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a es CUENTOS Seleccién y Prélogo ALFREDO BOSI Cronologta NEUSA PINSARD CACCESE w Misa de Gallo " BIBLIOTECA AYACUCHO PAGINAS RECOGIDAS MISA DE GALLO Nunca Pune entender Ja charla que mantuve con una sefiora, hace muchos afios. Yo tenia diecisiete, ella treinta. Fue en Ja noche de Navidad. Como habfamos decidido, con un amigo, ir a la misa de gallo, yo resolvi no dormir; acordamos que yo lo despertaria a medianoche. La casa en Ja que yo me hospedaba era la del escribano Meneses, que 5 habfa estado casado, en primeras nupcias, con una de mis primas. Su se- gunda mujer, Concepcién, y la madre de ésta, me recibieron muy bien, cuando vine de Mangaratiba a Rfo de Janeito, meses antes, para hacer el curso de ingreso a la facultad. Vivia tranquilo, en aquella casa penumbrosa de la Rea do Senado,! con mis libros, pocas selaciones, algunas salidas. La familia era pequefia, el escribano, su mujer, la suegra y dos esclavas, Sus hébitos eran tradicionales. A las diez de la noche todos ya estaban acostados; a las diez y media la casa dormia. Nunca habia ido al teatro, y més de una vez, oyéndole decir a Meneses que alli iba, le pedi que me permitiera acompafiarlo, Cuando eso ocurria, la suegra torcia la boca, y las esclavas refan a las escondidas; él no me respondia, se vestia, salia y sdlo regresaba a la mafiana siguiente. Mds tarde me enteré que lo del teatro era un eufemismo en accién. Meneses mantenfa relaciones con una sefiora, se- parada del marido, y dormfa una vez por semana fuera de su casa. Con- cepcién habfa suftido, al principio, por la existencia de la amante; pero; finalmente, se habia resignado y acostumbrado, y terminé pensando que después de todo no era para tanto. iLa buena de Concepcién! Le decfan “Ja santa”, y se hacia acreedora al titulo, tan fécilmente soportaba los desplantes del marido. En verdad, era un temperamento moderado, sin extremos y reticente a las grandes ldgrimas y Jas muchas risas. Enel momento al que me refiero, bien podria habérsela confundido con una mahometana; aceptatfa un harem, mientras se guar- ° iS 'Calle del Senado. hye © de esta edicién BIBLIOTECA AYACUCHO Apartado Postal 14413 Caracas -101- Venezuela Disefio / Juan Fresén Derechos reservados Impreso en Venezuela conforme a la ley Printed in Venezuela | UNIVERSITY | PENNSYLVANIA Este volumen, el XXXII de Ja prpiioTEca avacucHo se terminé de imprimir el dia 8 de agosto de 1978 en los talleres de Ttalgréfica, SRL, Avenida Principal de Bolefta, ‘Tercera ‘Transversal, Dito. Sucte, Edo. Miranda. En su composicién se utilizaron tipos Garamond de 12, 10 y 8:8 puntos. daran las apariencias, Dios me perdone, si la juzgo injustamente. Todo en ella cra atenuado y pasivo. Hasta el rostro era algo intermedio, ni lindo ni feo. Era lo que lamamos una persona simpética. No hablaba mal de nadie, perdonaba todo. No sabia odiar; puede ser, incluso, que no supiese amar. En aquella noche de Navidad el escribano fue al teatro. Era allé por el afio 1861 0 62. Yo ya debfa estar en Mangaratiba, de vacaciones; pero me quedé hasta la Navidad para asistir a “la misa de gallo en la ciudad”. La familia se recogié a la hora de siempre: yo entré en Ia habitacién de en- frente, vestido y listo para salir. De allf pasarfa al pasillo de entrada y saldria sin despertar a nadie. Habfa tres Maves de Ja puerta de calle; una Ia tenfa el esctibano, yo me Ievarfa otra y la tercera quedaba en la casa, —¢Pero, sefior Nogueira, qué hard usted durante tantas horas? —me pre- gunté la madre de Concepcién. —Leeré, dofia Ignacia. Yo tenfa una novela, Los Tres Mosqueteros, en una vieja traduccién, creo, del Jornal do Comércio? Me senté ante la mesa que habia en el centto de Ia habitacién, y a luz de un candelero de querosén y mientras la casa dormfa, monté una vez més el caballo negro de D’Artagnan y parti en busca de aventuras, Al rato només ya estaba completamente ebtio de Dumas. Los minutos volaban, al contrario de lo que suele ocurtir cuando se trata de esperar; casi sin advertirlo, escuché el reloj cuando dieron las once. Sin embargo, un suave rumor que Hegé hasta mi desde el interior de Ia casa vino a substraerme de la lectura. Eran unos pasos que iban del salén de visitas al comedor; alcé la cabeza; vi perfilarse en el matco de Ja puerta el cuerpo de Concepcién. —zTodavia no te has ido? —No. Atin no son las doce. —Qué paciencia! Concepcién entré a la habitacién, arrastrando sus chinelas, Vestfa una bata blanca, mal anudada en Ia cintura. Delgada como era, semejaba_una aparicién roméntica, en nada disonante con mi libro de aventuras. Cerré el libros ella fue a sentarse en Ia silla que estaba frente a mi, cerca del canapé, Como yo le pregunté si no Ja habia despertado, sin querer, ha- ciendo barullo, respondié de inmediat —jDe ninguna manera! Me desperté porque si—. La miré fijamente y dudé de Jo que me decia. Aquellos ojos no parecfan los de una persona que se acababa de despertar; sino mas bien los de alguien que atin no logré dormirse. Esta observacién, empeto, que con relacién a otra persona bien podria haber sido cierta, en esta ocasién no ofrecfa ninguna seguridad y la deseché, sin siquiera sospechar que tal vez no durmiese por mi causa, y que quizé habia mentido para no afligirme o disgustarme. Ya dije yo que ella era buena, muy buena. —Pero ya no debe faltar mucho, —afirmé. 2Véase nota 5 de la pig. 4. (N. del T.). 238 —iQué paciencia la tuya de esperar despierto, mientras tu vecino duer- me! {Y, ademas, esperar solo! gNo le temes a las almas del otro mundo? Yo traté de asustarte cuando entré. —Me extraiié oft los pasos; pero usted aparecié en seguida. —éQué estabas leyendo? No lo digas; ya lo sé: es la novela de los 5 Mosqueteros. —Exactamente. Es muy linda. —eTe gustan las novelas? ‘Mucho. —e¥a lefste A Moreninha?? re —

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