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FRANCISCO MUNOZ CONDE CCatedrtico de Derecho Penal en ly Universidad de Sevilla, La creencia erronea de estar obrando licitamente. 1. La reforma, parcial y urgente, del Codigo penal operada por la Ley Orginica 8/1983, de 25 de junio (B.OE. 27 de junio), hasido, probablemente, la refor- ma mas importante que se ha producido en nuestra legislacion penal desde los ya lejanos tiempos de la Codificacion decimonénica. Sin discutir que, como otras muchas reformas habidas en los iiltimos cien afos (1), la reforma de 1983 también haya estado motivada por razones politicas coyunturales, Io mas importante, en estos momentos, es, sin duda. que, por fin, ha abordado la modificacion de un bloque impor- tante de preceptos que hasta entonces se habian con- siderado como el principal obstéculo para la realiza- (1) Sobze las relaciones ente politica y Derecho penal en ls histo ria de la Codificacién penal espatola vase Barbero Santos, Politica criminal y Derecho penal en Espara, Madrid. 1977. Mis espocifica ‘mente sobre fos eondicionamientos politicos de lag roformas pena les habidas en Ja transcion democritica espatola, Mufloz Conde, Re- Jormas pendles 1977, en Cuadernos de Politica Criminal, nin 4 1978, pp. 118 55: el mismo, La reforma de ls deltes patrimaniales, en Documentacién Juridice, momogrifica dedieado 4 la Propuests de Anleproyecto dol nuove Cédigo penal, ol. 1, enero-diciembre 1983, rims, 37/40, pp. 669 863 Barhero Santos, La reforma penal dela Mo narquia Constitucional espafol, en Reforma Politica y Derecho, Mi= nisterio de Justicia, Secretaria General Técnica, Centro de Publicacio- nes, 1985, pp. 285 ss. Sobre la rofoema penal de 1983, véase Quintero Olivares, en Quintero OlvaresMunoz Conde, La reforma penal de 1983, 24, 1984, pp. 15 ss. 253 cidn plena del principio de culpabilidad en nuestro Ordenamiento jurfdico penal y, por tanto, para una dogmética juridicopenal racional, justa y progresista, La egislacion penal espaftola habia quedado ancia- da en una orientacién fundamentalmente objetiva, mas atenta al hecho realizado y a sus consecuencias que al autor causante del mismo (2). Esta orientacion objetivista se traducfa en la supervivencia de la res- ponsabilidad por el resultado y en la inexistencia de preceptos que dieran relevancia expresa al error de prohibicion en cualquiera de sus formas 0 modali- dudes. Esta regulacion legislativa, deficiente desde el pun- to de vista de una orientacién subjetiva, provocé una praxis jurisprudencial arcaizante en la que viejos axio- mas como ‘versari in re illicita imputantur omnia quae sequuntur ex delicto” © "ignorantia iuris non ex cusat”, tuvieron acogida y condujeron a resoluciones, dificilmente compatibles con el actual estado y la racionalidad de nuestra cultura juridica. La doctrina repetidas veces denuncid y critics las consecuencias a que esta regulacién daba lugar, pro- poniendo en algunos casos soluciones que, con mas 0 menos apoyo en el texto legal, buscaban Ta exclusion de la responsabilidad por el resultado y la relevancia atenuante 0 eximente del error de derecho 0, en ter- minologia mas moderna, de prohibici6n. La reforma de 1983 ha seguido esta linea con la nueva redaccion del parrafo 2° del articulo 1, la in- troduccién de los nuevos articulos 6 bis a) y bis b) y la consiguiente derogacion de la eximente 84 del arti- (@) Sobre ta orientaciSn al autor en el modern Derecho penal, vase Hassemer, Fundamentas del Derecho penal, vaduecién y notas {de Arroyo Zapatero y Munoz Conde, Barcalona 1984, pp. 230 ss. 254 culo 8 y del articulo 50, dando un giro copernicano a Ja orientacion preponderantemente objetiva que ca- racterizaba al viejo Derecho penal. A partir de ahora, el principio de culpabilidad, tan- to en su vertiente de reduccién de 1a responsabilidad por el resultado, como en la de la relevancia del error de prohibicién, no seré mas una especie de postulado ‘metalegal ideal, sino uno de los principios basicos del Ordenamiento juridico penal vigente que, con todas, sus consecuencias, tendré que ser aceptado y aplicado incluso allf donde parezcan anidar todavia las viejas tesis objetivistas, No es nuestro propésito ocuparnos ahora de la re- forma penal de 1983 en su conjunto (3), ni tan siquie- ra de los aspectos més relevantes de la misma en rela: cién con el principio de culpabilidad (4), sino de uno de los nuevos preceptos que sin duda es también uno de los mas importantes y transcendentales: de fa regu- lacién del error en la vertiente a que alude el art. 6 bis a), 3°, es decir, “la creencia erronea ... de estar obrando licitamente”, que cuando es “invencible” “excluye la responsabilidad criminal” y que, “cuando es vencible”, obliga a aplicar la pena inferior en uno 0. dos grados conforme a lo dispuesto en el art. 66 del Cédigo penal 2. El postulado de que el conocimiento de ta ilici- tud 0 antijuricidad del hecho es elemento imprescin- dible y con ello, al mismo tiempo, presupuesto, de la imposicion de una pena, y de que, por tanto, el desco- G) Weise Quintero OlivaresMufer Conde, La reforma penal cit. (8) Véase Asua Batarit, La reforma parcial y urgente del Codigo Penal, en Revise del Colegio de Abogados de Vizcaya, 1983: Alonso ‘Alamo, EY nuevo tratamiento de ta preterintencionalided, en la Ley 1983 285 nocimiento © ignorancia sobre este extremo, segiin sea vencible o invencible, evitable o inevitable, es re- levante en orden @ excluir o atenuar le culpabilidad y, con ello, la pena aplicable al autor de un delito, cons- tituye desde hace afios un principio basico de la mo- derma dogmatica juridicopenal, aunque solo en los liltimos anos ha sido acogido en la praxis jurispruden- cial y expresamente en la legislacién positiva de algu- nos paises Un ejemplo de esta lenta marcha hacia su admision generalizada, tanto en Ia teorfa como en la practica jurisprudencial y en la legislacién, lo ofrece el Dere- cho penal alemin, en el que, aunque sus penalistas te6ricos lo venian’ propugnando desde finales del si- alo XIX (5), s6lo en fechas recientes se ha acogido su relevancia expresamente en el § 17 StGB (6). siguiendo el camino trazado ya a partir de la sentencia 12 de marzo de 1952 del Bundesgerichtshof, que abandond con ella la postura tradicional de la jurisprudencia del Reichsgericht, anterior a la Segunda Guerra Mundial, (8) Sobre antevedentes histéricos mis remotes Engslmann Die Schuldlehre der Postglossatoren und thre Fortentwicklung, 1895. En et Jimbito dogmitico modemo se encuentsan ya importantes aportasiones fen Kobausch, frtum und Sehuldbegrff im Strarecht, 1, Teil. 190% Ssungue fue Binding, en el tomo Ill de st Die Normen und dire Uber. ‘etung, quicn en 1918 propugné decididamente ls conciencia de lan tjusicidad como presupuesto indispensable de la eulpabilida penal. Pa ra una exposicin de conjunta de la evolucin histrico-dogmiticavé se Figusitodo Dis, © probleme de cousencia da ilictude en Dreito penal, Coima 1969, pp. 26 (6) Dice asiel § 17 SIGB: “Si faltaen el autor. en ef momento de la ‘comisién del hecho, la conelenela de actus injustamente, actus sin cul pabildad, sino pudo evitar este error. Si, por el contzario, el autor pu 0 evitar ol exor, la pena puede ser atonuada conform a Yo dispuesto enel § 49,1 que denegaba, en principio, cualquier tipo de eficacia al error de prohibicion (7). Algo similar sucedi6 en el Derecho penal espafol, en el que hasta la reforma de 1983, la relevancia del error de prohibicion y, con ello, la exigencia del cono- cimiento de la antijuricidad como presupuesto de la pena no ha tenido consagracion legal plena, siendo fundamentalmente la doctrina desde los tiempos ya Iejanos de Costa (8) y Dorado Montero (9), primero, como postulado de lege ferenda, y luego, como exi- gencia dogmitica intrasistemdtica derivada del princi- pio de culpabilidad (10) la que insistentemente ha venido preconizando la necesidad de este requisito en Ia teorfa del delito. La jurisprudencia, incluso la mas cercana a la reforma de 1983, ha sido, por el contrario, bastante parca en la recepcién de este ele- mento, si bien fue modificando poco a poco este cri- terio, hasta llegar a importantes decisiones recientes, en las que se le da plena relevancia, si bien con formu- GH Sobre ta stuacidn actual en el Derecho penal aloman puede ver se, nor el, lescheck, Tratado de Derecho Penal, tradcciin y aiciones {Mi Puig y Mufo? Conde, Tomo I, Barcclona 1981, pp. 622 58. Sobre lu situackin antes de la entrada en vigor del § 17 puede verse Maurach, ‘Tratado de Derecho penal, traduccion y notas de Cérdoba Rods, Bae celona 1962, tomo II pp. 130 ‘Una exposiciin restmida de esta situacign puede verse en Welel, I nuevo sistema del Derecho penal, traducsiin 9 notas de Cerezo Mit, Barcelona 1964, pp. 105 (6) Costa, ET problema de la ignorancia del derecho sus relaciones com el satus individu, el referendum » la costume, Manuals Sot, Bareclons (8) Dorado Montero, Sobre la lgnarancia de Ia ley pena, en Proble mas de Derecho Penal, Madrid 1895, pp. 408 ss (10) Asi, pore). Cérdota Roda, El conocimionto de la antijurie- da en la teoria del elit, Barwsiona 1962: y Cereto Mir, La concen: cle de le anrijurteidad en el Codigo penal espanol, on Revista de Este: dios Penitenciaros, 20, 1964. pp. 489 ss, (Cambie on: Problemas fur damentales de Derecho penal, Madrid 1982, pp. 74 5). 257 laciones no siempre coincidentes con fos postulados doctrinales, ni con el tenor literal de Ios preceptos surgidos con la reforma de 1983 (11). Sin embargo, también hay que decir que el cono- cimiento de la antijuricidad como presupuesto de la aplicacion de la pena no siempre goza de esa acep- tacion tan undnime que parecen dar a entender los cjemplos anteriormente citados. Incluso en estos pai ses la doctrina y con ella la jurisprudencia y la propia redacciOn de los textos legales, lo aceptan con impor- tantes matizaciones y restricciones no siempre coinci- dentes con el nivel de exigencia que impone su reco- nocimiento y ello no es extrafio cuando en otros mu- chos paises, pertenecientes a la misma area de cultura el nivel de aceptacion incluso doctrinal es mucho me- nor ¢ incluso se niega expresamente relevancia a este presupuesto. Asi, por ejemplo, importantes excepcio- nes, legislativas y doctrinales, se dan en el Derecho pe~ nal latinoamericano donde’ todavia se nivga efecto excusante al lamado error de derecho o se limita su eficacia al llamado error de derecho extrapenal (12) Lo mismo sucede en el Derecho penal italiano en el que tanto la doctrina, como la jurisprudencia se limi- lan a dar relevancia limitada al error de derecho ex- (UD) Cir, por gj, STS 3 enero, 1 marzo, 24 abril, 18 octubre, 18 no viembre 1985 y 22 marzo de 1986 (Cas Ballesteros", eft inf) (12) Véase para una exposicidn de eonjunto Muon Conde, Teoria General del Delito, Bogoti 1983, p, 167, Espevialmente interesante es 1a situaciGn en el Derecho penal colombiano, cuyo Cédigo penal de 1940 nice expresumente relevancia a in ignorancia de Ia key penal (art 10), pero admite ef error sobre las caus de justficadion (art. 40, 3), Io que permite ala moderna doctina de este pais una reinter= pretacién del art. 10 conforme al principio de culpabilidad, éase Loe ‘doto Bets, EI error en la moderna teoria del delito, Boyots 1982, pp. 113 ss; Reyes Echandia, Derecho Penal, Parte General, 8% ed, Bopoti 1981, p. 348; Forndndsz Caseasquilla, Derecho Penal Fundamental, Bozoti 1982, pp. 4675s. 258 trapenal (13). ¥ todavfa mAs contundente es el Dere- cho penal anglosajon que excluye cualquier relevan- cia del error de derecho, acogiendo la maxima “igno- rantia iuris non excusat”, si bien en algunas decisio- nes recientes los Tribunales ingleses han admitido excepciones 2 este principio (14). Ello quiere decir que la exigencia del conocimien- to de la antijuricidad del hecho como presupuesto de la pena y como elemento de! delito, es todo menos evidente y que se puede imaginar perfectamente un Derecho penal moderno en el que no se le de acogi- da. Las razones que hablan en favor de esta posicion son también atendibles y a ella nos referimos a lo lar- go de nuestra exposicién, en Ia que también se mos- trard como muchas posiciones técnicas 0 formulacio- nes legales que expresamente acogen el requisito del conocimiento de Ia antijuricidad, no son tan genero- sas de hecho cuando se trata de llevarlos a la practica, (13) Véase Paitano, vor Ignoranea, en Enetelopedia del Ditto, El art. § del Cdigo peral italiano dice expresamente que “nadie podrd invocar en su propia excust la ignorancia de las lyes penalee™. Apesit de esa tajante dectaracién legal ly madera dogmitea italiana se esfuct ‘1 por una reinterpretacién de este precepto conform eon el principio 4e culpablidad, vase Fiandaca Museo, Dirtto Penal, Porte Generale, olonis 1985, p. 195 (14) Asf, por ej. en celacion con el desconocimiento det caréter “ajeno” de la cow en el delito de datas, ase caso Smith (1974). En la TheftAct 1968 se admite Ia ereenct eacional en el oneal n de rucho como excwst en ef delito de hurto, Peron general se sigue mane teniendo el principio “ignorantiafuris nom excusat”, véase Curcon, Cr ‘minal Law, ¥09., 1980, pp. 44 y 157. Paocida esl situaciin en Frat cia, véase Merle-Vitu, Thaité de dvottcriminel, 28 e8., tomo Ml, 1973, pp. $70 ss, En Portugal el nuevo CSdizo penal de 1983 acoge en sar. 17 la gelevancia del error de prohbicibn, vase Roxin, Zur Problematik des Schuldstrafreckts, en Zettchrift fur die gesamte Siraftechtswissens chaft, 1984, pp. 657 ss, Sobre la stuacién anterior wéaw Figueiredo, 0 Problema cit 259 El conocimiento de la antijuricidad como elemen- to del delito y como presupuesto de ta pena y Ia efi cavia exculpante 0 atenuante del error sobre la mis- ma, no es, por consiguiente, una maxima que goce de aceptacion universal e indiscutible, tanto a nivel téc- nico, como prictico. Sin embargo, si parece un prin- cipio cuya realizacion plena puede estimarse como de- seable, ya que entre otras cosas supone un avance no- table en esi linea evolutiva que tiende a dar una ma yor proteccion a los derechos fundamentates del ciu- dadano, también del ciudadano delincuente, frente a las excesivas intromisiones del poder del Estado. El miedo @ que su reconocimiento y admision generosa por parte de los Tribunales suponga un debilitamien- to de la vigencia de las normas penales y, con ello, de la eficacia preventiva del Derecho penal, es solo un dato a tener en cuenta, pero en absoluto un argumen- to decisivo contra su aceptacion. Es conveniente, sin embargo, tenerlo en cuenta co- mo la otra cara de la cuestion, pues no pocas veces es un argumento que, consciente o inconscientemente, se utiliza en la polémica sobre este problema. Pero antes de entrar en el andlisis del pfo, 3° del art. 6 bis a) y de las consecuencias a que conduce, conviene fijar el marco teérico en el que se mueve la discusion dogmatica en torno a la relevancia del error de prohibicién, que es, con otras palabras, la problematica a la que, en el fondo, alude la regular cin que propone el pfo. 3° del citado art. 6 bis a). La moderna discusi6n tedrica dogmitica sobre es- te problema se mueve en el marco de dos teorfas que, con diversas variantes y matizaciones, se denominan, teoria det dolo y teoria de la culpabilidad, Seguida- mente paso a ocuparme de cada una de ellas por sepa rado, pidiendo de antemano perd6n por repetir cosas 260 ya sabidas, pero que conviene recordar en aras de una mejor comprensin de mi propia postura que luego expondré: 3. Algunas de las razones que explican Ia reticente actitud que no s6lo la praxis, sino también, conscien- te o inconscientemente, la doctrina muestran para ad- mitir la relevancia del error sobre la ilicitud o la anti juricidad del hecho y, con ello, su incideneia en la aplicacion de una pena, son, en parte, explicables, si se consideran las elevadas exigencias que al respecto impone la llamada teoria del dolo que, en su version estricta, es la primera formulacion doctrinal en ta que aparece tal requisito en la dogmética juridicopenal alemana (15). La teoria estricta del dolo considera, en efecto, que el conocimiento de la antijuricidad del hecho por par- te del autor del mismo es un elemento integrante del dolo y que, por tanto, debe tener el mismo caricter que cualquier otro tipo de conocimiento necesario, para imputar el hecho a titulo de dolo, Es decir, para la teorfa estricta del dolo, el conocimiento de fa anti- Juricidad debe tener, psicolégicamente, el mismo ca- rdcter e intensidad que el conocimiento de cualquier otro dato configurador del hecho delictivo, sea este un simple elemento descriptivo del tipo de delito en cuestién, uno normativo 0 el presupuesto objetivo de una causa de justificacién FI conocimiento de todos estos datos, incluido el de ta antijuricidad, tie- he que ser, por tanto, actual y referido al momento del hecho. La falta de ese conocimiento, cualquiera que sea su causa u origen, determina ta ausencia del dole y con ello la imposibilidad de imponer la pena U3) Véase por ej. Binding, Die Schuld im deutschen Strarecht, 1919, p, 18;tambign del mismo, Die Normen cit, tomo II p. 289. 261 correspondiente a la realizacion dolosa del delito en cuestion. Todo lo mas, si esa falta de conocimiento se debe a error vencible o evitable, es decir, a negli- gencia, podrd venir en consideracién la aplicacion del correspondiente tipo imprudente del delito, si se dan los presupuestos de esta forma de comision y existe la correspondiente prevision legal de la misma, Desde un punto de vista puramente logico, nada hay que objetar a esta teorfa que se comporta de un modo coherente con las premisas de las que parte: la concepcion del dolo en su aspecto intelectivo como el conocimiento de los hechos fundamentadores de Ia pena y de la significacion antijuridica de la accion (16). Pues independientemente de cualquiera que sea luego la opinién que se adopte respecto a la posi- cin sistematica del dolo en la teorfa general del deli- to, como elemento del tipo o de la culpabilidad, y a Ja pertenencia de incluir en 1 el conocimiento de la antijuricidad (dolus malus), nadie podré discutirle @ esta teoria el mérito indiscutible de haber sido la primera en poner de relieve Ia necesidad, por consi- deraciones intrasistematicas y potiticocriminales evi- dentes, de exigir el conocimiento de la antijuricidad como requisito indispensable para la imposicion de una pena. Sin embargo, a esta teoria se le discute casi todo, desde los presupuestos metodoldgicos de los que pa te, hasta las consecuencias politicocriminales 4 que conduce. a) Asi, por ejemplo, se discute que el conocimiento de la antijuricidad tenga que ser necesariamente el (16) Vase Mezger, Tratado de Derecho Pena, uaduecidn y notas ‘de Rodriguez Mulioz, tomo Il, 3 ed. adicionada y puesta al dia por Quintano Ripollés, Madrid 1957, pp. 109 y 151 ss 262 mismo tipo de conocimiento psicoldgico exigido res- pecto a otros elementos que se integran en una cate- xorfa de distinto cardcter dogmatico y politicocrimi- nal que la antijuricidad, La distincion entre tipicidad y Antijuricidad obliga también a distinguir entre el Conocimiento de los elementos que pertenecen a la tipicidad y los elementos que pertenecen a la antijuri- cidad. El dolo que abarca el conocimiento de los ele- mentos de la tipicidad es un dolo natural que nada tiene que ver con el conocimiento de la antijuricidad que se sitaa en un plano sistemético distinto y con distinta funcion politicocriminal. Veémosto con un. ejemplo: EI cazador que en una cacerfa dispara contra otro cazador, creyendo equivocadamente que es un rebe- €0 0 custiquier otro animal de caza comete un tipo de error diferente al del miembro de tas Fuerzas de Orden Puiblico que creyéndose erréneamente en el cumplimiento de su deber dispara contra una mani- festacion pacifica que pide la dimision del Gobierno, En el primer caso, falta el conocimiento de un ele- mento esencial del tipo de un delito doloso de homi- cidio: la existencia de una persona contra la que se dispara. En el segundo, ese conocimiento no falta en absoluto; el miembro de las Fuerzas de Orden Publi co sabe perfectamente que dispara contra personas, pero en st conciencia no se representa que su hecho esté prohibido o, por deficiente infurmacion v defor macién profesional, considera que entra dentro de las atribuciones legales de su profesion, El segundo tipo de error supone, por tanto, que el hecho se comete dotosamente (hay conciencia 0 voluntad directa 0 eventual, de matar a otra persona), pero el sujeto se cree autorizado a hacer lo que hace. 263 Como este ejemplo sefiala, hay, pués, una diferen- cia fundamental entre realizar un hecho impruden- temente por desconocimiento, vencible 0 evitable, de algiin elemento perteneciente al tipo legal del de- lito en cuestidn, y realizado dolosamente (con cono- cimiento de los elementos pertenecientes al tipo le- gal), pero en la ereencia erronea de hallarse autoriza- do para ello Tratar ambos tipos de error con ef mismo rasero, con el mismo nivel de exigencias normativas, con el mismo tipo de consecuencia juridicopenal, parece, pues, inadmisible desde todo punto de vista. Y en ello radica la principal objecién que se formula con- tra la teoria del dolo (17) b) Menos contundente me parece, en cambio, los argumentos de tipo psicolégico que se arguyen en favor de una separacion entre el conocimiento de los elementos del tipo y el conocimiento de la antijuri- cidad. Asi por ejemplo se dice: Mientras el conoci- miento de un elemento pertencciente a la descrip- cin del hecho en un tipo legal constituye normal- mente un simple acto de percepcién visual de un ob- jeto (elemento descriptivo) 0, en todo caso, una aprehension del significado social 0 juridico de ese objeto a través de una “valoraciOn paralela en la esfe- ra del profano” (elementos normativos); el conoci- miento de la antijuricidad es un acto psicolégico mas profundo que no se produce en un momento determi- nado, sino que es la consecuencia de todo un largo. proceso de aprendizaje, de internalizacion de las pau- tas de conducta y sistemas de valores, de formacion del Super-Yo, etc. El conocimiento de la antijuricidad seria, como dice Welzel, un conocimiento inactual ag). UA) ART pore), Well E nuevo sistema ct, p. 106. (18) Welz ug i, 264 Como ya se ha indicado repetidas veces y se indica 14 posteriormente en este trabajo, es dificil, por no decir imposible distinguir entre el conocimiento re- ferido a la simple aprehension de un objeto 0 dato material y el conocimiento referido a su significacion ética o juridica, La frase: “Nilo, caca”, la oye el ninlo al mismo tiempo que se lleva a la boca el objeto que puede hacerle dafio, ¢ incluso se recibe muchas veces la informaci6n respecto al significado ético 0 jurfdico de una cosa antes que la percepcién visual 0 sensorial Ge la misma. La presencia de “elementos normativos del tipo” (“ajena”, “documento”) y de elementos pertenecien- tes a la antijuricidad pero recogidos en el tipo (“ilega- les”, “indebidamente™) demuestran ademés la dificul- tad para diferenciar entre una y otra clase de conoc miento. Psicolégicamente, no hay pues base para diferen- ciar el conocimiento referido a los elementos del tipo y el conocimiento referido a la antijuricidad. La teoria del dolo no incurre, por tanto, poreste la do, en ninguna contradiccion tebrica, En todo caso, desde el punto de vista prictico, lo importante no seria tanto la diferente génesis de cada clase de cono miento, sino el conocimiento mismo y la demos- tracion de su existencia, y en ello nada puede obje- tarse contra la teorfa estricta del dolo, al exigir en ambos casos la misma intensidad y actualidad del conocimiento (19) (19) No me parece, por eso, convincente la postura de Bustos Rami rez EI tratamiento del error en le reforma de 1983, en Anuario de De echo penal y Clencias peneles, 1988, p. 711), quien considera que ‘mientras el conocimiento ae ls elementas del tipo es un conocimiento actualy, por tanta, el deseonocimiento de los mismoses, desde cl punto de vista picolgio, un verdadero error, el conocimiento de le antju 265 ©) Otra cosa sucede, sin embargo, desde el punto de vista normativo y politicocriminal. Como inmedia- tamente se pondri de relieve, desde estos otros pun- tos de vista caracteristicos y propios del Derecho pe- nal, la teorfa estricta del dolo no puede ser conse- cuente con sus propias premisas ni siquiera respecto @ la exigencia del conocimiento actual de los elementos del tipo. n efecto, como ya demostro en su dia Platzgum- mer (20), entre las formas de conciencia que admite el dolo hay que incluir también la “co-consciencia”, “consciencia marginal 0 concomitante”, es decir, aquella forma de conocimiento que no es explicitar mente evocada en el momento de cometerse el delito Pignsese en algunas de las cualificaciones del robo con fuerza en las cosas previstas en el art. 506 del Codigo penal, especialmente la de llevar armas ut objetos pe- ligrosos en un sujeto que puede Hevarlas habitualmen- te y que, como se dice coloquialmente, “no se quita la pistola ni para dormir”, o en la edad de la victima en la violacion impropia (menor de doce afios) o en el estupro (menor de dieciseis aflos en el estupro frau- dulento, menor de dieciocho en el estupro de prevali micnto). Si en todos estos casos se quisiera realmente hacer depender la punicién de la comision dolosa de sidud seria un problema de conciencia, de valoracign global del hecho, 9 por lanto, cl error de protibicion mis que un problema de error seria hin problema de conciencia diferente. Pues con esta postura siempre ‘queda por resolver donde estin lis diferencias entte canocimiento y conciencia y sbi pueden diferncianse ambos planos desde n panto 4e vista préctco y empirico, Como s vers misadelante, a mi juicio en ambos casos nos encontramos ante situicionespsiologicamente sil fes que solo pueden diferenciarse en el plano normative y en funcion, fe los distintos fines pragmticos que se persiguen con a diferencia {Bn vase inte 7 (Q0) Die Bewussteinsform des Vorsatzes, 1968, pp. 83 266 estos delitos o Ia apreciacion de Ia cualificacién del robo en que el autor piense cada vez que lo realice en cada uno de estos elementos constitutivos 0 en las cualificaciones, habrfa que imponer en la mayorfa de ellos la pena de delito imprudente, si ello fuera posi- ble, 0 renunciar incluso a imponer pena o cualifica- cién alguna, Lo mismo sucede con los delitos cometidos en si- tuaci6n de arrebato pasional 0 como consecuencia de reacciones espontineas, en “cortocircuito”, reaccio- nando casi automdticamente a estimulos externos. Lo normal en estos casos es que el autor no tenga clara conciencia de lo que hace. Efectivamente, en estos casos, como se seftala en cualquier manual de Psiquia- el campo de la conciencia es tan estrecho que pricticamente impide al sujeto reflexionar sobre el significado y las consecuencias de su hecho. Una apli- cacion coherente de la teorfa estricta del dolo deberfa conducir a la imposicion como maximo de la pena del delito imprudente, si ello fuera posible, independien- temente de la atenuacion que procediera aplicar por la alteracion de la imputabilidad 0 capacidad de cul- pabilidad del sujeto (21). Mucho mas diffeil es todavia demostrar Ia actua- lidad del conocimiento de la antijuricidad. En los deli- tos pasionales 0 cometidos en reacciones en “corto Ql) Para Schwebe, Bewusstsein und Vora, 1967: et mismo, Reflexbewesune, Hendlung, Vorsatz, 1972, pp. 110 ss. estos hechos slo pueden considerarse dolowss si se refers Ia conclenda a a acctbn misma, Pars Krimpelmann, Motivation und Handlune ts Affekt, 2n Fetschrift fr Welzel, 1978, pp, 334 ss, la concioncia va referida 8 los sctos procedentes(véase también del mismo Krimpelmann, Die str. {frechtlche Behandlung des Irtums, en Deutsche strafrechtliche Lan- “esreferate sum Internatonalen Kongress fur Rechesergleichuns, Beiheft der Zeitschrift fr die gesamte Strafechtswissenschaft, 1978, .15, nota 40). 267 circuito” la conciencia de la antijuricidad no es ni siquiera “co-consciencia”, es que ni se plantea, El delincuente habitual 0 el profesional que hace de la Gelincuencia su medio de vida, el procedente de mundos subculturates 0 de minorias marginadas, etc., solo en muy contadas ocasiones se plantea la antiju- ricidad de ‘su hecho en el momento de realizarlo, aunque tengan una conciencia general de la “anor malidad” de su forma de vida. La aplicacion coheren- te de la teoria estricta del dolo conduciria pues, tam- bién en estos casos, a absohuciones o rebajas de pena realmente improcedentes. Para evitar estas objeciones y salvar la teorfa del dolo en su formulacién tradicional recurre Schmid- haeuser a una complicada construccion basada en la Filosofia y Psicologia del lenguaje (22). En base a ella distingue Schmidhacuser entre el conocimien- to basado en el pensamiento lingitistico (Sprachden- ken) y el conocimiento basado en el pensamiento material (Sachdenken), El conocimiento se adquiere ciertamente por el lenguaje, pero no siempre se manifiesta a través de él. Una vez que hemos apren- dido los conceptos a través del lenguaje no tene- mos que servirnos de él para pensar en cosas, obj tos Telaciones que existen 0 pucden existir. En la psique humana se van recogiendo desde la niftez_imégenes desvaloradas del comportamiento prohibido que, en un determinado momento, vine la, como totalidad logico-material, la representa: cidn de la posibilidad de accién con el acento desva- lorativo del “no debo”. Asi, por ejemplo, en los deli- tos cometidos en reacciones en “cortocircufto” la (22) Schmidhacuser, Ueber Aktualitét und Potentiaict des Un ‘rechishewustseins, en Festohrft flr H. Mayer, 1966, 9p. 331 ss 268 conciencia de la antijuricidad o de cualquier otro ele- mento no Mega a actualizarse lingiifsticamente, sino ‘materialmente. Pero, como ya antes he dicho, no se trata, sin em- bargo, de demostrar la equivalencia psicol6gica entre el conocimiento de los elementos del tipo y el cono- cimiento de la antijuricidad y mucho menos indagar la_génesis de estos tipos de conocimientos, sino de analizar las consecuencias dogméticas juridicomate- riales y jurfdicoprocesales y politicocriminales de la teorfa estricta del dolo. Y como el mismo Schmid- haeuser reconoce la teorfa estricta det dolo plantea insalvables problemas de prueba en el proceso penal, que él atribuye a las dificultades de comunicacién a través del Ienguaje (23). Pero desde el mismo mo- mento que se reconoce la dificultad o atin imposibi- lidad de demostrar la actualidad del conocimiento de la antijuricidad en gran ntimero de casos se esta renunciando a uno de los aspectos més importantes de la teorfa estricta del dolo. Por eso, teorias como la de la “coconsciencia” de Platzgummer o Ia del conocimiento basado en el pen- samiento material de Schmidhaeuser no son mais que que formulas para incluir en el concepto de dolo da- tos 0 elementos que no siempre quedan abarcados en este tipo de conocimiento actual exigido por el aspec- to intelectivo del mismo. Pero lo que aqui interesa sefalar es que el rechazo de la teorfa estricta del dolo se debe también a las consecuencias politicocriminales a que conduce. El principal defecto de la teorfa estricta del dolo consis- te en querer traducir en un mismo tratamiento nor- mativo, dogmitico y politico criminal, lo que proba- (23) Schmiahacuser, tr. st 269 blemente desde el punto de vista psicol6gico es equi- valente. Las consecuencias de esta equiparaci6n entre el plano psicologico y nomnativo son realmente inad- misibles. Tratar el error de prohibicién del mismo mo- do que el error de tipo conduce a dificultades proba- torias insuperables en el proceso penal y a inadmisi bles lagunas o atenuaciones de la punibilidad. En el proceso penal, la teorfa estricta del dolo obli- ga a tratar el conocimiento de la antijuricidad como tun problema cognoscitivo susceptible de verificacién empiica, dificilmente comprobable con los limitados medios de prueba disponibles en el proceso, Trata co- mo un simple problema psicolégico individual, lo que, en el fondo, es ante todo un problema de atribucién, gue tiene que constatarse comunicativamente (Ct. infra 8,0). Desde el punto de vista politicocriminal, la teoria estricta del dolo conduce a inadmisibles lagunas de punibilidad La exigencia de 1a actualidad del conocimiento de la antijuricidad y en todo caso, la equiparacion en el tratamiento del error de tipo y del error de prohibi- ciOn, remitiendo en caso de evitabilidad de ambos al delito imprudente, conduce a la prictica impunidad de gran niimero de delincuentes ~y no precisamente de los mds inocentes—, en los que, por diversas razo- nes, individuales y sociales, el problema de la antiju cidad de su hacer no se les plantea 0, como se dice ha- blando coloquiaimente, “les importa un pimien- 10” (24). 4) Precisamente, para evitar estas indeseables con- secuencias politicocriminales, surge una variante de la teorfa estricta del doio, la teoria limitada del dolo (24) Véase, sin embargo, lo dicho Infra 7b), 270 que pretende incluir dentro del mismo, equiparindo- lo al conocimiento actual de ta antijuricidad, 1os casos de “ceguera o enemistad hacia el Derecho”. Para Mezger. fundador y pricticamente tinico seguidor de esta teorfa (25), hay casos en los que el autor de un delito muestra una actitud tal de desprecio o de indi- ferencia hacia los valores fundamentales del Ordena- miento juridico que merece ser castigado con la pena correspondiente ul delito doloso, aunque no se pueda demostrar, porque entre otras cosas no la tuvo, una conciencis actual de la antijuricidad de su hacer. Mez~ ger no s6lo fundamenta su teoria “en imperiosas ne- cesidades de la vida prictica juridica”, sino también en una concepeién de 1a culpabilidad en la que no s6- to el “hecho” sino también la “actitud” observada por el autor del hecho durante toda su vida en rela- cién con el derecho, constituye el objeto de reproche culpabilistico (culpabilidad por la conduccién de vi- da, Lebensfiihrungsschuld) (26), Aparte de que el concepto de “enemistad o ceguera Juridica” es impreciso y poco adecuado para descu- brir la actitud mas o menos despreocupada que mu- chos delincuentes muestran ante las normas juridicas, a las que mas que desconocer desprecian o les impor. tan un bledo, y aparte también de Ia incompatibilidad de Ia idea de la culpabilidad por la conduceién de vida con la de culpabilidad por el hecho, la teorfa limitada del dolo tampoco consigue evitar Ine objeciones dirigi- das contra la teoria estricta del dolo: Incurre en la fic cién de tener que equiparar al conocimiento actual de la antijuricidad otros tipos de conocimientos inactua- 25) Mexger. Modeme Wege der Straffechtsdogmatit, Betti Mu hich, 1950. p. 43 (tambisn del mismo autor, Rechesrtum und Rechts Windheit, cn Kolrausch Festschrift, 1944, pp. 1805s) (26) Mezger. Moderne Wege sit. p. 4S. a7 les, conscientes o inconscientes, potenciales ¢ incluso presuntos, y no puede evitar las lagunas de punibili- dad que surgen de la remision, en caso de evitabilidad del error, a la forma de comisin imprudente del deli- to, que no siempre es punible y que ademas no parece la mas adecuada para tratar correctamente los casos de error de prohibicién vencible equipardndolos a los casos de error de tipo vencible (27). 4, Menores exigencias plantea y, por tanto, més fé- cil acogida ha encontrado la teoria de la culpabilidad. Para ésta el conocimiento de la antijuricidad no es un elemento del dolo, sino un elemento independiente dentro de la culpabilidad, El dolo, como conocimien- to y voluntad de realizar los elementos del tipo, se concibe como un dolo natural, que no incluye el co- nocimiento de la antijuricidad. Este, como un elemen- to independiente, se traslada a la culpabilidad y se ri- ge por los principios que inspiran esta categorfa del delito, es decir, graduando la mayor o menor grave- dad de la misma segin el grado de reprochabilidad del autor, Ello quiere decir que la tipicidad del delito (dolo- s0 © culposo) no se afecta por la falta de conocimien- to de la antijuricidad, pudiendo, por tanto, imponerse la pena correspondiente al tipo de delito en cuestién, 21) Las mismas objecciones cabe hacer al Proyecto Gurtner de 1936 (Proyecto muri de un nuevo Cédigo pena), que considera ir fevante ol etror sb obedecia a una actitud incompatible con la" conexp- ciém popular sana del derecho y de lo injusto” y ala teoria de Nowa Kowski de in irvelevancia det "sentimiento valorativ incorrecto™, pues, como sefiala Welzel (ET nuevo sistema cit. pp. 106 estos eoneeptos, parte de si indeterminacin incompatible con el Estado de Derecho, Jgnoran el elemento subjetivo del “poder”, y hacen que s6lo decida et echer ser general 272 si bien atenuada en caso de error vencible sobre la antijuricidad En otras palabras, para la teorfa de ta culpabilidad lo procedente en caso de error evitable 0 vencible de prohibicién es la atenuacion de la pena correspon- diente al tipo de delito cometido y no la conversion de éste, en caso de que sea dotoso, en un delito im- prudente Dolo y conocimiento de la antijuricidad son, pues, para la teorfa de la culpabilidad, conceptos distintos, y con distinta funcién dogmatica, De aqui se deduce una ulterior ¢ importante conse- cuencia: el conocimiento de Ia antijuticidad al tener una naturaleza distinta al dolo no requiere el mismo grado de conciencia; el conocimiento de la antijurici- dad no tiene, por tanto, que ser actual, puede ser sim- plemente potencial, importando no tanto ta concien- cia de la antijuricidad en el momento del hecho, co- mo la posibilidad de haberla tenido, si se hubiera es forzado en ello el sujeto (28). Bajo estas premisas se comprende el rapido éxito, no s6lo tedrico, sino practico, legislative y jurispru- dencial, que ha tenido la teoria de la culpabilidad, El error evitable de prohibicién no conduce ya inde- fectiblemente al tipo del detito imprudente y, con ello, en los casos en que la comisién imprudente no sea punible, a lx impunidad, sina toda lo masa atenuacién del marco penal del delito doloso come- tido, Naturalmente, se podré decir que esto no es ms que una hdbil maniobra para evitar la impuni- (28) Para mas dotlles Wolrel, ET nuevo sistema cit, pp. 112 s6 {ulén es el ereador de esta toria, aunque, como él misma reconace ts ne precedentes en otros autores, como MCE. Mayer, Paul Merkel, Frank ¥ Von Hippel 273 dad_a que conduce la teoria del dolo, pero que en el fondo la atenuacion, cuando es obligatoria, del marco penal del delito doloso no es més que una for ma especifica de calificar la culpa iuris, que, como la culpa facti, seguiria siendo una forma de impruden- cia. Esto se ha dicho ya del prfo. 3° del art. 6 bis a) de nuestro Codigo penal (cfr. infra 7). Pero et mérito de haber posibilitado el castigo, si bien atenuado, del delito doloso en todos tos casos de error evitable de prohibicion, corresponde en la historia de 1a dogmé- tica juridicopenal a la teorfa de la culpabilidad y no a Ia teoria del dolo. Y aunque ya fuera solo por ésto habrfa que conceder también a la teoria de la culpa- bilidad una importante contribucion politicocriminal que favorecié la acogida de la relevancia del error de prohibicion en los textos legislativos y en las decisio- nes jurisprudenciales. Si bien hay que teconocer in- mediatamente que ello ha sido deplorado por algin autor que considera que una punicion general del error de prohibicion vencible, aunque con la pena atenuada del delito dotoso, es politicoeriminalmen- te improcedente y conduce a una excesiva extension de la punibilidad (29). Esto puede ser discutible en (29) Esta objeccin se formula en Espafta por Terio Lopez, El error crvitable de prohibiciin en el Proyecto de Codigo penal, en La reforma penal » penitenciria, Sango do Compostela, 1980, p. 247 (también {1 mismo autor: Tipo, eror de tipo, y de prokibicion, en Reformas ppenales en el mundo de hoy, Madrid, 1984, pp. 1L] ss). Criticamente frente a la posicidn de Tord, utlizando también argumentos politico ctiminales que demvestran que la ria dela culpabiidad no tiene por ‘qué ser necesariamente més represia que la teorla dot dolo, Zugalia Esplnar, 1 tatemientojuridico penal del eror en a art, 20 del Proyec: to-de Cbdigo penal de 1980, en Cuademos de Politica criminal, ssn, 15, 1981, p. 516, nota 28; Romeo Casabona, El erorevitable de prohi- icin en ef Proyecto de 1980, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, 981, pp. 755 “Tambicn en Alemania se aduce en contra de la teo de a eulpabil 274 algiin caso, pero no cabe duda de que la teorfa de la culpabilidad cubre mejor las lagunas de punibilidad que inevitablemente surgen en la teorfa del dolo que, salvo en alguna complicada variante como la propues- ta en el Proyecto de 1936 (creacién de una cléusula general para castigar los casos de culpa iuris) (30), Aad su contrariednd at principio de culpabiidade incluso wv anticonst- Icionalidad (wase Schmidhacuses, Unreckesbewusstsin und Schuld- gundsatz, en Jurstenceltung, 1975, pp. 1087 563 01 mismo, Der Ver Dotsirnum und dos Strafgesets, on Jaristeneitune, 1979, pp. 361 ss en el mismo sentido también Langer, Vorstztheorie und strafgesetl che Irrtumsregelung, en Goltdammers Archiv, 1976, pp. 193 ss quien ‘© ocupa sobre todo de la importancia que tiene la Sentencia del Tob nal Constituciona alemin de 17.12.1975, que consider6 constitucional Iu egultcin del § 17 SUGB, véasetambign deste expecta la polémica cm tee Schmidhacuser y Kramer-Tritel, en Juristenzeitung, 1980, pp. 393 5, (30) Criticamente Wetzel, £1 nuevo sistema cit, p. 106, Sobre ts posibilidades de una tal causa clfusula general de punici de fa impr: dentia furs, véase Torio, op. elt, en La reforma pend! cit, yp. 263s De lege Teta hay que reconocer que esta postura podria ser defendibie la vista del aparente sistema de “numerus apertus” que paral impr dencin prevsn Tos arts, $68, $86, 3” y 600 del Codigo penal, que per tiria a través de llos la punicin de todos los supuestes de culpa jurid ca. ¥ as, pore). esta propuesta de Cérdoba Roda, en Notas al Tretado de Maurach, tomo TI, p. 162, pesar de mantener este autor usa post ra afin ala tooria finalists. Pero esta tesis fue ya ritcada, untes de a reforma de 1983, dado que yaentonces © consierd que cat. 565 faba pensad para la imprudencia de hecho y ao de derecho ¥ que, a pe sar de su aparente carter abjeto, ly pnicién de la forma de com sion imprudente sito es posble en algunos datitos cuya configuraciin tiptea no se epone a ello (Vease Cerezo Mir, en ET mueve sistema de Welzl cit. notas. pp. 66 58). Tras fa rforma de 1983 estos argumentos son aun més contundentes, ya que «ise aplicara en estos casos cl att 565 0 los demas preceptos que rerulan la iniprudencit en el CAdigo ev Pao, careceria de sentido el pf. 3” det art, 6 bis a), Tambien dhe rechararse dicho postura en el plano de lege ferenda, ya que tanto el Proyecto de 1980, como la Propucsta de Anteproyecto de 1983 (at, por lo dems, contione regulaciones de error similares a la det art. 6 bis a) sélo prevén tipos expecifieas para castigar en algunos delitos la omisiin imprudente de los mismos, siguiendo com ello el sistema de 275 obligaba a la impunidad cuando no existia el corres- pondiente tipo imprudente al que vincular el error vencible de prohibici6n. Ademés de esta importante contribucién politico- criminal, al éxito de la teoria de la culpabilidad con- tribuyd también la clase de conocimiento de fa anti- juticidad exigido por la misma. Pues para esta teoria el conocimiento de la antijuricidad no tiene que ser, como para la teoria del dolo, un conocimiento ac- tual, sino que basta que sea una meramente poten- cial; es decir, es suficiente que el sujeto haya tenido la posibilidad de conocer la ilicitud de su hecho, aun- que en el caso concreto no tuviera ese conocimiento. Frente a la teoria del dolo que exigéa la existencia (y la demostraci6n) de la actualidad del conocimiento de la antijuricidad y con ello tenfa que incurrir en to- do tipo de ficciones para hacer viable tal requisito en la praxis de los tribunales, la teorfa de la culpabilidad se da por satisfecha con la mera potencialidad del co- nocimiento, El conocimiento de ta antijuricidad pasa a convertirse en un conocimiento potencial y con ello en un dato psicologicamente distinto del auténtico conocimiento, pues un conocimiento potencial no es un verdadero conocimiento que puede ser comproba- do como cualquier otro dato psicol6gico, sino un con- cepto normative. El reproche de culpabilidad no se “numerus eausus” similar alalemin. No exise en estos proyectos lei latvos una cliusula general ala que vincular la punicion dela fmpra- dentia iurs (una propuesta en este sentido contenian las enmiendas el Grupo Parlamentario de Coalicin democtitica, véase también Ro- riguez Ramos, La nueva regulzclon de Tos delitosculposos en el Pro syecto de Cédigo Penal I, en La Ley, 1980). De todos modos también hay quien intespreta la repla del pfo. 3° del art. 6 bis) como una for ‘ms de punivion eapresa de la imprudencia de derecho (wase Mit Puig, Derecho Penal, Parle General, Barcelona 1985, pp. 584 s), para mis detalles inita 7. 276 basa solo en que el sujeto conocta a antijuricidad de hecho, sino en que aunque no lo conociera podta y debfa haber adquirido ese conocimiento. La teoria de la culpabilidad es, pues, la culminacion de una con cepcion normativa de la culpabilidad que ve en ella el reproche que se hace al autor de un delito que pu- diendo abstenerse de cometerlo (en este caso, infor- marse de que el hecho esté prohibido) lo realiza (31). Son, pues, estas dos razones fundamentalmente, las, que mas han contribufdo al éxito de la teorfa de la culpabilidad, mas que las premisas metodolégicas de las que parte: la vinculacion del legistador a estructu- ras l6gico-objetivas y con ellas a la presunta estructura final de la accién humana, Paradéjicamente pues, el Exito de la teoria de la culpabilidad se debe mas a las consecuencias politicocriminales aque conduce que a la bondad de sus premisas sistemiticas. Pues, eviden- temente, a la praxis, tanto legisladora, como jurispru- dencial, le sirve mas una teoria que cubra lagunas de punibilidad y que en el caso concreto no plantea espe- ciales. problemas de prueba en el proceso, que una tweorfa como fa del dolo, que deja enormes lagunas de punibilidad y que obliga a los Tribunales a una tarea en la fase probatoria del proceso realmente imposible Tanto mas cuanto ambas teorfas aceptan la relevancia del error de prohibicidn y en los casos de plena inven cibilidad o inevitabilidad del mismo Megan a la misma conclusion: absoluta impunidad. La teoria de ta cule pabilidad acoge también este principio pero luego en los casos, estadisticamente mds importantes de evita bilidad det error ofrece una solucién mucho mas acep- table para la praxis que es, en definitiva, la que tiene la Gltima palabra que decir. La teorta de la culpabili- dad es la que ha posibilitado, por tanto, que el cono- GD AS Welzel, Bl muevo sistema ot. pp. 112s 277 cimiento de la prohibicién se haya convertido en una estructura relevante para la punibilidad de un hecho y haya dejado de ser un simple postulado de lege fe- renda, Pero contra la teoria de 1a culpabilidad también se pueden formular, y se formulan, graves reparos de di- versa indole que oscurecen su éxito. a) Para muchos, a teorfa de la culpabilidad no es mas que un hibrido entre la tesis tradicional de irrele- vancia plena del error de prohibicion y la teorfa del doo, En el fondo, una hibil maniobra para introdu- cir en la praxis la exigencia del conocimiento de la antijuricidad, pero con tal laxitud que la praxis s6lo en muy contados casos, la tiene en cuenta 0 le de la relevancia que cabfa esperar de su admisién, sobre todo si se tiene en cuenta que la atenuacibn de la pe- na que permite, por ejemplo, el § 17 StGB para el error evitable de prohibicién es puramente faculta- tiva, Con la teorfa de la culpabilidad, pues, se adorna al Iegislador con un bello ropaje que luego no va a desempenar papel alguno en la practica, Y efectiva- mente asi estd sucediendo en la jurisprudencia ale- mana sobre la evitabilidad del error de prohibicién, para cuya admisién impone tales exigencias (mucho mis elevadas por ejemplo que la configuracion del delito imprudente) que la relevancia prictica de la posible atenuacion es pricticamente nula (32). b) También se formulan reparos contra los presu- puestos de los que parte. La distincién entre el dolo, concebido como conocimiento y voluntad de los ele- mentos del tipo, y conocimiento de la antijuricidad, (G2) Para una exposicign general de estado de la cuestion en la pre xis alemana, véase, por gj, Jestheck, Tratado cit, pp. 629 ss Jakabs, Sirafreht, Allgemeines Tel, Beslin 1983, pp. 461 38 278 es sistemdticamente posible, pero lo mismo que la distinci6n entre tipo y antijuricidad en algunos delitos dificilmente realizable. Aunque ciertamente Welzel se encargé de matizar que el conocimiento de la antijuricidad es un conoci miento inactual distinto del conocimiento actual re- querido por el dolo, la diferenciacion no es siempre tan clara como serfa deseable y ello plantea proble- mas limites de dificil solucion, Sobre todo sise tiene en cuenta la existencia de elementos normativos det tipo, que requieren, por tanto, la aprehensién de su significado juridico, siquiera sea a través del critetio, de la “valoracion paralela en ta esfera del profano”, Curiosamente este mismo criterio se emplea también, para caracterizar el conocimiento de Ia antijuricidad. Asf, por ejemplo, es casi imposible determinar si el error sobre la existencia o la cuantia de la deuda tri- butaria en el delito fiscal es un error de tipo 0 un error de prohibicion, pues este elemento del delito en cuestion es, al mismo tiempo, que elemento (nor- mativo) del tipo, un elemento integrante de la antiju- ricidad. Si no hay deuda tributaria, diffcilmente se puede defraudar “indebidamente” al Erario piiblico. De ahi que la pokémica sobre el tratamiento que me- tece este tipo de error sea inacabable y no haya encon- trado todavia una solucién plenamente satisfacto- ria (33). Lo mismo sucede con otros elementos de carac- ter jurfdico que se encuentran a menudo en los de- litos patrimoniates y econdmicos. Sistematicamente es facil decir que el error sobre la “ajenidad” de la cosa mueble en el hurto es un error de tipo y el (83) Véase Mufior Conde, 1 error en el deli de defraudacion trib taria,en Anuar de Derecko penal » Clencies Peles, 1986. 279 error sobre la disponibilidad de la cosa que se sabe ajena un error de prohibicion, Pero politicocriminal- mente produce una cierta desaz6n comprobar las consecuencias @ que conduce uno u otro tipo de error en caso de vencibilidad: impunidad en el primer ca so, por no ser punible 14 comision imprudente del hurto; pena atenuada del delito doloso en el segun- do (34), Mucho més complicada se presenta todavia la dis- tincion en los delitos cuyas tipicidades contienen referencias a la antijuricidad, como el delito de d tenciones “ilegales” 0 en los tipos abiertos de delitos imprudentes, en la determinacion de la posicin de garante en los delitos de comision por omision o de Ia idoneidad del sujeto activo en los delitos especia- les (35), La separacion entre el conocimiento de los ele- mentos tipicos que exige el doto, y el conocimiento de la antijuricidad, que psicol6gicamente es cuestio- nable, se complica, por tanto, en la prictica, por 1a dificultad que presentan algunos elementos a los que tiene que referirse ese conocimiento, para ser ubica- dos sistematicamente en el tipo o en la antijuricidad. La artificiosidad de la separacion se traduce, pues, en, una insatisfacci6n en los resultados, cuando la propia Iogica del sistema obliga @ imponer distintas conse- ‘cuencias (impunidad de la imprudencia, pena atenua- da del delito dotoso), que en absoluto se correspon- den con la idea de Justicia material (G4) Véase un ejemplo similar respecto al delito de apropiacin in dasbida en Ia STS 30 Marzo 1976 y el comentario a ell de Toro, en La reforma penal cit p. 261 y de Gomee Benitez, Teoria Juridica del De- lito, Madrid 1984, p. 488, (35) Véase Welec, EI nuevo sistema sit, pp. 117 ss. Algunas dees tus cuestionesserin tratada intra 9. 280 Es decir, lo que en definitiva se plantea en estos casos es si existe entre ellos una diferencia valorativa tan relevante que justifique (y ain exija) un trata- miento penal también diferente, ¥ con la mano en el corazén habri que confesar abiertamente que esa di- ferencia valorativa esté més en la cabeza del penalista, previamente convencido de la bondad de la teoria de la culpabilidad, que en el sentimiento de justicia vivo en la comunidad social, ©) Otra cosa sucede, en cambio, con el error sobre las causas de justificacion. En este caso, ta teorfa es- tricta de la culpabilidad mantiene que deben tratarse como error de prohibicion tanto aquellas hipétesis en las que el sujeto admite erroncamente la existen- cia de una causa de justificacion que la ley realmente no admite, 0 va mas allé de los limites permitidos por ésta, como aquellas otras en las que el sujeto cree equivocadamente que se dan los presupuestos obje vos que fundamentan una causa de justificacion (36), Para la teoria de a culpabilidad en su version es tricta el mismo tratamiento, es decir, el del error de prohibicién, merece el caso del miembro de las Fuer- zas de Orden Pablico que dispara contra un grupo de personas que confunde con un grupo terrorista ‘que prepara un atentado y del miembro de la Fuerza de Orden piiblico que, excediéndose en sus atribuciones, dispara contra unos manifestantes. O el del particular gue dispara contra unos nifios a los que sorprende hur- tando frutas en el huerto de su propiedad, porque cree que acttia en legitima defensa de la misma, y el del particular que tras haber recibido varias amenazas de muerte, dispara en Ia oscuridad de la noche contra un desconocido que le aborda en la calle para pregun- (36) Véase Welz, ET ue sistema cit, pp. 11798 281 tarle la direccién de una farmacia. O del médico que realiza un aborto porque cree erréneamente que la indicacion econdmicosocial esté admitida en el Orde~ namiento juridico espafiol, y el del médico que realiza un aborto porque cree que se dan los presupuestos objetivos de la indicavién eugénica (graves taras fisi- cas 0 psiquicas en el feto) (37). Para la teoria limitada de la culpabilidad, es necesa- rio, sin embargo, diferenciar estos supuestos y otor- garles un tratamiento penal diferente (38). El error sobre la existencia o limites de una causa de justifica- cidn debe ser tratado efectivamente como un error de prohibicion, coincidiendo ello con la teorfa estricta de la culpabilidad. El error sobre los presupuestos ob- jetivos de la causa de justificacion (agresion ilegitima cn la legitima defensa, situacion de necesidad en el es- tado de necesidad) debe ser tratado, en cambio, como error de tipo y, por tanto, en caso de vencibilidad 0 evitabilidad conducir al respectivo tipo de delito im- prudente, Varios son los argumentos a favor de esta teorfa. En primer lugar, el argumento de que en el error sobre los presupuestos de las causas de justificacion el sujeto quiere algo que la ley permite y, por tanto, (Gi) Elart, 417 bis del Codigo penal silo admite, como es sbido, ‘ues indicasiones (lerapéutica, étca y cugenésica), condicionsndola & la presencia de esttictos requisites, vase Bajo Feinindez, Manual de Derecho Penal, Parte Especial, Deltos contra las Personas, Madrid 1986, pp, 128 36. Véase tambign infra 11 (G8) Doctsina mayoritaria en Alemania véase por e- (por silo citar algunas obras traducidas a espufo), Stratenwerth, Derecho Penal, Par te General, 1, traduccion de Gladys Romero, Madid 1982, pp. 159 63 Wessels, Derecho Penal, Parte General, traduccion ds’ Conralo Finzi, Buenos Aires 1980, pp. 135 ss. también la jusispudencia de aguet pats la sigue, si blon respecto a alguna causa de justifcaciGn en particular (como el estado de necesidad) adopta otra postu eft. infra 282 en si es “fiel al derecho”, cosa que no sucede cuando el sujeto yerra sobre la existencia 0 sobre los limites de una causa de justificacion, porque en este caso el sujeto quiere algo que la ley prohibe, aunque él supo- ne que esta permitido (39). En segundo lugar, el argumento de la analogia en- tre el error sobre los presupuestos de las causas de jus- tificacion y el error de tipo, pues en ambos se da efec- tivamente una imprudencia de hecho: el que dispara contra alguien a quien toma erréneamente por un agresor, comete estructuralmente el mismo tipo de error que quién dispara contra una persona a fa que en una cacerfa confunde con un rebeco; en ambos casos el error se debe a una apreciacién errénea de la situacién factica (40). En tercer lugar, el argumento de la consecuencia Juridica, que a su vez constituye una teoria auténo- ma (41), que viene a decir que aunque el error sobre los presupuestos de las causas de justificacion el he- cho sigue siendo doloso, conviene que sea tratado con la pena del delito imprudente, basindose para ello también en consideraciones de Justicia material que permiten una correccién a la rigida concepcion de la teoria estricta de la culpabilidad. 29) Uns exposiiin de este punto do vista en Mavrach, Tratado sit, tomo IL, p. 141; ambign on Maurach-Zipf, Staftecht, Aligemeiner Tel, 8 cd 1997, p. 348 (40) Véase Maurach-Zipf, op. eft p. $85. En contra de este argu mento, aunque reconociendo Is aalogia, Gémez Beniter, Teoria gene- ral cit, p. 305 (41) Teorfa dela cutpabitidad que se remite a ia consecuenca juridi- sa véase Jescheck, Tratado cit.,p, 636. Maurich Zip, Staftecht cit, P. $56, defiende tina teoria de In culpailidad limitadore de la cons. ‘seneia juridica que se inclina también por el castigo por imprudencin, ain reconociendo la existencia de dolo, Criticamente entre nosotros Gmez Benitez, Teoria General ct. p. 309, 283 Pero contra la teorfa limitada de la culpabilidad y contra su variante la teorfa de ta culpabilidad que re- mile a la consecuencia juridica del error de tipo, se pueden también formular objeciones importan- tes que fundamentalmente se centran en que casti- fin un hecho doloso con la pena de delito impru- dente (42). Es decir, presenta los mismos inconve- nientes que la teorfa del dolo, pero ninguna de sus ventajas, La persona que dispara en la oscuridad contra quién considera erréneamente su agresor, acta dolosamente, sabe que puede matarla y quiere © admite esa posibilidad. Castigarla con la pena del homicidio imprudente, caso de que el error sea venci- ble, es volver a la teorfa del dolo, es decir, es negar que en este caso exista dolo y con ello cuestionar la diferenciacion, exigida por la teorfa de la culpabili- dad, entre dolo y conocimiento de la antijuricidad, que, sin embargo, sigue manteniendo en Ios casos de error sobre la existencia o los Iimites de una causa de justificacion Parece, ademas, excesivamente formalista distin- guir dentro det ambito de una causa de justificacion entre la existencia de una causa de justificacién y los presupuestos objetivos de la misma, pués esto condu- ce a una atomizacion de la teorfa del error verdadera- mente complicada (cfr. infra 9) Mis coherente en esto es la feorta de los elementos negativos del tipo, segiin la cual los presupuestos de las causas de justificacion deben ser considerados co- mo elementos negativos del tipo y, por tanto, el error sobre Ios mismos como error de tipo (43). Claro que (G2) Vésse Welz muer sistema cit p. 120 (43) Vease por todos Rosin, Offene Tatbestnde und Rechispflic ‘merkmale, 29d, 1970, pp. 123, 184 hay teaducién de Bacgalupo, publiada co Buenon Aizcs, 1979, com e itulor Teoria del tipo penal, pp.27358). 284 con ello se hace acreedora de los reproches que ya se han dirigido contra la teorfa del dolo y de los que derivan de la confusién a que conduce entre tipo y antijuticidad situando ambas categorfas en un mismo plano. Como ya he dicho en otra ocasién, el desvalor de un hecho, su tipicidad, por ejemplo la muerte do- losa de un hombre, debe estar ya fundamentado, cuando se pregunta por su justificacién (legftima de- fensa). Tipicidad y antijuricidad (su exclusién) deben, por tanto, situarse en un plano distinto y tener una distinta funcién dogmatica y politicocriminal (44). De todos modos, el diverso tratamiento que pro- pugnan las diferentes teorias en torno al error sobre las causas de justificacion, evidencian que la solucion que ofrece en este punto la teorfa limitada de la cul- pabilidad no es todo lo satisfactoria que serfa desea ble. ¥ por eso, no es extrafio que en este punto la jit- risprudencia opere con criterios arbitrarios, atentos ms a la Justicia de la decision en el caso concreto que a formalismos sistematicos. Asi, por ejemplo, considera Ia jurisprudencia ale- (a) Mufor Conds, Introduccibn a Roxin, Politica criminal y ste Ima del Derecho penal, Barssiona 1972, pp. IL ys (también notes & Hassemer, Fundamentot cit, p. 26S). Para una critica mis amps Hirsch, Die Lehre von den negarivon Tarbertondemerkonale, Bonn 1960. En la doctrina espatola Is teoria de los elementos negativos {el tipo ha sido acorida por Gimbernat, en recensiin ala traducclin ¥ notas de Corozo Mir a by obra de Weil, £l muera sistema sity en Resista de Estudios Penitencieros, 1966, pp. 473 s«_ (ambien del ‘nismo autor: Introduceiin ala Porte General del Derecho Penal espa: ‘ol, Madrid 1979, p. 38). Fn contra, Romeo Casabona, El error cit pp. 763 ss: Gomez Benitez, Teoria Juridiea cit, pp. 300 s; Huerta Tocildo, Sobre el contenido de le antiuricided, 1984, pp. 131 ss: Carbonell Mateu, Fa Justifeaciin penel, 1982, pp. 79 s« Sobre ls r zones de ln conveniencia de soparar el tipo de la antjuricidad vase infra nota 97 y sobre el error sobre las presupuestor de las cause de justifcacin infra 9, 285 mana, que en general sigue la teorfa limitada de la culpabilidad, que en el estado de necesidad putativo cabe apreciar el tipo doloso y no sélo el imprudente, por ejemplo cuando el médico interrumpe antijurfdi- camente el embarazo suponiendo erréneamente un peligro para la vida de la madre por falta de una com- probacién cuidadosa (45). Y la misma opinién susten- ta un sector doctrinal alemén en aquellas causas de Justificacion en las que el error sobre los presupuestos objetivos de las mismas se debe a un examen indebido © defectuoso de las circunstancias facticas (46). Por su parte, la jurisprudencia espafola procede estimar la concurrencia plena de la eximente (general- mente legitima defensa), cuando la errénea supo: cién de los presupuestos era objetivamente fundada y, por tanto, invencible y suele acudir a la imprudencia cuando el error es vencible (47). La diversidad de soluciones que se dan a este pro- blema demuestran, pués, que no todos los casos se pueden resolver con el automatismo de los conceptos sistemdticos no siempre coincidentes con la solucion ue se estima justa en el caso concreto, Adn admitien: do, pués, la distincién entre error de tipo y error de prohibicion y el diverso tratamiento penal que mere ce cada uno de ellos, el problema para la teoria limi- (43) Sobre la postuia de la jurisprudencia slemana en rlacién con ste problema véase Jescheck, Teazado cit, p, 638, Sobre el problema de fos presupuestos del aborts terapéutico en el Derecho penal espanol, ‘tas la entrada en vigor del nuevo att. 417 bis, wage De Vicente Reme sal, EL grave peligro para la salud psiquica de la madre en la mueva ley del abort, en La Ley, 1985, (46) Véase Jesceck, Triad Gi, p. 638. (47) Sobre todo en telucibn con la legitima defensa putatva, ease Rodrigucr Mourullo, Legitima defense real y putative en ta doctrina penal del Tribunel Supremo, Madrid 1976; para mis detalles, wéase in fra, 286 tada de la culpabilidad surge cuando incluye en el error de tipo lo que de acuerdo con sus presupuestos sistematicos es un error de prohibicion. En ningdn otro caso como este se pueden ver mas patentemen- te las contradicciones entre una solucion sistematica y otra politicocriminal 5. Como resumen de esta répida exposicion de Ios dos grandes grupos de teorfas que dominan el pano- rama dogmitico en materia de error de prohibicion, podemos decir lo siguiente: A la teoria del dolo corresponde el mérito indiscu- tible de haber destacado la necesidad del conocimien- to de la antijuricidad como presupuesto de la punibili- dad. A la teorfa de la culpabilidad corresponde el mé- rito, también indiscutible, de haber propiciado un tratamiento penal diferenciado seguin que el error ver- sara sobre un elemento del tipo o sobre la antijuri- cidad, La teorfa del dolo tropieza, sin embargo, con cl obsticulo insalvable de la demostracion de la actua- Hidad del conocimiento por ella exigido y con las lagu- nas de punibilidad a que conduce ta conversion auto- matica en caso de error vencible de prohibicion, del delito dotoso en delito imprudente. La teorfa de la culpabilidad encuentra su principal dificultad en pro- ceder a una nitida separacion entre error de tipo y error de prohibicion en aquellos casos en los que él dato 0 elemento sobre cl que recae el error es dudosa- mente reconducible al tipo o a fa antijuricidad (el mentos normativos, presupuestos objetivos de las cau sas de justificacién) y también en una concepeién am- plisima de la potencialidad del conocimiento de la antijuricidad que conduce a la prictica irrelevancia del error evitable de prohibicion. 287 Estas dificultades han hecho surgir variantes de am- bas teorias (teoria limitada del dolo, teorfa limitada de la culpabilidad), que, sin embargo, solo en parte consiguen superar las objeciones anteriormente se- Raladas, Este es el panorama dogmético que ofrecen las teo- rias formuladas hasta la fecha en torno a la relevancia del conocimiento de la antijuricidad y del error de prohibicion (48). ;Cudl de ellas es aplicable 0 convie- ne més a la hora de interpretar el pfo. 3° del art. 6 bis a) del Codigo penal espafol y cual de ellas se ajus- ta mejor a las necesidades politico criminales del momento a las que debe servir una domatica, es de- cir, una interpretucion racional justa y progresista del Derecho penal actualmente vigente?. A estas interro- gantes procuraré dar respuesta en los siguientes apar- tados. 6. La adscripei6n del art. 6 bis a) del Codigo penal una de las teorfas acabadas de exponer, no es pacifi- ‘ca en nuestra doctrina. Tras la inclusion de este pi cepto en el Codigo penal en la reforma de 1983, la mayoria de la doctrina se ha inclinado por considerar que en él se acoge la teoria de la culpabilidad en su versin estricta (49). Esta fue también la opinién que (48) Una exposicign mis © menos amplia de las dstinus teorfas puede verse en cualquier Tratado o Manual de Derecho penal Ademis pueden consultarse ls numerosas monogzafas exstentes sobre las mo- fernas teorits del extor de probibicin, entre las que cabe destacar la ‘de Rudolphi, Unreckasbewusstsin, Verbotsirtun und Vermeidbarkeit des Verbotsrrtums, 1969; Figueiredo Dias, O Problema da Consciéneiz dd icrade ci (49) De esta opinion es, por e). Gomez Benitex, Teoria Juridica cit, p. 44, quien incluso ve en el al. 6 bisa) una de las “razones de le feforma” de 1983. También Octavio de Toledo-Huorta Tocildo, Dere- ‘ho Penal, Parte General, Teor Juridica del delito (Ul), Mads 1986, 288 prevaleci6 respecto a su antecedente mas inmediato, el art. 20 del Proyecto de Codigo de 1980 (50). ¥ esta es igualmente la tesis que predomina tras la refor- ma de 1983 incluso entre los partidarios de la teoria del dolo (51). De esta opinién, se aparta otro sector doctrinal. Asi, por ejemplo, Quintero Olivares (52) considera pp. 58 ss. Naturalmente también es de esta opinion Cerezo Mir, uno de los principales partidaios de la teria de in culpabiided, en su version erica, en nuestra doctrina, para quién la atenuacién obligetaia que prevé el plo, 3° dl art, 6 bis a) para los casos de vencible crcencin errénea de estar obrando Heitamentc no consttuye una eontradiccion con esta teorin (véase Cerezo Mir, La regulacion del errr de prohibi- iin en el Cédlgo penal espariol y su tracendenca en los deitos mane. tarios, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1985, pp. 272 ys). En el mismo sentido Bacislupo, BI error sobre lo ele: mentos del tipo y el eror sobre le anturicidad o Ia prohibicion, en La reforma de! Cédigo penal de 1983, tomo V, vol. 1, Madtid 1985, pp. $3 y ss Ipualmente, aunque de modo incidental, Maqueds Abrew, BL error sobre les circunstancias, en Cuadernos de Politica Criminal, 21, 1983, (60) Véase Torfo Léper, El error evitable de prohibictin, on Lare forma pene, cit; Huerte Tocildo, El error vencble de prohibiciin en fl Proyecto de Céadigo penal, en Cuaderno de Politica Criminal, 1? 1980: Romeo Casibona, El enor evtable de prohibicion cit; Rodri uez Ramos, Error sobre el tipo y error de prokiblcion en el Proyecto te Céaigo penal, en La Ley, 1980; Zugaldia Espinat, El tratamiento Juridicopena! del eror cit. Tamia Rodviguer Mouruito (en La refor- ‘ma penal cit, p, 25) ve en el art. 20 del Proyecto argumentos a favor de Ta teonfa finalista, es decir, dela teorfa de ls culpabiidad, aunque ‘onsders que la atemoncién obtigatoria es nis bien sanyseuccls Jett ‘woria del dolo, para le que también pucden verse argumentos. GSI) Asi, por ejemplo, Sainz Cantero, Reflexion de urgencia sobre 4 reforma parcial y urgente del Cédigo penal, en Estudios penales y Criminolégicos VU, Santiago de Compostela, 1984, pp. 432 sel mix mo, Lecciones de Derecho penal, Parte General ino Ill, Barcelona, 1985, p. 87;Torio Lépee, en Reformas penales ct. pp. 11's. (52) En Quintero OlivaresMufioz Conde, Le reforma penal cit, ». 53, si bien advirtiendo que parece més cercana a la teoria dela cul pabiidad 289 que con la redacci6n del art, 6 bis a) es compatible tanto Ia teorfa del dolo como la de la culpabilidad. Cobo-Vives (53) y Mir Puig (54) consideran que en dicho precepto se acoge la teorfa del dolo. Y Bustos Ramirez (55) mantiene que tal articulo no se puede interpretar nia partir de una ni de otra. A mi juicio el texto literal del precepto admite to- das estas interpretaciones que, desde este punto de vista, son, pues, perfectamente defendibles. Sin em- bargo conviene hacer algunas precisiones antes de ha- cer declaraciones precipitadas al respecto. En el art. 6 bis a) se acoge una solucién cuyas ra ces pueden atribuirse a algunas de las teorias ya ex- puestas, pero cuyas consecuencias pueden ser, en par- te, completamente diferentes a las que propugnan es- tas teorfas. En otras palabras el art. 6 bis a) busca an- te todo una solucién practica al problema politicocri- minal del tratamiento del error en sus diversus modali- dades, el que esa solucién prictica pueda coincid con algunos de los modelos teéricos propuestos hasta Ja fecha puede ser una feliz o desgracia coincidencia, pero en absoluto una prueba de la bondad de la mis- ma. Es decir, el art. 6 bis a) debe ser valorado por las consecuencias a que conduce, no por su coincidencia con alguno de los modelos tedricos ya existentes. Su interpretacion no viene, pues, propugnada por la ads- cripeién a una u otra teorfa, sino por su propia redac- cién y por su conexién sistematica con otros precep- tos del Cédigo penal, con los que forma una unidad inescindible. De ahi que desde el primer momento propugnemos una teoria del error orientada a las (53) CoboVives, Derecho Penal, Parte General, Valencia 1984, p. 560. (54) Mir Puig, Derecho Penal, cit. pp. $48 (55) El tratamiento del error en la reforma de 1983 ct, p. 719, 290 consecuencias que es, creo, la tinica capaz de ofrecer una interpretacion del art. 6 bis a) orientada preventi- yamente, no prejuzgada por criterios sisteméticos y que, en iiltima instancia se justifica con las consecuen- cias politicocriminales a que conduce. Naturalmente, que una teorfa del error como la acabada de sefialar no excluye que alguna de las solu- ciones aqui propuestas, compatibles, por tanto, con el tenor literal del art. 6 bis a), coincida con algunas de las soluciones propuestas por las teorfas ya exis- tentes, pero ello no excluye el que otras soluciones, coincidan con los planteamientos de ta teorfa contra- ria, Asf, por ejemplo, no debe sorprender que respecto al tipo de conocimiento exigido de la antijuricidad nuestra teoria coincida con, o por lo menos se aseme- je mis a ta teoria del dolo, y que respecto al trata- miento del error sobre los presupuestos de las causas, de justificacion coincida con la teoria estricta de la culpabilidad. Ello se debe a que no se aceptan de an- temano los prejuicios sistematicos de los que una y otra parten, sino que se busca la solucién que se esti- mia mds justa dentro del mas escrupuloso respeto al tenor literal del art. 6 bis a). Solo asi, creo, puede Megarse a a sintesis feliz pre~ conizada por Roxin entre sistema del Derecho penal y Politica-criminal (56) cuya escisi6n es el principal defecto que aqueja a las teorias del enor defendibles hasta la fecha, En los apartados anteriores hemos visto los proble- mas que ofrecen las distintas teorfas alli expuestas Veamos ahora cémo se resuclven estos problemas (56) Roxin, Politica eriminal y sistema de Derecho penal cit 291 con el art. 6 bis a) y con Ia interpretacién de él que aqui se propone 7. El distinto tratamiento que propone el art. 6 bis a) para el error segiin éste versa sobre un elemen- to integrante de la infraccién penal o sea una creen- cia erronea de estar obrando licitamente creo que confirma el postulado fundamental de la teoria estric- ta de la culpabilidad, es decir, el diverso tratamiento por ella propugnado, del error de tipo y el error de prohibicion. Pues, en efecto, la conversion en el pri- mer caso del hecho doloso en imprudente, y la ate- nuacion en el segundo, de la pena del delito doloso, es la principal aportacion de la teorfa estricta de la culpabilidad a la dogmética juridicopenal. Naturalmente, se puede decir que esta afirmacién hho es mils que una regla de determinacién de la pena que, en absoluto, modifica el caricter de imprudentia iuris que el error de prohibicion ostenta y que solo sive para evitar las lagunas de punibilidad a que 1a solucién de la teorfa del dolo conduce irreversible- mente (57). Una forma, pues, de punicion especitica de la imprudentia o culpa iuris, apoyandose, para ello, en un argumento que me parece atendible y al que luego aludiré: ta equiparacion entre el tipo dé conoci- miento exigido para los elementos integrantes de la infraccién penal (del tipo) y el tipo de conocimiento exigido para la antijuricidad y la obligatoriedad de la atenuacion para el error vencible de prohibicién. Pero (A En cste sentido Mir Puig, lug. v it, Uns opiniGm enteema y, a ri julio, eaente de fundamento dogmatico o politicriminal es fa sostenida por Serrano Gomez, en Rodriguez Devs, Derecho Penal Expaiol, Parte General, 98 ed, 1975, p. 636, pata quien " que se refiere ef pirrafo dime del art. 6 bisa) se refore tan slo a as

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