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¢Cémo se puede no ser constructivista hoy en dia? El legado de la modernidad Hace unos cuantos meses, cuando comuniqué el titulo de esta con- ferencia a los organizadores del congreso le daba cierta entonacién de perplejidad y asombro. Para mi, la interrogacién gc6mo se puede 1no ser constructivista hoy en dia? encerraba la misma carga de estu- pefaccién que si hubiera preguntado: zc6mo se puede no creer hoy en dia que la Tierra gira en torno al Sol? Sin embargo, a medida que fui dindole vueltas al tema, el tono fue cambiando poco a poco. Y es que, lo que de verdad es asombroso no es que se pueda no ser cons- tructivista 0 construccionista hoy en dia sino que algunos seamos constructivistas. Todo predispone, en efecto, ano serlo, y quienes no son constructivistas lo tienen en realidad muy facil. Basta con dejar- se llevar por la corriente, basta con no ser eriticos respecto de algu- nas de las evidencias mejor arraigadas en nuestra cultura, basta con dar por buenos los postulados basicos de la modernidad. Bien, constructivistas 0 no, todos los que nos movemos en el campo de la psicologia, sea cual sea nuestra especialidad, estamos confrontados con determinadas realidades psicolégicas y, eventual- mente, con el reto profesional de intervenir sobre esas realidades para intentar producir, deliberadamente, ciertos efectos. Para ello es necesario, claro esti, disponer de un buen conocimiento de la reali- dad psicolégica que solicita nuestra atencién. 249 Realidad - conocimiento: dos palabras que son, a mi entender, absolutamente claves. Pero, gen qué consiste la realidad? gen qué consiste su conocimiento? Aqui es precisamente donde las respuestas de los construccionis- tas y de los que no lo son divergen considerablemente, Para articu- lar su respuesta los no-construccionistas echan mano de la «ideolo- gia de la representacidn> en la que bafia toda la modernidad. Esta ideologia alimenta, a su vez, cuatro potentes mitos de los que me gustaria hablas aqui. Se trata de: * el mito del conocimiento vilido como representacién correcta y fiable de la realidad, * el mito del objeto como elemento constitutivo del mundo, * el mito de la realidad como entidad independiente de noso- tos, y * el mito de la verdad como criterio decisorio. Estos cuatro mitos forman habitualmente sindrome. Estin interco- nectados y bloquean, de forma decisiva la posibilidad misma de adoptar un punto de vista construccionista. Abandonar estos mitos resulta extraordinariamente costoso. Piénsese, por ejemplo, lo dificil que nos ha resultado abandonar el pesado legado cartesian que diferenciaba «clara y distintamente» dos mundos, el «mundo interior» y el «mundo exterior», y que, a partir de esta dicotomia radical entre interior /exterior, ubicaba en cl seno del espacio interior un conjunto de entidades mentales, 0 psicol6gicas, tales como los pensamientos, las creencias, los deseos, los sentimientos, las intenciones, etc. Descartes nos ponia de esta forma en el aprieto de tener que explicar la manera en que esas enti- dades habian sido engendradas en el émbito del espacio interior. Es decir, en nuestra mente y nuestra psique. O bien la forma en que ha- bian conseguido penetrar desde fuera en ese espacio y asentarse en 4, colonizando nuestra cabeza. El aprieto era tan inconfortable que para intentar salir de él sin cuestionar, por supuesto, la dicotomia cartesiana se Ilegé incluso a formular posturas tan sumamente desa- forunadas como son el conduetismo o el mentalismo. Hoy, por suerte, son cada vez més numerosos quienes dan la ¢s- palda al legado cartesiano, y quienes sostienen ques llamadas «en- tidades mentales» ni nacen dentro de nuestra cabeza, ni tampoco se 250 introducen en ella medias que radican y se fraguan et en elentramado social, en ralmente a eso que llama construides por éstos. Se ‘mamos entidades mental: bafia, y de la que esta heck chaza la dicotomia interic presenta, claro esté, bajo sspectivas para su inves Pe Pc bien, #1 no Fue na tesiana (nos ha costado vs mos en las revistas de psi colegas que no lo han con cil deshacernos del legad: del legado que la Tlustraci que sirve como dispositiv: cidn de la racionalidad cie concepciones «represent: desde el més trasnochado recientes de realismo. La hacer que la raz6n cientifi rica de la verdad» con tod cias de sumisién que acor verdad. El procedimiento utili la ret6rica de la verdad pr cidad asombrosa. Consist somos nosotros, con tode mos el criterio de validez. un conjunto de pricticas y contingentes, por eso m Se nos hizo creer que el c ¢s decir cientifico, es inde teralmente y escapa a lo Para ello era preciso arrar es «simplemente humano fuese inmune a nuestras ¢ dos los lugares posibles que son, a mi entender, ste la realidad? zen qué asdelos construccionis- rablemente. Para articu- han mano de la «ideolo- vda la modernidad. Esta es mitos de los que me representaci6n correcta stitutivo del mundo, independiente de noso- isorio. indrome. Estan interco- 1 posibilidad misma de rdinariamente costoso. resultado abandonar el «clara y distintamente» ndo exterior», y que, a ot /exterior, ubicaba en + entidades mentales, 0 as creencias, los deseos, artes nos ponia de esta aanera en que esas enti- del espacio interior. Es vien la forma en que ha- espacio y asentarse en atan inconfortable que supuesto, la dicotomia 1s tan sumamente desa- entalismo. 00s quienes dan la es- que las llamadas y situarlo en otro lugar, en un lugar que fuese inmune a nuestras cambiantes apreciaciones, y el mejor de to- dos los lugares posibles no era sino la propia «realidad». De esta 251 forma no éramos «nosotros» sino que era la realidad ella misma quien se encargaba de decirnos silo que afirmabamos a cerca de ella cra acertado 0 no lo ere. Podiamos inventar, por supuesto, las des- cripciones, las explicaciones y las teorfas que nos viniesen en gana, pero era el tribunal de los hechos quien debia dictaminar en tiltima instancia, y era la propia realidad quien debia decir si habamos ati nado 0 si habiamos errado. Se nos ha hecho creer, y Io hemos crei- do, que si un conocimiento cientifico es correcto, lo es precisamen- te porque es tolerado por la realidad, porque esta no lo desmiente, porque se corresponde con ella y la representa convenientemente. Por supuesto, siempre se puede buscar una correspondencia mas fina, mas precisa, y en ello radica, segtin nos dicen, el progreso cien- tifico, pero si bien somos duefios de las preguntas que podemos for- mular a la realidad y somos también responsables de la elaboracién de las respuestas, tan slo la propia realidad tiene en su mano la de- cisin dltima en cuanto a la aceptabilidad de esas respuestas. ‘Comulgar con esa concepcién nos conduce a admitir, por ejem- plo, que el atomo nos obliga a hablar de él de tal o cual manera por- que éles de tal o cual manera, y lo mismo pasa con la motivacién de ogro o con las representaciones sociales o con la esquizofrenia. A partir del momento en que aceptemos que es la realidad quien dicta los discursos sobre la realidad y quien selecciona los que son ade- cuados, es obvio que debemos renunciar a una perspectiva plena- mente construccionista. El mito de la representacion ‘Sin embargo, quienes afirman con total tranquilidad, que el conoci- miento cientifico es valido en la medida en que refleja, se adecua, 0 se corresponde con la realidad, quienes pretenden que él conoci- miento cientifico nos dice con cierta precisiGn cémo es la realidad, estén profiriendo una enorme barbaridad I6gica. Porque resulta que para saber si dos cosas se corresponden, hay que compararlas, y para compararlas hay que acceder a cada una de ellas con indepen- dencia de la otra. ¢Cémo accedemos a la realidad con independen- cia del conocimiento que tenemos de ella para poder compararla asi con ese conocimiento? Nadie, por supuesto, ha sabido decirlo, y sin embargo, por curioso que parezca, la concepci6n representacionis- 252 ta del conocimiento sigue cultura. Quizés, como creen lo sea cierto que el gran libre to ante nuestros ojos y qu guaje de las matematicas, ca podremos leerlo! Siem hecha por nosotros mism- tejarla con el original para que sentido tiene hablar quiere un original gqué es acceso al original? Cuanc mos representado algo q: tampoco estamos traducie y.en enunciados, estamos: ginal que no traduce nada lidad con el cual estaria en giria que demos por buen traducir un texto del que presentar algo que se dese Abandonar la creencia do, es adecuado precisa: aquello sobre lo cual ver: sobre una perspectiva cor el conocimiento cientificc vo, aunque sdlo sea en té nocimiento cientifico rect trictamente convencionale ¢s porque nosotros heme puede representar a otra ‘mente convencional. Por propia representacion, si ¢ sentacién, y cualquier ot forma no convencional d mismo, con lo cual ya no sentido hablar de represer sac ra la realidad ella misma jirmabamos a cerca de ella -ar, por supuesto, las des- que nos viniesen en gana, 2bfa dictaminar en ultima ‘bia decir si habiamos ati- ro creer, y lo hemos crei- orrecto, lo es precisamen- que esta no lo desmiente, ‘senta convenientemente, ina correspondencia mas ss dicen, el progreso cien- guntas que podemos for- nsables de la elaboracin d tiene en su mano la de- Je esas respucstas. fuce a admitir, por ejem- de tal o cual manera por- vasa con la motivacién de » con la esquizofrenia. A es la realidad quien dicta seciona los que son ade- 2 una perspectiva plena- aquilidad, que el conoci- que refleja, se adecua, 0 retenden que él conoci- i6n cémo es la realidad, sgica. Porque resulta que hay que compararlas, y aa de ellas con indepen- -alidad con independen- tra poder compararla asi sha sabido decirlo, y sin ‘peién representacionis- ta del conocimiento sigue predominando ampliamente en nuestra cultura Quizés, como creen los representacionistas siguiendo a Galileo, sea cierto que el gran libro de la naturaleza est ampliamente abier- to ante nuestros ojos y que éste libro esté incluso escrito con el len- ‘guaje de las matematicas, ;no importa lo més minimo, porque nun- ca podremos leerlo! Siempre deberemos recurrir a una traducci6n hecha por nosotros mismos, sin que nunca nos sea dado poder co- tejarla con el original para comprobar su fidelidad. Pero entonces, que sentido tiene hablar de traduccién? Cualquier tradueci6n re- quiere un original gqué es lo que estamos traduciendo sino tenemos acceso al original? Cuando elaboramos un conocimiento no esta- mos representado algo que estaria ahi fuera en la realidad, como tampoco estamos traduciendo esos objetos exteriores en ecuaciones y-en enunciados, estamos construyendo de par en par un objeto ori- ginal que no traduce nada y que no representa ningtin trozo de rea Iidad con el cual estaria en correspondencia. Pensar lo contrario exi- giria que demos por buenas ideas tan absurdas como que se puede traducir un texto del que no se dispone, o como que se puede re~ presentar algo que se desconoce por completo. ‘Abandonar la creencia de que el conocimiento vilido, o adecua- do, ¢s adecuado precisamente porque representa correctamente aquello sobre lo cual versa, es un paso obligado para desembocar sobre una perspectiva construccionista. Este paso conduce a situar el conocimiento cientifico como conocimiento simplemente relati- ‘vo, aunque sélo sea en términos de relativismo conceptual. El co- ‘nocimiento cientifico recurre a conceptos y a categorias que son es trictamente convencionales, es decir que no representan a nada si no 5 porque nosotros hemos decidido que representan a algo. Nada puede representar a otra cosa si no es mediante una decision pura- mente convencional. Por decirlo de otra forma, el «original» es su propia representacién, si es que nos empefiamos en hablar de repre- sentaci6n, y cualquier otra cosa que pretendiera representarlo de forma no convencional deberia ser absolutamente idéntico con él mismo, con lo cual ya no seria, obviamente, otra cosa y no tendria sentido hablar de representaci6n. 253 El mito del objeto Quienes participan, y son muchos, de la concepcién representacio- nista del conocimiento, creen que el secreto de la relacién privile- giada que el conocimiento cientifico establece con la realidad se en- cuentra en ese conjunto de procedimientos (llamado , pero aplicado, esta vez, al ambito del quehacer cientifico, y defendido, curiosamente, por quienes més se precian de ser riguro- samente cientificos. Esta claro que el mito dela objetividad y de la posibilidad misma de una separacién radical entre sujeto y objeto, tornan muy proble- matica la adopeién de un punto de vista construccionista. El construccionismo disuelve la dicotomia sujeto / objeto afir- mando que ninguna de estas dos entidades existe propiamente con independencia de la otra, y que no ha lugar a pensarlas como ent dades separadas, cuestionando asi el propio concepto de objeti- vidad. De hecho, el construccionismo se presenta como una postura fuertemente des-reificante, des-naturalizante, y des-esencializante, que radicaliza al maximo tanto la naturaleza social de nuestro mun- do, como la historicidad de nuestras pricticas y de nuestra existen- cia. Desde esta perspectiva, el sujeto, el objeto y el conocimiento, se 254 agotan plenamente en sue la que dicha existencia cc como tampoco remiten a constituirian una simple ¢ ricter literalmente constet miento arranca estas entid jetos naturales que vendri: Esta claro, que si el obje si requiere un sujeto para objeto implica, en el senti del sujeto, sin que tenga lidad. Cuidado, no es que el « de palabras como sujeto y te, se trata simplemente de plicaciones de su uso. parte de la dicotomia dad implica también algo recta. La objetividad rq aquello sobre lo cual ela con independencia del co vestigada exista previame: que por causa de las oper: nocimiento. De alguna forma, la cr fesin de fe «realista» mt Ese realismo de sentido fuerza nuestra forma de objetos que conocemos 8 tras propias caracteristica cia del conocimiento que claro que para desarrollar nista, es imprescindible ac turales, de que los objet ‘como somos, los hacemo: to, ni hay objetos indeps independientes de ellos. I de insistir sobre el hecho convencional, y depende ncepcidn representacio- 0 de la relacién privile- sce con la realidad se en- 3s (llamado «el método alcanzar la objetividad. Je produccién del cono- minen o lo contaminen, >s fundamentales, que se oductor de conocimien- postula de esta manera zal entre sujeto y objeto polos pre-establecidos, aci6n del conocimiento, adan, La estricta dicoto- 4, conduce a autonomi- aiento cientifico, de sus conocimiento cientifico in «proceso sin sujeto». el proceso que lo pro- la nada, no saca a la luz del dia algo que estaba escondido antes de que él consiguiera verlo. Lo que hace cualquier investiga dor es construir algo que tan slo se transformara en un auténtico «hecho cientifico» después de que intervenga un complicado proce- so al que concurren miiltiples redes sociales, conjuntos de conven- ciones, entramados de relaciones de poder, series de procedimientos ret6ricos, y es todo esto lo que acabara por transformar eventual- mente en un «hecho cientifico» tal o cual construccién realizada por tal o cual investigador. Claro que una vez que un hecho cientifico ha sido instituido como tal a través de ese largo proceso social, acaba siempre por autonomizarse del proceso que lo ha creado y Se pre- senta como «algo» que siempre estuvo «ahi», esperando paciente- mente que «alguien lo descubriese El mito de la realidad independiente zPero si no hay, propiamente hablando, «objetos» en la realidad, entonces que es lo que hay? Con dnimo de ser provocative me gus~ taria contestar que no hay sencillamente nada, pero para evitar crear malentendidos, me limitaré a decir que s6lo hay lo que ponemos en ella. Pero cuidado, esto no significa que podamos poner en ella 256 cualquier cosa que se no mente que la realidad no mediante das cuales la ok realidad es siempre «reali = nuestra perspectiva>. C dad forma parte del uni «especulativor, 0 de lo « pensable» Por supuesto, cuando como resultante de nuest y de todas aquellas caract {que conforman precisam go de ser tildado de «ide: Ios Arboles? zAcaso no e no no resuena en los cielc ahi paranoicos y depresiv Esta claro que todo es pueda pensar, decir, o de: te considerado. Sin eml construido como tal, col hist6rico intimamente 1 tanto que seres humanos planos que nos constitu junto con lo que haceme toria), lo que hace que | efectivamente. La afirma independencia de nosotr de las tres consideracion a) Todos sabemos, de en la naturaleza, y mos en nuestra cal a nuestra peculiar nuestra estructura ria blanca, ni el m: dad» la nieve? del verbo hacer. Por ciencia . Por supuesto, cuando se afirma que la realidad no existe a no ser como resultante de nuestras précticas de construccién de la realidad y de todas aquellas caracteristicas propias (bioldgicas, sociales, ete.) {que conforman precisamente «nuestra perspectiva>, se corre el ries- go de ser tildado de «idealista» y de «solipsista». ¢Acaso no existen Ios arboles? :Acaso no existen los rayos y truenos? ;Acaso el true- no no resuena en los cielos aunque yo sea sordo? ;Acaso no hay por ahi paranoicos y depresivos? Esta claro que todo esto existe, con total independencia de lo que pueda pensar, decir, o desear cualquiera de nosotros individualmen- te considerado. Sin embargo todo esto existe porque lo hemos construido como tal, colectivamente, a través de un largo proceso hist6rico intimamente relacionado con nuestras caracteristicas en tanto que seres humanos. Es lo que nosotros somos, en los diversos planos que nos constituyen (el bioldgico, el fisico, el social, et), junto con lo que hacemos (lo que hemos hecho a lo largo de la hi toria), lo que hace que la realidad exista en la forma en que existe efectivamente. La afirmaci6n segtin la cual la realidad no existe con independencia de nosotros puede ilustrarse facilmente sobre la base de las tres consideraciones siguientes: ) Todos sabemos, desde hace tiempo, que los colores no existen en la naturaleza, y que somos nosotros quienes los construi- ‘mos en nuestra cabeza por razones estrictamente imputables a nuestra peculiar conformacién sensorial. Es claro que si nuestra estructura sensorial fuesg.de otro tipo, ni la nieve se ria blanca, ni el mar seria azul. Entonces, gc6mo es «en real dad» la nieve? {Cémo es, con independencia de la forma en que la vemos y la conocemos? La pregunta no tiene respuesta posible, y sin embargo la afirmacion de que «la nieve es blan- ca», constituye sin duda una afirmaci6n verdadera. Pero no 257 porque esta afirmacién se corresponde con la realidad, sino porque lo que somos hace que sea verdadera («lo que somos», y habria que aftadir para mayor precisién: «y las convencio- nes que hemos creado»). b) ‘También sabemos que los sonidos no existen en la realidad, slo existen como producto de determinados aparatos auditi- vos, y sin embargo es cierto que los rayos se siguen para no- sotros de un trueno y que hay truenos més fuertes que otros. ©) Hasta aqui parece que s6lo estemos hablando de la vieja cues- tidn de las cualidades sensibles secundarias, pero gverdad que si en lugar de tener el tamafio que tenemos sélo tuvigramos el tamafio de un 4tomo sin que ninguna otra cosa cambiase tam- poco los arboles existirian? Algo diferente existiria en su lu- ‘gar, y asf sucesivamente... Bien, quiero insistir sobre el hecho de que al afirmar que la realidad no existe independientemente de nosotros, 0 lo que es lo mismo, que s6lo hay en la realidad lo que nosotros ponemos en ella, no se esté sugiriendo que podemos conforimar la realidad a nuestro anto- jo y poner en ella lo que nos venga en gana. Lo que «somos», social, biologica y-fisicamente constrifie decisivamente el modo en que po- demos construir la realidad, pero, desde luego, es innegable que ésta no viene dada sino que la construimos. Hay que abandonar el crite- rio de una realidad independiente si se quiere entrar en una pers- pectiva construccionista, y esto al parecer no es cosa facil para quic- nes han conformado sus ereencias en el marco hegeménico de la modernidad. El mito de la verdad Es bien conocido que la modernidad ha conferido a la raz6n cienti- fica la facultad de decir lo que es verdadero y lo que no lo es. Antes, ‘eran otras entidades, otros dispositivos, quienes regulaban el régi- men de la verdad en el seno de la sociedad. Pero a través de las mil- tiples variaciones que ha conocido el criterio de la verdad, hay“algo que se ha mantenido constante a lo largo de la historia porque en ello radica precisamente el sentido mismo de la verdad: su carécter absoluto y trascendente. 258 En efecto, la verdad nc cunstancias © consideraci €s y punto, porque si emy desde tal perspectiva, 0 p entonces estamos diciend verdaderamente verdader en circunstancias especific En otras palabras, la verc deseos, creencias, decisic y absoluta, debe trascend contingente de la subjetiv la nutre. Para ello, la tinic la verdad fuera de la histe dad, fuera del mundo de | mente humanas, es decir, gente y variable. Si la inmediatamente de ser vet sempefiar las funciones r son otras que las de prod dad de recurrir a la fuerza Esta claro que a partir« en la verdad, estamos afirt estamos declarando por na que laestablece y la reg dad, la ciencia, o las leyes Por muy atractiva que ta, dificilmente podremos de la creencia en la verdac mitir que existe por lo me no construimos, algo tar que establece la validez de Para poder desarrollar nista, es indispensable ro verdad. Los criterios de |: son tan contingentes y tar como cualquier otra cosa por lo tanto nada que sea Pero entonces, dirdn t verdadero, o mas verdade back con la realidad, sino dera («lo que somos», 4n: «y las convencio- sxisten en la realidad, aados aparatos auditi~ ‘8 se siguen para no- nas fuertes que otros. ando de la vieja cues- ias, pero zverdad que os s6lo tuviéramos el -a cosa cambiase tam- ate existiria en su lu- firmar que la realidad lo que es lo mismo, onemos en ella, no se Jidad a nuestro anto- que «somos», social, ‘eel modo en que po- es innegable que ésta se abandonar el crite- 20 hegeménico de la ido a la raz6n cienti- >que no loes. Antes, es regulaban el régi oa través de las mil- ela verdad, hay algo a historia porque en a verdad: su cardcter En efecto, la verdad no puede en modo alguno ser relativa a cir- cunstancias 6 consideraciones particulares. Si algo es verdadero lo 5 y punto, porque si empezamos a decir que tan sélo es verdadero desde tal perspectiva, o para tal comunidad, o momentineamente, entonces estamos diciendo que no es del todo verdadero, que no es verdaderamente verdadero, sino que tan sélo se considera como tal en circunstancias especificables y desde puntos de vista particulares. En otras palabras, la verdad no puede estar supeditada a nuestros deseos, creencias, decisiones, y caracteristicas, debe ser universal y absoluta, debe trascender el caracter necesariamente cambiante y contingente de la subjetividad humana y de la intersubjetividad que Ja nutre. Para ello, la nica solucién consiste en ubicar el criterio de la verdad fuera de la historia, fuera de la cultura, fuera de la socie- dad, fuera del mundo de las pricticas y de las producciones simple- mente humanas, es decir, en definitiva, fuera de lo que es contin- gente y variable. Si la verdad dependiera de nosotros, dejaria inmediatamente de ser verdadera y perderfa toda capacidad para de- sempefiar las funciones reguladoras que tiene asignadas y que no son otras que las de producir el consenso y la sumisin sin necesi- dad de recurrir ala fuerza. Esta claro que a partir del momento en que asumimos la creencia en la verdad, estamos’afirmando que ésta no depende de nosotros, y estamos declarando por lo tanto que existe una instancia no hums: na que la establece y la regula, llimese a esta instancia Dios, la reali- dad, la ciencia, o las leyes del universo. Por muy atractiva que nos parezca la concepcién construccionis- ts, dificilmente podremos asumirla mientras sigamos partcipando de la creencia en la verdad. En efecto, esta creencia nos obliga a mitir que existe por lo menos algo que no es obra nuestra, algo que no construimos, algo tan importante como es el propio criterio que establece la validez. de nuestros conocimientos. Para poder desarrollar una perspectiva plenamente construccio- nista, es indispensable romper radicalmente con la creencia en la verdad. Los criterios de la verdad son obra nuestra, y por lo tanto son tan contingentes y tan relativos a nuestras cambiantes practicas como cualquier otra e6sa que resulte de nuestro quehacer, no hay por lo tanto nada que sea verdad en cl sentido estricto de la palabra. Pero entonces, dirén ustedes, tampoco el construccionismo es verdadero, o més verdadero que los planteamientos alternativos. 259 jPor supuesto que el construccionismo no es verdadero, o mis verdadero que las demas alternativas! Pero esto no significa ni mu- cho menos que no dispongamos de criterios para decidir si merece Ja pena, o no, trabajar en una orientacién construccionista. Nos quedan exactamente los mismos criterios que utilizamos para eva- luar cualquier otro conocimiento después de haber abandonado el criterio de la verdad. Nos quedan los criterios de juicio acerca de su coherencia, de su utilidad, de su inteligibilidad, de las operaciones que permite realizar, de los efectos que produce, del rigor de su ar- gumentacién... en definitiva, no su valor de verdad sino su valor de uso, y su adecuacién a las finalidades que asignamos, nosotros mis- ‘mos, al desarrollo de tal o cual tipo de conocimiento. A partir del instante en que nos percatemos de que no podemos hacer recaer sobre «el mundo tal y como es» la responsabilidad de decidir acerca de la validez. de los conocimientos, de que no hay «trozos de lenguaje» que se

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