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Manuel Atienza, Juan Ruiz Manero LAS PIEZAS DEL DERECHO TEORI{A DE LOS ENUNCIADOS JUR{DICOS Capiruto IT LAS NORMAS CONSTITUTIVAS 1. Introduccion En este capitulo trataremos de abordar una de las cuestiones mas dis- cutidas de la teorfa del Derecho actual: la de qué son las reglas que confie- xen poderes normativos o, por utilizar una terminolog{a mas usual entre nuestros juristas, las normas que otorgan competencia —en el Derecho ptiblico— o capacidad —en el Derecho privado—. Como es bien sabido, la importancia de considerar las reglas que con- fieren poderes como enunciados no reductibles a normas de mandato constituye uno de los ejes centrales de El concepto de Derecho de Hart. Sdlo entendiendo a las reglas que confieren poderes como un tipo espectfico de enunciados normativos es posible —sefiala Hart— dar cuenta de «las ca- racterfsticas distintivas del Derecho y de las actividades posibles dentro de su estructura» (1980, p. 52). Tales reglas, nos dice Hart, «no imponen debe- res u obligaciones» (1980, p. 35), sino que indican cémo proceder para producir cambios normativos; son para sus destinatarios «mas semejantes a instrucciones acerca de cémo lograr determinados resultados que a im- posiciones obligatorias de deber» (1982b, p. 219); «aparecen como un ele- mento adicional introducido por el Derecho en la vida social, por encima del elemento del control coercitivo» (1980, p. 52). Todas estas indicacio- nes, y otras muchas semejantes que podemos encontrar en la obra de Hart, sugieren que las reglas que confieren poderes difieren de las normas de mandato en cuanto a su estructura, en cuanto a la manera cémo contribu- yen al razonamiento practico de sus destinatarios y en cuanto a su inciden- cia en Ja vida social. Sin embargo, la obra de Hart no nos ofrece una teoria desarrollada de las reglas que confieren poderes que nos permita dar cuen- ta con precision de las mismas —y de sus diferencias con las normas de mandato— desde esta triple perspectiva. Ademés, en El concepto de Dere- cho, la distincién entre normas de mandato (o «que imponen deberes») y reglas que confieren poderes aparece equivocamente asimilada a otras dis- tinciones no equivalentes. Hart utiliza, en efecto, tres criterios distintos para diferenciar entre «normas primarias» y «normas secundarias»: el pri- mer criterio diferenciarfa entre reglas que imponen deberes y reglas que 70 LAS PIEZAS DEL DERECHO confieren poderes; el segundo, entre reglas que regulan acciones que im- plican movimientos o cambios fisicos y reglas que prevén actos que condu- cen a cambios normativos; el tercero, entre reglas que se refieren a las ac- ciones que los individuos deben hacer 0 no hacer y reglas que se refieren a las reglas del primer tipo. Hart presenta estos tres criterios como inter- cambiables, esto es, como criterios que, aun teniendo obviamente conno- taciones distintas, producen los mismos resultados clasificatorios. Pero es claro que esto no es asi; por poner un solo ejemplo: la disposicién conteni- da en el art. 53.1 de la Constitucién espafiola, que ordena al legislador res- petar el «contenido esencial» de ciertos derechos y libertades, seria una re- gla primaria de acuerdo con el primer criterio y secundaria de acuerdo con los otros dos.’ 2. Qué no son las reglas que confieren poderes Por nuestra parte, para encarar el tema vamos a empezar por realizar una serie de descartes: esto es, empezaremos por aclarar lo que, a nuestro juicio, 20 son las reglas que confieren poderes. El primero de estos descar- tes es el siguiente: las reglas que confieren poderes no son normas deénti- cas o regulativas. Esta expresién —«normas deénticas 0 regulativas»— suena indudablemente extrafia y parece tener todos los titulos para consti- tuir un ejemplo perfecto de pleonasmo: si las normas son enunciados que ordenan, prohiben 0 permiten algo, hablar de «normas deénticas» o de «normas regulativas» viene a ser como hablar de cuadrados cuadrangula- res. Otro tanto ocurre si se entiende que las normas son el significado de tales enunciados, Y las cosas siguen siendo igual si las normas son conce- bidas como el resultado de actos de prescribir (esto es, de ordenar, prohi- bir o permitir). Esto es, desde cualquier perspectiva (sintactica, semantica © pragmatica) que se adopte para dar cuenta de las normas, se concuerda en que lo caracteristico de éstas se encuentra precisamente en su caracter regulativo o deéntico. De tal manera que, si se parte de que tal cardcter es un elemento definitorio de las normas, nuestra tesis tendria que ser que las. reglas que confieren poderes no son normas. M4s adelante abordaremos la cuestién de si a estas reglas que —de acuerdo con nuestra tesis— no orde- nan, prohiben ni permiten nada, vale la pena seguir lamandoles enor- mas», ampliando ast el significado usual de esta expresi6n (0, mas exacta- mente, modificando su intensi6n —pues las reglas que confieren poderes 1, Un anilisis detallado del problema y una propuesta de reconstrucci6n de las dis- tinciones hartianas puede verse en Ruiz Manero, 1990, pp. 99 y ss. En todo caso, conviene advertir que cuando aqui usamos la expresion «normas secundarias» lo hacemos enten- diendo por tales las que se refieren a cambios normativos, bien confiriendo el poder de pro- ducirlos (reglas que confieren poderes), bien imponiendo deberes relativos al ejercicio de tal poder (reglas o principios de mandato regulativas del ejercicio de poderes normativos), bien estipulando meramente los estados de cosas que determinan la produccién de un cam- bio normativo (reglas puramente constitutivas, de las que se hablaré mas adelante). LAS NORMAS CONSTITUTIVAS 71 no tienen, a nuestro juicio, caracter deéntico 0 regulativo—, pero no su ex- tensién —pues las reglas que confieren poderes son usualmente compren- didas dentro de la denotaci6n del término cnorma»—). Nuestro segundo descarte ser el siguiente: la tesis que presenta a las reglas que confieren poderes como definiciones, reglas conceptuales o dis- posiciones cualificatorias difumina diferencias esenciales entre tales reglas y otros dos tipos de enunciados: las definiciones y lo que llamaremos re- glas puramente constitutivas, ‘Tras estos descartes, expondremos nuestra concepcion acerca de las reglas que confieren poderes, explicando la manera en que éstas se dife- rencian, a nuestro juicio, de las normas deénticas 0 regulativas, de las defi- niciones y de las reglas puramente constitutivas. 2.1, PRIMER DESCARTE: LAS REGLAS QUE CONFIEREN PODERES NO SON NORMAS DEONTICAS 0 REGULATIVAS, Como quiera que esta manera de entender las reglas que confieren po- deres —como normas deénticas o regulativas; mds precisamente, como normas permisivas— se encuentra muy ampliamente difundida, siquiera sea de forma implicita, no repasaremos a la totalidad, ni tampoco a lo que podrfamos llamar una muestra significativa, de los autores que la sostie~ nen. En lugar de ello, procederemos de la forma siguiente: mostraremos (a propésito de Von Wright [1979] y de Alchourrén-Bulygin [1974]) que la concepcién de las reglas que confieren poderes como normas permisivas no puede dar cuenta del uso irregular de esos mismos poderes; que cuando desde tal concepcién se intenta dar cuenta, como es el caso de la teoria kel- seniana, de tal uso irregular, el resultado es una imagen por completo dis- torsionada del sistema juridico que conlleva una destruccién desde dentro de la propia teorfa; y, por dltimo, que, cuando a una definicin centralmen- te no deéntica de las reglas que confieren poderes (como es el caso de la de MacCormick [1986]) se le afiade (como hace el citado autor) un cierto pert- metro deéntico, ello no aporta mas que enredos y malentendidos. 2.1.1. Von Wright se ocupa de las reglas que confieren poderes, en el capitulo X de Norma y accién (Von Wright, 1979), bajo el rétulo de «nor- mas de orden superior». Son normas de orden superior aquellas normas cuyos contenidos son actos normativos, entendiendo por tales los actos de dar o de cancelar prescripciones. Pues bien: sirviéndonos de este concepto de normas de orden superior «podemos poner en claro —escribe Von Wright— una de las nociones mas controvertidas y debatidas de la teoria de las normas, a saber: la nocién de validez» (p. 200). Hay —escribe Von Wright— dos sentidos diferentes, ambos pertinentes, en los que se habla de «validez» de una norma. El primero de estos sentidos es el sentido facti- co de «eficacia de una voluntad que manda» (p. 201): se trata de lo que hoy es mas comin denominar sencillamente «eficacia» o «efectividad» de una norma y que, para los propésitos de este trabajo, puede dejarse tranquila- 72 LAS PIEZAS DEL DERECHO. mente de lado. Junto a este sentido factico, se habla también de «validez» —sigue indicando Von Wright— «en el sentido normativo de legalidad». Este es el sentido que nos interesa, porque es el que nos arrojaré luz sobre Jas insuficiencias de la concepcién de las (art. 660 del Cédigo civil) es efectivamente una definicién, pues no hace otra cosa que especificar el sentido en que se utilizan los términos «heredero» y alegatario». Otros enunciados que Alchourrén y Bulygin consideran como definiciones son, en nuestra opinién, ambiguos: tal sucede, por ejemplo, con el que establece que la mayorfa de edad se alcanza a los 18 afios. Tal enunciado puede interpretarse, desde luego, como una definicién: «mayor de edad» significa «tener 18 arios cumplidos». Pero también puede enten- derse como un enunciado que establece que el que se dé un cierto estado de cosas (haber cumplido 18 afios) determina la producci6n de un cambio nor- mativo: se alcanza el estatus normativo de «mayor de edad». Otro tanto ocu- 17e, ya sin ambigiiedades, con el enunciado: «los derechos a la sucesién de una persona se transmiten desde el momento de su muerte», Este enuncia- do sélo parece poder interpretarse como el establecimiento de un cierto es- tado de cosas (la muerte de una persona) como condicién de un cierto cam- bio normativo (la transmisién de los derechos a la sucesién de la misma). Proponemos llamar a estas reglas -—cuya forma canénica viene a ser «si se da el estado de cosas X se produce el resultado institucional (0 cambio nor- mativo) R»— reglas puramente constitutivas. ¥Y no parece, finalmente —como muy bien ha puesto de manifiesto Josep Aguilé (1990)—, que enun- ciados como los que establecen las condiciones para realizar validamente ‘un testamento o para dictar una ley se limiten a aclarar el significado con el que el legislador usa los términos «testamento» o «ley». El enunciado que exige dos testigos para que un determinado testamento sea valido no preten- de —o no pretende sélo, ni principalmente— aclarar el sentido en que el le- gislador usa Ja palabra «testamento», sino sefialar el modo de proceder a quien desee obtener un determinado resultado institucional. Y otro tanto cabria decir en relacién con la que establece las condiciones que deben reu- nirse para dictar una ley. Si Alchourrén y Bulygin tuvieran raz6n, ello signi- ficarfa que enunciados como los anteriores no cumplen otra funcién que la de identificar determinados textos como «testamentos» y otros textos como «leyes».” Pero eso suena en realidad a demasiado extrafio, precisamente 9. Y aun asf presentarian la importante diferencia, respecto a definiciones como la de «mayorfa de edad», de que no permitirfan identificar normas, si por tales entendemos el sentido de enunciados normativos, sino tan s6lo textos: que tal texto constituye una ley, tal otro un testamento, etc. 88. LAS PIEZAS DEL DERECHO porque deja sin explicar la manera cémo «testadores» 0 «l tales enunciados. Volveremos sobre ello en el siguiente apartado de este tra- bajo. En nuestra opinion, una reconstruccién pragméticamente adecuada del ordenamiento juridico deberia distinguir, cuando menos, entre nor- mas regulativas” (y aquf, a su vez, entre principios y reglas), reglas que confieren poder, reglas puramente constitutivas y definiciones."" La forma canénica de las definiciones es efectivamente la sugerida por estos auto- res; pero ello quiere decir —nos parece— que las definiciones lo que hacen es correlacionar palabras con palabras (0, si se quiere, con conceptos), pero no casos (estados de cosas) con soluciones (accién modalizada deén- ticamente) o condiciones (meros estados de cosas en el caso de las reglas puramente constitutivas y estados de cosas y acciones institucionales en el caso de las reglas que confieren poder) con la produccién de resultados (nuevos estados de cosas) normativos. 3.2.5. Loanterior nos permite dar cuenta también de enunciados juri- dicos como «se deroga el art. tal de la ley cual», «se establece el érgano X», «nombro a fulano tal cosa», «condeno a fulano a tal pena», «se califica ala finca X como manifiestamente mejorable, etc.». Esos enunciados expresan —en contextos sobre los que de ordinario inciden normas regulativas— el uso de reglas que confieren poder y eventualmente de definiciones y la pro- duccién del consiguiente resultado institucional o cambio normativo. O, di- 10. Como el lector recordara, utilizamos el término cnormas deénticas o regulati- vas» para referimos a todas aquellas normas en cuyo consecuente aparece un operador deéntico (sea éste «obligatorio», «prohibido» o «permitido»). En el capftulo I nos hemos ‘ocupado preferentemente de una subclase dentro de las normas de6nticas o regulativas: las, normas de mandato, entendiende por tales aquellas que incorporan los operadores «obliga- torio» 0 eprohibido». Los problemas relativos a las enormas permisivas» son analizados en el capitulo IN. 11, La distincién entre definiciones, reglas puramente constitutivas, reglas que con- fieren poderes y normas regulativas guarda ciertas analogias con la que efectia G. Robles (1984) entre reglas onticas, reglas técnicas y reglas deénticas o normas. Segin él, son reglas Gnticas las que establecen los elementos necesarios del mbito de accién correspondiente (por ejemplo, las que establecen el ambito de vigencia espacio-temporal de las normas, las, reglas organizativas y competenciales, etc.): son reglas técnicas 0 procedimentales las que es- tablecen los requisitos necesarios para realizar con éxito acciones dentro del ambito corres- pondiente; y, finalmente, son reglas deonticas las que establecen ciertas conductas como de- bidas, Dejando de lado que nuestra concepcidn de la teorfa del Derecho se encuentra muy alejada del «formalismo extremo» adoptado por Robles (p. 16) ¥ prescindiendo también de la categoria, que cabe considerar como indiscutible, de las reglas deGnticas, su tipologia no se corresponde con la nuestra, al menos por estas dos razones: por un lado, él entiende que eno hay propiamente preceptos que sean definiciones>, esto es, las cefiniciones no se si- téan en el nivel del lenguaje legislativo, sino en el del intérprete (p. 223); y, por otro lado, lo que nosotros entendemos por «reglas que confieren poder» serian, de acuerdo con Robles, una combinacién de reglas énticas (que establecen los presupuestos estaticos —espacio, tiempo, sujetos y competencias— de la accién) y reglas técnico-convencionales o procedi- mentales (que establecen los presupuestos dinamicos —esto es, el procedimiento— de la aceién). Un extenso, yen nuestra opinién acertado, comentario al libro de Robles puede en- contrarse en Rodilla (1986). Véase tambien la réplica de G. Robles (Robles, 1986). LAS NORMAS CONSTITUTIVAS 89 cho de otro modo, la emisién de tales enunciados por los destinatarios de las correspondientes reglas que confieren poder constituyen otros tantos actos normativos, Estos enunciados se diferencian de los enunciados que expre- san normas de cualesquiera de las especies que hemos distinguido por su caracter preformativo y, por ello, por as{ decirlo, «instantaneo»: al enunciar «condeno a Fulano a tal pena» el juez est realizando la accion de condenar, al enunciar «queda derogado el art. tal de la ley cual» el legislador esta reali- zando la accién de derogar, etc. Importa aqui, en particular, destacar que las reglas que confieren poder para dictar normas en un determinado ambi- to son indistinguibles de las normas que confieren poder para derogar nor- mas en ese mismo Ambito. La derogacién de una norma puede producirse, asi, bien como resultado de un acto derogatorio (entendiendo por tales, los que se expresan mediante las llarnadas cldusulas derogatorias concretas, del tipo de «se deroga el art. X de la ley Z») bien como resultado de un acto de promulgacion de una nueva norma incompatible con la anterior y en aplica- ion del criterio de lex posterior. Las llamadas clausulas derogatorias genéri- cas (del tipo de «quedan derogadas todas las disposiciones que se opongan a Jo dispuesto en la presente ley») son pragmaticamente vacias, pues no pro- ducen ningtin efecto que no se produjera ya como consecuencia de la promulgacién de la(s) nueva(s) norma(s) incompatible(s).* 3.3. UN ENFOQUE FUNCIONAL: LAS REGLAS QUE CONFIEREN PODERES. COMO RAZONES PARA LA ACCION 3.3.1. La distincién que hemos establecido en el anterior apartado entre definiciones y normas, por un lado, y, por otro lado, entre normas re- gulativas, reglas puramente constitutivas y reglas que confieren poder, puede aclararse —o confirmarse— si nos trasladamos del plano estructu- ral al funcional, entendiendo por tal el papel que cada una de estas entida- des juega en el razonamiento prdctico-juridico. ‘Las normas, como es obvio, tienen como funcién primaria la de moti- var o guiar la conducta de la gente. No cabe duda de que las normas de man- dato cumplen esa funcién: la norma (de accién) que castiga el asesinato pre- tende, en relaci6n con los ciudadanos en general, desalentar ese tipo de con- ductay, en relacién con los jueces, setialaries lo que deben hacer ante un su- 12. Sobre la problematicade la derogacién, cfr, recientemente, Aguilé[1993]. Como se sabe, Kelsen se vio obligado, con posterioridad a la 2." ed. de la Teoria pura del Derecho, a afiadir la «norma derogatoria» a su tipologia de las normas, pues derogar venia.a constituir tuna efuncién normativa especificas, ya que, a diferencia de las demas normas, la norma de- rogatoria no se refiere a una conducta, sino que se limita a eliminar el deber ser de una con- ducta establecido en otra norma, Por ello, la norma derogatoria pierde st validez en el mo- ‘mento mismo en que realiza su funcién, esto es, cuando la norma a la que ella se refiere ha perdido su validez (cfr. Kelsen, 1973]. Josep Aguilé ha argumentado convincentemente ‘cOmo todos estos rasgos de la derogacién se entienden mejor si la derogacién se ve como un, caso de acto normativo y no de norma. 90 LAS PIEZAS DEL DERECHO puesto de asesinato. La gufa de la conducta se produce, por as{ decirlo, de manera directa, esto es, especificando qué es lo prohibido, o debido en de- terminadas circunstancias (dados ciertos estados de cosas) y, eventualmen- te, ordenando sanciones para la conducta opuesta que operen como razones auxiliares para el destinatario no aceptante (esto es, para el hombre malo de Holmes, para quien no acepta las normas como guia. de su conducta). En el caso de las reglas que confieren poder, la motivacién de la conduc- ta tiene lugar de una manera indirecta (0, como dice Raz, indeterminada):'* no dicen directamente como debemos comportarnos en determinadas cir- cunstancias, sino como podemos obtener el resultado normativo X; la nor- ma que confiere el poder de contraer matrimonio muestra, por ejemplo, un camino a seguir para establecer una relacion de pareja con ciertas garant i de estabilidad, seguridad econémica, etc. Al igual que las reglas técnicas, las reglas que confieren poder son doblemente condicionales (Conte, 19854, p. 357; 1985b, p. 184y Azzoni, 1988, p. 123): dicen cémo debemos compor- tarnos dadas ciertas condiciones y a condicién de que pretendamos obtener un determinado resultado. Es cierto, desde luego, que las reglas que confie- ren poder presuponen normas regulativas (las reglas que confieren poder no tendrian funcionalmente sentido si por medio de ellas no se posibilitara el introducir, derogar, aplicar, etc., normas regulativas), mientras que las normas regulativas tienen sentido por si mismas; pero esto, naturalmente, no permite afirmar que las reglas que confieren poder no cumplan una fun- cién de guia u orientacién de la conducta: simplemente, la cumplen de otra manera, y de ahi que no puedan reducirse a las otras, a Jas normas directa- mente regulativas, como muy bien vio Hart."* 13, «El Derecho guia la acci6n del titular del poder, gufa su decision de ejercer o no ejercer el poder [...]. Es por esto por lo que las reglas que confieren poderes son normas. Gufan Ia conducta. Pero, a diferencia de las reglas que imponen deberes, ellas proporcio- nan una guia indeterminada. Los deberes son exigencias que derrotan a las otras razones, para la accion que el agente tenga. La gufa proporcionada por los poderes depende de las otras razones del agente. Si tiene razones para obtener el resultado que el poder le posibilita lograr, entonces tiene razones para ejercerlo. Si tiene razones para evitar el resultado, en- tonces tiene razones para no ejercer el poder |... Tanto los deberes como los poderes se di- rigen a determinar (de diferentes maneras) las razones en pro o en contra de las acciones a Jas que afectans (Raz, 1980, postcript, pp. 228-229; véase también Raz, 1991, pp. 118-121). 14. eLas reglas que confieren potestades privadas, para ser entendidas, tienen que ser consideradas desde el punto de vista de quienes ejercen dichas potestades. Aparecen enton- ces como un elemento adicional introducido por el Derecho en la vida social, por encima del elemento det contro} coercitivo. Esto es asi porque la posesién de estas potestades juridicas hace que el ciudadano particular, que si no bubiera tales reglas seria un mero soporte de de- eres, se convierta en legislador privado [...]. Las reglas que confieren potestades son conce- bidas, aludidas y usadas en la vida social en forma diferente de las reglas que imponen debe- res y se las valora por razones diferentes [.... La reduccién de las reglas que confieren y defi- nen las potestades legislativas y judiciales a enunciados de condiciones bajo las cuales surgen los deberes constituye, en la esfera pablica, un similar factor de oscuridad. Quienes ejercen. estas potestades para dictar medidas y rdenes dotadas de autoridad usan estas reglas en. una forma de actividad, guiada porun propésito, gue difiere totalmente del cumplimiento de de- beres 0 de la sumisin al control coercitivos (Hart, 1980, p. 52) LAS NORMAS CONSTITUTIVAS. 91 3.3.2. Ahora bien, mientras que las normas regulativas o las reglas que confieren poder son guias —aunque de tipo distinto— para laaccién, no puede decirse otro tanto de las defit nes (y, por lo que hace a las re- glas puramente constitutivas, el que sean 0 no gufas para Ja accién depen- de —como veremos en seguida— de la naturaleza del estado de cosas que opera como antecedente del cambio normativo). De nuevo hay que volver al articulo de Alchourrén y Bulygin tantas veces citado, y de nuevo tene- mos que decir que en lo que ellos no tienen raz6n es en suponer que las re- glas que confieren poder realizan sdlo una funcién de identificacion de formulaciones normativas y no, ademds de ésta, una funcién precisamen- te practica. Cabria decir que el error de Alchourrén y Bulygin tiene su raiz en que ellos ven el Derecho exclusivamente desde la perspectiva del re- constructor tedrico del mismo —interesado en determinar qué enunciados, forman parte de un determinado sistema juridico— y no desde la perspec- tiva de sus destinatarios, tales como el ciudadano corriente —que puede ser «contrayente», «testador» o «contratante»—, el miembro de un parla- mento —que puede promover con éxito un proyecto de ley— o el juez —que puede cambiar autoritativamente la situacién normativa de indivi- duos determinados—. Todos ellos ven el Derecho cémo un mecanismo con arregio al cual ellos pueden producir cambios normativos y nos parece que uno de los criterios de evaluacién de la bondad (epistémica, se entiende) de una teoria del Derecho reside, como ya indicara Hart y antes recordéba- mos, en su capacidad para dar cuenta de tales perspectivas. El] intento re- duccionista de Alchourrén y Bulygin aparece como realmente empobrece- dor cuando se contempla desde el prisma que ahora estamos adoptando, esto es, cuando se piensa en las normas como razones para la accién. Pues mientras que la regla que confiere el poder de celebrar matrimonio sf que suministra una raz6n para actuar, esto es, para realizar el curso de accion cuyo resultado es «haber contraido matrimonio», es dificil pensar que la definicién de «alevosia» o de «reclusi6n mayor» sean razones para actuar de alguna manera. Simplemente, se trata de mecanismos para compren- der el sentido de una norma: cumplen, pues, una funcién explicativa, no practica. Y en cuanto a las reglas puramente constitutivas, alcorrelacionar Ja produccién de cambios normativos con meros estados de cosas —y no con acciones— el que sean o no una raz6n para actuar depende de que la produccién del estado de cosas se encuentre o no bajo el control del agente (o sea, segtin que lo que produzca el estado de cosas —el antecedente de la regla puramente constitutiva— sea o no una accién (y, obviamente, segan que esta accién sea o no Ifcita). Por ejemplo, que la mayorfa de edad se al- canza a los 18 afios no constituye ninguna raz6n para actuar, porque el paso del tiempo se encuentra més alla del control de cualquier agente, no viene producido por accion alguna. Tampoco la regla de acuerdo con lo cual los derechos a la sucesién de una persona se transmiten desde el mo- mento de su muerte podria constituir una razon valida para actuar: pues la accién de matar a una persona con tal propésito es, obviamente, una ac- cin ilfcita. Pero en otros casos, las reglas puramente constitutivas pueden 92 LAS PIEZAS DEL DERECHO proveer razones para actuar. Tal ocurre, por ejemplo, con la que establece que si se da el estado de cosas de que alguien ha encontrado una cosa mue- ble perdida, el duefio de la misma est4 obligado a abonar al que haya hecho el hallazgo la décima parte del valor de la misma (arts. 615 y 616 Cédigo ci- vil). Tal regla constituye una raz6n auxiliar para, si se desea obtener dine- ro, dedicarse a la buisqueda de cosas perdi Resumiendo lo esencial de nuestra vision de las normas de mandato, de las reglas que confieren poder, de las reglas puramente constitutivas y de las definiciones, desde la perspectiva de las razones para la accién, po- dria decirse lo siguiente. Las primeras, las normas de mandato, operan en el razonamiento practico como imperativos categéricos, pues para quien acepta tales normas (por ejemplo, la que ordena al juez imponer tal pena en caso de asesinato), ello es una razén suficiente para actuar conforme a esa norma (y siempre y cuando, naturalmente, se den las condiciones de aplicacién de la misma). Las reglas que confieren poderes (y, en su caso, las reglas puramente constitutivas) dan lugar, por el contrario, a imperati- vos simplemente hipotéticos: constituyen razones para actuar siempre y cuando el sujeto de la misma pretenda alcanzar un determinado fin (un determinado resultado normativo). Y las definiciones no son razones para actuar, sino criterios que nos permiten entender (0 identificar) las normas (las razones para la accién). 3.3.3. Estas distinciones pueden mostrarse de una manera mas con- creta y —nos parece— mis persuasiva, si se consideran estos dos esque- mas de razonamiento practico: El) a) Sisedael estado de cosas X, entonces es obligatorio que Z efectiie Y; b) enel caso C se da X; c) luego, en el caso C, Z debe efectuar ¥. E2) a) Sise da el estado de cosas X y si y s6lo si Z realiza Y, entonces se produce el resultado institucional R; b) Z desea alcanzar el resultado R; c) luego, dado el estado de cosas X, Z debe realizar Y. Una posible interpretacién de estos dos esquemas serian, respectiva- mente, los dos siguientes razonamientos: El) a) Los jueces deben castigar a los autores de asesinato con Ja pena de reclusién mayor; b) el atentado de ETA es un caso de asesinato; c) luego, los jueces deben castigar a los autores del atentado con la pena de reclusién mayor. ‘LAS NORMAS CONSTITUTIVAS 93 E2’) a) Losmayores de edad pueden, siguiendo determinado curso de ac- cidn y sdlo siguiendo tal curso de accion, contraer matrimonio; b) AyB pretenden contraer matrimonio; c) luego, A y B deben realizar tal curso de accién. Veamos ahora algunas consideraciones que pueden hacerse al respecto. i) Mientras que en E1) y E.1’) lo que funciona como raz6n operativa es la premisa a), esto es, la norma (la norma regulativa de mandato), en E2) y E2’), la raz6n operativa es la premisa b), esto es, no la premisa que enuncia la norma (la regla que confiere poder), sino la que atribuye ciertos fines a determinados sujetos. En E2) y E2’), la premisa normativa (la que expresa una regla que confiere poder) es simplemente una razon auxiliar ii) El), B1), 2) y E2’) son razonamientos completos, esto es, la aceptacién de las premisas respectivas Ileva necesariamente a aceptar la conclusié6n, sin necesidad de afiadir mds premisas; en cada caso, existe una razon operativa y una raz6n auxiliar que, conjuntamente, inte- gran una raz6n completa. Sin embargo, una cosa es que el razonamiento sea completo, y otra que sea cerrado. En relaci6n con la premisa que cons- tituye la raz6n operativa, cabe preguntar cual es la raz6n para aceptarla (si constituye una norma regulativa, como la premisa a) en los razonamientos El) y El’) 0 para considerarla deseable (si constituye la expresion de fines del agente, como la premisa b) en los razonamientos E2) y B2’); y en rela- cién con cualquiera de las premisas cabe preguntar qué significa exacta- mente el conjunto de Ja misma o determinadas expresiones utilizadas en ella (por ejemplo, ¢qué significa exactamente «mayorta de edad» 0 «asesi- nato»?), Ahora bien, contestar a la primera pregunta implica necesariamente embarcarse en un nuevo razonamiento con nuevas razones auxiliares y operativas (por ejemplo: el art. 405 del Cédigo penal espafiol castiga cl asesinato con reclusién mayor; los jueces deben obedecer Jas normas ju- ridicas vigentes; la relacion de estar casado con B permitiré a A conseguir seguridad econémica; A y B desean que A consiga seguridad econémica), mientras que la segunda puede ser contestada sencillamente con una aclaracion (por ejemplo, por «mayor de edad> se entiende quien ha cum- plido 18 aiios; un «asesinato» es un homicidio en el que concurren ciertas circunstancias agravantes como la premeditacién, la alevosfa, etc.); en este segundo caso no abtenemos razones para aceptar las premisas, sino —si se quiere— para entenderlas; lo que tratamos de solventar con nues- tra respuesta no es si debemos asumir la premisa de que se trate, sino que nos interesamos por algo previo, esto es, por el sentido o significado de la premisa. Por supuesto, la cuestion a propésito de «mayoria de edad» po- dria plantearse de otra forma; podriamos plantearnos por qué son mayo- res de edad quienes han cumplido 18 afios, a lo que habria que contestar que lo son porque una determinada disposici6n lo establece asi y esa es 94 LAS PIEZAS DEL DERECHO. una disposicién que obliga a los operadores juridicos. Pero, en ese caso, lo que hemos hecho es, precisamenie, modificar la naturaleza de la pre- gunta: no tratamos de entender un enunciado, sino de justificar por qué lo entendemos asf. En definitiva, hemos pasado del plano explicativo (del plano de las definiciones en cuanto tales) al plano practico-justificativo (al plano de las normas cuyo sentido viene establecido por ta definicién correspondiente). iii) Ei) y B2) son esquemas diferentes de razonamiento practico. La diferencia fundamental entre ellos es que el primero es un esquema deén- tico, pero no el segundo. Es decir, en E1), la premisa a) es una norma —no una proposicién normativa— que obliga, prohfbe o permite efectuar una determinada acci6n, y otro tanto cabe decir de la conclusién, c). Pero no ocurre asf en E2): E2)a) no es un enunciado deéntico que establece que de- terminada conducta es obligatoria, permitida o prohibida, Un enunciado, contenido en un texto legal, tal como «los mayores de edad pueden con- traer matrimonio» es, en realidad, ambiguo. Por un lado, expresa una re- gla que confiere poder, en la que el puede no tiene caracter deéntico, sino que indica capacidad para alterar estados de cosas normativos; por otro lado, el enunciado expresa también que el ejercicio de ese poder es faculta- tivo, esto es, que el uso del poder esta regulado por una norma deéntica (regulativa) que modaliza de esa manera la accion," Podria decirse que la premisa @) es una manera abreviada de referirse a un conjunto de normas (las que integran Ja institucién matrimonial) muchas de las cuales tienen 15, Entendamos ahora elos mayores de edad pueden contraer matrimonio» no como un enunciado contenido en un texto legal, sino como un enunciado acerca del Dere- cho: «con arreglo al Derecho espatiol, los mayores de edad pueden contraer matrimonio». Asi entendido, su ambigiiedad consiste en que puede significar dos cosas: a) El Derecho permite a los mayores de edad contraer matrimonio. 4) EI Derecho confiere la capacidad de producir el resultado 0 cambio normativo que resumimos mediante la expresin «estar casado» a los mayores de edad Obviamente, el enunciado es verdadero tanto si se interpreta como una proposicién normativa referida a una norma permisiva como si se interpreta como una proposi- cién normativa referida a una regla que confiere poder. Pero que ambas interpretaciones no son equivalentes se muestra si sustituimos el enunciado anterior por el siguiente: «con arre- glo al Derecho espafiol, el Tribunal Constitucional puede declarar inconstitucionales a le- yes que sean constitucionales». También este enunciado puede significar dos cosas: a) El Derecho espattol permite al T.C, declarar inconstitucionales a leyes que sean constitucionales. b) La Constitucién espaiiola confiere al T.C. la capacidad de anular, declarandolas inconstitucionales, a leyes que sean constitucionales. Entendido como proposicion normativa referida a una norma permisiva, el enuncia- do es falso, pues, con arreglo a la Ley Organica del Tribunal Constitucional, el TC. «esta so- metide [...] a la Constitucién» (art. I.1); pero entendido como proposicién normativa refe- rida a una regla que confiere poder el enunciado es verdadero, pues la declaracién de in- constitucionalidad despliega sus efectos normativos aun cuando sea ella misma inconstitu- cional: «Las sentencias recaidas en procedimiento de inconstitucionalidad tendran el valor de cosa juzgada, vincularan a todos los poderes ptiblicos y produciran efectos generales desde la fecha de su publicacién en el BOE» (art. 38.1 de la misma Ley). LAS NORMAS CONSTITUTIVAS 95 carécter regulative (por ejemplo, la que establece la obligacién mutua de los esposos de prestarse alimentos). Pero a ello cabe contestar que esas normas regulativas son simplemente mencionadas —implicitamente men- cionadas—en el argumento, pero no usadas, pues no se necesita para nada aceptarlas para que el razonamiento sea valido. Dicho de otra manera, el esquema E1) sélo es valido si se usa —en el sentido de que se acepta— una norma regulativa; en E2) estan también implicadas normas regulativas, pero el argumento es valido con independencia de cual sea nuestra actitud con respecto a esas normas. La conclusién de E2), el enunciado E2) c) no tiene tampoco carac- ter deéntico; el «debe» tiene en este caso un significado simplemente técnico,"* como cuando se dice que, si se desea que el agua hierva, debe calentarse hasta 100 grados. Asi, por ejemplo, A y B pueden Ilegar a la conclusién de que deben realizar tal curso de accién porque pretenden contraer matrimonio, como forma de procurar un amparo legal a A, quien no ticne medios de fortuna, carece de trabajo estable, etc. Sin em- bargo, si ocurriera que la suerte de A mejora repentinamente, o que un abogado amigo les sugiriera otra forma de procurarse ese tipo de seguri- dad econémica, entonces es muy posible que ya no deban realizar el cur so de accién cuyo resultado es contraer matrimonio; es decir, la existen- cia o no del deber no depende de lo que establezcan las normas regulati- vas (tampoco de la regla que confiere poder), sino de los fines que se tra- cen los agentes. iv) Sin embargo, sobre los fines de los agentes pueden incidir tam- bién normas (reglas o principios) de mandato. Es decir, la premisa 6) del esquema E2), el que Y pretenda alcanzar el resultado R, es algo que el ordenamiento juridico puede hacer depender exclusivamente de la vo- luntad de Jos individuos, 0 bien puede estipularlo como obligatorio (como es el caso de los jueces, para quien es obligatorio, respecto de los casos de los que entienden, producir el resultado consistente en una re- solucién jurfdicamente fundamentada). En tal caso, tendriamos que una norma de mandato vendrfa a ser la raz6n que justifica la razén ope- rativa de ese esquema de razonamiento. Pero eso, naturalmente, no qui- ta para que El) y E2) deban verse como esquemas diferentes de razona- miento practico que, obviamente, se combinan entre s{ en formas muy variadas y revisten grados mayores o menores de complejidad. De la misma manera que el Derecho —estaticamente considerado— no puede entenderse cabalmente si nos empefiamos en reducir todos sus enuncia- dos a una misma forma, el razonamiento practico-juridico no puede re- ducirse tampoco a un tinico esquema. 16, Algunos autores utilizan la convencién de reservar el «deber para contextos deénticos, en tanto que para el «debe» que nosotros hemos llamado técnico utilizan la ex. presion «tiene que». Nosotros no hemos adoptado esta convencién, porque nos parece inte- resante reflejar el hecho de que en el lenguaje ordinario el «debe» yel «tiene que» se utilizan indiferenciadamente, tanto en contextos deénticos como técnicos, 96 LAS PIEZAS DEL DERECHO 3.4, REGLAS QUE CONFIEREN PODERES, PODERES NO NORMATIVOS E INTERESES Para examinar de qué manera se conectan las reglas que confieren poder con el poder en sentido social y con los intereses, partiremos del concepto de poder (de poder social) que formulamos en el primer capitulo: «A tiene poder sobre B cuando A tiene la capacidad de incidir sobre los in- tereses de B.»'’ El hecho de que un agente (individual o colectivo) tenga esa capacidad puede deberse a factores distintos: por ejemplo, el poder de A puede basarse en su mayor fuerza fisica; en el hecho de que A posee cier- tos recursos limitados que B también ambiciona; en que B reconoce a A cierta ascendencia por motivos de parentesco, ideoldgicos, etc.; 0 bien en el hecho de que existe una determinada norma que confiere a A un poder normativo para alterar la situacién normativa de B. Lo que aqui nos intere- sa es este tiltimo tipo de poder social —el poder normativo— que, natural- mente, no es completamente ajeno a los anteriores: el hecho de que exista una norma y que sea eficaz depende de alguno (o de una combinacién) de los otros tipos de poder. Pero aqui nos centraremos en el poder normativo —el poder normativo juridico— en cuanto tal, haciendo abstraccién de su génesis, sus presupuestos, etc. El poder que confieren las reglas juridicas que aquf estamos conside- rando es, pues, un tipo de poder social, lo que significa que esas normas hacen posible que, si se utilizan con éxito, un determinado agente afecte a Jos intereses de otro 0 a los suyos propios: asi ocurre con el ejercicio del poder legislativo, del poder reglamentario, del poder jurisdiccional, del po- der negocial, etc. Usando reglas que confieren poder pueden iniroducirse o derogarse normas regulativas, adscribir derechos u obligaciones a indi- viduos determinados, etc. Pero lo que importa ahora destacar es que una norma regulativa afecta directamente a los intereses de un individuo o de un grupo (por ejemplo, la que prohibe el homicidio garantiza nuestro inte- rés ano ser muertos y pone limites a la persecucién de sus intereses por parte de los dems), mientras que una regla que confiere poder (por ejem- plo, la de contraer matrimonio) dota a su destinatario de la capacidad de influir en los intereses de otros o en los suyos propios; esto es, la conexién con los intereses es, ene! primer caso, directa (el mecanismo de regulaci6n acttia con tal de que se dé un determinado estado de cosas —las condicio- nes de aplicacién de la norma—) y, en el segundo caso, indirecta (el meca- nismo de regulacién s6lo actiia si al estado de cosas se le afiade la accion del titular del poder}. Todo esto es, sin embargo, demasiado abstracto, y necesita ser concretado en diversas formas. 3.4.1. Aligual que las normas regulativas (y que las reglas que confie- ren poder), las definiciones —las definiciones legislativas— son el resulta- do del ejercicio de un poder, pero, en si mismas consideradas, las definicio- nes no estan conectadas ni con el poder ni con los intereses de Ja gente en 17. Nos remitimos aqui a las especificaciones sobre el concepto que efectuamos en- tonces en el capitulo 1. LAS NORMAS CONSTITUTIVAS 7 general: simplemente, permiten identificar 0 aclarar de qué manera lo ha- cen las (verdaderas) normas. Lo que afecta a los intereses de la gente no es que por «reclusién mayor» se entienda una pena que va de 20 afios y 1 diaa 30 afios, sino la existencia de normas que castigan determinadas conduc- tas con reclusién mayor. E, igualmente, la mera definicién de «mayor de edad» como aquel que ha cumplido 18 afios no afecta para nada al poder de que pueden disponer las personas; lo relevante en este caso es que, al cumplir 18 afios, respecto de la persona de que se trate se produce el cam- bio normativo de que adquiere el estatus de «mayor de edad»: esto es, de que se transforma en sujeto de reglas que le confieren el poder de adminis- trar sus bienes, el de celebrar contratos, el de ser elector y elegible para car 08 ptiblicos, etc. En definitiva, en relacién con las definiciones (y hablan- do de la gente en general), el elemento de poder se encuentra o antes (en la regla que confirio el poder de establecerlas) 0 después (en las normas —re- gulativas— que establecen los criterios sobre cémo interpretar los enun- ciados juridicos —incluidas las definiciones—) 0 en las mismas normas (regulativas, que confieren poder o puramente constitutivas) cuyo sentido ayudan a desvelar o a establecer las definiciones. Ello no obstante, las definiciones como tales sf afectan a la articula- cidn del poder respectivo de los 6rganos de creacién del Derecho, por una parte, y de los intérpretes y aplicadores del mismo, por otra. Pues, al preci- sar el sentido de los términos utilizados en el lenguaje del legislador, las de- finiciones cumplen la funcién de disminuir el «poder semantico» de los jueces y de la doctrina jurfdica. Como ha escrito Mario Jori, «la discusi6n moderna de las definiciones legislativas ciertamente desemboca en una lu- cha politica sobre la cantidad de dominio que tiene o deberia tener el legis- lador sobre las palabras del Derecho y, por tanto, sobre los limites de su control sobre el Derecho [...]. Las elecciones semiéticas, las elecciones so- bre si, quién y como definir los iérminos legislativos revisten en fin de cuentas un valor ético-politico» (Jori, 1995, pp. 143-144). 3.4.2. Por lo que se refierea la distincién entre poder privado y poder 18. Seguin Jori, el Derecho moderne constituye el caso mas importante (otros ejem- plos serian «el discurso teolégico de las religiones dogmaticas, el discurso poiftico controla- do por organizaciones partidistas e incluso algunas lenguas naturales en la medida en que pueda creerse que son administradas por una academia de puristas» —Jori, 1995, p. 131—) Ge lo que él ama

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