su filosofic personal, etcétera), ya a un sujeto global (el tiempo, la sociedad, eteétera), E1 lugar de jactancias subjetivas o de generalidades edificantes, nos oftece lk Positividad de un fugar donde se apoya el discurso sin identificarse con él Al “nosotros” del autor corresponde el de los verdaderos lectores Elpiiblico no es el verdadero destinatario del libro de historia, aun cuando ses suapoyo financiero y moral. Como el alurnno que dirige la palabra a toda la clase, pero tiene detras a su maestro, una obra es menos apteciada por su: compradores que por los “pares” y los “colegas” que Ia juzgan segiin crite tos cientificos diferentes de los del piblico, y decisivos para el autor desde el momento en que pretende hacer obra historiogrifica, Existen leyes de medio que circunscriben posibilidades cuyo contenido varia, pero no varia la presién que ejerven, Estas leyes organizan una verdadera “policia” del traba- Jo. Al no ser “recibido” por el grupo, el libro caeré en la categoria de una “vulgarizacién”, que considerada con mas o menos simpata, no seria capaz de definir a un estudio como “historiografico”. 2 J. Habermas eritca en particular, en las teoriss sociologicas (y podriamos ahaa: © hist £28) do tipo puramente ténico y "gnoseoldgico”, el "sub-entendo” de tna nevitaidad on he ave respecta a fos valoves postlaos poral punto de partide epislemoligieo de sus investiga siones. ("Analytische Wssenschattibeorie und Dialektik", en Zewgnise Theador I donno um sechcigsten Geburstag, Frankfur-am-Main, 1963, pp. 300-501), Cf, el mismo autor sus obras bisicas como Zar Logik der Soxalwissanrchaft. Tubingen Mol, 1987, y Teck wn Hissenschaf. 1968 (trad. ft, La Technigue at fa science comme “idéologi, Galland, 191, Acerca del papel y del sentido del jo 0 de nosotras, y del Ingar que ecu en el lenguaje de quien seo “apropia” como locutor, ef; Emile Benveniste, Prablémes de linguistique néncrae, Gallimard, 1966, pp, 258-266 % For “discurses", entiendo al mismo géaec bisérico, 0 mis ben, denieu de la perspectva de Michel Foucault, “una préctca discarsiva" —"el conjunto de reglas que cazacterian a une Prictica discursiva” (Arckéologie du savoir, Gallimard, 1969, pp. 74) 168), 75 Es preciso estar “acreditado” para tener acceso a la enuneiacién Istoriografica, “La condiciOn de les individuos que tienen ~y solo ellos lo tie nen-el derecho reglamentario o tradicional, juridicamente definido o esponté nnsamente aceptado, de expresat cierto tipo de discurso"™ depende de una “agre- gacién” que clasifica el “yo” det escritor dentro del “nosotros” de un trabajo colectivo, o que habilita aun locutor para que emuncie el discurso historiogratico, Este discurso ~y el grupo que lo produce hace al historiador, mientras que la iceologia atomista de una profesién “liberal” mantiene la ficcién del sujeto autor y deja creer que la investigacién individual constituye la historia. Mas generalmente, un texto “histdrico” (es decir, una nueva inter- pretacién, el ejercicio de métodos propios, la elaboracién de otras pertinencias, un desplazamiento en la definicidn y el uso de un documento, un modo de organizacién caracteristico, etcétera) enuncia una operacién gue se sitéia dentro de un conjunto de pricticas. Este aspecto es primordial, «5 lo esencial en una investigacién cientifica. Un estudio particular sera Gefinido por la relacidn que mantenga con otros, con temporéneos, con un “estado de la cuestion™, con las probleméticas explotadas por el grupo y los puntos estratégicos que se van formando junto con los avances y las des- viaciones determinados o vueltos posibles en lo referente a una investiga- ion en curso, Cada resultado individual se inscribe en un conjunto cuyos clementos dependen estrechamente unos de otros, y cuya combinacién mica forma la historia en un momento dado, Finalmente, cual es la “obra de valor” en historia? La que es reco- vocida por Jos pares. La que puede situarse en un conjunto operative. La cue constituye un progreso en lo referente # la condicién actual de los “objetos” y los métodos histéricos, y que, ligada al medio en que se elabo- a, vuelve posibles a su vez nuevas investigaciones. E1 libro o el articulo de Vistoria es a la vez un resultado y un sintoma del grupo que funciona como Un laboratorio, Como el automévil producido por una fabrica, el estudio se \incula al complejo de una fabricacin especifica y colectiva y no es tanto «efecto de una filosofia personal o la resurreccién de una “realidad” pasa~ a, Es el producto de wn lugar. 10s historiadores en la sociedad Segiin una concepcién bastante tradicional en la intelligentsia francesa des- le el elitismo del siglo XVII, se ha convenido que no se introduciré en la eoria lo que se hace en la practica, Asi, se hablaré de “métodos”, pero sin. + ML, Foweaul, op. citah. 68, a propésito dl discurso médico. cometer Ia falta de evocar su capacidad como medio de iniciacién para un grupo (es preciso aprender o practicar “buenos” métodos para ser introduci- do en el grupo), 0 su relacién con una fuerza social (los métodos son los medios con los que se defiende, se diferencia y se manifiesta el poder de un ‘cuerpo docente 0 burocritico), Estos métodos describen tn comportamien- ‘o institucional y las leyesde un medio, y no por eso dejan de ser cientificos En suponer una antinomie entre un andlisis social de la ciencia y su interpre {acion en términos de historia de las ideas consiste la duplicidad de los que cteen que Ia ciencia es “auténoma”, y que escudandose en esta dicotomia consideran que no hay lugar para el anilisis de determinaciones sociales, y que las presiones por él reveladas, son extrafias 0 accesorias. Estas presiones no son accidentales, mas bien forman parte de la investigacién, Lejos de representarla inconfesable intromisién de un extraiio en el Santo de los santos de la vida intelectual, mas bien constituyen la trama de los procesos cientificos. El trabajo se apoya cada vez mas en eguipos, et leres, en medios financieros, y por lo tanto en los privilegios con que las telaciones sociales 0 politicas favorecen a uno w otro estudio para que pueda obtener créditos. También esti organizado como una profesién con sus je- Farquias propias, sus normas centralizadoras, su tipo de reclutamiento psicosocial.** A pesar de las tentativas para romper las fronteras, se ha insta lado en el circulo de la eseritura: en ta historia que se escribe se concede la Preferencia a los que ya tan escrito, de tal manera que la obra histérica ‘efuerza una tautologia sociocultural entre sus autores (letrados), sus obje Vos (libros, manuscritos, eicétera) y su publico (cultivado). Este trabajo est ligado a una ensefianza, por lo tanto a las fluctuaciones de una clientela; a las resiones que ésta ejerce al crecer; a los reflejos de defensa, de autoridad o de repliegue que la evoluciin de los movimientos estudiantiles provoca en los ‘maestros; ala introduccién de la cultura de masas en una ttniversidad masiva que ha dejado de ser el lugar reducido de intercambios entre investigacién y pedagogia. El profesor se ve empujado hacia ta vulgarizacién destinada al “gran publico” (estudiantil o no), mientras que el especialista se aleja de los citcuitos de consumo. La produccién hist6rica se encuentra dividida entre Ja obra literaria del que “tiene autoridad” y el esoterismo cientificu del que “hace investigaciones”., Una situacién social cambia a fa vez el modo del trabajo y el tipo del discurso. .Es esto un “bien” o un “mal”? Ante todo es un hecho que se descubre por todas partes, aun en aquellas donde quieren ocultarlo. Las Desgracindamente no existe toda, para el reclutamiento de fos hstriadoes, un equivlen te del estado publicado por Monkue de SintMani, Ler fonctions sociales def" ensegrenions scieniifque, Mouton, 1971 7 implicaciones ocultadas se reconocen por las cosas que comienzan a moverse ‘a inmovilizarse al mismo tiempo, en sectores que antes se tenian pot ajenos al trabajo del historiador. Es acaso una simple casualidad que se pase de la “his- toria social” a la “historia econémica” durante el periodo entre las dos guerras mundiales,"* cuando ocumre fa gran crisis econémica de 1929? ,Es una caswa- lidad que la historia cultural se imponga en el momento en que se impone por todas partes, junte con las diversiones y los medios de difusién masiva, Ia importancia social, econémica y politica de la “cultura”? {Es acaso una casua~ Jidad el que et “atomismo histérico” de Langlois y Seignobos, explicitamente asociado con la sociologia fundada sobre la figura del “iniciador” (Tarde) y con una “ciencia de los hechos psicologicos” (que descompone el psiquismo en “motivos”, “impulsiones” y “representaciones”),” se haya combinado con el liberalismo burgués que reinaba a fines del siglo XIX? {Es acaso una casualidad el que los espacios muertos de la erudicién los que no son ni los objetivos ni los lugares de la investigacién—resultan ser, desde el Lozére al Zambeze, regio- nes subdesarrolladas, de tal manera que el enriquecimiento econdmico crea hoy topografias y selecciones histéricas cuyo origen no puede confesarse y cuya pertinencia no puede averiguarse? Desde el acopio de los documentos hasta la redaccién del libro, la practica histérica depende siempre de la estructura de la sociedad. En la Francia de ayer, la existencia de pequeiias unidades sociales muy bien estructuradas definié los distintos niveles de la investigaci6n: unos archi- vos limitados a los acontecimientos de un grupo y todavia muy identifica- dos con papeles de familias; una categoria de mecenas 0 de autoridades que apoyaban con su nombre la “proteccién” de patrimonios, de clientes y de ideales; un seclutamiento de eruditos letrados consagrados a una causa y que adoptaban ante su patria grande o pequefia el lema de los Monumenta Germaniae: Sanctus amor patriae dat animum; unas obras “consagradas” a temas de interés local que proporcionaban un lenguaje propio a lectores Jimitados, pero fieles, etcétera, Los estudios sobre temas mas amplios no escapan a esta regla, pero la unidad social de la que dependen ya no es del mismo tipo: no se trata ya de una localidad, sino de la intelligentsia académica, después universitaria, que se “distingue” a la vez de la “pequeiia historia”, det 2 La fecha esencial es lade fa esis de Georges Lefebere, Paysans du nord de la France pendant 1a Révolution, 1924. Pero toda una pléyade de historiadores sedala también ese momento cseneinl: Haaser, Sée, Simian. etetera 2'La Introduction eux études historigues (1898) sigue sicndo ta obra méxima de une bistoriografia, aa eunndo desde hace macho tiempo ya no ef lo que fue para toda una époce lu estana del Comendador. ;Soopreat, ise la Tee con interés; su claridad es admirable. Prine. palmente en et capitls Vi det libro y ea fos eapitlos 1 del bros, debsdos a Seignabos, se cuplicitan las referensies cienificas de los autores 8 provincialismo y del pueblo menudo, antes de que al crecer su poder co» {a extensi6n centralizadora de la Universidad, imponga las normas y los cédigos del evangelismo laico, liberal y patriotico elaborado en el siglo XIX por los “burgueses conquistadores”, Asi pues, cuando Lucien Febvre, en el intervalo entre las dos gue tras mundiales, declara que quiere quitarle ala historia del sigio XVI"el habi to" de las querellas de antafio y sacarla, por ejemplo, de las eategorias im Puestas por las guerras entre catdlicos y protestantes,” da testimonio et primer lugar del desvanecimiento de las luchas ideolégicas y sociales que e1 ¢l siglo XIX volvian a tomar las banderas de los “partidos” religiosos par: emplearlas en campaiias semejantes. De hecho, las querellas religiosas si Buleron durante mucho tiempo, aunque en terrenos no religiosos: republica hos contra tradicionalistas, escuela piiblica contra escuela “libre”. Pero cuand éstas luchas pierden su importaneia sociopolitica después de la guerra del 14 cuando las fuerzas que se oponian en ellas se reparten de un modo diferente cuando se forman “concentraciones” 0 “frentes” comunes y la economiis organiza el Ienguaje de la vida francesa, se vuelve posible tratar a Rabelais como cristiano ~es decir como testigo de un tiempo pasado, desligarse de divisiones que ya no se viven en la sociedad, y por consiguiente ya no hay ue preferir a los reformados o alos cristianos demecratas en la historiografis Politica o religiosa universitaria. Lo que se nos da a entender con esto, no son Concepciones mejores o més objetivas, sino una situacién diferente. Uneam- bio de la sociedad permite al historiador tomar otra distancia en relacién con Jo que se convierte globalmente en pasado. Desde este punto de vista, L. Febvre procede de la misina mane- Fa que sus predecesores, Aquéllos adoptaban como postuilados de su com- Prensidn, la estructura y las “evidencias” sociales de su propio grupo. aun a riesgo de cometer errores ctiticos. ;,Acase procede de otro modo el fundador de los Annales cuando promueve una Bisqueda y una Recon- quista histéricas del “Hombre”, figura “soberana” en el centro del univer so de su medio burgués?™ No obra asi cuando Hama “historia global” al Panorama que se ofrece a lz mirada de una magistratura universitaria? ¢No obra asi cuando con la “mentalidad”, la “psicologia colectiva” y toda lautileria del Zusammenhang, pone enescena una estructura todavia “idea. lista que funciona como el antidoto del andlisis marxista y oculta bajo AL. Febvee, iu coeur relignenc du 07 siécle, Sevpen, 1957, p. 146 2 “Todo lo que siendo del hombre, depende del home, sire al hombre, express al hombre, significa Ia presencia, ta actividad, los gustos y las maneras de ser del hombe™ declow on Combs pour I hstire, A. Coit, 1953,» 428. Mas tarde, figure eta por ie ops to eonguistador pertid mucho de su crediilidad M Henri Bert seilabs, ya desde 1920, cl catéctt “idealist” de la historia segin L. Febvre (Remue de synthise historique, xXx, 1920, p15), 70 tuna homogeneidad “cultural” los conflictos de clase en que se encuentta él mismo implicado?” Por muy genial y novedesa que haya sido su historia, no deja de estar marcada socialmente, como lo estuvieron las historias que él ‘mismo rechazo, y si pudo superarlas, fue porque aquellas respondian a situa- ciones pasadas, y al mismo Febyre le imponen abiora otro “habito”, cortado 4 la medida, debido al lugar que ocupa en los conflictos de su presente. Con o sin el fuego que chispea en las obras de L. Febvre, pasa lo ‘mismo hoy en todas partes, aun si hacemos a wn lado el papel que desem- Peiian las divisiones sociales y politicas aun en las publicaciones y los nom- bramientos, donde funcionan prohibiciones ticitas. Sin duda alguna ya no se trata de una guerra entre los partidos o entre las grandes corporaciones de antafio (el Ejército, fa Universidad, la Iglesia, etcétera); resulta que la hemorragia de sus fuerzas lleva consigo Ia folelorizacién de sus progra- mas” y por lo tanto las verdaderas batallas ya no tienen lugar entre ellos. La “neutralidad’ lleva a la metamorfosis de las convicciones en ideologias dentro de una sociedad tecnocritica y productivista anénima que ya no sabe sefia- lar sus preferencias ni identificar sus poderes (para aprobarlos o rechazar- los). Asi, en la Universidad colonizada, cuerpo cada vez mis carente de autonomia a medida que se hace mas enorme, entregado actualmente a las consignas y las presiones venidas de fuera, el expansionismo cientifico 0 las eruzadas “humanistas” de ayer son sustituidas por vergonzosas retira- das, En lo que se refiere a las opciones, el silencio sustituye a la afirmacién, El diseurso toma un color indefinido: “neutro”. Se convierte en el medio de defender lugares en vez de ser el enunciado de “causas” capaces de dar vida aun deseo, El discurso ya no puede hablar de lo que lo esta determi- nando: tiene que respetar muchas posiciones y solicitar muchas influen- cias. En este caso, lo no dicho es a la vez lo no confesado de textos conver- tidos en pretextos, la exteriorizacién de lo que se hace en relacién con lo que se dice, y el desvanecimiento progresivo de un lugar donde la fuerza se apoyaba sobre un lenguaje, ;No seria esto, por lo demas, lo que “traiciona” {a referencia de una historiografia conservadora a un “inconsciente” dota- do de una estabilidad magica, y cambiado en fetiche por la necesidad que se Acerea dela “teoria del Zusammenhang”, Suctuantey cia eu su cbr, ff: Hans-Dieter Mana, Lucien Fevre, La pensée vivant d’ un histori, A. Colin 1971, pp. 93-119. L, Febvre, se refiere ciertamente ata “clase” pars explicar el siglo xv (ef por ejemplo Pour une hisoire & part emtidre, Paris, 1963, pp. 350-360, acerca de la burguesia), aun cuando fo hace con mucha reticencia (efit, pp. 185-199), pero no hace intervenir al problema de s propia localizaciSe sovial cuando analiza su préctca y sus conceptoshistricos. Fn cuento al satimaraismn, éste se ‘manifests, por emplo, en farses de Daniel Guésin (Combats pour l'hsare, op. el, pp 100 112), quien afrma que Ia aproximacin de Michelet y de Marx ex para L. Febree un “incesto” ™ Cl M, de Certea, “Las revoluciones de lo exeble’, en La Calne we piel, 1018 1974, pp 34 80 tiene “a pesar de todo” de afirmar un poder propio que “sabemos bien’ que hace tiempo desapareci6?® El que permite y el que prohibe: el lugar Antes de saber lo que la historia dice de una sociedad, nos importa analizar GOmoyiunciona ella misma. Esta institueiéa se inscribe en un complejo que 'e permite solamente un tipo de produeciones y le prohibe otras, Asi proce- de la doble funcién del lugar. Fvelve posibles algunas investigaciones, gra- Sere Ceuatutas y problemticas comunes. Pero a otras las vuelve impo sibles; excluye del discurso lo que constituye su condicién en un moments dado; desempefia el papel de una censura en lo referente a los postulados picsentes (sociales, econémicos, politicos) del anilisis. Sin duda alguna Gi combinacién del pertuiso con la prohibicién es el punto ciego de Ia investigacion historica y la razén por la cual no es compatible con cual que” cosa, Y precisamente sobre esta combinacién debe actuar el trabajo destinado a modificarla, De todos modos, la investigacién se ve circunserita porel lugar que define una conexién de fo posible con lo imposible. Si la considerirasieg Solamente como un “decir’, reintroduciriamos la leyenda en la historia, oe decir pondriamos un no-lugar o un lugar imaginario, en vez del enlace del discurso con un lugar social, Por el contrario, la historia se define completa. mente por tna relacién del lenguaje con el cwerpo (social), y por consiguien- {© Por su relacién con los limites que impone dicho cuerpo, sea al modo Propio del lugar desde donde se habla, sea al modo propio del objeto otro (pasado, muerto) del que se habla. La historia queda configurada en todas sus partes por el sistema con ue se elabora. Hoy como ayer, esté determinada por el hecho de ua fabri. cacién localizada en algin punto de dicho sistema. Asi pues, el tener en ents el lugar donde se preduce, permite al saber historiogrifico escapar a 4a inconsciencia de una clase que se desconoceria a si misma como elace en las relaciones de produccids, y que por lo tanto, desconoceria a Ia sociedad donde esté insertada. El enlzce de ta historia con un lugar es la condicién de Rosibilidad de un andlisis dea sociedad, Sabemos, por lo demés, que tanto en elmarxismo como en el freudismo no hay andlisis que no sea fntegramente dependiente de Ia situacién creada por una relacién, social o analitiea, apo Manngni "Lo 86; pero sin emtargs”, en Cleft pour 1” maginaire ou I Aue Scone, Sei, 1968, pp. 9-33, 81 ‘Si tomamos en serio su lugar, todavia no hemos explicado la histo- ria, Ain no se ka dicho lo que se produce. Pero es la condicién para que cualquier cosa pueda decirse sin que sea legendaria (o “edificante”), 0.2-t6pi- a (sin pertinencia), Siendo la negacién de la particularidad del lugar el prin- cipio mismo de la ideologia, excluye toda teoria. Mas atin, al instalar al dis- curso en un no-lugar, se prohibe a la historia hablar de la sociedad y de la muerte, es decir, se le prohibe ser historia, 2. Una préetica Hacer historia”, es una prictica, Desde este punto de vista podemos pasar a una perspectiva més programética, considerar los caminos que se nos abren, yy no limitamnos a a situacién epistemolégica que ha revelado hasta ahora una sociologia de la historiogratia En lamedida en que la Universidad permanece ajena a la practica ya las técnicas," se clasifiea como “ciencia auxiliar” todo lo que pone a la histo- tia en relaci6n con las técnicas: ayer, la epigrafia, la papirologia, la paleogra- fia, la diplomatica, Ia codicologia, etcétera; hoy, la musicologia, el “folelorismo”, la informatica, etcétera. La historia s6lo habria de comenzar con la “palabra noble” de ta interpretacién. Seria finalmente un arte de discu- ‘mir que borraria piidicamente las huellas de un trabajo. De hecho, hay alli una ‘opeion decisiva. El ugar que se conceda a la técnica coloca a la historia del lado de la literatura o del lado de la ciencia, Sies verdad que la organizacién de la historia se refierea un lugar y ‘un tiempo, esto se debe a sus técnicas de produccién, Hablando en general, cada sociedad se piensa “histéricamente” con los instrumentos que Ie son propios, Pero el término “instrumento” es equivoco. No se trata solamente de medios. Como lo probé magistralmente Serge Moscovici,® aunque dentro de una perspectiva diferente, la historia esté mediatizada por la técnica, Esto relativiza bastarte a la preferencia otorgada durante todo el siglo XIX -y todavia en nuestros dias~a la historia social. Con la relacién de la sociedad con ella misma, con el “convertirse en otro” del grupo segiin una dialéctica ‘umana, se conibina, eje de 1a actividad cientifica presente, la transforma- cin de la naturaleza, que es “al mismo tiempo un dato y una obra”.2* Sobre esta frontera cambiante entre lo dado y lo creado, y final- mente entre la aaturaleza y la cultura, se desarrolla la investigacion, La % Cf. Frédéri Bon y M.A. Bumier, Les Noweaur Inellctucs. Sui, 1971, 9. 180; M. de Ceres, as Universidades znte la cultura de las masas”, en La Culture au pari op. ft, pp. 181-137 ° Essai sur U histoire humeine de 1a nature, Flarumarion, 1968, Ope 9.20. biologia descubre en la “Vida” un lenguaje que habla antes que aparezca un locutor, Bl psicoanilisis descubre en el discurso la articulacidn de un deseo Constituide de un modo diferente del que tevela la conciencia, En un campo diferente, laciencia del ambiente modifica las combinaciones cambiantes de ln naturaleza y de la industria, pero ya no permit aislar laextensién indefinida de las construcciones sociales, de las estructuras naturales que esta cambiando, Este inmenso campo de trabajo opera una “renovacién (de la natu- raleza), provocada por nuestra intervencién”..” Reine de una manera dife- rente a la humanidad con la materia”, de tal manera que “el orden social se inscribe como una forma del orden natural y no como algo opuesto a él"? En todo esto encontramos medios con los que podemos modificar profun- damente una historia que ha tenido como “sector central” a 1a “historia social, es decir a la historia de los grupos sociales y sus relaciones”*° Ella ‘misma se dirigié primero hacia lo economico, después hacia las “mentali- dades", oscilando asi entre los dos términos de la relacion que la investiga- cin prefiere cada dia mas: naturaleza y cultura, Los signos se multiplican. Una orientacién que esbozaba ya, durante el periodo entre las dos guerras mundiales, el interés por la geografia y por una “historia de los hombres en sus relaciones estrechas con la tierra”! se acentiia con los estudios sobre la construccién y las combinaciones de espacios urbanos,” sobre Ia tras- humancia de las plantas y sus efectos socioeconémicos,” sobre la historia de las técnicas,* sobre las mutaciones dela sexualidad, sobre la enferme- dad, Ja medicina y la historia del cuerpo, etcétera, Ibid. Op eit, pp.d y 24 Op. eit, p. $9, “Ernest Labrousse, “Inieducciin", en L° Histobe sociale, ru, 1967, p2 “\Laexpresiones de Fern Brandl, Lavon inaugurate au Collie de France, 1950, Ea La Caelogne dane Espagne moderne (Sevpen 1962, 1, p.12), Piette Villar hace notar gue en las dos guess “los grandes problemas que aivindtamos miso menos confismente bana dominar en maestosigie solamente nos proponian através des leciones de mists macs peda" Cf. en particular Frangoise Choay :"La historia y el método en urbanismo”, en Annaler £5C, xxv 1970 (niimero especial sobre “Historia y urbanizacida”), pp. 1143-1188. y tambien Stephan Thesnstrom, “Reflexiones sobre la nueva historia urbana”, eh Daedalus, primavere, 1971, pp. 359-376, L'Enguéte sar le bdtiment (Mouton, 1971). dtigida por Pierre Chau, es también un hermoso ejemplo det nuevo interés dedicada a las organizeciones especiales. “© Bor ejemplo e capitulo acerea de “la civlzaciin vegetal, en Emmanuel Le Roy Ladue, Les Paysans de Languedoc, Sevpen, 1966, pp-5316. Este estudio muy evo acerea de los "fands ‘entos biokSpicos” de la vida social demvesta que los vegetaler son “objets de hstoda” “por el ‘isino hecho de su plastcidad, y de ls coasiaust modificaciones que el home les ecasona' Dessracindomente est capitulo ha desaparecido de la edicibn de bosillo, Flammarion, 1969, “ Cis. La gran Histoire génerate des Techniques, tao Ia direién de Mautice Dunnss, Pur 1963-1968, 0 los trabajos de Bertrand Gille (Les Ingéniews des la Renatisance, 1968; ectte, 1) “Of el nimero especal de Amnates 256, x00¥, noviembre-dciembve 1969, “Historia biolbgca 3 Pero estos campos abiertos a la historia no pueden ser solamente objetos nuevos presentados a una institucién que no cambia, La misma histo- ria entra en esta relacién del discurso con las técnicas que lo producen. Es necesatio considerar cémo trata a los elementos “naturales” para convertir- los en un ambiente cultural, y cémo conduce hasta la simbolizacién literaria alas transformaciones que se efectian en la relacién de una sociedad con su naturaleza. Partiendo de desperdicios, de papeles, de legumbres, y hasta de glaciares y “nieves eternas”,* el historiador hace otra cosa: hace historia, artificializa la naturaleza, participa en el trabajo que convierte a la naturaleza en un medio ambiente y modifica por lo tanto la naturaleza del hombre. Sus técnicas lo sitian precisamente en esta articulacién. Al colocarse en el nivel de esta practica, el historiador no encuentra més la dicotomia que opone lo social a lo natural, sino la conexién entre una socializacién de la naturaleza y una “naturalizacién” (0 una materializacién) de las relaciones sociales. La articulacién naturaleza-cultura . Sin duda es exagerado decir que et historiador tiene al “tiempo” como “mate- tia de andlisis” 0 como “objeto especifico™. Trata, segiin sus métodos, a los objetos fisicos (papeles, piedras, imAgenes, sonidos, etcétera), que distin- guen en el continuo de lo percibido, la organizacién de una sociedad y el sistema de pertinencias propias de una “ciencia”. Trabaja sobre un material para transformarlo en historia. Emprende una manipulacién que, como las demas, obedece a sus reglas. Este tipo de manipulacién se asemeja a la fabri- cacién que se hace con el mineral, ya refinado. Transformando primero las materias primas (una informacién primaria) en productos standard (informa- cidn secundaria), las transporta de tna regién de la cultura (las “curiosida- des”, los archivos, las colecciones, etcétera) a otra (la historia). Una obra “histérica” participa del movimiento por el cual una sociedad modifica su relacién con la naturaleza, convirtiendo lo “natural” en utilitario (por ejemplo, ui bosque en explotacién forestal) o estético (por ejemplo, una montaéia en paisaje), o haciendo pasar una institucién social de una condicién a otra (por ejemplo, la iglesia convertida en museo), Pero el historiador no se contenta con traducir de un lenguaje cultural 2 otro, es decit convertir producciones sociales en objetos de storia, Puede convertir en cultura los elementos que extrae de campos y sociedad”, Michel Foucault, Naissance de fa clinique, PUR, 1963; Jean Pi cuerpo del delto”, en Nowelle Revue de psychanalyse, 1971, mim. 3, pp. “Emmanuel Le Roy Ladutie, Histoire dw climat depuis Ian mil, Fara re Peter, 108; eters ion, 1967, 84 naturales. Desde su documentacién (donde introduce guijarros, sonidos, et- cétera) hasta su libro (donde las plantas, los microbios, los glaciares, adquieren Ja condicién de objetos simbélicos), et historiador realiza un desplazamiento de laarticulacién naturaleza-cultura, Modifica el espacio, como lo hacen el urbanista al integrar las praderas en el sistema de comunicaciones de la ciudad, el arqui- tecto cuando convierte el Iago en presa, Pierre Henry cuando convierte ¢! re- cchinar de una puerta en motivo musical, y el poeta que trastomna las relaciones centre “ruido” y “mensaje”... El historiador ogra la metamorfosis del ambiente través de una serie de transformaciones que desplazan las fronteras de la topo- ¢grafia interna de la cultura, “Civiliza” Ia naturateza lo que siempre ha querido decir que la “coloniza” y lacambia, Hoy en dia confirmamos, es verdad, que una masa ereciente de libros histéricos se convierte en novelesca o legendaria y ya no produce estas transformaciones et. los campos de la cultura, mientras que por el contrario la “literatura” seenfoca aun trabajo sobre el Lenguaje y el “texto” pone sobre la escena “wn movimiento de reorganizacién, una circulacién mortuoria que produce al destruir”.” Esto quiere decir, que desde este pun- to de vista, Ia historia deja de ser “cientifica”, mientras que la literatura lo es, Cuando el historiador supone que un pasado dado se revela en su texto, se pone de acuerdo con el comportamiento del consumidor. Recibe pasiva- mente los objetos distribuidos por los productores. Es “cientifica”, ex historia y en otras partes, la operacién que cam- bia el “medio” ~o que hacede una organizacién (social, literaria, eteétera) la condicidn y el lugar de una transformacién. Se mueve, pues, en una socie~ dad, y en uno de sus puntos estratégicos: la articulacién de la cultura con la naturaleza, En historia, es.ablece un “gobiemo de Ia naturaleza” sobre un ‘modo que concieme a la reiacién del presente con el pasado y en tanto que el pasado no es un “dato”, sito un producto, En este rasgo comin a toda investigaciGn cientifica, es posible en- conttar los puntos que la constituyen precisamente como una técnica, No quiero volver a tratar aqui dé los métodos de Ia historia. Con estos sondeos, ttato solamente de evocar al tipo de problema tedrico que presenta en historia el examen de su “aparate eritica” y de sus procedi jientos tecnicos. El establecimiento de las fuentes o la redistribucién del espacio En historia, todo comienza con el gesto de poner aparte, de reunir, de con vertir en “documentos” algunos objetos repartidos de otro modo, Esta nueva ° Raymond Roussel, Impressions d'Afrique, Gallimard, 1963, p.209. Cf Jia Kristeva, Sameitrite Recherches pour une sénanalse, Seuil, 1968, pp. 208-245: “La productividad lamsada texto" 85 reparticién cultural es el primer trabajo. En realidad consiste en producir los documentos porel hecho de recopiar, transcribir o fotografiar dichos objetos cambiando a la vez su lugar y su condicidn, El gesto consiste en “aislar” un cuerpo, como se hace en fisica, y en “desnaturalizar” las cosas para conver- tirlas en piezas que Henan las lagunas de un conjunto establecido a priori Forma la “coleccién”, convierte las cosas en un “sistema marginal”, como dice Jean Baudrillard;* las destierra de la practica para convertirlas en obje~ tos “abstractos” de un saber. Lejos de aceptar los “datos”, él mismo los forma. El materiales creado por acciones concertadas que lo distinguen en el universo del usc, que lo buscan también fuera de las fronteras del uso y que lo destinan a un auevo empleo coherente. Es la huella de actos que modifican tun orden recibido y una visibn social. Esta ruptura, introductora de signos abiertos a tratamientos especificos, no es solamente ni en primer ugar el efecto de una “mirada”; se necesita ademas una operacidn técnica, Los origenes de nuestros Archivos modemos implican ya, en efecto, Ja combinacidn de un grupo (los “eruditos”), de lugares (las “bibliotecas”) y de pricticas (copiado, impresién, comunicacisn, clasificacién, eteétera). Si seguimos la linea, nos encontramos con un complejo técnico inauguado en Occidente con las “colecciones” reunidas en Italia y después en Francia a partir del siglo XV, y financiadas por grandes mecenas deseosos de apoderar- se de Ia historia (Ios Médicis, los duques de Milin, Carlos de Orléans y Luis XII, eteétera). Fn estas colecciones se conjugan Ia ereacién de un nuevo tra- ‘bajo (“coleccionat”), la satisfaccién de nuevas necesicades (justificacion de ‘enupos familiares y politicos recientes gracias ala introducci6n de tradiciones, de cartas y de “derechos de propiedad” propios), y la produccidn de nuevos objetos (Jos documentos que se aislan, conservan y vuelyen a copiarse), cuyo sentido sera definido en el futuro por su relacién eon el todo (la coleecién). Unaciencia quenace (la “erudicién” del siglo XVID) recibe con estos “estable~ ccimientos de fuentes” —instituciones técnicas~ su base y sus reglas. Ligada en un principio a la actividad juridica entre los hombres de pluma y de toga, abogados, escribanos de oficina, curadores de archivos judiciales,® la empresa se vuelve expansionista y conquistadora desde el ‘momento en que pasa a las manos de especialistas; se hace productora y “Jean Baudetiard, “La coleccibn", en Le Syatime de objets, Gallimard, 1968, pp. 120-150. “© Desde este puto de vist, Jos “documentos” histricos pueden se¢ asimilados 8 los “signos iednicos” cuya organizacion es analizada por Umberto Eco: éstos “reproducen”, nos dice, ‘algunas condiciones de Ia percepeién comin bassndose en los cédigos perceptivos normales"("Semsiologia de los mensajes visuals", en Communications, 1970, nm. 18, np. 11- SI), Digamos, dentw de esta perspectva, que hay trabajo cientifico cuando hay cambio en los ‘sigos de reconacimiento” y en los "sistemas de expectacisn” * Ch Philippe Arits, Le Temps de 1" hiswoie, Méaaco, Ed. du Rocher, 1954, pp. 214-218, 86 Teproductora obedeciendo a las leyes de la multiplicacién, Desde 1470 se ali con la imprenta:* Ia “eoleccién” se convierte en “biblioteca”. *Coleccionar’ sera durante mucho tiempo fabricar objetos: copiaro imprimir, encuadernat clasificar... Juntamente con los productos que multiplica, el coleccionista s convierte en actor dentro de la cadena de una historia que esté por hacerse ( Por rehacerse), segiin las nuevas pertinencias intelectuales y sociales, As pues, la coleccién, al cambiar completamente los instrumentos de trabajc Tedistribuye las cosas, redefine las unidades del saber, introduce las condi ciones de un segundo comienzo al construir una “maquina gigantesca” (Pi ‘Chaunu) que hard posible una historia diferente. El erudito quiere totalizar las innumerables “rarezas”, producto dl Jas trayectorias indefinidas de su curiosidad, y por lo tanto inventa lenguaje que aseguren su comprensién, Si juzgamos segiin la evolucién de su trabaje {pasando por Peirese y Kircher, hasta Leibniz), el erudito se orienta, desde ¢| fin del siglo XVI, hacia la invencién metédica de nuevos sistemas de signo gracias a procedimientos analiticos (descomposicién, recomposicién).* S ve habitado por el sueiio de una taxonomia totalizadora y por la voluntad & ‘rear instrumentos universales proporeionados a esta pasidn por lo exhausti vo. Por mediacién de la clave, basica en este “arte de descifrar”, se encuen ‘ran homologias entre la erudicién y las matemiticas. Ciertamente a la clave destinada a construir un “orden”, se opone el simiboto: este ultimo, ligado un texto recibido que nos remite a un sentido oculto en ta figura (alegori biasén, emblema, etcétera), implica la necesidad de un comentario autor do por parte de quien es lo suficientemente “sabio” o profundo para recono cer dicho sentido,* Pero, por parte de la clave, desde las seties de “rarezas’ hasta los lenguajes artificiales 0 universales ~por ejemplo, de Peiresca Leibniz- » silos recovecos y las desviaciones son numerosos, se inscriben sin embar go en la linea de desarrollo que van a introducit la construceidn de wn lengua Je, y por lo tanto la produccién de técnicas y objetos propios. El establecimiento de las fuentes requiere también hoy en dia ur gesto fundador, significado como ayer por la combinacién de un lugar, de wi “aparato” y de técnicas, Primer indicador de este desplazamiento: no hay trabajo que no tenga que utilizar de un modo diferente los fondos conocidos * Gilbert Ouy, “Las biblioteeas”, en L'Histoire et ses methodes, Ene, Pade, 1961, p, 166 acerca del acuerdo firmado entre Guillaume Fichet y tes impresotes alemans con et fin de andar ol taller tpogrético de la Sorbond y de asegura la copia de los manuscitos gue G. Fiche estd en la combinacién de series obtenida gracias a un aislamiento previo d: rasgos significativos de acuerdo a modelos preconcebidos, sino, por un parte, en Ia relacién entre dichos modelos y los limites que trae consigo s empleo sistemitico, y por otra parte, en la capacidad de transformar dichos limites en problemas que puedan tratarse técnicamente. Estos dos aspecto estan, por lo demés, coordenados entre si, puesto que si la diferencia s+ manifiesta gracias a la extension rigurosa de los modelos construidos, + vuelve significativa gracias ala relacidn que mantiene con ellos debido a un desviacibn ~y precisamente, esta desviacion nos permite volver sobre lo: modelos para corregirlos, Se podria decir que la formalizacién de la investi gacién tiene precisamente como objetivo la produccion de “errores” ~insufi Ciencias, carencias~ que puedan utilizarse cientificamente, Este modo de proceder parece invertir los procesos de la histori: que se practicaban en el pasado, Se partia de huellas (manuscritos, pieza Faras, eteétera) en niimero limitado, y se trataba de borrar toda diversidad de unificarlas en una comprensién coherente.* Pero el valor de ests “E. Le Roy Ladurie y P, Dumont, “Explotaci6n cuantttiva y eartogefiea de los archive sltares franceses, 1819-1826", en Daedalus, primavera 1971, pp. 397-481; ef, E, Le Re Laurie, Le Territoire de I" histovien, Gallimard, 1973. pp. 38.87, “Bn realidad, ta “sintesis" no era terminal se ib elaborando alo largo dele maniulaci de tos documentos. Ya desde enfonces se basaba en sa desvincion cespecto a las teas peconee bidas que la préctica de los textos reveluba y desplozabs siguiendo iat operaciones ue nny disciplina instigaeina) habla establecid, ‘otalizacién inductiva dependia de la cantidad de informacién acurmulada. Los resultados se tambaleaban cuando su base documental se veia comprometida por los aportes de nuevas investigaciones. La investigacién ~y su prototipo, la tesis- tendia a prolongar indefinidamente el tiempo de la informacién, con tal de retrasar ¢! momento fatal en que elementos desconocidos vendrian a minar su base. El desarrotlo cuantitativo, con frecuencia monstruoso, de la eaceria de documentos, terminaba por introducir en un trabajo vuelto ya interminable, la ley que lo deciaraba obsoleto apenas habia sido terminado, Ahora hemos atravesado un umbral, mas alld del cual esta situacién se invierte. Del desarrollo cuantitativo segin un modelo estable se pasa a cambios incesantes de modelos, En efecto, el estudio sc establece en nuestros dias desde el comien- zo sobre unidades que el mismo estudio define, en la medida en que es capaz y debe ser capaz de fijarse a priori objetos, niveles y taxonomias de aniliss, La coherencia es inicial. La cantidad de informacién que puede tratarse en funcién de estas normas se ha convertido, gracias a la computadora, en algo indefinido. La investigacién cambia de frente. Apoysindose sobre totalidades formales establecidas por decisién, se dirige hacia las desviaciones que reve- lan las combinaciones logicas de series y se desempetia mejor en los limites, Si tomamos un vocabulario antiguo que ya no corresponde a la nueva trayec- toria, poiiriamos decir que fa investigacién ya no‘parte de “rarezas” (restos del pasado) para llegar a una sintesis (comprensién presente), sino que parte e una formalizacién (un sistema presente) para dar lugar a‘“restos” (indicios e limites, y por abi, a un “pasado” que es el producto de un trabajo). Este movimiento, sin duda se ha acelerado debido al empleo de la computadora, y ademis la ha precedido -asi como toda una organizacién técnica ha precedido a la computadora, que viene siendo un sintoma aifa- dido. Es necesario observat un fenémeno extrafio en Ia historiografia con- temporiinea. EI historiador ya no es un hombre capaz de construir un impe- rio, Ya no pretende alcanzar el paraiso de una historia global, Se limita a circular alrededor de racionalizaciones adquiridas, Trabaja en los mérgenes, Desde este punto de vista se convierte en tun merodeador. En una sociedad dotada para la generalizacién, duefia de potentes medios centralizadores, el historiador avanza hacia las fronteras de las grandes regiones explota. das; “hace una desviacién” hacia la brujeria,® la locura,* las fiestas, la "Cie Robert Mandrow, Mogistrats et sorcers en France au x0ir, sidcle, Plom 1968, y la sbundante iteratra histrica sobre la materia, * Sobce todo después de Michel Foucault, Histoire de la folie d 1° dge classique, Plon, 1961 seed, Gallimard, 1972, “ Cf. en particular Mona Ozouf, “De Termidor + Brumaro: los dscursos de fa Revolucida sobve ella misma”, en Au sitcle des Lumidres, Sevpen, 1970, pp. 157-187, y “El corteio y la sina, Los itineratos parisienses de tas fests revolucionaia”, em Annales ESC, 0, 1971, pp. 889-916. 92 literatura popular el mando olvidado del campesino Occitania! y otras zonas silenciosas, Estos nuevos otjetos de estudio dan testimonio de un movimiento ue se esboza desde hace muchos afios en las estrategias de la historia. Asi, Femand Braudel mostrasa cémo los estudios sobre las “reas culturales™ tienen Ia ventaja de situacse en lo sucesivo en los lugares de trénsito, donde Pueden observarse los fendmenos de “frontera”, de “préstamo" o de “recha. 20°.9 EL interés cientifico de estos trabajos consiste en la relacién que man. Lienen con totalidades impuestas © supuestas ~"una coherencia en el espa- cio, “una permanencia en el tempo” yen los correctivos que pueden apor. {ar Sin duda alguna es necesario considerar bajo esta perspectiva muchas de Iss nvestigaciones actualss. Aun la biografia desempefia el papel de una dis. fancia y de un margen proporcionados a construcciones globales, La investi. acién utiliza objetos que tienen la forma de su prictica: ellos le proporcionan elmedtio de hacer resaltar las diferencias relativas a las continuidades 0 lag unidades de donde parte el andlisis, Eltrabajo sobre el limite Esta estrategia de la practica historica la prepara a uma teorizacién mas con: forme a las posibilidades oftecidas por las ciencias de la informacion Podria ocurrir que dicha estrategia especificara cada vez mas no solamente fos métodos, sino la funcién de la historia en el conjunto de las Ciencias actuales. Sus métodos no consisten més, en efecto, en procurar objetos “auténticos” al ecnocimiento; su papel social no es mas (ano ser en la literatura especulativa Hamada de vulgarizacién) el proveer a la so. Ciedad de represéntaciones globales de su origen, La historia no ‘ocupa mas, como en el sigto XIX, el lugar central organizado por una epistemolo. A Cie Paul Delarue, Le Conte populaire francais, 1957; Robert Mandrou, De ta culture populaire en France aux svi" est siécles, Mouton, 1969- Marie-Louise Tectve, inne duceism a evtadio etn iertur oa el eueio", en Annales ESC, XXIV, 1969, fo TDA Hho Bare no hablar de los trabajos mds “lteraios” de Mare Soriano (Les Conte de Poorck Gulivssd, 1968) o de Mikhail Bokhtne ("cuore de F Rebelui etl culture prpeloba Gallimard, 1970), etcetera ARazeR de Tos campesinos, eft ante todo as publicacones de E, Le Roy Ladue, op. cit, SIPS [os pobre los tenbajos de Jacques Le Golly, desde hace diez ation, at “Inveengose et sobre los pobres y fa pobreza en la Edad Media” digas por Michel Mollet. SACH Robert Lafont, Renaisance a Sud, Gallimard, 1970, eestor y taniien Rnd Late, sPescotoniza I historia occitan”, en Les Temps modernes, noviembre 1991, py ereane A 2a Histor de las civilzaciones: el pasado explica al presente”, uno de fos caves Fraglelogicos mas importantes de Fernand Braudel, reimpreso en Berits ur’ hitohe, Flammarion, 1969, pp. 255-314 iver sobre todo pp. 29-296) 93 gia, que al perder la realidad como sustancia ontolégica, trataba de encon- trarla como fue:za historica, Zeitgetst, y de permanecer oculta en el inte- rior del cuerpo social. 1La historia ya no conserva la funcién totalizadora que consistia en sustituira la filosofia en el oficio de indicar el sentido de las cosas. Lahistoria interviene en el modo de realizar una experimentacién critica de modelos sociolégicos, econdmicos, psicolbgicos o culturales. Se dice que uti- liza un “instrumental prestado” (P. Vilar), y es cierto, Pero precisamente la historia pone « prueba este instrumental al transferitlo a terrenos diferentes, del mismo modo como se “prueba” un automévil de turismo obligéndolo a trabajar en pistas de carreras a velocidades y en condiciones que excedlen sts normas. La historia se convierte en un lugar de “control”, donde se ejercita una “fun- cidn de falsificacion”.” Alli puede caerse en la cuenta de hasta dénde Hlegan los limites de significabilidad relativos a “modelos” que son “ensayados” uno por uuno por la historia en campos ajenos a los de su propia elaboracién Este funcionamiento puede seiialarse, para poner algunos ejemplos, en dos de sus mementos esenciales: el primero sefiala Ia relacion de loreal con el modo del hecito histirico; el segundo indica el uso de modelos” recibidos, y por lo tanto la relacién de 1a historia con una razén contemporinea. Se refieren principalmente, el primero, ala organizacién interna de los procesos histéricos; el segundo, a su articulacién en campos cientificos diferentes, 1. Los hechos han encontrado a su campedn, Paul Veyne, maravillo- so cortador de cabezas abstractas. Como es normal, levanta la bandera de un. ‘movimiento que lo precedid, No solamente porque cada verdadero historia- dor sigue siendo un poeta del detalle y hace sonar sin cesar, como el esteta, Jas mil armonfas que una pieza rara despierta en un campo de conocimientos, sino sobre todo porque los formalismos confieren hoy en dia una nueva importancia al detalle que hace excepcién. Dicho de otra manera, este retor- no # los hechos no puede alistarse en una campaiia con el monstruo del “estructuralismo”, ni ponerse al servicio de una regresién hacia ideologias 0 pricticas anteriores, El retorno se inscribe, por el contrario, en la linea del andlisis estructural, pero como un desarrollo del mismo. Porque el “hecho” del que se tratard en lo sucesivo no es el que ofrece al saber observador la emer- gencia de una reatidad. Combinado con un modelo construido, toma la forma de una diferencia, EI historiador, pues, no esta colocado ante una alternativa de Ta bolsa 0 la vida “fa ley 0 el hecho (dos conceptos que, por lo demas, se esfurnan cada vez mas en la epistemologia contempordnea).”' El historiador % Che supra p10, m7 ilo una convepein bastante anvicuada de Tas ciencias exactas ("la sion es un cuerpo ‘eseribe), P. Veyne fe opone una histori que seria "un everpo de hechos” (Comment fon dort histoire. op. ett, pp. 21-22). 94, obtiene de sus mismos modelos la capacidad de hacer aparecer desviaciones Si durante algin tiempo espero una “totalizacién’”? y crey poder recon diversos sistemas de interpretaci6n, de tal manera que pudiera cubrir toda s informacién, se interesa ahora prioritariamente en las manifestaciones com plejas de las diferencias. Con este titulo, el lugar donde el historiador se establece puede todavia, por analogfa, llevar el nombre venerable de “hecho” el hecho es la diferencia, Asi pues, la relacién con lo real se convierte en una relaciéin entre lo términos de una operacién, Fernand Braudel daba ya una significacién com pletamente funcional al andlisis de los fendmenos de frontera. Los objetos qu: roponia a la investigacién estaban determinados en funcin de una operacior que habia que comenzar (y no de una realidad que habia que alcanzat), relacionados con modelos existentes.” Como resultado de este tipo de accién el “hecho” es la designacién de una relacién, También el acontecimiento pue de recuperar de la misma manera su definiciin de corte. Ciertamente, ya nw! corta el espesor de una realidad cuyo fondo nos seria visible a través de un: transparencia del lenguaje 0 que legaria por fragmentos a la superficie ci huestto saber. Todo el acontecimiento se refiere a una combinacién, de series racionalmente aisladas, entre las cuales él es capaz de marcar a su vez lo cruzamientos, las condiciones de posibilidad y los limites de validez,"* % Después de que Henn Betrcombind, en su concep de la historia, el método comparatsn, 1 primado de fo “social” y4e1 “gusto permanente de las ideas gencrales, eta "Totaliencon ‘presenta un retoro al espirtu de sitesi y una reereacign conte la feginentacign edited 1a “historia atomista”, mi® que In pretensién de establecer un discutso histérico tmniversal pair de Mauss, Durkbeira, Vidal de la Blanche, esta concepeién tiende a hacer prevalecer | ‘dea de organizacion sobre'ta de hecho 0 acontecimiento. Cf, H.D. Mann, Lucien Febsre city pp. 73-92. Bn “Tevria y prictca de la historia” (en Revue historique, LxXXtX, 1965 Pp ¥139-170), Henri-rénée Marrou recupera la idea de una “historia general” que reste « ‘speciaizacién de los métodos y a Ia diversificacién de las cronologlas tegin los niveles una tatea propia en el conjuunto mis amplio de la investigacién, Asi se creanlaboratorios de experimentacién epistemoldgica.®” Ciertamente, el historiador no puede dar una forma objetiva 2 este tipo de exdmenes, sino combinando los modelos con otros sectores de su documen- {acidn sobre una sociedad, De aqui proviene su paradoja: él confronta las formalizaciones cientifica: que escoge para ponerlas a prueba, con los obje- ‘08 no cientificos con los caales esté Hevando a cabo dicha prueba, La histo- ria, pues, no deja de ejercitar la funcién que ha ejercido a lo largo de los siglos en lo que se refiere a “razones” muy diferentes, fimcién que interesa a cada tuna de las ciencias constituidas, puesto que es utta critica de ellas. 2 Adi fo afirma Mickel Foucaul “Hasta el fa del siglo wt In vida no existe, solamente exinton tos seres vivos” (Les Mots et les Choses, Gallimad, 1966, p. 173), 0 Frangols neo cera de la inexstencia de la idea de vida “hasta pincipios del siglo Nx (La lagigue vin, Gallimard, 1970, p, 103}: un ejemplo entee mil 7% G, Canguithem, Etudes d'histoire et philataphie des sciences, Vein, 1968, p. 18. C hservaciones de Michel Fichant, Sur I" histoire des sciences, Maspero, 1969, p55 WA field of epistemological enguir”,escibe Gordon Leff Historyand Social Theory, University of Alabama, Press, 1969, p. 1). Un ejemplo tnica y sin dida excesivamente metodologico, es el estat gial de John MeLcsh (Evangel! Relision and Poputar Education, Londres, Methuen, 1969) Ree "ensaya suecsivarente varias tris (Marx, Malinowski Freud, Parsons}: hace del problem is ‘rico (as campaias escotares de Gifith Jonesy de Hanah More en el silo a) acaséorudy method (6p. cit p-165),e1 medio de veific:a vader y los limites propos de ead una elo teria, las

También podría gustarte