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De la intensidad resistente En De Orbe Novo,' escrito alrededor de 1501, publicado por pri- ‘mera vez.en Venecia en 1504 y una de las fuentes més importantes para. esclarecer la versin espafiola de la llegada al “Nuevo Mundo”, Pedro Martir de Angleria cuenta c6mo los marinos espafioles capturan a una mujer indigena y los sucesos que se desprenden de este hecho. ‘Comienzan alli, con este primer gesto en apariencia inocente, las pric- ticas que serdn luego -con una brutalidad creciente- el signo de toda la conquista y colonizacién de América: Después de desembarcar aqui vieron por primera vez a los indigenas quienes, habiendo visto llegar a estos desconocidos, huyeron en grupos ara refugiarse en los bosques tupidos, como liebres temerosas que ‘ruyen ante galgos. Los nuestros persiguen ala multitud y capturan sola- ‘mente a una mujer. Después de llevarla a los navios de haberle dado de comer con nuestra comida y bebida y de haberle vestido (de hecho esa gente de ambos sexos vive completamente desnuda, feliz en su estado natural), la dejaron libre. No bien la mujer volvié a los suyos (pues sabia dénde se habian escondido los escapados), y les conté nuestra hospitalidad y generosidad extraordinarias, todos corrieron a la playa ‘pensando que era gente venida del cielo. Nadando hacia los navios Wle- vaban oro, del que poseian cierta cantidad, y lo cambiaban por objetos de poco valor, como un plato de cerdmica 0 un vaso de vidrio, Si los nuestros les daban una cucharita, una sonaja, un pedazo de espejo 0 algo similar, offecian todo el oro que se les pedia o que levaban” (Década. Libro I. pag.119) "La versién completa del primer libro sobre el descubrimiento de América ha sido publicada por Fd. Alcién en Cordoba en el afo 2004, con Estudio preliminar y Notas de Stelio Cro, Estos datos, aparentemente nimios pero verdaderamente interesan- tes para el estudio de las politicas culturales de dominacién, marcan el comienzo de una relacién que no podia plantearse sino en términos de conflicto: la ingenuidad, el desconocimiento, la mediacidn de la mujer, cl engaiio, el despojo, etc. disefiaron un programa de acciones, cuya eficacia seria desplegada por la maquinaria implacable de la conqui ta, La espada, la cruz y la lengua abrieron paso a la colonia. Pedro Mértir de Angleria era un intelectual imbuido del espfritu del Humanismo y en su discurso se lee tanto ta aprobacién como la con- dena hacia los primeros gestos de sus compatriotas en este orbe novo. Y lo que es notable en este texto es que el sujeto de enunciacién no ha sido testigo de los hechos. Rs el intelectual que testimonia por el testigo. Por ello, decir “intelectual” demanda ciertas precisiones: en prime- +a instancia, Ia situacién en que se halla el sujeto frente a su objeto de conocimiento ya que todo documento remite al mundo y puede tener un efecto sobre él. En segunda instancia, consideraciones acerca de la mirada sobre los problemas que se identifican, tratando de explicitar las lineas con que la reflexién misma los formula. En este caso, se puede hablar de un mundo sin conocerlo, se puede nombrar sin sabe- res précticos, se puede dejar a la posteridad un testimonio de lo que no se ha sido testigo. Mis de 500 aftos despues, la reflexién ha realizado una travesia de ida y vuelta y el relato podria contarse de manera muy diferente, al punto que el conflicto actual de los discursos que piensan el mundo no cexige ubiearse solo en el lugar del testimonio, sino compromisos desde y con el espacio de enunciacién. Es cierto que muchas veces los inte- lectuales se dirigen a un consenso percibido sobre entendimientos compartidos culturalmente, pero cuando las formaciones sociales emergen en las zonas de batalla, uno no puede evitar estar de un lado determinado. Préctica y testimonio ocupan el mismo luger. He aqui el caso de Zulma Palermo quien ha hecho de la condicién del enunciado situado un lugar politico y ético propio del discurso te6- rico, Este libro recupera muchos de sus ensayos més recientes y mas importantes. Renuente a publicar de manera individual, este libro ve la luz por la insistencia de 1os muchos que estin cerca de Zuulma intelee- ‘tualmente: la posibilidad de no publicar significaria la dispersion de ‘us textos, sus genealogias y las regularidades que constituyen su sis- tema, Significaria rearmar dificultosamente -rastreando aqui y allé- un pensamiento hicido que exhibe la manera en que las ideas erean pro- blemas y trazan lineas de fractura, Desde un didlogo critico con los estudios literarios y culturales, ‘estos trabajos estén relacionados con la desigualdad en la apropiacién del conocimiento, con las formas de dominacién, 1a movilizacién politica, los espacios de resistencia, las fracturas de la vida cotidiana, es decir, desde una actitud que Palermo designa como “pensamiento descolonizado”: uw» parece importante que en el campo académico se vuelva a pensar en aquellas biisquedas truncadas de autonomia y se retome la discusion sobre “lo uno y lo diverso”, relocalizando viejas dicotomias: americano ys. europeo, civilizado vs. bérbaro, dependiente vs. autbnomo desde otros dngulos de enfoque que intentan proponer criterios no dicotémi- cos, sin olvidar que, para muchos intelectuales latinoamericanos, se trata de una cuestin que ha sido siempre radical, pero cuya incidencia en el orden académico y politico internacional ha sido casi nula. La discusin que en el libro se sostiene pone en relacién dialégica algunas de las variantes del pensamiento eritico-reflexivo que se vienen concretando en espacios académicos no centrales, con aquellas que aleanzan una particular vigencia por la amplitud de su diseminacién y Ta omnimoda presencia de su uso en esos mismos dmbitos, buscando comprender su valor en las actuales condiciones de globalizactén. No se trata de desconocer el sistema teérico eurocéntrico, sus cate- gorfas, sus aportes valiosos, sino de arremeter contra las ‘jergas pre- ciosistas” -tal como las denomina Said- y las ideologias subyacentes , cuyas formulaciones complejas oscurecen las realidades sociales, las circunstancias bajo las cuales un pensamiento localizado puede ingre- sar otros contextos en los que alcanza nuevas relevancias.. Por ello este andlisis trata de “algo mds” que no se deriva solo de la reflexién sobre la estructura de las textualidades, aclara una serie de / malentendidos y propone pensar de un modo més contextualizado y as conseiente de su propio lugar de enunciaeién. En este momento ya debe ser evidente que un tipo de critica como ésta solo puede ejercerse al margen y més allé del consenso. Una eri- tica en la que la teoria se sostiene como un acontecimiento intelectual que acentia la consideracién de las incidencias politicas y sociales sobre la propia critica, Estamos asi postulando tanto una “desterritorializacién” como una “reterritorializacién’” del conocimiento, tal como la proponen algunos teéricos poscoloniales y dentro de la generacién de “epistemologtas fronterizas” las que, en una primera aproximacién, se dan como tarea el estudio relacional de las culturas por parte de investigadores “de las dos orillas”’. Se trataria de traspasar las fronteras entre la pertenencia del te6rico a una cultura y su practica profesional; mds atin, entre el desarraigo de la propia cultura y el desarrollo de la préctica tedrica como una abstraccién de tal cultura. ‘Acaso dos movimientos se pueden advertir en estos ensayos elabo- rados desde un descentramiento -acé son claves las metiforas tedricas de lo fronterizo y las relocalizaciones- de la mirada: repensar lo que depende del pasado y considerar el ejemplo trasponiéndolo a una refle- xién sobre el presente. Este movimiento del pasado al presente y viceversa, este reubicar las formaciones histéricas en sus nuevos contextos, conlleva procesos de representacién diferentes de aquellos saberes que se producen en otros lugares prestigiados por las academias, No puede desconocerse que esta posicién -atin ubicdndose en un lugar eritico- tiene su punto de partida en la transformacién operada en los estudios culturales en las Ultimas décadas del siglo XX. Estudios que han desconstruido las concepciones, antes dominantes, de la ver- dad y la objetividad, han explicado en términos mas parejos las dife- ‘ualidades inmersas en cuestiones locales y han subrayado la historia en un esfuerzo material por \corporar los fragmentos de la realidad concreta. El andlisis cultural se sittia entonces en el “lugar ideolégico por el que opta Walter Mig- nolo” al elaborar la nocién de “posoceidentalismo”, ¢ instaura asi una intensidad resistente en cuya marcha, de un cardcter critico sosteniddo, Jos sujetos se encuentran permanentemente confrontados, expresando su interés por los acontecimientos y circunstancias que manifiestan los textos ya que éstos son parte del mundo histérico y sus ritmos y tensiones estin contaminados por acontecimientos del orden politico. Este libro de Zulma Palermo constituye por lo tanto, una zona que no termina donde termina el papel ya que lo que esta critica est planteando es un desafio al propio pensamiento occidental con una clara demarca- cién de su posicién tedrico-ideolégica. Reenvia asi, a un tiempo y un espacio en el que el trabajo intelectual despliega una observacién activa de los hechos culturales sin eludir la complejidad creciente de las teorias ‘y muestra particularmente que uno no estudia la cultura desde un campo neutral, , La eleccién de lo que queremos saber es principalmente politica y ) ética, de ahi la intensidad de los sentimientos que despierta el mundo que se analiza: : La situacién que analizamos, en la que se produce un nuevo que- branto, una nueva didspora y otra forma de aniquilacién de las vidas, alcanza a recomponer parte de la memoria de las luchas anteriores en Ja aecién que despliegan los nuevos sujetos sociales. El quebranto econsmico y la crisis de representacién levaron a la formacién de movimientos heterogéneos que, sin embargo, se vinculaban entre si por el rechazo a la clase politica y asus estrategias y por la necesidad de transformar la democracia representativa, que demosiré su fracaso, en una democracia de participacién directa. La evidencia de la intensidad emocional involucrada, lejos de ser luna trampa para el saber es acé un lugar de enunciacién que exhibe su filiacién con toda una linea del pensamiento critico: Cornejo Polar, Rail Bueno, Edgardo Lander, Walter Mignolo, Fernando Coromil, Carlos Pacheco y muchos més que han situado en un Tugar-otro a la reflexin sobre la literatura y su contexto politico en América Latina. Y un lugar-otro significa también una nueva visién del pasado; implica dotar de relevancia a determinados objetos no siempre visibles desde el canon oficial: la literatura de provincias, los lugares de la 6 memoria local, los nuevos movimientos sociales, la constitucién de las identidades subalternas, los didlogos posibles entre las “lenguas del Qué hubiera pensado Pedro Mirtir de Anglerfa. si hubiera podido cntrover desde aquel rinedn del tiempo que le tocé habitar, que aque- llos hombres y mujeres a quienes la prepotencia europea engaiié tan ficilmente le devolverian cinco siglos después, Ia plegatia del miedo transmutada en desafiante respuesta “desde la otra orilla”, en un “nuevo y complejo relato que habla desde si para el mundo”? Silvia N. Barei Em Prolegémenos Las proposiones sobre descolonizaci6n de la cultura y el conoci- miento que en este libro se exponen responden, desde nuestra inter- pretacién de ellas, a imperativos éticos y politicos compartidos por ‘muchos investigadores sociales y de las humanidades y a través de los que se quiere dar respuesta a la larga cadena de sujeciones a las que se encuentra sometida América Latina y en vinculacién con los demas espacios periféricos de Occidente. En el intento de pensar estas cuestiones, las consideraciones que se desarrollan a lo largo de las paginas son el resultado de largos afios de reflexién y de discusién ininterrumpidas, en una interlocucién silenciosa con las propuestas circulantes en el campo académico lati- noamericano desde la década de 1960!. Momento clave en la trans- ) formacién politica del sudcontinente, significé la emergencia de line- as fuertes del llamado “latinoamericanismo” acufiado bajo muy d tintos signos pero con destinos més 0 menos similares: su silencia- miento ya sea por la invisibilizaci6n a la que los sometié la hegemo- |, nfa académica (politica y discursiva) o por anulacién de sus propul- | sores. En los tiltimos afios, los estudios sobre la cultura en sus distintas formas de produccidn y circulacién en América Latina han cobrado renovado énfasis modificando sustancialmente su posicién con respec- to a su objeto, su especificidad y sus alcances. Tal cuestiGn, obvia- ‘mente, no es exclusiva del espacio intelectual del sudcontinente ya que semejantes transformaciones se han producido en el discurso te6rico- critico de Occidente en su conjunto y como parte del funcionamiento de formaciones ideolégicas que desestabilizan la soberbia eurocéntri- ‘cay que se sittan en el lugar de la descentracién de un sujeto entendi- do por la modernidad como absoluto. " Chi Palermo, 1996, 1999 J Sin desconocer ese estado de situaci6n estas paginas se orientan -dentro del amplisimo territorio de los interrogantes que nos plantea la ruptura paradigmética de fines del s.XX- a la pregunta por el sujeto productor de conocimiento en situacién colonial. Me interesa destacar, { en principio, que las cuestiones vinculadas con la construcci6n de las subjetividades actualizadas en los textos y en los discursos objeto de nuestro trabajo especifico, han sido planteadas por intelectuales y estu- diosos latinoamericanos de la sociedad y la cultura desde mucho tiem- * po antes de la eclosién del pensamiento llamado de la posmodernidad. { En efecto: tales indagaciones produjeron un discurso autorreflexivo sobre la identidad y la diferencia desde principios del siglo XX en per- manente transformacién, y son las que posibilitan las construcciones | que sobre la “cultura” y la “sociedad” se han producido en las dos tilti- \ mas décadas como primeras formas de descolonizacién intelectual. Sabemos que la persecucién de la imagen identitaria es lo que sign inveteradamente a algunas Ifneas de conocimiento emergentes en el discurso critico, y que lo fue definiendo en el correr de los tiempos desde antes de mediar el siglo XX. Sin embargo, y en forma paralela, en el marco de los estudios disciplinares se produce también en ese tiempo un tipo de critica que realiza una apropiacién desenfrenada y ecléctica de la “modernizacién” metodolégica, absorbiendo, sin obje- tivar, los aparatos explicativos que -como vientos nuevos- han venido legando de la mano de los diversos estructuralismos, sociologismos y psicologismos y haciendo propios los debates entre antiguos y moder- ‘nos que centraban Ia atencién de la academia del “primer mundo” en parecidas confrontaciones locales por el control del poder discursivo. Fue entonces -y en el epicentro mismo de esos debates- que emer gi6 con claridad, y dentro del campo intelectual generado por la revo- fucién cubana, la petici6n de una “critica latinoamericana” aut6noma que, ejerciéndose en las producciones de ese espacio, marcara su espe- cificidad, Este momento generativo es considerado por Neil Larsen como la propuesta de un “primer historicismo” (2001), en el que se ‘gest la teorfa de 1a dependencia iniciada con Maritegui en el espacio de | Ia lengua espafiola y con Oswald de Andrade en el Brasil, “para desa- ‘gregar{se] ya en los uiltimos escritos de Angel Rama” (Larsen, Op. Cit:39) y -amplio- en tas propuestas nacionales de Anténio Candido. Sin duda, el pensamiento mas revulsivo lo constituye la “gesta” de Roberto Fernéndez Retamar quien, desde el marco de la revolucién ccubana, incita a la construccién de “una teorfa literaria latinoamerica- 1a” como instrumento de liberacién intelectual que acompafie adecua- damente a la definitiva independencia econémica y politica. Es, en sin- tesis, Ia bisqueda de la autodeterminacién intelectual a través de la construccién de modelos regionales de conocimiento que propone a la cultura popular como alternativa de la metropolitana para romper, por esas vias, con los lazos del colonialismo intelectual. Tales esboz0s se propusieron a s{ mismos como alternativas a la hegemonfa institucio- nalizada y convalidada por los aparatos académicos y, a la vez, como politicas culturales de resistencia. Bs el trayecto ideolégico por el que opta Walter Mignolo (1996b) para construir la nocién de “posocciden- talismo”, desde donde desarticular las conceptualizaciones del discur- so de la modernidad en América Latina sobrepasando ahora sus pro- pias fronteras en un didlogo productive entre el norte (USA) y el sur (Latinoamérica). Sin embargo ese trayecto, articulado en Ia teorfa de la dependencia y estrechamente vinculado a los movimientos sociales y politicos de esos afios, se vuelve sobre si mismo y homogeniza la complejidad cultural latinoamericana cerréndose en una especie de “nacionalismo” defensivo, ‘un “nacionalismo latinoamericano” que, en sus manifestaciones més cextremas, no pudo menos que sucumbir en los exilios interiores de un cierto chanvinismo. Al mismo tiempo, ya se perfilaba en el horizonte discursivo la emergencia de cuestionamientos radicales a la concepoién misma de universalidad, a la puesta en crisis de las categorfas preexis- tentes y el esbozo de otras que buscan construirse desde la diferencia, como sus alternativas. Este desplazamiento dentro de la zona de construccién nocional fue posible, en gran medida, por la exaltacién de los roles del intelectual que aparece como el formador de 1a conciencia social y de la identi- dad, con efectos importantes en el imaginario. Como sefiala Castro- Gémez, desde mediados del XX, “se va delineando... desde la letra un mito que todavia nos asedia (y nos constituye) sin quererlo: el mito de la ‘América magica’... que ha sido apropiado por grupos (no letrados) de todos los colores para legitimar y defender sus aspiraciones polfti- J 9 20 cas” (1998:202). De ese modo, “el latinoamericanismo, en tanto que conjunto de discursos tedricos sobre ‘lo propio’ elaborados desde la ciencia social e incorporados al proyecto decimonSnico de racionali- zacién jugé como un mecanismo pandptico de disciplinamiento social” (Op. Cit: 200). Todo ello, en la mayorfa de los casos, se adhiere a los principios te6ricos de la estética materialista y algunas propuestas metodolégicas que se adscriben al enfoque dialéctico para postular la emergencia del “hombre nuevo” en un continente “liberado” de la sociedad capitalis- ta, Sin embargo, se trata todavia de la apropiacién de un paradigma que, en tltima instancia, slo podfa responder a la cultura local con las formalizaciones de la vanguardia estética. Desde esta perspectiva, las estrategias transculturadoras a lo Rama, las realidades maravillosas a Jo Carpentier o las fugas mégicas a lo Garcia Marquez. resultarfan complementarias de la teorfa del mestizaje cultural. Este primer historicismo procedente de la teoria critica -y a pesar de su teleologfa- no rompe con los lazos que lo unen a la “herencia colo- nial” ya que se mantiene dentro de la epistemologia que adjudica la produccién de conocimiento a las culturas centrales que tienen a las periféricas como su “objeto” y, por lo tanto, las consideran s6lo con capacidad para reproducir el conocimiento ajeno. En efecto: la teorfa critica de la sociedad y, en consecuencia, el materialismo hist6rico, surge dentro del pensamiento europeo y desde los conilictos sociales propios de ese espacio, por lo que sus categorfas tampoco resultaban adecuadas para explicar y comprender la experiencia latinoamericana; cello fue generando un progresivo distanciamiento entre la experiencia conereta y su teorizacién, efecto idéntico al de su opuesto, la concep- tualizacién emergente del eurocentrismo capitalista, con el que llegé finalmente a confundirse, Estos prolongados avatares en la formacién del discurso eritico lati- noamericano pueden explicarse suficientemente a partir de los tipos de contacto que la intelectualidad de esta periferia mantuvo en el tiempo con la circulacién discursiva y los campos nocionales que la sostienen en los distintos momentos de su gestacién. Es el paso de la relacién de dependencia propia de las “culturas débiles” -que opera por imitacién acritica de los paradigmas y aparatos explicativos de la cultura domi- meee: nante- hacia la generacién de otros, construidos en culturas que han alcanzado su emancipacién discursiva, pasando por las peticiones intransigentes de autonomfas més deseadas que concretadas. Es claro que tales formaciones se realizan a través de aparatos ideol6gicos con- solidados institucionalmente, modelizando todas aquellas concepcio- nes desde el poder hegem6nico del discurso dominante. ‘No obstante, el “pensamiento de la sospecha” en el que aprendimos a navegar por estas cartografias intelectuales, nos mantuvo siempre alertas buscando definir cada vez. con més precisién el lugar de enun- ciacién desde el cual reflexionamos acerca de las formaciones socio- culturales que nos preocupan, afirméndonos en un valor insoslayable: que de nada valen las teorfas, las categorfas y las clasificaciones si -como explicita Antonio Comejo Polar, méximo orientador en este recortido- no expresan bien nociones y experiencias de vida [porque] ahi estén, dentro y fuera de nosotros mismos, otras alternativas exis- tenciales, mucho mas auténticas y dignas, pero que no vaten nada [u.] si individuos y pueblos no las podemos autogestionar en libertad, con justicia y en un mundo que sea decorosa morada del hombre (1994: 237. Ha transcurrido, desde las décadas del pensamiento de la liberacién y de la eclosién de los proyectos revolucionatios, casi la mitad de un siglo; se han sucedido en el mundo muchos acontecimientos y nos encontramos abriendo el siglo XXI, en el pice, tal vez, del proyecto féustico del progreso de occidente? con su efecto de globalizacién total, de imposicién de “transnacionalidad”, lo que crea la necesidad de que todos los habitantes del planeta compartan las mismas condi- ciones de vida, los mismos sistemas de valores, de prioridades, es BI destacado es mio ® EL mito del progreso tal como se propone en el Fausto es una prescripeisn de ideo- logfa moderna, segtn el cual las sociedades deben “‘crecer” econémicamente para ser cexitosas, El valor monetario es el que rige todos los otras sistemas de valores al que 4quedan sometidos. Parece indudable que el fin del ultimo siglo ha levado a su punto cculminante este orden social segsin el cual todas las producciones se miden con la vara del rating: cl desplazamicnto de este término dese los medios de comunieaci6a hasta los sistemas académicos, si bien es subrepticio no deja de ser altamenteefectivo (véan- se las mediciones de “calidad” propuestas por las polfticas universitarias de tipo emi- nentemente cuantitativo), decir, un mismo imaginario. Pero, y simulténeamente, se incrementa en las sociedades de culturas no centrales la busqueda de respuestas singulares a la nueva hegemonfa. Las consecuencias de esta tensién centre fuerzas centrifugas y centripetas no siempre son positivas ya que se acrecientan los fundamentalismos y los dogmatismos, lo que a su vez favorece el uso de estrategias represoras por parte del sistema dominante. Este juego, perverso si se quiere, legitima las cada vez. mas abismales diferencias entre todos los habitantes de la “aldea global”: entre pobres y ricos, entre sur y norte, entre “calibanes” y “présperos” Se profundiza asi en la lucha te6rica por la autonomia desde la pers- peetiva de la “barbarie”. Por eso parece importante que en el campo académico se vuelva a pensar en aquellas biisquedas truncadas de autonomia y se retome la discusién sobre “lo uno y lo diverso”, relocalizando viejas oposiciones: americano vs. europeo, civilizado vs. bérbaro, dependiente vs. auténo- mo desde otros éngulos de enfoque que intentan proponer criterios no dicotémicos, sin olvidar que, para muchos intelectuales latinoamerica- nos, se trata de una cuestién que ha sido siempre radical, pero cuya inci- dencia en el orden académico y politico internacional ha sido casi nula. La discusién que en el libro se sostiene pone en relacién dial6gica algunas de las variantes del pensamiento critico-teflexivo que se vienen coneretando en espacios académicos no centrales, con aquellas que alcanzan una particular vigencia por la amplitud de su diseminacién y Ja omnfmoda presencia de su uso en esos mismos Ambitos, buscando ‘comprender su valor en Tas actuales condiciones de globalizacién. Estas diltimas, postulando el desmantelamiento de los ffmites polf- ticos entre las naciones y orientandose desde el reconocimiento de la “diferencia” parecen abrir perspectivas superadoras para las culturas marginalizadas. Sin embargo este teposicionamiento requiere de un andlisis al menos aproximativo de sus implicancias atin a sabiendas de que se procede también dentro de los Ifmites de la academia y que, por Jo tanto, permanece en buena medida atrapado por el pensamiento curocénetrico. Es por ello que las propuestas que traemos para la refle~ xi6n hablan desde un lugar que produce tensiones y contradicciones ‘Més adelante etomaremos esta nocién segin los enunciados geoculturales. pues se trata de un lugar politico a la vez que cultural, de produecién de significaciones que se quieren alternativas al discurso colonizador, como emprendimientos antagénicos para la formacién de un conoci- miento “otro”, lo que implica a la vez subvertir y sustituir, conocer no para reproducir sino para transformar. Como alternativa, parece pertinente retomar y reformular la ya tra- dicional linea de la critica cultural latinoamericana a la que referfa mas arriba, para dar forma -segtin la periodizaci6n de Larsen antes aludi- da—a un “segundo historicismo”, lo que implica “ver més allé de la forma-mercancfa objetivada por la modernidad, sin ilusiones naciona- listas ni textualistas, es decir, sin asociarse a las ‘fugas tedricas’ del posmodernismo” (Larsen, Op. Cit.:40). Para ello parece pertinente, por un lado, redefinir las relaciones del conocimiento con la realidad y de ésta con la discursividad; por otro lado, y simulténeamente, atender a las enormes dificultades tedricas, metodol6gicas y politicas inevitables en el camino hacia esa meta. La “realidad” que se busca conocer es, en primer lugar, mucho més que un discurso 0 una “lucha” discursiva. Hoy nos referimos a formas “globalizadas” de funcionamiento econémico y social que generan malestar, mayores {ndices de marginalidad y pauperismo; las précticas discursivas pueden disimularlas, mentirlas, negarlas o, por el contratio, desenmascararlas. Sin embargo, lo “real” puede confundirse con lo que se dice de ello en tramas textuales que se leen en su mera inmanencia, pero en verdad desarticuladas de sus condiciones sociales, transfor- mindose asf en abstracciones de las efectivas contradicciones del suje- to social que queda arbitrariamente separado de las politicas que con- dicionan su vida cotidiana, Este es el peligro que conlleva la priictica del “textualismo”, sobre la que alertan muchos estudiosos, pues tal forma de aproximacién a las producciones simb6licas es particular- mente grave en espacios en los que la “situacién colonial” tiene una existencia de larga duracién. Porque -como intentaremos mostrar- la colonialidad del poder y del conocimiento no se reduce al periodo asf amado sino que se extiende hasta nuestros dfas, en un largo proceso de cambio de rostros del mismo poder. Es esa fuerza la que produce la “diferencia colonial” en la que se genera un sujeto doblemente fractu- rado en su identidad, valorado negativamente por el discurso hegem6- 2 ” nico que clasifica al mundo segdn su propio sistema geopolitico, de configuraciones raciales y de estructuras jerrquicas de comprensién y de conocimiento. Como argumenta también el sociélogo peruano Anf- bal Quijano, la colonialidad geopolitica del poder y la dependencia his- térico-estructural s6lo pueden producirse desde “una hegemonia euro- céntrica como perspectiva epistemolégica” (1997: 117). Esta nueva forma de colonialismo intelectual -Ia era global impul- sada por el capitalismo de mercado- otientada a promover tna socie- dad de consumo, inerementa las diferencias entre centro y periferia, entre poderosos y sometidos, entre “unos” y “otros” (aunque el discur- so te6rico quiera borrarlas), vaciando de sentido a la cultura para dejar el centro de la escena a Ia “industria cultural” y sus manipulaciones. Parecen cumplirse asf, acabadamente, las proyecciones que sostenfan Jos maestros de Frankfurt, situacién que Cornelius Castoriades deseri- be hoy casi apocalfpticamente: En el plano de la creacién cultural... es imposible subestimar el avan- ce del eclecticismo, del collage, del sincretismo invertebrado y, sobre todo, la pérdida de objeto y la pérdida de sentido, yendo a la par del abandono de la bésqueda de la forma, la forma que es siempre infini- tamente més que forma... Se estin realizando las profecfas mis pesi- mistas.. Bstén siendo teorizadas en un conformismo autocomplaci te tan arrogante como estiipido... (1996: 249). Por eso, si bien las postulaciones culturalistas (posmodemas) sobre Ja problematica heterogeneidad de las culturas latinoamericanas harfan pensar en una salida superadora a los conflictos preexistentes entre teo- rfas generales (universales) y teorfas regionales (locales) propias del primer historicismo, se hace imperioso relocalizarlas. Este proceso erf- tico permitiré esclarecer si los lugares de enunciacién que construyen estas “ofertas” aportan realmente al proyecto de autonomfa intelectual, de una construceién del saber en América Latina o si se trata nada mas que de “odres nuevos” los que, por la seduccién de su discurso y el area cultural de procedencia, no permitan percibir que se trata de otras for- ‘mas de disimular las contradicciones y las cada vez mas grandes mise- ias de “lo real”. En el campo de la especulaci6n se trataria, nada mis y nada menos, que de aceptar tales transformaciones como salvocon- ducto para la propia convalidacién institucional en el convencimiento de que, por primera vez. en la historia académica, estamos teorizando en América Latina EI otro aspecto de la cuestién implica confrontar algunas fuestes dificultades. No es la menor de ellas la de la generacién de politicas culturales de resistencia, pues se corre el riesgo de que dichas politicas se transformen ellas mismas en una nueva forma de poder y, por lo tanto, en una estrategia enmascarada de dominacién mAs fuerte porque se encontrarfa convalidada por los propios agentes de Ia transforma- cién, En el ejercicio permanente de la sospecha sobre Jas verdades cengendradas por las formas “universales” del saber, es posible que las alternativas sobre las diferencias que produce el conocimiento critico se generalicen de tal modo que concluyan por proponerse a sf mimas como las inicas posibles y a extender sus procedimientos y aparatos explicativos como mecanismos absolutos y vélidos para cualquier lugar y modo de produccién cultural. Es decir, que se transformen en gene- radores no conscientes de nuevos espacios marginals en la distribucién del saber. O que se confundan précticas inveteradas y, por lo tanto tam- bién no conscientes, con programas de resistencia. La resistenci misma, entonces, terminarfa diluida en la discursividad sobre ella Tales postulaciones Ilevan a otra diversidad de problemas en el ‘orden de las polfticas institucionales cuya resolucin esté todavfa lejos de nuestro alcance. Uno de ellos -y de significativa incidencia- es de cardcter académico y deviene de las competencias propias de los inves- tigadores, que fuimos (de)formados en los paradigmas mAs fuertes de la tradicién académica occidental. Este,aspecto del lugar de enuncia- ciGn es dificil de modificar pues no basta con actitudes voluntaristas, que se requiete de una fuerte transformacién del lugar desde el que se piensa. Ati asf, si el estudioso -dedicado a desentraffar las par- ticularidades de una formacién determinada y distinta de las can6ni- cas- aleanza algunos resultados positivos, éstos quedan sujetos a una doble restriccién: en primer lugar, no tiene posibilidades de disemi- narlos en su propio espacio por el rechazo cerrado de Ia institucién que reacciona con sutiles censuras. La otra forma de restricci6n responde a Jos mecanismos del “aparato de mercado” ligado directamente a limi- taciones materiales. Los avances producidos en las universidades eco- 6 némicamente deprimidas no trascienden los limites de la esfera local por la escasez de recursos y/o la carencia de poltticas editoriales desde las cuales publicar y difundir sus propias innovaciones, dato comin a Ja mayorfa de las universidades del érea (que en algunos casos aleanza también a las metropolitanas). En esta relocalizaci6n, sin embargo, no creo que sea posible desde- fiar una de las cuestiones més caras al “primer historicismo”: la afir- ‘macién de que no hay conocimiento general -como quiso el proyecto de Occidente- sino que siempre responde a sus propias condiciones socio-historicas. Este lugar de enunciacién lleva implfcita la concep- cién de un saber emancipador; no obstante, la propuesta terminé sien- do controlada -como vefamos mas arriba- por las formas reguladoras de produccién de saberes, bajo el argumento de elaboraciones cerradas en estrechos nacionalismos y/o en ortodoxias ideolégicas. Habria, entonces, que operar buscando un doble distanciamiento; por un lado, con los factores negativos del proyecto de los 60; por otro, con la con- cepeién hegeménica que busca reproducirse regulando las priicticas te6ricas y amulando, asf, las diferencias. Para sortear esos riesgos, se harfa necesario establecer una “red interactiva” entre las distintas précticas sociales de los diversos grupos marginales y de las distintas circunscripciones dentro de la cartograffa socio-cultural de América Latina a los efectos de hacerlas compatibles entre sf -a la vez, entre ellos y las postulaciones te6rico-metodol6gicas. Ello permitiria generar inteligibilidad mutua entre las diversas iniciati- vas que surgen permanentemente desde investigadores, docentes. y estudiosos preocupados por problemas que les son comunes en las academias no metropolitanas. Una “red” de esta naturaleza puede aproximar mucho mas las précticas discursivas del conocimiento a las prdcticas sociales que intentan formalizar, a la vez que confrontar los procesos diferenciales de cada formacién hist6rica con sus correlativos objetos culturales. ,Cémo generar, por ejemplo, modelos explicativos ‘vélidos para el muy amplio espectro de objetos culturales en su infini- ta diversidad sin caer en la atomizacién extrema y, ala vez, desde una horizontalizacién que deje asomar las particularidades diferenciales? {.Cémo articular nuevas formas de periodizacién que hagan posible un orden distinto y una distinta jerarquizacién de esos complejos cultura- les, desprendidos de las relaciones con Ja “historia oficial”, propician- do la construccién de “historias locales” las que, en Ia relacién con- trastiva, posibilitarfan la opci6n por una historia “general” que de veras incluya la diferencia? ~Cémo aprender a “escuchar” las voces solapa- das de los acallados por esa misma historia, sin imponerles una vez més nuestra propia concepcién de su otredad? Estamos asf postulando tanto una “desterritorializaci6n” como una “eterritorializacién” del conocimiento, tal como la proponen algunos te6ricos poscoloniales y dentro de Ia generacién de “epistemologias fronterizas” las que, en una primera aproximacién, se dan como tarea el estudio relacional de las culturas por parte de investigadores “de las dos orillas”. Se tratarfa de traspasar las fronteras entre la pertenencia del te6rico a una cultura y su prictica profesional; mas atin, entre el desarraigo de la propia cultura y el desarrollo de la préctica teérica como una abstraccién de tal cultura, En titima instancia, de as con- tradicciones que embargan a los “sujetos académicos migrantes”, a es0s seres marcados por el “forasterismo”, fenémeno poéticamente descrito por Comejo Polar como “esa desasosegante experiencia de ser hombre de varios mundos, pero a la larga de ninguno, y de existir siem- pre -desconcertado- en tierra ajena” (1995: 103). Tal desgarro solo puede ser cl efecto subjetivo que embarga al “académico migrante” para el que, como advierte Achugar “el lugar de la historia y de las mltiples memorias -hegeménicas u oprimidas- es parte de un pasado gue no tiene vigencia en el nuevo lugar desde donde se habla” (1998: 280). Es, por lo tanto, dificil separar el orden del deseo de construir epis- temologias y aparatos explicativos emergentes de y adecuados para las culturas que estudiamos, de sus condiciones de posibilidad y de las, caracteristicas de los aparatos institucionales que regulan las précticas académicas de los docentes-investigadores de ambos extremos del continente. En el espacio latinoamericano las transformaciones en el orden epistemolégico se vienen generando -segiin afirmara- desde hace ya algunas décadas, pero en el orden institucional la resistencia a estas propuestas es de tal magnitud que anula toda esa trama de biis- quedas y hallazgos en beneficio de la mimesis de los desarrollos que se realizan en las academias consideradas de “avanzada” 2 Hs precisamente en Ia necesidad de explorar alternativas desde el presente que este libro indaga en el desarrollo de algunas postulacio- nes emergentes dentro de América Latina buscando su genealogia en Jos procesos que se gestaron desde mediados del s. XX y desde la pers- pectiva de una teorfa critica de la cultura. Lo que acd se oftece repone articulos -o parte de ellos- ya publicados en forma dispersa como apor- te a distintas discusiones sostenidas a lo largo de la tltima década; pido entonces al lector atento su tolerancia porque encontraré redundancias significativas pero también el beneficio de una mayor sistematizacién de las problematizaciones que se intenta desarrollar. Estas problemati- zaciones dan continuidad al primer esbozo de aproximacién a una perspectiva otra -distante y diferente de la que acd se inscribe-, prime~ 10s atisbos de unos Escritos al margen, propuestos como Notas para una critica literaria latinoamericana y desde la conciencia de la doble “orilla” (Palermo, 1987). En los primeros capitulos se resine tales Iineas de preocupacién en dos grandes agrupamientos cuyos fundamentos se presentardn separa- damente ain cuando el segundo actualiza algunas de las orientaciones del primero. Por un lado, los estudios de tipo culturalista y sociologis- ta que se orientan més definidamente a describir y comprender los cambios producidos por el proyecto capitalista y su diseminacién glo- bal en las identidades culturales, y sus efectos en los microespacios del sudcontinente, Por otro, las perspectivas analiticas de la colonialidad, de corte geopolitico, orientadas centralmente al andlisis epistemolégi- co, desde donde proponen una critica abierta al pensamiento de la modernidad desde América Latina. En el primer grupo incluimos algunos proyectos disefiados en Amé- rica Latina -y particularmente en Argentina’ que proponen campos conceptuales y aspectos metodol6gicos emergentes de estudios de cul- turas particulares o desde perspectivas resistentes a las politicas gene- > Bl “pensamiento argentino” mantiene importantes diferencias con las del resto de A. Latina y atin con sus vecinos del Cono Sur Chile y Uruguay) no s6lo por las caracte- ristias de su situacién colonial, sino por su difcuitad para dar forma a la democracia pues su organizacién social, a partir de a concentracidn de Ia tenencia de la tiera, 60 hizo posible la formaci6n de una sociedad y un Estado oligérquicos que recién empe- ‘26.2 modlificarse después de la Segunda Guerra Mundial (Cft. Anfbal Quijano, 2000), radas por la cultura colonial y que reconocen una genealogfa radicada en el pensamiento occidental, con vocaci6n “latinoamericanista”. En la segunda, al proyecto modemidad / colonialidad en sus vinculaciones con el de geopoliticas del conocimiento y que retinen criticamente las teorias poscoloniales emergentes en las iltimas décadas en las culturas del hemisferio sur con la tradicién latinoamericanista. A pattir de estos proyectos en el capitulo III se efectiia un andlisis ctitico de la construccién de las subjetividades modulada desde la con- dicién colonial y centrada en el principio de 1a diferencia, para discu- tir luego la funcionalidad y efectividad de algunas categorias explica- tivas en circulacién, En ambos trayectos se incluyen algunos recorri- dos por el espacio literario con finalidad metate6rica. Se incursiona luego en algunas definiciones metodolégicas y her- menéuticas como resultado de los andlisis textuales y discursivos que hemos venido realizando. Ese tiltimo cuerpo -que se ofrece solo par- cialmente- se otienta tanto a un recorte realizado en el espacio letrado con finalidad metateérica como a otras formas de produecién simbsti- ca. Se quiere asf proponer una relocalizacién del conocimiento de las culturas otras en una pequefia circunscripcién el espacio “local”, con ello se hace perceptible lo distinto para darles legitimidad académica- ‘mente generando altemativas que, partiendo de las practicas socio-cul- turales, se extiendan a la generacién de proyectos econdmicos, politi- cos y de gestién. Desde esta relocatizacién de las politicas del conocimiento es que entendemos la confrontaciGn entre Jas culturas locales y la actual poli- tica global que las absorbe. Es desde ella que buscamos des-velar las estrategias por las que la globalizaci6n genera y legitima todos los pro- yectos cognitivos, econémicos, politicos y estéticos que obran en la direceién de anular las resistencias. Es para ello que revisamos algunas Ineas alternativas en la actualidad. Finalmente, quiero sefialar que este recorrido no hubiera sido posi- ble, en primer lugar, sin la opinién enriquecedora de los estudiosos con Jos que comparto estas inguietudes en la Universidad Nacional de Salta: Alejandra Cebrelli, Victor Hugo Arancibia, Irene Lépez, Silvia Castillo. Al mismo tiempo son deudoras de las inteligentes observa- cciones y sugerencias de much{simos estudiantes con los que compart » 20 ‘mi experiencia en aulas de Seminario. Sostenida en esos cimientos, ‘pude interactuar con los investigadores que proponen las Iineas que acé presento: Jorge Torres Roggero y los jévenes cordobeses con los que compart investigaciones; Ricardo Kaliman y los idénticamente nuevos y polémicos estudiosos tucumanos. Fl circunstancial pero fuerte magisterio de Roberto Ferndndez Retamar y Arturo Roig, no menos significative que el que en su. momento me dejé Rodolfo Kush duran- te su estancia en la recién nacida Universidad Nacional de Salta. A la escucha responsable y experta de los especialistas en estudios socio- criticos, en particular de Silvia Barei y los estudiantes de posgrado de la Universidad de Cérdoba cuyas agudas interrogaciones han manteni- do mi mente siempre alerta. Es ese trabajo colectivo, ese permanente y fructffero didlogo el que ‘germin6 en las etapas iniciales del Proyecto Jornadas Andinas de Lite- ratura Latinoamericana (JALLA) donde se produjo el encuentro con lo que luego se disefiaria como una geopolitica del conocimiento o, en la orilla opuesta, la eritica al primer historicismo. De todos ellos, estas paginas escritas desde el deseo pedagdgico de diseminar y compartir -defectuosa, imperfectamente- Io que se viene construyendo. Genealogias alternativas para el pensamiento critico = la condicién colonial consiste...en negarle al colonizado su identidad como sujeto, en trozar todos los vinculos que le conferian esa identidad y en imponerle ‘otros que lo disturban y desarticulan, con especial crudeza en el momento de ta conquista... {Se trata de] la Indole abigarrada de un sujeto que... esulta ‘excepcionalmente cambiante y fuido, pero también -0 mejor al mismo tiempo: el cardcter de una realidad Ihecha de fisuras y superposiciones, que acumula varios tiempos en un tiempo, y que no se deja decir més que ‘asumiendo el riesgo de la fragmentaci6n del discurso (que la representa y a la vez la constituye. Antonio Comejo Polar (1994). Las cuestiones vinculadas con la ya longeva dialéctica entre centro y petiferia, metr6poli y provincia (interior) iniciada -como sabemos- al ‘mediar el siglo XIX en nuestro pats - y con largo arraigo en todos los cir- ccuitos intelectuales de América Laltina- tiene una persistencia realmente signiticativa. Debajo de una multiplicidad de denominaciones -cada una de clas expresiva de las concepciones en las que emergen (y de las cua- les la de mayor relevancia académica fue y sigue siendo la oposici6n civi- lizaci6n / barbarie)- subyace la condicién colonial de las llamadas socie- dades marginales, subdesarrolladas, periféricas 0 subalternas. En este presente -en el s. XI radicado en la tnica ideologfa de la transnacionalizacién de la economia capitalista denominada “globaliza- ‘cign”*- Ia discusi6n en la perspectiva que ac& nos interesa (la del pen- samiento erftico) se relocaliza en la tensién entre culturas locales y designio global. No obstante, este muevo ropaje répidamente incorpora- do al discurso social por la fuerza penetradora de los medios masivos - ‘ficaces multiplicadores del discurso politico de la ideologia del “inter- nacional capitalismo”., requiere de una atenta intervenci6n critica por los estudiosos de Ia cultura a los efectos de exponer los vinculos entre las estrategias de este nuevo poder y las condiciones desde las que pro- pone categorfas tan seductoras como convincentes. Es decir, de exponer Jas complicidades entre el capital, el mercado, los medios y la produc~ ccién cultural de las sociedades que se encuentran fuera del circuito de decisién del poder global’. Se trata de hacer visibles las relaciones actuales entre el poder politico y los sabetes especializados que, en forma consciente 0 no, reproducen -con las estructuras de conocimien- to que ejecutan y transfieren- el ya inveterado sistema de sujeciones. * La globalizacién no es neutra sino que se funda en Jos mismos vicios de los mode- 1s discriminatorios del pasado potencisndolos y muliplicéndolos; dado su alcance, ‘genera niveles de exclusién nunca antes sospechados. 7 Bs actualizar las complicidades entre a era, la lengua y el teritorio que en los tempos e Ia colonia dominara el mundo conquistado, tal como lo demuestra la reciente extica colonial (Mignolo, 1998a). 6 Este es el saldo de Ia historia del siglo XX y de otra tensi6n: entre la filosoffa cosmopolita de la(s) cultura(s) -heredera distante del Siglo de las Luces- y el proyecto totalizador propuesto por los universales de la comunicaci6n y sus tecnologfas. En el paso de uno a otto, las rela- ciones culturales se han metamorfoseado -una vez més en esta historia de repeticiones- en herramienta politica del poder y, obviamente, del saber. ‘No se trata ya y solamente de revisar las relaciones hist6ricas de la modernidad entre los estudios sociales y humanfsticos y el poder colo- nial para desmontar sus fundamentos, como seffalaron los “maestros de la sospecha” -esos estudiosos europeos tan recurridos como Foucault, Althusser o Derrida. Para ellos la cuestién se orienta a poner en evi- dencia de qué manera el conocimiento sobre las culturas de las socie~ dades no centrales (colonizadas) sirvié para legitimar sus valores y subordinar las culturas ajenas; baste recordar las taxonomfas todavia imperantes para sefialar asimétricamente la diferencia: frente a la “alta cultura” las “subculturas” con su abanico de representaciones comple- mentarias: “subliteratura”, “folklore”, “produccién marginal” entre tantas otras, Estas taxonomtfas, utilizadas en primera instancia para definir jerérquicamente las producciones culturales de sus propios gru- pos sociales, se transfirieron més allé de sus espacios, reservando para todo aquello que no Ievara la impronta de la reproduccién de su pro- pio modelo, la tipificacién de “subordinada” -ahora “subalterna”- con la consecuente carga de disvalores que ello implica, Esta localizacién de la mirada del sujeto cultural de occidente cuyo “yo” busc6 diluir al “otro”, al distinto, al “bérbaro” y, luego, a incorporarlo como parte de sf mismo, es puesta asf en perspectiva posibilitando en nuestro tiempo proyectos alternativos por los que el “otro” pueda desestabilizar al “yo” eurocéntrico que incluye a Esta- dos Unidos como su “alter ego” (Coronil, 1998). Para ello este andli- sis negativo del pensamiento de la modernidad y de sus secuelas -esta teoria critica de la sociedad globalizada- busca reponer el horizonte critico de una “totalidad” sin totalitarismo (éste del mundo global den- {ro de su ropaje “lemocratizador” no parece distanciarse demasiado de $tras que habfamos crefdo sin retono en el mundo); de perfilar, por el andlisis de las particularidades, las identidades en la cultyra, las que se ene articulan necesariamente por el conocimiento de esa totalidad con la que se relaciona dialécticamente y con la que se hace imprescindible confrontar. Por esta via se hace posible deslegitimar la globalizaci6n al reintroducir la dimensi6n hist6rico-politica en la comprensién de las, diferencias en las peculiaridades de sus localizaciones'. Antes de iniciar el recorrido por las propuestas seleccionadas en este primer apartado, resulta pertinente detenernos a sefialar las rela- ciones entre el concepto de “localizacién” de ta cultura y del conoci- miento con las subjetividades. En principio, la apelacién a las identi- dades, a “lo identitario”, queda sujeta a una variable eminentemente “vivencial” de la pertenencia a un lugar fisico, a un grupo humano, a ‘una memoria que se construye en comin, a ciertas pricticas comparti- das, es decir, a un sujeto colectivo. Por esta via, lo idéntico (igual a sf mismo) apela a un “locus” tanto geogréfico como social. No se trata, sin embargo, de una entidad colectiva en abstracto, sino de la percepcién comtin del mundo de cada uno de los individuos que participan de expe- tiencias similares. Lo “local”, entonces, se concreta en un conjunto de pricticas que no requieren “declarar” su resistencia al imperio de lo “global”, sino que se manifiestan en un conjunto de acciones repetidas y compartidas, colectivizadas, en la operatividad de ciertas creencias, en la ritualizaci6n de ciertas producciones, en las festividades, hasta en los juegos infantiles. No obstante es también notorio que esta “viven- cia” comunitaria, este “sentimiento” de vinculacién con los otros, con “todos”, queda citcunscripta por una multiplicidad de elecciones secto- riales y ain individuales marcadas por distinciones de muy diverso cuifo: familiares, profesionales, ideol6gicas, politicas?. Esta “subjetividad de primer grado” que los individuos experimen- tan como “sujetos vivenciales” en la pertenencia a un colectivo, esta * Al pensar las identidedes culturales (heterogencidades) por su diferencia con el ‘monologismo etnocénirico se incluye, junto alas localizaciones “regionales”, a aque- lias que se construyen desde otras diferencias: de género, de migraciGn, de raza. €8 decir, desde otras localizaciones. Ver: Un sujeto socio-cultural aparentemente homogéneo desde la pertenencia a Ia “argentinidad” invade a cualquier ciudadano de esa naci6n cuando se encuentra en terrtorio extranjero al escuchar un tango, confrontado con la “saltefidad” que experi- ‘menta un miembro de la provincia de Salta en Buenos Aires afforando cl sabor de las ‘empanadas locales es, ala vez, radicalmente heterogéneo y complejo. 8 forma inmediata de “praxis” social, va siendo articulada por los grupos y, fundamentalmente, por las instituciones. De allf Ia emergencia de otro tipo de pertenencia, que adquiere un mayor estatuto de abstracci6n, y formalizaci6n: las regulaciones que se ejetcen sobre las précticas se constituyen en formadoras de imagenes identitarias las que, a su vez, “ocalizan” a los sujetos individuales a partir de prescripciones y pros- cripciones que buscan la cohesién del grupo y que tienden a diluir las diferencias internas. Es éste el tipo de pertenencia que se toma en con- sideracién cuando se habla de identidad “regional” tanto por la “opi- nién piiblica” como por los estudios académicos, por lo que la hetero- ‘geneidad interna nunca alcanza a ser visibilizada. Se trata de la forma- cién de circunscripciones més amplias a las de insercién inmediata tales como las nacionales 0 aquellas que superan estos Ifmites, pero generan otros de distinta naturaleza. Ahora bien; este planteamiento de la cuestién puede resultar sufi- ciente para el andlisis de las sociedades pre-cibernéticas. Sin embargo Jo que hoy acontece se localiza de otra manera en el espacio mundial: sabemos que el proceso globalizador lo es en gran medida por la inter- venci6n de la tecnologia informatica en la instauracién de redes que anulan las dimensiones témporo-espaciales y favorecen la expansién de sentidos que tienden a constituirse unfvoca y monolégicamente, es decir, a generar una nueva forma de hegemonfa®. Estamos, por lo tanto, asistiendo a la generacién de un espacio cualitativamente dife- rente, el “ciberespacio”, que localiza las subjetividades de manera dis- tinta a las hasta ahora conocidas. ‘La acumulacién de artefactos, précticas y relaciones que giran alre- dedor de la computacién y su miltiple funcionamiento afecta, sin duda, las practicas de la vida cotidiana que se encuentran atravesadas por una expansi6n veloz y sinulténea de informaci6n de diverso tipo. Las subje- tividades -y aqu{ se genera el mayor grado de indiferenciaci6n- estén siendo de este modo forzadas al cambio, compelidas a incorporarse ala uniformidad que impone el mercado con la consecuente reconversin de sus localizaciones previas. Con ello parecerfa inevitable la transforma- Hoy esté ya suficientemente explicitado que la globalizacién ha sido posible, funds- ‘montalmente, como consecuencia de dos revoluciones: la tecnolégicay la informatica y que ha sido y es dirigida por el orden financiero, cin de las memorias locales produciéndose un re-diseflo, a gran escal, de las historias locales. Sin embargo, la reacci6n autopreservadora de la cultura tiende a ‘lilizar esos mismos funcionamientos para contraponer a la indiferen- ciacién mayores elementos de diferencia. En efecto: si nos movemos s6lo en el territorio de las précticas inveteradas, éstas permanecen ccultas bajo las mdscaras de los “drugs stors” de la oferta homogenei- zadora (dentro y alrededor de cada local Me Donald’s y de los “pubs” de las ciudades provincianas circulan los viejos sabores y ciertos anti- guisimos ritmos). Y no serfa extraiio que debajo de la aparente impo- sicién de los modelos del mercado sigan fluyendo creencias ancestra- les, practicas inveteradas, aun cuando no se tenga conciencia de ellas. En el territorio del conocimiemto, por su parte, surge prioritaria la emergencia de su dimensién ética pues le compete establecer Ia vali- cepistemol6gica de las varias maneras de conocer; Ia defensa de los ursos contextualizados frente a los abstractos; el tendido de redes que ~a la manera de las que implementa el actual poder- establezcan un dislogo epistemol6gico paralelo; y, fundamentalmente, que se mueva en la direccién de hacer conscientes en la sociedad las formas incons- cientes de su propia memoria. Es decir, de colaborar en los modos por los que las culturas locales pueden moldear respuestas particulares a la hegemonfa global". La identidad de Ia multitud como propuesta de la cera cibemnética es necesariamente contrarrestada por la restauracién de la memoria -en particular de occidente- cuyo valor recae en el sefiala- iento de tas diversas formas de control y sujecién en la historia y a advertir que es posible relocalizar cada cultura en el ciberespacio, Los sistemas de conocimiento, aquellos que producen generaliza- ciones y abstracciones a partir de las précticas y/o de los fenémenos culturales concretos, por lo tanto, no son ajenos a estas formaciones sino que las sostienen y las consolidan en complicidad con los intere~ ses de los sucesivos poderes. El conocimiento de las subjetividades, sus caracterizaciones y sus discursivizaciones se ha centrado en las categorfas y Tas valoraciones emergentes de dos posicionamientos ' Desde el punto de vista de las précticas sociales aparecen tanto en los niveles de intercambio solidario como en las propuestas sistematizadas a la manera del Foro Soxial » 40 extremos, ambos exponentes del mismo y excluyente pensamiento de Ia modernidad: la “universalizacién”-"globalizacién” de las particula- ridades homogenizando segtin el rango mas alto de abstracci6n y nega- ciGn de lo diferente, 0 la exaltacién de las identidades “regionales” pero también segtin aquel modelo doblemente esencialista en sus arrai- gados nacionalismos. Por eso, reponer el horizonte critico de la roralidad en el andlisis de Ja cultura, implica colocar el conocimiento de los “expertos” al servi- cio de la reproducci6n social vincubéndolo con ta rutina de la cotidia- neidad, con las formas de pertenencia de las personas en sus circuitos més inmediatos, atin en la ejecucién de sus actos més comunes. Por esta via la construccién de nociones y de categorfas que parten de la diferencia y de Ia puesta en simetria de las identidades heterogéneas, generan las condiciones para que los agentes sociales adquieran otro tipo de informacién sobre sus propias pricticas y las transformen. Asi la identidad como préctica de Ia vida cotidiana, como vivencia de una pettenencia grupal no s6lo no entra en contradiccién con las que el conocimiento de ella pueda construir sino que éste se posiciona cons- cientemente en un lugar, en un locus que retine a unos y otros en la habitacién de una cultura constituyéndose y constituyéndolos. Es por eso que también compartimos, desde nuestra localizacién académica, la reformulacién del conocimiento por dos vias en simul- taneidad: por un lado, efectuando el andlisis erftico del moda como los sucesivos “-ismos” -incluido el latinoamericanismo- en tanto lugares de saber, han sido responsables en los procesos de occidentalizacién, subalternizacién y diferenciacién asimétrica. En efecto: desde el siglo XIX, la “inteligencia” latinoamericana estuvo inscripta en una lucha -que no cesa- por el control de os significados de carécter netamente occidental. Revisar los mecanismos, las estrategias y los lenguajes en que esta lucha se viene concretando es una apuesta fuerte y necesar a cargo del pensamiento critico situado. La otra via de esta doble actividad se dirige a poner en el centro de la atencién crftica las formas de produccién y circulacién de las for- maciones microculturales, las que producen saberes por la auto-obser- vacién social de las construcciones del sf mismo (un “yo” que deja de ser el “otro” de occidente) en el tiempo: no sélo de las formas solapa- das de existencia de las culturas ancestrales subyacentes a las forma- ciones hasta la actualidad, sino también las de formaciones localizadas y particularizadas como consecuencia de los “acontecimientos decisi- vos” de la historia. Asf, la “dislocacién” de las identidades territoriales y la nueva concentracién del poder politico por las elites criollas en el XIX, generaron grandes diferencias segtin la localizaci6n de las mil- iples identidades, segtin sus formas de relaci6n con el viejo y el nuevo sistema de poder, segtin la distribucién de nuevas exclusiones. Otro tanto ocurre con los movimientos sociales revolucionarios del s. XX cuyos efectos no se expanden de manera unfvoca en la cartograffa del sudcontinente y sefiala notables diferencias tanto entre los grandes espacios geoculturales (Caribe, Andes, Sur, etc.) como en las pequefias circunscripciones poblacionales (un pueblo, un valle, una ribera). En esta nueva instancia, la actual encrucijada de constitucién de las subje- tividades “cyborg”, obliga a revisar tales perspectivas desde posiciones “locales”. De geocultura latinoamericana La actual apuesta geocultural aparece disefiada por Jorge Torres Roggero, al prologar el primer néimero de la Revista Silabario: .~- aspiramos al riguroso examen de los semas fundamentales que con- figuran mensajes latentes, perdidos u olvidados en la contracara de los discursos oficializados. Son intradiscursos" cuyas coordenadss invisi- bles se trazan a partir del nico sujeto que siempre esté en pie, atin cuando esté acostado, el pueblo, como gestor [...] de una actividad cesencialmente dialégica (més que un antidiscurso, una simple “habla- ria) nacida del esfuerzo colectivo por formalizar una singularidad ‘que a primera vista se define como desaforada y caética (1998: 11-12) Esta apuesta arraiga en la nocién de geocultura propuesta por Rodolfo Kush" en los '70, y programada desde los comienzos de su escritura la imposibilidad de ver nuestros problemas con ojos europeos 0 el ‘error de verlos falseados a través de éstos, leva el andlisis a grados pri- ‘arios ¢ intuitivos. En todo andlisis se desliza la necesidad de ver ‘nuestras cosas con categortas propias (...] ¥ en su biisqueda es preci- so tergiversar la modalidad europea, poner en duda el valor de la inte- ligencia y cuestionar a la ciencia sus derechos de primacia sobre la vida (88)". ° Cursiva en el texto original ' Flésofo argentino de la Univ. de Salta, genera su propuesta a partir del estudio de Jas culturas subandinas en el norte argentino. Perseguido por la dictadura militar, !muere antes de su finalizacién. La continuidad y ampliacién de esta linea es evada en cl espacio académico junto a Torres Roggero por un grupo de jévenes investigadores dela Uni. de Cérdoba: Pablo Heredia, Andrea Boceo, Demingo Ighina, entre otros “De La seduceién de la barbari, Andlisis herético de un continente mestizo publica daen 1953 y consultada en reeiciGn de Libresfa Ross, sin fecha. El destacado es mio. “ Localizacién alternativa del saber, cruce “fronterizo” -en conse~ cuencia polémico con Ia episteme eurocéntrica- y eticidad de la mira- da son los datos centrales en este enunciado programitico que lleva a inctuir la propuesta de este grupo en la comunidad de argumentacién {que se propone organizar un “pensamiento de otro modo”. Se trata de indagar y penetrar en un pensar culturalmente arraigado en otro lugar del eurocéntrico, pues sin este arraigo no hay posibilidad de sentido, en decir, de cultura; la geocultura es, entonces, la intersecci6n entre pen- samiento, cultura y suelo", Este pensar situado se erige en el centro de a perspectiva y se localiza como una alternativa al conocimiento hege- ménico que descalifica (subalterniza) las formas de saber ajenas a su razén: Es que el pucblo no habla el mismo lenguaje que nosotros, Su abece- dario no tiene letras, sino apenas formas, movimientos, gestos. Y no es que el pueblo sea analfabeto, sino que quiere decir cosas que nosotros ya no decimos", Esas otras formas de conocimiento -calificadas como barbaras por la episteme eurocéntrica- radican fundamentalmente en las formas de ‘vida populares, en las précticas cotidianas de los grupos iletrados, en las cteencias que sostienen sus vidas habituales. Desde esta perspecti- va, las sociedades latinoamericanas no alcanzan a constituirse como ‘sujetos en tanto se limitan a repetir una cultura aceptando su supuesta universalidad. Este andlisis se adelanta en varias décadas a las eriticas que los pos- colonialistas africanos efectian a la antropologia kantiana en sus cla- sificaciones sostenidas en principios de diferencia racial, y en los se define con total precisién el principio de superioridad inferioridad de la raza blanca por sobre las otras con argumentos psicolégicos y mora- les (Chukwidi Bze, 2001; Serequeberhan, 2001). Por este camino -y segtin la lectura de estos intelectuales- africanos, americanos y orien- ' Como se adviertefécilmente, cuando se habla de geocultura se hace referencia aque todo conocimicnto surge en un “suelo” en particular y que su valoracién como “uni versal!” depende de factores de poder; por Io tanto acd se trata de diferenciar una alter- hativa@ la geocultura dominante desde el descubrimiento y Ia conquista de América, “De R, Kush, Indios, portefos y diases, 1966: 116, tales no podrian ser considerados “humanos” pues no se encuentran capacitados para el conocimiento, forman parte de ese disvalor Hlama- do “barbarie” y que se llena con los datos opuestos a “civilizacién”. Esa concepcién es reiteradamente seffalada por el fil6sofo argentino: La categorfa bésica de nuestros buenos ciudadanos consiste en pensar que lo que no es ciudad, ni précer, ni pulcritud no es més que un sim- ple hedor susceptible de ser exterminado. Si el hedor de América es cl nifio obo, el borracho de chicha, el indio rezador o el mendigo hedien- to, serd cosa de internatlos, limpiar la calle ¢ instalar bafios publicos. La primera solucién para los problemas de América apunta siempre a remediar Ia suciedad ¢ implantar la pulcritud, (América profunda, 1986:12-13)" Es la critica a estas valoraciones y la persecucién de esta huella, de la seduccién que ejerce la barbarie en la cultura latinoamericana, la que desvela la indagacién de Rodolfo Kush en las iniciales observaciones sobre los habitantes periféricos de las ciudades" que funcionardn sie pre como base contrastiva para los posteriores y mAs detenidos anéli- sis de la cultura andina, Esta bisqueda etnogréfica, le permite “descu- brir” las estrategias de una cultura de la “fagocitacién”, 1a que posibi- lita erigir la arquitectura de lo que llamar, como su consecuencia, un “pensamiento seminal”. Intentaré perseguir aqui, sumariamente, este recorrido gestado criticamente pero desde el interior mismo de la epis- temologia occidental. Para dar cuenta de la radicalidad de esta manera de pensar las I6gi- cas amerindias -que actiian en nuestros dias, y en muchas formaciones sociales, como nticleos duros de pricticas inveteradas en Ia cultura criolla, atin en su contacto con las formas propias de la tecnologia comunicacional- es necesario recurrir a la oposicién basica entre “ser” y “estar”. Ambas categorias informan sobre dos maneras de situarse en el mundo: el “ser” remite a formas dindmicas de accién, ejecucién y esfuerzo resueltas en la racionalidad técnico-cientifica, es decir, pro- duciendo una “segunda realidad” que media entre el hombre y la hos- Bl destacado es mio. * Acd es claramente legible la huella que deja en esta escrtura la mirada de Rail Sca labrini Ortiz propia, por otra parte, del campo intelectual de es0s aos. 45 ¥ 48 Es un conocimiento desde Ia subjetividad y la perceptividad munda- | nay de la experiencia como memoria, como saber colectivo que viene desde siempre y que no requiere de su comprobacién. Esta légica semi- /* nal sustanciada en la dualidad y en Ia fagocitacién es asumida también por la escritura literaria -por la apropiacién del instrumento de sujecion por excelencia de Ia cultura dominante- por ese “dedo gordo que escri- be en el aire” en textos como los que ensaya el peruano Gamaliel Chu- “rata, entre otros escritores fronterizos. El camino categorial es acd sefia- lado por la I6gica de un poeta que, desde la perspectiva estética, niega también la argumentacién occidental de Ia causalidad, para instalar la de lacontradiccién sobre la base dualista del pensamiento andino. Tal dua- lidad no esti, en este caso, s6lo tematizada sino ejecutada en todas las instaneias de la escritura: por la tensiOn/unién entre oralidad y escritura, entre canto y narracién, entre quechua y espaifol, entre escenificacién y vvuelo litico, entre ser y estar. Se radica seminalmente una forma euro- /' pea: la escritura “fagocitada”, absorbida, por las formas anteriores a la Tetra de la cultura indigena. Estrategias de resistencia a veces, de super- vivencia otras, estetizan -para la percepcién occidental- las tensiones ‘emergentes de la radicalizacién de la diferencia. La alternativa propuesta por R. Kush -y rechazada por los intelec- tuales “progresistas” de su tiempo bajo acusacién de populismo- qued6 por eso silenciada e invisibilizada por la “comunidad cientifica” argentina y no alcanz6 a traspasar sus Ifmites pues el fildsofo tampo- co se convirtié en un intelectual “migrante”. Sin embargo genera las condiciones bisicas para pensar en y desde América Latina fundando formas de pensamiento que en la perspectiva curocéntrica fueron -y siguen siendo- “interesantes” materiales etnogréficos para las disciph nas sociales, pero no alcanzaron validez como formas de pensamiento er se", Hoy esta propuesta se actualiza a partir de los estudios colonia- Tes que buscan las herencias del pensamiento ind{gena y Tas huellas de sus transformaciones desde la conquista hasta el presente, lo que ya se ‘cribe Kush: “Tuzgar nuestros problemas desde el punto de vista supuestamente cientfico, como es el de los socislogos 0 economistas, 0 como el de ciertas ramas ‘demasiado limitadas del marxismo, o presuponiendo ideales demoesiticos donde no corresponde, o determinando simplemente formas religiosas, todo ello carece de sen- tido,.” (1970:10}, Sobre la nocién de “Io interesante” cf. Kaliman 1998a, encontraba radicado en la perspectiva kusheana: “... la necesidad de rescatar un estilo de pensar que, segtin creo, se da en el fondo de Amé- rica y mantiene cierta vigeneia en las poblaciones criollas” (1970: 9). La inversién de la dicotomtfa civilizacién / barbarie se acentéa en la linea que acd perseguimos ya sea dentro de la critica “deconstructiva” de las literaturas nacionales como de una “antropologia social de apoyo” (Colombres, 1982) a las culturas “bérbaras”, es decir en la decisién de acompafiar a los oprimidos en sus procesos de liberacién de la colonialidad, lugar compartido con la geopolitica del conoci- miento”. Es desde este lugar te6rico-metodolégico que se revisan los imagi- narios de la nacién construidos a partir de la independencia politica con sus consecuentes formaciones identitarias. Para ello los estudios geoculturales del presente ejercen un proceso metacritico sobre 1a escritura de los “fundadores”, ‘con la inclusién de zonas no leidas de nuestra literatura y, por lo tanto, no dichas por la critica especializada, mediante una nueva contextualizacién de los textos ya recorridos por los estudios académicos...” (Ighina, 2000:7-8). Este recorrido incluye también los escritos marginales, los de aquellos que no resultaron ins- titucionalizados. Es el caso de la ensayistica de Arturo Jauretche (Torres Roggero, 2002b). Se propone, de este modo, elaborar un cono- cimiento vélido sobre Ia formacién nacionalista dentro del espacio argentino y, por extensién, latinoamericano, a partir de sus localiza- ciones socio-discursivas, aparténdose en gran medida de los discursos dominantes sobre el nacionalismo como categoria abstracta (Ighina, Op. Cit). Ello lleva a incorporar también como objeto central de estas inda- gatorias la produccién periodistica -particularmente del s. XIX en su funcién de formadora del imaginario de la nacién (Bocco, 2004)- y el disefio de las culturas “regionales” dentro de la perspectiva nacional a partir del principio de la diferencia entre metr6poli e “interior”, repro- = Los tulos de las publicacones a la que hacemas referencia, son indicadoreselo- cuentes de esta inversion semintien de caréter poltico. El de Torres Roggero, La donosa barbarie,repite wna frase de un escrtor cordobés colonial, Arturo Capdevila para usarairdnicamente; el de Adolfo Colombres, La hora del bdybaro, con el diseio de las Bases para wa antropologia socal de apoyo. 0 duciendo a la vez que transformando viejas convenciones sobre el pro- blema (Heredia, 1994), ‘Uno de los objetivos centrales de esta forma actualizada de los estu- dios geoculturales se orienta a proponer nociones y categorfas expli- cativas que posibilitan la proyeccién de las apuestas iniciadas al mediar el s. XX hacia su articulacién en la contemporaneidad. Para ello, los investigadores no vacilan en disefiar nuevos operadores anall- ticos como el de “a priori colonial” (Ighina) -simitar a la de “condicién colonial” generada los estudios geopoliticos, segiin veremos- desde donde se construye una “matriz. de pensamiento tedrico-politica” en la que intervienen saberes y métodos de andlisis procedentes de distintas disciplinas sociales borrando asf sus Ifmites. Los procesos interpretati- vos son entendidos, por ello, como una “prictica hist6rica”, es decir, ‘como la comprensiGn del objeto de conocimiento construido ideold camente a través del tiempo y en su contacto (dependiente) con las cul- turas (paises) hegeménicas (0s). En el cruce con otros tipos de estudios sociales surgen también categorias procedentes de otras précticas analiticas como la de “confi- guraciGn discursiva”, que si bien reconoce su deuda con el campo general del andlisis del discurso a la manera de Pecheux, Goldman 0 Robin, se vincula claramente con el principio generador de los géne- ros segtin Bajtin. Otro tanto sucede con la de “operador literario” que retoma Ia nocién de “operador seminal” propuesta por Kush orientada ala regulaci6n de lo decible y/o narrable; del mismo modo, la de “atti- culador” que permite perseguir en los tiempos largos el movimiento de lo que, en términos de R. Williams, conocemos como reproduccién / transformacién socio-discursiva (Bocco, 2004). Otras apuestas dentro de esta linea se perfilan con una ret6rica mas bien definida por 1a ironfa cuando se utilizan para esta finalidad meté- foras procedentes de la circulacién discursiva propia de la “plaza paiblica”, estrategia privilegiada por Torres Roggero y que resulta tan revulsiva para el canon como la referencia kusheana al “hedor de Amé- rica”: Los estudios especificos provienen de los integrantes de este grupo y de otros inves- ligndores por fuera de él Ct, entre otros, Cisneros y Fassi, 2002. En su origen forense esta palabra [categorfa) significaba acusacién. En cconsecuencia, toda categoria es acuseta, esté botone-ando sobre algo. Son, para usar un té:mino que no espante a tos académicos, paradig- mas 0, en sentido matematico, conjuntos... 20028: 12), En sintesis: los estudios geoculturales, tomando como punto de arrangue las apuestas de R. Kush se radican en ta propuesta de una nueva lectura de la formaci6n letrada nacional (argentina) buscando en ella un recorrido alternativo que incorpora el patrimonio silenciado por la historia oficial de las letras. La revisi6n erftica del canon implica una metacritica al estado de situaci6n de los discursos académicos, propo- nigndose como alternativa a esa centralidad. Estas propuestas persiguen, como finalidad witima, la redefinicién de la cultura (literatura) nacional argentina en su proceso formativo, de ‘manera similar a la biisqueda de Comejo Polar para la cultura (litera- tua) nacional peruana. Los términos destacados ene! texto original provienen del argot argentino (lunfado) y sefalan el funcionsmiento metaférico de las lamadas categortas cognitvas. El ttu- Jo del libro de Torres Roggero, por otra parte, eva una fuerte carga valorativa: Elogio de! Pensamiento Plebeyo. Geotextas: el pueblo como sujeto cultural en la literatura argentina

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